AMALIA, NO TODAS SON COQUETAS. Esta comedia es propiedad absoluta de ' DEPoKso Mompié, del comercio de li Valenda. Se hallará en su misma librería , calle nueva de San Femiando, núm. 64, junto al Mercado. V AMALIA, ó NO TODAS SON COQUETAS. COMEDIA EN DOS ACTOS, ESCRITA EN ^ PROSA;, i QUE SE HA DE REPRESENTAR EN EL TEATRO DE ESTA CIUDAD EN EL MES DE NOVIEMRRE DE ESTE AÑO, POR ASCANIO FLORÍGERO. VALENCIA: EN LA imprenta DE ILDEFONSO MOMPIÉ. AÑO 1827, Hablar mal de la muger A quien debemos la vida. Inconstante y fementida Haciéndola siempre ver; Calumniar sin conocer Las amables y discretas. Es de jóvenes veletas Que tratan algunas viles: Corre pues, Talía, y diles: Que no todas son coquetas. A mi Amigo D. F. de P, G. J\idiculizar las vicias y hacer a- mables las 'virtudes sencillas con el egeniplo es, amigo mió, el ohgeto del Teatro : no aterrar con espectáculos hcLrbaros, ni endurecer el corazón à fuerza de hablar de crímenes j pintarlos con colores halagüeños. Asi lo hicieron los primeros maestros de la Scena ; asi los inmortales Cornei" lie , Moliere, Driden, Goldony y Moratin, à quienes Talla ha cojice- dido las pt imeras palmas. Los ojos se apartan de esas Come- diasj en las cuales los asesinos, el puñaly las traiciones se suceden con la mayor rapidez ,y se cierran para no ver sobre las tablas un cadalsoy- horrorizado el corazón cuando sube á él un inocente. \0 tú sensible alma se ha j cura estremecido mas de una vez con se- inejantes atrocidades , recibe esta Comedia que te dedico consideran- do que no es un modelo de perfec- don sino iCn Drama que no tiene j otro mérito que el entusiasmo que su autor respira por la 'virtudsu inestinguible odio al vicio. Mejorar las costumbres nacionales j j grabar en los tiernos corazones con la edu- cacion sen- Y el egemplo los grandes timientos que elevan los hombres á héroes los móviles de todos sus , son escritos. Si encuentras pues aqui combati- dos algunos de los principales de- fectos desque adolecen los jóvenes del dia; si te parece el argumento Sencillo j f guardadasJielmente las modernas lejes del arte quedará satisfecho un amigo que te ama, y que se complace en darte este tes- timonio público de su amistad j gratitud. ACTORES. DON FELIPE PCidre de DOÑA AMALiA_,jr de\ Primcis de. DOÑA ELISA EL- MARQUES DE CorOUeL, DON ANTONIO. DON JUANITO. La Scena es en una 'villa del Rei- no : principia à las ocho media de la mañana ^ j conduje á la una^ de la tarde. ACTO PRIMERO 0). 7 SCENA PRIMERA. El Marques y Don Antonio, Don Antonio, Si', Marques; mi corazón no ha olvida- do aquellos felices dias de paz que en el colegio pasamos cultivando las ciencias. Las impresiones que entonces recibe el hombre dura su vida , duran cuanto ; y ea este instante esperimento una tierna com- placencia en verte. Aun recuerdo los conti- nuos debates que teníamos cuando tú pen- sabas mal de algun nuevo condiscípulo, y yo le defendía. Marques (2), Ya estarás desengañado del genero hn- mano: el conocimiento de sus-maldades te habrá hecho mas perspicaz. Don Antonio. De todo hay en el mundo; y en fin," una mezcla de vicios y virtudes compone 1 El Teatro representa un cuarto de la casa de rton Felipe, con dos puertas practi- cables que conducen d lo interior de ta ha- hitacion. El Marques deberá llevar uniforme. 2 Con desconfianza. i5 el cnadro ele cada ser. ¿ Qne' piensas de la familia de tu tio ? Marques. Hace dos dias que he llegado ^ y para conocer á un hombre no basta toda la vi- da : dos dias y me parecen dos siglos. Don Antonio. Si la liabitacion no te acomoda , pue- des con cualquier preteslo cambiarla por la mia. Desde que murió mi padre, la bon- dad de tu tio me obligó á vivir en su casa para disminuir mi sentimiento ; y me trata corno á su único amigo^ como á hijo, según me llama algunas veces. Marques. Mi tio es un buen hombre. Te doy mil gracias por la oferta: mi disgusto no lo cau- sa là habitación ; en cualquier parte estoy bien. I Sabes el motivo de mi venida? Don Antonio. Nada sé. Marques: presumo que será el gusto de conocer á tus parientes. Marques. ] Ojalá fuese asi ! Escucha y compadece- me, Mi casa no cede á ninguna en timbres y antigüedad ; y estos blasones la obligan á sostener un rango superior á sus rentas. De- bilitadas por las recientes guerras que nos han destruido^ era preciso buscar la alian- za ele alguna familia noble, sí, pero pode- rosa. Mi tio lia enriquecido á fuerza de vi- vir en este despreciable pueblo , y el dote de sus hijas es el blanco de la ambición ge- neral. Ya tiempo que mi padre deseoso de sacrificarme hablaba de mi casamiento con una de sus sobrinas cuando un nuevo in- , cidente ha acabado de perderme. Mi tia ma- terna la Condesa ^ viuda de Ramo-abierto, me instituye por heredero suyo si me caso dentro de un mes con una de mis primas. A este obgeto he venido con real licencia, y he estrañado.no encontrarlas. -Se me ha di- cho que estan en casa de una amiga en el campoj y que hoy en regresando se conclui- rá mi sacrificio, porque mi destino no me permite estar muchos dias aqui. Don Antonio. ¡Tu lenguage me admira! pero puede perdonársete porque no has visto á tus , primas. Guando te sorprendan su her- mosura, sus gracias, sus virtudes.... Marques. Calla, Antonio^ que son mugeres. Don Antonio,. Y que sean mugeres, ¿qué tiene que ver con lo que digo ? , BIarques. ¡Virtudes en las mugares! Antonio, ¡vir- tudes en las mugeres ! ¡ Ah! tú vives en un pueblo. Don Antonio. Marques^ no te alucines tan fácilmente. Has bebido la doctrina general en la corte, 10 y esas palabras son'ya comunes. Ha- blar /nal del bello sexo se tiene por una prueba de esperiéricia y de talento ^ y cua- tro iecbuguinos que solo han saludado en el paseo á otras ignales á ellos, disponen á su arbstrio del honor y de la opinion. En su boca todas son ó fáciles ó coquetas: ni dis- tinguen de caracteres ni de clases. Y co- nao dentro de ellos nada bueno encuentran, de nada bueno creen capaces á sus seme- jantes. Marques (1). Estoy por creer que me engañas : tú no dices lo que sientes. Don Antonio. Mis labios, Marques, siempre estan acor- des con rni corazón. Marques. ¿Estás enamorado ? Don Antonio. Yo amo la virtud , y defiendo la inocen- eia. Marques. Y ¿donde has hallado virtud e'inocencia? Don Antonio. Hasta ahora puedo asegurar que en todas 1 Con desprecio. las señoras que lie tratado en la corte y en el pueblo. He tenido cuidado en no propor- cionarme conocimientos en los paseos ni en los cafes; Antes de frècuentàr el trato de 11 una joven, me he procorado informar si era digna de mi amistad ; y he obrado en su consecuencia. Donde he visto vicios be huí- do, y solo he seguido á las que profesaban mis principios. La ternura y la sensibilidad de este sexo me han hecho mas humano; en ellas he observado mas rasgos de vir- y tud que en muchos hombres. En fin ^ no olvido que mi madre çra mnger, y qne á sus cuidados y cariño debo la existencia. Hasta luego^ Marques. SCENA II. El Marques solo. Marques. ¿Que he oído? [Un joven y hablar asi ! Sin duda está enamorado. [Elogia tanto á mis primas, habla tan bien de ellas, y vi- ve en esta casa! [ Pobre de mi ! Casarme con una muger que quizá habrá amado á otro ; y si le ha amado ó le ama— Y ¿ ^ue he de hacer? Pillaré la herencia de mi tia y el dote de mi esposa ; luego con cualquier pretesto me separaré de ella. No quiero ser esclavo de los caprichos, ni vivir con una alma baja. SCENA m. El Marquis y Don Felipe. 