MANIJA! Í)E liUaltil HISTORIA ABREVIADA DE LAS ARTES l'RINCIPALES H. GINER DE LOS RÍOS CATEDRÁTICO NUMERARIO DE 2.» ENSEÑANiíA ;CON 1C8 GRABADOS INTERSALADuj EIJ El. TEXTO; MADRID ,3ÁENZ DF TUBERA, HERMANOS, EDíTORES, Caiiipouiaiics, 1U> biblioteca ^,01 (i\ MANUAL DE ESTÉTICA ï TEORÍA DEL ARTE É HISTORIA ABREYIADA DE LAS ARTES PRINCIPALES OBRAS DE DON HERMENEGILDO GINER DE LOS RÍOS de Tenta en casa de les Sres. Sáenz de Jabera, hermanos, editores, Campomanes, 10, Madrid, y en las principales librerías. Estética y Teoria del Arte é Ms- Teoria del Arte é Mstoria de las toria de las artes pi'incipales. Bellas Artes en la antigüedad, Programa de dicha obra. con un Programa de Arte y su Arte literario {Retórica y Poé- historia, 1,50. tica), 6 pesetas. Encuaderna- Fragmentos y retazos. (Agotada.) do, 7. (Agotada.) Poesias de Rios Rosas, con su Principios de Literatura para los biografía, 1,50. alumnos de Eetórica y Poética La enseñanza obligatoria, traduc- en los Institutos de segunda ción de Tiberghien (2."^ edi- enseñanza (2.® edición), 6 y 7. ción), 2,50. Obra informada favorable- Moral elementalpara las escuelas, mente por el Consejo de Ins- ídem de id, 2,50. trucción pública. Krause y Spencer, id. de id., con Curso de Literatura española (en biografía del autor, 2. colaboración), 8. Encuaderna- Me?idelssohn, id. de Selden, pre- do, 9,50. cedida de una Historia de la Filosofia y Arte, con prólogo de Música, 1. D. Nicolás Salmerón, 3,50. Paris en América, id. de Labou- Artículos fiambres, 2. laye (2.*^ edición), 1,25. El Colegio de Bolmiia (en cola- Obras de X. de Maistre, id, 2. boración), obra ilustrada, 6,50. Mentiras, id. de Paul Bourget, Filosofia moral, para la segunda 2,50. enseñanza. (Agotada.) Recuerdos del destierro, id. de Biologia y Ética (2." edición), P. Loti, 2,50. para la segunda enseñanza, 2. Bravia, id. de A. Theuriet, 2,50. Programa de Filosofia moral. Treinta años de París, id. de A. (Agotada.) Daudet (ilustrada), 3. Programa de Psicología, Lógica Recuerdos de un hombre de letras, y Ética, 1. ídem de id. (id.), 3. Programa de Biologia y Antropo- La lucha por la existencia, id. de logia, 1. ídem (id.), 4. Programa de Retórica y Poética Mujeres de artistas, id. de ídem (curso de 90-91). (Agotada ) (ídem), 3. Idem id. id. (curso de 91-92). Jaclc, id. de id., (id.), 5. (Agotada.) Sor Filomena, id.,de E. y J. Gon- Idem id. id. (curso de 92-93), 1. court (id.), 3. Proyecto de ingreso en el Profeso- La educación sentimental, id. de rado, etc. (Agotada.) Flaubert, 2 tomos, 5. Discordia entre la Iglesia y la Por ir al baile, comedia en dos Italia, del P. Curci, traducción actos y en prosa, 2. del italiano, 2,50. ¡Sin nombreí comedia en dos Pío IX y su sucesor, por Bongbi, actos y en verso, 2. ídem de id., 3. A tiempo, comedia en un acto y León XIII y la Italia, por el en verso (en colaboración), 1. mismo, id. de id., 3. Los parientes del difunto, sainete La vida del Derecho, por Carie, lírico en verso (id.), 1. ídem de id. (en colaboración), Historia de un crimen, drama en 2 tomos, 10. tres actos en prosa, 3. Anuario de la Institución Libre El último sacrificio, drama en un de Enseñanza. (Agotada.) acto en verso (en colabora- Mar de fondo, por Eebollo, borra- ción), 1. dor corregido de una novela, y En busca de protección, juguete con un prólogo, 1,50. original en verso (id.), 1. Portugal, impresiones para el via- Fiera domada, diálogo en un jero (en colaboración), 2,50. acto y en verso (id.), 1. Milton, drama en un acto, original Teresa Raquin, drama en cuatro y en verso, 1. actos y en prosa (arreglo), 4. OBRAS DE EDMUNDO DE AMICIS TRADUCIDAS DIRECTAMENTE DEL ITALIANO. 1870-71.—Recuerdos, 3 pesetas. Impresiones de América, acuare- La vida militar.—Bocetos (pri- las y dibujos, 3. mera serie), 3. Ideas sobre el rostro y el lenguaje La vida militar.—Nuevos bocetos y pruebas fotográficas (con (segunda serie), 3. cuatro fotograbados de La- Páginas sueltas, 3. porta), 3. Retratos literarios, 3. Constantinopla. Dos tomos, 5. España, 3,50. Novelas, 3. Efectos psicológicos del vino Corazón {Cuore). Diario de un " (conferencia), 1. niño, con prólogo de Femanfior Italia. Dos tomos, 6. (3.^ edición ilustrada), 3,50. Los amigos. Tres tomos, 9. En el Océano. Viaje á la Argén- Los amigos (nueva edición ilus- tina (con una carta-prólogo del trada). autor y su retrato), 4. Poesías traducidas en verso cas- Holanda (en colaboración), 4. tellano, 3,50. Dos dramas de escuela, 4. Turin, Londres y Paris, 2,50. Amor y Gimnástica, 4. BIBLIOTECA ANDALUZA DIBIGIDA POR H. 6INER DE LOS RÍOS. ADMINISTEACIÓN: MADEID, LIBREEÍA DE J. JOEEO, PAZ, 23 Yan publicados los sipientes volúmenes, á peseta para los suscriptores y á 1.50 para el púWico. PRIMERA SERIE. 1.—Ni franceses ni prusianos. (^A.uòràm.o,') 2.—Gibraltar, por A. Fernández García, periodista. 3.—El lih-o de las Madres, por Cándido Salas, médico. 4.—Málaga contemporánea, por A. Jerez Perchet, periodista. 6.—Ltos temblores de tierra, por Cesáreo Martínez, catedrático. 6.—Poesías de Ríos Rosas, con su biografía, por H. Giner. 7.—La cueva del Tesoro, por Eduardo J. Navarro, publicista. 8.—La guerra.—La asociación, por Santiago Casilari, publicista. 9.— Un hombre de corazón (tomo i), por A. L. Carrión, periodista.. 10.— Un hombre de corazón (tomo ix y último). SEGUNDA SERIE. 11.—Sociedades cooperativas, por M. Pedregal, ex ministro. 12.—Leyendas y tradiciones, por E. de Olavarría, publicista. 13.—Economia política, por Mrs. Fawcett, con prólogo de Gumer- sindo de Azcárate, catedrático (tomo i). 14.—Filipinas, por J. Fernández Giner, con prólogo de Luis de Rute, ingeniero. 15.—Economia política (n j \Atm\o iovao). 16.—Literatura clásica, por A. González Garbín, catedrático. 17.—El nuevo Código Civil al alcance de todos, por J. Aparicio, abo- gado; prólogo de M. Alonso Martínez, ex ministro. 18.—Discursos académicos de Rios Rosas y otros trabajos, con un es- tudio de J. Pérez de Guzmán, publicista. 19.—Portugal contemporáneo, por Rafael M. de Labra, diputado. 20.—Educación y enseñanza, por Francisco Giner, catedrático. TERCERA SERIE. 21.—La ultima peseta, novela por F. Carbonell, periodista. 22.—Legislación portuguesa contemporánea, por R. M. de Labra. 23.—Bullanga, novela por J. Zahonero, publicista. 24.—España en África, por G. Reparaz, periodista, con un prólogo de Segisniundo Moret, ex ministro. 25.—Estudios sobre artes industríales (mobiliario, tapices, custodias de nuestras iglesias), por F. Giner. 26.—Mi primera campaña, por R. Altamira, Secretario 2.° del Museo Nacional Pedagógico, con prólogo de Clarín. 27.—Anàlisis micrográficos, por E. Lozano y J. Madrid, Licenciados en Ciencias. MANUAL DE ESTÉTia ï TEORIA REL ARTE É HISTORIA ABREVIADA DE LAS ARTES PRIKCIPALES \ I POR H. GINER DE LOS RÍOS CATEDRÁTICO NUMERARIO DE 2.» ENSEÑANZA —St MADRID SÁ&NZ DE TUBERA, HERMANOS, EDITORES, Campomanes, 10> ITT-/ R • hn BI&LXOTECA Comenzaremos por repetir aquí lo escrito al frente del Programa correspondiente al presente libro. AUí está la historia de su gestación, y merece ampliarse con algo que al público interesa conocer, y al autor dejar consignado. Cuando hacia el año de 1867 en el Colegio que dirigía , D. Nicolás Salmerón se inauguraron varias conferencias sobre Literatura, Ciencias y Artes, fué encargado el señor D. José Fernández Jiménez (después director general de Instrucción pública) de esta última materia. Á aquellas brillantes lecciones de Teoría..é Historia del Arte asistía reducido número de oyentes de muy diversas carreras, gustos y hasta opiniones políticas, desde las más exalta- das de la extrema derecha, hasta las más exageradas de la izquierda. Era aquél, campo neutral que recogía sin prevenciones las sabias enseñanzas de comj^etentisimOs maestros. Allí empezó el que estas líneas escribe á aficio- narse á los estudios artísticos. Andando el tiempo, asistió más de un curso á la clase de Historia del Arte, que el Sr. I). Juan Facundo Riaño explicaba en la Escuela de Diplomática; y finalmente, los trabajos y excursiones de D. Manuel Bartolomé Cossío, director del Museo Nació- nal Pedagógico, han servido de mucho para la elaboración de la obra que sale boy á luz. Conste aquí mi gratitud para con todos los nombrados, omitiendo, por razones fáciles de comprender, la que debo — VIII — singularmente á otra persona. Encargado (sin retribución alguna) D. Francisco Giner de los Ríos de la asignatura de Principios é Historia del Arte, del nuevo plan de estudios de la segunda enseñanza, dictado en las postrimerías del año de 1868, le sustituí en el siguiente de 1869 por espacio de algunos meses en el desempeño de dicha cátedra en el Instituto del Noviciado, hoy de Cisneros. El Programa de esta jnateria, precedido de un trabajo de Teoría del Arte ó Historia de las Artes bellas en la antigüedad, lo publiqué en 1873, y, caído en desuso aquel plan, no me arriesgué, naturalmente, á dar á la estampa un volumen con mis apuntes. En el transcurso del tierupo han cambiado radicalmen- te, si no las ideas fundamentales de la Estética, las teo- rías, al menos, de la crítica artística, merced á los descu- brimientos recientes de la Arqueología y de la Historia. Siguiendo fielmente las modernas apreciaciones, me decido á imprimir este libro, que comprende la parte de Estética (las sumarísimas nociones propias de la segunda ense- ñanza), de Teoría de las ar^es, y de Historia abreviada de las principales hasta el Cristianismo ; y demoro la publi- cación del resto de la Historia del Arte desde el Cristià- nismo hasta nuestros días, ya que no parece urgente com- pletar la obra, cuando no ha de ser expuesta la asignatura de Arte en los Institutos hasta el curso próximo. El estudio del Arte se planteó en el año citado de 1868 por el Sr. D. Manuel Ruiz Zorrüla ; se restableció en el plan de 1873 por el Sr. D. Eduardo Chao ; se llevó en el — IX — presentado á las Cortes por su sucesor, Sr. D. José Fer- nando González; se volvió á incluir en el proyecto del se- ñor D. Segismundo Moret, así como en los propuestos por algunos catedráticos de segunda enseñanza ; y, por último, aparece en la importantísima reforma llevada á cabo por el Sr. D. Alejandro Groizard. He ahí la enumeración de las vicisitudes por las cuales ha pasado esta disciplina, y la explicación de reservar la última parte para dentro de algunos meses, puesto que se trata de un libro hecho con intención y estructura didácticas, y quizá de escasísimo ó nulo interés para el común de los lectores. La segunda parte ha de ir acompa- ñada de un álbum de láminas, y tampoco es fácil hacer una selección rápidamente. Espero, en fin, la opinión de mis compañeros, los profesores que hayan de regentar la clase de Arte, para atemperarme en cuanto sea dable á sus indicaciones. Acaso juzgue alguno excesiva la importancia concedida á la Historia, ya que el título de la asignatura no la com- prende; pero se desvanecerá su objeción con fijarse en que se crea en cada Instituto un Museo para el estudio del Arte, de la Arqueologia y de la Historia, y dicho se está que no ha de ser para el estudio de la teoría. La com- probación tanibién de los principios y el método racional y práctico de,, la enseñanza, reclamaban esta parte bis- tórica , aunque el nombre mismo deje de aparecer al frente de la asignatura. Así se . entiende además en los estable- cimientos secundarios del extranjero, donde se halla el Arte entre las materias de los cuadros de estudio. El in- terés, por último, de conocer á cada paso lo que nuestra patria encierra en obras artísticas de distintas épocas, es- cuelas y gustos, recomendaba la relativa extensión dada á la segunda parte del presente libro, Pero, de todos modos, las lecciones del segundo volumen unidas á las del pre- sente, no excederán de las que deben y pueden darse en un curso de clase alterna. El libro que ofrezco á mis compañeros es el primero que se publica para la nueva asignatura, y abrigo la con- fianza de que sus errores y deficiencias serán salvados por otros más hábiles, que, dejando á un lado modestia, se de- cidirán á dotar la enseñanza de obras de mérito indiscuti- ble. Y si logro este efecto, me daré por recompensado. Octubre de 1894. ÍNDICE. Páginas. Advertencia vii PARTE PRIMERA.—ESTÉTICA Y TEORÍA. 1.^ Sección : El Arte en general. Cap. i.—Introducción.—Lección 1.^ 1 Cap. ii.—Elementos del Arte.—Lección 2.^.. . w . 6 Cap. iii.