Valladolid ;êalencia y jzamora i>. 3OÙ cd»* quabrabo Fotograbados de Meisenbach y Gómez Polo — Heliografi'as de Thomás Cromos de Xumetra—Dibujos de Pascó, Passos, Xumetra Piquero y Diéguez BARCELON^A Establecimiekto Tipográfico - Editorial de DANIEL CORTEZO Y C.^ Galle de Ausias - March , Números 95 y 97 1885 r , UÎ- biblicttec» Á _• >4- ES PROPIEDAD DE LOS EDITORES -K SííT^JíZ INTRODUCCIÓN ' y y L bajar de las sierras asturianas los sucesores de Pelayo, vi, no pararon en su primer ímpetu hasta los montes de Ávila y Extremadura, invadiendo una y otra vez el dilatado territorio que surcan el Duero y sus copiosos tributarios. Aquellas vastas y fértiles regiones, no divididas entre sí por valla alguna consi- derable, no pobladas ni definitivamente poseídas sino al cabo de algunos siglos, formaron el ensanche natural del reino de León paralelamente con el del condado de Castilla. Hoy reparten en- tre sí el expresado suelo cuatro grandes provincias: Falencia, Zamora, Valladolid y Salamanca. VI INTRODUCCIÓN Habitábanlo en las edades más remotas los vacceos y los vetones en zonas estrechas y prolongadas de norte á mediodía; los primeros al oriente, desde las fuentes del Carrión y del Pi- suerga hasta los montes de Guadarrama; los segundos del Duero al Tajo, abarcando una porción de Extremadura. Á la vida nómada de los pueblos pastores reunían los vacceos la la- boriosidad de los agrícolas, distribuyéndose anualmente las tie- rras que habían de cultivar y el producto de las cosechas, y castigando con pena de muerte toda ocultación ó atentado con- tra la común propiedad (i): los cereales, principal riqueza de sus feraces llanuras, metíanlos durante las guerras en hondos graneros, donde se conservaba el trigo cincuenta años y ciento el mijo. Más tarde se reunieron en poblaciones, y Plinio les atribuye diez y ocho, Tolomeo nombra veinte, y menciona algu- nas más el itinerario de Antoninó (2). Independientes y aguerri- dos, levantaron en unión con los ólcades y carpetanos un ejército de cien mil hombres contra Aníbal (3), y defendieron brava- mente de la avidez y soberbia de los cónsules romanos sus bie- nesy su libertad. El pretor Lucio Postumio Albino fué el primero que en el año 179 antes de Cristo invadió y saqueó sus comar- cas, matando á treinta y cinco mil de los habitantes (4) : siguióle treinta años después el avariento Licinio Lúculo, cuyas hazañas (i; hiterfinitimas iUlas gentes^^ diet lYioâoro Sicvi\o^ cultissima, est Vaccœorum natío. Hi enim divisas quotamiis cí^rds colunt, et cómmunicatis inter se frugibiis, svani cuique partem attribinint ; rusticis aliquid iftterverteñtibus, suppliciiim capitis muleta est. Silio Itálico apellida late vagantes á los vacceos. (2) Las que nombra Tolomeo, y cuya difícil reducción no emprenderemos en este lugar, son: Bargiácis, Intercacia, Viminacium, Porta Augusta, Antraca, Meo- riga. Avia, Sepontia Parámica, Gella, Albocella, Rauda, Segisama Julia, Palancia, Eldana, Cougium, Cauca, Octodurum, Pintia, Sentica y Sarabris. En el camino de Mérida á Zaragoza menciona Antonino en dicha región á Sibaria, Ocello Dun, Al- bucella, Amallóbrica, Septimanca y Nivaria; y en el de Astorga á Zaragoza a Bri- gecio, Intercacia, Tela, Pincia y Rauda. Plinio cita á Intercacia, Palancia, Lacobnga y Cauca; Estrabón á Segisama, Intercaeia y Aconcia bañada por el Duero.- (3) Carpetanoriim cum appendicibus Olcadum Vaccceorumque centum mttha fuere., invicta acies si cequo dimicaretur campo. (T. Livio.) (4) Eadem œstate et L. Posthumiiim in Hispania utteriore bis cum Vaccceis egre- gie pugnasse scribunt^ ad triginta et quinqué millia hostium occidisse et castra op- pugnasse. (T. Livto, Dec. IV, lib. X.) I N T R o D U C C I ó VII se redujeron á la pérfida matanza que sin respeto á los pactos hizo en los moradores de Cauca, al infructuoso sitio de Interca- cia, y á la retirada vergonzosa que hubo de emprender perse- guido hasta el Duero por los de Palència; pero más desastrosa fué todavía catorce años adelante la de Emilio Lépido, á quien mataron seis mil soldados los palentinos dignos aliados de Nu- mancia. Necesitóse el esfuerzo del vencedor de ésta, Escipión Emiliano, para domar á los vacceos, que cercados prefirieron la muerte á la servidumbre (i). Los vetones, no menos belicosos, al mando de su jefe Hilermo auxiliaron á Toledo sitiada por Fulvio Nobilior, y figuraron en las guerras púnicas y en las de los pompeyanos contra César, formando en el ejército romano, después de sometidos, cohortes y escuadrones ó alas de caballe- ría, pues sobresalían en ligereza sus jinetes como sus yeguas en fecundidad (2). Inaccesibles al ocio y á toda idea de diversión ó paseo, no comprendían medio entre el descanso de las tiendas y la fatiga de los combates (3). Á la caída del imperio romano, destituido aquel país de po- der que le amparara, quedó abandonado á las incursiones de los suevos y á los estragos aún más asoladores de los godos, á cuyo dominio no pasó completamente sino reinando Leovigildo. La monarquía goda dejó en él vestigios y recuerdos no escasos: en San Román de Hornisga escogió Chindasvinto sepultura para sí y para su esposa; en Baños junto á Falencia edificó Reces- vintó una iglesia á San Juan Bautista; en Gérticos acabó sus días este rey, y allí mismo se cree fué elegido Vamba en el lugar que lleva su nombre. Campos Góticos se denominaron por (1) Vacccei obsessi, liberis et conjugibus trucidaiis, ip-si se interemet-uní. (.T. Li- VIO, epítome lib. LVII.) (2) Leves intitula Lucano.á los vetones. Sillo Itálico aplica á sus yeguas la cé- lebre fábula de que concebían simplemente del viento. (3) Refiere Estrabón que al principio tuvieron por locos á unos centuriones romanos á quienes veían pasearse delante de su campamento; putabant enim aut in tabernáculo quiete sedendum aut -pugnandum esse. vin INTRODUCCIÓN largo tiempo las vastas llanuras actualmente conocidas por tie- rra de Campos. Pronto cesó de pesar sobre ellas el yugo sarraceno, pero tarde reflorecieron la paz y la seguridad en el emancipado terri- torio. Desde que lo atravesaron por -primera vez los victoriosos pendones de Alfonso I, hasta que seí cubrió de ciudades, villas y,- lugares, transcurrieron no menos de tres siglos, durante los cua- les apenas fué otra cosa que un yermo y dilatado palenque abierto á las encarnizadas luchas de los-opresores y dé los liber-: tadores de España. Aunque Alfonso III fijase en el Duero lá frontera estableciendo en Zambra su cuartel general, aunque victorioso en Simancas Ramiro II emprendiese la colonización de las riberas del Torméscy del Adaja,? á^menudo las algaras infle- les en la creciente de sus ^enid^rb^fl^ lòs límites trazado^; por la espada de nuestros reyes, y barrían los. prematuros énSá-^ yos de la cristiana'restauración. Hasta ifiediados del siglo, xi nó' se dió pues por afianzada su posesión y: por consumada su,còn-! quista. En 1035 fué.repoblada Palència, en 1102 Salámán.ca, y por el mismo tiempo Zamora que no había podido sostenerse tan aislada; Ciudad;Rqdrigo lo fué después hacia 1170. Cuando se lev^-hf^ron de entre sus'rüjnas'p tuvieron pfinci- pió estas poblaciones^'reinaba ya en todo su'esplendor el arte bizantino. El dotó su tiempo suntuosas á Za- mora, Salamanca y Ciudad Rodrigo,.-n Valladolid y Toro dé ricas colegiatas, de preciosos templos á Dueñas/Carrión, Aguí- lar de Campóo yjBenavente; él.; sembró de qiarroquias innume- rabies las ciudades'-^das villas, 4^ erníitas y.;^^ castillos los cerros, de monasterios-|í priorato^ los páramos y ,laa piargenes de los ríos. Sea por la grandeza y hermosura que áupo ida^íSv sus construcciones, bastante para prevenir él; deseop Ja/njecëMÇ dad de renovarlas, sea por el dichoso estacionamiento del país, lo cierto es que en ningún otro qúizá áe Kan conservado tan en- teras y en tanto número, y que su tipo" venerable, tan raro en otras partes y allí tan familiar, parece vivir con lo presente en INTRODUCCIÓN IX vez de permanecer inmóvil cual monumento de lo pasado. Á pesar de su tardía aparición, muy en breve alcanzaron las nuevas colonias la plenitud de su desarrollo y el colmo de su grandeza. Irradió sobre toda la comarca el subitáneo brillo de Valladolid honrada tan á menudo desde el siglo xii con la resi- dencia de los soberanos de Castilla, y llegó á ser el foco vital y el corazón de la monarquía durante períodos, infelices y turbu- lentos unos, ilustres y gloriosísimos los otros. No hay villa ape- nas en aquellos campos que no haya encerrado por algún tiem- po la corte dentro de sus tapias; ni hay castillo que no recuerde insignes títulos ó solares, prisiones de magnates ó príncipes, si- tios, asaltos, hazañas y catástrofes; ni hay allí nombre que no suene, ni lugar que no se describa, en las crónicas de los si- glos XIV y XV y en las historias del xvi. Las azarosas menorías de Fernando IV y Alfonso XI, el brillante é inquieto reinado de Juan II, las glorias inmortales de los Reyes Católicos, las re- vueltas de las Comunidades, la tranquila pujanza del Empera- dor, la severa majestad de Felipe II, la decadente pompa del Ter- cero, todo lo llenan de memorias suyas, y se adhieren con indi- soluble vínculo al suelo donde estamparon más particularmente sus huellas. Y no fué sólo Valladolid el teatro de tan larga serie de acontecimientos: al rededor suyo participan de su fama y com- pletan sus anales Peñafiel, Olmedo, Medina del Campo, Siman- cas, Tordesillas, Villalar, Medina de Rioseco, conservando más ó menos completo el traje del lucido papel que desempeñaron. Falencia sobre el Carrión, Zamora y Toro sobre el Duero, si bien no tan encumbradas como la reina del Pisuerga, tienen historia y existencia propia, antiguos blasones, notables monu- mentos; pero con aquella compite en rango y la vence en mag- nificencia la abatida Salamanca, que si la una fué corte del reino, la otra lo fué de las ciencias durante más largo tiempo. Iglesias, conventos, colegios, palacios, forman un gran museo arquitec- tónico de la ciudad del Tormes, cuyo séquito componen girando X INTRODUCCIÓN en torno de ella y recibiendo su luz Alba, Ledesma, Béjar y Ciudad Rodrigo. Adulta y poderosa vamos á hallar pues la monarquía, que en Oviedo vimos dentro de la cuna, y creciente y joven en León ; pero no tal como después se ha mostrado desde que fijó en Madrid su capital, dotada de aquella unidad centralizadora que absorbió casi en el estado la personalidad de lás provincias y de los municipios. Veremos todavía al feudalismo, indócil y osado tal vez más que nunca, dictar á menudo la ley al sobe- rano, y hacerle guerra con las mercedes de él obtenidas ; vere- mos al trono, viajando siempre de pueblo en pueblo, llevar una vida ambigua entre la de campamento y la de corte, y carecer de asiento y hasta de palacio propio en los días de su mayor grandeza; veremos más veces en guerras intestinas que en he- róicas campañas contra los moros agitarse aquellos campos y cruzarse unas con otras las lanzas castellanas ; á los concejos, fieles auxiliares del poder real, sucumbir después en la liga for- mada contra los abusos del mismo ; á las nobles ciudades de Castilla sobrevivir á su representación y á sus fueros, retenien- do su peculiar carácter y fisonomía en el seno de la general nivelación; veremos por fin, en correspondencia con esta dilata- da sucesión, histórica, desenvolverse en construcciones magnífi- cas el arte, desde los primeros ensayos del género ojival hasta la mayor pureza y suntuosidad del renacido greco-romano. .'M ïlijÎfeim'i- >>UlUlll%(M<<(i S-LUllÎC^^ •m.v.w ¿Sïîïî! ■ i;'>i*iiiiiíàiitv.,iiiiHi^''®·^'' 7 i ^ sf 'y:-v*yi»* W'iWPftí'vv^.ü·r --- luilCsiJ'lV'- VISTA GENERAL DE VALLADOLID ■víts^e ■..■ív-"| ' '■' ". ■" - - ". , : ÍÇ··l··" ■- /: :.'h m »¿'>r ?." : :>/ ílíís" '■■'íí: ■VpC3jIíp:üOIjID CAPÍTULO PRIMERO Ojeada general á Valladolid ¥ .0 que ha sido Madrid de tres siglos á esta parte, eso fué Valladolid durante los tres anteriores: una villa improvi- sada y sin historia, objeto de la predilección gratuita de los mo- narcas, preferida á las antiguas cortes de León y Burgos y á las gloriosamente conquistadas de Toledo y Sevilla para fijar VALLADOLID SU real domicilio, y mantenida con todo en su humilde clase, corriendo los días de su mayor pujanza, tal vez para que recor- dase, así ella como las ilustres ciudades postergadas, que todo lo debía al soberano favor. Sin embargo la villa del Pisuerga pretende tener sobre la del Manzanares patentes y naturales ventajas; un suelo más fecundo, un río más caudaloso, situación más oportuna para constituirse emporio de comercio y navega- ción por medio de no difíciles canales. Á principios del siglo xvii logró todavía arrebatar por algunos años á su rival y sucesora la dignidad de capital de la monarquía; y aún ahora, importan- te por su categoría civil, judicial y universitaria, extendida su jurisdicción militar sobre el antiguo reino de León hasta las costas del Océano, y elevada últimamente al rango de metro- politana su sede episcopal que no cuenta tres siglos de existen- cia, es acaso la única entre las ciudades de la vieja Castilla, que en vez de sentarse sobre las ruinas de lo pasado, camina á su engrandecimiento con la mirada fija en el porvenir. En su formación y planta ofrece Valladolid singular analo- gía con la presente corte. Como ésta, empezó por un pequeño núcleo á orillas del río que al occidente corre, y al rededor del primitivo alcázar que se trocó después en monasterio de San Benito; como ésta, fué creciendo y redondeándose por norte, levante y sur, manifestando en la irregularidad de sus extremi- dades la gradual inclusión de los arrabales en su recinto ; como ésta, tiene al oriente su Prado que se interna en la población, si bien menos prolongado y harto más inculto que el madrileño. Lo que empero la distingue son los dos brazos del Esgueva, riachuelo angosto si bien á veces asolador como un torrente, que cruzan del este al oeste casi paralelamente la ciudad, el uno por medio de ella en dirección algo oblicua, el otro descri- biendo en línea curva su circuito meridional, y ambos desaguan por separado en .el Pisuerga. Variedad en las perspectivas y abundancia de contrastes, magníficas plazas y sombrías plazue- las, simétricas y alineadas calles junto á viejas y tortuosas VALLADOLID 13 manzanas, brillantes tiendas y ruinosas tapias de conventos, focos de animación y movimiento en medio de yermos y silen- ciosos barrios, monumentos de toda clase y de toda época des- collando sobre caserío ya humilde ya ostentoso : he aquí lo que encierra de preferente para el artista la corte de los siglos medios respecto de la uniformidad de la moderna (i). Es ver- dad que lo mismo que á Madrid, sus coronados protectores no le dejaron por lo general grandiosos edificios, ni se vió decora- da en el apogeo mismo de su gloria con obras comparables á las que ennoblecieron á León, Burgos, Toledo, Sevilla y Sala- manca; pero lo recibido de entonces, en gran parte lo ha con- servado, cesando al par de la necesidad de su ensanche, y del fausto y exigencias de su destino, la destructora manía de la renovación. La entrada principal que presenta Valladolid al mediodía, es de incomparable magnificencia. Al asomar por la puerta del Carmen, compuesta de tres arcos y erigida en el reinado de Carlos III cuya estatua la corona, descúbrese de golpe una área triangular, diez y seis veces más extensa que la plaza Mayor de Madrid (2), vuelta por la base á la circunferencia y por el vértice hacia el centro de la población, y rodeada toda de tem- íi) Mengua es que en nuestros artísticos tiempos se desconozca ó se olvide lo que medio siglo atrás, bajo el imperio de la regularidad clásica, no se ocultaba al viajero Bosarte, quien hablando de Valladolid escribe : «Los que pretenden que todas las casas de un pueblo ó de cada calle se tiren á cordel y sean iguales en altura, que las plazas sean altas y cargadas de habitaciones y que el aspecto sea muy igual... no dudarán con tales principios despojar crudamente á los sentidos de su principal deleite que. es la variedad, ni tendrán reparo en fastidiarlos con una pesada monotonía, ni en hacer tolerar el ímpetu de los vientos encañonados por calles rectas, ni en fastidiar con penosas y tristes escaleras á los que usan las habitaciones. Los vicios de la planta de un pueblo no están en que sus calles sean diferentes entre sí, ni en que entre unas y otras casas haya desigualdad de altu- ras, ni en que se continúen por medio de tapias de jardines.» (2] Ponz la consideró sólo tres veces más grande; pero Bosarte asegura que de su medición resultan 42 obradas de tierra menos 80 estadales, componien- dose cada obrada de 600 estadales cuadrados, y cada estadal de 10 piés por lado. Consta pues el Campo Grande de 2.5 i 2,000 piés, mientras que el área de la plaza Mayor de Madrid no llega á 145,000. VALLADOLID 14 píos y públicos edificios. Doce conventos, además del grande hospital de la Resurrección, los unos abandonados ó converti- dos en diversos usos, habitados los otros por religiosas, cierran descollando entre sus en dilatada línea este ámbito inmenso, desiguales fachadas de los siglos xvi y xvii la ostentosamente des- churrigueresca de San Juan de Letrán : los Mercenarios calzos que lo poseían, los Capuchinos, los Carmelitas calzados, los de San Juan de Dios, los Agustinos recoletos, todos salie- ron á la vez de su morada, sino los misioneros Filipinos; pero la con la iglesia abierta al culto las fran- en suya permanecen ciscanas de Sancti Spiritus y de Jesús María, las dominicas de la Laura y de Corpus Cristi, las huérfanas de la Misericordia; y solamente á la de Agustinas recoletas en el vecino Campo de la Feria se ha trasladado la parroquia de San Ildefonso. Cual- quier objeto es- parece allí diminuto, cualquiera muchedumbre casa, cualquier adorno ó monumento que no fuese colosal se perdería en el seno de tal espacio (i); tanto que apenas logra llamar la atención un elegante paseo de olmos y acacias, largo de mil cuatrocientos piés y con una fuente á su extremo, que ocupa el lado oriental de la esplanada (2). Campo Grande la llama el pueblo, Campo de Marte los eruditos, y añaden que en otro tiempo se apellidó de la Verdad cuando servía de pa- lenque á los caballeros para mantener su derecho con la espa- da: á las lides, á las justas y festejos sucedieron más lúgubres espectáculos, y más de una vez se levantaron los patíbulos y se encendieron allí las hogueras á fin de sofocar en España los gérmenes del oculto fuego del luteranismo. Atravesada ésta que pudiéramos calificar de ante-ciudad y (1) Hubo en medio una fuente, «y porque levantaron, dice Ponz, el falso testi- monio de que no le llegaba el agua, la quitaron de allí.» (2) Desde que escribía en 1861 estas páginas, se han realizado en aquella in- mensa plaza arreglos y construcciones de importancia, que si bien embellecen mucho su aspecto, me juzgo dispensado de detallar en una obra de carácter ar- tístico monumental. Ha desaparecido por desgracia, si mal no recuerdo, el arco y de ingreso á la calle de Santiago con el objeto de ensancharla. VALLADOLID 15 un puentecillo sobre el Esgueva, introduce á la población un arco titulado de Santiago y sustituido á la antigua puerta del Campo^ obra sencilla y majestuosa de principios del siglo xvii que se atribuye á Francisco de Praves, insigne arquitecto. Dos templos sobresalen en la primera calle que se enfila, fundados los dos á últimos del xv, pero renovados en época de mal gusto; el uno de las comendadoras de Santiago metido en un patio adentro, el otro parroquial bajo la advocación del mismo após- tol, cuyo ábside y cuadrada torre conservan restos venerables de gótica arquitectura. Mejores los contenía el grandioso convento de San Francisco, situado á la derecha de la propia calle al desembocar en la plaza Mayor; y con ellos han perecido en su fatal demolición recuerdos históricos de más valía que las nuevas casas construidas en su solar y la espaciosa acera ofrecida á los curiosos y paseantes. La plaza Mayor de Valladolid, pues la anterior se deno- mina campo más bien que plaza, reúne las condiciones apeteci- bles en obras de este género: planta regular cuadrilonga de ciento treinta piés de anchura por ciento noventa de longitud, uniformes casas con tres órdenes de balcones, cómodo pavimen- to, pórticos sostenido^ por magníficas y altas columnas de una sola pieza, toda la hermosura en fin que puede dar una perfecta simetría. Ocupa el centro del lienzo septentrional la casa de Ayuntamiento, presentando seis balcones en el piso bajo y diez y siete en el principal divididos solamente por pilastras á mane- ra de galería; deslácenla empero lo aplastado de las aberturas y los extravagantes chapiteles de sus dos torres, entre los cua- les se eleva no con mucha mayor gracia el moderno cuerpo del reloj coronado de trofeos militares. Así renacieron de las ceni- zas del espantoso incendio de 1561 la plaza y el edificio muni- cipal bajo la dirección de Francisco Salamanca, por cuya traza se reedificaron también los contiguos barrios de la Platería, Especería y Rinconada que el fuego había consumido con sus riquezas. Del trágico fin de D. Alvaro de Luna señálase como lò VALLADOLID recuerdo el mascarón de bronce colocado en un ángulo de la plaza (i); mas no fué en esta donde murió decapitado el con- destable, sino en la vecina del Ochavo, que en el siglo xv se intitulaba la Mayor, y cuyo ámbito posteriormente redujeron las manzanas al rededor construidas. Ahora la plazuela del Ochavo es simplemente casi una en- crucijada, formada por la intersección de varias simétricas calles, que toma el nombre de la octógona figura que le dan sus re- machadas esquinas. Igual uniformidad en el caserío, igual pro- fusión y grandeza de columnas traídas á gran costa de las lejanas canteras de Villacastín, reproducen las inmediatas calles, residencia del comercio ; y no acaban los soportales sino en la Platería, que desde el Ochavo adelante sigue tirada á cordel y decorada de pilastras en vez de columnas, campeando en su fondo la bella fachada de la iglesia de la Cruz, atribuida sin razón bastante á Juan de Herrera. Á espaldas de la casa de Ayuntamiento, en la plaza de la Red destinada á la venta de comestibles, cimbréase sobre la fuente de la Rinconada una graciosa pirámide frente á la iglesia de Jesús Nazareno, y cerca de allí adorna la fuente Dorada una linda estatua de Apolo. Si en vez de seguir en dirección al oeste por aquel sitio des- ahogado hasta dar vista á la torre de San Benito y salir á la margen del Pisuerga, nos internamos por la ciudad hacia levan- te remontando el pequeño cauce del Esgueva que corre á tre- chos subterráneo, pronto á la vuelta de algunas, calles se nos aparecerá la grandiosa aunque incompleta mole de la Catedral, privada de las dos torres que debían flanquearla, una de las cuales no llegó á concluirse y la otra se vino al suelo en nues- tros días. El que reconozca como tipo único de perfección la (i) Conjetúrase con bastante probabilidad que el mascarón fué puesto allí por los años de 1658, en que el supremo consejo de Castilla declaró en juicio contra- dictorio la inocencia y lealtad de D. Alvaro dos siglos después de su muerte, y que la argolla que en la boca tiene alude á la falsedad con que depusieron contra él los testigos. VALLADOLID 17 severa y grandiosa arquitectura de Herrera, se extasiará ante la dórica fachada, si bien afeada ya en su segundo cuerpo con barrocas añadiduras, y deplorará entrando en el templo que se haya quedado á la mitad de la obra aquel todo sin igual (i), trazado para descollar sobre todas las catedrales como el Esco- rial su hermano sobre todos los monasterios ; pero el artista exento de exclusivismo, sin rehusar su admiración á la sencilla majestad de lo edificado, reservará una lágrima para la antigua colegiata bizantina que se creyó necesario demoler al erigir la nueva sede, y cuyas interesantes ruinas se alegrará aún de po- der contemplar al través de los principiados arcos y pare- dones. Siguiendo el flanco derecho de la Catedral decorado de pi- lastras y ventanas cuadradas ó circulares, descúbrese la plaza de Santa María, y á un lado de ella la churrigueresca fachada de la Universidad con estatuas de las ciencias que allí se ense- ñan y de los reyes que la protegieron, empezando por Alfon- so VIII. Cambia ya en sus contornos el aspecto de la ciudad: las calles, como las de Francos, Moros, Rúa oscura, las Parras y Ruiz Hernández, conservan los nombres que en los siglos xii y XIII recibieron; muchas de las casas ofrecen, si no la forma de entonces, al menos el delicado estilo plateresco, combinado en algunas con las postreras galas del gótico. Los puentecillos sobre el Esgueva que cruza por allí descubierto (2), los árboles que sombrean sus orillas, dan á aquel barrio un no sé qué de campestre y pintoresco ; y completan la variedad del cuadro el bizantino pórtico y el gótico ábside y crucero de la parroquia de la Antigua. Fundada á fines del siglo xi por el conde Pedro Ansúrez y (1) Tal proyectó hacerlo su artífice, desterrando gún para de expresión siempre la España, se- suya, barbarie y soberbia ostentación de los es decir, de los antiguos edificios, góticos. (2) Posteriormente se ha cubierto el cauce del variedad arroyo, perdiendo el sitio en é interés lo que ha ganado en higiene y policía. iS VALLADOLID ampliada en el xiv por Alfonso XI, levanta esta venerable igle- sia al otro lado de la Catedral, como para humillarla, su torre monumental de cuatro cuerpos, que lleva el peso de más de siete centurias, coronada por una aguja de pintados ladrillos. A su sombra parecen agruparse los solares más ilustres: frente á la graciosa portada corintia del santuario de las Angustias, da entrada al palacio del almirante D. Fadrique Enríquez, hon- ra y prez de Valladolid en el siglo xvi, un arco semicircular en- cima del cual se abría un lindo ajimez encuadrado dentro de la moldura; muéstrase convertida en hospital la antigua mansión del conde Ansúrez, embellecida con gótico portal y artesonado posteriores á su época; la del marqués de Villasante luce sus labores platerescas en la calle del Rosario, pequeña iglesia que tiene de gótico la entrada y parte del interior; y en la casa del marqués de Revilla, esquina á la calle de la Ceniza, llaman la atención una rica techumbre sobre la escalera y una galería formada de caprichosos arabescos. En medio de estos nobles albergues descuella la bizantina torre de San Martín, coetánea casi y semejante á la de la Antigua, menos en el cónico remate que se le quitó; pero su iglesia parroquial en 1621 fué renova- da toda al estilo dórico por Francisco de Praves. ¿Quién al entrar en Valladolid no pregunta por San Pablo, prodigio del arte gótico y depositario de insignes recuerdos desde la menoría de Juan II hasta el retiro del duque cardenal de Lerma su restaurador? Vedle allí al célebre templo de do- miníeos al extremo de la Corredera de su nombre, ostentando en la riquísima portada más profusión de labores y esculturas que pureza y elegancia de líneas, y encerrando en la grandiosa y desmantelada nave la majestad de una basílica. Cansados los ojos de ver y de admirar tropiezan á la vuelta del edificio con la portada del inmediato colegio de San Gregorio, no menos labrada y minuciosa que la de San Pablo, y erigida como ésta por la generosidad de fray Alonso de Burgos, obispo de Palen- cia: patios, galerías, portales, ventanas, artesonados, todo se V A L L A D o L I D 19 halla revestido de la pomposa ornamentación que se acostum- braba á últimos del siglo xv; y si aún ahora sorprende tal cú- mulo de bellezas, ¡cuál sería su completo efecto, antes que arrebataran los franceses el primoroso sepulcro del fundador, antes que fuera demolido para presidio-modelo el claustro mag- nífico de San Pablo, antes que para instalar en el colegio las oficinas del gobierno civil se mutilaran ó destruyeran sus estan- cias y sus muros exteriores! Á estos monumentos acompañan dignamente las casas cir- cunvecinas. Frente á San Pablo presenta el real palacio de Fe- lipe III, comprado al duque de Lerma, su grave frontis guarne- cido de dos torres y coronado por una serie de arcos de medio punto, como casi todos los del siglo xvi, y su patio rodeado de galería alta y baja con relieves y medallones platerescos. Aque- lia linda ventana de abalaustradas columnas, abierta en el án- guio mismo de la casa del conde de Ribadavia (i), esquina á la Corredera, recuerda el nacimiento y solemne bautizo de Felipe II, que salió para la augusta ceremonia por un pasadizo levantado desde una reja del piso bajo hasta la vecina iglesia de domini- COS. Delante de San Gregorio otra casa del duque del Infantado despliega al rededor del patio dos elegantes arquerías de orden jónico con bellas y finísimas labores en el friso superior; y en el fondo de la ancha calle muestra su gallarda arquitectura la de- nominada del Sol^ construida á principios del xvii por el sabio conde de Gondomar, Diego Sarmiento de Acuña, quien reedificó, al propio tiempo, la contigua parroquia de San Benito el Viejo, esculpiendo á espaldas de ella un grande escudo imperial. La parroquia, actualmente suprimida, da vista á una plazuela, desde la cual tirando siempre hacia nordeste se divisa otra desierta plaza; allí se sienta melancólica la iglesia de Santa Clara, mani- festando exteriormente sus dos épocas, de fundación en el si- glo XIII y de ampliación en el xvi. Hacia 1619 avanzó desde (i) Hoy del marqués de Camarasa. 20 VALLADOLID San Benito hasta más allá del convento la puerta septentrional que lleva hoy su nombre, para incluir en el recinto de la ciudad aquel arrabal formado como una excrecencia sobre el camino de Burgos; y entonces también quedó dentro de la cerca el extenso Prado, que todavía permanece al cabo de más de dos siglos va- cío y yermo en medio de la población. Causa novedad verse trasladado de pronto desde las angos- tas calles á aquel anchuroso espacio, que hacen medroso las sombras y el silencio de la noche, é insalubre la humedad exce- siva, por atravesarlo en toda su longitud el cauce del Esgueva. Destinado á pastos y á cultivo, parece campo más bien que paseo, á pesar de cruzarlo diversas calles de álamos y chopos, y de rodearlo numerosos templos y edificios (i). Al occidente tiene la Chancillería, hoy Audiencia, con su adjunta cárcel, vas- ta y seria construcción del siglo xvi, la parroquia dedicada á San Pedro de remota creación y de moderna apariencia; la iglesia de Descalzas Reales erigida por la reina Margarita de Austria, sin contar la antiquísima ermita de nuestra Señora de la Peña de Francia y el convento de monjas de la Madre de Dios, que años há desaparecieron de su sitio : al mediodía del Prado están la parroquia de la Magdalena que le da su nombre, y el monasterio de las Huelgas. Reedificó la Magdale- na hacia mediados del xvi D. Pedro Gasea, obispo de Palència y Sigüenza y pacificador del Perú, y sobre los dos arcos de la portada estampó un escudo real de colosales dimensiones, y en medio de la esbelta nave de crucería dejó su sepulcro y su efi- gie tendida, cuya primorosa escultura compite con la del belli- simo retablo mayor. Las Huelgas ocupan el palacio de D.®^ Ma- ría de Molina, y en el centro del crucero de su espaciosa y renovada iglesia guardan las cenizas de la magnánima reina, sirviendo de lecho la urna gótica á su majestuosa estatua de alabastro. (i) Hoy está convertido el Prado en frondoso paseo, y merced á nuevas plan- taciones ha mejorado, tanto como en salubridad, en deleite y hermosura. En aquellos barrios excéntricos y destartalados, crecidos al extremo oriental de la población, y formados al parecer por nuevo y allegadizo vecindario, habitaban sin embargo á veces los antiguos monarcas de Castilla y con ellos la nobleza de 21 su cor- te. Junto á la Magdalena residía Fernando IV, el rey Pedro en las contiguas casas del abad de Santander que habían per- tenecido á los Templarios. Allí poseían desde el siglo xii estos caballeros, cuyo nombre retiene una calle, la iglesia de San Juan erigida luégo en parroquia y conservada hasta nuestros días, en que su pila bautismal se ha trasladado al templo de monjas cistercienses de Belén, obra arreglada de principios del XVII. Á sus inmediaciones también una reina harto liviana de conducta, Leonor de Portugal, madre política de Juan I, fundó el grandioso convento de Mercenarios calzados, hoy destinado en paVte á cuartel y en parte demolido, sin que de la portada de su templo y de su claustro construidos según el estilo de He- rrera permanezcan ya vestigios. Á las antiguas puertas de San Juan y de Santistevan ha sustituido por aquel lado la de Tudela, adornada por fuera de arbolado hasta la fuente de la Salud. Pero el ornamento principal del distrito lo constituye el co- legio de Santa Cruz, fábrica admirable que reúne toda la regu- laridad y pulimento de las modernas, con la riqueza y majestad y exquisita labor de las antiguas. Aunque fundado por el car- denal Mendoza en tiempo de los Reyes Católicos, predomina en su traza el anticipado gusto del renacimiento, y á los detalles góticos exceden los platerescos, combinados unos y otros con la más cabal armonía. Su fachada magnífica y bella, á pesar de los balcones recientemente sustituidos á las ojivales ventanas, invita á cruzar la herbosa plaza delantera, y á penetrar en el patio que circuyen tres graciosos órdenes de galerías cerradas de cristales, donde se custodian las riquezas artísticas salvadas del naufragio de los conventos. Una vez caducado el primitivo objeto del edificio, difícilmente podía dársele otro más digno que el de museo y biblioteca. 22 VALLADOLID Tomando una larga calle hacia mediodía, encuéntrase á los la parroquia de San Esteban, que abandonada su pocos pasos antigua iglesia, se instaló en la de San Ambrosio perteneciente á los jesuítas, unida á un gran colegio de estudios, sólo notable por su churrigueresca portada. Restos son del primitivo templo las ménsulas los arcos tapiados que en la opuesta acera se y denotan y los que existen todavía juntamente con lápidas no de los Duen- muy añejas dentro del corral de la casa apellidada des. La del Cordón frente á San Ambrosio, de palacio que an- tes era, donde se cree fué hospedado San Francisco, donde vivió D. Alvaro de Luna, y murió de una caída en 1461 el obispo de Falencia D. Pedro de Castilla, ha venido á parar en hospital de orates ó inocentes, quedando solamente para dar margen á romancescas tradiciones, unos enormes cerrojos col- gados de la pared y un farol pendiente de una mano misteriosa. Á otro hospital contiguo daba renombre el humorístico epitafio de Pedro Miago su fundador, que escrito según el lenguaje hacia fines del siglo xv, es un resumen de cristiana filosofía (i). Al occidente de San Esteban y más al centro de la ciudad cae la parroquia del Salvador, notable exteriormente por su plateresca fachada de tres cuerpos y por su ligera y elevada torre de otros tantos, é interiormente por algunas capillas de la gótica decadencia. Abundan dentro de su feligresía, no me- las iglesias, las casas históricas y monumentales. En nos que una de las más próximas al templo hay cierta ventana, decora- da sencillamente con pilastras y frontón triangular, pero de tan fi) Si este Pedi'o Miago, cuyo apellido toma Antolínez de Burgos por corrup- ción de Aniago, de donde dice era señor, fué, según afirma la tradición, mayordo- mo del conde Pedro Ansúrez, debemos suponer el epitafio tres ó cuatro siglos posterior á su fallecimiento. Decía así la lápida puesta en el portal con figura de medio relieve : Aquí yace Pedro Miago Que de lo mió me fago. Lo que comí y bebí perdí, Lo que acá dejé no lo sé, Y el bien que fice fallé. .VALLADOLID 23 perfectas proporciones que merece ser propuesta por modelo de clásica arquitectura. La que hoy ocupa la academia de no- bles artes en la calle del Obispo, antiguamente de Pedro Ba- rrueco, junto á la destruida iglesia de Clérigos Menores, alber- gaba en el siglo xvi al formidable tribunal de la Inquisición hasta que se trasladó más adelante á las inmediaciones de San Pedro. En la calle de Teresa Gil vivía, al empezar el xiv, la ilustre dama de este nombre, infanta de Portugal y rica hembra de Castilla; allí nació Enrique IV en la casa de Diego Sánchez, á la cual pertenece acaso el grande arco gótico tapiado cerca de Portaceli; allí en la casa de las Aldabas vió brillar sus prós- peros días el desgraciado D. Rodrigo Calderón, cuyo decapita- do cuerpo y expresivo bulto de mármol, con los demás de su familia, conserva la contigua iglesia de religiosas dominicas de Portaceli construida por él á toda costa. Distínguense además en dicha calle la iglesia de San Felipe Neri flanqueada por dos torres, la de Premonstratenses con su fachada convexa de ladrillo, y al extremo de la misma en el Campillo la de monjas también dominicas de San Felipe de la Penitencia, concluida en 1618. El aumento más reciente que recibió Valladolid fué sin duda por el lado del sur, extendiéndose primero hasta el brazo infe- rior del Esgueva, y avanzando luégo mucho más allá al oriente del Campo Grande. Aquellos barrios, no incorporados en el recinto de la ciudad sino de dos centurias á esta parte, revelan todavía su plebeyo origen de arrabal; y sus mismas parroquias llevan el sello de su moderna fundación. En el siglo xv era San Andrés una ermita fuera de los muros, junto á la cual se daba sepultura á los ajusticiados ; desde entonces ha ganado más en magnitud que en interés artístico, no conteniendo -otra cosa re- comendable sino la capilla de los Maldonados. San Ildefonso data como parroquia de los últimos años del xvi. y ha buscado ya nuevo local en la iglesia de Agustinas recoletas. Más antigüe- dad presenta San Antón, aunque simple oratorio, en su fábrica de sillería y en su elegante nave gótica cortada por un crucero. 24 VALLADOLID- Falta recorrer todavía la zona occidental de la ciudad, que baña en toda su longitud el Pisuerga, y cuyas torres y cúpulas van desfilando al través de la densa arboleda alineada sobre la izquierda margen del río. De esta perspectiva disfruta San Lo- renzo, reedificada y hecha parroquia hacia 1468, pareciendo mejor con la amenidad del sitio la crestería que corona su ca- pilla mayor y su nave, bien distante de corresponder por dentro á su gótica gentileza. En las vecinas calles colocadas al oeste de la plaza Mayor, aparece el teatro sucesor del famoso corral de comedias donde tan insignes obras se estrenaron en los si- glos xvi y XVII ; la iglesia de la Pasión, en su fachada y en su interior locamente churrigueresca ; la de Trinitarios calzados, cuyas tres naves y góticas capillas devoró en 1809 un incendio; y la de Bernardas recoletas tituladas de Santa Ana, elegante rotonda con simétricos altares, construida no há un siglo toda- vía por traza de Sabatini. Sobre todas empero descuella más adelante San Benito, vasto alcázar real cedido á los monjes por Juan I, serio y mag- nífico templo de tres naves edificado á últimos del siglo xv por Juan de Arandia y decorado con primoroso retablo y sillería por Berruguete ; claustro digno de Herrera por su severa ele- gancia si bien debido á artífice menos famoso, fachada de ex- traño é indefinible carácter, que se eleva encima del pórtico á manera de pabellón formado por grandes arcos sobrepuestos y flanqueado por octógonos torreones. No es poca fortuna poder hoy reconocer al través de su actual destino militar el conjunto y las partes principales del monástico edificio, á cuya imponente masa se agrupa por el lado del río San Agustín, presentando hacia el paseo su robusto ábside de sillería rodeado de contra- fuertes. Entera si bien desmantelada yace la majestuosa iglesia de agustinos calzados, arreglada al mejor gusto del siglo xvi y precedida de una portada del xvii; pero ha caído la del adjunto colegio de San Gabriel, y su ingreso de orden corintio embelle- ce ahora el campo santo. Internémonos un poco por aquel distrito, primer recinto de la villa en el siglo xi, y sembrado tal vez más que otro alguno de Valladolid de construcciones religiosas. Al norte de San Be- nito arrimábase la parroquia de San Julián; y allí cerca, al ex- 25 tremo de la calle del doctor Cazalla, á la cual dió nombre la demolida casa del dogmatizador de Lutero, se levantaba en su plazuela la de San Miguel titulada anteriormente de San Pelayo, donde se custodiaba el archivo municipal, y cuya campana toca- ba á rebato en días de tumulto. Reunidas ambas parroquias, pasaron después de la extinción de los jesuítas á ocupar la suntuosa iglesia de San Ignacio, que hoy se denomina de San Miguel, enriquecida en su retablo mayor con preciosas estatuas y relieves, y con reliquias y alhajas copiosas en su espléndida sacristía. Al revolver de cada esquina asoman allí celosías de conventos y portadas de iglesias : ya sea Santa Isabel de monjas franciscanas, construida aún al estilo gótico ; ya la Concepción, de la misma orden religiosa y de la -misma arquitectura, pero más esbelta; ya Santa Catalina de dominicas, que encierra los sepulcros y marmóreas estatuas de sus bienhechores; ya las brígidas, cuyo exterior retiene aún la forma de opulenta casa y unos medallones representando corridas, luchas y espectáculos en memoria de las reales fiestas de Felipe III; ya por último las bernardas de San Quirce, trasladadas en el turbulento reinado de D. Pedro desde la opuesta orilla del Pisuerga á la plazuela solitaria que hoy ocupan. Había además un convento de recole- tos franciscos de San Diego á espaldas del real palacio, del cual no resta sino la capilla donde se desposó Carlos II con Mariana de Neoburg, un antiguo oratorio de San Blas (i), y otro de Nuestra Señora del Val que todavía permanece. Aunque conver- (i) Á una cofradía allí establecida estaban inscritos los Reyes Católicos, cuyos retratos, sacados del natural con los trajes de su época por Antonio del Rincón, pintor coetáneo, honraban el reducido oratorio. Agregada después aquella funda- ción á la de San Juan de Letrán en el Campo Grande, vinieron á parar estos pre- ciosos cuadros á la escalera de la contigua casa de los capellanes, donde los vió Rosarte en 1802. Ignoramos su actual paradero. 20 VALLADOLID tidas en claustros muchas ilustres moradas, subsiste una frente á San Miguel notable por su atrevida ventana abierta en la es- quina, y en la plaza de Fabio Neli el palacio de este noble ita- liano, decorado con dos torres severas y con una portada corintia de dos cuerpos, cuyo orden asimismo siguen las columnas de su patio. En el ángulo de nordoeste y tocando casi al puente Mayor está la parroquia de San Nicolás, construida de piedra en su parte inferior y de ladrillo en lo restante, y tan antigua en lo primero como vieja en lo segundo. Emigrando pues de su ruino- so templo, se ha mudado al vecino de Trinitarios descalzos, compuesto de tres modernas naves y honrado con la posesión del cuerpo del bienaventurado Miguel de los Santos, que termi- nó allí en 1625 su breve y gloriosa carrera. Las torres y prolon- gadas líneas de rejas y balcones que ostenta en la misma plaza el Hospicio, indican que no ha tenido siempre tan modesto ca- rácter; era palacio del conde de Benavente, y junto á los arcos de este nombre que dan salida al paseo avanzaba otro de sus torreones, demolido poco há por los ingenieros, cuyos balcones pareados y de abertura semicircular apoyaban sobre macizos conos inversos. Al lado de San Nicolás un laberinto de pequeñas manzanas y callejuelas marca aún el recinto de la Sinagoga, cercado en otro tiempo y establecido á los judíos por los frailes de San Pablo : y á lo último campea aislado á la orilla del río el humilde convento de Santa Teresa, divisando en frente los efí- meros restos del de mínimos de la Victoria. Frescas son y deleitables las márgenes del Pisuerga: la iz- quierda por bajo de la ciudad ceñida con las umbrías calles del paseo que hoy se denomina de las Moreras y anteriormente del Espolón; la derecha sembrada de casitas y huertas, entre las cuales se distinguía con sus jardines y palacio y su artificio de Juanelo (i) la huerta apellidada del Rey, desde que la adquirió (i") Llamábase así por analogía con el famoso ingenio de Toledo, y debióse su VALLADOLID 27 Felipe III del duque de Lerma su privado. Cierra la perspectiva por la parte septentrional, reflejándose en la corriente, un anti- guo puente de diez arcos. Los unos tirando á la ojiva, los otros al semicírculo, y desiguales todos entre sí, no permiten determi- nar el tiempo de su fábrica que la tradición atribuye al conde Ansúrez y á su esposa: en medio de él se levantaba una torre, más de una vez ocupada y embestida en las discordias civiles de la Edad media, y derribada á mediados del siglo xvi. Al otro lado del puente se dilata un arrabal, donde estuvo hasta el xiv el convento de monjas de San Quirce y luégo desde el xvii el de trinitarias de San Bartolomé ; y en amena pradería cercana al río asienta más lejos su cuadrada mole el monasterio de Jeró- nimos, flanqueado de torres en sus ángulos y envanecido con un excelente claustro de Juan de Herrera. Brillante como un trofeo de bruñidas armas, risueña como un canastillo de flores, aparece Valladolid desde las alturas de poniente, tendida largamente sobre la ribera, orlada con la pla- teada cinta del río y con la frondosa guirnalda de sus alamedas, y desplegando por cima de ellas en anfiteatro las masas de sus techos ó perfilando en el claro cielo sus agujas y remates. Un ojo perspicaz y experto logrará discernir uno por uno los edifi- cios de entre la confusión general ; mas para ver sus contornos y apreciar mejor su carácter conviene buscar un punto de vista más cercano en el seno de la misma población. Así la torre de la Antigua, atalaya al par que ornamento principal de la ciudad, ofrece por los arcos de sus ventanas el panorama más completo: al norte su compañera la de San Martín y la majestuosa nave de San Pablo escoltada de grandes caserones; al occidente el monástico alcázar de San Benito rodeado de numerosos conven- tos, con el Pisuerga y la vega á sus espaldas; á oriente el vecino Prado metido en el caserío á manera de ensenada entre los ca- construcción en 1603 á D. Pedro Cubiaure con el objeto de abastecer las fuentes de la ciudad y regar la Huerta del Rey ; fué demolido en i 794. 28 VALLADOLID bos avanzados de Santa Clara y de las Huelgas; al mediodía la desmochada Catedral, la barroca Universidad, la crestería del colegio de Santa Cruz, las elevadas torres del Salvador y de Santiago, y los extremos edificios del Campo Grande ; por todas sobresalen. partes espadañas y torrecillas y veletas que Hora es ya de analizar este complejo grupo y de descompo- ner, por decirlo así, los elementos con que cada siglo ha contri- buido á su formación. Hasta aquí no hemos hecho sino saludar los monumentos de Valladolid; vamos á emprender su detallada visita, clasificándolos más bien por el tiempo de su fundación que por el de sus reformas posteriores, y estudiándolos con re- lación á la época que los vió nacer y á los notables sucesos que presenciaron. De esta suerte resultará más animada la descrip- ción, y más dramática á su vez la historia. CAPÍTULO II Valladolid desde su fundación hasta el siglo XIII.—Monumentos bizantinos Que existió en aquel sitio po- blación romana, parecen de- mostrarlo vestigios de no leve monta descubiertos en el recinto de la ciudad; tales como los se- pulcros que á fines del siglo xvi aparecieron en el hospital del Campo Grande, forrados algunos de telas de brocado, cuyos cadá- veres por su rico traje indicaban 30 VALLADOLID ser de caballeros; otros encontrados junto á la Universidad al construir en 1715 su nuevo claustro ; dos habitaciones de mo- sáico, hallada la una al pié de la Catedral y la otra cerca del arca de Santiago; una arquita de monedas del Imperio en la ca- lie de la Parra ; y la urna de una matrona de aquel tiempo, des- tinada á pila en la parroquia de San Esteban. Nada patentiza sin embargo que dicha población correspondiera á la Pintia que situó Antonino á ciento y seis millas de Astorga y que Zurita reduce mejor á Peñafiel, á pesar del crédito que ha obtenido desde el siglo xvi la opinión del erudito humanista Fernán Nú- ñez de Toledo, gozoso de condecorar á su ilustre patria con tan antiguo y eufónico nombre y de honrarse á sí propio con el títu- lo de Pinciano. Valle de olor^ valle de olivos^ valle de lides, valle de Ulid, son las diversas etimologías á que se presta su actual denominación, fundándose sobre tan débiles apoyos la conjetura de que como punto limítrofe entre los arévacos, astures, vac- ceos y carpetanos, servía frecuentemente de palestra á sus com- bates, ó la suposición de haber tenido por fundador á un sarra- ceno, á quien ó sea á su nieto se toma por aquel Ulid Ablapaz (Walid Abul-Abbas) vencido y muerto en San Esteban de Gor- maz á manos de Ordoño IL Por testimonio de tales fábulas ale- gábase el famoso león de piedra colocado sobre un pilar á la entrada de la Catedral, entre cuyas garras asomaba la cabeza de un moro con el letrero Ulit oppidi conditor, esculpido en época muy posterior al suceso (i). En la crónica de Cardeña citada por Sandoval es donde apa- rece por primera vez Valladolid entre las poblaciones del infan- tazgo, que juntamente con la villa de Rioseco ofreció Sancho II á su hermana Urraca en cambio de Zamora, cuyo cerco debía (i) Este pilar, que subsistió hasta 1841 y que antes de la erección de la Cate- dral estuvo colocado en la plaza de Santa María, se'rvía como de rollo, donde acos- tumbraban aun en el siglo xvii publicarse los pregones y las almonedas y los autos de los jueces ordinarios, y donde eran puestas á la vergüenza las malas mu- jeres, excediéndose tanto el pueblo en maltratarlas que fué preciso poner coto á estos desmanes. VALLADOLID 3I costarle la vida. Pero el principio de su renombre y de su gran- deza, ya que no su fundación misma, lo debe Valladolid al conde Pedro Ansúrez, á quien Alfonso VI lo cedió con otros pueblos hacia 1074 en recompensa de sus servicios. Era hijo del pode- roso Asur Díaz conde de Monzón, Husillos, Saldaña, Liévana y Carrión y de su primera consorte D.^ Eylo, que por nobleza y favor sobresalían en la corte de Fernando I como él en la de Alfonso ; y la tradición le atribuye mucha parte en la libertad de su rey, retenido en Toledo por su huésped Almenón. Engran- deció el opulento magnate á Valladolid como á capital de sus estados; edificó la iglesia de Santa María la Antigua, y algunos años después la de Santa María la Mayor, erigiéndola en cole- giata y dotándola generosamente; fundó la parroquia de San Nicolás además de las de San Julián y San Pelayo, que tal vez halló ya establecidas; construyó el gran puente sobre el Pisuer- ga; abrió á los pobres y peregrinos dos hospitales junto á su mismo palacio; y en suma la hizo rica, hermosa y grande entre todas las villas castellanas, hasta el punto de poder alternar bien pronto con las más distinguidas ciudades del reino. El recinto de Valladolid no tenía entonces arriba de dos mil doscientos piés de circuito, arrancando al norte desde el torrea- do alcázar, después monasterio de San Benito, siguiendo por las calles de Santa Isabel y San Ignacio, por la plaza de San Pablo y su Corredera, bajando por frente á las Angustias, y orillando la derecha margen del brazo superior del Esgueva hasta cerrar otra vez con el alcázar. Ocho eran las puertas distribuidas en sus muros: frente á San Agustín la de los Aguadores ó ^de Nuestra Señora, cuya antigua efigie se venera hoy en la parro- quia de San Lorenzo; en la esquina del real palacio la de Ca- bezón ó de D. Rodrigo; en la Corredera la de la Peñolería; la de los Baños al fin de la calle de las Damas; la de la Pelletería en la calle de Cantarranas; la del Azoguejo (i) á la entrada de (i) Diminutivo de la palabra arábiga az-zoq que significa mercado. 32 VALLADOLID la Platería; la del Trigo junto á la puentecilla de la Rinconada, y la del Hierro inmediata á San Benito : cuyas ocho puertas figuraban en el primitivo sello municipal á guisa de estrella, in- terpoladas con salientes torres. Fuera de esta cerca y al sudeste de la misma, levantó el conde Pedro Ansúrez su morada y los principales templos, dando en cierto modo la señal para el en- Sanche de la villa y presintiendo la grandeza á que había de llegar. En 21 de Mayo de 1095 celebróse la dedicación solemne de Santa María la Mayor por el arzobispo de Toledo D. Bernardo y por Raimundo obispo de Palència, asistidos de los obispos Pedro de León, Gómez de Burgos, Osmundo de Astorga, Mar- tin de Oviedo y Amorino de Lugo, y acompañados de varios condes y caballeros, entre ellos el famoso Alvar Fáñez, yerno del insigne fundador. En la escritura que Ansúrez y su esposa, llamada Eylo como la madre de éste, otorgaron en el propio día á Salto primer abad y demás clérigos de la colegiata, con- cediéronle un vasto territorio comprendido entre los dos brazos del Esgueva para poblarlo, los monasterios de San Julián y San Pelayo dentro de la villa y otros muchos en tierra de Campos, los diezmos de pan y vino, el mercado de Valladolid, y la mitad de las multas exigidas por delitos (i). Careciendo ya de suce- (i) En el archivo de la Catedral existe la citada escritura, cuyas cláusulas más importantes transcribimos : Ego comes Petrus Ansuriz et cònjuge meu come- tissa Eyloni multa mole ■peccatorum oppressif culparum nostrarum enormitatem re- cognoscentes, pro remedio animarum nostrarum omniumque parentum nostrorum^ ec^lesie See. Marie de Valleoliti site secus fluvium Pisorice in territorium del Cabe- zone., quam ecclesiam supradicti nos fundavimus., multas portiones nostre heredita- iis multis in locis offerimus... ea lege lit obsequium Dei quotidie celebretur in pre- fata ecclesia, et devotio sacris altaribus sine intermissione^ et requies ibidem recoñ- ditis exhibeatur. Damus igitur atque offerimus in liac cartula testamentaria ad sacrum altare et ad abbas domnus Battus et col·legio clericorum qui ibidem sunt conmorantes, unum barrium in Valleoliti cum suis terminis et divisionibus, de illa kairera majore que discurrit per medium villam usque ad curtem de Martino Franco et curtem de domno Cidiz et curtem de Sol Arnaldiz que fuit dominum, et discurrit per directum ad Aseuam usque ad ilium quadronem cum illis molinis et cum suis piscariis, ut habeat licentiam abbas ibi constitutus populandi ultra Aseuam quan- turn potuerit. Adjicimus etiam illud monasterium Sci. Juliani quod est jundatum hie VALLADOLID 33 sión varonil, permitieron á la comunidad escoger de entre los descendientes de sus hijas el patrono que mejor le conviniera, y en caso de extinguirse su posteridad, al extraño que más la fa- voreciese. En otra escritura de 31 de Marzo de 1109 citada por Antolínez, confirieron á los clérigos en unión con los patronos y con aprobación del arzobispo de Toledo el derecho de elegir abad del seno de su iglesia si lo hubiere digno, ó si no de fuera; y así fué las más veces, por qué esta codiciada dignidad vino á ser patrimonio de infantes y de personajes los más eminen- tes (i). in villam; similiter ap-ponimus monasterium Sci. Pelagii el omnes ecclesias que ibi fuerint fúndate; necnon adjicimus ibi decimum de pane et de vinum de Vatteotili in vita nostra^ et post obitum nostrum quisquis dominaverit hanc hereditatem sine utta contentione reddat decimam prefate ecctesie See. Marie. (Sigue la donación de va- rias iglesias y monasterios, nombrándose entre estos los de San Sebastián ribera del Duero, de San Tirso en Trigueros, de San Estevan en Villavoldo término de Carrión, de San Miguel en Riba de goza, de Santa Columba en Cervatos, de San Esteban en Fuentes de Valdepero, de San Cristóbal en Cordovilla término de Cis- neros, de San Andrés en Sciscla, de San Pelayo en Barcial de Lomba y de Santa María de Camraso en Ceaya, y las iglesias de San Pedro en Cuéllar, de San Martín en Lombigos, de San Pedro en Carrión dentro de la ciudad de Santa María, de San Mamés en Quintanella de Anellos y de Santiago en Villa del rey.) Et adhuc adjicimus in Vatteotitiprejate ecctesie See. Marie de Uto mércalo, de omnia que ibi ganaverimus vet adquisierimus, de omnibus catumpniis que infra, vittam et extra vittam evenerint, seu de homicidio vet de furto aut de tatrone aut de atiqua catump- nia, concedo medietatem ecctesie beate Marie, et non tiabeat ticentiam nostro majo- riño vet sagione aut itto concilio de Uta villa ñeque utto tiomine intrare per vim m casas de ctericis que canonicis sedeant See. Marie pro nulla catumpnia... Ordinamus quod numquam sedeat isto monasterio dividato de propinquis nostris vet de extra- neis, sed itto abbate qui ibi fuerit constitutus serviat nobis in diebus nostris, et post obitum nostrum sedeat de quaticumque votuerit de fítiis vet de neptis nostris qtii melius fecerit ei et ad Ule ptacuerit... Et si peccato impediente, et nostra extirpe ex- tincta fuerit ut nullum remaneal, evadat d cujuscumque itte votuerit et melius fece- rit... Facta charla XII liai. fun. discurrente era MCXXXIII, et m eodem die fuit illa ecctesia dedicata. Ego comes Petrus et cometissa Eytoni in hanc seriem testamenti manus nostras una cum filias nostras roboravimus. Petrus Legionensis sedis eps. Amorinus Lucensis sedis eps. Didacus abbas in Seo. Facundo. Regnatite Atdephon- sus rex in tota Espania, Raimundus comes in Gatticia, Bernardus Totetane sedis archieps. Raymundus Patentine sedis eps. et istos dedicaverunt illa ecctesia. (Si- guen otras muchas firmas de condes y caballeros confirmando la donación.) (i) Los primeros abades de Valladolid durante el siglo xii fueron Salto ó Asaldo, Herveo, Pedro, Martín, Juan, Miguel y Domingo; en el xiii se distinguie- ron Juan Domínguez canciller de San Fernando, D. Felipe hijo del santo rey, don Sancho de Aragón hijo de Jaime 1, D. Martín Alonso hijo natural del rey Sabio, y Gómez García de Toledo cuyo epitafio puede verse en el tomo de Castilla ta Nueva, 5 34 Valladolid Á espaldas de la parte edificada de la Catedral y en el suelo que ocupar debía la que resta por edificar, permanecen restos de la antigua colegiata, no tal como el conde la fundó, sino con las mudanzas hechas en su fábrica siglo y medio más adelante. Por el Tudense sabemos que la construyó de nuevo y la enri- queció con muchas posesiones su abad el sapientísimo Juan canciller del santo rey Fernando, nombrado después obispo de Osma; y durante estas grandes obras fué cuando residió el ca- bildo en el templo de la Antigua por espacio de año y medio hacia el 1226. Su estructura más bien que al género puramente bizantino demuestra pertenecer al de transición usado en el si- glo XIII. Ancha por extremo era su única nave, teniendo la ca- becera al oriente y los piés al opuesto lado, donde queda de pié un fragmento de la primitiva torre con ventana y cornisa ajedrezada; distínguense hasta cinco de sus pilares arrimados al muro, y flanqueado cada uno por cuatro columnas de notables capiteles bizantinos; y todavía se ve entera la portada lateral que miraba hacia la Antigua, cuyos arcos ligeramente apunta- dos, aunque bizantinos por lo demás, descansan sobre capiteles de forma cúbica emplastados de yeso. De pilar á pilar obsérvan- se arcos como de capillas, ojivales y bajos algunos y otros más recientes, abriéndose encima de ellos sencillas ventanas semicir- culares; y á la derecha de la entrada indican los arranques la existencia de otra capilla gótica, que tal vez fuese la del Sagra- rio en cuyas bóvedas aparecían los blasones del cardenal Tor- quemada. Antolínez de Burgos á fines del siglo xvi alcanzó á ver y describe con admiración un magnífico claustro (i), del cual descripción de la catedral de Toledo, capilla de Santa Lucía ; en el xiv Juan Fer- nández de Limia después arzobispo de Santiago y Fernando Alvarez de Albornoz primo del cardenal; en el xv Diego Gómez de Fuensalida obispo de Zamora, el cardenal Pedro de Fonseca, Roberto de Moya obispo de Osma, el célebre Alonso Tostado, el cardenal fray Juan de Torquemada, el cardenal D. Pedro de Mendoza y su sobrino D. García; los últimos en el siglo xvi fueron D. Fernando Enríquez hijo del almirante, D. Alfonso Enríquez Villarroel y D. Alfonso de Mendoza. (i) «Yo, dice, alcancé un claustro que se labró algunos años despues de la fundación de la iglesia, que fué de los más suntuosos y lucidos que habia en Es- \ VALLADOLID 35 acaso formaba parte aquella especie de corredor llamado hoy la Cerería que presenta á uno y otro lado agudos nichos ojivales; lo cierto es que aún subsiste con el nombre de Librería la parte superior de la inmediata capilla de San Lorenzo fundada en 1345 por Pedro Fernández de la Cámara, tesorero de Alfonso XI (i), y destinada después á sala del concejo municipal en el cual te- nían asiento y voto dos canónigos (2). Dividida horizontalmente en dos pisos su altura, ostenta en el de arriba sus bóvedas for- mando cupulilla cada una y adornadas con varios arabescos. ■ Gemela de Santa María la Mayor, dícese que con ella nació y fué inaugurada en un mismo día Santa María la Antigua, esta ^ para ser parroquia del palacio del conde, como aquella para co- legiata; pero escrituras coetáneas la mencionan existente ya siete años antes en 1088, y tal vez el epíteto de la Antigua, que se le dió desde el principio, podría suponer en ella un origen más remoto. Mucho conserva de la fábrica de aquel siglo, aun- que á mediados del xiv Alfonso XI la renovó, dando al crucero y á la principal de sus tres naves harto mayor altura, y cam- blando en peraltadas bóvedas sus primitivos techos de madera. Gruesas molduras bizantinas revisten la ojiva de la portada, pintorreada y casi oculta por un moderno pórtico, en cuyas paña, todo lleno de imágenes de bulto de piedra, todo con colores, y todo al rede- dor poblado de nichos de entierros muy antiguos de ilustres personas, con sus letreros y escudos de armas labrados en lo alto de las bóvedas, cuya variedad de armas, por ser unas reales, otras de la ciudad y otras de prelados, suponen ser la fábrica de bienhechores.» (1) « En medio del claustro, añade el citado Antolínez, habia dos capillas, la una con la advocación de S. Toribio, la otra de S. Lorenzo que los prebendados convirtieron en sala de cabildo, y su altura era tanta que se atajó por medio y aun quedó bastante proporción. Fueron los fundadores de esta capilla en 1345 Pedro Fernandez de la Cámara y su hermano Juan Gutierrez, y ayudó á su fundación un tal Juan Manso fundando una cofi'adía del Cuerpo de Dios, con condición de que el cofrade prebendado que dijese la misa no fuese concubinario.» De un hijo del fundador de esta capilla parece ser la siguiente lápida que se ve en la actual ante- sacristía : .4gzíi yace Pero Perez sacristaii que fué de la eglesia de Santa María, la Mayor, efijo de Pero Fernandez de la Cámara iexorero mayor que fué del rey D. Al- fonso, que Dios -perdone las sus ánimas, efinó en la era de MCCCCXIX (año i 381). (2) Subsistió dicha sala hasta el año 1600 en que fueron destruidos los claus- tros. 36 VALLADOLID el conde D. Pedro de Portugal atestigua haber visto puertas suspendidas las aldabas que el conde Armengol nieto de Ansú- rez arrancó de las de Córdoba en 1149, y que pasaron á ador- nar después el sepulcro de su abuelo. Por dentro campea la arquitectura gótica en los arcos de comunicación, en los capite- les de los pilares y en varias de las capillas, señalándose en el fondo de la nave derecha por sus bellas pinturas puristas la de los condes de Cancelada fundada por Gregorio de Tovar del consejo de Órdenes, y otra en la misma nave contemporánea de los Reyes Católicos. El retablo de la capilla mayor, obra maes- tra de Juan de Juní empezada en 1551 y en seis años concluida por precio de dos mil trescientos ducados, inmortaliza el nombre del insigne escultor que tal expresión y vida supo comunicar á los numerosos relieves y figuras de que se compone, bien que su arquitectura adolece bastante de caprichosa (i). Cuanto tiene la Antigua de monumental descúbrese en toda su belleza desde la plazuela que el Esgueva cruza, situada á sus espaldas: ¿qué importa que un muladar obstruya el suelo, y que se le arrimen mezquinas y parásitas construcciones? Agrúpanse la obra de Ansúrez y la de Alfonso XI; sobre el ábside lateral bizantino descuella el gótico principal, perforado por dos órdenes de severas aunque engalanadas ojivas, flanqueado de estribos, erizado de caprichosas gárgolas, coronado de agudos botareles, ceñido lo mismo que el crucero con un lindo antepecho calado. Corre por el flanco de la iglesia un pórtico ó galería bizantina de quince arcos, distribuidos de cinco en cinco y orlados por una moldura cilindrica, que tachonan florones de cuatro hojas des- cribiendo rombos en sus huecos; sus desgastados capiteles, sus graciosos semicírculos tapiados, claman para que se restaure de Juní á hacerlo por 2,400 ducados, pero atrave- (i) Obligóse Juan en i 545 sándose la competencia de Francisco Giralte que ofrecía desempeñar la obra con mayor baratura, y viniendo á parar la cuestión en pleito, en 1551 estipuló con los feligreses nuevo contrato, en el cual firmó también su mujer Ana de Aguirre, haciendo cien ducados de rebaja. Consta el retablo de tres cuerpos sin contar el basamento y el remate. 38 VALLADOLID aquella tan frágil y tan antigua belleza en que nadie apenas re- para y que forma juntamente con la torre el más pintoresco conjunto de Valladolid. La torre, una de las más elevadas y grandiosas del género bizantino, sube desde el primer cuerpo á mayor altura que la iglesia, y acumula encima otros tres, divi- didos por cornisa de tablero y sostenidos por columnas en sus esquinas. Las ventanas semicirculares abiertas en sus cuatro cuerpos, una en el primero, dos en el segundo, tres en el terce- ro, y dos en el cuarto que reparten entre sí la anchura de las tres inferiores, llevan columnas á los lados y la misma orla romboidal que los arcos del pórtico, continuada horizontalmente á modo de cornisa á la altura de los capiteles, y comunican una aérea gallardía á aquella imponente arquitectura. Sírvele de re- mate una aguja, parecida en su forma á una mitra por las líneas algo convexas de sus ángulos, y cubierta de ladrillos rojos á manera de escamas que brillan á lo lejos. Á imitación de la torre de la Antigua se levantó á su lado casi la de San Martín, una de las primeras parroquias fundadas con motivo del ensanche de la villa. En nada discrepa de su modelo sino en lo liso de las cornisas y en el ajimez ojival que sustituye en su segundo cuerpo al arco de medio punto, prueba de que su construcción alcanzó ya los tiempos de la arquitectu- ra gótica, á pesar de haber copiado las formas bizantinas. Han- la tenido por arábiga algunos poco entendidos en materias tales, y este error artístico ha producido otro histórico, de suponerla atalaya en la época de los sarracenos. Su chapitel piramidal, también idéntico al de la Antigua, fué quitado tiempo há para aligerarla del peso que había producido en sus costados grietas y hendiduras (i), sin apelar, como se hubiera hecho probable- mente en nuestra cultísima edad, al extremo recurso del derribo. (i) De esta supi-esión del chapitel habla ya como de cosa antigua en i 788 el ingeniero D. José Santos Calderón en un oficio en que tranquiliza completamente al cura de San Martín que le había consultado acerca de la solidez y firmeza de la torre. VALLADOLID 39 Por lo tocante á la iglesia ya dijimos que fué renovada en 1621 con toda la regularidad del orden dórico así en su interior como en su portada; pero dudamos que esta reedificación, aunque encomendada á Francisco de Praves, maestro mayor de las obras reales, si se la compara con el derribado templo, cediese mucho en honra de Dios y del bienaventurado San Martin^ como se lee en el friso de la nave. Las demás fundaciones del conde Ansúrez ningún rasgo ofrecen de su primera fisonomía. En el abandonado y ruinoso templo de San Nicolás sólo parecen antiguos los sillares del cuerpo inferior de la torre: San Julián y San Pelayo que después tomó el nombre de San Miguel, ambos existentes en aquella épo- ca remota. Han desaparecido completamente. Las armas del con- de y las reales, sostenidas por dos leones á la entrada del hos- pital de Esgueva, recuerdan haber sido éste el palacio del poderoso magnate; pero es por demás advertir cuán posterio- res á su tiempo son las dos estatuas góticas puestas bajo dose- letes á los lados de la portada, representando al parecer la Anunciación de la Virgen, y el artesonado de menudas labores que cubre la cúpula del vestíbulo. En este hospital, floreciente aún hoy día, vinieron sin duda á refundirse otros dos estableci- dos por Ansúrez, uno de ellos bajo la advocación de Todos los Santos en la calle de la Solana (i), el otro pudo ser el de Pedro Miago que dicen fué su mayordomo. Del puente Mayor, otra de sus obras más importantes, re- fiere la leyenda que lo construyó en ausencia del conde su es- posa D.^ Eylo, y que hallándolo éste á su vuelta estrecho en demasía, hizo añadirle otra tanta anchura en toda su longitud. Y en efecto, obsérvase la fábrica de un extremo á otro partida (1) Dicho hospital, cuyo solar subsiste convertido en corral, tenía sobre su puerta, hasta el año 1669 reedificado, la siguiente inscripción no muy antigua por cierto según el lenguaje : Hospital de la cojradia de Todos los Santos, de los Abades y S. Miguel de los Caballeros, que fundaron el conde D. Pedro Ansu- rez y la condesa D.^ Elo su mujer, año MC. 40 VALLADOLID en dos mitades de época diferente, lo cual sin duda dio origen á la tradición, pareciendo la más antigua por las ménsulas de su pretil y por los agudos contrafuertes de sus arcos la que cae corriente arriba. Mientras vivió Alfonso VI, obtuvo su mayor privanza Pedro Ansúrez, si bien menos ocupado en los negocios de la corte que en el gobierno de sus propios estados y en la defensa de los de su yerno Armengol conde de Urgel, que murió desgraciadamen- te en Mollerusa peleando con los sarracenos. Á su prudencia y á las virtudes de su consorte la piadosa Eylo confió el soberano la educación de su hija Urraca, cuyo reinado prometía mejores esperanzas; pero los desórdenes del palacio y las imprudencias de la joven reina pronto llegaron á tal exceso, que el respeta- ble ayo, incapaz de contenerlas con su censura y privado de la real gracia y de los honores y bienes recibidos, tuvo que acó- gerse á Alfonso I rey de Aragón, quien no omitió favor ni hala- go para atraerle á su servicio y enmendar los agravios de su voluble esposa. Amanecieron en breve días azarosos para Cas- tilla y para Urraca, en que vencida una y repudiada la otra por el aragonés se vieron amenazadas de perder aquella la indepen- dencia y ésta la corona : y entonces el leal magnate olvidado de la ingratitud pasada y conmovido por la desgracia de su pupila, se presenta al rey batallador en su castillo del Castellar, mon- tado en un caballo blanco, vestido de escarlata y con un dogal en la mano, diciéndole: «los castillos y tierras que me confiás- teis, á la reina se los he entregado, cuyos eran, como á su se- ñora natural: pero las manos y la léngua y el cuerpo con que os presté homenaje, vuestros son y á entregároslo vengo para que dispongáis de ello á vuestro albedrío.> Irritóse de pronto el rey, pero acabó por admirar y aun recompensar tamaña hidalguía con dádivas y honores, absolviéndole del incauto jura- mento. Durante estos aciagos disturbios, hacia el año 1112, bajó al sepulcro la condesa D.''^ Eylo que lo eligió no se sabe dónde, si VALLADOLID 41 ya no fué en su favorecido monasterio de Sahagún al lado de su único hijo varón el pequeño Alfonso, que allí yacía des- de 1080 habiéndose llevado consigo las esperanzas de sus pa- dres. Tal vez con el deseo de lograr aún sucesión varonil, bien que pareciera cifrado su cariño en Armengol su nieto, pasó el conde á segundas nupcias con Elvira Sánchez ; pero en 1118 acabó sus días sin prole alguna de su nueva esposa, haciéndose enterrar debajo del coro de Santa María la Mayor que antigua- mente estaba en alto. Si tuvo allí un mausoleo digno de su grandeza y de la gratitud de Valladolid, deshízose éste junta- mente con la vieja colegiata en 1552, y entonces abierta la tumba apareció el cadáver del noble adalid con su armadura y sus espuelas y su gloriosa espada; pero mezquina sepultura por cierto le aguardaba en el moderno edificio, y tal como provisio- nalmente se le hizo, así por tres siglos se ha quedado en la ca- pilla del fondo de la nave izquierda, tendida sobre la urna la efigie del finado ni antigua ni buena, y escritos en dos tablas para mengua de Castilla y ultraje de los vivientes aquellos sa- bidos y sentenciosos versos, que si bien de principios del mismo siglo XVI según el lenguaje, merecieran esculpirse en mármol: Aquí yace sepultado Que el mentar los enterrados Un conde digno de fama, Es ultraje á los vivientes. Un varón muy señalado, Porque la fama del bueno Leal, valiente, esforzado; Lastima por donde vuela, Don Pedro Ansurez se llama. Al bueno con el espuela, El qual sacó de Toledo Y al perverso con el freno. De poder del rey tirano Al rey, que con gran denuedo Este gran conde excelente Tuvo siempre el brazo quedo Hizo la Iglesia Mayor Al horadarle la mano (i). Y dotóla largamente. La vida de los pasados El Antigua y la gran puente. Reprehende á los presentes : Que son obras de valor, Ya tales somos tornados. San Nicolás, y otras tales (i) Véase en el capítulo de la historia de Toledo, tomo de Castilla la Niieva^ la anécdota á que dio lugar el mote de mano horadada aplicado á Alfonso VI por su liberalidad. 42 VALLADOLID Que son obras bien reales, Ya casi puesto en olvido Según por ellas se prueba; Dentro de esta sepultura. Dejó el hospital de Esgueva Porque en este claro espejo Con otros dos hospitales. Veamos cuanta mancilla Por esta causa he querido Ahora tiene Castilla Que pregone esta escritura Según lo del tiempo viejo. Lo que nos está escondido, Cuatro hijas dejó Pedro Ansúrez, todas noblemente casa- das: María la primogénita con el conde de Urgel. Emilia con el celebrado Alvar Fáñez de Minaya, Elvira con un conde Sancho, y Mayor con Martín Alonso de Meneses. Bajo la tutela de su madre y de su abuelo se había educado en Valladolid el joven Armengol, que reuniendo á los paternos estados de Urgel los maternos de Castilla, vino á ser uno de los príncipes más pode- rosos de su tiempo. Sus hermanas Estefanía y Mayor, se des- posaron la una con Fernán García, la otra con el famoso Pedro de Trava, ayo de Alfonso VII, y él en vida de Ansúrez con Arsendis, hija del vizconde de Ager, acrecentando su pujanza con tan ilustres parentescos. Á pesar de su doble carácter de barón catalán y de rico hombre castellano y de los opuestos intereses de sus diversos señoríos, su espada no se distinguió en las encarnizadas querellas entre Castilla y Aragón, sino únicamente contra los musulmanes en la rendición de Baeza y Almería y al pié de los muros de Córdoba, de cuyas puertas arrancó con sobrenatural esfuerzo las aldabas, que trajo á su residencia por trofeo y que Alfonso el emperador añadió por timbre á sus blasones (i). Pudiera honrarse Valladolid con ser corte de tal magnate, pero á mayores destinos y á más alto lustre la llamaban ya des- de entonces los acontecimientos. Allí reunidos en concilio los prelados del reino por el cardenal legado Adeodato, trataron (i) Estas aldabas, colocadas primero en las puertas de la Antigua y después á los lados del sepulcro de Ansúrez, han desaparecido, advirtiéndose únicamente junto á dicho sepulcro los agujeros en que estuvieron engastadas. VALLADOLID 43 en 1124 de remediar los desórdenes de la guerra y los abusos introducidos á su sombra. Allí, después de coronado solemne- mente en León con la diadema imperial, vino Alfonso VII en Junio de 1135, seguido de sus próceres entre los cuales brillaba el conde Armengol, tal vez para activar la guerra contra los infieles de Andalucía. Allí en 1137 se celebró un nuevo concilio presidido por el cardenal Guido, al cual siguieron las entrevis- tas del emperador con el rey de Portugal, reconciliados entre sí por la mediación benéfica del legado. Pero nunca desplegó su magnificencia el soberano en la villa del Pisuerga como á prin- cipios del año 1152, al desposarse en segundas nupcias con Rica, hija del duque de Polonia Uladislao, en espléndidas justas y toros y danzas que deslumhraron á los rubios hijos del norte venidos con la princesa, y poco después en la solemnidad con que armó caballero á su infante primogénito D. Sancho. Allí le volvemos á encontrar en 1155 con sus hijos y esposa, asistien- do á un tercer concilio de catorce obispos congregados bajo la presidencia del legado Jacinto, y allí por Enero del siguiente año al conceder á la villa juntamente con varios montes la mer- ced de una feria franca por Santa María de Agosto. Con la afluencia de gentes atraídas por tan frecuentes y altas ocasiones, creció rápidamente Valladolid al rededor del palacio condal y de la colegiata, formándose en breve la feligre- sía de San Martín fuera de la cerca primitiva, mientras que allá arriba junto al puente se aumentaba la de San Nicolás. Su régi- men municipal, asaz libre respecto del señorío de sus condes, estaba vinculado en diez familias ó linajes, tal vez las de los primeros pobladores, en las cuales residía privativamente el derecho de elección para los cargos y oficios públicos, que cada año repartían entre sí por suerte y adjudicaban por turno entre los aspirantes. Reuníanse en la casa llamada de Linages sita en la calle del Río junto á San Lorenzo, y desde allí divididos en dos grupos de cinco familias, á uno de los cuales daban nombre las de Tovar y Mudarra y al otro las de Reoyo y Cuadra, pa- 44 VALLADOLID saban los primeros á la iglesia mayor y los segundos desde el siglo XIII á la de San Pablo para distribuir los oficios de justi- cia. Esta singular oligarquía, que dividiendo la población en dos grandes bandos, no podía dejar de producir con el tiempo re- petidos y sangrientos tumultos, por de pronto sin embargo no paralizó la prosperidad del naciente concejo, cuya jurisdicción se extendía sobre Cabezón, Tudela y Portillo con sus aldeas, y más tarde sobre Santovenia, Herrera del Duero y término de Aniago adquiridos por compra, y cuyos procuradores en las cortes de León y Carrión hacia 1188 tomaron asiento ya con los delegados de las más insignes ciudades de Castilla. En 1154 á 28 de Agosto falleció en Valladolid el conde Ar- mengol, y heredó el señorío de la villa con los estados de Urgel su hijo del mismo nombre, casado con Dulce de Aragón hija del esclarecido Ramón Berenguer y de la reina Petronila. En la división de la monarquía de Alfonso VII entre sus dos hijos cupo Valladolid al reino de Castilla; pero irritado Fernán- do II de León contra los Laras que le habían excluido de la tutela de su sobrino, devastó con el hierro y con la tea los do- minios de aquella ilustre casa tendidos sobre las márgenes del Duero, y en 1177 invadió ambiciosamente el infantazgo de Va- lladolid que comprendía los valles de Duero y Esgueva hasta Vamba, comarca restituida en breve á Alfonso VIII por la paz de 1181. Sin embargo el señor de Valladolid, cuyo gobierno en sus frecuentes ausencias tenía confiado á Fernán Rodríguez de Sandoval, siguió al parecer la causa del monarca leonés, de quien fué mayordomo mayor, recibiendo de su mano cuantiosas mercedes é importantes villas en su reino. Murió este conde Armengol en 11 de Agosto de 1184, desgraciada y gloriosa- mente como su abuelo, sorprendido por los infieles en las inme- diaciones de Requena, al regresar triunfante y cargado de des- pojos de una feliz correría contra los moros de Valencia. Su hijo Armengol, tercero de este nombre en el señorío de Valladolid, casi nunca tuvo su residencia en Castilla, y dejando VALLADOLID 45 allí por lugarteniente suyo á Alfonso Téllez de Meneses, dirigió las miras á sus estados de Cataluña, donde ganó fama de esfor- zado en sus continuas luchas con los barones convecinos. Pero si Valladolid carecía de la presencia de su señor, en cambio go- zaba á menudo de la de su rey, que en 1193 y 1195, en 1201 y 1204, según consta por la data de diversas escrituras, hospe- dábase en el alcázar situado sobre el Pisuerga. Así, cuando en 1208 terminó su carrera el último conde Armengol, sin de- jar más sucesión de Elvira de Subirats su consorte que una hija llamada Aurembiax, Alfonso VIII incorporó la codiciada villa á su corona, por más que el testamento del difunto mag- nate legase la mitad de ella al papa Inocencio III y la otra mi- tad á sus herederos propios. En vano la condesa Aurembiax alegó sus derechos, en vano los trasmitió á su esposo el infante D. Pedro de Portugal, y los retuvo éste en la donación que del condado de Urgel hizo en 1231 á Jaime I de Aragón; la razón de estado, aprovechando la extinción de la descendencia varo- nil de la hija primogénita de Ansúrez, prevaleció sobre las cláusulas de un testamento, porque la que en breve iba á ser corte de Castilla ya no debía reconocer otro señorío que el de su monarca. CAPÍTULO III Valladolid desde el siglo XIII hasta prin- cipios del XVI.—Construcciones góticas L pasar de manos de los con- des á las del soberano, abrió- se para Valladolid un período de gloria, una sucesión casi no inte- rrumpida de solemnes actos y de históricos sucesos. Al año siguiente ya de su incorporación, en 28 de 48 VALLADOLID Junio de 1209, ajustaron allí sus largas querellas el rey de Cas- tilla y su yerno el de León, que disuelto su enlace con Beren- guela le asignó para su mantenimiento ciertas villas, prometién- dose recíproca amistad por cincuenta años, y sancionando la promesa el anatema de seis prelados, árbitros y ejecutores del convenio, contra los que osaran infringirlo. La ínclita Berenguela, á quien su padre legó en usufructo el infantazgo de Valladolid, el más rico y vasto de Castilla, pues llegó á comprender cin- cuenta y dos pueblos, trasladó allí en 1215 la corte de su her- mano y pupilo Enrique I ; y cuando la intriga y la violencia la obligaron á abandonar la tutela al ambicioso D. Alvaro de Lara, quedóse en la misma villa, hasta que no creyéndose segura se refugió á la fortaleza de Autillo. Valladolid vió indignada en un simulacro de cortes generales aprobados servilmente los des- manes del soberbio tutor y el despojo de su benéfica señora; pero fallecido el joven rey en Falencia á los pocos días de haber presenciado su partida, saludó con inmenso júbilo á Berenguela que volvía con su hijo de la mano, para transferir á las sienes del mancebo la corona de Castilla, que iban á presentarle las cortes del reino, reunidas allí mismo, como á primogénita de Alfonso VIII. Celebróse esta doble proclamación á i.° de Julio de 1217 en la plaza Mayor, apellidada entonces del Mercado y situada fuera del amurallado recinto, donde subieron á un ta- blado cubierto de telas de oro la reina y el príncipe ; y fué luci- da y noble y numerosa por demás la comitiva que les acompañó desde la plaza al templo de Santa María y desde allí otra vez al alcázar, y ruidosas las aclamaciones y brillantes los regocijos que inauguraron el feliz gobierno del rey santo. Suscitáronse tormentas en sus principios, pero disipólas en breve el calor del naciente astro. Alfonso IX de León, que ha- bía bajado hasta Arroyo y Laguna á una legua de Valladolid para disputar á su hijo el materno cetro de Castilla, se retiró sin intentar ataque alguno; D. Alvaro de Lara, que promovía nuevas inquietudes talando los pueblos, fué conducido á la villa prisionero y metido en estrecha cárcel. Obtuvo Valladolid la predilección de Fernando III sin duda por el cariño de su ma- dre; y las cortes celebradas en Febrero de 1221 en que se con- denó al señor de los Cameros don Rodrigo Díaz á restituir al 49 rey los castillos usurpados, el concilio reunido en 1228 bajo la presidencia del legado obispo de Sabina para extirpar el concu- binato de los clérigos y condenar los errores albigenses, el ca- pítulo general de la orden de Calatrava tenido á 28 de Octubre de 1238 en presencia del rey y de su madre y de su segunda esposa, fueron otras tantas ocasiones en que la hizo teatro de su grandeza. En la capilla de aquel alcázar, á 26 de Noviembre de I 246, solemnizáronse los desposorios del príncipe Alfonso con Violante hija del rey de Aragón, niña apenas dé once años, á quien fué señalada en arras la misma villa con otras de impor- tancia; pero las triunfales campañas de Andalucía impidieron al glorioso monarca asistir á la fausta ceremonia, y á las rogativas que de su orden se hicieron el año siguiente por la salud de San Luís su primo á Nuestra Señora de la Peña de Francia en su devoto santuario del Prado de Valladolid. Otorgó San Fernán- do á la población varias donaciones en 1240 y 1242, y hay quien dice que sus armas en la toma del castillo del Carpió; pero el origen de estas es tan controvertido como el objeto que representan, dudándose si son llamas, ondas ó girones. También al sabio Alfonso, al rey legislador, blanco de tan varia fortuna en vida como de opuestos juicios en la historia, mereció Valladolid una especial solicitud y una frecuente per- manencia. En 1252 y 53, desde el año primero de su reinado, le confirmó los antiguos privilegios y donaciones y le concedió otras nuevas: en 1255 víspera de San Juan Bautista dió comien- zo allí al código inmortal de las Partidas, y allí terminó en 30 de Agosto el fuero real, que no fué otorgado á la villa sin embargo hasta diez años después: en 1258 por el mes de Ene- ro reunió en ella cortes generales para reformar las costumbres, la mesa y el traje de las diversas clases del estado empezando 50 VALLADOLID sí la reina, y más adelante expidió ordenanzas locales por y por sobre las atribuciones de los alcaldes y trámites de sus juicios. Su nieto Alfonso, hijo del infante D. Fernando de la Cerda y de Blanca de Francia, destinado por derecho á sucederle, vió allí la luz la en 1270 y fué bautizado con insigne pompa en iglesia de Santa María. Pero el descontento cundía y amenazaba estallar en sedición : los grandes murmuraban de ultrajes y des- afueros recibidos, los prelados pedían el remedio de sus quere- lias contra los ministros reales (i). En la reunión numerosísima que en 1281 allí tuvieron los abades de los monasterios de la orden de Cluni, del Cister y de Premonstrato en Castilla, y en la hermandad entre ellos acordada para la observancia de su instituto, tal vez pudo observar Valladolid á vueltas del celo re- ligioso algo de política desazón y de las ambiciosas intrigas del infante D. Sancho que les había convocado : mas no tardó en ver rasgado el velo de iniquidad. En 8 de Julio de 1282 (2) ante una junta inmensa de prelados, ricoshombres y caballeros de Castilla, León y Galicia, ante la esposa del monarca y el infante D. Manuel su hermano y sus hijos los infantes D. Pedro y Don Juan, oyó la obediencia al rey Alfonso, y aclamar por le- negar gítimo señor al rebelde príncipe, y prestarse todos juramento de sostener recíprocramente sus libertades, ó más bien de asegurar sus usurpaciones. Tal vez hizo teatro á Valladolid de tan odiosa escena la au- toridad de la reina Violante que la poseía en señorío y la arras- tró á conjurarse contra su real esposo; pero en compensación debióle la villa dos de sus más insignes conventos, San Francis- CO y el de dominicos de San Pablo. Había fundado el primero (1) El Sr. Sangrador en su apreciable historia de Valladolid afirma que se ce- lebraron en esta población las cortes de i 271, de las cuales se apartaron los no- bles descontentos con el infante D. Felipe á su cabeza, y en que mediaron la reina el Violante el infante D. Fadrique y otros para terminar sus desavenencias con y así de las historias más acreditadas como de las actas de cortes se des- rey; pero prende que estas se tuvieron en Burgos. (2) La crónica de D. Juan Manuel pone este suceso en el mes de Abril de dicho año. VALLADOLID 51 en 1210 bajo la protección de la reina Berenguela fray Gil com- pañero del patriarca de Asís, en el sitio apellidado Río de OI- mos camino de Simancas: Violante lo trasladó dentro de la po- blación, cediendo á los religiosos en 1260 unas casas en la calle de los Olleros frente al Mercado convertido más tarde en Plaza Mayor, en un barrio á la sazón extremo y el más céntrico des- pués. Otra reina, María de Molina, agregó al convento un pala- cío contiguo; mas sin perder su primer destino, la morada de los humildes frailes Menores dió aposentamiento muchas veces á las personas reales, como su iglesia dió sepultura á los despo- jos de las mismas. El primero que allí bajó á descansar fué don Pedro hijo de Alfonso X y de la fundadora, fallecido en Ledes- ma á 20 de Octubre de 1283, niientras auxiliaba la rebelión del hermano contra el padre; el segundo D. Enrique hermano del mismo rey Alfonso, cuyo cadáver traído desde Roa, donde mu- rió en Agosto de 1303, debió su honrado entierro á la genero- sidad de la reina María. Ni del lugar y forma de los sepulcros de ambos infantes ni de sus epitafios queda memoria cierta (i); pero sí de los versos leoninos que llevaba en la capilla mayor el túmulo de Pedro Alvarez señor de Noreña, padre del famoso Rodrigo Alvarez de Asturias (2). Ninguna descripción, ningún (1) Según Antolínez de Burgos, estaban sepultados en dos nichos á los lados de la capilla mayor, en el del evangelio D. Enrique, en el de la epístola D. Pedro á quien llama D. Pedro Manuel. Morales en su Viaje santo asegura que no se sabía el lugar de la sepultura de D. Enrique, y que la de D. Pedro estaba en la capilla de los Leones en cama alta con bultos él y su mujer Margarita de Narbona. Nin- gún escritor moderno, de los que antes de 1837 alcanzaron á ver aquel edificio, ha resuelto dicha controversia. (2) Dice Morales que era de palo este sepulcro con las armas de Noreña; pero en tiempo de Flórez el sepulcro y los versos ya no existían. Estos nos los ha con- servado una historia manuscrita del convento. Impia mors, quis te furor impulit ut Petrus iste Sic rueret per te, cui vita favebat aperte ? Hic custos legis, cor regis, pauperis egis. Hic tutela bonis, hic cultor religionis. Hunc genus, hunc mores, facundia, census, honores, Deseruisse docent quem coluisse soient. Al otro lado de la piedra : 52 VALLADOLID diseño nos permite tampoco apreciar dignamente la pérdida de aquel templo, demolido en 1837 subvenir á los gastos de la guerra civil; sólo sabemos que era una suntuosa y dilatada nave, construida en la mejor época del arte gótico, pues de pe- queña que antes era, la hizo de nuevo con su gran pórtico á fines del siglo XIV Juan Hurtado de Mendoza, uno de los tutores de Enrique III, sepultado debajo del coro. Las portadas que salían á la calle y plaza Mayor, decíase haberlas costeado los jurados en penitencia de haber infringido el derecho de asilo tapiando las puertas á un homicida; la de la plaza, consumida en el terri- ble incendio de 1561, se reedificó conforme á la traza que Feli- pe II señaló. Así el claustro como la iglesia encerraban grandio- sas capillas : la de Linages cubierta por una cúpula octógona de crucería, se veía alfombrada de losas, entre ellas la de un obis- po, y rodeada de nichos greco-romanos de medio punto con lápidas en su fondo ; la de los Leones, próxima á la sacristía y colateral de la mayor, contenía la notable tumba de una dama y de una hija de Enrique II, ambas por nombre Leonor, falleci- da la madre en 1369 y la hija en 1375, á cuya historia dieron acaso romancesco interés los leones esculpidos sobre la cubier- ta (i). Grandes cuadros de Bartolomé de Cárdenas, Felipe Gil Serve Dei Francisée, mei sis dux morientis, Do tibi me, tu sis animae comes egredientis. In te confido, placuitque mihi tuus ordo. Me totum tibi do, quid plus? cum corpore cor do. Pro te qui minor es, ad fratres migro minores, Fratribus unitus, fratris sub veste minoris. Anno Domini MCCLXXXVI. Este magnate gran servidor de Sancho IV, era padre, y no abuelo como dice Flórez, de D. Rodrigo Alvarez de quien hablamos en el tomq de Asturias y León, pág. 160. En medio de la capilla mayor, según Morales, estaba enterrado con tumba alta cerrada de reja, el conde de Castro. (i) Cuéntase que recelando el rey de la fidelidad de su dama, mandó exponer el tierno fruto de sus amores á la voracidad de aquellas fieras , las cuales, respe- tando maravillosamente á la niña, le demostraron la inocencia de la madre. De esta anécdota no dan indicio alguno las historias ni la inscripción colocada en el sepulcro, que decía así: «Aquí yacen enterradas D.® Leonor de los Leones y D.® Leo- nor su hija y del rey D. Enrique el Viejo que Dios dé santo paraíso ; finó la madre VALLADOLID 53 y Diego Valentín Díaz, preciosas figuras de Juni y de Gregorio Hernández, cubrían los muros ó adornaban los retablos; y sem- braban por todas partes el pavimento nobilísimas sepulturas, distinguiéndose entre todas la que custodió por seis años los preciosos restos del descubridor del nuevo mundo, Cristóbal Colón, antes de ser trasladados á la Cartuja de Sevilla, y la que recordaba la pavorosa leyenda aplicada después al alcalde Ron- quillo (i). Con la fundación de San Francisco guarda singular analogía la de San Pablo. También le concedió el solar la reina Violante otorgando á los dominicos en 1276 el vasto terreno de Casca- jera hasta San Benito, donde les sirvió de primer santuario la ermita de nuestra Señora del Pino; también la reina María, al confiarle los despojos de su tierno hijo Alfonso fenecido á los cinco años (2), dió á la fábrica poderoso impulso, y lególe una renta anual de cuatro mil maravedís sobre el portazgo de Va- aquí en Valladolid en la era MCCCCVII, y la hija finó en la villa de Guadalajara en la era MCCCCXIll ; y la dicha Leonor hizo hazer esta capilla y estas sepulturas para que la enterrasen á ella y madre, á las cuales Dios por su santísima miseri- cordia quiera perdonar sus almas.» En su testamento menciona Enrique 11 á esta dama, llamándola Leonor Alvarez, y á su hija desposada con D. Alfonso de Ara- gón, hijo del marqués de Villena, cuyo matrimonio al fin no se realizó, legando á la primera diez mil maravedís anuales, y á la segunda veinte mil doblas de oro para su dote. (1) En el centro de la iglesia, debajo de una lápida donde se veían de relieve las figuras de un hombre con su mujer, dícese que fué enterrado un juez de alta categoría. Hallábase un religioso á deshora de la noche escribiendo el sermón de honras en la biblioteca, cuando le apareció el alma del infeliz magistrado rodeada de demonios, quienes promulgada la sentencia del Señor que les entregaba tam- bién su cuerpo, condujeron al fraile á la sepultura, le mandaron extraer del cadá- ver la sagrada hostia con religioso aparato, y prescribiéndole referir el caso desde el púlpito, se llevaron aquel con estruendo formidable. La odiosidad que excitó contrá el alcalde Ronquillo el suplicio del obispo Acuña en Simancas, dió margen á suponerle objeto de esta leyenda que parece más antigua ; pero basta recordar, como lo prueba el Sr. Sangrador, que Ronquillo murió en ífadrid y no en Valla- dolid á 9 de Diciembre de i s 5 2, y que no fué sepultado en San Francisco, sino en la iglesia de religiosas de Arévalo. (2) Nació este infante en Valladolid en r 286 y murió allí mismo en 1291; es- taba desposado ya con D.'Juana Núñez de Lara que se criaba en palacio. Créese estuvo enterrado en una de las tres cajas pintadas de bermellón que vió Morales puestas en alto en la capilla mayor, y que tal vez desaparecieron al labrar allí el duque de Lerma su magnífico panteón. 54 VALLADOLID lladolid mientras durase la obra de la iglesia y claustro. Pero más tarde, á mediados del siglo xv, veremos al edificio desple- gar sus brillantes galas, y recibir á principios del xvii el com- plemento de su grandeza, perfeccionando la obra de las reinas el cariño de un prelado y la munificencia de un valido. Antes que uno y otro convento, fué erigido en 1247 el de Santa Clara en vida de la santa por una de sus compañeras bajo la advocación de Todos los Santos. El sitio que ál presen- te ocupa se hallaba fuera de los muros, y lo estuvo hasta la en- trada del xvii en que llegó á envolverlo la población; diríase que aguardando pacientemente esta crecida, renunció á trasla- darse en 1371 junto á la iglesia de San Esteban á unas casas del conde D. Sancho. Desde Alfonso XI hasta Enrique IV, to- dos los reyes otorgaron privilegios y rentas á este convento, acreditado por su rígida clausura. Ocupaba su primitiva iglesia el sitio donde hoy está el coro bajo, y á ella pertenecen los vie- jos muros del cuerpo que avanza hacia la plazuela, presentando en su ventana ojiva un no sé qué de monumental. Por dentro corresponden á una capilla cuadrada con bóveda de crucería, donde vivió como emparedada en una contigua celda, y donde quiso reposar en muerte la viuda de Alonso Pérez de Vivero, D.^ Inés de Guzmán (i); la otra capilla del coro la fundó para su entierro D. Alonso de Castilla, más esclarecido aún por la fama de sus virtudes que por su descendencia del rey D. Pe- dro (2). La iglesia actual, nave gótica de piedra, desfigurada interiormente, pero cuyo exterior aún engalana alguna creste- ría, la construyó hacia 1495 D. Juan Arias del Villar, obispo de (1) Sobre la tumba de esta dama se lee : «Â honra y gloria de Dios todo pode- roso yace aquí en esta sepultura D." Inés de Guzman condesa de Trastamara, que mandó facer esta capilla año de 1489.» Su esposo fué el que muriendo por orden de D. Álvaro de Luna ocasionó la caída de este valido. (2) Fué éste D. Alonso hijo natural de D. Pedro de Castilla, después obispo de Osma, habido en una dama inglesa. Cuenta la tradición que cada vez que se acercaba á la muerte alguna persona del noble linaje de los Castillas, se percibían fuertes y misteriosos golpes dentro del mencionado sepulcro. VALLADOLID 55 Oviedo y más tarde de Segovia, reedificando al propio tiempo la portería, según acreditaban sus blasones esculpidos en las claves de la bóveda (i). En la capilla mayor, ocupada por un retablo churrigueresco, contienen los enterramientos de las fa- milias de Boninseni y Nava cuatro nichos de severa arquitectura como la de los tiempos de Herrera; pero las estatuas yacentes ofrecen aún en época tan avanzada la expresiva actitud y la rica minuciosidad de trajes que caracterizaban las de la Edad me- dia (2). No reanudaremos el hilo de la historia, tan revuelta como gloriosa para Valladolid en el breve reinado de Sancho IV y en las agitadas menorías de Fernando IV y Alfonso XI, sin tender antes una mirada por el dilatado circuito que ocupaba ya enton- ees la villa. Limitada al poniente por el Pisuerga y partiendo del alcázar como de centro inmóvil, habíase ido aumentando por las otras direciones en línea casi paralela á la del primer recin- to. La puerta de Nuestra Señora no había cambiado sino de nombre titulándose del Río ; perO desde allí subía la nueva mu- ralla á la puerta del Puente, en medio del cual descollaba un torreón para su defensa. Seguía la cerca por el lado septentrio- ( t) Murió el citado obispo en i 5 o i en el pueblo de Mojados. Creen las religió- sas que está enterrado en su claustro, y así lo afirma Garibay, pero según Colme- nares yace en Segovia. (2) En los nichos del lado del evangelio yacen un caballero y una señora ; el bulto de aquél presenta una hermosa cabeza de anciano, enjuto de carnes, vestido de armadura completa, con una mano empuñando la espada y con la otra caída, notándose á sus piés un león y el casco ; la dama viste un rico traje de la época, y lleva un perrito de lanas sobre la orla de su vestidura. Las inscripciones dicen así: «Aquí yace el muy ilustre señor Pedro Boninseni, comendador de Fuente la Peña y recebidor general de la religión de San Juan; falleció á 8 de Setiembre de I 581. Requiescat in pace. Este caballero fué embajador de su religion en esos reinos y en los de Portugal, y fué capitán en Italia y gobernador de Taranto, y es de quien dize la corónica de Malta cuando la cercó el Turco.»—«Aquí yaze la muy ilustre señora D.» Isabel Boninseni y de Nava, falleció á 18 de Setiembre de 1580. Requiescat in pace.» Otro bulto semejante de caballero se ve en uno de los nichos del lado de la epístola, con el siguiente epitafio : «Aquí yace Juan de Nava caba- llero del ábito de Santiago, gentilhombre de la boca de S. M., hijo de Pedro de Nava del consejo de los Reyes Católicos y de Juana Ondegardo ; están enterra- dos en la capilla de Santa Catalina de San Francisco de esta ciudad. Murió año de I 590.» VALLADOLID nal, incluyendo el barrio de San Nicolás y orillando la huerta de San Pablo, hasta la puerta de San Benito el Viejo, desde la cual dejando fuera á Santa Clara, se inclinaba hacia levante y abría dos puertas al extremo occidental del Prado, la una deno- minada de San Pedro enfrente de esta iglesia, la otra de San Martín junto á la cruz donde antes estaba la ermita de la Peña de Francia. Formando una excrecencia hacia la Magdalena, la separaba del monasterio de las Huelgas situado allende los muros, y hoy todavía contiguo á dicha parroquia aparece tapia- do un viejo arco de ladrillo de forma de herradura, que pudo ser puerta, si bien la de San Juan estaba algo más adelante en la plazuela de este nombre. Al extremo de la calle de Herradores, hacia el sudeste un elevado castillo con foso y barbacana defen- día la puerta de San Esteban, otra enfilaba la calle después llamada de Teresa Gil; y tomando el muro por foso el brazo inferior del Esgueva y excluyendo el anchuroso Campo Grande, formaba la puerta del Campo donde se levanta hoy el arco de Santiago, y sobre el otro brazo del Esgueva la de San Lorente hasta cerrar otra vez con el alcázar. Dentro de esta muralla de diez puertas, muchas de las cua- les subsistían aún á la entrada del siglo xvii, quedaron encerra- das diferentes iglesias, que desde el xii las más, habían nacido como ermitas en medio de los campos, y que luégo vinieron á ser parroquias rodeadas de feligreses; en qué época precisa- mente no se sabe, ni si fueron erigidas tales á un mismo tiempo, pero á mediados del xiv consta ya que lo eran casi todas. De esta suerte á la Antigua, á San Julián, á San Pelayo titulada ya entonces San Miguel, á San Martín y á San Nicolás, fueron añadiéndose San Lorenzo, Santiago, el Salvador, San Esteban, San Juan, la Magdalena, San Pedro y San Benito el Viejo, pre- sidiendo á los respectivos barrios recién formados en torno suyo. Sus templos, pobres sin duda y reducidos en razón de su origen, perdieron sucesivamente su primitiva forma: los de San- tiago y San Lorenzo restaurados en el último período del arte VALLADOLID 57 gótico; los de la Magdalena, el Salvador, San Pedro y San Be- nito en el siglo xvi y xvii; los de San Miguel, San Juan y San Esteban trasladados casi en nuestros días á vacantes y espacio- sas iglesias de conventos. Coincidió, si más bien no le fué debido, este singular incre- mento de Valladolid con el reinado de María de Molina, su principal favorecedora después del conde Ansúrez, figura ma- jestuosa y apacible que durante cuarenta años llena casi exclu- sivamente sus anales. Ya en vida de su esposo Sancho el Bravo tuvo allí la prudente reina su residencia más frecuente, y alean- zó del rey que concediera á aquellos vecinos la aldea de Cigales para que fuesen más ricos y hubiesen más con que poderles ser- vir; allí dió nacimiento en 1286 á su segundo hijo Alfonso cuya muerte cinco años después debía llorar, y en 1290 á Pedro que terminó gloriosamente su juvenil carrera en la vega de Granada. Aumentaron en aquella época el lustre de la villa la celebración de un concilio nacional en 1291 y de unas cortes generales de León y Castilla en 1293 ; y sus escuelas públicas, que con algún fundamento se suponen trasladadas allí desde Palència, florecían de tal suerte con la protección del soberano (i), que al estable- cer las de Alcalá de Henares, nada mejor creyó éste poderles otorgar que los mismos privilegios é inmunidades de aquellas. Con la muerte de Sancho quedó su esposa por única salva- guardia de un niño, cuyo derecho contradecían poderosos reinos, y cuya tutela ambiciosos bandos se disputaban. Las intrigas y sugestiones de D. Enrique, tío del rey difunto, lograron enagenar de la reina el ánimo de sus más fieles súbditos; y Valladolid en 1295 víspera del Bautista cerró las puertas á su señora, y al cabo no le permitió entrar sino sola con su hijo, separada de la (i) En 1295 concedió dicho rey al estudio general para salario de sus maes- tros las tercias de Valladolid y su tierra además de las de Mucientes y Fuensalda- ña, por los grandes servicios que le habían prestado siempre los letrados de aque- lia escuela, tal vez, como conjetura el Sr. Sangrador, en la ruidosa cuestión de la sucesión á la corona. 8 58 VALLADOLID comitiva. En las cortes abiertas allí el siguiente día, cedió la madre el codiciado gobierno á D. Enrique, reservando única- mente para sí la educación del rey menor; y si bien prestaron juramento á Fernando IV los concejos de León y Castilla, reno- varón su hermandad recelosa imponiendo condiciones al trono, y á ellos siguió con sus demandas el brazo de la iglesia. Pero á fuerza de habilidad y dulzura triunfó D.^ María: los más temi- bles é inquietos magnates, D. Diego de Haro y D. Juan Núñez de Lara, vinieron en pos de ella á rendir homenaje á su hijo; y la villa, vuelta en sí del momentáneo extravío, abrazó con tanto ardor su causa, que sorda á la voz de la reina Violante su anti- gua señora, la cual en ausencia de aquella aspiraba á penetrar en su recinto sosteniendo las pretensiones del infante de la Cerda, le impidió la entrada coronando de armas sus muros, y la obligó á retirarse á Cabezón lanzando imprecaciones y ame- nazas. Valladolid fué el cuartel general escogido por la varonil princesa en 1296 para hacer frente á la formidable liga conque Aragón, Francia, Portugal, y un pretendiente al reino de León y otro al de Castilla, aspiraban á derribar el trono y desmem- brar la monarquía. Hallábase la reina oyendo misa en la capilla del alcázar, cuando en traje de camino se le acercó D. Enrique consternado con el inminente peligro, proponiéndole como único medio de conjurarlo un segundo enlace con el infante de Ara- gón D. Pedro, caudillo de las huestes aliadas. Ella, no tomando consejo sino de su casto y firme corazón, respondió «que jamás quebrantaría la fe del primer consorcio aun á trueque de ganar cien coronas para su hijo, y que mejor interesaría en favor de éste á Dios conservando su decoro, que admitiendo en sus tocas el más mínimo lunar.» Y Dios no engañó su esperanza: aban- donada de D. Enrique y llevados á Andalucía sus defensores, combatió por ella la peste diezmando el ejército enemigo, y sus destrozados restos imploraron tregua para retirarse, y los cadá- veres del infante de Aragón y de sus nobles, al atravesar por VALLADOLID 59 Valladolid, merecieron de su generosa adversaria ricos paños de oro con que cubrir su desnudez. Al rey de Portugal, que lie- gó más tarde con otro ejército hasta Simancas, sin poder ella oponerle más soldados que los fieles habitantes de su corte, respondió negándose á las exigencias que le presentaba y aun á toda entrevista, y amenazándole con la ruptura del proyectado enlace entre sus hijos si jamás se ponía en su presencia. Esta comunidad de glorias y peligros se la recompensó D.^ María á los de Valladolid concediéndoles franquicia de portazgos, que al año siguiente hizo extensiva á los mercaderes que la abaste- cieran. Por tres años consecutivos, en Febrero de 1298, Abril de 1299 y Abril de 1300, reunidas allí las cortes otorgaron á la corona cuantiosos donativos para las necesidades de la gue- rra, y en las últimas por fin hincó la rodilla ante el joven rey el infante D. Juan su tío, que traía perturbado el reino con ince- santes rebeliones. De otras dos cortes generales presenció Va- lladolid la solemne apertura durante el breve reinado de Fer- nando IV, de las unas en 28 de Junio de 1307, de las otras en 24 de Abril de 1312, en las cuales se ordenaron sabias y populares leyes. No fueron con todo estos años los más ventu- rosos para María de Molina; mejor quisiera seguir arrostrando riesgos y combates que sufrir el desvío ingrato de su hijo, sobre todo después del casamiento de éste con D.^ Constanza de Por- tugal, que se celebró en Valladolid con suntuosas fiestas en el mes de Enero de 1302. Entregado el rey á la fatal privanza de sus antiguos y constantes enemigos el infante D. Juan y D.Juan de Lara, excitó el disgusto de la nobleza y especialmente de D. Enrique su antiguo tutor; y la reina madre hubo de emplear toda su prudencia en calmar el despecho de éste y los celos de aquella, enmendando los agravios del imprudente mozo. Á poco murió D. Enrique, y í).^ María olvidando pasadas quejas mos- tró una vez más su magnánima bizarría: pocas lágrimas corrie- ron en las exequias del avaro y turbulento anciano, y al trasla- òo VALLADOLID dar su cadáver desde Roa á Valladolid, escasa comitiva y de mal grado le acompañaba, ni iban con la cola cortada los roci- nes, ni lucían velas en la procesión; pero la reina cuidó de suplir este abandono, y envió para cubrir el féretro una preciosa tela de brocado. La caída de los Templarios tuvo en Valladolid un eco dolo- roso. Poseían allí desde mediados del siglo xii el convento y la iglesia de San Juan, nombrado en segundo lugar entre todos los de España en una bula de Alejandro III: apoderóse de sus bienes la corona, á pesar de haber declarado su inocencia el concilio de Salamanca; la iglesia permaneció como parroquia hasta 1842 en que fué demolida por ruinosa; el convento fué dado por habitación á D. Ñuño Pérez de Monroy, abad de San- tander y canciller de la reina, quien fundó en él un hospital, quedando todavía al parecer espacio bastante en el edificio para servir á los reyes de palacio (i). En este hospital fué sepultado su opulento fundador, que sobreviviendo pocos años á su seño- ra, falleció en 2 de Agosto de 1326; pero devorado por las llamas el piadoso asilo, no sabemos en qué fecha, pasaron sus restos al interior del monasterio de las Huelgas, á cuya fábrica había contribuido pródigamente (2). (1) Sólo así puede conciliarse la indudable erección del hospital en el referido convento, con las repetidas indicaciones de la crónica del rey D. Pedro, quien se- gún la misma tenia su alojamiento en las casas del abad de Santander. En confir- mación de nuestra conjetura afirma el moderno historiador de Valladolid que esta morada, donde D. Pedro celebró sus bodas con Blanca de Borbón, es la conocida con el noïíibve, àe, -palacio del Duque, del cual ya no existen ruinas, y cuyo sitio señalan unas tapias en el espacio que media entre la calle de la Magdalena y la de los Templarios. (2) El epitafio decía asi : « Aquí yace D. Ñuño Perez de Monroy abad dé Santan- der, notario mayor por el rey D. Alonso del reino de Leon. Fizo este hospital para los omes mantener á servicio de Jesucristo y de la Virgen Santa María su madre y de la córte celestial, por su alma en remisión de sus pecados. Fué canciller de la reina D.' María que edificó el monasterio de las Huelgas que es aquí en Vallado- lid : fué natural de Plasència, e finó á dos dias andados del mes de agosto era de mil e trescientos e sesenta e cuatro.» Fray Alonso Fernández, que inserta dicha inscripción en su historia de Plasència, refiere el testamento del abad, que legó al hospital todos sus bienes y sesenta mil maravedís de renta para sustentar diaria- mente á cincuenta pobres y cuidar á treinta enfermos, tres mil doblas de oro al VALLADOLID ÒI El rey Fernando, que en 1311 había convalecido en Valla- dolid de una peligrosa dolencia, murió al año siguiente en Jaén; y no falta quien traiga á orillas del Pisuerga el principio de la trágica historia de los Carvajales ligada con aquella muerte misteriosa, diciendo que en el campo de la Verdad, que después se llamó de Marte, lidiaron los infelices hermanos con los Bena- vides (i). Hallóse la reina de nuevo sin más apoyo que su en- tereza para salvar la cuna de su nieto y el cetro en ella deposi- tado, de los recios embates de encontradas ambiciones; pero aunque instada con dobles miras por su cuñado D. Juan á encar- garse de la regencia, rehusó con todo admitirla mientras no se la confiriese el solemne voto de las cortes, y para terminar di- sensiones, dejó á su hijo D. Pedro el gobierno de León y á don Juan el de Castilla, tomando á su cargo la crianza del pequeño Alfonso que también acababa de perder á su madre. Su benigna influencia no se ejercitó sino en hacer levantar en una junta de prelados, que por Junio de -1314 se tuvo en Valladolid, el entre- dicho lanzado por el pontífice á causa de la indebida percepción de las tercias decimales, y en conciliar á los desavenidos tuto- res por medio de las cortes allí mismo congregadas en Julio de 1318. Una misma y gloriosa muerte en la vega de Granada puso fin muy pronto á las querellas del tío y del sobrino; y aun lloraba D.^ María á su hijo Pedro, cuando su último hijo Felipe y el hijo del difunto D. Juan y D. Juan Manuel su primo se presentaron en Valladolid á reclamar imperiosamente la tutela, y sin aguardar la decisión de las cortes como la reina les pres- cribía, se la hicieron otorgar por sus parciales. Aumentáronse con esto en vez de calmar los disturbios; fué llamado el reino á cortes generales en Palència ; pero antes de acudir allí la ex- monasterio de las Huelgas para construcción de la capilla en que habían de depo- sitarse los restos de D." Maida y mil para hacer el claustro, trescientas para el del convento de Santa Clara, trescientas para concluir la cerca del de San Quirce, y cuatrocientas para celebrar veinte mil misas, la mitad para sí y la mitad reina. para la (i) El citado fray Alonso Fernández. Ò2 VALLADOLID celsa pacificadora, detúvola en su predilecta villa mortal enfer- medad. Entonces llamó á los caballeros y regidores de aquella, y encomendando á su lealtad la custodia del nieto hasta que llegara á la mayoría, cerró más tranquila los ojos día i.° deju- lio de 1321 (i). Desde San Francisco, donde murió la reina en las habitado- nes que se había reservado al ceder sus casas al convento, fué llevado el cadáver, vistiendo el hábito dominico, á un reciente templo de religiosas, donde celebró los oficios el cardenal obispo de Sabina, y fueron muchas y muy sentidas las oraciones que por su alma se elevaron, aun sin el estímulo de las indulgencias concedidas al efecto por el legado. Aquel templo lo había ella fundado con la advocación de Santa María la Real y sobrenom- bre de las Huelgas, á imitación del de Burgos (2), para unas pobres dueñas de la orden del Cister, cuyo primer asilo sobre la margen izquierda del Esgueva se había incendiado en 1282, desprendiéndose del palacio contiguo á la Magdalena que antes fué real morada de su hijo. Con sus limosnas y las de su digno ministro el abad de Santander trocóse el palacio en convento ; pero consumido en 1328 por las llamas en días de civil contien- da, renació de sus cenizas (3), para ser tercera vez destruido á fines del siglo xvi, y reemplazado por una ostentosa construe- ción arreglada al estilo de Herrera. La espaciosa nave, la alta cúpula, el ancho crucero, el bello retablo de orden corintio, cuya (1) Esta fecha se halla bastante controvertida. Mariana y otros la ponen en Ide Junio de i 3 2 2 ; y el Sr. Sangrador, que en el primer tomo de su historia la había fijado en ide Julio de i 3 2 i, en el segundo sigue á Mariana. Por nuestra parte preferimos atenernos al cronicón contemporáneo de D. Juan Manuel, que pone dicho fallecimiento en Julio de i 3 2 1, y á lo que se desprende de la data de las cortes de 1322, que celebradas con posterioridad á la muerte de D.= María, funcionaban ya en 8 de Mayo. (2) En su testamento mandó D." María, que fuese siempre monja y señora del monasterio una princesa de sangre real y que tuviese su ración como las infantas de Burgos; pero no se sabe que en el de Valladolid profesara infanta alguna, aun- que sí señoras de calificada nobleza. (3) Véase más adelante en el capítulo de Toro la venta que el convento hizo á aquel concejo en 1403 del llamado monte de la Reina, contiguo á dicha población, para atender á importantes reparaciones. VALLADOLID 63 arquitectura y relieve principal empezó y acabó en 1616 el fa- meso Gregorio Hernández, llaman menos la atención que el se- pulcro en medio de la iglesia colocado de la ilustre fundadora, que parece expuesta aún allí de cuerpo presente al amor y veneración de los pueblos como en el día de sus exequias. Des- de la capilla mayor del gótico templo, donde en 1572 alcanzó á verla Morales (i), fué pasada la urna al crucero de la nueva fábrica, pero con tan poco cuidado, que junto á los antiguos relieves de alabastro se ven las toscas pilastras que en los án- gulos se añadieron. Escudos reales y de familia, figuras de la Virgen y de San Bernardo, representan dichos relieves, y el de los piés á la misma reina con altísimo y singular tocado en el acto de otorgar á las monjas la carta de fundación. La efigie tendida sobre la cubierta, mayor del tamaño natural, resplan- dece de blancura, bella en el rostro, mórbida en las carnes, honesta en la vestidura, ceñida con esmaltada correa, con toca en la cabeza y con un libro en las manos ; sobre la orla de su vestido juega un perrito faldero, y á los piés y á los lados velan pequeños leones. Los que aquel túmulo labraron, si es que no habían alcanzado á conocerla, tenían al menos muy reciente la memoria de la que, tan grande como Berenguela é Isabel la Católica, si no logró tan altas dichas, arrostró mayores dificul- tades. Otras monjas también cistercien ses experimentaron la libe- ralidad de D.^ María, y fueron las de San Quirce. Bajo la invo- cación de Santa María de las Dueñas moraban al principio junto (i) «La reina tiene corona, añade Morales, mas está en hábito honesto, sin tener letra ninguna. Tiene los escudos con castillo y león, y otros con solo león, y castillo por orla, que parece fueron las armas de su padre el infante D. Alonso de Molina. Á ambos lados en la pared están arcos labrados de foliages de yeso, con tumbas no muy grandes de lo mismo, con aquellos escudos de león y sin letra: son sepulturas de los infantes sus hijos, como las monjas por tradición refieren.» Sin embargo la opinión general es que D. Alfonso y D. Enrique, que murieron de menor edad, fueron sepultados en San Pablo. Morales, que visitó las años Huelgas nue- ve antes de empezarse la iglesia actual, dice que se parece en toda ella ser obra muy antigua. VALLADOLID al puente al otro lado del Pisuerga; y en este sitio las designa en su testamento otorgado en 1307 la infanta de Portugal doña Teresa Gil, que ha transmitido su nombre áuna de las mejores calles (i). El nuevo título de San Quirce con que las nombra la reina, y el objeto que da á su piadosa manda de tres mil ma- ravedís para cubrir la casa comenzada, hacen creer que se esta- ba ya efectuando en 13 21 la traslación del monasterio dentro de la población, si bien Antolínez la refiere y atribuye á los trastornos del reinado de D. Pedro. El sitio que en el arrabal dejaron se convirtió en hospital de San Lázaro; el que pasaron á ocupar en la parroquia de San Nicolás pertenecía á la noble familia de Ulloa, y la villa ayudó con crecidas sumas á construir la iglesia, no ciertamente la que hoy existe de dórica arquitec- tura, que esta fué concluida en 1632. Á la tenaz resistencia que opuso este convento en 1461 al establecimiento de la clausura y á la reforma intentada por el prior de San Benito, sucedió la más rígida observancia, produciendo en su claustro modelos de santidad. El vacante cargo de tutor lo confirieron áD.Felipe, hijo de la gran reina, las cortes reunidas en Valladolid á 8 de Mayo de 1322, año memorable para là villa, durante el cual vió con- gregado además un capítulo general de Calatrava y un concilio el más notable de cuantos allí se celebraron por el número é importancia de sus cánones. Pero el entusiasmo y júbilo subie- ron á su colmo, cuando cumplido fielmente por el concejo su glorioso encargo, y llegado á sus catorce años el rey, salió á caballo en un día de Agosto de 1325 escoltado por lo más ilus- tre de sus reinos, y en el campo de la Verdad pendones desple- gados proclamó su mayoría, recogiendo de sus tutores los sellos (i) En las historias generales y en las peculiares de Valladolid no hemos po- dido hallar más noticias de esta dama; su patronímico parece indicar que tuvo por padre á D. Gil Alonso, hijo natural de Alfonso 111 rey de Portugal y bailío de San Blas eii Lisboa. Legó dicha señora á San Quirce cuatroeientos maravedís de á diez dineros. VALLADOLID 65 con que tan interesadamente habían gobernado. Muchos meses y aun algunos del siguiente año duraron las cortes en que se hizo esta solemne declaración, y en que el joven soberano, agradecido á los servicios que se le votaron, confirmó privile- gios, otorgó peticiones, y premió sobre todo á los de Vallado- lid concediéndoles por juro de heredad numerosos pueblos y librándoles de todo pecho y marzadga (i). Antes de concluir el año, en 28 de Noviembre, brillantes fiestas solemnizaron allí sus desposorios con D.^ Constanza, hija de D. Juan Manuel, á quien le interesaba atraer á su servicio: la infanta permaneció en Valladolid con título de reina; pero deshecho más adelante el proyectado enlace por otro más ventajoso con María de Por- tugal, Constanza fué llevada prisionera al alcázar de Toro, has- ta que por último fué restituida á su padre. Días de revuelta sucedieron impensadamente á los de unión y esperanza: celosa la población que había custodiado en difíciles trances el trono, levantóse indignada contra los favoritos que lo avasallaban. Cundió la voz de que el hebreo Jucef, tesorero real, había venido á llevarse la infanta Leonor hermana de Al- fonso para casarla con el valido Alvar Núñez Osorio; y fomen- tados estos falsos rumores por su aya D.^ Sancha García y acreditados por los aprestos de viaje, al ver á la doncella salir de palacio cabalgando en una mula seguida del obispo de Bur- gos su canciller y de toda su comitiva, el pueblo insurrecciona- do la obligó á retroceder, y se dispuso á asaltar el palacio pi- diendo la cabeza del judío. Entretúvoles la infanta con la promesa de castigarle si la permitían trasladarse al alcázar viejo; pero después de penetrar en él, escudando á Jucef que asido á las faldas de su vestido la seguía á pié y tembloroso entre la escolta, desoyó los sediciosos clamores prevalecida con la fortaleza del sitio. La furia de los amotinados habríase extin- guido tal vez al pié de aquellos muros, si por ocultas instigado- (i) Impuesto que se pagaba en el mes de Marzo. 66 VALLADOLID nés de la dueña no hubieran llamado en auxilio suyo al prior dé la orden de San Juan Fernán Rodríguez de Balboa, que tenía ya sublevadas á Toro y Zamora contra la privanza de Osorio. Presentóse Alfonso delante de Valladolid en Julio de 1328, re- forzada su hueste con las tropas de los concejos comarcanos; la villa le rehusó la entrada si antes no separaba á su valido, el cual se vengó mandando talar las tierras y pasar á cuchillo los ganados. Para abrir brecha y facilitar el ataque, no temieron los sitiadores incendiar el reciente convento de las Huelgas pe- gado á la muralla, después de extraído por orden del rey el cadáver apenas consumido de su venerable abuela; pero recha- zados al resplandor siniestro de las llamas y puestos algunos de inteligencia con los de adentro, suspendieron los mortíferos combates. Cedió por fin Alfonso destituyendo al favorito, á quien bastaba por culpa á falta de otra la de causar tamaños disturbios; y entró ruidosamente aclamado en la villa, donde acabaron de disiparse los recelos que aún llevaba de la lealtad de sus moradores. Salvado de la muerte el aborrecido tesorero y libertadas las gentes del alcázar, llevóse consigo á Portugal á su hermana Leonor para asistir á sus bodas, que este y no otro había sido el objeto del misterioso viaje, y regresó al cabo de poco tiempo con su nueva esposa en medio de espléndidos re- gocijos. Lejos de guardar resentimiento á los insurgentes, los declaró en una cédula como libertadores, compadeciendo los daños que habían sufrido por apartarle de la compañía del trai- dor Osorio, y estimando este servicio por no menor al de su crianza y custodia. Á este movimiento político añadiéronse intestinas querellas: llegaron entre sí á las manos en las elecciones de 1332 las banderías de Tovar y de Reoyo, que desde siglos atrás, y no siempre en paz completa, se repartían los cargos y oficios mu- nicipales; la sangre corrió, y los ánimos se escandecieron hásta el punto, que el rey en cédula de 4 de Marzo hubo de prohibir so pena de muerte proclamar como grito de alarma aquellos VALLADOLID 67 apellidos, y para quitar tal vez á la lucha su carácter demasiado popular, excluyó en adelante de los ayuntamientos y de los destinos públicos á los menestrales y gente menuda. Pero los tumultos apenas interrumpían las continuadas funciones y repe- tidas fiestas que ocasionaba en Valladolid la permanencia de la corte. Celebrólas harto complaciente la villa en 1330 por el nacimiento de un hijo natural, D. Pedro el de Aguilar, que dió á Alfonso XI su dama la hermosa Leonor de Guzmán á vista de la misma reina. En los dos años consecutivos dieron á luz allí también la dama y la esposa, aquella á D. Sancho el Mudo el de Ledesma, ésta á D. Fernando, cuya temprana muerte pri- vó á Castilla de un reinado menos azaroso probablemente que el del cruel D. Pedro. Á todas las demostraciones motivadas por tales acontecimientos superaron con todo en esplendor las famosas justas, en que el brioso soberano, aprovechando un breve respiro de paz interior y de tregua con los moros, quiso desplegar la bizarría y gala de sus caballeros, y lidiar disfraza- do al frente de los de la Banda que poco antes había instituido. Eran estos los mantenedores del torneo; tras ellos entró en el memorable campo de la Verdad el escuadrón de aventureros, y se mezclaron y combatieron con ardor sin igual, suspendiendo por largas horas la atención de las damas y señores colocados en vistosas galerías y del inmenso pueblo apiñado tras de las barreras. Aumentado el empeño al paso que disminuía el núme- ro de los contendientes, saliéronse del palenque y llega,ron pe- leando al puente del Esgueva junto á la puerta del Campo, donde por fin á las tres de la tarde lograron separarlos los jueces, sin poder ó sin atreverse á adjudicar á una ú otra parte la prez de la jornada. Terminóla dignamente un suntuoso festín servido á entrambas cuadrillas en sus respectivas tiendas, pre- sidiendo el rey la mesa de los de la Banda; y reunidos después todos, le acompañaron hasta su morada al són de las aclama- clones populares. Sucedía esto por la pascua de 1335. Las fiestas de navidad de 1337 y 1341 las pasó también en 68 VALLADOLID Valladolid Alfonso XI ; pero sus visitas se hicieron menos fre- cueates en sus últimos años, empleados en gloriosas campañas contra los moros de Andalucía. Pocos monarcas dotaron á la co- roñada villa de tantos y tan insignes privilegios: durante su rei- nado y mediante su protección se erigió en universidad pontificia el estudio general; adquirió belleza y desahogo el templo de la Antigua, elevándose sobre las naves laterales y cubriéndose de esbelta bóveda la principal; y dióse principio al suntuoso claustro de Santa María la Mayor y á sus vastas capillas, á cuya fábrica contribuyeron con fuertes sumas el canciller don Ñuño Pérez y el abad de la colegiata D. Juan Fernández de Limia, imponiendo éste al cabildo la obligación de conservar el claustro primitivo. Con fausto agüero para Valladolid abrió el joven Pedro su reinado, oyendo en cortes generales desde Julio hasta Octubre de 1351 las necesidades y peticiones de sus varios reinos, y dictando sabias é importantes ordenanzas para las diversas cía- ses del estado ; pero poco tardó en desplegar allí mismo toda la violencia de sus pasiones. En Mayo de 1353, desprendiéndo- se de los brazos de la Padilla, vino para dar su mano á Blanca de Borbón que le aguardaba desde el 25 de . Febrero acompa- ñada de la reina madre: señalóse para las bodas el día 3 deju- nio, y salieron los novios de las casas del abad de Santander, que servían entonces de real palacio, montados en blancos palafrenes, y la reina María y la reina viuda de Aragón tía de D. Pedro cabalgando en sendas muías, cuyas riendas llevaban los infantes hijos de ésta D. Juan y D. Fernando, mientras que D. Enrique y D. Tello, hijos de la Guzmán, reconciliados últi- mámente con el rey su hermano, guiaban el caballo de Blanca. Reunidos se hallaban en amistoso grupo los que dentro de breves años habían de exterminarse. Dirigióse la comitiva á Santa María la Mayor, donde resonó la solemne promesa con- yugal ; tres días después huía el desatentado mancebo á reunir- se otra vez con su dama, sin conmoverle las súplicas de su ma- dre y de su tía ni los encantos de su inocente esposa. Solamente VALLADOLID 69 las instancias de los mismos deudos de la Padilla pudieron re- ducirle al cabo de algún tiempo á volver al lado de la abando- nada princesa; pero esta segunda estancia no duró más que la primera, y partió para no verla ya más, cual si un diabólico maleficio los separara. Desde entonces al parecer se le hizo odiosa la misma villa teatro de su infausto enlace, y sólo tres veces tornó á visitarla; en 1354 de paso para Cuéllar al ir á desposarse sacrilegamente con D.