e, ...... e; "r • \ .'''' 'l' • I '," �.' ", . , \ I ' .. FEDERICO UDINA MARTORELL ... EL','ESCUDO DE LA·CIUDAD I I DE BARCELONA EL ESCUDO DE LA CIUDAD DE BARCELONA , ;:, MUSEO DE HISTORIA DE LA CIUDAD - Núm. 32 - SERIE HISTÓRICO-ARTÍSTICA II 74 Udina Martorell, Udi El Escudo de la ciudad de Barcelona 93008130 FEDERICO UOINA MARTORELL EL ESCUDO DE LA CIUDAD DE BARCELONA AYUNTAMIENTO DE BARCELONA Delegación de Cultura - Servicio de Publicaciones 1979 ISBN: 84-500-3068-4 -' Depósito legal: B. 3228-1979 1 PLANTEAMIENTO Cuando, en 1947, el historiador barcelonés Agustín Durán y Sanpere escribía para un texto radiado acerca del escudo heráldico de Barcelona, manifestaba que no podía aconse­ jar la consulta de ninguna obra determinada para una descripción exacta del escudo de nues­ tra ciudad, puesto que parecía que los historiadores y los heraldistas habían venido sosla­ yando el estudio de esta cuestión.' Efectivamente no podemos invocar ningún estudio definitivo de la cuestión, no sólo con anterioridad a esta fecha, sino incluso en estos últimos tiem­ pos, salvo un artículo aparecido en la revista «Barcelona» con el título de La señal herál­ dica- de Barcelona. Su formación y evolución, que el propio señor Durán, dedicaba en unas pocas páginas al terna." En la bibliografía ,que aducía se citaban simplemente artículos mo­ nográficos acerca de alguna cuestión muy concreta, y entre ellos, se aludía asimismo a un trabajo que publicamos nosotros en 1949 relativo a la leyenda de las «barras» catalanas," En conclusión, pues, el estudio del escudo de Barcelona ha quedado por hacer a pesar de las directrices, atildadas como suyas de Durán y Sanpere, y de que los datos que po- 1. El escudo heráldico de Barcelona. Historia y significado de sus elementos, en «Barcelona. Divulga­ Clan histórica», tomo III, Barcelona, 1947, págs. 225-231. (Emisión de Radio Barcelona del día 4 de enero de dicho año.) 2. La señal heráldica de Barcelona. Su formación y evolución, en «Gaceta Municipal». Ayuntamiento de Barcelona, suplemento núm. 1. Octubre de 1953, págs. 12-17. 3. UDINA, F., En torno a la leyenda de las «barras» catalanas, en «Hispania», núm. XXXVII (1949), págs. 531-565. (La separata, agotada.) 7 seemos son abundantísimos y permiten, desde luego, llegar a conclusiones muy claras con respecto a su origen y formación, así como a su desarrollo a través de más de setecien­ tos años." Tenemos que adelantar, sin embargo, una cuestión previa y ésta es que los escudos en general no responden a una disposición que los crea; no obedece su formación a una orden tajante y clara que nos permita situar cronológica y jurídicamente el nacimiento del escudo. La heráldica en general es una disciplina que nos enseña la aparición lenta y el desarrollo despacioso de la formación de las armas y en muy pocas ocasiones nos puede ofrecer la partida de nacimiento de los escudos. Como todo escudo, tiene básicamente unos elementos internos que son los que cons­ tituyen los cuatro cuarteles que desde tiempo inmemorial han quedado representados en el escudo de Barcelona; su descripción heráldica sería: escudo cuartelado: primero y cuarto: una cruz, y segundo y tercero: palos gules sobre campo de oro. Adrede hemos dejado de señalar los colores heráldicos que pertenecen al campo de la cruz porque esto determina­ ría ya una definición en una materia que, como veremos, es difícil de precisar; por la misma razón no damos tampoco el número de palos que el escudo ostenta, toda vez que esta cuestión (que nos llevará bastante tiempo en su análisis) es uno de los problemas del es­ cudo de Barcelona y, por tanto, impediría que comenzásemos por una definición antes de aclarar esta cuestión, si bien al hacer el enunciado sin enumeración de los palos, determi­ namos, ya de antemano, que el número no es esencial en el escudo de Barcelona (y pode­ mos adelantarlo así, toda vez que en algunos casos aparecen dos, tres o cuatro palos). y Una orientación bibliográfica puede darse, sin embargo, con las obras que a continuación reseña­ mos, a las cuales se refiere ya DURÁN y SANPERE en la traducción ampliada de sus trabajos de 1947 y 1953, citados en las notas 1 y 2: SigiUografia de FERNANDO DE SAGARRA, que utilizamos muy frecuentemente a través de nuestro trabajo, véase su Importancia de la Sigilografía como ciencia auxiliar de la Historia, Barcelona, Real Academia de Buenas Letras, 1902, Divisa heráldica de Barcelona (informe publicado en «Anuario Estadístico del Ayuntamiento de Barcelona», 1907). Nota aclaratoria a la publicación del informe del señor Sagarra, de IGNACIO DE JANER (publicada en el mismo «Anuario»). Armorial històrich de Catalunya (obra galardonada con el Premio Martorell de 1922, inédita). Ensenyes nacionals de Catalunya, de L. DOMÉNECH y MONTANER Y F. DOMÉNECH y RoURA, Collecció Costa Brava, Barcelona, 1936. Las tres obras de BASSA y ARMENGOL: Origen de l'escut català, Barcelona, Editorial Millà, 1962; Els comtes-reis catalans, Barcelona, Edit. Millà, 1964, y El veritable escut de la ciutat de Barcelona, Edit. Millà, Barcelona, 1964. Finalmente nuestras publicaciones -en gran parte incluidas en el texto de este libro---: Nobiliario de la Corona de Aragón, que publicaron, bajo nuestra dirección, E. MIRALBELL CONDEMINAS Y J. M. SAGALÉS FONTCUBERTA, y del cual aparecieron dos vols., relativos a la Casa Real, Barce­ lona, Edit. Rosás-Bayer, 1948-1952; En torno a la leyenda de las «barras» catalanas, en «Hispània», núm. XXXVII, 1949, Y Las armas de la ciudad de Barcelona: su origen y desenvolvimiento, discurso de ingreso en la Real Aca­ demia de Buenas Letras de Barcelona, 1969, discurso que fue traducido al catalán y publicado en la revista «Miscellanea Barcinonensia», números XXII y XXIII (año 1969). 8 CAPÍTULO I LA CRUZ DE NUESTRO ESCUDO Comencemos, pues, por el primer y tercer cuarteles, es decir, la cruz. La cuestión ofrece algunas dificultades; se limitan en todo caso a averiguar el origen de esta cruz des­ pués de rechazar que en sus orígenes tenga nada que ver con la de san Jorge, ya que la devoción a este santo y, en consecuencia, la heráldica correspondiente a tal veneración es más moderna que los primeros escudos barceloneses: en las primeras manifestaciones del escudo de Barcelona (a que aludiremos más tarde) aparece ya la cruz que, sin duda, tiene una tradición dentro del condado de Barcelona,' al igual que en otros territorios de aquella misma época; podríamos decir que la cruz tiene íntima relación con la utilizada como sig­ natura documental por los condes de Barcelona y no sólo por éstos, sino también por cualesquiera que signaban los documentos a partir del siglo IX. Acertadamente ha afirmado Durán y Sanpere 5 que la cruz de Barcelona viene a coincidir en una doble influencia, la carolingia que traía la cruz en las monedas barcelonesas de Carlomagno, Luis el Piadoso y Carlos el Calvo) y la local por la dedicación a la Santa Cruz de la Catedral de Barcelona 4. Efectivamente: la cruz representando no sólo la Ciudad, sino también el Condado: DURÁN, El es­ cudo ... Véanse láminas, págs. 230-231. El sello del Veguer de Barcelona, de 1261, ofrece en su anverso la cruz patada románica; véase CARRERAS CANDI, F., Geografia General de Catalunya. La ciutat de Barcelona, pág. 560. 5. La señal ... , pág. 12. 9 2 y otras instituciones más o menos anexas a la misma. Sin duda alguna, tenemos que reco­ nocer que el primer cuartel del escudo de Barcelona es la muestra heráldica más antigua del mismo y seguramente la que originó el escudo. Lo prueba, a nuestro modo de ver, el hecho de que el escudo más antiguo que se con­ serva, es decir, el sello pendiente del documento de 1289, escrito en el palacio real en oca­ sión del tratado firmado entre el rey de Inglaterra y Alfonso el Liberal 6 ofrezca un escudo sin cuartelar y cuyo emblema central es la cruz; bien es cierto que ésta viene cantonada por cuatro escudetes con los palos gules, pero, al igual que en otros escudos de la época, el emblema central es el básico. ORIGEN DE LA CRUZ Ahora, pues, nos toca averiguar el origen de esta emblemática; parece que tiene un origen eclesiástico vinculado, como hemos dicho, a la dedicación de la Catedral a la Santa Cruz. La hallamos ya en la piscina de la Basílica paleocristiana," también en la cruz visigó­ tica de Elpidio Vivas, procedente de la necrópolis de la Plaza del Rey, en impostas, relieves y lápidas prerrománicas y en tantas y tantas firmas de los documentos de la época condal catalana; efectivamente, éstos ofrecen desde el mismo siglo IX abundantes muestras en las suscripciones de otorgantes, beneficiarios y testigos. Como ejemplos típicos podemos alegar los documentos que recogimos en nuestros estudios de los pergaminos que constituyeron la base de nuestra tesis doctoral: son doscientos cuarenta y dos documentos que en su mayo­ ría ostentan la cruz.' Ahora bien, la presencia y aun la proliferación de la cruz en los signos no es sufi­ ciente para considerarla como motivo típico y privativo de Barcelona, ya que en toda la documentación de esta época aparece la cruz como firma. Documentos de los condados de Vich, Gerona, Urgel, Besalú, etc} nos ofrecen esta misma característica; ello no excluye, sin embargo, que la cruz pudiera pasar, en el caso que nos ocupa, a la emblemática heráldica. Veamos, desde otro ángulo, este extremo: la cruz aparece también en las monedas. 6. Sello conservado en los Archivos Departamentales de Marsella. El sitio de reunión y del tratado consiguiente se halla escrito de dos maneras: mientras los sigilógrafos (Blancard, Sagarra, Durán) dan la grafía Olerón, los historiadores (Zurita, Rymer, Devic, Soldevila) lo escriben así: Olorón. Cremos que, efectivamente, el célebre tratado fue firmado en la ciudad de Olorón, en el Bearn. 6* Véase nuestro estudio La tradició barcelonina de la creu «patada», en «Cuadernos de Arqueología e Historia de la Ciudad», n.O XIV, págs. 87-90. 7. Véanse los pergaminos de la Serie Condal del Archivo de la Corona de Aragón, desde Wifredo a Borrell, y de modo especial nuestro Archivo Condal en los siglos IX y X. Barcelona, C.S.LC., 1951, passim. 8. Véanse los volúmenes de MONSALVATJE: Noticias históricas. Olot, 1889-1919. 10 Desde el punto de vista numismático podemos seguir esta tradición a través de las mo­ nedas condales; efectivamente, encontramos ya la cruz en los dineros de cuaterno del pri­ mer conde-rey Alfonso el Casto, en la segunda mitad del siglo XII y sobre todo en la moneda que precisamente por ostentar una cruz se denomina «croat» y que aparece en tiempos de Pedro el Grande y que después perdura, a través de todos los siglos, hasta la supresión de la Ceca de Barcelona a principios del siglo XVIII: unas cuantas monedas re­ producidas en láminas nos dan una idea exacta de los antecedentes numismáticos de este emblema del escudo de Barcelona," Al hacer referencia a esta cruz, tenemos que manifestar también que en el siglo XIII y acaso con anterioridad al mencionado documento relativo al tratado de Olorón, en el escudo que el monarca concedió a la Orden de la Merced se recogen los dos elementos bá­ sicos del escudo de Barcelona, constituyendo este escudo de la Merced otra forma del propio escudo de la Ciudad: el monarca, según el privilegio que más tarde confirmó Pedro el Ceremonioso, otorgó a los mercedarios el uso de las armas propias de la Catedral Basílica en donde se erigió la Orden, y las propias del monarca; de este escudo no nos interesa en este momento el segundo cuartel, sino el primero, es decir, la cruz que en este caso y sin ninguna duda obedece a un origen eclesiástico y proviene por tanto de la cruz de la advo­ cación a que estaba dedicada, desde los tiempos probablemente paleocristianos, la Basílica barcelonesa. El uso de la cruz aparece como propio de la Ciudad no sólo en este escudo que se encuentra en Barcelona a partir del siglo XIII, sino también en otras instituciones, como, por ejemplo, en la Corte del Veguer de Barcelona que usa asimismo la cruz en la misma forma y disposición que hallamos en las monedas. lO LA CRUZ EN EL ESCUDO DE 1289 La cruz, por tanto, es propia de la Ciudad y, como acabamos de ver por la última nota consignada, aparece en el escudo del Veguer ya en el año 1261; es decir, que la cruz nos aparece con anterioridad a los palos gules y comparece sola y en la forma románica o patada. Tendríamos, pues, que el primer elemento del escudo de Barcelona -la cruz­ se nos ofrece, sólo, con anterioridad a las «barras». Antes de continuar, sin embargo, querríamos estudiar a fondo la cruz del escudo más antiguo que poseemos, es decir, el del mencionado documento referente al Tratado de 010- rón, sello que se encuentra pendiente de un documento guardado en los Archivos Depar- 9. BOTET y SISÓ, JOAQUÍN, Les monedes catalanes. Barcelona, LE.C., 1909, 3 vols. 10. Efectivamente esta autoridad usa también la cruz; DuRiN, La señal ... , pág. 13. Véase nota 4. 