—La composición artística.—Lección 3.^ 9 Lección 4.®^ 12 Lección 5.^ 19 Cap. iv.—El ideal y el público.—Lección 6.®^.... 25 Cap. v.—División del Arte.—Lección?.® 29 2.® Sección : Las artes particulares. Cap. i.—Sistema de las artes.—Lección 8.® 32 Lección 9.® 37 Cap. ii.—De la Arquitectura.—Lección 10 40 Lección 11 48 Lección 12 •. 56 Cap. iii.—De la Escultura.—Lección 13 64 Cap. iv.—De la Pintura.—Lección 14 71 Cap. v.—De la Música.—Lección 15 77 _ xií t . PARTE SEGUNDA.—HISTORIA. 1.® Sección: OHentalismo y Paganismo. Cap. i — . Introducción. — Prehistoria. — Lee- ción 16 87 Lección 17 89 Cap. ii.—División de la Historia del Arte.—Lee- ción 18 94 Cap. iii.—Egipto.—Lección 19 97 Lección 20 106 Cap. iv.— Asiria y Caldea.—Lección 21 112 Cap. v.—Fenicia.—Lección 22 118 Cap. vi.—Persia y otros pueblos.—Lección 23... 122 Cap. vii.—El Extremo Oriente.—Lección 24.... 127 Lección 25 133 Cap viii. —América.—Lección 26 138 Cap. ix.—Grecia.—Lección 27 141 Lección 28. 152 Lección 29 159 Lección 30 167 Cap. x.—Los Etruscos.—Lección 31 173 Cap. xi.—Roma.—Lección 32 175 Lección 33 183 Cap. xii.—Historia de la Música.—Lección 34... 192 Apéndice .' 196 PARÏE PRIMERA-ESTÉTICA Y TEORIA, 1." SECCIÓN.—EI Arte en general. CAPÍTULO I.—INTRODUCCIÓN. Lección 1.® 1. El objeto de esta asignatura es el conocimiento de la Belleza y del Arte considerados uno y otra en su esencia y en sus manifestaciones á través del tiempo y del espa- cío . Comprende, por consiguiente, el principio de la com- posición y producción artísticas, y las leyes que rigen el desenvolvimiento del arte en obras de diversa índole. 2. ¡Según esto, el arte puede ser conocido y estudiado de una parte en lo que es esencial al mismo, y aplicable á todas sus manifestaciones, cualquiera que sea su clase , y de otro, en los distintos órdenes en que se ha realizado, ó en las obras que ha producido agrupadas por notas ó ca- racteres comunes. 3. Otras materias y otros estudios se ocupan de lo que es el conocer y el conocimiento; y aquí sólo nos compete recordar ciertas nociones en cuanto puedan servir á unes- tro fin particular. El conocer es aquella propiedad de la inteligencia humana, mediante la cual nos ponemos en relación con otros individuos ú objetos ó entidades, pene- trándonos de lo que son y percibiendo sus modificaciones. 4. Esta propiedad de relacionarnos con otros seres y ave- riguar sus cualidades y naturaleza, puede actuar de dos modos: uno es el usual que empleamos en la vida ordinaria, en la que conocemos, apreciamos ó distinguimos los objetos, seres ó entidades de la realidad, de una manera vaga é inde- 1 cisa, sin que el sujeto que conoce esté seguro y cierto de que el objeto conocido sea tal y como lo piensa. Es espon- táneo este conocimiento producto de nuestra facultad, sin que la reflexión lo aquilate y compruebe ; y aunque la me- dilación lo avalore, no siempre podemos asegurar que sea general no obedece á las leyes del conoci- exacto, ya que en miento ni á los principios que imperan en el sujeto. En cambio existe otra manera de conocer los objetos, la cual se rige y determina mediante normas fijas, estables, permanentes, procediendo por reflexión detenida, y sin que el sujeto se deje arrastrar por impresiones del momento ni por lo que se presenta como cierto, aparentemente. Aquel conocimiento se llama común , y éste científico : el primero suele ser dado al error y á la equivocación ; mien- tras que el segundo lleva consigo mayores garantías de cer- teza, aunque siempre dentro de la flnitud humana. El uno es hijo del sentido común; el otro hijo del trabajo de la ciencia. 5. Así, consideramos la ciencia como el conjunto de cono- cimientos verdaderos, más ó menos comprobados, y como el todo del conocimiento humano; y el conocimiento vul- gar del uso diario de la vida, como una esfera subordinada de aquél. Y además, juzgamos que la ciencia ó el conoci- miento científico debe ser la norma de la existencia y la guía de nuestras acciones. 6. El arte^ en cambio, no se refiere al conocimiento, sino á los actos, á los hechos, á las obras. Claro es que no se producen ni unas ni otras sin un conocimiento previo, puesto que nadie ejecuta una acción sin previa idea y pensa- miento; por lo cual es la ciencia ó el conocimiento en ge- neral la premisa inexcusable de los hechos. Y así como á la totalidad del conocimiento, mirado en unidad, se llama Ciencia, á la totalidad de los actos ú obras, en unidad tam- bién, llamamos Arte. Por esto se dice que el arte y la cien- cia son dos esferas totales dentro de las que se resume toda la vida, ya que no queda, fuera del hacer y del conocer^ nada en la realidad. 7. A la propiedad que tienen todos los seres de ejecutar sus obras, ó si se quiere de realizar su vida, se llama acti- melad^ como á la propiedad de pensar y conocer se deno- mina inteligencia. Ahora bien, esta propiedad de la actividad tiene dos aspectos; uno, el jpoder hacer; otro, el de verificar ó ejecutar lo pensado ó conocido. El primer momento de la actividad es lafacultad ó facilidad para realizar lo tado ó proyec- ideado; el segundo momento es la aplicación de ese j)oder á lo que se pretende llevar á cabo. Y claro está así que como la facultad es igual en todos los seres y para nuestro caso en todos los hombres, el grado, la cantidad de actividad, es diferente en cada individuo; cada ser posee más ó menosfuerza para el planteamiento y resolución de lo por hacer. 8. De igual manera que en el conocimiento vimos existían que dos modos, en la actividad se presentan otros dos. Al que se corresponde con el conocimiento común se le nombra actividad común ó vulgar, y al modo que se reía- ciona con el conocimiento científico se le nombra actividad artística. Los caracteres de la vulgar son análogos por completo á los del conocimiento común; es decir, una acti- vidad espontánea, falta de reglas para la ejecución de las obras, indecisa y no siempre ajustada al pensamiento mismo que se pretende poner en práctica. Y la actividad artística se produce con método-, obedeciendo á un sistema, reflexi- vamente, y siempre en vista de lo que se pensó ó conoció. Por esta razón, los hechos de la vida ordinaria que no causan admiración en quien los contemjjla, se dice que están realizados sin arte; y los que reúnen determinadas condi- ciones y que satisfacen á quienes los estudian, se dice que están ejecutados con arte. 9. El arte es un fin de la vida; es decir, en la vida nos proponemos siempre realizar hasta los actos más insigniíi- cantes lo mejor posible. Hay una aspiración en la na- turaleza humana á cumplir cuanto desea del modo más adecuado para conseguir el objeto. Esta tendencia á la fección dentro per- de los límites que nos rodean y que se nos imponen, constituye lo que se llama fin humano; el cual no es exclusivo en cuanto al arte, sino que se armoniza con otros que al par se desenvuelven en la sociedad. Pero sí debe notarse que todos los demás fines que existen se some- ten á este general y amjDlio; tan amplio y general como la ciencia misma. Con efecto: ya hemos indicado que toda la obra de la vida humana puede sintetizarse en conocer j hacer^ ó sea, lo en pensar y realizar lo pensado; en conocer y practicar conocido. Podría decirse que el conocimiento ó la ciencia es ¿a teoria^ y la actividad ó el arte la práctica. 10. Mas este conocimiento y esta actividad se aplican á muy diversos órdenes. O al conocimiento de Dios y á las relaciones del hombre con el Ser Supremo; ó al conoci- — 4 — miento de las relaciones colaterales de los hombres entre sí, fraternalmente, para favorecerse en el mundo; ó al conocimiento de la organización social para la defensa de los intereses de cada individuo enfrente de los restantes y para la limitación mutua de la esfera de acción particular. Cada una de estas necesidades y tendencias forma un fin humano, la ciencia los determina y el arte los desarrolla. y De modo que, bajo este punto de vista, caen todos bajo la ciencia y el arte, según se señaló. Por esto puede decirse que los fines humanos además , de la Ciencia y el Arte, son la 'Religión, la Moral y el Derecho. Y para nuestro objeto particular, ya veremos cómo el arte penetra todos los demás. 11. Así, por ejemplo, no hay pueblo que haya dejado de levantar templos á sus dioses y sentir la necesidad de representarlos, viniendo el arte en su auxilio para cumplir el fin religioso. No hay pueblo que haya desconocido la conveniencia de unirse sus individuos para verificar la vida en sociedad, mediante la constitución de la familia, y el arte ha inventado monumentos y obras encaminadas al cumplimiento del fin moral. No hay pueblo que no haya cultivado el fin jurídico para la defensa propia enfrente de los extranjeros ó enemigos, constituyendo el arte medios de defensa ó de ataque, armas, reductos, fortificaciones. El arte en todo aparece, ora con sus templos, ora con sus construcciones civiles, ora con su arquitectura militar. En lo pequeño y usual, en lo grande y extraordinario, el arte presenta por todas partes sus manifestaciones: á todos los fines acude, y ayuda á la vida en todos sus órdenes. 12. Internamente, la ciencia ha auxiliado al arte; se han compenetrado, y ella misma tiene un arte científico, así como sin sus ideas y nociones el arte sería ciego. Y el estu- dio de las manifestaciones artísticas agrupadas y ordenadas, sometidas á un plan y según un sistema, constituye á su vez una ciencia del arte , que es precisamente la nuestra y el objeto de nuestro estudio. 13. Divídese aquélla en tres grandes ramas, á saber: la Filosofía del Arte^ la Historia del Arte y la Filosofía de la Historia del Arte. La primera se ocupa de los principios y leyes generales aplicables á todos los órdenes artísticos y de la belleza como el objetivo particular de la ciencia del arte. La espe- cial que estudia la belleza dentro de la Filosofía del Arte se llama Estética. Y otra rama de esta Filosofía se ocupa de la Teoría del Arte en general y de la especial de las artes particulares.^ formando ambas precisamente la Peí- mera Parte de nuestra asignatura. La Historia del Arte agrupa las particulares, tanto prin- cipales como subalternas, y estudia su desarrollo á través de pueblos y tiempos; y forma la Segunda Parte de mies- tra asignatura. Y la Filosofía de la Historia del Arte analiza cada obra, cada heclio artístico, á la luz de las reglas, para deducir si han correspondido las manifestaciones artísticas con el ideal. Esta ciencia se ha llamado también Crítica del Arte. 14. La ciencia del arte en todas sus ramas mantiene reía- clones con otras, ora filosóficas, ora históricas. En primer lugar, con la Estética citada antes, por lo que el estudio de la belleza puede servir para la interpretación del arte; con la Antropología y la Psicología , por lo que el estudio del hombre y del alma humana pueden servir para el arte, por ser el sujeto del mismo; con varias de las ciencias Na- turales., por lo que aporta el conocimiento de los materia- les á la ejecución de las obras artísticas; y, en fin, con otras, como la Literatura , que se ocupa también de otro arte, el de la palabra, y con la Historia de la Civilización., como siendo la del arte una parte de aquélla. 15. Dicho lo que antecede, podremos fácilmente trazar el plan de nuestro estudio, singularmente ahora, para esta Parte Primera. Estudiaremos ante todo los elementos del arte, el fondo, la forma y la obra misma. Luego la composición artística, analizando al sujeto en sus facultades, y el objeto ó lo tac- tibie y por hacer. Después el ideal y el público, con lo que terminaremos lo general aplicable á todas las artes. En segundo lugar, entrará el conocimiento de las artes partí- culares, dividiéndolas bajo el punto de vista del fin. Seguirá á esto el sistema de las artes, clasificadas bajo otros res- pectos. Consideraremos la Arquitectura, la Escultura, la Pintura y la Música, y dentro de cada una de ellas las subordinadas del orden correspondiente, con sus elementos esenciales, sus procedimientos y las relaciones recíprocas de las que pertenecen á determinados grupos, Y en la Parte Segunda pasaremos revista á las manifes- taciones artísticas que se han producido en todos los pueblos desde Oriente á Occidente, y dentro de la corriente de que somos herederos en la actualidad; estudiando por separado la otra corriente que comprende los pueblos que no han infinido en nuestra actual civilización; distribuido este con- tenido por artes, países y épocas. Para el mejor desarrollo didáctico de nuestro estudio, lo dividiremos en dos cursos: el primero comprenderá la Estética y teoría del Arte y la Historia del Arte antiguo hasta el Cristianismo; y el segundo, la Historia del Arte desde el Cristianismo hasta nuestros días. He ahí el plan sumario de nuestra tarea. CAPÍTULO II.