^ Juana de Castro, en 1358 para presidir un capítulo de la orden de San Juan, y en 1360 para derribar las cabezas de Garci Fernández y de Juan Sán- chez, hijos del noble caballero Fernán Sánchez, tal vez por pro- hado crimen, tal vez sólo por injustas sospechas. De Enrique II, cuyo partido abrazó desde muy temprano Valladolid, no quedan allí notables recuerdos, aunque consta su residencia por privilegios y cédulas expedidas desde aquel pun- to en 1369, 1371, 1376 y 1379. En este último año se detuvo allí su cadáver traído desde Burgos á Toledo, celebrándosele solemnes exequias en Sánta María la Mayor, como diez años atrás se habían celebrado en San Francisco por una de sus da- mas, Leonor Alvarez, cuyo sepulcro y tradición singular arriba ya mencionamos. Creación de este monarca fué el tribunal de la Chancillería, compuesto de siete oidores que daban audiencia tres días á la semana, y establecido desde su fundación en Va- lladolid en las casas de Fernán Sánchez de Tovar calle de Moros: pero transferido sucesivamente de pueblo en pueblo, no llegó á fijarse; y todavía no de un modo inalterable, en su pri- mer asiento hasta el 1442, y reformado después por los Reyes Católicos, pasó á ocupar las casas de Alonso Pérez de Vivero, en el sitio donde figuran hoy la audiencia y cárcel junto á la parroquia de San Pedro. El edificio, flanqueado por dos fuertes y cuadrados torreones, y marcado en su frontispicio con las ar- mas de León y Castilla, pertenece al siglo xvi (i). (i) Dice el señor Sangrador que al revocarse en i 828 la fachada con motivo 70 VALL AD OLID Vestido de luto por el fatal desastre de Aljubarrota, con los infantes sus hijos, abrió Juan I las cortes de Valladolid en i.° de Diciembre de 1385, exponiendo los motivos del duelo que en- volvía su corazón, no sólo por la mengua de sus armas y por la pérdida de tantos caballeros, sino por los inveterados abusos que no podía desarraigar, y por los gravosos tributos que las necesidades de la guerra le obligaban á imponer á sus vasallos. Á uno y otro punto atendieron las cortes; pero los apuros au- mentaron al año siguiente con los precipitados aprestos que en la villa se dispusieron para defender el reino contra el duque de Lancáster, que al frente de una armada inglesa venía á preten- derlo. Sólo azares é inquietudes experimentó por aquellos años Valladolid; sin embargo en medio de ellas se realizaron dos de sus más importantes fundaciones, la del convento de la Merced y la del monasterio de San Benito. El origen del primero, si merece crédito la tradición, va en- lazado á una historia que no es la más edificante. Acompañando á la reina Beatriz heredera de Portugal y esposa de Juan I, vino á Castilla su madre Leonor Téllez de Meneses, viuda del rey Fernando, á quien éste había arrebatado de los brazos de su primer marido Juan Lorenzo de Acuña, haciendo disolver su enlace para elevarla al tálamo real. Retirada ó detenida más bien en el convento de Tordesillas mientras vivió su yerno, pasó después á Valladolid, donde se había refugiado cabalmente el burlado Acuña llevando puesta por sarcasmo en el sombrero la divisa de su deshonra, y donde había fallecido al poco tiem- po, obteniendo sepultura en la iglesia de la Antigua. Los años no enmendaron á la reina viuda, y de ciertos amores con Zoilo Iñiguez gentil caballero hubo, además de un hijo fenecido de tierna edad, una hija llamada María, cuya crianza encomendó á de la llegada de Fernando Vil, quedaron ocultas dos inscripciones que había en lápidas de mármol, una de las cuales refería su fundación á los Reyes Católicos, y la otra contenía este expresivo verso : Jura, fidem ac Jœnam, reddit sua muñera cunctis. Fernán López de Laserna, y encargóle al morir que en su pro- pía morada estableciese un convento de religiosas donde se encerrara el fruto de su liviandad. Mas no sucedió así, porque la hija también enamorada de un sobrino de Laserna, con quien 71 antes creía tener parentesco, casó con él, y para cumplir en algo la voluntad materna, erigió en su casa natal, ya que no un convento de monjas, uno de frailes Mercenarios. Añádese que esto fué en 1384: ó en la fecha ó en los sucesos hay error, pues á haber pasado las cosas de esta manera, antes del 1410 no pudieran llevarse á cabo. Lo cierto es que la reina Leonor como fundadora tuvo allí su sepulcro, aunque olvidado con el tiempo permaneció casi desconocido hasta 1626 en que se tras- ladó desde una capilla al claustro (i). Junto á ella yacía el in- fante D. Juan Alonso de Portugal, hijo bastardo al parecer del rey Dionís (2), que murió en Valladolid de edad de noventa y ocho años en 24 de Julio de 1422. Tenía la iglesia techumbre de madera de labor muy costosa; la capilla mayor la reedificó magníficamente aquel valeroso adalid, terror de los ingleses en sus guerras con Francia, honor de Valladolid su patria, y brazo derecho de Juan II, D. Rodrigo de Villandrando, que compró el patronato de ella, y que en su testamento del año 1465 (3) (1) Entonces se le puso la siguiente inscripción en letras doradas: «Aquí yace la reyna D.^ Leonor, mujer de D. Fernando de Portugal; está un infante á sus piés. Dotó dos misas cada semana por sí y por su hija D." Beatriz reyna de Castilla mu- jer del rey D. Juan I, y fué fundadora de este monasterio año de i 384.» De este enterramiento real no hace memoria Morales en su Viaje Santo, prueba de que en su tiempo se hallaba perdida. (2) No hallamos por aquellos tiempos otro que así se llame en las genealo- gías de Portugal de Méndez Silva, quien dice no tener de él más noticia que su nombre. (3) No es de dicho año, como supone Antolínez, el testamento, sino del 1448 á I S de Marzo, según lo ha publicado el académico de la Historia señor Fabié, copiándolo del archivo de la casa de Salinas y Ribadeo. Compruébase esta priori- dad de diez y siete años en la muerte del esforzado varón con el silencio que guar- dan las crónicas acerca de su actitud en los notables acontecimientos que señala- ron los seis años últimos del reinado de Juan 11 y los once primeros del de Enrique IV, en los cuales, aunque septuagenario, no hubiera podido menos de influir, mayormente andando tan metida con la reina en la caída de D. Alvaro de Luna la intrigante condesa de Ribadeo, su segunda esposa. Manda enterrarse 72 VALLADOLID hizo el encargo, no cumplido por cierto, de que para sí y su mujer se labrasen dos entierros con sus bultos. Amplióse el convento á principios del siglo xvii con la donación de la conti- gua muralla, en cuyo hueco se encontró una Virgen de barro, objeto desde entonces de singular devoción con el título de la Cerca; se construyó un magnífico claustro con dóricas columnas en la galería baja y jónicas en la superior; hízose á la iglesia una portada de orden dórico sencilla y noble; obras todas que merecieran ser atribuidas á Juan de Herrera, si no se supiese que en 1629 labraban el claustro Hernando del Hoyo y Rodrigo de la Cantera, y Pedro de la Vega la portada (i). Nada ha obstado para que el mutilado convento se destinara en nuestros días á cuartel, y viniera al suelo la iglesia, para abrir por su solar comunicación más expedita con la puerta de Tudela. Mayor fama y mayor grandeza todavía alcanzó San Benito: por fundador tuvo al mismo Juan I, por local el antiguo y fuerte alcázar, al rededor del cual había ido formándose la villa. Desde el principio los reyes se reservaron esta morada para sí: ni el conde Ansúrez ni los de Urgel sus descendientes, aunque seño- res de Valladolid, lo habían jamás habitado. Andando el tiempo lo abandonaron también los reyes por otras mansiones menos imponentes si bien más cómodas, y vemos á Fernando IV resi- dir en su palacio contiguo á la Magdalena, á María de Molina en las en sus habitaciones de San Francisco, á Pedro el Cruel casas que fueron del Temple, y solamente en las revueltas de 1328 figura el alcázar como lugar de refugio de la infanta D. Rodrigo en la capilla mayor aún no construida de la iglesia de la Merced, para fábrica lega 200.000 maravedís y hacer dos sepulturas con sus bultos, una cuya sí otra para la referida D.' Beatriz de Zúñiga; y en un codicilo de 2 de para y Abril siguiente dispone se celebren en dicha iglesia dos misas diarias, una canta- da y otra rezada en sufragio de las almas de los suyos, y en la vecina parroquia de San Esteban por los expresados frailes un aniversario cada año por el alma de su madre Aldonza Díaz del Corral. (i) Consta que en 1630 se debían á Cantera 35,363 reales, y en 1633 á Hoyo 28,263. À Pedro de la Vega ayudó en la portada Felipe de Ribera. Francisco de Praves 163 hizo la traza para el cuarto nuevo del convento desde el i refecto- en rio hasta la bóveda, por lo que le pagaron doscientos reales. VALLADOLID 73 Leonor. Éralo sin duda completamente seguro, pues lo ceñía profundo foso y alta barbacana, y reforzaban cinco torreones cada uno de sus cuatro lienzos, agrupándose con otro fuerte que se llamaba el alcazarejo flanqueado por ocho cubos, todo ello contenido dentro de una vasta cerca con extensos jardines de flores, higueras y naranjos. Entrábase por la puerta denomi- nada de Hierro y después Real^ el alcázar mayor contenía dos grandes patios, donde estaban la bodega, los graneros y las caballerizas del rey, y en el lienzo oriental del patio del norte hacia San Julián la real capilla dedicada á San Ildefonso, que presenció tantos casamientos de príncipes. Entre el alcázar y la cerca, á la parte de occidente, había un barrio que decían de Reoyo y se componía de tres calles desde San Agustín hasta la puentecilla de San Lorenzo (i). Todo este recinto dilatado lo cedió Juan I álos benedictinos, en reparación de otro monasterio incendiado en otro tiempo por su padre siendo aún conde de Trastamara (2). En 27 de Se- tiembre de 1390 se reunieron en la capilla del alcázar quince monjes venidos del priorato de Nogales con el venerable fray Antonio de Ceinos á su frente, á quienes el obispo de Oviedo don Guillén instaló en la real morada. Doce días después murió el rey en Alcalá, y careciendo de validez por no ser autorizadas con el sello real sus cuantiosas donaciones, viéronse los monjes de pronto reducidos á la escasez, con el tesoro no más de la fama de sus virtudes que les adquirió el renombre de beatos. (1) En tiempo de fray Mancio de Torres, que en su historia de San Benito es- crita en 1622, nos ha conservado estos preciosos detalles, subsistía parte de la cerca y barbacana hacia la cocina y cillería del convento, « habiéndose arrasado todo lo demás por razón de los edificios, y las torres por merced de los reyes con motivo de los daños quede ellas resultaban al monasterio.» El alcazarejo se man- tenía aún en pié, y en él estaba el colegio de niños Esclavos de Nuestra Seño- ra. Sobre el Esgueva había una sala donde guardaban sus armas los de Valla- dolid. (2) Se ignora cuál fuese este monasterio y dónde estuvo situado, si en Eran- cia, Aragón ó Castilla. Antolínez citado por Risco (tomo -^qde la España Sagrada) dice que estaba en Valladolid mismo; pero no consta que hubiese allí casa alguna de benedictinos anterior á la fundación de Juan I. 74 VALLADOLID Vivieron al principio en el alcazarejo, sin más iglesia que la antigua capilla con clausura igual á la del más penitente con- vento de religiosas ; y su rígida observancia, propuesta por mo- délo é implantada en muchos otros cuya reforma se les enco- mendó, valió á aquella insigne casa ser erigida en cabeza de su orden. No correspondía á esta grandeza moral la majestad del edificio, cuando el obispo de León D. Alonso de Valdivieso, su decidido protector, concertó con el arquitecto Juan de Arandia, vizcaino y natural de Elgoybar, la fábrica de la capilla mayor y la de la nave del evangelio titulada de San Marcos, aquella para entierro propio, ésta para el de D. Lope su hermano y demás parientes; posteriormente hizo contrata de la otra nave, el todo en pocp menos de dos millones de maravedís. No se olvidó el buen prelado de su sepulcro y hasta de sus menores detalles (i), y un año después su cadáver aguardaba en la igle- sia vieja la conclusión de la obra; pero noticiosa de ello la Reina Católica, mandó so pena de su enojo que no se colocasen en aquella capilla otros entierros ni otros blasones que los de los reyes fundadores del monasterio. Ocultaron la cédula los mon- jes; y fallecida la reina dieron cumplimiento á la voluntad del bienhechor; mas por otra cédula de 9 de Diciembre de 1600 fué desalojado el obispo para hacer lugar á dos infantes (2), á quienes á su vez arrojaba de San Pablo la vanidad del favorito duque de Lerma, y lo pasaron á la capilla de San Marcos sin (1) En el convenio de i.° de Setiembre de 1499 que trae Risco, se lee el artí- culo siguiente: «Item ha de facer en dicha capilla á la parte del evangelio un arco para la sepultura de dicho señor obispo, con sus piezas mortidos, con chambrana rica con sus follajes, y la vuelta del arco con sus borlas colgantes muy finas y muy espesas, las quales dichas piezas han de nacer sobre dos escudos de armas con ángeles que los tengan. En derecho de la chapa de la chambrana se han de poner dos escudos de armas con sus ángeles, el un escudo de Valdivieso y el otro de los de Ulloa. Item en el remate del arco de la dicha sepultura bajo de la cham- brana ha de hacer una imagen de Nuestra Señora de la quinta angustia.» Murió este prelado en Villacarlón á 2 i de Mayo de 1500, dejando al monasterio toda su hacienda, plata, ropa, alhajas y tapicería, y además trescientos mil maravedís para edificar una ancha y honrada hospedeina en que se aposentasen. (2) Eran estos Alfonso hijo de Sancho IV y de María de Molina y un hijo de D. Juan Manuel. VALLADOLID 75 más distintivo que una simple estatua tendida. Al lado de Val- divieso había descansado antes en la capilla mayor la reina María hermana del emperador Carlos V y viuda de Luís de Hungría, desde su muerte acaecida en Cigales en 1558 hasta su traslación al Escorial en 1574. Levantadas sobre sus pilares las espaciosas naves del templo fieles todavía á las tradiciones ojivales, pensóse en adornarlas; y en 1526 se encargó al célebre Alfonso de Berruguete la cons- trucción del retablo mayor, queen 1532 tenía ya asentado y tan enperficion, como dice él mismo, que estaba muy contento (i). Y podía estarlo bien, porque sus abalaustradas columnas y cor- nisas, sus pinturas y relieves y estatuitas sin cuento, salidas todas de una mano, formaban en el género plateresco una obra incomparable: y sin embargo logró igualarle si no vencerle Gaspar de Tordesillas, tal vez su discípulo, en el retablo de San Antonio que hizo en 1547 para el testero de la nave de la epístola, soltando la rienda en el ornato á su voluptuosa fantasía. Para el coro bajo se mandó labrar con todo el primor y minu- ciosidad de aquel estilo una sillería apenas inferior á la de nin- guna catedral, colocando en los asientos los nombres y escudos y santos titulares de los cuarenta y dos monasterios de la orden en España, obra atribuida por conjeturas al entallador Andrés de Nájera, que en Santo Domingo de la Calzada su pueblo dejó otra semejante. Otras preciosidades artísticas, no menos que riquísimas alhajas y reliquias muy devotas, encerraba aquel augusto templo, descollando entre las primeras el Cristo de la Luz, la perla como la llaman del escultor Gregorio Hernández, que respiraba no sólo nobleza, sino aun divinidad. Las obras continuaron en la segunda mitad del siglo xvi, y sobre el pórtico de la iglesia levantó Juan de Rivero Rada aquella (i) Así lo escribía á Andrés de Nájera, suplicándole fuese tasador por su parte en la estimación que había de hacexse del retablo, en la cual no conviniéndose los peritos, Felipe de Borgoña nombrado por tercero, después de poner varios repa- ros á la obra, la tasó en 4400 ducados. 76 VAI. LADOLID torre de aspecto tan caprichoso y tan ageno de la clásica regu- laridad que empleó en la fachada de la portería y sobre todo en la traza del majestuoso claustro, de orden dórico en el primer cuerpo y jónico en el segundo, cuyas bellas proporciones han parecido por largo tiempo sólo dignas de la fama de Herrera (i). A mediados del xviii completó las galerías que faltaban el monje lego fray Juan Ascon- do, así como otro lego fray Pedro Martínez había construido poco antes la escalera prin- cipal sobre arcos y co- lumnas. En éstos con- cluye la serie de los arquitectos de San Be- nito empezada por el cantero Gómez Díaz ve- ciño de Falencia, á quien consta haber en- cargado en 1453 la piadosa D.^ Inés de Guzmán el panteón de Antigua torre de San Benito su marido Alonso Pérez de Vivero, víctima de la venganza de D. Alvaro de Luna, en la capilla que junto al claustro había fundado anteriormente el obispo de Falencia D. Sancho de Rojas, y donde se enterraron después los condes de Fuensaldaña descendientes del desgra- ciado contador de Juan II (2). (1) En el archivo del monasterio, muy copioso y bien ordenado, constaba que el arquitecto del claustro fué dicho Rivero y no Herrera, según lo aseguró el mon- je encargado de aquel al viajero Rosarte. (2) Había en la capilla dos letreros que decían; «Esta capilla es de Alonso VALLADOLID 77 Trocado de alcázar en convento San Benito, de convento ha vuelto en nuestros días á ser fuerte y cuartel, y fácil es concebir cuánto habrá alterado el nuevo destino su venerable fisonomía. Los retablos, los cuadros y efigies, la sillería, pueden aún admi- rarse en el museo; pero el célebre claustro y la magnífica igle- sia sé hallan como prisioneras en poder de la milicia, y sólo es dado contemplar por fuera el flanco y el ábside de aquella, mar- cando el número de sus bóvedas los robustos machones y las rasgadas ventanas ojivales. Algunos años atrás, antes de sufrir rebaja, vimos todavía levantarse con no sé qué belicoso desen- fado la torre de cuatro cuerpos, que avanza á estilo de pabellón sobre la tapiada puerta del templo, sirviéndole de pórtico su cuerpo bajo, abierto hacia sus tres lados, lo mismo que el se- gundo, por un grande arco apuntado levemente y orlado de molduras. Galerías de dos arcos semicirculares perforaban los costados del tercer y cuarto cuerpo, cuyos ángulos subían desde abajo á reforzar octógonos torreones, imprimiéndole una forma que sin poder reducirse á ninguno de los géneros conocidos, ni menos equivocarse con los restos del antiguo alcázar, como han creído algunos, parecía sin embargo una de sus reminiscencias, y dejaba indelebles huellas en la fantasía por su originalidad y atrevimiento. La prematura muerte de Juan I renovó en Castilla las turba- clones de una menor edad; y al frente de un ejército se acerca- ron á Valladolid en Agosto de 1391 el arzobispo de Toledo, el duque de Benavente y otros magnates descontentos á reclamar parte en la regencia de que se les había excluido, concillándose al fin las pretensiones de unos y otros por mediación de D.^ Leo- nor, tía del rey y reina de Navarra. Tres años después llegado Perez de Vivero, señor de la casa de Villa Juan que murió ser leal á la real. por corona Esta obra hizo Gomez Diaz, cantero vecino de Falencia por mandado de la condesa de Trastamara, mujer que fué de Alonso Perez de Vivero, año de Recluyóse después 1453.» esta señora, como ya dijimos, en el convento de Santa La Clara. capilla de los Viveros subsiste, formando cuçrpo separado de la iglesia. 78 VALLADOLID á la mayoría Enrique III sometió á juicio los actos de sus tuto- res el mencionado duque y el arzobispo de Santiago, que bien necesitaron de su perdón, y guardó allí como prisionera á la reina Leonor complicada en las inquietudes del reino, hasta devolverla al de Navarra su marido. Durante este reinado, en que una mano juvenil y enfermiza empuñó con firmeza las riendas del gobierno, Valladolid no sufrió sino las generales y terribles avenidas de 1403 que maltrataron su cerca y puente, y vió por dos veces reunirse las cortes en su recinto: la una en el citado año XIII para volver la obediencia al papa de Aviñón Benedicto de quien se había separado Castilla pasajeramente, la otra en 1405 para proclamar heredero de la corona, dos meses des- pués de nacido, á aquel príncipe D. Juan, cuya azarosa y larga historia se identifica casi con la de la villa que fué su corte preferente. Si á Enrique el Doliente no debió Valladolid monumento alguno, dos de sus más queridos y respetables consejeros la favorecieron con la fundación de otras dos insignes casas reli- giosas, el condestable Rui López Dávalos con la de agustinos, Diego López de Zúñiga con la de trinitarios. Obtuvo el primero en 1398 de la reina Catalina un palacio que poseía ésta á es- paldas del alcázar habitado ya á la sazón por los benedictinos, y en 1407 de acuerdo con su esposa D.^ Elvira de Guevara, estimulado tal vez por el piadoso ejemplo que tenía á los ojos, lo cedió á la orden de San Agustín. Ignóranse las formas del primitivo convento, antes que hacia 1598 se llevara á cima la actual iglesia (i), de vastas y bellas proporciones y de grave arquitectura en su nave, crucero y cimborio, cuyos arcos torales sustentan estriadas columnas. Los marqueses de la Vega en la capilla de Santiago, el noble italiano Fabio Neli en la de la (i) Existía según Ponz la citada fecha en uno de los últimos arcos déla bóveda según el Sr. Sangrador la de i 595. Añade éste que el arquitecto bajo cuya direc- ción se concluyó consta haber sido Baltasar Álvarez; Cean Bermúdez lo da por ignorado. VALLADOLID 79 Anunciación (i), D.Juan de Tarsis primer conde de Villamediana en la capilla mayor, á la vez por aquellos años se prepararon lujosos entierros con estatuas, y enriquecieron con excelentes pinturas los retablos y hasta las paredes; la fachada empero, compuesta de dos órdenes de pilastras con su fron- tispicio, tardó en concluirse, según lleva escrito, hasta 1664. Maltratado en de la Independencia, des- nudo de sus artísticas joyas, mutilado en sus capillas, San Agustín participa de la suerte de San Benito al cual está pegado; mas todavía su grandioso ábside descue- lia con majestad sobre la frondosa orilla del Pisuerga, cercado de contrafuertes que le imprimen cierto gótico carácter. Á su lado ha venido al suelo el colegio de San Gabriel de la misma orden, fundado en 1576 por D.^ Ana de Robles, cuya estatua yacía sobre la urna en medio de Claustro del antiguo la capilla mayor, obteniendo únicamente Convento de S. Agustín. gracia su portada corintia para ser trasladada al cementerio. El poderoso Diego López de Zúñiga, al erigir en 1417 no lejos de la puerta del Campo el convento de la Trinidad, destinó la capilla mayor para entierro de su rama primógenita y otras dos para sus demás descendientes. Otras nobles familias com- pitieron en imitarle, y pronto las capillas se vieron llenas de esculturas y de sepulcros y de estatuas de mármol bravamente labradas en expresión de Ponz, quien á pesar de su clásico ri- (i) Ponz elogia en gran manera los cuadros de esta capilla, pero Bosarte davía to- más las pinturas al temple que han desaparecido lastimosamente con su demolición. La reja de esta capilla llevaba el año i 598, la de Santiago el de i 594. 8o VALLADOLID gorismo no pudo menos de rendirles homenaje (i). Era la igle- sia de tres naves suntuosa, de estilo ojival, con un y gallardo pórtico cuyas ruinas se conservaron hasta época muy reciente, y por colmo de fortuna poseía su capilla mayor un primoroso retablo plateresco, rival del de San Benito, obra, según creencia general, de la misma privilegiada mano de Alonso de Berruguete. Todo lo consumieron en 1809 las llamas, no quedando á los religiosos más que un humilde asilo, que también ha desapare- cido á su vez en la calle de Boariza. Los palacios se volvían conventos, pero en cambio los con- ventos servían á los reyes de palacio, no como albergue pasa- jero, sino como fija residencia. Teníanla en San Pablo el rey niño Juan II y su madre la reina Catalina y el infante D. Fer- nando su tío, durante la regencia más tranquila y venturosa que había jamás alcanzado Castilla. En aquel convento, aún muy distante de la magnificencia que después tuvo, se celebró en 1409 un capítulo de la orden de Alcántara, y se juntaron las cortes para ratificar los desposorios entre D. Alfonso, primogénito del infante, la princesa María hermana del rey, bien ágenos de ser y entonces los futuros reyes de Aragón. En una de sus salas fué solemnemente recibido el embajador granadino Alí Zoher, que venía con ricos presentes á implorar una prorrogación de treguas que no le fué concedida; y en la contigua calle de la Cascajera justaron los bravos jinetes de su comitiva con los caballeros castellanos, en los lucidos torneos que se ordenaron para obse- quiar á la reina de Navarra. En San Pablo fué recibido en 1411 el infante D. Fernando con un ósculo por el rey y con un abrazo por la reina madre al regresar victorioso de la campaña de An- otras tequera, á cuya toma debió su renombre ; y allí otorgaron cortes cuantiosos servicios para continuar la dichosa guerra contra Granada. Sin duda por hallarse estrecha en su monástica de la de (i) Véase en Besarte la descripción del retablo y sepulcros capilla San Blas pertenecientes á los señores de Villaviudas. VALLADOLID 8l habitación, hizo la reina derribar en aquel año una línea de casas inmediata al convento, para construir un regio alcázar en el sitio que vino á ocupar después el colegio de San Gregorio, y con el objeto de abrir á la entrada de aquel una ancha plaza, tomó á los religiosos gran porción de su huerta. El terreno al parecer no llegó á emplearse, pues en 1467 lo devolvió al convento Enrique IV cumpliendo la última voluntad de su padre. Vecinos de índole bien diversa se amparaban por el lado opuesto á la sombra de San Pablo. Publicado en 2 de Enero de 1412 el riguroso ordenamiento contra los judíos, que mate- rial y moralmente los aislaba del resto de la sociedad imponién- doles duras prohibiciones y distintivos afrentosos, pidieron los de Valladolid al prior de dominicos les estableciese el solar necesario para vivir reunidos y encerrados según el edicto pre- venía. Concedióselo el prior en el distrito del Puente al oeste del convento, y allí edificaron sus viviendas que comprendían ocho ó diez calles y que cercaba un alto muro con una sola puerta, cuya llave guardaba de noche el corregidor. Así vivió ochenta años la abatida raza hasta su expulsión general en 1492, en que la judería habitada otra vez por cristianos tomó el nom- bre de Barrio Nuevo. Era la aljama de Valladolid de las más numerosas y florecientes de Castilla, y de su seno había salido á fines del siglo xiii el sabio rabí Abner, que convertido á la fe católica sostuvo su verdad en público certamen y fué uno de sus más victoriosos apologistas (i). En el espacio de dos años la iglesia de San Pablo vistió luto por las exequias del infante D. Fernando yarey de Aragón en 1416, y en 1418 por las de la reina Catalina, cuyo cadáver quedó allí depositado desde el 2 de Junio día de su muerte has- (i) Bautizóse en i2g^ tomando el nombre de maestre Alfonso, y murió ha- cia I 346 después de haber desempeñado por largo tiempo el cargo de sacristán de Santa María la Mayor. Escribió el libro de las batallas de Dios, vertiéndolo él mismo del hebreo al castellano por mandado de la infanta D.® Blanca señora de las Huelgas de Burgos, cuyo notable manuscrito vió Morales en la biblioteca de San Benito ; y fué autor de otras obras que menciona Castro. 82 VALLADOLID ta su traslación á la catedral de Toledo en Diciembre del si- guiente año. Vió entonces el joven rey abrírsele las puertas del alcázar, donde su madre harto cautelosa le había tenido como encerrado; pero al terminar su menor edad, que tan pacífica y casi gloriosa transcurriera bajo la tutela de aquellos, empezà- ron las intrigas y los bandos de los que se disputaban el domi- nio de su alma débil é impresionable. Sus primos y cuñados los turbulentos infantes de Aragón, D. Juan y D. Enrique, trataron de subyugarle por la fuerza; D. Alvaro de Luna, su paje y compañero de encierro en la mocedad, aspiró á poseerle por el cariño. De este reinado, que no fué más que una menoría pro- longada, obtuvo sin embargo Valladolid venturosas primicias en las cortes abiertas á 13 de Junio de 1420, en que reconoció el monarca á los pueblos el importante derecho de no pagar pecho alguno que no fuera antes otorgado por sus procura- dores. Hay en la calle de Teresa Gil junto á la iglesia de religió- sas de Portaceli un grande arco gótico tapiado que pertenece al convento: aquellas parece fueron las casas de Diego Sánchez, donde alojada accidentalmente la reina María, en el día 5 de Ene- ro de 1425 dió á luz con faustos agüeros un infante que fué des- pués Enrique IV. Pompa sin igual acompañó á su bautismo celebrado en la iglesia de San Pablo y seguido de procesiones y torneos (i), y con mayor si cabe fué aclamado príncipe de Asturias, corriendo el mes de Abril, en el refectorio del conven- to donde las cortes se hallaban de nuevo congregadas. A las fiestas sucedieron, como otras veces, á fines del próximo año alborotos populares, suscitados por los recrudescentes bandos de Tovar y de Reoyo; hablábase de sangre copiosamente ver- tida y de casas incendiadas; pero al acudir el rey desde Zamo- ra, huyeron los criminales á pesar de hallarse tomadas las (i) Es incomparablemente deliciosa la relación que hace de esta solemnidad en su carta primera el bachiller de Cibdad Real, describiendo no sólo las galas, sino los semblantes y caracteres de los personajes. VALLA DOLIO 83 puertas, y rindióse la torre del puente, arrojándose al río los pelaires que la ocupaban (i). Enojado Juan II destituyó á los regidores, y tal vez entonces, para evitar la conflagración pro- ducida por las elecciones anualmente, hizo vitalicios sus cargos, continuando no obstante vinculada en aquellas familias la facul- tad del nombramiento. Pronto estallaron en abierta lucha las rivalidades de la cor- te. Como en opuestos campos observándose mutuamente, ha- liábase el rey en Simancas al lado del condestable D. Alvaro, y en San Pablo de Valladolid aposentados los infantes de Aragón, el uno de los cuales ceñía ya la corona de Navarra, ocupados en atraer y regalar á los magnates de Castilla, y en atizar en nocturnas pláticas la envidia y el descontento contra el privado. Tal partido llegaron á formar, que el monarca para evitar un rompimiento sometió la decisión de las querellas al arbitrio de cuatro jueces, dos por bando ; quienes reunidos en el monaste- rio de San Benito é incapaces de avenirse, apelaron según lo acordado al voto decisivo del prior de aquel, fray Juan de Ace- vedo. Día 5 de Setiembre de 1427 pronuncióse la sentencia que desterraba al condestable de la corte á una distancia de quince leguas durante diez y ocho meses ; pero si bien fué dócilmente aceptada, no tardaron sus mismos émulos divididos entre sí á llamarle otra vez al lado del rey, cuyo afecto había redoblado con la ausencia. Tal vez para celebrar esta concordia, más bien que para festejar á la infanta Leonor de Aragón que iba á des- posarse en Portugal, tuvieron lugar en Valladolid á principios del año 1428 aquellos brillantes espectáculos, que por espacio de cuatro días ofrecieron sucesivamente el infante D. Enrique, el rey de Navarra, el de Castilla y el condestable, ocupándolas (i) « Venimos de Zamora á Valladolí, dice en su carta VI el citado bachiller, porque dijeron al rey que la villa se hundia en guerras ceviles de Mario é Sila; y eran unos seis carda estambre, que se sotrajeron á la torre de la puente. El rey se ha ensañado del mal proveimiento que dan á la justicia los regidores de Valladolí, e ha dejado al relator Fernando Diaz de Toledo para que acabe la pesquisa desta desbarrada.» 84 VALLADOLID horas diurnas en cabalgatas y torneos y las noches en banque- tes y danzas, donde ambas cortes con sus reinas al frente des- plegaban todo su esplendor, y donde poniendo tregua á la am- bición y al encono, parecía no existir más lucha que de liberalidad y de cortesía (i). Lo que duraron las fiestas duró la paz : á las sordas intrigas promovidas por los ilustres huéspedes en la corte de su primo, sustituyeron encarnizadas luchas en las fronteras de Aragón y de Navarra, y después en los campos de Extremadura, cuyas plazas fuertes ocuparon' los infantes D. Enrique y D. Pedro; pero al hacer frente á estos peligros con tanto valor como des- treza D. Alvaro de Luna, no se descuidó de mantener la gloria de las armas de Castilla y el entusiasmo de los pueblos en más honrosas empresas contra los infieles. Así á la entrada de 1429, en el mayor ardor de aquella casi civil contienda, las cortes reunidas en Valladolid negaron al rey de Granada las treguas que pedía; y en 1431 se verificó la caballeresca jornada á An- dalucía, que destaca tan brillante entre las turbulencias de aquel reinado, y que por poco dió anticipadamente á Juan II la prez reservada para Isabel la Católica su hija. Al año siguiente Va- lladolid vió suplicantes á los embajadores del rey de Túnez im- plorar para el granadino la paz, de que no menos que el vencido necesitaba el vencedor ; y el rey pudo entregarse de nuevo tranquilamente á sus métricos trabajos y á los bélicos ejercicios de las justas. Dos lanzas rompió en las que allí se tuvieron por el mes de Abril de 1434, seguidas de un suntuoso banquete que dió á los caballeros el condestable y de una linda encarni- sada d lo morisco; espectáculo deslumbrador, bien diferente del que en el próximo invierno presentaron aquellas calles inunda- das por el Esgueva, que transformó la Plateria^ llamada enton- ees Costanilla, en campo de devastación. (i) Véase la minuciosa descripción de estas fiestas en la carta XVI del bachi- 11er de Cibdad Real. VALLADOLID 85 Cinco años después quinientos hombres de armas destaca- dos de Rioseco, donde acampaba la liga de los nobles descon- tentos, sorprendieron á Valladolid apoderándose de sus puertas; y el rey, acosado á la vez por sus subditos y por sus primos el de Navarra y el de Aragón, que al rumor de las discordias acudieron para recobrar sus perdidos bienes, se vió forzado á capitular con ellos en Castronuño, consintiendo en alejar de su lado por seis meses al condestable. Con la retirada de éste ere- cieron los males públicos, tanto que las cortes reunidas en la regia villa para remediarlos en Abril de 1440, autorizaron de nuevo la vuelta del valido secundando los deseos del monarca. Pero al propio tiempo cundió la discordia dentro de la misma casa real, y salióse de ella el príncipe heredero, persistiendo en no tornar hasta que su padre hubiese destituido á ciertos con- sejeros que le disgustaban : á esta reconciliación pusieron sello las bodas celebradas en Valladolid por Setiembre del propio año entre el joven Enrique y la princesa D.^ Blanca, hija del rey de Navarra. Con pompa mayor aún que de costumbre fué reci- bida la novia, y desde la posada de su padre conducida al pala- cío de San Pablo donde se verificaron los desposorios, y después de algunos días presentada al pueblo, saliendo con su esposo y sus padres y sus suegros en lucida cabalgata á visitar el tem- pío de Santa María : danzas y festines, justas y un paso de ar- mas mantenido por Rui Díaz de Mendoza no sin muerte de algunos caballeros, solemnizaron este enlace malogrado, que tan poca dicha había de traer á ninguna de las partes. En aquella época de tan mezquina y complicada historia, de banderías tan pronto formadas como disueltas, de luchas todas personales, de revueltas y traiciones, de encumbramientos y ostracismos, época que al través de las diferencias sociales es acaso la que más se parece á alguna de nuestras modernas, ningún nombre suena tan glorioso y tan leal como el de Valla- dolid. Ni una sola vez aparece sublevada contra su rey y señor, ni como teatro de las humillaciones y vergonzoso cautiverio del 86 VALLADOLID trono, ni como sangriento campo donde se disputaban el supre- mo mando las facciones: el más valiente de sus guerreros, Ro- drigo de Villandrando, salvó al monarca de los partidarios de D. Enrique de Aragón á las puertas de Toledo en 1441; sus naturales arrostraron todo riesgo para librarle en 1444 de la opresión en que le tenía dentro de Portillo el insolente rey de Navarra. Por esto Juan II, que ya la había declarado en 1422 la más noble villa de sus reinos confiriéndole este dictado, juró en 1442 no enagenarla jamás de la corona ni siquiera darla á príncipe ni á reina, y en 1453 un año antes de su muerte hizo exentos á los vecinos para siempre de pedidos, empréstitos y monedas. El mismo expresa ser aquella su residencia ordinaria durante la parte del año ; y las ordenanzas de cortes mayor de 1442, 1447, 1448 y 1451 nos la muestran como un centro legislativo, de donde partían disposiciones más sabias que obe- decidas contra la anarquía feudal y las regias prodigalidades. En las de 1448, año notable además por un extraño lance de caballería entre micer Jaques de Lalain y Diego de Guzmán, que en la plaza hoy huerta de San Pablo derribó al soberbio borgoñón, distinguióse por su noble sinceridad el procurador Diego de Valera, quien al acompañar con los demás hasta la del Campo al rey que iba á verse con su hijo en Torde- puerta sillas, recomendó la clemencia con los desterrados al par que la justicia de no condenarles sin oirles, atrayéndose los murmullos de los cortesanos y el aprecio del monarca (i). Acercábase el prolijo drama á su trágico é imprevisto des- enlace: cegado por la venganza perdió D. Alvaro la serenidad, y dió lugar á sus enemigos á herirle so color de justicia. Vióle con asombro Valladolid llegar preso desde Burgos donde poco antes había pasado la corte, y partir inmediatamente para la (i) Los historiadores generalmente han enaltecido mucho esta entereza del Valera: pero su mérito se rebaja no poco al recordar cuánta parte tuvo en la caída y prisión del condestable y cuán ligado andaba con sus enemigos, podiendo con- fundirse la rectitud. en su boca el interés de partido con las inspiraciones de VALLADOLID 87 fortaleza de Portillo, de la cual ya no había de volver, terminado un breve simulacro de proceso, sino acompañado del virtuoso franciscano del convento del Abrojo fray Alonso de la Espina, que saliéndole al camino, enderezó sus pensamientos y sus es- peranzas hacia la eternidad. Sus émulos sólo con la vida creye- ron poderle ya privar de su pujanza, y arrancando al terrible rey la firma en un momento de flaqueza, escogieron por del lugar suplicio la plaza misma donde tantas veces había desple- gado su bizarría y magnificencia. Por posada destináronle la casa de Alonso Pérez de Vivero, donde es hoy la de Audiencia, cuya muerte le acusaban ; pero los insultos y vocería de los criados obligaron á trasladarle á la de Zúñiga su enemigo y guardador, sita en la calle de Francos, donde pasó una noche de gran contrición e dolor^ y se fortaleció con los Santos Sacra- mentos para el trance decisivo. Amaneció el lúgubre 2 de Junio (i) de 1453, y en la del plaza Ochavo, que con las calles y manzanas contiguas formaba entonces la Mayor de Valladolid, levantábase un cadalso cu- bierto de paño negro y encima una cruz alumbrada por cirios, sobresaliendo un poste con la escarpia destinada á recibir la truncada cabeza del condestable. Llegó éste por la calle de Francos, Cantarranas y Platería, montado en una mula enlutada y precedido del pregonero, cuyas punzantes acriminaciones no le arrancaban sino estas humildes palabras: más merezco. Apeóse al lado de San Francisco, y subiendo al patíbulo con firmeza, después de inclinarse ante la cruz, paseó un rato como dudando si hablaría al pueblo ó callaría, cuando divisó entre la apiñada muchedumbre á su fiel paje Morales y á Barrasa, caballerizo de D. Enrique. Á éste le encargó decir al príncipe que no si- (i) Según los documentos que cita el Sr. Quintana en su Vida, de D. debe fijarse indudablemente Alvaro, en este día la controvertida fecha de Mariana aquel que refiere al suplicio, 5 de Julio y el Sr. Sangrador al 7 de más Junio. No se ofrece reparo sino que el epitafio del sepulcro del condestable en la catedral Toledo de dice que murió en el mes de Julio. 88 VALI. ADOLID guiera el ejemplo del rey su padre en el modo de galardonar á sus servidores; á aquél entregó por último dón el anillo de sellar, que el joven recibió llorando fuertemente, llorando con él ágrito alto no pocos de los circunstantes. «Del cuerpo fagan luego á su sabor,» dijo después de contemplada la escarpia y sabido el objeto de ella; y atadas las manos con la cinta que él mismo sacó del seno, y separada del cuello la ropa, entregó la cabeza al verdugo, que pocos minutos después la levantó destilando sangre á la vista del pueblo horrorizado. Tres días permaneció expuesto el cadáver y nueve la cabeza, con un cepillo al lado para recoger limosnas, y con ellas se le dió sepultura entre los malhechores en la ermita de San Andrés situada aún fuera de los muros; pero á los dos meses fué trasladado á más decente entierro en San Francisco, empezando así la rehabilitación de sus despojos, que tan magníficamente había de consumarse trein- ta y seis años más tarde en la catedral de Toledo (i). Menos tranquilo y bajo el peso de más severo fallo ante la posteridad, vino á morir Juan II en Valladolid á 21 de Julio del siguiente año, echando menos en medio de los crecientes dis- turbios el apoyo de que tan insensatamente se había privado, y lamentándose de haber nacido para rey de Castilla y no para fraile del Abrojo. Y en verdad que el fundador de este austero eremitorio distante como dos leguas de Valladolid, el santo fray Pedro Regalado, que en 1390 había ilustrado la villa con su nacimiento y la comarca con sus virtudes y prodigios, tuvo una muerte harto más envidiable que la del pusilánime monarca en 31 de Marzo de 1456 en su convento de la Aguilera junto á ([) Véase la descripción de la capilla del Condestable en dicha catedral, tomo de Castilla la Nueva. En la relación de los últimos momentos de D. Alvaro hemos seguido extrictaniente las memorias coetáneas, especialmente la inimitable car- ta 103 del bachiller de Cibdad Real, menos en lo que refiere de las fluctuaciones órdenes encontradas del rey en aquel" terrible día, pues el rey no se hallaba y entonces en Valladolid sino sobre Maqueda; y este error, incomprensible en un seguidor de la corte, ha sido uno de los argumentos que más se han esforzado contra la autenticidad de las referidas cartas. VALLADOLID 89 Aranda de Duero, donde permanece expuesto á la veneración pública su cadáver. Más cerca de Valladolid, á un cuarto de legua no más, y sobre la opuesta margen del Pisuerga, convirtióse en el propio reinado hacia 1440 la ermita de Nuestra Señora del Prado en monasterio de Jerónimos, llamados por el abad de la co- legiata Don Roberto de Moya. Á la fábrica de su espacioso templo dieron impulso después los Reyes Católicos, destinan- do su capilla mayor para entierro de los hermanos de Boab- dil rey de Granada, D. Fernando y D. Juan, que residieron mucho tiempo cerca de San Pablo (i); al edificio todo hizo dar más adelante Felipe III algo de la grandiosa, regularidad del Escorial y labrar un claustro entre otros, que aumenta el catá- logo de las obras atribuidas al insigne Herrera, como si proce- diera de su mano todo cuanto á su escuela pertenece. Cinco arcos por lienzo lo componen, y pilastras dóricas y corintias adornan su doble galería. Como punto de descanso en la fatigosa jornada histórica que acabamos de andar, se nos presenta aquel magnífico con- vento de San Pablo, que después de haber constituido la morada casi continua de Juan II, tuvo en depósito su cadáver hasta que fué llevado á la deliciosa Cartuja de Miradores. En el estado en que lo dejó la reina María de Molina (2), alcanzólo en sus pri- meros años el monarca, y empezó á mejorarlo á instancia de su confesor fray Luís de Valladolid, venerable religioso que asistió al concilio de Constancia y estableció en la universidad las cátedras de teología. Las obras entonces hechas desaparecieron con las reformas posteriores, y sólo quedó la sillería del coro pintada con figuras al temple en sus respaldos, que al cabo fué susti- tuída también por otra en el siglo xvii. Mayor empresa acome- (1) Bautizáronse en 30 de Abril de 1492 en el real de Granada: casó D. Fer- nando con D." Mencía de la Vega, y D. Juan, que fué gobernador en Galicia, con • Doña Beatriz de Sandoval. (2) Véase más arriba pág. 53, 90 VALLADOLID tió el cardenal fray Juan de Torquemada, prior que había sido de aquella casa, en reconstruir el templo tan vasto cual hoy se ofrece con su larga nave y crucero, dando á la capilla mayor una altura prodigiosa. Á la muerte de este ilustre protector, acaecida en Roma en 1468, no tardó á presentarse otro en fray Alonso de Burgos, obispo de Falencia y confesor de Isabel la Católica, quien hizo el coro, el retablo y reja de la capilla mayor, la fachada de la iglesia (i), las piezas del capítulo y los claus- tros alto y bajo del convento. Estos, que califican de preciosí- simos los artistas que alcanzaron á verlos, han sido bárbara y gratuitamente destrozados, no en días de revuelta, sino para construir el presidio modelo que al cabo se halló estrecho en aquel local, aprovechándose la piedra para el nuevo cuartel de caballería; pero la fachada de la iglesia subsiste salvada del vandalismo oficial, como las víctimas que sobreviven para acu- sar á los delincuentes. En el siglo que la vió nacer, y con relación á la gentileza incomparable de los monumentos coetáneos, menos digno tal vez hubiera sido de admiración que de censura aquel ostentoso capricho del arte gótico, cuya decadencia marcó sensiblemente, contribuyendo quizá no poco á la corrupción del gusto ; y mien- tras no se aduzcan algo más que gratuitas suposiciones, nos repugna atribuirlo á Juan y á Simón de Colonia, á los inspira- dos arquitectos de la Cartuja de Miradores y de las afiligrana- das torres de Burgos. No es que no sea rico hasta la profusión y esmerado hasta la minuciosidad el trabajo de boceles y folla- (i) Aunque la fachada generalmente se atribuye al cardenal Torquemada, y así parece confirmarlo el relieve colocado sobre la puerta, afirmando también Lia- guno que fué terminada en 1463, preferimos seguir las indicaciones expresas de los contemporáneos y en particular la kalenda antigua del colegio de San Grego- rio citada por Pulgar en su historia de Falencia, la cual hablando del obispo fray Alonso de Burgos decía así : «Qui etiam monasterium totum 8. Pauli edificavit splendide non sine magnis sumptibus, praeter corpus tantummodo ecclesiae, atque preefata edificia monasterii ab hoc tanto praesule constructa, aliqua diruta, aliqua vero antiquata quae ruinam minabantur, restituit.» Cambiados por el .duque de Lerma los antiguos escudos de la fachada, no pueden ya ser invocados para adju- dicar la erección de ella al cardenal ó al obispo. VALLADOLID Fachada de San Pablo 92 VALLADOLID jes, de figuras y doseletes, de trepados y colgadizos, que cam- pean por todas partes sobre un fondo labrado, cual precioso tapiz, de escamas y tracerías: mas no aparece allí la ojiva agu- da y esbelta, sino encuadrada, comprimida por líneas horizonta- les, cediendo el paso á la bastarda forma conopial ; falta ele- gancia á las proporciones, unidad y armonía al conjunto, y el oportuno relieve á cada una de las partes, presentándose todas en un mismo plano como en los retablos de estilo plateresco. Sin el auxilio de la lámina, difícil nos sería dar á los lectores una idea de los órdenes y compartimientos en que se distribuye, y que sólo después de un atento examen se demuestran al tra- vés del exuberante ornato. Una portada, guarnecida en sus ar- quivoltos y escoltada á los lados por efigies de santos de la orden con sus pináculos y repisas, encima de la cual un relieve corrido representa no muy felizmente la coronación de la Virgen y al cardenal asistido de los santos de su nombre el bautista y el evangelista; un grande arco rebajado, cubierto también de figuras y orlado de festones, que cobija aquella portada; dos treboladas ojivas que resaltan del muro, partidas por tres do- seletes uno en el intermedio y dos en el vértice de cada una, bajo los cuales se sientan el Rey del universo y los santos Pe- dro y Pablo, sirviendo de nichos los senos de aquellas á los cuatro evangelistas ; una claraboya de sencillos y hermosos ara- béseos, encuadrada á manera de remate de antiguo retablo, y recamada en su hemiciclo superior de colgantes preciosos que imitan un rico cortinaje; dos agujas de crestería, que flanquean- do el arco principal, suben desde el suelo hasta la última línea del cuerpo descrito, formadas de haces de columnitas y de gru- pos de sutiles pirámides y de estatuitas sin cuento, más estima- bles cuanto más pequeñas: tales son las partes componentes de la grande obra del siglo xv. En el relieve que está encima de la puerta, en las enjutas del arco, á los lados de la claraboya, se ven ángeles sosteniendo escudos de armas de mayor ó menor tamaño, que no son ya los del fundador: un restaurador orgu- VALLADOLID 'm:m m isf^íulíl. Fachada de San Pablo (parte inferior) 94 VALLADOLID lioso á principios del siglo xvii los reemplazó todos con los su- yos, y á mayor abundamiento los reprodujo sobre los seis pila- res que colocó delante de la portada, confiándolos á la custodia de otros tantos leones de piedra. Este fué D. Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Ler- ma, valido omnipotente del rey Felipe III, que al sentir vacilar su privanza, buscó en la Iglesia un seguro asilo contra la fortu- na, guareciendo su cabeza con el capelo cardenalicio. Al esco- ger por panteón la iglesia de San Pablo, con la mira de emular tal vez las magnificencias del Escorial, gastó no menos de se- senta mil ducados en levantar toda la nave á la altura que tenía la capilla mayor desde la obra de Torquemada; y con esta re- forma hubo de añadirse á la fachada un segundo cuerpo. De grande estima sin duda gozaba el primero todavía, pues á pesar del rigorismo preceptista que condenaba çxí \. owq. ç. s, la gótica bar- barie, tratóse no obstante de imitarla en los mejores tiempos de la arquitectura. El lienzo que sobre la antigua fachada se asen- tó, cortóse horizontal y perpendicularmente por relevadas mol- duras de trenzados cordones en quince compartimientos desigua- les, dentro de los que sobre discordantes repisas colocáronse grupos de historia sagrada y personajes del antiguo y nuevo Testamento, mezclados con los consabidos blasones, salpicán- dolo todo con innumerables estrellas en memoria de las del apellido de Rojas. Por remate se dió á la obra un frontón trian- guiar, adornado de extrañas bien que lindas hojas en su cornisa y de labores de encaje en sus vertientes, y en su centro repitió- se de mayor tamaño el escudo del nuevo patrono sostenido por dos leones. La cuadrada torre que antes había y otra nueva colateral hubieron de subir al nivel del frontón, desnudas em- pero de todo ornato, y terminando en un mezquino arco para las campanas (i). La imitación como se ve no fué tal que hicie- (i) En dichas torres debajo délas armas del duque hay una larga inscripción, puesta sin duda al tomar aquél posesión del patronato, de la cual con motivo de la elevación sólo leímos las siguientes frases: Quam pliirima cernens in se divina 96 VALLADOLID ra honor á sus autores, pero merece gratitud por haber al menos respetado la integridad del modelo que no supo conti- nuar. Más homogeneidad presenta el interior, y sin los ducales timbres que en las claves de la bóveda campean sobre la pinta- da y dorada crucería, creyérase que la grandiosa y altísima nave nació de una vez con toda su elevación al mismo tiempo que la capilla mayor y crucero, mientras reinaba aún exclusiva- mente el estilo ojival. De las cinco bóvedas del cuerpo de la iglesia, el coro levantado en alto ocupa las tres, impidiendo á los ojos gozar desde luégo de su elevación y gentileza: la sille- ría hizo labrarla de nuevo el duque de preciosas maderas, des- alojando la antigua de fray Luís de Valladolid, y presidió á su traza tal nobleza y severidad que sin advertir el anacronismo la han tenido muchos por de Herrera (i), y figura dignamente ahora en la catedral erigida por el más célebre de los arquitec- tos. No se tocó á las dos ricas portadas de los brazos del cru- cero, cuajadas como la exterior de estatuas y relieves y creste- ría, de las cuales la izquierda introducía al claustro, y la derecha comunicaba con el colegio de San Gregorio ostentando las ar- mas de fray Alonso de Burgos su fundador ; en el ábside poli- gono dejó abiertas las rasgadas ojivas que tan bellamente lo alumbran ; pero el gótico retablo mayor, costeado por el mismo Burgos, fué quitado de su puesto y vendido en 1617 á la parro- quia de San Andrés, para hacer lugar á otro de orden corintio pietate congesta bona, grains inperpetuum, memor humance conditionis... cœnobium patrono destitutuni grandi pecunia dotavit exornavitque, ac sui juris patronatus li- berorumque primonaXorum fecit, inque sepulturœ tocum sibi et Catherince Lacerda tixori viventibus, posterisque suis pie decrevit VIU idus deceinbris MDC/. Esto en una torre, en la otra se repite casi lo mismo en castellano. (i) Veinticuatro años después de fallecido Herrera, en 1621, según una nota que existía en el archivo del convento, se ñnalizó la sillería del coro, compuesta de cincuenta y cinco sillas altas y cuarenta y cinco bajas, costando la hechura de cada par unas con otras treinta ducados al duque cardenal. Las sillas altas tienen columnas dóricas estriadas, y pilastras las bajas : las maderas fueron traídas de las Indias portuguesas. VALLADOLID 97 que construyeron los artífices de la sillería Francisco Velásquez y Melchor de Beya (i). Sin embargo, donde cifró su mayor cuidado el favorito, fué en el panteón que fabricó para sí á la izquierda del presbiterio, haciendo retirar á dos regios infantes: allí en un nicho á manera de tribuna sostenido por pilastras de mármol, se hizo representar de rodillas con su esposa Catalina de Lacerda en excelentes estatuas de bronce dorado, como las de Carlos V y Felipe II en el Escorial, valiéndose del mismo célebre escultor Pompeyo Leoni ; allí en un subterráneo retrete debajo del pavimento hizo abrir su sepulcro; allí cerca dicen que se reservó un pequeño aposento para su retiro, como el real fundador de San Lorenzo, cuyos solemnes recuerdos dista mucho de suscitar. Ocupábase de esto el duque de Lerma en 1604, en el apogeo de su poder, al año siguiente de la pér- dida de su consorte (2), bien ageno entonces de pensar que en aquella iglesia catorce años después hubiese de celebrar su pri- mera misa, y todavía más ageno de que permaneciendo en pié el edificio, hubiera de profanarse su mausoleo y reaparecer á la luz sus huesos esparcidos y su cráneo destrozado, y pasar al museo las ilustres efigies cual anónimas y encontradizas antiguallas. Colateral con el túmulo de Lerma abríase enfrente el reli- cario, saqueado en la invasión francesa, y tan copioso en ricas joyas como lo era en buenos cuadros la vasta sacristía. Hallóla el duque construida poco antes á expensas de D. García de Loaysa,.arzobispo que fué de Toledo; dos columnas dóricas es- (1) También la arquitectura de este retablo se ha creído equivocadamente de Juan de Herrera; las pinturas, que no desmerecían de de aquella, las hizo Bartolomé Cárdenas. Costeáronlo los religiosos, si bien puso en él sus armas el Lerma. duque de Ignoramos si pereció ó si fué trasladado, pues el que hoy existe moderno y diminuto no corresponde ciertamente á la majestad del templo. (2) La lápida sepulcral decía así : D. O. M. Franctscus Lermce dux, inclitœ San- dovalis familiœ caput, Philippo III monarchce summo sese totum ab regia munificentia impendens, cumulatissime ipso ornaius, regi summa fide et Deo bonorum gratitudine omnium servions, auctori supplex, secundis rebus mortis memor, vivus ac validus, hoc monumentum integer sibiac Catherince Cerdee ducissce, Margaritœ conjugi regince cubiculi pientissimce, majori prcefectce, tiberis et MDCIV. posteris,Jaciendum curavit. Las dos estatuas se dice que costaron veinte mil ducados. 98 VALLADOLID triadas adornan su ingreso, pero su bóveda es aún de crucería, y sus grandes ventanas conservan resabios del gótico moderno. Á género bastardeado pertenecen las paredes exteriores este más próximas á la fachada; aunque siguiendo por fuera el flanco derecho de la nave, van asomando por la parte superior genti- les arabescos agujas de crestería. De pronto aparece en el y mismo muro otra fachada riquísima, y el espectador sorprendí- do se halla en presencia de un monumento distinto del primero, sin embargo tiene con él de común el y que estilo, el fundador y el instituto religioso á que pertenecía. Fray Mortero, que así apellidaban á D. Alonso de Burgos, ora por ser natural del valle de Hortera, ora por su rudo as- pecto, no había gastado toda su actividad y energía en las de- licadas comisiones, que facilitando á Isabel la posesión de la corona, á él le valieron la mitra; sino que una vez prelado, las enderezó á construir brillantes y magníficas obras. Sin hablar de las costeó en Burgos y Falencia, las de San Pablo de que Valladolid por sí solas parecieran bastantes á absorber su aten- ción agotar sus tesoros ; y no obstante faltábale todavía rea- y lizar su creación predilecta, el título especial de su gloria y nombradla. Agradecido á la enseñanza que había recibido en aquel convento, quiso erigir al lado del mismo para los religió- de su orden un colegio de estudios bajo la advocación de sos San Gregorio, llamando á lo más selecto y florido de las artes adornar dignamente la mansión de las ciencias. Ocho años para tan solo, de 1488 á 1496, duró la fábrica de esta joya, labrada toda minuciosamente como un relicario por fuera y por dentro; mas el inspirado artífice que la trazó. Hacías Carpintero, vecino Medina del Campo, logró verla terminada: á los dos años de no de dirigirla, una desastrada muerte, un suicidio misterioso puso fin á sus días, degollándose con una navaja en 31 de Julio de 1490 (i). noticia la tomó Ceán Bermúdez de un diario manuscrito de los caba- (i) Esta lleros Verdesotos regidores de Valladolid. VALLADOLID Fachada de San Gregorio 100 valladolid colegio la unidad de pensamiento que creyó descubrir Bosarte, consi- derándola como imitación de un bosque que recuerda los orígenes de la arquitectura, reconocemos en ella mucho de ingenioso y no poco de primorosamente ejecutado más bien que de elegante, y aplaudimos desde luego la caprichosa novedad de la idea á la vez que la paciencia Puerta interior de San Gregorio del trabajo. Del suelo arrancan del- gados troncos y nudosas varas retorcidas, aquellos para formar las repisas, éstas el arquivolto de la portada y las aristas de los pilares que flanquean todo el frontispicio, compuestos de tres órdenes de pilastras y rematando en pequeñas agujas: el fondo figura una estera de mimbres entretejidos; las estatuas, así las Fachada de San Gregorio.—Detalle de la izquierda 102 VALLADOLID de los lados de la puerta, como las que ocupan los nichos de los pilares disminuyendo gradualmente en tamaño, representan vellu- dos salvajes con clavas en las manos, parto tal vez de la fanta- sía excitada por aquellos años con el descubrimiento del nuevo mundo. Sutiles ramajes con la flor de lis, que constituía el bla- són del fundador y que campea cien veces en su escudo, bordan el dintel y las jambas del cuadrado portal formadas de una sola pieza; y distingüese el prelado de rodillas ante San Gregorio y otros santos en el relieve del testero, que más cercano parece á las tinieblas de la época bizantina que á la aurora del renaci- miento. Una conopial y trebolada ojiva adorna el arco rebajado guarnecido de encajes, desde el cual suben rectamente dos trenzados cables á dividir el muro en tres compartimientos; en los laterales vense sostenidos por ángeles los episcopales escu- dos de la flor de lis y dos heraldos más arriba; en el central el soberano escudo de los Reyes Católicos, protectores del colegio, entre dos rapantes leones; pero es menester observar de cerca el granado fructífero que los sostiene, y el pilón de la fuente de donde brota el árbol, y la multitud de niños encaramados por las ramas ó colocados al rededor de aquél, para concebir una idea de la juguetona inventiva del escultor. En cuanto á la eres- tería de los numerosos doseletes y del remate, salió tan desgra- ciada y corrompida, que apenas merecen deplorarse los estra- gos ejercidos en ella por el tiempo que tampoco ha respetado mucho los calados y las flores de lis y las granadas tendidas como una diadema á lo largo del edificio. La misma prolijidad de ornato, las mismas flores de lis nos acompañarán por todo el ámbito interior: después de encontrar- las en las columnas del primer patio semigótico, las veremos repetidas en los ángulos del segundo debajo del escudo de los reyes. Doble galería y en cada lienzo seis arcos de aplanada curva sobre columnas espirales, forman este patio suntuoso; los de arriba se subdividen en dos, orlados de colgadizos y festo- neados por una gruesa guirnalda, entre cuyos huecos asoman 104 VALLADOLID unos angelitos y un campo flordelisado. Mayor pureza en el estilo gótico conservan los calados rombos del antepecho, por bajo del cual circuye el friso inferior una cadena de piedra; en el superior alternan manojos de flechas con nudos gordianos, gloriosas divisas de Fernando é Isabel; y de la cornisa moder- namente reformada (i) avanzan caprichosas gárgolas del mejor gusto. La escalera ostenta reproducidas en su parte baja las labores del antepecho, los muros cubiertos de casetones y sal- picados de escudos de lises, la cúpula ricamente artesonada; y al pié de ella y en ambas galerías lucen sus góticos primores varias puertas y ventanas, al paso que sus hojas platerescas en el primer patio una portada del renacimiento. Las de la biblio- teca, capilla y refectorio obtuvieron los elogios del crítico Bo- sarte. Para llegar á la capilla situada en el piso bajo, atraviésase una larga pieza cuyo techo esmaltan doradas flores de lis sobre fondo azul, y un pequeño corredor abovedado; pero al que ha leído la descripción de sus antiguas preciosidades, asalta una triste sorpresa, al hallar vacía y desnuda aquella estancia. Con la invasión de los franceses desapareció el retablo de la Piedad, quinta esencia de las sutilezas del goticismo y comparable sólo al sepulcro de Juan II (2), el cual además del grupo principal del Descendimiento de la cruz compuesto de ocho figuras, com- prendía veinte y un relieves de la historia del Salvador y multi- tud de estatuas pequeñas, entre ellas el retrato del obispo, no- table por su verdad y semejanza. La urna, que en medio de la capilla encerraba los restos del fundador, era una de las más insignes joyas del renacimiento, labrada muchos años después de su muerte, que ocurrió en 8 de Noviembre de 1499. Cuatro esfinges ó sirenas se adelantaban de los ángulos del sepulcro; cuatro medallas simbolizando virtudes, y cuatro figuras de la (i) «Esta coronación se hizo en el año de 1708,» dice una inscripción repar- tida en tarjetones refiriéndose á aquel insignificante reparo. {2) Bosarte. VALLADOLID Virgen con el Niño, San Gregorio, Santo Domingo y San Pedro Mártir, cubrían sus costados ; y al rededor corría un lindo ba- laústre sembrado de flores de lis y de graciosos niños. Los már- moles eran de mezcla, blanco empero el de la tendida D. Alonso, efigie de que le representaba con sus vestiduras y con un libro episcopales en las manos, harto favorecido en el semblante respecto de los retratos coetáneos, y no obstante recordando según se cree con el mote operibus crédité, único existía, la epitafio que desventaja de su aspecto comparado con sus obras. El monumento, así por la belleza y corrección de las formas como por el esmero de la ejecución, parecía digno de Berru- guete y semejante al del cardenal Tavera en el de To- ledo: hospital así tuvo la desdicha de gustar á los caudillos de Bona- parte que se lo llevaron como artístico botín, y los escapados á la fragmentos rapacidad de los extranjeros dícese que los em- plearon los naturales en fregar y pulir los pavimentos de sus casas (i). Tras de la codicia que arrebata, vino el vandalismo destruye; que y manos españolas demolieron no há muchos años el largo muro que corría desde la fachada de San Gregorio hasta la casa del Sol, enriquecido en su parte superior con exquisitos (i) En 1861 ó 62 escribíamos : «Muy grata ha sido nuestra que, restauradaúltimamente sorpresa, al saber esta célebre capilla, se ha abierto religiosa otra vez al solemnidad: culto con pero debemos advertir una vez referimos por todas nos en á los el texto tiempos que en que verificamos nuestro en 1852 á las viaje por Castilla la y impresiones Vieja que entonces recibimos, sin al fin del perjuicio de dar tomo, lo cuenta como hicimos en el de Castilla la rridas Nueva., de las en este mudanzas largo ocu- intermedio, las cuales ojalá sean todas las tan que nos van llegando plausibles como de Valladolid. Sabemos con efecto salubre el desierto é -prado de que la in- Magdalena se transformó en un ameno desembarazados vergel ; se hallan y limpios que los pintorescos alrededores de la proyectos de habilitar de Antigua; qué nuevo el grandioso hay templo de San de la restauración de San Benito; que se trata Pablo ; que la ha completa, el experimentado patio de ya, muy acertada San Gregorio sin y distinguirse apenas los último, que tanto el actual Gobernador reparos ; y por civil Sr. de de la Aldecoa Academia como los de Bellas individuos Artes se hallan animados del más celo, rivalizando exquisito y laudable en ingeniosos recursos para remediar en lo harto posible los estragos, ciertos, dolorosos que en nuestras páginas lamentamos. esta anticipada Reciban justa por tanto y satisfacción.» 14 lOÒ VALLADOLID adornos del renacimiento, nichos, hermosos bustos, bichas y candelabros. Entre tantos edificios religiosos vacantes en Valla- dolid, no supo encontrarse otro para oficinas del gobierno sino el precioso colegio, al cual era imposible tocar sin dar al suelo con cien bellezas y sin ahuyentar de aquellos claustros las ilus- tres memorias del elocuente Granada, del virtuoso cuanto infor- tunado Carranza, del sabio y vehemente Cano, que hicieron allí sus estudios. Al dividir en habitaciones el vasto salón de la bi- blioteca, deshízose su brillante techumbre artesonada, rica en dorados y primorosa en labores; pérdida tanto más deplorable, cuanto más tranquila fué la época en que se consumó, triste como las últimas víctimas de un contagio que se daba ya por extin- guido. Cuando asistía asombrada Valladolid á la construcción de las magníficas obras de Torquemada y de fray Mortero, lucían sobre ella días de grandeza y de reposo tras de prolongadas agitaciones y calamidades (i). Acababa de atravesar con honra el reinado desastroso de Enrique IV, y de acreditar al príncipe nacido en su seno la constante fidelidad que le juró al procla- marie rey á la muerte de su padre. Había arrojado de su recinto en 1464 al hijo del almirante, que trataba de sublevar á nom- bre del infante D. Alfonso la villa que el rey le confiara (2); y aunque al año siguiente ondeó en sus muros el pendón rebelde levantado en Ávila desafiando el ejército real, habíanse dado ( i) En 145 7 hubo peste en Valladolid, de la cual acaso tomó nombre la puerta de la Pestilencia que se hallaba al extremo del Campo Grande á la izquierda de la del Carmen saliendo; y en 1461 á 6 de Agosto hubo en la plaza un incendio que abrasó cuatrocientas treinta casas entre grandes y pequeñas con la Costanilla y parte de Cantarranas y de la Rua-escura. Tal vez con este motivo se trasladó la antigua plaza Mayor á la del Mercado. (2) Según el importante cronicón de Valladolid dado á luz por el Sr. Baranda en el tomo Xlll de la Colección de documentos inéditos, «sábado quince de setiembre Juan de Vivero e don Alfonso fijo del almirante se alzaron con Valladolid, e tovie- ron cercado á Alonso Niño merino en la puerta del Campo; e otro dia domingo en la tarde se levantó la comunidad contra los dichos y los echaron de la villa, e despojaron todos los mas que eran de la opinion de aquellos, e sacaron al merino de la dicha torre; y esa noche vino aquí Alvaro de Mendoza con fasta mil rocines de la guarda.» VALLADOLID IO7 prisa sus moradores en sacudir el odioso yugo de los turbulen- tos magnates, y en abrir las puertas al destronado monarca Que en Valladolid solmente Halló fée e conocimiento De sefíor (i). Sus huestes acudieron á auxiliarle después del dudoso triunfo de Olmedo, y equilibraron las fuerzas de los poderosos conju- rados. Si contra la regia voluntad fué teatro la villa sin saberlo del más importante y feliz consorcio que hubo jamás en España; si en la memorable noche del i8 de Octubre de 1469, dentro de la casa de Juan Vivero hoy ocupada por la Audiencia, dió su mano la princesa Isabel al infante de Aragón D. Fernando que había entrado secretamente, celebrando las bodas con tenue aparato y con prestados recursos (2), Valladolid entonces no abandonó al rey Enrique para aplaudir á los nuevos desposados y secundar las intrigas de los revoltosos; antes poniendo tregua á sus bandos entre cristianos viejos y conversos, y recelando de la lealtad de Vivero, acometieron de consuno su fortificada mansión, y obligaron á los augustos huéspedes á huir hacia Dueñas sin tardanza (3). Enrique pasó luégo á confirmar la (1) Pulgar. (2) El citado cronicón da un exacto dietario de estos notables acontecimientos. En 3 I de Agosto puesto el sol llegó á Valladolid la princesa D." Isabel con el arzo- bispo de Toledo y el almirante D. Fadriquc. En 14 de Octubre á las once de la noche vió por primera vez el príncipe D. Fernando á su futura, y volvió luégo á Dueñas. En 18 de Octubre á las siete de la tarde se desposaron piiblicamente en la sala rica de dicha casa por mano del arzobispo. Al día siguiente se velaron y se les dijo la misa, y comieron con gran solemnidad; «esa noche, dice, fué consunto entre los novios el matrimonio, á dó se mostró complido testimonio de su vergi- nidad e nobleza en presencia de jueces e regidores e caballeros, según pertenecía á reyes.» En 2g de Octubre, domingo, fueron a misa á Santa María la Mayor con mucha solemnidad, é hizo un sermón fray Alonso de Burgos tomando por tema : paUentam habe m me, et omnia, reddam tibi. (3) De estos bandos entre conversos y cristianos viejos, protegidos éstos por Vivero y aquéllos por los parciales del rey D. Enrique, no hay en el referido ero- nicón más indicio que el siguiente. «Sábado 8 de setiembre de 1470 despues de comer pelearon en Valladolid dos cofradías que al tiempo habla en ella, la una de la Trenidad, la otra de S. Andrés, aquella era de mercaderes e sus ayudas, la otra io8 VALLADOLID fidelidad de los suyos y á sosegar la población, cuyo gobierno encargó al conde de Benavente, haciéndole merced de la casa del proscrito Juan de Vivero. - Pero la muerte del débil soberano permitió á Valladolid transferir sin mengua sus sinceros homenajes á la varonil her- mana y sucesora del mismo. Visitáronla desde los primeros meses de su reinado Fernando é Isabel, hospedándose en el edificio que les recordaba sus desposorios (i); y lejos de guardar enojo á la villa por los pasados recelos y hostilidades, la con- virtieron en su cuartel general para la formidable lucha que iban á sostener en defensa de su corona. Allí sin adormecerse como los reyes anteriores en fiestas y regocijos (2), oyeron y contes- taron con firmeza á las reclamaciones del rey de Portugal; allí recibieron la sumisión y las mesnadas de los más ilustres ricos- hombres de Castilla, juntando en tres meses un ejército de diez mil jinetes y treinta mil peones; allí aguardó la magnánima reina, previniéndolo y animándolo todo, la decisión de las ar- mas, que por fin en los campos de Toro aseguraron sus dere- de ciertos escuderos e oficiales e otras gentes; en la qual pelea pelearon en la boca de la Frenería e á la boca de la calle de Olleros e de Santiago e del Azoguejo: murieron catorce varones e dos mujeres de esta pelea.» De la venida y retirada de los príncipes, ni del combate de la casa de Vivero, no hace mención alguna. En otro alboroto suscitado en 1495 murió el conde de Coruña, según escribe Galín- dez Carvajal, ó como se lee en otros, el conde de Camiña, herido inadvertidamente por su criado. El cronicón no habla de esta muerte, sino de la de D. Juan Manrique, hijo del maestre de Santiago, á quien un paje suyo dió una pedrada en la cabeza en 23 de Noviembre de 1488. (1) En 18 de Marzo de 147 3 entraron los reyes en Valladolid, aposentándose en las casas de Vivero que pocas horas antes había evacuado el conde de Bena- vente ; y al otro día muchos de la villa, sin mandado, antes con enojo de los reyes, comenzaron á derrocar los baluartes de dicha casa contigua á la puerta de Cabe- zón, que levantados en parte por Vivero y en parte por el conde, parece se habían hecho odiosos al pueblo por las opresiones pasadas. (2) Trae el cronicón de Valladolid una minuciosa relación de la justa que se celebró en 3 de Abril de 147 5, la más rica que en cincuenta años se había visto, y de la cual fué mantenedor el duque de Alba, quien además hizo sala á los reyes y á la corte en sus casas del Cordón. En la justa tomó parte el rey, sacando en el y el- mo un yunque con este expresivo mote : Como yunque sufro y callo por el tiempo en que me hallo. VALLADOLID ICQ chos y la unión y la grandeza de España. Asociada Valladolid á las más gloriosas empresas é importantes sucesos de aquel reinado, presenció notables actos de severidad y firmeza en afianzar el imperio de las leyes y la seguridad de los pueblos ; obtuvo ver fijado en su seno bajo nueva forma el tribunal de la chancillería; recibió con brillantes festejos en el invierno de 1488, en uno de los intermedios de la gloriosa conquista del reino de Granada, á los embajadores .que venían á preparar la unión de la imperial casa de Austria con la española (i); asistió estreme- cida en 19 de Junio de 1489 al formidable estreno de las justi- cias de la Inquisición (2); vió en 1492 expulsados de su seno los judíos; y acogió en 20 de Mayo de 1506 el último suspiro del descubridor del nuevo mundo, el gran Colón, que colmado de servicios y de desengaños, falleció con la resignación del justo en la calle de la Magdalena, encomendando su espíritu al Señor (3). Á la católica real pareja otra sucedió harto menos gloriosa, la de Felipe el Hermoso y de Juana la Loca, á quienes procla- mó Valladolid en la primavera de 1506, y juraron las cortes del reino reunidas en la histórica sala capitular de San Pablo, donde la firmeza del almirante salvó á la desgraciada reina del encierro que su ingrato esposo le destinaba. Fallecido éste en Burgos á 25 de Setiembre del mismo año, al día siguiente toda (1) Estas fiestas, en que se trató de superar el fausto y magnificencia de la an- tigua corte de Borgoña á los ojos de los alemanes y flamencos, se celebraron en 4 de Enero de 1489 : los reyes se hallaban en Valladolid desde el 6 de Setiem- bre anterior. (2) En este primer auto, no mencionado por Antolínez, fueron quemadas diez y ocho personas vivas y cuatro muertas : «ninguno de los vivos, dice el cronicón, paresció confesar la sentencia en público.» Entre los nombres de los reos que cita no aparece ninguno notable; pero sí lo eran algunos de los presos en el otoño an- terior, tales como Juan Rodríguez de Baeza y su mujer. Luís de Laserna, y el Dr. Diego Rodríguez de Ayllón que fué traído de Galicia. El tribunal del santo ofi- cío no se estableció fijamente en Valladolid hasta el año i 500. (3) Se le hicieron las exequias en la Antigua, y fué depositado su cadáver en San Francisco, desde donde fué trasladado en i 5 i 3 por orden del rey Fernando á la Cartuja de Sevilla, y desde allí en i 5 36 á la isla de Santo Domingo. Cedida ésta á los franceses en 1795, fué pasado á la catedral de Cuba. lio VALLADOLID Valladolid, con la chancillería y el obispo de Catania á su fren- te, se trasladó á Simancas á reclamar la persona del infante D, Fernando, segundo hijo de los reyes y niño de tres años y medio, para que no se apoderaran de él algunos grandes á fin de promover disturbios; y otorgando á los de Simancas su pundonorosa exigencia de seguir al infante y de formar á su alrededor una guardia de cien hombres, fué llevado al reciente colegio de San Gregorio, y guardado y educado allí cuidadosa- mente hasta la vuelta del Rey Católico su abuelo. Regresó éste á Valladolid en 1509, y entonces en 4 de Marzo juró la famosa liga de Cambray con el papa, el emperador y el rey de Francia contra la república de Venecia; entonces la reina Germana de Foix, su segunda esposa, hospedada en la casa del almirante, le hizo padre día 3 de Mayo de un infante llamado D. Juan, que muriendo á los pocos días abrió de nuevo el camino á la unión de los reinos peninsulares; entonces el rey, sexagenario casi, salió á jugar cañas con su cuadrilla en las fiestas con que se celebró por San Juan la nueva del casamiento de su hija Catali- na con Enrique VIII de Inglaterra. Entre tanto seguía creciendo la población al compás de la monarquía, de la cual era uno de los focos principales: restau- rábanse las antiguas iglesias, otras se erigían de nuevo, y todas bajo aquel tipo de lujosas formas y de carácter indeciso, en que iban mezcladas las más tardías galas del arte gótico con las más tempranas flores del renacimiento. A Santa María la Ma- yor hacia la plazuela de su nombre hizo añadir el cardenal Tor- quemada un magnífico pórtico y una grandiosa capilla del Sa- grario, en cuyas bóvedas figuraba la incendiada torre emblema de su apellido. La antigua parroquia de San Miguel, que desde el siglo XII al parecer había dejado la advocación de San Pela- yo, reparó las quiebras producidas tal vez en 1489 por el in- cendio de las vecinas casas, renovando su fachada, en la cual los Reyes Católicos hicieron colocar la efigie del santo arcángel, transferida hoy con el cargo parroquial al templo de los jesuí- 112 VALLADOLID tas; y en 1497 levantaron su capilla mayor, que desde treinta años atrás yacía por el suelo, el doctor Portillo y el comenda- dor D. Diego de Bobadilla, ambos muy favorecidos de los mo- narcas, dotándola en común para conservar mejor los lazos de amistad y parentesco que los unían. En la parroquia del Salva- dor, á la cual más tarde debía proveer el renacimiento de bella portada y esbelta torre, construyéronse por entonces suntuosas capillas con sepulcros para sus patronos, distinguiéndose por su alta bóveda de rica crucería y por sus góticos primores la del Bautista propia de los duques de Medinaceli, oculta ahora á la derecha detrás de un retablo y destinada á depósito de muebles (i). En 1490 dió Luís de Laserna á la parroquia de Santiago las sencillas formas ojivales que aún conserva al tra- vés de las obras posteriores, por dentro en la crucería del pres- biterio y artesonado del coro, por fuera en la cuadrada torre de piedra que corona un moderno remate, y en el ábside mismo donde un tosco relieve representa al apóstol de las Españas en medio de dos escudos del fundador. La iglesia posee una obra maestra de escultura en la adoración de los magos de Juan de Juní. Las agujas de crestería que engalanan el exterior de San Lorenzo y la cornisa que lo ciñe figurando sartas de perlas, in- dican bastantemente la época de su restauración, debida desde los cimientos al noble D. Pedro Niño, merino y regidor perpetuo de Valladolid: la ocasión se dice fué el recobro inesperado de una hija muy amada, á quien había sanado el manto de la Vir- gen, y luégo por poco había sumido en el sepulcro la retención irreverente del mismo. Lámparas de plata é innumerables votos, dádivas de reyes y de pobres, de grandes y de pequeños, cuel- (i) Hay en esta capilla tan lastimosamente abandonaria un sarcófago de D. Pe- dro de Lacerda, hijo del duque D. Luís, fallecido en 1549. En otra capilla del opuesto lado, que según se lee en la reja es del licenciado de Burgos y de D." Isa- bel de Torquemada su mujer, yacen dos estatuas que por sus trajes pertenecen á últimos del siglo xv. En la mayor descansan Juan Rodríguez de Entrambasaguas y D.' Isabel Andrés de Cartagena que murieron hacia 14.02. 114 VALLADOLID gan ante esta venerada efigie, aclamada por patrona de la po- blación sobre cuya puerta antes velaba, á la cual se atribuye un antiquísimo y portentoso hallazgo; y como si fuera el destino de aquella parroquia atesorar tradiciones singulares, contiene otra devota imagen de nuestra Señora titulada de la Cabeza por ha- berla inclinado deponiendo como testigo acerca de la palabra de casamiento empeñada por un caballero á una pobre doncella, y luégo del Pozo por haber salvado de él á un niño, elevándole sobre las aguas hasta el borde donde le aguardaban los brazos de su madre. Con tales objetos de piadoso culto no podía menos de experimentar la iglesia frecuentes transformaciones: primero en 1602 bajo la dirección de Juan Díaz del Hoyo por precio de dos mil quinientos ducados, de la cual sólo queda la suntuosa portada corintia que terminó en 1617 Bartolomé de la Calzada; más adelante al estilo churrigueresco, cubriéndose los techos y paredes de confusa y extravagante talla (i) ; y por último en 1826 en que se trató de restituirle su anterior regularidad. No por tantas reformas ciertamente ha pasado San Andrés: cuando á la entrada del siglo xvii emprendió el obispo de Si- güenza fray Mateo de Burgos su reedificación, no terminada hasta 1776 por fray Manuel de la Vega, ambos nacidos en su feligresía, tal vez apenas había perdido el humilde aspecto de ermita que tenía á últimos del siglo xv al convertirse en parro- quia, y vivían en ella los recuerdos del degollado condestable que han desaparecido por completo de su espaciosa nave mo- derna. Multiplicábanse también por entonces, si bien de estructura más modesta, los asilos de religiosas. En 1472 fundó la vene- rabie D.^ Juana de Hermosilla el beaterío de Santa Isabel que (i) Creemos no debe atribuirse á Juan Díaz del Hoyo esta ornamentación ba- rroca, como lo hace el Sr. Sangrador; pues en 1602 no había cundido aún el con- tagio de sirenas, grifos, ángeles y ridicula hojarasca que menciona,y lo comprue- ba la nobleza y sencillez de la portada de aquel tiempo. Conviene por tanto distinguir dos épocas. ii6 VALLADOLID doce años después se erigió en convento de franciscas; en 1488 edificó el de Santa Catalina de Sena D.^ María Manrique, viuda del señor de la Mota D. Manuel de Benavides, á la cual perse- guía de muerte su propio hijo para impedir la fundación; en 1506 dió licencia el papa á D.^ María de Zúñiga para insta- lar el de Comendadoras de Santiago, principiado durante las guerras de Granada por las viudas y huérfanas de los caballe- ros que allá sucumbían. Santa Isabel conserva su gótica nave con bóveda de crucería y el antepecho calado del coro, real- zándola lindos retablos del renacimiento, tanto el mayor com- puesto de diversas historias y relieves, como el que contiene la admirable figura de San Francisco esculpida por Juan de Juní. Las grandes estatuas de mármol arrodilladas que á los lados del presbiterio de Santa Catalina ocupan unos nichos con pilas- tras, más bien que á los señores de la Mota creemos que re- presentan á D. Antonio Cabeza de Vac^ y á su mujer D.^ Ma- ría de Castro, que en recompensa de la capilla mayor dejó á las monjas én 1604 setecientos ducados de renta, y la que en medio de una capilla yace con traje de golilla á Juan Acacio Soriano, abogado de la chancillería, que legó sus bienes al con- vento en 1588. En cuanto al de Comendadoras titulado de Santa Cruz, apenas ofrece vestigios de su primera fábrica: su iglesia se cortó después por el tipo greco-romano, su fachada interna bien que anterior á la corrupción del gusto adolece de pesadez, y tan sólo hacia la espalda aparecen unas labores gó- ticas en la celosía de su torre. Á las construcciones religiosas vencían aún en importancia las civiles. En la plaza del Mercado, que había venido á ser ya la Mayor, junto á la puerta principal de la iglesia de San Eran- cisco, mandaron los Reyes Católicos por el mes de Marzo de 1499 construir las casas del ayuntamiento: aniquilólas el incendio de 1561 sin dejarnos el menor recuerdo de sus dimen- siones y de su estilo. Subsiste empero como concluido de ayer el suntuoso colegio, que el insigne cardenal D. Pedro González ii8 VALLADOLID de Mendoza erigió para abrir á los ingenios pobres las más bri- liantes carreras, y cuya magnificencia se desarrolló casi simul- táneamente con la del colegio de San Gregorio su competidor, al cual sirvió de estímulo y de modelo. Instaláronse en número de veinte sus primeros colegiales en las casas que fueron de Diego de Arias y más adelante convento de Belén, y allí se ce- lebró la primera misa en 25 de Febrero de 1484. Hasta la pri- mavera de i486 no se inauguraron las obras del actual edificio, empezando por el derribo de las casas que ocupaban su solar; en 1492 habían terminado ya, celebrándose su conclusión con grandes fiestas, y comiendo aquel día en el refectorio la reina Isabel. Su advocación fué la de Santa Cruz, la que solía poner á sus monumentos el cardenal; el arquitecto fué el mismo que el de su célebre hospital de Toledo, Enrique de Egas hijo del flamenco Anequin. Sin embargo no contentó la fábrica en su principio al ostentoso primado de las Españas, y sin los repeti- dos elogios que de ella hacían el rey y la reina, asegúrase que hubiera mandado demolerla por mezquina. Y he aquí lo que cuesta trabajo comprender al que desde un ángulo de la vasta y yerma plaza en que está situado admira aquel magnífico cuadrado de sillería, formado de tres cuerpos, y coronado en su delantera por una balaustrada, y al rededor por una diadema de flameros y pilaretes. Sutiles machones remata- dos en agujas, que tienen más de góticos en la intención que en los detalles, trepan desde abajo hasta la plateresca cornisa, di- vidiendo en cinco compartimientos la fachada principal; los de en medio más adornados, con alguna crestería en su primer tercio y con pilastras estriadas en los restantes, cierran el en- trepaño del centro vistosamente almohadillado, sobre el cual campean los escudos reales y los de Mendoza. Nada empero sorprende como el ver en aquella obra la singular precocidad del renacimiento, años antes de espirar el siglo xv, y su imprp- visado triunfo sobre el arte de la Edad media; tanto más cuanto en la fachada del hospital de Toledo, construida muy posterior- VALLADOLID 119 mente por el mismo Egas, aparece todavía como un tímido en- sayo. Labores platerescas muy limpias y delicadas, que revelan experta y segura mano, llenan exclusivamente las pilastras, columnas y friso de la portada, en cuyo testero de medio punto figura como en aquella el cardenal de rodillas ante la cruz sos- tenida por Santa Elena; y al mismo género pertenecen las que adornan el gracioso y rico balcón del segundo cuerpo. No ha- blamos del frontispicio triangular, ni de los que coronan los cuatro balcones restantes, ni de los hierros labrados de sus an- tepechos; pues todo esto son innovaciones modernas que no alcanza á disculpar la autoridad de D. Ventura Rodríguez, y que hacen echar de menos las anteriores ventanas, que eran ojivales según noticias. Entonces, en la última mitad del siglo pasado, se trocaron también en balcones las aberturas de las fachadas laterales, y se picó la piedra, y se dió al edificio aquel aspecto remozado, que si bien halaga de pronto la vista, lo priva del más poético barniz de antigüedad (i). Reina en el patio la misma elegancia y pulcritud, y el mismo gusto en sus tres órdenes de galerías, cuyos arcos de medio punto sostienen octógonos pilares, resaltando en sus enjutas ora las cruces ora los blasones del cardenal; un gótico antepe- cho bellamente trepado ciñe el segundo cuerpo, y el tercero una balaustrada. Con el nuevo destino del colegio su conservación ha mejorado todavía; subsiste su copiosa biblioteca, y aquellas galerías cerradas de cristales á manera de invernáculos encie- rran uno de los más preciosos museos de España. Huyendo de la profanación y del abandono ó de la inminente demolición, vinieron á juntarse allí, procedentes de distintas iglesias y claus- tros, las minuciosas y expresivas tablas de la antigua escuela y los grandiosos lienzos de la mejor época del arte, las obras maestras que pintó Rubens para el pobre convento de monjas (i) Deplora esto en su Fz'aj'e el mismo Bosarte, nada sospechoso de antico-ma- nia como la llama. 120 VALLADOLID de Fuensaldaña (i), y las creaciones nacionales de Velázquez y Murillo, de Ribera y Zurbarán, de Jordán, Palomino y Valentín Díaz, las delicadas esculturas de Berruguete, las animadas efi- gies y grupos de Juan de Juní, los célebres pasos de semana santa de Gregorio Hernández, los insignes trabajos en bronce y marfil de Pompeyo Leoni, la admirable sillería plateresca de San Benito y la de San Francisco poco menos estimable, sarco- fagos góticos, lápidas romanas, objetos artísticos de toda edad y carácter. Ahora les presta el noble edificio en sus claros ándi- tos y espaciosas salas la hospitalidad que antes estaba llamado á dar á los talentos necesitados de protección, conserva el rico depósito de las generaciones pasadas en vez de producir hom- bres eminentes para las venideras, y así como su arquitectura marca perfectamente la transición entre la Edad media y la mo- derna, abriga hermanadas bajo su techo las glorias de uno y otro período. (i) Son tres cuadros que represéntan á nuestra Señora sobre un trono de ángeles, á San Antonio de Padua y á San Francisco, encargados por el conde de Fuensaldaña y celebrados entre los más insignes de Rubens. CAPITULO IV Valladolid en los tres últimos siglos.—Edificios modernos V I NTES de llegar Valladolid en el espléndido siglo xvi á la plenitud de su grandeza, pasó como las demás ciudades de Castilla por duras pruebas y trastornos, en los cuales sin embargo no perdió al par de aquellas su representación y su importancia. Inaugurada apenas la regencia del gran Cisneros, opúsose la villa á la organización de milicias permanentes pro- yectada por el cardenal, y se levantó en defensa de sus liberta- des no bien comprendidas acaso, obligando al capitán Tapia, que venía á reclutar soldados, á refugiarse dentro de San Fran- cisco. Devolviéronle la tranquilidad las prudentes cartas y luégo la presencia del joven soberano, que en i8 de Octubre de 1517 hizo en ella su solemne entrada, y se hospedó en las suntuosas casas frente á San Pablo esquina de la Corredera. La entrega hecha allí á Adriano de Utrech del capelo cardenalicio al cual 122 VALLADOLID en breve había de suceder la tiara, la visita que pasó el rey á la chancillería seguida de suntuoso festín y de brillantes espec- táculos (i), y las célebres cortes que por primera vez convocó, tuvieron en movimiento á Valladolid durante los seis meses es- casos de la permanencia real. Abriéronse aquellas en 2 de Fe- brero de 1518 en una sala alta del colegio de San Gregorio ; en 7 del propio mes fué jurado Carlos I, mas no sin que antes jurara las leyes y privilegios del reino y sobre todo la exclusión de los extranjeros de los cargos y oficios públicos, gracias á la firmeza del diputado por Burgos el doctor Zumiel (2). Dos años después, en i.° de Marzo de 1520, volvió el monarca á Valla- dolid de paso para Alemania donde iba á recoger la diadema imperial, y no bastaron á retenerle ni las instancias del concejo que se negaba á conceder el donativo para el viaje, ni el des- atentado tumulto que estalló el día 5 para cerrarle la salida. Al través de cinco mil insurgentes armados reunidos en la plaza Mayor abrióle calle hasta la puerta del Campo la guardia fia- menea; pero el rebato de la campana de San Miguel, si bien costó sendos castigos á los culpables (3), tuvo ecos muy pro- longados y dió en cierto modo la señal al levantamiento de las comunidades de Castilla. Por algunos meses mantuvo en paz á la población el consejo de gobierno, que bajo la presidencia del cardenal flamenco dejó instituido el emperador y que desde el 5 de Junio se fijó en Valladolid, cuando un día á fines de Agosto vino á encenderla ( I ) Refiere Antolínez que en este banquete salió de un enorme pastel un niño de cuatro años brincando por la sala, y que en el patio se dió al pueblo una comi- da en la cual brotaban dos fuentes de vino, siguiendo por la tarde funciones de toros y cañas y por la noche una farsa pastoril representada en uno de los salones. (2) Llamábase Juan y era doméstico del condestable, por cuyo influjo sin duda se volvió después contra las Comunidades y desempeñó en Toledo el oficio de ri- guroso juez. Ignoramos si fué este doctor ó algún hijo suyo el que hizo con su mujer D.® Catalina de Estrada el célebre retablo mayor de la Antigua por los años de 1550, según refiere Antolínez que le titula alcalde mayor de Villalpando. (3) El cordonero portugués que tañó la campana pudo escapar, pero á otros se les azotó, se les cortaron los piés, se les derribaron las casas, y tres clérigos fueron sacados á la vergüenza y encerrados en el castillo de Fuensaldaña. VALLADOLID 123 el reflejo de las terribles llamas que consumían á Medina del Campo por adicta á la comunidad. Al toque de asonada saquean, abrasan las casas de Antonio de Fonseca, autor de aquel incen- dio, y las de los regidores que otorgaron el donativo, salvándose únicamente la del comendador Santistevan á favor del aparato religioso y de la mediación de los franciscanos ; júntanse luégo en la Trinidad, juran la nueva bandera, eligen por caudillo de sus huestes al infante de Granada (i); y nombran para la junta de Ávila animosos diputados. Un fraile dominico desde el púlpito de Santa María intima á los vecinos una orden de la insurrecta junta para prender al consejo, y bien que no osaran cumplirla por entonces, los miembros de aquel se desbandaron al acercarse Juan de Padilla, y los que no se salvaron con la fuga, fueron conducidos presos á Tordesillas en carretas y cercados de lan- zas. Sólo restaba el buen cardenal Adriano, que al fin no ere- yéndose seguro, intentó salir también por el puente mayor con su escolta flamenca ; y aunque el amotinado pueblo y las instan- cias de D. Pedro Girón le obligaron á volver atrás para evitar un sangriento conflicto, logró á los pocos días evadirse con mayor cautela á Medina de Rioseco y reconstituir el gobierno al abrigo de sus muros. En las calles cada día se cruzaban los aceros, y resultaban choques y reyertas entre los bandos. Tímidos de suyo los mer- caderes trataron de poner á salvo en los conventos sus bienes y riquezas; obligóles á volverlas á sus casas la indignación po- pular, protestando contra la injuriosa sospecha de saqueo. Au- mentábase por momentos el número de los deseosos de paz con las exhortaciones y mensajes que á su amada villa hacía llegar el almirante D. Fadrique Enríquez, uno de los tres gobernado- res del reino, usando de su hereditario y poderoso influjo y de su prudencia conciliadora; y una comisión del ayuntamiento an- (i) Era este don Juan, uno de los hermanos de Boabdil bautizados por los Reyes Católicos, de quienes hablamos atrás pág. 89. Su hermano D. Fernando había muerto en i 5 i 5. 124 VALLADOLID duvo de Rioseco á Tordesillas, del gobierno á la junta, para entablar entre ambas partes una avenencia imposible por enton- ees de lograr y rechazada con furor por el pueblo, que destituyó y arrojó de sí á los oficiosos mediadores (i). El campo quedó por los más ardientes: mil hombres de armas de Valladolid al mando del diputado Alonso de Saravia, siguieron á D. Pedro Girón al sitio de Rioseco, y estrellóse en la tenacidad del belicoso Acuña la voz del presidente y oidores de la chancillería, que en vano corrieron á detener el armado brazo de los combatientes. Con la retirada de las huestes comuneras y la pérdida de Tordesillas cundió en Valladolid la alarma y desatóse la anar- quia: mezclados con los irritados plebeyos los desertores y fu- gitivos, después de talar las campiñas empezaron á saquear las casas, llegando á tal punto el desenfreno que hubo de atajarlo con severos castigos el obispo Acuña. Motejado de traidor in- cesantemente, acabó por abandonar Girón la villa y el mermado ejército; y en vanas escaramuzas se pasó lo más crudo del in- vierno, persiguiendo muchas veces á los de Valladolid hasta sus puertas la guarnición que en Simancas tenía el conde de Oñate. Pensó al fin la junta, reinstalada allí al escapar de Tordesillas, en dar á sus tropas un digno jefe, y eligió al toledano D. Pedro Laso de la Vega; el pueblo proclamó al idolatrado Juan de Pa- dilla, y á gritos y amenazas hizo prevalecer su nombramiento á pesar de la resistencia del modesto adalid. Sonrióle al principio la fortuna con la toma de Torrelobatón en los últimos días de Febrero de 1521, pero nuevos tratos vinieron á entorpecer la campaña : negociaciones ocultas y peligrosas entre el almirante y algunos diputados, sesiones tumultuosas en el seno de la junta, discursos conciliadores, pláticas furibundas, asonadas populares, mantuvieron por largo tiempo suspensa á Valladolid entre la (i) Estos fueron don Pedro Bazán, señor de la Bañeza, el doctor Espinosa, el bachiller Pulgar y Diego de Zamora, en unión de los cuales fué también destituido el infante de Granada, confiriéndose la capitanía á Sancho Bravo de Lagunas que huyó por no aceptarla. VALLADOLID 125 paz y la guerra. Nada aún se logró: á las amenazas de perder la universidad y la chancillería contestó la villa con gritos de furor; á los carteles, con otros carteles; á la proscripción nomi- nal de centenares de comuneros con la declaración de traidores solemnemente lanzada contra los próceros principales; y perdidos dos meses, exhaustas enormes sumas tomadas del monasterio de San Benito y del colegio de Santa Cruz, volvió Padilla una noche á Valladolid, y sacó dos mil infantes y doscientas lanzas para incorporarlos en su triunfal carrera. Al primer paso tropezó en Villalar con la derrota y con el cadalso. Al estallido de tal nueva dispersóse en Valladolid la junta y la plebe se embraveció ; pero sin dirección y sin defensa hubo de abrir las puertas al ejército vencedor, que desfiló por las calles desiertas y silenciosas, sin asomarse á su paso los deso- lados moradores. Aquel mismo día, 27 de Abril, resonó en las plazas el perdón que el almirante en nombre del emperador otorgaba á sus compatriotas, y evitóse por entonces el horror de los suplicios; pero al año siguiente murieron ajusticiados el licenciado Rincón y el alguacil Pacheco, mientras que en Burgos hería la cuchilla al fogoso procurador de Valladolid Alonso de Saravia. Con la entrada del soberano en la regia villa en 26 de Agosto de 1522 deshiciéronse los patíbulos, y aunque déla amnistía general, proclamada con augusta pompa en el mes de Octubre por el mismo emperador, quedaron exceptuadas cerca de trescientas personas, entre ellas algunos vecinos de Vallado- lid y el mismo prior de Santa María D. Alonso Enríquez, ya no llegó á cumplirse en ellas la cruel justicia: hubo fiestas y corridas de toros y justas reales en que el César en la flor de su juventud quebró dos lanzas, y en la fachada del palacio del almirante, negociador infatigable de la gracia, se perpetuó en una vulgar quintilla la memoria de su lealtad al príncipe y de sus servicios á Valladolid (i). Subsiste en la plazuela de las (i) Créese que la lápida de mármol negro, en que se leían no hace muchos I2Ò VAl. LADOLID Angustias, ya que no la inscripción ni el bello ajimez gótico de- bajo del cual caía, la portada de arco semicircular de su vivien- da, como recuerdo de aquel insigne varón, figura la más vene- rabie quizá que destaca en medio del tumultuoso grupo de las Comunidades. Sin embargo Valladolid, aunque foco del desgraciado movi- miento, nada apenas perdió de sus prerrogativas; y al ver con- gregarse con tal frecuencia bajo el cetro imperial en la famosa sala capitular de San Pablo las cortes de Castilla, pudo creerse aun en aquellos tiempos en que de sus votos pendían los recur- sos de la corona y la suerte de la nación. Húbolas en 1523 con- tinuadas al año siguiente en que todavía quedaron sin conclusión, en 1527 desde Febrero hasta Abril, en 1537 con asistencia de la emperatriz y del príncipe heredero, en 1542 desde Enero hasta Mayo, en 1544 y en 1548 por el príncipe D. Felipe á nombre de su padre, en 1555 y en 1558 por la princesa Doña Juana, hija del emperador, como gobernadora del reino. Es ver- dad que de cada vez eran más cuantiosos y con menos reparo se otorgaban los donativos para sostener ruinosas guerras con el francés ó con el turco, y se retardaba más y más ó se remitía al consejo el despacho de las peticiones presentadas por los procuradores; síntomas de engrandecimiento en el poder real, que trajo á la España mezcla de males y de bienes, y que sa- cándola de la postración del siglo xv le preparaba otra para el siglo XVII. ¡Cosa extraña! en aquel período de su mayor grandeza, en Valladolid que constituía casi fijamente su corte durante sus años los versos siguientes, existe oculta debajo de una capa de yeso. Decía así : Viva el rey con tal victoria, Esta casa y su vecino. Quede en ella por memoria La fama, renombre y gloria Que por él á España vino. Año MDXXIl. Carlos. Almirante D. Fabrique, segundo de este nombre. VALLADOLID 127 permanencias en la península, carecía el monarca de palacio propio ; y recién casado con Isabel de Portugal, la llevó allá en Noviembre de 1526 á las mismas casas del conde de Ribadavia donde nueve años antes se había albergado. Allí en 21 de Ma- yo de 1527 dió á luz la emperatriz al que se llamó Felipe II, y como si transfundiera en el acto á su hijo aquella estóica impa- sibilidad tan admirada por unos como execrada por otros, de- cía entre los acerbos dolores del parto á la que la persuadía á des- ahogarse: naon me faléis tal^ minha comadre^ que eu morrerei, mais naon gritarei. Im- posible es contemplar junto á San Pablo aquel caserón que hacia là Co- rredera y hacia las Ca- d en a s de Casa donde nació Felipe II San Grego- rio no presenta más que vetustas rejas é irregulares balcones, á excepción de la plateresca ventana abierta en la esquina so- bre la cual se asienta una ancha y aplastada torre, sin tras- ladarse mentalmente al solemne 5 de Junio en que fué conducido el augusto niño, para ser bautizado, desde la casa al contiguo templo un frondoso y perfumado corredor, y sin recordar por los brillantes festejos, suspendidos por un momento con la que nueva de la prisión del papa y del saqueo de Roma por los mismos imperiales, celebraron altas esperanzas no fallidas por esta vez. Ya no fué en esta morada, sino en la vecina situada enfren- te de San Pablo y propia á la sazón del comendador Francisco 128 valladolid de los Cobos, donde al año siguiente parió la emperatriz á otro infante llamado D. Juan, que en breve murió de alferecía. Dis- tinto era el aspecto del edificio del que tuvo más adelante al ; convertirse en pala- ^ cío de Felipe III des- pués de haberlo sido de su privado; pero tal vez en aquel tiem- po existían ya, según lo plateresco del es- tilo, las galerías altas y bajas del patio con 4 sus esbeltas colum- -/u, nas y sus arcos apia- jvl nados y sus meda- llones y bustos de emperadores roma- nos en las enjutas. Diez días después de su primer enlace con María de Portugal, en 2 2 de Noviembre de 1543, hospedóse allí el príncipe Don Felipe; y allí en 8 de Junio de 1545 vió la luz y recibió el Ventana de la casa de Felipe II bautismo en la capi- lla su primogénito Carlos, que empezó la serie de sus desgra- cias costando la vida á su madre á los cuatro días de nacido. Desde muy temprano ensayóse Felipe el Prudente en las funciones de rey, gobernando desde Valladolid los reinos de España en las frecuentes ausencias de su padre. Reemplazáron- le en 1548, con motivo de su viaje á Alemania, su hermana doña VALLADOLID María y su primo el principe Maximiliano, que en el año ante- rior se habían desposado con grande aparato en la misma villa; y en 1554, al pasar á Inglaterra con cuya reina María se había vuelto á casar, dejó por gobernadora á su segunda hermana D.^ Juana viuda del príncipe de Portugal, que residió de conti- nuo en Valladolid (i). Ella mandó celebrar en la vasta iglesia de San Benito las solemnes exequias de su abuela la reina doña Juana, que después de cincuenta años de demencia murió en Tordesillas por Abril de 1555. Ella, sabedora de la abdicación de su padre, hizo levantar pendones por su hermano, y en 24 de Octubre de 1556 recibió al ex-emperador que iba á encerrarse en el monasterio de Yuste. Diez días permaneció en Valladolid por última vez Carlos I, hospedándose en casa del conde de Melito, y reservando para sus hermanas D.^ Leonor y D.^ María, reinas viudas de Francia y de Bohemia, los obsequios y regoci- jos que le estaban preparados. Dos años apenas transcurrieron hasta que en Diciembre de 1558 se colgaran otra vez de negro las naves de San Benito, y se levantara en el centro un túmulo empavesado de gloriosas banderas con la corona imperial por remate, para las honras fúnebres del desengañado monarca, en las cuales predicó ¿y quién mejor? el también desengañado du- que de Gandía San Francisco de Borja. Muchas subsisten en Valladolid de las nobles y torreadas mansiones de aquella época gloriosa. Algunas, como las del Cordón y de los Duendes, conservan recuerdos más antiguos que se remontan á los tiempos de Juan II; otras ostentan ya la severidad de la arquitectura greco-romana, ora en portadas como la del palacio de Fabio Neli, ora en ventanas como la que mira enfrente de la iglesia del Salvador : la mayor parte empero se engalanan con las caprichosas y menudas labores del renaci- miento, y si en ellas se mezcla algo de gótico es tan sólo por (i) Durante el gobierno de esta princesa, en 4 de Mayo de i $ 56, fué degolla- do en la plaza de Valladolid don Alonso de Peralta, gobernador de Bugia, por no haberla defendido debidamente contra los infieles. 130 VALLADOLID vía de reminiscencia. Tales son las del marqués de Villasante y del de Revilla, tal el lindo patio de la del duque de Infantado al lado de la casa natal de Felipe II, tal era la de Benavente antes de perecer lo que de palacio le quedara al convertirse en hospicio (i), tales la de Salinas en la calle de Santiago y otra en la del Obispo citadas con elogio por Ponz, tal se conserva frente á la actual parroquia de San Miguel la del marqués de Valverde con la almohadillada ventana abierta en un ángulo, con su mascarón de bronce y sus dos figuras de relieve, objeto de romancescas tradiciones (2). Más interesante tal vez que esas fastuosas viviendas de señores y magnates es la modesta casa habitada por el que vestía de tan exquisitas esculturas los tem- píos y los palacios, por el incomparable Alfonso de Berrugue- te (3) : muéstrase junto al monasterio de San Benito, formando üna baja galería sostenida por columnas jónicas pareadas, el taller de donde salieron tantos prodigios del arte y de donde se supone haber salido muchos más. Y no menor veneración des- pierta á la salida del Campo Grande esquina á la calle de San Luís el sitio de la casa de aquel Juan de Juní, gloria peculiar de Valladolid, que por los mismos años poblaba de excelentes efi- gies sus altares; cuya habitación quiso poseer, comprándola medio siglo después á su hija, el famoso Gregorio Hernández heredero de su genio privilegiado. (1) Excusamos repetir lo que de cada una de estas casas dijimos en el capítu- lo I al recorrer las calles de Valladolid. (2) Cuéntase que el mascarón con argolla en la boca y las figuras colocadas arriba en unos medallones, una de ellas en actitud de recogerse la falda del vesti- do, se refieren al adulterio de cierta señora con su paje, que el tribunal al conde- narlos permitió al marido consignar perennemente en la fachada de su casa. Pres- cindiendo de lo monstruoso de tal anécdota en una nación y en unos tiempos en que se escribían el Médico de su honra y Á secreto agravio secreta "venganza^ sólo observaremos con el Sr. Sangrador que las dos figuras son de mujer. (3) Aunque natural de Paredes de Nava residía Berruguete en Valladolid, donde obtuvo una escribanía del crimen que probablemente no regentaba por sí mismo. Trabajó mucho tiempo, pu.es en i 526 emprendió el retablo de San Benito terminados sus largos estudios en Italia, y no murió hasta 1361 en Toledo donde labraba el sepulcro de Tavera. VALLADOLID Tampoco las iglesias dejaron ociosos en Valladolid á los artistas del renacimiento. Pensóse en dotar la corte de un tem- pío digno de su rango, y en 13 de Junio de 1527 abriéronse las zanjas para la nueva colegiata de Santa María, cuya traza se confió á Diego de Riaño, autor de la sacristía de la catedral de Sevilla. Por su muerte pasó la obra en 1536 á Rodrigo Gil de Ontañón, quien juntamente con su hermano Juan, con Juan de Alba y Francisco Totomía, la llevó adelante hasta la altura de seis estados. De ella sólo nos dicen los que alcanzaron á verla « que era relevante y en tanto extremo costosa que al parecer jamás pudiera concluirse; » pero fácil es conjeturar su estilo por el de las catedrales de Segovia y Salamanca que inmortali- zan el nombre de Rodrigo. Lástima es que no se guardara al viejo templo la atención que usó su padre Juan Gil con el de Salamanca, edificando al lado y no encima de él; y así irrita menos que al encargarse de la fábrica Juan de Herrera, después de paralizada por muchos años no sabemos con qué motivo, derribara á su vez todo lo nuevamente construido, sofocando en su germen la creación gótico-plateresca. De esta mezcla participa la iglesia de monjas de la Concep- ción, fundada en 1521 por el regidor Juan de Figueroa y por su mujer D.^ María Núñez de Toledo. En la bóveda, en las ventanas, en las molduras de la portada, predomina aún el gé- nero ojival; y acaso no cuentan mayor antigüedad la nave de crucería de la ermita de San Antón y la portadita gótica del oratorio del Rosario. Otros conventos empero, aunque erigidos en la mitad primera del siglo xvi, con las traslaciones y mudan- zas sufridas posteriormente perdieron del todo su primera fiso- nomía. De Portillo vinieron en 1530 las agustinas de Sancti Spiritus traídas por el comendador Martín Gálvez, de Villasirga años después las franciscas descalzas llamadas por la condesa de Osorno D.^ María de Velasco; unas y otras edificaron en el Campo Grande que empezaba á poblarse entonces. Las prime- ras permanecen allí en su lóbrega iglesia poblada de sepulcros 132 VALLADOLID de bienhechores (i); las segundas pasaron frente á la Chanci- Hería, donde la reina Margarita de Austria les construyó á prin- cipios del XVII un templo regular adornado de estimables pintu- ras, tomando con esto el nombre de Descalzas Reales. El edificio que dejaron estas en el Campo Grande lo ocuparon las domini- cas de Corpus Christi fundadas en 1545 por D.^ Ana Bonisen, después de haber estado sucesivamente en el barrio de San Lorenzo, en Simancas y al otro lado del Pisuerga ; y en el mis- mo Campo se establecieron las del Sacramento desmembradas de dicha fundación, antes de trasladarse junto á San Nicolás al lado del puente. Con la protección del príncipe D. Felipe, por el cual se titularon de San Felipe de la Penitencia, mudáronse en 1551 desde la calle de Francos al Campillo las arrepentidas, que en 1530 había recogido el dominico padre Minaya; pero la iglesia no se terminó sino en 1618 á expensas de los vecinos, y por el mismo tiempo costeó tal vez el lindo retablo mayor su patrono Juan de Valencia. Hijuela de este convento fué el de la Aprobación, que para noviciado de aquellas se creó en 1605 junto á San Nicolás, y se halla ahora suprimido. De esta suerte casi todas las fundaciones del reinado del Emperador no llegaron á constituirse y á fijar en cierto modo sus formas hasta el de Felipe III. Así sucedió con la de monjas bernardas de Belén, cuya traslación á su nueva iglesia de orden dórico, que ahora sirve de parroquia de San Juan, verificada con gran pompa en 1612 por el duque de Lerma sobrino de su fundadora D.^ María de Sandoval, ha hecho olvidar los princi- pios que el convento tuvo en las casas de Diego Arias y el horrible estrago que en su claustro hicieron las doctrinas del luterano Cazalla á quien acompañaron en el castigo siete de sus (i) Estos son los de Juan de Ortega de la cámara de Felipe II, y de D.® Fran- cisca de Zúñiga y Sandoval, ambos con estatua, y el de D." Mencía Manuel y Cas- tilla. En la portada del templo existe la inscripción siguiente: «A loor y gloria de Dios todopoderoso. Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y de su bendita madre, Mart, de Galbes comendador... fundó e acabó e toda la cassa restauró y el ospital edificó año de M y D y XXX años : rrogad á Dios por él.» VALLADOLID I33 religiosas en Î559, según recordaba la inscripción deia cruz de piedra plantada por el Santo Oficio enfrente de su fachada. El único que conservó al parecer su primitivo templo con resabios de gótico, fué el convento de dominicas de la Madre de Dios, instituido hacia 1550 detrás de San Pedro y dotado por D. Pedro González de León y por su mujer D.^ María Coronel; pero en 1806 éste cabalmente fué demolido por ruinoso. Otro tanto que de las de monjas pudiéramos decir de las casas de religiosos. Los jesuítas, que ya en 1543 vinieron á Valladolid, se albergaron de pronto en el hospital de San Antón, y á pesar del crédito de su instituto no tuvieron por muchos años otro domicilio, hasta que en los primeros del siglo xvii les edificó su casa profesa de San Ignacio la munificencia de la con- desa viuda de Fuensaldaña D.^ Magdalena Borja y Loyola, nombres queridos para la Compañía (i). El templo, vaciado en el molde greco-romano, y ataviado en su nave, crucero y cúpula con aquellas labores de yeso tan frecuentes en Valladolid, logra distinguirse por su esplendidez entre los de su religión, y entre los de su época por sus correctas y regulares formas : los cuatro apóstoles de su retablo mayor han merecido atribuirse á Pom- peyó Leoni, los relieves y esculturas del mismo á Gaspar Be- cerra que tiempo atrás había fallecido, algunas efigies de sus capillas á Gregorio Hernández, á Miguel Angel un crucifijo de marfil; y la sacristía, antesacristía y relicario, de una suntuosi- dad poco común en las mismas catedrales, abundan en preciosi- dades artísticas y devotas. En el presbiterio figuran orando de rodillas, dentro de un nicho á manera de pórtico, las estatuas de la fundadora y de su marido el conde Juan Pérez de Vivero, que murió quince años antes que ella en 1610; y su entierro ocupa una espaciosa cripta. Casi por el mismo tiempo, y con semejantes aunque más reducidas proporciones, erigióse el co- (i) Era esta señora nieta de San Francisco de Borja por su padre, é hija de una sobrina de San Ignacio, según su lápida refiere. 134 valladolid legió de San Ambrosio, señalándose entre sus bienhechores Don Diego Romano, obispo de Tlascala, cuya figura de mármol per- manece al lado del altar mayor, y honrándolo con su residencia y con su sepulcro el venerable escritor ascético Luís de la Puen- te (i). Desde la expulsión de sus sabios y virtuosos moradores en 1767, trasladóse á San Ambrosio la parroquia de San Este- ban y á San Ignacio la de San Miguel, y sus casas se trocaron en cuarteles, conservando aún hoy día el del colegio su barro- quísima portada. Era en 1544 cuando se establecieron los Mínimos al otro lado del puente en la ermita de San Roque, y en 1552 cuando los del Carmen Calzado se instalaron junto á la puerta de este nombre al extremo del Campo Grande; y sin embargo el edifi- cío de los primeros por lo que de él subsiste, y el de los según- dos destinado á hospital militar, parecen de fecha algo más reciente. Atribuyese á Diego de Praves, maestro mayor de Fe- lipe III, la iglesia de Carmelitas, elogiada por su seria arquitec- tura, pero más favorecida todavía por el piadoso escultor Her- nández, quien por devoción y por vecindad le legó muchas de sus insignes obras, su retrato y sus mortales despojos al fenecer en 22 de Enero de 1636. Bajo un monarca como Felipe II no podían menos de multi- plicarse en Valladolid las fundaciones religiosas. Mas no se li- mitó el próvido soberano á ceñir de conventos su villa natal para mostrarle su cariño : hizo reedificar con magnificencia sus más céntricos y populosos barrios, dió á su municipalidad singulares distinciones y un soberbio consistorio, erigióla en silla episcopal emancipándola de la de Palència, encargó para ella al más in- signe de sus arquitectos la traza de una catedral incomparable, condecoróla por último, enmendando el descuido ó la indiferen- cia de cinco siglos, con el dictado de ciudad. Y sin embargo él (i) Murió en 1624. Junto á él yace otro venerable, Jerónimo Benete, que des- pués de haber sostenido toda su vida á los pobres con el producto de sus pinturas, falleció en i 707 vistiendo la sotana de jesuíta. VALLADOLID fué quien le quitó la prerrogativa de corte, que alternadamente con otras poblaciones y en los últimos tiempos casi exclusiva- mente había tenido, adoptando para residencia suya otra villa: diríase que los dones á aquella conferidos fueron á título de indemnización por el rango que perdía. En los primeros años que siguieron á la abdicación del em- perador, mientras estuvo ausente de España el rey Felipe, per- maneció en Valladolid el gobierno encomendado á la prince- sa D.^ Juana, bajo cuya tutela crecía enfermizo é impresionable el príncipe D. Carlos. Entonces le tocó á la población ser teatro de unos sucesos que revelaron principalmente el carácter y la tendencia del nuevo reinado, de mantener á toda costa ía unidad católica de la monarquía. Sucesos que en nuestros días se pre- sentan especialmente pavorosos por el castigo, pero que á la sazón lo parecieron incomparablemente más por el crimen y por el peligro que los motivaba. En este punto el Felipe II tan exe- erado no fué más que el consecuente biznieto sucesor de la ca- tólica Isabel tan bendecida: podrán en todo caso censurarse los medios, mas no controvertirse la rectitud, la elevación, y hasta las ventajas políticas del pensamiento. Á los mal extirpados gér- menes del mahometismo y de la ley mosáica, que podían recru- decer en los de su raza, pero no propagarse á los demás, á quienes retraían de los vencidos y de sus creencias inveterados odios y desdenes, vino á juntarse harto más temible la cizaña protestante importada en la península por sus frecuentes reía- ciones y hasta su común vasallaje con Alemania. La Inquisición, que desde los Reyes Católicos había seguido sin tregua funcio- nando en Valladolid, citaba ya á su sombrío tribunal de la calle del Obispo á reos que invocaban el mismo Dios de los cristià- nos; preces humildes al Salvador aparecen aún en las húme- das paredes de sus calabozos, escritas por los años de 1534 y 1551 (i): sin embargo sus justicias, si algunas hubo por en- (i) El Sr. Sangrador, que dice haber reconocido hasta los más ocultos subte- 136 VALLADOLI D tonces, quedaron eclipsadas del todo por las más solemnes y terribles de 1559. Un día se difundió por la regia villa el rumor de que junto á la plazuela de San Miguel se había descubierto un conventículo de luteranos; que una mujer celosa, siguiendo á su marido pla- tero y sorprendiendo la contraseña de los adeptos, había logrado penetrar en la nocturna asamblea denunciándola en seguida al Santo Oficio (i); que había sido preso con toda su familia el doctor Agustín Cazalla, uno de los más sabios y elocuentes pre- dicadores del emperador (2); y cundió la alarma en los gober- rráneos de aquel edificio, hoy academia de nobles artes,- copia los siguientes frag- mentos de inscripciones en verso, que atestiguan como otras en latín la instrucción no vulgar de los detenidos. Quiénes fuesen estos no osaremos conjeturarlo, y sin asegurar que perteneciesen á la secta luterana, cuyo descubrimiento fué posterior á las expresadas fechas, observaremos por la cristiana piedad de los sentimientos que no debieron ser sus autores moriscos ni judaizantes. Serían tal vez acusados tan inocentes si no tan ilustres como Carranza y fray Luís de Léón. Con fé caridat y esperanza Año de i 5 5 i. Y obrando bien por amor Deseo, mi Dios bendito. La gloria de Dios se alcanza Y no me muero de enfermo, Y esta es ver la alabanza Como ermitaño contrito Con que. ....... Hacer mi vida en un yermo Año de 1534. Para alegrías. ...... Llorando noches y días Hacer allí habitación . Como hizo Jeremías En el monte de Sion. Desdichado, desdichado! Aun en esto no he gozado En tu fé santa me fundo. De catorce meses tres. Bendito y santo Jesu, Y con grillos á los piés Pues yo sé cierto que tú Mas de seis meses he estado. Veniste á salvar el mundo. (1) Vivía esta mujer con su marido Juan García, según tradición, en la calle de la Platería, donde, dicen, se mandó colocar en memoria del suceso una figura que la representaba. (2) Era natural de Sevilla é hijo de Pedro Cazalla, contador del rey, pero per- tenecía á una de lais más arraigadas familias de Valladolid por su madre D." Leo-, Fué ca- nor de Vivero, cuya era la casa donde vivía y juntaba á sus sectarios. nónigo de Salamanca: no se sabe si pasó á Alemania como otros teólogos enviados por el emperador á conferenciar con los luteranos, aunque algo de esto parece indicar Illescas en su Historia pontifical al decir que volvieron pervertidos algunos de los que iban allá á convertir. Tuvo dos hermanos curas, Francisco y Pedro, y una hermana soltera, Beatriz, que fueron como él ajusticiados; otro de sus herma- nos, Juan, y una hermana, Constanza, viuda del contador Hernando Ortiz, salieron condenados á cárcel perpetua. VALLADOLID 137 nantes y el espanto en la muchedumbre (i). Á medida que se trataba de aislar el daño, más dilatadas aparecían sus ramifica- ciones: en Paleacia el maestro teólogo Alonso Pérez, en Toro el bachiller Herreruelo, en Zamora Pedro Sotelo, Cristóbal de Ocampo y Cristóbal de Padilla, en Pedrosa su cura Pedro de Cazalla, dogmatizaban la herética reforma; á todos acaudillaba y dirigía con su malogrado tesón D. Carlos de Sesso, caballero veronés, domiciliado en Villamediana de Logroño y enlazado con la ilustre estirpe de los Castillas (2). No había clase, ni pro- fesión, ni sexo, ni edad, exentas del contagio: sacerdotes y segla- res, teólogos y abogados, hijosdalgo, comendadores de órdenes militares, artesanos y labradores, nobles damas, jóvenes doñee- lias, humildes criadas, austeras beatas, y hasta vírgenes del claustro bien mozas y bien hermosas^ seducidas acaso por sus directores, llegaban cada día á las prisiones del tribunal, cogi- dos varios en su fuga y algunos ya fuera de España. Igual si rigurosa anduvo la formidable vara, sin torcerse por contempla- ción alguna, creyendo con razón que mayor escándalo que el del crimen es el de la impunidad, y mayor que éste todavía el de la parcialidad en el castigo. Llegó el día prefijado, domingo 21 de Mayo de 1559, para uno de aquellos lúgubres espectáculos, explicables por las cir- constancias de los tiempos, defendibles por los resultados, pero siempre repugnantes al corazón, al par que terriblemente fasci- nadores para la fantasía. Centelleaba la plata y oro, ondeaba la seda y brocado en los tablados y galerías levantadas en tor- (1) Copiosa luz sobre los errores de los dogmatizantes y sobre sus medios de propaganda ha derramado últimamente en sus Heterodoxos españoles el diligentí- simo Menéndez Pelayo, cuyas investigaciones con placer aprovecharíamos, si más estrechamente se relacionaran con el objeto de esta publicación; basta á nuestro propósito no hallarnos en discrepancia notable con su concienzuda historia. (2) No se dice cómo ni cuándo vino de Italia este caballero: algunos escriben Sesse en vez de Sesso, dando margen á creerle de aquella ilustre familia arago- nesa. Herrezuelo, en vez de Herreruelo, llama Menéndez al bachiller de Toro si- guiendo al autor de la Historia pontifical, y de Cristóbal de Padilla, á quien otros titulan caballero de San Juan, dice que era criado de la marquesa de Alcañices. 18 138 VALLADOLID no de la plaza Mayor para el príncipe D. Carlos y su tía doña Juana, para las autoridades y corporaciones, para los grandes y damas de la corte que lucían sus galas y sus.tocados, contras- tando no poco con el aspecto sombrío del tablado de los reos. Por el suelo, por los balcones y ventanas, por los tejados, hor- migueaba una inmensa multitud, reunida de toda Castilla la Vieja, según los contemporáneos. Desfiló la triste procesión; las túnicas sembradas de llamas indicaban en catorce de los infeli- ees que iban á ser entregados al suplicio, mientras que los otros diez y seis serían reconciliados con la Iglesia. Entre los prime- ros absorbía la atención el célebre Cazalla, acompañado de su hermano D. Francisco, cura de un pueblo de la diócesis de Pa- lencia y de su hermana D.^ Beatriz; seguían el maestro Alonso Pérez, los caballeros Ocampo y Padilla, el bachiller Antonio Herreruelo, cuya impenitencia indicaba la mordaza puesta en su boca, el licenciado Francisco Pérez de Herrera, vecino de Cala- horra, el platero Juan García, D.^ Catalina de Ortega viuda del comendador Loaisa, y tres mujeres de Pedrosa, Isabel de Fs- trada, Catalina Román beata y Juana Velázquez, criada ésta de la marquesa de Alcañices; el último era Gonzalo Báez, judaizan- te de Lisboa. F1 sabio dominico Melchor Cano hizo oir desde un púlpito su elocuente voz; leyéronse las causas y las senten- cias, y se absolvió á los reconciliados condenando los más á reclusión perpetua, algunos á destierro y todos á confiscación de bienes. De ilustre sangre eran casi todos ellos : además de un hermano del doctor Cazalla Juan de Vivero, de su hermana Constanza y de su esposa D.^ Juana de Silva, hija natural del marqués de Montemayor, figuraban entre los penitenciados D.^ Francisca de Zúñiga, hija del contador Baeza natural de Va- lladolid; D. Juan de Ulloa Pereyra, caballero de Toro; D.^ Leo- nor de Cisneros, esposa de Herreruelo; María de Saavedra, mu- jer del hidalgo Cisneros de Zamora, y más notablemente Don Luís de Rojas Fnríquez, hijo del marqués de Poza; D.^ María de Rojas su tía, monja de Santa Catalina de Valladolid; su tío Don VALLADOLID 139 Pedro Sarmiento, comendador de Alcántara, y la esposa de éste D.^ Mencía de Figueroa, y por último su joven prima D.^ Ana Enríquez, hija del marqués de Alcañices (i), que al subir al púlpito estuvo por caer desmayada. Completaban el número Antón Waser, inglés, criado del D. Luís; Isabel Domínguez, cria- da de D.^ Beatriz de Vivero; Antón Domínguez, su hermano, y Daniel de la Cuadra, labrador de Pedrosa. Volvieron éstos en procesión á sus cárceles; los relajados al brazo seglar, verificada antes en los tres sacerdotes la cere- monia de la degradación, fueron traídos al Campo Grande don- de se levantaban quince patíbulos con sus argollas. Admiraba y enternecía á todos con sus entrañables muestras de contrición el doctor Cazalla; proclamaba que sólo la ambición y el deseo del renombre de que gozaban los jefes de secta le habían arras- trado á su ruina; exhortaba vivamente á penitencia al bachiller su compañero, que oponía á la serena humildad del cristiano la tenacidad sombría del estóico. En los demás el horror á la hoguera obraba un tibio y dudoso arrepentimiento; así que uno tras otro apretó sus cuellos el garrote, y las llamas se cebaron únicamente en sus cadáveres. Sólo el obstinado Herreruelo arrostró este cruel suplicio ; ni una queja ni un extremo se le escapó; pero en su rostro, dice un testigo de vista (2), quedó estampada la más extraña tristeza que jamás cupo en expresión humana. Con estos fueron quemados también los desenterrados huesos y la efigie de la madre de los Cazabas D.®^ Leonor de Vivero, fallecida en la prisión, y se mandó demoler y sembrar de sal su casa como receptáculo de la herejía (3). No sin inquietud se consumó la gran vindicta; y ora por sospechas de tumulto, ora por prevenir el desorden en gentío tanto, los soldados se mantuvieron sobre las armas. Aquel día (1) Era ya casada con D. Juan Alonso de Fonseca. (2) Gonzalo de Illescas en su Historia, fontifical. (3) En el solar se levantó una columna de piedra con una inscripción que sub- sistió hasta el año 182 i : la calle retiene el nombre del doctor Cazalla. 140 VALLADOLID á favor del tropel estrechó por primera vez la princesa doña Juana á su hermano natural D. Juan de Austria, mozo entonces de catorce años, á quien en compañía de su tutor Luís Quijada hizo venir desde Villagarcía donde se educaba (i): vióle con gran secreto, mas no tanto que dejara de traspirar, abriendo el camino á su reconocimiento como príncipe, que en aquel mismo año le concedió Felipe 11. De vuelta de su largo viaje llegó éste á Valladolid en 8 de Setiembre inmediato, y con los festejos de su venida se mezcla- ron las fúnebres pompas de un segundo auto de fe, que le te- nían reservado para el domingo 8 de Octubre. Presos en Pam- piona mientras huían D. Carlos de Sesso y un hermano del marqués de Poza, fray Domingo de Rojas, dominico, marchaban al frente de los reos de muerte, siguiéndoles el licenciado Diego Sánchez, clérigo de Villamediana; Pedro de Cazalla, cura de Pedrosa, hermano también del doctor, y Juan Sánchez su cria- do; cuatro monjas del convento de Belén, D.^ María de Gueva- ra, D.^ Catalina de Reinoso, D.^ Margarita Santisteban y doña María de Miranda; otra monja fugitiva de Palermo, llamada Eufrasia de Mendoza (2), Pedro Sotelo de Zamora, Francisco de Almarza de Soria y un morisco conocido por Gaspar Blanco: acompañábales la efigie de Juana Sánchez, beata de Valladolid, que había escapado al verdugo dándose muerte en la cárcel con unas tijeras. Á menor castigo estaban reservadas la noble esposa de Sesso, D.^ Isabel de Castilla y D.