12 . Don Felipe. Buenos días, sobrino. Marques. May felices, tío. Don Felipe. Ya habrás descansado enteramente de tu precipitado viage. Marques. Si, seíTor, be descansado. Don Felipe. Hombre^ no me pareces muy alegre. ¡Siempre estás tan serio y pensativo! desde que bas llegado que observo poca satisfac- cion en ti. Marques. Y mis primas^ ¿cuándo de casa de regresan su amiga ? Don Felipe, Hoy regresan, y quizás dentro de una bora. Marques. Esa amiga sin duda tendrá padre, ber- mano ó marido que será amigo de-las pri- mas. Don Felipe. Es probable. Marques. Pues ¿ qué ros no lo sabéis? Don Felipe. No lo sé, pero en viniendo lo pregunta- 13 remos. Marques. Y ¿creeis que diran la verdad? Don Felipe. No hay ningún motivo para faltar á e.ia. Mis bijas son sinceras é incapaces de enga- ñar á su padre. Estraño que pienses con tanta libertad de tus propios parientes. Mas vamos á otro asunto. ¿Cómo has dejado á mi hermano ? Quiero que me cuentes todas las particularidades de su gota, ya que has- ta ahora no hemos tenido tiempo de hablax'. Marques. ¡Qué he de deciros! Que el enemigo tie- ne puesto el sitio á la plaza ^ y si llega á asaltarla la victoria será , completa. Los médicos temen que suba al pecho, porque entonces moriria sin remedio. Don Felipe. ¿Con que temen los médicos que suba al pecho? jPobre hermano! ¡Cuánto daria por verle ! Sin embargo, yo soy mayor que él, y mi médico no teme que suba al peclio. Marques. Pues ¿qué vos también padecéis de go- ta ? ^4 . Don Felipe. i All! Yo padezco unas terribles jaquecas que acabaron con mi buena Leonor> con tu tia, que en paz haya. Marques (1). Hace bien vuestro rae'dico en no temer que suban al pecho. Don Felipe. Calla: ¿que ruido es aquel? Sin duda son mis hijas : ¡ que' pronto han llegado! En efecto (2), aqui vienen. SCENA IV (3). El Marques , Don Felipe, Doña Elisa y Do» ña Amalia. Doña Elisa. ¡Padre mió! Doña Amalia. ¿Cómo estais^ mi buen padre? Don Felipe. Llegad, hijas rnias á , mis brazos. ¿S^t. beis que Vuestra ausencia me desconsuela, 1 Con ironía. 2 Mirando d dentro, 3 Salen Doña Elisa y Doña Amalia con vestidos sencillos de camino , y luego que ven d su padre se arr&jan d sus brazos y haciendo una cortesía despaes al Marques. y que solo estoj bien junto á vosotras ? ¿Os habéis divertido en el campo? Doña Elisa. Si, señor: los obsequios no merecidos 15 que hemos recibido de la familia de nnes- tra amiga Leonor la hermosura de la huer- , ta , y el aire puro que alli se respira , nos han llenado de satisfacción. Solo la presen- cia de nuestro querido padre ha faltado pa- ra completar nuestra felicidad. La nfadre de Leonor os saluda ^ y desea conoceros. Don Felipe. Aprecio la atención de esa señora. Hijas mias, tengo el gusto de presentaros vuestro primo que hace dos dias ha llegado con el ohgeto de ofrecer su mano á una de voso- tras según las disposiciones de vuestra pa- rienta la Condesa. Confio que es esmerareis en obsequiarle y agradarle conforme es de- hido á una persona que nos es tan allegada. Doña Amalia, jAy! [aparte). Doña Elisa. Nos complacerá mucho llenar vuestros deseos. Don Felipe. Asi debe ser. Marques. Primas, vuestros obsequios sean cuales fuesen no pueden menos de serme agrada- liles. Cuando el amor no estrecha, obliga la gratitud. Don Felipe. Mala cosa es casarse por gratitud y no 16 po/" amor. Marques (1). Muchos hay que contraen ese lazo sin sentir ninguno de los dos afectos. Si el in- terior de las almas se viese, ¡que' admira- dos quedaríamos unos de otros! Don Felipe, Aqui no entendemos ese lenguage. El que se casa, se casa porque quiero; dice claro, me gusta , ó no me gusta. Asi me case yo con tu tia, y me ha ido perfectamente j so- hrino. Marques, ¡Dichoso pueblo, donde se puede hacer lo que se quiere! ¿Con que las señoras gozan aqui la i'acultad de rehusar? Don Felipe, ¿Y por qud no? ¿Habían de ir al altar vio- lentadas, y despaes maldecir toda la vida á su padre que las liabia aconsejado ó quizás precisado? No señor: yo amo á mis hijas, y no deseo que me deban su infelicidad ; si la buscauj que lo imputen a ellas mismas. 1 Con intención. malicioso, y está siempre tan pensativo! j Ah! La virtnd es alègre ; el vicio triste. Si ano le dice algo^ en el momento sale con algu- na sentencia. Los jóvenes deben ser mas 19 modestos y hnmildes. Sin embargo, es preei- so que se cumpla la voluntad de mi parien- ta^ y unida la herencia al dote de mi hija compondrá un caudal inmenso. Sí: be pa-^ sado toda mi vida en la oscuridad de un pueblo, ahorrando para hacer ricas á mis- hijas, y ellas deben gozar del fruto de mi economía. SCENA VI. Don Felipe y Don Juanito (1). . Don Juanito. Os beso la mano. ¡Que' pinturas! He visto cosas prodigiosas y de mucho mórito. No puede menos de acabarse vuestro gusto. Sin duda sois aficionado á las bellas artes. ¡Oh! Yo lo-soy mucho. Sí, ¿no lo sere'? Casual- mente habíais con un inteligente. Tengo dos tios individuos de la Academia de San Fer- nando ; y mi padre ^ mi padre mismo pierde el seso con la pintura. A mí primeramente me dieron maestros de dib^ijo., geografía y francés; pero luego como n:urió mi abuelo, .1 Entra con la mayor precipitación.! y Don Felipe viendo su áturdiiniento observando la rapidez con cjue habla le mira entre ad- ^ mirado y displicente. el sentimienío me lo hizo olvidar todo, y por no volver á comenzar despedí mis maes- tros. Don Felipe^ 20 Me hago cargo. Don Junnito. [Pero me separo del obgeto de mi conver- sacion! Si mi padre ya me lo dice, qae mi cal>eza... Pues, señor, habéis de saber, que cuando deje Madrid.... ¿Es cierto que esta pueblo es muy grande, y bay en él rostros muy hermosos? Sí, si ío he oido decir. Cuan- do estudiaba geografía me lo aseguró mi maestro. Ved si estaria adelantado, que ya distingo la diferencia de caras en España. ' Don Fdipe. Sé conoce, se conoce. Si gustáis podeia seguir vuestra relación. . Don Juanita. Es verdad. Mas ¿dónde me quedé? Na me acuerdo. Don Fdipe. Hasta ahora no he entendido una palabra. Don Juanita. No importa ; principiare. Mas ahora que me ocurre. He visto al pasar por el eome- dor un cuad ro que por su belleza parece de llafael, jAqiiella perfección, aquella acti- tud de lugareño, aquellos brazos caldos coa Marques (1). Permitid, tio, que con el respeto que os 17 debo diga : que esa es una libertad muy fu- nesta. Las mngeres no saben distinguir lo bueno de lo malo, y eligen siempre lo que despues lloran. A. mas, si hoy se creen con facultad de rehusar, mañana se creerán con facultad de mandar el mundo entero. A pe- sar de, que su condicjon es tal, perdonad, primas, mi franqueza, que aunque adoren áuno, si otro se presenta con proposiciu- »es de matrimonio j el logra la palma. Doña Amalia. Me parece que siempre debe haber édga- na escepcion. Las señoras de honor solo eo- nocen un cariño ^ una obligación: y si sus familias no les permiten seguir los impulsos de su corazón mueren sin unirse á ^ otroj pero nunca^ primo, nunca le venden. Doña Elisa. El desayunó estará dispuesto, y Don Jna- nito nos espera también. Con ¡a turbación de la llegada me olvidd que nos había acom- pañado, y que quedó en el otro salon es.a- minando unas pintaras. i Entre tanto habla el Marques Doña , Elisay Doña- Amalia le miran ya con asoni" bro , ya con desprecio. El Marques lo obser» va y aumenta su flema y sus sarcasmos. Marques. ¿Podre saber tjuîe'a es ese caballero? 18 Doña Elisa. El prlnao de nuestra amiga Leonor. Marques. Ya.... ' Doña Amalia. Vamos pues, Elisa; priino^ ¿os desajana* reis con nosotras ? . Marques, Con macho gusto. Doña Elisa. Padre, vos quedaos, que Don Jaanitó^ me ha dicho tiene que hablaros de un asun- to ; y os lo enviaré aquí. Don Felipe, Muy bien, hija mia. {Fanse). SCENA V. Don Felipe solo, Don Felipe (1 ). jVálgame Dios! ¡Qué hombre tan partí- cutir es mi sobrino! Podrá ser un santo, pero á mí no me gusta. ¡Es tan seco, tan 1 Paseándose. Don Felipe. Paes bien ; decid en que puedo y dejaos lo demás. serviros, Las niñas nos estarán 23 es- pérando para almorzar juntos. Don Juanita. Es verdad : mas vereis con acabo mi que relación rapidez (1). La seguí en efecto á su casa, la salude, y me contestó: fue mu- cha dicha. Loco de contento á mi habitación, regrese y le escribí una carta amorosa. En ella le esplicaba mi pasión, y le daba labra de pa- casamiento. Pasados unos dias, co- mo Madrid abriga tantos picaros, no faltó quien le dijo á mi padre que yo amaba á una señora de costumbres sospechosas. A mí no me advirtieron nada , solo me prohibieron salir de mi cuarto sin compañía. En tal es- tado resolví venir al campo á ver á mi lia, y encontró por fortuna á vuestras hijas. Don Felipe. Habéis concluido, y yo me he quedado en ayunas. No só que relación tenga lo he po - co que entendido, ni con vuestra tia ni conmigo, Don Juanita. ¡Ah! se me olvidaba lo mejor. Mi fio el General se ha empeñado en que sea militar. 