11 , tamentales de Marsella y que reproducimos en este trabajo, así como la escritura, dándola en transcripción." La descripción del sello podría ser la siguiente: Una cruz patada y en los ángulos de la misma cuatro escudetes con los palos o «barras» en número de tres. La leyenda dice: + : : VNIVERSITATIS BARCH ... (como la desarrolla Sagarra). Este autor, sin embargo, no llama a la .cruz patada, como le corresponde en heráldica, sino griega. El sello, como hemos dicho, es colgante, y está adherido al pergamino por unas cintas ama­ rillas y rojas. El reverso es liso. Fijémonos que en este primer sello -hasta ahora el más antiguo conocido-- ya apa­ recen los dos elementos fundamentales de nuestro escudo: la cruz y las «barras», pero sin cuartelar. 'Esto quiere decir que el escudo es incipiente (acaso es la primera muestra). Es necesario subrayar la presencia desigual de cruz y palos, pero ahora nos interesa estudiar y analizar sólo la cruz, como primer elemento de nuestro escudo barcelonés. Este elemento tiene una forma muy concreta: es una cruz, como ya hemos definido, patada, es decir, cada uno de los brazos tiene un ensanchamiento al término de los mismos brazos, además igua­ les. Con esta característica la cruz nos recuerda claramente, por una parte, la de la Basí­ lica de Barcelona desde sus orígenes (recuérdese la forma de la piscina del Baptisterio paleocristiano) y, por otra, la dibujada en las monedas de la época, especialmente en los «croats» que van a aparecer en la segunda mitad del siglo XIII. En realidad ambas mues­ tras de la cruz responden al tipo de cruz románica. y he aquí que se nos plantea el primer problema del escudo de nuestra ciudad y por cierto importante. El origen de esta figura, naturalmente remoto, es, sin duda alguna, el sentido cristiano que puede adivinarse en seguida, pero nos gustaría hallar una ascenden­ cia más próxima y concreta. Se trata, sin duda, de la cruz genéricamente hablando, la misma que encontramos en las monedas condales. La cuestión estriba pues, en saber si esta cruz que aparece es un simple emblema cristiano o bien responde a una cruz ya utilizada por alguna institución barcelonesa: queremos referirnos a la cruz de la Basílica cristiana de Barcelona, que ya aparece en el Baptisterio paleocristiano. Aquí tropezamos con un escollo, pues no tenemos pruebas para inclinarnos hacia esta posición; pero a pesar de todo tendríamos que suponer que existe una influencia evidente de la cruz basilical, sin que podamos suponer, no obstante, que los que comenzaron a usarlo tuviesen conciencia de que 10 hacían. Muchas veces el historiador va demasiado lejos al buscar influencias y atisbar causas de los hechos; quiere antecedentes demasiado. exactos de las cosas: una filiación que se aplica a una realidad histórica, aparece muchas veces in­ consciente para quienes la han adoptado. 11. SAGARRA, FERRAN DE, SigiUografia catalana. Barcelona, 1916-1932, 3 vols., véase vol. II, núm. 916, descripción y lámina. También en BLANCARD, Iconographie des sceaux et bulles des Archives Départementales des Boucbes-du-Rhàne. Marsella, 1860, pág. 116 y número 7 de la lámina 62. Véase en nuestro Apéndice. 12 I Intentemos hallar un poco de luz a través de un escudo algo más moderno que el que estudiamos y en el cual aparece, por cierto, una cruz; nos referimos al escudo de la Mer­ ced. Cuando la Orden se funda se le conceden unas armas: las reales y en jefe la cruz catedralicia. Este escudo, que excepcionalmente obedece a una concesión concreta y escrita, ha usado desde entonces las armas que le fueron concedidas y con respecto a la cruz po­ demos comprobar como ha dibujado siempre la patada catedralicia. Los mercedarios, pues, a través de los siglos, ajenos a las modas y a la evolución de la forma artística de la cruz, han sido fieles a la forma externa de la cruz que la propia Catedral les concedió. Ahora bien, parece que es indudable que la cruz que aparece en el Tratado de Olorón es asimis­ mo li románica: que sea la de la Basílica no es improbable. Creemos que en el momento de formarse el escudo de Barcelona, ya fuese por la necesidad de fijarlo en el Tratado de Olorón, a toda prisa, ya fuese dibujado por primera vez por otras causas, se pensó en la cruz basilical, pues si bien es cierto que en las monedas ya aparecía la cruz, en las mismas no tenía la forma típica que aparece en el sello del documento que estamos comentando. Por tanto estamos autorizados a suponer que la cruz que originariamente había en el es­ cudo de nuestra Ciudad, era la de la Basílica barcelonesa. Este adverbio que acabamos de escribir nos permite alargar aún más este comentario: decimos originariamente porque la cruz de nuestro escudo deja de tener en el correr de los tiempos esta forma románica o patada; se moderniza, diríamos que aparece otra cruz, que no se ajusta a los cánones y formas románicas. Señalamos, por ejemplo, la diferencia que existe entre los escudos barceloneses del siglo XIn (el de 1289, del Tratado de 010- rón y el de la Merced), fieles siempre a la forma de la cruz basilical, y los del trescien­ tos; como consecuencia de este cotejo, veremos en seguida que, mientras en los de la Mer­ ced ha conservado la patada, los de Ciudad 12se cruz en nuestra la han convertido en una cruz regular, de brazos iguales y sencillos, sin ningún ensanchamiento en sus extremos. «MODERNIZACIÓN» DE LA CRUZ Apurando aún más nuestros comentarios, querríamos averiguar por qué razones se llegó a producir este hecho: ¿pérdida de la conciencia del origen «basilical» de la cruz?, ¿simple modernización estilística de la cruz?, ¿ambas causas? Tal vez. No nos parece, sin embargo, que haya mediado otra razón que podría alegarse: la influencia de la cruz de san Jorge. Nos parecería prematura esta influencia, dada la extensión del culto y la devoción al santo de Capadocia 13 pues, con anterioridad a ella, es decir, a partir del segundo sello 12. SAGARRA, núms. 917-919. 13. RIBER, LLORENÇ, Els sants de Catalunya ... Barcelona, Editorial Catalana, 1920; VINCKE, J., El culte a Sant Jordi en les terres catalanes ... ) «La Paraula cristiana», abril, 1933, y DURÁN, El escudo ... ) pág. 227. " 14 que conocemos ya aparece la cruz en la forma «moderna». Los escudos del siglo 15XIV ofrecen ya esta cruz distinta, ya que no es la románica o patada; el sello que conserva el Archivo de la Corona de Aragón 16 y que corresponde al Consejo de la Ciudad nos mues­ tra una cruz regular, de trazos casi iguales y sin ensanchamiento alguno: son las mismas características que las de los demás sellos del siglo XIV.17 Debe subrayarse, no obstante, una particularidad, los emblemas aparecen ya cuartela­ dos, pero en el sello citado primeramente 18 la cruz figura en los escudos segundo y ter­ cero y no en el primero y cuarto, como correspondería. Este hecho (que obedece, sin duda, a una equivocación) tiene su importancia por darse en el sello que podríamos considerar de los más' antiguos: el error provino de la vacilación en cuartelar los primeros sellos, error que en otros casos se ha podido comprobar. Este escudo y sobre todo el del 1332 19 año que coincide con el comienzo del reinado de Pedro el Ceremonioso) ya muestra la nueva cruz en un momento en que el escudo de san Jorge, las cofradías bajo su patronazgo y la misma devoción están ya presentes." LA CRUZ DE SAN JORGE Un documento de 134521 nos habla de una concesión real de mazas para los «con­ sellers» de Barcelona: les autoriza para poder representar en las mismas los escudos rea­ les y el de la Ciudad: «signo nostro et signo dictae civitatis» y al comentar estas frases el Padre Ribera dice: «las quales maças de la Ciudad siempre han sido gravadas i como oy se ven con la cruz roxa en campo blanco que son las primitivas antiquissimas armas de la Ciudad y las barras». Según Ribera, pues, el escudo de Barcelona ha tenido siem­ pre la cruz roja sobre campo de plata. Nos duele mucho no disponer de un elemento heráldico que nos aclarara tal vez para siempre el concreto origen de esta cruz: querríamos adivinar los esmaltes y colores de estos escudos barceloneses y sobre todo aquellos que hubiesen tenido el sello del documento re­ lativo al Tratado de Olorón (si es que en los sellos hubiese esmaltes y colores), pues sa- 14. Sello conservado en el Archivo de la Corona de Aragón en dos ejemplares; también en SAGARRA, núm. 918. 15. SAGARRA, núms. 917-919. 16. Idem, núm. 917. 17. Idem, núms. 918 y 919. 18. Idem, núm. 917. 19. Idem, núm. 918. 20 . Véase la nota 13. 21. Manuscrito 96 de la nueva serie del A.C.A. 14 biendo bien, como sabemos, cuales eran los esmaltes y colores del escudo catedralicio (los del primer cuartel del escudo mercedario): una cruz blanca sobre campo de gules, no ten­ dríamos ninguna dificultad en identificar entonces el escudo barcelonés, cuyos esmaltes y colores, por el contrario, desde el mismo siglo XIV aparecen ya transformados, pues nos consta que se trata de la cruz roja, sobre campo de plata. Colores ciertamente, que son los propios de la cruz de san Jorge. Nos encontramos, entonces, con unos colores que equivocadamente nos harían creer en el origen georgiano de nuestro escudo, que existiendo en el último tercio del siglo XIII (el sello ya nombrado del Tratado de Olorón) y compuesto ya de cruces (y barras), las debía tener imitadas de la Basílica o tal vez como señal común de la Ciudad o del condado (re­ cordemos que las monedas con la cruz pertenecen a la Ceca de Barcelona, pero que tienen vigencia monetaria en todo el condado, y por tanto el emblema de la cruz se puede rela­ cionar con la ciudad y también con todo el condado). Así, pues, nos inclinamos a creer que en un momento dado la cruz -originariamente paleocristiana, basilical de la catedral de Barcelona- se moderniza y sobre ella pesa la in­ fluencia de la cruz de san Jorge. Con la devoción y culto al santo de Capadocia, y con la crea­ ción de algunas Ordenes Militares y de las Cofradías dedicadas a san Jorge,22 la cruz, que originariamente tenía una forma románica -la cruz patada-, toma la forma de los brazos iguales y regulares como si fuese la cruz de san Jorge, y a partir de este momento se origi­ naría acaso una cierta confusión entre la cruz original de la Basílica de la Santa Cruz y santa Eulalia de la Catedral de Barcelona y el signo heráldico de san Jorge. Y suponemos que en favor de esto vendría la publicación de las ordenanzas de los «consellers» barcelo­ neses para la organización de la hueste vecinal del año 1395,23 por la cual los «consellers» ya nombrados se comprometen a fabricar un panel con el escudo de san Jorge y añaden: «la cruz encarnada en campo blanco, que es la señal de la Ciudad». Pero nosotros tenemos que decir que en realidad estas armas no eran las propias de la ciudad, sino las de la cruz pa­ tada derivada, según creemos, de la Basílica barcelonesa. Así, pues, al final del siglo XIV se había perdido completamente -según creemos­ el origen exacto de la cruz del escudo de Barcelona, ya que los «consellers» dicen clara­ mente -citando además los colores- que la señal de la Ciudad es la cruz de san Jorge, sin que se haga referencia alguna a otra cruz. A partir de esta fecha no hay ninguna duda: los cuarteles primero y tercero se or­ ganizaron, y continúan siendo así: una cruz de brazos iguales de gules sobre campo de plata, sin que exista ya vacilación. Otras instituciones, no obstante, han conservado fielmente la cruz patada o románica: 22. Nos referimos a la Cofradía creada por Pedro el Ceremonioso. 23. Véase nota 21. 15 la propia Basílica," el Hospital de la Santa Cruz," en cuya puerta de la calle del Hospital puede aún observarse bien las armas de la institución: escudo en losange: partido, prime­ ro: cruz patada; segundo: cuartelado: primero y cuarto, cruz de brazos iguales y segundo y tercero, dos palos. Fácil es darse cuenta cómo las cruces de las dos partes del escudo son diferentes: la primera corresponde a la Basílica y es patada, la otra es la del escudo de Barcelona y es ya la de san Jorge. Asimismo, aparece la cruz patada en el escudo de la casa de la Pia Almoina, puerta recayente a la Plaza de Cristo Rey; y también en las muchas que figuran en la Catedral, esculpidas y labradas por doquier; ello puede observarse también en las vidrieras." 