^ Catalina su her- mana ó sobrina, tres monjas más de Belén, y otras mujeres que con algunos hombres componían como la otra vez el número de diez y seis penitenciados (3). Predicó D. Pedro de Castro, obis- ( i) Fué á Valladolid Quijada por especial comisión del Emperador retirado en Yuste, con cartas sobre el asunto de la herejía. (2) Eufrosina Ríos se la nombra en otras listas, expresando que era monja de Santa Clara de Valladolid. (3) Según los manuscritos de la inquisición que en la biblioteca de Santa Cruz consultó el Sr. Sangrador, fueron dichos penitenciados, además de las cita- das señoras y de las monjas de Belén D." Felipa de Heredia, D.® Francisca de Zú- ñiga y D." Catalina de Valcazar, Margarita Hernández, labradora de Valverde; Ana VALLADOLID 141 po de Cuenca; el rey presto juramento sobre la cruz de mante- ner la fe y amparar su tribunal. « ¿Así me dejaréis quemar?» le gritó al marchar para la hoguera el infortunado Sesso ; y el monarca contestó con aquellas palabras tan acriminadas y sin embargo las únicas capaces de excusar su impasibilidad por la rectitud y convicción profunda que revelan; Vivía la duquesa con las religiosas, y falleció.antes de trasladarse éstas á su nuevo local. (2) Era ésta, según el Sr. Lafuente, D." Inés de Vargas de quien nacieron al marqués varios hijos; su padre el capitán D. Francisco Calderón, le tuvo de una doncella alemana con la cual casó después, y alcanzó á ver la desgracia de Don Rodrigo. VALLADOLID Arrastrado por el duque de Lerma en su caída, vivía retí- rado D. Rodrigo en su palacio de Valladolid, cuando en el año 1619 fué una noche reducido á prisión, y á la mañana si- guiente conducido al castillo de Montanches. Dos años duró el proceso, pero la cuchilla no cayó hasta después de fallecido el rey que tanta privanza le había dispensado. La plaza de Madrid fué teatro del suplicio en 21 de Octubre de 1621, y Valladolid no vió reproducida dentro de sus muros la horrible tragedia del condestable en el personaje cuya protección constituía poco antes su esperanza. Sin embargo, los homenajes tal vez serviles que había tributado la ciudad á los ídolos del favor, tuvo la noble constancia de no desmentirlos en los días de infortunio: pacífico y obsequioso asilo encontró en ella al salir desterrado de la corte el duque cardenal ; y cuando en 1618 dejó el mundo que le repelía por la iglesia que le amparaba, no sin procurarse aún las más eminentes dignidades, la ceremonia de su primera misa se celebró en San Pablo con pompa casi regia. En el acia- go fin de su hechura vió estremecido la suerte, que tal vez sin su retirada á tiempo se le destinara ; pero sus magníficas refor- mas en el templo dominico y las respetuosas atenciones que al ex favorito demostraba la ex-capital, distrajeron y suavizaron sus amarguras, y al terminar su larga existencia á 17 de Mayo de 1625, brilló todavía en los ostentosos funerales un reflejo del antiguo poder. Con el palacio, donde al parecer murió, aunque ya de antes incorporado á la corona, pasó también á ésta la fa- mosa huerta del duque sita sobre la derecha margen del Pi- suerga. Felipe III conservó á Valladolid su primer afecto, visitán- dola á veces en sus frecuentes idas á la villa de Lerma con su ministro; Felipe IV, olvidado casi de haber nacido en ella, la abandonó á la corriente de sus infortunios. Graves y repetidos fueron los que experimentó por aquellos años; en 1626 los de- sastres de una avenida, de 1629 á 31 los horrores del hambre, en 1648 una nube de langosta que asoló los campos; pero nin- VALLADOLID I7I guno comparable al de la inundación de 4 de Febrero de 1636, en que el Pisuerga arruinó ó maltrató sobre una y otra orilla numerosos conventos y edificios, y en que los dos hinchados brazos del Esgueva se derramaron por las calles de la ciudad, hundiéndose ochocientas casas, y pereciendo bajo sus escombros ó en las olas más de ciento cincuenta vidas. En sus postreros años volviendo el soberano de la frontera de celebrar el tratado de los Pirineos, se detuvo en Valladolid del 18 al 22 de Junio de 1660, días que fueron de lucidas fiestas y variadas funciones de toros, noches de músicas y vistosos fuegos en el Prado y en la huerta del río, de saraos y comedias en el palacio. Esto fué todo lo que debió la antigua corte á su coronado patricio, en cuya época no vió nacer más fundaciones que las de Premonstra- tenses. Capuchinos y sacerdotes de San Felipe Neri en 1628, 1631 y 1658, y las de religiosas de San Bartolomé y Santa Brígida en 1634 y 1637. Esta última promovida por la venera- ble Marina de Escobar, tuvo efecto en las casas del licenciado Butrón, una de las más suntuosas de hijos-dalgo, que en la parte superior de su fachada conserva curiosos medallones de antiguos espectáculos (i), y cuya entrada sirve aún de portería, si bien la iglesia despejada y alegre se reedificó á fines del propio siglo; la de San Bartolomé de monjas trinitarias tomó el nombre del primitivo hospital que reemplazó al otro lado del puente, y después de sufrir los estragos de las inundaciones y de la guerra ha acabado por desaparecer. La de Capuchinos en el Campo Grande, las de San Felipe y de Premonstratenses en la calle de Teresa Gil, nada ofrecen de señalado, sino la tercera su convexa fachada y el ornato churrigueresco que más tarde se le impuso. Dos autos de fe, de que apenas hay noticia, había celebrado la inquisición de Valladolid en 1623 y en 1636; con otro harto más famoso inauguróse allí el reinado de Carlos II en 30 de (i) Véase lo que atrás queda dicho en la página i6o. 172 VALLADOLID Octubre de 1667. Ochenta y cinco reos judaizantes, naturales de Portugal casi todos, y de condición humilde á excepción de algunos administradores de rentas reales, ocuparon el formida- ble tablado; sólo dos, Gaspar Fernández y Baltasar Rodríguez, fueron entregados por pertinaces á la justicia seglar, y aun éstos, dando señales de arrepentimiento al llegar al patíbulo, evitaron el cruel suplicio de las llamas. Por mucho tiempo deseó en balde la ciudad la visita del enfermizo monarca, y en 1679 se reformó y compuso toda, aguardándole á su regreso de Bur- gos juntamente con la joven reina; pero sus esperanzas se frus- traron, sin ahorrar por esto los dispendios de las fiestas prepa- radas ni los de la ostentosa comitiva que salió á presentarle sus homenajes en el camino. La honra sin embargo de que no pudo gozar al tiempo del primer enlace, se la proporcionó el segundo, trayendo allí en 1690 al rey con toda su corte para recibir á su nueva esposa Mariana de Neoburg, y haciendo teatro de sus desposorios la humilde iglesia de San Diego en el día 4 de Mayo, festividad de la Ascensión, al cual siguió una semana de regocijos hasta la salida de la real pareja (i). Con pompa muy parecida á la de estos augustos recibimien- tos, con juego de sortija y estafermo, celebróse en 1681 la de- dicación de la Cruz, iglesia cuya elegante fachada adorna el tes- tero de la Platería, recordando más bien el estilo de Herrera á quien se atribuye como tantas otras, que los tiempos de corrup- ción artística en que fué renovada. No así la de Jesús Nazareno, y menos aún la de la Pasión, que en su exterior y en su baja y sombría nave cubierta de pinturas ostenta las extravagancias del barroquismo. Todas estas iglesias, llamadas penitenciales por hallarse á cargo de cofradías de penitentes, que nacieron ó llegaron á su mayor auge en el siglo xvii (2), se honran de (1) «Esmeróse la ciudad en suntuosas é ingeniosas invenciones de festejos, co- medias, máscaras, cañas, toros, despeñaderos, fuegos en la tierra y en el agua, de modo que compitiesen los elementos sobre quien habia de festejar más á sus due- ños.» F lórez en sus Reinas católicas. (2) Existen en el día con este título la Pasión, las Angustias, la Cruz y Jesús 174 VALLADOLID poseer aún tan expresivas como devotas figuras, y guardaban en otro tiempo aquellos grupos tan famosos con el nombre de pasos^ que llevados en andas recorrían las calles en las proce- siones de Semana Santa, excitando una admiración menos artís- tica, pero más popular y entusiasta ciertamente, que la que producen ahora colocados en el museo. Obras fueron casi todos del escultor privilegiado de los sufrimientos del Redentor y de la Virgen, del fecundo Gregorio Hernández. Aquellos insignes cuanto modestos artistas, iluminados por la fe y animados por la caridad, devolvían á menudo á la iglesia en piadosas funda- ciones lo que por sus preciosos trabajos recibían; de esta ma- ñera Diego Valentín Díaz, señalado pintor, dotó y restauró el colegio de Niñas Huérfanas en el Campo Grande, dejándole, como había hecho Hernández al Carmen Calzado, su sepulcro y su retrato y un curioso retablo de perspectiva (i). El siglo XVIII pasó sobre Valladolid tan vacío de sucesos históricos como escaso de monumentos. La fidelidad que en la guerra de Sucesión conservó siempre por las flores de lis, pro- duciendo en 7 de Julio de 1706 un alzamiento popular contra los partidarios del Archiduque; la segura estancia que se pro- curó allí Felipe V para su familia y corte en Setiembre de 1710, abandonando á Madrid después de la perdida batalla de Zara- goza; las inundaciones del 6 de Diciembre de 1739 y del 25 de Febrero de 1788, copiosas en daños si bien exentas de vícti- Nazareno: la Piedad, abandonada por ruinosa en la calle de su nombre, se trasla- dó en 1727 á la iglesia de San Antón, festejándose con solemnes regocijos esta mudanza. También pertenecía á la cofradía de plateros-el oratorio de San Eloy consagrado en i 547, y que tomó el nombre de Nuestra Señora del Val desde que fué llevada allí en 161 o aquella devota efigie procedente de una ermita que ocu- paba entonces la Merced descalza.- (i) Merece transcribirse la lápida que da cuenta de dicha fundación. «Esta iglesia hizo y la dedicó al nombre de María Santísima Diego Valentin Diaz pintor, familiar del Santo Oficio; para cuya conservación y remedio de las huérfanas de su colegio dejó toda su hacienda, y aunque de todo se le dió el patronazgo, fué su voluntad se dé al que sea más bienhechor, y á él y á D.® María de la Calzada su mujer se le dexe esta sepultura. Fué á dar cuenta á Dios año de 1660. Ayúdesele á pagar el alcance rogando á Dios por él.» Hospital de San Juan de Letrán 176 VALLADOLID mas, en que se vió convertido en lago el centro de la población, salvándose por las ventanas en barquichuelos sus consternados moradores; los festejos nunca vistos con que se solemnizó en 1747 la canonización de San Pedro Regalado y en 1768 y 1778 la beatificación de los venerables trinitarios Simón de Rojas y Miguel de los Santos, hijos los dos primeros de la ciudad y el tercero su huésped y vecino: he aquí las únicas memorias que en los anales de dicha centuria brillan. Pero todavía son menos notables las artísticas, y acaso fuera preferible que se hubiesen quedado completamente en blanco durante el interregno del buen gusto. Hemos visto ya en la catedral y en otros templos las invasiones del churriguerismo; no menos desatinadas las observaremos en el edificio de la universidad. Dícese que trazó su fachada el autor del famoso transparente de Toledo, y por cierto que no desmienten la analogía sus dos series de colum- nas de orden compuesto y las hojarascas de sus escudos, exce- lentes en expresión de Ponz para nidos de golondrinas; amane- radas estatuas representan en los nichos de los intercolumnios y en la delantera del ático las varias ciencias y facultades, entre las cuales ocupa el lugar preferente la teología; y como epílogo de la historia del establecimiento coronan la balaustrada de su remate cuatro figuras de reyes, la de Alfonso VIII, fundador déla universidad de Palència su,antecesora, y las de Alfon- so XI, Juan I y Enrique III, protectores generosos de la de Va- lladolid (i). Revistió también el caprichoso traje de aquella época el hospital de San Juan de Letrán, fundado en el Campo Grande desde 1550 y concedido últimamente para convento á los Mercenarios descalzos; y pasó entonces por maravilla la portada con sus ridiculas columnas salomónicas y el exótico templete en que termina y sus trofeos inoportunos de bombas (i) Alfonso XI erigió en universidad pontificia el estudio general de Vallado- lid y fija en 20,000 maravedís las rentas de las tercias concedidas por sus antece- sores; Juan I eximió de todo pecho á sus maestros, licenciados y bachilleres; En- rique 111 les otorgó las tercias de los arciprestazgos de Cevico y Portillo. 178 VALLADOLID y morteros. Más tarde, cuando á la anarquía licenciosa sucedió la tirante dictadura de las reglas, empezó á levantarse al lado- del anterior, según los planos de D. Ventura Rodríguez, el con- vento de filipinos, como llaman á los agustinos misioneros des- tinados á aquellas colonias que lo habitan en gran número toda- vía, si bien de la construcción sólo puede juzgarse por el des- ahogado y ameno claustro, única parte concluida del edificio; al paso que Sabatini trazaba en 1780 una agraciada rotonda con seis altares para las monjas bernardas de Santa Ana, que trasladadas de Perales á Valladolid en 1595, alcanzaron del dadivoso Carlos III la reedificación de su iglesia. Del corriente siglo no son recuerdos precisamente los que faltan á Valladolid, sino distancia oportuna para apreciarlos como es debido. Con el tiempo parecerán más interesantes su larga opresión bajo el peso de las armas francesas principiada ya antes de la caída de Carlos IV, su heróico levantamiento en i.° de Junio de 1808, la matanza de sus inexpertos cuanto valientes hijos ametrallados en el puente de Cabezón, el denue- do de sus regidores arrostrando del emperador Napoleón ame- nazas de muerte á trueque de no entregar víctimas á su cuchilla, la glacial acogida hecha al intruso rey José, las aclamaciones entusiastas á los libertadores alternadas una y otra vez con el espanto producido por la vuelta de los enemigos (i); y á con- tinuación de las visitas de sus antiguos reyes se registrarán la de Fernando VII en 1828 y las de D.^ Isabel II en 1858 y 1861. En cuanto á su aspecto, en vez de nuevas construcciones mo- (i) En 7 de Enero de 1808 ocuparon los franceses á Valladolid en calidad de aliados; en i 2 de Junio, el mismo día de la derrota de Cabezón, la entraron como enemigos. Después de la victoria de Bailén respiró libre la ciudad por algún tiem- po, y en 28 de Octubre proclamó solemnemente á Fernando VII; pero en breve recayó bajo la servidumbre extranjera. Del 6 al 17 de Enero de 1809 permaneció Napoleón en Valladolid; en 27 de Abril y en 10 de Julio de 1811 pasó por allí el rey José de ida y vuelta de París, y se fijó en ella con su corte desde el 23 de Marzo hasta el 2 de Junio de 1813 en que la abandonó definitivamente. En menos de un año fué libertada tres veces la ciudad por él ejército aliado, y otras tantas volvió al poder de los franceses. VALLADOLID 179 numentales (i) sólo podrá señalar materiales adelantos y mejo- ras de ornato y policía; pero si atajando el vandalismo y saliendo de la incuria que tan deplorables pérdidas le han causado, se dedica á conservar y á restaurar solícitamente, según empieza á observarse, el precioso depósito que le queda, todavía puede en esta época merecer bien de las artes y de la verdadera cul- tura y encontrar en sus pasadas glorias el más firme apoyo para su futuro engrandecimiento. (i) Sin calificarlos de tales, merecen atención el teatro edificado junto á la plazuela de .las Angustias, y el suntuoso palacio arzobispal, cuya capilla decoró espléndidamente el arzobispo cardenal Moreno con preciosas tablas de la vida y martirio de San Esteban traídas de Portillo. 1 \ L, I CAPITULO Y Simancas. — Pueblos comarcanos de Valladolid Gomo reina en el cielo solitario la luna llena no permitiendo brillar estrella alguna á gran distan- cia en torno suyo, así eclipsa el esplendor de Valladolid á las villas todas de su término, ora beban de las aguas mismas del Pisuerga, ora se asienten en las márgenes del humilde Esgueva ó del Duero cau- daloso. Contemporáneas suyas las más y algunas anteriores de mucho, hubieron de rendir homenaje desde muy temprano á su precoz grande- za, y fueron sometidas sucesivamen- i82 valladolid te por los monarcas á la jurisdicción absorbente de aquel concejo. Tudela, Cabezón, Peñaflor, Portillo en 1255, Cigales en 1289, Olmos de Esgueva en 1367 pasaron á la obediencia de su pode- rosa vecina, mandándoseles no tener otro fuero, seña ni sello que el de Valladolid y acudir á sus juicios, perdido el derecho de po- ner alcaldes propios. De esta suerte, bien que á costa de su vida peculiar, reforzaron la autoridad municipal de la regia villa, y exentas generalmente de aristocrático señorío, impidieron que en su horizonte se desplegaran al viento las enseñas feudales y que avanzaran hasta sus muros las mesnadas de los ricos- hombres. Si va unido el nombre de ellas á algún importante suceso, si recuerdan combates ó avenencias ó entrevistas de príncipes, son episodios del continuado drama que allá dentro se desenvolvía, reflejos ó sacudidas emanadas del foco que las abarcaba en su esfera de luz y actividad. Sin embargo un pueblo hay, que situado dos leguas más abajo sobre la opuesta orilla del río, presenta su larga historia, y lo que es más, sus actuales títulos de importancia y nombra- día aparte de la antigua corte. Muy antes de nacer ésta, aquel, honrado con un nombre genuinamente romano, había pasado ya por más asaltos, ruinas y restauraciones de las que en su carrera había de experimentar Valladolid. Septimanca era una población de las Vacceas en el camino de Mérida á Zaragoza, una de las pocas del itinerario cuya situación y correspondencia pueden fijarse con seguridad. Godos y sarracenos respetaron su nombre, y nada más tal vez: á mediados del siglo viii figura entre las varias que libertó prematura y fugazmente la espada de Alfonso I; á fines del ix, entre las que protegidas por los triunfos de Alfonso III renacieron y se colonizaron y se ciñeron de fuertes muros para guardar la frontera. Hízola á menudo residencia suya Alfonso IV, y contando afianzar y extender sus conquistas por aquel lado más de lo que sus inclinaciones mo- násticas prometían, erigióla en silla episcopal hacia el año 927. De esta diócesis, formada de desmembraciones de las de León VALLADOLID y Astorga y anterior á la de Palència, sólo se conocen dos pre- lados, Ildefredo en 959 y después Teodisclo; pues como con- traria á los cánones la mandó suprimir en 974 un concilio re- unido en León por la infanta Elvira, tía y tutora de Ramiro III. Mas entonces ya la condecoraba una gloria más insigne que su breve dignidad, el lauro de la inmortal jornada de Julio de 939 (i). Precedida de un eclipse de sol de temeroso agüero para unos y otros combatientes, trabóse á vista de Simancas una acción sangrienta entre Ramiro II que iba en socorro de los sitiados de Zamora y el califa Abderramán III: la España cris- tiana y la sarracena, cansadas ya de una lucha de dos siglos, parecían haber juntado allí sus fuerzas para decidir de una vez los destinos de la península. Desde la aurora estremecía el sue- lo el movimiento de entrambas huestes y ensordecían el aire sus trompetas y alaridos; pero no se mezclaron hasta después de levantado el sol, sin que palidecieran en aquel formidable cho- que los que tres días antes habían temblado de un fenómeno natural. En la delantera y centro de la batalla hacía prodigios de valor el príncipe Almudafar, tío del califa; pero resistían bra- vamente los apiñados escuadrones cristianos sostenidos por los ( I ) En el tomo de Asturias y León observamos que los que distinguían la batalla de Simancas de la de Zamora fijaban la primera en el 19 de Julio, día en que acón- teció el eclipse; pero habiendo sido éste tres días anterior á aquel combate, debe referirse más bien al día 22. El orientalista Dozy en el primer tomo de susRecher- ches sur l'histoire et la littérature últimamente publicadas, niega la cele- bre acción de los fosos de Zamora, como fundada únicamente en el error que supo- ne cometido por el escritor árabe Masoudi, al tomarpor/oso la palabra yl/ár/mMífec, siendo nombre propio del lugar Alhandega donde se completó la derrota de los fugitivos musulmanes: este error, si lo es, se generalizó desde muy antiguo,pues Morales afirma ya que en las crónicas arabescas esta batalla se conoce por la del barranco. Verdad es que nuestros cronistas la pasan en silencio : la de Simancas la refieren unos al año 934, otros al 938, y alguno al 940. Nadie la relata con más copiosos é interesantes detalles que Conde : lástima que á los orientalistas merezca tan poca confianza ! Otro historiador árabe citado por Dozy atribuye la derrota de los sarracenos á traición de los nobles irritados por el valimiento que dispensaba él califa á Nadjda de Hira, oscuro esclavo. En varios cronicones alema- halla consignado el recuerdo de esta victoria de los cristianos unido al del nes se eclipse, mencionando además á cierta reina Toda, que no puede ser otra que la varonil regente de Navarra, adiada tal vez de Ramiro 11 y partícipe de su gloria en el combate. 184 VALLADOLID auxiliares muslimes que había traído el tránsfuga valí de Santa- ren, al paso que el monarca leonés con sus caballos armados de hierro hendía y desbarataba las alas enemigas formadas por las gentes de Toledo y de Badajoz. El califa al frente de su guar- dia y de la flor de la caballería andaluza restableció la suerte del combate, que para los suyos se volvía ya en derrota : nues- tras historias afirman que ésta se consumó con matanza de ochenta mil infieles, escapando apenas Abderramán semivivo; las arábigas pretenden que la noche separó á los dos ejércitos y que descansaron sobre cadáveres, esperando con temor é impa- ciencia la vuelta del día para terminar su contienda. Añaden que los recelos infundidos á Ramiro por el traidor valí de San- taren, Omeya-ben-Ishac (i), y la muchedumbre de banderas muslímicas abultada por la incierta luz del crepúsculo, decidle- ron al rey de León á retirarse, salvando de su poder á los que- brantados sarracenos; y en efecto parece que la victoria de los cristianos, por más que brillante, no fué bastante completa y decisiva para hacer levantar el sitio de Zamora, en cuyos fosos pocos días después se coronaron de igual gloria sus valientes defensores. Esta épica batalla, que enlazada con visiones y prodigios, conmovió vivamente la fantasía de largas generaciones, marcada con dolor y espanto en la memoria de los vencidos, y saludada con júbilo, á pesar del aislamiento tan absoluto á la sazón entre las naciones, hasta en el más remoto confín de la cristiandad, no aseguró sin embargo tranquilidad duradera á la fronteriza Simancas. Desalojó de sus muros á los cristianos hacia el 950, si hemos de creer á los anales arábigos, el valí Ahmed-ben-Said Abu-Amer, y en 964 la tomó otra vez y destruyó el califa Alha- (i) Pudiera suponerse que este personaje es el Abu-Yahia de Zaragoza, que según Sampiro militaba con el califa y fué hecho prisionero por Ramiro II su anti- guo confederado, á pesar que no convienen del todo las circunstancias. Ibn-Khal- doun citado por Dozy refiere el cautiverio de un Mohamed-ibn-Hachim el Todjibita gobernador de Zaragoza. VALLADOLID kem II; si damos fe á alguno de nuestros historiadores (i), so- corrióla por este tiempo el conde de Castilla Fernán González que la había repoblado y fortalecido, dejando tendidos en sus campos diez mil infieles. Pero la más cierta, la más terrible de sus desgracias, la que señalan unos y otros por memorable, es la que padeció cayendo en manos del irresistible Almanzor en el verano de 981, después que fueron destrozadas en la vecina llanura de Rueda las fuerzas reunidas de los castellanos, nava- rros y leoneses. «Cercóla con sus estancias repartidas, dice un documento contemporáneo (2), y aquejándola con sus arcos y saetas, derribando sus muros y abriendo sus puertas, entró con ferocidad el lugar; todos los que allí encontraron de los cristià- nos pasaron á cuchillo los moros crueles con su espada venga- dora.» Entre los defensores cayó el que era sin duda su caudi- lio, el conde Nepociano Díaz, cuñado de Ramiro III, casado con su hermana la infanta D.^ Oria. Á esta época se refiere la le- yenda de las siete mancas doncellas mutilándose á sí mismas para guardar su castidad, las cuales, si no han dado su nombre al pueblo según pretenden ignorantes etimologistas (3), han formado por lo menos su blasón. Más verdadera gloria comuni- ca á Simancas la constancia de los cautivos, que acaso por más (1) Luís del Mármol, quien en su descripción de África hizo uso de las histo- rias arábigas. Tal vez este hecho se confunde con la parte que tomó el conde, no en la célebre victoria de Simancas, sino después en la persecución de los enemi- gos, según se desprende del famoso privilegio del voto que otorgó al monasterio de San Millán de la Cogulla. (2) Es un privilegio de Veremundo II, de 7 de Febrero del año 985 ó 986, en que hace donación á la catedral de Santiago de los bienes de Domingo Sarracino, martirizado en Córdoba. Transcríbelo Morales juntamente con otro expedido á fa- vor del -monasterio dé Samos, que habla del conde Nepociano Díaz y de su muerte en Simancas. En cuanto á la data del suceso seguimos á Dozy ; los anales Complu- tenses señalan el año 983, y los de Cardeña el 984. Estos dicen : «tomaron á Siet- mancas, et fué quando la de Roda.» (3) Semejante hablilla del vulgo extrañamos verla acogida por autores, que cualquiera fuese su criterio, no podían ignorar que el pueblo se llamase Septi- manca desde la época romana, y no sabemos dónde halló Méndez Silva que lleva- se entonces el nombre de Séntica y en tiempo de Alfonso I el de Bureva : todos los documentos están acordes en desmentirlo. El blasón de la villa es un castillo con una estrella y siete manos en la orla. 24 i86 VAL LADO I. Il) ricos perdonó la cimitarra, y que traídos á Córdoba languide- cieron en sus mazmorras durante dos años y medio, hasta que vertieron su sangre en medio de la plaza, cuando ya se hallaba en camino para conseguir su rescate un mensajero del rey Ve- remundo. Entre ellos se ha conservado únicamente el nombre de Domingo Yáñez Sarracino, que en aquel término y en el de Zamora poseía cuantiosas haciendas (i). Simancas no reparó sus estragos ni se consideró definitiva- mente segura sino un siglo después con la conquista de Toledo; pero con el peligro disminuyó también su importancia, y la que en el siglo x era custodia de la frontera, fortaleza sólo inferior á la de Zamora, y honrada con el título de ciudad, suena ya raras veces en el xii, confundida con las rústicas poblaciones de Campos. El súbito crecimiento de Valladolid, plantada tan cerca /de ella sobre la ribera misma, robábale por decirlo así toda su savia y vigor. Dícese que en 1202 aún poseía Simancas un tér- mino muy dilatado; mas en breve la hallamos incorporada al de la nueva capital, á cuyo municipio fué concedida como una de tantas aldeas en 6 de Noviembre de 1255, privada de tener fuero propio. Dependencia tan humillante, en vez de quebrantar los ánimos de sus moradores, los exacerbaba más con el recuer- do de sus antiguos timbres, dando lugar á discordias y reyertas entre la villa decadente y la pujante, mal apagadas todavía en el siglo XVI. Desde aquel punto la historia de Simancas se identifica Con \ la de la nueva corte, cuya proximidad más bien que honores y X ventajas atraía sobre ella peligros, agitaciones, armamentos, en V. las continuadas revueltas civiles que hervían al rededor del r^rtrono. Ocupóla en 1296 el rey Dionís de Portugal amenazando ;,(i) Todo consta del privilegio del 986 arriba mencionado. Morales Ífter^descubierto ha- en el monasterio creyó de San Acisclo de Córdoba el de la ieaude epitafio mu- Sarracino, supliendo algunas equivocaciones del contexto leÉÍa literalmente a«í : Obiit que fámulo, Dei... Didicus Sarracini uxor era T vicesim. V kal. La ata..ço.nviene ags. con el suceso, ora se lea 982, ora 987, según si se aplica la cifra V a-fiA.ó.al día de.l mes. Valladolid 187 á la varonil regente D.^ María; pero los descontentos castella- nos que le acompañaban se redujeron á su deber, y los extran- jeros desbandados retiráronse á toda prisa. Allí se encerró en 1427 Juan II con D. Alvaro de Luna su privado, hasta que no pudiendo sostenerle por más tiempo contra las exigencias de sus enemigos, hubo de salir para la corte y el valido para el destierro. Treguas, negociaciones, conferencias, no caben en cuenta las que allí se pactaron y tuvieron. Mas no siempre se mantuvo Simancas espectadora pasiva de los acontecimientos: en 1465 tomó partido por su rey Enrique IV contra la rebelde liga, y cuando los sublevados de Valladolid, después de batir á Peñaflor, acamparon en las cuestas que la dominan, la fiel villa les resistió denodadamente, defendida por Juan Fernández Ga- lindo. Parodiando la escena de Avila, cuyo principal autor había sido el arzobispo de Toledo, más de trescientos mozos de espue- la pasearon con ignominia la estatua del sedicioso prelado á vista de los sitiadores, y publicada la sentencia á voz de prego- nero, la quemaron en medio de la plaza al són de esta canti- nela: Esta es Simancas, D. Opas traidor, esta es Simancas, que no Peñaflor. En su castillo, jamás hostil á la corona aunque puesto bajo la tenencia del almirante, educóse D. Fernando nieto de los Reyes Católicos; y fallecido en 1506 su padre el archiduque, los simanquinos no consintieron la entrada á los de Valladolid que reclamaban al tierno infante, sino que le acompañaron á su nueva residencia por no delegar á nadie su custodia. Pronto se convirtieron los almenados muros de residencia de príncipes en prisión de estado, sofocando dos años después los dolorosos ayes que arrancaba la tortura á D.Pedro de Guevara, á vuelta de graves revelaciones contra el Gran Capitán y otros magna- tes de Castilla, cuyo descontento del Rey Católico atizaba el emperador Maximiliano. En 1515 sirvieron de cárcel al vicecan- VALI. ADO 1, in ciller de Aragon Antonio Agustín, destituido del favor de su monarca por no haberle servido á medida de su gusto en las cor- tes del reino; y en 1519 recibieron á D. Pedro mariscal de Na- varra, víctima de la lealtad á sus desposeídos reyes por quie- nes despreció dignidades y libertad, hasta que en 1523 puso término á sus días una cristiana muerte, ó según afirman otros, un desesperado suicidio (i). Con la guerra de las Comunidades se reveló más enconada que nunca la rivalidad entre Simancas y Valladolid. Padilla y Bravo á su paso por la villa, al traer presos á los oidores del consejo real, se descuidaron de ocuparla y guarnecerla, y die- ron lugar á que sus enemigos acampados en Rioseco vinieran á instancia de los habitantes á enarbolar en aquellos muros el pendón del monarca. Mandados por el conde de Oñate hostiga- ban sin cesar los caballeros á los de la Junta, interceptando sus comunicaciones, tomándoles los víveres y rebaños, y llegando en sus correrías á las puertas de la sublevada capital, donde el viejo capitán Tristán Méndez hacía proezas dignas de los anti- guos tiempos. Cansados los comuneros de estas escaramuzas en que como menos expertos y disciplinados llevaban siempre la peor parte, emprendieron el sitio de aquel padrastro que no les daba tregua ni reposo ; pero se lo hicieron abandonar muy pronto los certeros tiros de la artillería, y Simancas, satisfecha de vengar sus agravios particulares á la sombra de sus servicios políticos, se quedó con el doble timbre de fiel y de vencedora. (i) Acerca de ambos personajes cuenta singulares rumores la historia manus- crita del cura Cabezudo. Del vicecanciller dice que «no quiso el rey decir por en- tonces la causa de su prisión, y aunque el rey ponia otros colores, la verdad fué por requerir de amores á la reina Germana su mujer.» Especie que nos parece por demás absurda tratándose del grave y ya provecto magistrado : soltóle con fian- zas el cardenal Cisneros durante su regencia. En cuanto al mariscal refiere la cita- da historia, que viendo que no terminaba con la vuelta del emperador su cautive- rio, vino á caer en una tristeza tan grande, que con un cuchillo pequeño de escri- banía se punzó toda la garganta y se mató. Lo mismo indica Garibay, pero niégalo Moret con referencia al sacerdote que le asistió y administró los Sacramentos. Desde el castillo de Atienza habíanle traído en i 5 ig á Barcelona, donde se á negó prestar juramento á Carlos I mirándole como á usurpador del trono de Navarra. VALLADOLID 1P9 Sin embargo no pudo negar una lágrima seguramente á aquel gallardo joven, que vestido de terciopelo blanco y sereno el rostro como si fuera á desposarse, salió de la fortaleza para el cadalso levantado en medio de la plaza, en la mañana del 14 de Agosto de 1522. Era D. Pedro MaldonadoPimentel, regidor de Salamanca y primo del conde de Benavente, el cual desde la derrota de Villalar vivía en holgada prisión, confiando en el poder de sus deudos y descuidado del improviso rayo que hirió su cabeza. Sin lágrimas despidióse del mariscal de Nava- rra, compañero suyo de cárcel, y de su propio hermano religioso francisco, que entró á decir misa por él aguardando en el altar la nueva de su muerte; y arrodillado sobre una alfombra tendió su cabeza al verdugo, mancillando la sangre en breve la blan- cura de su ropa, y hay quien dice que la fama de su linaje, hay quien dice que la púrpura del inclemente César. La expiación no tardó en recaer sobre otra cabeza más de- lincuente y más ilustre. Años había que el turbulento obispo de Zamora, como enjaulado león, se revolvía impaciente dentro del castillo que por cárcel perpetua se le había dado (i), mal sa- tisfecho con la vida que le aseguraban su sagrada dignidad y su noble parentela. Un domingo de cuaresma, 25 de Febrero de 1526, á hora de vísperas entró á visitarle por enfermo el alcaide Mendo Noguerol; pero después de secreta y prolongada lucha quedó cadáver acribillado de heridas, mientras el homicida prelado, saliendo á la barbacana y subido sobre el adarve, me- día con la vista el foso para descolgarse y huir. Estorbóselo no sin respeto la gente que acudió á los gritos del hijo del alcaide, y empezó el proceso sobre el asesinato y la evasión proyectada, que al cabo de tres semanas de declaraciones vino á concluir (i) «oí decir muchas veces, escribe el historiador de Simancas, á personas que en aquel tiempo le guardaban, que siempre paseaba en la sala real grande con tanta prisa y furia como si fuera huyendo, y que le duraba el paseo tres y cuatro horas. Y como un hidalgo de esta villa le dijese: ¿por qué no se sienta usía, que estará cansado? le respondió: Nunca están asentados estos sesenta años.» I go VALLADOLID en tres días el alcalde Ronquillo (i). Ante el terrible juez per- dió el intrépido Acuña su serenidad y confesó su crimen en el tormento, que sufrieron con entereza sus dos cómplices en la fuga, un clérigo y una esclava; pero la sentencia de muerte devolvió su natural firmeza al jefe de los comuneros. Traído en procesión por el clero de la villa desde su aposento del cubo á la ronda ó del castillo, animaba á los turbados acompañan- tes, uniendo su esforzada voz al trémulo canto del Miserere: una fervorosa oración fué el postrer acto de aquella vida tem- pestuosa y bravia, que terminó el verdugo apretando con el garrote el cuello á una de las almenas por donde quiso esca- parse, un viernes de Pasión á 23 de Marzo. Tal rigor con un obispo excitó entonces el escándalo; con un caudillo de las libertades públicas despierta ahora la execración ; y de esta suerte un suplicio, no inmerecido en sí, ha provocado bajo bien distintos conceptos una perenne censura. Á menos belicoso, á menos lúgubre destino debe la fortale- za y con ella la villa toda, su pacífica importancia, su renombre europeo, y tal vez hasta su existencia: conservando es conser- vada; llena de recuerdos históricos fué escogida para depósito de la historia de la monarquía. Sacada del poder de los almi- rantes, mereció por su proximidad á Valladolid la predilección de Cisneros y luégo de Carlos V para reunir y guardar dentro de su vasta cerca los documentos, como lo habían ensayado ya Juan II y Enrique IV con el alcázar de Segovia y con la Mota de Medina en unos tiempos en que fuera de la venerada som- bra de los claustros no había seguridad sino al abrigo de los torreones. El aplazado proyecto lo realizó Eelipe II luégo de (i) En el pueblo de Villalar (extraña coincidencia !) vimos una copia del pro- ceso de Acuña de 234 pág. in fol. en letra muy corriente del siglo xvii, del cual extractaríamos más noticias si no se hubiese impreso ya en Valladolid. En 8 de Marzo de 1526 desde Almadén dió comisión el emperador al licenciado Ronquillo para instruir la citada causa por cuarenta días, asignándole mil quinientos mara- vedis de salario al día; sin embargo no empleó más de cuatro. La diligencia de la tortura estremece : la pesa era de cien libras. VALLADOLID 191 subir al trono (i), sin que la traslación de su corte á Madrid le hiciese variar de pensamiento; diríase que el mismo enérgico capricho con que fijó su corte á orillas del pobre Manzanares, y su monumento en las ásperas vertientes del Guadarrama, le .empeñó en colocar su castillo aislado á treinta leguas de la nue- •va capital. Las obras, principiadas en tiempo ya del emperador por el famoso Berruguete (2), las encargó en 1572 á Francisco ,de Salamanca, después á su hijo Juan, y por muerte sucesiva (1) En el excelente informe que en 1726 dió D. Santiago Agustín Riol acerca ,de los archivos de España, cita como la causa impulsiva que decidió á Felipe II á crear el de Simancas la revelación que un sacerdote le hizo del abandono en que yacían documentos importantísimos en los desvanes de la casa de un escribano ,de Valladolid. (2) Las únicas obras que le acreditan arquitecto á la vez que escultor, son las que hizo en el archivo de Simancas. Trazó y dirigió según consta de aquellos pa- peles, dice Ceán Bermúdez, los primeros aposentos en la torre ó cubo del norte, donde se conservan tres bóvedas de piedra y unos pabellones de madera y puer- tecillas de Jhierro con vaciados de bronce. En i 5 siendo príncipe aún Felipe II, consignó 14,^.50 maravedís al arquitecto Rafael de Archioli para obras y reparos _^en dicha fortaleza. Archivo de Simancas 19-2 VALLADOLID de entrambos á Pedro de Mazuecos, todas bajo la dirección de su privilegiado arquitecto Juan de Herrera, inculcando que no se afease la forma del edificio al ensanchar su capacidad. En 1588 encomendó á Francisco de Mora nuevas trazas que ejecu- taron Mazuecos el joven, Diego de Praves y Francisco su hijo, durando la fábrica hasta'1631, mientras que diestros entallado- res labraban prolijamente los estantes (i). F1 archivo y su disposición y arreglo lo confió desde 1566 á su secretario Die- go de Ayala, á cuyos descendientes hasta nuestros días pasó vinculado este honroso oficio (2). Bajo el aspecto monumental ganó poco el castillo cierta- mente; los recelos de Felipe II se cumplieron. Una techumbre de plomo parece aplastar su gallardía; los torreones despoja- dos de su corona semejan palomares, y el principal lleva por cubierta un extraño chapitel á modo de campana. Balcones y rejas reemplazan á los ajimeces ó ventanas de medio punto, redondas lumbreras asoman más arriba... así reformaban He- rrera y sus discípulos las construcciones de la Edad media. Aún conserva, sin embargo, los cubos y almenas de su barba- cana, y el ancho y profundo foso, y los puentes antes levadizos que á levante y á poniente dan entrada ; y no sin emoción atra- viesa éste el viajero para llegar á la puerta principal, cuyo arco sellan las armas reales y cuyas torres desfiguran las adiciones del siglo pasado. El patio grande, la esbelta galería que lo do- (1) De los artífices que allí trabajaron trae Ceán Bermúdez una extensa reía- ción de la cual resulta que el entallador Rodrigo Caques labró en i 564 las alace- nas de la sala baja de la torre vieja y en 1567 las de la sala superior titulada del ■patronato viejo^ Pedro Mazuecos el mozo en i 589 las piezas bajas de la izquierda» el escultor Hernando Munal la portada de las salas de estado en 11590, las bajas de la derecha en 1592 Tomé Cavano y Gonzalo de Acevedo, y Juan de Pintos en 1593 la escalera principal. (2) El último, D. Hilarión de Ayala, murió en 1844. Después de los incalcula- bles trabajos que en el archivo prestó su fundador Diego de Ayala, losprincipales son debidos á D. Francisco de Hoyos, á D. Antonio su hijo y á D. Pedro García de los Ríos que en el siglo xvii hicieron los inventarios, y áD. Tomás González, canó- nigo de Plasència, que lo reorganizó después de los trastornos de la invasión fran- cesa. VALLADOLID 193 mina, atraen de pronto las miradas; pero luégo olvida las for- mas artísticas y los recuerdos locales y el edificio, para ocupar- se sólo del histórico caudal que encierra. Á su derecha é izquierda tiéndense en el piso bajo dos líneas de salas, regulares unas, prolongadísimas otras, algunas octógonas ó circulares colocadas en el hueco de los torreones. Sube la espaciosa escalera, y en el principal ve reproducida igual distribución; las salas de estado enlosadas con jaspes blancos y negros, cubiertas de techo artesonado, vestidas de primorosa estantería del xvi, cual si de su recinto se hubiera querido desalojar los suspiros del cautiverio y los gritos de la tortura ; el cubo que fué prisión de Acuña convertido en lindísi- mo gabinete con florones en su bóveda. Con las del segundo y tercer piso se cuentan más de cuarenta estancias (i), las más con anaqueles de yeso, varias con un corredor que á media altura las circuye. Allí está la historia de España, cuando Es- paña era casi la Europa por no decir el universo, la de Italia, Flandes y el Nuevo Mundo que poseía, la de Alemania, Francia é Inglaterra, sus enemigas ó sus aliadas. Allí los tres reinados más gloriosos, los Reyes Católicos, el Emperador, Felipe II el creador de aquel inmenso panteón de memorias que puede evo- car cualquiera ante la posteridad, para cuyo juicio dejó el mis- mo tantos datos en millares de notas y apuntes escritos de su mano laboriosa. Aquel gran tesoro, que tentó la imperial codi- cia de Napoleón y cuyo despojo emprendió en 1810 sin que haya podido lograrse en más de medio siglo su restitución completa, aquel tesoro explorado alguna vez por nuestros escritores y más á menudo por los extranjeros, yace todavía desconocido en su mayor parte, y quizá no ha revelado hasta ahora sino una mí- nima porción de sus secretos. El ánimo desfallece bajo el cúmulo de materiales existentes y de los que cada día van entrando, y (i) Los departamentos principales son los de real patronato, registro general del sello, estado, guerra y marina, contaduría mayor y dirección general de ren- tas, cada uno de los cuales ocupa varias salas. =5 194 VALLADOLID naturalmente se ocurre preguntar; ¿quién de esa balumba de papeles contemporáneos se lanzará á desentrañar la historia del siglo XIX? Al revés de la fortaleza, la perspectiva exterior de la villa es más grata que sus adentros. Un antiguo puente de diez y siete arcos, ceñido de modillones por debajo de su pretil, sub- yuga á sus piés el ancho Pisuerga; restos de muralla la circu- yen, y el caserío se eleva en anfiteatro, dominado por la parro- quia y el archivo que guardan entre sí cierta simétrica analogía. Por dentro es un rústico villorrio de doscientos vecinos, donde no encuentra el estudioso, no ya esparcimiento, pero ni cómodo albergue siquiera. Poco antes de las Comunidades destruyó un incendio su antigua iglesia de San Salvador, y la claustra servía para el culto provisionalmente, cuando en uno de sus ángulos fué sepultado el infeliz Acuña. El nuevo templo, construido al estilo gótico del xvi, ostenta su trebolado portal, y despliega con elegancia sus tres naves iguales en altura, sostenidas por columnas cilindricas de estrecho capitel ; el retablo, que hasta 1571 no se acabó de pintar, es fama que lo labró el insigne Juní, escultor de Valladolid, de cuya diestra mano no desdicen sus medallones, figuras y relieves. De la vieja fábrica no sub- siste más que la torre bizantina que las llamas respetaron, me- tida toda en la actual fachada y afeada con un moderno remate: molduras ajedrezadas orlan sus arcos y ciñen sus cuatro cuer- pos, y en el tercero y cuarto ábrese un magnífico ajimez en cuyos capiteles se observan extrañas y profusas labores. Pero si en este género busca el artista una perfecta y bien conservada joya, no la encontrará sino en un pueblo de catorce chozas más bien que casas, á medio camino entre Simancas y Valladolid. La parroquia de Arroyo de la Encomienda, que por sus dimensiones pudiera calificarse de ermita, no es una ruina ni parece una antigualla, sino un lindísimo dige acabado de ayer, ó por lo menos desenterrado de profundidades donde no le al- canzaran los estragos del tiempo. Todo lo que constituye una 196 VALLADOLID iglesia del siglo xii, todo lo presenta en exquisita miniatura: á un lado el portal semicircular con sus tres arcos concéntricos y decrecentes y bordados los arquivoltos ; bellos capiteles, pre- ciosas cornisas, grotescos y variados caprichos en las ménsulas; el ábside en su redondez perforado por tres ventanas que se estrechan hacia dentro, apoyando sus dovelas sobre cortas co- lumnas con grupos de ángeles y animales por capitel. Dijérase que es el modelo de una basílica grandiosa que se quedó olvi- dado en aquella soledad; y la soledad, y el olvido y la pobreza le han protegido mejor que no hubieran hecho la estimación, la frecuencia y la liberalidad de las gentes. Otro monumento de época y carácter diferente, aunque no menos completo, se eleva al nordeste y á una legua de Valla- dolid, y es el castillo de Fuensaldaña. Fabricáronlo en el si- glo XV y lo poseyeron por más de dos centurias los Viveros vizcondes de Altamira y señores del pueblo, del cual tomaron título de condes á fines del xvi (i): su primer ascendiente fué el contador real Alonso Pérez, á quien hizo arrojar fuera de sí el condestable Luna por una ventana del alcázar de Burgos el día de viernes santo de 1453; el segundo Juan de Vivero, en cuya casa se celebró el enlace de los Reyes Católicos. Al cons- truirse aquel albergue, el poder feudal se hallaba ya agonizante, y poco recelo inspiraba la aparición del alcázar aristocrático á las puertas mismas de la capital. Sin embargo, no vienen á di simular ó á suavizar su guerrero continente adornos cortesanos, y todo en él anuncia más bien una fortaleza que una fastuosa y pacífica morada. Por cima del cuadrado recinto de un muro que le cerca por tres lados guarnecido de almenas y salientes cubos, descuella á gallarda altura el edificio de planta cuadrilonga, sobresaliendo los cuatro torreones que guardan sus ángulos y las dos garitas que resaltan en el centro de los lienzos más (i) La sucesión de esta ilustre casa ha venido á recaer en la del marqués de Alcañices. VALLADOLID 197 prolongados; los bélicos matacanes y los morlones recortados en triángulo con bolas á modo de perlas en sus cúspides, le forman al rededor una condal diadema de incomparable majes- tad. Allí la gentileza, hermanada constantemente con la robus- tez, evita la pompa y desdeña los atavíos: sencilla es la ojiva de la entrada, sin más escultura que el blasón de sus dueños; desnudas las salas sobrepuestas una á otra, á las cuales se sube desde el patio por una escalera aislada con puente levadizo; lisas y angostas y cerradas con fuerte reja las ventanas levan- tadas tres ó cuatro escalones sobre el piso ; por doquiera ma- cizas bóvedas y paredes de formidable espesor. Á ellas sin duda, no menos que á su actual destino de granero, debe el castillo su conservación excepcional. Á sus piés se dilata el pueblo, y se cimbrea no sin gracia la torre de su parroquia mitad de piedra y mitad de ladrillo, y oran por los condes sus fundadores las monjas concepcionistas, privadas ya del tesoro inestimable que les atraía incesantes visitas y limosnas de los viajeros, á saber, tres excelentes pinturas de Rubens que desde su altar mayor pasaron á ocupar el puesto preferente en el museo de Vallado- lid (i). No por todas partes se ofrecen al artista tan lisonjeros ha- llazgos, harto preciosos para ser frecuentes, pero en cambio produce la comarca abundante cosecha de recuerdos. Al norte de Fuensaldaña se tropieza con Mucientes, lugar donde Felipe el Hermoso puso en observación á la triste reina D;^ Juana antes de entrar en Valladolid á su regreso de Flandes, sin que lograra convencer de la demencia de su esposa á los grandes de Casti- lia que acudieron á visitarla (2). Á su levante aparece Cigales (1) Véase la página i 19 de este tomo. En el pavimento de la iglesia de dichas religiosas, hay una lápida con la siguiente inscripción y su escudo correspon- diente «Aquí conde de : yace D. Alonso hijo del señor D. Alonso Perez de Vivero, Fuensaldaña, murió á 4 de diciembre de 1681.» (2). Fueron éstos el almirante y el conde de Benavente, que hallaron en aque- lia fortaleza á D.' Juana acompañada del cardenal Cisneros y de Garcilaso, y como en los días desconcer- que hablaron largamente con ella no la encontrasen nunca 198 VALLADOLID tan nombrada en las crónicas del xiv y xv, campamento de los ex-tutores de Alfonso XI, D. Juan Manuel y D. Juan confede- rados contra los validos del monarca, teatro de la efímera re- conciliación del rey D. Pedro con sus bastardos hermanos Don Tello y D. Enrique en un día de Mayo de 1353, y de otra no menos pasajera en 1427 entre el débil Juan II y los bulliciosos infantes de Aragón que traían revuelta su corte. Todavía mues tra la villa el antiguo y ruinoso palacio donde fué á morir en 18 de Octubre de 1558 la reina María viuda de Luís rey de Hungría y de Bohemia, al mes no cumplido del fallecimiento del Emperador su hermano. También posee Trigueros su palacio ó castillo (i), y en tiempo del conde Ansúrez tenía ya su monas- terio de San Tirso, cedido en 1095 ^ la iglesia de Valladolid, y otro de Santa María unido en 1129 al de San Zoil de Carrión por la condesa D.^ Mayor Gómez, de ninguno de los cuales queda más que la memoria. La palma empero de antigüedad la pretende Cabezón, no solamente sobre las villas del contorno sino sobre la misma Valladolid; y en verdad que si le faltan títulos para acreditar su pretensión de haber recogido en 1065 el postrer aliento del glorioso rey Fernando, los presenta harto auténticos en la misma donación de Ansúrez para decir con orgullo que en al- gún tiempo fué aldea suya la reina del Pisuerga (2). Bien pudo tada, dijeron con valentía al archiduque que se mirase bien en recluirla. «Estaba sola, dice pintorescamente Zurita, en una sala escura, sentada en una ventana, vestida de negro y unos capirotes puestos en la cabeza que le cubrían casi el rostro.» (1) Perteneció el señorío de Trigueros á los Lujanes de Madrid condes de Castroponce, el de Cigales al famoso conde Pero Niño, pasando sucesivamente hembras por al señor de Herrera, al condestable de Castilla, al conde de Benavente por último al y duque de Osuna. (2) Ecclesie Sánete Marie de Valleoliti, dice el conde en su donación que in- sertamos íntegra en la pág. 32, site secus fluvium Pisorice in ierriiorium del Cabe- zone; palabras que expresan claramente que Valladolid y su del territorio iglesia caían dentro ó término de Cabezón. En cuanto á la opinión, contraria á la de los más autorizados cronistas, de haber muerto allí Fernando 1, no tiene mejor que ciertos apoyo versos de un romance de los del Cid, cuya antigüedad no llega tal VALLADOLID esto ser, porque siglo y medio antes que Valladolid fué poblada Cabezón por Alfonso III al mismo tiempo que Dueñas y Siman- cas. Su pintoresco puente de nueve arcos sobre el Pisuerga, las ruinas del castillo que coronan el cerro nombrado de Altamira, realzan poéticamente su aspecto al paso que atestiguan su im- portancia. Dióla en arras Alfonso VIII á su esposa Leonor de Inglaterra; agrególa el Décimo al concejo de Valladolid; capi- tuló en ella con la rebelión Enrique IV, declarando por sucesor á su hermano Alfonso á trueque de casarle con su dudosa hija D.^ Juana, é hízole jurar solemnemente en 30 de Noviembre de 1464 por los tres estados reunidos en un campo; ganó su señorío Juan de Vivero con el título de vizconde de Altamira, atrincherándose en su castillo á favor de la princesa Isabel. Co- roña dignamente éstos sucesos la heróica aunque desgraciada defensa de su puente contra las huestes de Napoleón en 12 de Junio de 1808. Convertido en granja subsiste no lejos de Cabezón el insig- ne monasterio de Palazuelos, donde se celebraban cada trienio los capítulos generales de la orden cisterciense. Era antes una villa que Alfonso VIII dió en 1213 á Alfonso Tello de Meneses, biznieto del conde Ansúrez, y que al momento transfirió el pia- doso caballero á los monjes benedictinos de San Andrés de Valbenigna para que tomando la cogulla blanca se establecie- sen en aquella vega deleitosa. Sus vecinos en 1224 recibieron fuero del abad Domingo, que trocaron por el de Portillo en 1313, año célebre para el monasterio, en cuyo claustro se juntaron los concejos de Castilla para repartir entre la prudente reina María y su hijo D. Pedro y su ambicioso cuñado D. Juan vez al siglo xv, en que dice la infanta Urraca hablando del rey su padre al Cam- peador: Fizoos mayor de su casa Y caballero en Coimbra Cuando la ganó á los moros, Cuando en Cabezón moria. 200 VALLADOLID la regencia y tutoría del pequeño Alfonso XI. No tan antiguo, pero más venerado tal vez por la santidad de Pedro Regalado su fundador (i), floreció á orillas del Duero entre álamos y sauces el convento del Abrojo, á cuyos austeros moradores en- vidiaba en su agonía Juan II; pero también vendrá lentamente al suelo la humilde mansión de franciscanos reformados, que supo conservar por tanto tiempo su pobreza, ilustrada solamen- te por penitencias y milagros. Mentaráse vagamente su nombre, como se mienta hoy el del monasterio de Santa María que esta- ba algo más arriba en la misma ribera, del cual sólo se sabe que fué dado en 1067 por Sancho II al santo abad Domingo de Si- los, sin poderse averiguar si es el que Sampiro menciona con el propio título, erigido sobre el Duero por el rey Ramiro el ven- cedor de Simancas. Tudela, Herrera, Puente Duero, se asientan una tras otra cabe el río que les da sobrenombre y á cuyo celebrado caudal no corresponde la importancia de estos pueblos. En Tudela, que es el más crecido, ningún resto de fortaleza viene á confir- mar su glorioso significado, defensa del Duero, aunque en las escenas complicadas de la Edad media representó distintas ve- ees algún papel. Tocóle su turno á Laguna, cuando en ella acampó Alfonso IX de León para combatir á su propio hijo Fernando el Santo, celoso de su engrandecimiento; tocóle á Renedo, cuando en 1506 presenció la estéril conferencia que tuvieron en una capilla el Rey Católico y su yerno, encubriendo con muestras de cariño su recíproca desconfianza; tocóles en fin á las más humildes aldeas del contorno hallarse asociadas á al- gún hecho notable desde el siglo xiii al xvi; pero estas distin- ciones eventuales no las llevan escritas en su aspecto, y perma- nociendo en su condición oscura, ellas mismas han olvidado lo que recuerdan. (i) Fundólo en 141 5 en unión con el virtuoso fray Pedro de Villacreces, y compartía su residencia entre este eremitorio y el de la Aguilera. así Peñafiel. Villa noble y solariega, con blasones pro- '■^^pios, con intrínseca pujanza, se presenta armada de punta en blanco, levantando por cabeza su enhiesto castillo tan robus- to todavía como venerable, y defendiéndose con su cintura de murallas rodeadas de foso. El Duratón la atraviesa deslizándose por los ojos de dos puentes, y el Duero majestuoso parece de lejos saludarla al romper sus aguas en los pilares de otro her- móso puente de ocho arcos. Su vecindario, numeroso respecto del de los pueblos de Castilla, pues excede de tres mil almas, se distribuye en tres antiguas parroquias, Santa María, San Salva- dor y San Miguel de Reoyo, de las cuales la segunda á fines 26 202 VALL AD OLID del siglo XI llevaba el título de real monasterio. Bajo las bóve- das de la principal un concilio de obispos sufragáneos de la metrópoli de Toledo, entre los cuales se contaba el de Falencia, dictó en 1302 importantes reglas sobre reforma de la disciplina y protección á los convertidos. Con sus parroquias rivalizaba el convento de dominicos, cuya primera piedra puso en 5 de Mayo de 1324 el infante D.Juan Manuel destinándolo tal vez para panteón de su familia, aunque mayor fama ha logrado con la posesión de los restos de la bienaventurada Juana de Aza, ma- dre del santo patriarca de la orden. Otro convento de francis- canos, uno de monjas de Santa Clara, hospitales, ermitas, dos arrabales con sus respectivas parroquias, indican el desarrollo que alcanzó bajo varios conceptos la población en épocas ante- riores. Algún nombre arábigo debió llevar Peñaíiel entre los sarra- ceños, si es cierto que se la ganase hacia 1014 el conde Sancho García. Al menos consta que dió fuero á sus pobladores el ada- lid castellano, y que en 1256 y 1264 Alfonso X les otorgó el real y varias franquicias á sus caballeros, protegiéndolos á título de concejo de extremadura^ es decir fronterizo. Recibióla en 1282 el infante D. Manuel, hermano del Rey Sabio, de manos de Sancho IV su sobrino, como regalo hecho á su recién nacido Juan Manuel á quien sacó de pila el rebelde príncipe, ó más bien en recompensa del apoyo prestado al usurpador; pero al siguiente año por Diciembre le sorprendió la muerte en su nue- vo dominio. Al heredar D. Juan Manuel los estados paternos, escogió por cabeza de ellos á Peñafiel enclavada en el centro de Castilla, y en 1307 empezó á amurallarla; allí tuvo su corte el ambicioso magnate, allí su estudioso retiro el escritor á la vez filósofo y caballeresco del Conde Lucanor; allí negoció en 1325 el casamiento de su hija Constanza con el rey Alfon- so XI cuya tutela acababa de ejercer, y volvió á recibirla en 1328 sin haberse efectuado su enlace, vengando la injuria con prolijas y encarnizadas querellas. Frente á frente de la regia VALLADOLID 203 capital se alzaba el alcázar del ofendido infante, que detrás de sus almenas desafió constantemente la bravura del monarca y le hostigó sin tregua casi hasta 1340 con osadas correrías y te- mibles alianzas. Cuando en el seno de una honrosa paz acabó su agitada y laboriosa carrera, quiso reposar entre sus predi- lectos religiosos de San Pablo de Peñafiel, en cuyo templo yace olvidada una de las espadas más insignes y una de las más diestras y elegantes plumas del siglo xiv (i). Sus dos hijas estaban destinadas á reinar; D.^ Constanza en Portugal, D.^ Juana en Castilla al lado de Enrique II su marido, á quien había acompañado varonilmente en el destierro. Enton- ees seguramente volvió Peñafiel á la corona, pues Juan I, nieto del letrado infante, la cedió de nuevo á Fernando su segundo hijo con título de ducado, poniéndole en la cabeza al darle la investidura una guirnalda de aljófar. En hora menguada para Castilla lo hizo, porque subiendo al trono de Aragón Fernando el de Antequera, la transfirió á su tercer hijo D. Enrique, tan funesto por las revueltas que suscitó con sus hermanos á Juan II. Rotas en 1429 las hostilidades entre ambos reinos, introdujo en Peñafiel á los aragoneses el conde de Castro Diego Gómez de Sandoval, y desmintiendo la villa su nombre cerró de pronto las puertas al soberano que acudió á recobrarla; bien que per- donada generosamente, volvió á la obediencia tan luégo como sus opresores se retrajeron al castillo. No tardó éste en rendir- (l'í El epitafio, que se le puso mucho después, dice que murió en i 362 en la ciudad de Córdoba; pero desde el i 349 cesa de figurar su nombre en las crónicas y documentos. Casó tres veces, con Isabel hija de Jaime II rey de Mallorca, con Constanza hija de Jaime II de Aragón y con D.® Blanca de la Cerda y Lara ; de las dos últimas tuvo sucesión. Yerno de reyes y padre de reinas, llena con sus hechos la primera mitad del siglo xiv y con sus obras el primer puesto entre los ingenios de su época : las que andan impresas en el tomo 31 de la Biblioteca de Autores Españoles son ; El conde de Lucanor ó libro de Patronio^ del caballero e del escude- ro, de los estados, de las maneras del amor, de castigos ó consejos para su hijo, de los frailes predicadores y de la asunción de Sta. Maria. Argote de Molina cita otras varias, de los sabios, de la caza, de los engeños, de los cantares, de los ejemplos. Mandó además escribir una crónica de España y el cronicón latino de sus aconte- cimientos más notables publicado en el tomo 11 de la España sagrada. 204 VALLADOLID se, y entró en su torre prisionero por sospechas de connivencia con los rebeldes el duque de Arjona D. Fadrique, nieto del desgraciado maestre del mismo nombre inmolado por su her- mano el rey D. Pedro; pero aquel cautiverio no fué prolongado, pues al siguiente año le puso término la muerte con lástima universal (i). Mal segura en poder de infantes Peñafiel fué dada después al conde de Ureña, á favor de cuyos descendientes los duques de Osuna la erigió Felipe III en marquesado. He aquí la rápida historia de sus vicisitudes enlazadas con la varia suerte de sus dueños; no menos ilustres los tuvo el pequeño lugar de Curial, distante una legua al otro lado del Duero, cuyas dos parroquias Santa María y San Martín no se hicieron sin duda para la escasa población presente. Perteneció su señorío á la incomparable reina Berenguela, dióla en arras Alfonso el Sabio á su esposa Violante de Aragón ; pero su cas- tillo sirvió más veces de cárcel que de palacio. El revoltoso in- fante D. Juan harto feliz en escapar á costa de un breve encierro de las airadas manos del rey D. Sancho hermano suyo; Jaime de Mallorca rey de Nápoles recluido allí en 1368 por Enrique de Trastamara como aliado del rey D. Pedro, hasta que pagó por su rescate setenta mil doblas la reina su consorte; el bas- tardo Sancho culpable sólo por haber nacido del mismo don Pedro; todos suspiraron impacientes por salir de aquellos mu- (i) *De este suceso escribe el bachiller de Cibdad Real en la carta XLV de su centón epistolar: «Acá, en Astudillo, se ha sabido la muerte del noble duque de Arjona, que habrá sido el fenecimiento de sus cuitas... E el rey trae paños de due- lo por su finamiento, e le ha mandado facer osequias muy honorables. Mas (i) Antes de espirar reveló este caudillo al monarca cierto trato para matarle y el nombre de los conjurados, pero Enrique IV por incredulidad ó por clemencia no hizo caso del aviso y lo mantuvo perpetuamente secreto. 246 VALLADOLID de las órdenes militares, y trazar de acuerdo con Portugal los límites de los descubrimientos y conquistas de ambas naciones en África y en Indias: ¡cuán diferentes escenas presenció luégo, cuando abatido y mustio el Rey Católico renunció en 1° de Julio de 1506 á favor de su petulante yerno el poder que su consorte le había legado sobre los reinos de Castilla, y cuando en Febrero de 1509 trajo consigo á su demente hija, insepara- blemente acompañada del cadáver de su esposo, para instalarla en la residencia que definitivamente le había escogido ! Cuarenta y siete años permaneció en ella la señora de la mayor monar- quia de los tiempos modernos, insensible á los trastornos, á las glorias, á las vicisitudes de cuanto la rodeaba, contentándose con descubrir desde las ventanas de su palacio el templo donde yacía el que en vida tan mal la había correspondido, sin que otro suceso viniese á interrumpir su monótona existencia más que las dos breves visitas de su hijo Carlos I en 3 de Octubre de 1517 y en 5 de Marzo de 1520. Aún estaba muy reciente la última que recibió sin conocerle del futuro emperador al despedirse para Alemania, cuando de pronto y casi á un tiempo llamaron á las puertas del palacio los consejeros del rey ausente y los caudillos de las sublevadas co- munidades, evocando como del sepulcro á la hija de los Reyes Católicos para constituirla àrbitra imparcial y legítima de sus querellas. Cuidadoso de que los insurrectos tomaran el nombre de la reina, acudió á ella el consejo real con el arzobispo Rojas á su frente para que reprobase con su firma aquellos actos; y entonces ocurrió una escena solemne y misteriosa, que arroja á la vez un rayo de luz en el sombrío encierro y en la perturbada mente de D.^ Juana. < Quince años hace, dijo, que no me tratan verdad ni á mi persona bien, como debieran ; y el primero que me ha mentido es el marqués,» añadió señalando al de Denla su mayordomo que á su lado estaba, y que postrándose á sus plantas exclamó: < Verdad es, señora, que os he mentido, pero helo hecho por quitaros de algunas pasiones, y hágola saber VALLADOLID 247 que el rey vuestro padre es muerto y yo lo enterré.» Volvién- dose ella al presidente repuso: «paréceme un sueño, obispo, cuánto me dicen y veo ; » y el prelado contestó que en sus ma- nos estaba después de Dios el remedio del reino. Al otro día, no olvidada de la etiqueta, mandó que se trajesen bancos y no sillas para sentarse los consejeros como en tiempo de su ma- dre, reservando únicamente silla al presidente; y después de seis horas de plática secreta los despidió, prometiendo firmar las providencias que en Valladolid con sus compañeros acor- daran. Mas no les dió tiempo Padilla : el 2 de Setiembre llegó á las puertas de Tordesillas á la cabeza de su hueste toledana, y al ruido de salvas y trompetas y aclamaciones fué conducido hasta el palacio, donde la reina le acogió benignamente, é in- formada de su noble calidad y rectas intenciones, le nombró ca- pitán general del reino. De orden de la misma, según se publicó, trasladóse de Avila á Tordesillas la santa junta ; Burgos, León, Toledo, Salamanca, Avila, Segovia, Toro, Madrid, Valladolid, Sigüenza, Soria y Guadalajara, enviaron á ella sus procurado- res y á la vez numerosas gentes de infantería y de á caballo, que no cabiendo en la población acamparon fuera, alojándose por las vecinas aldeas los capitanes. En 24 de Setiembre se inauguró la asamblea; el doctor Zúñiga, catedrático de Sala- manca, peroró largamente sobre los males y remedios de las cosas públicas, y D.^ Juana después de pedir almohadas para oirle despacio, dolióse de los unos, aprobó los otros, y mandó que designaran de su seno cuatro personas con quienes pudiera conferenciar cada día, si preciso fuese, acerca del gobierno. Los primeros actos de la junta fueron exigir la responsabilidad álos que en las cortes de la Coruña habían otorgado el subsidio al soberano, y ordenar el arresto de los consejeros reales en Va- lladolid, de los cuales sólo tres llegaron á la villa presos : el marqués de Denia D. Bernardo de Rojas y Sandoval, fué sepa- rado de la real casa con su esposa, y confióse á la del capitán 248 valladolid Quintanilla y á las de otros comuneros, el servicio y custodia de la reina y de la infanta Catalina, doncella de catorce años y única compañía de la infortunada madre (i). Esta galvánica resurrección, si fué tal como se dijo entonces, cesó muy en breve; D.^ Juana volvió á su letargo, y la santa junta se quedó con el sello real y un fantasma de reina, sin atreverse á llevar adelante sus deliberaciones. Perdióse el tiem- po en tratos de paz inútiles, en recriminaciones acerbas con los que defendían los derechos del emperador; y hasta mediados de Noviembre no se puso en marcha el ejército de las comuni- dades, compuesto de diez y siete mil hombres, llevando por ca- pitanes á muchos de los que habían venido por diputados. Desairado por la transmisión del mando á D. Pedro Girón, reti- róse Padilla á Toledo, y sólo quedaron para guardar la villa y el palacio, cuatrocientos clérigos que seguían las banderas del obispo de Zamora y unos pocos jinetes y peones. Día por día se aguardaba la noticia de la toma de Rioseco, donde al amparo de frágiles muros se guarecían los regentes ; aprestábanse fes- tejos para el triunfo y coronas para los vencedores, cuando á un tiempo cundió la voz de que Girón sin combatir, con torpeza muy semejante á la perfidia, se había retirado con sus fuerzas á Villalpando, y que avanzaban sobre Tordesillas las tropas imperiales. Vecinos, soldados, clérigos, todos se apercibieron á la de- fensa, emulando el heroísmo de Medina del Campo. Al caer la tarde del 5 de Diciembre, desoído el mensaje de los sitiadores, empezó el ataque al nordeste de la cerca entre las puertas de Santo Tomás y de Valladolid, y muy pronto conocida la resis- tencia del muro, hubo de asestarse contra una de las puertas la (i) Casó esta princesa en 1524 con Juan III rey de Portugal. AI dar cuenta al emperador de la situación del reino el consejo real en i 2 de Setiembre de dicho año, la reasume en estos breves y enérgicos rasgos: «De manera que V. M. tiene contra su servicio comunidad levantada, á su real justicia huida, á su hermana presa y á su madre desacatada; y hasta agora no vimos cío alguno que por su servi- tome una lanza.» V^fLLADOLID artillería de campaña. Mandaba las huestes el joven conde de Haro, primogénito del condestable Velasco, seguíale el de Ci- fuentes con el estandarte real encarnado y verde al frente de dos compañías de jinetes desmontados, mientras que al opuesto lado de la villa el conde de Alba de Liste se esforzaba en abrir brecha por un tapiado boquerón que el caballero Dionís de Deza acababa de descubrir. Anochecía ya, cuando quedó libre el por- tillo y practicable con los desprendidos escombros la subida, por donde treparon uno á uno los más valientes y penetraron por entre las llamas que á las casas vecinas habían prendido los sitiados ; y al mismo tiempo caía á hachazos la puerta, fran- queando la entrada á las cerradas columnas del enemigo. Todo fué confusión y matanza en medio de las tinieblas, rasgadas únicamente por el resplandor del incendio : los próceros atrave- saron á paso de carga la villa, corriendo á apoderarse del pala cío y á impedir que los fugitivos se llevaran por el puente á la reina, á quien hallaron en el atrio con su hija, asustada y ató- nita entre dos bandos que se proclamaban á la vez sus defenso- res. Duró el saqueo hasta la mitad del siguiente día, hasta dejar hartos y rendidos á los feroces soldados y rudos vasallos de los grandes (i) ; cayeron prisioneros dentro del monasterio de Santa Clara nueve diputados de la santa junta, y muertos no sin es- trago de los vencedores gran número de vencidos, vendiendo caras sus vidas algunos de los mismos clérigos de Acuña (2). Tordesillas y la reina Juana salieron, como se dijo entonces, de la opresión de los rebeldes (3), pero la una asolada, la otra (1) Los del conde de Luna, de las montañas de León, viendo que en el saco venían los demás muy cargados, decían, según refiere el historiador de Simancas: «no pense que saco, saco era furtar, que yo furtára mas que cuatro.» (2) «Vi con mis ojos propios, escribe Guevara al celebre obispo de Zamora, á un vuestro clérigo derrocar á once hombres eon una escopeta detrás de una al- mena, y el donaire era que al tiempo que asestaba para tirarles, los santiguaba con la escopeta y los mataba con la pelota. Vi también que dieron al clérigo una saetada por la frente... que ni tuvo tiempo de se confesar ni aun de se san- tiguar.» (3) Á estos sucesos se refiere sin duda una piedra que vimos en Tordesillas 250 V A I. L A D o If I D sumida otra vez en su melancólica demencia, de la cual ya no despertó sino pocos momentos antes de espirar en 11 de Abril de 1555, noche de jueves santo, á la voz del venerado Francis- CO de Borja. Con la salida de su cadáver y del de su marido para la capilla real de Granada, acabó la sombra de corte que una sombra de reina había dado á Tordesillas. Cuando Padilla, para reparar los desastres causados por la mala fe del caudillo que le había sido antepuesto, se puso otra vez al frente de las tropas obligado por las aclamaciones popu- lares, sus miradas se fijaron desde luégo en Torrelobatón, pue- blo del almirante D. Fadrique, cuya guarnición dándose las manos con las de Tordesillas y Simancas, y asegurando las co- municaciones con Rioseco, tenía bloqueada á Valladolid último asilo de la santa junta. Antes que á los poderosos Enríquez había pertecido Torrelobatón en el siglo xiv á la reina D.^ Jua- na Manuel, quien habiéndola heredado de su madre D.^ Blanca de Lacerda, la cedió en 1380 al hospital de Villafranca de Mon- tes de Oca. En 1444 era ya del almirante, y como tal mereció ser teatro en i.° de Setiembre de las solemnes bodas de su hija D.^ Juana Enríquez con el rey de Navarra D. Juan de Ara- gón, enlace que á vuelta de graves daños é injusticias trajo más adelante el beneficio de dar existencia á Fernando el Católico. Perdióla en las frecuentes revueltas el inquieto magnate, y sir- vió de prisión su recinto al rebelde conde de Castro: pero en breve fué restituida á su señor, bajo cuyo nieto se preparaba á sostener el pendón real y la autoridad de los gobernadores, después de haber presenciado las estériles negociaciones que para evitar el rompimiento mantuvo desde allí el benévolo Don Fadrique con la junta de Tordesillas. con los siguientes versos, de los cuales el tercero presenta en su principio alguna dificultad: Esta villa fué tomada Y por Dios fué delibrada. .... tame esta victoria Por dejar de mí memoria. VALLADOLID Fuertes muros rodeaban entonces al pueblo, aunque su po- sición en un hoyo no brinda á la defensa; hoy no subsiste de ellos más indicio que un arco al extremo de la plaza junto al moderno consistorio, pero ya en aquel tiempo había desborda- do de la cerca el caserío, formando un arrabal que ha ido en aumento posteriormente. Su actual aspecto discrepa muy poco de la época de las comunidades, á la cual pertenecen con corta diferencia sus dos parroquias de San Pedro y Santa María, ambas de tres naves y de la gótica decadencia, con la partícula- ridad de que entre la nave principal y las laterales de la según- da, media á cada lado un solo arco de comunicación, rebajado y grandioso, que atrevidamente abarca toda la longitud del templo. Nada mejor conservado que el castillo, tan entero que sin su historia y su carácter se le creyera casi de construcción reciente : dominan los techos su robusta mole, flanqueada en tres de sus ángulos por cubos y en el otro por la cuadrada torre del homenaje, que descuella gentil con sus ocho garitas; y ni uno falta apenas de los modillones que ciñen la obra, sin aparezca una sola almena ni vestigios de que nunca las que haya habido. Corría la segunda mitad de Febrero de 1521, al caer una mañana sobre Torrelobatón siete mil infantes y quinientas lanzas al mando de Juan de Padilla. Con el primer ímpetu penetraron en el arrabal é intentaron escalar los muros ; pero los certeros tiros de los sitiados, barriendo sus apiñadas filas, les hicieron más cautos para lo sucesivo. Armáronse las baterías, exploróse el lado más débil de la cerca, abriéronse portillos, fueron ahu- yentadas en repetidas escaramuzas las fuerzas que ya el almi- rante, el conde de Haro, destacaban para socorrer á los de ya dentro. Al quinto día, 26 de Febrero, recompensó la fortuna la previsión constancia del adalid toledano ; asaltada á la vez y por todo su circuito la pequeña villa, entrada á viva fuerza por un lado y rendida por otro, pagó con el más cruel saqueo, como Tordesillas, su heróica resistencia, y quedó preso su jefe Garci 252 VALLADOLID Osorio, de la familia del marqués de Astorga. El castillo, ates- tado de niños y mujeres, se entregó al día siguiente con más ventajosas condiciones. Con esta toma se juzgó compensada la reciente pérdida; con este triunfo que prometía otros mayores olvidáronse las pasadas derrotas, y de todas las ciudades de Castilla levantóse una aclamación unánime al nombre que se había hecho símbolo de victoria y de esperanza. ¡Esperanzas ilusorias! Transcurrieron días, semanas, meses, y Padilla continuaba en Torrelobatón dormido sobre sus laure- les. Concertáronse treguas por ocho días, que con sutiles mañas y especiosos proyectos de paz fueron prorrogando los gober- nadores hasta rehacer sus fuerzas; y la hueste comunera, entre- gada de día á la inacción ó al merodeo, y de noche al más pro- fundo sueño al calor de las hogueras encendidas de trecho en trecho por las calles del arrabal, acabó por experimentar nume- rosas deserciones, perdiendo sus mejores lanzas y los veteranos que tenía á sueldo. Todo el cuidado del vencedor se cifró "en fortalecer su conquista, como si en ella hubiese de asentar su trono, y en alguna que otra correría por las inmediaciones para contemplar de lejos á Tordesillas; y entre tanto bajaba de Bur- gos con crecidos escuadrones él condestable, y subían los otros magnates, banderas desplegadas, á envolverle en su guarida. La proximidad del ejército imperial, reunido á una legua de distancia en Peñaflor, sacó por fin á Padilla de su letargo: en- tonces pensó en retirarse hacia Toro para juntarse con los re- fuerzos de Zamora y Salamanca; entonces, desdeñando los siniestros agüeros de su capellán y echándose en brazos de la Providencia, en la mañana del 23 de Abril emprendió su salida de aquel lugar funesto que tenía su vigor paralizado. No aguardó las sombras de la noche para encubrir su reti- rada; receloso de alguna emboscada del enemigo ó tal vez más de la firmeza de los suyos, quiso que al menos se la infundiera la luz del día avergonzando á los cobardes : delante marchaban dos cuerpos compuestós de ocho mil peones, iba en el centro la VALLADOLID artillería de Medina del Campo, y detrás con quinientas lanzas el caudillo. Mustios y con la celeridad que toleraban lo lluvioso del día y lo cenagoso del terreno habían andado tres leguas de eriales y ondulosos campos á lo largo del arroyo Ornija, cuan- do se dejaron oir antes que ver á sus espaldas los escuadrones imperiales. Dejando atrás á su infantería mal segura también como la otra, dos mil cuatrocientos jinetes y entre ellos la flor de la grandeza embistieron cuáles por los flancos, cuáles por la retaguardia, á los ya temerosos comuneros; el estrépito y la gritería y algunos disparos de cañón bastaron para sembrar el pánico entre sus filas, y la lluvia que les azotaba el rostro y la esperanza de guarecerse en el pueblo de Villalar, que cercano se veía, acabaron de desordenarlas. Á las voces de Santa Ma- ría y Carlos apenas había quien repusiera Santiago y libertad sino Padilla, que por tres veces intentó en vano detener y orde- nar sus tropas, y que seguido sólo de cinco escuderos se preci- pitó á morir en medio de las lanzas enemigas; atascada en el lodo la artillería no pudo maniobrar, y dispersos como manadas de ovejas los peones, sin disparar un solo tiro, caían atropella- dos bajo las plantas de los caballos. Al fin hubo de rendirse el valiente campeón rota la lanza y herido en una pierna, y si ha- lió por lo general entre sus adversarios el respeto debido á su noble infortunio, no faltó quien villanamente á pesar de verle desarmado le ensangrentara el rostro de. una cuchillada. Villalar, pueblo humilde y hasta la sazón oscuro, presenta al norte unas areniscas cuestas, que fueron teatro de la batalla ó más bien de la derrota. Rodeólas por el lado oriental una di- visión de caballeros dejándose caer de pronto sobre los fugiti- vos; y en aquel pequeño puente llamado de Fierro que se levanta apenas sobre el arroyo, allí se ensangrentó la matanza, que vino á aumentar la llegada de los peones imperiales. Más de dos leguas hasta Villaster á la luz del crepúsculo persiguió el conde de Haro á los comuneros, felices cuando lograban tro- car la roja cruz que adornaba sus pechos por la blanca de los 251 VALLADOLID vencedores : ni uno de estos pereció, de los vencidos no murie- ron más que ciento (i), quedando cuatrocientos heridos y mil prisioneros que desnudó hasta las carnes la rapacidad de los soldados. Dióse á Padilla por cárcel el contiguo castillejo de Villalba, lugar que ya no existe, perteneciente entonces al caba- llero de Toro D. Juan de Ulloa que le había herido cobarde- mente; y allí con su inseparable amigo Juan Bravo, capitán de ^ Segovia, y con los dos Maldonados de Salamanca, aguardó á que los gobernadores fallaran sobre su destino, Á la mañana siguiente fueron conducidos á una casa de Villalar, donde pre- cediendo solamente un breve interrogatorio, les intimó el alcal- de la sentencia de decapitación (2) ; escogió Padilla por confesor un fraile francisco, y por único testamento, ya que su hacienda había de ser confiscada, escribió á la ciudad de Toledo y á su esposa aquellas dos incomparables cartas, en que mejor que en las lides desplegó su magnánimo carácter (3). En sendas muías se dirigían los ilustres reos al suplicio; pero en lugar de D. Pedro Maldonado Pimentel, á quien por de pronto habían logrado salvar las instancias de su deudo el conde de Benavente, buscóse otra víctima, á Francisco Maldonado, que iba ya preso camino de Tordesillas, El pregón que delante recitaba el verdugo los daba por traidores, á cuyo dictado no pudiéndose contener el impetuoso Bravo < mientes tú y aun quien te lo mandó decir,» exclamó; con un desatento golpe de vara contestó el alcalde, con estas sublimes palabras Padilla: « Sr. Juan Bravo, ayer fué día de pelear como caballeros, hoy (i) Así dice Sandoval; el conde de Haro en el parte que dió al emperador in- dica que «los muertos y heridos serían obra de mil hombres, de los cuales mató muchos el artillería.» (j) Publicóse en el tomo 1 de la Colección de documentos inéditos de los seño-, res Navarrete, Salvé y Baranda, pág. 283. El doctor Cornejo, que la firma con los licenciados Garci Fernández y Salmerón, fué uno de los oidores del consejo que Padilla trajo presos á Tordesillas, culpa que tiene buen cuidado de recordar en el interrogatorio. (3) Las insertamos en el tomo de Casiitta ta Nueva—Toledo, en la reseña his- tórica de esta ciudad. VALLADOLID lo es de morir como cristianos.» Al llegar á la fatal picota asie- ron del segoviano, que rehusó morir sino á la fuerza, y tendido sobre un repostero le degollaron, separando como de rebelde la cabeza del cuerpo por orden del implacable magistrado; Pa- dilla, después de entregar al hijo mayor del marqués de Denia D. Enrique unas reliquias que traía al cuello para su consorte, y de contemplar un momento el truncado cadáver de su amigo, diciéndole « ¡ahí estais vos, buen caballero! » tendióse tranqui- lamente á su lado y sufrió la misma suerte (i). Casi al propio tiempo fué traído el capitán de Salamanca, y un momento des- pués colgaban al rededor del célebre rollo tres cabezas, no de mártires ni tampoco • de traidores, como opuestas pasiones los han declarado, sino de caballeros más animosos que prudentes y de mejor intención que acierto. Á las de muchas ciudades excede en interés dramático la reducida plaza de aquel lugar donde tal tragedia se representó; situada al oeste del pueblo cíñenla al norte y mediodía bajas habitaciones de tierra y ladrillo, al oriente descuella la raquítica torre del reloj frente á la cual erguíase sobre unas gradas la funesta picota (2), al poniente presenta su flanco la parroquia de San Juan, que si bien del siglo xvi como la otra de Santa María, no ostentaba entonces la cúpula y el moderno ornato que engalana ahora sus tres naves. Aunque perteneciente á la orden de Santiago y aneja á la encomienda de Castroverde de Cerrato, elegía Villalar sus alcaldes, y en 1537 acabó de eman- ciparse, comprando diezmos, montes, pastos y jurisdicción por cinco millones y medio de maravedises. Al año siguiente Pedro- (1) Para completar los pormenores de los últimos instantes de Padilla debe- mos añadir que antes de tenderse dijo al verdugo: «hacedme este plaeer, que seáis eonmigo mas liberal que con el señor Juan Bravo,» y luego levantando los ojos exclamó: Domine, non secundum feccata nostra facias nobis. Al ir á desnu- darle el verdugo, se lo prohibió y aun le amenazó D. Luís de Rojas. Bravo pidió ser degollado primero « para no ver la muerte del mejor caballero de Castilla.» (2) Ya no existe este padrón, ni al pié de él los restos de los caudillos comu- neros, pues en 1821 parece fueron exhumados y depositados dentro de una urna en una parroquia de la villa, y desde allí trasladados á la catedral de Zamora. 256 Valladolid sa su vecina se eximió también del señorío de Toro y se apelli- dó del Rey en memoria de esta merced. Al terminar esta histórica correría, pálidos aparecen los re- cuerdos y hasta insignificante la fisonomía de las restantes villas de la comarca, por más que sean relativamente populosas. Res- tos de fuerte castillo, una puerta de su derruida muralla y un suntuoso palacio de sus señores ofrece la Mota, nombre gené- rico que en la provincia equivale á fortaleza, y al cual añadió el dictado del Marqués desde que reinando Felipe II fué erigida en marquesado á favor de D. Rodrigo de Ulloa. No dos parro- quias, que estas las tienen allá los más pequeños lugares, sino cuatro cuenta la villa de Tiedra, lo cual unido á su sobrenom- bre la Vieja y á las ruinas del castillo que la guardaba indica su importancia antigua; hoy se la conoce principalmente por la fama de una devota efigie de nuestra Señora á la cual venera en pomposo santuario. Ni una ni otra suenan en la historia de las Comunidades; la que alcanza en ellas algún papel es Peña- flor, de donde salió completo para recoger su fácil lauro el ejér- cito de los gobernadores, y que en Diciembre anterior, al mar- char sobre Tordesillas los imperiales, había visto ya saqueadas sus casas y profanados sacrilegamente sus templos por una compañía de peones (i). No era la primera vez que experimen- taba la pobre villa los estragos de la guerra : quiso resistir de- nodadamente en 1465 á todo el poder de los grandes conjura- dos en Ávila contra Enrique IV, y tomada al fin sufrió la pena de ver nivelados sus muros con el suelo. Pero en verdad que nos fatigan ya tantos sitios y saqueos, combates y matanzas, como entretejen, exclusivamente casi, los anales de aquellos pueblos y que hacen envidiable la suerte de (i) Acudió á castigarlos el general conde de Haro, pero viendo que se aperci- bían á la resistencia y temiendo las resultas en vísperas de una batalla, se con- tentó con lograr que se devolviesen á la iglesia sus alhajas. Sólo un cáliz de plata no pareció; al día siguiente se encontró en la manga del sayo del capitán Bosme- diano, el primero á quien derribó sin vida un tiro lanzado desde el muro de Tor- desillas. VALLADOLID los que carecen de historia. Sobre huellas de sangre hemos caminado sin interrupción apenas desde nuestra salida de Valla- dolid, y echamos menos aquellas paradas á la sombra de los claustros ó bajo los pórticos de alguna iglesia solitaria, que en las pasadas excursiones se nos ofrecían, y que en ésta nos ha impedido hasta ahora la corriente de los sucesos, dejándonos entrever no más entre el polvo de las batallas las torres de le- janos monasterios. Ruinas también nos esperan allí y estragos lamentables, no todos causados por el tiempo, sino bastantes por la mano del hombre; pero hasta la melancolía se impregna de la tranquilidad de los sitios, y en el silencio y soledad la imaginación cobra vigor para rehacer lo destruido, y el corazón suavidad para perdonarlo. CAPÍTULO IX San Román de Hornija.—Vamba.—Monasterio de la Espina ^ / f dos leguas cortas de Villalar vamos á trasladarnos, pero á tiempos muy distantes del siglo xvi. Á mediados del vii un rey godo edificaba en la tortuosa hoz del Hornija, junto á su confluencia con el Duero, un devoto monasterio para alivio de su alma y sepultura de sus despojos. Amargas debieron ser las memorias sombrías las visiones que en medio de su real y gran- deza perturbaban la conciencia del anciano Chindasvinto, si no eran en él un engañoso alarde la religión y piedad de que le alaban sus contemporáneos y que en diversos actos manifestó: la imagen del joven y apacible Tulga violentamente desposeído 200 VALLADOLID de la corona paterna, despojado de su cabellera y consumido en breve de pesar en el retiro, los ensangrentados espectros de doscientos nobles y quinientos de los medianos, culpables en épocas más ó menos remotas del mismo crimen de rebelión que le había á él entronizado, é inmolados no tanto por justicia como por su propia seguridad (i), mal podían dejarle en reposo, por más que el séptimo concilio de Toledo lanzara nuevos anatemas contra los sucesivos rebeldes y usurpadores, por más que á su lado se sentara ya con la diadema su hijo Recesvinto, y apare- ciera terminada para siempre en provecho suyo la era de las conjuraciones y destronamientos. Tal vez pertenecía á su crecido patrimonio aquella tierra, tal vez iba vinculado á ella algún dulce recuerdo de su vida privada, el de su hermosa Reciberga, que en su flor más temprana había fallecido, dejándole tres hijos por fruto de su breve consorcio (2). Cuando le llegó su postrer día (1) Quoscumque contra reges, qui d regno exfulsi fuerant, dice el cronista Fredegario, cognoverat esse noxios, totos sigiltatimjussü ínterfici, eorumque uxores et filias jidelibus Suis cum facultatibus tradit. Añade luégo de frimatibus CC fuisse interfectos, de mediocribus CCCCC. Expresa sin embargo el de Chindasvinto arrepentimiento -pœnitentiam agens, eteemosynam multam de rebus -propriis Jaciens ; pero aún le es más favorable San Ildefonso en aquellas frases citadas val por Bando- : Milis, gloriosus vet insignis, ortodoxus et verepius, hic à Deo habuit extra Totetum regnum... pace obiit, in monasterioque Sancti Romani de Hornisga quod ipse à fundamento edifícavit... sepultus fuit. (2) Fueron éstos, recogiendo los dispersos hilos de aquel período confuso, Recesvinto, Teodofredo el padre del rey Rodrigo, y Favila el padre de bertador de Pelayo li- España, á los cuales añaden la madre de Egica los que suponen á éste sobrino de Recesvinto. Contando Reciberga veinte y dos años á su fallecimiento y siete de matrimonio según el epitafio, resulta que hubo de casarse á los quince, y es preciso reconocer que murió sin haber reinado, aunque aparezca su firma como reina al pié de la donación hecha por Chindasvinto en 646 al monasterio de Compludo en el Vierzo, documento de autenticidad más que dudosa. Chindasvin- to no entró á reinar antes del 642, y á principios del 649 se asoció en la autori- dad ó más bien la transfirió á su hijo Recesvinto que debía ser al menos de veinte años para empuñar el cetro: poniendo pues su nacimiento en 62g y la muerte de su madre en 63$, aún faltarían á ésta siete años para haber podido reinar. Fres- cindamos de la edad de noventa años que Fredegario atribuye á Chindasvinto, y que tan mal se aviene con la osadía de su rebelión y con el rigor y energía de su gobierno, pero aun dejándolo en setenta, pareciera harto grande la la desproporción con edad de su esposa para suponerlos juntos en el trono. Algunos dudan si el esposo de Reciberga fué Recesvinto y no Chindasvinto, fundados en que así se lee en el códice gótico de la biblioteca de Toledo que trae el epitafio de aquella. VALLADOLID al ambicioso monarca, en 30 de Setiembre de 653 pudo ser conducido ya al preparado sepulcro, el mismo quizá ó contiguo por lo menos al que había dedicado á su malograda esposa, exhalando en los más sentidos versos su dolor y su cariño. «¡Ah! decía, si perlas y tesoros bastaran á desarmar el brazo de la muerte, inmortal hubieras sido, esposa mía... pero ya que el destino ha podido más que yo, á la custodia de los santos te encomiendo, para que al consumirse en llamas la tierra, entre ellos resucites justamente glorificada. ¡Y ahora, adiós ya, mi amada Reciberga! grata te sea la postrer morada que te fabrica tu esposo Chindasvinto. » Un antiguo códice, y no la piedra, nos ha conservado este bello epitafio ; ignoramos si llegó á escul- pirse, como también el destinado al mismo rey, el cual ó bien es la sangrienta diatriba de algún enconado enemigo, ó la con- fesión humilde de sus propias culpas hasta un punto incompa- tibie casi con el decoro de la majestad real (i). Lisa aparece la tumba de mármol blanco con su cubierta de ataúd, que hoy se designa como del fundador en la primera capilla á la derecha del templo, y donde se descubren huesos reputados aún por de dichos consortes: en otro tiempo cerrábase el arco con reja, y por toda la comarca corría con crédito de santidad el nombre bien Saavedra dice que en otros de nO menor antigüedad se halle lo contrario. no ser menos que Chindasvinto descendía de Recaredo, en cuyo caso podía que nieto suyo. (i) En el tomo de Castilla la Nueva—Toledo, y en la reseña histórica de esta ciudad, insertamos el primer epitafio y fragmentos del segundo, atribuidos ambos á San Eugenio III, pues se encuentran entre sus obras. Encima del sepulcro de la iglesia de San Román está el de Reciberga escrito en un rasgado pergamino, al cual lo trasladaría de los libros algún curioso, en vez de haber pasado desde allí á los libros. En cuanto al de Chindasvinto no creemos que haya estado jamás, hasta los historiadores se excusan de transcribirlo callando la verdadera pues Morales disimula el escándalo con estas donosas causa, y palabras: «el del rey mas parece elegía por ser muy largo, y así lo dejaré por no tener cosa que á la historia pertenezca.» Pudieran ser efecto de humildad las terribles calificaciones puestas en boca de Chindasvinto, al tenor de las que en otros epitafios se prodiga á sí mismo. San Eugenio, y las de indigno, pecador y miserable que solían entonces acompañar las firmas. 202 VALLADOLID del que allí yacía, y hasta los monjes en pleno siglo xvi rezaban de él en el coro una fabulosa leyenda (i). El monasterio, dedicado á San Román abad de León en Francia, sobrevivió á la invasión sarracena ó renació muy pron- to de sus ruinas, pues en 891 fué agregado por Alfonso III al de Tuñón en Asturias con sus tierras y habitantes (2). Largo tiempo conservó la iglesia su primitiva forma de cruz griega con sus cuatro brazos iguales, imitando la del mismo sepul- ero (3) ; con el ensanche de la capilla mayor alteróse después no poco, y por fin desapareció por completo á mediados del último siglo, para hacer lugar á la desnuda é insignificante fábrica que hoy se ve, y que justifica poco la celebridad de su arquitecto el monje lego fray Juan Ascondo. Por fortuna los fragmentos, es- parcidos ó incrustados en la nueva obra, permiten apreciar has- ta cierto punto el carácter y riqueza de la antigua: ruedan por el suelo gruesos fustes de columnas de mármol blanco, y otros á modo de pilares se hallan distribuidos ante el pórtico; sirven de escalón á la entrada dos labradas piedras semicirculares, subsiste la antigua pila bautismal, y la del agua bendita parece (1) «Tiénenle por santo en aquella tierra, dice Morales en su Fí'a/e, y en el monasterio tienen una historia repartida en nueve liciones como para leer en maitines, y es lastima ver cuán fingida y fabulosa es. Ya les he dicho á estos padres como es cosa indigna de su mucha religion y prudencia tener aquella historia y en aquella figura.» Hablábase en ella de la elección milagrosa del rey, y de una expedición suya al África en la cual tomó á Ceuta, y de dos compañeros suyos Romano y Otón, suponiendo á éste arzobispo de Toledo y al otro monje y gran santo. En el distrito se le conocía con el nombre de Chindo, el mismo que se le da en el Fuero Juzgo y que es el primero de los dos que tenía, al uso de los godos y demás pueblos septentrionales. (2) Monasterium quod vocitant Sancti Romani de Ornica cum villas el familias uxta flumine Dorio. (3) «Échase bien de ver, observa Sandoval, en la obra deste templo ser gótica y real: tiene un crucero de cuatro brazos, como la pinta 8. Ildefonso hablando de su fundación.» Sin embargo, las palabras de éste parecen referirse al sepulcro más bien que á la iglesia, pues están así concebidas : inius ecclesiam i-psam in cor- nulo f>er quatuor fartes monumento magno sefultus fuit. Morales se lamenta de que en su tiempo estuviese ya la obra desfigurada y que sólo quedasen muchas de las ricas columnas de diversos géneros y colores de mármoles que había por todo el edificio. VALLADOLID 263 excavada en la venerable lápida de la dedicación del templo (i). En el soportal de la contigua casa, en la sacristía, en la colum- nita que sostiene el púlpito, además de varias bases, obsérvanse magníficos y elegantes capiteles muy semejantes á los corintios, con diversas series de hojas y acanaladas fibras, en que todavía no se descubre muy degenerado el arte del Bajo Imperio, al paso que en algunos fustes campean las estrías en espiral tan aceptas á los constructores latino-godos. Todo induce á creer que estos despojos inestimables proceden más bien de su fun- dación primera que de su restauración: no es tan fácil fijar la época de dos curiosas urnas de madera doradas y cubiertas de esmaltes que contiene el relicario, presentando la una, que es la de San Román, grifos y monstruos y hojarascas de relieve con la cifra de Jesús y otras repetidas en los ángulos, la otra diferentes historias al parecer caballerescas. En su segundo pe- ríodo fué la regia casa simple priorato, y de éste se conserva una lápida en la pared exterior (2): hoy es parroquia de un vecindario de quinientas almas, al cual preside su torre fundada sobre arcos encima de la puerta principal. Á pocas leguas del enterramiento de su padre poseía el rey Recesvinto una granja {villa) nombrada Gérticos y metida en el monte Cauro (3), donde en el verano de 672 pasó á restau- rar sus fuerzas quebrantadas no tanto por los años como por una larga enfermedad. La muerte puso término prematuro en i.° de Setiembre á un reinado pacífico y glorioso, de cuya bon- numero (1) Trae Morales la inscripción de ella qué decía: Hic sunt reliquie sánete sanctorum, sancti Romani monachi, sancti Martini épiscopi, Marinevirginis, sancti Petri apostoli, sancti Johannis Baptiste, sancti Aciscli, et aliorum numero sanctorum. Las únicas palabras que pueden hoy leerse son las postreras et alio- rum... sanctorum. están (2) Esta lápida probablemente sepulcral es de la era MCCL... y las letras partidas en renglones dobles y gastadas por extremo. (3) Así debió llamarse el monte Torozos ó algún ramal del mismo. El arzobis- San Julián dice que Gérticos estaba en territorio de Salamanca, equivocación po que corrigieren los cronistas posteriores, poniéndolo en el de Falencia; en la dis- del de unas ciento veinte tancia lugar á Toledo acertó bastante, pues la supone y millas. 2Ò4 VALLADOLID dad inducen á sospechar algunas graves y misteriosas revela- ciones escapadas entre los elogios (i), y que Dios juzgó en su tribunal con menos incertidumbre que la historia. Celebrados los funerales con más pompa de lo que el agreste sitio prometía y bajado á la tumba su cadáver, trataron los próceros reunidos, desde luégo y sin mudar de puesto según los concilios preve- nían, de dar al trono un sucesor; y las miradas todas, por un milagro de abnegación y de justicia, nuevo tal vez en aquellas tumultuosas asambleas, se fijaron en el anciano Wamba. Mas por otro prodigio igualmente raro el elegido rehusó; á razones opuso razones, á instancias y ruegos firmeza, y como peñasco batido por las olas, mantúvose de pié en medio de los que cer- cándole de rodillas, no ya le ofrecían el reino, sino que le pe- dían la salvación de él. De pronto uno de los caudillos desnuda la espada, y poniendo la punta al pecho del tenaz magnate «ó aceptar ó morir,» exclama con voz de trueno; «no menor pena merece el que antepone su particular reposo y albedrío al bien público y á la voluntad general.» Wamba cedió, y todos le acompañaron á Toledo para ser ungido rey en la metrópoli. Tan singulares escenas ocurrían en el pequeño lugar que hoy se apellida Vamba á dos leguas cortas de Torrelobatón, y que trocó su nombre de Gérticos, no con el del príncipe que acabó allí su carrera, sino con el del que la empezó por aclamación sin ejemplar. En el siglo x, retirada la avenida de la dominación musul- mana que no alcanzó á borrar el sitio ni sus recuerdos, florecía allí un monasterio bajo la advocación de Santa María de Vam- ba. Vivió en él desterrado, mientras reinó Froila II, el perseguí- do obispo de León Frunimio (2), y gobernábalo en 945 el abad Ñuño confirmando con su signo los reales privilegios. Pasó des- (i) Véase el pasaje citado del tomo de Castilla la Nueva—Toledo. (2 ) Cita Yepes una escritura de Sahagún del año 928 en la cual se lee : mius Fruni- Bambensis sedis confirmal, palabras que sólo se explican con el retiro obispo Frunimio del en el monasterio de Vamba. VALLADOLID 265 pués á la orden de San Juan, de la cual todavía es encomienda; y si no constara que la poseían ya en el xii los caballeros del Hos- pital, se la creyera sin duda procedente de las confiscaciones de los extinguidos Templarios. Porque algo encierra de extraño y misterioso la iglesia, actualmente destinada á parroquia del pueblo, por más que su construcción evidentemente se refiera, no al período latino-godo, como pensó Morales (i), sino á la transición del estilo bizantino al ojival. Tres arcos apuntados á un lado y otro abren comunicación entre la nave central y las laterales, cubiertas únicamente por un pobre techo de madera en declive ; los pilares se componen de grupos de columnas, las unas cilindricas, las otras con resaltados ñudos en sus fustes, coronadas todas con bizantino capitel; y á la cabecera de las naves fórmanse tres altas bóvedas á manera de cúpulas, sos- tenidas por bajos y sombríos arcos de herradura, elevándose por fuera sobre la del centro la torre de las campanas. No ha- bía en el templo más altar que el principal, donde se venera una bella y devota imagen de la Virgen : ahora los retablos han ido desalojando los sepulcros de sus hornacinas, en las cuales se reproduce bajo sus diversas fases la ojiva, ora desnuda y severa, ora florida y caprichosa como la que cobija el purista cuadro de la Epifanía. Pero la emoción se acrecienta al pasar de la iglesia al claus- tro ; y si á la oscuridad que el sol desaloja apenas de aquel re- cinto, se añaden las tinieblas y el silencio de la noche, y se le registra á la oscilante luz artificial que todo lo abulta y pone en movimiento, entonces pueden llegar á saborearse las subli- mes delicias del terror. Atraviésase una estancia de bajas y rui- nosas bóvedas, apuntaladas por un pilar en su centro; informes y mohosas tumbas avanzan de las negruzcas paredes, guardan- do en su seno arcanos insondables. Sálese al claustro, y sus (i) «Bien parece haber sido monasterio, dice en sus Anales^ y toda la fábrica representa antigüedad de este tiempo de godos.» 34 206 VALLADOLID gruesos muros y los escasos y pequeños arcos semicirculares abiertos hacia el patio obstruido de malezas, le dan un aspecto desolador de época indeterminada; una tosca columna en las esquinas de sus ánditos es todo lo que de escultura se acierta á descubrir. Á varios aposentos abovedados y hechos á modo de celdas, introducen portales apuntados; á la entrada del uno de- tiénense los piés y erízanse los cabellos ante un inmenso osario detenidamente formado con las calaveras de los que yacían en algún contiguo cementerio; el otro conserva la tradición de ha- ber servido de entierro en vida á cierta penitente infanta. En los labios del que la refiere varía sin cesar la historia, confún- dense los nombres y los tiempos al capricho de la ignorancia ó de la fantasía, y poseído de vértigo el oyente, se figura ver girar en torno suyo asidos de las manos, á personajes de inco- nexos dramas y apartados siglos. Un rayo de crítica, como suele la luz del día, viene á disi- par tan heterogéneas visiones ; por fortuna la verdad esta vez no vale menos que la fábula. Aquella carcomida urna con escu- dos lisos ó gastados en su cubierta, que se nota junto á la puerta del claustro, guardó las cenizas del rey Recesvinto, inaccesibles no sabemos cómo á la codicia y profanación de los infieles ; y de allí no salieron hasta el siglo xiii, al mismo tiem- po que de Pampliega las de Wamba su sucesor, para juntarse en la capilla del alcázar de Toledo por orden de Alfonso el Sa- bio (i). En los inmediatos sepulcros, no menos toscos, os dirán que yacen los campeones de Zamora, los que en 1072 pelearon en singular combate por su ciudad y por su señora la infanta Urraca para vindicarlas de la imputación de regicidio; y os mos- trarán como prueba irrecusable unas quintillas puestas allí en 1567, que el lugar y el asunto os harán parecer menos pro- sáicas de lo que realmente son, y que se recomiendan aún por cierto sabor romancesco de sencillez y melancolía: (i) Véase el tomo de Casiilla la Nueva—Toledo. ■ Siendo Zamora cercada Con ejército muy ancho, Dícese que fué reptada Y por alevosa dada 207 Por la muerte de D. Sancho. Salieron tres Zamoranos Defendiendo el caso malo; Todos tres eran hermanos, Animosos y galanos. Hijos de Arias Gonzalo. Con Ordoñez pelearon Todos tres, y al fin murieron Y sus vidas acabaron. Como los que se emplearon Por ganar lo que perdieron. Juntamente feneció Ordoñez con el tercero; Y assí el campo no quedó Por nadie, según juzgó El juez y su compañero. Estos cuerpos trajo aquí Doña Urraca hija del rey. Vesla! yace á par de tí. Requiescant in pace, di, Cíwi Sanctis in gloria Dei. Os referirán que junto á aquellos cuerpos, que por el honor de ella inmolaron sus vidas, lloró la infanta sus pasadas culpas la parte caberle pudo en la muerte de su y que hermano, y que en aquella lóbrega estancia, á la cual se da el merecido nombre de hasta cueva, vivió prolijos años de oración y de penitencia, salir su alma de este mundo ya completamente acrisolada (i). ¡Pura leyenda todo ello! Urraca la de Zamora, la hermana de Alfonso VI, duerme en León bajo las regias bóvedas del pan- teón de San Isidoro; la que en Vamba reposa es otra Urraca, posterior de cien años á la otra, primera esposa de Fernando II (i) Encima de la puerta hay un letrero castellano que recuerda la tradición, y otro dentro en latín que dice de la infanta ciim Christo regnat in œternum. 2Ò8 VALLADOLID de León é hija de Alfonso I de Portugal. Disuelto su enlace con el monarca por razón de parentesco en tercer grado, sin haber podido durante ocho años gozar en el trono una hora de ventu- ra por las continuas guerras del padre con el esposo, en 1175 tomó la cruz de religiosa de San Juan (i) escogiendo aquel re- tiro; si lo guardó tan austero y absoluto como la tradición indi- ca, es cosa que ignoramos. La pobre reina debía tener que lio- rar menos faltas que desdichas, pero siquiera antes de morir vió coronado rey á su hijo Alfonso el IX, sin olvidar por eso su soledad (2). Aunque de origen más reciente, no hubo en toda la comar- ca monasterio más celebrado que el de la Espina: las personas que á su erección concurrieron, la preciosidad de sus reliquias y los prodigios que de ellas se contaban, lo rico de la hacienda y lo grandioso del edificio, todo contribuía á su mayor lustre é importancia. Admiradora entusiasta del santo abad de Claraval la virtuosa D.^ Sancha hermana de Alfonso VII, ora le conocie- ra de fama, ora de trato, si es cierto que peregrinase por Fran- cia, Alemania y Palestina, hízole donación en 20 de Enero de 1147 de dos heredades suyas, San Pedro de Espina y Santa María de Aborridos, para establecer una casa de cistercienses ; y excitado con el nombre casual el deseo de la piadosa infanta y á fin de justificarlo en cierto modo, no descansó hasta lograr un dedo del príncipe de los apóstoles y una espina de la corona del Salvador, que obtuvo del monasterio de San Dionisio de París por mediación de Luís VII rey de Francia. Envió el gran (1) Cita Flórez dos escrituras, una de las cuales dice refiriéndose al 117 5 anno quo regina sibi crucem imfosuit, y la otra regina Urraca freirá Hosf>italis sancti Johannis confirmat. (2) Hay en el bularlo de Santiago, según Flórez, una escritura datada del 11 88, año del fallecimiento de Fernando 11, que empieza así: Ego Aljonsus Dei gratia rex Legionis una cum génitrice mea Urraka regina fado chartam, etc. Estas pala- bras dan á entender que Urraca Volvió á la corte al lado de su hijo; sospechamos sin embargo por la escasez de memorias que no sería continua ni larga allí su re- sidencia, y que su muerte, cuyo año se ignora, ocurriría en el mismo lugar donde fué sepultada. VALLADOLID 269 Bernardo á Nivardo su hermano para realizar la fundación, que en 1149 confirmó el emperador Alfonso cediendo los derechos que en aquellos despoblados pudieran compelerle (i). Las mira- das del santo fundador y de la insigne protectora no se aparta- ron jamás de su querido plantel (2), y gracias á los cuidados del uno y á la generosidad de la otra propagó en breve por Castilla sus retoños. Algo aún halló que añadir á la grandeza del monasterio, corriendo el siglo xiv, la poderosa familia de Alburquerque, y su jefe D. Juan Alfonso, nieto del rey Dionisio de Portugal (3), empleó en beneficio de aquel la absoluta privanza que obtenía en los primeros años del rey D. Pedro su pupilo. Las tres bó- vedas que faltaban á la nave principal del templo, las dos naves menores, los claustros bajos con sus oficinas, fueron obra del que juntaba al favor de valido la opulencia de magnate. Cuando vió al real mancebo arrastrado por los sanguinarios instintos que tal vez en su germen no había cuidado bastante de sofocar, y por el ciego amor que él mismo culpablemente había fomen- tado, entonces el valido recordando su autoridad de ayo se con- virtió en censor, y de censor bien pronto en enemigo; y al (1) Del documento se desprende que Espina y Aburridos habían sido lugares en otro tiempo: et istce v,illce ¿Les erice jaceni inter sanctum Cyfrianum de Macota et Castromonte. Hay memorias de que el rey tenía allí un palacio de maciza construe- ción. (2) Así lo llama San Bernardo en la carta que escribe á dicha infanta : Obse- cramus vos et fro novella vestra-plantatione, illas loquor de Sfina^ut eis viscera misericordice exhibeatis. Su primer abad parece fué Balduino, aunque Alfonso y Toribio se llaman también primeros en el necrologio. La historia del monasterio se halla compendiada en esta singular inscripción que trae Yepes, en la que andan separados los verbos de los nombres correspondiéndose entre sí : Petit Sancia ^Edificat Bernardos per Nivardum Ditat Alfonsos Protegit Spinea corona Aperit Petrus. (3) Hijo natural de éste y su mayordomo mayor, según Méndez Silva, fué don Alonso Sánchez padre de D. Juan Alfonso, quien aunque de alcurnia portuguesa estaba muy heredado en Castilla. Su madre se llamó D.' Teresa de Meneses. 270 VALLADOLID frente de la liga formada con los hijos de la Guzmán y los in- fantes de Aragón y muchos de los grandes de Castilla para ha- cer entrar en razón al temerario monarca, sorprendióle la muerte en Medina del Campo, tan funesta para su causa, que se dijo procurada con yerbas por su médico Paulo. El cadáver de Alburquerque siguió presidiendo á los confederados; en las marchas iba delante de la hueste, en los consejos llevaba por él la voz su mayordomo. Solamente cuando en Toro se creyó domeñado para siempre el león de Castilla con freno que muy pronto había de romper con mayor estrago, entró el féretro á reposar en la Espina, cumpliendo los últimos votos del difunto y dando ya por cumplida su misión reparadora. Con tales datos no hay que decir si se anda con afán el desigual camino desde Torrelobatón, y si se costea impaciente- mente la almenada cerca que una legua en derredor cierra el coto del monasterio. No corresponde el primer aspecto á la es- peranza: el portal de entrada no sube del siglo xvi, y la facha- da de la iglesia la vistió algún discípulo de D. Ventura Rodrí- guez á fines del pasado con el conocido uniforme de orden jónico y corintio en sus respectivos cuerpos, de frontón triangu- lar, y de dos torres á los lados rematadas en templetes octógo- nos y elegantes linternas. Mas luégo se presenta á recompensar las fatigas del viaje el interior, desplegando-sus tres naves, su crucero y su cúpula, sus bóvedas peraltadas y gallardísimas, sus arcos ojivales de comunicación, sus pilares de columnas agru- padas y románicos capiteles, sus ventanas, semicirculares unas y apuntadas otras, decoradas con ricas molduras y columnitas, toda la magnificencia en fin del arte bizantino ya provecto dán- dose la mano con el gótico naciente (i). De las seis arcadas que se suceden desde la entrada hasta el crucero, ocupa las tres el (i) Es señalado el elogio que hace de este templo fray Manrique en sus A7ia- les Cisterciefises : Porro sacellum, si 7naieriam spectes, su7nptuosum et grave; si opus arteTnque, adeo expolitu77i^ adeo prceclarum^ ui vix aliud œquale repe7-iatur in toto regno^ superius nullu77i. VALLADOLID 271 coro sostenido en alto por bóvedas de crucería. Difícil es, por no decir imposible, discernir la primitiva obra de D.^ Sancha de la ampliación de Alburquerque, tan homogéneo es el estilo de la fábrica, en la cual parecen haber transigido las dos épocas que la historia le señala, semejando harto adelantada para el siglo XII, y para el xiv sobrado antigua y severa. Si algo discrepa del conjunto es la capilla mayor, reedifica- da en 1546 con su cupulilla especial contigua á la del crucero, fueron y entonces las primitivas tumbas de los Alburquerques reemplazadas con los nichos platerescos y efigies arrodilladas que ocupan los lados del presbiterio; á la parte del evangelio las del mismo D. Juan Alfonso y de su esposa D.^ Isabel de Meneses, á la otra parte las de su hijo D. Martín Gil y de su tío D. Martín Alfonso. Inapreciables fueran estos bultos, si la- brados en tiempos más cercanos á los personajes que represen- tan, ofrecieran mayores prendas de semejanza. Más cerca del altar púsose estatua de alabastro á la ilustre fundadora á modo de cenotafio, y otra enfrente á la infanta D.^ Leonor hija de Juan II y de su primera consorte, que muriendo de pocos años allí cerca, fué sepultada en aquel suelo venerado (i). En las ca- pillas se encuentran acá y allá urnas y nichos ojivales : en el brazo derecho del crucero extiéndese paralela á la mayor una capilla gótica dedicada á nuestra Señora de Gracia, y al extremo del mismo la muy suntuosa donde era adorada la santa espina, y donde se obraban las maravillas de que están llenos los ana- les del monasterio (2). me- (1) Fué dicha infanta jurada sucesora del reino en los cortos meses que hasta el nacimien- diaron desde la muerte de su hermana primogénita D.' Catalina á Enero del to del príncipe D. Enrique, es decir de Setiembre de 1424 siguiente año. minuciosamente la preciosa reliquia y la solemnidad con Describen que (2) Morales del en su Viaje Sanio y Manrique en sus Anales Cisler^ refi- se enseñaba En el los milagros obrados con el agua en que se la metía. segundo puede riendo la tradición de la acémila que se quedó inmóvil al querer llevarse la santa leerse espina del monasterio, y la prodigiosa reaparición de la misma en su puesto esca- pándose de la capilla del condestable D. Juan Fernández de Velasco que la había hecho robar secretamente. 272 VALLADOLID Iglesia provisional construida por Nivardo dícese que fué una muy pequeña, que se conserva á espaldas de la presente y que nada ofrece de antiguo ni de notable. Del primitivo claustro sólo subsiste una serie de ojivas sepulcrales arrimada al muro de la iglesia; lo demás de él se deshizo hacia fines del xvi ó principios del siguiente, no sin lástima de los que alcanzaron á verlo (i), por el prurito de reemplazarlo con las dos galerías, dórica la de abajo y jónica la de arriba, que dan vuelta á sus cuatro lienzos. Para mayor desgracia,/á las presuntuosas inno- vaciones del arte han venido á juntarse últimamente los estra- gos del abandono: de la sala capitular, del panteón, no se des- cubren ya sino ruinas. Cuando visitamos el sagrado edificio, dos ó tres hijos fieles lo cuidaban con amor, prolongando como po- dían su desvalida existencia: hoy tal vez habrán sucumbido, é ignoramos qué suerte le cabrá en aquel hondo valle solitario, donde no le alcanza ni una mirada protectora. Harto fácil es de prever por los ejemplos que tiene tan cercanos. En San Cebrián de Mazóte ha perecido, á pesar de su situación dentro del pueblo, un convento de monjas dominicas fundado en 1305 por D.^ Teresa Alfonso Téllez de Meneses, la madre acaso de Alburquerque el restaurador de la Espina. Junto á Urueña acabó el monasterio benedictino del Bueso, aunque puesto bajo el poderoso patronato de los duques de Osuna; en el siglo xvi se había renovado su iglesia, pero mos- trábase un arco llano y un sepulcro liso donde la tradición su- ponía enterrado al célebre D. Bueso, coronando sus caballeros- cas aventuras cantadas en los romances con la fundación de ( í) Elocuentes son las palabras con que condena el vandalismo de los clásicos reformadores el fecundo Caramuel que se había educado en aquel monasterio. En su poco conocida obra Philippus prudens que publicó en 1638, escribe : Antiquum illud claustrum jam est dirutum, et prœdecessorum nostrorum relíquies venerabiles quiescunt sub Jove. Lapides alio transtulit avaritia; et incultes frondes., quas spon- te terra illa parturit^ sepulchra ornarent., nisi armentis pecoribusque concederen- tur. Lugeo qui refero ; corrigant qui faciunt: sanóla enim non debent tractari nisi sánete. VALLADOLID aquel retiro en sitio fresco y deleitoso para terminar allí sus días con otros guerreros penitentes (i). Los benedictinos de San Mancio, los cistercienses de Mata- llana, los Jerónimos de Valdebusto, todos habitaban algo más arriba en el espacio de pocas leguas. Debían su erección los dos primeros monasterios, como los de Palazuelos y Retuerta (2), á la noble familia de Meneses procedente de Portugal, que tan enlazada acabamos de ver con los Alburquerques y que domi- naba las dilatadas llanuras de Campos. Una visión se cuenta Salvador que descubrió el cuerpo de San Mancio discípulo del y apóstol de Ebora á Gutierre Téllez de Meneses, y un milagro lo detuvo en aquel sitio, dando origen al monasterio y poco después á la población contigua de Villanueva. Su iglesia con- sagrada en 1195, á la cual ha sucedido otra grande y hermosa según la califica Morales, de estilo gótico moderno, que hoy sirve de parroquia al lugar, fabricáronla dos hermanos suceso- de Gutierre, Alonso Téllez y Suero, y la sujetaron á la de res Sahagún donde era venerada ya en especial capilla la cabeza del santo mártir (3). Padres de estos parece fueron Tello Pérez de Meneses y su mujer Gontrodo, á quienes en 1 173 había ce- dido Alfonso VIII el territorio de Matallana, santificado ya por anteriores monasterios (4), para que lo ocupasen los religiosos (1) Probablemente del no tiene más fundamento la tradición que la identidad nombre. Hállase la firma de D. Bueso como merino de Saldaña en varias escritu- la Crónica General le un ras de Sancho 111 y Alfonso VIH. Sin embargo supone francés penetró hasta Orcejo y fué muerto en singular combate caudillo que por Bernardo del Carpió, de quien otros le hacen primo ; y á esta narración, reprodu- cida en el romance que empieza Estando en paz y sosiego, se refiere Morales sin duda al mencionarle como muy afamado en nuestros cantares. Otro romance popu- lar se conoce en Asturias que comienza así : Camina D. Bueso Mañanica fria A tierra de moros A buscar amiga. (2) Véanse las páginas 199 y 205 del presente tomo. de (3) Recordamos lo dicho en el tomo de Asturias y León, capítulo Sahagún. de una donación de (4) De un privilegio de Sahagún que cita Sandoval, y 35 VALLADOLID del Císter: empezó su bello y espacioso templo en 1228 la pri- mera esposa de Fernando el Santo Beatriz de Suavia, y por su fallecimiento en 1235 continuólo su suegra la inmortal Beren- guela. En casas de labor se encuentran hoy transformadas las que lo fueron de oración y de retiro, y grupos de arboledas plantadas por los monjes indican de lejos su situación en medio de aquellos páramos; pero no cobijan ya sino ruinas, como ci- preses que vegetan al rededor de sepulcros. Froilán obispo de León que trae Lobera se desprende que en 950 existía en Mata- llana un monasterio bajo el título de Santa izaría, y que en 1002 lo había de mon- jas allí mismo. Antes de darlo el rey á los Meneses, lo adquirió por cambio de la orden de San Juan a la cual pertenecía. CAPÍTULO X Medina de Rioseco ^Y^ivide el distrito de Tordesillas del de Rioseco, corriendo de levante á poniente, una cordillera menos alta que es- cabrosa, repartida en ramales numerosos y surcada por hondos valles, núcleo forma el áspero monte de Torozos tan te- cuyo mido antes por los viajeros de Asturias y Galicia. La densa oscuridad de sus robles y encinas, despejada ya en varias direc- ciones, cubría inextinguibles hordas de bandidos y feroces aten- tados; y aún se designa en lo más alto, encima de Almaraz, la venta que por sospechosa fué demolida á fines del último siglo. Sin embargo, no escasea de pueblos aquel quebrado territorio; en angosta cañada se oculta San Cebrián de Mazóte, Almaraz 276 VALLADOLID existente ya en 1097 desparrama por la pendiente sus treinta casas, Urueña se mantiene enriscada sobre una loma, Castro- monte asoma dominando un valle, circuida de antiguos muros con cuatro puertas y ennoblecida por una parroquia de tres naves y de construcción bizantino-gótica, que sentimos no poder contemplar más detenidamente. Al este aparece con restos de castillo la Mudarra, colonia de segadores gallegos establecida por la ciudad de Rioseco, de la cual se titula arrabal á pesar de su distancia de tres leguas; al norte sobre una colina Valde- nebro decaída de su esplendor y despojada de su fuerte arma- dura (i), y más adelante Valverde lugar del marqués de Monreal donde descansó en 1063 al ser trasladado de Sevilla á León el cuerpo de San Isidoro (2). De estas villas la más interesante es Urueña no tanto por sus monumentos como por sus memorias. Más de cárcel que de belicosa defensa sirvió su célebre castillo y larga serie de pri- sioneros contó, desde aquel conde Pedro Vélez que pagó con lenta y bárbara muerte, según los romances, el haber holgado con una prima del rey Sancho III (3), hasta el conde de Urgel (1) Atribuye Méndez Silva la fundación de Valdenebro nádamenos que al rey Brigo, diez y nueve siglos antes de la venida de Cristo. Conservaba aún en el xvii sus muros y su castillo, del cual en 1422 hizo señor á Diego Gómez de Sandoval, conde de Castro, D." Leonor reina viuda de Aragón. Además de su parroquia tiene otra casi derruida, titulada de Nuestra Señora de Troya. (2) En la donación hecha por Fernando 1 en 22 de Diciembre de 1063 á San Isidoro de Leon (España Sagrada, tomo XXXVl) hallamos la cláusula siguiente: Concedimiis ibi ecclesiam cum tribus altaribus in Campis Gothorum in Rioseco ad Villam Verde, quce dicitur ecclesia S. Salvaioris,in medio primo altari, ad meridianum partis dexiroe aliari S. Isidori archiepiscopi, ad levam vero S. Martini vocatur; con- cedimus ibi ipsum locellum conclusum, eo quod ibi quievit sanctissimum corpus bea- tissimi Isidori quando asportatum fuit de Hispali metropolitana. (3) Ignoramos qué fundamento histórico tenga el siguiente romance, único en referir el hecho, que tal como allí se cuenta no dudamos en calificar de fabu- loso. Por su lenguaje parece del siglo xvi, y adolece de bastante flojo á excepción del principio donde hay sobra de crudeza: Alterada está Castilla Con una prima carnal Por un caso desastrado. Del rey Sancho el deseado. Que el conde don Pero Vélez Las calzas á la rodilla En palacio fué hallado Y el jubón desabrochado. VALLADOLID competidor de Fernando I al trono de Aragon y D. Fadriquede Luna, bastardo del rey de Sicilia, culpable de insensatos desma- nes y alborotos. No recibió su fortaleza, como han escrito algu- nos, el postrer suspiro de la infeliz Blanca de Borbón, pero sí á María de Padilla su afortunada rival, conducida por su real amante, para ponerla á cubierto durante algunos días de la in- dignación general del reino sublevado contra su privanza. Dió Enrique IV la villa al maestre de Calatrava D. Pedro Girón, á cuyo primógenito D. Alfonso Téllez se transmitió como cabeza de condado; y éste fué el primer título de la casa de Osuna, en la cual ha continuado Urueña tomando sus blasones. Amurallada y sin más salida que la de dos puertas, la misma población pa- rece cautiva como los ilustres huéspedes que ha guardado. Paralelo casi con la dirección de los Alcores, que así se llama la cordillera, de nordeste á sudoeste baja el río Sequillo, y para conducir á la ciudad que toma su nombre, convida á re- montar sus márgenes por camino más poblado y apacible que el de la sierra. Castro Membibre y San Pedro del Ataree, pue- blos del conde de Miranda, conservan ruinas, aquél de castillo y éste de palacio; Villavellid en la pendiente de un cerro, el torreón de homenaje y varias almenas del suyo; Villar de Fra- des, adornada con un puente de tres arcos y con una moderna iglesia del lego Ascondo, el recuerdo etimológico de su monacal origen ó dependencia. Una tras otra se presentan en opuestas orillas Villanueva de los Caballeros y Villagarcía, que junto con Santa Eufemia y Barcial de la Loma, reconocían por señor en el reinado de Juan II á Gutierre González Quijada, de cuya fa- La infanta estaba en camisa Casi medio destocada, Echada sobre un estrado, Con el rostro desmayado. La sentencia del rey al mandarle encerrar en el castillo de Ureña, es atroz en demasía: No le dén cosa ninguna Le sea un miembro quitado. Donde pueda estar echado Hasta que con el dolor Y de cuatro en cuatro meses Su vivir fuese acabado. 278 VALLADOLID milia pasaron á la del conde de Peñaflor. Villagarcía era seña- lada ya á fines del siglo xi por un monasterio de San Boal ó Baudilio, que dotó copiosamente Nepociano Bermúdez y agregó al de Sahagún en clase de priorato ; y en tiempos más recientes hiciéronla famosa la educación del vencedor de Lepanto, confia- da por el emperador secretamente á su mayordomo Luís Qui- jada, y la residencia del festivo padre Isla en el insigne novicia- do que tenían allí los jesuítas. Pero, si como han creído generalmente los anticuarios y persuaden la situación y las distancias, corresponde el lugar á la Intercacia de los Vacceos, entonces se echan menos con tristeza los vestigios de aquella población, contemporánea y precursora del heroísmo de Nu- mancia, que en el año 149 antes de Cristo cerró las puertas al cónsul Lúculo echándole en rostro su perfidia con los de Cauca, que mostró tanto valor en sostener el sitio como cordura en esquivar la campal batalla, que reparó una y otra vez las bre- chas abiertas en sus muros, y derrotó en sus salidas á los ro- manos, y obligada del hambre al fin se rindió por honroso concierto, burlando con su rústica pobreza la avaricia del ven- cedor (i). En lo alto de una meseta se dibujan sobre la ribera occi- dental los derruidos murallones del castillo de Tordehumos, y en la vertiente el caserío de la villa y las torres de sus tres pa- rroquias, brindando al viajero á atravesar el puente para con- templar la bellísima portada gótica del arruinado convento de Santa Clara, cuyas religiosas siglos hace se trasladaron á Rio- seco. Tordehumos, derivada como Tordesillas de otero y no de (i) Bellum his condüionibus díremfium. dice Apiano; hiíercatiiLucidlo darent sex milita sagorum (mantos de lana burda), fecudum cerium quemdam numerum^ obsides quinquaginla; auri aique argenli, cujus sili bellum inluleral Lucullus, ni- hil dare -poleranl,-ñeque enini habebanl, ñeque iwprelio esse a·pud illius regionis Celliberos melada isla soient Distinguióse en el sitio de Intercacia el joven Esci- pión, diez y ocho años antes de tomar á Numancia, venciendo en singular comba- te á un corpulento español y subiendo el primero á la muralla; y solamente con él, por no fiar de Lúculo, quisieron pactar los sitiados. VALLADOLID 27g torre y nombrada ya en el siglo X (i), puede presentar también á la historia sus anales: fué plaza fuerte en 1308 donde el tur- bulento D. Juan Núñez de Lara resistió al poder de Fernando IV, prolongando la defensa y las negociaciones hasta que cansados los sitiadores se desbandaron; condenó allí Alfonso XI en 1328 la memoria de Alvar Núñez Osorio su pérfido valido; dióla luégo á su favorita Leonor de Guzmán; rompieron allí mismo en 1354 los infantes de Aragón D. Juan y D. Fernando y su madre la reina Leonor con el rey D. Pedro su primo, desertan- do á los de la liga; y después de pasar el pueblo por varios señoríos, incorporóse por fin al de los duques del Infantado. Al del almirante Enríquez pertenecía su vecina Villabrájima, y sin embargo, una y otra sirvieron de cuartel al ejército comunero de D. Pedro Girón al prepararse á cercar en Rioseco la peque- ña hueste de los grandes; pero aquella estancia no le resultó menos funesta de lo que más tarde había de serlo la de Torre- lobatón al malogrado Padilla. Imposible es atravesar á la vera del menguado río aquella vasta llanura circuida de montecillos, en cuyo fondo descuellan las torres de esta otra Medina, sin traer á la memoria los días de espectación que anunciaban en sus campos el inminente des- enlace de la tenaz querella entre la nobleza y las Comunidades. Detrás de aquellas tapias había buscado asilo, huyendo de Va- lladolid con un solo paje, el cardenal gobernador; y al llama- miento de sus dos nuevos colegas, el condestable y el almirante, iban acudiendo con sus milicias los condes de Benavente, Lemos y Valencia, el marqués de Astorga y los más ilustres próceres de Castilla. Era Rioseco, por decirlo así, la corte del almirante, que vino el último, agotados los medios de conciliación. Manda- das por un magnate ambicioso y despechado, avanzaron á la caída de Noviembre de 1520, las huestes populares en número (i) Autero de Fumus se la llama en una escritura de Astorga del año 974, pu- blicada en el tomo XVI de la España Sagrada. 