—ELEMENTOS DEL ARTE. Lección 16. Se da el nombre de elementos á los términos esen- cíales que constituyen la naturaleza de un ser ú objeto. Los elementos del arte son, por consiguiente, como los cimien- tos en que se funda, ó los órganos distintos que contiene. En el arte, como en todo organismo, ser ú objeto, hay dos cosas esenciales que componen su naturaleza; á saber: el fondo y la forma; la esencia y la expresión de la misma ; el pensamiento ó idea y su manifestación exterior. Estos ele- mentos reciben el nombre de lo expresado (fondo) y lo expresante (forma); y, por último, como ambas se combi- nan y armonizan, se da un tercer elemento, que es la re- unión de fondo y forma, ó sea la expresión. 17. En el primer elemento del arte, lo expresado^ hay varios grados que deben estudiarse separadamente. En pri- mer lagar un fondo que expresa el autor de la obra inme- diatamente, es decir, sin mediación alguna, sin interme- diario, y este fondo directamente expresado es él mismo, el artista, en sus ideas y sentimientos, en su manera de expe- rimentar sus sensaciones, en su modo de ser, según el es- tado ó situación de ánimo. Ese primer grado, por tanto, lo constituye el yo, el sujeto mismo, que es lo inmediata- mente revelado ó expresado en el arte. Mediante sus propios juicios ó impresiones personales, el autor de una obra expresa indirectamente el mundo ex- terior, aquello que no es él mismo, el no-yo que dicen los filósofos, ó si se quiere, la naturaleza que le rodea, en donde vive el artista y que le atrae, modifica 'ó condiciona con el influjo consiguiente. El segundo grado, pues, de lo ex- presado en el arte es lo expresado mediato. Y además de este que pudiéramos llamar el fondo directo y el indirecto, lo expresado en el arte puede ser, en su ter- cero, último y superior grado, lo supremo ó absoluto, la rea- lidad en su fundamento, las ideas madres. Dios mismo, en suma, elevándose el artista á esta alta concepción. De aquí que se haya dicho que el fondo del arte (primer elemento) lo forman el alma del artista, el mundo y Dios. Ahora bien; como en la realidad no existen otros seres que el Hombre (compuesto de espíritu y cuerpo), la Natu- raleza (compuesta de múltiples seres materiales) y Dios, como el Ser Supremo, se podrá afirmar que todas las artes tienen por fondo la expresión, representación ó manifesta- ción de estos seres, en sus modos, estados, situaciones, ó en la concepción más ó menos acertada y verídica de cada uno de ellos. Y he ahí, pues, todos los asuntos que constituyen ó pueden constituir el fondo del arte, ó su esencia. 18. Después del fondo, el segundo elemento del arte es la forma ó manera de ser expresada la esencia; elemento (pie se denomina lo expresante. Se ha considerado al arte en sí mismo; ahora lo estudiamos en su manera de ser. No toda forma puede estimarse como artística, sino sólo aquella que reúna las condiciones especiales de revelar con exacti- tud y precisión el fondo; aquella concreta y tan perfecta, que, con ser parcial y determinada, retrate gráficamente sin embargo lo que el autor trató de representar. La forma que no sea bastante elocuente para fotografiar el pensa- miento y aspiraciones del autor, no merece ser considerada como artística; y á medida que contenga más y mejores condiciones para servir á aquel pensamiento, á aquella idea, deberá ser estimada como más superior. 19. Esta forma expresante del arte puede ser de varias — — maneras, correlativas al fondo. Y si aquél se distribuía en 8 Espíritu, Hombre, Naturaleza y Dios, la forma del arte será espiritual, humana y natural, y no podrá ser divina, jiorque siendo el arte una manifestación exterior, concreta y finita, la correspondiente al arte de Dios debería ser infi- nita; y el hombre es incapaz para producir aquella forma. Cada una de estas formas deb arte reviste diferentes modos: ó es una inculta elegida por el artista para la ma- nifestación de su pensamiento, ó es una elaborada y culta, trabajándola el autor para que sea fiel expresión del fondo. Las condiciones que se requieren para que una forma sea apropiada ó adecuada á un objeto son múltiples y di- fíciles de reducir á uu cuadro de clasificación. El talento del artista hace que sirva para la expresión de un asunto, á veces un medio imaginativo, á veces uno natural; ora un medio plástico, ora uno ideal ó espiritual; ya una forma geométrica, ya una orgánica; sea un motivo que se refiere al tiempo y al sonido, sea uno equivalente á un procedí- miento intelectual, etc. La única condición que se debe exigir para la forma artística es que exprese en lo concreto de la misma, lo abstracto, absoluto, general que el artista ha ideado; y todas son buenas, á condición de que aparez- can tan elocuentes como la palabra misma: que hablen al público con tanta exactitud como si la jjalabra las animase. 20. La relación del fondo y la forma, de lo expresado y lo expresante, constituye un nuevo elemento, el tercero y último: la expresión misma. En ella ha de haber una gran proporcionalidad entre los dos elementos componentes; es decir, no sobrepujar el fondo á la forma, ni supeditar la forma al fondo. Deben tener un valor igual, para que no admire la extensión mientras que la idea sea insignificante, ó que, por el contrario, nos en- cante el pensamiento en tanto que la forma sea indiferente. Dicho se está que una mala forma para una rica esencia producirá una obra tan imperfecta, como una forma rica para un fondo sin importancia. La obra artística pide la armonía y proporción en todo. 21. La expresión puede ser de dos maneras distintas: di- recta é indirecta. Si se expresa una idea por la palabra que la designa en el lenguaje, ocurre el primer caso; si se ex- presa un pensamiento por la palabra que representa otro que tiene con aquél alguna relación, analogía ó semejanza, ocurre el segundo caso. La expresión indirecta, llamada tambiénpuede ser simbólica^ alegórica^ jeroglifica^ etc., expresándose las ideas y sentimientos, hechos ó seres por lo que convenció- nalmente se ha establecido para dar á entender el objeto, ó por algo que, sin estar de antemano convenido por con- sentimiento general, interprete aquel asunto de una manera tal que no dé lugar á duda. Ese es el requisito indispon^- ble de la expresión artística. Inútil parece añadir que la manifestación artística siem- pre lleva consigo uma expresión figurada, mientras que la expresión directa es la propia de la ciencia, aunque en ocasiones no se excluyan y aun á veces se completen. CAPÍTULO III.—LA COMPOSICIÓN ARTÍSTICA. Lección 3.^ 22. Analizados los elementos generales del arte, estu- diemos ahora en particular los de la composición artística. Unos y otros se relacionan íntimamente, y en realidad por abstracción se consideran separados. Estos elementos, que completan ó confirman los anteriores, son: el artista ó su- jeto; lo factible ó lo por hacer; el objeto y el hecho ó la obra. Ya hemos visto que lo expresado en el arte en primer término era el artista mismo, y ahora lo que se ha de ana- lizar son las cualidades que se dan en todo hombre y las peculiares que deben sobresalir en los artistas. Este, en cuanto individuo humano, posee todas las facultades ane- jas al alma; y en cuanto se dedica en la vida al cultivo — 10 — T predominante del fin artístico, debe hallarse adornado de geniales condiciones, ó, lo que es igual, poseer aquellas fa- cultades en modo y grado especiales. Kefiérese el término de lo factible á la materia sobre la cual ha de actuar el artista para la realización de su pen- samiento, y lo que se debe tener presente para que lo por hacer sea como cera moldeable ante los deseos del sujeto, ofreciéndose fácil á sus designios. Considerar, por último, la obra como producto de la ac- tividad efectuada sobre el material, es asunto que debe V anahzarse como complemento de este capítulo de la com- posición. 23. Todo hombre, en cuanto es miembro de la humani- dad, tiene una misión, individual y social á la vez, que cum- plir. Pero el artista, en cuanto tal, se halla investido de una misión más alta: la de ser intérprete de las aspirado- nes de sus semejantes, guía de los deseos generales, for- u mador del ideal de su tiempo, creador de lo que está vaga- mente sentido en el ánimo de sus contemporáneos y de lo vislumbrado en el pensamiento de sus compatriotas. El artista representa en la sociedad la síntesis de su patria y de su época, el resumen en que se refleja la civiHzación del pasado y el anuncio de la del porvenir. 24. Las actividades del artista son las mismas faculta- des humanas, según se ha indicado, pero obrando de modo característico y singular. Estos poderes ó potencias son: la inteligencia^ el sentimiento y la voluntad. Y á nosotros no nos toca estudiar aquí las facultades en sí mismas, sino en la manera como sirven para la producción artística y en el grado en que intervienen para la realización de la obra. 25. El pensamiento artístico no reclama la verdad; para la ciencia es exigida y llevada á su último grado de ^ certidumbre; al artista le basta una apariencia de verdad, sólo la suficiente para que sea admitida por todos sin re- pugnancia la representación de la idea de que se trata. La mentira misma puede servir para la ficción ó fábula que el artista crea, y la verdad poética ó verosimilitud sobra al pensamiento en esta esfera. Cuando se admite un principio convencional, lo que se exige en el arte es que la obra no disuene de lo tácitamente establecido por consentimiento común. Y, por otra parte. qne lo ideado produzca en el ánimo el goce agradable de la impresión de lo bello, el terror de lo trágico ó la emo- ción estética. Con esto basta. Y en otro orden, que satisfaga á la necesidad sentida ó al deseo experimentado. El con- vencimiento se adquiere en el campo de la ciencia por la lógica de la verdad en la idea ó en los hechos; en el campo del arte, por la adhesión del ánimo, que se somete sin ana- lizar la verdad misma; sino aceptando lo que se presenta con visos de verosimilitud. El pensamiento artístico es más libre que el que produce el conocimiento científico, sin pie- garse á otras exigencias que las marcadas, y á la misión del artista en el mundo. La sensibilidad^ como facultad de sentir, también en la esfera del arte tiene un horizonte diferente que en otros órdenes de la vida y la ciencia. El fin de la misma es la belleza^ y el artista sólo procura presentar algo que pro- mueva la emoción estética, aunque sea extraña. Emplea el artista el sentimiento, ora para impresionar su ánimo en la realización de la obra, ora para conmover á la sociedad ó público á que se dirige. Experimenta en su interior pla- cer ó dolor, para provocar después con su obra iguales esta- dos. Lo que á primera vista no causaría la alegría ó la risa, hábilmente preparado por él en su obra, origina estos senti- mientos. Y lo difícil de realizar es que, salvando los tiem- pos y los países, sea poético lo sentido ^Dara siempre, y para todos los pueblos: alegre lo alegre, melancólico lo melancólico, sublime lo sublime. Así, la obra del senti- miento puede ser imperecedera, y los sentimientos que ex- perimentan los contemporáneos de un artista ante su obra, se comunican á la posteridad. Siempre causará sentimien- tos plácidos la poesía que encierra «El libro de los muer- tos3), de los egipcios; maravilla, las inmensas salas hipós- tilas de los templos asirlos; terror, las profundidades de las pagodas indias ; alegría, las danzas de la orquéstrica griega; ternura, los episodios místicos de la Edad Media, etcé- tera, etc. Provocar los sentimientos que el artista experi- mentó al crear su obra y que se propuso despertar, he ahí el problema del sentir en esta esfera. Cuanto á la voluntad, si su esencia estriba en el poder de la resolución, la misión del artista que por motivos levantados ejecuta su obra, será la de infundir en los áni- mos amor lí odio en los que la contemplen y los demás sentimientos. En suma, la obra de cada facultad en el ar- tista reviste un doble aspecto: personal y subjetivo, el pri- mero; objetivo ó de influjo sobre los demás, el segundo: sentir y hacer sentir, concebir claramente y claramente hacer que se conciba lo ideado por él, infundir los impulsos de su voluntad en el ánimo del público. — 12 — Lección "4.