24. Véanse las numerosisrmas cruces patadas que conserva la Catedral en vidrieras, metales, escudos, et­ cétera, y para presentar sólo un ejemplo véase la del escudo catedralicio que se halla en la puerta de la Pia Almoina, a la izquierda del espectador en la Plaza de Cristo Rey. Ultimamente, durante la limpieza que se llevó cabo claves de bó­a en la Catedral, han aparecido diversos escudos de Barcelona policromados, en las veda de la Cripta de santa Eulalia y en la girola. Véanse las correspondientes láminas en la segunda parte de este libro. 25. Véase el escudo del Hospital de la Santa Cruz en la puerta recayente a la calle del Hospital y en en un escudo en losange en su primer cuartel aparece la cruz patada. También en la iglesia de san Pabloque del Campo y en la de san Pedro de las Puellas. 26. Véase la nota 24. 16 CAPÍTULO II LOS PALOS GULES Estudiado el primer cuartel de nuestro escudo, pasamos ahora al segundo, es decir, al que ostenta en campo de oro, palos gules, emblema que ha sido estudiado desde pun­ tos de vista distintos, y al cual dedicamos el trabajo más arriba citado, en extensas pági­ nas de la revista «Hispania», al hablar de la leyenda de las «barras» catalanas y que segui­ mos. En el referido artículo (que por cierto se agotó) se plantea la cuestión del escudo que trae, en campo de oro, unos palos gules y. que usaron desde el siglo XII los Condes de Barcelona y Reyes de Aragón; allí se abordaban tres cuestiones distintas: fecha de apari­ ción, cómo se ha formado y procedencia catalana o aragonesa del mismo. Estos tres proble­ mas están de suyo muy relacionados entre sí, mayormente cuando una leyenda que ha so­ brevivido durante cuatro siglos pretende explicarnos, al decir que los palos gules fueron da­ dos a Vifredo el Velloso, conde de Barcelona, en el año 873,27 por el emperador Carlos el Calvo, en mérito a los servicios prestados en la guerra contra los normandos. En conse­ cuencia, la leyenda nos brinda una fecha y un origen y fija sin ningún género de dudas, su procedencia francesa. A continuación reproducimos el mencionado artículo. 27. DrAGO, Historia de los victoriosísimos condes ... , ed. 1603, libro 2, cap. 8.°, fol. 63 V., Y FELIU DE LA PEÑA, Anales de Cataluña, tomo I, 265, dan la fecha de 874. 17 3 LA LEYENDA DE SU ORIGEN Para poder tratar de cada uno de los tres problemas bajo un riguroso criterio histó­ rico, conviene ante todo dejar a un lado la leyenda, y rechazada debidamente, plantear de nuevo estas cuestiones, sin que con ello pretendamos otra cosa que la de aclararlas. Nues­ tra modesta contribución consistirá especialmente en tres aportaciones: sintetizar en estas páginas el estado de la cuestión en el momento actual (cosa muy necesaria, pues no existe ningún estudio de conjunto sobre la materia); rectificar, en segundo lugar, la génesis de la leyenda (explicando su nacimiento y desarrollo hasta llegar a las formas perfectas de los siglos XVII�XIX) y como consecuencia del estudio, poder afirmar que la leyenda de los palos gules sobre campo de oro no se encuentra en la Edad Media, pero sí en los primeros años del siglo XVI. Finalmente, y en tercer lugar, aportar diversos y concluyentes testimonios do­ cumentales para probar la procedencia catalana de los bastones rojos. Pero ante todo vayamos a ocuparnos de la leyenda para rechazarla. El primero que, con justo criterio, ha tratado de ella ha sido Sans y Barutell, quien en un acabado estu­ dio 28 deshizo completamente la narración legendaria de las «barras sanguinolentas». El ilus­ tre académico se limitó para ello a la más pura crítica histórica y alegando, como primera razón, la distancia de seis siglos entre el hecho explicado y la narración -siguiendo en esto el método crítico de Mabillon-/9 comenzó la destrucción de la misma, socavando sus débiles fundamentos. Los argumentos que sirvieron -hace más de un siglo- a Sans y Ba­ rutell para destruir dicha leyenda, que puede leerse en la versión que damos en los Apén­ dices, vienen hoy confirmados por nuevos datos que la historia ha ido poco a poco apor­ tando; hoy día, dados los conocimientos que se tienen de la heráldica y de sus orígenes, por un lado, y de los hechos de Vifredo el Velloso y Carlos el Calvo, por otro, es mucho más fácil la tarea. En efecto, no puede aceptarse por las siguientes razones: 1) Por el silencio de los autores coetáneos e inmediatamente posteriores, durante siete siglos; nada dicen de ella los Gesta Comitum (escritos en el siglo XII), ni ninguna de las cuatro crónicas catalanas (Jaime I, Desclot, Muntaner y Pedro el Ceremonioso). La silen­ cian asimismo los cronistas del siglo xv (del caso de Bernardo Boades se hablará luego) y no aparece en las fuentes diplomáticas medievales conocidas hasta hoy. O sea que la le­ yenda de las «barras» no se conoció en la historiografía de la Edad Media. 2) La ciencia del blasón no estaba constituida todavía en la época de los primeros condes barceloneses y no puede hablarse de ella hasta bien entrado el siglo XI o princi­ pios del XII. 28. Memoria sobre el incierto origen de las barras de Aragón, en «Memorias de la R. A. de la Histo­ ria», año 1832, vol. VII, págs. 201-235. 29. Op. de SANS y BARUTELL, pág. 210, citando a MABILLON, Estudios monásticos, part. 1, cap. 8. 18 3) Se desconoce totalmente la intervención de Vifredo en las luchas contra los nor­ mandos y otras sostenidas junto al emperador o rey de los francos, y la moderna crítica rechaza su huida a Flandes, sus relaciones con la hija del conde y su matrimonio con ella, hechos en íntima relación con la leyenda. 4) La génesis de la narración que nos ocupa -explicada como haremos luego a base de llevar el texto de Boades al siglo XVII-. nos demostrará de forma concluyente que se trata simplemente de una leyenda y en consecuencia de una narración fabulosa. No nos entretendremos en puntualizar las primeras tres razones, toda vez que pueden fácilmente comprobarse en la bibliografía moderna sobre estas distintas cuestiones," y sí, en cambio, estudiaremos a fondo la cuarta. Partiendo, como se ha creído hasta ahora, de que la introducción de aquélla en la historiografía catalana se ha hecho por el Libre dels Feyts d'armes de Catalunya." atri­ buido a Bernardo Boades y terminado de escribir en 1420, el desarrollo de la narración aparece de forma muy singular, pues se presentaría a principios del siglo xv con mucha madurez, se silenciaría en 10 que resta de siglo, y a partir de principios del siglo XVI, des­ pués de una tímida aparición, comenzaría su desarrollo cada vez más logrado y no llegaría a alcanzar el nivel de la narración de Boades casi hasta el pasado siglo con las últimas producciones históricas de la época romántica. Ese recorrido anómalo y raro puede com­ probarse a base de los textos históricos que a partir del Libre dels Feyts (suponiéndolo de la primera mitad del siglo xv) van recogiendo o silenciando la leyenda." Veamos cuá­ les son: en primer lugar, el aludido de Boades (véase Apéndice V), y a partir de éste, aun­ que en unos pocos años anterior, el prólogo de la Traducción de los sermones de San Ber­ nardo, escrito por el P. Juan Montsó, de orden del rey Martín; en esta obra se desconoce la leyenda de las «barras», pues las atribuye místicamente a Nuestro Señor jesucristo." Los cronistas catalanes correspondientes a los reinados de Alfonso el Magnánimo y Juan II (To­ míe, Puigpardines y Turell) 34 no la recogen tampoco. 30. LAVISSE ET RAMBAUD, Histoire Générale du IVème siècle à nos jours. París, 1893·1901, 12 vols. Vo· lumen I, págs. 421 y 492. GALBREATH, D. L., Manuel du Blason. Lausana, 1942, pág. 23 y ss. WAGNER, A., He­ raldry in England. Londres y Nueva York, 1946, pág. 6. ROVIRA y VIRGILI, ANTONIO, Història Nacional de Ca­ talunya. Barcelona, 1922·34, 7 vols. Véase vol. III, págs. 154·213. V. obras de ABADAL, Els primers comtes, y de SOLDEVILA, Història de Catalunya. 31. BERNARDO BOADES, Libre dels Feyts d'Armes de Catalunya, edición de Enrique Bagué. Col. «Els Nostres Clàssics», 5 vols. Barcelona, 1930-48. En el cuarto se publica un extenso estudio debido a Miguel Coll Alentorn en que se demuestra la falsificación de este libro por Roig y Jalpí. 32. Y los tres primeros son TOMIC, PUIGPARDINES y TURELL, de los que se hablará en seguida; los tres la silencian. 33. BOFARULL, PRÓSPERO DE, Los Condes de Barcelona vindicados. Barcelona, 1836, 2 vols. Introduc­ ción, pág. XII. 34. TOMIC, PEDRO, Històries e conquestes dels Reys de Aragó e Comtes de Barcelona. Barcelona, «La 19 El valenciano Beuter (nacido entre 1490 y 1495 y muerto en 1555), que, como vere­ mos, es realmente el introductor de la leyenda en la historiografía catalana y acaso su in­ ventor, da de ella una versión, que si bien no es extensa, sustancialmente incluye los datos esenciales de la misma, como puede verse en el Apéndice 1,35 de la Historiografía. No la incluyen -si es que la conocieron- Carbonell," Tarafa," Zurita," y Blancas." entre los historiadores más destacados del siglo xvr." Ya en el siglo XVII el P. Diago la incorpora a su Historia de los victoriosísimos con­ des 41... (véase Apéndice lI) y le da mayor extensión que Beuter; además supone que el emperador ,que dio las armas a Vifredo fue Carlos el Calvo y no Luis, como creyó el re­ ferido autor valenciano. Más tarde, en breve resumen, pero con elementos nuevos, la narra Bosch en su Summari 42 (véase Apéndice III) y con alguna extensión el cronista Pujades (véase Apéndice IV).43 44 Un siglo después de los precedentes autores la ingiere asimismo Feliu de la Peña (véase Apéndice VI). Garma," a mitad de ta centuria, acepta que Carlos el Calvo dio al conde Vifredo las armas que luego ostentaron sus sucesores en ocasión de la herida reci­ bida en lucha contra los normandos. El sabio historiador Antonio Campillo," incorporando plenamente todas las leyendas de Vifredo, recoge también la de las «barras». El analista Renaixensa», 1886. PUIGPARDINES, BERENGUER DE, Sumari de la població d'Espanya e de les conquestes de Cata­ lunya e de on devallen los comptes de Barcelona; es un manuscrito inédito, cuyo índice de capítulos y algún extracto puede verse en MONSALVATJE, Noticias históricas del condado de Besalú, vol. V, págs. 124-127 y Apén­ dice XVIII; interesan los capítulos 43 y 44 del Sumari. TURELL, GABRIEL, Recort historial de algunas antiqui­ tats de Catalunya, Espanya y Franza. Barcelona, «L'Avenç», 1894. 35. BEUTER, PEDRO ANTONIO, Crónica general de toda España Valencia, 1604. Segundo libro, pág. 70.... 36. CARBONELL, Chroniques de Espanya ... , ed. de 1547. (En el folio xxxxvii se narran las leyendas de Vifredo; de la de las «barras» no se dice nada.) 37. TARAFA, FRANCISCO, De origine ac rebus gestis regum Hispaniae liber ... Amberes, 1553. 38. ZURITA, JERÓNIMO, Anales de la Corona de Aragón. Zaragoza, 1610. 6 vols. Véase vol. I, fol. 11 v., en donde habla de Vifredo. 39. BLANCAS, JERÓNIMO DE, Aragonensium rerum commentarii. Zaragoza, 1588. 40. CARBONELL, de haberla conocido, la hubiese incorporado, pues recogió las relativas a la educación de Vifredo en Flandes, etc.; a pesar del sano criterio historicista de Zurita, creemos que se hubiese referido a la leyenda -de haberla conocido-, Vi­aunque sin darle crédito, como hace con las otras narraciones que sobre fredo se conocían entonces, añadiendo, por ejemplo, un «afirman» o «escriben». 41. Véase nota 27. 42. BOSCH, ANDRÉS, Summari, Index o epítome dels titols de honor de Catbalunya, Rossello y Cer­... danya. Perpiñán, 1628, pág. 166. 43. PUJADES, GERóNIMO, Crónica Universal del Principado de Cataluña. Barcelona, 1829-32, 8 vols. To- mo VI, págs. 289-290. 44. FELIU DE LA PEÑA, NARCISO, Anales de Cataluña vols. Tomo 265 ss.... Barcelona, 1709, 3 I, págs. y 45. GARMA y DURÁN, FRANCISCO JAVIER, La Adarga catalana. Barcelona, 1753, 2 vols. Tomo I, pág. 13. 46. CAMPILLO, ANTONIO, Disquisitio Methodi consignandi annos aerae christianae ... Barcelona, 1766, pá­ gina 232. 