28o V A L L A D O L I D casi triple de sus contrarios; las alturas del contorno llenáronse de muchedumbre atraída como si fuera por el espectáculo de una justa, y aguardaban el éxito con el pié en el estribo nume- rosos correos para llevar á las ciudades más lejanas la nueva de la segura victoria. Mas los pendones aristocráticos no se cuidaban de abandonar los muros ni de contestar al reto de fuerzas superiores, que satisfechas con hacer en el palenque vano alarde de su pujanza, volvieron sin intentar el ataque á sus alojamientos. Crecía con la dilación, de un lado la impa- ciencia y del otro la esperanza; llegábanles refuerzos álos mag- nates, pedíanlos con ansia á sus poblaciones los caudillos co- muneros. De Rioseco á Villabrájima iban y venían mensajes de paz, ninguno más solícito que el distinguido franciscano fray Antonio de Guevara, cuya elocuente voz resonó con audaz ener- gía en la iglesia del lugar ante el consejo de los defensores de la santa junta. Sus palabras, que sólo consiguieron irritar al fogoso obispo Acuña y á sus decididos compañeros, se insinua- ron hondamente en el ánimo de D. Pedro Girón, vacilante entre los comprorñisos de su causa y los intereses de su clase (i): lo que pasó en sus ocultas conferencias se ignora, pero al cabo de quince días de estéril campaña, el ejército sitiador se retiró sin combate hacia Villalpando, y quedó despejado á sus enemigos, bien apurados poco antes, el camino hasta Tordesillas. Mantúvose Rioseco con escasa guarnición, guardada por el prestigio de su incruento triunfo, y á pesar del riesgo que la amenazaba por el lado de Torrelobatón, osó tomar la ofensiva en la próxima primavera, corriendo á rebato los vecinos pueblos declarados por los insurgentes. En Palacios de Meneses, situado (i) Entre las cartas de Guevara, y en la 48 de la primera parte, se halla com- pleto el razonamiento que hizo á los jefes de la Comunidad en Villabrájima y la respuesta asaz contundente que recibió del prelado de Zamora, indicando á lo último la secreta plática con que logró, reducir al general de los insurrectos. San- doval refiere una misteriosa cena verificada allí mismo, en que la condesa de Mó- dica esposa del almirante, alcanzó reunir á su marido y al conde de Benavente con Acuña y con Girón, aparentando los dos magnates para adormecer al primero y ganar al segundo, conformarse eon los capítulos presentados por la Junta. VALLADOLID 281 una legua más arriba hacia nordeste, hallaron los imperiales inesperada resistencia : de lo alto de los adarves, donde habían clavado ya sus banderas, los arrojaron sus reducidos defensores auxiliados por las valientes aldeanas ; y segunda vez, con el so- corro de cincuenta escopeteros que de Ampudia les vino, recha- zaron no sin notable escarmiento 4 los sitiadores. Todavía per- manecen ruinas de las humildes murallas donde tremoló con I más firmeza que de costumbre el pendón comunero, y una ais- lada torre, resto tal vez de otra parroquia más antigua que la subsistente construida en los últimos tiempos del arte gótico. Otra legua más allá se eleva sobre un cerro el castillo de Mon- tealegre, alternando con los cuadrados torreones de sus ángulos los cilindricos y almenados del centro de sus cortinas, y domi- nando el pueblo del mismo nombre, cuyo señorío propio de los Manueles se refundió en el condado de Feria. Gente de Toledo lo ocupaba, cuando lo acometieron los soldados del almirante y convenidos con el alcaide ganáronlo por sorpresa, vengando con su comprada victoria el desastre de Palacios. Gran prez de leal adquirió Rioseco con la derrota de las Comunidades, aunque á costa de graves sustos y de no meno- res sacrificios (i). Valióle no poco para su engrandecimiento la gratitud del emperador, á cuyos prófugos consejeros había dado asilo y cuyo ejército dentro de sus muros se había organizado, juntamente con el patrocinio del noble D. Fadrique su señor, principal artífice de la pacificación de España. La feracidad del suelo, sus copiosas manufacturas de lana, sus concurridas ferias tan célebres casi como las de Medina del Campo, á expensas de la cual anduvo creciendo, la elevaron á tal grado de prospe- ridad, que á fines del siglo xvi pasaba por el lugar más opu- lento de señorío y se le atribuían más de mil vecinos millona- (i) De un minucioso cuaderno formado para la correspondiente indemniza- ción que existe en el archivo municipal, resulta que los gastos hechos por la villa en la época de las Comunidades, ascendieron á siete millones y medio de marave- dises. 36 282 VALLADOLID rios (i). Tenia en suma la importancia de ciudad, mucho antes que Felipe IV en 1632, le concediera el título de tal en recom- pensa de sus servicios. Sin sus brillantes monumentos parecieran exagerados los* recuerdos de su pasada grandeza, que no ha perdido aún la esperanza de reconquistar. De su existencia bajo la dominación de los árabes no tiene más indicios que su nombre genérico de Medina, ni de su identi- dad con alguna de las poblaciones romanas más prueba que las ociosas conjeturas de ciertos anticuarios. Bien pronto descolló en los anchurosos Campos Góticos repoblados por Alfonso III, apropiándose por distintivo el nombre del río que los cruza; y entre los dones ofrecidos á Sahagún en el siglo x aparecen la iglesia de San Fructuoso de Rioseco cedida con sus diezmos en 921 por Frunimio obispo de León, y los monasterios de San Esteban y Santa Engracia incorporados en 974 y 986 á aquella venerable cabeza. Otro monasterio fundaron hacia 1132 Romano y sus discípulos, anejándolo con permiso de la piadosa infanta Doña Sancha, á quien tal vez pertenecía entonces el pueblo, á la abadía de San Isidoro de Dueñas, que en 1424 lo transfirió mediante un censo á cierta cofradía establecida en honor de San Miguel. Intacto se conserva en medio de la población y junto á Santa María este interesante templo dedicado al santo arcán- gel, tipo del arte bizantino en su primitiva y severa desnudez. Los capiteles de donde arrancan los arcos decrecentes de sus dos portadas abiertas á los piés y á un lado del edificio, las ven- tanas de angostos vanos distribuidas en su único ábside, la cor- nisa ajedrezada, los multiformes canecillos, acusan lo simple y tosco de su labor; reina en todas sus partes el semicírculo, ex- cepto en el arco apuntado de la capilla principal; y las columnas de su nave sostienen en vez de bóvedas enmaderado techo de (i) Así dice D. Luís de Zapata en sus misceláneas, impresas últimamente en el Memorial Hisiórico. Según Ponz, la población ascendía un tiempo á siete mil vecinos que en su época se habían reducido ya á mil cuatrocientos. dos vertientes. Ved ahí el decano de los monumentos de la ciudad. Por convenio celebrado en 1143 entre los dos obispos pasó Medina, llamada Legionense en aquel documento, de la diócesis 283 de León á la de Falencia. En 1242 dividió sus términos de los de Valdenebro el santo rey Fernando, yen 1258 Alfonso el Sabio los deslindó de la jurisdicción de Valladolid, que alegando privilegios de anteriores y abusando de su prepotencia, aso- reyes laba con robos, muertes y violencias el disputado territorio (i). AI fallecimiento de Sancho IV figuró Rioseco en la hermandad formada por los pueblos de Castilla para guardar sus derechos al menor enmendar los desafueros padecidos en los últi- rey y mos reinados; fué uno de los lugares dados en 1301 al infante don Juan para que renunciase al señorío de Vizcaya. Como prenda de amor la cedió Alfonso XI á su dama; como regalo de bodas la otorgó Enrique II á su cuñado D. Felipe de Castro, rico-hombre de Aragón, casado con su hermana D.^ Juana, al sacarle de la prisión que por él había sufrido en Burgos. No guardó rencor á la villa el hijo de la Guzmán por la resistencia que le opuso en su segunda entrada manteniéndose por el rey D. Pedro, pues en 1370 le confirmó el privilegio de su padre para que nadie cortara leña en los montes del concejo; y Juan I recompensó la gloriosa defensa de la misma contra el duque de Lancáster, proclamándola muy noble y leal^ y confiriéndole por blasón dos castillos y dos cabezas de caballos asomados á unas almenas. De su tía D.^ Juana fallecida sin sucesión heredó el señorío de Rioseco el almirante de Castilla D. Alfonso Enríquez, hijo del maestre D. Fadrique y nieto de Alfonso XI, eligiéndola por cabeza de sus estados-. Pero el nuevo almirante D. Fadrique su hijo la hizo foco de conjuración contra D. Alvaro de Luna, cuya (i) El documento existente en el archivo municipal expresa «que los de Valla- los forzaban e dolid gelo entravan fuerza, e que les matavan los omes e por que los robaban e les fazien muchos daños e mucho mal sobre ello.» 284 VALLADOLID caída exigió del rey en 1439 al frente de una poderosa liga de grandes y de un ejército numeroso: la derrota de Olmedo le humilló hasta obligarle á entregar al soberano el castillo de su capital y á su propia hija la reina de Navarra en rehenes de su obediencia; su fuga dió motivo á confiscarle la villa hasta ser nuevamente perdonado. Rioseco siguió la suerte y tomó el ca- rácter de sus señores; bulliciosa y rebelde en tiempo del primer don Fadrique y de su hijo D. Alonso durante el reinado calami- toso de Enrique IV, pacífica y leal bajo D, Fadrique el segundo que la asoció á su gloria en la reducción de las Comunidades, magnífica y opulenta en poder de su hermano D. Fernando, á favor del cual la erigió en ducado el emperador premiando en uno los servicios de entrambos. Su rápido desarrollo lo debió principalmente á sus dos ferias por los meses de Abril y Agosto y al mercado franco de los jueves, que los Reyes Católicos en 1477 le concedieron, y que dilataron por toda la tierra de Campos y más allá la soberanía de su caduceo. Más de mercantil que de guerrera tiene la actual fisonomía de Medina de Rioseco. En vano la ciñe por el lado del sur un río, en vano le hacen pedestal dos colinas; ni aquél alcanza á ser- virle de foso, ni éstas de muralla natural para contribuir á su defensa. Á falta del Sequillo, cuyos puentes durante ciertas es- taciones sólo parecen objetos de ornato, tráele aguas y mercan- cías el famoso canal de Campos, antiguo en proyecto y reciente en ejecución, ofreciendo á los ojos un ameno cuadro y á su trá- fico é industria una brillante perspectiva. De sus históricas mu- rallas no conserva más que tres baluartes y algunas puertas, señalándose la ojival que da salida hacia Falencia, abierta en un torreón y defendida por matacanes: la principal situada al Me- diodía no es más que un arco moderno de anchura desmedida respecto de su elevación. Señoreaba la población por aquel lado fuerte castillo eminente, artillado de ocho piezas, como dice Méndez Silva; y ni una almena le faltaba, cuando á mediados del último siglo se mandó demolerlo, á fin de que el inmediato VALLADOLID 285 convento de San Francisco empleara sus materiales en la fábrica de una torre, y los restantes se destinaran à construir en el mismo solar un grandioso cuartel de caballería, que al cabo de cincuenta años acabó también por ser abandonado á la codicia de los vecinos. Frondosas alamedas disimulan la deformidad de estas ruinas, y rodean como inofensivos sitiadores la ciudad. Mas no le valió su actitud inerme para libertarla en el aciago 14 de Julio de 1808 de la crueldad de los franceses, que ebrios de sangre y feroces con la victoria alcanzada en sus cercanías, lie- naron de matanza las calles y de violaciones sacrilegas los tem píos, sin perdonar á las honras más que á las vidas. Dentro de su recinto se nota lo que desde Valladolid en toda la provincia no habíamos encontrado, la animación, el mo- vimiento, el aspecto distinguido de ciudad, aunque por otro lado no se aventaje en gran copia de vecindario, ni en el desahogo y regularidad de sus calles, ni en la magnificencia de sus casas, viejas muchas sin ser antiguas. Largas filas de columnas guar- necèn de pórtico las vías principales de la Rúa y de Pañeros y rodean la vasta plaza mayor, si bien con desigualdades é inte- rrupciones que perjudican á su belleza. Poco la favorecen ade- más la casa de ayuntamiento y la cárcel, que exigen ambas ur- gentes reparos. Edificio civil no contenía otro notable al parecer sino el antiguo teatro que se asegura haber debido á los almi- rantes (i); pero en la esplendidez de los religiosos pocas capi- tales la exceden y muchas no la igualan. Tres parroquias cuenta, cada una tan grande y suntuosa como si fuese la única, erigidas ó por mejor decir reedificadas en el período de su ma- yor fortuna, en los siglos xvi y xvii, demostrando que la pie- dad de los feligreses corría parejas á la sazón con su opulencia. Desde el oratorio bizantino de la mitad primera del siglo xii, que llevamos descrito arriba, pasa el artista sin transición, pues (i) Según el Sr. Rada y Delgado, sirvió dicho teatro de fundamento al que hoy existe, era de grande extensión, con la particularidad de tener el escenario y en el centro y los asientos de los espectadores al rededor. 286 VALLADOLID no hay monumentos de épocas intermedias en Rioseco, á la so- berbia mole de Santa María, donde el arte gótico, en compe- tencia ó en transacción más bien con el renacimiento, trazó con mano ya mal segura sus postreras concepciones. Si al aproxi- marse á la ciudad le ha llamado la atención desde lejos su torre piramidal, cimbreándose en el espacio á semejanza de un piná- culo de crestería, reconoce observando más de cerca los detalles que aquel mágico efecto lo producen un templete octógono y una linterna, productos ambos del barroquismo, que en 1737 se le pusieron por remate; y por su parte el cuerpo principal, en los bocelados arcos semicirculares de sus tres órdenes de ventanas, en las mal afiligranadas agujas de los entrepaños, y en las urnas y caprichos que lo coronan, indica que principió ya en edad harto avanzada para realizar un prodigio de ligereza. Ocupa la torre á los piés de la iglesia el sitio comunmente des- tinado á la fachada principal, que está colocada en el flanco derecho entre dos contrafuertes, desplegando las profusas galas de la decadencia; el arco conopial compuesto de varios concón- trieos, angrelado el inferior y el superior orlado de penachería, los botareles que lo flanquean prolijamente calados, el muro cubierto de arquería un poco bastarda, la cornisa ostentando entre labores casi platerescas el escudo del almirante. De fecha posterior, acaso de la misma en que se acabó la torre, parecen las colgaduras que por bajo de las gárgolas adornan los contra- fuertes ; mas á pesar de su carácter de imitación no siempre feliz, deleita en conjunto aquella suntuosa fábrica de sillería con sus gentiles ventanas y robustos machones. Al opuesto lado hay otra puerta, que lleva esculpidos en los casetones de sus hojas bustos de apóstoles y profetas. Convengamos en que el gótico moderno, nombre que hemos aceptado ya para designar las construcciones hechas en la pri- mera mitad del siglo xvi, y aun posteriormente, bajo la reminis- cencia más bien que bajo la inspiración del género ojival, si adulteró por un lado los detalles, introdujo por otro gratas 288 VALLADOLID innovaciones en la distribución de los templos. Las naves late- rales se levantan al nivel de la central, y los pilares irguiéndose aislados hasta la bóveda en haces de columnitas, cuyos boceles parecen prolongarse más allá del capitel para formar las aristas y crucería del techo, semejan troncos de palmera destinados á sostener un onduloso pabellón; adquiérese el desahogo á costa del misterio, y no hay rincón donde guarecerse de la blanca luz de los rasgados ajimeces, que si bien guarnecidos de copiosas molduras en sus dovelas y de arabescos en su vértice, carecen de vivos matices y pinturas en sus cristales. De los más gallar- dos en su clase es el interior de Santa María, con la especialidad de no tener más capillas que las dos del testero de las naves menores, colaterales á la principal. Dotó á ésta de un excelente retablo el insigne escultor de la Magdalena de Valladolid, la- brando seis grandes relieves de la historia de la Virgen con su asunción en el centro y diversas imágenes de apóstoles y reyes, que distribuyó en varios cuerpos de elegante arquitectura deco- rados de columnas estriadas. Al lado del nombre de Esteban Jordán que en 1590 terminó su obra, aparece el de Pedro de Oña su yerno que más adelante la pintó y estofó (i). En la es- paciosa sacristía, rica en objetos artísticos, brilla la magnífica custodia de Antonio de Arfe, padre del célebre Juan, cuyos cua- tro cuerpos con su pirámide principal y las menores de sus án- gulos se ven cuajados de preciosos relieves y figuras de levitas, ángeles, evangelistas y doctores. Hay en Santa María á la parte del ■ evangelio una notable capilla, donde en el reducido trecho de veintiocho piés en cua- dro se propuso el renacimiento, diríamos casi almacenar mejor que ostentar el caudal de sus riquezas y la fecundidad de sus caprichos. Reja, retablo, sepulcros, bóveda, paredes, todo lo (i) Á un lado del retablo se lee: Siefhamis Jordan sculptor Philipfi regis caiholici egregiiis faciebat amia Dom. i 590. Y al otro: Peirus de Oña defingebat ejus expensis ecclesice gener anno Dom. 1603. De Esteban arriba Jordán hablamos más página 148. VALLADOLID 28g cubrió de relieves, estatuas, pinturas, grecas, follajes y medalló- nes, en que compite el gusto y la perfección de los detalles con la fantástica y licenciosa disposición del conjunto. Contemplada en su realidad, y no en el cuadro semi-ideal que le ha dado nombradla (i), la capilla de los Benaventes produce fatiga y confusión en el espíritu y deja no sé qué impresión penosa como todo lo que se aparta del orden y de la unidad ; las doraduras y los estucos maltratados á trechos contribuyen á darle un as- pecto lóbrego y sombrío. Fundóla por los años de 1554 Alvaro Alfonso de Benavente, caballero de Rioseco, dedicándola á la Concepción de Nuestra Señora y dotando para su servicio tres capellanías; y con el objeto de embellecerla todo lo posible, llamó á los principales artistas de su época á fin de que cada cual en su línea apurasen en ella sus primores. El trazador y director de la obra, según contiene un tarje- tón sobre el arco de la portada, fué Jerónimo Corral (2) ; el ar- tífice de la reja que separa del templo la capilla, y que con sus bustos, trofeos, festones y demás minuciosidades platerescas cautiva la atención, llamábase Francisco Martínez (3). El reta- blo se encomendó al célebre Juan de Juní, que llenaba de mara- villas de este género las iglesias de Valladolid, y que en 1557, fallecido ya el fundador, estipuló las minuciosas condiciones á que había de arreglarse su trabajo (4). En él dió á la vez seña- lada muestra de sus prendas y defectos, de su destreza en la (1) Aludimos al de Villamil que tan mágico efecto produjo en la exposición de pinturas de 1847. (2) Hyeronimus Corral hoc fecit opus. Con esto queda rebatida la opinión de Ponz que atribuye á Juní la construcción no menos que las pinturas y esculturas de la capilla, suponiéndole profesor en las tres nobles artes como Becerra y Be- rruguete. (3) Léese su nombre por la parte de afuera en un tarjetón que por dentro contiene la fecha de 1354. (4) Copia la escritura íntegra Ceán Bermúdez en el tomo 11 de su obra, pági- de ella se desprende que se dió á Juní no sólo el asunto sino la idea de na 2 2 I, y los relieves, dictándole casi su composición. En dicho documento no se habla sino del retablo, que se obliga el escultor á concluir dentro de dos años por precio de 450 ducados ó sean 168,750 maravedís. 37 290 VALLADOLID escultura y de sus extravíos arquitectónicos. Obsérvase en la efigie principal de la Virgen y en los cinco relieves que la cer- can, referentes á su nacimiento é infancia y á la historia de sus padres, el extraordinario movimiento y el ardiente estilo que en expresión de Ponz caracterizan las obras del autor, tanto que las actitudes de sus figuras pecan á veces de teatrales; pero en los cuerpos de arquitectura revueltos con un sin número de es- tatúas y distribuidos sin elegancia ni concierto, hay sobra de invención espiritosa y se anticipan casi siglo y medio las extra- vagancias del churriguerismo. Ignoramos si el mismo cincel re- presentó de relieve en el cascarón del ábside el juicio universal, los muertos abandonando los sepulcros, los coros de bienaven- turados y el Juez supremo en su trono de majestad sostenido por los cuatro animales del Apocalipsis. Rebosa de lujoso orna- to el recinto; las paredes vestidas de labores de estuco, el cimborio tachonado de claves y bordado por complicada lacería, entre cuyos huecos asoman ya los profetas de la antigua ley, ya los siete planetas, y en las pechinas los cuatro evangelistas. Enfrente del retablo sobre el arco de entrada aparece el Salva- dor con los doctores de la Iglesia, cuyos nichos aguantan indecentes sirenas ó monstruosas columnas; y llena el luneto una gran pintura que abarca la Creación, el pecado y la expul- sión de nuestros primeros padres, arrojados del Paraíso por un ángel y precedidos de la Muerte que celebra grotescamente su triunfo danzando y tañendo una guitarra. Pero lo más notable de la capilla son los tres sepulcros, co- locados á lo largo del muro frontero á la reja bajo grandes arcos semicirculares, sirviendo de zócalo las urnas pobladas de niños, guirnaldas y blasones, y de pilastras unas grandiosas cariátides que suben á recibir sobre un capitel á modo de canas- tillo el ancho cornisamento. Urnas, pilastras y estatuas yacentes son de mármol, resaltando sobre el estuco: no faltan, sin em- bargo, despropósitos que desluzcan esta magnificencia. Á las enjutas de los arcos andan pegadas figuritas á caballo, y desde VALLADOLID 291 el arquitrabe hasta la bóveda trepan extrañas armazones imi- tando cúpulas en perspectiva y otras quimeras. Tampoco lucen ya en el fondo de los nichos las descascaradas pinturas trazadas por mano de Blas Pardo (i) ; mas los bultos mortuorios distri- buidos por parejas conyugales, los varones con gorra y ropaje aforrado de martas y un rollo de papeles en la mano, las damas con el vistoso traje de su época, velados por un perro ó una figura sentada á sus piés, honran juntamente al artífice que los labró y á los personajes que representan. En la hornacina más próxima al retablo descansan los padres del fundador, Juan de Benavente y María González de Palacios ; en las siguientes Die- go de Palacios y Constanza de Espinosa, Juan González de Pa- lacios y Beatriz Arias, pertenecientes á la familia materna (2); para sí ninguna memoria reservó el noble Alvaro Alfonso, con- tentándose con ser enterrado junto á sus progenitores en la cripta que está debajo del pavimento de mosáico. Tiene esta capilla otra pieza interior con techo de crucería, y el exterior de su ábside se atavía con labores platerescas. Harto después de Santa María, hacia 1565, siguió todavía las huellas del arte gótico la parroquia de Santiago, y sin ceñir- se precisamente á sus detalles, supo imitar sus gallardas líneas é imprimir al interior del edificio toda su ligereza y majestad. Los pilares sutiles y fasciculades, ceñidos de un anillo ó doble capitel á dos tercios de su altura, los esbeltos arcos ojivales, (1) Débese esta noticia al Sr. García Escobar, literato del país, y tal vez puede atribuirse al mismo Pardo la pintura de Adán y Eva más arriba mencionada. Una de éstas de los nichos representa la resurrección de Lázaro. (2) Dicen así por su orden los epitafios : «Aquí yace Juan de Benavente hijo del noble cavallero Alvaro Alfonso de Benavente, y María Gonzalez de Palacios su mujer, padres del fundador de esta capilla; fallesció el D. Juan de Benavente año de 1Ç30.»—«Aquí yace sepultado Diego de Palacios y Constanza de Espinosa su mujer, fallescieron...»—«Aquí yacen sepultados los católicos Juan Gonzalez de Palacios, hijo del noble caballero Sancho Fernandez de Palacios sepultado en la iglesia de nuestra Señora del Olmo de la villa de Palacios, y Beatriz Arias mujer del dicho Juan Gonzalez, fallescieron,..» Falta en los dos últimos la fecha. Es me- nester no confundir, como hemos visto alguna vez, el título de los condes de Be- navente esclarecidos magnates de Castilla, con el apellido de dichos Benaventes, simples caballeros de Kioseco. 292 valladolid los ajimeces de medio punto, y sobre todo el pardo color délos sillares desnudos de afeite, nos trasladan por un momento á las basílicas de la Edad media. Sólo después de más atento exa- RIOSECO.—Parròquia de Santiago men, las dóricas bases de las columnas y los ornatos de las bó- vedas nos recuerdan que estamos en el templo del Renacimien- to ; las de las naves menores entre sus arcos cruzados ostentan pintados florones y copiosas labores de yeso, las de la principal presentan una serie de medias naranjas, cubiertas en sus casca- VALLADOLID rones y pechinas de variados casetones y ramajes, que labró en 1673 el maestro Berrojo (i); y esta innovación, si por un lado perjudica á la homogeneidad, no puede negarse que realza la gentileza. Cinco bóvedas forman la longitud del templo, y la inmediata á los piés la ocupa el coro sobre un arco notablemen- te rebajado. Nada interrumpe la maciza severidad de los muros laterales sino los pilares resaltados y el abalaustrado corredor que gira por bajo de las ventanas pareadas, cuya forma pare- cen reproducir las capillas, pequeñas también y distribuidas de dos en dos. La principal y las dos de los costados las invadió con sus retablos el barroquismo, trazando en diez comparti- mientos al rededor del semicírculo de la primera, la vida del apóstol de las Españas. Plateresca es la portada que introduce á la sacristía, y entrelazada de aristas la alta bóveda de la es- tancia, cuyas paredes adornan estimables cuadros y esculturas. En el exterior de Santiago ensayó distintos y variados gé- neros la imitación. A su espalda tres elevados cubos recuerdan el agrupamiento de los ábsides bizantinos, tiran á góticos los estribos que flanquean su nave, y cada una de sus tres puertas parece corresponder á tres diversos tipos, al ojival, al plateros- CO y al greco romano. No remeda mal la del norte el estilo del siglo XV con la gracia de sus follajes y la crestería de sus agu- jas; ni desmerece del buen gusto del Renacimiento la otra late- ral del mediodía compuesta de tres cuerpos, conteniendo entre festonados pilares las imágenes de los evangelistas y en el fron- tispicio la del Padre Eterno; pero la fachada principal, que de- coran pareadas columnas, corintias en el primer cuerpo y com- puestas en el segundo, se aparta por la demasiada altura de éstas de las arregladas proporciones tan esenciales en la arqui- (i) Encima del coro están la fecha y el nombre del arquitecto de las bóvedas, añade el Sr. Escobar que las hizo por i y 8,330 reales, y que los florones y tarje- tas que las adornan, los vació Lucas González por 16,Boo. El mismo Berrojo, según las noticias de aquél, empezó la torre existente erigida en lugar de otra an- data de 1628. terior, la terminó en 1678 el maestro Obregón. El arco del coro y 294 VALLADOLID tectura de Vitrubio. La efigie del santo titular colocada en un nicho sobre la ventana del centro, rectangular como el portal, indica haber pertenecido á otra fachada más antigua, contem- poránea de otra torre anterior á la que se levanta hoy á su izquierda y que no aparece concluida ni acompañada por su co- lateral. Para alarde de su rígida grandeza el arte clásico se reservó toda completa la parroquia de Santa Cruz, respecto de la cual más que de ninguna otra se justifica el empeño de atribuir á Herrera cuantas obras en este género sobresalen (i). Campea en el fondo de un atrio espacioso cercado de verja de hierro, sobre cuyos pedestales asientan imponentes leones, la magnífica y elegante fachada, inspiración desarrollada felizmente dentro del angosto círculo de los preceptos: en el primer cuerpo re- saltan ocho pilastras corintias, y en el segundo seis colocadas sobre un zócalo corrido, que remata á los extremos en ante- pecho cerrado por un pedestal con su bola. En el entrepaño in- ferior del centro ábrese dentro de un arco la puerta principal y otras dos menores en los contiguos, todas de recto dintel; á ellas corresponden arriba una gran ventana y dos nichos con frontones descritos por segmentos de.círculo; nichos menores, fajas y recuadros adornan los entrepaños restantes. Las escul- turas, más recomendables por la idea que por la ejecución, se refieren todas al augusto signo á que está consagrado el templo: sobre las puertas laterales dos relieves figurando el hallazgo del santo leño y la milagrosa resurrección que dió á conocerlo entre los otros, en las hornacinas inmediatas las sibilas Cumea y Samia que predijeron sus grandezas, en las superiores Santa Elena y Constantino, Heraclio y Alfonso VIII, asociado aquél á (i) Dice el Sr. Rada y Delgado haber oído referir que ante aquella fachada exclamó Napoleón: «¡también anduvo por aquí el famoso Herrera!» No consta sin embargo, que éste fuera el arquitecto de una construcción que creemos algo pos- terior á su época, y cuya traza dudamos hubiese parecido aún bastante severa al autor del Escorial. VALLADOLID 295 la exaltación de la cruz en la reconquista de Jerusalén, y éste al triunfo de la misma en las Navas de Tolosa, y por último sobre el cornisamento David é Isaías historiadores, por decirlo así, más bien que profetas del Crucificado. Encima del vértice del ático triangular descuella una gran cruz de piedra, haciendo juego con las acroterías de esféricos remates que en ambas ex- tremidades se levantan. Una despejada nave, cubierta de bóveda de cañón con mol- duras y labores de yeso, alumbrada por ventanas cuadrángula- res y guarnecida de pilastras corintias como el exterior, consti- tuye la iglesia de Santa Cruz: aunque cuenta cuatro capillas por lado, lo construido no es más que el tronco principal de la cruz latina que debía formar su planta, y cuyos brazos habían de cerrar dos torres, conforme á la que se ve principiada. Ocupan los retablos de las capillas el muro lateral de ellas más cercano á la cabecera del templo ; de suerte que desde el ingreso puede abarcarlos de una mirada el espectador, y solazarse en los de- lirios churriguerescos que tanto escandalizaban al viajero Ponz. La capilla de la Concepción la fabricó en 1677 fray Alfonso de Salizanes, obispo sucesivamente de Oviedo y de Córdoba, lie- nándola de efigies y trasladando á ella los huesos de sus ilus- tres progenitores. Entre los conventos de Rioseco, demolidos ó arruinados como el de San Pedro Mártir y el de San Juan de Dios, ó faltos de condiciones artísticas como los dos de religiosas, se distingue únicamente el de San Francisco, fundación de los poderosos Enríquez. El estilo gótico, bien que ya decadente, llegó todavía á tiempo de trazar su iglesia y de erigir en el centro su cúpula y de exornar sus bóvedas con dibujos de crucería y sus venta- nas con vidrios de colores. La dorada reja, que separa del cru- cero la nave, labróla en 1532 un tal Andino con muchos meda- llones y floreros en su remate (i). Sin tomar ejemplo de los dos (i) Léese en un tarjetón la fecha y el nombre del artífice. 29Ò VALLADOLID platerescos retablos colaterales, admitió posteriormente un altar barroco en sumo grado la capilla mayor, en medio de la cual poseían derecho de sepultura los insignes fundadores. A ella bajó en 1538 lleno de años y servicios, el benéfico y conciliador D. Fadrique, pero ó nunca tuvo estatua, ó pereció al trasladar- se el entierro desde el centro á los costados de la capilla; y únicamente al pié del retablo aparecen arrodillados con su re- clinatorio las efigies de bronce de su esposa D.^ Ana de Cabre- ra condesa de Módica, y de su cuñada Isabel, casada con su hermano D. Bernardino conde de Melgar y hermana también de la condesa. Yace en una de las capillas con bulto tendido sobre la losa, el sabio Fernando Mena distinguido médico de Felipe II (i), y á la entrada de aquella, fija la atención un pe- queño órgano de forma gótica, sutilmente trepado y sostenido por un aéreo pedestal de gusto plateresco, que es un singular compuesto de columnitas, nichos y figuras. La sillería y el fa- cistol del coro, labrados á la entrada del siglo xviii, compiten con lo más rico y delicado del xvi, tanto como la diversidad del género consiente. Frente al panteón de los almirantes levantábase su palacio, y ha tenido menos suerte aún en su conservación. Magnífica y caprichosa, cual del tiempo de los Reyes Católicos, debió ser su arquitectura, según lo que demuestra la fachada: una guir- nalda guarnece y otra encuadra el arco de la puerta, tan plano que apenas puede calificarse de tal, avanzando en las enjutas dos leones con sus repisas. Figuraban arriba entre águilas ra- pautes un escudo de armas colosal y dos bustos de relieve dentro de orlas de follaje, y veíase claveteado de pequeñas (i) Son célebres sus escritos: según Nicolás Antonio, unos le creyeron por- tugués, otros natural de Socuéllamos en la Mancha. Su epitafio dice así : Reliquias Menre, celebris doctoris in orbe, Sic locus exiguus, parva sepulcra tegunt. Ossa, bonàs vires magnas prœbentia vitse, Albida prœgelida, cerne, teguntur humo. VALLADOLID 297 puntas de diamante todo el muro, que hoy día no se eleva más allá de la portada. ¿Cómo ha venido al suelo la mansión opu- lenta de los señores de Rioseco, á cuya sombra creció tan rápi- damente la villa, y que en vez de recuerdos de opresión y ser- vidumbre no los despertaba más que de respeto y de gratitud.? En otras naciones se explicara la caída de estos palacios por un ciego ímpetu popular; en España por el abandono é incuria de sus mismos dueños, por una abdicación voluntaria de su honro- so patronato. CAPÍTULO XI Distrito de Villalón.—Mayorga.—Geínos BENOS aquí cabalgando otra vez por terrosas llanuras, corriendo en busca de monumentos tras las huellas no siempre seguras de los recuerdos históricos, no en- centrando á veces sino vacíos ó renovacio- nes en lugares de harta nombradla, y á veces tropezando donde menos se esperaba con magníficas construcciones ó interesantes ruinas, que nos hacen deplorar las que sin duda quedan á uno y otro lado de nuestra senda oscuras é ignoradas. Como en el mapa con los ojos, deseáramos recorrer con la planta cuanto pueblo hemos visto citado (y cuál no se cita allá?) en antiguas crónicas y documentos, y que ni una al- mena de castillo, ni un ábside de monasterio, ni una torre de parroquia se escapara á nuestro examen: pero un viaje no es un catálogo, ni una descripción se hace á manera de inventario; y para evitar monótonas repeticiones y graduar la importancia de 300 VALLADOLID los objetos, es menester que se pierdan algunos indecisos en lontananza, á fin de que resalten en primer término los más no- tables. Con semejantes reflexiones seguíamos en dirección á oeste el camino de Rioseco á Villalpando, consolándonos de que lo avanzado de la hora no nos permitiera visitar al paso ó con breve rodeo las tres parroquias de Villafrechos, ni las dos de Villamayor, ni el rollo que en medio de la plaza de Santa Eu- femia aún recuerda el antiguo señorío de los Quijadas, ni el retablo mayor y la custodia de la iglesia de Villar de Fallaves que Ponz creyó poder atribuirse sin injuria al insigne Berru- guete. Á Villalpando con harto sentimiento no pudimos contem- piarla sino envuelta en las sombras de la noche, y á falta de luz para examinar sus monumentos, si algunos tiene, hubimos de contentarnos con recordar su historia. Pobló la villa Fernando II por los años de 1170; tuviéronla en encomienda los Templa- rios, cuyo recuerdo perpetúa Nuestra Señora del Temple; el duque de Lancáster la ocupó en 1386 al invadir las tierras de Castilla. Por su enlace con María de Solier (i) la adquirió á fines del siglo xiv Juan de Velasco; y sus descendientes, en quienes anduvo vinculada la dignidad de condestable, poseyeron allí un suntuoso palacio y casa fuerte guarnecida de artillería. Gobernábala un corregidor cuya jurisdicción se extendía sobre ocho pueblos, y su población excedía de dos mil vecinos antes que á costa suya se engrandeciera Rioseco absorbiendo su trá- fico y riqueza ; pero le han quedado ocho parroquias de diez que contaba entonces (2), seis ermitas, un convento de monjas y dos que fueron de religiosos, una hermosa plaza cuadrada con otras cuatro menores, y bastantes restos de sus sólidas murallas. (1) Era hija de mosén Arnao de Solier, francés, uno de los compañeros de Du- guesclin, cuyos servicios recompensó Enrique II haciéndole merced deVillalpan- do en 12 de Noviembre de 136g. Tenían antes la villa los sucesores del infante D. Juan, á quienes levantó el rey D. Pedro la confiscación de sus estados. (2) Las actuales son Santa María la Antigua, nuestra Señora del Temple, San Miguel, San Andrés, San Lorenzo, San Nicolás, San Pedro y Santiago. m VALLADOLID 3OI Consolónos la esperanza de volverla á ver algún día al recorrer la provincia zamorana á la cual pertenece y en cuya descripción le toca su puesto natural. Las márgenes del Valderaduey, cabe el cual se extiende Villalpando, presentan al que las sigue corriente arriba, cami- nando al nordeste, una serie de pueblos colocados á más ó me- nos distancia, que muestran casi todos la residencia señoril de sus antiguos poseedores. En Bolaños aparece un arruinado cas- tillo del marqués de Sotomayor, en Valdunquillo una legua más adentro el renovado palacio del duque de Alba con otras casas suntuosas de mayorazgo. A Villavicencio de los Caballeros dis- putósela al de Alba el almirante D. Fadrique hasta el punto de llegar á rompimiento en 1507: los monjes de Sahagún, que ob- tenían en ella un priorato, se habían repartido en 1136 su juris- dicción con D.^ María Gómez y sus hijos, y otorgaron á los pobladores el fuero de León. Castroponce dió título al condado concedido á los Lujanes señores de Trigueros; Villahamete perteneció al marqués de San Vicente, cuya morada ciñe una cerca con aspilleras. Dependencia del monasterio de Sahagún fué el lugar de Santervás dado por la infanta D.^ Sancha y fa- vorecido con singulares fueros por el abad en 1334, y todavía humean las ruinas de su priorato incendiado en nuestros días. Dos y tres parroquias y restos á veces de alguna otra derruida realzan estas cortas poblaciones, arguyendo en sus pasados tiempos no sabemos si mayor piedad ó mayor vecindario; ¿qué mucho que más arriba contenga seis la famosa villa de Grajal, que situada en territorio de León marca sobre dicha ribera el límite de la provincia ? Por cañadas muy contiguas á la del Valderaduey bajan asi- mismo del norte á su izquierda el Sequillo y á su derecha el Cea, trazando aquél el confín de la provincia de Falencia y éste de la de León, hasta que desviados entre sí dejan en medio una vasta llanura, al extremo de la cual y más cercana al primero se asienta Villalón cabeza del distrito. Su población apenas re- f conoce ventaja á la de Rioseco, y como ésta divídese en tres parroquias, San Juan, San Pedro y San Miguel, que descuella por su torre bizantina aumentada con un moderno remate. In- signe fábrica debió ser la de este último templo, antes de que lo desfiguraran los remien- dos, adiciones y embellecimien- tos de nueva data, entre los cuales asoman aún detalles bi- zantinos, arcos góticos, puertas arábigas, restos de techumbre de alfargía de ingeniosos en- trelazos y viví- simos colores, pero todo ya sin relación en- tre sí como ob- jetos recogidos en un museo. Á la transición del estilo gótico al plateresco pertenecen un suntuoso hospi- tal y un magní- fico rollo ó pilar VILLALÓN.—Iglesia de San Miguel jurisdiccional, cuya tosca escultura no corresponde á la preeminencia que una copla vulgar le atribuye en Castilla entre todos los de su clase. Ambos monumentos los debe Villalón á su ilustre señor el conde de Benavente, á quien la vendió hacia 1434 D. Fadrique conde de Luna, disipando locamente los dones recibidos de Juan II. En perjuicio de las dos Medinas logró del rey Felipe I el nieto del VALLADOLID comprador la gracia de celebrar en Villalón una feria, y tras de . prolongadas revueltas que alcanzaron á la villa, le otorgó el Rey Católico la confirmación de la merced á trueque de reducirle á su servicio; tal era el provecho que de ella resultaba así al magnate como á los vecinos. Al propio conde rendía vasallaje Mayorga, ahora inferior á aquella en gentes, pero superior en nombradla. Si alguna re- ducción hace fundada la semejanza del vocablo, es la de esta población á la antigua Meóriga mencionada por Tolomeo entre las Vacceas. Fernando II, según la opinión general, no hizo más que levantarla de sus ruinas; Alfonso el Sabio en 1257 la au- torizó para cerrar sus puertas á los merinos, atajando los abu- sos y extorsiones de la rapacidad disfrazada de justicia (i). No se avenían mejor los habitantes con la jurisdicción del abad de Sahagún, y amotinados en 1270 demolieron los palacios y casas que tenía allí el monasterio, sin más resultado que el de haber- las de reedificar, pagando mil sueldos de multa y pidiendo per- dón de rodillas al ofendido prelado. También los Templarios poseían en su recinto una pingüe bailía y una iglesia, de la cual aún aparecen vestigios á una extremidad del pueblo por el lado del puente. Mayorga era fuerte, y se inmortalizó salvando el reino con el largo sitio que sostuvo en 1296, en el segundo año de la me- noria de Fernando IV. Cercábanla las huestes aragonesas alia- das con los partidarios del infante D. Juan y de D. Alfonso de la Cerda, que en Sahagún acababa de ser proclamado rey de Castilla, llegando al número de cincuenta mil peones y mil ca- baberos: pero la furia del invasor se quebrantó en aquellos muros que resistieron uno y otro mes á sus ataques, hasta que diezmado el ejército por las calenturas del estío, privado de sus jefes y del principal de todos el infante D. Pedro de Aragón, (i) Versaban las quejas contra el merino sobre los yantares que se tomaba y sobre las causas que promovía por sospechas y que le daban ocasión de exigir composiciones pecuniarias. Archivo municipal de Mayorga. VAÍ. LADOLID hubo de replegar sus tiendas á fines de Agosto, cubierto de luto y de ignominia. En Mayorga celebró la pascua de 1331 Alfonso XI, cuando deslindó sus términos de los del lugar de San Martín del Orrio actualmente despoblado, y cuando hizo expiar en la horca á Juan Núñez Arquero los tumultos que en Úbeda había suscitado echando de la ciudad á los caballeros y arrogándose la popular dictadurá con título de aprovechador. Tres veces cedió la villa Juan I, lo cual no depone á favor de la estabilidad de sus mercedes, á Pedro Núñez de Lara, á Juan Alonso de Meneses, y por último á su hijo D. Fernando, á quien en 1393 se la usurpó su tío D. Fadrique duque de Benavente por entrega del alcaide de la misma Juan Alonso de la Cerda. Recobróla el de Antequera y la transmitió á sus hijos los infan- tes de Aragón; confiscada á éstos por sus^continuas rebeliones, fué dada en 1430 por Juan II al conde de Benavente D. Rodrigo Alonso Pimentel, cuyo hijo la perdió también más adelante por iguales culpas. Después de la victoria de Olmedo recibió el buen rey en Mayorga á los auxiliares portugueses que tomaron parte, ya que no en los riesgos de la campaña, en las alegrías del triunfo, naciendo en medio de ellas el proyecto del segundo en- lace del monarca con Isabel de Portugal ; pero más hostilmente la ocuparon en 1476, cuando para obtener la libertad hubo de entregársela el conde de Benavente combatiendo por los Reyes Católicos, de quienes la recobró el prócer esta vez leal, expul- sados del reino los enemigos. Lienzos de sólida argamasa alrededor de la población re- cuerdan los violentos ataques que han sufrido, y abren más de una entrada á su recinto además de los arcos de sus antiguas puertas: frondosas alamedas y un magnífico puente de trece ojos sobre el Cea reciben por el lado del norte al que viene á visitarla. Aunque todavía descuellan sobre su caserío las torres de seis parroquias, apenas conserva ya la mitad de las que con- taba un tiempo, cuando, si no exageran curiosas relaciones, no incluía menos de diez mil vecinos. Obsérvanse fundidos en el Val 1. A n o i, i n tipo general de sus iglesias diversos caracteres arquitectónicos; pórtico en la fachada, arábigo y de herradura el arco de la puerta lateral, ojivos los que ponen en comunicación las tres naves sosteniendo la techumbre de madera, torneado el ábside á manera de los bizantinos, las torres de la misma fuerte arga- masa que los muros, reforzadas por machones de ladrillo. Santa María de la Plaza ocupa el sitio inmediato á la plaza vieja; á un lado de la nueva levanta San Salvador su campanario cuadrado en el primer cuerpo y octógono en el segundo con dos órdenes de ventanas. San Juan y Santa María de Arvas ostentan en su capilla mayor, siguiendo el semicírculo del testero, retablos gó- ticos de numerosos compartimientos y calados doseletes; Santa Marina y Santiago no desdicen del estilo de sus compañeras. Ha desaparecido la capilla de la Magdalena que en edificio propio de la abadía de Sahagún construyó en 1363 Juan Alfonso vecino de la villa y contador mayor del rey D. Pedro, y apenas quedan rastros del convento de San Francisco fundado según tradición en 1214 por el mismo patriarca : pero el moderno y espacioso santuario de Santo Toribio Mogrovejo recuerda á Mayorga el insigne honor de haber dado el sér en 1538 al ejemplar arzo- bispo de Lima. En el riñón de aquellas rasas y monótonas comarcas, donde ni murmura corriente, ni se mece apenas un árbol, ni sonríe con encanto alguno la naturaleza, donde las poblaciones toman el humilde apellido de Campos para distinguirse de otras más cé- lebres de su mismo nombre, y las viviendas y los trajes mismos desús habitantes el color de sus terrones, cada villa ostenta nu- merosos templos y cada templo alguna artística belleza. Cuenca de Campos, que ya en 1115 recibió su fuero de la reina Urraca, que en 1334 mantuvo el pendón real contra las fuerzas de don Juan Manuel y de D. Juan Núñez de Lara, y que desde princi- pios del siglo XV perteneció á los ilustres Vélaseos más adelante condestables de Castilla, en sus tres parroquias de Santa María, San Mamés y Santos Justo y Pastor encierra testimonios de su VALLADOLID antigüedad é importancia. Forma la primera un cuadrilongo dividido en tres naves por seis pilares octógonos, que suben adelgazándose y reciben las ojivas de la nave central, tendién- dose sobre ellas en vez de bóvedas enmaderados techos en ver- tiente, cuyos entrelazados dibujos con sus raras complicaciones proceden del estilo arábigo no menos que una de las dos puer- tas laterales: el ábside es de estructura gótica sencilla. En el retablo mayor de San Mamés, de lindo gusto plateresco, llaman la atención unas bellas pinturas en tabla que representan de medio cuei:po al apostolado, casi destruidas no tanto por el tiempo como por algún inepto restaurador. Reproduce la iglesia de monjas Clarisas, aunque no erigida antes de 1554, la misma techumbre artesonada de Santa María sobre arcos de medio punto, no de madera blanca como aquella, sino cubierta de ma-* tices y dorados que los años asaz han deslucido; y por su ámbi- to corre á cierta altura una serie de esbeltísimas ventanas ará- bigo ojivales metidas en recuadros. Los fundadores del convento, D.^ María Fernández de Velasco y el conde de Haro su sobrino, yacen á un lado de la capilla mayor, figurada ella en estatua tendida, y él de rodillas en ademán de orar vistiendo ropas ta- lares. Más notables construcciones presenta aún Aguilar de Cam- pos, que debió su antiguo nombre de Castromayor al castillo cuyos restos al oriente la dominan. Desmantelólo á fines del siglo XII Alfonso IX de León para que no sirviera de baluarte contra sus propios estados á los fronterizos de Castilla, sacando antes la villa, en cambio de otras, del poder de los monjes de San Zoil de Carrión, á quienes la había cedido el conde Gómez Díaz juntamente con el monasterio de San Juan allí fundado por él mismo. Sus más antiguas parroquias Santa María y San Pedro, omitiendo la de San Esteban tiempo hace derruida, á fuerza de reparos y añadiduras carecen de orden arquitectónico determinado, distinguiéndose sólo en la primera un primoroso retablo mayor, de la época del renacimiento, con numerosos VALLADOLID 307 cuadros en relieve de la historia del Salvador y de la Virgen, y en la segunda entre varios retablos tan razonables cuanto es posible serlo en el género barroco, uno plateresco de la Mag- dalena con frontal de azulejos, erigido por la familia de Villagra á la entrada del siglo xvii (i). Puede empero aspirar al rango de monumento la parroquia de San Andrés, edificada en el xv por el almirante D. Fadrique señor de la villa, que dotó su fá- brica con mil maravedís al año (2), si bien su interior gótico (1) Á un lado se lee repartida en dos lápidas la inscripción siguiente : « Esta capilla fundó y dotó el dotor Erancisco Alonso de Villagra collégial que fué del collegio de Santa 0, rector, catedrático y chanciller de la universidad de Valla- dolid, provisor de la misma ciudad, consultor de la inquisición y visitador de la audiencia de Sto. Domingo y oidor de la de Méjico, de donde vino al consejo real de las Indias. Murió año de 1607; dejó por patrones á D.' Antonia de Villagra su hermana y á Christobal de Villagra su sobrino gobernador y capitán general de la provincia de Nicaragua y á sus hijos y sucesores. Acabóse esta obra año de 161 2.» (2) Así se desprende de un privilegio de Juan 11, que se conserva con otros AGUILAR DE CAMPOS.—Parroquia m; San Andrés 3o8 VALLADOLID blanqueado no compite en interés con su ruinoso y pintoresco exterior. Ábrese en tres arcos de herradura concéntricos la por- tada principal encuadrada por un marco almohadillado, y la misma forma guardan las dos puertas laterales del templo. A esta obra de ladrillo cobija un pórtico de sillería que cerca el edificio hasta tocar con los brazos del crucero: sus pilares octó- gonos, con las bases esculpidas al igual de los capiteles, llevan arriba varios blasones ; su techo hundido en parte, sin conservar más que las vigas, ofrece vestigios de arábigas labores; y en derredor despliegan singulares y variados caprichos infinitas ménsulas, que siguen por fuera á lo largo de las naves menores y de la principal. Corona este poético conjunto, realzado por sus mismas quiebras, una graciosa espadaña en lugar de torre, agrupada con otra más moderna que sirve para el reloj. No menor riesgo que al pórtico sagrado amenaza al rollo que en la plaza contigua se levanta, no tanto por las piedras socavadas de su base, como por algunas de esas corrientes de vandalismo mal llamado liberal que soplando á menudo de las ilustradas capitales alcanza á penetrar en los rincones más apar- tados. Persuádanse los honrados vecinos de Aguilar que no ha de acreditar mucho su patriotismo ni su criterio el derribo de aquel padrón de feudalismo y vasallaje^ como tal vez en algún libro lo habrán visto calificado; guárdenlo como un testimonio de su categoría de villa y de la benéfica protección de los almi- rantes, y muéstrenlo con orgullo erguido sobre la gradería de su pedestal, gallardo en proporciones, rico en esculturas de la época de los Reyes Católicos, dejando atrás en majestad y ele- gancia al muy famoso de Villalón. De este vandalismo, nunca más detestado y nunca más fre- pergaminos en el archivo de la parroquia, y empieza de este modo ; « Sepades que el mayordomo de la iglesia de S. Andrés me hizo relación que el almirante D. Fa- drique, se'yendo suya la dicha villa, ovo dado y constituido para fábrica de la dicha iglesia mili maravedís en cada año y perpetuamente y para siempre ja- más, etc.» 310 V A I. L A D o L I D cuente que en nuestros días, pocos ejemplos hay tan deplorables como el que ofrece la inmediata villa de Ceínos. Pobre, oscura, reducida, poseía una joya capaz de envanecer á las más opulen- tas ciudades; y esta joya la ha destruido á sangre fría, por ca- pricho, á orillas de la carretera donde sorprendido el viajero se detenía á contemplarla. Era conocida con el nombre de Santa María del Temple; nadie sabía su origen y su historia; única- mente el título y la magnificencia declaraban haber pertenecido á los poderosos Templarios. Habíase olvidado ya que contaba por una de sus veinticuatro bailías en el territorio castellano, y que á su iglesia fué traído hacia 1222 desde Baeza el cadáver de D. Gonzalo Núñez, el último de los turbulentos hermanos Laras, que falleció emigrado con poca honra entre los enemigos de su fe y de su patria, y tal vez al morir quiso á ejemplo de sus hermanos vestir el hábito de alguna sagrada milicia (i). No sabemos por qué fatalidad, aunque tan espléndida y hermosa y labrada á toda costa de sillería que tanto escasea en la comarca, siempre se la miró más bien como un vegestorio que como un monumento; y así en 1799 propuso derribarla un clásico arqui- tecto, Francisco Alvarez Benavides, para construir con su piedra una maravilla en regla en la parroquia principal ; así fué desti- nado su recinto á cementerio, acelerando quizá de esta suerte su ruina en vez de conjurarla. Los ancianos cuentan que el edi- ficio se prolongaba sobre el solar donde han brotado casas ahora, y donde alcanzamos aún á ver sillares con labores bizan- tinas procedentes acaso del claustro ó convento adjunto ; en cuanto al templo permanecía aún de pié pocos años hace, y pudimos contemplar todavía su nave única y sus gruesas colum- nas de grandiosos capiteles toscamente esculpidos de follaje (i) D. Álvaro en sus últimos momentos había vestido el de Santiago y D. Fer- nando el de San Juan. De D. Gonzalo dice el arzobispo D. Rodrigo : in villa quce Bealia dicilur infirmitate gravíssima contigií ifsum mori, el delatus á suis sefultus est in Cefhinis ubi liabent oratorium frates Templi. Mariana con referencia á un documento del archivo de la catedral de Toledo nombra á Ceínos entre dichas veinticuatro bailías si bien corrompido el vocablo en el de Safines. valladolid 311 que daban vuelta al ábside por dentro y por afuera. Sobrevivió- le muy poco la robusta torre, que con sus dos órdenes de ven- tanas orladas de doble moldura de estrellas cuadrangulares, con su airoso chapitel de pizarra, y sobre todo con las rojas y ama- rillentas y verdosas tintas de sus muros, refrigeraba dulcemente el ánimo aburrido por la fatiga de la jornada y la insipidez de aquellas vastas llanuras. Mas no todo ha perecido: del frondoso árbol ha quedado la más bella rama, un cuerpo separado del resto del edificio aun- que enlazado con él por un extremo. Sala ú oratorio, ignórase cuál fuese el destino de aquel cuadrado, que presenta por den- tro la más rica decoración. Una serie de arcos rodean las pare- des, sostenidos por pareadas columnas, claveteados de estrellas en sus arquivoltos, y en el fondo de cada uno se descubre una figura de santo, pintada según muestran los escasos vestigios por mano inteligente habida razón de los tiempos ; otro nicho de doble anchura y de mayor profundidad forma la que llaman capilla del Santo Cristo. Á media altura transfórmase la pieza de cuadrada en octógona mediante cuatro pechinas, debajo de las cuales se observan los símbolos de los evangelistas, y por los ocho ángulos suben otras tantas columnitas á recibir la cornisa, arrancando de ella las aristas de la bóveda, anchas y bordadas en medio con la acostumbrada moldura de estrellas, hasta reunirse en la clave donde resalta el Agnus Dei. En los ocho lados de lo que pudiéramos llamar cimborio figuran preciosas ventanas ; distribuidas de dos en dos pero cegadas las que caen encima de las pechinas, las otras campeando solas y estrechándose por fuera abren á la luz una angosta rendija. Nunca en tan reducido trecho desplegó más copiosas y gentiles galas el arte bizantino. Severa y sin ostentación es la entrada que desde afuera á dicha estancia conduce, abierta sobre una desmoronada grade- ría, á un lado del muro exterior, formando un arco decrecente de medio punto, cuyo espesor flanquean cuatro columnas por lado, mientras que ocupa el centro de la cortina una claraboya 312 VALLADOLID circular á modo de estrella cercada de característica moldura. Pero la salida de enfrente, que da al atrio del derruido templo, reserva al viajero la más agradable sorpresa. Compónenla cinco arcos laterales sostenidos por grupos de columnas pareadas que apoyan como en los claustros sobre un zócalo corrido, sirviendo de portal uno de ellos y los restantes de ventanas, según se acostumbra en ciertas aulas capitulares. Festonean su semicír- culo las estrellas ó cabezas de clavo, en cuya sencilla combina- ción conforme sea el punto de vista tan variados dibujos se encierran: follajes desplegados en airosas volutas, trenzados que entretejen canastillos, figuras de hombres y aves enlazadas y revueltas con gruesos tallos, rivalizan en adornar con fecun- didad prodigiosa los capiteles. En una de las ventanas, que se distingue de las otras por hallarse partida en dos á manera de ajimez, adviértense arrimadas á las columnas ó labradas en sus mismos fustes, de tamaño algo menor que el natural, tres efigies sin cabeza, una con alas de ángel, otra con palma de mártir, todas con las manos mutiladas, lo mismo que otra de mujer sentada al otro lado del portal. ¿Qué representan.? ¿de dónde proceden estas figuras misteriosas, de severo aspecto y tosca ejecución? no parecen hechas para aquel sitio, y probablemente fueron recogidas de entre los escombros del contiguo templo, como víctimas de un naufragio. Cuando desaparecen de lo alto del muro los últimos reflejos del sol poniente, la oscuridad, el silencio, aquellos destrozados cadáveres de piedra, y los humanos despojos que arroja de vez en cuando el removido suelo evocan del fondo del alma graves y lúgubres pensamientos. Creeríase uno en la región de la muerte, lejos, muy lejos de la morada y sociedad de los vivos, si alguna vez no se interrumpieran las meditaciones en que se abisma el alma con eí chasquido del látigo, con la gritería de los conductores y el rodar de las diligencias que por la inme- diata carretera de León pasan indiferentes y rápidas, como el movimiento del siglo por entre las ruinas de lo pasado. CAPÍTULO PRIMERO Tierra de Campos.—De Dueñas á Palència —OR Campos Góticos fueron co- ^JL ■> nocidas desde el principio de la reconquista las feraces llanuras encerradas entre el Esla, el Carrión, V4 PALÈNCIA el Pisuerga y el Duero (i), que los sencillos y fuertes vacceos cultivaban antiguamente. Ignoramos por qué razón se parti- cularizó en esta comarca el epíteto de los dominadores de la península entera, á no ser por el recuerdo de la prolongada lucha que en ella sostuvieron con los suevos de Galicia corriendo el siglo V; ello es que no aparece así denominada hasta que Alfonso I la recorrió triunfalmente, helando de terror á los sarracenos, á mediados del viii. Más adelante se la llamó Tierra de Campos circunscribiendo sus anchos límites; y aunque retu- vieron el sobrenombre del distrito muchos pueblos de los cer- canos, redújose su término propiamente dicho al espacio que media entre las márgenes del Sequillo y las inmediaciones de la orilla derecha del Carrión, abarcando todo el sudoeste de la provincia de Palència y una estrecha zona de la porción confi- nante de la de Valladolid (2). Dilatadísimos y rasos horizontes, inmensas sábanas de mieses que ondulan como un mar agitado, en medio de las cuales asoman como navios las torres parro- quiales de sus villas, tal es la imagen que despiertan en la fantasía y el aspecto que presentan en verdad aquellos vastos graneros de Castilla, cruzados por el canal que para dar salida á sus cereales abrió la mano benéfica de Fernando VI. Desde el campanario de la iglesia de Frechilla, población en otro tiempo más crecida y fuerte, pero que á su posición céntrica más bien que á su importancia debe el ser ahora cabe- za de distrito, descúbrese en extenso llano la mayor parte de las villas que lo componen, algunas harto más grandes y popu- losas que ella misma. Á oriente y mediodía serpentea el brazo del canal que se denomina de Campos; al poniente corre escaso (1) Occupavit Campos Gothicos^ dice el arzobispo D. Rodrigo hablando de Al- fonso 1, qui ab Estola, Carrione, Pisorica el Dorio includuntur. Nómbralos también el Albeldense : Campos Gothicos usque ad flumen Dorium eremavit. (2) De las treinta y cuatro villas que formaban últimamente el distrito de Campos, sólo cinco pertenecen á la provincia de Valladolid y las demás á la de Falencia, á saber: once al partido judicial de la ciudad, quince al de Frechilla y tres al de Carrión. PALÈNCIA de aguas el Sequillo; al norte, donde termina el nombre de la comarca, aunque continúa igual el aspecto del país, aparecen Mazuecos, Villalumbroso y Cisneros, ennoblecida con el glorio- so apellido del cardenal, y en una de cuyas ermitas los genea- logistas han querido ver un ascendiente del modesto Francisco Jiménez en aquel caballero de la Banda que yace sobre una hermosa tumba de alabastro sostenida por seis leones, como si necesitara de heredados timbres quien ha ilustrado con los suyos su religión y su patria. Tan desnudas y bajas como son las márgenes del Sequillo, todavía de norte á sur marcan su línea frecuentes pueblos, y en sus intermitentes caudales se reflejan numerosos puentes ya de madera ya de sillería. Villada es lugar de mercado y de más de dos mil almas, sobre cuyo señorío competían á principios del siglo XVI el duque de Alba y el almirante de Castilla; siguen asimismo sobre la derecha Villacidaler y Boadilla con sus alamedas y las insignificantes ruinas del monasterio cistersien- se de Santa María de Benavides (i); más abajo se agrupan unos en frente de otros Herrín, Villafrades y Gatón, pertene- cientes á la provincia de Valladolid, de los cuales el pri- mero se distingue por sus iglesias, antiquísima la de Santa María, grandiosa y elegante la del Salvador, y Villafrades por (i) Existía desde r 169 este monasterio, al cual Alfonso VIII diez años después cedió la heredad de Bene-vivas, cuyo nombre se corrompió en el de Benavides. En medio de su iglesia se hallaba un sepulcro con efigie yacente de caballero, y en él este singular epitafio que transcribimos á pesar de creerlo bastante posterior á la fecha del fallecimiento. «Sabuda cosa sea que don Rodrigo Gonzalez fué uno de los mas nobles'omes de España, de mañas y de linaje, e fizo mucho bien á fijos- dalgo en casar e criar, e fizo por sus manos mil y ducientos y cincuenta y cinco caballeros, e á la sazón que él murió guardábanlo ocho ricos omes con sietecientos caballeros, que eran todos sus acostados e sus parientes, e á su finamiento eran con él ducientos y cincuenta y cinco caballeros de sus vasallos. En esta sazón era casado con doña Berenguela Lopez hija de don Lope y de doña Urraca; ella por sí era una de las mejores dueñas que eran en España. En esta sazón reinaba el rey D. Alonso en Castilla e en Leon, e avia guerra con el rey don Jaime de Aragon, e finó don Rodrigo Gonzalez en el mes de febrero, que fué en era de MCCXCIV (año de C. I 256).» Éste pasa por el progenitor de los Girones y Pachecos, hijo de Gon- zalo Ruiz Girón, competidor de los Laras, de quien se habla más adelante. 3I6 PALÈNCIA el severo castigo que le impuso el regente cardenal Cisneros arrasándola en su lucha con los magnates castellanos. Junto á la intersección del río con el canal está sentada Villarramiel, donde bulle el tráfico y abunda la gente más que en otra algu- na de dicha ribera, descollando sobre sus casas la torre de San Miguel, que hundiéndose luégo de reedificada en 2 de Febrero de 1776 sepultó un centenar de víctimas bajo sus escombros. Toma el canal sus aguas del río Carrión y despréndese de los ramales del norte y del sur, junto á la vastísima laguna que se apellida la Nava, surtida por varios riachuelos y frecuentada en invierno por bandadas de aves acuáticas y en estación menos lluviosa por copiosos rebaños de toda clase que pacen su lozana yerba. En su circunferencia están situadas cinco villas que en común la poseen y explotan con provecho, Mazariegos, Villa- martin, Grijota, Villaumbrales y Becerril, las dos primeras en raso y pantanoso terreno, en amena y frondosa campiña las restantes. La más importante de todas es Becerril con su anti- guo caserío, sus seis parroquias, su magnífica casa de ayunta- miento y sus fábricas de estameñas; y más parece haberlo sido cuando en 1333 presenció la conferencia de Alfonso XI con el infante D. Juan Manuel y con D. Juan Núñez de Lara, quienes no fiándose del justiciero rey, desaparecieron al otro día del convite, y cuando en 15 21 venció allí á los comuneros el con- destable, haciendo prisionero á su caudillo D. Juan de Figueroa. Sin embargo, superóla siempre y la supera todavía Paredes de Nava, que dobla su vecindario y alcanza á seis mil almas re- partidas en cuatro parroquias : la de Santa Eulalia, en cuya pila fué bautizado Alonso Berruguete, conserva de su inmortal feli- grés un precioso retablo mayor, por desgracia mutilado, en el cual no ceden las pinturas á sus famosos relieves. Muchos señores se sucedieron en la posesión del castillo que dominaba á Paredes, desde que la pobló hacia 1170 Fernando II: el re- volvedor infante D. Juan que la obtuvo en 1301, y á nombre del cual había resistido cinco años antes á las armas de la reina María; el aragonés D. Felipe de Castro casado con una herma- na de Enrique II; el sobrino de este rey, D. Pedro conde de Trastamara, á quien la tuvo por algún tiempo usurpada su primo el conde de Gijón; D. Juan rey en Navarra é infante en 31? Castilla; y por confiscación de su patrimonio en 1430 ,1a recibió del soberano el adelantado Pedro Manrique, en cuyo hijo Don Rodrigo, penúltimo maestre de Santiago y padre del dulce poe- ta Jorge Manrique, recayó la villa con título de condado. Más abajo de Paredes sobre el mismo canal, florece también en industria y comercio Fuentes de Nava ó de D. Bermudo, per- petuando en este nombre no sé qué vago recuerdo de remota fundación ó de ignorado señorío. «No se llame señor, decía un adagio, quien en tierra de Campos no tenga un terrón:» mal podía pues el poder feudal en este país tan codiciado, no dejar huellas de numerosos cas- tillos. Hasta nuestros días casi, conservó Castromocho el suyo, fuerte y magnífico, propiedad del conde de Benavente; Autillo debe su nombradla al que sirvió de refugio en 1216 á la insigne reina Berenguela contra las persecuciones de D. Alvaro de Lara, hasta que la desgraciada muerte de su joven hermano Enrique I obligó á levantar el cerco al ambicioso tutor y la llamó á reinar para ventura de Castilla. Allí reunida con su hijo la generosa madre, resonó al aire libre y junto á la ermita del castillo la primera voz que proclamó rey á Fernando el Santo, y la villa fué la recompensa dada á Gonzalo Ruiz Girón, uno de los más fieles y activos campeones de la causa de la reina durante su pasado ostracismo. No despierta recuerdos tan glo- riosos el castillo de Belmonte perteneciente al duque de Nájera; pero en la monótona llanura se elevan con tanta gracia sus cua- tro cubos sobre la plataforma ceñida de matacanes, que bien merece una mirada del artista aquel lindo y acabado dije, no menos que las delicadas esculturas platerescas de la capilla, principiada un tiempo á espaldas de la mayor en la parroquia del lugar. También Meneses para residencia de sus señores 3I8 PALÈNCIA poseería su fortaleza, cuando desde el siglo xii dió apellido á la nobilísima alcurnia portuguesa, tan poderosa como leal á la ín- dita madre de San Fernando, y de cuya munificencia hallamos memorias en los monasterios todos de la comarca (i). Descuella empero allá en dicha línea de monumentos la fa- mosa Torre de Mormojón, que el vulgo en su pintoresco len- guaje apellida estrella de Campos^ como si fija en la bóveda celeste, sirviera de norte al viajero perdido en espacios inter- minables. No sabemos si sería violento derivar su nombre de mojón de los moros, remontando su origen á la época remota en que marcaba la frontera respecto de los infieles; lo cierto es que en 1124 estaba confiada su tenencia al conde D. Pedro de Lara (2). Desmoronado por dentro, ostenta el castillo robustos en apariencia sus numerosos torreones, sobresaliendo entre ellos grandioso é imponente el del homenaje; y á la raíz del aislado cerro que le sirve de pedestal, yace el pequeño y antiguo pueblo. Sus vecinos en 1521, saliendo en procesión y con traje penitente, imploraron no sin fruto, la clemencia de Juan de Pa- dilla, cuando ávidas y sañudas acudían sus huestes á combatir la fortaleza que acababan de ocupar por sorpresa los imperia- les : rindióla al cabo de breve, sitio el capitán navarro D. Francés de Beamonte, mientras que á la belicosa voz del obispo de Za- mora, los comuneros asaltaban los muros de la vecina Ampudia y se les abrían las puertas de su castillo, para replantar en él el pendón de su señor el conde de Salvatierra, uno de los pocos magnates decididos por el alzamiento. Todavía encima de Ampudia conservan las cuadradas torres sus almenas; mas no son éstas las que principalmente fijan la atención del que se acerca á la muy nombrada villa, sino la de su iglesia colegial que de lejos aparece robusta á la vez que (1) Matallana, San Mancio, la Espina, San Cebrián de Mazóte, Palazuelos, Re- tuerta. Véase atrás página 27^. (2) En un documento de esta fecha que cita Salazar y Castro, firma cómo tes- tigo el conde dominante in Lara ei in turre de Mormolion. PALÈNCIA ligera, con cierta semejanza á la de Toledo, Imítala en los dos estribos que avanzan de cada uno de sus ángulos, y con istria- dos pilares, balaustres y candelabros como que aspire á produ- cir el efecto de la gótica crestería, mayormente en el segundo cuerpo octógono y en la aguja del remate: de cerca se descubre que la obra, poco más feliz en su remedo que la fachada supe- rior de San Pablo de Valladolid, no data tal vez más allá de los tiempos del duque de Lerma, que en 1608 hizo trasladar á la parroquia la antigua colegiata de Husillos. El templo de tres naves, que se comunican por arcos de medio punto y cuyas ba- jas bóvedas se revistieron posteriormente de crucería, no perte- nece á una sola época ni á orden determinado; agudas ojivas forman sus portadas laterales. En la capilla mayor yacen sobre túmulos las efigies de los nobles Herreras y Ayalas sus patro- nos (i); en la de San Ildefonso la de D. Alfonso de Fuentes canónigo y provisor de Burgos y la de su padre (2). Nótase en esta capilla un retablo plateresco con pasajes de relieve entero, y en la de la Concepción erigida por D. Alfonso Martín Castro y empezada en 1514, un bello grupo de alabastro de la Virgen y Santa Ana con el niño Jesús y en el segundo cuerpo la cruci- fixión dentro de un marco del renacimiento. Fuera de ésta no tiene la villa otra parroquia, pero sí un convento de franciscanos, fundado también por el valido de Felipe III, y memorias de otros destruidos, entre ellos uno de (1) Probablemente estaban antes en medio, pero fueron arrimadas á los lados con tan poco esmero, que sobre el bulto del caballero de los piés á la cabeza, car- ga un tabique atravesado. Desbaratáronse las inscripciones, y solamente debajo de la estatua de la dama, vestida con toca y con un perro y un pajecillo álos piés, puede leerse el nombre de Maria de Ayala. (2) Los bultos son de piedra y de tosca escultura. El epitafio del primero dice así: «Aquí yace sepultado el reverendo D. Alfonso de Fuentes provisory murió año de mil y DXXI años.» El letrero del friso de la capilla añade que mandó fazer la capilla y que era «tesorero e canónigo y provisor de la santa iglesia de Burgos, el qual mandó decir una misa todos los viernes del año cantada e quatro memo- rias cada año, dejó al cabildo tres préstamos; murió primero de agosto.» Ponz menciona otro retablo, fundación de un obispo de Burgos, fray Pascual de Ampu- dia, que falleció en Roma en i i 2 y fué sepultado allí en la Minerva. 320 PALÈNCIA Templarios. Ermitas contaba muchas en derredor, y aún retie- ne su gótica estructura la espaciosa de la Virgen de Arcona- da, imagen huida milagrosamente de aquel pueblo según la tra- dición, y objeto de veneración profunda en los contornos. Ceñían á Ampudia fuertes muros, en los cuales se encerró hacia 1298 D. Juan Núñez de Lara contradiciendo la regencia de D.^ María de Molina; pero al acercarse la magnánima reina huyó á Torre- lobatón el rebelde, y la villa se rindió. Poseíala á la entrada del siglo XV D. Sancho de Rojas arzobispo de Toledo, y la dió al hijo de su hermana D.^ Inés, al mariscal Pedro García de He- rrera, cuya familia la transmitió por enlace á los condes de Salvatierra. Duro, violento, fogoso sostenedor de las Comuni- dades para satisfacer á merced de las revueltas sus venganzas y sus caprichos, perdióla con sus demás estados y con la vida el último conde D. Pedro de Ayala, desangrado en el castillo de Burgos ; más tarde la obtuvo el poderoso duque de Lerma, á cuya protección debió su aumento y sus más insignes prerro- gativas. Un.extenso y enmarañado bosque, que atravesado sin segu- ro guía y en la oscuridad de la noche nos pareció aún más vasto y pavoroso, separa de Ampudia á Dueñas, cuyo nume- roso caserío, al trasponer los calcáreos cerros que al poniente la dominan, aparece rodeado de deliciosas alamedas. El Pisuerga y el Cardón juntándose en sus cercanías fecundan una amenísi- ma vega, que se extiende á su levante á modo de matizada alfombra. Tenía Dueñas en lo más alto un castillo que recor- daba los antiguos trances de guerra y los diversos señoríos por los cuales ha pasado ; tiene un palacio donde acontecie- ron los primeros sucesos del más glorioso de los reinados, una parroquia monumental digna de ser colegiata, un monaste- rio de los más célebres y opulentos de la orden benedictina. Su historia aventaja en esplendor á la de muchas ciudades, y como á éstas, se le ha buscado romano abolengo y tradiciones con que ennoblecer su restauración y explicar su etimología. PALÈNCIA 321 Nada menos seguro sin embargo que la reducción á Dueñas de la antigua Eldana nombrada entre las vacceas por Tolo- meo, y que la heróica defensa que en alguna de las campañas de la reconquista, no se expresa en cuál, opusieron sus mujeres á los sarracenos. El origen de su nombre Domnas^ más bien que de esta desconocida hazaña, pudiera proceder de algún primitivo convento de religiosas cuya memoria se haya perdido. Poblóla á fines del siglo ix Alfonso el Magno, no fundándola de nuevo sino levantándola de sus ruinas, y en el reinado de su hijo García era ya un fuerte castillo, á cuya sombra erigió este rey el monasterio de San Isidoro; mas no le valió su forta- leza contra las devastaciones impetuosas de Almanzor. Fué dada en arras por Alfonso VIII á Leonor de Inglaterra su espo- sa; pero osó resistir á la reina Berenguela su hija y al glorioso príncipe que le presentaba, sometida á la orgullosa prepotencia de D. Alvaro de Lara que en breve logró quebrantar el nuevo soberano. Al salir de su menoría Fernando IV hacia 1300, fué Dueñas otra vez teatro de rebeldes ligas entre D. Juan Núñez de Lara y D. Alonso de la Cerda, que en calidad de preten- diente otorgó con larga mano todas sus peticiones á los envia- dos del rey de Francia. Allí en 1354 se retiró D.^ Juana de Castro á los pocos días de sus bodas con el rey D. Pedro, sin quedarle de su soñada grandeza otra cosa -que aquel lugar y el título de reina, con que á disgusto de su pérfido esposo conti- nuó disimulando la injuria hasta su muerte. Un mes de sitio costó á Enrique de Trastamara la toma de Dueñas á fines del año 1367, y al empuñar el cetro la dió en señorío á su dama Leonor Alvarez y á su hija del mismo nombre; poseyéronla después los Vázquez de Acuña, condes de Buendía, y hacién- dola cabeza de sus estados la elevaron á su mayor pujanza en el siglo XV. Al anochecer del 9 de Octubre de 1469 llegaba á Dueñas después de una fatigosa jornada desde Gumiel un gallardo mancebo con semblante más que traje de príncipe, escoltado 322 PALÈNCIA por doscientos caballeros. Era éste el rey de Sicilia primogénito del de Aragón, que burlando la suspicacia del de Castilla y las intrigas de los valedores de la Beltraneja, venía secretamente á desposarse con la princesa Isabel, no presintiendo sino una mí- nima parte de las grandezas que habían de resultar de este matrimonio. Ningún asilo más propio por la comodidad y forta- leza del sitio, ni más seguro por la adhesión de sus señores: el conde D. Pedro de Acuña tenía por hermano al aniriioso arzo- hispo de Toledo D. Alonso Carrillo, principal autor de dicho enlace, por nuera á D.^ Inés Enríquez, hermana de la reina y de Aragón tía del regio candidato. Entrada la noche del y 14 partió á Valladolid D. Fernando, acompañado de Gutierre de Cárdenas su fiel amigo, á tener con su futura la primera plática duró dos horas; el 18 volvió allí para casarse, no sin ha- que berlo comunicado antes al rey D. Enrique con las más sumisas protestas, y á los grandes y prelados y ciudades del reino con discreta cortesía. Poco tranquilos en Valladolid se establecieron los ilustres novios en Dueñas desde principios de Mayo de 1470; y allí la grande Isabel en 2 de Octubre dió á luz por primer fruto una hija que llevó su nombre y reinó en Portugal; allí el ínclito Fernando adoleció de muy venenosas fiebres que en 7 de Noviembre pusieron en peligro tantas glorias y venturas como en su existencia encerraba el porvenir. Todavía subsiste dentro de la villa, poseído hoy por el duque de Medinaceli, el palacio que les ofreció tan larga resi- dencia, testigo de tantas alegrías y cuidados ; todavía conserva la gran sala pintado el techo de casetones, aunque sin el brillo y la riqueza que le hizo dar el epíteto de dorada-^ y añádese que se guardaban en el archivo y que fueron en ocasiones con- sultados los ceremoniales del solemne acontecimiento, que una errónea tradición supone allí realizado robando esta justa prez á Valladolid (i). Un casamiento se celebró en aquella estancia. (i) Véase atrás pág. 107. PALÈNCIA 323 pero harto menos fausto y ventajoso que aquel, en 18 de Mar- zo de 1506, con más comitiva de extranjeros que aplauso de los naturales; y fué el del Rey Católico á sus 54 años con Ger- mana de Foix, nieta de su hermana la reina de Navarra. Este segundo enlace, que tendía á dividir lo que había unido el pri- mero, inspirado, más bien que por el deseo de terminar las guerras de Nápoles con Francia, por los disgustos con su yerno el archiduque y por la ingratitud de los grandes de Castilla, tuvo el mejor de los resultados que cabía, el no tener nin- guno. Bajo los primeros condes de Buendía brillaron para Dueñas tiempos de esplendor y de sosiego. D. Pedro de Acuña, más leal y consecuente que el arzobispo su hermano, sirvió sumiso cuando reyes á los que de príncipes había favorecido, y terminó su carrera en 1482 lleno de años y de merecimientos. Su hijo D. Lope Vázquez, tío del Rey Católico por su esposa, marchan- do á la épica guerra de Granada al frente de sus caballeros y vasallos, derrotó junto á Quesada á los moros de Baza y Gua- dix y les ganó trece banderas, y con el peligroso cargo de ade- lantado de Cazorla combatióles sin tregua hasta echarles de sus montañas. Pero en tiempo del tercer conde D. Juan, sea que su imbecilidad engendrase desprecio ó diese ocasión á los de su casa para oprimir en su nombre al pueblo, sea más bien que cundiera allí el contagio de emancipación extendido sobre Castilla, levantóse Dueñas á la voz de comunidad con no pocos desmanes y desacatos contra sus señores; y como éstos revol- viesen contra la villa, reclamó con premura el auxilio de Valla- dolid. Pesóle del importuno alzamiento á la junta y de ver al magnate hasta entonces indiferente ó favorecedor secreto de su causa trocado en acérrimo enemigo; mas por no abandonar á sus vecinos y seguidores, aunque á la sazón amagaba á Valla- dolid el condestable, envióles al mando de D. Juan de Mendoza setecientos peones armados de picas, ballestas y escopetas, que mantuvieron en Dueñas el pendón comunero hasta su próxima PALÈNCIA caída en Villalar (i). No tuvo el conde D. Juan en su consorte Doña María de Padilla más que una hija por nombre Catalina, mentecata como él, y heredaron sucesivamente el condado sus hermanos D. Pedro y D. Fadrique virrey de Navarra, que lo transmitió á su hijo D. Juan, muerto sin sucesión, y á su hija Doña María, casada con el adelantado D. Juan de Padilla: de esta suerte los Padillas, enlazados por diversas ramas con los Acuñas, después de prolongado litigio entre sí, se repartieron la herencia de aquellos, imponiendo su blasón á la villa en vez del de sus antiguos señores. No sabemos en qué año precisamente, pero hacia la época en que dominaban el país los poderosos Laras, á principios del siglo XIII, se erigió- sin duda la magnífica parroquia de Santa María, según el estilo de transición románico-ojival que preside á su estructura. Vese por fuera el ábside principal flanqueado ya de machones, en vez de guardar las torneadas formas de los bizantinos, cual á su lado las presenta otro ábside menor; pero á la manera de aquellos ostenta ventanas de medio punto con columnitas en sus jambas, que por lo enteras parecen recién concluidas. Tiénenlas asimismo los muros laterales: solamente desdicen del carácter general la portada de últimos del siglo xv, cuya conopial ojiva adornan arabescos muy degenerados, y la moderna cúpula en que remata la cuadrada torre, edificada hasta el segundo cuerpo en la época primitiva. Mayores estra- gos ha causado en el interior del templo una imbécil renova- ción. Los arcos de comunicación los despojó de sus molduras; las bóvedas, de sus aristas; los pilares, de los haces de columnas f i) Puede verse en Sandoval la carta que en acción de gracias escribieron los de Dueñas á Valladolid en 8 de Marzo de 1521. Son de notar en ella las siguien- tes frases: «Dios como señor universal^ para manifestar á los tiranos su omnipo- tencia, permite que con los flacos sean destruidos los fuertes y poderosos. ¿Quien pensára que siendo esta villa tan obligada e tan dominada e puesta en servidum- bre, fuera como es tanta parte porque los enemigos estén puestos en tanta aplica- ción y trabajo?... E por tanto esta noble villa no piensa tener ni alcanzar otro ma- yor título, despues de ser de la corona imperial de Su Magestad, que estar debajo del querer y voluntad de V. 8. todos los tiempos del mundo.» PALÈNCIA con ricos capiteles que los revestían según el que ha quedado por muestra á la entrada, y hasta adulteró los colgadizos de recortadas puntas que guarnecen los arquivoltos; asentó el nuevo cimborio sobre barrocas pechinas, y enlució de cal todo el ámbito de la iglesia. Quédale á ésta sin embargo la majes- tuosa disposición de sus tres naves cortadas por ancho crucero más allá de la cuarta bóveda, la gallardía de sus proporciones, la riqueza de su capilla mayor, y en ésta y á lo largo del flanco derecho una bien conservada serie de ventanas bizantinas. Á dos épocas ó tal vez á dos manos bien distintas pertenece la sillería del coro colocado encima de la entrada sobre un arco rebajado; pues mientras en algunos respaldos asoman entre follajes grotescas y malísimas figuras, brilla en otros la mayor pureza y elegancia de góticos arabescos. Debajo del coro á la izquierda hay una capilla con portada, cuyas ojivas concéntricas y decrecentes se apoyan en cilindricas columnas; y al lado de ella yace arrumbada una urna sepulcral antiquísima, cuya cubierta salpican numerosos blasones (i). Ocupan el frente de ella rudas y misteriosas esculturas que no alcanzamos á inter- pretar; pero si representan á lo que parece muchedumbre de sitiados defendiéndose detrás de unas almenas, y grupos de mujeres, cuales levantando el brazo en actitud de combatir, cuales arrodilladas en torno de la cruz que enarbola una en el centro, viénese á la memoria la leyenda de la cual se pretende derivar el nombre de la villa, y ante aquel remoto indicio se siente uno tentado casi á creerla menos apócrifa. A los lados de la capilla mayor campean los sepulcros de los condes de Buendía, en el testero un precioso retablo gótico de estilo todavía puro hermanado con escultura ya bastante adelantada. Doseletes afiligranados cobijan los diez y nueve cuadros de relieve y las diez y ocho estatuas que comprende en (i) Son ocho los escudos de la cubierta, en unos de los cuales se notan un castillo y unas quinas, en otros al parecer dos lobos, en otro un león rapante y una ala con una espada que es el timbre de la familia de Manuel. 320 PALÈNCIA SUS varios órdenes y compartimientos, todas doradas y estofadas y recomendables por su expresión y belleza, singularmente la del centro que representa la asunción de nuestra Señora. Aun- que de género distinto no deslucen el retablo la moldura que lo ciñe y el lindo tabernáculo de orden corintio guardado por cuatro ángeles y por dos grandes figuras de Moisés y de David. Los entierros de los patronos están en alto, y sus armas apare- cen en las antiguas colgaduras que tapizan los muros inferiores. Los dos nichos del lado de la epístola llevan colgadizos en su arco de medio punto y pilastras de crestería que suben á nota- ble altura, destacando entre ellas sobre un fondo de arábigas labores el escudo rodeado de las trece banderas que atestiguan el esfuerzo del segundo conde; y con efecto en doradas urnas yacen allí D. Lope Vázquez y su ilustre esposa D.^ Inés Enrí- quez hija del almirante (i). En el túmulo de enfrente más próxi- mo al altar reposa el primer conde D. Pedro, figurado de rodi- lias en un reclinatorio, revestido de armadura, con dos pajes á sus espaldas que sostienen el yelmo, la espada y el escudo (2); la ornamentación del nicho es casi idéntica á la de los descritos, á excepción de dos figuritas puestas encima de las pilastras; no así la del inmediato que es de marcado gusto platerésco y en- cierra la efigie también arrodillada de alguno de sus nietos, cuyo nombre no llegó á esculpirse en el tarjetón. (1) He aquí el epitafio de D. Lope : « Aquí yace el muy magnífico señor D. Lo- pe Vazquez de Acuña conde de Buendia y adelantado de Cazorla, el qual venció los moros de Vaza y Guadix en la batalla de Quesada con la gente de su casa y tierra, y ganó trece vanderas, y haciendo otras notables hazañas echó los moros hasta hoy de aquella tierra, por lo qual sus obras merecen perpétua memoria. Falleció á primero de Hebrero de mil CCCCLXXXIX años.»—El de la condesa dice: « Aquí yace la muy magnífica señora D." Inés Enriquez mujer del señor D. Lope Vazquez de Acuña conde de Buendia y adelantado de Cazorla, cuya bondad y re- ligion fué digna de la nobleza de su linaje y del marido que tuvo y de lafama que dexó. Fallesció á XXIII de deziembre de MCCCCLXXXV años.» (2) « Esta piedra, dice la inscripción, encierra el cuerpo digno de fama del muy católico y noble y virtuoso caballero el conde de Vuendia D. Pedro de Acuña, el primero conde de este título y señor de esta villa de Dueñas, el qual despues de muy católica vida y sanctos dias pasó de esta vida á la eterna viernes XXX de oc- tubre de mil y CCCCLXXX y dos años.» PALÈNCIA Hijo del mismo conde D. Pedro y de D.^ Inés de Herrera su consorte fué D. Luís, sepultado en la capilla del hospital que sus padres fundaron, en hornacina recamada de góticas labores, pero sin más ornato en la tumba que los blasones del pedes- tal (i). La iglesia del piadoso asilo, como otras de aquel tiempo, se compone de dos naves con techo de crucería, que se comu- nican por medio de arcos ojivales. Junto al palacio subsiste un convento, que habitaron desde fecha asaz remota los religiosos agustinos ; pero ni en antigüedad ni en esplendor pudo compa- rarse al que bajo la advocación de San Isidoro poseyeron los benedictinos á la salida del pueblo, en sitio frondoso y abundan- tísimo de aguas que fertilizan sus huertas. Su fundación remonta á principios del siglo x, y aún ha pa- recido demasiado reciente á los que fijando su primer asiento en el vecino lugar de Baños, donde vamos á hallar una iglesia erigida por Recesvinto, desde los últimos tiempos de la monar- quia goda lo suponen continuado bajo la dura servidumbre sa- rracena hasta que lo dotó de nuevo Alfonso el Magno su res- taurador (2). Por nuestra parte creemos que su primer título de existencia es la escritura otorgada por el rey García y su esposa Munia Dona, hallándose en la ciudad de León, á 15 de Febrero del año 911 primero de su reinado, para sustento de los monjes establecidos entre los ríos Pisuerga y Carrión junto al castillo de Donas (3) y de los huéspedes y peregrinos que (1) Léese en dicho sepulcro: «Aquí yace el muy magnífico señor D. Luis de Acuña, hijo de los ilustres señores D. Pedro de Acuña y D.® Inés de Herrera con- des de Buendia fundadores de este hospital, el que mandó hazer estas capillas y dexó dos capellanes perpétuamente le digan dos misas, y murió á dos dias de no- viembre año de MDXXIl.» (2) De esta opinión es Sandoval, alegando á propósito que la iglesia y lugar de Baños eran de pertenencias del monasterio ; pero es menester recordar que no pasaron á serlo hasta el reinado de D.' LFrraca. Otros afirman que anteriormente estuvo dedicado á San Martín y que databa del tiempo de los godos una pequeña iglesia existente en la huerta de la casa, más inmediata al Pisuerga, la cual juzga- dos mos no sería otra que la que tuvieron los monjes por espacio de unos siglos desde su fundación primitiva en el x hasta la construcción de la actual. (3) Así dice el privilegio, y añade que está in suburbio Legionensi, es decir 328 P A 1. E N C I A allí se detuvieren, dando á su abad Oveco el término adjunto con sus tierras, huertos y molinos. Los inmediatos sucesores de García, Ordoño II en 19 de Febrero de 915, Froila II en 16 de Diciembre de 924, Ramiro II en 29 de Junio de 935 y i.° de Noviembre de 936, cual con la cesión de la fértil ribera incluida entre la peña de Forcellos y Calabazanos, cual con la del pe- queño monasterio de Santa María de Remolino situado entre ambas corrientes, cual con la de otras heredades, aumentaron rápidamente la hacienda de San Isidoro. Confirmó Fernando I en 1042 las mercedes de sus antecesores, estableció desde 1073 Alfonso VI en aquella casa la austera reforma de Cluní; y favo- reciéronla con nuevas donaciones, entre ellas con la de Baños, la reina Urraca y su hijo Alfonso en varias ocasiones, principal- mente al visitarla en 111 7. De este reinado ó del anterior, data probablemente la fábrica del presente templo, en que el arte bizantino aparece en su primer período, desarrollado ya por completo, pero sencillo, austero todavía, sin las ricas galas que más adelante desplegó. En todas sus partes por dentro y fuera, en las tres naves y crucero, en los tres ábsides hemisféricos que se agrupan á su espalda, en la cuadrada torre que en vez de cúpula se levanta del centro asentada sobre los arcos torales, abriendo hacia cada lado en el segundo cuerpo tres ventanas con columnas encima de otras tapiadas en el primero, nótase la correcta severidad de las líneas y la parsimonia del ornato. Tan sólo los exquisitos capiteles, que sostienen el doble medio punto de la portada, pusieron á prueba la habilidad del escultor, tan grosera en las figuras como delicada en las labores de sus cintas y trenzados. Igual contraste se advierte en la pila del agua bendita, donde en medio de una revuelta confusión de follajes, ángeles y fieras destaca el escudo del monasterio con dos palmas, una flor de en los dominios, no en el arrabal de León, de cuya ciudad dista Dueñas unas vein- te leguas. PALÈNCIA lis y una estrella en sus cuarteles. Reina la desnudez en el in- terior desde que pasó como Santa María por una reforma igual- mente aciaga; y en medio de aquel desahogo y distribución perfecta del conjunto, duélese la vista de encontrar trocados en lisas pilastras los bocelados pilares, picados los capiteles, opri- midos por moderna cornisa los cilindricos arquivoltos, rehechas las bóvedas, y todo en fin tan blanqueado y frío que á algunos se les ha antojado obra de reciente construcción. Cerca de Dueñas está Palència, dos leguas escasas; y en vez de surcar el canal ó seguir la carretera, nos llaman á dar un grato paseo por la orilla de Pisuerga, si es que no basta lo apacible del camino, insignes memorias y más insignes monu- mentos. Á la otra parte del río, al extremo de un puente de nueve arcos, asoma Tariego, desparramado por la falda de una colina, cuyo vértice ocupan las desfiguradas ruinas de su céle- bre castillo que se proyectó convertir en telégrafo no há muchos años. ¿Quién no recuerda que fué aquel uno de los baluartes con que mantuvo firme su poder, y segura la custodia de Enri- que I su pupilo, el ambicioso D. Alvaro de Lara? ¿quién no sabe que en 7 de Junio de 1217 se introdujo allí sigilosamente un féretro con los despojos del rey mancebo fallecido el día ante- rior en Palència por imprevisto azar, y que con el secreto de su muerte, mandando en su nombre como si viviera, prolongó el tutor por algún tiempo su tiranía, sin recelar que transpirado el misterio aprovechase esta tregua misma á Berenguela para pre- parar en Autillo la proclamación de Fernando? Deshecha la colosal pujanza de los Laras, pasó el castillo á otros dueños que se dividieron su posesión (i), hasta que vino á juntarse en un mismo señorío con el de Dueñas. Si cruzando el río nos decidiéramos á penetrar por los on- (i) De documentos que vimos en el archivo municipal de Falencia se des- prende que hacia 1300 estaba partido el señorío del castillo de Tariego, pues pretendían tener una cuarta parte de él Alfonso Martínez y Rodrigo Alfonso su hermano vecinos de la capital. 42 330 PALÈNCIA dulosos campos de la derecha, cuyos montes de enebros y ca- rrascas ha reducido á yermos páramos la imprudente segur, dejando expuestas al azote del alquilón sus mieses y viñedos, hallaríamos multitud de pueblos guarecidos generalmente en angostos valles, que formaban la antigua merindad de Cerrato incluida casi entre el Pisuerga, Esgueva y Arlanza, y que com- ponen ahora el distrito de Baltanas. Vió Baltanas en Abril de 1296 juntarse las huestes del infante D. Juan y del de Lara con los auxiliares aragoneses del pretendiente La Cerda y for- marse contra el solio de un rey niño el nublado que conjuró la varonil firmeza de una madre; combatióla en 18 de Setiembre de 1475 el rey de Portugal en persona, ganándola para su so- brina la Beltraneja y cogiendo prisionero al conde de Benavente que la defendía; y aún conserva en lo alto de un cerro vestigios del castillo y en la plaza el palacio de su señor. Algunas leguas más al nordeste, sobre la margen del Arlanza, veríamos á Pa- lenzuela con sus restos de murallas, sus dos parroquias y los torreones del edificio donde en 1425 celebró cortes Juan II; á su izquierda á Quintana del Puente que tomó nombre del mag- nífico de diez y ocho arcos que atraviesa el mismo río, y allí cerca el venerable monasterio benedictino de San Salvador del Moral. Sin ir tan lejos, en Hontoria á una legua de Tariego encontraríamos el priorato de Santa Colomba dependiente de San Isidoro de Dueñas, en Villaviudas un palacio señorial, en Reinoso otro insigne puente sobre el Pisuerga, en Hornillos las ruinas de un castillo donde pasando de Torquemada á Peñafiel se detuvo en 1507 la reina D.^ Juana. Inclinando un poco el rumbo al mediodía, en feraz y ameno valle se nos ofreciera la populosa Cevico de la Torre, y más adentro junto al Esgueva Castrillo de D. Juan, villas un tiempo de poderosos magnates cuya mansión todavía subsiste, la segunda cercada de foso y construida al estilo gótico según indicios (i). Pero el goce y el ( 1 ) Pertenece este palacio ó más bien fortaleza al conde de Orgaz, el de Cevico PALÈNCIA provecho de semejante excursion no alcanzarían con mucho á compensar la fatiga de las tres jornadas al menos que en ella se emplearan: es tan deliciosa la calzada que seguimos orillando el Pisuerga, para dejarla apenas entrados! está tan cerca, á la vista casi, la curiosísima fundación del rey godo! y á la noche nos brinda Falencia con reposo tan justamente deseado! Corría el año décimo tercio desde que Recesvinto había sido llamado á compartir el trono con su anciano padre y el noveno desde que reinaba solo, año 661 de Cristo, cuando ha- hitaba aquella ribera el piadoso monarca, ocupado en levantar al Bautista un pequeño pero suntuoso templo. La tradición lo atribuye al cumplimiento de un voto ó á un acto de gratitud por haber sanado de sus dolores nefríticos en el saludable ma- nantial, que dió el nombre de Baños al lugar no poblado toda- vía; y añade que fué en ocasión de haber vuelto victorioso de su campaña contra los vascones y derrotado á su jefe Froya en batalla campal no lejos de los Pirineos (i). Tenía la familia de Chindasvinto su patrimonio y tal vez su solar en aquella tierra de Campos; y ya encontramos en Gérticos, hoy Vamba, la pos- trera estancia y sepultura del hijo, como en San Román de Hornija la del padre. Pero la fabrica primitiva, que en ambos puntos se ve reedificada y que sólo puede apreciarse allí por escasos fragmentos, permanece en Baños entera ó al menos bastante completa para estudiar en ella el tipo de las construe- clones propiamente godas : y su situación fuera del lugar y su destino de cementerio realzan su bien conservada vejez con el encanto de la soledad y de la tristeza. Es el templo de reducidas dimensiones como lo eran los de de la Torre al de Oñate, el de Villaviudas al marqués de San Vicente, cuyo era también el señorío de Hornillos, y al duque de Abrantes el de Saltanas. (i) Expresa estas circunstancias una tabla de escritura moderna existente en dicha ermita, que trae copiada con bastantes errores la lápida de la dedicación. De este alzamiento de los vascones apenas indicado por el Pacense, del sitio de Za- ragoza por Froya su caudillo y de su vencimiento, hablamos brevemente en el tomo de Aragón, parte 2.', cap. i.° PALÈNCIA SU época generalmente ; la obra de sillería, con varios dibujos ó signos esparcidos sin orden por los sillares, que no parecen haber tenido más objeto que el ajuste de ellos cuando se labra- ron. Al cuerpo de la iglesia precedía un atrio de ocho piés hoy casi derruido (i): el arco de entrada muestra en su clave una cruz parecida á las de Malta, cercada de una orla de poco relie- ve cuyo estilo preludia el bizantino, y más arriba se nota tapia- do un ajimecillo de dos arcos que se reproduce con idénticas molduras y labores en el muro de la fachada, y recuerda los de Lino, Naranco y Valdediós. Una singularidad ofrece este monu- mento, y es el arco túmido ó reentrante, vulgarmente dicho de herradura, que se ha creído siempre procedente y característico de la arquitectura arábiga y por ella transmitido al arte cristià- no; y he aquí que le sorprendemos desarrollado ya en pleno siglo vil, en el último confín de occidente. Por todas partes se marca bien visible, en la puerta principal, en las cuatro arcadas que dividen á lo largo las tres naves, en la embocadura y bó- veda de la capilla mayor y en la ventana abierta en el fondo de la misma. Ábside ó hemiciclo no lo forma la cabecera, sino un cuerpo rectangular reforzado por estribos en sus ángulos exte- riores ; y si las naves laterales terminan en capillas, harto deja conocerse que son adiciones mucho más recientes del género ojival. Las columnas monólitas, los capiteles groseramente cin- celados pero tan intactos como si acabaran de desenterrarse, reteniendo en sus dos órdenes de follaje cierto sabor de los corintios, no alcanzan á acreditar por sí solos la magnífica idea que del templo se concibe al imaginarlo revestido todo de már- moles y jaspes de diversos colores, cual lo describen no ya contemporáneas sino modernas historias (2). Ha desaparecido (1) Habla Ponz de un pórtico con columnas que en sus días se conservaba bastante arruinado, y de algunos letreros árabes que no supimos encontrar en lo exterior de la iglesia. (2) Así Morales, Mariana y otros. Sandoval trae una exacta y minuciosa des- cripción de la iglesia tal como estaba en su tiempo, que transcribimos á continua- ción en cuanto pueda completarla nuestra: «Tiene la iglesia dentro ocho pilares 334 PALÈNCIA el techo que era indudablemente de madera, con varios escudos ó blasones de familia pintados en tiempo muy posterior debajo de sus tirantes; las pequeñas ventanas ó claraboyas abiertas encima de los arcos carecen de labores; en sumase recomienda más el conjunto por su gracia y buena distribución que por su riqueza (i). Tal es el desconocido santuario, admirablemente preservado no sabemos cómo, de la devastación universal de los sarrace- nos, y que sirve de precioso eslabón entre las raras antigüeda- des visigodas descubiertas en Toledo y las construcciones astu- rianas del siglo ix. Su ornamentación discrepa apenas de la de una pieza cada uno, de piedra mármol y pizarra, de tres varas de alto y de grue- so siete palmos, y en el remate unos chapiteles de piedra blanca llena de lazos y labores sobre que cargan los arcos del edificio. Tiene el cuerpo de la iglesia en largo treinta y ocho quartas de vara y de ancho cuarenta y siete. Tiene cinco ca- pillas por frente, y la de enmedio es la mayor y las dos últimas colaterales son más bajas. Está.edificada en cruz, y la nave que cruza entre el cuerpo déla iglesia y los altares tiene noventa quartas de largo y trece palmos de ancho. Tiene el cuerpo de la iglesia ocho claraboyas, cuatro en cada lado, y sobre ellas en lo alto de la pared en el remate della y de los tirantes del techo hay veinte y nueve escu- dos de armas eon unas medias lunas blancas en campo roxo, las puntas de la luna abaxo, y á mano izquierda que es la parte del evangelio hay trece escudos con las mismas armas y otros diez y nueve que tienen el campo azul y orla colorada con cinco divisas que desde abajo parecen flordelises ó hojas de higuera; estas armas se devieron pintar muchos años despues de la fundación de la iglesia. Sobre el arco del altar mayor está un crucifixo antiguo, y sobre la cabeza en la pared del arco está una piedra de cuatro esquinas, y de cada una de ellas sale una como ca- beza de perro, y en la frente tiene pintada una venera y por la parte de abaxo una como rosa conforme á otras que están en el edificio.» (i) De este monumento, casi único de su época, del cual tuve la fortuna de ser el primero entre los modernos en ocuparme antes de 1864, pues de los antiguos y especialmente de Sandoval, como acabamos de ver, fué bastante conocido, pu- blicó en 1872 una extensa monografía el Sr. Rada y Delgado en su Museo de anii- güedades, detallando escrupulosamente las medidas de cada parte del edificio. Entre su concienzudo trabajo y este sucinto, al cual dispensa honrosa mención, reconociendo que no me permitía ampliarlo más la índole de la obra, hay perfecta identidad de impresiones y juicios, y su prolijo examen viene á confirmar en todos sus extremos el que encierran estas pocas páginas. Verdaderamente no advertí en el arco de ingreso al atrio las letras arábigas, que copiadas por el Sr. Rada é interpretadas por el Sr. Saavedra dicen : Baxir ibn C... mi confianza es Dios; pero el Baxir ó Beshr-ibn-Katten, á quien las refiere aquél, figuró según Al-Makkarí, como cadí de Córdoba, no como guerrero, en el califado de Alhakem I (796-822) y no en el de Alhakem II (961-976), y por lo mismo mal pudo acompañar las vic- toriosas expediciones de Almanzor. PALÈNCIA 335 empleada más tarde en las obras bizantinas y se reduce á floro- nes de seis hojas, que en guirnaldas de mayor ó menor tamaño corren á lo largo de la cornisa de la nave, al rededor del arco toral y por el friso de la capilla mayor. Retablos no los tiene, y la antigua estatua de San Juan, más oblonga que gruesa, labrada en mármol y como de media vara, que se veneraba en el altar, se ha trasladado á la parroquia del pueblo dedicada á San Martín (i). Sólo queda sobre el arco toral mencionado, sostenida por cuatro ménsulas y rodeada de veneras y estrellas espirales, la venerable lápida de la dedicación, curioso docu- mento histórico al par que literario, con que el rey ofrece en regulares exámetros al Precursor de Cristo aquel eterno obse- quia, aquel tabernáculo construido de su propia hacienda: Praecursor Domini mártir Baptista Joannes, Posside constructam in aeterno muñere sedem, Quam devotas ego rex Rescisvintus, amator Nominis ipse tui, proprio de jure dicavi, Tertio post decimum regni comes inditas anno, Sexcentum decies era nonagésima nona (2). Basta cruzar la carretera y andar media hora escasa para trasladarse de la orilla del Pisuerga á la del Carrión, donde aparece un convento de religiosas dominando el corto pueblo y el fresco valle cuyo señorío tuvo hasta nuestros días. Llámase el pueblo Calabazanos ; el convento, al cual había precedido un monasterio de benedictinos, lo fundó para monjas clarisas Doña Leonor, hija única del revoltoso duque de Benavente D. Fadri- (1) Observa el Sr. Rada en dicha efigie vestigios de vivos colores y doradura y tradiciones del estilo romano en los cabellos, barba y pliegues del manto y tú- nica, aunque en la rigidez de las piernas y desproporción de las manos se nota la decadencia del arte. (2) La inscripción se conserva muy legible, aunque ya no brillan sobre el már- mol sus caracteres de oro tal como la representan algunas relaciones. El último verso embarazó á Morales hallando ociosa para el sentido la palabra decies^ defec- to que Yepes enmendó leyendo sexagies decern. Las palabras de -propio jure indi- can según la más acertada interpretación que la obra la costeó Recesvinto de sus bienes patrimoniales y no de los del estado. PALÈNCIA que de Castilla, bastardo que fué de Enrique II y tan complica- do en los trastornos de la menor edad del III. Casó la noble dama con el adelantado mayor Pedro Manrique señor de Amus- co; y al enviudar en 1440, cumpliendo la voluntad de su mari- do, labró aquel retiro para consagrar allí al Señor el resto de sus años, que llegaron aún á treinta, y la juventud lozana de dos de sus hijas (i). No es que date también de entonces la existencia ni aun la tal cual nombradla de aquel villorrio, que ya en 1431 lo habían ennoblecido con su presencia el rey D. Juan II y la reina D.^ María, asistiendo en calidad de padrinos sin corte ni aparato á la boda que celebraba su gran privado D. Alvaro de Luna con su segunda esposa D.^ Juana Pimentel, hija del conde de Benavente. Desengañadas del mundo ó predestinadas al claustro, vestían allí generalmente el sayal franciscano seño- ras de distinguida alcurnia, y en las del ilustre apellido de Man- rique anduvo casi vinculada por mucho tiempo la dignidad de abadesa. Sin embargo nada de aristocrático y mucho menos de feudal, nada del feliz período arquitectónico que coincidió con su origen, se descubre en el edificio ni en su humilde y renovada iglesia. Una ermita fabricada dentro de su huerta á San Miguel, y la solemnidad con que se le festeja, recuerdan el furor con que se disponía una banda de comuneros á asaltar el convento en odio tal vez del duque de Nájera su patrono, y el sobrenatural auxilio atribuido al santo arcángel, cuya ima- gen se creyó ver en los aires rechazando á los sacrilegos inva- sores : achaque propio de las pasiones de la época, en que cada bandería proclamaba tener de su parte el favor del cielo. Al revés de Calabazanos, carece de historia Villamuriel si- (i) Llamábanse D." María y D.' Aldonza, la primera de las cuales había sido desposada, y ambas yacen dentro de un arco del coro bajo á mano izquierda, jun- to á su madre que tiene bulto de alabastro y murió religiosa según el epitafio en 7 de Setiembre de 1470. La fundación de este convento de Calabazanos, no realizada hasta entonces, la había dispuesto ya por testamento en 1381 Diego Gómez Manrique, suegro de la fundadora, mandando que fuesen las monjas hasta cuarenta de velo negro y mujeres de buen lugar. palència 337 tuada enfrente al otro lado del Carrión, pero en cambio puede figurar su parroquia entre los más insignes monumentos. Sólo se sabe de su pasado que antes de pertenecer al obispo de Pa- lencia fué iglesia de los caballeros del Temple, y bien se le co- noce en la gentileza y extraña pompa de la arquitectura. Por cima de las bajas y dispersas casas del rústico pueblo descuella 43 VILLAMURIEL.—Exterior de la Parroquia PALÈNCIA la robusta torre, cuyo último cuerpo, taladrado de arcos y co- roñado de balaústres, pirámides y globos, parece una moderna cabeza implantada en el exhumado tronco de una antigua y co- losal estatua, si como tal imaginamos la construcción bizantina con sus dóbles estribos angulares y sus dos órdenes de venta- nas de medio punto, flanqueadas de sutiles columnas y distri- buidas de dos en dos según la idea primitiva. Más allá asoma el octágono cimborio, que ha barnizado de rojizas tintas el tiempo, y en cuyas ventanas, machones y canecillos juega la luz con la sombra pintorescamente. Data la obra de la época en que lu- chaban entre sí el arte bizantino y el ojival, y cada uno parece haberse reservado el ornato de una de las dos portadas. En la lateral domina el arco semicircular, bajo, profundo, decrecente en sus concéntricas curvas, vestido de hojas de parra con sus racimos delicadamente trepadas, angrelado en su intrados con multiplicados lóbulos al estilo arábigo; y los toscos contrafuer- tes, los bélicos matacanes y un torreoncillo que defiende la en- trada, completan el carácter guerrero y sombrío de su estruc- tura. En la principal triunfa la ojiva, si bien la columna que di- vide sus dos arcos, tapiado uno de ellos, pertenece al género anterior por su grueso y por el follaje de su capitel, y no menos lo recuerda la claraboya superior lobulada, en sustitución de la cual no sabemos porqué se abrió otra moderna más abajo, mu- tilando la serie de arquitos figurados encima de la puerta. Penetremos en el templo : allí prevalece la gótica esbeltez sobre la románica gravedad. La nave central se lanza á sober- bia altura sobre las laterales, cruza en aristas planas los arcos de su bóveda, desenvuelve hasta el crucero tres rasgadas ojivas sobre haces formados de doce columnas. Alumbran el crucero grandes y ricos ajimeces, y en el centro sobre los apuntados arcos torales y sus cuatro pechinas correspondientes elévase el cim- borio, abriendo por sus ocho lados doble serie de ventanas de medio punto con columnitas en sus jambas, y cerrándose arriba en forma de elegante estrella. Todo es allí gentil, peraltado, P A L E N (: ] A VILLAMURIEL. — Fachada de la Parroquia 340 PALÈNCIA piramidal ; y los mismos muros, negando paso al espíritu para rastrear de un lado y otro, parece le obligan á remontarse al cielo. Una legua de Palència lo mismo que Villamuriel, dista Ma- gaz situada más al oriente, villa de señorío también episcopal, registrando desde la falda de un alto cerro, que guarnecen res- tos de castillo, la vega fecundísima del Pisuerga. Dióla en 1122 la reina Urraca al venerable obispo Pedro de Agen, en agrade- cimiento del ardor con que había abrazado su causa reprimien- do y aniquilando á sus enemigos (i), y en 1138 confirmó la donación Alfonso VIL Eran éstas como avanzadas del dominio temporal que sobre la ciudad ejercía en parte el prelado ; y preparan al viajero, que vislumbra ya en el horizonte las torres de Palència, á encontrar en su aspecto como en su historia algo de aquellas viejas ciudades alemanas y flamencas, en que re- unidos en uno ambos poderes, se enlazaba el báculo con la espa- da y el alcázar se agrupaba con la catedral. (i) Son muy expresivos los términos de esta donación que existe en el archi- YO de la catedral de Palència: Quia ergamefidelitatem semfer servavit, diligentes me dilexit, odientes me odivit^ quosdam etiam adversarios honorem meum inquie^ tantes viriliter expugnavit... conculcavit et ad nihilum redegit. CAPITULO II Orígenes de Palència hastn su restauración por Sancho el Mayor á i \ás de dos mil años há que Palència ve deslizarse á ^-^-Asus piés las aguas del Carrión, en cuyo espejo más de una vez habría desconocido su transformado semblante. Sabe Dios cuántos llevaba ya de estar allí sentada, antes que creciera hasta el punto de llegar á ser la metrópoli de los vacceos y el asilo de los comarcanos para defender su independencia contra los procónsules de Roma: no es menester por esto buscarle por fundadores una diosa ó un rey imaginario, como han intentado pseudos eruditos en sus ficciones harto más absurdas y harto PALÈNCIA menos graciosas que las populares ( t ). Sin embargo, no puede menos de observarse que el nombre de Pallantia con que la designan los antiguos, tiene más de griego que de céltico ó in- dígena; y si estuviera más cercana al mar, se la tomaría por una de aquellas colonias helénicas que poblaron las costas del Mediterráneo. Pero aunque extranjera al parecer en el nombre, se acreditó bien de española en amar y mantener su libertad. Sin haber sonado en las querellas con que cartagineses y romanos ayuda- dos de los incautos naturales se disputaban el derecho de sub- yugarlos, aparece Palència por primera vez, al frente de la lucha provocada por las iniquidades de la república vencedora. Ban- dadas de pueblos corrieron á guarecerse dentro de sus muros después del infortunio de Cauca y de la honrosa capitulación de Intercacia; y la multitud de sus defensores junto con el esclare- cido renombre que ya gozaban de valerosos, arredró tanto á los enemigos que se aconsejó á Lúculo que desistiese de cercarla. Obstinóse en la empresa el avaro cónsul, menos ávido de gloria que de las riquezas que suponía allí guardadas; pero las salidas de los sitiados y las incesantes correrías de los de afuera, jine- tes tan osados como ligeros, privaron de víveres el campo sitia- dor, que hubo al fin de retirarse en escuadrón cerrado, acosán- dole por espacio de muchas leguas los palentinos hasta las már- genes del Duero (2). Sucedía esto el año 603 de la fundación de Roma; catorce (1) Tales son las etimologías traídas de Palas y de Palatuo, rey fabuloso, sin que tenga más fundamento la opinión que la supone fundada por Tubal ó Tarsis, á menos que no se comprendan bajo esta frase todas las poblaciones de origen inmemorial. (2) He aquí cómo refiere el hecho Apiano Alejandrino : Inde Pallantiain itum est, urbem vùduiis fama, clariorem, in quam etictm ^lurimi conjugerani. Qua de cau- sa fuere qui Lucullum admonerení ui inténtalo op-pido abscederet; sed homo avarus ab urbe, quam locupletem esse inaudiverat, non ante abstrahi potuit, quam crebris Pallantinorum equitum incursibus frumentari prohibitus, commeatus mopia labora- re cœpit. Tum demum quadrato agniine exércitum reduxit, urgentibus etiam á tergo Pallantmis, doñee ad Durium flumen perventum est. Hinc Pallantini noctu in sua regressi sunt, Lucullus vero in Turdetaniam hiematum concessit. PALÈNCIA 343 más adelante se repitió la prueba, de la cual debía reportar Pa- lencia mayor victoria. Acusada de haber favorecido con vitua- lias á los heróicos numantinos, bien que inocente de la menor violación de los tratados, vióse circuida otra vez por las legiones romanas al mando del cónsul Emilio Lépido, quien contra razón y justicia y hasta contra las órdenes terminantes del Senado, se empeñó en destruir la floreciente capital de los vacceos. Pro- longóse el asedio, y á pesar de los ardides de los sitiadores y de los mentidos triunfos que propalaban para someter el sa- queado país (i), halláronse á su vez sitiados dentro de sus trin- cheras y apretados de los rigores del hambre: ya no eran sólo los caballos sino los soldados los que perecían á centenares sin combate y sin heridas. Una noche hacia la última vela dase de repente la orden de levantar el campo ; apresuran la partida antes de que amanezca los tribunos y centuriones; quedan aban- donados los enfermos y heridos, no sin abrazarlos antes sus compañeros, rogándoles que no se descubran con sus lamentos. Era tan confusa y sin orden la retirada, que nada le faltaba apenas para ser huida, y al salir en su persecución los palenti- nos degeneró en carnicería, pereciendo más de seis mil hombres al filo de sus espadas. Sólo alguna deidad propicia á Roma pudo retraer á sus enemigos de completar el destrozo entrada ya la noche, cuando escuálidos y desfallecidos se tendían por el suelo los orgullosos legionarios, invocando la muerte á trueque de reposar (2). (1) Cuenta el mismo Apiano que hallándose Flaco cercado de enemigos en una de sus expediciones para traer bastimentos al campo, echó la voz de que Pa- lencia había sido ya tomada, prorrumpiendo los suyos en gritos de júbilo con los cuales los crédulos vacceos se dispersaron. (2) No describimos aquí con épicos rasgos un cuadro de fantasía, sino que traducimos casi á la letra la relación de Apiano, tan circunstanciada, tan bella, tan gloriosa á los palentinos y tan por cima extractada en nuestras historias, que no podemos menos de insertar entero este pasaje en su versión latina : Sed Pa- llantice obsidio diutius -protrahebatur^ et jam deficieniibus cibis fames Róznanos ajffli- gebat. Jamque jumenta omnia perierant^ atque ex ipsis etiam viris multi inopia mo- riebantur. Et imperatores quidem JEmilius et Brutus diu nihil non constanter pertulerunt, sed tandem matis cedere coacti, repente noctu circiter uttimam vigitiam 344 PALÈNCIA. Con tan alto ejemplo se reanimó el espíritu de la antigua España ; Numancia, no hallándose ya sola, se afirmó más en su gloriosa resistencia, y abriéronse á los belicosos arévacos las fértiles llanuras vacceas suministrándoles copiosas provisiones. Tres años después acercóse á Falencia el grande Escipión para castigarla de la noble complicidad que esta vez no rehusaba; pero no fué mucho más afortunado que sus antecesores. Sus hazañas se redujeron á salvar cuatro escuadrones de caballería del aprieto en que les había metido su tribuno Rutilio Rufo en el desigual territorio de Complanio, donde al amparo de los cerros los acribillaban los palentinos, y á esquivar con hábiles maniobras la batalla hasta sacarlos á la llanura. Con igual des- treza previno otra emboscada que se le tendía al paso de un río pantanoso y de difícil vado, tal vez el Pisuerga; y por camino más largo y menos expuesto, burlando con nocturnas marchas la fuerza del calor, y abriendo pozos cuyas aguas generalmente amargas no alcanzaban á apagar la sed, se juzgó feliz con haber salido de aquella ominosa tierra sin más pérdida que la de nu- merosos caballos. Ignoramos si á menor costa que la dé su libertad logró evi- tar Falencia la trágica suerte de Numancia; de todas maneras no pasó medio siglo sin que saludara su restauración bajo los auspicios de Quinto Sertorio, ó siquiera un simulacro de ella vestido con el traje romano. Adicta con entusiasmo al emanci- pador de España, sin arredrarse en sus últimos reveses por la rendición de otras ciudades, cerró las puertas á Fompeyo, y preparóse por tercera ó cuarta vez á sufrir las calamidades de un sitio. Tras de asaltos repetidos, hincarónse estacas en los discessum denunciant, tribunique militum ac f>rimij>ili discurrentes singulos ad discedendum ante lucem urgebant. Cum igitur omnia turbulenter gerebant, tum vero saucios et cegrotos deserebant, amplectentes et ne se ■proderent orantes. Eos ita con- fusis ordinibus abeuntes ac tantum non fugientes, insecuti Pallantini mfestantesque á mane usque ad vesper am multis detrimentis affecerunt. Tamdem ingruente node Romani fame laboreque confecti passim ut res ferebat in campis humum se projece- runt, et Pallantini, numine aliquo eos averíente, ad sua regressi sunt. muros para minarlos, y ya veía inminente la hora de su caída, cuando á la noticia de la aproximación de Sertorio levantaron precipitadamente el campo los enemigos, prendiendo antes fuego á las estacas para destruir lo que no habían podido tomar. 345 Las brechas abiertas por el incendio fácilmente las reparó á su vuelta Sertorio, acogido con gozosos vítores por los libertados; mas no así pudo llenarse el hueco que en breve dejó á los es- pañoles la violenta muerte del caudillo en quien cifraban su postrer esperanza. De los últimos en someterse fueron los vacceos con su metrópoli, después de haber vencido aún junto á Clunia á Cecilio Metelo en el año 700 de Roma ; y ni la misma servidumbre bastó de pronto á procurarles la paz, que turbaban á menudo con sus incursiones los belicosos cántabros hasta su completa reducción por Augusto. Aunque no mereció Falencia de sus dominadores ningún título ni distinción especial, conservó no obstante el rango debi- do á su importancia y á sus gloriosos recuerdos. Nómbrala To lomeo entre las ciudades vacceas (i), señálala por mansión el itinerario de Antonino en el camino de Astorga á Tarragona y á las Galias, Plinio la cita por una de las cuatro principales de aquella región, y Mela la designa juntamente con Numancia como las dos más esclarecidas de la provincia Tarraconense de las metidas tierra adentro, si bien confiesa que ya en su tiempo la superaba en esplendor Zaragoza. Que era vasto su recinto lo indican las poblaciones en masa de los contornos, que en él se encerraron con sus riquezas burlando la rapacidad de Lúculo; que era fuerte lo demuestran los repetidos cercos que siempre con éxito sostuvo, á pesar de que su situación no favoreciese mucho la defensa. Extendíase por una y otra orilla del Carrión, y no como ahora sobre la izquierda, según comprueban los ras- (i) Yerran notoriamente Estrabón y San Isidoro al situar á Falencia, el pri- mero en el país de los arévacos y el segundo en el de los celtíberos. Pertenecía la ciudad al convento jurídico de Clunia, y no era cabeza de prefectura como su- pone Pulgar. 44 346 PALÈNCIA tros de edificios que á gran distancia se han descubierto; de monumentos romanos ni aun memoria le queda, á excepción de alguna lápida sepulcral incrustada en sus actuales muros (i). Después de cuatro siglos de silencio, que lo fueron de paz seguramente, vuelve á aparecer su nombre en los últimos tiem- pos del Imperio para mezclarse con los trastornos é infortunios que acompañaron á su caída. Palentinos eran en opinión de mu- chos aquellos dos nobles hermanos mancebos, Dídimo y Veri- niano, que sosteniendo en la península la vacilante autoridad del emperador Honorio, con quien alguno les atribuye paren- tesco, cerraron durante tres años el paso de los Pirineos al in- truso Constantino, aclamado tumultuariamente'en la gran Bre- taña y en las Gallas, y confederado con hordas innumerables de vándalos y suevos codiciosas de botín y sedientas de matanza. No secundó la fortuna su lealtad, pues vencido ó abrumado por el número el corto ejército de sus servidores, fueron conducidos á presencia de Constante hijo del tirano, que había trocado el hábito de monje con la púrpura de césar, y por supuestas cul- pas degollados en Arles con sus jóvenes esposas, mientras que otros dos hermanos suyos, Teodosíolo y Lagodio, salvaban sus vidas refugiándose cuál á Italia y cuál al Oriente. Roto una vez el dique, se precipitaron los bárbaros auxiliares del usurpador dentro de España que por recompensa de su victoria se les abandonó, y no detuvieron su marcha asoladora hasta los cam- pos de Palència, donde sea por la fertilidad del país, sea en odio de la patria de aquellos héroes, cebaron su furia con mayor estrago (2). ( I ) Tal es la que se ve á la derecha de la puerta del Mercado, bien conservada y partida perpendicularmente en dos mitades, en una de las cuales se lee: D. M. —Pompejo Severo an. XXXXIpo. (posuit) Cornelia... Lo demás es ilegible, como la otra inscripción que hay al opuesto lado de la puerta; ambas llevan en su parte superior é inferior adornos rudos y sencillos. Méndez Silva refiere que en 1522 se halló en un edificio arruinado cierta pila de piedra de la época de Pompeyo el grande con doce mil monedas de metal. (2) Para ilustrar este punto tan importante como oscuro de nuestra historia, debe consultarse ante'todo la relación de Paulo Orosio, español y contemporáneo Palència ^^^7 Vinieron entonces sobre la península aquellos días pavoro- sos, de 408 á 410, en que segaban víctimas á porfía el hambre, la peste y la espada; en que las madres devoraban á sus pro- pios hijos; en que, acostumbradas al pasto de los cadáveres, las fieras penetraban en las devastadas poblaciones para lanzarse sobre los pálidos vivientes (i); mas en breve se espantaron de su obra los invasores, y antes por su provecho que por lástima de los vencidos les llamaron á reparar mediante tributo las talas de los campos y las ruinas de las ciudades. Repartidas entre sí por suerte las provincias, cupo á los alanos la Cartaginense dentro de cuyos límites caía Palència : si la recobraron más ade- lante los imperiales que con el auxilio de Walia los destrozaron, ó si pasó á los vándalos en quienes se refundieron los restos de del hecho, quien lo cuenta así: Missit vero (Constantinus tyrannus) in Hisfaniam jiidices, qiios cum firovmciœ obedienter accef>issent, duo fratres jiivenes vobiles ac locupleies, Dydimus el Verinianus., non assumpsere ne adversus tynxnnum quidem iyrannidem. sed imperaiorijusto adversus íyrannum et barbaros iuerisesepairiam- que suam moliíi sunt... lli vero plurimo tempore sérvalos lantum suos ex propriis prcediis colligentes ac vernaculis aloites sumpiibus , nec dissimulate proposito, absque cujusquam inquietudine, ad Pyrencti clausiratendebant. Adversus hos Cans- tantinus Constantem fîlium suum ¡proh dolor ! ex monacho Ccesarem ¡actum, cum barbaris quibusdam qui quondam in jœdus recepti atque in mililiam allecti Hono- riaci vocabantur, in llispa^iias missit. llinc apud Hispanias prima mati tabes: nam inierjectis illis fratribus qui tulari private prœsidio Pyrenœi alpes moliebantur, his barbaris quasi in pretium victoriœ primum prœdandi in Palaiinis campis licenlia dala, dehinc supradicli mentis claustrorumque ejus cura permissa est, remota rus- ticanorum fideli et ulili custodia. Todo el fundamento para referir á Palència este suceso estriba en la voz Palatinis, que en antiguas ediciones afirman se leía Pa- leníinis, bien que en ninguna hemos visto tal cosa; mas aun así, causa extrañeza, como ya observó Morales, que una ciudad tan apartada de los Pirineos tuviese confiada la custodia de ellos, y es absurdo que el saqueo de sus campos precedie- ra á la ocupación de aquel paso por los bárbaros del norte. San Isidoro escribe que Veriniano y Dídimo eran romanos y que duró tres años la resistencia. Que eran parientes de Honorio, que fueron muertos con sus esposas y que sus herma- nos huyeron, lo refiere Nicéforo, añadiendo que la batalla en que fueron vencidos por Constante se dió dentro de Lusitania, lo cual conviene mejor con la situación de Palència. Marco Antonio Sabéllico, escritor de la época del renacimiento á prin- eipios del xvi, que da por Palentinos á los dos caudillos llamándolos Dindimo y Severiano, dice que los bárbaros extendieron sus estragos desde el Pireneo hasta el Occéano y que después de asolar á Palència, tomaron á Astorga, atacaron inútil- mente á Toledo, y mediante una fuerte suma de dinero perdonaron á Lisboa. La narración del arzobispo D. Rodrigo adolece de bastantes anacronismos. (i) Palabras casi textuales de San Isidoro en su Historia de los vándalos. PALÈNCIA aquella gente, no tenemos datos bastantes para decidirlo. De estos conflictos violentos y de la funesta vecindad de los suevos establecidos en Galicia reportó continuos daños la ciudad, no tantos empero como de las bandas aventureras del visogodo Teodorico, que só color de servir á los romanos y de perseguir á sus enemigos, desolaron en la primavera de 457 toda la re- gión occidental. Palència, dice Idacio, pereció con catástrofe se- mejante á la de Astorga, y lo mismo que allá fueron saqueados los templos, y derribados los altares, é incendiadas las casas, y sometidos á esclavitud sin diferencia de sexo los que por más débiles perdonó la cuchilla. Florecía allí desde su origen el catolicismo, si bien no son conocidos los apóstoles que sembraron su germen en aquel suelo, ni los mártires que durante el rigor de las persecuciones lo regarían con su sangre. Sin lisonja puede remontarse á los primitivos tiempos la institución de su silla episcopal, que no debía carecer de pastor la dilatada y populosa región de los vacceos, ni en toda ella se levantaba otra población alguna adornada con semejante prerrogativa ó siquiera capaz de dis- putársela á Falencia. Pero desde fines del siglo iv cundía lozana por aquellos campos, procedente de Galicia, la cizaña de Pris- ciliano, persona en quien parecían haberse reunido toda clase de seducciones como los elementos de todas las herejías en su sistema, y cuyo suplicio ejecutado en Tréveris por sentencia imperial no había logrado sino trocar en culto la adhesión de sus sectarios. Supersticiones del paganismo mal extirpadas so- bre el hado de las estrellas y la lucha de los dos principios, libros apócrifos difundidos como apostólicos entre el vulgo, austeras apariencias de misticismo que encubrían á lo que se dice nefandos misterios de lubricidad, grande aparato de ciencia teológica y de letras humanas, atraían hacia la nueva doctrina á hombres y mujeres, á nobles y plebeyos, á legos y sacerdo- tes ; y muchos de los prelados, cuando no por secreta simpatía, por temor de. mayores daños contemporizaban con el error. Sin PALÈNCIA 349 la incansable solicitud del santo obispo de Astorga Toribio, extendida no sólo á las diócesis comarcanas sino á toda la pe- nínsula, y sin el concilio reunido en 447 por orden del pontífice San León, la España se hubiera admirado de hallarse de una vez priscilianista ; mas á pesar del remedio todavía en el siglo vi era amada y bendecida en Falencia la memoria del infeliz here- siarca. Incrépalo en 530 á los palentinos, felicitándoles al mismo tiempo de no imitar sus obras, Montano arzobispo de Toledo, á cuya metrópoli se habían agregado desde la nueva división de provincias desmembrándose de la de Tarragona; y con el mismo objeto escribe á otro To^-ibio de grande celo y no menor influencia, que antes de vestir el traje monástico parece haber desempeñado ilustres cargos en el país (i). Cuéntase que uno de los dos Toribios, se disputa si el obispo del siglo v ó el monje del siglo vi, hallando rebeldes á la voz de la verdad los corazones, subióse á una altura, y levantadas las manos al cielo para aterrarlos con el castigo, hizo salir de madre las aguas del río y dilatarse con general estrago sobre la ciudad prevari- cadora (2). Esta tradición, de escaso fundamento y no muy an- (1) Han pretendido algunos sin bastantes pruebas, que este segundo Toribio era también obispo : San Ildefonso le califica de monje, y Montano en la carta que le escribe elogia altamente su cristiana solicitud, que había manifestado cuando en el siglo florecía ocupado en los negocios del mundo, extirpando en Palència el error de la idolatría y la secta vergonzosa de los priscilianistas. En esta según- da carta se refiere Montano no sin oscuridad á alguna elección ó consagración de obispo hecha contra los cánones, pues dice haber concedido al inválidamente electo los municipios de Segovia, Britablo y Cauca durante su vida, no por dere- cho sino por contemplación á su dignidad. En la primera dirigida al clero palcn- tino reprende que simples presbíteros se atrevieran á consagrar el crisma y que fuesen llamados para la consagración de las basílicas obispos de fuera de la me- trópoli, indicando que la sede de Palència estaba á la sazón vacante por aquellas palabras que arguyen la antigüedad de la misma : doñee consueius vobis á Domino ■prce-pctrahir antistes. (2) Este castigo, poco conforme con el espíritu del evangelio y con los medios de que se valió la Providencia para su propagación, no consta según confiesa Pulgar en el antiguo breviario de Palència, y hasta en las lecciones modernas del santo no se menciona sino en términos muy lacónicos, sin tantas circunstancias supuestas y disputadas sobre la época, extensión y resultados de la castástrofe, de la cual no temen derivar algunos la ruina de Palència hasta los tiempos de Sancho el Mayor, olvidándose de que bajo los reyes godos siguió floreciendo su 350 PALÈNCIA tigua data, pudo nacer del confuso recuerdo de alguna avenida extraordinaria, que enlazándose con el de las turbaciones reli- giosas, se grabara hondamente en la imaginación del pueblo como un formidable ejemplo de la cólera divina. La oscuridad pesa sobre los prelados de aquella afligida iglesia (i), hasta que durante la monarquía goda aparecen dis- tintamente con sus nombres en los concilios de Toledo. En el tercero, año 589, abjuró Maurila el arrianismo juntamente con el rey Recaredo y sus magnates y con otros obispos impuestos por Leovigildo ; en los de 610, 633, 636 y 638 asistió el grave y elocuente Conancio, como le titula Sán Ildefonso, autor de muchas nuevas melodías musicales y de un libro de oraciones sobre los salmos, quien por más de treinta años ocupó digna- mente su silla y mereció tener por discípulo en la doctrina espi- ritual á San Fructuoso, obispo de Braga. Al octavo concilio acudió Ascarico en 653; al undécimo, duodécimo, décimotercio y décimoquinto Concordio de 675 á 688; al décimosexto en 693 Baroaldo, á quien acaso tocó ver la ruina de su diócesis asolada por los conquistadores sarracenos. Grande fué á la sazón el exterminio de la ciudad, ora la destruyeran en su primer ímpetu los infieles, ora acabase de arrasarla Alfonso I al reducir á yermo los Campos Góticos, viéndose incapaz de conservarla á tanta distancia de sus fron- silla episcopal. No es menester semejante historia para explicar la solemne pro- cesión y el antiguo voto con que la iglesia palentina aclama á Santo Toribio por patrón y restaurador de su fe. (i) Algunos como Pulgar y Flórez han tenido por obispo de Palència á San Pastor, de quien dicen los martirologios fué esclarecido en Orleans, y Cenadlo añade que compuso un pequeño tratado á manera de símbolo contra los priscilia- nistas. El título que se le da de obispo palatino lo interpretan por palentino, auto- rizados con el ejemplo de algunos códices de los concilios toledanos, explicando su residencia en Francia por los trastornos y persecuciones de los tiempos, y hasta sospechando si sería uno de los dos prelados que en 45 7 Teodorico se llevó de Astorga prisioneros. En igual interpretación se fundan de acuerdo con los eru- ditos Marca y Baluze, para referir á la misma sede el episcopado de Pedro, que en el concilio de Agda de >506, firma episcopus de Palaiio, y que se hallaríá tal vez en la Galla Narbonense siguiendo la corte del rey Alarico. PALÈNCIA teras. Sólo una vez figura en los anales arábigos el nombre de Balancia (i), citada en la división de provincias que precedió á la fundación del imperio de los Omíadas en Córdoba, é incluida, como Osma, Cauca y Clunia, en la segunda que era la de To- ledo ó antigua Cartaginense. Si algún obispo, según se afirma con dudosos datos, llevó el título de aquella sede durante su calamitosa servidumbre, debió ser meramente auxiliar, á fin de conservar en la pequeña corte de Asturias con otras dignida- des de la misma especie, un recuerdo á la vez que una esperan- za (2). ¿Por qué no la restauró Alfonso III, el que levantó de sus ruinas aun más allá deí Duero tantas poblaciones desiertas, el colonizador de los Campos Góticos, el repoblador de Zamo- ra. Dueñas y Simancas? ¿Por qué permaneció aletargada y casi muerta todo el siglo x, sin reanimarse con las victorias de Or- doño II y de Ramiro 11, y sin temblar de espanto ante la cimi- tarra de Almanzor? Expliqúese como se quiera, su largo aban- dono es cierto, y sin duda se daba ya por perpetuo, cuando en el reinado de Alfonso V los obispos confinantes, de Burgos y de León, dividieron entre sí por suertes el territorio palen- tino (3). Una leyenda muy semejante á la de San Juan de la Peña y á la de San Antolín de Bedón (4) acompaña á la restauración de Palència, ó al menos á la del templo por el cual empezó; pero no son esta vez tradiciones locales ú oscuras crónicas de (1) Así la nombraban los árabes, cambiando como suden la P en B. (2) En el concilio, de controvertida autenticidad, reunido en Oviedo año de 8 i i para someter á esta silla las nuevamente creadas y por crear, entre las cuales se menciona la de que tratamos, suscribe con otros nueve obispos Abundancio de Palència. Sandoval y Argaiz citan varias escrituras del 937 31950 firmadas por Juliano, obispo también palentino. Á esto se opone la aserción de Fernando 1 en su privilegio, de que Palència careció por más de trescientos años de régimen episcopal. (3) Son palabras del referido privilegio : vicini e-piscofi diviserunt sibi Pallen- tinum episcopatum per sorlem. Recuérdese lo que dijimos de San Isidoro de Due- ñas, situado según la escritura de fundación, in suburbio l.egionensi^ en la juris- dicción de León. (4) Véase el tomo de Aragón^ i.""