® 26. Con relación á la inteligencia, lo que inmediata- mente interesa en la esfera del arte es el conocimiento sensible; tanto porque él es el que produce la obra, cuanto porque por los sentidos ha de ser apreciada en general, fuera de ciertas manifestaciones, puramente internas, como la del arte científico, que no entran para nada en nuestro programa. De este conocimiento sensible, sin embargo, no diremos siuo aquello que más de cerca pueda corresponder á la Estética y teoría general del arte, y muy someramente. Como su nombré lo indica, este conocimiento tiene por fuente principal los sentidos. Por ellos comunica el artista con el público y |)or ellos se perciben las obras. Son como los vehículos transmisores, que sirven de intermediarios entre el mundo exterior y el mundo interior de la concien- cia. En estado de salud, reciben las sensaciones que son datos para la formación de la percepción en general, y la artística como una de tantas. Su modo de funcionar es fatal y necesario. Recogen lo que, colocado ante ellos y dentro del proceso natural correspondiente, se les ofrece con en- tera normalidad. El espíritu humano, sin embargo, estima y aprecia mejor ó .peor las sensaciones, conforme al estado de su educación, á la atención con que interpreta el alma tales datos. Así, la obra artística debe ser asequible á todos por su claridad, y perceptible por todos sin grandes esfuer- zos intelectuales ; por más que, luego, sea aquilatado su valor y depurado su mérito por los mejor educados y los más peritos. 27. El mero dato de la sensación ni constituye tarea artística para el autor, ni materia de crítica para el pú- blico. Se requiere el complemento de la facultad qne inte- gra los sentidos, y que algunos llaman el sentido interior ó la imaginación. La fantasía, con efecto, es como la pro- longación de los sentidos en el alma, ó, si se quiere, el sentido ó los sentidos del espíritu. En nuestra conciencia se reproduce lo percibido exteriormente, mediante la ima- gen ó fantasma que tiene forma, color y demás cualidades corpóreas, y mediante el poder de abstraer y separar una por una aquellas sensaciones, apreciándolas aisladas. Y así como para el público esta nueva facultad interna tiene grande importancia, lo mismo para el conocimiento de la obra, cuanto para experimentar el consiguiente sen- timiento ó emoción, para el artista encierra mayor tras- cendencia aún, porque ella crea en el espíritu lo que luego ha de ir produciendo exteriormente. Solamente aquello que el autor vió con la fantasía es lo que después repite en el mundo de la materia. Divídese esta facultad en va- rías formas: ó es creadora la imaginación ó simplemente reproductora^ ó es esquemática., ó sea de abstracción de formas ó de formación en puras líneas ó símbolos de obje- tos externos. Tiene, en fin, la imaginación otra forma en relación al tiempo, y se denomina entonces memoria., con la cual se retiene en el pensamiento el hecho ú objeto exterior, ó se reproducen las sensaciones experimentadas. Inútil es encarecer la importancia de las funciones de esta facultad para la producción de la obra artística y para la contemplación é impresión de la misma por el público: fácilmente se comprende hasta dónde es indispensable como complemento de los sentidos y de sus datos. 28. Cumplen funciones distintas en la inteligencia humana la razón y el entendimiento. Aquélla aporta á la operación del conocimiento otra serie de datos tan indis- pensables aún en el conocimiento sensible como las sensa- clones mismas. Si no tuviéramos las ideas., solamente con las sensaciones no podríamos formar el conocimiento. Se necesitan ciertos postulados ó ideas primeras ó madres para que sepamos llegar á conocer. Sin la idea de todo y de parte, de unidad, de cuerpo, de tiempo, de espacio, etc., sería imposible afirmar de un objeto que era uno, que era entero, que era vario, compuesto de partes, etc. La facul- tad, pues, productora de las ideas, la razón, interviene siempre en la formación del conocimiento. Tenemos, por tanto, en el conocimiento sensible, los datos que nos snministran los sentidos (sensaciones) y los que nos proporciona la razón (ideas). Pero hay todavía en nosotros una facultad ó poder (función la llaman algunos) merced á la cual los datos de los sentidos son llevados, por decirlo así, á los de la razón; que interpreta, discierne, separa, compara, relaciona, combina, penetra, y que se llama el entendimiento. Su importancia es decisiva y extra- ordinaria. Ella es la que produce el talento en la vida y el arte. Y si el artista necesita de poderosa idealidad para concebir los grandes asuntos, imaginación rica para saber- los vestir con las galas poéticas, memoria fecunda para retenerlos en la fantasía, no menos necesitado se encuen- tra de esta facultad encargada de combinar los diversos elementos que pueden engendrar aquel asunto, buscando la proporción, el orden, la simetría, la armonía, en suma, para que nada parezca extraño : todo en relación con todo, sin que falte detalle que lo realce, pormenor que lo com- píete y unidad que lo enriquezca. Así como en la vida se estima la discreción y prudencia, hijas del talento, cualida- des preeminentes, en el arte, á veces, es el talento más apreciado que el genio mismo. Porque mientras el uno se halla al alcance de todo el mundo, el otro sólo se presenta claro y elocuente para los seres superiores capaces de com- prenderlo. El artista que sabe impresionarse ante un asunto, ya cuenta con un grande elemento; el que posee vastas ideas, raya en este concepto en la categoría de lo genial ; pero al que sabe aplicar su entendimiento con tacto y habi- lidad, se le reserva por la masa general el aplauso que acaso sea negado á los que pertenecen únicamente á las dos categorías anteriores. 29. Cada uno de los sentidos corporales se corres- ponde con las diferentes fuerzas naturales ó procesos. Y la limitación de los datos ó sensaciones de cada sentido se advierte al punto con pensar que la vista no percibe sino una cara, una superficie de un objeto, lo comprendido dentro del cono de luz en que se ilumina ; el tacto, sola- mente la extensión en la parte que se palpa, y así suce- sivamente. Y el entendimiento y la imaginación completan estas sensaciones, ampliándolas. La impresión es una pe- queña parte de la sensación; el complemento de la misma lo da la fantasía que la ensancha y el entendimiento que la completa. La sensación será infalible en una parte, si los sentidos funcionan con la normalidad de la salud ; mas debe considerarse falible en cuanto es fragmentaria su im- presión. Mientras la atención con los ojos del alma no se asoma á la pupila, por decirlo así, el sujeto no ve, ó no percibe. — 15 — En todas las artes, como en la vida, lo primero que se reclama, sea para producir con acierto, sea para juzgar con criterio, es la educación de los sentidos^ que no se al- canza sino á fuerza de ejercicio continuado y de pensa- miento sano y libre de preocupaciones. Y en cada arte particular, la gimnasia de uno de los sentidos lo afina hasta un extremo admirable. Cierto que á veces es á costa de la atrofia de otros ; pero aun así se requiere una educa- ción iucesante, si se j)retende llegar á apreciar debidamente las obras, ó á producirlas. 30. El sentido del tacto no presta servicio alguno á las artes, sino como complemento, bien para apreciar otras sensaciones, bien como medio mecánico. Así, por ejemplo, al músico ó al pintor sirve de instrumento, cada vez más perfecto á medida que esté más educado, para la ejecución de la obra artística ; pero como medio intelectual para la emoción estética, apenas sirve. Si las sensaciones de Ion- gitud, forma, etc., pudieran basarse en el tacto, alguna importancia revestiría ; mas como no sea para el ciego, sustituyendo á otros sentidos, bien se puede afirmar que carece de fin su ejercicio, para el arte. Otro tanto puede afirmarse del gusto y el olfato. Aun menor es su eficacia y sus funciones en la producción artís- tica. Quizá también en determinados casos sirvan para com- pletar sensaciones de otros sentidos, pero nada más, y siempre unidos, como si fueran dos manifestaciones de un mismo proceso, el químico. Hay sin embargo algún arte subalterno á que se refiere, como el culinario. 31. El oído.) por el contrario, es uno de los sentidos que se llaman intelectuales ; por él llegan á nuestro esj)íritu larga serie de antecedentes para el conocimiento sensible. El preside á todas las artes que se relacionan con el tiemjio. El arte del sonido ó la música, las del movimiento como la danza, la literatura en su forma oral, todas ellas tienen por órgano el oído. De aquí nace su superioridad con res- pecto á los anteriores. Comparte con la vista todo el campo de las artes. Si él corresponde á las que en el tiempo se realizan, la vista se relaciona con todas las que dentro del espacio se producen. Todas las que se llaman artes gráficas ó artes del diseño ó del dibujo, tienen por órgano la vista. La Arquitectura, la — — Escultura y la Pintura, así como las subordinadas á cada 16 una de estas tres principales, viven en medio de la luz y responden á este órgano tan intelectual como el anterior. Sale de nuestro propósito estudiar aquí el problema psicológico de cómo se produce la visión recta dándonos el ojo la imagen invertida, y de cómo percibe el alma la imagen sencilla cuando se produce doble por los ojos. Esta cuestión psico-física cae fuera de nuestro asunto. 32. La luz y los colores constituyen el medio ambiente en que se realiza la visión. Y este punto será desenvuelto con otros debidamente al tratar de la teoría especial de la Pintura; aquí sólo citamos el proceso lumínico, sin entrar en pormenores. 33. Sin la reflexión interior^ no se produciría el conoci- miento sensible con todo su valor. Las primeras percepció- nes nu serían interpretadas con cabal juicio sin este poder de que el alma dispone y que se llama la conciencia, por la cual nos damos cuenta de lo que nos suministran los senti- dos. Y como el arte no es una obra hija de la mera espon- taneiclad, sino de la madura meditación, es fuente impor- tantísima la conciencia en el artista. 34. Por último, el autor elabora el asunto de su trabajo mediante la observación de hechos exteriores y con la experiencia adquirida en otros estudios y otras obras. El testimonio ajeno que le ofrezca garantías de veracidad, allí donde su propia observación no alcance, contribuye á completar su tarea. Y con todas estas facultades de que dis- pone su inteligencia, y con los medios que le son dables, concibe su asunto y lo dispone para la ejecución. De igual manera que el público con iguales recursos juzga de la obra y la aplaude ó censura, según conviene ó discrepa con el re- sultado de su reflexión, contemplando lo que á su considera- ción se presenta. 35. La obra artística no es sólo producto de la inteli- ' gencia; antes bien, es expresión de toda la naturaleza humana, en sus distintas facultades y en la compleja armo- nía del espíritu. El arte es un lenguaje, y no sólo manifes- tamos pensamientos ó ideas, sino al propio tiempo adlie- siones ó repugnancias, amor y odio, placer y dolor, todo, en fin, lo que se refiere á la facultad de sentir. Mientras que la inteligencia da en la concepción de la obra la idea y el asunto, el sentimiento la viste y da cuerpo y como calor. ' Wl pensamiento es como la luz que ilumina la obra; la sen- sibilidad, como el fuego que la enardece. Sin la interven- ción de esta segunda facultad, el trabajo del artista re- sultaría fría expresión incapaz de conmover. 36. La libertad es forma propia del entendimiento humano, y la fatalidad la forma propia del sentimiento. En aquél todo se calcula y pesa; en éste se ama ó aborrece sin poderse librar de las tendencias. Por algo se dice que el sentimiento es ciego. El artista se impresiona de una idea y la acaricia en las intimidades de su ser, gozando en la contemplación interior de la misma. Sin esta condición, no produciría su obra. Tan pronto como concibe, no es dueño de desechar lo que le ha emocionado; se le impone el mo- vim ien to de atracción á lo que le causa goce, y se decide á la ejecución. La vida del corazón es tan importante como la de la inteligencia para la producción artística. En ella hay funciones que se asemejan á las de la atención, la per- cepción y la determinación intelectuales, y hasta hay una á manera de memoria que se denomina la gratitud. Y esta vida es tan armónica como la del pensamiento. 