1 Principia d hablar tan de prisa que ca- si no se le entiende. ^ Don Felipe, Y bien. Don Juanito. Es el caso que.no deseo serlo. 24 Don Felipe, río Ip seáis, Don Jiianiio. ¿Con que me aconsejáis redondamente que no ciña espada? Don Felipe. Hombre, yo nada os aconsejo:' ¿me he de oporer A vuestra voluntad sin tocarme semejante negocio? ^ ^ Don Juanito. No señor, no señor, no digo eso : es que mi tia rne ha ajonsejado que lo consulte de paso que acompañaba á las señoritas. Me quiere mucho: ¿quien mi tia? apostaria á que nid quiere mas que á su hija. El otro dia le coule francamente mis disgustos, y,me respondió: que eso no eran cosas de muge- res, y que podria tomar consejos de otro, si tenia quien me los diese. Don Felipe. ¿Y sobre que he de aconsejaros.^ Don Juanito. No señor j no señor, tampoco es eso: no •he concluido todavía. tanta gracia y aquel cuerpo medio vuelto! Haoedrrieel Ta vor de poneros en su posición: dejad ese bra^o (1). Don 21 Felipe. Poco á poco^ caballerlro; ¿Qué intentais? ¿Con que lie de ser yo la copia del cuadro? Callad , callad ' por Dios: alabais una pi itu- ra que es obra de un cualquiera que pasan- do por este pueblo en tiempo de lui padre* la b izo par una bagatela para matar su ham- bre; ¿y la comparais ron las del inmoital Ra- fael , y la creeis suya? Decidme os suplico en qué puedo serviros, y dejad para otro rato lo demás. Don Juanilo. Eso iba yo á principiar: mi relación. An- tes de salir de la Corte obsequiaba á una se- ñorita de las principales que hacia justicia, á mi mérito , quiero decir que me corres- pondia. Una cierta tarde.... .Será mejor que os cuente có oo me enamoré de ella, iba yo en compañía de un amigo á tnisa á la Sole- dad, y al entrar en la Iglesia nos paramos. Estaríamos cosa de un minuto cuando vie- nen dos señoras y la mas , joven de ellas me mira. ¡Ab! Llevaba yo un vestido muy rico capaz de llamar pói sí solo la atención, sin ayuda de mi figura ; porque mi padre 1 Coge el brazo de Ddii Felipe en ade- man de ponerlo en la figura que acaba de describir : pero este le repele sua\>emente se- parándose dos pasos hacia airas. me asegura muchas veces que soy buen mo- zo. Asi es que me miró , la mire lleno de contento j me agradó, tosí, y ella tosió tam- b'en. iQne'alegría , Don Felipe! IVo os pa- 22 rezca que yo"soy tonto; ¡Oh! conozco mu- cho las rnugeres; y al ver uijas señales tan maniliestas de su amor, mi compañero y yo entramos en la Iglesia. Hicimos muy bien: ¿quien sostendrá lo contrario? No creo que • vos.... Don Felipe, No señor : erais dueño de vuestras ac- Clones. Don Juanita. Eso sí: puedo aseguraros que en toda la misa no separó el uno los ojos del otro. Se acaba, la sigo...- Don Felipe (1). Perdonad: ¿es muy largo lo que habéis de contar ? Don Juanilo. No señor : si.... Don Felipe. Lo digo porque nos sentaríamos. Don Juanita. Concluyo en cuatro palabras. 1 Don Felipe habrá manifestado con sus ademanes disgusto al oir d Don Juani- lo ; y no pudiéndole por fin sufrir le inter^ rumpe. Dtrn Antonio^ Si señor, me divierte. 27 Don Juanita. Disimnlad ; no puedo sufrir mas tiempo ía ausencia de aquellas amables señoras , y asi corro á buscarlas. Hasta luego, amigui- tos, hasta luego (1). SGENA VIH. Don Felipe y Don Antonio. Don Felipe. iQue cabeza tan destornillada! Apenas se lo que me paSa Antonio. Tú has visto cor- , rer mis dias tranquilamente: me has vis- to sentado á la sombra de un árbol que tengo, gozar todos los placeres. ¡Ay! este árbol son mis hijas, y su amor la sombra. Si me lo roban (^"que será de mí? Es , pre- ciso que una de las dos se case con mi sobrino, y que huya lejos á infestarse en los vicios de la corte, que abandone á su infelice y anciano padre para no volverle á ver: y que en vez de la tranquilidad y paz que ahora su corazón disfruta , la cer- quen las turbulencias, el desasosiego y qui- zás la desgracia. 1 Hace grandes cortesías, y vase corrien.' do y cantando. Don Antonio, ¿Qne casaria con tina mugger que es idolatrada , e idolatra á un joven coa quien ha vivido tanto tiempo unida bajo un techo , y ofreciéndoseles cada momento Ocasión de responder al instinto de sus pa- siones. - Don Antonio, ¡Qud oigo! ¿Asi abusas, hombre falso, de miconhanza? ¡ Seducir a Amalia ! j respon- der al instinto de nuestras pasiones! Ahora si que te has dejado ver conforme eres. Sa- be-que á Amalia nadie es capaz de seducir- la : que su pecho está cubierto de planchas de bronce , para no dejar entrada ai vicio; y que si alguna vez fuese tan despreciable que no pudiese la razón dirigir mis afee- tos, tendria valor para cesar de e&istir^an- tes que empañar mi honor. Marques (2). ¡Con que facilidad te acaloras! Tienes á 1 Con una indignación que no •puede en» cubrir. 2 Con una frialdad insultante. tu clispcsiclon el entusiasmo, del mismo mo- do que las rangeres las lágrimas y el rubor. Ya que te empeñas en ello, será miá Ama- lia: ahora mismo hare que se ponga fin á 58 este negocio para tu descanso. Don Antonio. Te lo agradezco con toda mi alma. Si por un efecto de delicadeza Amalia se resis- tiese al principio, no te enfades, y persuá- déla con justas razones. Marques. ¡Que tonteria! Las mugeres conocen muy bien sus intereses. Hazte cuenta que care- cia de una muñeca para pasar su tiem- po, y se ha divertido en jugar á amores con- tigo, entre tanto que no se presentaba na- die á ofrecerla su mano. Ahora que ve abierta la puerta de su felicidad, el rango de Marquesa^ las diversiones de la Corte y sobre todo el matrimonio, no será tan ne- cia que )a cierre, y se quede para llorar privaciones que siente. Don Antonio. ¡Que modo de esplioarse tan maligno! ¡Infeliz Amalia, que corazón tan lleno de recelos ha cabido en suerte á tu elevado co- razón ! Marques yo la , conozco, y se' c[ue no alberga tan bajos sentimientos. Da gra- cias á la-suerte que te destina la prime- ra muger del mundo, y trátala confor- me se merece. Hoy comemos en el campo, J parece regalar que nos unamos á los de- más. Los preparativos estarán hechos ; qui- zás nos esperarán. Marquas (1). 39 Una palabra antes ^ Antonio. Que nadie sepa nuestra conversación, y puesto que Amalia ha de ser mía, respe'tala : si se que vuelves á hablar á solas con ella lo descu- , hro todo á mi tio. Don Antonio. jDios mió, á que estreñios me ha-reduci- do mi indiscreta confianza! Marques, Mar- ques , los honihres de honor no abusan de los secretos que se les confian. Marques (2), Eres-muy inocente , y no conoces á los de tu especie. Entiende que amo ciegamente á Amalia, y que puesto que he de hacer el sa- crificio de casarme ha de ser con ella , con ella sola. Te encargo la prudencia y el silen- cio; porque los que nad? bueno esperamos del género humano> nada bueno nos cree- mos obligados á obrar con él. ¿Me has oido? Don Antonio. Sí í pero tú eres..,. Marques (3). Prudencia, repito, Antonio, No todos 1. Dándole golpecitos en el hombro. 2 Con risa irónica. 3 Procurando Jrse , y deteniéndole el Marques. son Bon Felipes : hay también cnerdos qne procuran estudiar el interior de cada uno pjra utilidad fuya. Eso de corazón elevado, alma noble, fiel amistad y bellos sentimien- tos , guárdalo para contarlo' á las jóvenes 40 inocentes qnese dejan engañar con tan pora- posos nombres: conmigo es preciso ser francoSj ó se pierde el tiempo. Vayamos an- dando. Don Anlonio. ¡ Ojalá fuese á morir ! ACTO SEGUNDO Qy SCENA PRIMERA. Don Ântonîoy Doña¡Amalia, Doña Amalia (2). t Antonio, ¿ por que' huyes? Betente, es- pera : te jo mando en nombre del amor. 1 Bl Teatro representa un óvalo coit su cenador y corfcspondieníés asientos, del jar-' din de la casa de campo de Don Felipe. Ha- crdafgíinos andenes-que conducen días habi- taciones de la misma. Se supone qpe no pene- tra el sol por estar 'cuSierto con las ramas de los árboles. 