* parte, cap. Vil, y el de Asliirias^ i." parte, cap. XII. PALÈNCIA monasterios, sino la general de España y el arzobispo D. Ro- drigo, quienes ya en el siglo xiii la consignan. Cazaba por entre las malezas que habían crecido sobre los escombros de la ciu- dad, ya poco menos que ignorada, el poderoso rey de Navarra y conde de Castilla, Sancho el Mayor; y acosando á un jabalí, penetró tras él en una cueva, que tal parecía por lo desmoro- nada una subterránea capilla dedicada antiguamente al mártir San Antolín, Levantó el venablo para atravesar á la fiera que se había acurrucado junto al altar, pero su brazo quedó instan- táneamente yerto, como si quisiera volver el santo por el que- brantado derecho de asilo y vengar la profanación de su san- tuario. Postróse el monarca arrepentido, y obtenido otra vez el movimiento de aquel que lo había paralizado, hizo levantar sobre la cripta una iglesia y al rededor de ella reedificar la ciudad, dotando aquella de cuantiosos bienes y ésta de insignes privilegios. La verdad es que de semejante aventura, más poética que cierta, nada dice el mismo rey D. Sancho, al restablecer con solemne documento la catedral en 21 de Diciembre de 1035. En él expresa que una de las principales ansias que al darle el cetro le puso Dios en el corazón fué el remediar la desolación de las antiguas iglesias destruidas por los bárbaros, y que in- quiriendo en los sagrados cánones cuáles eran las que caían dentro de sus nuevos dominios, es decir en tierras de Castilla, halló que la segunda después de la metropolitana Toledo había sido Palència. Añade que había confiado su restauración al obispo Ponce, que lo era de Oviedo, con cuya ciencia y solici- tud contaba para ilustrar los entendimientos y domar á la vez los fieros corazones, pues la invasión de los infieles, dice, no había abierto menor brecha en las costumbres que en las mura- lias, ni yermado menos las almas de virtudes que de fecundidad las campiñas. Designa á Bernardo por primer prelado de la nueva diócesis, á la cual señala por términos al poniente el curso del río Cea hasta su desagüe en el Duero, y al levante PALÈNCIA desde el nacimiento del Pisuerga hasta Peñafiel, terminando al mediodía en Portillo y Siete Iglesias. Concédele el señorío de la ciudad con sus llanos, montes, ríos, campos y solares, y el de varios castillos, villas y abadías que en seguida nombra los (i), diezmos ó escusados reales, y la libre extracción de made- ras y de cualesquiera materiales para edificar en todos sus esta- dos. Á los pobladores otorga franquicia de pechos y tributos, salvaguardia contra cualquier violencia, y exención de toda autoridad que no sea la episcopal (2). Tal es la augusta carta que con él firmaron la reina su esposa y sus cuatro hijos, tres obispos, tres condes y tres condesas, y que ateniéndonos á la citada fecha, debió ser uno de los postreros actos de su vida (3). Otro monarca al propio tiempo se ocupaba en restaurar á Palència y su ilustre silla, á instancias del mismo obispo Ponce que fué el alma de esta empresa. Veremundo III de León, sea en hostil competencia, sea de común acuerdo con el de Navarra, en 17 de Febrero de aquel año somete á la nueva iglesia la ciu- (1) Santa María de Husillos con sus villas y sus decanías ó términos Santiago, San antiguos, Vicente, Santa Cruz, Santa María de Villa Abarca, Villa Jovenales, Padilla, Pozos, Villa Gudiel, Villamomina, Villalegrc, Buardo, todas Camporcdondo Alba, y con sus términos. (2) De aquí la siguiente cláusula que manda se paguen al obispo las siciones compo- pecuniarias por delitos : autevi si j>ro ■peccalis de hominibus illiiis contigerii^ illi episcopo tolum pedum persolvi precipimus, síaluimus el firma- mus ; si auiem aliquis monachus occisus est aui mactaius in tola ierra qui suus ex tolo non fuerit, medietas illius pecii episcopo et altera medietas solvatur principi terreno propter sacrilegium. (3) Trae el documento Pulgar en su Historia de Patencia, enmendando la era 1075 en 1073 (año 103s de C.) en el cual coincidieron la indicción tercera señala que el privilegio, y el fallecimiento del mismo rey 1). Sancho según su epitafio en San Isidoro de León. Y aun en vista de que en aquella fecha sólo faltaban diez días para concluir el año, ó bien ha de corregii'se como propone Moret el XHI ¡cal. ianuarii por februarii adelantándola once meses, opinión que seguimos en el capí- tillo Vil del tomo de Asturias, ó ha de suponerse que el rey murió dentro de los tres meses primeros de 1036, siguiendo el cómputo de la Encarnación que pro- longaba el año hasta el 25 de Marzo, si bien Mariana escribe no sabemos, con qué datos, que falleció en 18 de Octubre. Entre los hijos del monarca susci'ibe en se- gundo lugar Ramiro, que reinó más tarde en Aragón, lo cual nos afirma en que no era bastardo como ya observamos en la introducción de aquel tomo, respetando la autoridad de D. Modesto Lafuente que en este punto nos combate. 45 354 PALÈNCIA dad y su comarca y las de Avia, Ferrera, Castrojeriz, Villadie- go, Amaya, Astudillo y otras que cita, hasta los términos de Santillana (i), ¿Indica tal vez esta doble fundación el respectivo derecho que sobre aquel territorio pretendían los dos sobera- nos? ¿Fué por parte del leonés una protesta contra las violentas usurpaciones del navarro, que abusando de su prepotencia había conquistado el país que media entre el Pisuerga y el Cea, y aun ocupado temporalmente la capital de León? ¿Ó manifiesta por ventura su enérgica decisión de recobrar lo perdido, apenas cerró los ojos su fuerte competidor, suponiendo datada del 21 de Enero la escritura de éste y ocurrida su muerte en el breve plazo que corrió entre ambas fechas (2) ? ¿ Es que todo lo expli- ca la prudente mediación del obispo de Oviedo, que bien que subdito natural de Veremundo, volaba como mensajero de paz de uno en otro campamento interesando á los dos reyes enemi- gos en su obra santamente neutral, para que, cualquiera fuese el éxito de la contienda, quedase su realización asegurada? Con- jeturas son éstas á que abre campo la reserva verdaderamente diplomática de entrambos documentos, y que sólo pudiera re- solver la averiguación de su genuina data. Doloroso es decirlo, pero tal vez esta resurrección de Pa lencia, precedida de prodigios y con tan nobles designios apa- rentemente motivada, inspirósela el rey D. Sancho más que la piedad, la ambición y la mira de afianzar por medio de una co Ionización inteligente sus injustas conquistas; tal vez la animosa revindicación de Veremundo sobre las ruinas de la margen del (1) Muchos de estos lugares jamás han pertenecido á la diócesis de Palència sino á la de Burgos, prueba de que no tuvo efecto la demarcación de Veremundo. Ofrece éste su donación á Jesucristo y á la Virgen y á San Antonino mártir, cxijiis basilica fúndala est in suburbio Legionensi (palabras que ya llevamos explicadas) in villa vocitaía Palentia in territorio Monteson fn-ope alvo Carrion. (2) De este dictamen son Moret y Risco, y no deja de comprobarlo la circuns- tanda de mencionarse en la escritura de Sancho, el reinado de Veremundo en Ga- licia, al paso que en la de Veremundo no se habla ya del primero, y la de hallar suscritos al pié de ésta los mismos condes que firmaron aquella, conjeturando que fallecido el conquistador volverían al servicio de su legítimo rey. PALÈNCIA Carrión encendió aquella cruda guerra en que perdió el reino y la vida á manos de su cuñado. Extinguióse con su dinastía la memoria de sus desvelos en favor de la renaciente iglesia y ciudad, que bajo el cetro de Fernando I de Castilla no recono- cieron por restaurador y patrono más que á Sancho el Mayor su difunto padre. Apasionados encomios tributa á éste la histo- ria de dicho restablecimiento, escrita reinando su hijo, en 1045, comparando su actividad y celo con la desidiosa molicie de otros príncipes más vecinos, en lugar de los cuales, dice, le llamó Dios de las regiones de oriente; y no inferiores los prodiga á Ponce, que oriundo de Francia y sentado por Alfonso V en la silla episcopal de Oviedo, había pasado de la corte de León á la de Castilla, y cabalgaba asiduamente al lado del rey Sancho en sus expediciones. Á él atribuye la gloriosa iniciativa del pro- yecto y la incansable perseverancia en llevarlo á cima, hasta que considerando como adulterio el desposarse á la vez con dos iglesias, á propuesta suya fué elegido por primer obispo de la palentina Bernardo, también venido del país oriental, de Fran- cia ó de Navarra, y no menos solícito que Ponce en promover el divino culto (i). ( i) Este documento precioso, más bien crónica que privilegio, que copia Pul- gar con muchísimas erratas de un códice del marqués de Montpalegre, diciendo que en su tiempo no aparecía en el archivo de la catedral, lo hemos visto original allí número ilegajo iarmario iconservando las antiguas señas de coloca- ción que indica Moret. En la fecha, era MLXXXIII, no cabe dificultad alguna. Su prosa rimada, su estilo sumamente conceptuoso, añaden cierto interés literario á su importancia histórica. He aquí cómo describe la destrucción de la iglesia de Palència, de la cual no se sabía entonces más que ahora : Posi eruptionem Agave- uorum spaU'o CCCXX annorun in viduiiaie subjacuit regimine episcoporuni. Non inveniebaiur iillus compairioia qui effici cupisset vir ipsius. Jacebai seniuosa et inculta et á fundamento desiructa quce anteJuerat subarrata multis viris^ de qui- bus sunt hic nomina quinqué^ Murila^ Conantius, Concordius, Barbatlus et Ascari- gus... Numerus et aliorum nomina non sunt nostris voluminibus imposita. Quid opus est verbis? eral dispersa et in captivitatem conversa: ideo non restaurabatur á pro- pinquis^ quia fatuitas et cupiditas eral in illis, et inmorabantur in volutabro ftagi- tiorum, nec inquirebant reliquias sanctorum aut relictas sedes episcoporum, sed eral gloria ittis in equis el in seltis depictis; epicurizabant in omnibus mundanis deliciis. (¿Aludirá esta terrible censura á Veremundo?) Ul vidit Dominus itíos ita recusos el ab omnibus bonis seclusos^ missit nuntios ex aliis finibus ut reduceret jilos tn djvt- nis virgiiiis. Quare elegit omnipotens Deus regem Sanctium ab Eois partibus, qui 356 PALÈNCIA Pequeño de estatura, perspicaz y diligente, rodeado siempre de canteros y envuelto en el polvo de la fábrica de su iglesia, representa á Bernardo la relación contemporánea; y entre las obras del material edificio y los esplendores de la Jerusalén ce- rex magnissimus et in omnibus sagacissimus, orívs ex regalibus ■prosapiis, nutri- tus in Pampilonensis pariibus, quih aíier non fuit melior bello aul clemenlior illo. El conslajis eral el ¡enis el limoraius in divinis rebus, ideo juste vocari poluit rex Hispanorum regum: sua ferodíale ac perilia adquisivil hanc terrain usque ad Gal li- dam. Poslquam fuit in suo jure cepil peragrare earn el regere regali more, namque fuil pulcher aique alacris, hilaris el dapsilis, largus in auleis daptbus; ideo prope- rabanl ad eum ex mullis parlibus clerid alque laid. De quibus tinus fuil presul Pontius, slrenuus alque prudens opere, predicator continuus more Pauli aposloli, assiduus indesinenler dogmata Dei insinuabal omnibus prtidenler, nec meluebal mortem, nec renuebal vivenlis sorlem... Presul fuil Ovetensis eleclus nobili regí Adefonso Legionensi, quo nemo rex Juslior fuil, qui Lupum ad vindiclam lulil el lormenlum jurcce subiil. (Rcfcriráse sin duda, á alguno de los muchos actos de justicia que contra los nobles rebeldes ejerció Alfonso V, al suplicio de algún Lo- pe.) Rex in justicia eral reclus; presul clero el eo eleclus, in vaticinio subieral per- feclus: ideo ulroque regi videbaüir Deo sanclisque suis subjeclus. Ex patria Jelix presul iuil Francorum, ubi appulsa est sagacilas Romanorum el predicalio princi- pis aposlolorum; ideo non defaligabalur in casligalione chrislianorum, el eo nulu Dei perculsus, hue est appulsus, el ad agnilionem Dei reduxil mullos. Poslquam ce- pit conservar i in aula nobilissimi regis Sanclii causa reslaurandi animas, el equi- tare sedule in eomilalu ejus agilis, ul aspexil eversionem Patentice, leligil cor illius ictus Dei providenlia'. {Después de rcíerir las conícrencias que acerca de su res- tauración mediaron entre el rey y el obispo, sin hacer mención tampoco del pro- digio del jabalí, continúa:) In parvo tempore cepil labor crescere. Poslquam est re- edifícala cripta, arbilratus est episcopus sacrificare in ipsa: inquil, faciamus ei bina aliaria ul offeranlur in eis sacra libamina. Penique invitavil venuslum regem alque reginam cuín eorum possessione nimia el omnes optimates ac presules vicinales ul fedssenl dedicalionern secundum canonicalem jiissionem... Falur ila peritissimus episcopus regi serenissimo: ecce quœ olim fuerat sponsa viduala ad nuplialem llia- lamum est reornala. Nunc eligamus sibi virum fldelem qui facial eimonilia ex œre... quoniam non licel mihi habérc ditas uxores ne deludanl me jornicaliones; non po- test homo serviré duobus dominis, ila non potest duabus uxoribus... Tune elegerunl calidum Dernardum in amore ecclesiasiico, qui si non operalur in ornamentis lali sponsce, dicil se manere in morte el non degere vilam in divina sorte; concambial aurum el argenlum pro lapidibus el cemento, non diligens nisipelrarum incisores, quoniam jam conlemplalur celestes Sculptores qui edificant sibi pompalam mansio- nem. llic isli desudanl in umbra, illi sine moíu componunl formam; isla est lapidea, illa est astrífera; hcec caducalis, illa perpetualis; in isla cantant homines, in illa resonant angeli. Quid dicaml œre sludiose mercalur Rernardus presul el illi qui sibi auxilium prebueril. líic dant pelras aspras,illic accipiunl lapides calcedonicas el smaragdicas; hic pavimenlum de argillis Iribuunt; illic stratum de auro el gem- mis accipiunl; hic danl arenas, illic capéssunl margaritas veras. Ul mihi videlur presul Bernardus cum suis mercaloribus circumvenil Dominum in suis mercemo- niis... Quid possumus dicere de sua callidilale? quamvis sislel in slalura parvilalis, qui cum Domino mercalor el cenlupliciler lucralur nihil forel'exposi; sed nemo nos- PALÈNCIA 357 lestiàl á cuya semejanza se erigía, entre los trabajos, dispendios y sudores prodigados en este suelo y la recompensa inmortal que prometían, establece un ingenioso paralelo en elogio del primer prelado. Aunque construida de piedra, y no de tapia y madera como otras de su tiempo (i), la catedral levantada tan de improviso sobre la cripta, no debió exceder en magnificencia á lo que la rudeza del siglo permitía, puesto que antes de tres centurias hubo de ser reedificada. Su principal tesoro fueron las reliquias del mártir Antonino, cuya advocación tomó después de las del Salvador y de la Virgen ; y si este santo entre los varios de su nombre es el venerado antiguamente en Aquitania, sin duda las trajo de allá el rey Sancho que dominaba parte de ella, ó Ponce ó Bernardo nacidos allende los Pirineos, de donde tal vez tomó origen la leyenda y se dilató por toda la comarca la devoción á San Antolín (2). trum sapíeniior et fterspicaU'or illo, qtiia quod dal Deo nihilo indiget ex eo. Sigue luego un elogio del rey Fernando I, á la sazón reinante, qiii paírissai in bonilate ianíipatris, etiam excetlit itlnm in copia dignitatis. Ule honesiissimtis rexJiiit, isle tilín imperio siibit\ Ule fuit pulchra facie, isle egregia et agiti", Ule fuit dapsilis et largus,iste prodigas amplius". Ule adquisivit regmtm usque ad Galliciam, hic jam imperando transivit illqm. Si ipse bellando Juit similis leoni, iste devastando similis tigridi fortiori. Quid opus est taudis, cum omnibus propinquis fortuna sit major? Tria^ sunt in toto mundo Cliristianorum imperia, ex quibus unum est in patria Ibe- ria", de quo adolescens Fredenandus sagacitate propria est semper coronandus. Y después de insertar una donación del mismo rey, concluye con dos incorrectos exámetros; Rex valeat noster providus per sécula secli Qui nomine et fama multa quoque sécula tangit. En letra muy menuda se lee abajo: Adliuc alia restant, ideo sil membranea hue usque discoperta. ( i) Lapidum honestissima domus, dice el citado privilegio de Fernando I. (2) Es singular que en la escritura del rey Sancho no se mencione la dedica- ción del templo á San Antolín, y sí en la de Veremundo y en la relación de 1045. Según la opinión más común, el santo venerado en Falencia, y bajo cuya advoca- ción hemos visto erigidos monasterios en Asturias é iglesias en Tordesillas y Me- dina del Campo, es el mismo cuya cabeza se custodiaba en el pueblo de su nombre junto á Cahors, y que resplandeció con muchos milagros cuando Sancho el Mayor estuvo en Aquitania á visitar la cabeza del Bautista, como refiere el cronicón del monje Ademaro, citado por Pulgar. Las actas de este santo, que le hacen sobrino del rey de Tolosa Teodorico, cenobita en Salerno, predicador de idólatras y már- 358 PATENCIA Dueño pacífico de los reinos de León y de Castilla, é invo- cando los recuerdos de su padre y los de su suegro Alfonso V, ya que no los de su infeliz cuñado, Fernando I completó la obra que ambas coronas habían á la vez promovido. En 26 de Di- ciembre de 1059, al confirmar las primitivas concesiones al obispo Miro sucesor de Bernardo, somete de un modo más ex- plícito al dominio del prelado y de su cabildo la ciudad entera, cualquiera llegare á ser su acrecentamiento, y á todos sus po- bladores sin diferencia de ley, condición ú oficio, y sin que este señorío pueda ser jamás enagenado. Las quejas suscitadas por los obispos de León y de Burgos sobre la diminución de sus diócesis, se acallaron con una nueva y más determinada circuns- cripción de la de Falencia. Á las reliquias de San Antolín añadió, para honrar la nueva basílica, los cuerpos de los santos Vicente, Sabina y Cristeta que yacían en Ávila olvidados ; y aunque lué- go mudó de propósito transfiriéndolos á Arlanza y á León, más adelante arrepentido de ésta veleidad como de un pecado, ofre- ció en reparación á la iglesia palentina y á su obispo Bernardo, segundo de este nombre, en 19 de Mayo de 1065, el monaste- rio de San Cipriano de Pedraza, además del brazo de San Vi- cente que había retenido. Todo indica, en suma, que la ciudad se edificó para la catedral y no la catedral para la ciudad, que eclesiásticas fueron sus primeras glorias y prerrogativas, eclesiás- ticas sus leyes, eclesiástico su gobierno, hasta que adulta ya y vigorosa pensó en emanciparse, reputando servidumbre la tute- la bajo la cual había crecido. tir en Pamiers por orden de no sé qué rey Galacio, sucesor de Teodorico, están llenas de incongruencias y anacronismos, que demuestran haberse formado de tradiciones de distintas épocas y lugares. Algunos, empero, se han esforzado en probar bajo la fe de los fingidos cronicones, que el patrono de Falencia era otro San Antonino, español martirizado allí mismo, con el cual forman competencia otro que padeció en Apamia ciudad de Siria y un soldado de la legión Tebea, que llevaron el mismo nombre. CAPITULO III Palència durante los siglos medios *"^^^ECONSTRUÍASE Palcncia sobre las dos márgenes que en su primer período había ya ocupado; y por la derecha, cu- bierta hoy solamente de verdes sotos y lozanas huertas, dilatà- banse crecidos barrios al rededor de sus nacientes parroquias. San Julián, San Martín, San Esteban, Santo Tomé, Santa Ana, Santa María, todas se erigieron en el siglo xi ó en el inmediato, y todas desaparecieron del xvi al xvii después de trocadas en ermitas por deserción de sus feligreses, sin dejar de su existen- cia otra señal que una cruz de piedra (i), á excepción de Santa (i) Para esta breve reseña topográfica nos hemos valido de las indicaciones PALÈNCIA Ana, que subsistió hasta nuestros días en su antigua forma al extremo del puente, y de Santa María única parroquia conser- vada alle^ide el río para los labradores y hortelanos del con- torno, cuya fábrica renovada humildemente asoma entre los árboles solitaria. Dos puentes, llamado el uno Mayor y el otro las Puentecillas, enlazaban esta parte occidental con la de orien- te, adonde más adelante debía transferirse la población entera, que entonces no pasaba de la calle de Barrio nuevo, corriendo por la del Cuervo la cerca, y abriéndose la puerta de Burgos enfrente de lo que es ahora la Compañía. Viñas eran todavía los alrededores de San Lázaro, donde algunos suponen tuvo su casa el Cid convirtiéndola en hospital; Santa Marina no fué incluida dentro de los muros hasta el siglo xvi; y toda la vasta extensión de la Puebla al éste de la calle Mayor se cultivaba á la sazón bajo el señorío del cabildo, sin más edificio que una iglesia de San Pedro aislada en medio de los campos. Dentro de la ciudad sobre la orilla izquierda no existían entonces más parroquias que la catedral y San Miguel situada más abajo junto al río. Tal es lo que se desprende de la donación que á sus canónigos hizo en 30 de Mayo de 1084 obispo Bernardo el segundo, y que confirmó Raimundo su sucesor en 5 de Diciem- bre de iioo en presencia del legado pontjficio Ricardo, de los arzobispos de Toledo y Arles, y de otros prelados y abades allí reunidos en concilio provincial (i). Las crónicas señalan á Palència por teatro de la dramática que trae Pulgar, tomo ÍI, p. i 18 de su historia, y de la que dejó manuscrita en los primeros años del siglo xvii el canónigo magistral D. Asensio García. (i) La primera donación hecha por el obispo Bernardo á la mesa capitular, consiste en dos partes del diezmo de Falencia, en las pesqueras de la mitad de la villa con sus molinos, en medio huerto del palacio con otro huerto de Sancho Az- nárez, en la mitad del portazgo del mercado, en la iglesia de San Pedro de la Pue- h\di (de poptilaiione) con su monasterio^ Qn las viñas de San Líizaro, juntamente con otros derechos que poseía en Monzón, Grijota, Fromista, Carrión y otros pue- blos. À esto añade la segunda donación del obispo Raimundo la iglesia de San Mi- guel con todas sus pertenencias. No se expresa el objeto de la convocación de este concilio del año i roo, ni se explica la asistencia del arzobispo de Arles á una asamblea tan distante de su iglesia. PALÈNCIA 361 querella, en que Jimena, la hija del conde Gómez, empezando por pedir justicia al monarca contra el bizarro Ruy Díaz, ma- tador de su padre, acabó por entregar la mano al mismo á quien ya de antes había entregado el corazón. Querida hubo de hacer la ciudad al Cid campeador este dichoso enlace, que á tantos poetas y tan bellamente ha inspirado desde el anónimo cantor del romancero hasta el gran Corneille; pero de su resi- dencia en ella no aparecen más indicios en el curso de su épica historia. Tampoco el conquistador de Toledo Alfonso VI dejó en Palència otras huellas de su reinado, que las mercedes que otorgó en 1090 y 1095 al obispo Raimundo llamándole su maestro y confirmándole las de su abuelo y de su padre. En la escala de multas ó caloñas proporcional á la gravedad de los delitos y á la dignidad del injuriado, equipara los agravios que á aquel se hicieren á los irrogados á su real persona, y los inferidos al cabildo cual si lo fueran á infanzones, pues los miembros de él, á pesar de sus vastas posesiones ó tal vez por causa de las mismas, eran objeto de continuas molestias y vejá- menes en sus bienes ó vasallos por parte de los pueblos circun- vecinos. Imitó el ejemplo del soberano su yerno el conde Rai- mundo de Borgoña, sometiendo las villas de Arévalo y Olmedo á la iglesia de San Antolín, cuya devoción de día en día se acrecentaba. Refiérese que hallándose de paso en la ciudad el primer obispo de Osma el venerable Pedro, hacia el año 1110, mientras velaba en la capilla subterránea del santo, se extinguió la lámpara de repente, y habiendo pedido al Señor que volviera á encenderse por sí misma si eran auténticas las reliquias que alumbraba, fué atendido su ruego, y quedó sancionada con el portento la autoridad de la tradición. Recibió el postrer suspiro del virtuoso prelado otro Pedro que acababa de suceder á Raimundo en la silla de Palència, natural de Agen en Francia y uno de los insignes varones que trajo de allá con el de Osma el arzobispo de Toledo D. Ber- nardo para semillero de obispos. Distinguióse entre todos el de 46 PALÈNCIA Palència por su adhesión á la oprimida reina Urraca, y llamado con engaño á presencia de Alfonso de Aragón, fué sumido por éste en dura cárcel para privarla de sus consejos. Después de la batalla de Viadangos, cayó la ciudad con las otras principales de Castilla en poder del aragonés, cuyas banderas siguieron muchos de sus habitantes; pero confederados en Sahagún con los de León, Burgos, Carrión y Nájera para entablar avenencia entre los dos consortes, y viendo al monarca faltar á sus empe- ños, declaráronse al cabo por su desvalida señora. Falencia fué el punto para donde citó á concilio el arzobispo de Toledo don Bernardo á los prelados, abades y ricos hombres del reino, á fin de remediar los males gravísimos que afligían á la vez á la Iglesia y al Estado; en 25 de Octubre de 1113 abrióse la asam blea poco concurrida por el trastorno de los tiempos, y su voz se perdió de pronto entre el estrépito de los combates y la con- fusión de la anarquía. Hasta más tarde, al declinar rápidamente la fortuna de Aragón, no recobró su libertad el animoso obispo Pedro, á quien amó siempre Urraca como á su más leal y cons tante servidor, que había tenido comunes con ella los amigos y los adversarios, logrando alguna vez pisotear á estos últimos (i); y su firmeza se vió abundantemente recompensada no sólo por la reina sino por Alfonso VII su hijo, de cuya pujanza logró ser testigo todavía. En circunstancias más propicias para extirpar los desórde- nes y borrar las huellas de los pasados disturbios, congregóse en Falencia otro concilio durante la cuaresma de 1129, diez años antes de concluir aquel largo y glorioso episcopado. Acu- dieron á él numerosos obispos de Castilla y de Galicia con Rai- mundo arzobispo de Toledo y el famoso Diego Gelmírez de Santiago, á quien se tributaron casi regios honores y filiales obsequios por parte del joven monarca, que asistía á la solem- (i) Véanse atrás en la pág. 340 los términos en que se expresa la reina al ha- cer donación del lugar de Magaz al prelado. PALÈNCIA nidad con su esposa Bereng-uela de Barcelona. Condenando y previniendo las usurpaciones de los poderosos no sólo en los bienes sino aun en el régimen de las iglesias, mandóse que no se dieran éstas á seglares só cualquier color, ni las poseyeran por derecho hereditario, ni ejerciesen poder en ellas, ni perci- biesen sus tercias ú otras prestaciones, ni las recibiesen de su mano los clérigos, sino que todo ello quedara á disposición de los obispos y de sus vicarios. La obligación de sincera y fiel obe- diencia al soberano recordada con anatema, los deberes del soberano con sus pueblos á los cuales sin legal juicio no podía despojar, la separación de los adúlteros é incestuosos, el casti- go de los monederos falsos condenados á perder los ojos, la prohibición de dar asilo á los traidores, ladrones y perjuros, la restitución de lo robado á catedrales y monasterios, la censura contra los exactores de portazgos indebidos, contra los rapto- res de bueyes, contra los despojadores de sacerdotes, mujeres, mercaderes y peregrinos, á quienes amenazaba con pena de reclusión ó destierro, todos estos cánones indican hasta qué punto se había entronizado la violencia relajando los vínculos sociales. Y como la licencia de costumbres nada había respetado, á los clérigos se les ordenó despedir sus concubinas declaradas y abstenerse del ejercicio de las armas, á los monjes errantes volver á sus monasterios, á los obispos no retenerlos sin licen- cia de los abades y reducir á concordia los disidentes. La espa- da misma de la excomunión había enmohecido, y para restituirle su temple se vedó acoger á los excomulgados, y admitirlos de una diócesis en otra, y aceptar los diezmos y donativos que ofrecieran como por sacrilego soborno. Harto recientes llevaba Falencia las cicatrices de aquella época calamitosa para consentir que de nuevo las abriese la guerra intestina; y así, cuando vuelto de su destierro el conde Pedro de Lara, pasó de favorito de la reina madre á defensor del ambicioso padrastro, llamando otra vez á Castilla las hues- tes aragonesas á trueque de satisfacer sus vengativos rencores. la ciudad en cuyos muros se había guarecido éste con su yerno el conde Beltrán y con otros poderosos descontentos, abrió las puertas al legítimo soberano y le entregó los rebeldes que aten- taban al honor del 3tro6n4o como en otro tiempo al del tálamo real. Túvoles el rey presos en León hasta que restituyeron los pueblos y castillos usurpados, y los dejó ir vacíos y sin honra usando con sus personas de clemencia (i). Después del 1130 en que esto sucedía por el mes de Enero, hallamos á menudo en la capital de Campos á Alfonso el emperador, que la visitó con su esposa en 5 de Diciembre de 1135 permaneciendo en ella todo el siguiente año, que en 1138 y 1140 residía otra vez allí otorgando gracias y privilegios á su iglesia, y que por la Navidad de 1155, casado ya segunda vez con Rica de Polonia, armó caballero en la misma á su hijo Fernando designado para rey de León. La repetida confirmación de las mercedes de sus antepasados con facultad de vender y cambiar los bienes po- seídos, la donación de Villamuriel, la reiterada entrega del se- ñorío de la ciudad sin más reserva que la de poner sus usajes y fueros al abrigo de toda mudanza á no mediar el beneplácito real, la concesión de derecho de behetría al obispo y de fuero de infanzones á los canónigos, acreditaron una y otra vez la heredada piedad de Alfonso VII hacia la catedral de San Anto- lín, á la cual tampoco olvidó en sus dádivas innumerables su hermana D.^ Sancha, otorgándole en 1142 la villa de Braolio junto á Paredes. Mayores vínculos de gratitud ó benevolencia ligaron sin duda con aquel templo á D.^ Urraca hija del empe- rador y viuda del rey García de Navarra, si es su cadáver el que realmente descansa en el sepulcro colocado á espaldas de la capilla mayor (2). (1) Más duro se mostró con los vencidos el conde Rodrigo Martínez adalid del rey, pues unciéndolos con los bueyes los hizo arar y comer yerba en los pesebres y beber en las balsas, hartándolos de ignominias, según refiere la crónica latina de Alfonso Vil. (2) No hay más documento que el epitafio que acredite el entierro de esta princesa en la catedral de Palència, en la cual no existe memoria de fundaciones P A I. E N C I A 365 Al obispo Pedro I había sucedido el Segundo que murió no se sabe si en el sitio de Almería ó en el concilio de Reims ha- cia 1148, y á éste reemplazó Raimundo II, á quien llamaron tío los reyes Sancho III y Alfonso VIII su hijo, como de la noble familia de Minerva enlazada probablemente con las de la madre ó de la esposa del primero. Acompañó el prelado en 1170 al joven Alfonso á desposarse en Burdeos con Leonor de Inglate- rra, y experimentó en todas ocasiones su reverencia y su cariño á fuer de deudo. Había por este tiempo crecido prodigiosamente la ciudad; y por indicación del discreto rey que comprendió lie- gada la hora de la mudanza, otorgó el eclesiástico prócer á los vecinos más amplias y generosas leyes, sacrificando parte de sus derechos al alivio y prosperidad de sus sometidos. Firmó los nuevos fueros el obispo Raimundo á 23 de Agosto de 1181 en una aldea de Arévalo, y en 31 de Julio Alfonso VIII le había ya cedido, en liberal indemnización de lo que perdía, el monas- terio de San Salvador del Campo de Muga, Santa María de Labanza, Santa Cruz de Areños, Bañes, Villavega y demás iglesias y lugares que forman hacia las montañas de Liévana el estado de Bernia poseído por sus sucesores con título de con- dado (i). Tres años atrás, en 1178, habíale dado pleno dominio sobre los moros y los judíos avecindados en Falencia, aquellos junto á San Miguel, estos al rededor de San Julián allende el río, para que sólo á él pechasen, eximiéndolos de cualquier tri- algunas de la misma, al paso que el monasterio de Sandoval afirma poseer sus restos al tenor de una escritura de i 178. Nacida de Gontrode noble asturiana, desposada solemnemente en i 144 con García rey de Navarra en la ciudad de León, viuda en i i 50, reina de Asturias por merced de su padre de i i 5 3 á 1 i 64, nada ha dejado que ignorar más que la suerte de sus últimos años y el lugar y data de su fallecimiento. Véanse repetidas menciones de ella en el tomo de Asturias y León^ cap. VII y IX de la i." parte, y I y III de la 2." El arcediano del Alcor dice que murió en Falencia año de i 141, en lo cual hay error manifiesto de veintitrés años por lo menos ó de doble número tal vez. El epitafio, cuya autenticidad no está bastante comprobada, señala por fecha de su muerte el 12 de Octubre de I 189. (i) Trae el documento Pulgar, pero sin duda equivocó de un año la fecha, poniendo era MCGXVIIl, en vez de MCGXVllll, pues.habiéndose otorgado al año quinto de la toma de Cuenca que fué en 1177, corresponde al 1181 y no al 1180. PALÈNCIA buto ó alcabala real, pero sujetándolos á contribuir con el con- cejo á las cargas comunes y á la fábrica de los muros (i). Levantábanse estos á la sazón en círculo más dilatado al rededor de la ciudad, porque el antiguo recinto venía ya tan estrecho á su desarrollo material, como á sus necesidades mo- rales los fueros primitivos; y en 1190 se hallaba el rey activan- do con su presencia aquellas obras, á las cuales nadie se evadía de coadyuvar, ni aun los excusados del cabildo. Á este ensan- che, que duplicó por lo menos el caserío sobre la orilla izquier- da, abarcando la actual calle Mayor y gran parte sino la totali- dad de los extensos barrios de la Puebla, debió sin duda Alfonso VIII el título de segundo fundador; por esto se lee en antiguos códices que Falencia fué por él poblada en 1196 día de Nuestra Señora de Agosto, fecha sin duda en que se terminó la nueva cerca. Tal vez entonces el cabildo, cuya era como hemos dicho la propiedad de aquel terreno, dividió su jurisdicción de la del obispo, que antes ejercían de mancomún, é instituyó me- riño aparte para el barrio nuevamente poblado, el cual junta- mente con el merino mayor y con dos alcaldes ordinarios de nombramiento episcopal gobernó la ciudad por muchos siglos, prestando todos juramento de obediencia á la justicia real. Por su parte creó el rey en Falencia y en los pueblos comarcanos alcaldes de hermandad que guardasen sus derechos á los veci- nos, sin tener que recurrir al bárbaro medio de tomarse prendas (i) En el archivo municipal de Palència, al cual debemos la mayor parte de los documentos y noticias.que nos han servido para la formación de este capítu- lo, copiamos el siguiente privilegio dado en Valladolid á i 2 de Abril de 1 194: Preseniibus ac fuiuris notum sil ac manifesium quod ego Aldefonsus Dei gratia rex Casielle et Toleii una cum uxore mea Alienor regina el cum filio meo Ferrando'Ja- do carlam instilulionis el slabililalis vobis universo Palenline urbis concilio -pre- Senti elJuluro el filiis el posleris veslris el omni successioni veslre perpetuo valilu- ram. Slaluo ilaque ul omnes judei el mauri., qui nunc el in poslerum tisque in fînem in Palenlia habilaverinl, vobiscum in Jacenderiis veslris el pedis el opere muri el vallorum peclenl., el ab omni alio tributo regio el regali exactione sive gravamine sinl liberi prorsus el absoluli. Siquis vero lianc carlam iníringere seu diminuere presumpseril., iram Domini omnipolenlis plenarie incurral., el regie parli mille au- reos in cauto persolval et dampnum quod vobis inluleril dupiicalum reslilual. PALÈNCIA 367 en vindicación de sus agravios (i). De esta suerte vinoá formar un concejo poderoso y libre; y vendiéndole en 1191 por dos mil y cien áureos los montes de Dueñas, dióle ocasión de dilatar su territorio. No es mucho pues, que dócil al llamamiento del buen monarca á quien tanto debía, acudiera en tropel la juven- tud palentina á la gloriosa expedición de las Navas en pos de su obispo Tello y á las órdenes de Juan Fernández Sanchón, peleando con tal denuedo, que al primitivo blasón de castillo dado á la ciudad por Fernando I, mereció añadir la cruz, cuyo triunfo aseguró aquella jornada.. Más insigue aunque menos durable monumento de su pro- tección legó á Falencia Alfonso VIII; hablamos de la universi- dad, la primera que se erigió en España, y á cuyo ejemplo movido de rivalidad fundó luégo el rey de León la Salmantina. Desde mucho tiempo atrás poseía aquella un estudio general acreditado así por la frecuencia de discípulos como por la ins- trucción de los profesores (2) ; y en él bebió Santo Domingo la doctrina con que había de confundir á los Albigenses, al paso que vendiendo sus libros para socorrer á las víctimas del ham- bre, ensayaba precozmente las maravillas de su caridad. Co- menzaba el siglo xiii, cuando el rey Alfonso, aprovechando las breves treguas de sus campañas victoriosas, llamó de Francia y de Italia célebres maestros en todas las facultades, y con gran- des salarios logró fijarlos en Falencia para que fuese ésta den- (1) Existe en el citado archivo una cédula expedida en Falencia á 6 de No- viembre de 1195 á fin de poner coto á semejante abuso: Omnibus conciliis de vi- cñiitate Palentie et aliis ad quos litiere iste fiervenerint^ sahiiem. Mando eifirmiter defendo ne aliquis pignoret homines Palentie de Campo nec in alio loco, quia sollu- ram illam quamJeci de peindra non feci de hominibus Palentie, sed in Palenlia conslilui alcaldes de liermanilale qui emendabunl querelas hominibus de vicinilale Palenlie, el in unoquo que concilio de vicinilale Palentie similiter mando alcaldes poni bonos homines qui querelas hominum Palentie sine peindra de Campo el de alio loco Joras villain de Palenlia emendent. Qui vero pignoraver il in duplum resliluel. Quicumque aulem contra mandalum meum homines de Palenlia in Campo vel in alio loco foras Palenliam pignoraveril, iram meam incurrel. (2) Abundans, àïce. San Antonino de Florencia hablando de dicho estudio, lam mulliludine numerosa scholarum quam sludiosa perfeclione doclorum. 368 PALÈNCIA tro de su reino el emporio de la sabiduría. La pronta muerte del fundador, la agitada menoría de Enrique I, el rápido inore- mento de la universidad competidora, cualquiera de estas causas ú otras que ignoramos sofocaron casi en su germen tan magní- fica institución; y el arzobispo de Toledo D. Rodrigo, que asis- tió á su nacimiento en 1208, alcanzó á ver antes de 1243 su extinción casi completa. Probó á reanimarla en 1262 el pontífice Urbano IV á instancia de los palentinos, extendiendo á sus ca- tedráticos y alumnos los privilegios é inmunidades de los de París (i) ; mas nada bastó á detener su ruina, y antes de acabar la misma centuria se hallaba definitivamente trasladada á Valla- dolid. Ni siquiera memoria ha quedado del local que ocupaba; tal vez contiguo á la catedral primitiva, fué incluido en la nueva construcción del siglo xiv. El prematuro fin de estas escuelas pretende explicarlo una tradición sangrienta no comprobada por documento ó noticia alguna contemporánea, contando que la venganza popular, provocada por el adulterio de uno, degolló simultáneamente á los estudiantes en una noche, cada cual en su posada. Al morir el vencedor de las Navas dejó por uno de sus cuatro albaceas al obispo Tello, que empleó su autoridad con el rey menor para hacerle reparar ciertos perjuicios irrogados por su padre á la iglesia palentina. Nombrado con el de Burgos por el pontífice para averiguar el parentesco de Enrique I con Mafalda princesa de Portugal, declaró la nulidad del consorcio que acababa de celebrarse en Palència y en el cual cifraba don Alvaro de Lara la prolongación de su despótica tutoría. Había- la arrebatado éste á la hermana del joven soberano, la inmortal Berenguela, induciéndola por conducto de Garci Lorenzo, ciu- dadano de Palència, á quien con dádivas y promesas había (i) Poética singularmente es la alegoría con que comienza esta bula. (2olebat hactenus, dice, delitiarum hortum civitas Palentina, de sub cujusj)oriis fons irriguus emanabai : horius Ule -profecia fructus uberes producebat, quorum suaviiatem et dulcedinem ad diversas mundi partes fontis afluentia derivabat. PALÈNCIA 369 ganado, á renunciar en él un cargo tan espinoso; y el pçimer uso que hizo de su poder fué echar de la corte y luégo sitiar en Autillo á la magnánima señora. Estaba en armas por uno ú otro bando toda la tierra, mientras el real mancebo cumplidos apenas los trece años, y disgustado del espectáculo de la gue- rra civil á que le había arrastrado más de una vez su ambicioso tutor, se divertía en Falencia cierto día de primavera en un patio del palacio episcopal con juegos y compañeros más pro- pios de su edad. Una teja desprendida á impulsos de una pie- dra que inadvertidamente se lanzó vino á herir aquella inocente cabeza, y con su muerte acaecida once días después, en 6 de Junio de 1217, en vez de acrecentarse los males del reino, por una singular coincidencia se remediaron. Cuando á pesar del secreto cuidadosamente mantenido por los Laras á fin de alar- gar con él su gobierno, se divulgó la triste nueva por la ciudad, y marchó el obispo á Tariego en busca del cadáver que había sido ocultamente extraído, para acompañarle con la debida pompa á su sepulcro preparado en las Huelgas, el llanto vertido por el malogrado príncipe, cuyas esperanzas aguaba la impopu- laridad del regente se mezcló con las ovaciones tributadas á Berenguela y á su hijo Fernando, que entraron á asegurarse de la fidelidad de los palentinos antes de su solemne proclama- ción en Valladolid. De las glorias del nuevo reinado cúpoles asimismo una hon- rosa parte, especialmente en las campañas de Extremadura. El obispo Tello, que tanto contribuyó á afianzar la corona en las sienes de San Fernando, brilló de continuo entre sus consejeros más venerables en la corte y en el campamento, y para ayudar á la santa guerra le cedió liberalmente las tercias de Urueña y su comarca. Restablecido con severas leyes el orden, perdieron la vida y los bienes los que al amparo de sus castillos creían poder entregarse á todo exceso burlando la justicia real (i); (r) Otro ejemplo de las justicias de Fernando el Santo, semejante al que re- 47 370 PALÈNCIA fueron marcados con hierro y admitidos á penitencia los que disolviendo la unidad religiosa pretendían inocular en la ciudad los errores albigenses importados de la otra parte de los Piri- neos. Señalóse aquel episcopado con la fundación de los con- ventos de dominicos y franciscanos de Falencia, primicias ambos de su orden respectiva, y con la ruidosa conversión de San Pedro González Telmo, sobrino del prelado y deán de la igle- sia, que hundido en el lodo y humillado en el momento de ostentar á caballo sus profanas galas, trocó su prebenda por el retiro de un claustro y por las fatigas de la predicación. Murió don Tello en 1246, y en vez de reposar con sus predecesores en la antigua claustra de la catedral, legó sus despojos al cole- gio de Trianos, junto á Sahagún, que para los dominicos había fundado. D. Rodrigo, su sucesor, siguió con no menor asiduidad las campañas del conquistador de Sevilla, en la cual obtuvo he- redamientos y en Campos la villa de Mazariegos con sus perte- nencias y vasallos. Alfonso X acumuló cédulas y ordenanzas como su padre hazañas y conquistas; y desde el principio de su reinado, en 18 de Julio de 1256, concedió á Falencia el fuero real que acababa de formar, sustituyéndolo al del obispo Raimundo, otorgó exen- ción de moneda forera al prelado, cabildo y clero, dispuso la forma de guardar los bienes episcopales durante las vacantes y la del homenaje que á la entrada del nuevo obispo debía prestarle el concejo, aprobó en fin la avenencia acordada entre éste y los canónigos sobre los excusados ó francos de tributo. Obligado por sus dispendios y prodigalidades á mendigar así de los veci- nos como de la iglesia frecuentes donativos, hasta obtenerlos cordamos en la Puerta del Sol de Toledo (tomo de Castilla la Nueva—Toledo) nos suministra una cédula de venta que hizo al citado obispo por i 177 maravedises de oro de las tierras y vasallos que habían pertenecido á Gonzalo González en Mel- gar y en la puente de Fitero ; «e esta heredad, dice, tomé e vendí por el mío meri- no que mató, e por mujeres que forzó, e por muchas maldades que me fizo en mi reino.» Pulgar trae equivocada la era de este documento, que en vez deMGGXXXI debe ser acaso MGCLXXXI correspondiente al año i 243. PALÈNCIA 371 cada año, declaraba siempre recibirlos por mera voluntad de los donantes y no por derecho ó costumbre de que pudieran prevalecerse los reyes posteriores (i). Para reanimar el decaído espíritu guerrero, recordando los servicios prestados por los moradores á su glorioso padre y á él mismo antes que reinara, dió franquicia á los que tuvieran caballo y armas, y todos los años que salieran á hueste les dispensó del pago de Martinie- ga (2). No bastaron estas concesiones para que Falencia dejase de ser en 1271 el primer foco de la conjuración de los grandes descontentos, que acaudillados por el infante D. Felipe, don Ñuño de Lara y D. Lope de Haro, recibieron altivamente un mensaje del rey despachado desde Murcia, desechando sus pro- puestas de paz, y llamando alevosamente contra su señor y su patria los aceros de Navarra y Portugal y hasta las infieles cimitarras de Granada y de Marruecos. Mayores escándalos presenció y favoreció tal vez la ciudad, cuando rodeado de innumerables seguidores el príncipe don Sancho, exigía desde allí á su abandonado padre la abdicación de la corona. Vió también bajo el nuevo mando turbulencias y ligas de ricos-hombres, pero reprimidas con mano harto más fuerte, sin dejárseles apenas tiempo de organizarse. Tío mater- no de Sancho IV suponen algunos al obispo de Falencia D.Juan Alfonso, al cual otorgó entre otros privilegios el de poner los pesos públicos y percibir su renta; pero mirando por la libertad del concejo aliado natural del trono, manifestó en 1287 que ni de infante ni de rey había sido su intención dar al prelado el señorío ni las alzadas ni el poder de nombrar alcaldes de la hermandad, ni privar á la ciudad de sus derechos sobre moros y judíos. Hallóse en ella el bravo rey en 1291, e ovo gran pía- cer, dice la crónica, de tantos frailes ayuntados en el capítulo general que allí celebraba la orden de Santo Domingo; presi- (1) Cédulas de 4 de Noviembre de 1255 al obispo y de 23 de Junio de 1277 al concejo. (2) Privilegio de i de Mayo de 1270 expedido en Burgos. 372 PALÈNCIA díalo fray Munic de Zamora, que depuesto luégo del generalato por el pontífice y privado de la mitra palentina que en compen- sación le confiriera el soberano, falleció en Roma nueve años adelante, sobrellevando resignadamente sus inmerecidos contra- tiempos. Ignoramos qué desórdenes y atentados perturbaron después el sosiego de Palència : lo cierto es que blandiendo la espada de la justicia volvió -allá á fines de 1293 el riguroso mo- narca, y no la envainó hasta satisfacer la vindicta cumplida- mente, no sin exceptuar aun del perdón á los presos y á los fugitivos (i). . Con su muerte abrióse la época más agitada y más gloriosa para los palentinos, la menor edad de Fernando IV bajo la regencia de María de Molina. Convocadas para aquel punto las cortes, concibió la prudente reina el medio de cerrar las puer tas de la ciudad á su suegra, á su cuñado, á cuantos trataban en fin de arrebatar á su hijo el cetro, entendiéndose desde Va- lladolid con Alonso Martínez, distinguido ciudadano, cuya dis- creción y energía logró neutralizar la mayor influencia de Juan Fernández, jefe del partido opuesto. «¡Qué! exclamó en el con- cejo al oir que el infante D. Juan pedía entrar, reclamando nada menos que mil maravedís de vianda para sí y su comitiva : ¿qué (1) No conocemos este suceso sino por la cédula que hallamos en el archivo, dada en Paleneia por Sancho IV en 22 de Enero de 1294. «Sobre querellas, dice, que nos ovieron fechas muy malas e muy desaguisadas por mengua de la justicia que se non cumplie en Falencia oviemos de venir y. Et mandamos facer sobre ello pesquisa general, e en aquellos que tanyó la pesquisa cumpliemos en ellos la jus- ticia con derecho. Et el coneejo pidiónos merced que pues la pesquisa fuera fecha e la justicia aviemos complida en los que tanyien, diésemos al concejo por quitos de las otras demandas que contra ellos aviemos en razón desta pesquisa. Et nos por les facer bien e merced e por muchos servicios que nos ficieron á nos e aque- líos onde nos venimos é nos facen, toviemos lo por bien et damosles por libres e por quitos de todo quanto es pasado en razón de esta pesquisa fasta el dia de hoy en cualquier manera, salvo aquellos que nos tenemos en la nuestra prisión que tenemos por bien que esten y á la nuestra merced, et otrosí aquellos que dieron por fechores los nuestros alcaldes... et otrosí los que son foydos que fueron apla- zados e non vinieron á cumplir, que non tenemos por bien que entren en esta merced que nos facemos.» Manda en seguida que se rompan los procesos menos los de los exceptuados. Tal vez fueron éstos los alborotos ocurridos en el obispa- do de fray Munio, de que más adelante se hablará. PALÈNCIA 373 diríamos al rey, que ha ordenado en cortes non le diésemos á él para yantar sinon treinta maravedís, cuando nos demandase al tanto ó más? ¿qué diríamos á los otros infantes? Cierto que de ningún desafuero havemos por qué querellarnos en adelante, pues tal demanda consentimos de quien no es nuestro señor natural.» Acogió el pueblo con aclamaciones estas palabras, marchando en tropel al convento de San Pablo donde delibe- raban ya las cortes, para que confirmasen la negativa; y de ahí, á impulsos del temor infundido diestramente, se pasó á negar la entrada á infantes y ricos hombres que pudieran tomarse por violencia lo que por derecho se les rehusaba. Grande fué la sorpresa y el enojo de D. Juan al hallar levantado el rastrillo del portal de Santa María, y al verse excluido de influir en las resoluciones de la asamblea; pero mayor fué su despecho, cuan- do admitido en ella una vez antes de disolverse, se estrellaron en la reverente firmeza de los ornes buenos sus malignas insi- nuaciones contra la reina y sus afectadas inquietudes por la libertad de los pueblos. Apelóse de las conferencias á las armas, y Falencia se apre- suró á reparar sus muros para sostener los derechos del rey niño y de la magnánima tutora. Dueñas, Ampudia, Tariego, Magaz, Palenzuela, Monzón, Paredes, Becerril, todos los casti- líos de las cercanías ocupados por el infante D. Juan, por don Alfonso de la Cerda, por D. Juan Núñez de Lara, ceñían y ahogaban la capital con un círculo de hierro, derramando hasta sus puertas el estrago y la matanza; campos talados, mieses incendiadas, viñas y huertas arrancadas de raíz, molinos y ace- ñas derruidas, robos de ganados, muertes de hombres, fueron el resultado de incesantes escaramuzas durante la primavera de 1296. No arredró tan duro bloqueo á los ciudadanos, antes tomando la ofensiva, embistieron el castillo de Tariego, y lo ganaron; y como el rey estimulando su valor les ofreciera por aldeas á Dueñas y Ampudia con sus términos para arrancarlas del poder de los enemigos, marcharon sobre la primera con 374 PALÈNCIA auxilio de D. Diego de Haro y la rindieron. Desde Valladolid contemplaba con gratitud inefable la varonil regente el ardi- miento de sus fieles subditos; y en un mismo día les concedió la villa de Tariego y su fortaleza á tanta costa adquirida, la franquicia de portazgo perpetua y general, y la celebración de otra feria que empezando el primer domingo de cuaresma dura- ra quince días, además de la ya establecida en la fiesta de San Antolín (i). La reconstrucción de la cerca se pagó de los bienes de los que militaban con los rebeldes, á quienes se otorgó un plazo para volver á la obediencia, pasado el cual fué su propie dad definitivamente adjudicada al concejo por merced del sobe- rano (2). Aparte de contadas excepciones, todos allí rivalizaron en lealtad, todos participaron del galardón, hidalgos y peche- ros, clérigos y seglares; pero en la recompensa como en los servicios sobresalió Alonso Martínez de Olivera, descendiente del Cid y comendador mayor de Santiago. Habíanle muerto sus gentes, había vertido su sangre por numerosas heridas, ha (1) Estos tres privilegios llevan todos la fecha de 30 de Junio y un mismo preámbulo que es el siguiente : « Por muchos servicios é buenos que fizieron á los reyes onde vengo e fazen agora á mí en esta guerra que me fazen el infante D. Juan mi tio e D. Alfonso hijo del infante D. Fernando, e D. Juan Nuñez, e otros ricos omes e otras gentes que son con ellos; que les mataron e les firieron los parfentes en mió servicio, e los robaron e los astragaron e los quemaron pieza de lo que havian en viñas e huertas e en molinos e en aceñas e en otras cosas, e por- ganaron el castillo de Tariego á su grande costa para mió servicio, etc.» Otro que privilegio de 27 de Julio de 1302 empieza en esta forma: «Conosciendo nos en como serviestes bien e lealmente á los reyes onde nos venimos e señaladamente á nos vos el conceyo de la cibdad de Falencia, fincándonos niño e pequeño quan- do el rey D. Sancho nuestro padre finó ( Q. D. P. ), e aviendo guerra con nuestros enemigos así con cristianos como con moros, e nos criastes e nos levastes el nuestro estado e la nuestra honra adelant con los otros de la nuestra tierra, etc.» Omitimos copiar la introducción del de i.° de Febrero de i 300, en la que se enu- meran las varias salidas y expediciones de los palentinos, por no repetir la reía- ción del texto. (2) Fn esta concesión, otorgada á 6 de Setiembre de i 296, exceptúa el rey lo que anteriormente había dado á Alfonso Martínez de los bienes de los sublevados. Ya por otra cédula había aplicado estos temporalmente á la fábrica de los muros : «et digo que lo ayan para se aprovechar de ello para la cerca de la villa por quan- to tiempo yo toviere por bien... pero si alguno de aquestos vinieren a nuestro servicio á aquel plazo que los yo he embiado llamar por mis cartas, tengo por bien que ayan todo lo suyo.» bíanle derribado las cercas de sus lugares de Baños y Revilla y talado sus haciendas; y estos lugares y la casa fuerte ó castillo donde moraba junto á la puerta de Burgos se le permitió vin- cularlos en mayorazgo á su posteridad, y fué eximida de todo 375 tributo la casa hospital de San Lázaro que en la ciudad acababa de erigir (i). Con recíprocos daños y común ruina continuó por algunos años la guerra, interrumpido el trato mercantil de que vivía la ciudad (2): acudió la reina más de una vez á remediar cuánto pudo sus necesidades, á alentar su brío con el título de mtiy noble, á dirigir la campaña contra los enemigos en derredor apostados; y armándose á su voz los moradores, mezclados con la escasa hueste real, arrebataron á D. Juan la villa de Paredes, ahuyentaron de Ampudia al de Lara, y tomáronle la torre de Calabazanos. Pero entretanto los infantes rebeldes habían lo- grado introducir su cizaña en el seno de la población, y mante- nían inteligencias con algunos ciudadanos, del linaje de Corral los principales, espiando la ocasión de ganar con un golpe de mano lo que á punta de lanza no habían podido. En la densa oscuridad de una noche de Noviembre de 1298 asombraron al vigía de la torre de San Miguel misteriosas luces que á la otra (1) No sabemos si es éste el mismo Alonso Martínez arriba mencionado, jefe del partido de la reina ; en el nombre y en los servicios convienen, pero el uno al parecer no pasaba de simple ciudadano y vecino de Palència, mientras el otro por lo que se desprende del privilegio que se le dió en 2 de Julio de i 296 y más aun de su testamento otorgado en 25 de Mayo de 1302, era ricohombre portugués, hijo y hermano de los condes de Barcelos, cuarto nieto del Cid por su abuela Sancha Rodríguez, deudo de la reina D." María, casado con Juana de Guzmán, y señor de lugares y vasallos, cuya riqueza y poder y numerosa é ilustre parentela indican sus cuantiosas mandas pías y legados. El privilegio expresa entre otras causales la siguiente: «porque defendisteis y habéis tenido y teneis la ciudad de Palència á nuestro servicio.» Diósele en i 300 una cuarta parte del castillo de Ta- riego, y fueron hijos suyos probablemente Alfonso Martínez y Rodrigo Alfonso que en i 343 trataban de venderla, como dijimos en la nota de la pág. 329. (2) En I 2 de Marzo de 1297 firman una cédula Gonzalo García escudero del abad de Santander y otros mercaderes del mismo lugar, confesando estar indem- nizados de la cantidad de siete mil maravedises en «dineros e doblas e torneses, e dos caballos e paños e otras cosas» que les tomaron los vecinos creyendo que iban en deservicio del rey Fernando. 376 PALÈNCIA parte del río á gran distancia se divisaban ; y súbito tocó á re- bato, despertando á los habitantes bien ágenos de la negra tra- ma en que iban á ser envueltos. Coronáronse de .gente las mu- rallas, reforzáronse las guardias de las puertas, y el enemigo se retiró desconcertado. De los traidores unos huyeron, otros quedaron con la ciega confianza de que no había de descubrirse su delito; pero nada se escapó á la perspicacia de los jueces que consigo trajeron el rey y su madre para hacer pesquisa del suceso. Fueron presos descuidados los delincuentes, y tal vez en esta ocasión se estrenó la cárcel construida por el concejo en la torre de maestre Andrés que para dicho objeto compró del obispo (i). Terminado el proceso, los reyes que durante su curso se habían ausentado, regresaron á autorizar la solemne justicia que sin piedad alguna se ejecutó en varias cabezas: á los prófugos se les proscribió, dando derecho á cualquiera de prenderlos ó matarlos caso de volver á la ciudad (2). Al mismo tiempo tremoló el pendón real en las sometidas fortalezas de Monzón, Rivas y Becerril, y fué desamparado el castillo de Magaz, último baluarte del pretendiente la Cerda, que recuperó sin combate el obispo D. Alvaro Carrillo. Debajo de esta denodada lucha política, que debía al pare- cer absorber los esfuerzos y aunar las voluntades de los palen- tinos, agitábase sin embargo con más ardor que nunca otra intestina y social entre el señorío eclesiástico y las franquicias municipales. No es que tomaran color dinástico tales querellas; el clero lo mismo que el pueblo había abrazado la causa del joven rey que empezó prometiéndole la enmienda de los vejá- menes de sus antecesores, y el cabildo todo, especialmente su arcediano D. Simón, mereció bien por sus servicios en aquella (1) Mandáronsela construir el rey y su madre, según aparece de la obligación que en 1305 firmó el eoncejo de pagar al obispo por la expresada torre y casa treinta mil maravedís de la moneda corriente. (2) Así se declara en varios capítulos que otorgó el rey estando en Burgos en 10 de Mayo de 1301 á las ciudades de Castilla, entre los cuales hay algunos peculiares á Paleneia. PALÈNCIA 377 guerra. Así pues ambas partes defirieron con igual confianza á Fernando IV la decisión de sus contiendas sobre la tenencia de las llaves de la ciudad y sobre el pago de la martiniega, recia- mando el concejo contra las facultades que había usurpado el obispo D. Juan valido de su crédito con Sancho IV ; pero también esta vez le resultó desfavorable el fallo, y lo achacó á prepotencia de su contrincante (i). Estalló en violentos desór- denes el disgusto, y así como en el obispado de fray Mu nio ha- bían pegado fuego á una torre y dado muerte á varios servido- res de Juan Yáñez su merino, asimismo contra D. Alvaro se propasaron á graves injurias, de las cuales obtuvo por sentencia del rey rigurosa satisfacción el altivo prelado. Descalzos de piés, sin bonetes y cintos, y con cirios en las manos, desfilaron en procesión desde la puerta del Mercado hasta el palacio epis- copal cincuenta parejas de ciudadanos en la víspera de Navidad de 1300; y allí de rodillas pidieron gracia á su ofendido señor y le reiteraron el juramento de fidelidad, sin creer ellos dema- siado en la sinceridad del perdón ni él en la del homenaje. No por esto el monarca, que juzgó peligrosas ó prematuras semejantes tentativas de independencia, retiró su protección á la ciudad á quien tanto debía ; antes fueron señalados por mer- cedes los años de su reinado. En 1299 aseguró á sus vecinos (i) Hemos visto la petición que presentaron al rey los diputados de la ciudad en Valladolid á 28 de Mayo de i 298 y que le leyeron en sus casas que son á let Magdalena^ recordándole haber sido por él dispensados de la martiniega por ra- zón de amurallar la población y por haber ido con su hueste sobre Ampucha. «Nos cercamos la villa, dicen, e ficiemos las puertas e las llaves e las tenemos; e assí la guarda de la villa e las llaves siempre las ovo el concejo en su poder antes del obispo D. Juan ; e despues que bien vedes vos que si otro toviere las llaves, non vos podemos facer homenage nin guardar la villa para vos. E si en tiempo del obispo D. Juan tomó alguna cosa, tomónoslo por granel poder que avia contra de- recho e contra nuestra voluntad,... e veyendo el rey D. Sancho que pasaran algu- nas cosas contra los sus derechos e contra nos e el poder que el obispo tovo del de la chancillería, revocó todas las cartas e previlegios e las otras cosas que el obispo avia tomado,» cuyas palabras aluden á la declaración de i 287 arriba refe- rida. De la sentencia protestaron por ser parcial á favor del obispo como dictada por el de Astorga, y por no habérseles querido dar plazo para probar sus dere- chos, estando la tierra en peligro como está. 48 378 PALÈNCIA así de las violencias de los soldados como de las arbitrariedades de la justicia (i); en 1300 les eximió de fonsado y fonsadera y de todo pecho que no fuese el de martiniega, el de yantar una vez al año y el de moneda forera de siete en siete; en 1302, apenas llegado á la mayor edad, les confirmó ampliamente sus libertades y franquezas, les permitió al tenor de ellas juntarse en hermandad, y mandó rendir cuenta de los servicios y sisas á los recaudadores. En beneficio del tráfico que formaba la ocu- pación principal de aquellos, atendida la estrechez de su terri- torio, les dió especial salvaguardia en 1304 para comerciar libremente y transitar por todo el reino con sus acémilas y ca- rretas, sin temor á las extorsiones de ricos hombres y caballe- ros (2). Dos infaustos sucesos vinieron últimamente á hacer menos grata á Fernando IV su morada en Palència: una malig- na enfermedad de que adoleció, y el asesinato de su favorito Juan Alfonso de Benavides. Allí reconciliado apenas con el in- fante D. Juan su tío, luchó muchos días en 1311 entre la muerte y la vida, primero en el convento de San Francisco fuera de los muros, y luégo en las casas de Rui Pérez de Sasamón, salván- dole su prudente madre no menos de los excesos de su intem- perancia que de las intrigas palaciegas que bullían en torno de su lecho (3). Benavides cayó una noche herido por mano des- (1) Tres puntos contiene dicho privilegio :« que ninguno sea muerto ni des- pechado sin ser oido e librado por fuero y por derecho, ni sus bienes les sean tomados e enagenados sino puestos en recabdo ; segundo, que se non faga pes- quisa general cerrada, salvo si algun desaguisado se ficiere en yermo ó de noche; tercero, que los que tienen los castillos de la tierra no tomen ninguna eosa por fuerza.» (2) Es notable el preámbulo de esta cédula por indicar la condición social y económica de Falencia : « porque los mas de los omes que moran en la dieba cib- dad viven por mercadurías e an de andar por la mi tierra de unos logares á otros, e demás que la manteneneia de esta eibdad es assí de paños e de mercaderías e de pan e de vino e de earnes, e de todas las otras viandas como de todas las otras cosas que an mester lo an de traer de otras villas y logares fuera de su término, porque el su término es pequeño e lo non an y tan complidamente como es mes- ter... e porque me embiaron mostrar que infantes e ricos omes e infanzones e ea- valleros e escuderos e otros omes les fazen perjudicios e tomas sin razón e sin dereebo, ete.» (3) «E á cabo de tres dias, diee la crónica, recudióle grande postema con muy conocida al salir de la regia estancia, y con este azar principió el drama misterioso, que continuado en Martos con el suplicio de los Carvajales, terminó en Jaén con la súbita muerte del rey emplazado. 379 Vió Palència en la menoría de Alfonso XI renovarse las tu- multuosas escenas de las anterior-es, y sofocadas por el estrépito de las armas, cuando no compradas por el soborno, las résolu- clones de la asamblea, que congregada en su recinto en la pri- mavera de 1313, debía adjudicar la regencia por tantos preten- dientes codiciada. Hallóse forzada la reina María á franquear la ciudad á los infantes acuartelados por los lugares circunvecinos, quienes penetrando con ejércitos más bien que con escoltas, lo llenaron todo de confusión y espanto ; y los de D. Juan aposen- tados en la Morería, y los de su sobrino D. Pedro en el Arra- bal, estuvieron más de una vez á pique de ensangrentar las calles con atroz pelea. Constanza, la reina madre, desertó del lado de su suegra para reunirse con los enemigos de la misma: las cortes se fraccionaron en banderías, y mientras en San Pa- blo se proclamaba tutor á D. Juan, en San Francisco se confería el cargo á D. Pedro y á su madre. Disolviéronse sin poder ave- nirse las dos juntas ; pero apenas evacuada la ciudad, revolvió sobre ella D. Pedro desde Valladolid, y amaneciendo á las puertas del palacio, le introdujo allí con tres caballeros disfra- zados Diego del Corral su confidente. Palència volvió á ser el más firme apoyo del partido de D.^ María y de su bizarro hijo, que contuvo todos los esfuerzos intentados desde Carrión por gran dolor de costado e ovieronlo de sangrar; e porque era muy mancebo e se guardava muy mal, demandava todavía que le diessen á comer carne, e algunos de los físicos querían gelo dar, e la reina defendió que non gelo diessen, e guar- dolo que no lo comiesse fasta los.catorce dias, e á los catorce dias passades ovo mejoría e diéronle carne, como quier que nunca le dexó la fiebre... La reina D." Constanza su mujer queríalo levar á Carrion, porque si oviesse de morir que- ria le tomasse la muerte en su poder de ella e de D. Juan Nuñez por se apoderar de los rcynos ; e porque el rey entendió esso, tomó muy grande pesar e cmbió luego por la reina su madre, e pidióle por merced que le truxesse á Valladolid á sus casas.» 380 PALÈNCIA D. Juan y D.^ Constanza, para apoderarse del gobierno de Cas- tilla. En las hermandades formadas en defensa del trono y de la libertad de los pueblos, tomó una parte muy principal, fir- mando los capítulos de 1317 (i); y en 1319, después de la desastrada muerte de los tutores D. Juan y D. Pedro, organizó dentro de sus muros una nueva confederación á 20 de Agosto, previniéndose contra los nuevos bullicios que pudieran algunos intentar en perjuicio de sus fueros. Sin embargo, si en alguna ocasión pudo vestir luto y sentir quebrantado su aliento la ciudad, debió ser en aquellos días ciertamente. Acababa de llegar á la extremidad más deplorable su perpetua lucha con el poder episcopal: los mismos alcaldes, que á nombre y por elección de la mitra, daban audiencia á las puertas de San Antolín, habían trabado injuriosas pláticas con el obispo D. Gómez, y agregándoseles otros vecinos, habían cogido por las riendas la mula en que cabalgaba, habíanle he- rido en su persona y perseguídole con una lluvia de piedras hasta su palacio. Instruyóse proceso, y como si los tutores de Alfonso anticiparan la futura severidad de su pupilo, fueron condenados á muerte por real sentencia de 12 de Enero de 1319 cuarenta ciudadanos principales y confiscadas sus haciendas por haber puesto las manos en su señor. Repugna el creer que se cumpliera en todos este suplicio ó más bien matanza, y que el (i) En el archivo municipal de Falencia hallamos una copia de los que en di- cho año presentó la hermandad creada en Cuéllar al consejo de regencia formado por la reina D.® María y por los infantes D. Juan y D. Pedro, hallándose en Carrión. Los capítulos más importantes son: «i.° que el cavallero dado por ayo al rey ande con él de cada dia, y sino que se ponga otro cavallero bueno que lo guarde e lo castigue (lo eduque) e lo costumbre muy bien, e que anden con el rey cavalleros de los fijosdalgo, de omes buenos, de los de las cibdades e de las villas aquellos que entendieren los tutores que cumplirán para ello; 2° que se reformen los abusos de la chancillería y se prohiba á los clérigos ejercer tales oficios; 3.° que se indemnice á los hermanados por los robos, fuerzas, tomas e males causados á ellos desde la muerte del rey Fernando; 4.° que ni caballero ni clérigo ni judío sean arrendadores de los pechos; 5.° que no estén obligados á dar cuentas aque- líos que por las discordias que habia entre los tutores, tomando parte por el uno ó por el otro, fueron echados de las villas e les fueron derribadas las casas e to- mado lo que havian e perdieron allí los padrones y escrituras.» P A 1. E N C I A 381 prelado, ministro del Dios de clemencia, no detuviera con su brazo la segur, y volara ante la más piadosa de las reinas á ob- tener el perdón de sus ofensores: lo cierto es que á las rentas del obispado aparecen incorporadas varias fincas de los que apellidan traidores las escrituras. En esta situación azarosa y violenta fué cuando se acometió una empresa de las más grandiosas, propia al parecer de tiem- pos de unión y de sosiego, la construcción de una nueva cate- dral. Celebróse con solemnidad extraordinaria la inauguración de las obras en i.° de Junio de 1321; puso la primera piedra Guillermo de Bayona, cardenal obispo de Sabina y legado pon- tificio, y asistieron siete obispos, entre ellos el de la diócesis llamado Juan que acababa de suceder á Gómez. Habíanse jun- tado tan ilustres huéspedes para las cortes que iban á tenerse en la ciudad; pero frustró su convocatoria la nueva del falleci- miento de la reina María, y Falencia ya no pudo recibir y vito- rear una vez más á su insigne favorecedora. Bajo el gobierno altamente personal de Alfonso XI figuró menos que en las tur- bulencias de su menor edad: sólo nos dice la crónica que allí residía el rey enfermo de cuartanas en 1335, cuando mandó suspender las hostilidades contra Navarra; ni conocemos de él otras cédulas referentes á los palentinos, que la exención de pagar al obispo cierta parte de martiniega en 1322, y la orden dada en 1336 á los colectores de no coger tercias decimales en su territorio. Del rey D. Pedro obtuvo Falencia en 1351 la confirmación de sus fueros á instancias del obispo Vasco, que más adelante promovido á la metrópoli de Toledo feneció emigrado en For- tugal, para evitar las suspicaces iras del monarca. Declaróse contra éste la ciudad en la encarnizada lucha que sostuvo con sus hermanos, tal vez por la influencia que allí ejercía uno de ellos, D. Tello señor de Vizcaya, cuyo cadáver desde Cuenca de Campos donde murió, fué llevado pomposamente en 1370 á sepultar en la iglesia de San Francisco. Enrique II, que ya en 382 PALÈNCIA las cortes de Burgos de 1367, anteriores á la derrota de Náje- ra, había asegurado así al concejo como al cabildo la conserva- ción de sus respectivas franquicias, trató en 1377 de dirimir las contiendas entre uno y otro acerca de los excusados, atenién- dose á la sentencia arbitral del obispo Gutierre. Seguían en Pa- lencia las banderías y atentados, cuya represión encomendó Juan I al prelado en 1382, y dos años después concedió á la es- colta de su merino el derecho de traer levantadas las picas aun en presencia del soberano. Más singular fué la gracia que otor- gó á las dueñas palentinas de usar bandas de oro encima de los tocados; dícese que para premiar el ardimiento con que en au- sencia de los hombres de armas, acudieron á guarnecer los mu- ros contra las huestes inglesas capitaneadas por el duque de Lancáster. Añádese que por esta hazaña mereció Falencia ser teatro de las célebres cortes de 1388, reunidas para poner tér- mino á la guerra, y de los solemnes desposorios de Enrique primer príncipe de Asturias, con Catalina de Lancáster, cele brando con alegres festejos la faíista unión de las dos ramas que hasta entonces no habían cabido juntas en el suelo de Cas- tilla. No fué tan fácil la extinción del cisma pontificio, de que en junta de prelados se trataba al mismo tiempo dentro del con- vento de franciscanos, declarándose todos por el papa de Avi- ñón, especialmente el obispo Gutierre que le debía su capelo. A éste sucedió en su silla, dejando la de Jaén, un antiguo criado del rey D. Pedro que había seguido á su hija en Inglaterra, el famoso Juan de Castro, autor de una historia cuya pérdida de- ploran los apologistas del Cruel^ como si en punto á imparcia- lidad pudiese llevar grandes ventajas la del servidor á la del enemigo. Fué Juan de Castro firme defensor de la inmunidad eclesiástica, y en unión con el insigne Tenorio arzobispo de To ledo, alcanzó de Enrique III en 1396 exención de moneda fore- ra á favor del clero castellano, por lo cual á los dos prelados y al monarca en testimonio de gratitud, dedicaron durante siglos PALÈNCIA 383 un aniversario las parroquias todas de la diócesis. Dos veces al principio de su reinado confirmó Enrique á la ciudad los privi legios y mercedes de sus antecesores, mantuvo la jurisdicción del alcalde mayor de la hermandad, que equilibraba la prepo- tencia episcopal (i), y mandó reparar y ampliar los muros, de- clarando comprendido al clero en la obligación de costearlos. Á principios del siglo xv refluyeron en esplendor y grande- za de la sede palentina los merecimientos y servicios de don Sancho de Rojas, que ya combatiendo valerosamente á los moros en Antequera al frente de sus diocesanos, ya negociando en Aragón una corona para el infante D. Fernando, fué sin dis- puta el personaje más importante de la menor edad de Juan II. Los estados de Pernia, que á su antecesor Raimundo había conferido en las sierras del norte Alfonso VIII, se erigieron entonces en título condal inseparablemente unido á la mitra: y al recorrer los obispos de Falencia sus montuosos dominios acatados más como dueños temporales que como pastores, al descubrir nueve villas considerables con sus castillos sujetas á su poder al rededor de la capital (2), al hacer en ella su entra- da solemne con pompa más bien feudal que eclesiástica, mon- tando un blanco corcel, calzando doradas espuelas, vistiendo calzas y capa mitad negras y mitad coloradas, y recibiendo con las llaves de la ciudad los homenajes del concejo, al elegir anualmente cada primer domingo de Marzo los doce regidores y los dos alcaldes entresacados de una lista de sesenta nombres que los nominadores les presentaban (3), pudieron creerse prín- (1) Existe en el archivo una cédula de 1392 en que se nombra para dicho ofi- cío á García Alvarez Osorio, hijo de Alvar Pérez, por sus muchos servicios, man- dando le recudan con todas las rentas e derechos del mismo. (2) Eran estas nueve villas Villamuriel, Magaz, Grijota, Santa Cecilia, Villain- bon, Villajimena, Villamartín, Mazariegos y Palacios del Alcor, todas casi dentro del radio de la capital. (3) Los nominadores eran veinte, designados por otros dos nominadores de primer grado, uno por parte de caballeros, y otro por parte de ciudadanos y pe- cheros, que señalaba en pública asamblea la persona principal de los concurren- tes y en caso de discordia el corregidor. Cada uno de dichos veinte nominadores 384 PALÈNCIA « cipes en su diócesis, conservando hasta en los tiempos de mayor unidad monárquica estas prerrogativas señoriles casi descono- cidas en España. Antes que D. Sancho de Rojas, en 1415» pasara á ocupar la silla primada de Toledo, vió convertidos en Falencia y en su territorio por la inspirada voz de San Vicente Ferrer á los millares de judíos allí avecindados y sometidos á su vasallaje ; y si esta feliz mudanza pudo consolar el corazón del prelado, lastimó los derechos del señor con la emancipación improvisada de los neófitos y con la cesación de los pechos y tributos que de ellos percibía. Cuya indemnización se le satisfizo sobre las rentas reales. La sinagoga la cedió el obispo para fundar el hospital de San Salvador, incorporado después al de San Antolín, y de la judería no quedó más que el nombre á la otra parte del río junto á la iglesia de San Julián (i). De este carácter de magnates ó ricoshombres vinculado en los obispos de Falencia, resultó que por mucho tiempo fuesen exclusivamente escogidos de la más noble alcurnia, y que resi- dieran casi siempre junto al trono, mezclados en las intrigas de la corte ó en los negocios del Estado. Asistió en Valladolid al bautizo de Enrique IV D. Rodrigo de Velasco, haciéndosele larga por sus muchos años la procesión (2), y poco después le vemos sucumbir del modo más inopinado á manos de su coci- nero, demente ó reputado tal, quien en su idioma extranjero elegía tres vecinos, que componían los sesenta de entre los cuales debía el obispo escoger los doce regidores. En la misma forma eran nombrados los dos alcaldes que administraban justicia hasta que los Reyes Católicos pusieron corregidor. Los regidores continuaron siendo Morales la transcribe con varios errores y entre ellos uno sustancial en la fe- cha, poniendo era i 195 en lugar de i 1 96. PALÈNCIA la vieja torre se abren algunas de dos arcos puramente bizantí- nas. El ábside presenta en su convexidad un irregular conjunto de machones, canecillos, trozos de cilindricas columnas ó de pi- lastras más recientes, que indican los reparos que ha sufrido. No corresponde á las prerrogativas del templo la pobreza del interior, que es de una nave sola sin columnas ni pilares, baja, de toscos arcos ojivales, y renovada en sus bóvedas por añadí- dura con recuadros de yeso. El antiguo relicario y el piadoso tesoro que contenía han desaparecido (i), tal vez desde que la colegiata se trasladó á Ampudia á principios del xvii; mas en las puertas del basamento del retablo se lee todavía y se repre- senta de relieve la historia tradicional de aquellas reliquias (2). De género bien distinto es la joya con que hoy se envanece la iglesia de Husillos: un sepulcro pagano de procedencia des- conocida, de piedra compacta y pulida como el mármol, de pri- mor comparable al de las más exquisitas antigüedades romanas. El significado de la escena, esculpida de más de medio relieve en la delantera de la urna, no se atina fácilmente: dos cadáveres, uno de mujer y de atlético varón el otro, echados en el centro, y entre ellos de pié un robusto mancebo, á los extremos dos mujeres reclinadas, personas de ambos sexos con grandes velos tendidos como para cubrir el cadáver, revelan bien una ceremo- nia fúnebre, pero no es tan cierto que figuren el combate de los Horacios y la muerte de su hermana á manos del último, ni menos la paz entre sabinos y romanos por mediación de sus (1) Véase cómo lo describe el autor del Viaje santo; «El relicario es una caja de piedra en la pared al lado de la epístola junto al altar mayor, con moldura al rededor tan antigua al parecer como toda la obra de la iglesia. Tiene dos puertas de reja de hierro tan antiguas como la obra, y dentro hay una arca dorada tumba- da, nueva, con algunos follajes de estofado, de hasta tres cuartas de largo y me- dia vara en alto.» Las reliquias principales entre un sin número de menudas, eran un trozo de Lignum Crucis^ una espina de la corona del Redentor y un pié de San Lorenzo. (2) En una de dichas puertas se contiene : Cardma/fs Raimundtts, -primus hu- Jus sánete basitice abhas, sanctas liic retiquias á domino Agapito papa II donatas portavit ac recondidit anno Dom. DCCCCL. En la otra se repite casi lo mismo. Los relieves parecen obra del siglo xvi. PALÈNCIA .|53 hijas y esposas (i). Siglos hace que artistas y viajeros admiran aquella obra maestra, sin que se sepa dónde y cuándo fué halla- da, ni cómo vino á tan escondida soledad: sólo aparece que el sepulcro, lo mismo que el del Rey Monje en Huesca, el de Itacio en el panteón real de Oviedo, el atribuido al rey Alfonso en la catedral de Astorga, encierra restos de algún personaje muy distinto de aquel para quien se labró con mil años de an- terioridad. Con la perfección del arca contrasta lo tosco de la cubierta, añadida sin duda al destinarla á su actual empleo; mas carece de epitafio que permita asegurar si yace allí el conde fundador ó alguno de sus descendientes (2), (1) Trasladada en i 872 esta joya al musco arqueológico nacional, tuvo oca- sión de examinarla detenidamente el erudito Sr. Fernández Guerra, y recordando tres sarcófagos muy parecidos en el asunto de su escultura, custodiados en Roma en los palacios Giustiniani, Barberini y Borghese, que desde el siglo pasado fue- ron objeto de animada discusión entre Winekelman, Eckel, Visconti y otros insig- nes anticuarios, cayó en la cuenta que el de Husillos representaba la misma esee- na de aquellos, es decir, la muerte de Agamenón y de Casandra. Con el ingenio que le distingue, explica nuestro sabio arqueólogo, en el tomo 1 del Museo de An- tigüedades, las trece figuras, una por una, que componen el relieve, mostrándonos además de las dos víctimas, del adúltero Egisto y de un cómplice que aplasta con un tajo de cortar carne la cabeza de la troyana, á la celosa Clitemnestra con una tea en la derecha y una serpiente en la izquierda, seguida de una furia; á Orestes y Electra dormidos á uno y otro extremo del cuadro como presagiando la futura venganza, y en igual actitud á Ifigcnia inclinada sobre la segur que la inmoló, re- cordando por decirlo así el prólogo de toda la tragedia; á una mujer, probable- mente la nodriza de Orestes, apartando con horror el rostro, y á otra que se lo cubre con las manos; á un servidor de Agamenón que acude ya tarde en su auxi- lio ; y á otros en fin que tienden sobre la catástrofe grandes lienzos, cuya extremi- dad envuelve á la derecha un simulacro de Apolo del cual era Casandra sacerdo- tisa. En los sarcófagos de Roma, de composición parecida, Eckel y otros creyeron ver más bien la venganza tomada sobre Clitemnestra y Egisto por Orestes y Pila- des alentados por Electra, opinión que combate con serias dificultades el Sr. Fer- nández Guerra. Á su vez interpreta los dos relieves de los costados de la urna, haciendo notar que son de labor harto menos primorosa que la delantera, y en el grupo de la derecha compuesto de cuatro figuras discierne la prisión de Orestes y de su amigo en el Chersoneso Táurico y su reconocimiento con Ifigenia, y en las dos de la izquierda la absolución del matricida por la diosa Palas. No es fácil opo- ner á esta explanación otra más aceptable ni desenvolverla con mayor lucidez. (2) Por larga .y minuciosa que sea la relación que de esta urna hace Morales, no sabemos abreviarla una línea, tan interesante es. «Y estando toda ella, dice en sus Anales, labrada como se dirá, tiene la cubierta tumbada de una piedra tosca y lisa y tan groseramente labrada, que parece se hizo de aquella manera para que la labor de la caja de abajo pareciese mejor, aunque sin este opósito le basta sola su escelencia para mucho resplandecer. En la haz desta caja está esculpido de mas 454 PALÈNCIA Corto interés ofrecen ya los restantes entierros de Husillos. Hállanse toscos bultos de sacerdotes con un libro en las manos á la entrada de la iglesia y en un nicho de los que ocupan el fondo de las capillas ojivales de la izquierda al lado del de la célebre urna romana; en la inmediata capilla, donde existe un antiquísimo retablo de San Ildefonso, hay otra tumba del si- glo XVI con estatua yacente de prebendado (i); en la bizantina de la derecha una lápida del xiii (2). Tal vez las contenía en mayor número el claustro, cuya entrada de arco semicircular que medio relieve el fin de la historia de los Horacios y Curiacios, pues está al principio la hermana muerta y allí su esposo y otra gente llorosa sobre la herma- na, y entre ellos uno que, no se le pareciendo mas que el colodrillo con la mano puesta en él, representa mas tristeza que ningún rostro de los muy tristes que se parecen ; con esto se puede creer quiso el artífice fuese este el Agamenón de' Ti- mantes, que cubriendo su pesar el buril lo muestra mayor el arte. Sigue luego una manera de sacrificio, y parece el pasarlo el padre al matador por debajo del //of/o so7-orfo y todo aquello que Tito Livio prosigue; porque también en el un testero desta caja están dos que teniendo un asa en medio parece sacrifican, y en el otro testero asimismo están dos que encierran en un sepulcro la urna con las cenizas de la muerta. Esta es á mi juicio la historia: la escelencia de la escultura se puede sumar con lo que dijo el famoso Berruguete, despues de haber estado gran rato como atónito mirándola: ninguna cosa mejor he visto en Italia. Lo que á mí me sucedió allí es que habiendo mas de veinte figuras, cuando estaba mirando la una y pensaba que allí se habla acabado la perfección del arte, en pasando á mirar la siguiente entendía como tuvo el artífice de nuevo mucho que añadir. Ca- da figura mirada toda junta tiene eStraña lindeza, y en cada miembro por sí aun- que sea muy pequeño hay otra particular, que sin ayudar al todo, ella por sí sola se tiene su estremado artificio. Toda la escultura está muy conservada sino es una sola figura al un lado, que á lo que yo creo por estar muy relevada la quitó algun grande artifice para llevarse algo de aquella maravilla. Y no se espante nadie como me detengo tanto en celebrar una piedra, porque demás de mi afición natu- ral á la pintura y escultura, desta antigualla dijo el cardenal Poggio, á quien todos conocimos por hombre de lindo ingenio y alto juicio, que podía estar en Roma entre las mas estimadas por su igual. Y á lo que yo creo debe ser sepultura de aquel conde Fernando Ansurez fundador, que aviendo ávido esta rica antigualla de romanos, quiso sirviese para su sepultura. De romanos digo que es, pues para sepultura de ningún cristiano cierto que no se hiciera con tan profana historia.» En el Viaje Santo, donde se expresa casi en iguales términos, añade que es de ocho piés en largo y tres y medio de alto y otro tanto en ancho, que dentro hay huesos, y que tal vez tenga algunas letras el lado de la urna arrimado á la pared, que está liso según se juzga por lo que se puede tocar. ( i) Tiene á sus piés un perro y el siguiente epitafio : « Aquí yace el honrado y discreto varón D. Pero Ruiz de Villoldo abbad de Lavanza, prior desta yglesia, que Dios aya, falleció á XÍ de junyo de MDIII años » (2) Dic& así: Idibus novembris obiit magister Ste/a7tus sacrista hujus ecctesie, ejus anima requiescat in pace, amen, era MCCXCIX (1261 de C.) se ve á un lado de la del templo, antes que sufriera la renova- ción que hace en el día menos lamentable su completa é inmi- nente ruina. De los poderosos condes que dominaban aquella tierra, Husillos era el panteón y Monzón el castillo. Este nombre deri- vado del montecillo en que está, Monteson en latín bárbaro, y eventualmente idéntico al de la célebre villa de las cortes ara- gonesas, suena desde la primera repoblación de los Campos Góticos que siguió á las conquistas de Alfonso III. La importan- cia de su fortaleza sobre la vega del Carrión puede medirse por la autoridad del que la guardaba en la primera mitad del si glo X, Ansur Fernández, padre de Fernando Ansúrez y de sus hermanos Gonzalo, Ñuño y Enrique, al par que suegro del rey Sancho I. No sabemos si era conde ó alcaide de la misma en 1029 el buen Fernán Gutiérrez, á quien crónicas y romances enlazan con el suceso de los aleves hijos de D. Vela matadores del joven conde de Castilla. Incapaz de resistirles á viva fuerza, dícese que los acogió dentro muy sumiso y los entretuvo con banquetes, mientras avisaba en secreto al rey de Navarra que vino arrebatadamente á vengar á su cuñado. Encendióse á la entrada del castillo una hoguera, y en ella pagaron su traición los tres hermanos Rodrigo, Iñigo y Diego: su cómplice Fernán Flainez escapó disfrazado y metióse en los montes de las Somo- zas, pero acorralado y cogido cual fiera, recibió por fin el casti- go de manos de la esposa de su víctima (i). (i) Seguimos, sin darla por cierta ni mucho menos, la relación de la Crónica general y del Romancero ; éste llama alcaide, aquella conde de Monzón á Fernán Gutiérrez. La fuga de Flainez la describe el romance de este modo; Hernán Flayno esc traidor No se halla aunque es buscado. Se le habla escapado, Mudárase los vestidos. El rey don Sancho mandó Cavalgó sobre un caballo Que el monte sea cercado. Sin llevar silla ni freno. Prendido lo habia en él Un capote cobijado, Al alevoso malvado; La capilla en la cabeza, Trajéronlo do es la infanta. En piernas iba el malvado ; A ella lo han entregado. Entróse dentro en los montes, Y fizo en él tal justicia Que lo mató por su mano. 4S6 PALÈNCIA Al renacer Palència por aquellos años, daba nombre Mon- zón á toda la comarca; no es mucho lo dé todavía á una de las puertas de la ciudad. Su título era el primero que llevaban con otros muchos el conde Ansur Díaz y su hijo el famoso Pedro Ansúrez, restaurador de Valladolid; y tal vez como residencia de este último, fué teatro de los infaustos desposorios de su pupila la reina Urraca con Alfonso rey de Aragón, en cierta noche del mes de Octubre de 1109, que se señaló con una fuer te helada como agüero de la desolación que había de caer sobre Castilla. En Mon 1111 declarado ya el divorcio, sirvió de asilo zón á D. Pedro de Lara, contra quien se habían coligado nume- rosos émulos del absoluto favor de que gozaba con la princesa á fuer de amante ó de marido: cejó tras de porfiado sitio su resistencia, hubo de rendirse prisionero (i). Andando el y tiempo vinieron á poseer á Monzón los señores y luégo mar- queses de Poza, de cuya época parece datar el actual castillo coronado de almenas, que con el puente de trece ojos sobre el río forma una imponente perspectiva. Disipáronsenos más arriba los bélicos recuerdos y las som- brías tradiciones al penetrar en los amenos sotos donde conflu- exuberante de las yen el Carrión y el Ucieza, y donde con lo aguas despliega desusada pompa la vegetación. Allí entre fron dosas alamedas, alumbrado por los últimos rayos del sol, se nos apareció de improviso un monumento, el priorato de Santa Cruz de la Zarza, habitado por los premonstratenses desde que 1176 los trajo Alfonso VIII del monasterio de Retuerta en poniendo al abad Juan á su frente, hasta que en 1627 cansados de la soledad se mudaron á Valladolid. Márcanse por fuera gentiles y desembarazados todos los miembros de una iglesia Observamos ya en el tomo de Asturias y León que ese conde Flainez, que la tra- firma lleno de vida de dición denigra, años después de su pretendido suplicio y concesiones de Sancho el Mayor, y añadiremos ahora la honores los privilegios y dotación de la catedral de Falencia por Veremundo 111. adversarios D. Pedro de Trava su propio suegro, D.Gutierre (i) Fueron sus Fernández de Castro y D. Gómez de Manzancdo, quienes le enviaron preso al cas- tillo de Mansilla cerca de León, desde donde pudo escapar á Barcelona. bizantina, la nave, el crucero con rasgados ajimeces en cada brazo, los ábsides laterales, y el principal de forma pentágona reforzado por machones; pero en sus ventanas flanqueadas de esbeltas columnas cilindricas y en el bajo portal bocelado, la ojiva señala 457 ya la proximidad de la transición. Reina asimismo por dentro en los arcos de las bóvedas, y aun posteriormente fueron adornadas con estrellas de crucería; reina en las lóbregas galerías del desierto claustro, que sin embargo no participa de la elegancia ni de la perfecta conservación del templo. Había cerrado la noche cuando llegamos á Amusco, y á la primera luz del siguiente día vimos en la parroquia de San Pe- dro uno de los portales más grandiosos que ha dejado el arte bizantino. Siete arcos decrecentes, que por su rompimiento im- perceptible apenas merecen llamarse apuntados, disimulan el espesor del muro, guarnecido el uno de dientes de sierra, otro sembrado alternativamente de angelitos y cabezas, los restan- tes tachonados de florones ; las doce columnas llevan por basa un simple anillo, pero en sus capiteles ostentan con variedad prodigiosa así ramas de encina y otros follajes, como figuras de hombres y mujeres y fantásticos brutos. A los lados del arco exterior figuran bajo doseletes las efigies de San Pedro y San Pablo, y encierran la obra en una especie de atrio dos robustos arbotantes, que tal vez se construyeron al incrustar en la nueva iglesia la vieja fachada, de la cual subsiste á la altura del coro un ajimez, bizantino en todo menos en su ojiva. Desgraciada- mente el siglo xvi no acertó á fabricar en reemplazo de lo que destruyó sino una alta y espaciosísima nave enteramente desnu- da, con cúpula muy plana, y en el testero un retablo colosal: del presbiterio arrumbó los sepulcros de los Manriques de Lara, á excepción de alguna losa con relieves, y por el atrio rueda un trozo de atlètica estatua de alguno de los adelantados mayores de Castilla (i). Respetóse la antigua puerta lateral, pero se em- { t ) Del epitafio esculpido en letras góticas de relieve sólo pueden leerse por 58 458 PALÈNCIA plastaron de yeso sus numerosas molduras. La espadaña con sus tres órdenes de arcos tiene honores y elevación de torre. Cuán poblada fuese en lo pasado la villa de los Manriques, merced á sus fábricas de lana no menos que á la feracidad del suelo, lo demuestra otra parroquia que fuera del pueblo se levan- ta con el nombre de Santa María de las Fuentes, conservada hoy en clase de ermita por la devoción de los pastores del con- torno. Bizantina en la traza y disposición de sus tres naves, tres ábsides y crucero y en los grupos de columnas que forman sus pilares, gótica en los arcos muy marcadamente apuntados, es un acabado modelo del género de transición, y una prueba de lo mucho que duró en aquel país su predominio, pues hacia la mi- tad del siglo xiv la obra continuaba todavía (i). Gracias á no haberla alcanzado después la manía de las renovaciones, halla- mos en sus capillas retablos anteriores al estilo ya que no á la época del renacimiento (2) ; vemos reproducirse en sus dos por- tadas bien que ojivales la misma degradación de arcos y riqueza de capiteles que en la de San Pedro, á cuyo ejemplo tiene su atrio la del costado; contemplamos en la fachada las ménsulas de caprichosos mascarones, la prolongada claraboya, la sencilla espadaña, y en el torneado ábside los sutiles pilares, las fajas de tablero, las graciosas ventanas de dos ó tres* columnas por lado, que caracterizan las construcciones puramente románicas, y que le dan apariencias de mayor antigüedad. La historia de Amusco se refunde en la de una familia, pero la colocación de la piedra estas palabras : don Po. Mawique adel... doce dias del mes de... Opinamos que el sepulcro debió ser de alguno de los adelantados de.Castilla que hubo de la estirpe de los Manriques en el siglo xvi, pues los que lo fueron de León en el xv, D. Pedro Manrique y su hijo D. Diego, no yacen en Amusco sino en el monasterio de Valvanera. (1) Pruébalo la merced que en 1334 al concejo de Amusco su quinto se- ñor Garci Fernández, de fabricar cinco ó más molinos sobre el Ucieza, con tal que se emplease la renta en la obra de Santa María y en reparar las fortificaciones. De estas hay vestigios todavía. (2) Tales son el de Antón García y su mujer hecho en i 3 24 y el del licenciado de Amusco. PALÈNCIA 459 esta familia se apellidaba Lara. Disputóla en el siglo xii á los Osorios, á cuyo progenitor Rodrigo Martínez había dado en 1135 Alfonso VII toda la heredad que allí tenía con el infantazgo de San Pelayo ; y poseíala por completo el esclarecido Pedro Man- rique, cuando al morir en 1202 dejó á su tercer hijo Rodrigo el señorío al cual ella dió nombre, como la principal de las nueve villas que constituían en Campos su dominio. Arraigóse tras- plantada en Amusco aquella rama, que olvidando el de Lara, convirtió en linaje el nombre hereditario de Manrique: Pedro, biz- nieto de Rodrigo en 1323; Garci Fernández, hijo de Pedro en 1362; Pedro, hijo de García, en 1381 preso en el alcázar de Palència como favorecedor del conde de Gijón, los tres legaron sus mortales despojos á la iglesia de San Pedro. Sin embargo, la villa aunque solariega no iba incorporada al mayorazgo y se dividía á menudo entre los hijos del poseedor, hasta que D. Juan García Manrique, hermano del último y arzobispo de Santiago, que la escogió á veces por retiro en sus desgracias cortesanas, la vinculó en 1382 á favor de Diego Gómez, otro de sus hermanos, que feneció gloriosamente en el desastre de Aljubarrota. Creció portentosamente en el siglo xv por herencias y enlaces la pujan- za de los señores de Amusco, y no tuvieron los infantes de Ara- gón aliado más poderoso ni el de Luna enemigo más formidable que el adelantado Pedro Manrique y su hijo Diego, primer conde de Treviño. Al morir éste allí en 1458, armóse la villa sin pro- vecho en defensa de su viuda D.^ María de Sandoval, á quien prendieron sus cuñados y despojaron de la tutela de los hijos, y que después de repetidos azares y vicisitudes, viuda segunda vez del conde de Miranda, acabó retirada en un convento. Fué su primogénito aquel animoso D. Pedro, cuyos eminentes servi- cios premiaron los Reyes Católicos en 1482 con el ducado de Nájera, y que contradijo después con inaudita tenacidad la re- gencia de Fernando V. El título de señor de Amusco, eclipsado por otros más ilustres bien que más recientes, continuó en su descendencia masculina, y por extinción de ella en 1600, saltó 460 PALÈNCIA de varón en varón á otras ramas del tronco de los Manriques. Heredólo últimamente la de Garci Fernández, tío del primer .duque, á favor del cual se había desmembrado en el siglo xv el señorío de las Amayuelas que en 1658 se erigió en condado. Ambas Amayuelas, la de arriba y la de abajo, dominan una.pers- pectiva deliciosa al otro lado del canal á vista de Amusco, y sus parroquias de Santa Colomba y San Vicente pasan por cons- tracciones góticas en el país ; pero nos impidió visitarlas la rapi- dez de la excursión, haciéndonos dejar también á un lado el pueblo de San Cebrián con el encomiado retablo de su igle- sia (i), y el gran convento franciscano de la Calahorra conver- tido en fábrica de harinas. Sólo un momento nos detuvimos á la entrada de Piña de Campos, sin penetrar en su recinto cercado en parte todavía, á contemplar su gallardo castillo, cuyos muros taladran saeteras en cruz, y cuyas torres angulares no menos que otras cuatro salientes en el centro de cada cortina coronan altas y piramidales almenas. Las famosas calderas de los Laras alternando con águilas en sus blasones, dicen que allí señoreaba otra línea de los Manriques, la de los marqueses de Aguilar. Ansiábamos llegar cuanto antes á los históricos campos de Támara y visitar el suelo donde se hundió en 1037 el trono de León y que empapó la sangre del último de sus monarcas. Sangre inocente y generosa, vertida por la más injusta ambición, y sin embargo fecunda, doloroso es decirlo, para la unidad y pujanza de la monarquía, puesto que con ella se amasaron los cimientos de la grande obra reservada á la dinastía de Fernán- do I. Apareciéronse á nuestra fantasía el malogrado Veremundo, y su brioso caballo Pelayuelo, y los siete campeones que sobre él cayeron peleando, y los arrollados leones, y los victoriosos castillos; pero en balde buscaron nuestros ojos por llanos y ce- rros algún objeto que recordara la terrible catástrofe, en balde (i) Consta de cuatro cuerpos con medios relieves, según dice Ponz, que elogia asimismo la sencilla arquitectura del coro y el pórtico que mira al mediodía. interrogamos al labrador si vivía la tradición del suceso en sus cantares ó si venía á asombrarle alguna vez, al remover la tierra, el hallazgo de armas ó despojos humanos. No obstante, la situa- ción del lugar en el país comprendido entre Pisuerga y Cea obje- to de la contienda de los dos cuñados, su proximidad al Cardón 461 considerando como uno de sus brazos el Ucieza, y la analogía por no decir la identidad del nombre, persuaden ser aquel el valle de Tamarón teatro de la lucha fratricida (i). Á falta de memorias bastarían para ennoblecer á Támara sus monumentos. La iglesia llamada del castillo y único resto que de él subsiste, mostrando el rudo carácter de la primera época bizantina y careciendo de ábside semicircular como las primitivas de Asturias, perteneció según fama á los Templarios cual aneja á la encomienda de Villasirga, y de ellos pasó con el señorío del pueblo á la orden de San Juan. La parroquia de San Miguel fué priorato de San Pedro de Cardeña ; la principal, de- dicada á San Hipólito, ignoramos lo que sería antes que en el siglo XIV desplegara una magnificencia digna de brillar en la ca- pital más distinguida. Anda ligada la advocación del santo, en cuyo día nació Alfonso XI y de quien se manifestó siempre muy devoto, con la protección que á la fábrica del templo dispensó en 1334 mandando emplear en ella las tercias que del lugar per- cibía. Á la puerta mayor, colocada en el flanco del edificio, sirve de pedestal una escalinata y de pórtico una gran bóveda de sen- cillas ojivas tan alta como las interiores ó poco menos, debajo de la cual campea mejor el ingreso de seis arcos decrecentes, (i) En el tomo de Asturias y León describimos el suceso. Habiendo acontecido en miércoles según los anales Complutenses, y refiriendo el monje de Silos la co- ronación de Fernando 1 en León al 2 2 de junio, debió darse la batalla en 8 ó i 5 de aquel mes que fueron miércoles en el año de 1037. En el nombre y circunstancias del sitio convienen los antiguos cronistas, y el Silense expresa transjecio Canta- briensium limite: pero Mariana añade de su caudal que fué cerca de Lantada, con- fundiendo acaso esta acción con laque ganó en 1068 Sancho II contra su hermano Alfonso. La crónica de Alfonso Vil dice que m valle Tamari estuvieron para venir á las manos en i 127 aquel monarca y su padrastro Alfonso de Aragón, situando expresamente dicho valle entre Castrojeriz y Hornillos, donde todavía hay un pue- blo llamado Tamarón que no debe equivocarse con el que nos ocupa. 462 PALÈNCIA que recuerdan aunque apuntados la reciente tradición bizantina. El templo reúne la gravedad y gentileza de las obras góticas de aquella centuria, y la amplitud del crucero aumenta el des- ahogo de sus tres naves, sostenidas por pilares de ocho colum- nas, en cuyos capiteles se entrelazan con las hojas animales de capricho. Más avanzada y en su mayor eflorescencia se hallaba la ar- quitectura al levantar el bellísimo arco del coro, aislado á los piés de la nave principal. Dos líneas de colgadizos lo guarne- cen, aguántanlo columnas labradas de florones romboidales, cíñelo un antepecho calado con figuras bajo doseletes en medio de él y á los extremos, iguales á las del apostolado repartidas en los dos cuerpos de crestería que miran hacia las naves me- nores. La sillería de dos órdenes se hizo más tarde en el si- glo XVI, al mismo tiempo que se reedificó de crucería su bóveda esculpiendo en la clave el escudo imperial. Su escalera gira es- piralmente al rededor de un pilar lo mismo que la de Villamu- riel, y el vacío del arco lo ocupa el órgano suspendido sobre un ligero puntal. En la pila bautismal cuajada de lindos relieves que representan los hechos de San Hipólito, en las del agua bendita abundantes en figuras, se advierte también la delicada mano de los escultores de la Edad media ; pero ni á estos acce- sorios ni á la elegancia de la reja corresponde el barroquismo de los altares. Los cajones de la sacristía, minuciosamente enta- liados con varias historias, encierran preciosos temos y orna- mentos de más de trescientos años de fecha ; y entre las reli- quias figura la cabeza del santo titular traída de Roma en 1654 por el carmelita fray Bernabé de Guardo, natural de la villa. Gran ruina vino sobre la iglesia el último día del año 1568 con el hundimiento de la torre, que derribó seis capillas de la izquierda (i). Situada como la actual á los piés de aquella, en medio de dos portadas de la decadencia gótica que acompañan (1) Recuerda esta catástrofe la inscripción puesta debajo de una tribuna. PALÈNCIA dos claraboyas de trepados arabescos, parece que databa, lo mismo que éstas, del tiempo de los Reyes Católicos, cuyos escu- dos se notan á los lados del de la casa Austríaca en uno de los cuerpos de la construcción presente, trasladados acaso de la anterior. Erigióse la nueva sobre atrevidos arcos con la orna- mentación acostumbrada de pilastras y recuadros y ventanas de medio punto, añadiendo nichos con figuras en los costados de las superiores, y diósele el remate de rigor, balaustrada de pie- dra, agujas en los ángulos, cupulilla y linterna, que bastan para merecerle el concepto de obra de Herrera y para ser citada entre las mejores torres de Castilla (i). Gruesos machones ro- bustecen por fuera el edificio, y entre los del ábside asoma do- ble serie de góticas ventanas. Apenas habíamos perdido de vista á Támara, saliónos al encuentro Santoyo, pueblo guarnecido, como de armadura com- pleta, de altos muros almenados con sus torres y garitas de trecho en trecho y tres arcos en lugar de puertas. Á vistas de estos indicios de importancia antigua tan poco acordes con su condición presente, cualquiera se inclina casi á acoger la pre- tensión inventada por los cronicones apócrifos del siglo xvii, de haber sido aquella una de las primitivas sedes episcopales con nombre de Tela, fundada por San Eutiquio discípulo del após- tol San Juan, de quien dicen le vino el llamarse Santoyo, y des- destruida por la invasión de los suevos. Y en efecto parece edi- ficada bajo la impresión de grandiosos recuerdos y venerandas tradiciones aquella parroquia, que aun después de visitada la de Támara sorprende al espectador. Algunos años de prioridad llevan á la otra sus tres naves, pues á pesar de cerrarse sus arcos en ojiva, los pilares presentan hacia la mayor, que es alta y angosta, dos órdenes de columnas sobrepuestos como en va- rias obras de transición (2), y en las ventanas de las laterales (1) De tal la califica Ponz, que yerra en suponer de la época de los Reyes Ca- tólicos la arquitectura general del templo, pues su estilo es harto anterior. (2) Como ejemplo de esta sobreposición de columnas recordamos los pilares de la catedral de Sigüenza. se observan los cortos fustes y los grandes capiteles del estilo románico. Como la otra iglesia, tiene esta á sus piés la torre y en un costado la entrada principal, la torre abriendo una sobre otra sus desnudas 4o6jiv4as, la portada precedida de un atrio y decorada con un arco artesonado de piedra y con labores de gusto plateresco. En su mitad superior ofrece la parroquia de Santoyo bien diferente y aun más suntuoso - carácter, prueba de que el si- glo XVI compitió con el xiii en honrarla y engrandecerla. Alto' y espacioso crucero con claraboyas en sus brazos, esbeltos y bocelados pilares, espléndida capilla mayor que iguala en an- chura á las tres naves y á la cual introducen tres arcos peral- tados de aplanada curva, graciosa estrella descrita en el centro de la bóveda por la reunión de las arcadas que arrancan de los diez ángulos del vasto polígono, ventanas ojivales en número de ocho bordadas de arabescos y cubiertas de vidrios pintados con figuras, forman un admirable conjunto en que las postreras galas del arte gótico se combinan con las innovaciones del re- nacimiento. Entonces se adornaron con dibujos de crucería to- das las bóvedas del templo, labróse el facistol y la sillería del coro alto con efigies esculpidas en los respaldos, y se erigió á un lado del presbiterio honorífico sepulcro á un benemérito sa- cerdote (i). Por complemento de estas obras un secretario de Felipe II hacia 1570 encargó la traza y ejecución del gran reta- blo, con que quiso enriquecer su villa natal, al eminente Juan de Juní, quien, si el hecho es seguro, no desmintió en sus últi- mos años la reputación tan justamente adquirida (2). De exqui- (1) Está dentro de un nicho con efigie yacente y un ángel de relieve en la urna, leyéndose en ella el epitafio que sigue: «Aquí reposa el cuerpo de Andrés Perez beneficiado que fué en esta iglesia, el que dejó aquí una memoria de tres misas cada semana la una cantada, y un hospital junto con su casa, dotólo todo de sus bienes; falleció á... año MDXl.» (2) Llamábase dicho secretario Sebastián Cordero de Navares, por sobrenom- bre Santoyo con motivo de ser hijo de aquel pueblo. Por los libros de fábrica consta según Ponz que la del retablo duró desde 1570 hasta i 583 y que en ella trabajaron los artífices Gabriel Vazquez de Barreda, Antonio Calvo, Miguel Barre- da, Juan Ortiz y Manuel Alvarez. De Juan de Juní no aparece en las citadas cuen- sito cincel proceden sin duda la estatua del Bautista colocada en el centro, los ocho relieves de su vida, las efigies de santos en los intercolumnios, la coronación de la Virgen puesta arriba debajo de un templete, y el Calvario y las figuras alegóricas 465 del remate, aunque todo ello es trabajo excesivo para-una sola mano; por de pronto las pinturas de los costados otro las hizo á nuestro entender. La arquitectura del retablo, compuesto de tres órdenes de columnas estriadas jónicas y corintias y de un tabernáculo que los reproduce en pequeño, no desdice de la extraña y licenciosa originalidad que caracteriza y aun deslustra las concepciones del célebre escultor. En el camino de Santoyo á Astudillo, tan corto como es, brindónos á descansar una ermita, resto único de un pueblo llamado Torre Marte que desapareció á mediados del siglo xvii. De estructura gótica por fuera, de carácter bizantino en el inte- rior, presenta en los ricos capiteles de sus columnas singulares grupos de fieras y serpientes, y conserva un pulpito construido en 1490 con el antepecho bordado de relieves de yeso (i). Co- piosas ofrendas rodean la antiquísima efigie del Cristo, más venerada en los contornos que recomendable por el mérito de la escultura (2). Otra ermita en las inmediaciones de Santoyo, la de Santa Lucía de Guadilla, remontaba su fundación al año 1097, si no miente la inscripción que hallamos después en un libro (3) y de la cual nada supimos entonces, tal vez por haber ya perecido el santuario. tas memoria alguna ; y así la opinión, que fundada en la analogía del estilóle atribuye aquella obra, no pasa de ser una conjetura, tan equivocada acaso como la que supone hecha por Berruguete la figura principal de San Juan, olvidando que aquel artista había muerto ya nueve años antes, en 1561. En concepto de Ponz, hizo también Juní la estatua y el retablo de San Andrés colocado en un bra- zO del crucero. (1) Por su parte baja corre la inscripción siguiente: «Esta obra se fizo año de XC en que se ganó Granada.» Sin embargo. Granada no se ganó hasta princi- pios del 1492. (2) «Escélente crucifijo que estiman por de Gregorio Hernández» dice el viaje- ro Ponz que no debió verlo seguramente, (-5) El único que la trae y aun incompleta es Argáiz, autor de poco crédito, y PALÈNCIA Llegamos por fin á Astudillo, donde viven los recuerdos de aquella dama hermosa y discreta, digna de mejor amante que el rey D. Pedro, digna del cetro si no lo hubiera ambicionado. La curiosidad nos condujo desde luégo al convento de Santa Clara que ella fundó y que escogió para su humilde sepultura al cerrar los ojos en Sevilla por Julio de 1361: interesábanos ver la tumba donde reposó por un año apenas su cadáver, traído con pompa de las orillas del Guadalquivir y con mayor pompa devuelto á ellas, después que el monarca se propuso hacerla reinar póstumamente declarándola ante las cortes por su legíti- ma esposa. Á vista de una gastada urna situada junto á la reja del coro, creímos de pronto cumplir nuestro deseo; mas al acercarnos reconocimos sobre la cubierta dos toscos bultos de consortes cuyo nombre se ignora (i), y se nos dijo á una voz, desmintiendo la historia y metiéndonos en confusión, que no habían sido en el convento depositados los restos de la Padilla, sino en la parroquia de Santa María en la capilla de la nave derecha (2). Quedóse muy atrás en grandeza la fundación de D.^ María á la de su hija Beatriz en Tordesillas ; la iglesia es desnuda y pobre, y sin las dos góticas ventanas que alumbra armas de Cas- su capilla mayor fabricada de cantería, y sin las tilla pintadas en el enmaderamiento de la nave, nadie adivinara su antigüedad y su origen. Dícese, y no es improbable, que la vicaría del convento fué palacio que habitó á veces con su real amante la fundadora; y como de las huellas del rey justiciero brotan do quiera las tradiciones populares, muéstrase una por mano con un cordón esculpida en el dintel de una casa contigua, en memoria de la que hizo cortar á cierto infiel secretario. Palentine seáis supliendo sus erratas dice así: Era, TCXXXV Raimundus episcopus gratia Dei pontífex hanc he... (1) Esta urna estaba antes en el presbiterio y carece de epitafio. (2) Si padecen equivocación los vecinos, como puede suceder tratándose de hecho tan remoto, acaso nació de las palabras de Mariana que titula de Santa Ma- ría el monasterio en qne fué enterrada la Padilla. Pudo también ser colocada en dicha parroquia provisionalmente, ínterin se le construía en el convento un de- Sevilla. cente sepulcro, que luégo se excusó por la traslación del cadáver á Desde el siglo xi en que la menciona una escritura de Ve- remundo III, suena Astudillo en la historia lo bastante para acreditar su existencia, no para demostrar que tomara parte activa y ruidosa en los acontecimientos. Dióse en arras á reinas, 467 en prenda de seguridad á infantes, y en señorío á Ruy Díaz de Mendoza, mayordomo de Juan II y de Enrique IV, que la trans- mitió á sus descendientes los condes de Castrojeriz. Era señor del pueblo á mediados del siglo xvi Jerónirno de Reinoso, padre de D. Francisco, obispo que fué de Córdoba á fines de la cen- turia, y de la infeliz D.^ Catalina, monja de Belén en Vallado- lid, pervertida por los errores de Cazalla, que expió con la vida en el segundo auto de fe de 1559 (i). La Mota ó fortaleza que la dominaba apenas ha dejado vestigios, y á sus piés se excava el cerro para formar miserables viviendas; pero todavía defien- den el pueblo almenados torreones de piedra y lienzos de mu- ralla, marcándose las cinco puertas de su recinto. Por su impor- tancia y por su crecido vecindario ha merecido obtener el rango de cabeza de distrito. Sus tres parroquias se titulan Santa Ma- ría, San Pedro y Santa Eugenia; las dos primeras de dos naves de estilo ojival aunque bajas y no sin resabios bizantinos, de una sola la última renovada en el siglo xvi, todas con retablo mayor de apreciable escultura, gótico ó del renacimiento. Santa María se envanece de deber su fundación á la insigne reina Berengue- la, y en la capilla del testero de una de sus naves contiene una bella estatua tendida de un comendador de Montemolín : su torre, como la de Santa Eugenia, con sus multiplicadas series de arcos uniformes recuerda la extraña fisonomía de la de San Benito en Valladolid. (i) Su madre Juana de Baeza descendía de judíos, y debió ser hija, hermana ó prima del contador Baeza, padre de D.° Francisca de Zúñiga, penitenciada por lu- terana en el primer auto, y nieta acaso de Juan Rodríguez de Baeza, preso con su mujer por judaizante en 1488. De Astudillo era también natural Juan Sánchez, criado de Pedro de Cazalla, uno de los más activos emisarios de la nueva herejía, de carácter é instrucción muy superiores á su clase, según aparece del lib. IV, cap. vil, párrafo 3.° de los Heterodoxos españoles. 4Ò8 PALÈNCIA Al oriente de Astudillo se desliza el Pisuerga por los once ojos de un antiguo y grandioso puente, en dirección á mediodía. Remontando sus márgenes hallaríamos á Melgar de Yuso vin- Guiado un tiempo en los primogénitos de la casa del almirante Enríquez con título de condado, y el famoso puente de Hitero de la Vega, adonde fué desde el África conducido hacia 1220 el cadáver del bullicioso D. Gonzalo de Lara, vestido con el hábito de la orden de San Juan cuya era la encomienda del pueblo, y en donde el tiranuelo Gonzalo González soltaba el freno á los crímenes y violencias que castigó confiscando sus bienes Fernando el Santo (i). Al contrario siguiendo la corrien- te abajo hubiéramos visto junto á otro puente á Torquemada, la segunda villa del territorio después de Astudillo, marcada ya según conjeturas en los itinerarios romanos (2), esclarecida bajo el señorío de los Sandovales marqueses de Denia, duques de Lerma más adelante. Esta dependencia hizo escogerla tal vez para habitación de la reina D.^ Juana, de quien era mayor- domo el marqués y prima su consorte, durante el primer año de su viudez inconsolable. Tres días antes déla navidad de 1506 vino de Burgos, siguiendo constantemente con los ojos, por temor de que se lo robaran, el féretro del Archiduque: el viaje hecho de noche y á la luz de las antorchas parecía, más bien que el de una corte espléndida, el de fúnebre comitiva. A las tres semanas, en 14 de Enero de 1507, dió á luz no sin gran peligro el póstumo fruto de su desgraciado amor, una hija por nombre Catalina, que fué reina de Portugal y esposa de Juan III. Desde el apogeo de su grandeza había recaído el trono en la miseria de sus aciagas menorías : disputábanse la regencia el Rey Católico desde Nápoles, el emperador Maximiliano desde Alemania, y aun varios príncipes la mano de la pobre loca que empuñaba el más poderoso cetro del orbe; y aquel humilde (1) Véase atrás la nota de la pág. 369. (2) Méndez Silva la reduce á Po7-/aotros á Antraca y otros á Bar- giacis^ nombradas por Tolomeo entre las vacceas. PALÈNCIA 469 pueblo era el foco donde se cruzaban todas las intrigas y ambi- ciones de dentro y fuera. Á cada momento se temía ver con- vertidas sus calles en sangrienta liza entre el duque de Nájera y el marqués de Villena, jefes del partido flamenco, y los soste- nedores del rey Fernando acaudillados por el duque de Alba y el condestable ; pero la impertérrita energía del gran Cisne- ros, apoderado de la iglesia, hizo salir de la villa las tropas de los grandes, no permitiendo desplegar allí otro pendón que el de la reina. La peste puso cima á estos trastornos, obligando á la corte á mudarse precipitadamente desde Torquemada á Hor- nillos. Pesábanos de no recordar en los lugares mismos estos acón- tecimientos, y de no ver sobre todo aquella parroquia de tres naves que pareció al viajero Ponz «de excelente construcción en el estilo gótico con los correspondientes ornatos en su línea.» Pero lo avanzado de la tarde nos obligó á regresar directamente á Palència, atravesando un extenso páramo de dos leguas á la luz del crepúsculo y andando otras tres en la más densa oscu- ridad, absortos y casi abrumados por las impresiones de aquella fecunda jornada. CAPITULO VI Carrión y su distrito ^ViETE leguas más arriba de Palència baña el Carrión la villa K^de su nombre, no siendo fácil averiguar si se lo ha dado ó si de ella lo ha recibido. Uno y otra lo llevan de muy atrás, desde que en el siglo ix fueron arrojados más allá del Duero los musulmanes. Cuéntase que la población se lo debe á unos carros, que introdujeron por sus puertas disfrazados de carbone- ros á los soldados de Alfonso el Casto, decididos á arrancarla del poder de los infieles ; y de esta leyenda, fundada no más en una arbitraria etimología, han tomado origen sus blasones. Del controvertido tributo de las cien doncellas ha nacido otra, que asegura fueron allí libertadas en el acto de la entrega por la braveza de unos toros, que acometieron y dispersaron á los bárbaros cautivadores. Lo más cierto es que Alfonso III con- quistó ó pobló á Carrión, y en ella se encontraba cuando atentó contra su vida su servidor Adanino, de quien y de sus hijos 472 PALÈNCIA inocentes ó culpables mandó hacer pronta y severa justicia (i). Aunque tan cercana al teatro de la guerra durante el siglo x, no la hallamos mezclada en sus vicisitudes : sólo sabemos que la envolvió en sus estragos aquella llama misteriosa, que salien- do del mar en i,° de Junio de 939 devastó toda Castilla desde Pancorvo hasta Zamora (2). Hicieron famosa á Carrión los condes que por encomienda del rey ó por derecho hereditario gobernaban aquel país desde los montes de Liévana hasta Monzón, y con su residencia pros- peró sobre manera, tomando á veces de su iglesia principal el nombre de Santa María (3). El más ilustre de su linaje fué el conde Gómez Díaz que florecía á mediados del siglo xi, y más ilustre aún su esposa D.^ Teresa por cuyas venas corría la san- gre de los reyes (4). Su opulencia y su piedad se desplegaron especialmente en la fundación del monasterio de San Zoilo, cuyo como cuerpo trajo de Córdoba su primogénito Fernán Gómez, la mayor recompensa de los servicios que había prestado al amir en las guerras con sus vecinos. Numerosa prole nació de este consorcio, cuatro varones y cuatro hembras por lo menos, y casi todos fenecieron, alguno peleando gloriosamente con los (1) Et Carrionem venit, dice Sampiro, et ibidem servum suum Adamninum cum filiis suis trucidarijussit, eo quod cogitaverat in necem regis. La misma cróni- ca, inserta en la del Silense, en vez de cum filiis suis dice á filiis suis., lo cual varía notablemente el sentido, y esta versión seguimos en el tomo de Asturias y León, cap. VI, I.' parte. (2) He aquí cómo describe los efectos de este fenómeno el cronicón Burgense; Era DCCCCLXXVII hal.junii die sabbati hora nona, flamma exivit é mari et incen- dit flurimas villas et urbes et homines et bestias, et in ipso mari pinnas incendit, et in in Zamora et unum barrium et casas plurimas, et in Carrion et in Castroxeriz Burgis et in Berviesca et in Calzada et Ponticorvo et in Buradon et alias plurimas villas. En los mismos términos lo refieren los anales Compostelanos y el cronicón de Cardeña en prueba del pavoroso recuerdo que dejó. (3) El autor arábigo Ibn-Khaldoun, citado por Dozy, dice que reinaban los Beni-Gómez en el país que se dilata entre Zamora y Castilla y que se llamaba San- ta María su capital. {4) Biznieta de Veremundo II por su madre Aldonza y por su abuela Cristina la hace el obispo D. Pelayo : su padre Pelayo el Diácono, hijo de Froila y su abuelo materno el infante Ordoño el Ciego, hijo de Ramiro, se cree fueron nietos del rey Froila II, aunque no se halla expresado en dicha genealogía. Véase la nota del cap. Xlll, I.' parte, del tomo de Asturias y León. PALÈNCIA 473 moros, en vida de su generosa madre, que llena de días, de méritos y de penas, bajó á descansar con los suyos en el año 1093. En ella se extinguió la familia ó cesó de ser heredi- taria la dignidad, pues en los años adelante vemos al célebre Pedro Ansúrez añadir á sus títulos el de conde de Carrión, con indicios irrefragables del señorío que ejerció sobre la comar ca (i). Ya hemos observado que las tradiciones valen menos á veces que la historia ; y entre los auténticos y venerables recuer- dos que acabamos de consignar, y las absurdas consejas que de los infantes de Carrión refiere la crónica hacia el mismo tiem- po, no es dudosa ciertamente la ventaja. Que los dos hermanos Diego y Fernando, hijos de un desconocido conde Gonzalo, casaran por codicia con las hijas del Cid D.