37. Y si el autor ha buscado con la inteligencia la ver- dad, como fin, para ser expresada en su obra, con el sen- timiento busca la belleza para ser expresada también vistiendo ricamente á la idea. Sin la impresión estética , la concepción sería defectuosa; sin la, expresión estética, la obra no hablaría al público. En la expresión científica basta la verdad para convencer; en la expresión artística se necesita la belleza para conmover. Y es tan indispensa- ble que el fin del sentimiento sobresalga en el arte, que el del arte mismo no es otro que la belleza en sus distintos grados, los cuales serán analizados más adelante. 38. El sentimiento tiene su vida normal y ordinaria y su modo violento y anormal. En el segundo caso se llama 2 pasión. Según algunos, la obra artística requiere la inter- vención del sentimiento en su modo exaltado. Pero no puede afirmarse esto para todos los momentos ni todos los géne- ros, ni en general todas las formas de expresión artística. La pasión se requiere á veces en aquello que lia de repre- sentarla, pero no en la expresión plácida y poética de — — asuntos, lieclios ó ideas. De modo que el sentimiento habrá 18 de plegarse á lo que la obra pida bajo tal punto de vista. El terror, lo maravilloso, lo extraordinario de lo sublime reclaman que el sentimiento del artista se mueva impulsa- do por la pasión ; pero claro es que en otros instantes no ha de utilizar semejante recurso. Y no siempre la pasión es buena consejera para la produc- ción artística, ni causa el efecto aj)etecido. Por lo general, supone un desequilibrio en el espíritu, y el público no se impresiona con igual vehemencia que el artista. La exage- ración en el campo del arte provoca hasta efectos contra- producentes, causando risa lo que se pensó para promover espanto. 39. La voluntad, que es la facultad de resolverse á obrar, interviene en la producción artística en dos momentos ca- pítales: la formación del propósito, ó el proyecto.^ y la elección por motivos. El fin mismo de la voluntad, el bien, indica las relaciones que mantiene con las otras facultades armó- nicamente. Pero debe notarse que el arte nada tiene que ver con la moralidad. Son esferas distintas, y el artista no ha de preocuparse en primer término de realizar una obra buena^ moralmente considerada, sino una o\)X2, bella. Pero interesa para nuestro fin singularmente el propósito, en cuanto viene á significar el plan mismo de la obra. La única recomendación que puede hacerse al artista, bajo el punto de vista moral, es que se decida á ejecutar su obra por motivos puros y levantados, y no por miras inmorales egoístas, ó bastardas. Es decir, que sólo en la intención puede entrar la moralidad en la obra de arte. Después de la intención, pura y sana, elige el asunto el artista decidiéndose por motivos racionales á la ejecución de su obra. A veces es el capricho el móvil principal, y en este caso no debe estar muy seguro de su acierto; y única- mente en trabajos humorísticos puede consentirse semejante norma. Después de pensado el asunto, luego de haberlo cal- deado el sentimiento, se forma el plan ó proyecto del mismo, procurando no dejarse influir por ajenas solici- taciones, sino por propia y espontánea deliberación. El artista ha de tener presente siempre que el público no apre- cía la obra con ninguna de estas bases de juicio, sino sim- plemente por la belleza que resulta de la misma, dada la idea; y á lo sumo, aceptada ésta sin discutirla, y dentro de ella, estima lo ejecutado. 40. En. resumen: la obra es expresión no sólo del pen- samiento y sentimiento del artista, si que también de la voluntad, donde se componen y combinan las dos primeras; expresión de todo el cuadro del espíritu humano y repre- sentación de todos los fines particulares de las facultades mismas, principalmente de la belleza^ que es en razón lo primero á que se debe atender en este orden de la vida, así como á la ciencia compete la verdad y á la moral el bien. Lección 5.^ 41. Terminado el estudio de las facultades del artista, toca analizar las cualidades especiales de que necesita es- tar dotado. Las primeras pertenecen á todo hombre, en tanto que las segundas son peculiares de los que cultivan este fin. De ellas, unas se refieren á determinaciones de las propias facultades, otras á la parte mecánica y práctica que cada arte supone; unas son adquiribles y otras nativas, aunque perfeccionables. Las fundamentales son: do- minio del material, talento artístico y genio. El dominio del material supone una cierta destreza in- gqnita, una facilidad para manejar el medio sensible de que se ha de valer, y que después mediante trabajo se aíi- na, amplía y corrige. Pero siempre esta habilidad técnica será de grande importancia, pues abre el camino para la labor del porvenir. La torpeza se vence con tiempo, trabajo y tenacidad; mas lleva mucho ganado el que desde un principio no encuentra dificultades en la tarea. De todos modos, la enseñanza del maestro suple lo que la natura- leza no ha dado al aprendiz; y lo que se exige es que al cabo de algún tiempo no sea rebelde la materia, sino que, al contrario, parezca dócil y moldeable ante la destreza manual. El mármol, el color, el sonido, medios materiales de que se ha de servir el artista para la expresión de sus ideas, han de ser como blanda cera ante los instrumentos encargados de darles vida convirtiéndolos en monumentos, estatuas, cuadros, sinfonías. Y sólo un estudio prolijo j mecánico en que la técnica enseña á salvar los escollos y á aminorar las dificultades, se puede lograr lo que á primera vista aparece imposible é insuperable á los profanos. Tiene, ^ 20 — pues, todo arte un período ingrato de lucha con el mate- rial, del cuál no todos salen airosos y en el que se malo- gran á veces grandes ingenios por falta de constancia en tarea tan ingrata. Pues bien, el dominio del material es la primera cuali- dad indispensable para el artista. Hay sin embargo quien, poseyendo las restantes que vamos á estudiar ahora, nunca logra ésta ; y á veces se da el caso de que resultan grandes artistas á quienes falta el requisito mencionado. Entonces ocurre que saben concebir y componer, malos ó nulos eje- cutistas. Y hay artes en que son separables estos momen- tos de la ejecución de la obra, otras en que son insepara- bles. Como, por ejemplo, el músico que compone y el que interpreta; el arquitecto que concibe y el que construye ; el escultor que modela y el marmolista y broncista que cin- celan y funden, etc. Pero, de todos modos, siempre será cualidad preeminente en el artista manejar el material con igual libertad y dominio que la idea, para saber infundir ^"pensamiento en \2l materia. 4:2. Otra cualidad que debe brillar en todo artista es el talento. Ya hemos indicado antes lo que significa y de qué depende; poco hemos de insistir. Se puede poseer una ima- ginación rica que reproduzca con facilidad lo que luego ha de exteriorizarse; se puede contar con altas concepciones é ideas vastas para la realización de un pensamiento, y am- bas condiciones son esenciales en el arte; mas no basta: se requiere otra habilidad como la técnica anterior para dis- poner los elementos internos y los materiales, á fin de ar- monizarlos y combinarlos de modo proporcional, sin que ninguno predomine ni estorbe al efecto de los restantes. Este equilibrio y armonía de las partes entre sí dando la gradual importancia requerida, constituye el talento ; y lo mismo en el arte que en la vida, se estima en más esta con- dición que ninguna otra, porque habla por igual á todos y satisface á las exigencias uniformes de la generalidad, como compendio de las aspiraciones de un ideal en nn tiempo y una nacionalidad determinada. 43. El genio constituye otra cualidad, la más insigne del artista. Es como el resumen de todas las facultades liu- manas sublimadas: un artista que sale de la regla general para formar época en la historia entera del mundo, — posee — 21 en alto grado todas las cualidades citadas, y su obra nunca es parcial, sino de síntesis, como si abarcase en una sola ojeada su época, resumiése el pasado y adivinara el fu- turo. Por su superioridad, no siempre es estimado de sus contemporáneos, y solamente la posteridad le hace jus- ticia. Los genios en el arte no se producen con frecuen- cia; son contadísimos los que en cada período histórico pueden señalarse, y su labor parece algo divino y provi- dencial. 44. Hay en la producción de la obra dos estados capita- tés: uno el de la espontaneidad del artista, y otro el de la receptividad. En el primero el artista ejecuta por propio impulso, crea; en el sengundo, ejecuta después de recibido el influjo exterior, reproduce. Ambos son, no obstante, compatibles, y corresponden á dos momentos de la com- posición artística: á la inspiración aquél, y éste á la sionabilidad. Sin una sensibilidad delicada y fácilmente impresionable, no hay obra de arte posible; sin inspiración ó vistas intuitivas y claras, tampoco se puede producir nada bello. La impresionabilidad, así como la receptividad, se refieren al sentimiento, principalmente; la inspiración y la espontaneidad, al pensamiento. Claro está que ambos estados y ambos momentos se ma- nifiestan de distinta manera y con diferente intensidad en cada individuo según su temperamento, su carácter, y hasta su sexo. De aquí que en los unos sea tranquila y serena la inspiración, en otros vehemente y febril; que en los artis- tas predomine la rece|)tividad sobre la espontaneidad ó vi- ceversa, y la inspiración sobre la impresionabilidad ó al contrario. Para concluir con este punto, diremos que no es la ins- piración hija del momento, sino que solamente aparece en aquellos que laboriosamente la llaman y la conquistan á fuerza de trabajo y de constancia. Brota sí de una vez en la elaboración de la obra artística, pero después de asiduas tareas. 45. El arte requiere una educación especial en de quien haya cultivarlo. En primer lugar, como todo otro fin humano, una vocación^ ó sea una deliberada resuelta in- clinación y á considerar este fin como el preponderante y principal de la vida, prescindiendo de los demás y consa- grando todas las fuerzas con verdadera devoción á esta es- fera. En consonancia con la vocación se pide el artista igualmente que se forme una cultura, general^ amplia y humana, con conocimientos, aunque sean rudimentarios, de todas las ramas del saber; y posea, en fin, una cultura y técnica^ especial particular del arte á que haya de dedicarse. Úni- camente con estas condiciones se hallará el artista citado capaci- para cumplir su fin á la altura Su requerida. educación habrá de adquirirla ora en la Academia para los conocimientos de carácter general y el Taller enciclopédico, ora en ó el Estudio para los arte particulares de su en cuestión. Bajo la dirección del profesor en si- tio, bajo la del aquel maestro en éste, preparará.su juntamente espíritu, y se proporcionará los medios mecánicos. Pero, ante todo y sobre todo, el artista ha de estudiar incesantemente en la vida misma, adquiriendo por la ob- servación la enseñanza que da la experiencia en medio de la sociedad y la Naturaleza ; y así conocerá los flejará los gustos, re- ideales, estará al tanto de los hasta aberraciones caprichos y de la moda, y penetrará los secretos del cora- zón humano y de la Naturaleza. En ha de acudir de la ciencia suma, á la vida, de la teoría á la práctica, y volver de la vida á la meditación y al estudio, y de él á los recursos y medios técnicos que le han de ble procurar dominio aquel del material. indispensa- 46. Para expresar el artista su siempre de pensamiento, se sirve un medio sensible. El arte no es otra cosa forma sensible que en que se encarna una idea. Manifestar en el mármol, ó mediante líneas geométricas, ó mediante for- mas plásticas, ó por el color, ó por el sonido ó la palabra, musical, por etc., lo que el artista ideado, concibe, exteriorizar lo á eso se llama ejecución ó realización de la obra (hacer real lo que es ideal). Y el material artístico no es, pues, otra cosaque el medio natural de que se vale el autor medio no se para comunicar su pensamiento. Mientras este haya trabajado ó elaborado, no entra en la categoría del arte. Cuando se labra ó pulimenta, ya constituye una forma artística. Puede utilizarlo tal y como lo encuentra en oca- siones en determinados trabajos, y entonces se llama in- y culto y si antes de ponerlo al servicio de su idea lo modi- — — , 23 fica, elaborado. 