2 Di'teniendo d Don Antonio, que hace esfuerz<.AS por separarse. Don Antonio (1). Nos percletnos si me detengo. Permite, queridaque me ausente. El cielo nos se- para, y es inútil resistir á sus infalibles de- 41 cretos. Doña Amalia. I Tú tiemblas , tú procuras evitar mi vis- ta, te escondes de todos, y me hablas de se- paraeionesí ¿Qué indica este misterio? jAyí Me has olvidado: no eres tú el mismo: ]In- feliz de raí ! ¿ Que hare ? Don Antonio. No aumentes, por Dio?, mi desespera»» cion. Esas palabras rasgan mi pecho: no creía merecer, Amalia, sospechas tan viles. Yo.... te amo mas que te amaba, mas que á mí mismo. Do ña Amalia. Pues si es asi habla, esplícame tii mis- teriosa conducta. Don Antonio. La amistad pone un candado á mis labios. Doña Amalia. Que lo abra el amor. ¿ Será primero esa decantada amistad que la union de , nuestras almas ? No hemos jurado guar- darnos eterna tidelidad? No, amigo, no es 1 Azorado^ temblando yhaciendo lo mis^ me que Amelia manifesta.- 42 guardarla el conservar ocultos los secretos. Pero fcielos! ¿ que quieren decir tus mira- das , tu agitación ? Don Antonio, Perdona, Amalia: la amistad tiene el pri- mer lugar en mi corazón. Si fuese capaz de faltar á mis deberes, seria indigno del cariño que rtie muestras. Amiga mia^ á Dios : de- bo partir, sé feliz, no nos volveremos á ver. Daña Amalia, ¡Tú partir! ¡ tú abandonarme ! ¿Que se Han hecho tu fe, tus promesas y tos? Juramen- ¡Perjuro! ibo veo: me has engañado indignamente, me has vendido y ahora me desprecias. ¡ Oh , que victoria tan bárbara es la tuya ! Te lo suplico : dime solo que no merezco el trato que me das ; que te he sido fiel, y podre consolarme acusándote á ti so- lo de la desesperación en que quedo. Don Antonio. Sí, amante mia : me has sido fiel. No te dejes llevar de las apariencias : oye el ter- rihle juramento que voy á pronunciar, y sosiégate. Doña Amalia. Deten tus labios : no ofendas al cielo que nos oye ponie'ndolo por testigo de falséela- des. Te prohibo que jures; ó teme mi in- dignación : tu palabra me hasta. Don Antonio. Pues tien: te doy mi palabra de que nunca 43 á muger ninguna daré una mano que esta- ba destinada para ti. El honor me arrastra á mi suplicio: el funesto bonor me manda alejarme de este sitio, entre tanto que tú permanezcas en él. Luego que te hayas ca- sado con tu primo, y hayas partido á Ma- drid, volveré á cuidar de nuestro padre, y á llorar la pérdida de mi felicidad. Doña Amalia. Eso sí, insúltame: palia con protestos de- corosos tu desprecio. Yo solo tengo un co- razón, y ese te lo he entregado, falso. ¿Qué le habia de dar á mi primo ¿Mi incons- tancia mi iníidelidad y mis remordimien- , tos ? ¿Y es ese todo el misterio? No temas: no cabe en mí posponerte a hombre alguno, y mucho menos á mi primo , de cuya boca solo se oyen desprecios de rni sexo y la es- , presión de unos sentimientos maliciosos. Doa Antonio. Si no me aborreces, Amalia^ cásate con el Marques. Nuesiro padre lo ha determinado asi y si rehusas obedecerle,, dirá que yo te he seducido y he abusado de la hospitalidad que me dispensa. A mas, vuestra parienta instituye heredero á tu primo desús inmen- sas riquezas, bajo U condición de casarse con una de vosotras dos. El te adora ; solo á ti quiere por esposa, y sabes que Elisa nunca será de otro que de mi amigo el capi- tan Bell-sant, á pesar de que tu padre se ba empeñado también en, que se case conmigo. La felicidad de dos familias se asegura con tu consentimiento. Mis intereses empeoran de dia en dia; debo pues morir soltero, y tú, querida, ocupar el primer rango en la so- ciedad. Coftsidera ahora si es el desprocio, ó el honor quien me obliga á ser infeliz. Doña Amalia. Y j^éres tú quien asi me aconseja? Tíanca lo espere; creí que un verdadero amante me diria ; desprecia una corona, si una co- roña te ofrecen. -Los sacrificios que por ei amor hagas son debidos inciensos que en Su s aras ' quemas. Bm Antonio. Mal hiciste en esperar vilezas de mí. Los beneficios que he recibido de tu padre me imponen la obligación 4e ser agradecido. D ma Amalia. Conoces el carácter de mi padre: bonda» doso e indeciso siempre titubea en sus reso- luciónos, y cuahpiiera le convence. .¿ Vor qne le juzgas ahora inflexible ? Él ama a su bija: ¿querrá verla morir de desconsuelo? Te llama á ti stx hijo , y podrá contribuir á hacer tu desdicha ? D m Antonio. Tií me propones mi deshonor. Amalia, sacrifico á la virtud mi felicidad. Si el Már- ques «ota nuestra conversación, si te ha visto seguirme hasta aqui, soy perdido. A Dios: no me detengas mas. Guando vuelra 45 á nacer ese sol que no» ilnmina , ya no ha- hitaré tu casa. Recibe por úiCima vez mis. lágrimas. Vivia para ser feliz contigo, y el genio del mal nos separa. A Dios (1). Doña Amalia, Antonio, Antonio, oye.... Don Antonio. ¿ Qué me quieres ? Debo partir, amiga mia : no puedo escucharte (2). D ñ% Amalia, « y yo debo morir. SCENA II. Los mismos y el Marques, Marques (3). Detente, ¿dónde vas? 1 Marchándose. Doña Amalia le cogé del brazo para detenerle, 2 Se desprende suavemente de Doña. Ama» lia. El Marques debe haber llegado al prin» cipio del óvalo por el anden de la izquierda un momento antes, 3 Al irse confusamente Don Antonio tro» pieza con el Marquesquien le vuelve á la^ Set na, Don Antonio queda confundido,, y el Marques no ees i de mirar cotí indignación ya d él, ya d Doña Amalia. Don Antonio. No lo sé. • Marques. I El del corazón elevado! en fin.... hombre 46 (1). Prima;, vuestro padre os buscaba (2). Donà Amalia. Os agradezco el aviso: procuraré encon- trarle (3). SCENA III. Don Antonio y el Marques. Marques. ' ' ¿Es esta la generosidad de tussentimien- tos, la lej del honor, la nobleza de tu alma? El engafao, la falsedad y la traición son los adornos de tu pecho como distintivos del género humano. Diré á mi tio el seductor que han abrigado las paredes de su casa, y confundido y despreciado , recibirás' el premio de tu obra. Don Antonio. Marques, por Dios : estoy inocente. BTarques. [Inocente! Amalia y tú solos eñ este In- gar, los ojos llorosos, y estás inocente. ¿Ha- 1 A media vóz' y aparte d Don Antonio, 2 Con cariño afectado d su prima. 3 rase. beîs combinado algan plan? Qae saïga de tu boca la verdad, ó descubro, como he dicho, á mi tio tu ingratitud. Don Antonio,. 47 (-•Mi ingratitud, Marques? No merezco el bárbaro trato que me das. Con palabras de amistad arrancaste de mi alma un se- creto que no debiera haber salido de èlla, y ahora abusando de mi nobleconfianza me amenazas con descubrirlo, porque sabes que me es mas funesto que la misma muerte. Yo ningún plan he formado, y he habla* do con Amalia contra mi voluntad. Marques. ¡Qué bien sabes disfrazar tu interior! Pe. ro yo veré si conservas sentimientos de bon- radez, si obras como hablas, ó si me enga- ñas. ¿ Conoces que Amalia no puede ser tu- ya, que debe casarse conmigo? Don Antonio. Sí j lo conozco , y estoy pronto á sacrifi* 'carme porque se efectúe tu enlace. Maña- na, hoy mismo voy á partir lejos de aqui. Sin embargo, nada lograrás : Amalia está inflexible. Marquen, Solo un medio hay , y está en tu mano. Hemos de fingir que ámas-á mi hermana, y que por ella te ausentas de aqui. Don Antonio. ¿Ï0? ¡Seria tan vil que comprase mi in- faniia con las lágrimas de Amalia.' /Me ha- bia de creer ella iin monstruo de perlidía que la había engañado y sacriíicado por otra ninger qae nunca he visto ! Jamas tan ne- gro horron envilecerá la memoria que de mí conserve. Marques» Tú lo pensarás mejor. Don Antonio. IVada debo pensar ; partir en el momento es mi deber. Marques. Y mi ínteres detenerte. Tienes todas las propiedades de. un lugareño; acalorado y fácil en dar á conocer tu acaloramiento. Va'- naos, Antonio j calina^ reflexion. Los hom. bres somos asi ; malos e infames. Tú te em. peñas en que los hay buenos ^ y ahora te desengañarás. D on Antonio. Si todos se parecieren á ti, no dudaría seguir esa opinion ; pero no porque me ha- ya cabido la desgracia de dar en manos de una alma falsa ^ y de un ser que oculta tan bien su carácter, be de creer que los demás son asi. Tu tío me ha ofrecido la mano dti Elisa ; es una ingratitud no aceptarla , y un crimen engañar á una joven tan amable ca- sáudome con ella, cuando en mi corazón reina su hermana. Nadie pues puede dete- nerrae : quiero partir. 