^ Elvira y D.^ Sol, que en los reales de Valencia se desdoraran por sus cobardes hechos, que de vuelta á Castilla abandonaran desnudas á sus esposas en los bosques de Berlanga después de azotarlas cruel- mente, que osando presentarse en las cortes de Toledo rehuye- ran dar satisfacción de su indigno agravio, que al cabo, no pudiendo excusarla más, combatieran ellos y su tío D. Suero en su villa condal con tres guerreros del Campeador y salieran vencidos del palenque sin saberse si tuvieron otro castigo que el oprobio, esto más bien que romance caballeresco parece reía ción de bandidos, en la cual la verosimilitud, el decoro y el sen- tido común resultan á la vez maltratados. Sin embargo la han acogido por genuina nuestros historiadores, sin averiguar si es (1) Pruébanlo las escrituras que cita Sandoval en sus Cinco anteriores al Reyes, año algunas 1093 en que falleció D." Teresa, lo que no sabemos otro modo sino explicar de que por muerte de los dos hijos mayores de la condesa Fernando y García en 1083, habría de confiar el rey aquel importante poderoso gobierno á un varón y guerrero como Ansúrez, de quien no se sabe por otra parte que tuvie- ra parentesco alguno con los Gómez. Entre las iglesias de que hizo donación á la de Valladolid su insigne fundador en 1093, nombra el monasterio de San Esteban de Villoldo en el término de Garrión, y cuantas iglesias existieren allí, la de San Pedro dentro de la y ciudad de Santa María, que no es otra que la misma villa de Garrión. 60 474 PALÈNCIA compatible con los tiempos, con los lugares, con las personas á que se atribuye (i). Mayor interés y verdad encierra la retirada de Alfonso VI, que vencido segunda vez en Colpejares por el rey de Castilla su hermano y perdido su reino de León, buscó asilo dentro de Carrión en el templo de Santa María, y allí fué preso y aberro- jado por el vencedor, no redimiendo la vida sino con la promesa de meterse monje en Sahagún (2). Cuando volvió á reinar tran quilamente, en 1086, otorgó fueros á la villa, que ya los había recibido de Alfonso V, su abuelo, iguales ó muy parecidos á los de León ; y estos primitivos confirmó y adicionó la reina Urraca en 29 de Setiembre de 1109. Al año siguiente, estallada la gue- rra entre los regios consortes, apoderóse de Carrión Alfonso el (1) Basta observar que en la época de las supuestas bodas, hacia el 1094 en que fué tomada Valencia, había muerto ya el conde Fernando Gómez y sus herma- nos, y que nunca llevaron el patronímico de González que el poema del Cid les atribuye, si bien lo de infantes pudiera explicarse por la real alcurnia materna. La primera en referir tales sucesos, omitidos (no hay que decirlo) por el Silense, por el arzobispo D. Rodrigo y por Lucas de Tuy, pero vulgarizados por los cantares de gesta, fué la crónica general de Alfonso el Sabio, que los tomó sin duda del poema,y de la crónica latina del Cid Gesta Roderici cavi·pidocti, no siendo de ad- mirar el acuerdo que reina entre estas narraciones y las demás en prosa ó verso más ó menos antiguas referentes al célebre Campeador, como que todas proceden de una misma fuente. Vestidas con el encanto de su ingenua sencillez ó de su enérgica aunque ruda poesía, disimulan en parte la deformidad del cuento, que en una historia grave como la de Mariana se vuelve insoportable. Dozy conjetura plausiblemente que esta fábula injuriosa pudo nacer de rivalidad contra la familia leonesa de los Gómez, humillándola respecto del héroe de Castilla, pero se equi- voca en hacerlos distintos de los descendientes de la infanta Cristina y del infante Ordoño, pues se juntaron ambas familias mediante el enlace de Gómez Díaz y Te- resa, padres de los mal traídos infantes. (2) Los anales Complutenses fijan esta prisión en i 5 de Julio de 1 07 i, el ero- nicón de Cardeña en 1072, y siendo así hubiera debido ser muy al principio del año. No se sabe qué pueblo sea Colpejares, cuya etimología se reconoce en el nombre latino de Vulpecularia que le da D. Rodrigo : debió estar junto á Carrión y á la orilla de su río como dice el citado arzobispo, y no en las del Pisuerga donde ponen los anales Toledanos el teatro de la batalla de 107 i. Según D. Rodrigo y el Tudense, escapósele á Alfonso la victoria de las manos por haber prohibido seguir al alcance á los enemigos den'otados, lo cual dió lugar al rey Sancho por consejo del Cid á rehacer sus fuerzas y á caer de rebato sobre los descuidados leoneses. No es forzoso entender, aunque tampoco lo rechazamos, que fuera preso el vencido dentro del mismo templo, pues toda la villa como llevamos dicho se llamaba San- ta María. Batallador, y al abrigo de su fortaleza se sostuvo contra el país sublevado en torno, haciéndola su cuartel general, unas veces acorralado en sus muros, otras lanzándose desde ellos sobre Castilla cual torrente devastador (i). Para gobernarla nombró con título de conde á su primo Beltrán de 475 Risnel (2), que pa- sando á ser yerno de D. Pedro de Lara, contribuyó acaso á traer al servicio del rey consorte al antiguo amante de la reina. Tan hondas raíces echaron allí los aragoneses, que en 1126, fallecida ya Urraca, aún tremolaban en aquel baluarte sus banderas, hasta que los vecinos llamando á su señor natural Alfonso VII le rindieron obediencia sin que la guarnición osara resistir. Sea para honrarla, sea para extirpar en ella todo afecto á la dominación pasada, el hijo de Urraca visitó á menudo la reco- brada villa, en 1129 acompañado del arzobispo de Santiago, en 1130 para asistir al concilio reunido por el cardenal Umberto, legado apostólico. No era el primero que en Carrión se celebra- ba, recordando aún sus moradores el que habían visto en 1102 presidido por Bernardo, arzobispo de Toledo; pero éste por el número de los prelados y por la presencia del rey y de sus mag- nates fué harto más solemne y ostentoso. Abrióse en el monas- terio de San Zoilo á 4 de Febrero, y en él fueron depuestos tres obispos, los de León, Oviedo y Salamanca, por justas causas que no se expresan, todo bajo la dirección é influencia del famoso Diego Gelmírez, alma y motor de aquella asamblea (3). En 1133 (1) De los capítulos 84, 85 y 112 del libro I de la Historia Compostelana^ apa- rece que la reina Urraca por los años de i i i 3 había recobrado á Carrión y perma- necia allí, leyéndose en el último pasaje lo siguiente : Peracto non modici tem-poris curriculo regina Urraca Carrione suscepia est et rex Aragonensis expulsus est. Pero en el eap. 6 del libro II, dice que en i i 18 el monasterio de San Zoilo estaba otra vez en poder del rey de Aragón. De que los aragoneses poseyeron á Carrión hasta el 1126 nos cerciora la crónica latina de Alfonso VII, núm. 3.° (2) La madre del conde Beltrán, Eliarda de Risnel, era sobrina por linea ma- terna de la reina Felicia, madre de Alfonso y esposa do Sancho de Aragón. Casó el conde en segundas nupcias con Elvira, hija de D. Pedro de Lara, en compañía del cual fué preso en i i 30 dentro de Palència. (3) Véanse los capítulos 14 y 1 5 del lib. ill de la Historia Composteíana. Pro- bablemcnte fueron políticas las causas de la deposición, atendidas las prolongadas 476 PALÈNCIA se encontraba otra vez allí con su corte el soberano, y en 1137 recibió en aquellos muros á su cuñado Ramón Berenguer, conde de Barcelona, recién elevado por su esposa al trono de Aragón, terminando en amistosas conferencias las inveteradas discordias de ambos reinos, y haciendo reconocer feudataria de Castilla toda la región situada sobre la derecha del Ebro. Importantes fueron las cortes que tuvo en Carrión Alfon so VIII por el verano de 1188, pues á ellas vino llamado Al- fonso IX de León que acababa de suceder á su padre, y reconoció la superioridad de su primo besándole la mano y recibiendo de él la orden de caballería. Otras celebró allí el mismo rey á prin- cipios de 1195 en que otorgó fuero á los pobladores de Nava rrete: luégo pasó más de un siglo sin presenciar la villa reunió- nes semejantes, hasta que en 1313 el infante D.Juan como uno de los tutores de Alfonso XI juntó en ella á los procuradores de su bando. Intrigas para alzarse él solo con la regencia, apuros del erario, descontento de los fijosdalgo y caballeros por la rebaja de los acostamientos que tiraban, trajeron perturbadas aquellas cortes, tanto que vinieron á las manos los quejosos sobre la par- tición de los dineros y por poco ensangrentaron la real morada, perdiendo el respeto á la venerable reina D.^ María, que se re- tiró ofendida á Falencia. Sin embargo, en 1317 residía otra vez Carrión la ilustre gobernadora con su coronado nieto, conce- en diendo franquezas á la villa y aprobando los capítulos de her- mandad formados por los ricoshombres, caballeros y procura- dores. Con el incendio del archivo municipal perecieron á la entrada del corriente siglo los numerosos privilegios que ennoblecieron á Carrión: consta empero que Alfonso el Sabio eñ 1255 le hizo divisiones del reino, en las cuales figuró tan decididamente el arzobispo Gelmírez. depuestos fueron Diego de León y Juan de Salamanca : el de Los prelados Oviedo sabemos si fué el cronista D. Pelayo ó algún otro que por su renuncia le hubie- no sucedido, pero Roma al parecer no aprobó el acto del concilio, pues consideró ra intruso al nuevo obispo Alfonso, como indicamos en el episcopologio de Oviedo, tomo de Asturias y l.eón. PALÈNCIA 477 gracia del portazgo y en 1277 la eximió de tributo, que el rey D. Pedro en 1360 le confirmó sus libertades, que en 1464 la declaró Enrique IV exenta de portazgos en todo el reino, y de alojamiento de tropas el Rey Católico en 1509. La prerrogativa que más arguye el aprecio de los reyes fué la que en 1295 le otorgó Fernando IV ó más bien su madre, de no ser jamás ena- genada ni desprendida de la corona ; y aunque la olvidó Enrique de Trastamara dando en 1366 el señorío del pueblo á Hugo Carbolayo, uno de los compañeros del francés Duguesclin, cadu- có con la derrota de Nájera esta merced, y robusteció Juan II en 1415 la solemne promesa, permitiendo á la villa resistir con armas toda entrega á otro dueño sin que incurriese en la nota de rebeldía. Sin fuerzas debió hallarse de seguro para rechazar al conde de Benavente, cuando se apoderó de ella en 1472 apro- vechándose de la flojedad de Enrique IV y convirtió en cindadela su parte superior á fin de dominarla á la vez que defenderla; pero libertáronla los celos del conde de Treviño y del marqués de Santillana que tenían allá dentro solares y tumbas de sus ascendientes. Sitió el primero la fortaleza en t 474 i acudió el segundo para favorecerle y para vigilarle á un tiempo, pues temía de la ambición de su aliado no guardara para sí la presa, apoyá- banlos contra el de Benavente los príncipes D.^ Isabel y D. Fer- nando; y he aquí que en lo más inminente del choque vino á pacificarlos el rey Enrique menos indolente que de costumbre, devolviendo á Cardón la independencia, y mandando reparar sus antiguos muros y demoler el nuevo fuerte levantado para oprimirla. De aquellos permanecen restos considerables por el lado de oriente, y junto á Santa María un arco apuntado con ruinas de torreón, además de algún otro situado muy adentro de la villa. Cuéntase que un tiempo se dividía en dos barrios cerrados, re- gido cada cual por su conde, suponiendo que había dos; y si no fuera exagerada la cifra de doce mil vecinos que se atribuye á su población antigua, mientras ahora no cuenta más de seiscien- 478 PALÈNCIA tos, tendría que haber menguado mucho su recinto en vez de dilatarse progresivamente. Su bajo caserío, fabricado de tierra en su mayor parte y con vastos corrales, se aviene mejor á su actual condición labriega que al brillo de su pasada historia ; é inútil es buscar las distinguidas mansiones que por su naturaleza ó por la cercanía de sus dominios en Campos poseían en ella muchos señores de Castilla. Las torres mismas de sus numero- sos templos apenas sobresalen ni realzan su perspectiva, ora se la contemple desde las áridas cuestas que limitan por tres lados su horizonte, ora elevada al occidente desde las márgenes del río, tan escasas de verdor como lo está de aguas por lo común el ancho cauce. El magnífico puente de nueve arcos, que lo atraviesa, la tra- dición lo remonta con harta facilidad á la época de la ilustre fundadora de San Zoilo, á quien Carrión, como Valladolid á Pe- dro Ansúrez, se complace en deber todo lo que conserva de antiguo y grandioso. Poco es ello en el orden civil, porque del palacio de los condes nada existe, sabiéndose por memorias más que por vestigios su situación al extremo del Pradillo sobre la pendiente del ribazo izquierdo. Yace arruinado el célebre hospi- tal de la Herrada, erigido para hospedar á los peregrinos de Compostela, no por la ínclita D.^ Teresa, sino por Gonzalo Ruiz Girón, mayordomo del rey á la entrada del siglo xiii (i). De las suntuosas casas consistoriales queda solamente la fachada con varios arcos en el cuerpo bajo y sobre el del centro un grande escudo de armas imperial, formando su coronamiento una gale- ría de gótico carácter ; pero las llamas que en 1811 abrasaron el edificio con otros principales no hay que imputarlas esta vez á los franceses; fueron imprudentes guerrilleros españoles al ( r) Cita Pulgar con referencia al Dr. Gudicl cinco escrituras de los años i 209, I 2 I 2, 1222, I 224 y 1226, mediante las cuales el ascendiente de los Girones dotó con opulencia dicho hospital situado en el camino llamado francés, por ser el de Santiago á Francia. Titulóse hospital de Gonzalo Ruiz antes minase que el de la vulgo lo deno- Herrada, por la que había á la puerta para dar de beber á los ro- meros. PALÈNCIA 479 mando de un Santos Padilla, los que á trueque de desalojar al enemigo de Carrión incendiaron sus mejores monumentos y poco faltó para que la redujeran toda á cenizas. Entre lás parroquias de la villa, que formaban el cabildo llamado de los Veinte^ obtiene cierta preeminencia la de Santa María del Camino^ iglesia venerable, puramente románica, que en el siglo xi daba su nombre á la población. Su portada prin- cipal no es la que á sus piés se encuentra tapiada sin más ador- no que dos columnas y una imagen antiquísima de la Virgen, sino la del costado metida entre dos arbotantes y cubierta en tiempo harto más reciente con un pórtico de techumbre arteso- nada. En los arcos concéntricos de medio punto que apoyan sobre capiteles labrados de figuras, alternan con las orlas aje- drezadas tosca guirnalda de pámpanos y racimos y una serie de personas en diversas actitudes y de incierto significado. Pero el ancho friso de escultura colocado más arriba, presenta aún más difícil problema; pues si bien el coronado personaje sentado en el centro sobre simbólicos animales y blandiendo la espada designa sin duda al Rey de los cielos, y en los tres jinetes que se dirigen hacia la Virgen y el Niño, vemos figurada la adora- ción de los Magos, confesamos no acertar con el sentido que encierran las maltratadas imágenes del otro extremo, entre las cuales se nota un obispo. Á los lados del friso resaltan dos ca- baberos, uno montado en un corcel, otro en una fiera muy brava; y en ellos y en las rudas cabezas de toro que sirven de impostas al arquivolto interior, y en las doncellas dudosamente esculpidas en un capitel, ha pretendido leerse auténtico y com probado el hecho milagroso que se supone acontecido en aquel lugar antes de la erección del templo, y que siglos hace se ce- lebra con anuales funciones como anulación sobrenatural del infame convenio de Mauregato (i). (i) No hemos sabido ver en dichos relieves tan claramente como otros la re- presentación de los moros y doncellas ni menos las calaveras de toros que Ponz 480 PALÈNCIA ' En el testero de la nave de la epístola hay una capilla de- dicada á Nuestra Señora de la Victoria, conservando por fuera toda la rudeza de su ábside, y recordando adentro el sonado prodigio por medio de un cuadro moderno de escasa fe y de mérito aún más escaso (i). Es la iglesia, aunque de tres naves, de reducidas dimensiones, desnuda de ornato y hasta sin colum- nas que revistan sus gruesos pilares, pero gentil y elevada en su nave central respecto de las menores, muy caracterizada por el semicírculo de sus arcos de comunicación y ventanas, noto- riamente clasificable entre las construcciones bizantinas del pri- mer período. El crucero admitió posteriormente arcos y bóvedas ojivales, y después bajo la influencia del barroquismo sufrió la capilla mayor una renovación completa, de la cual no escapó más que el arco de entrada con sus columnas y gruesos capite- les; un pesado cimborio cobija el presbiterio, costeado en mal hora por el obispo de Falencia Molino Navarrete, cuya efigie de mármol arrodillada ocupa un nicho alto enfrente de las de sus padres. Juntas sucumbieron en la catástrofe de 1811 la torre de piedra de Santa María y la parroquia de Santiago, sita en fren- te de la plaza Mayor cerca del derruido consistorio. Reedificada después en 1849, toda nueva y desmantelada por dentro, vive para el culto, pero ha muerto para el arte; y los ábsides latera- les y algunos capiteles que subsisten acrecientan el sentimiento de su pérdida. Por fortuna el fuego respetó su fachada, que aunque baja y modesta en sí y mal acompañada de una torre de ladrillo ni antigua ni elegante, ofrece ejemplos curiosos para el estudio de la escultura bizantina. Las dos columnas, de que consta únicamente el portal semicircular, llevan en sus fustes descubrió en el friso, siendo por otra parte muy fácil que la leyenda se forjara sobre la escultura. (i) En dicha capilla existe un sepulcro con estatua yacente de sacerdote y á sus piés la de un paje también tendida, leyéndose en caracteres góticos lo siguien- te: «Aquí está sepultado el discreto varón licenciado Juan de Paz,el qual acabó su vida dia de Santa Clara año de MOXIIII.» PALÈNCIA 481 estrías oblicuas sembradas de florones en los intermedios, é imágenes en los capiteles: el arquivolto está cuajado de figuras sentadas en ademán de ejercer varios oficios, algunas de ellas difíciles de comprender por su rudeza y por su deterioro. En medio del friso, que corre por debajo del alero, aparece la im- ponente efigie del Salvador vestido con túnica y manto de ricas' guarniciones y rodeado por los místicos emblemas de los cuatro evangelistas, y á los lados se extienden en dos alas los após- toles, figuras tiesas, amaneradas en los pliegues de sus ropas. 482 PALÈNCIA deformes hasta bárbaras, si se quiere, en sus y proporciones y dibujo, y sin embargo inapreciables para la historia del arte en el siglo XI: lástima que descabezadas en su mayor parte por los vándalos modernos, les falte la expresión contemplativa del semblante que aumentaría lo rígido de su actitud. Al mirador que domina el río y la vega se asoman dos pa- rroquias; San Andrés, compuesta de tres naves de igual altura y sostenida por elevadas columnas cilindricas al estilo del rena- cimiento, y nuestra Señora de Belén fabricada también en el siglo con su torre de XVI, pero reducida y de una sola nave, piedra, junto al destruido palacio condal. En aquella, dentro de un nicho de orden jónico sé ve reclinada la estatua del obispo de Guadix, Melchor Alvarez de Bozmediano, enviado en calidad de teólogo al concilio de Trento; en esta el bulto yacente de Fernando Diez, canónigo de Alcalá fallecido en 1556. La de San Julián está renovada por completo, lo mismo que la de CARRIÓN.—Escultura central de la Iglesia de Santiago San Juan del Mercado, cuya baja torre se señala por los arcos menores abiertos en sus cuatro muros á uno y otro lado del principal. Además de estas seis parroquias y de las dos ó tres de sus afueras, contenía la villa alguna otra en su recinto, una de ellas la de San Pedro y San Pablo cedida 483 en 1527 á los do- minicos por el obispo Sarmiento, la misma tal vez que ya en 1095 babía sometido el conde Ansúrez á Santa María de Valladolid. La iglesia con el convento fué otra de las víctimas del incendio mencionado; la de San Francisco se hunde en el abandono, si no se ha hundido ya, sin haber bastado á salvarla las sepulturas de los Vegas y Cisneros, á cuyos huesos ha ca- bido acaso suerte peor que la que les reservaba en 1474 el conde de Benavente provocando la cólera de su heredero el marqués de Santillana (i). Santa Clara, único convento de religiosas después de la supresión del de Santa Isabel, ofrece una linda portada de pi- lastras dóricas en el primer cuerpo, y corintias en el segundo, y en este tres nichos con estatuas correspondientes á los arcos inferiores. En el siglo xvii se renovó la iglesia puesta bajo el patronato de los condes de Osorno, á cuya familia pertenece la ilustre dama que yace en labrada urna, representada con her- moso semblante y honestas tocas (2). Resta sólo atravesar el puente y seguir una frondosa ala- meda sobre la margen derecha del río para hallarnos enfrente del monasterio que constituye la mayor celebridad de Carríón y absorbe casi sus recuerdos y grandezas. De las dependencias (1) Como en razón de tener allí enterrados á sus ascendientes se interesara el marqués por la libertad de Carrión, mandó decir el conde á su adversario que recogería los huesos de aquellos y se los enviaría en una espuerta para que los reuniese con los de los otros en San Francisco de Guadalajara, insolente reto que produjo el rompimiento de hostilidades. (2) El epitafio está colocado de manera que sólo puede leerse «condesa de Osorno, mujer del Sr. Gomez Carrillo.» No habiendo habido otro enlace en lalínea de los condes de Osorno con los Carrillos que el de Aldonza Manrique, hija del primer conde Gabriel con Gómez Carrillo, señor de Pinto en la última mitad del siglo XV, sólo á ella puede referirse el sepulcro y la figura, constando por otra parte que tuvo dicha Aldonza una hermana, Beatriz, abadesa de aquel convento. 484 PALÈNCIA de San Zoilo formóse tiempo hace un barrio á su alrededor, al cual sirvió siempre de parroquia una capilla de su templo pues- ta bajo la advocación de la Magdalena. Pero no descuella el edificio sobre los súbditos hogares con la majestad de las anti- guas abadías; vasto y regular como un cuartel, presenta en sus líneas la más insípida igualdad y la más completa desnudez en todo su exterior. Solamente para hacer alarde de sus locuras se reservó el churriguerismo la portada de la iglesia, donde vestido á lo Luís XIV aparece el joven mártir cordobés en me- dio de San Félix y San Juan Bautista, y en lo más alto, encima de un escudo real y de San Benito, el arcángel San Miguel entre ridiculas hojarascas y cogollos. La del convento algo más arre- glada consiste en pareadas columnas jónicas con un frontispicio triangular; de la primitiva fábrica de piedra no queda más que el basamento de la torre incrustada en la nueva obra de ladrillo con su ventana bizantina, y al otro lado una cornisa de tablero. Ignoramos qué incendio ó qué ruina hizo necesaria la reedi- ficación del augusto templo románico, ó qué capricho ó libera- lidad mal inspirada la acometieron voluntariamente ; ignoramos la época precisa en que se hizo, que hubo de ser entre fines del siglo XVII y principios del inmediato; ignoramos sobre todo el nombre del que la dirigió, y tampoco hemos cuidado de sa- berlo para no tener que entregarlo á la execración ó al despre- cío de la posteridad. La iglesia de San Zoilo no es simplemente greco-romana, ni barroca, ni de un dórico mal entendido en expresión de Ponz ; ningún género de arquitectura deshonra, porque á ninguno pertenece; y á pesar de componerse de nave, crucero, cimborio y capilla mayor, que no forma ábside de nin- guna clase, más que iglesia parece sala, destinable á cualquier objeto menos al culto. Al retablo que poseía del siglo xvi re- emplaza un moderno é insignificante tabernáculo, y á las anti- guas urnas de los cuerpos santos otras sin mérito ni riqueza (i): (i) Las antiguas, según las describe Morales en su Viaje Santo^ eran dos, de PALÈNCIA 485 la sillería del coro bajo que rodea el altar carece de adorno, y la del coro alto situado á los piés de la iglesia, á pesar de su nombradla, no la merece sino por la calidad de la madera, á menos que la haya alcanzado por las columnas salomónicas de su segundo cuerpo. En un campo de ruinas costara menor esfuerzo alimentar la fantasía con las memorias de aquella casa venerable y recons- truirla idealmente, que en medio de un conjunto de objetos tan blanqueados, tan nuevos, tan disonantes. Existía ya en 1047 dedicada á San Zoilo y á San Félix igualmente que al Bautista, si no está errada la fecha de la donación que le otorgaron Gó- mez Díaz y Teresa (1); pero la traslación de las preciosas reli- quias desde Córdoba la atribuyen las crónicas de la orden á Fernando, hijo de los condes, que por aquellos años no se ha- liaba todavía en edad dé obtener con sus proezas la gracia del rey sarraceno y la concesión de aquel tesoro. Yacían en la ciu- dad de los califas los restos de Zoilo, noble mancebo degollado después de sufrir los tormentos más atroces en una de las per- secaciones del Imperio ; y una revelación divina los había des- cubierto, reinando Sisebuto, al obispo Agapio, quien sacándolos del viejo cementerio pagano, los sepultó honrosamente en una pequeña iglesia de San Félix. Este fué el botín que desprecian- do el oro y la plata pidió al asombrado amir el joven caballero cristiano; y á él se agregaron, según las tradiciones monásticas, el cuerpo de un San Félix, probablemente el titular del templo madera, cubiertas de planchas de plata de obra antiquísima, doradas en unas par- tes y por la frontera labradas con algunas imágenes de más que medio relieve; había en ellas muchos engastes con piedras, algunas muy grandes y todas falsas al parecer. Carecían de cerradura, y para abrirlas era necesario deshacer la cha- perla, lo cual, como aseguraban los monjes, jamás hasta aquella época se había practicado. (i) Tráela Yepes, pero sospecha Flórez que hay equivocación en la data, pues el día de la semana no conviene con la letra dominical de aquel año. Faltan datos de para afirmar que el monasterio existiese antes de la llegada del cuerpo San Zoilo, bajo la advocación de San Juan, pues no basta para probarlo el libro de con- cilios que poseía y que cita Morales, empezado en 948 y perteneciente al abad Teodomiro, toda vez que no consta el lugar de su procedencia. 486 PALÈNCIA que había recibido el de San Zoilo, el de Agapio que lo había encontrado, y hasta los objetos que rodeaban su sepulcro (i). Atravesó incólume regiones infieles y desiertos países la piado- sa comitiva, abriéndose de mañana por sí mismas las puertas de los lugares cercados donde pernoctaba; y después de insta- lados en el monasterio los sagrados huesos, sea que lo hallaran ya fundado, sea que dieran motivo á su erección, continuaron más frecuentes los prodigios, como si se alegrasen de su nueva morada y agradeciesen el rescate y la hospitalidad. A excepción de Sahagún no tuvieron en Castilla los bene- dictinos fundación más grandiosa y rica que la de San Zoilo y de la cual dependieran mayor número de prioratos. Del primer edificio nada sabemos, pero debió corresponder á su lustre y opulencia, que no se formó gradualmente con adquisiciones su- cesivas, sino que se desplegó toda de una vez bajp la protección liberalísima de la condesa. Sin embargo es fama que á sus vir- tudes más que á sus dones y beneficios debió la noble Teresa el honor de ser trasladada, desde el atrio donde yacía con su (i) Al abrirse la urna en el año de i 600 hallóse dentro de ella un pergamino con la siguiente letra, cuyo lenguaje parece del siglo xv. «Aquí yace el cuerpo de S. Zoil todo e la camisa e la saya en que fué martirizado e la su cinta e la tierra de la su fuesa e la tierra de huesos menudos en otro palio e las candelas que ardían sobre la su fuesa por la gracia de Dios porque los cuendes hallaron el cuerpo de S. Zoel.» Mucho se ha debatido si el San Félix de que se trata es el llamado de Alcalá, monje degollado bajo la dominación de los sarracenos que quemaron y echaron al río su cadáver, ó el marido de Liliosa y amigo de Aurelio, martirizado también en Córdoba hacia el mismo tiempo: pero supuesto que el cronicón Cerra- tense nos habla de otro San Félix muy anterior á éstos, pues tenía ya templo eri- gido en la época de los godos, ¿por qué no había de ser su cuerpo más bien que el de los otros el que acompañara en su traslación al de San Zoilo al cual había dado hospedaje, como le siguió el de Agapio y cuánto tenía relación con el santo, hasta las velas del sepulcro según hemos visto? Extrañamos que á Morales, á Yepes y sobre todo á Flórez no se ocurriera esta solución tan natural á los nume- rosos obstáculos con que tropiezan en sus encontradas opiniones. El año fijo de la traslación no puede averiguarse por la expedición de Fernando Gómez en favor del rey de Córdoba, pues eran frecuentes los casos en que los amires se valían de auxiliares cristianos en sus guerras intestinas ; conjeturamos empero que coinci- dió con el reinado de Muhamad-ben-Jehwar (de 1044 á 1061), combatido sintre- gua por el de Toledo y despojado al fin por su pérfido aliado el de Sevilla, al cual ayudaban los cristianos de .Aragón y Cataluña como al de Toledo los gallegos y castellanos. PALÈNCIA 487 marido, al sagrado recinto del templo, cuando en él se rehusaba todavía sepultura á los mismos patronos y sólo se concedía á los santos y escogidos de Dios. Y por santa se tuvo y hasta milagros se atribuyeron á aquella insigne mujer, querida del Señor y digna de ser llorada por los hombresy avara consigo y pròdiga con los pobres, como dice el epitafio que cuenta por obras suyas la iglesia, el puente y un cómodo albergue para los peregrinos (i). Los demás sepulcros de la familia quedaron en la galilea, nombre dado á veces en la Edad media al pórtico de los monas- terios (2). Su lugar lo ocupa probablemente el moderno pan- teón, que hoy trocada la distribución del edificio comunica con la iglesia por debajo del coro; pues detrás de los importunos tabiques pudimos vislumbrar por una abertura ocho antiguos sarcófagos dispuestos uno encima de otro, cuatro á cada lado (3). dísticos del epitafio, harto correctos en el metro y en el estilo (1) Los para pusieron probablemente al trasladarse el entierro de la conde- ser del siglo xi, se el atrio al templo hacia el xiv ó xv. Morales dice que el sepulcro era sun- sa desde llano junto al altar mayor: ahora está en alto á un lado del mismo. tuoso aunque En la fecha del óbito se equivocó transcribiendo era MXCV en lugar de MCXXXI, enmendó bien Sandoval; acerca del año concuerdan la inscripción y los como anales Compostelanos, pero discrepan en el día y mes, pues aquella señala el 9 de Junio y éstos el 3 de Octubre. Faemina chara Deo jacet hoc tumulata sepulchro Quae cometissa fuit nomine Teresia. Hœc mensis junii sub quinto transiit idus: Omnis eam mérito plangere debet homo. Ecclesiam, pontem, peregrinis optima tecta. Parca sibi struxit largaque pauperibus. Donet ei regnum quod permanet omne per evum Qui manens trinus regnat ubique Deus. Obiit era TCXXXl ( i 09 3 de C.) de Ducange la arquitectura monástica de Lenoir. Mora- (2) Véase el glosario y les habla de esta pieza situada fuera de la iglesia «que ni es capilla ni tiene altar ni retablo, y la llaman Galilea.» (3) Uno de ellos por lo se entrevé es muy parecido al del infante D. que Felipe en Villasirga que describiremos más adelante. Nuestro diligente compañero el Sr. Parcerisa se propuso volver á Carrión para practicar un reconocimiento que prometía resultados tan satisfactorios como los de Naranco y Villanueva en Astu- rias, pero le ha faltado hasta aquí ocasión de realizarlo. Quede entre tanto consig- nada esta indicación para los que emprendan restaurar aquellas antiguallas que se ereían ya destruidas. 488 PALÈNCIA Sin mudar de sitio mudaron de aspecto en 1786, gracias á una reforma tan gratuita y detestable como la del templo; y por cierto que con sus arcos almohadillados y su insulsa anaquelería y sus revoques de yeso se lucieron tanto los ilustrados aposto- les del buen gusto como los depravadores de él con sus extrava- gandas. Por fortuna conservaron transcritas en los nuevos nichos las inscripciones de las urnas y de las lápidas esparcidas por el pavimento, olvidándose de verter al lenguaje culto su interesan- te rudeza. Con enfáticos elogios ponderan las virtudes del ínclito conde Gómez Díaz, fallecido en 1057, y con más sencillez las de sus ocho hijos que le siguieron al sepulcro; favorecedora magnífica del monasterio en 1074; en 1083 Fernando el pri- mogénito, que trajo de Córdoba los cuerpos santos; en el mismo año García, muerto en batalla por los infieles; en 1084 Elvira, en 1093 Pelayo, en 1104 María, en 1107 Diego, y por último en 1108 Mayor, que como sus hermanas lleva el título de con- desa, aunque nada consta de sus casamientos. Yacen allí ade- más, ligados sin duda con aquella gran familia por algún vínculo que ignoramos, María, ilustre dama fenecida en 1043 5 Gómez Martín, víctima también del alfanje sarraceno en 30 de Mayo de 1090; la condesa Aldonza, mujer escogida y \d\çsds\ç^ó\or2i insigne de la casa, que acabó sus días en 1096; Fernando, cónsul Malgradíense, muerto en 1126, y Alvar Ypotestad ó justicia cuyo nombre va asociado al del artífice ó pintor de su sepultura (i). Tal vez rasgando la blanca mortaja que lo sofo- (i) Cuenta Sandoval que un abad metió debajo de tierra muchas de las arcas de piedra para que se pudiese andar por la capilla, y que pisando las tapas se gas- taron las letras hasta el punto de hacerse casi ilegibles. Apelamos á las copias de este autor y á las de Yepes para llenar los huecos que, por dicha razón sin duda, se dejaron en las inscripciones al transcribirlas en los nuevos nichos ; en cuanto á las variantes, que no son pocas sobre todo respecto de las fechas, no hay medio de decidir las dudas mientras no se restauren las lápidas originales si aún existen. De estos letreros algunos están en verso aunque tosco, otros en prosa rimada que se aproxima á la cadencia del exámetro, por la cual ó por el asonante nos guia- mos para cortar las líneas. I. Inclüus qui quondam fuit Didaci comes Gomecius religions atque militia sflendidus lam-pade PALÈNCIA Z|8C) ca, podrá reaparecer algún día en su primitivo sér el panteón condal, único resto salvado de la piqueta demoledora á trueque de reclusión perpetua. La renovación del edificio empezó por el claustro en la pri- mortefelici in matrem piam recepius hicjacet corpore^ polorum transmitiens spiritum arce, fidei spei et charitatis turma refertus, dapsilis, benignus, nunc gaudet numine [actus, occasum adiitJebroarii luce nona era MXC juncia V. Así lo trae Yepes, con cuyo auxilio suplimos lo que falta en el moderno letrei'o, donde en vez de la palabra morte de la tercera linea se puso morum refiriendo á lampade. II. Hoc tumulo requiescitJamulus Dei comes Ferdinandus Gomecii, obiit die ter- tia feria pridie idus mardi era MCXXl : Chris tus perducat animam ejus in paradi- sum. La deprecación la trae Sandoval en otros términos : Christus in quo credidit succurrat ei. En cuanto al 14 de Marzo cayó en martes efectivamente en dicho año. III. Hoc in tumulo requiescitJamulus Dei Garsea Gomez qui occisus est à sarra- cenis pridie idus decembris era MCXXL Sandoval en vez de idus escribe kalendas, y añade la plegaria pietas Christi succurrat illum, amen. IV. Pelagius, tertius hujus ccenobiiJundatorum filius, hic honorifice jacet humatus, cum Dei Sanctis computetur et ipse beatus. Obiit era MCXXXI, XVIH kal. Jebroarii. En Yepes se lee era MCXXXVHI y décimo nono kalendas. v. Didacus Gomecii quartus hujus cenobii Jundatorum [ilius fuit, qui ipse etiam hic habetur sepultus: obiit era MCXLV quarto kal.junii. Asi Yepes; en el letrero del panteón falta la fecha. VI. Domina Sancia Gomez co?nitissa, hujus cenobii adjutrix magnifica, hicjacet sepulta, célica ut credimus sede felici possessa : obiit era MCXH, décimo quarto kal. aprilis. Yepes pone quarto kalendas. vil. Hicjacet in sarcófago isto cometissa Gelvira Gomez quce obiit X kal. janua- rii die feria tertia era MCXXII. En esta fecha hay suma discordancia, pues Yepes copió era MCXXXH, y Sandoval era MCXXV y XI kal. en vez de X: y lo peor es que de tantas variantes ninguna conviene con el dia de la semana, pues ni el 22 ni el 23 de Diciembre de 1084, 1087 ó 1094 fueron martes. Sandoval continúa la deprecación Christus in quo credidit succurrat illam. VIH. Illustr issima Maria indoles regum (debiera decir proles), filia Gomez et Tharasie : fides, spes, cbaritas, virtutes cunde in ea clarescunt : obiit era MCXXXXIÍ, XH kal. aprilis. Esta inscripción la han omitido todos. IX. Hic dormit sepulta femina quae obtulit multa, comitissa Major Gomez, sacro huic monasterio, cui merces donetur in cœlo: obiit era MCXLVI nonas januarii. Yepes escribe hera en vez de femina. 62 490 PALÈNCIA mera mitad del siglo xvi; y si se hubiera detenido allí, en ver- dad que apenas nos atreveríamos á censurarla por lo que des- truyó, siquiera fuese majestuoso y tal vez rico, en gracia de la profusión y delicadeza de esculturas que vertió á manos llenas por sus cuatro galerías. En los cinco arcos que forma cada una campea la ojiva, gallarda aún y elegante, pero no ya rodeada de abultados boceles sino de las molduras planas del renaci- miento: columnitas estriadas y pirámides con bolas, remedan la X. Domina Marta siirpe clara, hoc in locojacet húmala; de carne mortali feliciter migravit exuta, ea propter in celum ejus anima sit delata. Obiü era MLXXXl quinto kal, octobris. Lleva esta lápida, que tampoco hemos visto impresa, el título de cenotafio; y si en la fecha no hay error, es la más antigua de todas. XI. Gomez Martinus Jacet hac sub rupe sepultus qui fuit mucrone diro maurorum occisus III kal. junii era MCXXVIII. XII. Cometissa Alonzafemina electa hicJacet quoque sepulta: locetur reginaJudicis ad dexteram Christi, ingentia quce dona Dei templo contulit isti, quce regia ex traduce solari defungitur luce. Era MCXXXIIII idibus Junii. Las palabras regina y ex traduce regia (vástago real) indican la alta nobleza de esta dama; Sandoval la cuenta entre las hijas de los fundadores: Yepes observa que la fecha del óbito está errada, pues consta por un privilegio que dicha conde- sa vivía catorce años después. XIII. Pulvis in hacfossa pariter tumulantur et ossa consulis illustris Fernandi Malgradiensis, qui celis positus letetur in arce polorum qua gaudet Zoilus, Felix et turma bonorum. Centies undena sexta decima quater era. El cómputo de la era, que es la de i 164, está mejor y más claro así que en Yepes y Sandoval. Éste dice que la tenencia por donde este caballero se llamó Malgra- diense era en tierra de Campos. El poema ó crónica versificada del sitio de Alme- ría por Alfonso Vil usa repetidas veces de la palabra cónsul como sinónima de conde, caudillo militar con jurisdicción dada por el rey sobre determinado país ó territorio. XIV. D. Pedro el pintor me fizo este mió monumento, Alvar Fernandez podestat. La sepultura, donde estaba tan original y extraña leyenda, tenía según Sandoval muchísimos escudos de piedra pequeños con la banda del linaje de Sandoval y sin color. El don aplicado al artífice dáría que sospechar si era moro ó judío á no ser el nombre tan cristiano. crestería de los contrafuertes exteriores. Las claves de las bó- vedas cuyos arcos se entrelazan en crucería, los copiosos floro- nes que las esmaltan, las ménsulas de donde parten los arran- ques, contienen bustos y medallones y relieves innumerables, 491 de singular perfección y prodigiosa variedad. Á vista de ellos se comprende que Juan de Badajoz, el famoso arquitecto de León que en 1537 dió la traza de la obra, sólo pudiera dirigir por sí mismo el lienzo que mira á oriente á pesar de haber vi- vido todavía muchos años, y que se encargase de continuarla su discípulo Pedro de Castrillo, vecino de Carrión. Tampoco éste logró llevarla á cabo por falta de caudales, y en 1574 se hizo nuevo ajuste con Juan de Celaya, arquitecto de Falencia, que en tres años terminó el claustro inferior (i). En semejante empresa el principal honor correspondía á los escultores: el primero fué Miguel de Espinosa, á quien sucedió Antonio Morante, y á uno de los dos se atribuye la bella estatua del Cristo atado á la columna, que está en el panteón de los condes, presentada se dice por muestra de lo que sabía hacer antes de ser admitido para tan prolija tarea (2). El claustro alto, que se compone de arcos de medio punto, sostenidos por columnas corintias y abier- tos de dos en dos sobre las ojivas del bajo, con exquisitas cabe- zas de santos de la orden en las enjutas, lo emprendieron des- pués y acabaron definitivamente en 1604, Pedro de Torres y Juan de Bobadilla también palentinos, arquitecto el uno y escul- tor el otro, á quien se agregó á lo último Pedro de Cicero. Levantada la cabeza en la actitud del que contempla los as- tros, fatígase el viajero de recorrer el gran libro escrito propia- mente en piedra en la estrellada techumbre, y de explicarse una (1) Á sus trabajos se refiere sin duda la fecha escrita con tinta bajo uno de los arcos del ándito de la entrada: Ebro.° (es decir Febrero) 19,i 5 7 5. (2) Ceán Bermúdez, á quien se deben la mayor parte de estas noticias, refiere el hecho á Morante, y añade que no correspondiendo á las otras imágenes las de San Pablo y San Sebastián, por ser de tantas manos la escultura, las mejoró des- pués Bernardino Ortiz, otro escultor de Palència. Él mismo nos da las medidas del claustro que son: i 28 piés de largo cada lienzo, 16 de ancho, y 22 y medio de altura. 492 PALÈNCIA por una las figuras sin cuento que constituyen sus páginas. En las ménsulas se suceden desde Adán y Eva todos los persona- jes de la historia sagrada, patriarcas, profetas, jueces, sacerdo- tes, matronas, apóstoles, evangelistas y uno que otro santo de la ley de gracia ; solamente las del ándito contiguo á la sacristía y panteón de los monjes arrimadas á los arcos, ofrecen precio- sos grupos de angelitos y fúnebres trofeos de calaveras. Cinco claves mayores sin los medallones intermedios, cuenta cada una de las veinticuatro bóvedas, y á dos series principalmente se reducen los bustos en ellas esculpidos : á la ascendencia tempo- ral del Redentor formada de patriarcas y de reyes, interpolada con textos de la Biblia referentes á las grandezas del Mesías y de la Virgen Madre, que se encierran en elegantes tarjetones, y á la descendencia espiritual de San Benito. Todas las glorias de la orden tienen allí su ciclo especial presidido por el inmor- tal patriarca, santos, sabios, pontífices, emperadores, monarcas, reinas y emperatrices, diversos en época y país, en fama y en carácter, así los que de voluntad trocaron la púrpura por el há- bito, como los que tuvieron el claustro por prisión destronados violentamente (i). Cierran esta brillante comitiva los fundadores (i) En unos tarjetones se lee-el resumen estadístico de las grandezas de la religión benedictina: Sancti canonizan 15600— Doctores i ^joo—Reges 29— Car- dinales 200— Impératrices 10, reginœ \2—Rapœ Imper atores 16. La galería por donde se entra es la que presenta más curiosa colección: en la primera bóve- da hay diez y seis papas, en la segunda otros tantos emperadores, casi todos de Oriente, vestidos con el traje que llevan en sus monedas, y son Constantino, Teo- dosio, Teófilo, Alexis, Isaac, Lotario, Hugo, Miguel IV, Miguel V, Juan, Manuel, Romano César, Ludovico Pío, Miguel, el emperador de los búlgaros y otro cuyo letrero está borrado. Figuran en la tercera Santa Cunegunda emperatriz, Santa Ricarda, Santa Alfreda reina de Nortumberlandia, Santa Eteldreda de Mercia,San- ta Batilde, Augusta, Constancia, María, Zoa, Eufrosina, Isabel, Inés, y Cunigunda emperatrices, íñiga reina de León, Elburga de Sajonia y Matilde de Inglaterra. En la siguiente bóveda están Salomón rey de Hungría, Carlomagno rey de Germania, Casimiro de Polonia, Sigisberto de Nortumberlandia, Pipino de Italia, Raehis de Italia, Sigismundo de Borgoña, Vamba, Veremundo probablemente el Diácono, Alfonso IV de León, Alfonso VI de Castilla y Ramiro 11 de Aragón. Brillan en otra San Leandro, San Ildefonso, San Isidoro, San Anselmo, San Bruno, San Pedro Da- miaño, Alcuino, Beda y otros de no menor celebridad. En todas ellas la clave cen- tral reproduce la imagen de San Benito con este lema: gratia Benedictus et nomine. PALÈNCIA 493 del monasterio y su familia, acompañando á los santos tutelares, y protegiendo la casa con el esplendor de sus blasones (i). Ya que de la fábrica del claustro primitivo nada respetó el siglo XVI, consignó al menos su recuerdo en las ventanas del lienzo que corresponde á la iglesia y en varias portadas semi- circulares de arcos decrecentes, remedando como supo ó quiso las formas bizantinas. De agradecer es tal homenaje tributado en época en que se despreciaba por bárbara aquella arquitectu- ra, y demuestra cuál debía impresionar la majestad de lo des- truído, cuando así se transmitió su carácter, sin sentirlo tal vez, á las nuevas obras. En la portada de arco rebajado que intro- duce al templo, á par de las columnas abalaustradas y del deli- cado friso y de los grutescos que guarnecen el frontón, no se desdeñaron los artistas del renacimiento de afectar el gusto gótico cruzando en figura de rombos las estrías, de lo cual si resultó más bien una parodia que una imitación, acredita de to- dos modos su buena voluntad. Unos conceptuosos dísticos en el nicho inmediato, refieren á los abades fray Alonso Barrantes y fray Juan Díaz, fallecido aquél en 1627 y éste en 1631, la gloria de haber terminado la suntuosa reconstrucción (2), ( i) Están en la bóveda inmediata á la entrada de la iglesia, cuya clave central ocupan San Zoilo, llevando por singular anacronismo un traje del siglo xvi y un sombrero adornado con plumas, y las otras cuatro San Benito, Santa Escolástica, San Félix y Santa María Magdalena. Dos círculos inmediatos á la clave contienen los escudos del convento, que consisten en dos manos empuñando palmas con este rótulo: «de S. Zoil, de S, Felices, cuyos cuerpos están sepultados en este mo- nasterio,» y otros dos las armas de la familia acuarteladas de castillos y leones, ni más ni menos que las reales, con el siguiente letrero : «Estas armas son del conde D, Gomez Diaz y de la condesa D.' Teresa su mujer, que fué hija del infante D, Or- doño hijo del rey Ramiro de Leon, y de la infanta D.= Cristina hija del rey D, Ve- remundo de Leon, fundadores de este monasterio,» Sobre la exactitud de esta ge- nealogía nos referimos á la cita ya hecha del obispo D. Pelayo, No son más propios los trajes del conde y de la condesa, de sus tres hijos D. Fernando, D, García y Don Pelayo, y de sus tres hijas D.® Mayor, D." Sancha y D." Elvira, cuyas figuras de medio cuerpo llenan los demás compartimientos de la crucería, los varones con yelmo y espada ó lanza, las mujeres con un libro en las manos. (2) En 1633 fueron ambos trasladados á aquel nicho, en cuyo fondo se leen los citados versos : 494 PALÈNCIA Sin los jesuítas, cuya modesta y sólida enseñanza vienen á buscar en aquel escondido rincón numerosos alumnos de todos los confines de España, el monasterio de San Zoilo yaciera pro- fiablemente confundido en un montón de ruinas. ¡Extraña ca- sualidad! dos monumentos platerescos, los más insignes acaso en su línea, obras de un mismo arquitecto, de Juan de Badajoz, deben ambos su salvación y su custodia al benemérito instituto para el cual no fueron edificados y cuyo primer servicio cede en favor de las artes y del techo que le hospeda; y allí, como en San Marcos de León, á la sombra de las magnificencias de lo pasado se cultivan las esperanzas del porvenir (i). Peor fortuna ha cabido á la abadía de Benevivere que flore- cía á media legua y al oeste de San Zoilo, poco inferior en antigüedad y opulencia. Lamentable es el espectáculo que ofre- cen sus informes restos, á los cuales como de propósito se ha dejado la forma de almenas; y esta desolación contrasta dolo- rosamente con la frescura de los prados, con la amenidad de la huerta, con el murmullo de las aguas que constituían su pingüe propiedad. De pronto no despiertan el mayor interés la portada del renacimiento, ni las boceladas ventanas de la decadencia gótica, ni el desnudo exterior del ábside que permanece flan- queado de machones; pero visto por dentro son de notar sus ojivas no muy pronunciadas, sus capiteles entre góticos y bizan- tinos, sus cinco angostas y prolongadas lumbreras semicircula- res, y los arcos que irradiando de la clave bajan á descansar sobre delgadas columnas. Á la derecha de la capilla mayor subsiste en pié otra capilla lateral y uno de los cuatro lien- zos de la cúpula, que perforan dos rasgadas ventanas de me- Barrantes que Diaz una conduntur in urna, Quos decus in mentis unaque fama canit. Suscitat ossa patrum virtus, ars marmora claustri, Saxa loquuntur opes, ossa loquuntur opus. (i) Uno y otro edificio, arrancados de la benéfica sombra que ios protegía, han cambiado de destino; ignoramos cuál sea hoy día el de San Zoilo. palència 495 dio punto adornadas de mascarones. Todavía se demarca el recinto de la iglesia que era de tres naves, no tal como la fundó hacia 1165 el conde Diego Martínez de Villamayor, que des- pués de haber servido en los más honrosos cargos á tres mo- narcas, se labró allí su retiro entre los canónicos reglares de San Agustín, sino con las mudanzas que se dice haber hecho en ella por el año de 1382 su descendiente Diego Gómez Sar- miento. Ha desaparecido empero sin dejar rastro toda la parte pri- mitiva del siglo xii ; el apostolado y el carro de Ezequiel ocu- pado por el Salvador del mundo y tirado de los animales del Apocalipsis, que según testimonio de Ponz estaban esculpidos sóbrela puerta del templo; y la majestuosa entrada á la sala capitular consistente en un severo arco bizantino, á cada lado del cual había otros tres conteniendo estatuas, decorados con columnas del mismo género. Dentro de la sala veíase la urna del infortunado duque de Arjona don Fadrique de Castro, cuyo cadáver desde el encierro de Peñafiel, donde falleció en 1430, trajo su primo Pedro Ruiz Sarmiento á aquella casa de la cual Ruinas de Benevivere era patrono (I); y á ella vinieron también de Italia después de 1541 los restos de D. Pedro Sarmiento, obispo de Falencia, representado en estatua de rodillas. El fundador Diego Martí- nez yacía en la cap4illa96de San Miguel en tumba magnífica para aquella edad, aunque con sencillo y modesto epitafio (2). Estos sepulcros preciosísimos y otros de los condes de Salinas no existen ya sino en la cartera de algún arqueólogo, cuyo celo no alcanzó á librarlos de una gratuita destrucción en tiempos en que parecía hallarse al fin desahogada la furia del van- dalismo revolucionario (3). Á la abadía estaba casi unido el priorato de San Torcuato, destinado á parroquia de los labra- dores del contorno. No era esta la única estancia que en el corto trecho de seis leguas de Carrión á Sahagún salía al encuentro á los peregri- nos de Santiago; convidábales á medio camino el hospital de nuestra Señora de las Tiendas construido á propósito para ellos y perteneciente á la casa de San Marcos de León, cuyas tierras (1) Ambos tenían por abuelo común á D. Fabrique, maestre de Santiago, víc- tima del rey D. Pedro su hermano, y D. Pedro Enríquez, padre del duque de Ar- joña, era hermano de D.® Leonor, casada con Diego Gómez Sarmiento y madre de Pedro Ruiz. Mariana se equivocó en suponer á éste sobrino y no primo del duque; y el epitafio del sepulcro, bastante posterior al suceso según parece, incurría en dos errores, uno refiriendo al año 1432 el óbito que fué en 1430, y otrohaciendo á Pedro Ruiz primer conde de Salinas, título no creado hasta 1470 á favor de otro D. Diego Sarmiento. Véase sobre la prisión y muerte de D. Fabrique, que de su madre D.' Isabel tomó el apellido de Castro, la pág. 204 del presente tomo. Núñez de Castro, historiador de Guadalajara, afirma que el cadáver fué trasladado desde Benevivere á la iglesia de Santa Clara de Toledo, como indicamos al hablar de ésta en el tomo de Castilla, la Nueva—Toledo. (2) Siguiendo la copia de Ponz decía: Hic jacel venerabilis memorice Didacus Martinez, domus Beneviverensis œdifîcalor, faironas ejusdem domus, cujus anima requiescal in -pace : obiil era MCCXIllI nonas novembris. Pulgar lo trae bastante variado, poniendo Didacus Ordonius por Martinez, señalando la era correspon- diente al año 1175 y no 117 6, y añadiendo existente domino Pascasio primo abba- te. Morales le apellida Diego Fernández y dice fué mayordomo de Alfonso VIII que le dió la abadía después de haber comenzado á fundarla. (3) Fué vendido y derribado el edificio en i 843 á pesar de los extraordinarios esfuerzos que hizo para salvarlo la Comisión central de Monumentos y en espe- cial su dignísimo secretario D. Valentín Carderera, quien cuando estaba aún in- tacto en 1836 copió los sepulcros y el pórtico del capítulo, conservando en su inestimable colección, ya que de otro modo no pudo, el diseño de aquel y de tan- tos otros. PALÈNCIA 497 en 1182 declaro exentas de todo pecho Alfonso VIII. Menos distaba de Carrión por el lado del norte otro monasterio bene- dictino situado a una legua de la villa en Nogal de las Huertas, bajo el titulo de San Salvador, el cual viviendo á la vez en abundancia de bienes y en austera disciplina, existió agregado al de Sahagún desde 1093 hasta 1494 y acabó por ser reducido á priorato. Á igual distancia tenía al este la población de los condes una encomienda de templarios en Villalcázar de Sirga, donde se eleva aún el monumento más notable de la comarca y acaso de la provincia entera, bastante por sí solo á consolar de las cuantiosas pérdidas que apuntamos. VILLALCÁZAR DE SIRGA.—Convento de Templarios 63 498 PALÈNCIA El alcázar, que dió nombre al pueblo y que ha desaparecido, debió estar arrimado á la iglesia parrroquial, en cuyo flanco derecho todavía avanza algún torreón, indicio de su fortificación primitiva. Dícese que á su espalda y sobre las bóvedas de su cabecera se levantaban las habitaciones de los misteriosos caba- lleros; y parecen comprobarlo el truncado remate del muro y el cerramiento de las naves, que no terminan en ábside como de costumbre, sino en pared recta con tres ventanas que si bien ojivales pueden por su carácter calificarse de bizantinas. Á los piés del templo cayó también, según oímos asegurar, la primera bóveda, y con ella la fachada si es que llegó á construirse, como lo hacen creer cinco ó seis estatuas colocadas en lo alto; el brazo derecho del crucero aparece cortado, y hundida la gran torre de piedra que al extremo de él se erguía y que se habilitó posteriormente de cualquier modo con obra de ladrillo. Sin estas quiebras y mutilaciones, que preferimos atribuir á desgra- ciada ruina más que á voluntario derribo, mereciera tal vez la oscura parroquia de Villasirga el primer lugar entre los edifi- cios más suntuosos de aquella orden espléndida, sobre todo si fuera exacta la tradición que corre allí acreditada entre los veci- nos, de que un tiempo la ceñía al rededor un pórtico incompa- ble igual á la bóveda que cubre su portada lateral. Su altura compite con la de la nave mayor, y la gallardía de sus arcos apuntados con la de los interiores: situada en el ángulo descrito por la nave izquierda y el brazo del crucero, que se adelanta ostentando en su frente una gentil claraboya, raya en lo ideal la pintoresca combinación de sus líneas y la belleza de sus deta- lies. Algo de semejante vimos en Támara, no tan imponente ni tan rico de escultura. Ábrense en el rincón dos portadas, una enfrente de otra, la mayor que corresponde á la nave, la menor tapiada hoy día al crucero que formaba capilla aparte: ambas con sus columnas bizantinas y arcos ojivales, que son cinco en una y tres en otra, declaran haber nacido en el período de transición hacia el siglo xiii, pero se aproximan al delicado A L E N C I A 499 gusto del XV las figuritas de ángeles y bienaventurados distri- buidas por los arquivoltos. Dos series de nichos trilobados des- cansando en pareadas columnitas cubren el muro encima de la puerta principal hasta el arranque de la bóveda, ocupados por estatuas de santos no menos estimables, que preside la Virgen en la línea de abajo, y en la de arriba el Salvador ro- deado de los símbolos de los evangelistas. Los machones indi- can que este atrio cubierto debía prolongarse, trazando al aire libre una vasta nave de extraordinaria majestad. Tal como existe el templo se acerca su planta á la forma de cruz griega, pues corta casi por medio la anchura de las tres naves el crucero, alargándose otro tanto en cada brazo, sólo que el derecho queda truncado según dijimos. Aunque en las bóvedas y en los arcos de comunicación triunfa la ojiva ligera y desenfadada, llevan el sello de la época anterior los capiteles de las columnas que se agrupan en número de doce al rededor de cada pilar, y las ventanas de medio punto de la nave central que se han escapado de ser convertidas en circulares tragaluces. Á la intersección del crucero sigue otro segundo de menor am- plitud, con ventanas bizantinas en sus dos extremos, y en sus cuatro ángulos efigies de santos debajo de doseletes góticos del primer período y un púlpito guarnecido en el antepecho de esculturas de la misma clase. Capillas en el fondo de las naves ya observamos que no las hay, ni probablemente las ha habido nunca, acaso por la disposición del convento que caía á sus espaldas; pero no falta en su sitio el retablo mayor, compuesto de bajos relieves en el pedestal y de pinturas en tabla represen- tando misterios al rededor de la figura de Nuestra Señora colo- cada en el centro con su guardapolvo de crestería. Otro retablo también purista le acompaña, al extremo de la nave izquierda. Por aquel lado describe el brazo del crucero una capilla espaciosa, que tenía, como hemos visto, comunicación directa con el pórtico y dependía de San Marcos de León, á cuyos caballeros pertenecen sin duda sus enterramientos. Corren á lo 500 PALÈNCIA largo del muro tres hornacinas de ojiva rebajada, por fuera orladas de labores platerescas, y en medio se levanta sobre seis leones una tumba aislada con escudos de armas en su delantera y una estatua tendida, de mérito notable respecto de su antigüe- dad, que tiene un halcón en la mano y tres perros á sus plan- tas. Lleva en la cabeza un bonetillo, la cruz de Santiago al pecho, una larga túnica casi talar y espuelas en los piés ; el letrero se ha hecho ilegible (i); pero la semejanza del traje y del corte del cabello con el de otros bultos que yacen en el monasterio de Aguilar de Campóo, y sobre todo la igualdad de un relieve de la coronación de la Virgen esculpido en su cabe- cera con otro que allá se ve, nos permitirán más adelante averi- guar próximamente la época de esta sepultura y tal vez hasta el nombre del escultor. No es ésta sin embargo la que ha venido á buscar en Villa- sirga el viajero y que así por su magnificencia como por la cele- bridad del personaje que la ocupa constituye la más preciada joya del templo. Debajo de la postiza escalera que conduce al coro colocado sobre maderos en las dos bóvedas contiguas á la entrada, cierra á la derecha el segundo arco de comunicación la urna grandiosa del infante D. Felipe y el arco colateral la de su consorte. Allí descansa el quinto hijo de Fernando el Santo y de Beatriz de Suavia, el alumno del arzobispo D. Rodrigo educado á la sombra de la catedral de Toledo, el discípulo de Alberto Magno en las aulas de París, el abad de Valladolid y Covarrubias y arzobispo electo de Sevilla, que todas estas digni- dades abdicó en su mocedad por lograr la mano de la princesa Cristina de Noruega, para indemnizarla, según se dijo, de la del rey Alfonso X á quien venía destinada. Nada del amor al estu- dio y al retiro, nada de las pacíficas inclinaciones de su primer estado conservó el infante en su bulliciosa carrera, empleada (i) No pudimos distinguir con certidumbre en la inscripción ni el nombre ni la era, y sólo sospechamos si se leería Juan Pérez. palència 501 casi únicamente en suscitar disturbios en el reino y ligas entre los magnates, y en mendigar alianzas contra su hermano y rey á Na- varra, á Portugal y hasta al rey moro de Granada, en cuya corte residió largo tiempo y le acompañó á Sevilla para hacer las paces con Alfonso, Al año siguiente de 1274, á 28 Noviembre, acabó sus días en Sevilla hacia los 44 años de su edad en paz y en gra- cia del soberano, antes que las desventuras y desunión de la real familia le complicaran en nuevas y más culpables rebeliones. La que enfrente yace no es aquel blanco lirio del norte agos- VILLALCÁZAR de sirga. — Sepulcro del Infante Don Felipe tado por el ardiente sol meridional, que murió de pena dicen por el desigual trueque de su consorcio, ¿y quién sabe si, más bien que por ambiciosas aspiraciones, por un afecto más tierno y puro ? Cristina pr5ob0a2blemente reposa en Covarrubias, en Vi- llasirga la segunda mujer de D. Felipe, Leonor Ruiz de Castro, que con sus derechos al infantado de León dió pretexto á su marido de mover querellas al monarca y le trajo las alianzas de su hermano D. Fernando y de su tío D. Ñuño González de Lara. De este casamiento no se conoce más fruto que un hijo de igno- rado nombre que murió niño en vida de sus padres y duerme con ellos; tuvo además el infante una hija llamada Beatriz Fernán- dez que vivía en 1321 (i). Sobrevivió Leonor al esposo, y por su testamento se mandó enterrar en el convento de San Felices de Amaya de la orden de Calatrava, donde se les creyó largo tiempo sepultados á los dos, hasta que salieron del olvido las tumbas de Villasirga y fueron sacadas á la luz sus inscripció- nes (2). Por qué y cómo se encuentran allí á pesar de la volun- (1) Así la nombra el testamento de D." Blanca de Portugal, nieta por su madre de Alfonso el Sabio, llamándola expresamente hija del infante D. Felipe y legan- dole dos mil maravedises. Pellicer la equivoca con D." Beatriz de Castro, mujer de Diego Pérez Sarmiento el Viejo y segunda dotadora del monasterio de Benevive- re, que murió en i 340. (2) Todos los autores anteriores al siglo pasado ignoraron, no sabemos cómo, la existencia de estos sepulcros, incluso Rades que describe los escudos que tenía el entierro de la infanta en San Felices de Amaya, uno con la banda de los Castros y otro con siete róeles, y añade que desde allí mandó Felipe 11 trasladar los cuer- pos á Burgos en i 568. Salazar y Castro cita el testamento otorgado por la misma á 27 de Abril de 1275 en Santa Olalla, lugar de su abuela D.» Elo que dejó á la or- den de Calatrava.  mediados del último siglo fué reconocido el cadáver de D. Fe- lipe por orden de D. Andrés Bustamante, obispo de Palència, que hizo poner llave á la urna, y fué hallado perfectamente incorrupto y blando al tacto, revestido de un bordado manto real. La inscripción puesta detrás de la cabecera del sepulcro dice así : Era millesima irecentesima duodécima quarto kalendas mensis decembris vigilia beati Saturnini obiit dominus Fili-p-pus infans, vir nobilissimus^Jilius regis domini Fernandi, patris cujus sepultura est Hispati, cujus anima requiescat in pace amen. Filius vero j'acet tiic in ecclesia beate Marie de Villasirga cujus anima omni- potenti Deo et Sanctis omnibus conmendetur— dicant pater nosier et ave Maria. Por estar harto arrimada al poste la pesada urna de la infanta que sin mucha gente y trabajo no es dable mover, no puede leerse su epitafio que comprobaría la verdad de aquel entierro y fijaría el año de su muerte. Ponz, no sabemos por dónde, la llama Inés. PALÈNCIA tad de la testadora, no hemos podido averiguarlo : tal vez Don Felipe en sus últimos momentos, como acostumbraban los per- sonajes de aquel siglo, vistió el hábito del Temple, y los caba- lleros se llevaron su cadáver á dicha casa, una de las más antiguas y suntuosas de la orden, adonde le siguió para no estar divididos el de su viuda. Rostro aplastado, ojos cerrados muy prominentes, bonete con orejeras, el halcón en una mano y la otra puesta en el puño de la espada, onduloso manto que le envuelve, y á los piés un perro y un conejo, caracterizan la efigie del infante, de tamaño mayor que el natural, acostada sobre la cubierta. Con la roja cruz del Temple alternan en los escudos los castillos paternos y las águilas de la casa de Suavia que también se distinguen en el cinto. Rodea los costados de la urna la fúnebre comitiva com- puesta de innumerables figuras de relieve, de las cuales varias sirven de columnas á los arcos de adorno, unas en procesión delante del ataúd, otras en confuso tropel mesándose los cabe- líos, gentes á pié y á caballo, monjas y plañideras, frailes y obis- pos, músicos con trompetas y caballeros con la cruz en el pecho, y por último la representación del sepulcro sostenido por leones como lo está el original. En la cabecera se ve al moribundo co- giendo de la mano á su esposa y á otra persona poniendo la suya sobre la cabeza del mismo (i). Análogas escenas figuran (i) Á fin de completar la descripción de estos relieves, añadiremos la que de los mismos publicó el Sr. Amador de los Ríos en el Museo español de aniigüeda- des, I .er tomo, observando en la expresada urna detalles que no advertimos bas- tante, y omitiendo otros á su vez. «Allí se mira, dice, la infanta Leonor sobre un caballo enlutado, rodeada de sus damas, vestidas unas de corte, cubiertas otras de negros monjiles, y seguida de las endechaderas que parecen entonar lastime- ros cantares. Allí el féretro con el cadáver conducido en hombros de seis escude- ros y escoltado por una cabalgata de caballeros, acompañados á su vez de hombres de armas que llevan del revés los escudos nobiliarios del príncipe. Allí el caballo de batalla del D. Felipe, mostrando pendiente del arzón en igual forma su es- cudo de armas, y llevado de la rienda por un paje. Allí las órdenes religiosas, los abades y obispos, los clérigos y acólitos, elevando al cielo sus preces por el alma del magnate, y á su lado sostenida por sus damas, rasgándose las vestiduras y mesándose el cabello, reproducida la figura de la infanta, cuyo dolor procuran mi- tigar en vano algunas religiosas.» 504 palència en la urna de Leonor, cuyos timbres jaquelados y de cinco cora- zones se combinan con los de su esposo así en los escudos como en la orla del manto y correas de él pendientes, y su delicada mano sostiene asimismo un corazón, dejándose ver en la otra dos sortijas. Es más singular que bello su altísimo tocado sujeto á un lado con botones y envuelto en guarniciones menudamen- te rizadas, que dan vuelta al rostro y cubren la boca al estilo oriental. Desde Villasirga continuaba al oriente la calzada de pere- grinos por Arconada, donde hacia 1047 conde Gómez Díaz fundó para asistencia de aquellos el monasterio de San Facun- FROMISTA. — Parroquia de San Martín PALÈNCIA 50s do (i), cuya iglesia subsiste como parroquia y no la más antigua del pueblo, pues hay otra de la Asunción construida de tapia y sin bóveda que presume ser la decana de la diócesis. Más ade- lante conserva Fromista dos hospitales titulados de Santiago y de palmeros^ y tres parroquias dedicadas á Santa María, á San Pedro y á San Martín. Debe la última su erección á la viuda de Sancho el Mayor, rey de Navarra, y heredera de Castilla, D.^ Ma- yor ó Nuña, quien llena de años en 1066, después de sobrevivir á sus tres hijos los reyes de Sobrarbe, Navarra y Castilla, dejó sus viñas y tierras y los cuantiosos ganados que en Asturias poseía á los monjes benedictinos que allí trajo, y sometióles el barrio contiguo poblado de vasallos suyos solariegos (2). En 1118 la reina Urraca anejó el monasterio al de San Zoilo, haciéndolo priorato ; la vivienda de los religiosos fué renovada en su mayor parte por el arquitecto fray Juan Ascondo á mediados del últi- mo siglo ; pero la iglesia guarda intactos sus torneados ábsides bizantinos y levanta del centro del crucero su octógona torre cercada de varios órdenes de ventanas semicirculares, la cual por raro capricho comunica por un pasadizo á manera de puen- te con la escalera colocada en un cubo aislado. Más que la anti- güedad ennoblece á este templo el prodigio de la sagrada Hostia que se quedó pegada á la patena en el acto de administrar el Viático á un penitente ligado inadvertidamente con las censuras eclesiásticas, y hasta después de absuelto no pudo comulgar (3). (1) En la donación de este monasterio al de San Zoil, publicada por Yepes, dice el conde haber sido la iglesia consagrada por dos obispos Cipriano y Pedro, cuyas sedes no expresa ; sin embargo, el primero era de León. Lo mismo refiere una inscripción que hay en el pórtico y que trae el diccionario de Madoz, datada del reinado de Fernando, sin duda el I, y de la época del conde Gómez. No estuvi- mos allá, y así no podemos enmendar sus inexactitudes, pero sospechamos que la era MCCXXX tan notoriamente equivocada, debe ser MLXXXX correspondiente al año 1052. (2) El testamento que cita Yepes data del i 3 de Junio, y en él manda hacer de sus rebaños tres partes, una para el lugar de su sepultura, otra para el culto de San Martín y otra para los monjes de la casa. No se sabe dónde está enterrada D.a Mayor, de la cual no hay memoria en el panteón real de León, ni de su existen- cia posterior á la viudez se tuviera noticia á no ser por dicho documento. (3) Sucedió este caso en 25 de Noviembre de 1453 : el enfermo se llamaba 64 50Ò PALÈNCIA Fromista, patria de San Pedro González Telmo en el siglo xiii, estaba bajo el señorío de los Gómez Benavides, mariscales de Castilla, que poseían su fuerte y se titularon marqueses de la misma por concesión de Felipe II. Al extremo oriental del distrito trazan tres paralelas de nor- te á mediodía el Pisuerga, el canal de Castilla y la carretera de Santander. Sobre la orilla derecha del río recuerda Lantadilla la primera derrota que sufrió en 19 de Julio de 1068 Alfonso VI reinante León, combatiendo con su hermano Sancho II de en Castilla (i). Junto al canal descuella en las Cabanas el castillo del marqués de Villatorre, y abren paso por dentro de su recin- to á la carretera Santillana y Osorno esclarecida por los condes de su título, que desprendidos del robusto tronco de los Manri- ques hacia la mitad del siglo xv, siguieron en toda guerra y disensión la bandera de su linaje agrupándose con los demás parientes en torno del jefe de la familia (2). Extinguióse su línea, incorporáronse en los del duque de Alba sus estados, y hasta su palacio pereció abrasado en la guerra de la Independencia. Qué- dase al occidente del camino en Villadiezma la capilla que encie- las tumbas de dos prelados nacidos en la contigua casa sola- rra riega, D. Alonso González, obispo de León, fallecido en 1615, y su sobrino fray José González que empezó su carrera episcopal en Palència y la terminó en Burgos en 1631 : más adelante en Pedro Fernández Teresa, y había sido excomulgado por la deuda contraída con un judío, mediante cuyo pago se juzgaba ya libre de la censura. Frente de la puerta del mismo templo se muestra su sepulcro. Morales describe el aparato con que se enseñaba este misterio venerado constantemente por espacio de cuatro siglos, y la impresión que causaba el descubrirlo. «Los cabellos se erizan, dice, el cuerpo todo tiembla, y el alma aunque indigna concibe algo de temor y reverencia.» (1) Plantada llaman el lugar de labatalla los anales Complutenses, expresando que estaba sobre la margen del Pisuerga, y Lantada el cronicón de Cardeña. (2) Erigióse el condado de Osorno en 1445 á favor de Gabriel Manrique, hijo segundo de Garci Fernández, señor de Aguilar y primer conde de Castañeda, pri- m.o del adelantado Pedro Manrique; por su madre D.® Aldonza de Castilla, nieta del infante D. Tello, tuvo el señorío de Villasirga. Continuó por siete generació- nes su línea masculina, alternando los nombres de Pedro y Garci Fernández basta su extinción en el siglo xvii. PALÈNCIA 507 Abia de las Torres, cabeza de arciprestazgo, vense escasos res- tos de un castillo del marqués de Montealegre. De esta suerte no perdiendo de vista un momento el arte ni la historia, se olvi- dan las molestias del viaje, y el inás árido y monótono terreno se transforma en delicioso panorama. à CAPÍTULO Vil Partidos de Saldaña y de Cervera del Pisuerga.—Aguilar de Campóo OONFORME nos acercamos á las montañas del norte, fuente de humor y de vida, cobra el suelo mayor variedad y se viste de vegetación más frecuente y más lozana. El partido de Saldaña, como el de Carrión, comprende en su mayor parte rasas llanuras ; pero cruzan sus páramos más á menudo ríos benéficos aunque de escaso caudal, formando valles y cañadas donde parecen haber brotado los pueblos con la escasa alame- da que les da sombra y con la reducida vega que cultivan. De más de ciento que cuenta el distrito, veinte no más tienen la categoría de villa, y de estas sólo tres además de la cabeza alcanzan al número de mil habitantes. Herrera del Pisuerga, Guardo y Villasarracino. Sin recuerdos apenas y sin vestigios de lo pasado, sin otros monumentos que las bajas y cuadradas torres de sus parroquias, pocas detienen la atención del viajero al desfilar rápidamente por las márgenes de los riachuelos, que fertilizan y con frecuencia inundan sus campiñas. . Diez y ocho pue^b1lo0s componían el valle de Boedo, á cuyas aguas disputadas con reñidos pleitos dióse el nombre de río de la plata, y tenían sus juntas en Calahorra junto á la cual aparecen vestigios de fortaleza : Espinosa de Villagonzalo en otro tiempo amurallada, Villaprovedo de cuya parroquia elogia Ponz el retablo mayor y la portada, San Cristóbal inmediata á un antiguo priorato benedictino, pertenecían á esta jurisdicción. Sobre el Pisuerga en la confluencia del Enrejo domina Herrera una amena perspectiva, y su vistosa plaza y sus concurridos mercados se combinan con los restos del magnífico palacio del condestable duque de Frías para acreditar su importancia de todos tiempos. En el siglo xii tuvo dos monasterios agregados al de Aguilar de Campóo, el de San Agustín por i\lfonso VII en II52 y el de San Román en 1173 por Alfonso VIII; en el siguiente presenció la prisión de D. Alvaro de Lara por las gentes de Fernando III, á quien había salido al camino para tenderle asechanzas ó desafiar su poder el orgulloso magnate. A orillas del Valdavia agua arriba se suceden Castrillo de Villavega que tomó su nombre acaso del cuadrado torreón ó atalaya que le señorea, Bárcena de Campos con su espléndida parroquia y el convento que fué de basilios, Villanuño asentada en una ladera, Villasila con su aneja Villamelendro, Villaeles en angosta garganta, Arenillas de San Pelayo cuya gótica iglesia poseyeron los premonstratenses como dependencia del monaste- rio de Retuerta, Renedo cercada de olmos, Buenavista y su barrio al pié de derruido castillo, más allá la Puebla partida por el arroyo. El pequeño Vallarna nacido en Hitero Seco, donde retiene el nombre de mota el cerro en el cual se erguía una for- taleza de los Laras, pasa no lejos de Villasarracino, una de las principales de la comarca, y va á morir lejos de allí en el Pi- suerga. Comparado con estos puede presumir de caudaloso el PALÈNCIA Carrión, y atravesando en toda su longitud el partido, se reser- va la prerrogativa de regar la fértil vega de Saldaña y de visitar la histórica capital. Remonta esta su origen á la dominación romana si atende- mos al contexto de cierta lápida más que al silencio de los anti. guos geógrafos (i), y participa con otras poblaciones de la gloria de haber sido precozmente conquistada por Alfonso I. Condes la gobernaron desde el principio como plaza fronteriza, y en las crónicas y romances es famoso aquel Sandias ó Sancho Díaz, amante de Jimena y padre de Bernardo del Carpió, que expió dicen la deshonra de la hermana de Alfonso el Casto con la pérdida de los ojos y de la libertad. Corriendo el siglo xi hallamos por dos veces reunidos los condados de Saldaña y Carrión, primero en Gómez Díaz, el fundador de San Zoilo, y luégo en Pedro Ansúrez, el restaurador de Valladolid. En aquel castillo de su buen ayo, que había visitado quizás en su niñez, rerminó la reina Urraca su existencia más azarosa que larga á 8 de Marzo de 11 26, no encerrada por su hijo sino ejerciendo actos de soberana, pero sin que la severa majestad de la muer- te ahuyentara del mismo féretro la maledicencia que pregonó en vida y exageró probablemente sus extravíos (2). Dos años y medio después, en Noviembre de 1128, atavióse con regia pompa el alcázar para recibir á la bella y joven Berenguela hija del conde de Barcelona, desde donde vino por mar rodean- (1) Dicha lápida, hallada en León junto á San Isidoro y publicada por Ponz y Risco, dice así: L. Lollio materni F. Lolliano Saldaniesi an. XVIII Lollius maiernns j). S. T. T. L. Véase el tomo de Asturias y León, cap. 1, parte 2." (2) La especie de haber fallecido de parto de un hijo ilegítimo procede de un cronicón puesto al frente de la historia Compostelana, escrita como es sabido con espíritu sumamente hostil á la reina. Regnavit iyrannice el muliebriier, dice, et apud castrum Saldania inpartu adulterinifílii vitam infelicem finivit. Es de adver- tir que á la sazón contaba 45 años. La Compostelana á pesar de su animadversión nada de esto dice, sino que Urraca recibió ya muy enferma á los enviados del ar- zobispo de Santiago y mandó restituirles el castillo de Cira. De otras versiones que infaman su muerte nos ocupamos en el tomo de Asturias y León. La cubierta de su sepulcro en el panteón de San Isidoro no siempre estuvo lisa como allí dijimos. Sandoval la vió en ella retratada de media talla con el traje antiguo y con un tocado alto de vizcaína, y aun Flórez la alcanzó á ver. c;i2 PALÈNCIA do toda la península á fin de evitar el tránsito poco seguro por los dominios de Aragón. Recibió á su desposada Alfonso VII en la costa de Cantabria, y en Saldaña, antes de llegar á su corte, celebró las bodas con los más venturosos auspicios. Aquí ter- minan los grandes recuerdos de la villa; más adelante ya no figura sino como título de condado, creado por Enrique IV á favor de D. Iñigo Lopez de Mendoza y hereditario en los pri- mogénitos de la casa de Infantado. Bajo su señorío siguió gozando de insignes preeminencias, puesta á la cabeza de cerca de cien lugares. Testigos son del esplendor antiguo sus parroquias de San Miguel, San Pedro y San Martín, espaciosas y de tres naves todas ellas, el esqueleto del castillo que la domina desde lo alto de la peña de San Ro- mán, el puente de veinte y tres arcos sobre el Carrión aunque asaz maltratado por el tiempo. Su hermosa vega se extiende río abajo más de dos leguas; remontando la corriente se estre- cha por espacio de cinco ó seis hasta llegar á Guardo, villa enriscada con ruinosa fortaleza en su cumbre, á cuya espalda principia la sierra con su espesura de robles y abedules. Entramos ya en otro distrito quebrado y pobre pero fron- doso y pintoresco, que preside Cervera del Pisuerga y que ilus- tra Aguilar de Campóo. El suelo se encrespa, la vegetación se engrandece, conviértense las lomas en montañas, las montañas en cordilleras,, los matorrales y plantíos en densas alamedas y bosques majestuosos, y al mismo tiempo los valles se ramifican, los ríos se dividen en cien arroyos subiendo á sus oscuras fuen- tes, los pueblos se fraccionan hasta degenerar en aldeas ó gru- pos de veinte, de diez, de cinco casas ó más bien chozas, cada uno con su parroquia, cada seis ú ocho con su ayuntamiento. Poco discrepa en suma el aspecto del país y la índole de su territorio y las inexploradas minas y los trashumantes rebaños y las tareas y carácter de sus moradores, de lo que presentan las montañas de León y las de Burgos situadas á su poniente y á su levante, y la región de Liévana de la cual al norte le divi- PALÈNCIA 513 den las Sierras Albas y de Brañosera. Paralelo á su límite oc- cidental baja el Carrión de las breñas de los Cardaños, refle- jando los techos pajizos de las villas de Alba y traza confín Camporredondo; su oriental el Pisuerga, después de haber corrido con rumbo al este por bajo de la sierra donde tiene su cuna. Entre los dos se deslizan en línea diagonal el Valdavia el valle de por Respenda, el Burejo por el de Ojeda, nombres recuerdan que sus antiguas demarcaciones. Cómo otorgó Alfonso VIII al obispo Raimundo vastos do- minios en aquella tierra, comprando con ellos cias mayores los franqui- para palentinos, cómo en el siglo xv fueron erigidos en condado vinculado á la mitra hasta el presente, tomando el nombre del arroyo Bernia que los baña, referido historia queda en la de la capital (i). Aref^, el Campo, Bañes, Camasobres, Villavega, Resoba, todos los lugarejos en la donación nom- brados, subsisten no muy cambiados desde entonces; y en el centro de sus ásperos riscos conservan el rango de el monasterio colegiatas de San Salvador de Campo de Muga y la abadía de Santa María de Labanza, aun después de incorporadas sus dignidades al cabildo catedral (2). Ni uno ni otra se desdeñan (i) Véase atrás págs. 365 y 383. (2') Hoy corrompido el nombre se llama San Salvador de Cantamuda ó Argáiz Canta- muga: supone que primero fué monasterio riamente benedictino, deriva arbitra- su etimología y de Mugait, caudillo sarraceno vencido En la escritura de por el Casto. Alfonso VIH Rey son de notar las cláusulas lentiniim siguientes: Videns Pa- j>o-pulum gravibus foris et consueíudinibus Sancíi gravari, Aníonini imj>etravi ab ecclesia el d domino Raymundo legitimo avúnculo nostro... ut sia prefata eccle- primevos removeret foros, et bonos cum consenso meo institueret et redigeret in scriptis. Revera cum'Palentina ecclesia, evacuatis reddilibus cilii fororum Palentinicon- quos antiquitus percipere solebat, plurimujn bium gravaretur, concedo in concam- et recompensationem hoc monasterium Sancti Salvatoris de de cum omnibus directis Campo et Muga, pertinentiis suis et possessionibus quas hodie habet et det, et quas in diebus possi- Adefonsi iniperatoris avi mei habuit et possedit et in diebus patris mei regis Sancii, prêter populationes de Camasores et barrios de Risova... cum aliis et solaribus qui sunt et semper fuerunt Sánete Marie de et cum ecclesia Sánete Lavancia, Crucis de Aremos et cum tredecirn solaribus dilate populatis et omni here- sua, et cum ecclesia Sancti Petri in Campo et duobus solaribus et omni dilate here- sua, et cum ecclesia Sancti Juliani de Cammos cum sua villa et omnibus tinentas suis, et omnibus per- cum solaribus populatis et heremis de villa de omni Bannes et hereditate sua, et cum domo de Villavegarum et omnibus pertinentiis suis, et 65 514 PALÈNCIA de servir de parroquias á pueblecillos de cien almas, aquél á la entrada, ésta en el fondo de una hoz sinuosa y profunda. Por desgracia no penetramos hasta allí para poder afirmar si junto con el título permanece su fábrica primitiva, reconstruida en 1185 la de Labanza por el conde Rodrigo Bustos, su bien- hechor (i). Cervera, la cabeza del partido, es una linda población serra- na de anchas y limpias calles y de amenos contornos, cuya plaza regular cierran cómodos soportales, y cuya iglesia de cantería se eleva á la falda de un cerro con la advocación de Santa María del Castillo. No busquemos allí otra antigualla que algún resto de fortaleza: los monumentos, la historia de la comarca están á cuatro leguas de distancia en Aguilar de Campóo, adonde nos conduce en dirección á oriente el bullicioso curso del naciente Pisuerga, regando al paso la deleitable vega de Salinas, cruzando por debajo de sólidos puentes y dando impulso á pintorescos molinos. Otro fué nuestro itinerario subiendo desde Herrera para llegar directamente á la célebre Aguilar. A la izquierda dejamos el valle de Ojeda, que empezando en Villabermudo abarca ecclesia Sánete Marie de Ríanes cum sua villa el omnibus ■perlinenliis suis. cum documento  estas añade otras iglesias y villas del país de Liébana; la fecha del debe ser la de i 181, según notamos p. 365. (i) Refiérelo el epitafio que publicó Pulgar y que aunque moderno es intere- sante por las noticias que contiene: «Aquí yacen sepultados el conde D. Rodrigo Gustios y la condesa su mujer y uno de sus tres hijos que tuvieron, señores de grande estado de muchas villas y lugares, grandes bienhechores de esta abadía, iglesia, casa y claustro reedificaron año de 1183 y la dotaron con muchos cuya de sus bienes, y aviendo gastado el dicho conde la mayor parte de su vida en la guerra en defensa de la fe, falleció en su casa originaria que tuvo cerca de esta Polentinos el solar de Colmenares, en 20 de Diciembre del año en el lugar de en memoria renovaron los escudos que están sobre estos se- de I 192; en cuya se pulcros, aver faltado con el tiempo los antiguos de madera con otras insignias por de guerra que estavan sobre ellos.» El mismo Pulgar trae el instrumento de par- de menciona tición de rentas hecho en 1290 entre el abad y canónigos Labanza, y en i dándole los varios privilegios otorgados á la abadía, uno de Alfonso VII 142 la términos y puertos de que goza, otros de Sancho IV en 1289 concediéndole á villa de Polentinos y á sus canónigos las mismas exenciones y franquicias que los de Palència, y diversas confirmaciones de los reyes Alfonso XI, Pedro, Enri- que 11, Juan 1 y Juan 11. 5^5 veinte lugares sometidos casi todos por Alfonso IX de León al convento de monjas cistercienses de San Andrés de Arroyo, el cual florece todavía lo mismo que el de Santibáñez de Ecla en aquella cañada bajo la dependencia de las huelgas de Burgos. Desde Alar, campo que fué de su señorío, donde el remate del canal de Castilla ha improvisado un pueblo de almacenes, otro más ancho y frondoso valle á orillas del Pisuerga contiene á Nogales, á Prádanos, á Olmos de Santa Eufemia, cuyos nom- bres indican la vegetación que les circunda, mezclada con la de frescos chopos y saúcos. Becerril del Carpió, rico en frutales, deja asomar á la vera del camino una reducida iglesia bizanti na, completa en sus líneas y detalles desde la portada hasta el ábside que encierra un gótico retablo ; y otra más rústica pre- senta Olleros debajo de un peñasco que le sirve de bóveda, cueva dicen en otro tiempo donde se retiraba á orar un devoto pastorcillo. A la derecha queda Mave y su priorato de Santa María, lugar nombrado por el cronista Sebastián entre las pri- meras conquistas dé Alfonso I, que forma con otros el ayunta- miento de Gama ; más allá descuella coronada de nieves la roca de Bernorio, que ha dado lugar entre los naturales á grandio- sas tradiciones, de un castillo edificado en su cumbre por Augusto durante la guerra con los cántabros, y de una pobla- ción que á su pié existía y que incendiaron los godos para ren- dir la fortaleza, defendida no se sabe si por los suevos ó por los romanos (i). Con tales recuerdos no es extraño que sea reducida Agui- lar por algunos autores á la Véllica ó Belgia donde sufrieron los indomables cántabros su primera derrota, y que deriven otros su origen de yuliobriga ó de Brigantium. Campo del álamo (campus populi) parece sonar el sobrenombre de Campóo (i) Ignoramos el fundamento histórico de tradiciones semejantes, y no lo hay mayor para decir que en el término de Olleros hubiese una ciudad denominada Oliva, y otra llamada Calabria junto á Aguilar, donde hoy está el lugar de Cabria con ruinas de castillo y de monasterio. 51Ò PALÈNCIA añadido al harto genérico de Aguilar, aunque en un documento del 1031, citado no recordamos dónde, se la llama Campo Pau. Tenía su gobierno con el de Asturias de Santillana en 1127 don Rodrigo de Lara, que tan larga resistencia opuso á Alfon- so VII; en la partición de los reinos de León y Castilla entre los hijos del Emperador, cupo la villa al primero, y fué dada en arras por Fernando II á su tercera esposa D.^ Urraca de Haro. Envidiósela á su madrastra Alfonso IX luégo de fallecido su padre, y puso estrecho cerco al castillo, en cuya defensa se inmortalizó Marcos Gutiérrez que lo tenía por D. Diego López de Haro, hermano de la reina. Mientras hubo cueros y yerba y animales inmundos que comer se sostuvo la guarnición disminu- yendo de cada día ; cuando todo se acabó, exánime y desfalle- cido tendióse el alcaide á la puerta con las llaves en la mano, y allí le encontraron los sitiadores que asaltaron el desierto muro, haciéndole volver á la vida con las más solícitas atenció- nes. Sabedor de que D. Diego no se daba aún por satisfecho de su resistencia, pidió al rey el pundonoroso Marcos le diese el castillo para podérselo devolver al que se lo había confiado, y así se hizo ; pero el de Haro no lo admitió convencido al fin de la bravura del alcaide, y le mandó entregarlo otra vez al caballeresco monarca (i). Vemos no obstante que en 1204 poseía á Aguilar Alfon- se VIII de Castilla, favoreciéndola tanto que algunos le han atribuido su repoblación. Desde el principio de su reinado tuvo Alfonso X la mira de hacerse suya la villa toda por compras, permutas y revindicaciones, y encontrándose en ella á 14 de (i) Sobre este hecho hay un romance de Sepúlvedamás poético de lo que sue- Ien serlo los de dicho autor, y refiérelo no á las disensiones de Alfonso con su madrastra, sino á las guerras entre León y Castilla, empezando así: Leoneses con castellanos Aquese rey de León grandes barajas hablan : en Castilla entrado habla, los reinos eran partidos, sobre Aguilar el castillo dos Alfonsos los tenían. muy grande cerco ponia. PALÈNCIA ^17 Marzo de 1255, le señaló términos y otorgóle su fuero real Continuó (i). unida á la corona, hasta que Alfonso XI la dió en patrimonio á sus hijos, frutos ilegítimos de la Guzmán, á Pedro primero que por esto se llamó de Aguilar y murió niño en 1338, y luégo á Tello más adelante señor de Vizcaya, que alcanzó para ella en 1367 de su hermano Enrique II notables cias franqui- y mercedes (2). Su señorío, junto con el condado de Cas- tañeda en Asturias de Santillana, lo transmitió D. Tello á su hijo D. Juan, y éste á su hija Aldonza, casada con Garci Fer- nández Manrique, compañero del infante D. Fernando en su gloriosa campaña de Antequera, y mayordomo de su hijo don Enrique de Aragón. Excitó Garci Fernández el enojo de Juan II proclamándose conde y maltratando á los ministros reales, y vino el rey con mil lanzas sobre Aguilar en 1422; pero Aldon- za veintiún año después la vinculó en su hijo Juan, y éste en recompensa de sus servicios alcanzó de los Reyes Católicos que (1) Hállase publicado dicho privilegio en el tomo I del iV/e772or/a/ pág. Histórico, 257. En su prineipio se lee: «La primera vez que vin á Aguilar de depues que fuy rey, fallé Campo que la villa de Aguilar era de muchos sennoríos de órde- nes et de fijosdalgo, et otrossi fallé de lo mió que me avien dello escondudo é fur- tado. Et porque la villa de Aguilar amó siempre el muy ondrado rey don mió Alfonso visavuelo et el mucho ondrado et muy noble rey don Fernando mió padre, et ovieron grand sabor de facerles bien et merced, et yo por encimar lo que ellos comenzaron et por facer el burgo de Aguilar que sea buena villa et ondrada et rica... Todo aquello que fallé que no era mió... á los unos lo di compré, et á los'otros canvio por ello, et lo al que fallé de lo mió que me tenian escondudo et furtado tomélo, asi que toda la villa de Aguilar la sobredicha finca toda mia jamás quita pora libre siempre et con entradas et con sallidas et con todos sus términos et con todos sus derechos enteramientre.» Y luégo más adelante : « Et doles et á todos comunialmentre otorgóles que ayan el fuero del mió libro, aquel que estava en Cer- vatos pora siempre jamás porque bivan et que usen él, et dos alcal- des por et un merino que ayan de la villa de Aguilar quales yo alcaldes pusiere... et que los la villa judguen et todos los términos por este fuero que les yo do, et el merino que faga su oficio.» (2) Concedióselas en Burgos á 8 de Febrero antes de su derrota en ampliando la exención Kájera, de portazgo que en 1285 había facer otorgado Sancho IV. «Por bien, dice, e merced al concejo de Aguilar de Campo e de sus vasa- líos aldeas, que son del conde D. Tello nuestro hermano, e ced el porque nos lo pidió dicho D. por mer- Tello, e otrossi por muchos e altos e muy leales e grandes servi- cios que el dicho D. Tello nos fizo e faze de cada dia, tenemos por bien de e franquear de quitar portazgo, montazgo, de cuentas, peage, de pasage, ronda, castellería, varcage, oturras, mededuras, asadura, borra y demás tributos.» 5I8 fuese erigida en marquesado á favor de su hijo Garci Fernán- dez. Los marqueses de Aguilar en el siglo xvi comunicaron á la villa su esplendor: Luís hospedó en ella magníficamente á Carlos V á su llegada de Flandes en 1517; Juan, embajador en Roma, alcanzó en 1542 la fundación de la colegiata, otros la adornaron con suntuosos panteones; y al cabo fenecida en el XVII su descendencia varonil, heredáronla los condes de Oñate. Bien se le echa de ver en el aspecto la nobleza y antigüe- dad, que sonríe embellecida por su amena situación. El Pisuerga la baña al mediodía, ancho puente de seis arcos conduce á su entrada, cíñenla frondosas alamedas tocando casi los muros ó irradian á lo largo de los caminos. Aisladas y escabrosas peñas se elevan del suelo á escasa altura por cima de las densas copas de los árboles y junto á las corrientes cristalinas. Entre los ce- rros que la rodean y á cuya espalda asoma la imponente sierra inmediata, domínala al nordoeste uno más áspero, pedestal del célebre castillo que ha perdido ya su corona de almenas y mata- canes, pero conserva los gallardos cubos de sus ángulos y de su barbacana. Desde la población subía la cerca á enlazarla con su defensor, cerrando la falda de la colina que tal vez estu- vo habitada en otro tiempo, cuando contaba cuatrocientos veci- nos^ doble número que en el día; y así lo persuade la parroquia de Santa Cecilia, solitaria ahora en la pendiente, cuya bizantina torre, guarnecida de columnas en sus esquinas y de ménsulas en el remate, abre á los cuatro vientos sus ventanas, una en el primer cuerpo y dos en el segundo. Debajo de cobertizo tiene en el costado la portada, profunda, decrecente, con cuatro columnas á cada lado, pero de traza ya ojival; y ojivos son también los arcos que dividen sus tres naves, sosteniendo el techo de madera. Á la entrada de la capilla mayor, renovada por desgracia y privada de su hemisférica forma, se distinguen por su riqueza dos capiteles, uno de follaje y otro que parece representar la degollación de los Inocentes. PALÈNCIA De otra iglesia que cae fuera de la cerca en el declive opuesto y titulada San Andrés ó Santa Lucía, dícese también que fué parroquia, y se asemeja en todo á la de Santa Cecilia, sólo que conserva sus tres ábsides bizantinos con restos disper- sos del gótico retablo, y en su portal el medio punto recamado de dientes de sierra: suple por torre una espadaña de dos arcos apuntados. En lo más llano al otro lado del río hay un conven- to de monjas de Santa Clara, trasladado por los Sres. de Agui- lar desde el sitio que ocupaba á media legua de allí en Porquera de los Infantes junto al nacimiento del arroyo Camesa. Largas cortinas con sus torreones marcan el recinto de la villa sobre todo hacia poniente, y permanecen sus seis puertas, unas en su antigua forma ojival, la del río reemplazada por un arco moderno, casi todas ostentando el águila que constituye las armas municipales. La de Reinosa juntamente con varios escudos y figuras ofrece sobre su clave una inscripción hebráica del siglo XIII al xiv, que recomendamos á los inteligentes y que sin duda se relaciona con los numerosos judíos que en la po- blación habitaban (i). Señálanse entre el viejo y deforme case- río algunas moradas por sus blasones y por su fábrica del si glo XVI, una principalmente á espaldas de la colegiata, que dejaron arruinar sin concluirla los marqueses de Villatorre, adornada con estriadas columnas en la puerta y medallones en las enjutas del arco, con escudos en las esquinas y con gárgo- las, almenas y garitas en su coronamiento. Á un lado de la cuadrilonga plaza ceñida de pórticos campea trocado hoy en casa de ayuntamiento el palacio de los Manriques, muy cambia- do del que edificó en el siglo xv la condesa Aldonza para resi- dencia de sus descendientes. La inmediata parroquia de San Miguel debió al marqués (i)  dos líneas escritas en castellano, de las cuales sólo pudimos leer junio era, MCCC...fijo..., siguen otras seis bien conservadas en caracteres hebráicos, partidas por dos arquitos dentellados con figuras destruidas, y á cada lado hay dos escudos acuartelados de águilas y castillos. 520 P A L E X G I A D. Juan en 1542 los honores de colegiata (i); pero tres siglos atrás, mucho antes del señorío de los Manriques, el templo tenía ya la magnificencia conveniente á su futuro rango. Cons- truído en el primer período ojival, cuya forma llevan así los arcos de las portadas como la doble serie de ventanas abiertas entre los machones del ábside, conserva todavía mucho de bi- zantino, tal como las columnas cilindricas colocadas ocho á cada lado de la puerta principal con capiteles uniformes de sencillo follaje, la grande y tosca estatua subsistente en un costado del arco exterior, y el medio punto en cuyo centro resalta la figura de Cristo. Nada de moderno desentona aquel conjunto sino la cuadrada torre asentada sobre el ingreso, que á pesar de sus arcos greco romanos, pilastras y cimborio recuerda por lo baja las proporciones de la antigua. A la iglesia introducen un atrio cubierto de apuntada bóve- da y un segundo portal bizantino-gótico de cuatro arcos en degradación. Rebajadas ojivas forman sus tres naves demasiado cortas respecto de su anchura, sin que les comunique mucha gallardía el crucero, ni menos las favorezca el revoque que han sufrido. Los pilares se componen de ocho delgadas columnas con capiteles lisos ó de follaje; prolongadas ventanas alumbran la nave de la epístola; la del evangelio presenta una serie de hornacinas con grandes colgadizos y frontones triangulares, marcadas con escudos de armas, pero las estatuas y epitafios han desaparecido para hacer lugar á los retablos colocados en su hueco. Todas las capillas del templo, así las del testero de las naves, como las que corresponden ^á sus piés cogiendo la profundidad del atrio, están llenas de memorias sepulcrales: la del bautisterio á la izquierda del que entra contiene cuatro, donde se ven águilas y castillos esculpidos toscamente sobre (i) Aprovechó el marqués la ocasión de su embajada en Roma para obtenerla erección de la colegiata de Aguilar, siendo extinguidas en cambio las antiguas abadías de Castañeda, Escalada y San Martín de Helines, que poseía su casa en la diócesis de Burgos. las urnas, y yacentes estatuas de un arcipreste de Aguilar en el siglo XIII y de uno de los ganadores de Antequera en el siglo xv al lado de su esposa (i); la colateral encubre detrás de la mo- derna sillería de un convento cinco nichos ojivales recamados de arabescos 521 como el arco de entrada, de sencillo y elegante estilo gótico, en uno de los cuales se distingue por sus labradas vestiduras la tendida efigie del arcipreste de Fresno, fundador del hospital. En el brazo izquierdo del crucero descansan sus parientes (2). De principios del siglo xiii por lo menos parece datar un tosco bulto de larga barba y cabello partido sobre la frente, vestido de túnica y manto, que está en la cabecera de la nave de la epístola; mientras que no pasa del xvi otro de sacerdote que ocupa la del evangelio, acostado sobre un sepulcro plate- resco, detrás del cual aparece de relieve entero el entierro de Jesús. En medio de estas dos capillas ostenta la mayor su reta- blo de cuatro cuerpos representando misterios de la Virgen, y dos grandes mausoleos de mármol con su basamento, pilastras y frontón al estilo greco romano, donde brilla el blasón de los Manriques; á un lado figuran orando de rodillas las excelentes estatuas del marqués D. Juan, patrono y creador en cierto modo de la colegiata, y de su esposa D.^ Blanca Pimentel; al (1) En el pedestal del sepulcro del arcipreste se nota multitud de relieves medio enterrados en el pavimento; la inscripción dice así: «Aquí yace don Juan Mate arcipreste de Aguilar, Dios perdone su alma, era de MCCCXXXllI ('1295 de C.).» En la tumba de los dos consortes se lee : «Estas sepulturas mandó hazerFer- nan Gonzalez de Valdelomar e Juana Gutierrez su mujer en el año de mil e CCGC e X años, quando el infante don Ferrando venció á los infantes de Granada en el puerto de la Roca del Asna e se ganó Antequera por fuerza de armas: Dios los quiera perdonar.» El marido viste traje talar á manera de hábito religioso, pero lleva una águila colgada al cuello y larga tizona en las manos; el vestido de la mujer es muy modesto, con mangas anchas y toca en la frente. En dicha capilla se ve una tosca cruz que se descubrió juntamente con un Crucifijo muy prodi- gioso. (2) Un moderno epitafio nombra á su hermana Juana Fernández de Soto y al marido de ésta Fernán Gutiérrez Churrón bienhechores del convento de Santa María la Real, que vivían en i 39g, y á varios descendientes suyos delafamilia de Castillo. <"6 otro las de su hijo el marqués D. Luís que hizo labrar los sepul- cros, y de su consorte D.^ Ana de Mendoza y Aragón (i). Nieto de éste fué D. Juan Luís que en lóió dispuso la reedi- ficación del CO- ro en el centro de la na- ve prin- cipal. Pero el monu- mento más in- signe de Aguilar de Cam- póoestá . fuera de AGUILAR DE CAMPÒ^0 - ;-5 ■ Claustro del Monasterio alox- r uS" tremo de una larga y deliciosa alameda, al pié de unos riscos pin- torescos se levantan al poniente. Santa María la Real, que la de Infantado, murió según el letrero en i (i) Esta dama, de casa 566, su es- poso en 1585 hallándose en las cortes que se celebraban en Aragón. FALENCIA grandioso monasterio de premonstratenses, no siempre desde su origen perteneció á los hijos de San Norberto; fundóse para benedictinos ó para canónigos reglares de San Agustín ó quizá seculares, allá por el año de 822, si no yerra una antigua escritura de su archivo (i); y en su principio inter- vienen, como en el de San Juan de la Peña, San Antolín de Falencia y otros, jabalíes acosados por cazadores, ermitas arrui- nadas y ocultas entre matorrales. Contó su hallazgo Alpidio, que tal era el nombre del caballero, á su hermano el abad Opila, quien movido de la santidad y agreste belleza del sitio, edificó sobre aquellos escombros su residencia, trasladándose á ella con sus clérigos, alhajas y ganados. Treinta años adelante, viviendo todavía el mismo abad, visitó el conde Osorio el nuevo monasterio, al cual ofreció su persona y unas tierras en Peña Aranda, y no fué menos copiosa la donación otorgada en 1050 por la condesa Ofresa, y las que otros magnates y hasta reyes firmaron á favor del mismo. Sometiéronsele varias iglesias de la comarca, entre ellas la de Santa Eugenia de Cordovilla con- sagrada por Pascual, obispo de Burgos, y cedida al abad Lece- nio, á quien se atribuye parentesco con el Cid (2). Á mediados (1) Cítala Morales con referencia al oidor Arce de Otalora, y de ella sacó los copiosos detalles que da de esta fundación en el lib. xiii, cap. 36 de sus Anales y algunas cláusulas que copia de las donaciones del conde Osorio y del abad Opila. De su contexto resulta que Alpidio era natural de la provincia Loricana y de la villa Tabúlala in -partes Iberi fluminis, que eran dos las ermitas que halló desier- tas con tres títulos de reliquias, y que su hermano Opila poseía en Castilla la Vieja un monasterio de San Miguel, del cual otorgó escritura de cesión en el rei- nado de Ordoño I en presencia del conde Osorio. En cuanto al que estableció en Aguilar no se sabe si fué de monjes ó de clérigos, pues usa de ambos nombres indistintamente. El documento íntegro, no menos que la donación del conde Oso- rio y la de la condesa Ofresa (Eufrasia), las copiosas mercedes de los monarcas principalmente de Alfonso VIII, los títulos de las vastas propiedades del monaste- rio, todo el contenido en fin del tumbo ó becerro que ha ido á parar al archivo de la Academia de la Historia, con la serie de sus abades hasta época muy reciente, lo ha publicado, prestando un buen servicio, D. Manuel de Assas en el Museo es- pañol de antigüedades. (2) Dice Yepes que la dió éste al abad y que el Cid la tenía de Alfonso VI, y cita la inscripción puesta sobre el portal de la ermita: Ob honorem Salvatoris el Ste. Eugenie virginis el celerorum sanctorum quorum reliquie hic condite sunt Pas- Chalis episcopus Burgensis consecravit islam ecclesiam décimo octavo kal. februa- 524 FALENCIA del siglo XII poseían el patronato del monasterio los hermanos D. Alvaro y D, Ñuño Pérez de Lara, y se desprendieron de él para que fuese abadía independiente; tal vez entonces pasó á los premonstratenses, con cuya entrada pudo coincidir la recons- trucción del edificio que pertenece á fines de aquel siglo ó á principios del inmediato (i). La situación, los árboles, la montaña comunica un indescrip- tibie encanto á la fachada del templo, que es sencilla pero gra- ciosa y original. Columnas pareadas flanquean la puerta y la ventana colocada encima, cuya mitad inferior tapiada cobija bajo doselete una pequeña figura de Nuestra Señora; en sus arcos, igualmente que en el de otra ventana que comunica á la nave lateral derecha, domina sin mezcla el medio punto. Forma el remate una especie de galería de cuatro ojivas orladas de cordones concéntricos, terminando en un triángulo á modo de espadaña, que encierra otra ojiva con un escudo de armas en su rii sub era MC... abbas Lecenius. El año está dificultoso, pero correspondiendo al episcopado de Pascual debe ser de i i 11; á i i 1 8. fi) De uno de los documentos, dados á luz por el Sr. Assas, á saber, de la concordia aprobada en i 162 por el cardenal Jacinto entre los canónigos seglares poseedores del monasterio y los religiosos premonstratenses, que lo ocuparon con el apoyo del obispo de Burgos y de la autoridad civil, ó más bien entre los abades de las dos comunidades que entrambos se llamaban Andrés, resulta que á los de la primera, que no pasaban de seis individuos, sólo se dejaron de vida una iglesia de San Cebrián y algunas rentas en reses y granos para que, al morir aquellos, de todo se reincorporara el monástico instituto. Asegura dicho Sr. Assas que en la puerta de la iglesia que sale hacia San Pedro se lee á un lado: Sub era MCCLI (i 2 I 3 de C.) fuit consúmala isla ecclesia, y que enfrente hay esta otra lápida : Isla ecclesia est consécrala j>er manum Maurilii Burgensis episcopio tempore abbalis Michaelis el prioris Sebastiani^ regriante rege domino Ferjiando, III kalendas novem- bris, anno gralie MCCXXII. Pasáronseme por alto en 1852 estos letreros, pero dudo que hubiese podido aceptarlos por genuinos, no precisamente porque la data discrepe del carácter arquitectónico del templo, sino por la extrañeza de con- tar en el segundo por años de Cristo y no por eras. Pueden ser exactas las fechas, sin ser ni con mucho coetáneas, habiendo sido tomadas de los documentos. La que ni por exacta ni por documentada acepto es la aseveración de Assas «de ha- ber sido edificadas las cuatro alas del claustro monasterial bajo el mando del abad Lecenio, á fines del siglo xi ó muy á principios del xii»: el estilo de transición que en él se denota, la data de los sepulcros y la bien averiguada de la contigua sala capitular declaran que se construyeron á fines del xii ó muy á principios del xiii. P A L E N" C I A 525 vértice, y con el cual no armoniza del todo bien la moderna torre de la izquierda. En la esquina que da al camino un ángel con las alas tendidas presenta un bello dístico á la Virgen que abraza los tiernos miembros de su recién nacido y guarece en su seno al que no cabe e7i el espacio (i). Iguales en altura, contra la costumbre de las construcciones góticas del primer pe- ríodo, son las tres naves ojivales de la monástica iglesia, sos- tenidas por grupos de doce columnitas, cuyos capiteles no lie- van más adorno que sencillas volutas ; no así los del espaciosí- simo crucero que en pequeñas figuras re- presentan el deseen- dimiento de la cruz, la resurrección del Señor y otros misterios, re- AGUILAR DE CAMPOO firiéndose á los mismos Fachada DEL M O :: A S T E K I O las inscripciones lati- nas contenidas en los abacos con abreviaturas y enlazamien- tos de letras. Los arcos semicirculares y las columnas de las (1) Virgo sui partus teneros amplectitur artus ; Quem tenet in gremio non capitur spatio. La letra parece ser del siglo xiii. jambas marcan el sello bizantino en las ventanas de los brazos del crucero y de las naves laterales; al estilo gótico pertenecen las de la capilla mayor, cuya planta heptágona tiene la forma de herradura. Tanto52de6l retablo principal que en relieves de la época del Renacimiento figuraba la pasión de Cristo, como de otros menores, delirantes engendros del churriguerismo, no que- dan más que lamentables destrozos; y las losas arrancadas del pavimento para ser llevadas á la colegiata, completan aquel cuadro de desolación. No ha cabido, por lo general, mejor suerte á los sepulcros; hasta siete yacen arrumbados á los piés de la nave izquierda, mutiladas las esculturas, levantadas las cubiertas, mostrando revueltos y medio consumidos los cráneos y canillas de sus an- tiguos moradores. En alguno se observa un hueco excavado para la cabeza al estilo de los túmulos egipcios. Los bultos mor- tuorios visten curiosos trajes de su época, del 1293 al 1305, según las inscripciones: el uno de semblante femenil lleva una especie de yelmo en la cabeza y tendido por los hombros el ca- bello, envolviéndose en un largo manto, en cuyos broches y guarnición lo mismo que en los blasones de la urna, campean dos lebreles; otro con el pelo partido por medio y cortado á cerquillo al rededor de las sienes, gasta ropa talar con botones ajustada al cuello, de manga apretadísima hasta el codo, soste- niendo con una mano la correa que sujeta el manto y con la otra recogiendo sus pliegues, y éste es Munio (Ñuño) Díaz Cas- tañeda,yf^/ amigo del monasterio é intrépido defensor de sus de- rechos (i); otro del mismo ropaje, en cuyo rostro apuntala (i) La inscripción puesta en la cabecera de la tapa está gastada y rota en su principio y sólo puede leerse de ella lo siguiente: « specula qui conditur. . . Regula magnificus, prudens et fidus amicus, Cujus erat cura nobis defendere jura. Aquí yace Muño Diaz Castañeda que Dios perdone la su alma, era de milCCCXXXl años (i2Q3 de C.) Anton Perez de Carion fizo estos luzilos.» En el primer verso barba, acaricia un halcón, y en su cabecera se advierte un gru- po idéntico al de cierta tumba de Villasirga, el Salvador coro- nando á su Madre y dos ángeles que asisten de rodillas (i). En otra urna, circuida de una procesión fúnebre de monjes que sos- 52? tienen la arquería de relieve, está vuelta la tapa, de la cual tal vez ha desaparecido la efigie de la ilustre Inés cuyas altas pren- das encarece el epitafio (2); los tres sepulcros restantes, y dos más colocados en los brazos del crucero, presentan por único adorno y señal escudos de diversos blasones (3). Junto á la puerta de salida al claustro aparece una estatua tendida con magníficas vestiduras sacerdotales, un libro en las manos y tres leyó Assas: sj>ecula qui condidit hoc monumentum: me inclino al conditur, y dado que las últimas palabras sean legibles pero no bien claras, interpretaría hoc mo- numento. En vez de fidus, como exige el metro, puso -plus. (1) Recuérdese la indicación que de dicho grupo hicimos atrás, página 503, hablando de un sepulcro de Villasirga, obra probablemente del mismo Antón Pé- rez de Carrión. Del epitafio no supimos descifrar sino el aquí yace y la era de MCCCXXXXIII años (1305 de C.) El Sr. Assas con más penetración, ó examinán- dolo con más comodidad después de limpiado, ó aprovechando las indicaciones del tumbo, ha podido darlo completo en esta forma: «Aquí yace D. Pedro Días de Castañeda marido de la dicha señora doña Inés Rodriguez de Villalobos era MCCCXXXVllI : » tomando por Vía última X de la data, resultan cinco años me- nos. Por esta inscripción, de estilo más reciente que las otras, se viene en conoci- miento de quién sea la Inés del contiguo túmulo, y que dicho Pedro era hermano del Munio, como indica además la identidad de los blasones. (2) También éste presenta incompletos ó borrados sus primeros versos : rata de claro sanguine nata, . . . sublata jacet hic Angnes tumulata. Donis fecunda, pia, mitis, crimine munda, Prudens, facunda, procul est á morte secunda. Era MCCCXXXIX (t 301 de C.) Los claros que dejamos en los dos primeros versos los ha llenado el Sr. Assas, no sé si leyendo ó adivinando. Bonis ornata en el primero, y Vita sublata en el segundo. De esta señora le proporcionaron dar extensas noticias los documentos del expresado tumbo. (3) Los del entierro de la izquierda del crucero consisten en tres bandas dia- gonales y florones estrellados, los del que está á la derecha en cinco calderos que sin duda pertenecen á alguna línea de Laras. Otros de bienhechores sin cuento enumera al rededor de la iglesia el Sr. Assas, detallando nombres y fechas y el sitio del entierro puntualmente, sin duda siguiendo las indicaciones del necrolo- gio, porque letreros no los trae, ni los vimos, ni interesaría á la historia ni al arte el compilarlos. perros á sus piés, que la tradición supone figura del abad Opila, por más que no lleve báculo ni mitra sino un birretillo en la ca- beza y que parezca la escultura cuatro siglos por lo menos posterior á su existe5n2ci8a (i). Dentro de los arquitos del sarcó- fago resaltan de dos en dos los apóstoles y en el centro Dios Padre presentando al Crucificado, exactamente lo mismo que en el de Munio Castañeda; y de ahí se desprende que el artífice de todos ó de la mayor parte de ellos y tal vez de los de Villasirga fué, como en éste se expresa, Antón Pérez de Carrión, escultor ignorado hasta aquí y digno de nombradía entre sus coetá- neos. Mayor interés excita aún en el magnífico claustro la memo- moria de otro artista. Á continuación de la era MCCXLIII que corresponde al año 1205, léese escrito perpendicularmente en el fuste de una columna, de las que se agrupan á la entrada de la sala capitular, el nombre de Domingo, á quien se debe la construcción de aquellos suntuosos arcos, columnatas y gale- rías (2). Exceptuando la traza ojival de las bóvedas y aberturas, nada hay que no sea puramente bizantino así en el portal y aji- meces del capítulo, al través de los cuales se descubre un bos- que de pilares, como en los ánditos del claustro que abren hacia el melancólico patio cubierto de zarzas una serie de arcos de medio punto, sostenidos por pareadas columnitas y encerrados (1) Con referencia á un escritor moderno sin nombrarle, copia Assas estas palabras, sin lo cual y sin otra frase que transcribe anónima entre comillas, se creería que no había llegado á conocimiento suyo mi conciso trabajo. Verdad es que en la descripción, así de la villa como del monasterio, reproduce los menores detalles de éste con casi idénticas frases y hasta con alguna errata de imprenta; mas no pretendo deducir de aquí pueriles derechos á ser citado. Insinúa el autor de la monografía que el bulto referido á Opila pudiera representar al abad Apa- ricio que gobernó de 1291 á 1300, observando de paso que hasta el 1593 no obtuvieron privilegio de usar mitra los abades premonstratenses. Este bellísimo sepulcro y el de D.® Inés fueron antes de 1872 traídos a Madrid al Museo arqueo- lógico nacional, dando ya por desesperada la conservación del monasterio; ignoro la suerte de los restantes. (2) Así lo indica el letrero: Era MCCXLIII fuit factum hoc opus—Dominicus. Entendiendo por V la primera 1 el Sr. Assas,-en lugar de XLlll puso XLVll, que corresponde al año i 209. PALÈNCIA 529 de tres en tres en arcadas mayores que descansan también so- bre haces de columnas. Á pocos de este género ceden los capi- teles de unas y otras en la riqueza y variedad de los follajes, conchas, cintas, entrelazos, aves, serpientes, monstruos y figuras que componen pasajes enteros, tales como el degüello de los Inocentes y la presentación de Jesús en el templo ; pero sobre todo la incomparable gentileza de las hojas de acanto eclipsa cuánto labró de más gracioso en la antigüedad el arte corintio y cuánto debía labrar el gótico más adelante (i). Bellas é inge- niosas labores adornan los abacos que se han librado de la re- novación ; y gracias al cielo que no ha permitido se cumpliera el funesto voto del clásico reformista, que echaba de menos en aquella monumental galería baja la fría decoración de pilastras dóricas pareadas que dieron á la alta los discípulos de Herre- ra (2). La sala capitular, conservando las columnas que la dividían como en tres naves, fué convertida en espaciosa escalera que desemboca arriba en un vasto salón ó corredor ; y entonces des- (1) Con los dos expresados sepulcros fueron trasladados al museo de Madrid ocho pares de capiteles del claustro, dos de ellos iconísticos, cuatro ó cinco im- postas, varias basas y fragmentos, el fuste cilindrico de la inscripción, de la igle- sia ocho capiteles historiados de los pilares de intersección del crucero con las naves, y dos de una ventana de la sacristía. ¡ Qué desolación no se habrá añadido en el edificio, si es que subsiste, con el vacío de estas piedras arrancadas de su asiento, á la que nos presentó ya en 1852 al visitarlo, y todavía más al Sr. Assas que veinte años después lo dió por desahuciado! Gran tentación son los museos para precipitar la ruina de los monumentos con el pretexto de salvar á tiempo los detalles, y en ningún concepto es más desastrosa la centralización que aplicada á los objetos del arte, que en vez de ser buscados en su nativo suelo por los arqueó- logos, se juzga mejor reunir en un común depósito, así para más segura conser- vación, como para más cómodo estudio: verdad es que sólo á médicos de gran reputación es dado recibir á domicilio las consultas de los enfermos en lugar de visitarlos en su cama. Los museos jamás serán otra cosa que cementerios; y antes de enterrar ningún dudoso cadáver, no cabe afán ni dispendio excesivo para ave- riguar si aún tiene vida y prolongársela. (2) «El claustro bajo de este convento, dice Ponz cuyo claro talento nunca hemos visto tan obcecado por el espíritu de escuela, es una especie de arquitectu- ra arabesca con grupos de columnas y ornatos de aquella clase en capiteles. El alto es muy otra cosa, ejecutado en tiempo de Felipe 11... Si la galería baja acom- pañase á la alta, sería éste uno de los buenos claustros en el gusto de la mejor arquitectura.» 67 530 PALÈNCIA de allí se trasladaron al templo los mal parados sepulcros, entre los cuales no aparece ya el del conde Osorio, cuyo bulto aunque de obra nueva, atestigua Morales hallarse en aquel sitio (i). La escalera primitiva, de elevada bóveda y románicos capiteles, comunica con el coro alto suspendido á los piés de la nave ma- yor de la iglesia ; á ésta se entra desde el claustro por una puerta semicircular. Otras estancias antiguas, como la que ser- vía de bodega, cuyos arcos peraltados estriban sobre gruesos fustes cilindricos, se fabricaron sin duda para más noble empleo cuando el monasterio florecía en su mayor pujanza. Al salir de aquella mansión augusta y solitaria condenada á perecer lentamente de abandono, de las selváticas breñas que la dominan, tituladas desde tiempo antiguo Peñalonga, surge de pronto un recuerdo inesperado, álzase un nombre fantástico y sonoro. Una angosta cueva, oculta entre la maleza, blasona de custodiar los restos del celebérrimo Bernardo del Carpió y de un su alférez, y la tapa de la tosca urna colocada en el fon- do del descenso consigna el año de su muerte como si se trata- ra de algún histórico personaje (2). Hasta época muy reciente (1) Menciónalo como existente en dicho lugar el Sr. Assas, con el de doña Teresa Fernández, mujer del conde, y el de su hijo don Rodrigo Osorio, llevando osos por blasones ; en la capilla de la Magdalena, situada fuera del claustro, des- cribe sembrado de conchas el de Ofresa, con otras siete tumbas de parientes su- yos que enumera en la pared una moderna lápida. De dos urnas habla también, metidas en el muro de la sala capitular debajo de un bien labrado arco sepulcral, en que yacen tres nobles hermanos, Gonzalo Gómez, Gutier Díaz y Diego Gómez de Sandoval, y D.® Elvira mujer del último é hija de Juan Fernández Delgadillo. En el claustro junto á su comunicación con el templo cita otro entierro, dentro de nicho ojival, de una hija del famoso conde Pedro Ansúrez, que no es ninguna de las cuatro reconocidas en la historia, Sancha mujer de Lope Díaz, fundadora del monasterio de Bujedo, que murió en la era MCCXXI (1183 de G.) : hubiera debido sobrevivir á su padre 65 años. (2) Dice la inscripción en letra gótica del siglo XVI : «Aquí yace sepultado el noble y esforzado caballero Bernardo del Carpió, defensor de España, hijo de don Sancho Dias conde de Saldaña, y de la infanta doña Jimena hermana del rey don Alonso el segundo llamado el Casto, murió por los años de DCCCL.» Sobre la en- trada se lee el nombre de Bernardo y el de su alférez, Fernando Gallo. Moralés, que habla de este sepulcro y de la visita del Emperador, observa «que el gran lucillo de piedra no está cubierto con una laude como suelen estar comunmente todos los antiguos, sino de algunas piedras.» Véase lo que acerca de este roman- cesco personaje dijimos en el tomo de Asiiirias y León, cap. IV, iparte. PALÈNCIA introducía á la cueva una ermita dedicada á San Pedro, y pare- cían confirmar la inmemorial tradición, ya que no respecto de la existencia muy controvertible del hijo de Jimena, al menos sobre el acaecimiento de algún notable hecho de armas en aquel sitio, las numerosas huesas descubiertas en las inmediaciones y en el cerro del castillo. Llegó á tomar tal consistencia la fama, que Carlos V á su paso por Aguilar mandó abrir el sepulcro, y en presencia del futuro héroe de la historia apareció reducido á un puñado de polvo el héroe de la leyenda. Ni aun esto queda tal vez hoy día; pero la imaginación á despecho de la crítica se complace en evocar allí, antes que se desvanezca del todo, la vaga sombra del campeón de Roncesvalles. CAPITULO PRIMERO Recuerdos de la capital LÍ!^TF ACIa el \ siglo IX, fortalecida, ya ^que no fundada, para defensa y límite de la monarquía de Asturias sobre la línea del Duero, Zamora sale de la oscuridad al propio tiempo que de la servidumbre mahometana. Si existió en la antigüedad gentílica, si 534 Z A o R A son romanos los cimientos de su viejo puente destruido, si denota que se hallaba al paso de alguna frecuentada vía la inscripción conservada en el portal del ayuntamiento (i), otro nombre seguramente debió llevar; y no es posible aplicarle los de Séntica, Sibaria ó Sarabris, y Ocello Duri, sin corregir demasiado las graduaciones de Tolomeo y el orden de distan- cias del itinerario de Antonino (2). Sólo la ignorancia geográ- fica más completa pudo suponerla en los primeros siglos de su restauración, desde principios del x en adelante, sucesora de la heróica Numancia, con quien nada tuvo de común sino su situa- ción sobre el Duero, aunque á cincuenta leguas una de otra. La etimología de su nuevo nombre de Zamora se intentó explicarla con ridiculas consejas (3), y hasta más tarde no se ocurrió que podía proceder de la lengua arábiga interpretándolo por tur- quesa. (1) La denominación de Viacus, á quien se dedica la lápida, parece referirse á Mercurio como dios de los caminos, y dice así: Viaco M. Atilius Silonis Quir. Silo ex voto. (2) Sentica, reducida á Zamora por Florián de Ocampo natural de la misma, estaba más allá de Salamanca por el lado de Mérida; y Sibaria, si es la Sarabris de Tolomeo, tampoco conviene con la situación de aquella, pues se hallaba casi en la misma latitud que Compluto ó Alcalá que dista de Zamora más de un grado. La que menos dificultad ofrece en su equivalencia es Ocello Duri, segunda mansión de Salamanca á Zaragoza, distante de la primera cuarenta y dos millas, y hasta su nombre Ojuelo del Duero recuerda la posición de la ciudad de que tratamos. Á la misma opinión se inclinan los que más detenidamente han estudiado el asunto, como vemos por las Memoricís históricas de ZamorarQcién publicadas por el Sr. Fer- nández Duro, donde va inserto un luminoso discurso de D. Miguel, docto pres- bítero del siglo pasado. De la correspondencia de Zamora con Numancia, hecha por los naturales cuestión de acalorado patriotismo casi hasta nuestros días, na- die se acuerda ya, ni más ni menos que de los enormes alegatos que la de- fienden. (3) Indigna ciertamente del arzobispo D. Rodrigo es la que trae de la vaca negra ó mora á la cual el vaquero gritó Ce Mora, grito que los soldados de Alfon- so III aplicaron por nombre á la población; pero fray Juan Gil de Zamora, escritor del siglo XIV, que la califica con razón de necedad, incurre en otras tales coipo lo de Zara Mora y Cesa) is mora. Z A ORA 5^5 La primera reconquista de la ciudad, dejando aparte las inciertas tentativas inmediatas á su pérdida (i), la atribuyen nuestras crónicas á Alfonso I, las musulmanas á Froila, hijo de Alfonso. Añade alguna de estas que permaneció más de dos siglos bajo el dominio de los cristianos hasta las invasiones de Almanzor (2); otras empero la suponen en breve recobrada por el califa Abderramán I que la visitó hacia el año 785, y afirman ora que fué ganada en la primavera del 813 por Abderramán II siendo príncipe todavía, ora sitiada inútilmente hacia 878 por el príncipe Almondhir, ora destruida en el reinado de Muha- mad (3). Presa disputada en país fronterizo entre dos razas irreconciliables, no la permitieron sus alternativos estragos le- vantarse sólidamente del polvo de las ruinas, hasta que Alfon- so III en 893 emprendió su restauración, llamando para poblarla á los cristianos del país vecino, y para reconstruir sus muros y edificios á arquitectos y peones de Toledo, no sabemos si infie- les y mozárabes, aunque nos inclinamos á lo segundo. Unos baños y una hermosa iglesia dedicada al Salvador y pingüe- mente dotada, fueron las fábricas principales que brotaron den- tro de aquel fuerte recinto, avanzada formidable del belicoso reino de las montañas contra el fastuoso imperio del califa. Dejóla éste en paz guardando las treguas que á la sazón tenía con Alfonso ; pero una muchedumbre innumerable de in- surgentes y aventureros, fanatizada por Ahmed-ben-Alkithi, descendiente de los Omíadas y aliado del rebelde Hafsún, se precipitó como una desastrosa avenida, asolándolo todo á su paso, sobre la ciudad que crecía en tanto daño del islamismo. Encerróse de pronto en sus murallas la guarnición, y aun se ( 1 ) En el tomo de Aslui-ias y León^ p. .29, citamos el texto publicado en las cartas del orientalista Borbón acerca del ataque de Zamora por Ñuño Ramírezen 7 2 3 y su recobro por Ambasa, y más adelante otro referente á su primera toma por Habib. Pero, como ya observamos, merecen escaso crédito dicho textos. (2) Almakkarí , traducción inglesa, tomo II, pág. 85. (3) Véase á Conde , 11.a parte, capit. 2 3, 3 5 y 5 5, y Almakkarí , tomo II, pági- na 463. ZAMORA dice fué desbaratada en una salida; mas bajando á socorrerla un ejército, se trabó campal batalla que no duró menos de cuatro días. Los primeros en huir fueron los berberiscos asala- riados; los muslimes del reino de Toledo y del oriente de Es- paña murieron en sus filas cubriendo de cadáveres el campo. De los sesenta mil combatientes que se atribuyen á aquellas hordas pocos escaparon con vida y libertad. La cabeza de , Ahmed, fenecido en la pelea ó degollado después, se colgó con otras muchas en las puertas y almenas; y aquel día, que fué aproximadamente el 9 de Julio de 901, dejó un largo recuerdo de triunfo á los cristianos y de espanto á los sarracenos con el nombre de día de Zamora (i). Con tan insigne victoria se consolidó la seguridad de la nue- va población, y para que el suave imperio de la cruz se exten- diera al par de las conquistas de la espada, creóse en ella una cátedra episcopal. Uno de los primeros, sino el primero en ocu- parla, fué Atilano, cuyas firmas aparecen de 905 al 915, y cuya santidad declaró solemnemente Urbano II á fines ya del siglo xi. Natural de Tarazona y discípulo y compañero de San Froilán, de pronto en la soledad de las montañas de León y luégo á orillas del Esla en el monasterio de Moreruela que fundaron, fueron ambos en un mismo día y en la fiesta de Pentecostés consagrados obispos el uno de León y el otro de Zamora. Á los diez años de regir la diócesis asaltaron humildes escrúpulos á Atilano, y al salir con el bordón de peregrino después de dis- tribuir sus rentas á los pobres, arrojó desde el puente al río su anillo pastoral, diciendo que hasta recobrarlo no se tendría por seguro de haberle Dios perdonado los pecados de su juventud. (■ i) Interea sub era DCCCCXXXIX, dice Sampiro, congrégalo exercitu magno Arabes Zamoram-properarunt. Hcec audiens serenissimus rex, congrégalo magno exercilu inler se dimicanles, cooperanle divina clemenlia, delevil eos usque ad inler- necionem : eliam Alchaman qui prophela eorum dicebaiur ibidem corruil, el quievil Ierra. Véase la relación más extensa de Conde en el cap. VI, parte i del tomo de Aslurias y León. En esta victoria hacen intervenir D. Rodrigo y D. Lucas al caba- lleresco Bernardo del Carpió, sin advertir que, según su cómputo, había de contar ya más de cien años de edad. Dos años empleó en obras de penitencia y visitas de santuarios, al cabo de los cuales avisado por sueños de que volviera á su silla, y hospedándose desconocido en una ermita de las afueras, encontró su anillo en el vientre de un pescado que para su cena 537 había recibido de limosna. Tañeron por sí mismas las campanas; los ciudadanos corrieron en tropel al encuentro de su prelado, que apareció de repente revestido de ricos hábitos pontificales, y tuvieron la dicha de gozar por otros siete años de su paternal gobierno y de cerrarle los ojos cariñosamente (i). Sucediéronle uno tras otro, sin dejar más huella que su nombre, Juan, Dulci- dio, Domingo, Juan el segundo y Salomón, titulándose indife- rentemente obispos de Zamora ó de Numancia, hasta que á fines del siglo se hundió su sede sepultada bajo las ruinas de la ciudad. Capital de Galicia, es decir del reino de Asturias, denomi- nan á ésta á menudo las historias arábigas, y en verdad parecía serlo por la frecuente y casi continua residencia de los soberanos, que desde aquella plaza limítrofe guardaban la frontera y espia- ban la ocasión de llevarla adelante con sus armas. Tenía Zamo- ra más de campamento que de corte, y aquellos príncipes gus taban más de su agitación belicosa, de sus aprestos y peligros que de las pompas y regalos de León. Allí atajó Alfonso el Magno los rebeldes intentos de su primogénito García pren- diéndole de improviso ; allí regresó, abdicada ya la corona, de (i) Seguimos en esta relación las lecciones de un antiguo leccionario cister- ciense publicadas en la España Sagrada, t. XIV, mas no podemos convenir con Flórez en la época en que supone haber florecido el santo, de Q90 á i 009. En que fué coetáneo y compañero de San Froilán no cabe duda, pero dos Froilanes ocu- paron la silla de León, el uno de 900 á 90 5, el otro de 9923 1006; y queda ya por Risco evidentemente demostrado que el santo corresponde al primero y no al segundo, desvaneciendo el dictamen contrario de Lobera que indujo en error á Flórez y á los mismos Bolandos. Rectificada pues la cronología respecto de San Froilán, debe asimismo corregirse respecto de San Atilano. Á esto se agrega que de 905 á gi 5 constan firmas de un obispo zamorano de este nombre, según con- tiesa Flórez que le juzga distinto, y no se encuentra ninguna en el período que le atribuye, período por otra parte harto calamitoso en que Zamora yacía otra vez bajo el yugo sarraceno ó sepultada bajo sus escombros y no se hallaba en situa- ción de ser paternalmente regida por un prelado. 