20 aragonés Abarca," junto con otros historiadores de la regien vecina, no acepta la leyenda y sigue en esto a Pellicer." Frente a esta posición -que participaba del movimiento gene­ ral histórico en relación al alzamiento de los catalanes en frente de Felipe IV- se le­ vanta Roig y Jalpí, que al «copiar» el manuscrito del Libre dels Feyts, que dice halló es­ crito por Rafael Ferrer y Coll de orden de Jaime Ferrer de Blanes, reafirma la leyenda y por decirlo así la consagra al reproducirla 49 (véase Apéndice V). Ya hemos visto, pues, cómo la incorporan los eruditos del siglo XVIII (Feliu, Garma y Campillo). En el pasado siglo cuatro autores silenciaron o rechazaron la leyenda de que venimos hablando: Sans y Barutell, Próspero de Bofarull.f Antonio de Bofarull 51 y Pi y Arimón." Finalmente, Víctor Balaguer.f que, como buen romántico, no pudo dejar de in­ corporarla, la enriqueció con nuevos elementos, y por esta razón, y considerando que esta narración cierra el cielo legendario del escudo de las «barras», la reproducimos en el Apén­ dice VII. (Al decir que Víctor Balaguer cierra este cielo legendario dejamos, naturalmente, al margen, todas las manifestaciones poéticas y literarias de la leyenda.) De la lectura despaciosa y del cotejo de las siete versiones que damos (Boades, Beu­ ter, Diago, Bosch, Pujades, Feliu y Balaguer) se desprende lo que se ha apuntada, es decir, que la leyenda siguiendo este singular proceso de formación tendría -al revés de lo que ocurre en todas las manifestaciones legendarias- un comienzo muy logrado, para seguir luego silenciada por quienes debieron conocerla y de nuevo aparecer con pocos detalles y de reducida extensión, inferior desde luego a los inicios. Eso sería -si las cosas hubiesen andado de esta forma- muy sorprendente, contrario además a la evolución de toda le­ yenda. Por eso aquellos que modernamente la estudiaron ya observaron que, al aparecer, manifestaba formas demasiado logradas: así Valls y Taberner afirmaba en 1932 que Sans y Barutell creía que a fines del siglo XIV no era aún conocida la leyenda, a lo que añadía, al considerar la madurez alcanzada al aparecer: «Jo em decantaria a creure que fou a les darreries d'aquest segle quan ella va ésser creada; llavors que Boades la recollí estava ja ben constituïda i essencialment (amb afegidures i desdoblaments posteriors quant a de­ talls) va restar sempre més inalterada, un cop hagué assolit en l'Edat Moderna la seva 47. ABARCA, S. 1., PEDRO, Los Reyes de Aragón en anales históricos. Madrid, 1682, libro I, fol. 199. 48. PELLICER DE TOVAR, JOSÉ, Idea del Principado de Cataluña. Amberes, 1642, págs. 249 a 261. 49. ROIG y JALPÍ, JUAN GASPAR, Epítome histórico de la muy ilustre ciudad de Manresa. Barcelona, 1692, pág. 116. 50. Los Condes de Barcelona vindicados. Véanse notas 38 y 33. 51. BOFARULL, ANTONIO DE, Historia crítica civil y eclesiástica de Cataluña. Barcelona, 1906-1910, 30 vo­ lúmenes. Tomo IV, págs. 72 a 83. 52. PI y ARIMÓN, ANDRÉs AVELINO, Barcelona antigua y moderna. Barcelona, 1854, 2 vals. Tomo lI, págs. 349 a 352. 53. BALAGUER, VÍCTOR, Historia de Cataluña y de la Corona de Aragón. Barcelona, 1860-63, 5 vals. Tomo I, págs. 284 a 288. 21 difussió»." En efecto, el malogrado y doctísimo historiador razonó acertadamente, pues la versión que nos da Boades demuestra una composición muy perfecta: todos los elemen­ tos y pormenores y el diálogo entre el emperador y el conde están completamente elabo­ rados. Por ello Valls pensó que la leyenda debía de ser conocida por lo menos veinte años antes de que la escribiera Boades, pues la encontraba claramente formada en este autor, de aquí que al final dijera que quedó ya inalterable con relación a las versiones más moder­ nas. y es que, en el fondo, Valls, sin darse cuenta, sospechaba -muy acertadamente- de la versión de Boades. Hace ya varios años Jiménez Soler expuso la idea de que el Libre dels Feyts d'armes de Catalunya era del siglo 55XVII; esta opinión, que de confirmarse hubiese cambiado mu­ chos extremos de la leyenda de los palos gules, fue rechazada de plano y considerada in­ admisible." Hoy, sin embargo, parece demostrado que, en efecto, Jiménez Soler tenía razón y que dicho libro del pseudo Bernardo Boades fue escrito, a mediados del siglo XVII, por Juan Gaspar Roig y Jalpí.57 En abono de ser apócrifo tal libro viene hoy también la gé­ nesis de la leyenda de las «barras»: si colocamos, en cambio, el Libre dels Feyts en la se- 54. VALLS TABERNER, FERNANDO, Matisos d'història i de llegenda. Barcelona, Edit. Balmes, 1932, pági­ nas 57 y ss. 55. JIMÉNEZ SOLER, ANDRÉs, La Edad Media en la Corona de Aragón. Barcelona, Editorial Labor, 1930, pág. 353, y La crónica catalana de Bernardo Boades, en «Homenaje a ... D. Miguel Artigas». Santander, 1931, volumen 1. 56. BAGUÉ, ENRIQUE, y SALAS, JAVIER DE, El Libre dels Feyts d'armes de Catalunya, en «Revista de Ca­ talunya», año 1931, vol. XIII, págs. 296 a 307. 57. Acerca de la falsedad de la obra de Boades, el primero que llamó la atención sobre ello fue Jimé­ nez Soler, que en 1930, al publicar La Edad Media en la Corona de Aragón (Editorial Labor), afirmaba que verosímilmente Boades encubría un seudónimo de una falsificación histórica del siglo XVII. Ya antes había llamado la atención de Massó Torrents y otros (Exposició d'un Pla de publicació de les cròniques catalanes, LE.C., Barce­ lona, 1912) el aire renacentista -avanzado-- de su estilo. Más tarde, el mismo autor aragonés publicó un docu­ mentado estudio acerca del particular en «Homenaje a Artigas», que citamos en la nota 55; las razones aduci­ das por Jiménez Soler en la primera de sus dos obras citadas no fueron atendidas por Bagué y Salas (nota 56), pero a los ojos de Benito Sánchez Alonso son suficientes para dar la cuestión como resuelta al decir «no es pues creíble que nadie se allane en adelante a ver en el Libre dels Feyts una crónica del siglo XV, sino una mues­ tra más, admirablemente forjada, de los falsos cronicones del siglo XVII» (véase nota 60 y pág. 329 de la obra de Sánchez Alonso). También ha aparecido un estudio, en líneas generales definitivo, de Miguel Coll Alentorn, es­ crito en 1942, y publicado con el título El problema de l'autenticitat del Libre dels Feyts d'Armes de Cata­ lunya, separata del vol. IV de la edición de dicho libro hecha por Enrique Bagué en 1930, con cuyo último vo­ lumen, el quinto, termina la obra. Con anterioridad a todos los autores citados, Ximénez de Embrún (en Ensa­ yo Orígenes de Aragón Zaragoza, 1878) parece que ya sospechó de la obra de Boades, pues al citarla dice... ... , en nota: «B. N., manuscritos. Está en duda su autenticidad» (pág. 24). Ultimamente ha aparecido un estudio fi­ lológico del Libre, a cargo de Martín de Riquer (Bol. R.A.B. Letras de Barcelona, XXI, 1948, págs. 247-274), titulada Examen lingüística del Libre dels Feyts d'Armes de Catalunya de Bernat Boades, que prueba plena­ mente que desde el punto de vista lingüístico no puede pensarse en la autenticidad de la obra boadiana. Al alu­ dir a Sánchez Alonso, véase la nota 60. 22 gunda mitad de la centuria decimosexta, se verá que la narracion de los palos gules se ha formado con toda naturalidad. Véanse ahora en los Apéndices los textos que desde el siglo XVI han incorporado la leyenda, dispuestos por el orden, que es el que de antemano les hemos dado, según les corresponden ante esta rectificación de la fecha del varias veces mencionado Libre. Y entonces veremos que tímidamente nacida (en Beuter, Apéndice I), va desarrollándose gradualmente (en Diago, Bosch y Pujades, Apéndices lI, III y IV), madura plenamente (en el apócrifo libro de Roig, Apéndice V) y continúa la evolución de la leyenda (en Feliu, Apéndice VI) hasta cerrarse el cielo legendario (con Balaguer, Apéndice VII). A las razones que la crítica moderna ha aducido para demostrar que el autor del Libre dels Feyts no perteneció al siglo XV, sino al siglo XVII y, por tanto, su autor no fue Boades, sino Roig y Jalpí, añadamos hoy la que aportamos. A juzgar sólo por la inclusión de esta leyenda en el mencionado libro, podríamos opinar, con otros autores, que no es posible la atribución de la obra al siglo xv. Pero si la leyenda no ha sido introducida por Boades y el autor del Libre dels Feyts es del siglo XVII, ¿quién fue el introductor en la historiografía catalana de tal leyenda? Después de haber repasado los anales, crónicas e historias desde los Gesta Comitum Bar­ chinonensium (siglo XII) hemos llegado a aclarar la cuestión: la leyenda no se encuentra en ningún cronista ni historiador medieval; el primero que la trae es el valenciano Pedro Antonio Beuter." Hemos alcanzado este resultado después de los estudios efectuados y lo hemos comprobado, además, por un autor aragonés que, al impugnar el origen catalán de los palos gules, decía que «esto no tiene más antiguo origen que referirlo Beuter, cual dize que lo halló escrito»." Igualmente citan a Beuter: Diago, Bosch y Pujades, o sea que para los historiadores de los siglos XVI-XVII el autor valenciano citado era el introductor de la narración. ¿ Fue Beuter asimismo el inventor? Eso parece si tenemos en cuenta que ciertamente es el primero que habla de ella, aunque -si damos crédito a sus palabras- la encontró escrita en unos «quadernos de mano» (véase Apéndice I). ¿Qué alcance podemos dar a estas palabras? Difícil es decirlo; Beuter no es ciertamente un crítico y a pesar de sus protestas de recoger sólo lo que los autores le brindan y de manejar abundante bibliogra­ fía se complace -como dice Sánchez Alonso 60_ en escoger lo más fabuloso sin crítica al­ guna. Acostumbra, es verdad, a referirse a los autores en donde bebe, pero no siempre, subsanando a veces esta falta con relaciones de obras consultadas, como hace al final del segundo libro, en el cual casi están ausentes las citas bibliográficas. 58. Véase la nota 35 y el Apéndice I de la parte B) Historiografía. 59. Página 252 de la ob. cit. de PELLICER (nota 48). 60. SÁNCHEZ ALONSO, BENITO, Historia de la historiografía española. Madrid, 1941-44, 2 vols. Vol. I; páginas 378-80. 23 En el caso que nos ocupa, si bien es cierto que no alega autor alguno, cita, en cam­ bio, una fuente manuscrita; sin embargo, siempre cabe la duda de si la menciona como pretexto y en realidad no existe o se trata de un manuscrito de alguna crónica. De todos modos, como dijo Pellicer, en su Idea del Principado de Cataluña." Beuter se refiere a unos cuadernos manuscritos «sin dezir cuyos son y dónde los halló», los cuales «han sido dicho­ sos pues han arrastrado casi todos los que escribiendo después deL .. » han tratado de la materia. Ahora bien, estos «quadernos de mano» ¿podrían haber sido folios de un manuscrito debido a la pluma de Bernardo Boades? Ciertamente que si damos crédito a Beuter y pen­ samos en que el autor valenciano bebiera la noticia en un manuscrito, ¿podríamos creer que, en efecto, existió un manuscrito producido en 1420 por Bernardo Boades? En este caso el manuscrito sería reducido y caería en manos de Roig y Jalpí, el cual 10 interpolaría y ampliaría, desfigurándolo completamente: así la leyenda de las «barras» habría nacido, como se había creído hasta ahora, en Boades (no en el Libre dels Feyts, publicado por Roig) con una relación más breve todavía que la de Beuter. Esta narración habría sido des­ conocida por Tomic y Turell, pero llegaría, en cambio, a manos de Beuter, quien recogió la especie; luego, y apoyándose en éste, la amplió Diago, Bosch, Pujades y Feliu y final­ mente vino Roig y Jalpí que le dio la forma definitiva al interpolar el pequeño manus­ crito que halló en Blanes, con datos de la historiografía anterior, más algunos de cosecha propia. Pero si esto hubiese sido así, ¿ cómo explicar que un manuscrito existente en un ar­ chivo rural (en Blanes) hubiese ido a parar a manos de un valenciano? Cabría una posibi­ lidad' pero nos parece que esto supone forzar mucho los argumentos: el manuscrito de Boades habría sido copiado y una copia del mismo habría llegado a manos de Beuter. Las posibilidades que estamos apuntando con referencia al proceso evolutivo de la le­ yenda de los palos gules en relación con la supuesta falsificación del libro de Boades ten­ drían una importancia decisiva para el problema general del Libre dels Feyts; si se pudiera llegar a probar o a poseer mayores indicios de 10 que hemos dicho en estas últimas líneas, la honorabilidad histórica de Roig y Jalpí quedaría algo más salvada y no sería, como re­ sulta ahora, un simple falsario. Sin embargo, los indicios que apuntamos para suponer la existencia de un breve manuscrito debido a Boades, escrito en el siglo xv, son, histórica­ mente hablando, tan minúsculos que no creemos que podamos llegar a decir -a base de los mismos- que Roig fuera un simple interpolador, sino algo más: un falsario. Pero volviendo a Beuter nos peguntamos ¿ qué interés tendría un valenciano del si­ glo XVI -aunque sus reyes descendiesen de Vifredo--- en inventar para dicho conde una narración como la que nos ocupa? Desde luego, dicha narración, aunque breve, es completa 61. Página 261. 