49 Marques (1)» Yo puedo.... Don Antonio, - f Qué cobardía ! Marques, estoy sin es- pada. Marques, Y yo con ella. Don Antonia. ¿ Te atreves á detenerme contra mi vo» luntad ? Marques. Pero es la mía. Don Antonio. ¡ Cielos ! ¿ que' es ésto que rae sucede ? Marques. Juegos de las amistades humanas. ^ Don Antonio. Y" ^"qué exiges de mí? Marques. Cálmate primero, y me esplicard. ¡ Qué cenador tan precioso! (2) Podemos sentar- 1 A. sangre fría. 2 Pasando los ojos por el Teatro., y to- mando un tono burlón é indultante -, se sien- ta, y Don Antonio permanece siempre de pie mirándole con indignación» 4 nos, Antonio. ¡Cómo ha de ser! La gran- cle¿a del corazón^ la sublimidad del alma, los grandes sefitimientos, y todo aquello que tií dices, solo existen en las imagina- 50 ciones de cuatro ignorantes. ¿ Qué no te sientas.^ Dort Antonio, ¡ Que flema ! Me abraso : mi corazón pal- pita con la mayor violencia {aparte). Marques, ¿ Eres devoto ? Me pareció que rezabas. Doti Antonio, Antes que la desespeiaciòti me preste armas, y oponga mis Lraaos desnudos á esa espada ignominiosa , dime que exiges de mí, y dejame partir. Marques {'\). Desde pequeño (tú te acuerdas de nuestro colegio) me dicen que tengo un carácter reflexivo, y que no se fia de todos : no se si será cierto. Mi principal y linico estudio ha tendido á levantar la cubierta del pecho humano. En el dia en viendo un pedazo de un cuadro, acostumbro á adivinar lo res- tante. Asi es he sabido tu j que luego que amor á Amalia viviendo en su misma casa, he creído muy natural su correspondencia, y me he persuadido que sin un enredo no 1 Se levantará dándose mucha impor-· tanda. serla mi esposa. Ta matrimonio con Elisa, ó ta ausencia sin an colorido que le afee á sus ojos , eneeoderian su pasión ria y logra- con facdidad un cambio de parte de sa padre, ó bien 51 una dilación que te favorece- ria. Bajo estos principios se hace forzoso tu viage á Madrid.en este mismo instante. Un destino horiorííico á tu llegada , y la pro- teccion de la corte, serán la de recompensa tan pequeño sacrificio. Asi aseguras mi dicha, y yo las inmensas riquezas de la Con- desa. Tu repentina desaparición hará crei- ble nn fábula, acerca de tu amor á mi hermana. Don Antonio » Estoy atónito : y mas me parece todo un sueño que la realidad. Tanta nia ignomi- , tantas bajezas no son imaginables en un sugeto de tu clase, y que ha bebido buenos principios. /Quererse casar á ¡a fuerza con una joven que ama á otro.' /Obli- garla á tal etilace con engaños indignos de quien piensa con delicadeza, y engaños el que tiempo ha de descubrir.' Marques. Ese tiempo hará ver á Amalia la diferen- cia que hay de casarse con un M.nrques, á casarse con un particular: y en fin, me he de enlazar con una de las dos por la herencia de mi tia ; y si la una me rehu- sa , ¿quien me asegura que la otra no me rehusará también? Para armar pues lazos á Elisa , prefiero armarlos á Amalia, que me gusta mas. Hon Antonio. A mi me es imposible ahora.... la muerte antepongo á semejante vileza. 52 Marques. ¿Con que estás inflexible? Don Antonio. Lo estoy. Marques. Entonces me gobernaré de distinto modo. Don Antonio. ¿Cómo? Marques (1). Vendrás conmigo a la presència de mí tio , y alH me complaceré en verte oonfun- dido. Has seducido á su hija, y debes res- ponder de tu crimen delante del amigo que te ha abierto sns brazos^ que te ha prote- giclo, te ha consejado, y á quien tií en pa- go arrebatas la grande forfenna que logra- ba cOn un enlace, que reuniria las rique- zas de tres casas poderosas , y la baria de las principales de la nación : júzgate tú mismo. D on Antonio. ¡O Dios/ Marques , calla: te obedezco, partiré. Amalia^ voy á clavar un puñal en tu pecho; pero cuando la virtud y el ho- 1 Finge un grande entusiasmo, y una espresion que conmueven á Don Antonio. nor dirigen el brazo , solo pnedo cerra* los ojos para no ver caer el golpe. ¡Aj in- feliz/ Exijo, Marques, una palabra : no le has de fingir ninguna fábula de otros amo- rçs míos : basta con mi ausencia. 53 Marques. Te la doy : ¿dónde piensas dirigirte/* Don Antonio (1). Al sepulcro. SGENA IV. El Marques solo* Marques. y-O herencia, cuánto me cuestas/ Nece- sito valerme de todos los artificios para lo- grarte. Si consigo la opulencia, estaré en mi elemento. Amalia es hermosa; conozco que ha interesado mi alma^ y es preciso que sea mi esposa. Oigo pasos.... (2). E.s el necio de Don Juanito. Aprovechemos la Ocasión de divertirnos á costa de un igno- rante. ■ SCENA V. , El Marques y Don JuanilOt Don Juanito. jQué solo, señor Marques! yo no puëdo 1 Vase por la izquierda. 2 Mirando hdcia dentro. w ■ 54 sufrir la soledad ; me da un esplín que me mata. Compañero, hemos de ser amigos: no me créais como á Don Antonio, yo soy no- Lie. A mas los dos tenemos unas mismas in- tenciones. He venido con el mismo obgeto que vos. Marques. río os entiendo. Don Juanita, Digo que he venido con ánimo de decía- rar á vuestro tio mi amor á Doña Elisa; pe- ro como soy corto, y pone una cara tan se- ria^ la veraad no me atrevo.... Marques. Elisa se va á casar conmigo, peseos ó no os pese. Don Juanita. ¿Elisa? ¡A fe que me ama pocoí Marques, ¿Y en que lo conocéis? Don: Juanita, En que siempre me está mirando. Si se- ñor, no consentirá casarse con vos: ahora mismo me ha dicho que me quiere^ y mu- cho. Yo lo conozco: ya se ve que lo conoz- 00. Gracias á Dios, dice mi tía que tengo grande talento. Con que ved si conoceré si me quieren 6 no me quieren. Marques. Callad, que sois muy niño: eso lo hace Elisa por reírse. Ya ha firmado nuestra bo- da ; solo me ha pedido la permita divertirse á vuestra salud, 55 Don Juanita, ¡A mi salad! ¿Y es verdad qne ha firma* do la boda? Pues yo se !o diré á mi padre^ á mi tia, á mi tio y á toda mi familia. ¡Di- vertirse á m¡ salud!.., jCaramha! Es boni- to uii genio para que me pisen. Cahalmen- te mi tio el General ha tenido tres desafíos, aunque no llegó á batirse j y mi bisabuelo, sabed, que cogió dos baude4as al enemigo, sin salir de su casa. ¡Mi familia! En mi fa- milia no hay cobardes: y se ha de mover una bulla por esta picardía, que hemos de venir á sitiar el pueblo, y serán pasados á cuchillo basta los perros. En diciendo mi tio á tres ó cuatro compañías de gránade* ros, aquellos de los bigotes..., Marques (1 ). Ahora acreditareis esas fanfarronadas? probareis vuestro brazo con uno que está ya acostumbrado á sostenerte en su puesta no una Sola vez sino muchas, Don Juanita. No señor, no; si yo no decía nada; si yo,,, OS quiero mucho, 1 Fingiendo enojo , J sacando la espada; Don Juanita asustando va retrocediendo. 5t> ñlarques 0). Eso es otra cosa : Elisa ha de ser mía. Don Juanita. ^ Si señor: en ir á Madrid os he de ense- ñar mi novia que es alta, joven bella , de las mejores mozas que pasean el prado. Si señor, Elisa para vos: solamente,que si mi tio lo sabe, puede ser que entonces.... Marques (2), Os corte yo la cabeza si.... Don Juanita (3). Ay, ay, ay ; no señor, envainadla: eso son malas chanzas, y jugando podéis ma- tarme. Marques. Sois un joven de valor. Habéis alborota- do el jardin (4), y viene hacia aqui alguien: contad con que á la menor palabra que se os escape peligra vuestra vida (5). 1 Envainando la espada. 2 Desenvaindndolei, y en ademan de he- riríe. 3 Gritando. 4 Mirando hacia la derecha. 5 Vase por el anden de la izquierda rién- dose, y sale Doña Amalia por el de la de- recha. SCENA VI. Don Juanita y Doña Atnalia, 5? Doña Amalia. ¿Qníén prornmpía en unos ayes qne me han aterrado? ¿Dónde liau ido Antonio y mi primo? Don Juanita* No puedo hablar. Doña Amalia. No me desconsoléis, Don Juanito: no estoy para hurlas: decidme, ¿que' se han.he- cho Antonio y mi. primo.