68 ZAMORA última expedición contra los sarracenos, sucumbiendo en SU breves días á la fatiga y á los pesares más que á los años; allí en la flor de los suyos y á los tres de empuñar el usurpado cetro, ocupó el lecho fúnebre del padre el hijo sedicioso, cuyos días fueron abreviados sobre la tierra. En Zamora falleció tam- bién la reina Elvira, esposa de Ordoño II, amargándole el placer de la victoria con que á poco después volvió coronado, y no tardó él tres años en sentirse allí mismo acometido de la enfer- medad que le acabó en León ó bien en el camino. Zamora fué la estancia de Ramiro II, desde que vino con gran comitiva de magnates á recoger la corona que le dejaba su hermano Alfon- so retirándose á un monasterio, hasta que en medio de sus pre- parativos de guerra contra los infieles le sorprendió la noticia de que el monje quería reinar otra vez, y marchó sobre León á probarle con la espada lo irrevocable de la renuncia. En aquel reinado tuvo un día de gloria la ciudad : nuestras crónicas lo confunden con la jornada inmortal de Simancas cuyo vivo esplendor absorbe los episodios inmediatos ; en alguna re- lación musulmana prevalece al contrario, dando nombre á la campaña entera, el formidable recuerdo del foso de Zamora. Ce- ñíanla, dice, siete muros de extraordinaria solidez, obra de los reyes anteriores, separados entre sí por cortaduras y profundos cauces llenos de agua. De los dos primeros se apoderó al frente de un ejército innumerable el califa Abderramán III, quien des- pués de una gran batalla, ventajosa para sus armas según unos, de dudoso éxito según otros, y felicísima para los cristianos al decir de éstos si es como creemos la de Simancas, estrechó el sitio de la plaza donde se habían encerrado los enemigos ; pero al asaltar la tercera cerca, en aquella angostura inundada por el río, al pié de la valla coronada de bravos defensores, perecieron acribilladas las falanges agarenas en número de cuarenta ó cin- cuenta mil hombres, y obstruida de cadáveres la corriente con- virtióse en un lago de sangre. De esta matanza, sucedida en 939 á fines de Julio ó principios de Agosto, hablan los anales de los ZAMORA S39 vencidos y no los. de los vencedores, quienes después de referir la victoria de Simancas, indican otra conseguida en Alhándega á orillas del Tormes que acabó con los restos de la hueste fugi- tiva, sin decir una palabra de Zamora (i). El eclipse que coinci- dió con estos sangrientos días lo señalan unos y otros: y los nuestros mencionan además otro pavoroso agüero que había precedido en i.° de Junio del mismo año, una llama salida del océano que derramándose sobre Castilla abrasó un barrio de la ciudad (2), Siguen los escritores sarracenos apuntando continuas pérdi- das y reconquistas, que parecen desmentir la ponderada fortaleza, de Zamora, haciendo ondear en sus murallas tan pronto la ban- dera de la cruz como el estandarte del profeta. Si la recobró en 941 el valí de la frontera Abdala-ben-Coraixi del rey Ramiro que el año anterior la había tomado (3), si la entró por fuerza en 963 el califa Alhakem II en persona pasando á cuchillo á casi todos sus defensores y destruyendo su cerca, muy fugazmente (1) Dozy opina que la sangrienta batalla del foso de Zamora no es otra que la de Alhandega, y que el historiador Masoudi que escribía desde Asia aunque coetáneo, tomando por apelativo el nombre propio de al-khandec que significa /oso, dió origen á esta reduplicación de combates.  nosotros nos hace fuerza que aquel polígrafo de Bagdad no se contentara con haber creado el hecho que pudo nacer involuntariamente de su error, sino que pasara á adornarlo con deta- lies de caudal propio, tales como los brazos de agua y los siete muros fabricados por antiguos reyes. En el cap. I, 2.® parte del tomo de Asturias y León y en el capí- tulo V, I parte del presente tratamos de conciliar entre sí las relaciones arábigas y cristianas de esta campaña tan importante y de fijar con la exactitud posible la fecha y sucesión de sus acontecimientos. (2) « Era de DCCCCLXXVll, dice el cronicón de Cardeña, kal. junii, dia de sá- hado á hora de nona, salió flama del mar e incendió muchas villas e cibdades e omes e bestias, e este mismo mar encendió peñas, e en Zamora un barrio, e en Carrion, en Castro Xeriz e en Burgos cien casas, e en Briviesca e en la Calzada e en Pancorvo e en Belorado e otras muchas villas.» Es traducción casi literal del texto latino del cronicón Burgense que citamos atrás, pág. 472, acerca de este singular fenómeno, que no sabemos haya sido hasta aquí explicado ni comentado. Posteriormente ha tratado de hacerlo Fernández Duro en sus Memorias históri- cas, tomo I, pág. 206 y sig. (3) Conde afirma que los infieles á pesar de su derrota en el foso de la ciudad lograron apoderarse de ella por asalto, bien que al año siguiente la perdieron; pero Gayangos observa en sus notas á Almakkarí, que nada hay en las historias arábigas que justifique tan inverosímil suposición. Véase á Conde , 11 parte, capí- tulo 82, 84 y 89. 540 ZAMORA debieron ocuparla, pues pasan semejantes cambios en silencio los analistas cristianos, quienes en este intermedio no consignan otro acontecimiento en Zamora que la pacífica muerte natural de Ordoño III ocurrida hacia mediados de Agosto de 955. No dejó tan efímeras huellas en el verano de 981 la irresistible es- pada de Almanzor, cuyo lugarteniente Abdala-ben-Abdelasis, nombrado Piedra Seca^ puso sitio á la población, y ya que no pudo ganar la cindadela, pasó á sangre y fuego los alrededores, cebándose en las iglesias y claustros de la comarca: su toma estaba reservada al gran caudillo que acosaba de ciudad en ciu- dad á Ramiro III. Sus defensores dispersos corrieron algunos á guarnecer con no menos desgraciado valor á la fuerte Simancas donde hallaron el cautiverio y en Córdoba el martirio ; el más señalado fué Domingo Sarracino, cuyos copiosos bienes á falta de heredero fueron aplicados por el rey Veremundo á la iglesia deCompostela, y á cuya santa memoria se erigió más tarde una ermita junto á las aceñas de su propiedad (i). (i)  estos sucesos y al privilegio de Veremundo, único que los menciona, nos referimos en las págs. 185 y 186 del presente tomo: ahora no creeimos fuera del caso insertar algunas cláusulas del citado documento. Inter qiios fuit vii: felicissi- mus nomine Sarracenus, -proles Joannis vocitatus, qui dimisit hereditalem et cortes in civitate Numantia quœ modo Zamora nuncupatur, cum nullum superstitem veí hereditarium aut propinquum relinqueret... Sic do el concedo cortem intus in civitate nova prope ecclesiam sánete Leocadie in omni gyro sicut eam ipse sanctus Domini- cus obtinuit cum omnibus suis utensilibus, cupis, torcularibus et tendis in Mércate- llo^ et vineis qucE servierunt ipsi corti ubicumque sunt, ab integro eas concedimus; et azeniam integram in vado quem dicunt domini Garcice, et medietatem in alia in Teliares, et ibi in Teliares quartam portione7n in alia azenia, et omnes suos hortos unum in Aruale et alium in ripa flummis Durii, et suos ferraginales ubicumque Utos habuit, et alium hortum in Perales, et eliam cuneta quœ ipsi domui deservierunt, tam ex illa parte fluminis Durii térras et vineas et omne suum debitum, quam quœ ipsi corti deserviunt. Adliuc dando atque donando adjicimus quod ipsi corti pertinuit, villam quam vocitant Alcopam in ripa rivuti Arotoy, cum omnibus suis prestationi- bus quœ intus et foris sunt, cupis et torcularibus, terris, vineis per suos certissimos términos, et omnia quœ adipsam villam pertinent sicut ilte eam obtinuit, cum suis lugariis et porcariis qui ibi servierunt et modo ibi sunt, sive et peculiare de ovibus ubicumque sunt no quœ ipsi corti deservierunt. Dudamos si cl santo mártir era ó convertido del islamismo, no por el nombre de Sarracino muy común en aquella época, sino por expresar la escritura que en el bautismo tomó el de Domingo, pero el de Juan que llevaba su padre indica que pertenecía á familia cristiana. Quizá su cuerpo fué traído de Córdoba por mediación del rey Veremundo, pues en la ermi- Proclamado rey Veremundo II por los gallegos en compe- tencia de Ramiro, obtuvo de Almanzor bajo ciertas condiciones de vasallaje el dominio de Zamora y León y del país compren- dido hasta las costas del mar ; pero haciéndosele intolerable el yugo á fuerza de humillaciones 541 y violencias, trató de sacudirlo « en 988. Perdida su capital, no se atrevió á encerrarse en Zamo- ra, ni sus moradores abandonados del monarca tuvieron ánimo de defenderla, antes abrieron las puertas al inexorable hajibque la entregó al furor de sus soldados. Desmantelada y casi desierta permaneció once años, hasta que en 999 Almanzor la repobló de musulmanes y dió el mando de la plaza á Abulawas el Tod- jibita. Esto es lo que nos cuentan de sus vicisitudes en aquel período calamitoso las historias arábigas (i), al paso que las nuestras con su absoluto olvido expresan más significativamente todavía lo profundo de su desolación. El glorioso nombre de Numancia, que por error se le atribuía, parecía destinarla en su segunda época como en la primera á ejemplo de un heroísmo sin fortuna y á la acerba suerte de servir de sepulcro á sus hijos después de haberlo sido tantas veces de sus agresores. Niel cetro restaurador de Alfonso V, ni las animosas hazañas del jo- ven Veremundo III, bastaron para despertarla de su letargo tan parecido á la muerte ; y hasta verse libre de guerras domésticas é intestinas no pensó Fernando I en levantar del polvo aquel firme baluarte del Duero, á instancia de los leoneses que recor- daban su antigua hermandad con los zamoranos. Los valientes pobladores que llamó de las montañas y los ventajosos fueros y excelentes usos que les otorgó (2), no con- tribuyeron tanto al lustre de la restaurada ciudad, como el error ta se mostraba su tumba, de la cual recogían tierra los fieles para ponérsela al cuello por reliquia. (1) Véase el fragmento de Ibn-Khaldoun citado por Dozy en el tomo 1 de sus Recherches^ pág. 107 y 108. (2) Dedil ei -perpetuo, dice el Tudense, bonos foros el nobüissimos mores. Al fuero de Zamora se refiere el de Santa Cristina, lugar de Benavente otorgado por el mismo Fernando 1 en 1062. 542 ZAMORA que cometió repartiendo la monarquía entre sus hijos. Dada en patrimonio con la mitad del infantazgo á Urraca la primogénita, resistió ella sola con más éxito que los vastos reinos de León y de Galicia á la ambición absorbente del mayor de los hermanos y vió estrellarse al pié de sus adarves el poder de Castilla y el ímpetu de su monarca. Los romances representan á la infanta, menos recatada y prudente de lo que figura en la historia, tur- bando la agonía de su padre con importunas demandas de hereda- mientos, y al moribundo rey acompañando su legado de Zamora con maldiciones solemnes contra los infractores de su voluntad, á las cuales responden amén los circunstantes, á excepción de Sancho que se encierra en un sombrío y ominoso silencio (i). Sin embargo no vino de éste la agresión primera, sino de García que no contento con su reino de Galicia usurpó parte de los do- minios de Urraca, cuya defensa afectó tomar el de Castilla para tener ocasión de desposeer á su hermano y de declarar roto el testamento otorgado en perjuicio de su primogenitura. Tras de Galicia incorporóse de León, tras de García llegó á Alfonso el turno de ser destronado, después de dividir hábilmente sus fuerzas y de seducirle con el reparto de los despojos ; y la soli- citud con que voló Urraca al socorro de su predilecto hermano alcanzándole la vida só condición de hacerse monje, y la fuga del príncipe á los moros de Toledo, mezclaron el fuego de la (i) Quien os la tomare, hija, La mi maldición le caiga ! Todos dicen amen, amen. Sino don Sancho que calla. Con esta grandiosa escena termina el antiguo romance Morir vos queredes padre : ¿habrá podido de ella el refrán al buen callar llaman Sancho? Lo cierto es nacer que el lenguaje más que libre y desenvuelto que en él emplea la infanta,choca con la opinión de sensatez y honestidad que siempre tuvo, y sospechamos que la tra- dición popular la confundiera por la identidad del nombre con la reina Urraca su sobrina que dejó más dudosa reputación, á menos que no se atribuya esta mala nota á la animadversión transmitida éntrelos castellanos hacia la memoria de la que fué causa de la muerte de su rey y de la humillación de sus banderas. El Tu- dense afirma que Zamora fué dada á Alfonso y no á Urraca por el testamento de su padre, y que Alfonso la cedió á su hermana para defensa suya en las guerras que veía próximas á estallar. ZAMORA 543 venganza con el de la ambición en el ánimo del rey Sancho con- tra el pequeño estado de la infanta. Reclamóle la entrega de Zamora en cambio de dineros ó de otras tierras no tan fronteri- zas (i), y como nada obtuviese con promesas ni con amenazas, preparó durante el invierno en Burgos la campaña de la próxi- ma primavera. Desde los primeros días de Marzo de 1072 hormiguearon formidables huestes al rededor de la única ciudad donde no tremolaban los leones de Castilla, pues Toro por rendición ó por convenio arrebatada á la infanta Elvira, acababa de entre- gar sus llaves al rey Sancho. Animaban á los defensores, no menos que el brío varonil de Urraca, las canas venerables de su ayo Arias Gonzalo, dispuesto á inmolarse para sostener el fatal testamento que con su previsor consejo no había logrado impedir: y al penetrar en Zamora el pundonoroso Cid Ruy Díaz con un mensaje de su rey más arduo para su rectitud que no lo había sido para su esfuerzo el darle tantas veces la victoria, respondieron á una voz los habitantes reunidos dentro de San Salvador, que hasta la muerte no desampararían ni á su patria ni á su señora. Amorosas reconvenciones traen los romances, dirigidas por la infanta al Campeador desde lo alto de una torre, que clavándose como dardos en el corazón del guerrero le obligan á retirarse confuso y á suspender el ataque (2). Su (1) Según la Crónica general^ que es la que cuenta con más minuciosidad estos sucesos, los lugares ofrecidos á Urraca en compensación de Zamora fueron «Medi- na de Rioseco con todo su infantazgo desde Villalpando fasta en Valladolid e aun Tiedra que es muy buen castiello. » (2) Véase el coAocido romance que empieza Afuera, afuera Rodrigo El soberbio castellano! Acordársete debiera De aquel buen tiempo pasado... y las palabras de Rodrigo Afuera, afuera los mios Los de á pié y los de á caballo. indecisión y el mal éxito de la embajada, de cualquier causa naciera, enojaron al monarca hasta el extremo de echarle de su presencia, bien que luégo pesaroso de perder su mejor espada, envió en seguimie5n4to4suyo un caballero á desagraviarle y á hacerle volver con su compañía (i). Sangrientos en demasía fueron los tres asaltos que en días consecutivos se intentaron contra la ciudad (2), y hubo que reducir el sitio á bloqueo, esperando rendirla con el rigor del hambre más que con la violencia de las armas. Siete meses duró la épica acción del cerco con mil lances caballerescos de salidas, escaramuzas y desafíos (3), pero á fines de Setiembre corría visiblemente á su desenlace. Era ya intolerable el apuro de los sitiados, diezmados por el hierro enemigo y por la miseria; la infanta con las lágrimas en los ojos no les pedía sino nueve días más de resistencia hasta ponerse en salvo y reunirse en Toledo con Alfonso, y todos ofrecían seguirla dejando la plaza vacía al opresor, cuando un caballero Vellido Dolfo, que con Que de aquella torre mocha Una vira me han tirado, etc. El antiguo amor, secreto ó correspondido, de la infanta hacia el Cid, no pasa de ser una combinación dramática de muy buen efecto que carece de apoyO en la historia. (1) Iba el Cid, según la Crónica,, á reunirse con Alfonso en Toledo, cuando le alcanzó en Castronuño Diego Ordóñez, enviado del rey Sancho. (2) «E combatieron muy de rezio tres dias e tres noches, dice la Crónica Gene- ral, e las cavas que eran muy fondas todas fueron allanadas,e derribáronlas bar- bacanas, e ferieronse de las espadas á mantiniente los de fuera con los de dentro, murieron hi muchas gentes además, de guisa que la agua de Duero toda iva tin- e ta de desde la villa ayuso... E el rey mandó entonces que dexasen de sangre combatir la villa e que supiesen quantos homes morieran hi, e fallaron que avien hi muerto mil e treinta omes.» (3) Los cantares más antiguos que tuvo presentes la Crónica General y que después se han perdido, atribuyen al sitio una duración de siete años; pero no duró más el reinado de D. Sancho, como observa muy bien aquella. En los roman- ces que se conservan, la mayor parte modernizados, figura generalmente como protagonista el Cid, eclipsando al rey hasta el punto casi de anularle. Del cabo que el rey la cerca Zamora no se da nada; Del cabo que el Cid la aqueja Zamora ya se tomaba. treinta vasallos se había encerrado en ella, prometió á Urraca ahuyentar á los sitiadores en cambio de un galardón tan inde- terminado como los medios que se reservaba para tan difícil empresa. Fingió denostar al venerable Arias Gonzalo y huir de la cólera 545 de sus hijos, saliendo por un portal que se le abrió en dirección al campamento; y allí presentado al rey, se dió por víctima de su lealtad y de su buen consejo para que se le entre- gara Zamora, En vano desde los muros presintiendo la alevo- sía, los sitiados avisaban á gritos al sitiador que se guardara de Vellido (i): estas acusaciones, diestramente trocadas por el prófugo en testimonios de su adhesión sincera, no hacían sino aumentar la confianza de Sancho en su nuevo favorito, que le descubría los caminos ocultos de tomar la ciudad y hasta el postigo siempre abierto por donde habían de introducirse sus soldados (2). Una mañana, domingo á 7 de Octubre, solos entrambos acababan de dar vuelta al recinto exterior, y bajando hacia el río entregó el rey el venablo á su compañero y apartóse algu- nos pasos... aquel venablo le pasó súbitamente de parte á parte entrando por la espalda y saliéndole por el pecho, y el traidor á escape en su corcel corrió á meterse por el postigo que había indicado. Vióle el Cid y sospechó, montó á caballo sin calzarse las espuelas con la prisa, y tuvo lugar de maldecir su olvido, pues con esto se le escapó el malvado tocando ya á la misma puerta, y quedó en su renombre un lunar, no de cobardía sino (i) Güarte, guarte, rey don Sancho! Hijo de Dolfos Vellido; No digas que no te aviso, Cuatro traiciones ha fecho Que de dentro de Zamora Y con esta serán cinco. Un alevoso ha salido. Si fué gran traidor el padre Llámase Vellido Dolfos Mayor traidor es el fijo. Crónicas y romances porfían en cuál atribuirá peores antecedentes á este á Vellido, quien unos hacen gallego del lugar de Villadave, otros de tierra de vasallo Valladolid, otros natural del rey Sancho, es decir castellano. El nombre Dolfos vale á Adulfo equi- ó Ataúlfo. (2) La Crónica general llama de Arena á este postigo; Sandoval refiriéndose á otras crónicas lo titula de Zambranos de la Reina. '69 546 ZAMORA de imprevisión, que sus émulos le echaron en rostro más ade lante. Bañado en sangre y casi exánime fué conducido don San cho á su tienda (i), y pocas horas después espiró, reconociéndose herido por la justicia divina y por la maldición paterna y mandando pedir per- dón á sus hermanos. Belicosa y fúnebre comitiva con incesantes lamentos acom- pañó el cadáver hasta el monasterio de Oña; terrible fué el epitafio que en su tumba se inscribió imputando á Urraca el fratricidio (2). Las ambiguas palabras Cruz que señala el lugar del asesino, el asilo que encontró debajo donde fué herido el rey Don Sancho del manto de la infanta contra el enojo de Arias Gonzalo, y la incertidumbre que nos ha quedado de su castigo, dieron cuerpo tal vez á este rumor injurioso, incompatible con las virtudes que tanto enco- mian los cronistas en la princesa. Hasta la ciudad que abrigaba al aleve fué dada por alevosa, y cubierto de todas armas salió del campamento el altivo Diego Ordóñez á arrojar contra los muros y contra sus habitantes, (1) «Más non osavan, dice la Crónica, sacarle el venablo por miedo que mo- rrie hi; e luego llegó hi un maestro de Burgos e mando'l aserrar el venablo quan- to el astil del un cabo e del otro, por tal que non perdiese la fabla.» (2) Publicólo en sus Antigüedades Berganza, y es sumamente notable : Sanctius, forma Paris et fcrox Héctor in armis, Clauditur hac urna, Jam factus pulvis et umbra. Femina mente dira soror hunc vita expoliavit ; Jure quidem dempto, non flevit Jratre perempto. Rex iste occisus est proditore consilio sororis sue Urracce apud Numantiam civila- tem per manum Belliti Adelfis magni proditoris in era MCX. No7tis oclobris rapuii me cursus ab Iwriso En el día del mes conviene el epitafio con los anales Complutenses, que añaden era dorningo, como lo fué en realidad : los Compostelanos fijan equivocadamente el día 4. La participación de Urraca en el regicidio no está tan expresa en la Oró- nica y Romancero, pero algo indican las palabras de Vellido al volver á Zamora: Tiempo era, doña Urraca, De cumplir lo prometido. ZAMORA 547 (grandes y pequeños^ muertos y vivos, nacidos y por nacer, el negro baldón de felonía (i). Por una y otra parte se arreglaron las condiciones del combate, y obligóse el desafiador á mante- ner su reto en cinco duelos seguidos contra otros tantos cam- peones, según prescribían las leyes de honor siempre que se agraviaba á todo un concejo. Asegurado nuevamente Arias Gonzalo, por las protestas é imprecaciones de la muchedumbre convocada, de que ningún cómplice entre ellos tenía Vellido, á nadie quiso confiar más que á sí y á sus cuatro hijos la peligrosa defensa del buen nombre de Zamora : lo único que otorgó á los llorosos ruegos de Urraca, fué tomar el postrer turno en vez del primero que se había reservado. Acompañó el triste padre hasta el palenque á Pedro Arias su hijo menor, armóle con sus manos y santiguóle, y hasta el medio día le miró resistir deno- dadamente á los mandobles de su contrario; pero estremecióse al verle que se abrazaba á la cerviz del caballo, hendido el yel- mo y la cabeza, sin soltar aún la espada, y más al oir el feroz sarcasmo de Ordóñez; «don Arias, embiadme acá el otro vues- tro fijo, ca este nunca vos llevará el mandado.» Y venció el retador al segundo hijo Diego, sacando por el pié el cadáver de la liza, y trabó lid con Rodrigo, el mayor y el más fuerte de los hermanos; mas á pesar de derribarle muerto, el caballo herido hizo salir del cerco al vencedor, y los jueces del campo aprovecharon este incidente para declarar terminado el combate é indeciso el fallo de la victoria. Interesaba á los castellanos el conservar á su esforzado campeón, á los zamoranos el salvar (i) Niega Sandoval que Diego Ordóñez fuese de la familia de Lara como le apellida la Crónica, y asegura que pertenecía á la casa real de León y que tenía en Galicia su condado. En el Romancero se presenta Ordóñez á lidiar en defecto del Cid que había jurado no hacer armas contra Zamora. La fórmula del reto repe- tida en varios romances parece sacramental : Yo vos repto, zamoranos, Los por nascer y nascidos; Por traidores fementidos: Repto las yerbas del campo. Repto los chicos y grandes, También los peces del rio ; Y á los muertos y á los vivos: Reptóos el pan y la carne. Repto hombres y mujeres. También el agua y el vino. m} 548 ZAMORA SU último hijo al generoso Arias Gonzalo, tan desgraciado como el rey Príamo, tan heroico como el padre de los Horacios (i). Lo que hay de historia en este famoso sitio y lo que hay de leyenda, difícil es y acaso imposible de deslindar; pero ningún otro hecho, ni siquiera de los de ayer, vive tan palpitante en la memoria del pueblo y en los lugares que lo presenciaron: Za- mora entera no parece tener otro destino que servir de monu- mento al gran poema. Palacio de doña Urraca se denomina al viejo caserón contiguo á una puerta que abre hacia el norte su doble arco semicircular, el interior con su rastrillo, defendido i ' I por dos cubos, y sobre cuyo ingreso resalta el busto de la in- fanta con toca singular á manera de concha, acompañado de los sabidos versos Afuera, afuera, Rodrigo (2). Siguiendo en di- rección á poniente la muralla, aparece la tapiada puerta del Mercadillo por donde es fama salió Vellido, y más adelante el postigo por el cual se metió acosado por el Cid, cuyo caballo dejó sus huellas allí marcadas. Señálase aún la prisión del regi- j cida, y junto á la puerta del Obispo el solar de la morada del f Campeador. La ermita bizantina de Santiago el pequeñino re- cuerda en la vega del río el pérfido asesinato, el campo de la • Verdad deriva su nombre del caballeroso reto; y una pequeña (O Sobre la tradición que supone enterrados en Vamba á los hijos de Arias Gonzalo, véase lo que atrás queda dicho pág. 267. Fernando y no Rodrigo se lia- ma al último en un bellísimo romance, parte del cual nos permitiremos transcribir por no ser muy conocido. Por aquel postigo viejo Un gran llanto es comenzado; Que nunca fuera cerrado Ulóranle todas las damas Vi venir seña bermeja Y todos los hijosdalgo : Con trecientos de caballo : Unos dicen ¡ay mi primo! Un pendón traen sangriento Otros dicen ¡ ay mi hermano ! De negro muy bien bordado, Arias Gonzalo decía: Y en medio de todos ellos Quién no te hubiera criado Traen un cuerpo finado. Para verte agora muerto, Arias Hernando, en mis brazos ! À la entrada de Zamora (2) Léense allí los dos primeros versos del romance en caracteres romanos de relieve muy gastados. Encima de otra puerta se notan los dos siguientes Acorra; - seie debiera, etc. Sin duda no se esculpieron antes del siglo xvi. À 550 ZAMORA cruz que llaman de don Sancho, puesta sobre un tosco pilar en el alto que domina la ciudad á un cuarto de legua de distancia camino de la Iniesta, indica probablemente el paraje desde donde clavando aquél en Zamora su codiciosa mirada, exclamó que hasta lograr su posesión no se juzgaría verdaderamente señor de la monar- quia. Desbandóse con la muerte de su rey el ejército sitiador; muchos en su retirada, extraviados por el país que hostilmente habían asóla- do, hallaron la muerte ó el cauti- verlo (i). Avisado en secreto por su hermana, y abandonando con no menor cautela su asilo de Toledo, vino á Zamora Alfonso á tomar po- sesión de los tres reinos, unidos en . , , provecho suyo por la ambición de su hermano: leoneses, ^alles^os y as- .r--y turianos acudieron con jubilo a ren- ''~ \ dirle . vasallaje; los castellanos con ' el Cid al frente, antes de recibirle Cruz deu Rey Don Sancho por señor, le exigieron el famoso juramento, prestado después en Santa Gadea de Burgos, de no haber consentido en la muerte del rey Sancho. De la residencia de Urraca en Zamora, ni de su señorío especial que tanto había costado, no aparece en la historia posterior indicio; sin duda lo conservó hasta 11 o i año de su fallecimiento, pero vivió en la corte al lado de su hermano, que de joven la había mirado por madre y que siguió consultándola en su edad madura, y al lado del cuer- (i) Alii diversa, fugce fericula atíemptantes, dice el arzobispo don Rodrigo, alíi per devia déviantes,, in captivitaiis et mortis supplicia inciderunt. ZAMORA c^i^I po de San Isidoro objeto de su predilección fervorosa, á cuyo servicio se consagró, disfrazando la austeridad monástica con las galas de princesa (i). Á pesar de la importancia, bien demostrada por los sucesos, que adquirió Zamora luégo después de restaurada, tardó toda- vía medio siglo en recobrar la prerrogativa episcopal de que la había despojado con la existencia el terrible Almanzor. Ha- cia II02 domicilióse en ella Jerónimo, consagrado obispo de Valencia y obligado después de la muerte del Cid á abandonar su recién creada diócesis al furor de los infieles; y como ejer- ciese funciones pastorales en la ciudad que para su hospedaje y sustento se le había señalado, y se quejara el de Astorga á quien desde la extinción de la primitiva sede zamorana estaba (i) S/)7-e/2S escribe el Tudensc afecto como buen leones á la memoria de Urraca, sicb Iciicali habilu sed inlrinsecus sub monicili observ.ilionc, Chrisio sponso adhesit. Véase en el tomo de Asturias y León el epitafio que tenía en el panteón de San Isidoro. La casa del Cid ZAMORA sometido su territorio, declaró el papa limitada aquella dignidad á la vida del que la obtenía (i); pero la población iba en au- mento acelerado, instaba el arzobispo de Toledo, el francés Bernardo, como metropolitano que pretendía ser y como pro- tector del obispo titular de Valencia á quien había traído de Perigord en compañía suya; y á la muerte de Jerónimo antes de 1124 nombró el primado para sucederle á Bernardo, otro de sus compatricios y clientes, que investido ya de jurisdicción propia y con asiento fijo se tituló primer prelado de Zamora. Señalábase aún en 1135 el reducido solar y tal vez el edificio de la catedral primitiva, cuando Alfonso VII para construir la nueva concedió al obispo la iglesia de Santo Tomé con sus per- tenencias, coadyuvando al mismo objeto las donaciones de los ciudadanos (2), Pero la gloria de abrir los cimientos de la actual basílica estaba reservada á Esteban, que ocupó la silla de Ber- nardo fallecido en 1149, y tuvo la dicha singular, después de veintitrés años de trabajos incesantes y á costa de grandes su- mas, de consagrar por sí mismo en 15 de Setiembre de 11741a (1) Á pesar de los reparos opuestos por Flórez en el tomo XIV de la España Sagrada, creemos en la identidad de dicho Jerónimo con el otro del mismo nom-, bre á quien confió el conde Raimundo de Borgoña la restauración de la iglesia de Salamanca. Tratándose de dos ciudades distantes sólo doce leguas entre sí y go- bernadas aún en i 144 por un mismo conde, no hallamos imposible que un mismo prelado administrara las dos iglesias en el principio de su réstablecimiento. Cons- tan por confesión de Flórez donaciones de templos de Zamora hechas por el conde Raimundo y por Alfonso VI á Jerónimo, obispo de Salamanca, y así le nombra una de ciertas casas, viñas y palomares en término de Morales otorgada en i 106 por Cidi Domíniz al cabildo Zamorano. (2) Las palabras del rey pueden referirse tanto á la institución como al edifi- cío material : ipsa est equidem quce posi uliimam gentilium rabiem usque modo nec jus suum nec pasiorem proprium obiinere potuii. Pero la donación hecha por Aura Alvariz en i i 3 3 de la heredad de Fuente Falaf con casa, tierras, viñas, montes y prados, ofrecida Domino inviclissimo iriumphatori, sanciissimo Salvaioriet omnium sanctorum quorum baselica ab antiquis sita est in Zemora, indica la subsistencia del antiguo templo. Es curiosa la noticia de las autoridades de la ciudad que su- ministra dicha escritura : mandante Zemora comité dom. Rodericus Martinez, sub manu ejus merino Johannes Pelaiz et Salvador Gunsalviz, sayone Fafila, in ipsius sedis S. Salvatoris B. episcopus, ejus archidiaconus dom. Guilelmus, archipresbiteri dom. Johannes et dom. Petrus Stephaniz. El mismo Alfonso VII en i i çóhizoexten- sivos á los canónigos de Zamora los privilegios y fueros de que gozaban los de Santiago, León y Falencia. ZAMORA 553 suntuosa fábrica empezada bajo sus auspicios. Dejónos esta memoria en versos leoninos su inmediato sucesor Guillermo, al y proclamar que aquel templo venía á sustituir el de Salomón, no sabemos si se refiere al del sabio rey de los hebreos, sea en la acepción mística general, sea por exagerado encomio de su magnificencia, ó bien al del obispo Salomón, el último probable- mente de la primera serie de los prelados de Zamora, que á fines del siglo x habían destruido ó profanado las hordas aga- renas (i). Con la dilatación de las conquistas más allá del Duero había dejado la ciudad de ser frontera contra los infieles por el lado de mediodía, pero empezó á serlo por el de occidente de un nuevo reino cristiano que se formaba no sin daño de Castilla, del reino de Portugal, reconocido en cierta manera por Alfon- so VII al principio de su reinado. Las paces ó más bien treguas con la reina Teresa su tía, propietaria de aquel estado, se con- cluyeron hacia 1126 en Zamora, donde acudieron á rendir ho- menaje al joven príncipe los condes y prelados de Galicia y los capitanes de Extremadura. Así se denominaba entonces el terri- torio comprendido desde León hasta más allá de Salamanca, cuyo gobierno no se confiaba sino á poderosos señores y expe- rimentados guerreros, residentes á menudo en la referida plaza tan importante por su situación como por su fortaleza. Por sí ó por sus merinos y lugartenientes la regían, en 1133 Rodrigo Martínez el cónsul de León que murió cinco años después en el (1) Extraña parecerá esta segunda interpretación, pero ya que á ella da mar- gen la coincidencia de los nombres no la juzgamos indigna de ser notada. La ins- cripción renovada y puesta sobre el cancel de la puerta del norte, dice así : Fit domus ista quidem veluti Salomónica pridem; Hue adhibete fidem, domus hec succedit eidem. Sumptibus et magnis viginti fit tribus annis : A quo fundatur, Domino faciente, sacratur. Anno MCLXXlllI completur, Stephanus qui fecit habetur. Epitaphium episcopi Vilielmi. Por epitafio se entiende aquí inscripción. 70 5S4 ZAMORA sitio de Coria, y hasta 1169 el insigne conde Ponce de Cabrera, mayordomo del emperador y uno de sus más leales y valerosos caudillos. En la catedral descansan los restos del magnate cata- lán, esforzadísimo en las armas que condujo las innumerables y huestes extremeñas al pié de los muros de Almería (i). Por otras escrituras sabemos que en 1170 mandaba allí Fernán Ro- dríguez, en 1178 Gonzalo Osórez, en 1181 el conde de Urgel señor de la vecina Valladolid que añadía á sus estados aquella interesante tenencia. Sin embargo no era la población, como pudiera creerse, una simple colonia militar; su desarrollo municipal se denota en la respectiva pujanza y antagonismo de las clases, que estallaba á veces en sangrientos conflictos. De uno de ellos en 1158 nos han conservado vaga memoria los anales, nacido de ocasión bien leve, á saber de la compra de una trucha que el criado de cierto caballero llamado Gómez Aznárez de Vizcaya quiso por su precio tomar al hijo de un zapatero. Cogió el pueblo arreba- tadamente las armas con los nobles é hijosdalgo, y acorralán- dolos en la iglesia parroquial de Santa María la Nueva donde tenían estos su cofradía, los hizo perecer entre las llamas que prendió al edificio, de las cuales sólo se salvó milagrosamente la hostia consagrada. Abandonaron la ciudad los sediciosos, el delito por su generalidad, aunque tan enorme, hubo de pero ser perdonado por Fernando II (2). (1) Véase su elogio en el poema del sitio de Almería desde el verso 163 hasta el 185. No debe confundirse el D. Ponce de Cabrera con D. Ponce de Minerva que frecuentaba la misma corte del emperador y era su alférez : vino aquel de Catalu- ña probablemente con la reina Berenguela bija del conde de Barcelona, fué yerno del conde D. Pedro de Trava, y por su bija Sancha resultó ascendiente de los du- ques de Arcos. Su familia heredó poco después el condado de Urgel, entre cuyos señores aparecen varios con idéntico nombre de Ponce de Cabrera. Opinamos es el mismo que en una escritura de i 142 se llama Pondo Geraldo ; en otra de i 168 figura asociado en el gobierno de Zamora al conde de Urgel, teniendo por vicarios ó lugartenientes á D. Miguel y D. Asensio. En un pilar de la capilla mayor existe su estatua de rodillas, y abajo una lápida más antigua con este letrero : Hic jacet comes Pondus de Cabrera strénuissimus in armis qui obiit m era millesima CC sep- tima (i 169 de C.) (2) Indújome en error de fecha y á poner en la primera edición i 168 por i i $ 8 ZAMORA Casi coincidieron estas revueltas con los servicios prestados al monarca por los zamoranos en la reducción de los de Ávila y Salamanca (i), que agraviados ó celosos por la fundación de Ledesma y Ciudad Rodrigo, se sublevaron peleando en campo abierto contra su legítimo señor. Zamora, sometida perenne- mente al reino de León mientras estuvo separado del de Casti- lia, militó con más gloria que en las guerras intestinas, en las campañas de Extremadura contra los sarracenos bajo la direc- ción de Alfonso IX hijo de Fernando II (2) ; y la más honrosa la cita que de un manuscrito especial del suceso hace el Sr. Muñoz en el apéndice de su Catálogo histórico bibliográfico. De las varias relaciones á que se refiere el Sr. Fernández Duro, sólo logré ver una muy sucinta escrita en el siglo xvi, y á haber encontrado en ella la circunstancia de que reinaban á la sazón Sancho 111 en Castilla y en León Fernando 11, cayera fácilmente en la cuenta de que el año no podía ser sino el de 1158. Si el caballero era Aznárez ó Álvarez no es tan fácil de discernir: que ni él ni los que perecieron abrasados eran regidores, lo demuestra que tales cargos no existían en el siglo xii; así que, como observa muy bien Fer- nández Duro, no fué quemado el concejo, antes bien el amor de los fueros éinmu- nidades del concejo sublevó al pueblo contra los privilegiados. Siete mil personas, entre ellas cuatro mil hombres de guerra, salieron fuera de la ciudad; púsose al frente del motín y echó el primer haz de leña cierto Benito, pellitero, procurador del común, que de cada diez zamarros que labraba daba uno por amor de Dios para los pobres, y que á su muerte, no se dice si natural ó violenta, mereció en San Pablo honrosa sepultura con fama de santo y hacedor de milagros. Apercibió- ronse los nobles á vengar la muerte de sus deudos, y principalmente Ponce de Cabrera la de un hijo suyo perecido en el incendio, que se asegura fué enterrado en la catedral al lado de la sacristía; el rey sin embargo envió cartas de perdón, -pues el mal recaudo era yaJecho y no era bien echar mal Iras mal, y hasta anuló muchas concesiones de señoríos y heredamientos, de lo cual, se dice, irritados el conde Ponce y su yerno Vela Gutiérrez Osorio se pasaron á Castilla, cuyo rey Sancho tuvo en Sahagún una entrevista con su hermano el de León para terminar la disidencia. Una de dichas relaciones describe minuciosamente un frontal ó re- tablo de cien marcos de plata y cien ducados de oro y ciento diez y seis piedras preciosas, que en penitencia del sacrilegio mandó hacer al común el papa Alejan- dro 111, encargando la absolución al obispo Esteban. Véase el tomo 1, pág. 31; 6 de las expresadas Memorias. (1) Sobre la actitud de los zamoranos en dichos alzamientos, y sobre la tras- lación del cuerpo del rey D. Ramiro (el II sin duda), desde Zamora á Astorga, que supone la Crd«fca haber dispuesto Fernando 11 para abatir los bríos de aquella, véanse en el tomo de. SalamancaÁvila y Segovia, pág. 221 de la edi- ción presente, mis dudas acerca de una cuestión de que extraño no se hiciera car- go el señor Fernández Duro. (2) Prueba el moderno historiador de Zamora con un privilegio de i 193, que en dicha ciudad nació ó por lo menos fué bautizado Alfonso IX, qui in ipsaecclesia baplismalis recepi graliam. ZAMORA parte que le cupo en aquellos triunfos y tomas de lugares es- crita está en cierta lápida coetánea sobre una de las puertas de la ciudad (i). Al morir Alfonso en 1230, fué la más constante en sostener el partido de las infantas Sancha y Dulce instituidas herederas por su padre, hasta verlas avenidas con su hermano, y en resistir mientras pudo la reunión de la corona leonesa con la castellana. Sin embargo, el obispo que la gobernó desde 1239 hasta 1254, primero del nombre de Pedro, lleva en su losa sepulcral el distintivo de familiar del gran rey Fernando conquistador de Sevilla. Sucedióle en la dignidad Suero Pérez, cuyo largo régimen ilustró el prodigioso hallazgo del cuerpo de San Ilde- fonso en la parroquia de San Pedro, y perturbaron por otra parte ruidosas contiendas con los jueces y el concejo, llegando éstos al extremo de derribar violentamente las casas de los ca- nónigos y del mismo prelado (2). En los siglos posteriores la silla de Zamora sirvió con frecuencia de escalón para los más altos puestos metropolitanos, y en el xiv Pedro Gómez Barro- so, en el xv Juan de Mella, en el xvi Rodrigo de Castro llega- ron á vestir la púrpura cardenalicia; pero ni los títulos, ni cien- cia, ni virtudes hicieron á ninguno de ellos tan célebre como al comunero Acuña sus proezas y sus desgracias (3). (1) La puerta se llama de Olivares ó del Obispo, y la inscripción colocada á la parte afuera dice así: Era millesima ducentésima sexagésima octava Alfonsus rex Legionis cepit Caceres et Montanches et Merítam et Badaltoz et vicit Abem/uit re- Maurorum qui tenebat viginti millia equitum et LX millia peditum, et Zamoren- gem ses fuerunt victores in prima acie^ et eo anno ipse rex VIII kls. octobris obiit et regnavit annis XLII et eo anno factum est hoc pórtale. Tuvo tanto eco en Zamora la victoria de Mérida, que según el Tudense corrió allí la voz de haber visto á San Isidro con otros santos acudir apresuradamente á la batalla. (2) En I 28 I corría la causa sobre dichos atropellos. (3) Desconfiando de las inexactitudes tan frecuentes en Gil González Dávila, con los datos que se nos hizo el obsequio de remitir desde Zamora, logramos formar el siguiente episcologio desde los tiempos de San Atilano, quien, como atrás indicamos, murió hacia el año 9 t 5.—Juan floreció de 9 i 6 á 9 26. — Dulcidio de 927 á 947.—Domingo de 960 á 968.—Juan 11 de 970 á 979.—Salomón en 983 986. La existencia de un obispo Gomesano ó Gómez introducido por Dávila al y tiempo de la restauración de Zamora ó antes en 1042, carece de fundamento.— Jerónimo obispo titular de Valencia, de 1 102 á 11 24.— Bernardo, primus episco- ZAMORA 557 De las cortes que tuvo en Zamora Alfonso el Sabio por el mes de Junio de 1274, queda el ordenamiento expedido sobre abreviación de los pleitos ; y sin embargo, duró más que su reinado el que sobre el ejercicio de la jurisdicción episcopal ■pus de modernis según el epitafio, hasta i 149.— Esteban hasta i 174. — Guillermo hasta I I g I. — Martín Arias, renunció en i 2 i o y murió trece años después.—Mar- tin Rodríguez, trasladado á León en 1237. — Segundo Segúndez mencionado en 1238. — Pedro I hasta 1234. — Suero Pérez hasta 1286. — Pedro II hasta 1302.— Gonzalo Rodríguez Osorio, asistió en i 3 10 al concilio de Salamanca sobre la ex- tinción de los Templarios.—Rodrigo desde 1321 hasta 1339. — Pedro Gómez Ba- rroso trasl. en i 3 $ i á Sigüenza y después á Sevilla. — Alonso Fernández de Va- lencia hasta 1365.—Martín de Acosta trasl. á Lisboa 001371 .—Alvaro, comisionado por Enrique II para reconciliar á su hija Leonor con Carlos 111 de Navarra su ma- rido, m. en 1393 .—Alonso de Ejea trasl. de Ávila y promovido en 1403 á Sevilla. —Alonso de Illescas trasl. en 141 3 á Burgos.—Diego Gómez de Fuensalida envia- do al emperador Sigismundo para tratar de la unión de la iglesia, m. hacia 1426. —Fray Martín de Rojas dominico, hasta 1428. — Pedro Martínez, hasta 1438.— Juan de Mella natural de Zamora, nombrado cardenal hacia 1436, murió en Roma en 1467 electo obispo de Sigüenza.—Rodrigo Sánchez de Arévalo trasl. de Oviedo en 1467, y en 1468 promovido á Calahorra y después á Palència. — Juan de Me- neses, hasta i 394.—Fray Diego de Deza dominico, trasl. en 1496 á Salamanca y sucesivamente á Palència, á Jaén y á Sevilla.—Diego Meléndez Valdés trasi.de Astorga, residió y murió en Roma en 1306.— Antonio Acuña, ajusticiado en Si- mancas en 1526.- Francisco de Mendoza trasl. á Palència en 1334. — Pedro Ma- nuel de Castilla trasl. de León y promovido en 1346 á Santiago. — Antonio de Águila trasl. de Guadix, m. en 1360. — Alvaro de Moscoso trasl. de Pamplona, m. en 1364.—Juan Manuel y la Cerda, trasl. en 1372 á Sigüenza. — Rodrigo de Castro promovido en 1377 á Cuenca y después á Sevilla.— Diego de Si- mancas trasl. de Ciudad-Rodrigo, m. en 1383.— Juan Ruiz de Agüero autor de un tratado contra comedias, m. en 1593. — Fernando Suárez de Figueroa trasl. de Canarias, m. en 1608.—Fray Pedro Ponce de León dominico, trasl. deCiudad-Ro- drigo, renunció en 1613.—Juan de Zapata Osorio, m. en 1621. — Fray Juan Mar- tínez de Peralta monje jerónimo, promovido á Zaragoza en i 624. — Fray Plácido de Tosantos benedictino, m. á los tres meses en 1624. — Juan Roco Campofrío, trasl. en 1626 á Badajoz y después á Coria. — Juan Pérez de Laserna trasl. de Mé- jico, m. en 1631 .—Diego de Zúñiga Sotomayor antes obispo de Orense, m. en 1637. —Juan Coello de Ribera, que en 1642 con sus clérigos y frailes defendió la ciu- dad contra los portugueses, trasl. á Plasència en 1649, permaneció en Zamora hasta 1633 habiéndose presentado el electo fray Martín de León y Cárdenas. —Antonio Payno, antes de Orense, promovido en 1638 á Burgos y luégo á Sevilla. —Fray Alonso de San Vítores benedictino, antes de Orense, m. en 1660 en opi- nión de santidad.—Pedro Cálvez, m. en 1662.—Lorenzo de Zúñiga Sotomayor, m. en 1666.—Antonio Castañón, antes de Ciudad Rodrigo, m. en i 668.—Dionisio Pérez Fscobosa, antes de Mondoñedo, m, en 1671. — Juan de Astorga Rivero, m. en 1679.— Fray Alonso de Balmaseda, agustino, trasl. de Gerona, m. en 1684. — Fray Antonio de Vergara dominico, antes arzobispo de Manila, m. en 1693.— Fernando Manuel, promovido á Burgos en 1702. — Francisco Zapata Vera, m. en I 720.—José Zapata Vera, m. en i 727.—Jacinto Arana, m. en i 739. - Fray Ca- yetano Benítez de Lugo dominico, m. al mes y medio en i 7 39.—Onésimo de Sala- 558 ZAMORA dentro de la ciudad, en Bamba, Sanzoles, Manganeses y otros lugares de la mitra, venía debatiéndose con el concejo desde el tiempo de Alfonso IX. Con diez ricos hombres leales y deci- didos como su primo Fernán Pérez Ponce (i), tan rígido censor de su flaqueza como firme sostén en su desgracia, otra hubiera sido la suerte del abandonado monarca ; pero Zamora, no tan fiel como el magnate, ni tan sometida cuanto era de creer á su influencia, se dejó arrastrar por las promesas del rebelde prín- cipe ó intimidar por las amenazas de su hermano, el perverso D. Juan, que con ellas logró rendir el alcázar. Teníalo D.^ Te- resa Gómez, mujer de Garci Pérez Chirino ; y al ver alzada la cuchilla contra su tierno niño que en las afueras se criaba, no se halló ¡ pobre madre ! con el valor heróico de arrostrar, como más tarde Guzmán el Bueno, las iras del bárbaro sitiador. Cuando la muerte y el perdón del anciano rey abrieron al am- bicioso Sancho la vía al trono, Fernán Pérez pasó á servirle como al padre, en vez de prolongar disturbios civiles de que sólo habían de sacar partido los reinos extraños ; y á su solici- tud fué confiada la crianza del heredero de la corona, del pe- queño Fernando, atendiendo por otra parte en la elección de esta residencia « al saludable cielo de que goza la ciudad y á la fertilidad y regalo de su comarca (2).» Estas circunstancias y manca, promovido en i 7 5 2 á Granada y después á Burgos. —Jaime Cortada, pro- movido en 1753 á Tarragona.—José Gómez, m. sin residir en 1754.—Isidro Alonso Cabanillas, m. en 1766.—Antonio Jorge y Galván, promovido á Granada en 1776.—Manuel Figueredo, trasl. á Málaga en 17B3.—Fray Angel Molinos do- minico, m. en 1786.—Antonio Piñuela Alonso m. en 1793.—Ramón Falcón de Salcedo, trasl. en 1803 á Cuenca.—Joaquín Carrillo Mayoral, m. en 1810.—Pedro Inguanzo y Rivero, promovido á Toledo en 1824. —Fray Tomás de la Iglesia y España dominico, m. en 1834.—Miguel José de Irigoyen electo en 1847, trasl. en 1830 á Calahorra.—Rafael Manso, antes obispo de Mallorca, m.en 1862.—Fray Bernardo Conde premonstratense, antes de Plasència, m. en 1880.—Tomás Beles- tá, actual obispo. Como se habrá notado, desde el siglo xiv acá más de una terce- ra parte de prelados fueron promovidos á otra silla, á metropolitana casi todos. (1) Érale primo por su madre Aldonza Alfonso, hija natural de Alfonso IX, y por línea paterna tataranieto del conde Ponce de Cabrera, cuya hija Sancha casó con Vela Gutiérrez, bisabuelo de Fernán Pérez. (2) Mariana, lib. XIV, cap. X. ZAMORA S59 la necesidad de acudir á las inquietudes que sembraba el infante D. Juan por aquellas tierras vecinas á su pretendido reino de León, atraían á Sancho IV hacia Zamora; y recuerda una de sus estancias la venerada imagen de la Virgen de la Iniesta, que se dice halló cazando en el sitio donde está su templo á una legua de la ciudad: al menos el privilegio de la fundación del lugar habla de prodigios obrados y de mercedes recibidas (i). No estuvo exenta de vacilaciones y trastornos la obediencia que prestó á Fernando IV en su menoría la ciudad que le había criado. Ocupó á nombre de D. Juan el alcázar Pelayo Gómez, cuñado de aquella á quien se le había tomado por medios tan atroces; introdújose por otro lado en la plaza el infante D. En- rique, coloreando con pretexto de justicia sus venganzas (2); y hasta el adelantado Pedro Ponce no siguió las fieles huellas de su difunto padre Fernán Pérez. Reunidas allí en Julio de 1301 las cortes de León, Galicia y Asturias, mientras funcionaban aparte en Burgos las de Castilla para evitar choques y peleas entre los partidos, dictaron medidas de represión contra los malhechores y medios de indemnizar de sus robos y quemas á los concejos. No menos alcanzaron á Zamora los disturbios de la siguiente menor edad de Alfonso XI: los infantes D. Juan Ma- nuel y D. Felipe se disputaron encarnizadamente la posesión (1) Cítase un privilegio dado en Valladolid á i.° de Agosto de 1290 que contiene las siguientes cláusulas: «Por gran voluntad que avernos de fazer bien e ayuda á la iglesia de Sta. Maria de la Iniesta por muchos milagros que nuestro señor J. C. en aquel santo lugar fáze, e conosciendo quantos bienes e quantas mer- cedes rescibimos siempre de ella e esperamos á rescibir, damosle e otorgamosle que aya hi doce pobladores que pueblen en este lugar con Juan Bartolomé clérigo que hi es agora... e que sean quitos de todo pecho e de todo pedido... e que no sean de los que han cavallo e armas e tienda redonda... e que sean vasallos de la iglesia.» El lugar no ha crecido mucho desde entonces. La actual iglesia no es ciertamente la que entonces dirigió el maestro Pero Vázquez, según el señor Fernández Duro, que con razón deplora la reciente desaparición del primoroso retablo, donde se veían arrodilladas las efigies de D. Sancho y de su insigne esposa. (2) Cuatro vecinos los más ricos y más honrados, que nombra la Crónica, hu- yeron á Toro por aviso de la reina D.®* María, y enfurecido D. Enrique de que se le hubiesen escapado, mandó matar á Juan Gato, alcalde que había sido del rey, y á Esteban Elias. ZAMORA del alcázar; y al faltar la venerable reina que había sido ángel tutelar de tres reinados, faltó equilibrio y freno al ambicioso triunvirato de los tutores, hasta que el rey, mancebo apenas, revindicó para sí la mal parada autoridad. Pero por más mues- tras que diera de gobierno personal tal vez con exceso, el des- contento público deploró como continuación de los abusos de la regencia los de la privanza concedida por el inexperto soberano á Alvar Núñez Osorio: y Zamora fué de las primeras ciudades sublevadas contra el valido por el prior de San Juan Fernán Rodríguez, No se lo tomó á mal Alfonso XI una vez desenga- ñado, y recompensóselo con frecuentes visitas y mercedes. Allí, después de hacerlo en Burgos y en León, reunió en 1342, al tratar de la conquista de Algeciras, á los ricos-hombres que le habían ofrecido las alcabalas, y en todos sus triunfos contra los moros de Andalucía le siguió, muy de cerca la enseña zamo- rana. En aquellas tierras principalmente se agitó la terrible y porfiada lucha del desatentado rey D. Pedro con su propia fa- milia coligada para hacerle entrar en razón, por espacio de tres años, desde el rompimiento con su ayo Juan Alfonso de Albur- querque hasta el sangriento desenlace de Toro. De estos tras- tornos sacó Zamora nombradla y galardón de leal ; y no sin honda repugnancia, al ver aclamado por el reino entero al bas- tardo Enrique en 1366, consintió en remitirle su homenaje, que luégo retiró, desairada por brusca acogida. En su alcázar tre- molaba el pendón de D. Pedro aun después de la tragedia de Montiel... pero no, era el pendón de Portugal, á cuyo rey pre- tendía entronizar en Castilla Fernando Alfonso, nieto del revol- toso infante D. Juan el de Tarifa (i), el cual dándose la mano (i) Su padre Alfonso, hijo de primer matrimonio, era hermano de D. Juan el Tuerto que lo era de segundo. Casó Fernando Alfonso con hija legítima de Alfonso IV, rey de Portugal, y se llamó de Zamora por las huestes que acaudillaba y representación que tuvo en la ciudad, de la cual era obispo su her- mano Alonso Fernández de Valencia. De la villa de Valencia de D. Juan, de la cual había sido señor el infante, tomaron apellido los descendientes de Fernando ZAMORA 561 con Men Rodríguez de Sanabria y con D. Fernando Castro el de Galicia, mantenía á disposición del extranjero, con achaque de fidelidad al difunto, aquella áspera frontera. Acudió Enrique II á sitiar la ciudad, y entrándose adelante por el país enemigo á devolverle estragos por estragos, dejó á Pedro Fernández de Velasco el cuidado de rendirla, lo cual no se logró sino al tercer año, después de preso en una salida Fernando Alfonso, y me- diante inteligencias con los sitiados. Grave borrón se le aña- diera al vencedor fratricida, si fuese verdad que á trueque de recobrar la fortaleza se manchara, él ó los suyos, con la sangre de tres niños inocentes, hijos del alcaide Alonso López de Te- jeda, ilustre salmantino, que pospuso el cariño de padre al honor de caballero (i). Al siguiente año de 1372 instalóse en Zamora el rey Enri- que para dirigir la guerra que acababa de renovarse y hacer desde allí nuevas entradas en Portugal ; estancia menos angus- tiosa que la que hizo en aquellos muros su hijo Juan I, tratando Alfonso, que murió expatriado en Portugal, y con este apellido reaparecen un siglo más adelante en el segundo sitio de Zamora, siempre en favor de los por- tugueses. (i) El fundamento principal de este suceso, tan injurioso á la memoria de D. Enrique, que el silencio de la Crónica no alcanza á desmentir, como á probarlo tampoco meras relaciones heráldicas ó de familia, consiste en una tabla colgada, según noticias, en una capilla del claustro de San Francisco de decía así: Salamanca, que «Aquí yacen los tres mártires inocentes, fijos de Alonso Lopez de de D.® Tejeda y Inés Alvarez de Sotomayor, los quales mártires fueron degollados mandado del por rey D. Enrique, porque el dicho Alonso Lopez su padre le defendió á Zamora que tenia por el rey D. Pedro su hermano. Y aunque despues le fué en- trada por fuerza de armas e le fueron tomados estos inocentes que se criavan en la ciudad, y degollados, él no quiso entregar el alcázar al qual se retrajo con al- guna gente, y lo defendió, hasta que muerta toda de hambre y de pestilencia, se salió una noche con las llaves y se pasó en Portugal. Muerto ya el rey D. Pedro, no quiso volver en Castilla en tiempo del rey Enrique, aunque le perdonó.» En la fecha había error, así leyendo era MCCCCV equivalente al año 1367, como año I 397 según trae absurdamente González Dávila : en el relato hay confusión y muchos asideros para impugnarla. Trabajo cuesta creer que sea todo fábula, y trabajo reconocerlo todo por verdad, y explicar en uno y otro caso la exposición pública de este padrón durante tantos siglos, sin más dato que lo confirme. Del padre decía otra tabla que, al tiempo de morir D. Pedro, era electo maestre de Santiago, y que lo redujo á su servicio el rey Juan I, muriendo en 1404 colmado de honores y mercedes. 71 $02 ZAMORA de reparar sus fuerzas quebrantadas en Aljubárrota y de con- certar paces con los ingleses para deshacer su formidable liga con los vencedores lusitanos. En las turbulencias consiguientes á la menor edad de Enrique III temió Zamora caer en manos del revoltoso duque de Benavente, que andaba en secretos tra- tos con Portugal y cuyo partido mal encubiertamente sostenía Ñuño Martínez de Villaizán, alcaide del Castillo: y aunque el arzobispo de Toledo acudiendo como pacificador logró que se le entregase la fuerte torre de la catedral para prevenir toda sorpresa, todavía osó acercarse á las puertas el hijo bastardo de Enrique II con la esperanza de que se las abrirían sus vale- dores. Fué preciso obtener con blandura del alcaide Villaizán que traspasara el castillo á Gonzalo de Sanabria, y al joven rey trasladarse con su corte á la amenazada ciudad, á fin de sosegar los ánimos y de conjurar el peligro exterior, concluyendo tre- guas á cualquier precio con los portugueses; pero la prisión del arzobispo de Toledo, efctuada dentro de palacio por sus com- pañeros de gobierno que le acusaban de connivente con el duque, llenó la población de inquietud y escándalo, y tendió sobre ella y sobre otras ciudades la fúnebre sombra del entre- dicho. Tres veces reunió cortes en Zamora Juan II; en 1427 conti- nuando las de Toro, en 1432 para que juraran al príncipe D. Enrique los procuradores de Galicia, y en 1436 si no está equivocada la fecha. Sucesos notables no los tuvo la ciudad en este largo reinado ni en el siguiente, aunque no podían menos de mover ó fomentar banderías en su seno las agitaciones del estado : tales fueron las querellas, que complicadas con rivali- dades de pueblo á pueblo, armaron á zamoranos contra toreses y ensangrentaron los campos de Valdegallina en 13 de Agosto de 1472. Acaudillaban [á los de Toro, gente de caballo casi toda, Juan de Ulloa que los [dominaba y el alcaide de Castro Ñuño, famoso aventurero terror de la provincia; los de Zamora, peones en su mayor número, cada cual con un cardo por divisa ZAMORA y tomando por patrón á San Ildefonso, marchaban en pos del estandarte rojo tremolado por Rodrigo de Tejeda. La victoria á costa de muchas muertes quedó por los últimos, y se perpe- tuó en sarcásticos cantares y sirvió de estímulo para más ilus- tres hazañas la memoria de esta refriega (i). No parece que Zamora militase compacta y unánime á la sa- zón : había en ella un partido poderoso á las órdenes de Alonso de Valencia, alcaide de su castillo, descendiente por línea recta del infante D. Juan el de Tarifa (2), el cual debía entenderse con Juan de Ulloa si hemos de juzgar por el común empeño desple- gado tres años después por entrambos á favor del rey de Por- tugal. En vano Fernando el Católico, al pasar en la primavera de 1475 á asegurarse de la ciudad, se lisonjeó de atraer á su servicio al noble alcaide por una hermana suya cuñada del car- denal Mendoza: preponderó en el ánimo de Alonso el influjo de su primo, marqués de Villena, y al acercarse éste con cuatro- cientos caballos á nombre de la princesa D.^ Juana, abrióle en- (1) Al fin de la crónica de Enrique IV dícese que había una nota copiada al . parecer de mano de Florián de Ocampo, que decía así: «Martes Xlll dias de agosto año de MCCCCLXXII fué la batalla que hicieron los cavalleros, escuderos y eluda- danos de Zamora con Juan de Ulloa y contra el alcaide de Castronuño, Pedro de Mendaña y sus valedores en el Val de la Gallina: era la gente del dicho Juan de Ulloa y sus allegados DXL lanzas e peones pocos; eran los de Zamora CLXX de cavallo y peones de hombres hijosdalgo de cuenta c ciudadanos, por todos DCCC poco mas ó menos, e al cavo plugo á Dios que vencieron los de la ciudad de Za- mora e prendieron muchos de los contrarios, e Francisco García notario doy fe que lo vi y fui presente á todo ello.» En la fecha hay equivocación, pues el i 3 de Agosto de dicho año no fué martes sino jueves. Rodrigo de Tejeda, llarnado tam- bién de Olivares porque moraba y tenía su hacienda en la puebla de aquel arra- bal, fué el héroe de la jornada, y entre él y su caballo cuéntase que sacaron Irein- ta y tres heridas. La historia manuscrita de Novoa, de donde sacamos estas noticias, trae una alocución dirigida en 1475 por el comendador Pedro de Ledes- ma á los zamoranos para animarlos á echar á los portugueses, en que les recuerda la tan sangrienta batatla que ganaron contra aquellas soberbias gentes Tauritanas, y cita tres versos de un canto popular: Juan de Ulloa el tresquilado. Vate al Val de la Gallina, Verás como pica el cardo. (2) Era Alonso de Valencia quinto nieto del Rey Sabio y tercer nieto de Alón- so IV de Portugal, cuya hija María casó con Fernando Alonso su bisabuelo; llevaba como su abuelo y su padre el título de mariscal de Castilla. 564 ZAMORA trada por una puerta que tenía á su cargo, un domingo i6 de Julio. Hasta las torres del puente confiadas por el rey Fernando al leal Francisco de Valdés, caballero de su casa, tuvo que aban- donarlas éste por intriga y engaño de su tío Juan de Porras, hombre de grande ascendiente, consejero del difunto Enrique IV y vendido á D. Juan Pacheco. Con esto se convirtió Zamora en corte de la Beltraneja puesta allí bajo la custodia de los esposos Lope de Almada y Beatriz de Silva su aya y camarera, y en cuartel general de los portugueses, que más bien que por su so- brina había lanzado en provecho propio el rey D. Alonso V á la conquista del trono de Castilla. Mas no se desalentó Francisco de Valdés, antes unido con Pedro de Mazariegos, regidor como él, concertó secretamente con los Reyes Católicos residentes á la sazón en Burgos, entre- garles la ciudad y hasta la princesa y el rey su tío; con cuyo objeto D. Fernando, echada la voz de que yacía enfermo de pe- ligro y cerrada á todo el mundo su cámara, púsose en marcha con la mayor celeridad y recato, y al llegar á Valladolid supo que los tratos habían sido descubiertos. Con efecto, perecieron en el suplicio á 30 de Noviembre por orden del rey de Portugal cuatro hombres cuya calidad y nombre no se expresa (i); y no obstante á los tres días Valdés y Mazariegos, no sabemos si por sorpresa ó á viva fuerza ó por algún derecho que les confiriera su oficio, recobraron las torres del puente y enarbolaron la ban- dera de Isabel. Tan pronto como se alzó, vióse cercada y com- batida la más próxima á la ciudad por los portugueses y sus partidarios, que lograron no sin sufrir grandes pérdidas quemar las puertas y derribarlas ; pero detrás de ellas tropezaron con una trinchera tan fuerte como si fuese de cantería. Llovían desde arriba las piedras sobre los apiñados sitiadores, y coincidiendo por aquellos años de transición las antiguas y las nuevas armas (i) Nos referimos al cronicón de Valladolid otras veces citado en esta obra, publicado en el tomo XIII de los Documentos inéditos. ZAMORA 5Ú5 de la milicia, mezclábanse los tiros de pólvora con los dardos y saetas: caían al río desplomados los muertos y los moribundos, enrojecíase el agua, el aire se oscurecía, oscilaba la rojiza luz del fuego alumbrando la encarnizada pelea. Trémulo de coraje el rey de Portugal alentaba con recia voz á los suyos, y veía su- cumbir al pié de la torre fatal, con malogrado denuedo, á sus criados y oficiales más queridos, hasta que las súplicas de un anciano caballero y las instancias del sagaz Carrillo, arzobispo de Toledo, que preveía la próxima llegada del Rey Católico en auxilio de los cercados, le movieron á hora de vísperas á man- dar la retirada. Á pesar de conservarse por él el fuerte alcázar, no se tuvo por seguro dentro de la ciudad donde prevalecían en número sus contrarios ; y en la noche que siguió á aquel tur- bulento día 3 de Diciembre, puesta á seguro en el castillo su recámara, salió para Toro con gran mengua de su reputación, llevándose á la princesa y al arzobispo y á los más comprometi- dos por su causa. Á la mañana siguiente no se oían en Zamora más que vito- res á Isabel y Fernando, é incorporados los moradores á la gente que trajo á toda prisa de sus lugares el comendador Pedro de Ledesma, estrecharon á trescientos hombres que habían que- dado de la guarnición portuguesa, y que para evitar aquella furia se encastillaron con su capitán Chichorro en la robusta catedral dándose la mano con el alcázar. Comenzaba ya el capitán Álva- ro de Mendoza á batir el sagrado edificio, cuando llegó á mar- cha forzada desde Valladolid el rey Fernando y les admitió á capitulación permitiéndoles irse á reunir con su ejército. Aten- dióse en seguida exclusivamente al sitio del alcázar, á aislarlo de la ciudad por medio de gruesas tapias ó palenques, á rodearlo por fuera de profundas cavas para que no pudiera ser socorrido, á asentar contra él once estancias ó baluartes bien provistos de gente y de artillería. Tres ingenios lo fatigaban con incesantes disparos, y con el tren de batir acercáronse á sus muros dos lombardas superiores en calibre á la famosa Sangüesa del duque 560 ZAMORA de Alba (i). Todo lo arrostraba su alcaide Alonso de Valencia sostenido por la esperanza de pronto auxilio y por los consejos del chantre su tío (2), que no era el único en manejar las armas harto más de lo que su hábito requería, pues también en las opuestas filas el canónigo Diego Ocampo en odio de aquel pre- potente linaje hizo á sus expensas un trabuco y causó á los de dentro terribles estragos. Dos meses y medio pasaron de esta suerte, en que el rey de Portugal desde Toro y el de Castilla desde Zamora se tendían sorpresas y emboscadas, y se acercaban recíprocamente al pié de los muros enemigos para espiar un momento de descuido, y hacían teatro de reñidas escaramuzas el trecho que media entre las dos ciudades como ensayando la gran batalla definitiva. Re- forzado el primero con las tropas de su hijo el príncipe D.Juan, apareció en 19 de Febrero de 1476 sobre la opuesta orilla del Duero, privándole este errado movimiento de atacar la pobla- ción y de socorrer el castillo sin tomar antes el puente que de- fendía Valdés con su valor acostumbrado. Sitiadoras y sitiadas á su vez entrambas huestes combatían á un tiempo dos fortalezas, los castellanos el alcázar para el cual se había trocado en pa- drastro la torre de la catedral que antes le servía de tutela, los portugueses el torreón exterior del puente embestido con tanto ímpetu como en la otra jornada su compañero. Pero aunque encerrados los últimos en campo atrincherado, y alojado su rey en el convento de San Francisco, con los fríos y las continuas hostilidades de la caballería ligera y los tiros disparados desde la ciudad, su situación se hacía intolerable. Corrían entretanto secretas pláticas de paz, y una noche en que los dos regios com- (i) Así dice Zurita, cuya narración calcada generalmente sobre la de Hernán Pérez del Pulgar es la más completa que poseemos de estos sucesos... Algunos incidentes nos suministra sin embargo la que inserta Novoa, tomada de la crónica de armería titulada Selva y vergel de nobles^ que escribió en 1553 Diego Noguerol y cuyo manuscrito se guardaba en el archivo del marqués de Cardeñosa. (2} Llamábase D. Gonzalo y tuvo larga descendencia que trae el historiador de la casa de Lara. Zurita le hace hermano y no tío de D. Alonso, pero en este punto creemos mejor informado á Salazar. ZAMORA 567 petidores habían acordado verse á solas en medio del río, con- fiaba ya D. Alonso lograr su intento de añadir á su reino el de Galicia y el distrito de Zamora y Toro ; mas por la rápida co- rriente ó por impericia de los remeros no pudieron juntarse las dos barcas, y acaso sin este incidente Zamora fuera hoy día por- tuguesa. Al amanecer el i.° de Marzo vióse desde las murallas el hueco dejado por el campamento enemigo. Por mucha prisa que se dió D. Fernando á volar en su persecución, la estrechez del puente y el estorbo de las vallas y trincheras le impidieron orde- nar sus haces y alcanzar al ejército portugués hasta á dos leguas de distancia. Lo que pasó en aquella batalla, que aseguró á los Reyes Católicos el cetro, y que con opuesto resultado tan dis- tinto rumbo habría impreso á la España y á la Europa entera, lo reservamos para la historia de Toro que le ha comunicado su nombre : baste aquí consignar la gloria de que allí se cubrieron los zamoranos peleando en la división de Pedro de Ledesma y metiéndose con su bandera encarnada en lo más encendido de la lucha. Escoltada por otras ocho tomadas al enemigo volvió á la ciudad la triunfal enseña, en'la cual el Rey Católico por su mano añadió una banda de tafetán verde llamada de la esmeral- da á las ocho rojas que la absurda heráldica deriva nada menos que del tiempo de Viriato (i). Todavía fué menester el valor y (1) El rey de armas Gracia Dei, á quien se dice encargó el monarca formar el escudo de Zamora, lo describe de esta suerte : La noble seña sin falta Bermeja de nueve puntas. De esmeralda la más alta. Que Viriato puso juntas, En campo blanco se esmalta. ¿Quién es esta gran señora? La Numantina Zamora, etc. En la arenga que pone Noguerol en boca del comendador Ledesma se atribuye al blasón de la ciudad el mismo origen que á la etimología de su nombre, aludiendo á la fábula de la vaca negra. «Con la vuestra famosa seña bermeja, les dice, here- dada de aquel fuerte vaquero su primero inventor, derramastes aquella multitud de sangre que aun no está enjuta ni desferrada de las verdes yervas.» 568 ZAMORA la destreza de D. Alonso de Aragón, hermano del rey, para re- ducir el castillo al último extremo y obligarle á rendirse el 19 de Marzo con honrosas condiciones, permitiendo á Alonso de Valen- cia sacar todo lo suyo y la artillería y dándole para su seguri- dad la fortaleza de Castrotorafe. Los padecimientos y la lealtad de Zamora fueron recompensados con una feria anual de veinti dós días empezando quince antes de la cuaresma, que á 7 de Mayo siguiente le concedieron los reales esposos exenta de por- tazgo y alcabala (i). Si azarosos fueron los principios del inmortal reinado de Fer- nando é Isabel, mal presagiaba las futuras grandezas del de su nieto el alzamiento de las comunidades de Castilla, en el que complicó á Zamora gravemente el belicoso humor de su prela- do (2). De choques y disturbios anduvo ya acompañada en 1507 la entrada de D. Antonio de Acuña en su diócesis, oponiéndole estorbos y dificultades por un lado la poderosa enemistad del condestable Velasco, por otro las provisiones del consejo que daba por nulo su nombramiento en Roma por no haber prece- dido la presentación real. Á las cédulas y á las armas hizo fren- te el nuevo obispo, y sorprendiendo en la posada al alcalde Ronquillo encargado de ejecutar los mandatos superiores, le llevó preso á la fortaleza de Fermoselle, abriendo con él una cuenta de agravios que veinte años después había de saldarse en Simancas. No hubo fuerza capaz de arrancarle de su silla ni hasta de turbar su tranquilo posesorio: el Rey Católico, pren- dado de su sagacidad y energía, le confió la misión de reducir al marqués de Villena su pariente y una embajada al rey de Navarra, en la que contra derecho de gentes fué preso y entre- (1) Desde tiempo inmemorial se denomina feria del botijero^ y dura en la ac- tualidad desde el principio de la segunda semana de cuaresma hasta mitad de la cuarta. (2) Fué hijo el célebre Acuña, de quien tantas veces se ha hablado en este tomo, de D. Luís de Acuña y Osorio y de D.' Aldonza de Guzmán, fallecida la cual abrazó D. Luís el estado eclesiástico y ocupó la silla episcopal de Burgos cerca de cuarenta años. gado á los franceses, á quienes había combatido en la infeliz jornada de Rávena. Mal podía tolerar el indómito vigor de Acu- ña un poder competidor dentro del lugar de su residencia, y lo encontró en el conde de Alba de Liste, D. Diego Enríquez, 569 cuyos estados y noble alcurnia le daban grande ascendiente en la ciudad; de aquí los celos, las desavenencias, las sordas é irreconciliables iras-que sólo ansiaban una ocasión para el rom- pimiento. Presentóse ésta en los últimos días de Mayo del año 15 20. Bramaba el pueblo zamorano contra sus procuradores, Bernar- dino de Ledesma y Francisco Ramírez, que en las cortes de Coruña habían otorgado al rey D. Carlos el donativo, pidién- dole absolución del juramento prestado á sus comitentes de darles previo aviso de sus acuerdos y de no abusar de los po- deres ilimitados que con semejante promesa habían obtenido. Amagábales la funesta suerte que por aquellos días tuvieron los de Segovia, si no se hubieran retirado á tiempo al monasterio de Montamarta, á tres leguas de la ciudad ; y sin la mediación del conde, que era bien quisto y popular todavía, habrían sido derribadas sus casas por el suelo. Ya que no pudieran ser habi- das sus personas, á pesar de haberse reclamado su entrega á los religiosos con amenazas de quemar el convento, fueron arras- trados en estatua por las calles con pregones afrentosos, y pin- tados en las casas del consistorio sus retratos, escribiendo al pié, después de los nombres, su traición y su perjurio. Negóse- les el salvo conducto que pedían para presentarse á dar cuenta de sus actos. En medio del tumulto prevalecía no obstante sobre el obispo la influencia del de Alba, tanto, que Acuña desesperado hubo de abandonar la ciudad y acudió á la junta de Tordesillas pidiéndole ayuda á trueque de sus servicios. Con la gente y artillería que obtuvo de los comuneros gozosos de granjearse tan firme auxiliar, revolvió sobre Zamora, donde no osó esperarle el conde, sino que desamparada la fortaleza mar- chó á juntarse con la hueste de los caballeros, 73 570 ZAMORA Los dos contendientes figuraron en primera línea en su res pectivo campo. Acuña formó una falange sagrada de cuatrocien- tos clérigos de su diócesis, valientes, y bien armados á quienes azuzaba como alanos en los combates (t). En la defensa de Tordesillas, en el socorro de Torrelobatón, en la derrota de Villalar, militaron siempre las compañías de Zamora al lado de las de Toro y Salamanca, participando de la gloria de aque- lias jornadas y también de las rivalidades é indisciplina que esterilizaban á menudo sus victorias y agravaban sus reveses. Mientras empuñó el bravo obispo la espada, no reconoció la ciudad otro señor ni caudillo; mientras alentó, aunque preso, en Simancas, no tuvo otro prelado, gobernando como administra- dor de la iglesia D. Francisco de Mendoza. De consiguiente no se limitaron allí las alteraciones á eclesiásticos inquietos y gente ordinaria, como ha escrito algún historiador de Zamora para acreditarla de leal; subió al patíbulo su procurador en la Santa Junta Francisco Pardo; aparecen entre los exceptuados del per- dón seis individuos de las ilustres familias de Porras y de Ocam- po; y si se celebraron con grandes fiestas la reducción y el cas- tigo de los rebeldes, es porque rara vez faltan vivas para los vencedores y porque el entusiasmo oficial no data precisamente de nuestra era. Aquí termina la historia pública de Zamora, á no registrar como acontecimientos las visitas reales con que muy de paso la honraron, en 1522 Carlos V, en 1554 Felipe II todavía prínci pe, al ir á desposarse en Inglaterra con la reina María, en 1602 Felipe III y su consorte Margarita de Austria. Siguen empero sus anales íntimos, llenos de odios y disensiones de familia, de duelos y emboscadas, de reyertas y asaltos, que convertían en sangrienta liza sus calles y sus casas en fortalezas; y los bandos de los Mazariegos y de sus contrarios no desmerecieron en (i) «Y al arremeter decía: aquí mis clérigos;» son palabras de Sandoval. Vea- se en la nota primera pág. 249 de este tomo la cita de Guevara sobre lo mismo.» Zamora pleno siglo XVI de las más encarnizadas facciones de la Edad media. En 1642 la amenazaron los portugueses invadiendo el país extraño para asegurar lâ reciente emancipación del suyo; y el obispo Coello de Ribera, renovando en causa más legítima el marcial ejemplo de Acuña, armó á los clérigos y frailes para defenderla ; en 1808 la sometieron sin hallar resistencia los franceses después de la funesta batalla de Rioseco. Ahora en el seno de la paz y del retiro recuerda Zamora como anciano militar los sitios que con tanta prez sostuvo en el siglo x con- tra los sarracenos, en el xi contra los castellanos, en el xv contra los portugueses, con más entusiasmo por sus antiguas glorias que deseos de conquistar nuevos y costosos blasones. OLARO espejo por el lado de mediodía ofrece el ancho Duero á la capital, pintoresca entrada el magnífico puente. Desde I la opuesta orilla, por entre las ruinas de San Francisco ó de San Jerónimo, aparece coronada por las antiguas y numerosas torres de sus parroquias y como principal florón por el bizantino cimborio de la catedral, asentada sobre cuestas que al oriente bajan en suave declive y terminan al poniente en quebradas rocas y precipicios, rodeada de arrabales que besan y ocultan su pedestal. El puente abre á las aguas diez y seis arcos ojivos y encima de los estribos otros tantos huecos de medio punto á fin de aligerar su mole; mas ha perdido ya su poético almena- je (i), y sus famosas torres, invicto baluarte del trono de Isabel \ la Católica, se han convertido en dos portales sin carácter, cons- truído el exterior en 1566, el interior decorado en 1617 con un frontispicio triangular. Al informe torreón que resta, se ha (i) No sabemos si contó las almenas del puente Méndez Silva, pues dice tenía trescientas. 574 ü; À M o k A. impuesto desde 171 7 un pesado chapitel y por veleta una hgu- ra giratoria, muy sonada entre el vulgo con el nombre de Go- bierna (i). La existencia del puente no data sino del siglo xiv; en 24 de Enero de 1310 unas crecientes se llevaron á su ante- cesor, al cual algunos han supuesto de romano origen (2), y cuyos pilares todavía asoman á la superficie algo más abajo, corriendo desde la puerta de Olivares hasta el sitio que ocu- paba enfrente la destruida iglesia de San Lorenzo (3). Extiéndese Zamora de oriente á poniente, presentando al norte el vértice del ángulo que forma: su figura, para usar del rústico pero expresivo símil de los naturales, se aproxima á la de una albarda. Con más poesía describe el cantar antiguo su situación : . De un cabo la cerca Duero, Del otro peña tajada, Del otro veinte y seis cubos, Del otro la barbacana (4). Y todavía es fácil reconocerla por las mismas señas, pues los muros conservan sus torreones y en varios puntos sus almenas. En la parte más alta de la ciudad márcase aún el primitivo re- (1) Representa esta figura la Fama en actitud de pregonarlas glorias de la ciudad, y aunque tan moderna, ha sido varias veces restaurada. Poco antiguos son de consiguiente los cantares que la ponen en parangón con la otra veleta de la torre de San Juan, el famoso Pero Mato de que se hablará más adelante. (2) No es esto decir que yo sostenga esta suposición erróneamente^ como pre- tende el Sr. P^ernández Duro, y hahlo en singular, observando una vez por todas que mi compañero Parcerisa, á quien se cita frecuentemente conmigo y aun á so- las, no fué sino dibujante y editor de los Recuerdos y Bellezas, y que cada autor de la obra responde de su texto exclusivamente. (3) De ésta hacen mención las lecciones de San Atilano como existente en tiempo del santo obispo. (4) Mediodía, occidente, norte y oriente parece ser el orden de los confines que se trazan á la ciudad en estos tradicionales versos. Á los dos últimos se sus- tituyen en casi todas las ediciones del Romancero estos otros puestos en boca del rey Fernando 1 al legarla á su bija : Del otro la .Morería ; Una cosa es muy preciada ! Es de advertir que por nose entiende aquí ningún barrio así llamado, sino las regiones por conquistar que se extendían á la otra parte del Duero, 576 ZAMORA cinto, que empezando desde la puerta septentrional del palacio de Urraca (1) y dominando las rápidas pendientes vueltas al ocaso, costeaba los miradores del río ppr debajo de San Pe- dro y de San Andrés, donde subsisten largas cortinas guarne- cidas de cubos, y seguía por la plaza y por San Juan que se denominaba entonces de Puerta Nueva hasta volver al mismo punto de partida. Más adelante la población se dilató al oriente por campos menos desiguales, y se formaron en lo bajo de la orilla, al pié de la antigua cerca, los barrios de Horta y de Santo Tomé, el cual á fines del siglo xiv se llamaba puebla del Valle, gozando de privativos fueros sus moradores como suje- tos á señorío particular (2). Estos cuantiosos ensanches se in- cluyeron en la nueva muralla; pero han quedado fuera de ella, no porque sean de formación más reciente sino por la dificultad del terreno, los arrabales de San Lázaro, Sancti Spiritus, OH- vares, Cabañales y San Frontis, colocados en semicírculo de nordoeste á sur al abrigo de la enriscada fortaleza, y presi- didos por pequeñas parroquias cuya estructura revela su remo- to origen. Con dichas ampliaciones y mudanzas han variado de posi- ción y nombre las puertas: de las nueve que ahora existen in- clusos los postigos, las principales son la del Puente, la de OH- vares ó del Obispo, la de la Feria y la de Santa Clara junto á la cual descuella un torreón polígono hacia levante (3). F1 his- (1) Véase atrás la mención de esta puerta, página 548. Segiin historias ma- nuscritas, tenía dicho palacio, del cual apenas hemos alcanzado vestigios, tres- cientos piés de frente y ciento de altura y veinticinco de diámetro las dos , torres, cuyo elegctnlisimo remate bt^^antino se comprueba poruña antiquísima pin- tura en tabla á que se refiere Fernández Duro. (2) Según antiguas informaciones de testigos, los vecinos de dicha puebla estaban exentos de martiniega, y en calidad de vasallos llevaban por cada hogar una pierna de vaca y un par de gallinas á Pedro de Mera su señor y después á Fernán Ramírez; los que huyendo de la ciudad se acogían á aquel barrio no po- dían ser sacados por fuerza. (3) Las restantes puertas se apellidan del Pescado, Nueva y de San Pablo; los portillos, de San Martín y de San Torcuato. En el siglo xii se llamaba de Santa Co- lumba una que miraba hacia el oeste, que creemos sea la tapiada del Mercadillo. ZAMORA tórico castillo, situado al extremo occidente, se convirtió duran- te la última guerra civil en moderna fortificación á modo de cindadela al mismo nivel de la muralla; y como en épocas anteriores de trastorno, se le incorporaron la catedral vecina y el palacio episcopal, sin perder por esto su destino ni su ca- rácter. Hecho para alternar con belicosos torreones, cual se le vió sin duda algún día, parece en verdad el cimborio del augusto templo, tal es de imponente y grave su fisonomía. Al hallarnos por primera vez con el bello y raro tipo, del cual van á ofrecer- nos repetido ejemplo en breve espacio Toro y Salamanca, sen- timos una sorpresa y un placer indefinibles, y deploramos que el arte románico nos haya escaseado en sus iglesias ó que el tiempo y los hombres hayan respetado tan poco esta clase de construcciones, que constituyen, por decirlo así, su preciosa dia- dema. Cuatro cubos flanquean su redondez, terminados en cu- pulillas y perforados de ventanas que les comunican una ligere- za comparable á la de la crestería gótica con mayor severidad, y se la dan á los curvos entrepaños la continuada serie de aquellas aberturas, cuyos arcos de medio punto sustentan triples columnitas, y las buhardillas ó espadañas de forma triangular en que rematan. Por cima de ellas asoma la media naranja, par- tida por labrados radios (i), y la acompaña en armónico grupo También hubo un postig'o denominado de Arena ó de Zambranos de la Reina, se- gún notamos página 545. (i) La calidad porosa de la piedra y su mucha antigüedad hacen que se infil- tren algún tanto las aguas pluviales: este inconveniente que debiera remediarse con una delgada plancha de plomo, la que con facilidad se amoldaría á las grue- sas escamas que forman los sillares de la media naranja haciendo oficio de tejas, lo ha sido recientemente por una gruesa capa de argamasa, que á más de contras- tar horriblemente con la entonación del edificio, ha cegado por completo todas las labores. Con dificultad podrá presentarse á la vista cosa más desapacible é in- grata que aquellas cinco calvas, que otra cosa no parecen hoy día las cúpulas que dan remate al celebrado cimborio. Por veneración á los monumentos de nuestra patria y por decoro de las bellas artes, suplicamos á la respetable Academia de San Fernando en la que se halla hoy refundida la Comisión central de monumen- tos, que haga todo lo posible para que desaparezca cuanto antes el desdichado remiendo que tan mala impresión causa, y tan pobre idea ha de dar de nuestra 5P0 ZAMORA la majestuosa torre, no sabemos si-incompleta ó rebajada, lie- vando salientes machones en sus cuatro esquinas y tres órdenes de ventanas también semirculares, que aumentan progresiva- debió mente á cada cuerpo desde una hasta tres por lado. Así nacer casi de improviso la suntuosa basílica á los ojos de la asombrada • generación de mediados del siglo xii. No todas empero sus obras exteriores proceden de la pri- mera edad: á la del gótico florido pertenece la capilla mayor reforzada con estribos, coronada de calado antepecho y de afi- ligranados crestones; la moderna torre del reloj ostenta sin di- simulo su agudo chapitel y su veleta ; y dos cuerpos de pilastras dóricas y jónicas, con agujas repartidas de trecho en trecho, decoran el rnuro del crucero y la cerca del claustro que forman ángulo por el lado del norte. La portada correspondiente á di- cho brazo consta de un grande arco greco-romano, de cuatro medias columnas corintias, y de un ático triangular con^cuatro pirámides arriba, y en el fondo la veneranda imagen del Salva- dor, titular de la iglesia, perteneciente sin duda á la portada primitiva. Para contemplar en su pureza la fábrica bizantina, es menester trasladarnos, ya que el edificio carece á los piés de fachada (i), á la otra lateral del mediodía llamada del Obispo estar frente á la entrada de su palacio. Vese allí sobre una por escalinata la puerta de plena cimbra, los cortos fustes cilindricos, los capiteles de abultadas hojas, el cuádruple arquivolto decre- cente orlado de lóbulos ó colgadizos, de cuya unión por los ex- tremos resultan círculos hondamente trepados. En los medios de los arcos colaterales resaltan dos relieves : á la dere- puntos cha la Virgen con el niño Jesús en su regazo adorado por dos ángeles, á la izquierda dos figuras que representan sin duda á los apóstoles según el nombre de Paulus que en el libro del cultura y coaocimientos arqueológicos á los muchos viajeros que con el aliciente del ferro-carril pasan á visitar la perla del siglo xii. (i) Que un tiempo la hubó hacen sospecharlo las ventanas y labradas ménsu- las que asoman por fuera y se demuestran dentro de la capilla del Cardenal. ZAMORA L 'à, \ ''•'■íi~'^ r. <•, , 4 - •--i, ¿ ^ ^ ).- >■ ■ - , •/ - p^¡vTíïS^-' • ^ isl. i ^ -k'^ •-'.'■Í,·^·..'· ' ■" .'■. ,P ^' -Î ï·''" ■ : ' , \ ."Pwr ■ ■■ '. íi ./ •' ' -; ' > -T •-•■ . '-r: >- w . ~^.~'^'jrh',\i ' - f¿y ■■■■:: W:': -^v^tóv. i' ' A:·u"·^' 22fv\-'"i^ ■ y^.^-K-V. sl'^-^;^.'■ ■'( c>" >, '>! ■'■" '"'.í>." ' v^^ Wv.V'^li^ w,?.. y v-''-í^' '-r > ■■■ ® «•■á--&2í2sf!*-.'-'^K® 'i s':í2 * ' ^ \\' ' í ^ l' ^ hS^P Iv^ -4 ■ ' /!^, y >. . , í'/j íVhV., - ' , írf;n,,,v , V . ' '. ' '.V '-J l^' ^■■-· '■ ■-■.·7^·? ■·4;7 w''' '' ' ■• 7-7^ ■'■ 7-s.' ' r-7v7:'- :K7|-7!7M''Y--; U'. < -77^ ^pik\ ''-7.^7·^■^'''■ "'>.7#!^ ■pis:24:'\.-4'V 4#í;r'-K-4V, Í ;i^li •■^ '7 á '5 ' ■■■'\;V--J;.-"i - ■ ■ ■ '• A Ï .••••. i 'í.''- .. í:A:<. ■■i^'4-Kt·'^ ^■ ■• HO- '\^'i--.4í^*-'--7■■■ 2f^-.-/<4. 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CATEDRAL.— Detalles de la Puerta del Obispo 582 ZAMORA uno se lee; en los vanos se notan, aunque bastante desgastados, dragones, flores y diversos caprichos en sendos casetones. So- bre dichos arcos se abre una estrella lobulada dentro de cua- drada moldura; sobre el ingreso corre una galería figurada de cinco ventanas como las ya descritas. Encierran esta portada dos altas columnas de anchas estrías y capitel almenado, á cuya altura avanza la cornisa de arquería trilobada que continúa á lo largo de las naves, y en el remate se diseña entre dos menores un grande arco con una ventana en el centro. ¡Cuántas veces y á todas horas, á la luz del día y en la oscuridad de la noche, nos detuvimos á leer aquella página monumental, que tanto dice con su silencio, suaviza tanto con su tristeza! Si no constase que la catedral entera se hizo en veintitrés años, de 1151 á 11 74, con poco vista celeridad, nos sentiríamos tentados á creer algo posterior la estructura de sus naves á causa de la ojiva bien desenvuelta, aunque algo reentrante á los extremos, que campea así en los arcos de las bóvedas como en los de comunicación, marcando ya la proximidad del siglo xiii. Por lo demás las proporciones de dichas naves no muy altas ni muy preeminente sobre las menores la principal, los grupos de columnas pegados á los gruesos pilares sin más escultura en sus capiteles que rudas almenas, la robustez en suma y la austeridad del conjunto, guardan completo y sin mezcla el carácter bizan- tino ; y bien que las ventanas semicirculares carezcan de su pe- culiar ornato y la luz no penetre al través de pintados vidrios, mantiene religiosa oscuridad el venerable y genuino color de los sillares. El mayor triunfo del ignorado arquitecto está en el gen- til cimborio levantado en medio del crucero sobre arcos torales ojivos como los demás; tanta es la gracia de su torneada cir- cunferencia, la esplendidez de sus diez y seis ventanas, y la ele- gancia con que los arcos arrancan de los labrados capiteles de otras tantas columnas á reunirse en la clave central. Tan sólo hacia la cabecera aparece modificada la disposición del templo, y al reedificarse á últimos del siglo xv la capilla zamora CATEDRAL.—Fachada de la puerta del Obispo 584 ZAMORA. fué sin duda cuando se duplicó con otra arcada la an- mayor, chura de los brazos del crucero, agregándoles el espacio que debieron los ábsides laterales. Distingüese esta adición ocupar por su pronunciado estilo gótico, por sus agudas ojivas, y por la crucería y aristas doradas de sus tres bóvedas, mostrando un grande escudo imperial en su clave la bóveda del medio, que fué destinada á presbiterio, cerrando con alta reja los tres arcos, la para compensar la escasa profundidad dada á capilla mayor, cuyo techo describe media estrella. El promovedor de la nueva obra fué el obispo Diego Meléndez Valdés, que detenido en Roma por su cargo de mayordomo pontificio, sin haber visitado su iglesia de Zamora en los años que la regió desde 1496 has- ta 1506, empleó al menos en provecho de ella las pingües ren- tas le producía. Sus blasones de cinco lises que resplandecen en la primorosa reja, acompañada de dos púlpitos cuyo pié y ante- pecho forman menudas redes de follaje en hierro sobredorado; acaso usaba por divisa la sentencia escrita á la entrada en y gó- ticos caracteres : d cualquier cuenta es loco el que mucho presume de si ligeramente^ cahe el vanaglorioso. Las reformas alcanzaron al interior de las puertas situadas á los extremos del crucero primitivo, orlando la del mediodía con hojas de cardo y depám- panos muy delicadas, y la del norte con calados colgadizos de grifos y de candelabros, ciñéndolas á entrambas en su parte superior se con una balaustrada de piedra, detrás de la cual asienta en la primera el órgano y el reloj en la segunda. Poco se aviene con la arquitectura de la capilla y menos aún con la general del edificio el moderno retablo, vaciado en el molde de D. Ventura Rodríguez, por más que brillen en su línea las cuatro columnas de rosado jaspe con sus dorados capiteles corintios, el medallón principal de mármol blanco de Carrara y encerrado en el arco de medio punto. Representa la transfigu- ración del Salvador con más acierto en las figuras de los após- toles los personajes del centro ; en el ático se leen las que en palabras hic est filius meus dilectus.^ y en lo más alto asoma en actitud de contemplar á su unigénito el Padre Eterno que las pronunció : las estatuas puestas en los intercolumnios y las sen- tadas en el segundo cuerpo no pasan de la medianía. Mezquinos y de mal gusto son los dos retablos colaterales situados fuera de la 585 capilla. Sepulcros no hay otros en aquel recinto que el del insigne conde Ponce de Cabrera, cuya estatua cubierta de arma- dura y con el casco en el suelo ora de rodillas, sobre una peana arrimada al pilar derecho de la reja, debajo de un doselete gó- tico de la decadencia, reemplazando tal vez alguna memoria más antigua (i). Al prelado Meléndez Valdés es debida también la construe- ción del coro debajo de las dos bóvedas de la nave mayor más cercanas al crucero ; el mismo gusto y primor se advierte en su reja que en la del presbiterio, el mismo escudo de armas en ella y en el trascoro. De humor alegre, de fecunda y retozona fan- tasía debió ser el artífice que en el reverso y en los brazos de los asientos esculpió mil picantes apólogos, mil raras caricaturas y transparentes alegorías, algunas en verdad sobrado licencio- sas. Con su inventiva rivalizaba su destreza, y pocas catedrales pueden ostentar esculturas como los bustos de patriarcas y pro- fetas que hay en los respaldos de la sillería baja, como los san- tos de uno y otro sexo entallados en la alta, y el Redentor y los apóstoles que ocupan el muro del testero ; las caladas barandi- lias de las escaleras de comunicación ofrecen en sus ángulos grupos de columnas, imágenes y doseletes. Menos hábil se de- nota la mano que en los casetones del friso superior labró folla- jes y variados caprichos; pero la orla en que termina de trepa- dos arabescos, y los aéreos pináculos de la silla episcopal y de las dos contiguas á la entrada, no desmerecen de la delicadeza y gracia del estilo. Parecidas galas despliegan tres arcos en el trascoro, los del extremo cobijando dos puertas, el del centro (i) La inscripción parece anterior á la estatua, como advertimos atrás al co- piarla, pág. 554. 74 ZAMORA una pintura en tabla donde legiones de bienaventurados rodean sentadas el trono del Salvador. No abundan en la iglesia de Zamora, á pesar de su antigüe- dad, las memorias sepulcrales de la Edad media, y las que hay se reducen á meras lápidas, renovadas casi todas. Ilustres y nu- merosos entierros llenaban el primitivo claustro, y los restos salvados del voraz incendio de 1591 se depositaron juntos al pié de la cerca exterior del coro á la parte del evangelio. Al lado de la losa que lo recuerda (i) se ve la del deán D. Gómez Martínez que en 1350 legó cuantiosa hacienda para aniversa- rios (2), en el respaldo opuesto otra del chantre D. Juan Alonso del Busto, fallecido en 1425 (3), y en la nave lateral de la epís- tola las de un alcalde de rey y de un abad de Sancti Spiritus á principios de la misma centuria (4). De los obispos no quedan labradas urnas ni yacientes efigies, pero sí la mención del infati- gable fundador y consagrador del templo, perpetuada por Guillermo, su sucesor, en la inscripción colocada sobre la puerta del norte (5), y en los costados de la de mediodía dentro (1) Dice así: Cor-pora, illusirium utriusque sexus,in sepulchris claustri v eteris reperta anno incendií i 59 i, honorifice conduntur hic anno 1621. Entre dichos res- tos refiere la tradición que se encontró un brazo de Arias Gonzalo. (2) Esta inscripción curiosa en detalles presenta un pasaje algo difícil que por la premura del tiempo y por su corta importancia dejamos de llenar: «Aquí ant este altar yaz don Gomez Ms dean de Çamora; dexó por su alma al cabildo las sus casas que son en la rua de Mercadillo e en Andavias el palacio, otras casas de al- quiler, unas viñas en Penedo, dos yugos de buis aliñados con un prado, un palom- bar en Palacios, 1111 yugos de buis los dos aliñados, 111 piados en S. Frontes, XXVI pares de casas fechas,, 111 cortezielas, todo lo qual en esto an á dar cada año CG maravedís á un capellán que diga misa aquí en esta capilla VI misas cada semana, dos en S. Frontes, e anle de fazer el cabildo por siempre cada mes media- do un aniversario, e finó sábado 1111 días de novembrio era de mili e CCGLXXX e ocho años.» (3) «Aquí en el suelo, dice, delante deste altar yaze don Juan A. del Busto chantre desta iglesia que Dios perdone, e finó dgo. {domingo) á tres días por andar de jullio año del Señor de mili e quatrocientos e veinte e cinco años. O tú leedor di Pater noster por mí que Dios perdone á tí e á mí.» (4) En dichas lápidas, ambas renovadas, se lee : «Aquí yace Lope Ro.' (Rodri- guez) de Olivares alcalde del rey e oydor en la su audiencia, finó año 1402.—Aquí yace Al.° García abad de 8. Spiritus y canónigo de esta Sta. iglesia, falleció á 20 de mayo de 1 409.» (5) En la pág. 553 transcribimos ya esta interesantísima inscripción. dos lucillos sobre fondo dorado los epitafios de Pedro el prime- ro y de Suero Pérez (i), á los cuales acompañan no muy distan tes los de Pedro el segundo y de Bernardo restaurador de la sede zamorana (2). ¡Ah! también allí como en Palència se ha 58? añadido desde nuestra visita otro epitafio de un buen amigo y de un prelado virtuoso, también allí reclama de nosotros una oración y una lágrima la tumba de D. Rafael Manso, de recuer- do tan honroso para Villamayor de Campos su patria, tan dulce para Salamanca, teatro de su carrera, tan venerable para Ma- Horca su primera silla, hombre en quien competían la ingenuidad y llaneza de carácter y el más absoluto desprendimiento con la mayor fortaleza del celo episcopal (3). Á los piés de las naves en lugar de puertas, como en las catedrales suele haberlas, se abren tres capillas, de las cuales la del medio dedicada á San Ildefonso, lleva el nombre del carde- nal su fundador. Fué D. Juan de Mella, hijo y prelado de Zamo- ra, donde nació en 1397, fiel é insigne servidor de los papas Eugenio IV y Calixto III que le confirió el capelo con el título de Santa Prisca, y agregado á la corte pontificia residió y murió en Roma á 13 de Octubre de 1467 lejos de su patria y diócesis, gobernada en ausencia suya por su hermano fray Fernando, obispo de Lidda en Palestina. No alcanzó á mancillar sus blaso- nes la apostasía de otro hermano religioso de San Francisco, llamado fray Alonso, que renovando en Durango la secta de los (1) He aquí su contenido : Hicj'acei dom. Petrus, primus hujus nominis, episco- pus Zamorensis et familiaris regis Ferdinandi qui Hispalim á Mauris cepit^ obiit anno 1254.—Hic jacet dom. Suerus Perez eps. Zamorensis., cujus tempore corpus S. Ildefonsi archiepi. Toletani divinitus inventum fuit in eccla. S. Petri hujus civita- tis, obiit anno i 286. (2) El de D. Bernardo colocado en la nave de la epístola dice : Hic jacet dom. Bernardus primus eps. Zamorensis de modernis, ob. anno i 149. En la nave opuesta, si mal no recordamos, está el de otro Pedro, renovado como los anteriores: Hic jacet dom. Petrus, hujus nominis secundus., eps. Zamorensis., obiit anno i 302. (3) Bien consigna las culminantes virtudes del Sr. Manso, su caridad y su la- boriosidad, el conciso epitafio que se le puso : D. D. Raphael Manso episcopus Za- morensis, vir doctrina ac largitate in pauperes prceclarus., quem Deus ad lalorum prœmia quinto kalendas januarii ann. MDCCCLXH evocavit, jacet hic R. I. P. ZAMORA Fratricelos, para evitar la hoguera dió consigo en Granada con varias cómplices y víctimas de su libertinaje, y recibió allí de los moros no menos cruel suplicio (i). El monumento más notable que legó el cardenal á su iglesia fué la citada capilla, aunque las labores del renacimiento mezcladas con las góticas en el arco de la portada indican haberse construido después de su muerte: consta de dos bóvedas labradas de crucería, y en los muros, así como en las tablas del precioso retablo colocado á la derecha del espectador, figuran pasajes de la vida de San Ildefonso. Re- presentan las tres del primer cuerpo la investidura de la celeste casulla, la aparición de Santa Leocadia y otro hecho del santo; las del segundo el Calvario, el bautismo de Jesús y la degolla- ción del Bautista; á cada una sirven de marco dorados arabes- cos, y graciosas pulseras á todo el retablo, en el cual se lee el nombre del autor de aquellas pinturas, el insigne Fernando Ga- llego, si es que no lo ha adivinado ya el conocedor de su pincel privilegiado entre los de su época. Entre las numerosas sepul- turas que contiene la capilla, no se lee el apellido del fundador sino en la del regidor Luís de Mella y Vázquez, fallecido en 1523; las demás pertenecen á la familia de Romero, ligada tal vez por estrechos vínculos con la del cardenal. Alvaro, que finó en 1470, yace dentro de un nicho orlado de colgadizos con un paje á los piés reclinado sobre su casco (2) ; la efigie de Pedro, de quien en 1508 enviudó Beatriz de Reinoso, resalta en la delantera de la tumba ; siguen las lápidas de Sancho y Pedro, patronos de la (1) De este suceso acaecido hacia el 1442 hacen mención la crónica de Juan II, Garibay y Mariana. « Hízose inquisición, dice éste, de los que se hallaron infició- nados con aquel error; muchos fueron puestos á cuestión de tormento y los mas quemados vivos. Era el capitán de todos... fray Alonso Mella; éste por miedo del castigo se huyó á Granada con muchas mozuelas que llevó consigo, que pasaron la vida torpemente entre los bárbaros. El mismo, no se sabe por qué causa, pero fué acañavereado por los moros, muerte conforme á la vida y secta que siguió.» (2) En un tarjetón de la urna se lee: «Aquí yace el honrado cavallero Alvaro Romero, que murió á Vlll dias de julio año de mili CCCGLXX.» El otro sepulcro es «del honrado cavallero Pedro Romero que murió á i 3 diciembre de i 508 y de la honrada y. devota dueña Beatriz de Reinoso su muger que murió á 10 ene- ro I 5 30.» Z A M o R A ^89 capilla, de Velasco, canónigo de Córdoba, y de Juan, maestre escuela de Zamora y capellán mayor, muerto aquél en 1507 y éste en 1548- Ocupa el puesto de honor en el testero debajo de un arco guarnecido de follajes la urna alabastrina de otro Juan Romero, predecesor en la dignidad del ya nombrado, cuyo fren- te reproduce la imagen del difunto orando ante la Virgen, y al pié de la cual juguetean lindos perros (i). La espaciosa sacristía encierra apreciables cuadros de apóstoles y de batallas del pue- blo de Dios. Á San Juan evangelista erigió la capilla inmediata de la nave de la epístola el canónigo Juan de Grado que otorgó en 1507 su testamento, y en época tan avanzada halló todavía quien obrara una maravilla de gótica delicadeza. La cajonería oculta casi las labores de su túmulo de alabastro, pero no su bellísima estatua vestida de casulla ricamente bordada, con el cáliz en la mano, acompañada de un clérigo que reza las últimas preces y de un ángel que acoge el alma del finado (2). Donde más luce el primor de la escultura es en la hornacina superior dispuesta á manera de retablo : los gentiles colgantes del arco de medio punto, los afiligranados botareles, las imágenes de San Pedro y San Pablo, las expresivas figuras que, cada cual en su repisa, forman encima del arco la escena completa del Calvario, los án- geles que recogen en cálices la sangre del Redentor y otros dos que suspendidos del arquivolto llevan los clavos y el martillo, parecen trabajados en cera, tal es el color y la blandura de la piedra. Dentro del nicho aparece, de tamaño menor que el natu- ral, un anciano de larga barba recostado en el lecho mortuorio, apoyando sobre la mano su coronada cabeza, admirable por su mórbida actitud y por los exquisitos pliegues de su ropaje y su- (1) Hic jcLcei, dice el epitafio, dom. Joannes Romero scolasticiis et canonicus hu- jus eccle. istiusque capelle 7najor capellaniis, obiit anno Domini mill, quingenl. XXXI, die vero XX mensis februarii. (2) Hay el siguiente rótulo : «Sepultura del doctor Juan de Grado, canónigo de esta iglesia, el qual restauró esta capilla e la dotó de dos capellanes perpé- tUOS.M 590 ZAMORA dario. Difícil sería averiguar á quién representa, si no le desig- nara como á uno de los primeros progenitores de la Virgen Madre, tal vez Adán, Abraham ó Jesé, el árbol genealógico que arrancando del féretro despliega con incomparable gracia sus vástagos y brota doce monarcas de Judá entre ellos el rey pro- feta, ostentando en su cima á María reina del universo. Muy atrás se quedó el cincel del renacimiento en las cariá- tides con que adornó los entierros de la capilla de San Miguel colateral á la de San Juan, y en los tendidos bultos de dos canó- nigos de un mismo nombre, Fernando de Balbas, que con el intervalo de medio siglo los ocuparon (i). Nada de notable ofrecen las capillas de los costados, á no ser la de San Bernardo en la nave izquierda, fundada á mediados del xiv por el obispo D. Alonso de Valencia para su sepultura, y reedificada el xvi por el canciller Francisco de Valencia, cuyos servicios guerre- ros y diplomáticos enumera una prolija inscripción (2). De esta renovación datan la reja y la portada con sus abalaustradas columnas y sus estatuas poco dignas del apogeo de las artes. Una joya posee la sacristía, y es la finísima custodia, obra del gótico estilo en su mayor eflorescencia, sutil y mágico con- junto de arbotantes, agujas y doseletes, cuajada de imágenes de santos y profetas, y en los pedestales llena de calados relie- ves y trofeos alusivos á la Pasión ó á la Eucaristía. En el tem- píete exágono del primer cuerpo, que encierra un viril más pre- (1) El uno de los epitafios es de Fernando Martínez dé Balbas que murió en i 2 de Mayo de i 5 18, el otro de Fernando de Balbas que restauró la capilla y la dotó de dos capellanes, fallecido en to de Marzo de i 564. Éste debió ser el canónigo exceptuado de la amnistía por comunero en 1522. (2) Diego de Valencia y Teresa de Guzmán fueron, según la lápida, los padres de este D. Francisco, bailío de Lora, que acompañó á Carlos V en sus guerras de Alemania y á Felipe II en la batalla de San Quintín, que enviado por el duque de Alba fortificó á Dunkerque, que concluyó paces en calidad de embajador con el rey de Túnez, que fué al socorro de Malta y sirvió en la guerra de Portugal y mu- rió en 2 I de Octubre de 1606. Está la losa dentro de un nicho con pilastras en el fondo de la capilla. En medio de ésta no existe ya el magnífico enterramiento del prelado de que habla Fernández Duro, y si es exacta la copia que trae del epitafio, contenía el error inexplicable de hacer al obispo biznieto del rey Sancho, y padre á éste del infante D. Juan, que no era sino su hermano. zamora Claustro de la Catedral 592 ZAMORA cioso todavía, figuran sentados en derredor de la hostia los doce apóstoles, en los cuerpos superiores la Virgen encima de un árbol, San Atilano y el Salvador: el zócalo es de distinto carácter y lleva la fecha de 1598. A su riqueza da más realce la suntuosa gradería de plata con que en las grandes solemni- dades se cubre el altar mayor. El claustro que precedió inmediatamente al actual greco- romano no era ya el primitivo. Para reedificarlo concedió Alfon- so IX algunas rentas en i 206, época de transición la más pro- picia al arte: ¿correspondía á ella la arquitectura.? Es de presu- mir, aunque nada se sabe de fijo. Contenía diversas capillas, una de ellas la de Santa Ana, cedida en 1431 á los Valencias en cambio de otra inmediata á la de Santa Catalina, la cual hubo de deshacerse por el estorbo que causaba (i). Las llamas que en 1591 lo redujeron á cenizas, juntamente con la librería y el archivo, hacen su pérdida menos sensible que si se debiera á gratuito capricho; y fuerza es confesar que no carecen de ele- gancia los arcos dóricos, medias cañas y labrada cornisa de sus galerías reedificadas desde los cimientos, obra ejecutada bajo la dirección de Juan Gómez de Mora por el maestro Fernando de Nates, y terminada en 1621. En ninguna ciudad acaso como en Zamora escolta á la cate- dral una comitiva de parroquias tan copiosa é interesante. A veintitrés asciende aún hoy su número, sin contar algunas que tiempo há desaparecieron, tales como San Martín el pequeñino, Santa Olalla del Burgo y San Miguel de la Cabaña (2). Ocu- (1) Consta la avenencia del cabildo con el regidor Juan de Valencia para dicho trueque y para la traslación de dos bultos sepulcrales. (2) Dicha parroquia de San Miguel pertenecía á la orden del Temple, si bien debía ser regida por sacerdote del clero secular conforme á la excepción acordada en una avenencia del año i 241 entre el cabildo y el maestre, en cuya reserva fue- ron también comprendidas las de Santa María la Nueva de Toro y Santa María de Villabarba ; en 15 99 fué unida á la de San Salvador, y trasladada al convento de benedictinos una famosa cruz de carne que allí se veneraba, aparecida según tra- dición durante cierta peste. Santa Olalla existía ya en 1220 en que el obispo Mar- tin hizo concordia con sus feligreses sobre presentación de beneficios, y sustituyó paba la primera la plaza contigua á la iglesia mayor, la según- da el mercado del trigo y la tercera las inmediaciones de San Salvador de la Vid á la cual fué incorporada: las dos últimas se hallaban en los primitivos arrabales encerrados posterior- 593 mente dentro del nuevo recinto. Otras iglesias había en las afueras en clase de santuarios á semejanza de Santiago, llama- do antiguamente de las Eras (i), y por las lecciones de San Atilano conocemos la de San Vicente de Cornu, vecina al Se- pulcro, y la de San Lorenzo al otro lado del puente (2). Obtiene entre las parroquias cierta primacía la de San Pe- dro, no por haber sido catedral antes que la presente como sin fundamento se asegura (3), sino por los santos cuerpos de San Ildefonso y San Atilano que se gloría de poseer. Cuéntase que un pastor de los montes de Toledo, llamado Pedro Domínguez, vino á Zamora en tiempo del obispo Esteban á manifestar el sitio de aquellos venerados despojos que decía habérsele reve- lado por el cielo ; nadie dió crédito á sus palabras ni á las de otro pastor por nomEre Pascual, que movido por una aparición de la Virgen del Viso hizo un siglo después análoga excitación. Había llegado empero el plazo de arriba señalado para el gran descubrimiento, año de 1260, ocupando la silla Suero Pérez; y al ensanchar la iglesia de San Pedro salió á la luz una urna de á la iglesia parroquial de San Andrés mientras que ocuparon ésta los jesuítas. San Martín, hoy refundida en la catedral, permaneció hasta época muy reciente. (1) Según documento del año i 144 fué dada al cabildo por Diego Romaniz y Mayor Pérez su mujer la cuarta parte de esta iglesia de Santiago situada al oeste en el arrabal junto á la puerta de Santa Columba. En i i 76 y 1178 constan otras donaciones hechas por García Garcés y su hermana María y por Pedro y Teresa López de cuánto les pertenecía en aquella. De la ermita de Santiago hablamos pág. 548. (2) Junto á la ciudad en el lugar llamado Campluma, á fines del siglo xii, dió licencia el obispo Guillermo al maestre de Santiago, Fernando Díaz, para edificar una iglesia de Santa Susana, reservándose la tercera parte de los diezmos. El pri- vilegio de Veremundo II, citado pág. 540, menciona un templo de Santa Leocadia dentro de la ciudad nueva, existente á últimos del siglo x. (3) Contra la afirmación de fray Juan Gil de Zamora, autor de poco crédito aunque del siglo xiv, están otros historiadores más antiguos que titulan de San Salvador á la iglesia erigida por Alfonso 111, y documentos del xi y xii que con- firman esta primitiva advocación. 75 594 ZAMORA piedra con este rótulo: patris Ildephonsi archiepiscopi Toletani. Añádese que fué confirmada con portentos la verdad del hallaz- go, recobrando la vista ante las desenterradas reliquias un cié- go de Lugo, á quien se lo había predicho el santo y aparecido por tres veces en el sepulcro de San Vicente de Ávila, de San Gerardo de Braga y de Santiago de Compostela. Cómo vinie- ron á parar en Zamora las augustas cenizas del doctor más insigne de la iglesia goda, salvadas sin duda de la invasión sa- rracena por los fieles, y cómo quedaron ignoradas durante los primeros siglos dé la restauración cristiana, es cosa no fácil de explicar, ni tampoco el que junto á su tumba se encontrara al pié de un antiquísimo altar de la Virgen la del bienaventurado obispo coetáneo de Alfonso III. Unos y otros restos por temor á piadosos hurtos se depositaron nuevamente en paraje escon- dido, precaución que no impidió, según se dice, á un sacerdote de Toledo llevarse á su iglesia la cabeza de San Atilano pen- sando sustraer la del inmortal arzobispo. La devoción sin em- bargo tomó grandes creces, la parroquia añadió á su título de San Pedro el de San Ildefonso, principalmente desde que á últimos del siglo xv fué casi del todo reedificada á expensas del dadivoso obispo Meléndez Valdés. Abriéronse en 1427 las sagradas urnas para Juan II, en 1522 para Carlos V, en 1554 para el príncipe D. Felipe, en 1602 para Felipe III, en cuyo reinado instó con el pontífice el conde de Fuentes, gobernador de Milán, para erigir en colegiata la parroquia reservándose su patronato perpetuo y derecho de sepultura, proyecto que se frustró por obstáculos imprevistos. De la primitiva fábrica del templo anterior al venturoso hallazgo quedan por vestigios el pequeño ábside de la epístola colateral á la capilla de la Concepción, una ventana ojiva en la fachada principal y una tapiada puerta en el flanco izquierdo, levantada como dos varas sobre el actual nivel de la calle, cuyo triple arquivolto de medio punto sostenido por columnas bizan- tinas guarnecen trepados iguales á los de la puerta del Obispo ZAMORA 595 en la catedral ; á su lado se reconoce una galería también cerra- da. La nave se reconstruyó en el postrer período del arte gó tico, según denotan las bóvedas de crucería, las ventanas, los pilares cilindricos en que apoyan los rebajados arcos; y lo corta que se quedó respecto de su anchura hace presumir que no llegó á su complemento. En 26 de Mayo de 1496, dice la ins- cripción, se elevaron los cuerpos de San Ildefonso y de San Atilano encima del arco que cortando á media altura la ojiva de la capilla mayor sirve de dosel al retablo; pero las estatuas y adornos de aquella portada, y el tabernáculo que cobija las dos urnas, corresponden á época más reciente y más desgra- ciada para el buen gusto, al siglo xvii. Esta segunda renova- ción no perdonó los portales ni la cuadrada torre; quitó del medio de la nave las antiguas sepulturas (i), y en las paredes y cimborio de una capilla colateral á la sacristía hizo alarde de barrocos caprichos. No de ahora sino de siete siglos atrás lleva el dictado de Nueva la parroquia de Santa María, llamada de la Abadía por otro nombre como regida un tiempo por abades (2). Sin duda alcanzaron á ver la furiosa sedición y terrible incendio de 1158 aquella puerta lateral de leve herradura y aquel torneado ábsi- de revestido por fuera de arcos semicirculares, de columnas (1) Empotrada de plano en la pared izquierda se ve una grande y tosca esta- tua de largo cuello, con espada y ropa talar, cuyo epitafio dice : Obiü famulus Dei Peirus de Mera pater Fernandi i'^jo anno s : propter tumuliimpedimentum transía- turn fuit corpus de medio majoris capelle ubij'acebat. Enfrente hay otro bulto seme- jante con este letrero: «Aquí yacen los onrados caballeros Juan y Antonio de As- pariegos año de 1407.» Más reciente aunque todavía ojival es otro entierro á la entrada de la sacristía con dos estatuas, la del padre de relieve entero y arrodilla- da en el fondo del nicho, la del hijo tendida y vistiendo armadura con gorra en la cabeza y el casco á los piés ; debajo se lee en caracteres góticos : « Aquí yacen los onrados cavalleros P. de Ayala el qual fundó esta capilla, e Juan de Ayala de Nie- lla su hijo, el que dexó en esta capilla perpetuamente la misa que se dize á las X e XI oras, e dexó mas su azienda al ospital de Sant Elifonso para curar los pobres, falleció á XXV de abril año de MDXXX años.» La adornada capilla de enfrente, contiene á cada lado dos hornacinas con pilastras y frontispicio y efigies de ro- dillas. (2) En 1200 lo era Romano, del cual hemos visto una concordia con Pedro, abad del monasterio de Peleas que se llamó después Valparaíso. 59Ò ZAMORA exentas y de molduras ajedrezadas; y todavía se muestra el agujero por donde se dice salió la Hostia trasladándose porten- tesamente á otra iglesia contigua (i). La desmochada torre asienta á los piés del edificio sobre una capilla, y á un lado de ella se observa otra puerta macizada y una ventana bizantina. El interior del templo cubierto de apuntadas bóvedas disimula con el moderno revoque su antigüedad, si bien conserva un ar- mario destinado, á archivo de la hermandad de los nobles, y una vetusta pila bautismal esculpida al rededor con figuras en sen- dos nichos. ¿Dónde hallar en el género románico una joya más brillante y completa que la Magdalena de Zamora, y que en su extraño lujo semi-oriental mejor revele el carácter de las obras de los templarios.? Fuélo en realidad, como dependiente de otra pa- rroquia que en la misma ciudad poseían titulada Santa María de Horta y que á pesar de ser la matriz dista mucho de presentar igual magnificencia. Aislada del caserío, rodeada de espacio y desahogo, luce por todos lados la Magdalena sus robustos con- trafuertes, sus ricos y variados canecillos, sus ventanas de me- dio punto partidas muchas por un grueso pilar en dos ojivas, sus claraboyas bordadas de calados círculos, á su cabecera el gallardo ábside con todas, las galas de aquel estilo, á sus piés la ancha torre truncada como tantas otras, con una antigua espadaña. Tapiado el portal derecho hacia el paseo de San Martín, sólo le queda el izquierdo, ante el cual se detiene el viajero sorprendido al cruzar la transitada plazuela, porque en verdad son de admirar los preciosos capiteles de sus ocho co- lumnas y las bellísimas hojas primorosamente plegadas y entre- tejidas que festonean sus cuatro arcos decrecentes, desde el mayor sembrado de cabecitas hasta el último angrelado y cu- (i) Era ésta se dice la parroquial de San Martín donde estaban antes las Due- ñas, pero la fundación de ellas es casi un siglo posterior á dicho suceso. Según otra versión no se movió la Hostia de aquel rincón adonde no llegaron las llamas. Véase atrás, pág. 554. ZAMORA 597 bierto de florones. Una cornisa de delicado follaje ciñe esta portada, florida y risueña, si no le imprimiesen cierta melancó- lica gravedad cuatro lucillos sepulcrales abiertos á su lado. Las columnitas arrimadas á los muros indican que la nave de la Magdalena tuvo bóvedas en vez de su actual techumbre de madera. Á la capilla mayor alta y estrecha introducen suce- sivamente dos arcos, el primero ligeramente apuntado y soste- nido por columnas, el segundo semicircular y aun algo reen- trante que descansa sobre cuadrados pilares fasciculades, mostrando una claraboya encima de su clave y un letrero al rededor del arquivolto (i); pero esta inscripción, referente al patronato y al fallecimiento de una noble dama en el siglo xv, es muy posterior á la construcción del ábside puramente bizan- tino. En los entrepaños de las columnas, que suben á recibir las aristas del cascarón, hay suntuosas ventanas cegadas en el día y debajo de ellas ciertos nichos, uno de ellos más pequeño y orlado de arabescos á la parte de la epístola destinado al pare- cer para las vinajeras: hasta el barroco retablo se esfuerza en tomar allí aires de gentileza y cuida de no ocultar las elegantes formas de la arquitectura. La nave no contiene más capillas que dos arcos de medio punto que avanzan á los lados de la mayor, cuyas columnas han desaparecido, excepto dos estriadas en es- piral, dejando sólo los capiteles y ricas impostas ; encima tal vez existieron tribunas. Á la parte del evangelio sigue más abajo un magnífico sepulcro, sobre el cual levantan una especie de pabe- llón cinco columnas también estriadas, notable por los fantásti- eos grupos de esfinges y dragones esculpidos en sus capiteles y trebolada arquería, y por la corona de aspilleradas torres en que remata. En la cubierta del féretro se advierte una labrada cruz, en el fondo una tosca estatua de pequeñas dimensiones. (i) Está en caracteres floreados y dice así : « Esta capilla es del noble cavallero don Juan de Acuña que Dios aya e de la señora doña Marina Enriques su muger e los que dellos descendieren, la qual dotó dicha señora e despues del señor morió último dia de marzo de mil CCCCLXXX.» 598 ZAMORA cubierta de armadura y tendida en el lecho funeral, cuya alma figura más arriba llevada por dos ángeles y acompañada de otros dos que agitan incensarios; pero ni la fecha de este mau- soleo, probablemente del siglo xiii, ni el nombre del difunto, templario tal vez, aparecen en parte alguna de la obra. Aunque no con tanto esplendor, en las demás parroquias hallaremos marcada la misma fusión bizantino-gótica, sin atre- vernos á decidir cuál de los dos géneros predomina. En el exte- rior de San Isidoro cercana á la catedral se combina el portal apuntado con la ventana semicircular. En la fachada principal de San Juan vemos asomar por cima de la moderna portada una grande ojiva con diversas molduras, mientras que en la puerta lateral el profundo arco de plena cimbra tachonado de gruesos florones gravita sobre grupos de columnas cuyos fustes se entortijan ó forman curiosas trenzas: la iglesia consta de tres naves iguales en altura sostenidas por anchos arcos bocelados, y la capilla mayor y sus colaterales llevan bóvedas de crucería. Asiéntase dicha parroquia junto á la plaza donde existía en el siglo XII la puerta Nueva del anterior recinto ; y en su antigua torre cubierta con una aguja de pizarra están el reloj de la ciu- dad y una veleta en forma de jinete armado, calada la visera y tremolando la enseña vencedora; denomínala el pueblo Pero Mato^ estableciendo entre él y la Gobierna del puente relació- nes misteriosas (i). El concierto formado por la campana del reloj y por la de la Queda era en las grandes fiestas uno de los característicos regocijos, que dió margen al proverbio: reloj y campana—-jiesta Zamorana. La unidad arquitectónica de la torre de San Juan debió de (i) La actual figura, prescindiendo de si hubo otra anterior, parece datar del 1642 y que su autor fué el rejero Pedro de Sepúlveda ; en 1 686 se le aplicaba ya el mote de Pero Mato, en cuya etimología tanta erudición se ha consumido. Apellido fué en los siglos xvi y xvii de familia no oscura, así en Zamora como en otras poblaciones; y las Memorias del Sr. Fernández Duro reproducen la historia de un médico de Córdoba así llamado, que lo fué de su honra dando muerte á su mujer. ZAMORA 599 sufrir naturalmente con la colocación del reloj y con las mudan- zas y frecuentes reparaciones á que ha dado margen ; no así la de San Vicente, que se levanta con severa majestad, abriendo por sus cuatro lados tres órdenes de ojivas con anchos marcos de molduras, y no la desdora su chapitel aunque moderno: el portal románico, no bien acorde con el interior del templo, riva- liza con el de la Magdalena y lo vence quizá en la incomparable gracia de los follajes que engalanan sus capiteles y dovelas. Renovada toda menos en el gótico ingreso se presenta San Bartolomé, humilde y techada de madera San Antolín, entram- bas muy reducidas; pero la capilla mayor de la segunda cons- truída según el estilo del siglo xv encierra una imagen de nues- tra Señora, que se dice aparecida al rey Sancho el Mayor en la cueva del santo patrono de Falencia, y traída por los palentinos en el año 1062 para defender á Zamora de cierta embestida de los sarracenos en virtud de la hermandad que tenían las dos ciudades; uno y otro hecho á cual más dudoso están represen- tados en pintura. La efigie dista de parecer antigua, y opinamos que su historia se confunde con la de la Virgen de la Iniesta, depositada en aquella parroquia ínterin que Sancho IV le hacía fabricar un templo en el lugar de su aparición. Cerca de San Antolín ofrece San Esteban sus dos portadas laterales de ca- rácter bizantino y su exterior flanqueado de machones y ceñido de canecillos: en vez de formar ábside la capilla mayor lleva á su espalda una bella ventana de medio punto, pero la nave de bajas ojivas nada contiene de notable sino la lápida que en 1305 hizo poner á su madre un obispo de Ciudad Rodri- go (')• San Andrés es una excepción del tipo general de sus com- pañeras; pertenece á la época del renacimiento, y ostenta en las enjutas de su puerta dos medallones de San Pedro y San (i) Era MCCCXLIII, dice, V kls. aug. reveretidissimuspater dnus. Al/onsus eps. Civitatensis fecit hic transferri corpus matris sue dompne Marie cujus anima re- quiescat in pace amen. 6oo ZAMORA Pablo y en el nicho superior la estatua de su titular. Su despe- jada nave, cubierta de labrado maderaje de dos vertientes y sostenido á trechos por arcos que cargan sobre cilindricos pila- res, al llegar á los dos tercios de su longitud se divide en dos, abovedadas de profusa crucería y alumbradas por ventanas ge- melas del gusto que apellidamos gótico moderno. De aquí resultan dos capillas mayores que se comunican por un arco; en la izquierda campea un retablo de buen efecto á pesar de su degenerada arquitectura, en cuyos tres cuerpos están repartidos los doce apóstoles, ocupando los compartimientos centrales la Virgen, el Salvador y el grupo del Calvario. Pero el mejor or- namento de la capilla es un sepulcro de alabastro, cuajado de menudos follajes y figuras y labores platerescas en sus pedes- tales, enjutas y friso, decorado de columnas corintias á los lados de la hornacina, y en el segundo cuerpo con un busto de San Jerónimo y dos bellas estatuas de ancianos desnudos sentados sobre un roto frontispicio. Hízolo construir para sí Antonio de Sotelo, reedificador de la iglesia, cuya efigie en traje de caballe- ro armado aparece de rodillas dentro del nicho con el casco y manoplas en el suelo, y rodeóse de los restos de sus mayores removidos de sus antiguas tumbas y representados en otros bultos de relieve (i). La capilla derecha dedicada á San Andrés tiene en el muro opuesto un panteón que se propone imitar en madera y con menos primor y ornato la traza del que acabamos de describir: yacen allí los obispos D. Francisco y D. José Za- pata tío y sobrino, y el primero es el que figura arrodillado. (i) Unos figuran á Pedro y Lope de Sotelo, abuelo y padre del fundador, fa- llecido aquél en 1447 y éste en i 5 14, trasladados, dice el letrero, desde la anti- gua capilla mayor con sus mujeres y pasados; otros á Bernardo su hermano co- mendador de San Juan que murió en r 67, y á Pedro caballero de la misma orden hijo de Gregorio y de D." Antonia de Mella, primeros patronos de la capilla que acabó sus días en i =; 81. En el sepulcro del fundador se lee : «El honrado cavallero Antonio de Sotelo fundó y dotó esta capilla y reedificó esta iglesia á honra y glo- ria de Dios nuestro Señor, mandóse enterrar en este sepulcro, falleció á iqde enero de i 548.» ZAMORA coloridas las ropas y el semblante (i). Protectores decididos de los jesuítas, diéronles aquella iglesia que poseyó la Compañía durante medio siglo, hasta que con la supresión del instituto volvió á ser parroquia y fué destinado á seminario conciliar su espacioso colegio que goza de vistas dilatadas. En la misma altura de San Andrés eleva San Cipriano su torre de ventanas ojivales, como ojivales son sus bóvedas y la angosta entrada del presbiterio bien que apoyada en románicos capiteles: indicio de fábrica más antigua son cuatro piedras es- culpidas, engastadas en la torre, quizá procedentes del pórtico primitivo (2). La antigua cerca que por debajo corría, dejaba fuera distintas parroquias asentadas en las vertientes hacia el río en medio de los barrios del sudeste. La que menos interés ofrece por lo renovada es Santa Lucía, pero lo despiertan el portal y la torre bizantina de San Leonardo, cuyo agudo chapi- tel de pizarra recuerda el de la antigua Valladolid ; su capilla mayor, desdeñando el enmaderado techo de la pobre nave, se engalanó posteriormente con estrella de crucería. Para llamar la atención hacia Santa María de Horta basta decir que perte- neció á los templarios, pasando, no sabemos cómo, mucho antes de su trágica extinción, á la orden del Hospital (3). Aun- que inferior en suntuosidad á su aneja la Magdalena, según ya observamos, no desmerecen del ilustre recuerdo de sus patro- nos la adusta torre colocada sobre el pórtico, la severa puerta (1) El tarjetón contiene el siguiente epitafio : Hic jacet illmus. D. D. F^-ancis- cus Zapata Vera et Morales eps. Zamorensis^ et ad ejus pedes sepultus yacet etiam illmus. nepos el sucessor D. D. Josephus Zapata, uterque domum istam Soc. Jes. erexere, magni/íce dotarunt et tempium exornarunt. Obiit Ule XIV jan. MDCCXX, iste ni ejusdem MDCCXXVII. (2) Una de sus capillas en un arco apuntado encierra la sepultura de Cristo- bal González de Fermosel, gentil hombre del rey D. Felipe (no expresa cuál, pero sería probablemente el I), que fundó las misas de diez y once. (3) Poseíala esta, no solamente antes de 1282 según el convenio que hizo con el obispo y cabildo acerca de dicha parroquia, sino ya en 1246, como se des- prende del siguiente epitafio que hay en la sala capitular de que hablaremos más adelante: Hic jacet Dominicus Petri alumpnus Hospitalis presbiter sub era MCCLXXXIIII. 