24 y el autor no pretende arrogarse un descubrimiento tan elevado del origen del emblema; sobre este origen vuelve a insitir más tarde al ponderar que si ilustre es el de las armas francesas (los lises) mayor brillo tienen «las quatro rayas de sangre en campo de oro que Sinofre ganó en la batalla contra los normandos, como arriba diximos, que mucho más alto quilate tiene la sangre humana, que no las flores quantas hay en el mundo, y derra­ mada tan valerosamente sirviendo al emperador contra los rebeldes». Como puede observarse, Beuter insiste en la leyenda, añadiendo algunas palabras más (pág. 153 del libro 2.°). A pesar de todo lo que hemos dicho y teniendo en cuenta las pocas cualidades críti­ cas del autor, nos inclinaríamos a pensar que es él el padre de la fábula. No' queremos terminar este punto sin aludir a la posición que toma el célebre mosén Jaime Febrer en sus Trobes ... en que tracta dels Llinatges de la conquista de la ciutat de València acerca del origen de los palos gules. Sobre la autenticidad de esta obra, como se sabe, se levantaron las mismas dudas que acerca de la de Boades, no pudiéndose sostener hoy que la obra sea debida a una pluma contemporánea de la conquista de la ciudad, sino seguramente del mismo siglo XVII. Con respecto a los palos gules, el pseudo Febrer recoge la leyenda: «Jofre el Pelos, Compte en Barcelona, pasá afavorir contra los normandos, a Lluís piadós que infestaben Franza ab rigor fogós. En una batalla que ab ells va tenir restá mal nafrat; e el Emperador trobantse en la cura li volgue estancar la sanch ab la ma (sens tenir horror). Demprés la torca en lo escut de or de lo mateix Compte; e dix: pots usar de estes Barres rotjes que yo et vull donar.» (Troba VIII) Pero en la siguiente traba dice que lo tiene por «patranya e vana ficcio», rechazando, en consecuencia, la explicación anterior, basándose en que Vifredo poseía ya otras armas (las de Habsgurgoj." Rechazada la narración legendaria del origen del escudo de los palos gules, hemos po- 62, Sobre la falsedad de la obra de Febrer, véase la tesis doctoral de MANUEL DE MONTOLIU, Les Tra­ bes de Jaume Febrer, trabajo publicado en la «Revue Hispanique», vol. XXII, págs. 285-389. 25 4 dido afirmarnos en la idea de que se trataba de una leyenda por el proceso evolutivo de su formación, y este mismo proceso nos ha servido para insistir en la falsedad de la atri­ bución del Libre dels Feyts a un autor del siglo X.v.62* Debemos confesar que nos dejaron sorprendidos las líneas que leímos de nuestro buen amigo Bassa y Armengol, que escribiendo en 1964 (después de las páginas de los grandes his­ toriadores Abadal y Soldevila, y sobre todo después de éste, así como de Coll y Alentorn sobre el origen de Cataluña y las leyendas que se han tejido a su alrededor) intenta de nuevo demostrar la autenticidad de la leyenda de Vifredo y el Rey de Francia, el cual gravaba las barras con la sangre del Conde. Más aún después de los estudios sobre la leyenda que in­ directamente escribió Coll y Alentorn, así como las líneas que nosotros dedicamos al tema. Las palabras expresadas por dicho autor son sorprendentes: «La llegenda de les quatre barres és una pedra bàsica de la nostra història i a justificar la possibilitat de la seva certe­ sa ... no hem fet més que refermar el nostre convenciment de la seva veracitat». El subra­ yado es del mismo Bassa, el cual en nota dice: «posar "llegenda" entre cometes, és per ex­ pressar el qualificatiu que donen a l'origen de les quatre barres de sang alguns historiadors». Sólo quiero mencionar al respecto al llorado historiador Fernando Soldevila, el cual en su Història de Catalunya, edición de 1934, es decir, cuando todavía se creía en la veracidad de Bernardo Boades, y además, tratándose de un autor como Soldevila, entusiasta naciona­ lista catalán, dice respecto a Vifredo « ... sense una ascendència carolíngia, sense les seves amors, ... sense la llegenda de les quatre barres, Guifré ens apareix igualment i potser més» (la bastardilla es nuestra). Las afirmaciones más inverosímiles de Bassa y Armengol pueden hallarse en las páginas 107, 110, 129 de su obra Origen de l'escut català. Estudi històric, Barcelona, Millà, 1962, a pesar de la bibliografía que ha consultado, que, a nuestro juicio, sin embarga no ha sabido valorar. Ahora corresponde plantear (destruida como queda la leyenda) los tres problemas que anunciábamos al comienzo: fecha de la aparición del escudo (es decir, cómo se forma y por qué causas) y su procedencia catalana o aragonesa, o sea lugar en donde aparece. Estos problemas serán estudiados de acuerdo con el trabajo que hemos transcrito, que proseguimos y después ampliaremos con nuevos datos, ya que la consulta de un manuscrito debido al gran historiador P. Ribera 63 nos ofrece unas noticias a las cuales añadiremos otras exhumadas de diversas procedencias; no obstante insistimos en que el enfoque general de la cuestión seguirá las líneas del mencionado trabajo que reproducimos en parte. 62;' A pesar de cuanto venimos diciendo, se han publicado recientemente algunas obras que la recogen. 63. Véase nota 21. 26 FECHA DE LA APARICIÓN DEL EMBLEMA Partamos, para determinar y resolver este primer problema, de testimonios fehacien­ tes a base de monumentos ya conocidos por nuestros eruditos, más que de citas sobre la historiografía. Prescindamos, por tanto, de las teorías que se han formulado y que nos lle­ van a fechas en las cuales no existía la ciencia del blasón; considerando que éste nace, a lo más, en el siglo XI, no podemos en ningún caso remontar el origen de las barras a tiem­ pos anteriores al gobierno del conde barcelonés Ramón Berenguer III (o suponiéndolas ara­ gonesas" a la época de Alfonso el Batallador). En ninguno de estos dos reinados encontra­ mos resto alguno artístico, diplomático o monumental que pueda darnos ni siquiera un vestigio de tales armas. Tenemos que llegar al gobierno del conde Ramón Berenguer IV el Santo -después de haber casado con Petronila de Aragón, retirado ya al monasterio Ra­ miro el Monje y, en consecuencia, después de la unión del condado y reino- para hallar una huella, por cierto ya elocuente, de unos palos sobre el escudo: son los sellos del conde citado los que muestran, aunque de una forma rudimentaria, aquel emblema que luego apa­ recerá clara y plenamente en los reinados de Alfonso el Casto y Pedro el Católico. Que esos palos que muestran sus sellos de los años 1157 y 116064 son tales y no simples refuerzos de un escudo (aunque acaso sea éste el origen de los mismos, como ya apuntaremos luego) no es una simple apreciación nuestra; lo creen así Muñoz Romero," quien afirmó que estos sellos son los «monumentos más antiguos que ostentan las barras de Cataluña»; igualmente el heraldista aragonés García Ciprés afirma que dicho conde usó del escudo listado," y Durán y Sanpere dice del referido sello que lleva «indicios de su repartición en palos ver­ ticales, que sería la más antigua manifestación de las llamadas barras catalanas o arago­ nesas»." No obstante, se ha aducido que estos palos no son más que refuerzos del escudo, al igual que el umbo que aparece en la parte central-superior del mismo; pero el hecho de aparecer en los sellos del príncipe citado y a partir de él en sus inmediatos sucesores (y entre ellos 68en un sello del infante Sancho, que fue conde de Provenza, en donde, al decir de García Ciprés," la manifestación de los palos se hace mucho más ostensible en Al- 64. SAGARRA, FERNANDO DE, SigiUografia catalana, Barcelona, 1916-32, 3 tomos en 5 vals. Vol. I, núme­ ros 1 y 2 de la lámina primera. I 65, Los sellos de Ramón Berenguer IV, en «El Arte en España», vol. IV, año 1866, pág. 169. 66. Notas heráldicas del Monasterio de Xixena, en «Anuari Heràldic», 1917, págs. 22 y ss. 67, DURÁN y SANPERE, AGUSTÍN, El escudo heráldico de Barcelona, en «Barcelona. Divulgación históri­ ca», Barcelona, Aymá, 1945-48, 5 vals. Vol. III, pág. 227. 68. Véase dicho sello en la colección sigilográfica de los Archivos Departamentales de Marsella (repro­ ducido en SAGARRA, op, cit. Vol. I, figura núm. 178). 69. Véase la nota 66. 27 fonso el Casto y Pedro el Católico ),70 autoriza a pensar que no fueron refuerzos en los de Ramón Berenguer IV. En todo caso, podría admitirse que en un momento fueron refuerzos y que luego quedaron como emblema, en cuyo caso los citados sellos de este último sobe­ rano continuarían siendo manifestaciones claras del escudo palado barcelonés. Sans y Barutell, en el estudio ya mencionado, cree poder afirmar que (toda vez que los condes catalanes Berenguer Ramón II el Fratricida y Ramón Berenguer III el Grande tuvieron íntima relación con la monarquía francesa y el primero fue a morir en tierras de Cruzada, en donde -junto con los torneos, nacidos en la Europa occidental -tuvo origen el blasón) Ramón Berenguer III, el conde ya mencionado, fue «probablemente el que co­ menzó a tomarlas (las barras) por blasón de su escudo»." Las razones que alega el ilustre académico no tienen, sin embargo, ninguna constatación entre los monumentos que de la época se conservan; recuérdese que no quedan huellas esfragísticas de este tiempo y que los sellos no aparecen, tal vez, hasta el reinado de Ramón Berenguer IV.72 Consecuentemente a 10 referido hasta aquí y moviéndonos siempre dentro de 10 que los restos nos muestran, podríamos llegar a la siguiente conclusión: el conde-príncipe Ra­ món Berenguer IV, en tiempos en que había casado ya con Petronila de Aragón y por tanto había unido sus Estados a los de ésta, usa ya el escudo listado o palado. Así, pues, en 1157 podemos situar la fecha más antigua de aparición del referido escudo." Ahora bien, un monumento sigilográfico que hasta ahora no ha sido aducido nos lleva a situar la clara aparición del emblema palado siete años antes: se trata de un sello de Ramón Beren­ guer IV, de 1150, y en él aparece asimismo el emblema listado. O sea, que concluyendo con la primera cuestión que hemos planteado, la fecha de aparición del escudo que trae en campo de oro cuatro palos gules no puede ser llevada -ateniéndonos a restos segu­ ros- más allá de 1150.74 70. Sellos de dichos monarcas en las colecciones sigilográficas de los Archivos Histórico Nacional y de la Corona de Aragón, reproducidos en SAGARRA, op. cit. Vol. I, y los del primer Archivo en MENÉNDEZ PIDAL, RAMÓN, Catálogo: J. Sellos españoles de la Edad Media. Madrid, Archivo Histórico Nacional, 1921. Véase el libro más reciente sobre los sellos del Archivo H. Nacional, de A. GUGLIERI, editado en Madrid, Servicio de Publicacio­ nes del Ministerio de Educación y Ciencia, vol. I, 1974 (núms. 347 y siguientes). 71. SANS Y BARUTELL, Memorias sobre el incierto origen de las barras de Aragón, en «Memorias de la R.A. de la Historia». Año 1882, vol. III, págs. 201-235. 72. Recuérdese, no obstante, que consta hubo sellos en tiempos anteriores; acaso los tuvo la condesa Ermesendis, aunque no lo creemos nada probable. Ramón Berenguer III es muy posible que sí los tuviera. 73. Es alrededor de esta fecha, pero un poco antes, cuando aparece la heráldica en toda Europa. Véase ANTHONY WAGNER, Heraldry in England. Londres, 1946, pág. 6: «Between 1135 and 1155 seals shon the emer­ gence of heraldry in England, France, Germany, Spain and Italy». 