47. Y como quiera que sin este medio exterior no se da el arte, lo uno de sus por hacer ó lo factible constituye elementos tan insustituible como la concepción misma. El material dispuesto para realizar lo proyectado viene á ser la forma misma de la obra. Componer, no es lo mismo de que concebir ; la composición exterior, después planeada interiormente en la fantasía del autor, se reduce á trasla- dar poco á poco lo que se ideó. 48. ISTo siempre la ejecución corresponde á la concepción; el material á veces es rebelde ó impropio para expresar lo que el artista pensó lo factible ó sea lo que ha de ir rea- ; , fizándose, no interpreta con exactitud aquello que se in- tenta dar á luz, y entonces la obra resulta inferior ó inhá- bil, ó poco bella y antiartística. Es decir, que en ocasiones, hasta es contraria á lo que se propuso su autor. En cambio, cuando logra éste que el material sea forma adecuada y expresiva para revelar el fondo, la armonía entre ambos elementos produce la verdadera belleza. Preciso es, pues, el arte produzca su fin, que no exista desnivel para que entre lo que ¡Dudiéramos llamar la parte teórica de la obra y la parte práctica ó técnica. Sólo mediante esta armonía se logra el objeto propuesto. 49. La obra, por consiguiente, no es otra cosa que el resultado del trabajo artístico actuando sobre el material, ó lo que es lo mismo, la relación armónica del pensamiento con su ejecución exterior. Si el autor consigne que repre- sente su obra una labor propia y personal que la distinga de otras de su género, caracterizándola determinadamente, se dice que es original; esto es, que aunque contenga notas di- comunes á otras de su especie, aparece, sin embargo, ferente y con valor sustantivo, con sello peculiar. Y en- tonces la individualidad del artista se traduce como en un espejo en la individualidad de la obra. 50. Esta individualidad recibe el nombre de estilo en todas las artes; es decir, la manera particular de ser las obras revelando una persona, una época ó una región. De aquí nace la división del mismo, tanto intrínseca como ex- trínseca, pudiendo ser en todas las artes severo ^ florido ó armónico^ según prepondere el pensamiento sobre la forma, los adornos de ésta sobre, el pensamiento, ó, en fin, se equi- — 24 libre la idea y su expresión. O bien se clasifica el estilo por los países, llamándolo oriental^ griego^ romano^ ibé- 7Íco, etc., ó por las épocas históricas, antiguo^ de la Edad. Media., moderno, contemporáneo ; ó por los siglos, clásico, bizantino, románico, gótico, del renacimiento, neoclásico, ó del X, XI, XII y X VI, etc. ; ó por los autores que re- cuerda, churrigueresco, amurillado, rafaelesco, etc. (por Oliurriguera, Murillo, Rafael); ó por unas artes aplicadas á otras, escultórico, arquitectónico, pictórico, musical, etc. De modo que las clasificaciones pueden ser infinitas, tan- tas como los estilos mismos que se han producido. 51. Así como es conveniente á todo artista el estudio de los buenos modelos, se puede incurrir en la copia servil de los mismos, cayendo en una verdadera degeneración. O, por el contrario, el excesivo deseo de huir de parecerse á nadie y el prurito de no imitar nada puede llevar á la ex- travagancia, mostrando un estilo exageradamente original. De igual modo, si se acentúan las cualidades preeminen- tes ó el carácter singular de un estilo ú otro, también se corre igual riesgo. Y así el exceso de sobriedad es dado á producir obras toscas 'y rudas á fuerza de ser severas; y en el otro extremo, obras tan excesivamente floridas que resultan barrocas. Hay, pues, necesidad de mantenerse en la norma y fiel de la balanza, para no ser arrastrados á lo recargado, en uno ú otro sentido. 52. Lo dicho con res]iecto al estilo es enteramente apli- cable á la escuela. Esta no es más que el estilo común á varios autores, á varias localidades, á varias tendencias. Aquél es más personal, y ésta más regional, nacional, etc. : es un círculo mayor. Y las bases de su división vienen á ser las mismas que las del estilo, así como sus exagera- cienes provocan idénticas consecuencias. Conforme con lo dicho, las escuelas son: antiguas ó modernas, clásicas ó románticas, realistas ó idealistas, españolas, italianas, etc. ; valenciana, castellana, andaluza, etc. ; de Velázquez, Berruguete, Herrera, Eslava, etc. Y en cuanto al bueno ó mal gusto, se dice de las escuelas que son correctas ó incorrectas, ó clásicas y decadentes, etc., etc. CAPÍTULO lY.—EL IDEAL Y EL PÚBLICO. L·eceión G.®· 53. La aspiración sentida, la idea pensada y acariciada con el deseo y propósito de realizarla, el pensamiento en perspectiva, para que sirva de norma á la vida y al arte: esto forma el ideal. Se llama asimismo ideal al conjunto de conocimientos que cada cual tiene sobre cada materia y que cree superior á lo que prácticamente ve á su alrededor en la sociedad. La teoría, en suma, la ciencia, el fin prin- cipal en cada orden de la existencia humana, eso es el ideal, norma de conducta, guia de las acciones, aspiración del alma. 54. Con él se relaciona el concepto de la belleza. Lia- mamos bello á todo lo que nos conmueve ó emociona de un modo agradable. Lo que nos produce efecto desagradable y despierta en nuestro espíritii un sentimiento de aversión, de dolor, de repulsión, decimos que no es bello. La belleza ha sido definida de múltiples maneras. Pero no entra en nuestro propósito analizarla sino en la esfera que nos com- j)ete, y basta con notar los caracteres subjetivos del efecto que en nosotros produce. Se ha llegado hasta decir que es la semejanza á Dios en lo finito. Pero es suficiente para nues- tro estudio dejar consignado que, en punto al arte, la belleza constituye el ideál mismo. Todo artista se propone expre- ■ sar lo que cree ideal ó perfecto; esto es, producir del modo más acabado posible una obra que corresponda á lo que aprecia como más bello y en armonía con el ideal. La be- lleza y el ideal, por consiguiente, son dos términos íntima- mente relacionados en el arte. 55. Divídese la belleza en diferentes clases. Lo hermoso, lo lindo, lo gracioso, lo delicado, lo tierno, lo poético, lo atractivo, lo precioso, son, por decirlo así, categorías de la belleza, entre otras muchas, ó grados de la misma. Lo poético forma una importantísima clase de belleza. Pero principalmente se divide en belleza sublime^ belleza cómica y belleza armónica ó propiamente dicha. Aparece el primer grado capital de lo sublime siempre que contemplamos un predominio ó desnivel entre fondo y forma. Allí donde do- — — mina la esencia á la forma, se dice que existe lo sublime. 26 Y el efecto que nos produce es la admiración y el asombro. Así, al mar, al cielo, que nos causan maravilla, y en donde la forma con que se presentan á nuestra vista y encantan nuestro espíritu es sencilla y la esencia ó fondo extraordi- nario, lo llamamos sublime. Decimos que la contemplación del cielo y del mar nos provoca un sentimiento de subli- midad. Con efecto, ¿qué forma tiene el mar? ¿Qué forma tiene el cielo? La más sencilla, simple y rudimentaria. Todo es agua ó todo es ambiente, sin determinación alguna de forma concreta. Allí en donde, por el contrario, hay un ex- ceso de forma, y un mínimo posible de fondo ó idea, se pre- senta lo cómico; es decir, provoca en nosotros un senti- miento alegre de hilaridad y regocijo. La gracia y travesura con que con variadísimas formas juegan los animales pe- quefios en la Naturaleza; el complicado mecanismo que para llegar al más insignificante problema de la vida se pone en vigor para conseguir un efecto, si no corresj^onde al logro de los deseos, provoca en nosotros la risa al ver cómo cayeron por tierra los más laberínticos planes. Lo cómico, pues, corresponde á un exceso de forma con un mí- nimo de fondo ; y lo sublime, á un máximo de fondo con un mínimo de forma. Hay quien cree que lo cómico se contrae exclusivamente á lo humano, mientras que lo sublime se da en el mundo humano y en el dç la Naturaleza. El equi- librio, en fin, la proporcionalidad entre ambos elementos, expresando con exactitud la forma, el fondo ó intención del artista, produce en nosotros el sentimiento de la belleza armónica, que tanto nos satisface y recrea. 56. Claro está que no todos los hombres juzgan de la belleza por igual. Depende esta apreciación de la cultura y educación, de los hábitos y costumbres contraídas, de la raza, el pueblo, el tiempo en que se vive. Pero por punto general se ha observado en el arte y la vida, dentro de la corriente de la civilización en que vivimos, que mientras hall pasado para no volver determinadas obras, otras lian permanecido y subsistirán eternamente. Bien puede, por tanto, asegurarse que hay ciertos lineamientos generales en las obras del arte que subsistiendo á través del tiempo y del espacio (por los pueblos ó naciones por donde atrave- saron), ya forman una verdadera belleza que pudiéramos — — llamar absoluta en el arte ; en tanto que otras formas, ó no 27 han vuelto á reproducirse ó no han causado cada vez los mismos efectos ; y á esta belleza podríamos llamarla reía- tira. Asi, dentro de la civilización de que somos herederos, podremos afirmar que Grecia (siempre armónica en sus ar- tes) ha realizado la belleza absoluta, puesto que seguimos estimando como prototipos de hermosura sus estatuas, sus monumentos, sus dibujos, hasta los objetos de sus artes mecánicas ó industriales; en tanto que no se nos ofrecen sino con belleza relativa ó con interés arqueológico ó histórico las demás obras de otros pueblos ó de otros tiemjios. El consentimiento común fija un sentido uniforme, y con res- pecto á él se establece lo que hemos llamado absoluto y re- látiro. Hay además otra base para apreciar ambos concep- tos subjetivos de la belleza. Siempre que nos penetramos todos (ilustrados ó ignorantes) del pensamiento que se ex- presa en la obra artística, decimos que es bella; y en el caso contrario, en el cual el fondo no está revelado con pre- cisión, decimos que la obra no es artística ó que carece de belleza. El término opuesto á la belleza es la fealdad. No hay en la Naturaleza fealdad absoluta, sino relativa, en aquellos seres en que no podemos estimar su misión, ni juzgar del fin para que fueron creados. En cambio, sí puede existir en el arte una verdadera fealdad., cuando se falta á las condiciones analizadas. La belleza absoluta, propia- mente dicha, aplicable á todas las esferas (no sólo á la del arte), existe en Dios, dechado de todas las perfecciones. La fealdad absoluta no existe, y sí sólo en el grado, modo y clase estudiados antes. 57. Llámase público la persona (ó personas) que con- templa ó percibe la obra de arte. El primer público es el artista mismo, que, á medida que concibe, compone ó eje- cuta su obra, la va contemplando, ora interiormente en su fantasía, ora exteriormente en el cuadro, el edificio. Ta es- tatúa, ó escuclia la sinfonía ó la canción, etc. Divídese el público en dos grupos: el inculto (vulgo) j el culto; j éste á su vez en aficionado^ inteligente j critico. Cada uno de estos nombres indica suficientemente su significación, según puede apreciar el público por la costumbre de ver ú oír obras de arte de las que se trata, ó conoce ó ha estudiado — — las mismas, si bien no sabe exponer sus opiniones en forma 28 científica ó literaria, ó por último (el crítico) dicta su fallo fundado en principios estéticos y técnicos. Finalmente, hay un público masculino (reformista innovador) y un público femenino (conservador.^ apegado al ayer). 