^ ¡Ay! tiemblo.... ¿no me respondéis? Don Juanita. Si no nos oyese nadie.... yo no tengo mis- do: pero vuestro primo es tan serio, y al instante.... Cabalmente mi padre no ha ve- nido. Doña Amalia. EsplicaoSj no me tengáis en ascuas: de ¿don- han ido? ¿qué se han hecho? Don Juanita. [Aquella espada! Si señor, se figura que porque su espada es nueva ha de insultar á todos. A mi "tic le costó una cuarenta du- ros, y no insulta á nadie. Doña Amalia. |Cîelos! [Habíais de espadas, y ellos no estan! Aptonio , Antonio: había perecido. 58 ¿Que dudo? Don Juanito, deoiduie la ver- dad: ¿se han desaíiado? ¿Qtie' ha sucedido.'' Don Juanita. [Al fin ël «e li \ ido! Me dais palabra de no contar nada á vuestro pritno? Doña Amalia. Sí, nunca lo sabrá de rni boca: hablad pronto, q^ue los momentos son preciosos. Don Juanita. Es que si llegase á saber que yo os había diobo.... Doña Anialia. Os repito que no lo sabrá. Don Juanita. Cuando yo he llegado.... ¿Oís pasos? Doña Amalia, No señor^ nadie viene. Don Juanita. Me equivoqué. Cuando yo be llegado^ el Marques vuestro primo , con una cara se- ria^ ojos relucientes^ frente arrugada , v la ^na mano en la espada... mas yo temo que nos sorprendan ; no soy cobarde, pero á ve- ees no hasta ser Valientes. 59 Doña Amalia (1). ¡Qné impaciencia! primo su mano en la espada , y os interrumpís? Don Juanito. Síj sí, gritad que nos oigan , y que me mate el Marques. La culpa es mia por ha- ber hablado. Al menos me acompañara mi criado Roque, que es tan forzudo. Doña Amalia. IN^o hay paciencia para sufrir vuestro leu- guage: mi corazón arde cual una llama. Os suplico que me descubráis tantos misterios. ¿Habéis visto á Antonio? ;Que' significa esa confusa pintura de mi primo que acabais de hacerme? Don Juanito. Señora j sosegaos: me avergüenza en una dama ese lenguage. Vuestro primo estaba solo j pensativo; y á Don Antonio por par- te ninguna he visto. Doña Amalia, jEstaba solo! ¿Y que os ha dicho? Dan Juanito. ¡Caramba, teneisunas cosas! Será preciso no callarlo: me ha dicho que probase mi brazo con el suyo, que ya estaba acostum- brado á sostenerse en su puesto: y á Don Antonio repito que no lo he visto. 1 Desesperada j y ^ grandes i'oces. Doña Amalia. Ya es cierta, Dios mió, mi ruina. ¡Infe- lizí (1) 60 Don Juanita. [Que palidez! Doña Amalia, señora ; ¿os habéis indispuesta? ¿Y ahora que hare? El medico de mi padre que es el mejor de Ma- drid nos hace falta. Todo son desgracias desíle que hemos regresado : ¿Qué teneis? Voy á gritar. Doña Amalia. Ko necesito auxilios de nadie.* solo los vuestros. Macedme el favor entre tanto me recoíjro de. llamar á mi 'padre: decidle que he de hablarle sin testigos , que necesito verle aquir, y en este momento. Don Juanita. Vuelo á decírselo : (2) y por fortuna vie- ne Doña Elisa. Le diria aquello qué me ha contado el Marques, pero ¿y la espada? (3) S CE NA VIL Doña Amalia y Doña Elisa^ Doña Amalia (4). ¡Elisa!.Le ha muerto; ya no existirá, 1 iVb pudiéndose sostener se sienta. 2 Mirando hdcia dentro. 3 Ease haciendo corlesíaa d Doña Elisa, 4 Levántase con entusiasmo. Doña Elisa. Qaerida, ¿ú. quien? 61 Doña Amalia. A Antonio. Doña Elisa. ¿A Antonio han muerto^ ¡Cielosí Doña Amalia. A ilntonio, al eompañeio de nuestra'in- fancia, á aquel c!e cuyo labio solo recibía elogios la virtud , al que mi corazón ado- raba. Doña Elisa. Tu dolor, Amalia j íu dolor traspasa mi pecho. Doña Amalia. ¡Ab! tu sabes cuanto le amaba: tií sabes que desde nuestros primeros años nos jura- mos un amor eterno. Nuestro^ pensamien- fos, nuestras inclinaciones, nuestros deseos eran unos mismos: e'l veía con mis ojos, ha- biaba con mi lengua, y palpitaba con mi corazón: yo reía con su risa, ydioraba con sus lágrimas. Una era nuestra alma, sola- mente eran dos nuestros cuerpos. Tú, Eli- sa, lo has visto: ¡y el infeliz! no, yo no pue- do sbbrevivirle. Doña Elisa, Pero, Amalia ,, ¿dónde está? ¿dónde le han muerto? ¿Le has visto tú? Doña Amalia. No; Don Juanito, aunque misteriosainen- te roe ha impuesto en el fatal secreto. Doña Elisa. Todavía no puedo persuadirme semejan- te atentado. Será equivocación , no lo da- des: Antonio no tiene enemigos. 9 Doña Amalia. Uno tiene: nuestro primo. 1 Doña Elisa. ¿Hubiera sido capaz de una acòion tan bárbara? Doña Amalia. Los celos son furiosos , y el Marques me ama por su conveniencia» Daña Elisa. El ha venido á perturbar la paz que dis- frutábamos. Doña Amalia. jAy! ahora principian mis desgracias. Pa- dre quiere que sea yo su esposa , y queria también que el infeliz Antonio se casase contigo. ¡Que duro es tener que oponerse á la voluntad de un padre tan bueno! Doña Elisa. Si padre hubiese sabido el amor que os profesabais, no pensaria en uuirle á mí. ¡Oh hermana inia! ¿Gonseuliria yo en semejante enlace? /Amo mas tu felicidad que la inia propia, Amalia/// Doña Amalia, /Elisa/// (1) 63 SCENA VIII. Las mismas, el Marques y Don Felipe, Don Felipe (21. ^.-Dónde, dónde está Amalia? ^Dónde es- tá mi hija? Marques. Aquí, padre mió: en Vuestro corazón. |Oh Dios! (3) Marques. Señora j ¿os he asustado? Doña yímalin. ¿Todavía tenéis valor para presentaros á mis ojos? j Ay ! que ese brazo una en el se- 1 Se arroja d los brazos de su hermana arrebatada por un trasporte de cariño : en cuya posición las encuentran el Marques y Don Felipe que entran precipitadamente. 2 Al oir Doña Amalia lo que dice su dre pa- entrando , se desprende de los brazos de su hermana j, y se precipita en los suyos si/t reparar en el Marques que viene dos pasos mas atrns. 3 Ai apoyar su cabeza en el hombro de su padre, repara en el Marques, y esclama horrorizada el /Oh Dios/ 64 pnlcro dos almas que habéis separado: teñid vuestra espada también con esta sangre. Don Felipe (1). ¿Has perdido, Amalia, el juicio? ¿Qoe significa todo eso? ¿Tan pronto te has rgco- brado de tu accidente? Don Jnanito con sus misterios rne había hecho creer que no te veria ya viva : ¡y te encuentro tan trastor- nada I Doña Amalia (2). Tío, padre mió; ningún accidente he te- nido. Mi linico dolor es la indiferencia con recibís la muerte de vuestro. que mejor amigo. Don Felipe, ' ¿De mi amigo? Doña Amalia, De Antonio. Don Felipey el Marques (3), jDe Antonio ! . Doña Amalia (4). ¿Y vos os admirais? " ^ Marques. Me admiro, señora, me admiro. ¿Ha de 1 Admirado. 2 D sesperada. 3 Llenos de admiración, * 4 Al Marques. ser tanta la iTialdad del pecho humano? No temáis; Antonio vive, y camina hacia su fe- licidad. Acabada partir á Madrid^ doncfe le llaman sus amores con mi hermana: el mis* 65 rao me ha encargado os lo digera. Doña Amalia. ¿Y ha partido? (1) .Marques, Fiad de los hombres: tienen miel en los labios , y acibar en el corazhn. Leo en este momento todo el misterio. Vos amabais á Antonio, y ha ahusado pérfidamente de vuestra inocencia : os ha abandonado por mi hermana. Pero, prima , el cielo os con- cede la ocasión de vengaros. Ahora mismo debe quedar concluido mi matrimonio, y os declaro delante de vuestro padre que vos sois el obgeto de mi elección ; os amo con el mayor ardor^ y me creeré fell? si nie coi'- respondéis. Don Felipe. Tu primo, Amalia j dehesen tu espòso: nuestra familia se interesa en este enlace. lSíii embargo ahora no estoy para tratar de nada. ¡ Haberse ido Antonio sin confiar á mi amistad el motivo de su viage l .Por eso le he visto tan triste: por eso m» ocultália hoy su dolor. Amalia, Elisa^ j tanto le hemos que amado! p > 1 Queda pensativa. Doña Amalia. Padre mío, desgraciada soy! En- tiendoj primo, etjtiendo el ínteres que os ha 66 movido á que partiese sin despedirse de no- sotros. Todo es obra vuestra: contra su vo- luntad , y quizás por una nobleza demasía- do grande se ha ausentado á sacrificar su propia felicidad. Padre mio^ vos me habéis dado el ser, me habéis educado> habéis • trabajado por hacerme dichosa, y yo he si- do una ingrata que he procedido con