74. El sello en cuestión se guarda en los Archivos Departamentales de Marsella y viene catalogado en BLANCARD, Iconograpbie des bulles et sceaux des Archives Départementales des Bouches-du-Rhóne. Marsella y Pa­ rís, 1860, lámina 2, figura núm. 1; la leyenda de este sello llama a Ramón Berenguer IV «comes Barch. Prin­ ceps Aragon». ORIGEN DE DICHAS ARMAS En este apartado pensamos extractar muy brevemente todo cuanto se ha dicho acerca de cómo aparece y cómo se forma este escudo. Desde la fantasía de la narración de Beuter, con sus seguidores, hasta las raras explicaciones de Puelles," por ejemplo, habría material abundante para ir escribiendo líneas y más líneas. Las teorías que a fin de explicar -o intentar explicar- cómo se ha formado el escudo palado catalano-aragonés son muy varias. Con objeto de sistematizarlas un poco vamos a agruparlas de la siguiente manera: la que reconoce un origen eclesiástico (romano) a los palos gules; la que cree en un origen relacionado con los islamitas, y finalmente, las que propugnan una procedencia germánica o franca. Notemos que al escudo que viene ocupán­ donos se le han dado explicaciones de tres tipos, de las tres fuentes de donde proceden en general las instituciones de nuestros reinos medievales. Para un mayor conocimiento, véase nuestro trabajo en «Hispania», citado en la nota 3 *, al final. La última de las teorías que se han lanzado es la que ha recogido hace muy poco tiempo Antonio M." Puelles y Puelles, quien con su exposición cae dentro del grupo ci­ tado anteriormente, pues reconoce para los báculos o palos gules un origen visigodo: cree que la cruz sobre las tres gradillas que ya aparecen en las monedas visigodas originó el em­ blema catalán al poner dichas tres líneas horizontales en las banderas de combate de forma vertical (pág. 60 de la citada obra de Puelles). La tesis del origen franco vendría defen­ dida por la célebre leyenda ya tratada o por quienes quisieran apurar algún reflejo de la verdad histórica en la referida leyenda. Creen en un origen romano-eclesiástico los que opinan que el emblema palado fue re­ cogido por Pedro el Católico cuando estuvo en Roma y allí infeudó su reino al Papa. Otros opinan que ello fue al revés: que la Iglesia adoptó los colores del emblema del monarca y en 10 sucesivo usó el amarillo y rojo alternados. Ninguna de las dos cosas es cierta, puesto que cuando Pedro fue a Roma ya su padre Alfonso el Casto y su abuelo Ramón Beren­ guer IV habían usado los palos en sus sellos; y por otra parte la Iglesia no pudo tomar estos colores del rey aragonés, puesto que a principios del siglo XII consta que usaba el conopeo listado, según un mosaico en que se representa al Papa san Silvestre." No ha faltado la teoría que relaciona el origen de nuestro blasón con los árabes, pero de tan poca consistencia que la consignamos aquí para que no falte alIado de las opiniones citadas y no por su valor. Piensan los que así opinan que los sarracenos repugnaban o te- 75. PUELLES y PUELLES, ANTONIO M," DE, Símbolos nacionales de España. Esquema de sus historiales, desde los orígenes milenarios. Cádiz-Madrid, 1941, págs. 55 y ss. 76. Mosaica de san Silvestre, del sigla XII. Véase ROVIRA y VIRGILI, Història Nacional de Catalunya. Barcelona, 7 vals. Tomo IV, pág. 435. 29 nían prohibido el uso y la combinación de los colores amarillo -oro- y rojo, y, en con­ secuencia, los cristianos, sabedores de ello, adoptaron para bandera de sus ejércitos estos dos colores, ante los cuales los sarracenos huían. La explicación es, además de inexacta, pueril; son muchas las muestras del arte del emirato, califal y taifa, en las cuales aparecen combinaciones de ambos colores y por cierto con una riqueza extraordinaria. Finalmente, la teoría que, al margen de la agrupación que hemos hecho, ha gozado de mayor crédito es la de Sentenach," que cree que el palo es señal de dominio en un territo­ rio y, en consecuencia, dos, tres o cuatro bastones indican que el poseedor del escudo do­ mina sobre dos, tres o cuatro territorios. A base de esta teoría el autor va estudiando los distintos escudos de nuestros reyes y los distintos condados o reinos sobre los que ejercían dominio y encuentra generales coincidencias entre el número de palos y el de Estados que gobernaban. Un estudio más detenido de la materia conduce, no obstante, a la conclusión de que ello es muy difícil y que, en muchos casos, Sentenach se ve obligado a ciertos equili­ brios para poder mantener en pie su teoría. A pesar de ello, se fijó también en el número de palos el citado académico Sans y Barutell y otros autores que posteriormente han tra­ tado de la materia. PROCEDENCIA DE LAS ARMAS Intentemos demostrar que los palos gules a través de los tiempos han sido tenidos como emblema familiar de los referidos condes (yen consecuencia como escudo barcelonés, catalán): para ello disponemos de abundantes testimonios medievales y modernos. Con sólo la historiografía escrita en los siglos XII al xv podremos aclararlo de una manera terminante. Desechados los autores que, al incorporar la leyenda de las barras, han atribuido natu­ ralmente el escudo a los condes de Barcelona, recojamos a los historiadores que con base más cierta han tratado del tema. Jerónimo Zurita afirma claramente que las armas listadas pertenecían a dichos condes cuando dice que al verificarse la unión se prefirieron «como más principales, las (armas) de Cataluña, por descender los reyes por línea de varón, de aquellos príncipes»." Carbonell, anterior a Zurita, refiriéndose también a Ramón Beren­ guer IV, dice que usó siempre de sus armas, es decir, de «quatre pals vermells o fogajants en camp d'or»." 77. El escudo de España. Madrid, 1916, 2.a edición. 78. ZURITA, JERÓNIMO, Anales de la Corona de Aragón. Zaragoza, 1610. Vol. I, folio 58 v. 79. CARBONELL, Chroniques de Espanya ... , edición de 1547, folio 53 v. 30 EL ORIGEN CATALÁN DE LAS «BARRAS» SEGÚN LOS DOCUMENTOS Pero al margen de estos dos historiadores y aún de alguno moderno, como el del ara­ gonés Jiménez Soler, que también admite que las «barras» son barcelonesas," los mismos historiadores posteriores a aquéllos y que incorporaron la leyenda de los palos gules, al ha­ blar de la unión de los dos reinos siguen a Zurita y a Carbonell, comenzándose a divulgar entonces la especie de que en los capítulos matrimoniales concertados entre Petronila y Ra­ món Berenguer IV se hablaba de la cuestión y se resolvía que el príncipe y sus descendien­ tes usarían los palos propios del Principado. Pero este extremo, como ya afirmó Garma y Durán" no se encuentra en los referidos capítulos. O sea que nada se determinó en aquel entonces y, en consecuencia, no podemos hacer ninguna deducción en este sentido. Aparte de estas fuentes o de otras más directas podría alegarse en favor de la filia­ ción catalana de las «barras» una razón muy convincente: la tradición, la leyenda y la his­ toriografía en general han considerado siempre que el escudo que trae en campo de oro cuatro palos gules es originario del Principado de Cataluña. Pero de donde podemos sacar definitivas pruebas y con abundancia es de las fuentes documentales de la misma Edad Media a base de estudiar cómo los propios reyes conside­ raban las armas que nos ocupan; desde el primer monarca catalana-aragonés y especial­ mente desde Jaime I el Conquistador, pasando por el segundo de este nombre a Pedro el Ceremonioso sobre todo y de éste a Martín el Humano, podemos aducir una serie de testi­ monios que alcanzan hasta el reinado de Fernando el Católico. Todos estos datos son ter­ minantes y afirman incuestionablemente que los palos gules sobre campo de oro constitu­ yen enseña heráldica familiar propia, heredada de los condes de Barcelona. Unos testimonios lo demostrarán clara y categóricamente, mientras otros lo declararán por exclusión, pero unos y otros vienen recogidos directamente de la propia documentación, sacándolos de los registros de la Cancillería Real que se custodian en el rico Archivo de la Corona de Aragón." A fines del siglo XII el rey Alfonso el Casto otorgaba un documento, fechado en Ge­ rona, a los habitantes del Millau, en Languedoc, y les concedía su bandera, su emblema; les habla primero del sello: «concedimus namque sigillum commune ... », y en seguida añade: « ... et etiam vexillum nostrum»." Este emblema estaba constituido por los palos gules, pues aún hoy tiene el Millau este escudo; subrayemos para posteriores deducciones que Alfonso el Casto llama al «vexillum», «nostrum»." 80. La Edad Media en la Corona de Aragón. Barcelona-Buenos Aires. Labor, 1930, pág. 107. 81. GARMA y DURÁN, FRANCISCO JAVIER DE, La Adarga catalana, Barcelona, 1753. Vol. I, pág. 21. 82. Se ha consultado asimismo la serie de pergaminos. 83. Documento citado por MIRET y SANS en el Itinerario de Alfonso I. Publicado en el «Boletín R.A.B. Letras», vol. 2, año 1903, págs. 441-442. 84. Repetidamente aparece la palabra nuestro, referido al escudo propio de los condes-reyes. 31 En la siguiente centuria encontramos otros datos con motivo de la fundación de la Orden de Nuestra Señora de la Merced; se instituye la Orden y el monarca le da sus pro­ pias armas: «signi nostri regium [scutum ]», según aparece en el privilegio que muchos años después confirmará el rey Pedro el Ceremonioso, primero, y luego, Martín I; el do­ cumento de Jaime es de 16 de septiembre de 1256, que confirma a su vez uno anterior, y en él se dice que concede y confirma el hábito de la Orden «sive signum illud quad de cetero deferatis scutum, scilicet, signi nostri regium et crucem desuper positam albam»; es decir, el emblema heráldico real y la cruz blanca del cabildo catedralicio. Desde entonces los mercedarios usaron el escudo que trae en campo de oro cuatro palos de gules y en el jefe sobre campo de gules cruz patada de plata." O sea que para el rey Conquistador sus propias armas eran los palos gules; el dato que aportamos, al igual ,que el correspondiente a Alfonso el Casto) no es todavía concluyente y no presupone que las armas listadas sean catalanas, pero cuando mostremos las mismas palabras en boca de monarcas posteriores acompañadas de otras, sí que podremos aquilatar exactamente el alcance del «signi nostri»." Aunque no se indique si son o no propios de Cataluña los colores que cita el monarca, con el fin de demostrar que en tiempos de Pedro el Grande se tenían como colores reales el rojo y el amarillo, aducimos el documento de 1292, expedido por el rey ordenando a Pedro de Sant Climent 87 que los sellos pendientes debían llevar veinte hilos, diez colorados y otros diez amarillos. Jaime II dispone que los sellos que deben usar ciertos funcionarios que cita en el do­ cumento, todos ellos de Cataluña, ostenten los palos gules." Del tiempo de este monarca tenemos un testimonio elocuentísimo que ha sido ya citado: a principios del siglo XIV, Jai­ me II despedía a su hijo, Alfonso el Benigno) que marchaba para la conquista de Cerdeña, y al animarle para la empresa le entregaba la bandera antigua del Principado de Cataluña, diciéndole: «Fill, jo us do la vandera nostra antiga del Principat de Cathalunya ... ».89 ¿Cuál era esta bandera? Desde luego que Jaime II no pudo referirse a ninguna otra que a la lis­ tada, mayormente diciendo «vandera n?stra»; sobre todo relacionando este pronombre, ci­ tado en esta misma forma por otros monarcas (recuérdese también lo que hemos dicho de Alfonso el Casto). 85. A.C.A., Reg. 2193, fol. 58: doc., de 25 de septiembre de 1399, que copia el de Jaime I dada en Zaragoza a 22 de septiembre de 1256. 86, Este extremo vendrá confirmado especialmente al hablar de las Ordenanzas de Pedro el Ceremonioso. 87. A.C.A., Reg. 44, tal. 152. Dice así: «Post rnodum mandavit dictus dominus tex Petra de Sancto Clemente scriptori suo' quad in qualibet bulla plumbi quad .de cetero fieret ponentur xx. fila, videlicet, x. de colore rubeo et de colore croco, decem et non plus nec minus». 88. A.CA, Reg. 124, folio 107. 89. GARMA, op, cit. Vol. I, pág. 19. Pero, Pedro el Ceremonioso, dice: «La bandera de la Casa reyaI d'Aragó» (Crónica, ed. Pagés, pág. 22). 32 Pero el reinado más rico en datos y testimonios fehacientes es el de Pedro el Ceremo­ nioso, tan fecundo desde todos los puntos de vista y especialmente desde el protocolario y palaciego. Las Ordenanzas que este rey promulgó en 1344 nos muestran gran abundancia de datos, unos referentes a las armas de Aragón y otros concernientes a las de Cataluña. Acerca de los sellos que la Cancillería' debe usar: uno que tenga «de l'altra part un escut en lo qual sien les armes d'Aragó, que son aytals: una creu per mig del escut e cas­ 90 cun carte un cap de sarray»; hablando del sello mayestático, dice: «de l'altra part un ca­ valler amb corona en lo cap armat sobre cavall d'armes de nostre senyal reial»; 91 con refe­ rencia al sello común añade que debe ostentar el «escut de nostres armes»," y al hablar de los hilos de los que penderán los sellos afirma: «la corda aquesta en la qual lo segell penjava ... deurà ésser de seda, ço es grogua e vermeyla ... de nostres armes reyals»." O sea que para el monarca que promulgó las Ordinacions las armas propias de Aragón eran las que traen en campo de gules cruz de plata cantonada de cuatro cabezas de moro; las «nues­ tras reales», los palos, pues así aparece en los sellos mayestático y común, que de él cono­ cemos," diferenciándose claramente las armas de Aragón y las propias; y finalmente, bien patentemente se dice que los colores rojo y amarillo son los propios reales (recuérdese que dichos colores los citaba ya Pedro el Grande). Si relacionamos los testimonios aducidos hasta aquí, veremos que las armas propias reales son los palos (sellos mayestáticos y común de Pedro el Ceremonioso), que estas ar­ mas propias. reales son amarillas y rojas (disposición sobre las cuerdas de los sellos, del mismo rey) y que éstas «nuestras armas» son las mismas que constituyeron para Jaime II la bandera «nostra antigua del Principat» y para Jaime I y Alfonso el Casto el «scutum nos­ tri signi regium» y el «vexillum nostrum», respectivamente. Pero las Ordinacions de la casa real son todavía más explícitas. Al hablar de los fre­ nos de los caballos afirma el rey «quatre selles perafrenals ab llurs frens, de las quals dues ab nostre senyal real; e les altres dos ab lo senyal de Sant Georgi e altre ab senyal antich del rey d'Aragó», y al tratar de los departamentos del real palacio se dice: «ornats de nostre senyal real, del senyal antich dels reys d'Aragó e de Sant Jordi».95 De estos dos últimos tex- . 