58. El artista se lialla en relación con el público, ora dejándose influir por éste, ya rompiendo con el criterio general é iniciando nuevos rumbos al arte. Tanto en un caso como en otro, su misión es delicada. El arte es un guía del ideal; pero al jiropio tiempo el ideal no es una abstrae- ción, sino el resumen de las aspiraciones futuras y la sin- tesis de las tradiciones de un pueblo y una época. Y por tanto, como quiera que su carácter es de relación entre el pasado y el futuro, el artista debe estudiar con prolijidad lo que bay de bello en la historia de su arte en el momento en que trabaja y lo que riñe con su ideal subjetivo y que debe rechazar ó modificar. En suma, no debe seguir servil- mente á sus contemporáneos, ni romper por completo con ellos. Su talento le dictará el tacto con que ha de proceder. 59. La critica es una forma del arte mismo. El que produce y el que juzga se complementan. Pero debe en sus juicios el crítico ser constantemente respetuoso con la obra artística. De otro modo deja de ser la crítica un sacerdocio para convertirse en una burla. No siempre se ejerce obede- ciendo á los principios y leyes de que se ha hecho mención, sino influida 23or la opinión general. Al conjunto de opinio- nes que dan como resultante un criterio normal en un tiempo determinado, se llama gusto. Este se divide en bueno ó malo, según conviene ó discrepa con el sentido estimado como norma de belleza permanente á través de las edades. La última expresión usual y diaria del gusto en un período, se llama moda.^ y suele ser más hija del. capricho, que de lo razonable y estético. 60. El contrapeso á las exageraciones del gusto y extra- % vagancias de la moda está en la crítica. Ella, ejercida con seriedad, sin encono ni prevenciones, pnede detener al arte en un camino pernicioso y conducirlo de nuevo á los eternos principios de lo bello. De aquí sn importancia y el augusto ministerio de sus encargados y representantes. Y atender sus consejos es mérito muy estimable en los artistas, ex- ceptuando al genio^ que, naturalmente, está por cima de su — — patria, de su tiempo y del ideal en que se inspiran 29 sus con- temporáneos. De aquí nace también la dificultad que pre- senta la profesión del crítico. 61. Y ahora podemos decir que hemos analizado ya por completo la composición artística, puesto que se la ha estu- diado en todos sus elementos y en sus momentos todos, desde la concepción hasta la publicación. Mientras la obra no se publica, pnede decirse que no se integra., porque el arte requiere este último instante para cumplir su fin. Así, pues, los momentos del mismo son la concepción, la ejecu- ción, la composición y la publicación; y sus elementos el fondo, la forma y la relación de ambos en la obra misma. Queda, por tanto, expuesto todo lo que concierne á la uni- dad del arte, aplicable lo mismo á una clase que á todas. Ahora debemos considerar al arte en su interior división, clasificándolo por sus distintas manifestaciones principales. CAPÍTULO V.—DIVISIÓN DEL ARTE. L·eecíón 1'.^ 62. El arte puede ser considerado como un fin^ según hemos visto anteriormente ; puede ser considerado como un medio., y juntamente, considerado como medio y fin. Así, por ejemplo, si lo que nos proponemos al realizar una obra es manifestar simplemente nuestro pensamiento, sin otra intención que la de que sea su expresión exacta y fiel, entonces se dice que el arte es bello; si lo que se propone el artista es realizar una obra para que sirva á otro objeto y no al antedicho, se dice que el arte es útil\ si á la vez se propone el artista expresar una idea, pero para que sirva á un objeto determinado, el arte es bello-útil, ó útil-bello. La intención, pues, más que la obra misma, clasifica el arte. Ejemplo : el estatuario puede labrar su escultura simplemente para expresar una idea ó representar un per- sonaje. La obra, será por tanto, clasificada como de arte bello; si esa estatua se destina á mantener un candelabro, ó servir para un faro, ó sencillamente para so^Dortar un peso, la obra se clasificará como de arte útil; si ese mismo — — escultor trata de 30 representar á Neptuno, v. gr., pero sir- viendo á la par la estatua para una fuente, la obra será bello-útil ó compuesta. Los toques de corneta en el ejército, los de campana en las ceremonias religiosas, con pertene- cer al arte de la música, no se dirá que son obras bellas, sino de utilidad; y la sinfonía ó la canción, obras de géne- ro bello, y el acompañamiento para el baile, obras del gé- nero bello-útil ó compuesto, etc., etc. 63. Lo helio, lo verdadero y lo bueno, fines relacionados con el sentimiento, la inteligencia y la voluntad, se re- fieren al arte bello, al útil y al compuesto. Así, la ciencia es predominantemente una obra de utilidad; el arte, por antonomasia, una obra de belleza, y la vida una obra com- puesta que debe realizarse siempre en vista de la bondad, siendo la moralidad su norma y guía. Por esto se ba dicho que la obra de arte más compleja de todas es la vida misma. 64. Pero en ella hay dos aspectos : uno, el fatal, el cor- poral, material, ó natural; y otro, el libre, espiritual y que procede del alma. En cuanto en la existencia humana se producen las fnnciones naturales de un modo necesario, somos esclavos de la materia; en cuanto producimos nues- tras acciones libremente, siendo dueños y responsables de ellas, somos artistas. De aquí la diferencia que se ha esta- blecido en lo'natural y lo artístico. 65. De manera distinta procede la Naturaleza que el Arte. Mientras çlla crea sus seres de modo orgánico, total y por síntesis, nunca fragmentariamente, éste crea sus obras por partes, analíticamente sin producirlas de una vez, sino poco á poco. De aquí que se haya presentado como antítesis por los críticos lo bello natural y lo bello ar- tlstico. En ambas esferas existe la belleza, pero en cada una con diferente carácter, y pudiendo ser perfecta la obra natural y la artística, á su manera cada una. La primera, por lo adecuada á su fin; la segunda, por la idea que re- presenta. Ambas se armonizan, copiando el arte á la na- turaleza, imitándola en algunos géneros, como dechado de perfección ; en otros, siguiendo rumbos y procedimientos distintos. Y en fin, tanto en la una como en el otro, aparece una clase de belleza denominada poesía, cuando reina la tranquilidad, la paz, la dulzura, sin oposiciones, luchas ni contrastes. Lo poético es, pues, el modo normal de la be- lleza en el mundo de la materia y en el del espíritu; mien- tras que se presenta la belleza en la anormalidad, bien con el carácter trágico, sublime, ó dramático ó cómico, en muy diversas formas. 66. Poco hemos de añadir acerca del concepto de utili- dad. Relaciónase esta idea con las necesidades prácticas de la vida individual y social. Todo cuanto sirve á un objeto determinado ó que se construye con tal fin, se llama útil, y en las artes llevan este apelativo las industriales por oposición á las bellas. Una obra es útil, si responde al fin para que fue construida, y será más ó menos bella, si, no desvirtuando su destino, agrada y recrea. En los productos artísticos hay dos méritos, el intrínseco y el relativo; el primero se refiere á sus grados de belleza; el segundo á los de su utilidad : corresponde asimismo su valor á su mérito intrínseco, mientras que su precio es variable y relativo, según varían las circunstancias del mercado. 67. En realidad, no se dan obras artísticas útiles ente- ramente desprovistas de una cierta belleza, como tampoco obras bellas enteramente desprovistas de cierta utilidad: por eso se clasifican las artes en predominantemente bellas ó predominantemente útiles, y no exclusivamente útiles ó exclusivamente bellas, ó armónicas, en las que se equili- bran ambos fines. Terminaremos esta materia haciendo notar que el juego (lo mismo los infantiles que los de habi- lidad), la industria y sus progresos, y la ciencia misma, son medios de preparación ó de iniciación, ora para las ar- tes útiles, ora para las bellas. 68. Además de las divisiones mencionadas, hay otras clasificaciones de las artes: llámanse subjetivas, objetivas y compuestas; naturales, espirituales y humanas, ó soda- les; del espacio, del tiempo y del movimiento; liberales y serviles, estéticas, científicas, religiosas, morales, jurldi- cas J políticas^ etc. El nombre de cada una de ellas de- muestra su significación para que nos entretengamos en definirlas. Y en el curso de nuestro trabajo encontraremos ejemplos de todas y cada una. 2J' SECCIÓN.—Las Artes particulares. CAPÍTULO I.—SISTEMA DE LAS ARTES. L·ección 8.® 69. Las artes principales predominantemente bellas, ó te- nidas por tales en la historia, son: la Arquitectuka , la Es- cultura, la Pintura, la Música y la Literatura . En cada una de ellas, interiormente, se reproduce la división, y así hay una arquitectura preponderantemente bella, una pre- ponderantemente útil, una armónica ó compuesta, según veremos comprobado. Lo mismo ocurre con todas las res- tantes. 70. Pero dentro de cada una de ellas también existen artes subordinadas ó subalternas, como si fuesen derivadas de las principales , denominadas industriales en general. La razón de nombrarlas así se funda en que, mientras de las principales ó madres no se producen sino tipos únicos cada vez (un edificio, una estatua, un cuadro, una obra, músical, un poema), en las industriales se construyen ó producen varias obras del mismo género á la vez, llegando á la multiplicidad. En aquéllas no hay sino el estudio par- ticular de un solo artista; en éstas hay lafábrica. Los pro- ductos de aquéllas son individuales, y los de éstas genera- les ó varios de una vez, interviniendo diversos artistas en la elaboración ó producción, y aun encargando el trabajo distribuido por partes á cada obrero ó grupo de obreros (varios muebles análogos ó iguales, varios vasos, varias jo- yas, varias armas, etc). 71. 1.° Las artes subordinadas de la Arquitectura (las más importantes) son : el arte del mobiliario ó mueblaje, el del decorado, el monumental (que participa también de es- cultura) y la jardineria. Y además, por las necesidades de la construcción de una ciudad, se cuentan otras, cpie en- contraremos más adelante, aunque con carácter ambiguo ó intermediario entre varias artes. 2.° Las más importantes subordinadas de la Escultura son: el relieve en todas sus clases, la numismática., la gl'ip- tica., la orfebrería, la ataúgia y la toréutica, la panoplia, la indumentaria, la cerámica y los vidrios. 3.° Las de la Pintura son: el dibujo, el grabado en sus distintas clases, paleografía, la epigrafía, la diplomát- tica, el esmalte, la tapicería, el mosaico, la miniatura y la heráldica. 4.° La correspondiente á la música es la orquéstrica ó coreografía. Y 5.° de la Literatura, la declamación. 72. El arte del mobiliario, como su nombre lo indica, es aquel que se ocupa de los objetos necesarios para la vida usual, especialmente la doméstica, y que tienen como con- dición precisa la de ser movibles ó transportables. Forma parte del que se denomina decorativo , y comprende varios tipos principales que en la historia del arte han revestido grande importancia. Aparte la utilidad de los muebles, siempre ha ido su fabricación unida á la idea de gusto y belleza. Así como en la Arquitectura se distribuyen los edificios en varios géneros conforme al destino de los mis- mos-, según veremos, y aun dentro de cada construcción se reconocen varios miembros correspondientes á los diferen- tes momentos y funciones de la existencia humana, los muebles se dividen con relación á las operaciones del hom- bre y á las posiciones diversas que ocupa el cuerpo, y en atención á los menesteres naturales ó creados por cada ci- vilización y cada época. De suerte, que hay muebles para la estación del cuerpo en las diferentes posiciones: horizontal (camas, y como un derivado, camas mortuorias, ataúdes, etc.) ; para la vertical (bastones, cayados, lanzas, y de aquí nacen los utensilios de defensa, ó armas, insignias, bácnlos, etc.) ; para la posi- ción sedente (sillas, y mesas como complemento de esta pos- tura, etc.) ; para la de estar arrodillado (reclinatorios, etc.). Bajo otro punto de vista, se dividen en muebles de tras- lación del cuerpo; vehículos para el arrastre terrestre (ca- 3 rros de guerra, coches, etc.); para el marítimo ó fluvial (barcas, etc.). Para las necesidades de la vida en los diversos instan- tes de la existencia: muebles de tocador (espejos, lava- bos, etc.) ; para guardar ó conservar objetos (arcas, cofres, armarios, etc.), j á esos tipos generales se ajustan los demás. — 34 — 73. El decorado^ íntimamente enlazado con el anterior, se refiere á completar, bajo el punto de vista de la belleza ó de la utilidad, las construcciones mismas arquitectónicas. Y se divide en las siguientes ramas: revestimiento de los suelos y de las paredes (tapices, alfombras, etc.) ; modi- ficación de la luz (colgaduras, telones, candelabros, jDer- sianas, etc.) ; abrigo de las habitaciones (telas en general, reposteros, estores, chimeneas, etc. ) ; belleza y ornato (útiles de puro recreo y adorno, como juguetes, cuadros, esculturas y pinturas decorativas).