reser- va. Antonio me ama, yo le amo mas que á mí misma: nos- hemos jurado fidelidad, y esperábamos ser el apoyo y la delicia de vuestros líltimos años. Desde que mi primo ba venido, y vos habéis manifestado á An- tonio que yo debia ser su esposa , que ere- yendo muy ventajoso tal enlace, ha ofreci- do no ser mió para que quedéis obedecido, y su falso amigo logre la deseada heren¿ia. Marques. Permitid, señora, que os interrumpa. ¿Defendéis con tanto entusiasmo á un aman- te perjuro que os deja, por cumplir una pa- labra que dió hace algunos años? En fin, me favorecéis muy poco, presumiendo sea capaz de una bajeza sin Ínteres ninguno. Mi tio me ha ofrecido vuestra mano, y des- canso sobre su promesa. No me parece que os perjudica tanto un enlace, en el cual pa- sais de una clase media al primer rango de la sociedad. El título de Marquesa , veros nadando en la opulencia^ ver dedicadas á realzar vuestra hermosura las artes, la mú- sica y el baile en uná corte donde haréis el primer papel, ver cual os tributan adora- clones los cortesanos , os veneran los cria- dos.... Doña Amalia {X"), Y entre tanto que todos estos obgetos se dedican á haeerme feliz, |sentir el dolor de una espina que me punzará el pecbo^'ódiar á los que me ^i-odeen , y adorar al que no podre' ni aun miVar! ¡ Ah ! ¿ Que valen ^ de que sirven las diversiones que causan astío, los placeres que repugnan á una alma sen- sible^ comparados con la desazón^ el des- fallecimiento y el desprecio de nosotros mismos? Don Felipe, No^ hija mía ; contra tu voluntad nunca tá casarás : inmediatamente mandará un criado en busca de Antonio^ y sabremos la verdad, ¡Si me lo hubierais dicho! ¡ Pobre Antonio ¡¡llorar rae hace!... (2) SCENA IX. Los mismos, menos Don Felipe. 68 nna muger desprecié en la calma de su qne jaioioun esposo rico , nobie y de mi clase por la incierta esperanz>a de un mancebo sin hogar ni fortuna : jla facilidad de vues- ha- tro no sexo es esa! Lo lirrareis cuando Lrá remedio ; y vuestro débil padre que no tiene ningún carácter lo llorará también. Doña Amalia. El ínteres nada tiene que ver con el co- anos an- razón : si hubieseis venido algunos tes, cuando aun no habia ofrecitlo nada á Antonio; si hubiese encontrado en vos sus virtudes y sus prendas, me hubieran enton- ees vencido las consideraciones de mi fa- xnilia. Las he mugeres de honor ^ os dicho esta mañana al llegar, solo conocen un amor y una palabra. Marques. Todavía no salgo de mi sorpresa: jyo despreciado y pospuesto á Antonio! (¡ Si e'l siguiese la ficción, ó no alcanzase el criado!) {aparte). Doña Elisa, ¿Y si fuese cierta la partida de Antonio ? Marques. Pronto os desengañareis ; pronto vereis á Antonio sin la máscara hipócrita con quo se ha cubierto por'espacio de tanto tiempo. Ha seguido una correspondencia secreta con mi hermana os , entre tanto que engañaba, y en ella le decia que os tomaba por obge- to de su diversion ^ y que solo á ml herma- na adoraba. Doña Amalia. Es de tal naturaleza lo que contais, que 69 ni dudarlo cabe en mí; Marque.". ¡Que terquedad! Os avergonzareis des- pues de ella. Doña Amalia. Solo me avergüenzo cuando obro mal. SCENA X. Los mismos , y Don Jaajiito» Don Juanilo {\'). Hé corrido el ¡ardin dos veces buscan- doos^ y eso que sabia que estabais en este cenador: ¡Qué cabeza! Tenemos que ha- blar muchas cosas.... (2) ¡ Ay! I. Doña Elisa. ¿Qué os ha dado? Don Juanilo, Nada, no señora: si es que el pie.... aqui.... en esta piedra (3). 1 Principia d hablar con Doña Elisa sin ver al. Marq ues. 2 Viendo al Marques. 3 Señalando el estremo de un asiento» 70 .Marques (1), Os habréis paseado: el día es hermoso. Don Juanita, jSi vieseis que sauce tan grande hay en un rincón del jardin ! Es el mayor que he visto; ¡tan pomposo! Me da gusto el mirar- lo : allá vuelvo á su sombra. Marques. Yo os acompañaré : quiero verle. Don Juanita (2). No señor, si vengo ahora de alli : estoy cansado.' Marques. Deheis haceros militar: la nación nece- sita de valientes^ y lo sois á prueba. Don Juanita. Esta tarde en regresando^ Î ^hé cara me pondrá Leonor! Doña Elisa, ¿Nos dejais esta tarde? Don Juanita. Es , preciso : porque quiero que Leonor 1 Fingiendo serenidady desprecio, yJO" mando d Don Juanita por abgeto de^ su pía.- ligna sátira. 2 D tndo d entender que huye de donde está el.Marques, presencie vuestra boda, y volveré á acom- pañarla y á bailar ea tan feliz dia con vós^ señora Marquesa. 71 Doña Elisa. ¿ De dónde os habéis sacado semejante tontería ? Don Juanita. Me lo ba dicho.... (1) jAb! nadie, nadie me lo ha dicho. ; Doña Amalia. Debo daros las gracias^ Don Juanito, por el susto que con vuestros misterios ha reci- bido mi padre: y también por el que yo an- tes recibí. ¡Sois muy particular! Don Juanita. Si mi padre ya me lo dice que no sé es- ' plicarme : todo lo enredo. Marques. ¿Tanto os pesaria, Eiisa^ ser Marquesa? Doña Elisa. Amo mucho ^ mi hermana, y pienso lo mismo que ella. Doña Amalia. Estan muy unidas nuestras voluntades. 1 Habla inadvertidamente^^ y al oir que tose el Marques entra en sí mismo. 72 Marques. < En mi vida he recibido tantos însnllos.' /Soy yo quien ha despreciado vuestro sex.o, y qiïien le ha mirado bajo el aspe< to qne se rrerece/ ¡Y aliora mendigo una mano! Se- reis mia , Amalia : el Rey os obligará. Las disnosiciones testamentarías de nuestra tia se han de cumplir, y un capricho no ha de destruir la grandeza de mi casa. Don JuatiitOi ¿Con qhe os casai.s con las dos señoras? jVaya! Cuando me digisteis que ibais á ser marido de Duña Elisa yo me sorprendí, porque.... Si señor, Doña Elisa no es-tan seria como su hermana : y Vos queréis que no se ri-n. Doña Elisa. Estraño que mi primo faltase asi á la ver dad. Las jóvenes que viven infelices y opri- midas en sus casas son las que desean salir de la tiranía de sus padres por n-edio dí l matrimonio ; pero el nuestro nos hace tan dichosas, que es preciso renunciar á la fe- lícidad para ausentarse de su compañía. Ja- mas me casaré con hombre que me haya de obligar á dejar la casa paterna. Don Juanilo. Entonces también me quedo yo fresco. Marques. ¿Callareis? (1) ¡ Lo que hace la debilidad 1 A Don Juanita, ^ 73 délos padres! Un sexo qne eucaentra sus planeres en la contradicción no debe tener libertad de elegir. Con las cadenas áe suge- tan los hombres malvados: y las mngeres, cayo co^a^on es peor que el mayor de es- tos criminales, con la opresión y el encierro. jUna mugerí ¡Oh ignorancia de la sociedad, que podiendo servirse de esclavas que la obedezcan las erige en diosas de quienes ella es esclava. SCENA XI. Los mismos , y Don Felipe. Don Felipe. Ya ba partido Antonio, es cierto. Dos criados van en su busca por si se ha deteni- do en el pueblo. Doña Amalia. ¿Con que es verdad ? padre mío, soste- nefiííie (1). Don Felipe. ¿Que' tienes, Amalia ? Doña Amalia. Nada : he formado mi resoluciott. Marques. No me queríais creer; me alegro. (La for- tuna me favorecej. {aparte). 1 Se apoya un momento en su padre: que» da pensativa y aparenta serenarsei Don Felipe. Vaya, hijas mias, señores ¡ ^que este sq- ceso no perturbe la paz de nuestros corazo- 74 nes, en un dia tan hernioso. He mandado que nos sirvan Ja comida á la entrada del jardin bajo del enramado para,hacerlo mas campestre; solo espero, si viene pronto Antonio ó no. Pon Juanita. ¡Con que frescura comeremosÎ El calor .no fatiga en unos sitios tan deliciosos: pero ,en Madrid no se puede vivir. Marques (1). , Lo sabemos, caballerito. Pensad, tío, que hace tres dias que estoy aqui, y que son po- eos los que el Rey me ,ha dado de ,per- miso. Mañana al amanecer debo regresar; y asi espero que ahora mismo quedará con- cluido mi «utrimouio. pon Felipe. Yo respeto las disposiciones de mi parien- ta , y el: honor que por ellas me cabe ; pero simis hijas, sin embargo de mis deseos.... Amalia hç decidido sea de Antonio : ..se aman , y Dios me libi'e de qpone.rine á su voluntad. Marques. ¿Con que un capricho ha de prevalecer 1 Con una mirada amenazante ^ y vol» viéndose de repente d su tío. 8ol>re la gloria de toda nuestra familia ' y nuestros mas respetables gefes? Don Felipe, 75 HomJjre , siho quiere , ¿ que he de hacer? Elisa , tú puedes casarte con tu primo, y quedan todos contentos.... (1). ^"No respon- des.