76 6o2 semicircular, los fuertes estribos, la cornisa de arquería trebola- da que ciñe su exterior, los cruzados arcos de la bóveda y los torales flanqueados de columnas. Á su lado existía un convento de monjas del mismo título, cuya traslación á otro punto permite ahora contemplar su sombrío claustro, antes que por ellas habita- do por los caballeros, cuyos gruesos arcos oprimen cortas colum- nas pareadas en línea transversal, y penetrar en una estancia contigua rodeada de tumbas, destinada sin duda á sala de capí- tulo. Sobre la entrada del convento se lee en letras góticas un versículo de la Biblia que proclama la impotencia del hombre y la vanidad de sus obras sin el auxilio de Dios (i). La antigüedad de Santo Tomé, cedida en 1135 por Alfon- so VII para la fábrica de la catedral, se revela principalmente en el arco de la capilla maj'or, en sus columnas y hojas ajedre- zadas, y en los preciosos restos de ventana que detrás de la misma se descubren : tiene forma de basílica, y aunque sus tres naves se han convertido en una sola, conserva los dos cascaro- nes laterales, cuyos arcos de entrada son de herradura parecidos á los arábigos (2). Mayor renovación ha sufrido San Salvador, llamada de la Vid para distinguirla de la iglesia principal, pero conserva á sus piés la vetusta torre perforada de ancho venta- naje. Todo el ornato del arte bizantino en su más completo desarrollo arreglado á las más correctas proporciones, y todo en perfecta conservación, lo presenta reunido el contiguo tem- pío de Santiago : portal de plena cimbra con tres columnas de graciosos capiteles á cada lado, formando dos arcos gemelos á guisa de ajimez suspendidos al aire en el centro; torre cuadrada y primitiva; tres naves estrechas y gentiles, muy aventajada en altura la del centro y abovedadas las tres con la particularidad de ser apuntadas las laterales ; arcos de comunicación semicir- (1) Nisi Dominvs edificaverit domiim, in vanum laboraveruni qui edificant earn. Vanum est vobis... (2) Sobre la cesión de Santo Tomé véase la pág. 5 $2; y sobre su barrio ó pue- bla, el principio de este capítulo. ZAMORA culares, cuatro por lado ; pilares cuadrados á cuyas caras se arrima una columna de muy rico capitel ; ventanas con columni- tas en las tres naves y otras á espaldas de la capilla mayor y de las menores del testero, puesto que de ábsides carece como Santo Tomé y San Esteban. Tal es esta linda iglesia, acabado modelo en su línea, de cuya fundación é historia nada sabemos, ni siquiera á quién pertenecen los dos nichos sepulcrales de la nave izquierda. Más adelante se encuentra San Torcuato, que abandonando su viejo edificio se mudó enfrente á la iglesia de la Trinidad fabricada al uso del siglo xvii con cúpula y crucero, y custodia las reliquias de un mártir casi desconocido, llamado San Baudilio y por corrupción San Boal. Cada arrabal tiene su parroquia, y á excepción de San Lá- zaro todas tan antiguas como las del interior de la ciudad, po- bres, cubiertas de techo de madera y sin embargo ataviadas con algún resto de sus artísticas galas. Miradas á vista de pája- ro desde los muros, sobresalen entre sus grupos de casas res- pectivos, á la manera de los pendones que guiaban en las solemnidades á los gremios y á las mesnadas en los combates. Sancti Spiritus conserva detrás de su capilla mayor un hermoso rosetón de caladas estrellas que data seguramente desde su origen; fundóla en 121 2 el maestro Juan, deán de Zamora; fué abadía que dió título á una dignidad capitular, y en la puerta que sale desde la iglesia al derruido claustro se ve el bulto de un abad fallecido á mediados del siglo xiv (i). A los Cabañales preside el sepulcro perteneciente á la orden de San Juan y nom- brada ya en las lecciones de San Atilano, con su torre á los piés y su ventana de medio punto en la testera: á su respectivo barrio da nombre San Frontis ó Frontino, cuyo ábside es de • (i) Es de tosca escultura y de cuello desmedidamente largo como otros de su tiempo, y el epitafio dice: «Aranco de Ribera abad desta iglesia de. Sancti Spiritus mandó fazer este vulto XXIIII dias de marzo era de mili CGC y ochenta e ocho años.» De las decenas y unidades de la fecha no estamos completamente seguros ni del nombre tampoco. 6o4 ZAMORA figura poligonal (i). Á todas estas aventaja San Claudio, parro- quia de los Olivares, por la riqueza de su bizantino portal, cu- riosos capiteles, estriados y entretejidos fustes, arquivoltos sembrados de figuras de perros y leones que la cal en mal hora casi ha encubierto. Por dentro á los lados del ingreso de la ca- pilla mayor, que profunda y abovedada hace resaltar la mez- quindad de lo restante, hay como en la Magdalena dos arcos sostenidos por gemelas columnas, cuyos capiteles reproducen monstruos y centauros en correspondencia con la idea de la portada. Hemos procurado con toda solicitud, sin lisonjearnos de haberlo conseguido, comunicar á esta reseña el grato sabor que nos dejó aquella minuciosa visita, y evitar la monotonía en que á menudo caen al tratar de describirlas las impresiones en sí más variadas. De un monumento único, entero, grandioso cabe dar más exacta idea y hacerlo sentir mejor que no de esa abun- dancia de vestigios, incompletos cada uno de por sí pero armo- niosos en su conjunto, páginas dispersas y truncadas del arte, decoración homogénea y genuina de las escenas de lo pasado. Aquí un ábside, allí una portada, más lejos una torre, separadas y en amigable compañía producen mayor efecto que si forma- sen un solo edificio, aislado y extraño por decirlo así en medio de una población remozada; y con esto se explica la preferencia (i) Dióle esta advocación, ya que no el obispo Bernardo (de 1124 á 1149) natural de Perigord, donde se venera por fundador de la silla episcopal á San Frontino, al menos más tarde su compatricio Aldovino, cuyo es el enterramiento y epitafio, interpretado así por un inteligente párroco de dicha iglesia: PRO QUIETE .ETERNA FUNDATORIS LOCI SANOTE ECCLESIE jacet hic tumulatus Petrogoris natus, Aldovinus que vocatus, Moribus ornatus, fama vitaque probatus. Qui obiit ultima die junii, era MCCLIll (i 2 i 5 de C.) El cura Novoa en su historia manuscrita de Zamora se refiere, sin explicarla has- tante, á cierta antigua tradición «de ir á matar la sierpe todos los años desde la ciudad á una puebla llamada S. Frontes,» y trae unos versos de Juan Guiral, poeta culto zamorano, alusivos á este asunto. ZAMORA que sentimos por Zamora respecto de otras ciudades de más artístico renombre. Nos asusta empero la precaria suerte de tantas iglesias, y temblamos de que una reducción de parro- quias inevitable, privándolas de la savia conservadora, no las condene á perecer de abandono ó á los golpes de la segur. Tal ha sido ya la desgracia de los conventos de religiosos, harto inferiores á aquellas en número y en importancia. Aún alcanzamos á ver de pié los descarnados arcos del claustro de San Jerónimo, de forma semicircular, apoyados en columnas exentas y con medallones en sus enjutas, construidos en el si- glo XVI como lo restante de la fábrica; aún pudimos contemplar los ruinosos paredones de San Francisco y su capilla mayor y sus ventanas ojivales de triple arco, que recordaban los estra- gos del sitio de 1476 y el alojamiento del rey de Portugal, que custodiaban las obras históricas con pretensiones de eruditas de fray Juan Gil de Zamora, preceptor del rey Sancho IV (i), que databan desde la traslación de los frailes Menores, instalados en la ermita de Santa Catalina antes de 1259, áotra de Santa Ma- ría de los Milagros situada en aquella orilla (2). A la invasión de los franceses se remonta la ruina del convento de Santo Do- mingo, antes titulado de San Ildefonso, rico de memorias del santo patriarca que lo fundó, de las predicaciones de San Vicen- te Ferrer y de mil curiosas tradiciones, tres veces edificado y (1) Dedicóle un libro titulado de preconiis Hispanice. Su h^isioria naturalícele- siástica y civil y sus demás obras, inéditas en su mayor parte, formaban siete gruesos volúmenes guardados en la biblioteca de su convento y llamados vulgar- mente los Egidios. Alcanzó fray Juan Gil la edad decrépita hasta el punto de per- der la memoria de lo que había escrito, según afirma el Tostado. (2) Cedióles los huertos adyacentes un tal Gallinato y fué sepultado en la pri- mitiva iglesia, que sirvió de capilla mayor hasta que hizo construir otra más espléndida Arnaldo Solier, señor de Villalpando. Había además otra soberbia y grandiosa capilla fundada por un deán de Zamora, cuyos preciosos relieves de la Pasión encomia altamente Wadingo. Á la derecha del presbiterio yacía no sé qué infanta hija de un rey de Castilla, á la izquierda parte de los restos de Rodrigo Martínez de Lara. En el claustro se hacía memoria de la resurrección de Mayor Muñiz, niña de cuatro años, que depositada cadáver una noche por su madre Leonor en el altar de San Francisco, cuéntase que á la mañana siguiente fué re- cobrada viva. 6o6 zamora tres destruido: en su iglesia se enterraban los Benavides y los Ledesmas, y en su claustro el mismo artífice que en 1395 labró SUS arcos, llamado Diego Fernández. Las monjas permanecen en sus claustros, á excepción de las de Horta y de la Concep- ción, cuya casa se ha convertido en instituto literario, subsistiendo Casa del marqués de Villagodio 6o8 ZAMORA la iglesia con su crucero y cúpula barroca (i). Las más antiguas son las Dueñas de Santa María la Real, fundadas hacia 1238 por la viuda del noble Rodrigo de Zamora que vistió con dos hijas el hábito dominico (2); pero su actual convento al otro lado del puente y los frontispicios triangulares de sus balcones y la moderna forma de su templo distan de corresponder á época tan remota. Igual renovación ha sufrido Santa Clara coetánea casi en el origen, y con más esplendidez llevó á cabo el obispo Cabanillas á mediados del último siglo la de Santa Marina perteneciente á las religiosas terceras de San Francisco, cuya iglesia sonríe con su elíptica traza y sus vistosos y simé- trieos altares. San Pablo, de la orden dominica como las Due- ñas, presenta una despejada nave de crucería de imitación gó- tica y en el presbiterio una excelente estatua de Alfonso de Mera su fundador (3); no menos agradecidas á la memoria de los suyos se manifiestan las Descalzas franciscas (4). Así tam- bién publica el nombre del que lo hizo construir el oratorio de la Casa Santa de Jerusalén contiguo á San Torcuato, fabricado en el postrer período ojival dentro de un atrio que circuye al- menado muro casi destruido (5). Monumentos civiles, tan escasos en España donde la religión absorbía casi la vida social, seguramente no hay que buscarlos (1) Suprimiéronse además los conventos de San Bernabé en la plazuela de los Ciento y de Santa María de las Victorias junto á la parroquia de Santiago, este de dominicas, aquel de terceras de San Francisco. (2) De aquel año data un breve de Alejandro IV permitiendo sacar dos reli- giosas del convento de Santo Domingo de Madrid para maestras del de Zamora. (3) Murió en 1353: la efigie está de rodillas dentro de un nicho del renaci- miento, y á sus piés hay un lindo paje reclinado sobre el casco en actitud de dormir. (4) Una inscripción conserva en el presbiteifio los nombres de Juan de Carva- jal, del hábito de Santiago y de su mujer D.° Ana Osorio de Ribera, de la familia de los marqueses de Astorga, fundadora del convento, que falleció en i 592 y cuyos restos fueron trasladados desde la parroquia de San Ildefonso en 1605 en que se concluyó la iglesia de las Descalzas. (5) (lEsta obra mandó fazer, dice la lápida, el onrado Alfonso Frnz. (Fernández) Quadrato canónigo de Zamora, fijo de Alón. Frnz. Quadrato eavallero e de Inés Perez su mujer, el qual fizo e dotó á sus propias espensas á servicio de Dios ntro. Señor e honra e demostración de la Casa Santa de Jrslem.» Zamora 609 en Zamora. La casa de ayuntamiento, situada en el testero de la cuadrilonga plaza, data de 1622, segundo año del reinado de Felipe IV ; y su fachada se reduce á pórtico bajo y galería alta entre dos torres ó pabellones, de arcos semicirculares en el primer cuerpo y apuntados en el segundo, que rematan en cha- piteles suspendidos sobre cuatro pilares, todo sin ornato ni pri- mor (i). El palacio episcopal, edificio más bien eclesiástico que civil, reconstruido un siglo hace por el ilustrísimo Cabanillas, no tiene más que el desahogo de sus salas y sus preciosas vistas hacia el río y los arrabales, que parecen enjambres de mendigos apiñados debajo de sus balcones, desde donde desciende á me- nudo el benéfico rocío de la limosna. Algún interés ofrecen el vasto hospital en el fondo de otra plaza por la pintoresca com- posición de sus partes, y enfrente el hospicio por las góticas molduras de sus cuadradas ventanas, que mejor que á su actual destino corresponden al que tuvo de palacio del duque de Alba. En línea de ilustres y solariegas moradas todavía presenta Za- mora la del marqués de Villagodio, unida por medio de arbotan- tes con la iglesia de San Ildefonso y venerada por la tradición de haber vivido en ella San Atilano, aunque la ventana abierta en una esquina y el caballeresco mote esculpido en la orla que encuadra el arco del portal no remontan más allá de los Reyes Católicos (2). Á la misma época pertenece otra fachada de sille- ría, cuyas grandes ventanas adornan exuberantes galas de la gótica decadencia, dividiendo sus vanos una sutil columna : allí habitaba, se dice, el anciano Francisco de Monsalve tan brutal- mente maltratado con su propia muleta por su pariente Maza- (1) Véase al principio de esta tercera parte, pág. 534, la inscripción romana colocada á la puerta del consistorio. (2) Se halla escrito en letras góticas y repetido : Á los casos de fortuna Segura tiene la vida Y la esperanza perdida. Muéstrase convertido en capilla el que dicen fué aposento de San Atilano, donde se veneran reliquias de santos procedentes de las catacumbas de Roma. ÒIO ZAMORA riego y tan bizarramente vengado por su hijo (i); y el nombre de plazuela de la Yerba que lleva el sitio lo deriva el vulgo, asaz poético á veces, de la que crecía en la yerma calle por donde nadie osaba transitar durante la furia de los partidos. ¿Qué le ha faltado para competir en celebridad con la que sirvió de pa- lestra á Capuletos y Mónteseos ? que en vez de D. Antonio de Zamora se hubiese inspirado en ella Guillermo Shakspeare. (i) En su comedia de Mazariegos y Monsalves apenas se apartó D. Antonio de Zamora de la verdad histórica del suceso, ocurrido en el reinado del Emperador: el insulto hecho por Diego de Mazariego á su anciano tío en Santa María la Nueva día de Reyes de i 5 3 i, la satisfacción dada al cadáver del agraviado y la carta de perdón recogida de su yerta mano, el duelo singular seguido de la reconciliación entre los dos primos, figuran en la escena tales como en cierta curiosa relación escrita por un contemporáneo. CAPÍTULO III Toro I hermanas pueden llamarse dos ciudades por analogía de situación y de aspecto, por comunidad de origen y vicisitudes, y hasta por los celos y reyertas que harto á menudo de la propia fraternidad se originan, son ciertamente Zamora y Toro, dis- tantes no más que cinco leguas entre sí, sentadas sobre la margen derecha del mismo río, parecidas en el número y carác- ter de sus templos, nombradas inseparablemente en unas mismas páginas de la historia. Toro no presenta pruebas más seguras de antigüedad romana que su hermana primogénita, tanto para disputarle los nombres de Sarabris y Ocellum Durii como para atribuirse el de Albucella ó Arbucala (i), aunque deduce no im- (i) Albucella, situada en el itinerario de Antonino á veintidós millas de Ocello Duri, parece ser la misma que Polibio y Livio denominan Arbucala, ciudad de los i vacceos, tomada por Aníbal después de porfiada resistencia \ mas para reducirla á | Toro no vemos hasta aquí sino débiles conjeturas. í 1 6i2 ZAMORA probablemente su etimología de un enorme toro de piedra, cua- les aparecen con frecuencia en las vecinas regiones de Avila y Segovia, cuyo mutilado tronco se muestra todavía á un lado de la colegiata. Descubriríase esta antigualla á la sazón que Alfon- so III encomendó á su hijo García fundar allí una población, ora fuese en suelo virgen, ora sobre las ruinas de otra preexisten- te (i) : pero en los asaltos y combates, que en aquel siglo tantas veces ensangrentaron el Duero al avanzar ó retroceder los mu sulmanes, ni una sola vez figura Toro al par de Zamora y de Simancas. Nómbranla varios documentos del siglo x únicamente como cabeza de un vasto término que lindaba con la diócesis de León (2), y cuyas iglesias luégo de suprimido el efímero obis- pado de Simancas fueron adjudicadas al de Astorga, hasta que renaciendo el de Zamora en el siglo xii le quedaron definitiva- mente sometidas. Cupo Toro con su comarca á la infanta Elvira, como Zamo- ra á Urraca, en la división de estados que dispuso Fernando I entre sus hijos : pero no quiso ó no pudo imitar la leal resisten- cia de su vecina contra la ambición ilimitada del rey Sancho, y tan pronto fué atacada como rendida, si bien con la muerte del usurpador volvió al dominio de su señora que vivió hasta el 15 de Noviembre de iioi (3). La extensión de su fértil campo ó territorio aparece de los límites que le trazó en 1153 Alfon- so VII (4); y su primitivo fuero, ignorado hoy día por desgracia, (1) Taurum namque, dice Sampiro, ad populaiidum dedil filio suo Garseano. (2) Tal es la circunscripción señalada á dicho obispado en 9 i 6 por Ordeño II y confirmada en 95 5 por el III. En la supresión de la sede de Simancas ordenada en 974 se lee : Modo Deo annuente lornamus ad civilatem Asloricensem ecclesias de campo de Tauro per lerminum de Autero de Fumus usque quo vadit ad Aslorganos el indeper Morarelia. Todavía existen los lugares de Asturianos y Moreruela. (2) Yace en el panteón de San Isidoro de León: véase en el correspondiente tomo su epitafio. Flórez afirma que casó esta infanta con el conde García de Cabra, ayo del joven Sancho hijo de Alfonso VI; Sandoval opina mejor que permaneció soltera. (4) Los términos en el privilegio demarcados son : Caslro de Ripa Durii el per illa enzina de Petra Froilaz el per Cerveirolo el per illa caslello de Pelagio Quima- raz el per Canical el per Valesa el per aldeia de la Porta, el inde á Pozolo de Estepar, el per Vilakester el per Vilalali el per Castelanos el per Pileta el per Carballosa el ZAMORA gozaba de tal crédito muchas leguas á la redonda, que el con- cejo de San Cristóbal en el distrito de Salamanca acordó adop- tarlo en 1184 y solicitó hermandad con los toreses, ofreciéndoles la mitad de las tercias de sus iglesias para la fábrica del puente con tal de no pagar pontazgo. Fuéronles otorgados por Alfon- so IX otros fueros fechados en la misma población á 4 de Mayo de 1222, refiriéndose á los que anteriormente les había dado, y fijáronse los excusados que habían de tener los caballeros. Diez años después Fernando III confirmó y adicionó las mercedes de su padre, y á él debe Toro la creación de su municipio: antes la regía militarmente un gobernador como á plaza fronteriza; en adelante tuvo dos alcaldes elegidos por los vecinos y cierto nú- mero de jurados por sus respectivas colaciones ó parroquias, corriendo la administración de justicia á cargo de un juez puesto por el monarca. Derecho tenía la ciudad á la especial solicitud del santo rey, porque de ella había salido en 1217 para reinar en Castilla sus- traído por su madre con discreto ardid á la cautelosa suspicacia paterna; en ella le había librado la muerte, oportuna aunque natural, de su poderoso enemigo D. Alvaro de Lara; en ella recibió como sucesor de su padre la corona de León al volver de sus campañas de Jaén en el otoño de 1230: verdad es que allí también á 5 de Noviembre de 1235 perdió á su virtuosa con- sorte Beatriz de Suevia, mientras él recogía laureles en Andalu- cía. Grande era ya la importancia de Toro, pues seguía en las huestes su bandera la mitad de la provincia (i). Su concejo de acuerdo con el alcalde real Rui Fernández proveía en 1275 ásu per Petrosela de Rhnilo Si'cco et per Villaceite et per Matvctm et per Fontes et per Vittazolethiam et per Tatanda quomodo ferit in Dorio, et quantum ibi d nobis inve- nerii de regalengo, montibus, fontibus, rivulos, vittares, vitlas poputatas vel impo- Púlalas. (i) Cita D. Antonio Gómez de la Torre en su Corograjia de Toro una carta diri- gida en i 246 por Alfonso el Sabio, siendo aún infante, á los concejos de San Román, Fuente el Saúco, Fuente la Peña y otros para que vayan en hueste con el concejo de Toro y guarden la seña de éste, como solían en tiempo de su padre y abuelo. 6i4 ZAMORA propia defensa y al sostenimiento del trono durante la ausencia de Alfonso X aspirante al imperio de Alemania, y en 1280 con- minaba con terribles penas á los vecinos que dejaran el señorío del rey para entrar en el de órdenes ó de dueñas y caballeros. Sin embargo, el príncipe D. Sancho, sublevado contra su padre, la cedió en 1283, á fin de asegurarla más en su devoción y de sofocar algún conato de alzamiento reprimido con rigurosos su- plicios (i), á su esposa D.^ María de Molina: y la prudente señora no sólo se apresuró á aumentar sus privilegios y liberta- des, sino que vino á residir en ella honrándola con el nacimiento de su primogénita Isabel, futura esposa del duque de Bretaña, y trabajando al mismo tiempo solícita, bien que inútilmente, en la reconciliación de las partes juntamente con su cuñada Beatriz, reina viuda de Portugal. Otra infanta de este último nombre y también destinada á ocupar el trono lusitano, vió la luz allí mismo en 1293, colmando de júbilo á los regios esposos y á la ciudad favorecida de nuevo con su presencia. No la olvidó en la época de su viudez la esclarecida reina, pues visitándola en 1301 atendió al remedio de las necesidades y querellas expuestas por los vecinos, y dió diez años de franquicia á los vasallos de órde- nes y castillos que acudiesen á poblarla. La amena situación y apacible clima de Toro movieron sin duda á los regentes del reino á escogerla por residencia de Al- fonso XI durante su niñez, como Fernando IV su padre había pasado la suya en Zamora. Pero llegado apenas á su mayor edad y cumplidos sólo quince años, el bravo mancebo la hizo teatro de su sangrienta justicia. Llamó al infante D. Juan el Tuerto, digno hijo del de Tarifa, cuya ambición insaciable é in- trigas con Aragón y Portugal traían revuelta la monarquía; brindóle con la esperanza de casarle con su hermana Leonor, y ofrecióle por medio de Alvar Núñez su privado alejar del pala- (i) Sufrieron pena capital Lope García con dos hermanos suyos y otros caba- lleros partidarios del infante de Lacerda. ZAMORA 615 ció á Garci Laso de la Vega en quien veía un enemigo capital. Toro se vistió de gala para recibir al primo de su rey en 31 de Octubre de 1326, y al siguiente día fiesta de Todos los Santos, entró D. Juan en la sala del banquete regio dispuesto para aga- sajarle: se ignora lo que allí pasó, pero al momento cayó herido de muerte con dos caballeros suyos Garci Fernández Sarmiento y Lope Aznárez de Hermosilla (i). El suplicio, si tal puede lia- marse un asesinato, se anticipó á la sentencia, que en seguida pronunció el joven soberano en medio de los circunstantes sen- tado en un solio cubierto de luto, refiriendo los crímenes del infante y juzgándolo por traidor; más de ochenta villas y casti- líos que poseía fueron confiscados para la corona, y de la eje- cución del fallo se encargó el propio rey saliendo el otro día á ocuparlos. Aquel mismo año concedió Alfonso á la ciudad una feria franca por Santa María de Agosto: pero la merced le fué mal agradecida por los vecinos, que se coligaron con los deZa- mora y Valladolid contra la prepotencia de Alvar Núñez acau- dillados por Fernán Rodríguez de Balboa prior de San Juan, hasta derribar al valido y conseguir la condenación de su me- moria. Por este tiempo servía Toro de prisión á la joven Cons- tanza hija de D. Juan Manuel, que de desposada con el rey pasó á ser su cautiva, víctima inocente de una política desleal, empleada como instrumento para halagar y burlar alternati- (i) El precioso poema ó crónica rimada de Alfonso XI, culpa nada embozada- mente la muerte alevosa de D. Juan el Tuerto y la imputa á los malos consejos de los privados del rey, especialmente á los de Álvar Núñez Osorio. Trae curiosos detalles del suceso desde la copla igó hasta la 246, y termina refiriendo esta sin- guiar profecía : En Toro compiló su fin El león de la Espanna E derramó la su gente. Fué el buen rey ciertamente, Aquesto dixo Melrin El lobo de la montanna El profeta de Oriente. Fué don Johan el su pariente. Dixo : el león de Espanna E el rey cuando era ninno De sangre fará camino; Mató á don Johan el Tuerto; Matará el lobo de la montanna Toro es la fuente del vino Dentro en la fuente del vino. Adonde don Johan fué muerto. 6iò ZAMORA vamente la ambición de su padre, á quien al cabo fué restituida doncella. De las turbulencias y desastres del siguiente reinado á po- cas poblaciones tocó más crecida parte. Á fines de 1354 se ha- liaba en Toro con su madre el rey D. Pedro; sus hermanos bastardos, sus primos los infantes de Aragón y la principal no- bleza del reino, coligados en Medina del Campo ó acampados los lugares circunvecinos, reclamando que se reconciliase con en Blanca legítima consorte y que alejara á la Padilla con su su codiciosa parentela. Nada resultó de las vistas que tuvieron en Tejadillo á media legua de la ciudad cincuenta de cada parte, sino el engrosamiento de los quejosos y la desérción de los que la con el rey estaban, tanto que al ver desfilar desde los muros sublevada hueste temió el iracundo príncipe, y voló á Urueña á reunirse con su dama. Su espanto creció al saber que su propia madre había llamado y acogido en Toro á sus enemigos, y no halló de pronto más recurso que volver y entregarse á disposi- ción de ellos, dejando prender á los oficiales de su casa y admi- tiendo en su lugar á ios que quisieron imponerle. Poco menos que prisionero de su hermano D. Fadrique habitó la posada del obispo de Zamora junto al cuarto real del convento dominico de San Ildefonso donde moraba la reina madre, hasta que aprove- chando la libertad que para cazar se le dejaba, á favor de la niebla huyó á Segovia, y reuniendo cortes en Burgos obtuvo gentes y dinero para sujetar á los rebeldes. Puesto sobre Toro trabó varias escaramuzas con los de dentro, pero antes que esta reducción le interesaba la de Toledo, asilo de su infeliz esposa, de quien se apoderó otra vez casti- gando cruelmente á sus defensores. Entonces libre de otras in- quietudes revolvió contra la ciudad donde al rededor de su ma- dre se habían concentrado todas las fuerzas del levantamiento. En Castro Ñuño, en Pozo Antiguo, en Morales pasó el verano de 1355 hostilizándola flojamente; mas al fin informado de que el infante D. Enrique había salido para Galicia dejando en ella ZAMORA ÒI7 á su mujer, y sabedor de las bajas y desaliento de sus contra- rios, hacia el mes de Setiembre convirtió el bloqueo en sitio, y plantó en las asoladas huertas su formidable campamento. En vano se llegó á hablarle de conciliación á nombre del pontífice el legado cardenal de Bolonia; la caída de la flaca torre del puente que por milagro había resistido tanto tiempo y la esca- sez de víveres sufrida por los cercados, prometían ya segura presa á su comprimido furor. Cierto vecino llamado Alonso García Recuero (i) le había ofrecido entregarle una noche la puerta de Santa Catalina pidiendo indemnidad para sí y sus pa- rientes; el pueblo murmuraba reducido á la extremidad, des- confiaban los jefes de la liga, y cada cual trataba de negociar secretamente su perdón. Hasta el infante D, Fadrique, amones- tado por Hinestrosa, tío de la Padilla, y asegurado por boca del mismo rey, desde una isla del río donde se hallaba, pasó á la opuesta orilla á besarle la mano y á reunirse á sus banderas, Viéronlo desde la ciudad los coligados y creyéronse vendí- dos: los más con la reina D,^ María se encerraron en el alcázar, otros se escondieron por las casas, los que quisieron huir encon- traron tomadas las salidas. Aquella noche D, Pedro atravesó cautelosamente el río con sus tropas y se le abrió la concertada puerta: á la mañana siguiente, día de Reyes de 1356, presen- tóse frente al alcázar, y el primero que se le rindió fué su her- mano D, Juan, muchacho de catorce años, por cuyo respeto fué perdonado el que en brazos le traía (2), A su madre la mandó ( i) Otros le nombran Alonso García de Triguero. (2) Á fuer de imparciales no podemos menos de transcribir en este lugar un generoso rasgo de D, Pedro, tanto más notable cuanto menos frecuente en él, por más que digan sus admiradores. La crónica lo refiere así: «Y dixo Martin Avarca al rey... Señor, sea la vuestra merced de me perdonar é irme he para vos y llevaros he al infante D. Juan vuestro hermano. Y el rey le dixo : á mi hermano D, Juan perdono yo, mas á vos Martin Avarca no vos perdono, y aun sed cierto que sí á mí venides que vos mandaré matar. Y el dicho Martin Avarca dixo: Señor, haced de mí como fuere á vuestra merced, Y tomó á D. Juan en los brazos y vino- se para el rey, pero el rey no lo mató; y desto plugo á muchos cavalleros que es- tavan con el rey, porque no lo mató.» 78 6i8 ZAMORA salir; salvaguardia para los caballeros que la acompañaban no quiso darle ninguna. Cruzaba la abatida reina el pequeño puente del castillo en medio de D. Pedro Estévanez Carpintero y de Rui González de Castañeda que traía levantada en la mano una cédula de gracia, cuando á Carpintero le derribó un golpe de maza, esgrimida por el escudero de Diego de Padilla su compe- tidor en el maestrazgo de Calatrava, á Castañeda le atravesó un cuchillo la garganta, é igual suerte sufrieron Martín Alfonso Tello y Alfonso Téllez Girón que detrás venían. Desmayóse la condesa de Trastamara D.^ Juana Manuel, D.^ María vino al suelo como muerta, y al volver en sí salpicada de sangre, ro- deada de cadáveres desnudos y destrozados, rompió en acerbos alaridos maldiciendo á su cruel hijo y la hora en que lo engen- dró. D. Pedro la hizo llevar al palacio de San Ildefonso permi- tiéndola al fin retirarse á su tierra de Portugal, y continuó ce- bándose en otras ilustres víctimas (i) para que do·nde abundó la humillación superase la venganza. Toro, que gozaba de voto en cortes, las vió congregadas por dos veces en su recinto reinando Enrique de Trastamara, la primera en Setiembre de 1369, año de su cruenta coronación, la segunda en el propio mes de 1371, llevando consigo prisio- nero á su sobrino Sancho, bastardo del rey D. Pedro, condena- do á perpetuo encierro en aquella fortaleza. En las primeras cortes se trató de restablecer en su vigor la administración de justicia y de poner tasa al precio de los víveres y de los joma- les de los artesanos; en las segundas de la baja del valor de la moneda, de la abolición de las behetrías, de las insignias que debían distinguir á moros y judíos de los cristianos, y de la re- cuperación de los pueblos usurpados á Castilla por el rey de Navarra. A las últimas asistió la reina D.^ Juana recordando sin duda las horribles escenas que había presenciado en aquel pue- (i) Fueron éstas, según la crónica, Gómez Manrique titulado de Orihuela, Al- fonso Gómez comendador mayor de Galatrava, Diego Pérez de Godoy fraile de la misma orden y otros. Z A ,\\ ORA 619 blo, del cual era ya señorajurisdiccional. Visitólo con frecuencia Juan I para atender á la guerra de Portugal y á las invasiones del duque de Lancáster por Galicia y León, y en él residía En- rique III á la salida de su menor edad en 1393, cuando vino á prestarle sumisión su tío D. Fadrique, duque de Benavente. Condolido el joven rey del abatimiento y despoblación de Toro, de la ruina de sus muros y de la fragilidad de su puente, en 1398 mientras estaban allí otra vez reunidas las cortes, cuidó de re- parar sus quiebras autorizando ciertas imposiciones con este ob- jeto (i). Allí el cielo le concedió el mayor placer que tuvo du- rante su breve y enfermiza existencia, y fué el tardío nacimiento de un hijo y sucesor en 6 de Marzo de 1405, celebrado con brillantes festejos y más dignamente con el perdón de D. Pedro de Castilla, nieto del destronado rey, á quien su prima la reina ocultó detrás de las cortinas de su cama á fin de obtenerle por sorpresa la gracia de su esposo. Juan II no echó en olvido á su pueblo natal, mas no supo darle la grandeza ni el sosiego de que bajo su vacilante cetro careció la monarquía. Las cortes que hospedó Toro en 1426, ocupadas en reformar los gastos de la real casa, hirvieron en contiendas de partido, saliéndose el de los infantes de Aragón á confederarse contra la pujanza del de Luna; la estancia del monarca en 1439 perturbáronla riñas suscitadas entre los cria- dos y escuderos de los grandes acerca de los alojamientos; y en 1442, apoderada del mando la facción del rey de Navarra, (i) Existe en el archivo municipal de Toro la cédula, en que atendiendo áque el término de la villa ocupa muy gran espacio de campo é está gran parte de ella despoblada por las mortandades e guerras pasadas, e que los muros de ella están muy mal reparados e en algunos lugares derribados, e otrosí que la puente mayor de la villa está eso mesmo muy mal reparada, e otrosí que la puente nueva cerca de la otra la lleva muchas veces el rio por ser de madera, les faculta para echar y derramar por dicha villa y su término una meaja de todas las cosas que se com- praren e vendieren e trocaren. En el propio archivo vimos la escritura de venta del llamado monte de la Reina cercano á la ciudad, que le otorgaron en 1403 las Huelgas de Valladolid por la necesidad que el convento padecía «y por quanto había de reparar la iglesia, retejar el cabildo, facer una torre y reparar el palacio que está todo descubierto e se cayó.» 020 ZAMORA Otras cortes reunidas para otorgar ochenta millones terminaron con la alarma de haberse descubierto una mina desde el exte- rior de la ciudad hasta el castillo, por donde se dijo habían de penetrar los amigos del Condestable á asesinar en pleno con- sejo á los gobernantes. En la liga de la nobleza contra Enri- que IV, cuando la escena de su deposición en Ávila, Toro se declaró por su legítimo soberano y sirvió de cuartel general á los leales como Valladolid á los sediciosos, presentando un ejército más numeroso que fuerte : los daños que á sus huertas y alamedas causaron las tropas acampadas y los trabajos por su fidelidad sufridos, se los recompensó Enrique en 1467, sere- nada la tempestad, con la concesión de otra feria por cuaresma á instancia de Alonso y Fernando de Fonseca sus constantes servidores. Lucha casi fratricida ardía en 1472 entre toreses y zamora- nos, en la que como ya referimos (i) llevaron aquellos la peor parte; pero la derrota de Valdegallina no quebrantó el poder tiránico que ejercía en Toro Juan de Ulloa al frente de su ban- do, sino que al año siguiente, arrancando de sus casas al licen- ciado Valdivieso, consejero real y á Juan de Villalpando, jefes del partido opuesto, hizo ahorcarlos á la puerta de ellas, é inva- dió y saqueó las moradas de los que encomendaron su salvación á la fuga. Para asegurar la impunidad de sus desmanes, luégo de fallecido el impotente Enrique IV, abrazóse Ulloa con ardor á la bandera de D.^ Juana, si bien astuto y mañero entretuvo con vanas esperanzas al rey Fernando hasta que entró en Cas- tilla á favor de la princesa el ejército portugués. Púsolo sin resistencia de sus contrarios en posesión de la ciudad; el casti- lio se mantuvo por el Rey Católico que acudió á socorrerlo, pero perdidos tres días en retos de batallas y duelos persona- les que corrieron de una parte á otra sin resultado, y retirándose con algún descrédito de sus armas D. Fernando falto de víveres (i) Pág. 56^. ZAMORA 621 y de dinero, hubieron de rendirse al fin sus defensores. Toro fué en Castilla el más firme baluarte del rey de Portugal, á donde se refugió con su sobrina y con su corte arrojado de Za- mora en Diciembre de 1475, y desde donde en Febrero inme- diato volvió á salir para recobrarla alentado por los refuerzos que le llegaron con el príncipe su hijo. Harto más confuso que la vez primera debía regresar. Sobre la orilla meridional del Duero, como á dos tercios de camino de Zamora á Toro, forman las cuestas de Santa María del Viso una angostura con el río, más allá de la cual se ensan- cha la dilatada llanura de Pelea Gonzalo (i). Por aquel estrecho desfilaron con prisa si bien con orden las huestes portuguesas, un día i.° de Marzo de 1476, levantado el sitio de Zamora; y á la entrada del mismo, momentos después, se detuvo el ejér- cito del rey Fernando, que iba en persecución del enemigo, á deliberar si convenía ó no pasar adelante para obligarle á la batalla. Decidiólo el brío de D. Pedro de Mendoza, el famoso cardenal de España, quien deponiendo los hábitos episcopales y apareciendo armado de punta en blanco, montado en un fogo- so corcel, avanzó á reconocer el campo, mientras que Luís de Tovar, impaciente de la tardanza, gritaba al esposo de la gran- de Isabel que aquel día había de pelear si quería ser rey de Castilla. El enemigo aguardaba, ordenadas en el llano sus ha- ees, superior en fuerzas y más descansado, reforzado con las tropas que guarnecían á Toro, protegido por la proximidad de la noche y por el cercano refugio de la ciudad (2). Temeraria (1) La etimología del lugar, que es de poco más de cien vecinos, no deriva, como pudiera creerse, de la célebre batalla, sino del nombre corrompido de Pela- yo Gonzalo, que sería acaso su señor. Lo mismo sucede con otros dos pueblos de la provincia llamados Peleas el de Arriba y el de Abajo. (2) La historia de Novoa, de cuya relación tomamos varios detalles comple- tando la de Hernando del Pulgar, trae la curiosa disposición de los dos ejércitos. El centro del de Castilla lo ocupaba el rey D. Fernando con la gente de armas de Galicia, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Medina, Valladolid y Olmedo y toda la infan- tería: el ala derecha se componía de siete escuadrones que mandaban respectiva- mente Alvaro de Mendoza, el obispo de Ávila D. Alonso de Fonseca, Pedro de ZAMORA empresa parecía acometerle, pero el éxito la abonó. Sin embargo, la impetuosa arremetida del príncipe heredero de Portugal al fren- te de su caballería y el estruendo y humo de las espingardas des- barataron de pronto la vanguardia castellana que había hostiga- do su marcha de continuo, cuando acudieron á sostenerla los escuadrones del duque de Alba y del cardenal, contra quien militaba trémulo de coraje más que de vejez su irreconciliable rival el arzobispo de Toledo. Del otro lado chocaron los cuer- pos principales en que iban los dos reyes, y la mayor violencia del combate se concentró al rededor del estandarte de Portu- gal, que Pedro Vaca de Sotomayor arrancó á Duarte de Al- meida y que disputado por ambas partes con furor, á la orilla del río se hizo pedazos. Peleaban todos revueltos, con espadas más que con lanzas, sin distinguirse entre sí las dos naciones más que por el habla y por el grito de guerra, compitiendo por- tugueses y castellanos enconados por inmemoriales contiendas, cuales en mantener la prez, cuales en lavar la afrenta de Alju- barrota. Seis horas casi permaneció indecisa la victoria, hasta que á la luz del crepúsculo el rey D. Alonso, destrozados sus escua- drones, perdidas la mayor parte de sus banderas, corrió muchas leguas por el monte á meterse con escasa gente en Castro-Nuño, en tanto que su hijo D. Juan ignorante de su paradero conser- Guzmán, Bernal Francés, Pedro de Velasco, Vasco de Vivero y el comendador Le- desma, caudillo de los zamoranos : en el ala izquierda á la parte del Duero figura- ban con sus compañías el cardenal Mendoza, el duque de Alba, el Almirante y el conde Alba de Aliste, tíos del rey, y D. Luís Osorio con la gente del marqués de Astorga su sobrino. Mandaba el rey de Portugal el centro de sus huestes con el conde de Eule y su guarda mayor Pereira y multitud de caballeros castellanos de su partido; en el ala derecha iban por capitanes el arzobispo de Toledo, el conde de Faro, el duque de Guimaraes, el conde de Villareal y el de Monsanto ; en la iz- quierda el príncipe D. Juan y el obispo de Evora con la caballería más escogida y gran número de espingardas ; la infantería venía repartida en cuatro cuerpos á la parte del río. El ejército portugués contaba 10,000 peones y 3 5 00 caballos, según la crónica de Valladolid, el castellano 2000 caballos y 3000 peones solamente. De los portugueses murieron goo y más de 300 se ahogaron en el Duero; los ven- cedores no perdieron más que 30 hombres. vaba intacta aún sobre un ribazo el ala izquierda (i). Tal vez cayendo de improviso sobre los desbandados vencedores hubie- ra trocado la suerte de las armas, pero la noche que cerraba oscura y lluviosa le hizo pensar en retirarse á Toro, cuyo estre- 02^ cho puente enfiló con dificultad acosado hasta la entrada de él por partidas ligeras. El Duero, á la sazón crecido, sepultó á no pocos portugueses llevando al pié de Zamora sus cadáveres : otros se salvaron apellidando fingidamente Fernando y Castilla á favor de la oscuridad, que impidió fuese más vivo el alcance y más copiosa la matanza. El botín fué mayor pues se perdió todo el bagaje; los prisioneros contados bien que ilustres, que- dando por un raro azar en poder de los vencidos el conde de Alba de Aliste, tío materno del Rey Católico. La gloria misma del triunfo anduvo de pronto en opiniones, apropiándosela los portugueses por haber permanecido más tiempo en el campo (2); sólo los resultados hicieron conocer que la herida que allí reci- bió su causa, aunque poco sangrienta era mortal. Mustio, receloso, presenciando día por día la defección de los grandes más adictos á su bandera, no seguro siquiera del terreno que pisaba, permaneció el rey de Portugal toda la pri- mavera encerrado en Toro; y por fin en 13 de Junio salió de la ciudad, bajando por el río á Oporto, para ir á mendigar auxi- lios al de Francia. Quedó al frente de la guarnición el conde de Marialva, yerno de Juan de Ulloa, y fué mayor su trabajo en sujetar la aversión de los vecinos que en resistir á los enemigos exteriores. Los tratos para abrir las puertas al ejército de Fer- (1) El romance que empieza En esa ciudad de Toro Grande turbación había pone sentidas reconvenciones en boca del duque de Guimaraes á los portugue- ses por haber abandonado á su rey en la batalla al verlos regresar sin él á la ciu- dad. (2) Es notable á este propósito la picante expresión de Mariana: «los histo- riadores portugueses, dice, encarecen mucho este caso y afirman que la victoria quedó por el príncipe D. Juan. Así venzan los enemigos del nombre cristiano.» 624 ZAMORA nando é Isabel, que á principios de Febrero se habían frustrado no obstante de haberse acercado aquél personalmente desde Zamora, se renovaron á la entrada de Julio por medio de una mujer llamada Antona García, esposa de Juan deMonroy, quien de acuerdo con Pedro Pañón y Alonso Fernández Botinete, tentó dar entrada por el puerto ó ribazo de la Magdalena á las tropas castellanas que por el lado del río bloqueaban la ciudad. Arrimáronse á las murallas, antes de amanecer, las compañías del Almirante y del conde de Benavente y la caballería manda- da por el obispo de Ávila D. Alonso de Fonseca; pero su ani- moso ataque no pudo ser desde dentro secundado por los cons- piradores, que descubiertos al gobernador sufrieron la última pena con imponente aparato militar y con gran lástima del pueblo (i). Cierto pastor por nombre Bartolomé, complicado al parecer en esta trama, preparó otra más afortunada para la noche del 19 de Setiembre. Guiadas por él asaltaron á Toro hacia las barrancas del Duero, sitio que reputado como inaccesible se hallaba casi abandonado, las gentes de Pedro de Velasco, de Vasco de Vivero y de los Fonsecas, entre todos seiscientos hombres, y el primero que trepó al muro por la escala fué Alonso de E'.spinosa (2). Ganado el adarve, corrieron los sitia- dores divididos en dos cuerpos, los unos á la plaza, los otros á abrir la puerta del río por donde se lanzaron en tropel las fuer- zas del de Benavente y del de Alba: sólo el alcázar resistió de- fendido, no ya por Juan de Ulloa de quien no habla más la historia, sino por su mujer D.^ María, digna hija del audaz Pedro (r) Escolláronlos hasta el lugar del suplicio, según ciertos manuscritos, cua- trocicntos soldados bien armados; Antona vestía saya blanca, medias encarnadas y un garnacbón á manera de balandrán. (2) Escalona en su historia de Sahagún trae la concesión hecha por los Reyes Católicos á dicho caballero por buenos y leales servicios: «señaladamente fué por mí mandado á ver é mirar por qué lugares et como mexor et mas sin peligro se pudiese entrar et tomar et escalar la dicha ciudad de Toro... é porque á la sazón que la dicha ciudad se entró por escalas él fué el primero que subió por la escala et entró en la dicha ciudad.» ZAMORA Sarmiento que acaudilló la rebelión de Toledo contra Juan II. Con la llegada de la reina, que acudió á toda prisa desde Sego- via, activóse por fuera y por el lado de la ciudad el cerco de la fortaleza; fabricáronse estancias al borde del foso, abriéronse minas, cuatro ingenios y multitud de lombardas asestaron sus formidables bocas contra los muros, y al mismo tiempo empe- zaron los autos de justicia y llegaban al oído de los sitiados los pregones que les amenazaban con la pena de los rebeldes. Sin embargo no se excusó el rompimiento de la lucha entre las dos animosas mujeres: la artillería dirigida por D. Alonso de Ara- gón, á quien se había ya debido la rendición del castillo de Za- mora, destruyó las cortinas casi todas y de las torres buena parte, murieron dentro muchos ó se inutilizaron por heridas, la mina había penetrado hasta el medio de la cava. Por fin el 19 de Octubre, un día antes de cerrarse el proceso, María Sar- miento, asegurado el indulto y la conservación de su hacienda, entregó el alcázar y la torre del puente, y se puso en rehenes con sus hijos hasta que se rindieran los fuertes de la Mota y de Monzón que tenía también á sus órdenes. Del de Villalonso hizo entrega al siguiente día su yerno el conde de Marialva, saliendo de noche con los portugueses que le quedaban y algunos caste- llanos, últimos defensores de la infeliz Beltraneja; y al momento la infatigable Isabel envió el tren de batir contra Castro Ñuño y otros nidos de rebeldes, cuya reducción encomendó á su es- poso, que llegó el 30 de Guipúzcoa, al tener ella que marchar á Uclés para proveer á la elección del maestre de Santiago. De cuantas cortes se celebraron en Toro, las más impor- tantes sin disputa fueron las de 1505. Abriéronse en 11 de Enero al mes y medio de fallecida la Reina Católica, y leído su testamento juraron por reyes á D.^ Juana y como esposo de ésta á D. Felipe ausentes á la sazón en Flandes, por adminis- trador de los reinos á D. Fernando, á quien suplicaron en aten- ción á la enfermedad mental de su hija que no los desamparase, si bien allí nació ya la sorda oposición del duque de Nájera, de 79 020 ZAMORA D. Juan Manuel y de otros partidarios del Archiduque contra el gobierno del próvido monarca. Del lugar de su promulgación entonces tomaron nombre las famosas leyes ordenadas en vida de la grande Isabel y que dejó por monumento de su corta legislatura aquella ilustre asamblea. Por los mismos años residía también en Toro eventualmente el severo tribunal de la Inqui- sición ejerciendo su rigor «en buen número de judaizantes que tenía presos, personas ricas y principales» no sabemos si del país; lo que consta sí es que en él hicieron bastantes prosélitos medio siglo después los errores luteranos del doctor Cazalla, cuyo hermano Pedro era párroco del vecino pueblo de Pedrosa donde radicaba al parecer su familia materna de Vivero, y que entre sus adeptos se señalaron dentro de la ciudad el pertinaz bachiller Herreruela y el comendador sanjuanista Juan de Ulloa Pereyra (i). En 1520 Toro siguió la voz de las Comunidades: sus pro- curadores en las cortes de la Coruña rehusaron el subsidio al soberano, y asistieron á la junta de los sublevados en Ávila; á las autoridades puestas por el rey reemplazaron otras procla- madas tumultuariamente; y con la ambición de suplantar á su hermano y de echarle de la ciudad, el noble Hernando de Ulloa se puso al frente de las milicias populares. Más que alzamientos políticos hubo allí como en otras partes banderías y revueltas civiles, con esfuerzos sin unidad, con planes sin concierto, con campañas sin resultado. Sólo quedó el abatimiento, que sin qui- tarie su importancia á Toro la redujo en adelante á la oscuridad, á pesar de haber permanecido hasta tiempos muy recientes cabeza de provincia (2). Tiene Toro con Zamora, ya lo hemos dicho, al par que re- (1) Véase atrás, pág. 138, la relación del célebre auto de fe de Valladolid en I 359. . (2) Lo fué hasta principios del presente siglo, y su irregular demarcación no sólo comprendía gran parte de los actuales partidos de Rioseco, Villalpando, Mota del Marqués y Fuente Saúco, sino que alcanzaba á los lejanos territorios de Ca- rrión de los Condes, y de Reinosa. Z A AV o R A 627 laciones de historia semejanzas de fisonomía; el río, el puente, los barrancos, la bizantina cúpula del templo principal, la multi- tud de torres que la acompañan. El Duero, que antiguamente besaba casi sus murallas, se ha alejado ahora algún tanto, cegado por la tierra que arrastran las aguas llovedizas, que desmoro- nando el ribazo y socavando los cimientos de los edificios han destruido parte de la población primitiva. El puente actual de piedra, compuesto no menos que de veintidós arcos, lo era de madera todavía en 1398; el mayor, abandonado después por la desviación del cauce, existía más arriba (i), y junto á él se le- vantaba en el siglo xiv una iglesia de Santo Tomás y en el xv una ermita de Nuestra Señora de Pont vieja. Á una altura de más de cien varas sobre el río, enfilando el puente, prolóngase el despejado paseo del Espolón, dominando una de las vegas más deliciosas y celebradas por sus varias y exquisitas frutas, la cual cubierta á menudo por la niebla parece convertirse en ancho mar en que flotan como islas las lomas y los árboles como esquifes, al mismo tiempo que miradas desde abajo las torres de la ciudad se pierden vaporosas en la región de las nubes. Por el lado de oriente, registrando un horizonte no menos vasto, descuella el histórico alcázar, reducido hoy á un grupo informe de desmochados cubos. Desde el puente viejo subía á unírsele un antiquísimo muro de hormigón, que seguía por el palacio de los Fonsecas hasta el arco del Reloj, se dirigía por la calle de Tras-castillo á la iglesia de San Pedro del Olmo, y orillaba el puerto de la Magdalena, descendiendo otra vez al río. Con más verosimilitud puede atribuirse al príncipe D. Gar- cía esta primitiva cerca al poblar á Toro á la entrada del si- glo X, que no el recinto evidentemente posterior que abarca sus . diversos ensanches, tapias frágiles y medio derruidas á trechos que no merecen el dictado de soberbias como en el siglo xvii se las llamaba, ni el de encumbrados los torreones que las flan- (i) sin duda éste es el puente de cuya construcción se trataba en i i 84 y al cual se refiere la carta precitada del concejo de San Cristóbal. 028 ZAMORA quean (i). Las seis puertas repartidas por su circuito se recons- truyeron las más durante los dos últimos siglos, se- / \ gún declaran sus moder- / A nos frontispicios á manera , ' / y- ''de espadañas. Calles anchas y bas- tante rectas, aunque in- transitables en la estación de las vendimias que transforma la población en un vasto lagar, plazas espaciosas cercadas de edificios públicos, iglesias á cada paso y vestigios de algunas demolidas, tal es el aspecto interior de la ciudad. Á los lados de la plaza Mayor sirven de paseo cubierto dos filas de soportales; y sobre un pórtico de cinco arcos la casa consistorial, renova- da en 1778, tiende su ga- lería sostenida por parea- das columnas. Si emboca- mos desde la plaza la TORO.—Torre del Reloj anchurosa , vía d^ eli tMvterca- do, fijará en el fondo de ella nuestras miradas la magnífica torre del Reloj hecha toda de labrada sillería, suspendida sobre un arco que probablemente reemplaza á alguna puerta del primer (i) «Está puesta, dice de Toro Méndez Silva, en los cristalinos raudales del orgulloso Duero que bate sus soberbios muros, encumbradas torres, con siete puertas, galante puente de mucha fortaleza y arte.» ZAMORA 629 recinto. Empezóse en 1719, aunque su lápida parece llevar la fe- cha de 1733, y con más gallardía y ligereza que la que de época tal pudiera esperarse levanta sus cuatro cuerpos, cuadrados los dos inferiores hasta la altura de una balaustrada que la ciñe con agujas en sus ángulos, octógono el tercero lo mismo que la lin- terna en que remata su cimborio. Conservan en Toro el nombre de palacios, y lo acreditan con sus memorias y sus restos de grandeza, algunos caserones imposibles de confundir con los particulares. Dos hay en la plaza del convento de dominicos residencia habitual de los mo- narcas; uno es el del obispo de Zamora donde en 1355 estuvo detenido D. Pedro en poder de los coligados, otro perteneciente al marqués de Alcañices y antes según parece á los nobilísimos Fonsecas, cuya severa fachada del siglo xvi ostenta en su án- guio una torre y lindos canecillos en la cornisa. Frente á San Julián yace ruinoso y abandonado otro del duque de Alba que alcanzó los últimos tiempos del arte gótico ; pero á todos vence en importancia el inmediato á la Trinidad, propio del marqués de Santa Cruz, por la tradición de haberse celebrado en él las cortes de 1371, 1442 y 1505. De las dos primeras seguramen- te no pudo ser testigo, tal como está, aquel portal semicircular tachonado en su arquivolto, metido entre dos columnas y deco- rado en el medio punto con varios blasones, cuyos follajes saben no poco al gusto del renacimiento : lo más que le cupo presen- ciar fueron las últimas, coetáneas poco más ó menos al estilo de su construcción. Salón de las leyes, por las que á la sazón allí se publicaron, se denomina una cuadrilonga estancia cubierta de riquísima techumbre, que trazando estrellas, rombos y otros arabescos dibujos, brilla con dorados florones y guirnaldas de vivos matices: en el friso superior campean los escudos reales, en el inferior los del dueño del edificio (i). (i) Encima de la entrada hay un tarjetón renovado en 1805 que consigna la tradición mencionada. Ò30 ZAMORA Entre las iglesias obtiene el primer lugar Santa María la Mayor, erigida en colegiata desde el tiempo de los Reyes Cató- lieos (i) y titulada antes abadía, no faltando quien afirme, bien que sin fundamento, que en el rango de catedral fué compañera y aun anterior á la de Zamora. Pudo hacerlo así creer la magnifi- cencia de la fábrica y tal vez su semejanza con aquella basílica, á la que iguala si no vence en la profusión del ornato como en la gentileza del conjunto. Si la fundó Alfonso VII, según algunos opinan, mucho debió adelantarse á su época el arquitecto ; si hizo construirla Fernando el Santo tan declarado favorecedor de Toro, muy fielmente se guardaron para ser tan tarde las tradi clones del viejo estilo: entre uno y otro reinado se encierra aun- que desconocida á punto fijo la data de su origen. No cabe en las líneas exteriores del monumento más armonía, más variedad, más pintoresca disposición. Sobre los ábsides laterales descuella notablemente el principal, con su lisa arquería abajo, sus ricas ventanas más arriba, y la lobulada cornisa que lo ciñe á la altura del almenado capitel de sus columnas : á los lados se extienden á manera de dos alas los brazos del crucero mostrando al extre- mo una claraboya circular. Sobre ellos y sobre el ábside asienta majestuosamente el cimborio, abriendo al rededor aquellas dos hileras de ventanas guarnecidas de puntas de encaje y sostenidas por grupos de columnas, en medio de aquellas cuatro torrecillas que trepadas por largas aspilleras en forma de caladas estrías y salpicadas en su parte superior de estrellados rosetoncitos pa- recen de sutil filigrana : rotonda más espléndida, más elegante aún que la de Zamora, y mejor conservada además, porque la cubierta de tejas que modernamente se le añadió es preferible con mucho á los plastones de argamasa que en aquella deplora- mos. Y al lado del cimborio en fin sobresale no sin gracia aunque nuevo el último cuerpo de la torre, de octágona forma, fabrica- (i) No sabemos precisamente el año; sólo consta que en 1463 no lo era toda- vía y que en i 5 14 lo era ya. » ■ 6^2 ' ZAMORA ^ % . _ _ „ do sobre la antigua mole cuadrada que conserva sus primitivas aberturas. Tenía el templo á sus piés un soberbio pórtico, con bóveda igual á la de las naves laterales, cerrado en parte, conforme in- dica una puerta exterior bizantino-gótica, y hasta formando cons- trucción separada que la tradición asegura haber pertenecido á un hospital. En el siglo xvi se convirtió en capilla prolongándolo considerablemente y cubriendo con techo de madera las adicio- nes, en las cuales resultaron comprendidos ciertos nichos ojivos, al parecer sepulcrales, colocados á bastante distancia del ingre- so. La gran portada quedó erigida en retablo, brillante de oro y de colores ; y á fe que ninguna jamás ha merecido mejor tan sagrado destino. Hormiguean de figuras y labores los capiteles de sus catorce columnas y los ángulos de las jambas que entre estas asoman, de bustos y doseletes sus seis decrecentes ojivas, y en la exterior se despliega el juicio final con dos largas hileras de réprobos y de justos. El dintel encierra de relieve la asunción de María, su purísimo cuerpo en el ataúd rodeado por los após- toles, su alma conducida al cielo por dos ángeles; el tímpano la presenta de bulto entero coronada por el Redentor. La efigie principal del retablo, que es la de la misma Virgen sosteniendo con una mano al niño Jesús y con una flor en la otra, ocupa el pilar divisorio de las dos puertas, cuyos huecos antes de espirar el arte gótico se llenaron con ocho relieves de misterios que no desdicen de la anterior escultura (i); otras ocho estatuas de ta- maño natural, figurando ángeles, reinas y profetas entre ellos á David, guardan los costados del arco debajo de sendos guarda- polvos. Con el cerramiento, del portal mayor vino á llenar sus veces (i) Por el mismo tiempo, en 1498 á 1 7 de Agosto, se contrató con Francisco de Sevilla, carpintero de Toro, por ocho mil maravedís la obra de la tribuna y coro que se había de poner sobre la puerta de la Majestad, que era al parecer la que nos ocupa. En el propio libro de fábrica hay otro asiento que se hizo con el cantero Juan Pérez en 24 de Setiembre de i 5 i o sobre la obra de la torre. ' ' 'li'''■''// i..^v^ :í"' i -:"■■_i■"!'*"<':t^«- Y' - ■ í' ■ ■ • "i' ^ '■'"^· '■) ^ ^ f -. ■■.; ■fí' - -ír^fe ·b;.·4.l· .^:4 ¿':- ./Í^' -Í r' ; 'vhí - //^. : V i I i \ \ f / w ^, ' ^ * A VT f /- f n í^xjí \ 'f> \ . , v\ IK . f Ai/',^'1Ay~;','P « -' '. *" v\A, 4/■ MrI'lA'-' ' iAAil Vi ; - ^Af--i í' ' .".V '• > , ^ Ií'."-',A '-i^ :■, ,.1 'A-<ïywVA,/v%AítAV -1-íf'■e^'\\ -^Af 'i' i '■', Ai" ' A' ^ iV- IA-'A "■ AAi '■ YV '^A^ /^AÍ\í .. ^yeV'iltM-'V ^^iAÀA VyxA^fAAA) vj A1A 1V^"K^ ;.'-..^^ií^ VAAiAAiAv-iA.; ·,/lÀíV"A' í A'-- ;• '¿A. 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Á lo largo del muro se abren diversas ventanas bizantinas, pero la que cae en- cima de la puerta sirve de nicho á una imagen de la Asunción. La portada opuesta del mediodía, vuelta hacia el Espolón, es de arco peraltado que sostienen á cada lado tres columnas. En el interior de la insigne colegiata salta más á la vista la amalgama ó transacción amigable de las dos arquitecturas. Bó- vedas de medio cañón cubren la nave central, el crucero y la capilla mayor, pero las de las naves laterales desenvuelven sus cruzadas aristas ; cilindricos fustes, coronados algunos de pom- poso capitel, revisten con sobriedad los macizos pilares, pero los arcos así los de comunicación como los del techo son ojivales al par que los de Zamora. Sin embargo, predomina allí marcada- mente todavía sobre el gótico el arte bizantino : suyas son las labores que circuyen las claraboyas de la nave izquierda y de los brazos del crucero, suyas las ventanas de la derecha y sus colum- nas con anillo y las hojas y figuras que adornan copiosamente sus dovelas, suyo en fin el admirable cimborio, aunque en los ángulos de los arcos torales avancen ya doseletes afiligranados sobre los símbolos de los cuatro evangelistas. No sabemos desde qué punto sorprende más, si visto por fuera en toda su gallar- día, ó por dentro y desde abajo en toda su elevación. La dificul- tad de asentar un cuerpo circular sobre uno cuadrado sin pechi- nas ni otras equivalencias está tan natural y tan perfectamente vencida, que apenas se conoce que haya habido que vencerla. Su cubierta ó cascarón no discrepa del de la catedral zamorana, pero le excede en altura, y no son allí diez y seis sino treinta y dos repartidas en dos órdenes las ventanas que se abren á la ZAMORA 6^5 luz, reproduciendo la forma y ornato de las exteriores ; sólo que los lisos capiteles de sus gruesas columnas y las pesadas impos- tas de sus jambas, estrechando en gran manera los vanos, les comunican cierta rudeza característica de aquella edad, á que no pudo sustraerse del todo la aérea concepción del arquitecto. La capilla mayor, profunda respecto de las dos laterales y alumbrada por una pequeña claraboya, vino á ser desde últimos del siglo XV el panteón de los Fonsecas, cuyos sepulcros pues- tos en alto ocupan los costados del presbiterio. Esbeltas ojivas orladas de follaje forman los nichos del lado de la epístola, con- teniendo el más próximo altar la yacente efigie del guerrero obispo de Ávila D. Alonso, que después lo fué de Cuenca y de Osma, valiente adalid de los Reyes Católicos en la batalla y en el asalto de Toro, patria suya, donde costeó con otras muchas aquella obra ; el otro encierra el bulto de Pedro de Fonseca, no menos señalado en el servicio de dichos monarcas, alternando en las enjutas sus blasones de cinco estrellas con el ala y la es- pada que constituían los de su consorte D.^ María Manuel (i). Á la parte del evangelio debajo de arcos aplanados descansan otro personaje de la misma familia con ropa talar y bonete, y una dama con toca y un libro en las manos y con escudo idéntico á los del palacio del marqués de Santa Cruz. Varias figuras con rótulos resaltan en el fondo de las hornacinas, y en la delantera de las urnas pequeñas imágenes de santos dentro de proporcio- nados arquitos. Debajo de la segunda de las tres bóvedas de que consta la (i) La inscripción está en el centro de la urna entre dos relieves de la adora- ción de los Reyes y de la venida del Espíritu Santo. «Aquí yace, dice, el muy noble y virtuoso cavallero Pedro de Fonseca guarda mayor del rrei e del su consejo, y la noble y muy virtuosa señora doña María Manuel su muger, cuyas ánimas Dios aya ; él fallesció á 111 de abril del año 05 (1505 sin duda ) y ella á » La fecha de este óbito quedó en blanco. Los descendientes de este noble matrimonio llevaron en el siglo xvii el título de marqueses de la Lapilla, que se juntó después con el marquesado de Monasterio en la familia Centurión, y últimamente con el de Al- branca que radica en Cindadela de Menorca por enlace de D.® Bernardina de Fiva- 11er con D. Gabino Martorell, transmitiéndose juntamente con el mayorazgo el patronato de la expresada capilla. 636 ZAMORA nave principal extiende el coro sus filas de asientos cerrándose en semicírculo ; en su cerca exterior se levantan cuatro góticas estatuas de Santiago y San Juan, hijos del Cebedeo, de la Vir- gen y San Gabriel, sobre repisas muy labradas qué representan las dos últimas la formación de Eva y el primer pecado. Lápidas no contiene otras el cuerpo de la iglesia sino dos del siglo xiii á lo último de la nave izquierda á los piés de una colosal pintura de San Cristóbal (i), y otra en medio del crucero más curiosa que antigua (2). La sacristía, adornada de varios cuadros de apóstoles y evangelistas pintados con la vigorosa entonación de Ribera, encierra alhajas y ornamentos que regaló en i486 Don Diego de Fonseca, obispo de Coria, y una bella custodia de plata labrada en .1538 por Juan Gago, cuyo pié de gusto plate- resco y abalaustradas columnas se combinan con labores de la decadencia gótica y multitud de figuras de relieve que pueblan el tabernáculo. Las parroquias proporcionalmente en Toro no abundan menos que en Zamora, mas no presentan sus antiguas galas tanta riqueza. En las portadas por lo general no se ven colum- nas ni labrados capiteles, sino simples aristas ó molduras decre- centes en arcos de ladrillo ; los ábsides por fuera en lugar de suntosas ventanas, llevan arquería figurada como los de las iglesias de Toledo. Muchas son de tres naves pero bajas y reducidas, y algunas sólo tienen dos careciendo á un lado de la que debiera formar simetría con la otra ; los techos de madera casi todos, únicamente la capilla mayor en las que se reforma- ron al final del siglo xv ostenta bóveda de crucería. Consérvase (1) Las losas se embadurnaron y pintáronse encima malamente las letras oca- sionando dificultades en la lectura del nombre del obispo y de la primera fecha: «Aquí yaze doña María de Velasco tia de don Suero por la gracia de Dios obispo de Zamora la sub era MCCCXXlll (i 285 de C.)—Aquí yace Pedro Guillelmo que heredó esta iglesia sub era MCCLXXXXVI (1258 de C.) » (2) No comprende más que estas singulares indicaciones referentes á algún anónimo peregrino: «Aquí yace el leproso alienígena agradecido, murió á prima 22 de octubre el año de 1641.» ZAMORA este tipo con mayor pureza en las que un día pertenecieron á la jurisdicción de los templarios, en San Salvador, en el Sepul- ero, en Santa Marina. La primera figuró entre los doce conven- tos principales de la infortunada orden en España, y á mediados del siglo XII aparece ya su nombre con el de otros cuatro en una bula de Alejandro III. La característica gentileza de las fábricas de aquellos se revela muy especialmente en los tres altos ábsides perfectamente torneados, revestidos dentro y fuera de una serie de arquitos, y en los grandes arcos de medio punto que dividen las naves, de las cuales se cortó parte de la dere- cha en tiempos ya remotos: el sello oriental marca la puerta ojiva que por aquel lado conducía á las derruidas habitaciones de los caballeros. Idénticos rasgos ofrecen el Sepulcro y Santa Marina, que extinguidos los templarios pasaron á los sanjua- nistas, los cuales al lado de aquella tenían un claustro; en la una lleva la capilla mayor bóveda de medio cañón apuntada y encima del arco una claraboya, en la otra comunica la nave de- recha con la principal por medio de arcos gótico-arábigos asi- mismo. Al Temple pertenecía también Santa María la Nueva (i), mas de dicha época no guarda vestigio alguno interesante. Bajo la advocación de Santa María hay otras dos parro- quias dependientes de dos célebres colegiatas, la de Arvas en Asturias y la de Roncesvalles en Navarra; y la última unida á la de Santa Catalina, que ha dejado su nombre á la puerta oriental de la ciudad, apoya el maderaje de sus ahogadas na- ves en arcos de medio punto. Poco después del martirio de Santo Tomás de Cantorbery se le erigió á la parte del norte la iglesia de su título, y desde luégo se encargaron de ella los premonstratenses: en 1794 fué reparada, pero conserva los dos grandes arcos de comunicación cuya anchura iguala á la longi- tud de las naves como en el Sepulcro, no menos que la clara- boya y los bellos ajimeces sutilmente calados de su capilla ma- (i) Véase la nota segunda de la página 592. 638 ZAMORA yor, adornada mucho después de su fundación con techo de crucería y con un minucioso retablo del renacimiento. Lo mismo sucedió en la Trinidad: el ábside es de piedra, y en su fondo brillan multitud de tablas representando misterios que compo- nen el retablo divididas por columnas abalaustradas ; fáltale al lado de la epístola la nave correspondiente, y la ojiva en degra- dación caracteriza su portal. Arcos ojivos sobre pilares cilindri- cos sostienen las angostas naves de San Pedro apellidado del Olmo^ mostrando singular gentileza el que da entrada á la capi- lla mayor que por su maciza bóveda y planta semicircular pare- ce ser la primitiva. En adornar para entierro suyo la de San Lorenzo se em- plearon hacia fines del siglo xv D. Pedro de Castilla, nieto del infortunado rey de este nombre é hijo de D. Diego que én Curiel y en Coca sufrió largo cautiverio, y su esposa D.^ Bea- triz de Fonseca hermana del arzobispo de Sevilla D. Alonso. Follajes y colgadizos y agujas de crestería con figuras engala- nan el arco trebolado de la hornacina situada á la parte del evangelio, entre el cual y otro de medio punto que lo cierra dos ángeles ostentan los blasones de ambas familias acompaña- dos de laudatorios dísticos, y dos el epitafio (i): sobre la urna (i) Éste y aquellos dicen así: «Aquí está sepultado el muy noble cavallero D. Pedro de Castilla, nieto del rrei D. Pedro, que santa gloria aya, falleció domin- go á catorce días de marzo año del nacimiento de nuestro Señor Jhuxpo. de MCCCCXCII años.—Aquí está sepultada la muy virtuosa señora doña Beatriz de Fonseca, santa gloria aya, muger que fué del dicho Sr. D. Pedro, falleció miérco- les XXII diaS de agosto año de ntro. Sr. de MCCCCLXXXVll años.» Son singular- mente enfáticos los versos dedicados al primero: Vivis ? an hœc nostros oculos tua fallit imago ? Numquam crediderint te tua ssecla mori. Hac sub mole tegor : milites, celebrate sepulchrum ; Hesperiœ charus, rregibus et populis. Los de su esposa son como siguen, advirtiendo que en el segundo verso hemos variado el orden de las palabras conforme á las exigencias del metro : Quam genus et virtus evexit ad œthera quondam. Hoc parvo Beatrix clauditur ecce solo. Quae jacet hie semper mortalia cuneta Beatrix Contempsit, cupiens praemia magna celi. ZAMORA 639 esculpida con relieves de santos bajo doseletes, yacen las efigies de gran tamaño, imitando al varón cubierto de elegantísima armadura y de airoso manto, con el yelmo á los piés sostenido por un paje, y á la dama con honesta toca y holgada vestidura. Florones y escudos esmaltan la crucería de la bóveda, y ocupa la testera un retablo de góticas pinturas que en el primer cuer- po recuerdan la historia de la Virgen y en el segundo la del mártir titular. No lleva, sin embargo, esta capilla el nombre de dichos patronos sino el del rey D. Sancho, el IV probablemen- te, no sabemos si por haberla fundado: de todas maneras la pequeña nave, el techo de madera, la portada lateral de plena cimbra debajo del pórtico, las zonas de arquitos que por fuera bordan sus muros de ladrillos, demuestran no escasa antigüe- dad. San Julián de los Caballeros, así llamada por cierta cofradía que tenían estos allí, pretende haber alcanzado la dominación sarracena y mantenido bajo ella el culto católico, según afirma la lápida modernamente puesta sobre su trebolado ingreso: pero luchaba ya con la imitación gótica el renacimiento, cuando se construyó de piedra su torre, y subieron sus despejadas naves á una misma altura apoyadas en bocelados pilares. Ningún epita- fio por desgracia, siquiera fuese renovado como el de Pedro de Vivero, guarda mayor de Juan II (i), señala el lugar donde yace Antona García, la varonil conspiradora, que murió víctima de su adhesión á la causa de la grande Isabel. De la misma época data la reedificación de San Sebastián, existente ya en 1294, mas en 1516 labrada toda de piedra 3^ abovedada con vistosa crucería por la filial afección de fray Diego de Deza, arzobispo de Sevilla, que en su pila bautismal había sido rege- nerado cual lo fué más adelante el cardenal Tavera; distingüese á la entrada su escudo encuadrado por rectas molduras, y es (i) Dicho Vivero fundó mayorazgo y murió en 1457, como dice ia lápida res- taurada en 1 786 por su descendiente el marqués de Valparaíso. 6^0 ZAMORA fama que se proponía fundar allí un colegio tomando por mode- lo el de San Gregorio de Valladolid, En tiempos más recientes todavía, fueron renovadas dos parroquias cedidas á institutos religiosos y después de la supresión de estos restituidas á su primer destino ; San Pelayo, dependiente en su origen con título de priorato de los benedictinos de San Zoilo de Carrión, y des- de 1569 por cesión de Pedro de Vivero su patrono agregada al convento de agustinos que la rehicieron con cúpula y crucero en la plaza del castillo, y Santo Tomás á la cual en el mismo año se trasladaron los mercenarios desde el barrio de la Magda- lena, menos notable por su fábrica que por sus vistas deliciosas hacia mediodía. San Juan de la Puebla se instaló en la ermita donde antes era venerada la Virgen del Canto, patrona de la ciudad, cuya imagen ha pasado á la Concepción. Diez y seis parroquias para una población de dos mil veci- nos escasos parece número exorbitante; y sin embargo apenas hace medio siglo que tenían por compañeras á San Juan de los Vascos perteneciente á la orden de San Juan, en cuyo nombre han pretendido algunos ver una prueba de que al repo- blar á Toro vinieron de Gascuña sus feligreses; á Nuestra Se- ñora del Templo, humilde iglesia incorporada á Santa María de Arvas, á San Marcos aneja á San Julián, á Santo Domingo de Silos y á la Magdalena unidas hoy á la Trinidad, y en la última se leía sobre el portal que en 1100 había sido construida y que se llamaba Martín el arquitecto (i). ¿Qué más? en 1344 con motivo de un convenio que firmaron dominicos y franciscanos para repartirse la predicación por las iglesias, suenan además de todas las enumeradas San Andrés del Bollón y San Andrés de Pedro Berona, Santiago el Viejo y Santiago de Tajamontes, San Juan Evangelista, San Esteban, San Lázaro, Santa Cruz, San Miguel, San Román, San Martín, San Cipriano, San Anto- (i) Habla de ellas como existentes en su tiempo la Corograjia de Gómez de la Torre publicada en 1802: Floranes leyó en la inscripción de la Magdalena, la fecha de I I 5 5. Z A M o R A 641 nio, San Nicolás, San Bartolomé reducida después á capilla, San Pedro sobre el río, San Vicente y Santo Tomás entrambas junto al puente viejo; de suerte que la jurisdicción parroquial de cada una no se extendía casi fuera de la sombra de su torre. Los dos conventos que así se distribuían los pulpitos se ha- liaban establecidos en Toro desde el siglo anterior. El de domi- nicos dedicado á San Ildefonso, lo fundó hacia 1285 la insigne reina D.^ María de Molina, junto á una ermita de Santa María la Blanca, y en la capilla mayor hizo sepultar á su hijo Enrique fallecido en 1299 á la edad de once años. Dentro del propio edificio tenía su real morada, en la cual le sucedieron otras rei- nas : María de Portugal, viuda de Alfonso XI, empeñada inútil- mente en enfrenar las desbocadas pasiones de su hijo D. Pedro, y Catalina de Lancáster al dar á luz á Juan II. Cuéntase que en medio de los bandos que hervían reinando Enrique IV, puestos á punto de venir á las manos, una voz perceptible de reconci- Ilación salió del simulacro de Nuestra Señora de las Paces, ve- nerado en una capilla de aquel templo, donde el rey en 1472 ordenó celebrar todos los sábados una misa. Varias agujas oji- vas es lo único que resta de la gran nave, que según aseguran los que la vieron podía competir en decoro y majestad con muchas catedrales: sobre la puerta principal se conserva una claraboya de trepados círculos, y á un lado una portada gótica del siglo XV. El claustro bajo lo hizo labrar hasta las bóvedas fray García de Castronuño, obispo de Coria y confesor de la reina Catalina, que yacía dentro de una capilla en marmóreo sepulcro, y lo terminó un siglo después el nombrado arzobispo Deza, quien legó además á la casa querida, donde había vestido el hábito, la capilla de Santa Catalina, el refectorio, tres dormi- torios, y una nueva sala de capítulo, mandando enterrar en ella á sus padres y hermanos con ricos bultos de alabastro que no duraron allí mucho tiempo. Entre los árboles de espaciosa plaza asoman las ruinas de 642 ZAMORA San Francisco, cuya iglesia destruida en tiempo de la invasión francesa formaba, si hemos de juzgar por la grandiosa y alta capilla mayor, una magnífica nave gótica, algún tanto estrecha, de cinco capillas por lado, subsistiendo todavía muy profundas las del costado de la epístola. En 1270 ilustraba ya al convento la santa muerte de fray Esteban Cuervo, famoso por sus virtu- des y milagros (i): un terrible incendio lo devastó en 1423, y cuarenta años más tarde lo reedificó la piedad del noble Juan Rodríguez Portocarrero y de D.^ Beatriz de Barreto su consorte ó más bien la de sus nietos, poco antes de que levantara su se- gundo claustro el esforzado obispo de Ávila D. Alonso de Fonseca. Hasta la mitad del siglo xvi no hubo en la ciudad otros conventos que los dos citados ; ya hemos visto cómo en 1569 se les añadieron los agustinos y los mercenarios; vi- nieron en 1589 los carmelitas descalzos y después de varias mudanzas se fijaron en 1608 enfrente de San Lorenzo; porúlti- mo á principios de la misma centuria fundaron sus casas los franciscos descalzos y los capuchinos. Infantas y reinas fueron las que en Toro abrieron los pri- meros asilos á las vírgenes del Señor. Santa Clara debe su erección á D.^ Berenguela, primogénita de Alfonso el Sabio y señora de Guadalajara, cuyos restos se precia de guardar en urna de madera sostenida en alto por tres leones á un lado de la capilla mayor, que posteriormente se reedificó con bóveda de crucería (2). A las monjas de Santa Sofía de la orden premons- (1) Joven y caballero convirtióse un viernes Santo después de oído un ser- nión, despojándose de sus profanas galas, como refiere "Wadingo que se extiende bastante en la narración de sus hechos. (2) En el centro de la urna están pintadas las armas reales, y á los lados se leen en letra bastardilla estos versos que á más de ser pésimos se hallan trastro- cados y faltos de sentido, sin duda por faltar otros intermedios: Cubierta de luto está en ese estante Infanta e señora de Guadalajara, Del rey D. Alonso y su esposa chara Hija que fué de doña Violante, * ZAMORA 6.|^ trátense, que visten hábito blanco y elegante toca rizada sobre la frente á modo de cresta, acogió en 1307 D.^ María de Molina en su propia casa, pasando ella con este motivo tal vez á habitar en San Ildefonso, pues la agitación de los tiempos no les per- mitía vivir con seguridad fuera de los muros en la residencia que tres años antes les había señalado en la huerta comarcana el abad del monasterio dúplice de San Miguel de Grox, del cual al principio formaban parte. Contrasta el espacioso convento con la mezquindad de la iglesia, y la relación de las caprichosas esculturas, monstruos y sirenas que contiene nos hizo sentir más la imposibilidad de visitarlo: la entrada del palacio creen algu- nos descubrirla aún en la ojiva tapiada al pié de la torre. En el mismo año de 1307 D.^ Teresa Gil, hermana de Dionís rey de Portugal (i), dispuso por su testamento de 16 de Setiembre plantear un convento de dominicas con título de San Salvador, que luégo se trocó por el de Sancti Spiritus á imitación del convento de Benavente de donde vino en calidad de priora no sé qué infanta Leonor (2) : se ha dicho que la fundadora yacía en el coro juntamente con D.^ Beatriz, reina de Portugal, que moró allí cuarenta años (3), y tal vez les sirvan de tumba Sabio monarca en guerras pujante. Esta señora fundó á Santa Clara. Año de 1255. Nacida la infanta en 12^3 ^cómo podía fundar en 1235? aquí una notable anticipación de fecha. Pero que esté sepultada en dicho convento más bien que en el de Santo Domingo de Madrid lo declara terminantemente un privilegio de Juan II dado á r 3 de Marzo de 1408 y existente en el archivo de aquel, y lo com- prueba el reconocimiento que se hizo en 1 772. De ella hablamos en los correspon- dientes tomos de Castilla la Niteva^ capítulos de Madrid y de Guadalajara. (1) Con más datos que los que teníamos al hablar de esta dama al principio del tomo, pág. 23 y 64, podemos afirmar que era hija natural de Alfonso III de Portugal, hermana y no hija de D. Gil Alonso. (2) Hermana del rey D. Fernando de Aragón llama á dicha infanta Gómez de la Torre, más ni el I ni el II de este nombre tuvieron ninguna que fuese religiosa. Floranes dice que era hermana de la célebre Rica hembra hija y heredera del con- de D. Sancho, y llamada también Leonor con sobrenombre de Urraca, que reinó en Aragón con su esposo Fernando I. (3) Tampoco atinamos en quién fuese la expresada reina: la esposa de Alfon- 644 ZAMORA actualmente los dos sencillos ataúdes de madera que se advier- ten dentro de modernos nichos á un lado y otro del presbiterio. Al primer período gótico pertenece el arco de ingreso de la capilla mayor cubierta lo mismo que la nave de precioso arte- sonado arabesco, al renacimiento la portada exterior. Por la data de los demás conventos de religiosas puede concebirse su estructura, arreglada al tipo general de crucero y cimborio que en las modernas iglesias prevalece. Á mediados del siglo XVI tuvo principio la Concepción fundada por D.^ Ana de Rojas, señora de Requena; en 1563 Santa Catalina que for- maba ángulo con la parroquia de la Trinidad y se cerró poco hace agregándose las monjas á sus hermanas de Sancti Spiritus; en 1619 las carmelitas de Santa Teresa; en 1648 las mercena- rias descalzas. El viajero se cansa de registrar con tan escaso provecho artístico ese interminable catálogo de templos, porque todavía le aguardan fuera de los muros, más para recordarle lo pasado que para interesarle en su estado presente, dos ermitas: Santa María de la Vega poseída á su tiempo por los templa- rios, nombrada más de una vez en el cerco puesto á la ciudad en 1355 por el rey D. Pedro, y entonces contigua al río que ahora pasa lejano (i); y Nuestra Señora de la Soterraña distan- te media legua al sur, primer albergue de las premonstratenses de Santa Sofía antes de entrar en la ciudad, y asiento de una so IV de Portugal hija de Sancho IV de Castilla no pudo ser, pues yace en Lisboa con su marido á quien solamente sobrevivió dos años. < Sería tal vez la segunda mujer de Juan 1, que le trajo en dote sus derechos á la corona de Portugal como hija única del rey Fernando, y de cuya larga existencia después de su prematura viudez ni del lugar de su entierro nada apenas ha podido averiguarse? De esta opinión he visto después que era Floranes. Desalojadas del convento las religió- sas en 1869, se averiguó que la citada reina descansaba con efecto dentro del coro en sepulcro de alabastro ; pero leyóse sin duda mal la fecha del óbito (i 342) que cita Fernández Duro, si más bien no es la era del fallecimiento de D.® Teresa Gil, que por otra parte vivía aún tres años después del 1304. Por lo tocante á D." Beatriz, viviente todavía en 1406, pudo alargar su vida hasta 1430 en que apenas contaría sesenta años de edad y cuarenta de retiro. (i) En 1481 mandaron hacer el retablo de Santa María de la Vega Rodrigo de Ulloa y D.® Aldonza de Castilla su mujer. ZAMORA 645 antigua cofradía en la cuál se inscribió Juan II agradecido á la fecundidad inesperada de su segunda esposa Isabel, sin saber todavía que aquel fruto de bendición debiera ser la gran Reina Católica por excelencia, la inmortal regeneradora de España. ^¿aJí- ' íl^, » |i^;îi -:^^:^sfef^ , f : ?~?^Jaásf,;| '"'C i . ^ ^ y ' ■ - V ^ \ l.~ C 'f ->»" < ... ..il.-. .. ■ .- ...•,' ' ' ■ Jr^' < ..v; ::-;:;.::-^Wll V f sí el interés histórico como la riqueza monumental de la j-^provincia se hallan casi exclusivamente concentrados en las dos ciudades que tan despacio acabamos de visitar. Á excepción de Benavente y de dos ó tres más de algún vecindario, las otras poblaciones no pasan de humildes villorrios; tanto que de tres- cientas que comprende, apenas una quinta parte alcanza al nú- mero de mil almas. Ni en las alturas los castillos, ni en las soledades los monasterios abundan tanto allí como por las re- giones colindantes de León y de Castilla. Poco al menos es lo que vimos de notable, atravesando de norte á mediodía su terri- torio en toda su longitud. ¿Quién sabe si tal vez la más oscura j /p- 648 ZAMORA aldea ó las breñas más escondidas encierran alguna preciosa joya del arte, alguna venerable antigualla? Pudiera indudable- mente suceder, pero no hay indicio que haga sospechar su exis- tencia, ni rastro de luz que conduzca á su descubrimiento; y en medio de esta completa ignorancia, en la imposibilidad de regis- trarlo todo, no podíamos peregrinar á la ventura en busca de eventuales y hasta inverosímiles hallazgos. La provincia carece de límites naturales y marcados, y por consiguiente de fisonomía peculiar. Por el lado del norte se confunde con los páramos de Astorga, por el de levante con las llanuras de Campos, por el sur con los montuosos carrascales de Salamanca; sólo hacia poniente presenta más elevada barrera al vecino reino de Portugal, bastante para defenderla ínterin aquél permanezca extranjero, mas no tan insuperable que exclu- ya para algún día legítimas esperanzas de unión. Corta el Duero aunque no por igual, corriendo de este á oeste, la anchura del territorio; júntasele el Tormes por el ángulo de sudoeste, y baja del norte á incorporársele el Esla, que cruzando en diago- nal su mayor extensión, la divide en dos países de muy distinta naturaleza: quebrado y silvestre el de su orilla derecha com- puesto de los distritos de Sanabria y Alcañices, llano y feracísi- mo el que se extiende á la izquierda por las comarcas de Bena- vente, Villalpando, Zamora y Toro. Tierra del pan y tierra del vino según su preferente cosecha se denominaban estas vastas campiñas, comprendiendo la última allende el Duero el ondulóse término de Fuente Saúco; el de Sayago, todavía más desigual, puede calificarse de serranía. Para empezar nuestra rápida excursión salgamos ya de Toro; y si vamos á caza de recuerdos, en vez de seguir la fruc- tífera vega donde vació su cuerno la abundancia, caminemos hacia oriente poco más de una legua hasta descubrir á Morales. Allí falleció en 1316 D. Alfonso primogénito del infante D.Juan el de Tarifa, casado con Teresa Núñez de Lara; allí, según al- gunos, le nació al rey D. Pedro acampado contra Toro en el ZAMORA verano de 1355 la infanta Isabel, tercer fruto de sus amores con la Padilla. Contaba la villa tres parroquias en razón de su importancia; tres conserva aún Pozo Antiguo, y dos respectiva- mente Pinilla, Vez de Marbán y Belver de los Montes, situadas al norte una tras otra en suaves y fértiles laderas. Junto á la última florecía en el siglo xi enriquecido con donaciones cuan- tiosas un monasterio titulado San Salvador de Villaceyt, que á principios del siguiente se incorporó al de Sahagún, bien que todavía en el xiii sostenía graves contiendas con los vecinos, y era objeto de atroces violencias. Las ruinas del castillo de Bel- ver representan á la fantasía la alevosa muerte de Alvar Núñez Osorio, que caído de la privanza de Alfonso XI se había forta- lecido en aquel país todo suyo contra la saña de sus enemi. gos (i): de un falso amigo le vino el daño, y en cierto día de Octubre de 1328 hallándole desapercibido le mató á puñaladas Ramiro Flórez su alcaide y su vasallo. De la cordillera que por el sur separa la provincia de la de Salamanca, bajan numerosos arroyuelos que fecundan los valles de Fuente Saúco y se unen al Guareña para rendir tributo al Duero; ricos viñedos visten el pié de sus lomas, densos bosques (i) El citado poema de Alfonso XI indica las vastas posesiones de Osorio en aquella comarca; Don Alvar Nunnes de Ossorio, E fuese con muy gran placer Muchos buenos con él van,  San Pedro de la Tarsa, Por Simancas pasó á Dorio Á Oter de Pumos el fuerte E fuese á San Roman, Dó el tesoro tenia: Á Brenna e Belver, Non cuydava en la muerte  Tiedra muy real casa. Que acerca le venia. Después de poner en boca del conde sus querellas y las razones que tenía para no entregar al rey los castillos, menciona su muerte con breves y misteriosas frases, dando á entender que fué justa expiación de la que por consejo suyo se dió en Toro á D. Juan el Tuerto, á quien antes había pertenecido f^elver. Todo el mundo fablará En como fué la su muerte De como lo Dios compiló: La estoria se lo calla. Donde tiró á Don Johan Matáronlo sin guerra Este conde allí morió. E sin cavalleria ; En Belver castillo fuerte El rey cobró su tierra Hi lo mataron sin falla: Que le forzada tenia. 650 ZAMORA y matorrales sus cimas, y pueblan sus cañadas algunas villas no insignificantes. Tales son la capital del partido amurallada en otro tiempo; Fuente la Peña notable por su frondosa arbo- leda, calles rectas y espaciosas y linda parroquia de tres naves; y la Bóveda, cabeza de una vasta encomienda de San Juan que en 1116 dió la reina Urraca á la orden luego después de funda- da. En el camino, á la subida de unas cuestas cubiertas de ca- rrascas é infestadas algún día de ladrones, se nos aparecieron en amena soledad los restos de un monasterio esclarecido en los anales cistercienses : dióle principio Martín Cid, natural de Zamora, unido con cuatro monjes que le envió desde Claraval San Bernardo, y en 1137 Alfonso VII hallándolo varón justo le dió para este fin el lugar del Cubo, situado á la raya en la ver- tiente opuesta. La abadía llevaba el nombre del vecino pueblo de Peleas, y estuvo en otro paraje inmediato llamado de Bello- fonte hasta 1232 en que se trasladó al actual, que por cierto no desmerece del título hermoso de Valparaíso. Promovió dicha mudanza el santo rey Fernando en memoria de haber nacido puntualmente en aquel sitio en 1198, cuando era todavía de- sierto monte, donde á la insigne Berenguela sobrecogieron en un viaje los dolores del parto : y siglos después el culto religió- so consagró la cuna del gran monarca juntamente con el sepul- ero del abad Martín, cuyos restos fueron traídos solemnemente de su mansión primera, tributándose al fundador lo mismo que al bienhechor los honores de bienaventurado. Sólo paredones y algunas bóvedas subsisten (i); mas por lo que ha quedado se reconoce que era de tres naves la iglesia, muy bajas las laterales y cortadas en época posterior para ca- pillas, bizantinos los capiteles de los pilares, ojivos en general los arcos, bien que de medio punto como más antiguos los del ancho y profundo crucero: de la capilla mayor nada aparece; la (i) Nos referimos aquí, como por lo general en el texto, á la época de nuestro viaje en 1852. ZAMORA portada y la torre se ve que habían sido renovadas al estilo churrigueresco. Aún demuestra mejor su gusto gótico florido el lindo claustro, trazado por cuatro galerías de seis arcos cada una, que guarnecían delicados follajes mezclados con figuras de animales de toda especie, y bordaban puros y sutilísimos arabescos ; las bóvedas de crucería de sus ánditos arrancaban de repisas compuestas de grupos de angelitos con escudos y rótulos, en alguno de los cuales puede aún leerse doctor de Gra- do, y estas palabras despiden bastante luz para conjeturar que aquella espléndida obra se debió en todo ó en parte á la muni- ficencia del fundador de la capilla de San Juan Evangelista en la catedral de Zamora, con cuya gentileza guarda singular ana- logia (i). En el género barroco se presenta allí la galería alta decorada de medallones, en el bizantino la sala capitular con portada y dos ajimeces de plena cimbra y columnas de labrados capiteles y pilares que aguantan sus apuntadas bóvedas : sobre varias puertas nótanse versos latinos en elogio del patriarca de la orden (2). No lejos de Valparaíso, en San Miguel de la Ri- bera, había un convento de franciscos descalzos que se honraba de haber sido fundación y residencia de San Pedro de Alcán- tara. Encierran la comarca de Sayago por norte y oeste el Due- ro, por sur el Tormes metidos en profundos cauces; y en la estación de las lluvias con los manantiales que dó quiera brotan inúndase la tierra surcada por infinitos torrentes ó rieras que desaparecen en verano. Abundantes pastos alimentan en sus valles copiosísimo ganado, cuya lana constituye la industria del (i) Véase pág. 589. (3) Pertenecen dichos versos al género conceptuoso: Ipsa salutantem Bernardum Virgo Salutat, Ex Verbi verbis Bernardi verba melosque. Siento que me atribuya el señor Fernández Duro la disparatada copia que de estos versos inserta, tomo I, pág. 427 de sus Memorias, sin metro y sin sentido, pues á no haber podido ó sabido leer otra cosa, ni debía publicarlos yo, ni él transcribirlos. Ó52 ZAMORA país. Humildes y reducidos son aquellos pueblos pastoriles, y no es de los mayores entre ellos Bermillo su cabeza. Gánanle en vecindario Pereruela, Peñaosende, Almeida y sobre todo Fermoselle asentada sobre un peñasco en la confluencia de am- bos ríos, entre deliciosos cerros plantados de viña, á vista de la frontera de Portugal. Antes de pasarla el Duero para hacerse lusitano, corre largo trecho encajonado por desfiladeros de su- blime y pintoresco horror, cuyos inaccesibles ribazos franquean osadamente las bandas contrabandistas. En el ya desmantelado castillo de Fermoselle tuvo preso el obispo Acuña al alcalde Ronquillo al tomar posesorio de la mitra contra el interdicto real ; y en él tremoló todavía después del desastre de Villalar el estandarte comunero sostenido por los Porras, notable familia zamorana. Sobre las márgenes del Duero se dilata en el centro de la provincia el distrito de la capital, más fecundo en vino por un lado, más pingüe en mieses por el otro, y limitado al occidente por el rápido curso del Esla. Una barca que cruza este río daba ya nombre al empezar el siglo x á San Pedro de la Nave (i), priorato benedictino y hoy parroquia del lugar, que bajo vulgar y desnuda cáscara encierra una de aquellas pequeñas y precio- sas basílicas, de que sólo Asturias conserva raros ejemplares. Es un rectángulo cuadrilongo de tres naves, partidas transver- salmente por un crucero, á cuyos extremos se abren sus dos puertas: en el fondo avanza la capilla mayor también rectangu- lar. Las bóvedas son de plena cimbra ; tragaluces, ventanas, ajimeces de dos y tres arquitos, todo de medio punto; columnas no las hay sino en los cuatro ángulos de intersección del cruce- ro, y en el arco toral del santuario que es de pronunciada he- rradura; y sus capiteles, longitudinalmente aplastados á manera de impostas, presentan en su frente y en sus costados curiosos (i) Cita Argáiz un documento del año 902 por el que Alfonso III dió á este monasterio la posesión de Valdeperdices. ZAMORA relieves, en los que contrasta la rudeza de las figuras con la gentileza de follajes y entrelazos (i). Las naves laterales co- mullican con los brazos del crucero por arcos rebajados, por cima de los cuales corre una especie de tribuna con labrado friso en el antepecho. Montamarta tres leguas al norte de Za- mora tenía también su monasterio, y tres leguas más allá en la misma orilla del Esla florecía el de Moreruela, de cuya suntuo- sidad solamente quedan informes ruinas dominando el pantano- so terreno. No fué allí sin embargo donde á fines del siglo ix lo erigió San Froilá.n reuniendo cerca de doscientos monjes y don- de le acompañó en el retiro San Atilano; su célebre fundación estuvo algo más arriba en sitio más saludable mientras la habi- taron los benedictinos, hasta que en 1153 reemplazados por los cistercienses, cambiaron estos de lugar por intervención de D. Ponce de Cabrera á quien Alfonso el emperador encomendó su instalamiento. Bajo el patronato de los herederos del conde que se enterraban en dicha iglesia y con las dádivas de una in- fanta de Portugal, insigne protectora de la casa, y hermana, según algunos, de la reina Teresa primera esposa de Alfon- so IX (2), elevóse Moreruela á un grado de esplendor, de que apenas permiten ya formar idea sus escombros, y que pronto atestiguarán no más las mudas páginas de la historia. Ilustraba no menos la izquierda margen del Esla el castillo (1) Representa uno de estos frentes el sacrificio de Isaac, otro á Daniel en el lago de los leones ; en los costados se notan tosquísimos San Pedro, San Pablo, Santo Tomás y San F'elipe, todo con sus correspondientes letreros; distínguense por la gentileza los cimacios y los frisos. (2) Morales, que vió en la capilla mayor de Moreruela la tumba alta de esta infanta con bulto de piedra, no pudo averiguar su nombre ; Risco la llama Beren- gueLa hija menor de Sancho 1 de Portugal, bien que Méndez Silva asegura que ésta murió de corta edad. Pero si es cierto, como afirma Herculano, moderno é insigne historiador de Portugal, con referencia á graves autores extranjeros, que dicha Berenguela casó con Valdemaro 11 rey de Dinamarca y que reinaron allí sus hijos, no parece probable que viniese á ser enterrada en Moreruela. Hace pocos años que dentro de un sepulcro de aquel templo se encontró una momia flexible todavía, que-fué llevada á la catedral de Zamora: díjose entonces que era el cadáver de la esposa de Alonso Meléndez de Bornes, caballero portugués que en I i86 dió varios lugares al monasterio. 654 ZAMORA de Castrotorafe poblado por Fernando II de León (i), defendí- do valerosamente á nombre de Isabel la Católica contra el rey de Portugal, y dado por salvaguardia á Alonso de Valencia después que hubo entregado á Zamora : hoy hasta el nombre del pueblo ha sido sustituido por el de San Cebrián, pero con- tinúa poseyendo su territorio la orden de Santiago. Más al este Villafáfila contigua á unas salitrosas lagunas, población harto reducida para cuatro parroquias que contiene, vió en 1506 al Rey Católico firmar la avenencia por la cual entregaba á su im- paciente yerno Felipe de Austria el gobierno de Castilla. Tierra de Campos es ya propiamente toda la vasta llanura que por aquel lado termina en el Valderaduey, poblada de lugares más crecidos entre los cuales descuella Villalpando : á los recuerdos de esta populosa villa anteriormente ya pagamos homenaje (2); á sus monumentos, caso de que se nos engañara al asegurarnos que no los tiene, pedimos perdón de haber sacrificado su exa- men á la rapidez de nuestra ruta. Á la otra parte del Esla varía completamente el aspecto del país : fragosas montañas, densos bosques de robles y encinas, enmarañados jarales, copiosas fuentes y arroyos que cubren de escaso verdor el denegrido suelo, pueblos cortos y pobres que casi pueden calificarse de caseríos. Entre el expresado río, la imponente sierra de la Culebra y la frontera de Portugal, forma el áspero partido de Alcañices un triángulo cuyo vértice apoya en el Duero. Rige desde lejos en lo eclesiástico casi toda su co- marca el báculo arzobispal de Santiago mediante las dos vicarías de Alba y Aliste, que toman su nombre, ésta del riachuelo prin- cipal que la baña, aquella del antiguo castillo que coronaba una de sus más altas cimas : los vocablos unidos de Alba de Aliste, sirvieron de título á un condado, que obtuvo desde mediados del siglo XV la rama segunda del almirante Enríquez, mantenién- (1) Así dicen el arzobispo D. Rodrigo y el Tudense, pero ya en i 129 Alfon- so Vil concedió términos á este concejo y el fuero de Zamora. (2) Véase atrás, pág. 300. ZAMORA 65') dose en su posesión contra la autoridad real de Juan II (i). Á favor de otro vástago de la misma estirpe erigió el Emperador en marquesado la villa de Alcañices, cuyo señorío había here- dado por enlace con la familia de Almanza ; anteriormente la poseyeron los templarios, y en 1297 para poner término á pe- ligrosas guerras se celebraron en ella los dos enlaces del joven rey Fernando IV con Constanza de Portugal y del príncipe her- mano de ésta con Beatriz de Castilla. Todavía existe el palacio de los señores y en el centro de la plaza un cubo de su fortaleza convertido en torre de reloj. Marqués de Tábara casi al propio tiempo fué creado un Pimentel, y también allí habían dominado los templarios, y en época más remota el gran cenobita San Froilán había congregado allí cerca en vida monástica seiscien- tas personas de ambos sexos. A espaldas de la sierra de la Culebra se encrespan al norte otras aún más formidables, la Segundera, la Gamoneda, la Peña Negra, que cruzándose en varias direcciones y trazando los lími- tes de León, Galicia y Portugal, forman acaso el punto culmi- nante de Castilla la Vieja y comprenden en sus rápidas vertientes y profundos valles la tierra de Sanabria. Nada ofrecen de histó- rico sus lugarejos sepultados en la nieve la mitad del año, sino algún nombre tal como Ungilde y Hermisende que despierta la memoria de sus pobladores godos. Entonces al parecer, en lo más áspero y frondoso de aquellas breñas, se elevaba ya el mo- nasterio de San Martín de Castañeda, que reedificó en el siglo x el abad Juan, venido de Córdoba la musulmana, á reparar en el país reconquistado los estragos de los musulmanes (2) : propie- (1) Los de Benavente hacia 1448 acaudillados por su conde acudieron á Alba de Aliste que estaba cercado por los del rey y los forzaron á alzar el cerco. — María- na, lib. XXII, cap. 7, Crónica de Juan II, cap. 107. (2) Transcribiremos aquí la inscripción que en el capítulo del Vierzo del tomo de Asturias y León no hicimos más que indicar: Hic locus antiquiius Martinus Sanctus est honore dicatus, brevi o-Jere instructus diu mansit dirutus, doñee Johan- nes abba á Corduva venit et hic temjlum litavit, edis ruinam á jundamentis erexit et acta saxa exaravit : non imperialibus /ussis sed fratrum vigilantia instantibus. 65Ò ZAMORA dad de los monjes era el profundo y anchuroso lago, donde se precipita en su nacimiento el Tera, y de donde vuelve á salir para recorrer en toda su longitud el distrito y visitar á medio camino la villa que es su cabeza. La Puebla de Sanabria como plaza fronteriza tiene muros que la ciñen y enhiesto castillo que domina la comarca ; ningún hecho de armas recuerda, sin em- bargo, sino una pacífica bien que importantísima conferencia tenida á 20 de Junio de 1506 entre Fernando el Católico y el Archiduque, receloso y bien escoltado el yerno, inerme y apaci- ble el suegro con singulares muestras de cordialidad y abnega- ción. Dos horas hablaron á solas dentro de una ermita contigua al Remesal, á igual distancia de la Puebla y de Asturianos donde tenían sus respectivos alojamientos, sirviéndoles de portero el gran Cisneros que cerrada la puerta y sentado en un poyo man- tuvo los grandes á respetable distancia (i). Caminando al oriente hacia Mombuey y Villar de Ciervos, ensánchanse las cañadas y suavízase insensiblemente el terreno, de suerte que al entrar el Tera en el partido de Benavente riega ya una fértil y deliciosa vega sembrada de pueblecitos y en el siglo X de monasterios (2). Con ella confluyen á su izquierda el valle de Vidríales, á su derecha el de Valverde, surcados por arroyuelos ; del lado del norte baja el Orbigo reunido con el Eria, que después de cruzar los campos de la Polvorosa, teatro annis dito et tribus mensibus -peracta, sunt hec operibus, Ordonius peragens sceptra, era novies centena navies dena. Así copió Morales la era que correspondería al año 952; Masdéu interpreta las dos últimas palabras que no se leen bien nona et quinquagena que sería el año 921, Yepes la refiere al 9 t 6. La frase non imperiali- busjussis recuerda otra análoga de la inscripción coetánea de San Pedro de Mon- tes non oppressione vulgi sed largitate pretii et sudareJratrum. (1) De esta entrevista hablan extensamente nuestros historiadores, refiriendo la numerosa comitiva del archiduque y los donaires que el Rey Católico, disimu- lando su sentimiento, dirigía á cada uno de los grandes que con aquél venían se- cretamcnte armados. (2) Distinguióse por su opulencia y devoción el de Santa Marta de Tera que floreció hasta el siglo xvi en que su abadía se convirtió en dignidad de la catedral de Astorga, y en la misma ribera existió el de San Miguel de Camarzana. Otro dú- plice ó de ambos sexos hubo á corta distancia de allí en San Pedro de Zamudia. ZAMORA 6t;7 de las victorias de Alfonso III (i) y cuyo sobrenombre toman diversos lugares, rinde al Esla sus caudales algo más arriba que el Tera. En el mismo desagua el Cea por la parte oriental, donde se encuentran poblaciones más considerables. Fuentes de Ropel, Villalobos, Castro Gonzalo, con dos ó tres parroquias cada una, y la última con restos de castillo y un puente de vein- tisiete ojos sobre el Esla, memorable por diversas batallas y cuya antigüedad pretende remontarse á los celtas. Hacia la confluencia de estos ríos, entre el Orbigo y el Esla, se asienta la villa de Benavente, tercera de la provincia, cercada de amenísimas huertas y lozanos plantíos, dispuesta en anfitea- tro, rica en iglesias monumentales, coronada por el alcázar de sus condes. Antes de penetrar en su amurallado recinto, interro- garéis acerca de su fundación á la historia ; y ella, no atrevién- dose á registrar en sus críticas páginas el sitio que refiere la Crònica general, puesto á la villa en 811 por Ores, rey moro de Mérida, del cual dice la libró Alfonso el Casto ayudado del valiente Bernardo su sobrino, no os presentará sino oscuridad y vacío antes de que la poblara Fernando II de León (2). Pero os contará en seguida que en 11 76 la honró su poblador reuniendo allí en cortes á la mayor parte de los prelados y grandes de su reino, que en 22 de Enero de 1188 detenido en ella por mortal dolencia le legó su postrer suspiro, que su hijo Alfonso IX en 1202 la escogió para celebrar segundas cortes cuyo ordena- miento se conserva, y que allí en 1231 Fernando el Santo firmó con sus hermanas Sancha y Dulce, hijas de primer matrimonio, la concordia que le allanó pacífica senda al trono de León, com- prándoles con la renta de treinta mil doblas de oro la renuncia de sus derechos. En ella tenían los caballeros del Temple una (il Véase el tomo de Asturias y León, cap. VI, i.' parte. (2) Generalmente se fija en el año i i 69 la fecha de esta puebla, pero debe ser anterior, pues en i.° de Octubre de i 168 se hallaba en Benavente el rey al otor- gar fuero á la villa de Llanes « sacado e concentrado por el mi fuero de Benavente que yo poblé.» 83 de sus principales bailias ó encomiendas, y sus iglesias por una singular anomalía dependían y aún dependen de la diócesis de Oviedo, de cuyos confines distan más de veinte legusTs. Durante siglo y6m5e8dio se hace menos frecuente en los ana- les la memoria de Benavente, tal vez por efecto de decadencia, pues Sancho IV concedió privilegios en 1285 ^ que acudie- ran á repoblarla. Pero desde que Enrique II la dió con título de ducado á su hijo bastardo D. Fadrique, si no más próspera vino á ser más famosa. Una hueste formidable de portugueses é in- gleses le puso cerco en 1387; mas el valor de Alvaro Osorio que la defendía y la escasez de víveres que destruyeron muchas leguas al rededor los mismos naturales, obligaron al enemigo á retirarse con desdoro al cabo de dos meses. No es que debiera la salvación á su duque, que ambicionando la regencia de Enri- que III su sobrino contra el tenor del testamento de Juan I, mal contento de la preponderancia de sus colegas y desesperado al fin de verse excluido del gobierno, no se retiró á la cabeza de sus estados sino para mantener más de cerca sus inteligencias con el rey de Portugal cuya alianza procuraba enlazándose con su hija, y para agitar el país con sus armamentos é infructuosas tentativas contra Zamora. Tan pronto reñido como reconciliado con la corte, llegó á fatigar la clemencia del joven rey, quien al salir de su menor edad, trocada en rigor la condescendencia, mandóle preso al castillo de Monterrey y luégo al de Mora, desde donde matando al alcaide pudo escapar á Navarra; pero entregado en 1414 por aquel príncipe, á pesar de ser cuñado suyo, al enviado de Castilla, acabó tristemente sus días el inquie- to D. Fadrique en la fortaleza de Almodóvar junto á Córdoba, sin poder legar sus dominios á su única hija Leonor que había casado en 1408 con el adelantado Pedro Manrique (i). ( I ) Salazar sospecha que esta hija, cuya madre no consta quién fuese, la hubo el duque en su prima D.' Leonor de Castilla, hija del infante D. Sancho conde de Alburquerque y esposa de Día Sánchez de Rojas, señor de Monzón, á quien en i 393 mataron alevosamente los criados de D. Fadrique por estos amores tal vez, más ZAMORA 659 Su confiscada herencia la transfirió en 1398 el monarca á un noble portugués llamado Juan Alonso Pimentel, casado con una tía materna de la reina Beatriz esposa de Juan I, recompen- sando así sus leales servicios y cuantiosas pérdidas por la causa de Castilla, é indemnizándole por la entrega de Braganza y Vi- fiaes (i). Benavente nada perdió de su importancia al con ver- tirse de villa ducal en condal bajo la jurisdicción de la ilustre familia emigrada, que se arraigó desde luégo en el país hasta competir de improviso con las más antiguas y poderosas del reino. El segundo conde Rodrigo Alonso, aunque yerno del Al- mirante y suegro del infante D. Enrique de Aragón, se ladeó casi siempre á favor de D. Alvaro de Luna á quien dió por es- posa en 1432 á su hija Juana, y con esto y con su constante adhesión al soberano, adelantó singularmente su fortuna adqui- riendo los señoríos de Villalón y Mayorga. Por muerte de su primógenito Juan á quien hirió en Benavente un escudero lu- chando con él por diversión, entró á succderle el otro hijo Al- fonso, que en 1442 hospedó en su villa con grandes fiestas á Juan II; pero siguiendo el partido de los grandes descontentos, fué preso con ellos en 1448 y llevado á la fortaleza de Portillo. Al presentarse poco después á las puertas de su alcázar liber- tado del encierro con la fuga, los naturales sublevados echaron fuera á la guarnición real, y bien pertrechados y aguerridos contuvieron al mismo rey que desistió de ponerles sitio: por úl- bien que por rencillas políticas. Muerto el marido, pidió el duque licencia para casar con la viuda, y aunque la obtuvo no lo efectuó, pues D.® Leonor se metió monja en el convento de Saneti Spiritus de Benavente. Así se desprende de un do- cumento citado por Castillo, cronista de la orden dominicana, que demuestra era hermana de la princesa del mismo nombre (cosa rara!) que casando con Fernando de Antequera vino á ser reina de Aragón; y aquella sin duda es la reformadora del convento de dominicas en Toro de que en su lugar hablamos, cuñaday no her- mana de dicho Fernando I. (i) Se las había dado el rey Fernando de Portugal al casarle con D.' Juana de Meneses hermana de la reina Leonor, y se las conservó Enrique III en el convenio que hizo con él al recibirle á su servicio, bien que luégo le mandó entregarlas al maestre de Santiago. Pueden verse los documentos en el Memorial publicado en 1753 sobre los, derechos de los condes de Benavente á la grandeza de primera clase, que hemos tenido presente al escribir estas líneas. , 66o timo la caída del condestable resarció al tercer conde de cuánto había perdido. En tiempo del cuarto, llamado Rodrigo Alonso como su abuelo, de 1461 á 1499, llegó á su apogeo la pujanza délos rímenteles, primero por la flaqueza de Enrique IV que le nom- bró duque de Benavente y conde de Carrión, después por la gratitud de los Reyes Católicos, de quienes contra toda espe- ranza se declaró el campeón más decidido, cayendo en Baltanas prisionero de los portugueses. Recompensáronle entre muchas mercedes con la donación de la Puebla de Sanabria y de la tie- rra de Carballeda que perdió Diego de Losada por su desleal- tad: pero la resistencia de los pueblos frustró más de una vez las concesiones reales; Carrión sostuvo su independencia con las armas y con el auxilio de otros señores; la Coruña sufrió dos sitios antes que reconocer el señorío del conde (i), que hubo de contentarse con recibir en cambio las villas de Ayllón y de Ria- za. Á su suegro D. Juan Pacheco tomó cinco fortalezas; con el conde de Lemos tuvo porfiadas querellas, pero intercedió gene- rosamente por su competidor ante el rey Fernando que se pre- sentó en Benavente para dirimirlas. Sus campañas contra los moros granadinos, singularmente en los sitios de Ronda y Má- laga, coronaron gloriosamente su carrera. Acompañados del quinto conde Alfonso llegaron á Bena- vente en 23 de Junio de 1506, Felipe el Hermoso y su infeliz esposa, avanzando hacia la capital con mayores muestras á cada paso de ambición en el uno y de demencia en la otra. Alfonso Pimentel fué uno de los primeros grandes que desnudaron el acero contra las rebeldes Comunidades: su hijo y sucesor An- (i) «Yendo el conde, dice el memorial citado, con cuatrocientas lanzas y al- guna gente de á pié á tomar posesión de dicha ciudad, se le resistió asistiendo á la defensa la mayor parte del reino de Galicia, por lo cual levantando el cerco le habla que puesto y dando vuelta para sus tierras, entró las ciudades de Orense satisfacerse Santiago y para dé sus contrarios, y capitulada paz con las iglesias y ciu- dadanos de ellas las dejó libres. En este viaje prendió al conde de Camiña cierto trato doble por que habla hecho contra él, y le trajo preso á Castilla donde le tuvo mucho tiempo en una jaula de madera en la fortaleza de Benavente.» ZAMORA Ó6l tonio sirvió en paz y en guerra al Emperador y á Felipe II ; su nieto Juan Alonso, después de armar á su costa nueve mil hom- bres para la incorporación de Portugal y de acudir á la defensa de la Coruña contra los ingleses, desempeñó diversos virreinatos en el reinado del III. Así continuaron en la primera grada del trono, con consideración poco menos que de príncipes, prevale- ciendo siempre sobre las heredadas coronas ducales, la primitiva condal de Benavente (i), hasta que extinguida hará cien años la línea varonil de los Pimenteles, después de absorber tantas y tan ilustres casas vino á ser absorbida por la de Osuna. La población no desmerece de la grandeza de sus señores. Dejando fuera á la entrada las ruinas de un convento de domi- nicos y de otro de Jerónimos, penetra el viajero por una de puerta doble ojiva flanqueada de torreones que mira hacia sudeste, la más característica de las seis que introducen á su murado re- cinto. Subiendo siempre, se enfila una larga calle, donde por un lado descuellan la portada barroca de San Francisco y su torre cuadrangular con ventanas de medio punto coronada de pirámi- des que imitan botareles; por otro aparece la fachada del hos- pital de la Piedad, suntuosa fundación de los condes en la se- gunda década del siglo xvi (2). Un precioso marco de góticos follajes encuadra el arco semicircular de su ingreso, y labores de análogo estilo bordan el antepecho de su galería superior. Más arriba en el punto más frecuentado levanta la parro- quia de San Nicolás su torre, antigua en parte, sobre el portal ojivo decrecente bien que desnudo de molduras. Pero llega á su (1) Entre los títulos que se refundieron en dicho condado de figuran los ducados Béjar, Plasència, Arcos, Monteagudo y Gandía, los marquesados de Javalquinto Lombay, y Terranova, los condados de Luna, Belalcázar Oliva, los dos y de principa- Squilace y Anglona, y otros propios de los Zúñigas, Borjas, Vigil de Sotomayor y Quiñones. (2) Debajo de una imagen de nuestra Señora y de dos escudos de la familia se lee la inscripción siguiente: «Este hospital hicieron y dotaron los illes. Señores Don Alonso Pimentel conde quinto e doña Ana de Velasco e Herrera; intituláron- lo de nuestra Señora de la Piedad porque nuestro Señor la aya de sus ánimas: co- menzóse e dotóse en el año de MDXVII, acabóse en el año de XVIII.» 002 ZAMORA colmo la del artista, cuando al desembocar en la sorpresa plaza le sale al encuentro de improviso un bellísimo grupo de cinco decorados todos en derredor de ventanas bizantinas con ábsides, columnas en sus jambas, y ceñidos de modillones que se unen formando arquería. Aquella es la iglesia principal de Benavente, Santa María del Azoque, cuyo título tal vez deriva de la voz arábiga los monumentos az-zoq que significa mercado, y uno de más curiosos del siglo xii ó de principios del xiii. A un lado la cuadrada torre reforzada con robustos estribos, sembrada de aberturas idénticas á las de los ábsides, completa dignamente aquel conjunto tan interesante por sus líneas como por su ve- tusto colorido. A los extremos del crucero tiene el templo dos puertas: la del mediodía, de plena cimbra, guarnecida de dien- tes de sierra en el arquivolto y de hojas románico góticas en los capiteles de sus seis columnas, presentando las efigies de los evangelistas alternadas con otras de santos y en el tímpano el Cordero sin mancilla incensado por espíritus angélicos ; la otra colateral pertenece á la misma época; no así la principal situada á los piés del edificio, que es moderna y de orden dórico con de pilastras. Por dentro así los arcos de comunica- ornamento ción como las bóvedas de las tres naves despliegan ya la ojiva, y las de la mayor llevan hasta labores de aristas entrelazadas; los pilares en sus cuatro caras muestran una simple columna, con bizan- pero los del crucero son fasciculados si bien capiteles tinos. Cada brazo del crucero forma dos capillas en cuyo arqui- volto se dibujan zigzags, y á ellas corresponden por fuera los cuatro ábsides menores. Recuerda en Benavente á los templarios, tan ricamente he- redados en ella, la singular arquitectura de la parroquia de San Juan del Mercado, cuyas dos portadas respiran cierta sombría gravedad. Sobre todo merecen observarse los capiteles de la lateral, partidos horizontalmente por una moldura ó anillo, en- cima del cual asoman toscas figuras de apóstoles al parecer, y debajo de follajes, cintas, espirales y varios adornos del estilo ZAMORA 663 de transición. En el testero resalta la adoración de los Magos con esculturas de ángeles y otras en el arquivolto; la puerta que es de medio punto se halla incluida dentro de un arco oji- val. Sin duda en las hornacinas fúnebres de diversas formas, que se notan al lado de una y otra puerta, yacen caballeros de la extinguida orden ó de la de San Juan que le sucedió en la posesión de la iglesia (i) ; y encomienda fué de la última la con- tigua casa orlada de cordón, construida hacia el tiempo de los Reyes Católicos. Otras torres descuellan aún, y son las de San Andrés y de Nuestra Señora de Renueva, parroquias en mucha parte refor- madas con obras posteriores, pero no tanto como la del Sepul- ero que teniendo fama de ser la más antigua, se ha convertido en la más insignificante. A fines del último siglo estaban de pié todavia San Miguel, Santiago, San Martin y San Juan de los Caballeros, que con otra de San Pedro, destruida anteriormen- te, llegaban un tiempo al número de once parroquias. Los con- ventos de monjas eran tres como los de religiosos y todos sub- sisten aún, el de clarisas, el de bernardas y el de dominicas de Sancti Spiritus, cuyo hábito vistieron damas de regia estirpe propagando su regla en Toro (2). En lo más alto de la villa, al extremo meridional de una meseta que se apellida la Mota^ asoma reducido casi á esquele- to el palacio señorial que tan ilustre la hacia y con cuyas glorias vivió tantos siglos identificada. Muros, arcos, torres coronadas de almenas y matacanes, redondas unas, cuadradas otras, se hallan en aquel desorden precursor de un hundimiento total, que favorece de pronto á lo pintoresco de la perspectiva y parece aumentar todavia sus vastas dimensiones. Su fábrica, en gran ( () Dentro de. ella hay otros sepulcros con epitafios ; uno es el de Sancho Ruiz de Saldaña, cuya fecha está en blanco. {2) Véase lo que dijimos poco atrás de D." Leonor de Castilla hija de Don Sancho conde de Alburquerque, hermana de la reina de Aragón y nieta de Alíon- so XI. 6ò4 ZAMORA parte de ladrillo, no ha podido resistir al embate de cuatro si- glos escasos. En alguna de sus torres mejor conservada apare- cen ventanas góticas de la decadencia, y da vista al río una ga- lería de arquitos semicirculares y algo reentrantes al estilo arabesco con antepecho abalaustrado. Poco más de cien años ha transcurrido desde el fallecimiento del último Pimentel, y ved en qué ha parado el esplendor de su desierta morada. Quedan sólo los espaciosos jardines y más allá la dehesa de los Tamarales cercada de densísima arboleda; queda el delicioso panorama que forman á los piés de aquella altura por un lado bosques inter- minables, por otro huertas de frutales salpicadas de casas y molinos, surcadas por las sinuosas corrientes del Esla y del Or- bigo que brillan con blanco esmalte sobre el opaco verdor. ¡Oh renaciente pompa de la naturaleza! ¡cómo avergüenzas las ca- ducas glorias del arte y el estéril é irresucitable polvo de los monumentos! ¡oh perenne sonrisa de la creación, indiferente á las vicisitudes, insensible á la desolación de las humanas gran- dezas! X » I a ^ PÁGINAS. Introducción v VALLADOLID CAPÍTULO I.—Ojeada general á Valladolid ii CAP. II.—Valladolid desde su fundación hasta el siglo xiii.—Monu- mentos bizantinos 29 CAP. III.—Valladolid desde el siglo xiii hasta principios del xvi.— Construcciones góticas 47 CAP. IV.—Valladolid en los tres últimos siglos.—Edificios modernos. 121 CAP. V.—Simancas.—Pueblos comarcanos de Valladolid 181 CAP. VI.—Distritos de Peñafiel y de Olmedo 201 CAP. VIL—Medina del Campo. . 2i5 CAP. VIII.—Tordesillas.—Torrelobatón.—Villalar 287 CAP. IX.—San Román de Hornija.—Vamba.—Monasterio de la Es- pina 239 CAP. X.—Medina de Rioseco 275 CAP. XI.—Distrito de Villalón.—Mayorga.—Ceínos.. 299 FALENCIA CAPÍTULO I.—Tierra de Campos.—De Dueñas á Palència 3i3 CAP. 11.—Orígenes de Palència hasta su restauración por Sancho el Mayor 341 CAP. III.—Palència durante los • siglos medios.. 359 CAP. IV.—Fisonomía actual y monumentos de Palència 395 CAP. V.—De Palència á Astudillo 449 84 1 666 ÍNDICE PÁGINAS. CAP. VI.—Carrión y SU distrito 471 CAP. VII.—Partidos de Saldaña y de Cervera de Pisuerga.—Aguilar de Campóo Sog ZAMORA CAPÍTULO I.—Recuerdos de la capital. 5S3 CAP. II.—Monumentos de Zamora SyS CAP. III.—Toro Gil CAP. IV.—Ojeada general á la provincia.—Benavente 647 Indice de los intercalados VALLADOLID PÁGINAS. Introducción.—Cabecera v CAPÍTULO L—Cabecera n CAP. II.—Cabecera. . 29 Torre de Santa María la Antigua 37 CAP. III.—Cabecera 47 Antigua torre de San Benito 76 Claustro del antiguo convento de San Agustín 79 Fachada de San Pablo 91 » Detalles de la derecha 93 » Parte central 95 Fachada de San Gregorio 99 Puerta interior de San Gregorio 100 Fachada de San Gregorio.—Detalle de la izquierda 101 Patip de San Gregorio io3 Colegio de Santa Cruz, hoy Museo 111 Museo.—Fragmentos de una sillería de coro (de Berruguete). . . 113 Galería del Museo ii5 Museo.—Espaldar de una silla de coro (de Berruguete) 117 CAP. IV.—Cabecera 121 Casa donde nació Felipe II 127 Ventana de la casa de Felipe II ....... 128 La acera de San Francisco iqS El Ayuntamiento 14^ Iglesia de la Magdalena 147 Restos de arquitectura árabe junto a la iglesia de Santa Magdalena. 149 Fachada de la Catedral i5i Colegio de Ingleses iSy Colegio de Escoceses 1^9 Palacio Real,'hoy Audiencia i6i Patio del Palacio Real 668 ÍNDICE PÁGINAS. Iglesia de las Angustias 167 Fachada de la Universidad lyS Hospital de San Juan de Letrán lyS Teatro de Calderón 177 CAP. V.—Cabecera 181 Archivo de Simancas 191 Parroquia de Arroyo igS CAP. VI.—Cabecera 201 CAP. VII.—Cabecera 2i5 Medina del Campo 217 Castillo de la Mota. —Torre del Homenaje 224 CAP. VIH.—Cabecera 287 CAP. IX.—Cabecera 259 CAP. X.—Cabecera 275 Rioseco .—Parroquia de Santa María . . 287 » —Parroquia de Santiago 292 CAP. XI.—Cabecera 299 Villalón .—Iglesia de San Miguel. 3o2 Aguilar de Campos .—Parroquia de San Andrés 3o7 Ceínos de Campos .—Restos de Santa María del Temple. . . . 309 FALENCIA CAPÍTULO I.—Cabecera 3i3 Baños .—Iglesia de San Juan Bautista 333 villamuriel.—Exterior de la Parroquia 337 » Fachada de la Parroquia. . . . . . . . 339 CAP. II.—Cabecera 341 CAP. III.—Cabecera . 359 CAP. IV.—Cabecera 3gS Vista general de Palència 397 Puerta de Monzón 399 Vista general de la Catedral 401 Catedral.—Puerta del Obispo 4o3 » Nave principal 407 » El Trascoro. 4'^ » Capilla donde se baila la momia de doña Urraca. . . 419 » Capilla de San Pedro 421 » Reja de hierro repujado del arco en esviaje. . . . 425 » Custodia de plata 427 » Frontón de altar, bordado (siglo xvi) 429 ' » Detalle de la puerta del Claustro. . . . . . . 431 Parroquia de San Miguel 435 ÍNDICE ÒÒ9 PÁGINAS. San Pablo.—Sepulcro de D. Juan de Rojas y su mujer. . . . 437 » Capilla de Nuestra Señora de las Angustias. . . . 489 » Sepulcro de D. Francisco de Rojas y su mujer. . . 442 » Retablo del altar mayor 443 » Reja de la Capilla Mayor 445 CAP. V.—Cabecera 449 CAP. VI.—Cabecera 471 Carrión .—Iglesia de Santiago 481 » Escultura central de la Iglesia de Santiago.. . . 482 Ruinas de Benevivere 495 ViLLALCÁZAR DE SiRGA.—Convento de Templarios 497 » Sepulcro del infante D. Felipe. . . . 5oi Fromista .—Parroquia de San Martín 504 CAP. VIL—Cabecera * 509 Aguilar de Campóo .—Claustro del Monasterio. 622 » Fachada del Monasterio 525 ZAMORA CAPÍTULO I.—Cabecera 533 Cruz que señala el lugar donde fué herido el rey D. Sancho. . . 546 Murallas y pórtico de la casa de D.» Urraca 549 . Cruz del rey D. Sancho 55o La casa del Cid 551 CAP. 11.—Cabecera 573 Vista general de Zamora 575 Puente sobre el Duero 577 Fachada de la Catedral 579 Catedral.—Detalles de la Puerta del Obispo 581 » Fachada de la Puerta del Obispo 583 » Claustro 591 Casa del Marqués de Villagodio 606 La Casa de los Momos 607 CAP. III.—Cabecera. 611 Toro .—Torre del Reloj 628 » Exterior de la Colegiata 631 » Puerta lateral de la Colegiata 633 CAP. IV.—Cabecera 647 HLLi rmi [i toniiw de lis liiis páginas. INTRODUCCIÓN. Campesino de Valladolid vi » Campesina de Zamora viii VALLADOLID. . . Fachada de San Pablo (parte inferior). ... 92 » Detalles del patio de San Gregorio 104 PALÈNCIA Catedral. Puerta de los Novios 405 » Claustro de la Catedral . 406 ZAMORA Catedral. Puerta del Obispo 58o » Iglesia de la Magdalena 596 » Toro .—La Colegiata vista desde la glorieta.. . 632 ' !! f swg ! ii/vt % " i ■; \ 5^^RTS 'lVDld)^§''A^® S.;^ BjJtfetWECA /^eg. ^ ■ ■/' . ■S/g-. COL·LEGI D'ARQUITECTES DE CATALUNYA Biblioteca 11 lli III III II II I ill 3330169794 Esp\ ¿1 4 12 P A I. K N C 1 A P A L E N C 4'3 La idea del obispo Deza la llevó á cabo su sucesor Sarmien- San Andrés y San Juan evangelista (i). Á la parte de la epís- to (1525 34), levantando en la capilla mayor el retablo, que tola aparece un solo retablo y una hornacina trebolada guarne- marca muy bien conforme al tiempo la transición entre la gótica cida de excelentes hojas, que encierra la adornada tumba y la crestería y la severidad greco-romana. Veintiséis pequeñas efi- estatua tendida de otro prebendado (2). Por un extraño capri- gies de santos y doce cuadros de pincel purista representando cho peculiar de la época, el arco que por aquel lado comunica misterios ocupan sus numerosas comparticiones divididas por con el presbiterio tiene en realidad el mismo escorzo que figura pilastras platerescas, llamando la atención en el centro San An- la perspectiva, ejemplo reproducido en otro que sale al claustro tolín y más arriba la Virgen rodeada de espíritus angélicos. Las y en otro que da subida á la torre desde el crucero. armas del prelado alternan con bustos de santas en el friso, y Frente á la reja de la capilla mayor luce más complicado y forma el remate un gran Calvario con varios adornos del géne- gentil remate la del coro, que no se terminó hasta 1571, aun- ro mixto y caprichoso que dominaba á la sazón. Multitud de que el plateresco pedestal recuerda en dos tarjetones la visita florones de oro tachonan no solamente las bóvedas sino la cor- que en 1522 dentro del espacio de un año recibió la basílica ■y-- Í-SS- í. 1 nisa y arcos y ari 1 (3). Leemos que estrellado. -u" ^ ; i Antes que el ste: porque ni el presbiterio ; y la permitiese colo- pulpito á cada la góticas saben al sor de Sarmiento Las sillas de aba- mil ducados. Pre ba frontones pira- naves laterales di elevado doselete. corre una galería arco de entrada. ojivas centrales c nichos á dos ente dice así: Uic reqiiies- culpida de toscas \di Castelle^ obiii II die s, puesta encima del drigo Enríquez hil os á llamar versos : con un jabalí y uj canónigo Francis cubierto de trepa que. delantera resalta Itura está D. Diego de S. Miguel y mejores si de Sant Antolin, año rias que por dichos ob D. Pedro de Castilla y iguiente : Adrianus VI de Salamanca su hijo, liarum rex hujus nomi- parte dice se pongan 1 cursum., prœsule Pelro eran vecinos de TSurg