90. Co. Do. In., A.C.A., 42 vols., vol. V, pág. 208. '91. Id., íd., pág. 209. 92. Id., íd., pág. 209. 93. Id., íd., pág. 210. 94. Sellos reproducidos en SAGARRA, op. cit., núms. 55 a 67. 95. Co. Do. In., A.C.A., vol. V, págs. 172 (< r- ---....., r.;...-_=--'-:;--,:-"" ).' 1- - - - - - - - - - -' -�: \ � :L, "1 11, , / 1--- -- - - - - - - / l --'L'--7=�lJ ."7---J / U:'=:::'--', "/ <, "/ / / " "/ / <, " / <, . / " / "/ " / / " <, / / <, <, / / , " / / -, r--L-,/ r....-.-�=--=----:;¡1, I , r1 ---':I',I I , ':l,I I"- - -- J -, - -// - -, ,,' ",I ,'L ...J "J , L I--r-T- / " - J.ï--,--/ /t''''''''''---..., , , I / , , I I / , I I , , I/ -, I" / , I I I " -, ' ( " I, " , I -, I , I ---I-' r--, I , .... J. , , ...� L. __ ..J .. I I I , J I I" I I / I/ 1 I I , / I / r-L _I.., -, /., JF:� =J .:-1 / =.;¡' , " / l"'Ir---, ", ,., , '-'----------...// '" I " I ." J� L '--- J" ...!:,__ / LL� " =-;=--� ='J" " / / -, " / / " -, / / -, -, / / -, -, / / " -, / / , -, / / " -, / / -, -, / " " / / r----' /- 1 --¡------------ � -¿_, ;- , , , I I 1--------- (_ - 1 -I, , L. ..J 1 , L J o ¿ 2. I"" l, 11,1"" IIII! I 69 I 'I Consagración hecha por Gotmaro, obispo de Vic, de la Iglesia de San Martín del Congost, que la abadesa de San Juan de las Abadesas levantó. En las signaturas, cruz patada. Fechado el 5 de agosto de 898. (A.C.A., Perg. vureao I, núm. 8.) -+ 70 '\ \ . \ \ �. J A!t.."e4Àf!t}'H-r"o.y .�- p-t ; Iglesia de Sant Pere de les Puelles. Relieve en piedra de Montjuich, con la cruz y el A. y w invertidos. Corresponde a tines del siglo IX, o principios del X. � Sant Pau del Camp. Imposta en la puerta principal: en ella puede verse la cruz patada junto con otros motivos ornamentales. 73 10 Sant Pau del Camp. Lápida sepulcral del conde Vifredo II, muerto el 26 de abril de 911, grabada en el reverso de un cipo funerario romano, de mármol. Hallada en 1596 al abrirse una cloaca en la calle de San Pablo. Cruz patada arriba, a la izquierda. 74 Venta que hace B?rrell lI, conde y marqués, a Vivas, de unas tierras situadas en Barcelona en el término de En las signaturas cruz patada . Fechado en 29 de maprzrovdeenç9a8ls9. (A.C.A., Perg. Borrell II, núm. 47.) [ 75 Dibujo del siglo XIV, representando al Conde Ramón Berenguer en un combate y cuyo distintivo es la cruz. Códice Z, III, 14. Biblioteca del Escorial. � Sant Pau del Camp. Dintel de la puerta principal con la cruz patada en el centro, inscrita en un círculo y en los brazos horizontales, el A. y (1). Primera mitad del siglo XII. o' /1� �. �- -- _ .... _---_ � Anverso y reverso del sello original de Ramón Berenguer IV, como conde de Barcelona y príncipe de Aragón, con líneas formando una cruz. (Reproducción de Blancard: Iconographie des sceane ... , lám. 2, fig. 1.) -, 78 Juicio celebrado en la Curia del conde Ramon Berenguer IV, con la cruz en las signaturas que ha dejado de ser patada, incluso la del obispo de Barcelona. 1 (A.C.A., R. Berenguer IV, p. 237.) 1 �t.( �rn� �;;; fr«q. CJ:I: nú· t\4nnilàt ��tUlk}�muL¡' �:f. llU t-rel1gt41¡ t�rult.í. �: l� ..,;',ttumúJ, rp"JI_, JA� ,J,,,;;, ,,,.II<"U.r. �f"1"r{ """"Hui, f' Á,,_1)�' �h, ,\) ,�,\� \:) L�:í-{�'''O''l1'r)' /'174yl�O (�r.f"ICI� (\t,: \At fAC)Ò \ti}<:tc 'òor.l.qa>lll I lO"t'16 �f: � C4)-&\., cofJ =1>\�" '>' ò" In ) \":\ \I �\;:'Ú',H � it L..'�6 : .w¡íro�" úk tn1Í\ ,,(b, b-L�lO),IJ""'h1 ���l\Utte '1 �C'tl\t4\ .,.. r�\�-oY� reU cCr+A ':-¡�t�, � "f)'4�Ir6; "'� �"Jclll1\-h;:- L,uò" '"l'" c,·,\" foc .11 ... �'"lf\fh e•• f"'}'" """"""','-5' fL. X--"'I h,t'?: .. r----+----.) � '" '� "ft'Y'J' í \" fAJ'''n.�J hO"'f' i 2) rt\ ��I)' .\' lJ� ,'" j--e,;;Ci,) ,roA ,\ ,ti'" /'� / F�r'" "'�I,y, /"\�\,,,,;) • t'f/ Documento de concesión de una heredad por Alfonso I, en cuyo signo aparece la cruz patada. (A.C.A., perg. Alf. I, 242.) +- Monedas «croats» de Jaime Ll de Pedro el, Ceremonioso, Martín el Humano, de Felipe IV (de la época del alçament contra Felipe IV) acuñadas en Barcelona, siempre con la cruz patada. (Procedentes del M.H.C., salvo la del Ceremonioso que se conserva en el G.N.C.) 81 11 Catedral de Barcelona. Capilla de Santa Eulalia. Clave de bóveda de la cripta con la Virgen y Santa Eulalia, decorada con los escudos real, la cruz de la Catedral y el de la Ciudad. 82 El rey Pedro lI, miniatura del Rollo genealógico de los reyes de la Corona de Aragón. En el pomo cruz patada. Monasterio de Poblet. , . . ::tl / �lfullfo:F " .."� . 83 .� nfJ¡t;�{!_r-,.jt'l�i 1'f-,�bJ\�J�h!lftmL. �J� -1l I �rlijJ. i· d ��.!.Jt l;lt';r� t�.Jj;llt�J ! li ç� -Ll!i t,�%11'1.Fl " ,'. f f.�j ji! �,;r·r Jts_¡Ljg ] ..f.t' l ! �:'f l?o·1 J.ll t-�" LI. t:i I :t It"-. • Ji.:";. t.Jf.-Q h1.1', �.'. � �IIJ ,d J ' J � r J::¡" -LJ¡ .L �· - i L e� t-t-» �- òlo T.l )l iI. kr _.. !. .,J__.,' ;.-l I j �. . � � '¡ �';=J I ,r;ó II� hi ��. l':_;jt' ¡. . \�.. ,J t ) h-.:!l I �_I 11 . ("' ':-> � , ..,. :' " I,;f;� E�' .�f(j,J r. Qtt � � , - - � � �!ji � � � � 8' I �. Fil ili I � L.'r J?oL) � �it r""��.. 4 t 1bI-JA ! t>4-"Ld JI -L J'.� #. Ja:-," <)?�,,� .' r7,�;I"" J P 1 I�.f-? �c-:¡+tfi-.'1l!.... "1tft il'� J": . I.i', .tV�. I�..... ss, l. �e..-b.-....,;... -�.� -,.- e 'k\ «: "•_) �_. f"t "",,¡,,o,J .. ..f.")¡) �hi[ J€\ � A'.. II SA- b: 1 r ;::-J�."�. ' I -1,_ f�._lIf!-�J E��. 1l hit"...! I '" J;' r d �• .'f;-J t 1i.,¡f J.;....._� j "uL-.h j � " • Puerta de la Pía Almoina. En la parte superior unos relieves y el escudo del Cabildo de la Catedral, con la cruz. Obra del siglo XV. � Tratado de Olorón, de 1289, en el cual el Municipio de Barcelona autentica el documento con el sello de la Ciudad -el más antiguo que se conoce- y que exhibe la cruz patada en el centro como elemento principal; en los cuatro ángulos de la cruz, escudetes con las barras. (Marsella, Archives Départ., perg. B. 386. Sagarra ... núm., 916.) +- J , I "f·o I i 1 Sello del Veguer de Barcelona, con la representación de la Cort del Veguer y en el reverso la cruz patada, en un documento de 1261. 86 (Sagarra: SigiHografia catalana, n: 861.) Catedral. Puerta de Santa Eulalia. Obra de la primera mitad del siglo XV. Realizada gracias a la generosidad del obispo Francisco Climent Çapera, por esto puede verse su escudo junto al del Cabildo, con la cruz. 88 Catedral de Barcelona. Clave de bóveda de las naves del claustro, con unos ángeles sosteniendo el escudo del Cabildo: la cruz. Siglo XV. 89 12 Hospital de la Santa Cruz y de San Pablo. Antigua Casa de Convalescencia. Puerta principal, obra del siglo XVII. En la parte superior central, el escudo del Hospital en losange: partido, 1) la cruz patada de la Catedral; 2) de la ciudad. Cuarteles, 1) y 4) la cruz; y 2) Y 3) las dos «barras». Detalle. 90 La Virgen de la Merced con dos religiosos. Obra de Zurbarán, hacia 1636. Colección de S.A.R. la Srma. Duquesa de Montpensier, Marquesa de Valdeterrazo. Escudo con la cruz. 91 í 1 ¡- Escudo de fray Gaspar Castelló, de la Orden de la Merced, que estaba encargado del culto de la Capilla de Santa Agueda. Año 1638. Escudo con la cruz «patada». Grabado al metal de la Virgen de la Merced rodeada de santos mercedarios, coronando una vista de Barcelona desde el mar. Obra de Francisco Gazán, 1691. Escudo con la cruz patada (adarga mercedaria), arriba, y de brazos iguales al pie del grabado. � «Mapa o plano de la lápida antiquísima de que se trata en este resumen de los Autos de su compulsa sacada por menor exactamente el que está en Autos.» La lápida conmemora la fundación del primer monasterio de la Orden de la Merced en el año 1218. Reproducción de una lápida que estuvo en un muro del convento de la Merced, de Barcelona, en la que consta la fecha de su fundación, 10 de agosto de 1218 (de una relación del siglo XVIII). (A.C.A., Monacales de Hacienda, vol. 2678.) I. I ... Real Patronato de los ... de el Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced. Redención de Cautivos ... (Barcelona, Pablo Campins, 1725.) Obra de Manuel Mariano Ribera, ejemplar con nota manuscrita indicando haber sido dado por el mismo autor a la Librería del Convento de San Agustín, de Barcelona, año 1725. Biblioteca Universitaria. Cruces patadas. CELESTE REALPATRONAT DE EL REAL, MILITAR ORDE - DE NUESTRA SENORA DE LA MERCED REDENCION DE CAVTIVOS CHRISTIANOS� Imagen de San Jorge con traje de guerrero, casco y escudo con la cruz, a caballo y matando el dragón. Relieve en la fachada gótica de la «Generalitat» Obra de principios del siglo XV (1418) debida a Pere Johan. Cruz de brazos iguales. � 96 Puerta principal del edificio del antiguo Hospital de la Santa Cruz. Principios del siglo XVI. Escudo con la cruz patada de la Catedral y la simplificada del de Barcelona. � En relieve, dos ángeles sosteniendo un escudo con la cruz de San Jorge, propio de la «Generalitat de Catalunya», en los muros del Palacio de los Virreyes, actual sede del Archivo de la Corona de Aragón. Obra del siglo XVI. 98 11 LAS «BARRAS» EN EL ESCUDO REAL Sello de Pedro JI (año 1337) pendiente de un documento relativo a las capitulaciones matrimoniales del rey con la infanta María de Navarra. En el anverso y en el respaldo del trono, escudetes con tres «barras». En el reverso, las «barras» en el escudo y gualdrapa del caballo. (Sagarra ... , n: 57.) 103 Sello de Pedro III, pendiente de un documento de 1344. En el anverso y en el respaldo del trono, escudetes con dos o tres palos. En el reverso, escudo en cuatro barras timbrado de corona real. (Sagarra ... , n.: 58.) 104 Capa pluvial del arzobispo infante don Sancho de Aragón. Obra del siglo XIII. El adorno lo constituyen las armas de su familia alternando con las «barras reales» (en este caso cinco), los castillos, los leones y las águilas. Toledo: Catedral. 105 14 Escudos de la reina Leonor, esposa de Pedro el Ceremonioso, y de la condesa de Ampurias; pergamino en el que constan los capítulos matrimoniales de los condes de Ampurias, Juan y Juana, fechado en 19 de junio de 1372. Escudos con dos palos. (A.C.A., Perg. Pedro III, n:" 2680.) � Pinturas murales que decoraban la gran sala del Castillo de Alcañiz. Guerreros del reinado de Jaime I, monarca que se identifica con el caballero vestido con las «barras» y de igual manera el caballo. En otro caballero, gualdrapas con escudo de dos palos, cuartelado con la cruz. Siglo XIIl. -tfe .. "�?1110l\ft�l��·\\m }r¡¡n ��1�1 .1 � ¡ 1 Vidriera del siglo XIV, en el Real Monasterio de Pedralbes, decorada con las armas de Elisenda de Monteada, esposa de Jaime lI, reina que fundó el convento. El escudo partido: 1) dos o tres «barras»; 2) los bezantes de Monteada. � Escudo gótico de las Atarazanas (dos o tres palos) . " " ·l · :1 t1 i :'I"�t.l .. ;ï f.. l - �� • t�� 1fi' • 1111C iot Libra «dels Usatges», de Lérida. Fol. 160. En la miniatura un gran escudo, con dos o tres barras y la flor de lis. (Lérida. Archivo de la Pahería. «Llibre dels Usatges», fol. 160.) Miniatura del incunable de 1495: Jaime I o Fernando el Católico presidiendo las Cortes. Escudo real, con cuatro palos. (A.C.A.) Detalle de la escultura de la reina Elisenda de Montcada que cubre su sepulcro, su cabeza descansa en un almohadón con sus armas: tres palos y bezantes. (Monasterio de Pedralbes.) � Miniatura de Bernat Martorell, en 1448, folio inicial del comentario al libra «dels Usatges» de Cataluña, de Jaume Marquilles. En la parte inferior de la orla, escudos con dos «barras». (M.H.C.) Tabla del siglo XV, de autor aragonés. Un gallardete con dos «barras». (Procede de la Colección Muntadas.) � Armas de la reina María de Luna, esposa de Martín el Humano, en un capitel de la Capilla Real de Santa Agueda, del antiguo Palacio Real Mayor de Barcelona. En el primer cuartel dos (o tres) palos. Santa María del Mar. Lápida conmemorativa del inicio de las obras de la Iglesia, en 1329. En la parte inferior el Agnus Dei entre los escudos real y de la Ciudad, con cuatro y cinco palos. � Baldosa de cerámica catalana, decorada en azul sobre blanco, con las cuatro «barras» de las armas reales. Obra de anafre Espelta, 1559. 