^ Doña Amalia. ,ÍVo os canséis, padre rnio: nuestro respe- to es igual á nuestro amor. Mi primo desde que hemos llegado no ba cesado de hablar contra nuestro sexo con un despreció^ se- gun dicen j de moda. Se ha atrevido á ase- gurar que la Opresión y el encierro deben sugetar á las mugeres como las cadenas á los criminales. ^^'Que' podemos esperar de un honíbre asi.^ podemos esperar de unos sentimientos tan bajos? Mil veces^ pa- dre mio^nos habéis dicho vos mismo que el matrimonio era el túrrnino de una joven: que de la elección que hiciese dimanaria la dicha ó infortunio ,de toda su vida. Que para no equivocarse en tan importante asunto, deberían no cegarnos las riquezas^ ni el esterior j sino estudiar el corazón del hombre, y aquel en quien mas virtudes y mejores sentimientos viésemos, habíamos de procurar atraerle hacia nosotras y ha- , cerle dueño de nuestra alma ^ porque solo de el podíamos aguardar,la felicidad. Asi la elevación y nobleza de Antonio me rindie- 1 Momento de silencio. \ ron, creyéndole incapaz de la vileza que lia cometido: ahora todos los hombres son igua- les: los'desprecio ; y Elisa repugna también esclavizar su albedrío sin sentir ínteres nin- 76 guno. Os suplicamos, primo, que nos dis- ^ penséis del honor que nuestra familia quie- re hacernos. Criadas en este retiro, solo an- siamos ser felices con nuestro padre-, oui- darle en su vejez con el estremo cou que nos cuidó en nuestra infancia. Don Juanito. Que' bien ha hablado Doña Amalia: pa- rece que haya estudiado. DoTi Felipe, Sobrino, ya tú has oido : ponte en mí lugar, y di qué barias. Siento verdadera- mente desairar á mi hermano.... Marques (1). ' No, señor, no le desairáis. Sabed todavía que necesitaba yo vencer mis principios para efectuar un enlace en que nada naba,: ga- y en prueba de ello S. M. solo me ha concedido permiso para venir y no pa- ra casarme. Mi padre, en vista de esta re- solución , despreciará el testamento, y cambiará de idea : os doy las gracias por-- que me dejais en libertad. 1 Con mucho desprecio, y aparentando Jrialdad, SCENA ultima. Los mismos y Don Antonio. 11 Don Antonio. Señor (1), vuestro criado Alfonso me obliga á venir contra mi voluntad. Iba á montar en el caballo cuando ha llegado , y con violencia me ha precisado á,seguirle. Ignpro que motivo os he dado para que se me trate asi. Doña Amalia. ^•Ingrato/ /Con que ibas á partir sin, de» cir á Dios á nuestro padre ni á, nosotras' ¿Ha cabido en ti ese proceder.-^ Don Juanito. •. Amiguito (2)j Doña Amalia os ama mu- choj y es muy sabia. /Oh/ yo lo conozco, y soy muy buen fisionomista. Don Felipe. r Vamos, Antonio; Amalia me lo ha con- fesado todo : solo siento la poca confianza que de mí habéis hecho. Os casareis, y ad.-, quirirás un nuevo título á mi amor. Dame esos brazos (3). 1 A Don Felipe,. 2 A Don Antonio, 3 Se abrazan. Don Antonio, ;Padre mío/ Don Juanito, 78 /Que fortuna/ Al menos hemos quedado iguales, Marques. Doña Elisa, l Con que te dirigías ^ Antonio j á Ma- drid ? - Don Antonio, Sí, Elisa. Don JluinitOi Bueno; cuándo el Marques lo ha dicho, MO seria verdad/ Un Marques no puede mentir. Doña Amalia, ¿Con que tú aínas á la hermana del Mar- qües? (1). ' i Doñ Antonio, Marques> ^asi has cumplido tu palabra ? Jamas la he visto; sabedor de que nuestro padre habla determinado dar tu mano á su sobrino, y parecidndome muy ventajoso tal enlace, creí que seria un acto de ingra- titud oponerme á ello. Por una debilidad confesé al Marques el amor que te profesa- ha , y lo doloroso que me era sacrificarlo á las leyes del honor y del agradecimiento. 1 A Don Antonio, Me amenazó con descubrir mí secreto á «a tic sino partia en el instante j para (jue tú despechada' me despreciases y consintiéses en ser su esposa. Entonces preferí pasar por un perjuro antes que por un ingrato 79' ; y marche con ánimo de no regresar hasta que hubieseis dejado este pueblo' casados Hon Juanita,; /Qué chanzas tiene el Marques/ Hoñd Aníaliaj /Cielos/ ¿Tú has sido capaz de tal za^ de tal ba]e« perjurio? /Infeliz/ Dori Antonio, Pero^ Amalia.... Doña Amàlid, Calla^ que me aterra ya tu voz. He de- terminado ^ padre mió.... Un claustro verá, el hn de mis dias. pon Antonioy Don FeUpe* /Amalia/ Don Juanita, Tendréis que aprender latin para entrar monja. Doña Amalia, Oídme. Desde niña be jurado que en mí pecho solo tendría cabida un amor ; y que este me liaría «feliz > ó rennneiaria al mun- do: he jurado también ([iie no dejaría al amante que eligiese por up coiro ni por una corona ; y que él babia de hacer otro tanto. Creí 80 ^ ¡ó cuánto me equivoqué! que Anto- nio era el vínico que abrigaba iguales ideas, y cuando me dijo que me amaba, me juz- gué segura de qíie no me abandonaria por el universo entero. El infeliz lia , tenido la debilidad de posponerme á una delicadeza mal entendida, y por una cobardía impro- pia del que ama. Una muger debe manle- ner su dignidad, y perecer por ella. ¿ Pío íeria ana humiliacion habiendo partido vo- luntariamentepor lo cual debía yo creei' que me despreciaba, llamarle y decirle veo á ser mi esposo? P^o , padre mío: si le he amado, esta accÍQp me restituye mi libertad. Jamas dudé, misera])le, de ti (1): sabe que á pesaT de asegurarme tu partí- da j lo dudaba; y, hubiera derramado' mi sangre defendiendo qne no eras capaz de ausentatte y abantlonarme á la desespera- oion , aunque te hubieran obligado con pa- ñales. ■. - t JOon Antonio. Cqnozco mi error , y m-e avergüenzo: perdona, A'^ialia,-un entusiasmo intempes- tiyp: mi^vplúnlad no ha tenido parte en él. • ' Doña Amalia. Te perdono con la condición de que nun- ,1 A Dpn Antonio.- ôl ca me hables de tu amor. Un pito mi claasti'o, re- , es deseo. Don Juanita. Si lo he dicho: es nn Doua pp^o de Amalia. ciencia Marques (1). [Acabareis de disparatar/ rece Amalia, me que procedéis pa- con demasiado orgullo. Doña Amalia. Es inútil: lo he re ofrecido, me casa- con Antonio. Si jamas no ha sistir sido á de re- nna la prueba capaz tan fortuna pequeña^ ¿lo seria si presentase otras perar? mayores que su- Don Felipe. Y ¿quieres abandonarme, hija mia? Doña Amalia. Esas palabras dre parten mi alma. mio^sereis mi Vt)si, pa- esposo. No os ro prometedme .dejare; pe- matrimonio. que jamas se m.e hablará de Don Te lo Felipe. prometo, 1 Colérico d Don Jpanilo. ,6 Doña Amalia. Ya descanso. Primo, Antonio, Don Jaa- 82 nitojla comida debe estar ya en ia mesa, olvidemos lo sucedido. Madrid está lleno de señoras á quienes podréis hacer felices con , vuestras manos. Acordaos de estedia; no ahora sino cuando principiéis en el cafe á decir que nuestro sexo solo ansia casarse; y confesad á lo menos que no todas son co- quetas. Don Juanita. "Sí, lo diremos ; y que todos'tres Jóvenes y buenos mozos, hemos sido despreciados. 50 51 nos, Antonio. ¡Cómo ha de ser! La gran- seria mi Tu matrimonio con Elisa, de¿a del corazón^ la- sublimidad del alma, esposa. ó tu ausencia sin un colorido que te afee los grandes señtimientos, y todo aquello á sus opís j encenderían su tú solo existen pasión que dices, y logra- en las imagina- ria con facdidad un cambio de clones de cuatro ignorantes. Qué te parte de su ¿ no padrcj ó bien una dilación que te favorece- sientas.^ ria. Bajo estos principios se hace forzoso tu Í)on Antonio^ viage á Madrid.en este mismo instante. Un j\Que flema ! Me abraso : mi córazon pal- destino honorífico á tu la rioíencia llegada, y la pr*b- pita con mayor [aparte). teccion de la cprte, serán la recompensa de tan pequeño sacrificio. Asi aseguras mi Marques. dicha, las inmensas Eres devoto ? Me rezabas. y yo riquezas de la Con- ¿ pareció que desa. Tu repentina desaparición hará créi- ble mi fábula, acerca de tu amor á mi ï>oti Antonio. hermana. rue la desesperación me nreste 1 3 , , i i