116 Detalle del escudo real de la fachada gótica del Ayuntamiento (año 1400). i 118 III LAS «BARRAS» EN EL ESCUDO DE BARCELONA Sella del «Consell de Cent» en cera roja, escudo cuartelado: 1 y 4, las «barras»; 2 y 3, una cruz. Se trata del sello más antiguo que se conoce y en el que se han invertido los cuarteles. (Sagarra ... , n.: 917.) Llave de la puerta del «Saló de Cent», con el escudo de la Ciudad y las fechas de 1373, año de la construcción del mismo, y de 1929, año de su restauración. Escudo con dos palos. (M.H.C.) 121 16 Casa de la Ciudad. Lápida conmemorativa de la primera reunión del «Consell de Cent Jurats», en el «Saló de Cent», que tuvo lugar el 17 de agosto de 1373. Cuatro palos en el superior y dos en el de Barcelona. 122 Iglesia de Nuestra Señora del Pino. Hornacina con una escultura de la Virgen con el Niño y en la parte superior el escudo de la Ciudad, con el orden de Zas cuarteles invertidos. Obra del siglo XIV. Al parecer, tres palos. 123 Casa de la Ciudad. Fachada gótica construida por Arnau Bargués en 1400. Adornan la antigua puerta principal sendos escudos real y de la Ciudad (la cruz y tres «barras»), obra de Jordi Johan y presidiendo el conjunto artístico una estatua del arcángel San Rafael. Obra anónima atribuida a Sanglada � ¡ '; Casa de la Ciudad. Fachada gótica. Detalle del escudo de Barcelona (obra de Jordi Johan, en 1400), con tres palos. Casa de la Ciudad. Techo de la antigua Sala de Elecciones, obra de Jaime Cabrera, 1401. En él se repiten los escudos real y de la Ciudad, éste con dos «barras». Casa de la Ciudad. Escudo gótico de la Ciudad, procedente de la antigua capilla municipal. 127 Placa de cobre, redonda, con el escudo de la Ciudad, con esmalte. Pertenecía, probablemente, a la decoración de las hojas de un libro del siglo xv. (Procede del legado Apelles Mestres.) (M.H.C.) 128 Escudo de la Ciudad en la puerta de la Escribanía (siglo XV), con cuatro «barras». 129 17 Casa de la Ciudad. Techo de la Escribanía, obra de Pedro Arcaina, 1401, con los escudos real y de la Ciudad y la inscripción: SALVA:NOS. 130 Casa de la Ciudad. Ventana gótica que da al «Saló de Cent». Siglo XV, con el escudo de la Ciudad. 131 Santa María del Mar. Ménsula con el escudo de la obra de construcción de la iglesia. Siglo XV. Dos palos. 132 Tabla de la Virgen de los «Consellers», pintada por Luis Dalmau, según proyecto de 1443, que se conserva en el Museo de Historia de Barcelona" para la capilla de la Casa de la Ciudad. (M.A.C.) En el enlosado, escudos con dos '«barras»,. 133· Un «neuler», con el escudo de la Ciudad en losange, con 2 o 3 «barres», de estilo gótico (M.R.C.) 134 Lápida conmemorativa de la construcción, por el «Consell de Cent», de la capilla de San Cristóbal, en la calle Alta de San Pedro, para la fundación de una capellanía, legado del cosíndico Mateo Roig. Las obras se iniciaron el 18 de octubre de 1568. En la parte inferior, dos escudos de la Ciudad. (M.R.C.) Santa María del Mar. Bacín de latón, obra del siglo XVI; en el centro el escudo de la obra de Santa María: la cruz, dos « barras» y el mar. 136 Casa de la Ciudad. Ventana del piso superior del patio central: siglo XVII, con el escudo de dos palos. 137 18 Portada de un libro con el escudo de la Ciudad con cinco palos. I V R I s RESPONSVM PRO SYNDICIS CIVITATIS BAR e I N o N lE, Contra DOCTOREM IOANNEM L VDOVICVM VILETA. CVM LICE"NTIA Barcinone, Ex Typographia Laurentij Deu, iuxra Domum Reglam, Anno M. DC. XXVI. 138 Pila bautismal, obra de ceramlca policroma. En el centro, el escudo de la Ciudad: la cruz y cuatro « barras», y la fecha: 1598. 139 Casa de la Ciudad. Puerta de una dependencia del salón del «Trentenari», que desapareció con la restauración de 1929 y fue colocada en la planta baja. En el centro, dos ángeles tenantes el escudo de la ciudad ovalado. Siglo XVl. *- 1'- Casa de la Ciudad. Ángeles tenantes en el escudo de Barcelona. Talla policroma del siglo XVI, procedente del Salón del «Trentenari», reconstruido en la planta baja del actual Ayuntamiento. " Escudo de la Ciudad del siglo XVI, con tres «barras», (Puerta en el Ayuntamiento.) 142 Portada de un libro que trata del privilegio que disfrutaban los «Consellers» de Barcelona, llamado de cobertura. Impreso en 1632. Grabado el escudo de la Ciudad con la cruz y cinco «barras». 1 ESJ)uao de la Escuela Militar, de 1639, con dos «barres». (M.H.C.) Escudo de ta Ciudad en losange, fechado en 1622. (M.H.C.) 145 19 Plato de cerámica catalana, az�l, de período de transicion. Medwdos del siglo XVII. 146 Escudo de la Ciudad, de 1647. Ocupó la parte alta de la puerta de San Antonio, después de la reconstrucción de la muralla hecha durante la guerra «dels Segadors». Actualmente está en la escalera de honor de la Casa de la Ciudad. 147 Brasero de bronce, obra del calderero barcelonés Pere Cerdanya, realizado en 1675 para el «Saló de Cent». En la parte inferior, de cada lado, un escudo de la Ciudad, ovalado. (M.H.C.) \ 148 1 Santa María del Mar. Portada del Libro de Ordinaciones ... dels Officials, de la obra de la Iglesia de Santa María del Mar. Año 1656. En la parte superior escudo de la obra. � Detalle de la decoración, en plata, del Libro Ànima de les Bosses, que se describe en la página siguiente. (M.R.C.) 150 Libro Ànima de les Bosses, en el que se anotaban los nombres de los que potium. ser elegidos «Consellers». Tapas decoradas, con el escudo de la Ciudad en el centro, obra del platero barcelonés Bonaventura Fornaguera, en 1689. (M.H.C.) 'I 151 Antigua Casa de Convalescencia del Hospital de la Santa Cruz. Azulejos del siglo XVII y representación del escudo de la institución: la cruz « patada» de la Catedral y la cruz y barras de la Ciudad. 152 Plato de cerámica azul de mediados del siglo XVII, con el escudo de la Ciudad muy esquemático. 153 20 Monedas de Felipe III (1614), Felipe IV (1641) Y el Archiduque Carlos (1705), acuñadas en Barcelona. En sus reversos, escudo de la Ciudad. 154 Escudo de Barcelona de piedra, en losange con los cuarteles invertidos: 1 y 4, dos barras; 2 y 3, la cruz. Siglo XVII. (M.H.C.) 155 Pintura de fines del siglo XVII, con las armas de la Ciudad de Barcelona, rodeadas de los escudos de los Estados que formaron parte de la Corona de Aragón. Composición heráldica j relativa al tribunal de la Curia real para los consulados de Ultramar. En el centro las armas de Cataluña, partidas de las de Barcelona. (M.R.C.) 156 I l Acción de la Real Compañía de Comercio. A la derecha, en el ángulo superior, escudo de Barcelona. (M.H.C.) t • " , ':., DE COMERCIO ESTABL1!.'CIDA EN RfRCELOiJ rr.terwa... :!Jl -; (-.):)' """"!!'-ton./o \)OU:l Gr,lla le corrr.Jpmwa' -:!l( est» lnJ:"'"",mro tomarà m-I(I N �n ,a Contador. le rrfren,Mia. e� J'r.cntario. y JeUam 'l' ,.�n el vello dda (!R,l Compañia .':;6ftnelo" - ó,s .. e.o, --- S ' o �t� _f .tul. Q� ",1. t s e Á.1. , co s t .'\ t 157 «Libro Inventario del Archivo de la Corona de Aragón», hecho por don Javier Garma y Durán en 1772. Tapas con escudos bordados, y en un extremo, el de la Ciudad, con la cruz y cuatro «barras». (A.C.A.) 1, '{ , 158 Retrato de Nicolás Sibilla, maestro de Velos de Seda y Regidor de la Ciudad: lleva banda y venera con el escudo de la Ciudad. Siglo XVIII. (M.H.C.) 159 Medidas de la ciudad (siglos XVIII-XIX). (M.R.C.) I i i _J Escudo procedente de la fuente de la PI. de San Pedro, 1885. (M.H.C.) 21 Proyecto de escudo de Barcelona realizado por José Planella (siglo XIX); con cuatro palos. (M.H.C.) 162 Cartera para la firma de documentos del Alcalde de Barcelona, con el escudo de la Ciudad y la fecha de 1835, año en que se adoptó esta nueva denominación representativa del oficio. 163 Banderín conmemorativo de la proclamación de Isabel Il (1843). (M.H.C.) 164 . Puerta del Palacio de Justicia: d con cuatro palos, do en forma losangeadae.sc;i:ales del siglo XIX . .... • r··· " COlo�'ca , �,, ,. '" "'. r' " , . í .I 165 Arqueta de plata y esmaltes con diferentes escudos de la Provincia, j encabezados por el de la Ciudad de Barcelona, con la cruz y cuatro « barras». Obra de los Talleres Masriera por encargo de la Diputación Provincial. Siglo xx. 166 1 Cartón del tapiz de José M.O Subirachs, dibujado en 1960, con representación del escudo de Barcelona. 1 167 Casa novísima de la Ciudad. Ornamentación de escudos de la Ciudad alternando la cruz y dos y cuatro «barras». Obra del escultor Subirachs (1964). 168 Escudo de hierro forjado, ejecutado por el escultor Rius Serra, y colocado en la fachada del Servicio Municipal de Pompas Fúnebres. 169 22 Monumento construido por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, en Montjuich, con el escudo de la Ciudad, obra de José M,: Subirachs (1963, inaugurado: 1968). 170 IV FORMAS, TIMBRES I SOSTENEDORES I � Armas de la Ciudad de estilo gótico, inscritas en una piedraJ en forma de losange del mismo estilo. Fuente de Santa María del Mar, del año 1402. (Reproducción del M.H.C.) 173 Cerámica catalana con el escudo de la Ciudad, de forma ovalada en la parte inferior. 174 Forma típica del escudo de la Ciudad en forma de losange, en el centro del testero en el Salón de Ciento del Ayuntamiento, en donde se reproduce el escudo de la fachada gótica de la Casa de la Ciudad (s. XV). Obra de Enrique Monserdá, correspondiente al segundo decenio del presente siglo. 175 Escudo de Barcelona, en forma de losange, que reproduce el enlosado del retablo de la « Verge dels Consellers» de Dalmau. Salón de Ciento del Ayuntamiento, obra dirigida por Monserdá en 1929. 176 Escudo ovalado, forma que se divulgó a partir del siglo XVI, sostenido por dos ángeles, situado en la galería superior de la Casa de la Ciudad. 177 Escudo típico de la época gótica, con la forma del escudo del guerrero, inscrito en un rosetón lobulado: sello de la Ciudad de fines del siglo XIV. (Archivo de la Catedral de Barcelona.) 1 ) Escudos de la Ciudad en los sellos de 1702 y 1766, de los «Consellers» y del Ayuntamiento, respectivamente, con los dos grifos como tenantes de los escudos, que a su vez van coronados. 178 Escudo en forma redondeada por la parte inferior, del año 1769. (Certificado de la oficina de abastos de carne del Ayuntamiento, A.H.C.) / • • 179 23 * .; Escudo de la Ciudad, con punta en la parte inferior, \ Con corona real y el murciélago en la medida de capacidad del siglo XVIII (M.H.C.) 180 Escudo ovalado con tres palos, corona real y murciélago, en un abanico ofrecido a la esposa ..> \ del Capitán General Llauder (1833-35). (M.H.C.) 1 181 Escudo de forma moderna, terminado en punta, en el relicario de los cabellos de Jaime I (Orfeó Català), obra de Joaquín Cabot. L 182 Escudo ovalado en el coronamiento del Ayuntamiento, obra de Daniel Malina (1855), timbrado con corona y acompañado de un grito. 183 Escudo acompañado de palmas según costumbre, que arranca en el siglo XVII, al igual que en las monedas de Fernando VII o en documentos anteriores. Medalla dedicada a Pascual Madoz, año 1854. Por encima de la corona, la «rata-pinyada» o «rat-penat», típica de la corona real. (M.R.C.) '" I I I Escudo en forma de losange, usada aún a principios de siglo, como demostración de la persistencia de esta forma. Medalla de la Ex­ posición Internacional de Barcelona, de 1929 (M.R.C.) Escudo de Barcelona, timbrado con la corona real, que es la propia de nuestras armas. Medalla conmemorativa de la visita de Alfonso XIl a Barcelona (1875). Del· M.H.C. 185 � ...... " .� ". -' " t. ¡ Escudos de Cataluña, de San Jorge y de Barcelona (además de los de Aragón y Sicilia) en la puerta de San Jorge del Archivo de la Corona de Aragón, labrada por el escultor Subirachs. Véase la corona real estilizada, que es la usada en los escudos de Barcelona, y éste en el pomo de la puerta, en donde puede apreciarse la manera cómo debió organizarse el primitivo escudo de la Ciudad, sobreponiendo las dos cruces de los cuarteles primero y cuarto por encima de los cuatro palos (o «barras») y resultando entonces organizadas así las armas de Barcelona: primero y cuarto cuarteles, la cruz, y segundo y tercero los dos palos o «barras», 188 , INDICE GENERAL PLANTEAMIENTO 7 CAPÍTULO I: La cruz en nuestro escudo 9 CAPÍTULO II: Los palos gules . 17 CAPÍTULO III: Formas del escudo y elementos exteriores 49 CONCLUSIONES 55 ApÉNDICE: A) Documentos. 59 B) Historiografía 61 LÁMINAS: 1. La cruz del escudo 65 II. Las «barras» en el escudo real . 101 III. Las «barras» en el escudo de Barcelona. 119 IV. Formas, Timbres y Sostenedores . 171 ESTA OBRA BASADA EN EL DISCURSO DE INGRESO EN LA REAL ACADEMIA DE BUENAS LETRAS, DE BARCELONA, DE FEDERICO UDINA MARTORELL, FORMA PARTE DEL PLAN DE EDICIONES DE LA DELEGACIÓN DE CULTURA DEL AYUNTAMIENTO DE BARCELONA. HA CUIDADO DE LAS ILUSTRACIONES MARGARITA TINTÓ SALA, DIRECTORA DEL SERVICIO DE PUBLICACIONES LOS TALLERES DE VDA. FIDEL RODRíGUEZ FERRÁN TERMINARON DE IMPRIMIRLA EL DíA 12 DE FEBRERO DE .1979, FESTIVIDAD DE SANTA EULALIA, PATRONA DE LA CIUDAD .: \' AYUNTAMIENTO DE BARCELONA - DELEGACION DE CULTURA - SERVICIO DE PUBLIr�C�ONES __