*; 74. El arte monumental^ propiamente dicho, participa del carácter arquitectónico y del escultórico y aun del pie- tórico. Para perpetuar la memoria de un hecho, la de un personaje, se levanta un monumento que tiene un fin pu- rameute estético, bien en la ciudad de los vivos, la plaza pública, bien en la ciudad de los muertos (necrópolis, ce- menterio, etc.). 75. jardinería. El jardín viene á representar dentro de la casa lo que el camjDO con respecto á la ciudad. Para la vida de relación del hombre con la Naturaleza, para recreo del espíritu, y bajo el punto de vista de la higiene, es la jardinería un arte relacionado con la arquitectura y subordinado de ella. Lo que la Naturaleza crea con bello desorden y obedeciendo á un plan que no nos es dado pe- netrar, el arte lo reproduce en un plano de dibujos, some- tiendo plantas y flores á un orden arquitectural, para goce del alma y placer de los sentidos. Los elementos de la jar- dinéria son : el terreno, el agua y las plantaciones. 76. Y para resumir este asunto, consignaremos que en la construcción de una ciudad aparecen otras artes subor- 'dinadas á la arquitectura : tales como los viaductos y puen- tes, los acueductos y canales, las cloacas, cementerios, y otras obras de utilidad, pero nó exentas de belleza, como veremos al estudiar la historia del arte. 77. Continuemos con la definición de las artes indus- tríales. Relieve.—Cuando se trabaja como una obra bella j se produce un solo ejemplar, constituye el relieve una manera de ser de la escultura, ó si se quiere, un género escultural; pero cuando el trabajo se verifica para ser reproducido varias veces, obteniendo de él varias copias^ entra á cons- — 35 — tituir una obra de arte industrial ó subalterna. Sus prin- cipales procedimientos son dos: 1.®, desbastar un plano, dejando de bulto el asunto; 2.°, sacar en hueco el asunto, dejando en alto el plano. El primero se llama propiamente jelieve; el segundo, escultura en hueco. Divídese el relieve .en tres clases : alto^ medio y hajo^ según que las figuras ó asunto se hallen exentos del plano ó fondo, ó unido á él, aunque con suficiente bulto, dejando adherido al fondo la mitad de los objetos representados y trabajada sola- mente la parte anterior. Los materiales en que se labra son los mismos que los del mobiliario, á saber: la ma- .dera, la piedra y el mármol, el barro, los metales y el marfil. 78. Tanto los materiales como el fin á que se destinan los objetos dan lugar á que el relieve produzca varias artes: 1.% la numismática^ ó sea el de las monedas y medallas, ■dependiente del relieve en hueco, cuya primera obra sirve de molde, matriz, cuño ó troquel; 2.% la glíptica.^ ó sea el arte de grabar en bulto ó en hueco sobre piedras finas ó metales. Las obras principales de este genero son : en hueco, sellos, y en bulto, camafeos. Los primeros sirven j)ara ob- .tener repetidas copias ó pruebas de un mismo emblema ó señal, y que vienen á ser .como la rúbrica ó firma sacada pn materia blanda, como la cera, el plomo, el lacre; y el segundo, para conservar la imagen de una persona ó el símbolo de una idea. 79. La orfebrería recibe su nombre del material en que trabaja el artista en metales preciosos (oro y plata). Com- prende dos secciones el trabajo del orfebre : una h,g)l(^tería y otra l2b joyería, según se labora simplemente en los cita- .dos metales sin piedras preciosas ó con ellas. La orfebrería, á su vez, forma parte de otro arte industrial, \2. toréutica, ó sea el trabajo en metales, principalmente en bronce. De ],os antiguos broncistas (toreqtas en^Grecia) se derivó la orfebreria. Más adelante, nació el arte de la ataúgia^ ó sea de las incrustaciones, enclavando unos metales en otros, ó simj)lemente reuniendo piezas de una clase á otra. Los ar- meros en un 23rincipio fueron hábiles toreutas, y todas las armas, cuyo conocimiento se comprende en lo que se llama la panoplia^ fueron modelos de labor artística, como se comj)rueba por los escudos; y el arte del hierro (herrería y — — cerrajería) de allí arranca asimismo. 36 80. De otro género es la indumentaria^ ó arte del traje. Pertenece igualmente á la escultura, como subordinada. La parte principal del traje se contrae al estudio de las telas^ y se relaciona con las citadas, puesto que las joyas, las ar- mas, los sellos, los camafeos, etc., forman parte del ves- tido; de igual manera que el conocimiento de las telas en- tra también en la tapicería. Todas las artes industriales se relacionan y encadenan de manera más íntima que las principales de que dependen. Y por esta razón, para clasi- ficar con una base, si no más racional, más completa, hay quien las agrupa todas por los materiales de que se com- ponen sus obras respectivas y no por el destino, uso, fin ú objeto de las mismas ; y en su consecuencia, las divide en madera, barros, piedras finas, metales, metales preciosos, marfiles, telas, cueros, conchas, cuernos, vidrios, etc., y aun por los procedimientos con que se labran, como, por ejemplo : artes del torno, de la ebanistería, de los esmaltes, del cincelado, de la incrustación, etc. Lo cierto es que no existe una base de clasificación que satisfaga por completo en la artes industriales. 81. Por último, la más importante de las artes subor- dinadas de la escultura es la cerámica^ y de ella, como de las anteriores, diremos poco aquí, puesto que hemos de en- contraria y aun juzgar sus obras en la historia. Como en otras artes, hay con respecto al nacimiento de la cerámica una leyenda poética. Pero lo positivo parece ser que no debe su nombre á Céramos hijo de Ariadna y Paco, sino á que en un principio los vasos jirimitivos fueron de cuerno (ké-^ ramos en griego). Es primeramente el arte del barro co- cido, y después se hace extensivo á todos los vasos cons- truídos de distintas pastas, comprendiendo hasta el día la loza, la porcelana tierna y dura, la mayólica, el ladrillo y azulejo y la teja. También se comprende en este arte el de las figurillas indnstriales como perteneciendo más á la ce- rámica juguetes qne á la escñltnra misma. 82. La cristalería también debe considerarse en una de sns clases como arte subordinada de la escultura, y en otro respecto como subalterna de la pintura. La ùdrier'ia, en cuanto se refiere á la formación de vasos ó recipientes, á la primera, y en cuanto se refiere á la manera de decorarlos, ó á la de decorar los vidrios planos de las ventanas, á la 37 segunda. El material de que se compone el vidrio es tie- rra silícea, y se obtiene por la presión. Los vasos se cons- truyen soplados á veces y á veces á torno, y al fuego y la- brandóse ó lapidándose también en frío. L·ección 9." 83. Las artes derivadas de la Pintura ya liemos indicado cuáles eran. Las definiremos brevemente. En primer lugar, está el dibujo^ común á las otras dos anteriores principales, arquitectura y escultura, y en realidad primera manifesta- ción del arte pictórico. La pintura empieza por el simple trazado de líneas sin color. Pero en el estado á que lia lie- gado dicho arte en la edad moderna, se considera el dibujo 110 coloreado como un arte subordinado, y con forma in- dustrial por la reproducción del mismo mediante los pro- cedimientos de la industria en las ilustraciones. El grabado 110 es otra cosa que el dibujo mismo aplicado á dichos pro- cedimientos por los cuales se repite en copias. Puede ser de dos maneras: grabado en hueco ó en relieve. Y aquí ve- mos cómo se relaciona con otras artes analizadas. En el primer caso, la materia sobre la cual se trabaja son los metales ; en el segundo, la madera. A la copia ó prueba que se obtiene de la plancha ó placa original, se da el nombre genérico de estampa. En el procedimiento sobre madera, ó en relieve, los claros quedan en hueco y los obscuros salientes ó en alto. En el procedimiento sobre cobre, acero, zinc, etc. (en hueco), consiste en dejar intac- tas las partes que han de dar el claro en la estampa, y señalar la huella en lo que ha de salir marcado en tinta ó en sombra. Antes de la invención de la imprenta, la ma- ñera de conseguir las pruebas era muy imperfecta, y se requería gran destreza en los artistas para obtener resul- tados satisfactorios. Hoy se logran con prensas de gran precisión. Ambos procedimientos se llaman talla y talla dulce. El grabado puede ser, según la manera como se ob- tienen las pruebas, al agua fuerte, al agua tinta, al negro, etcétera, etc. El agua fuerte (ácido nítrico mezclado con agua) es el procedimiento usado para morder las planchas metálicas; éstas se recubren con una capa de cera y en ellas se dibuja ó graba con buril. Derramando después el agua fuerte sobre la placa, no ataca el ácido sino los si- tios por donde el buril ha pasado, dejando intacto lo reçu- bierto. El procedimiento del agua tinta es semejante al anterior, puesto que también se emplea el ácido nítrico para morder, y se diferencia sólo en que las placas se re- cubren con otra sustancia que la cera : también se llama grabado á la manera del lápiz. El grabado al negro es in- verso al agua fuerte y al agua tinta; mientras aquél di- buja en negro sobre una superficie blanca, éste dibuja en blanco sobre una superficie negra. Las tres formas descritas se refieren al grabado en placas metálicas, y son las principales, entre otras muchas. En cuanto á la forma empleada para la madera, dicho se está que la tinta queda sobre los altos, dejando limpios los huecos. La litografía, en fin, es el dibujo sobre una piedra per- fectamente pulimentada. No será preciso esforzarse para explicar que en todas las pruebas resulta invertido lo di- bujado, esto es, á la derecha lo que está m la izquierda, y viceversa; por lo cual se llama la negativa al la original y positiva á la estampa. 84. También se refiere á la Pintura la paleografía, ó sea el arte de la escritura antigua, como una rama de la epigrafía en general ó arte de las inscripciones. La escri- tura en sus diversas manifestaciones (simbólica, jeroglífica alfabética) ha nacido en forma pictórica y de dibujo antes que en forma convencional de expresión de ideas por medio de signos, ó lenguaje escrito. La caligrafía es también rama particular.de la e23Ígrafía, y se reduce á la belleza en los caracteres mismos ó letras, de origen más reciente (Edad Media y Renacimiento), después de la escritura fo- nética. La diplomática se relaciona con las anteriores, en cuanto es la misma escritura aplicada á los documentos; pueden considerarse como sus hermanas la y miniatura^ ó arte de pintar en colores sobre pergamino en las hojas y libros manuscritos, que después de los tiempos medios hizo extensiva al retrato en pequeño ó á asuntos dimi- se ñutos, ejecutados sobre vitela y marfil, especialmente; y la heràldica, 6 arte del blasón, cuyo objeto es la representación convenida signos ó figuras del escudo de una casa no- por biliaria ó familia, pueblo, comarca, nación, etc. La fotografía sólo tiene de artístico el trabajo personal del que la ejecuta, por el estudio de la colocación del mo- délo, la elección de accesorios, la de los fondos para que destaquen las figuras y algún otro elemento. 85. El esmalte es la pintura ejecutada con una sustancia vitrificada sobre metal cualquiera. Si se ejecuta sobre un porcelana ó loza, recibe el nombre de haño ó vidriado. Di- vídese en alveolado ó de tabiques, dentro de los cuales se deposita la materia vitrificada colocada con óxidos; y va- ciado, ó sea rehundidos á buril los dibujos en la placa me- colocada la sustancia en dichas huellas. También tálica, y puede ser : opaco y translúcido, según oculta todo el campo ó fondo el esmalte ó lo deja transparentarse; y, en fin, el nielado ó nielo, hueco heclia que consiste en planchas en y tersa la superficie rellena con negro. 86. La tajñcer'ía, ó arte de tejer con colores en un ca- ñamazo representaciones de figuras, plantas, flores, etc.; el bordado, ó sea el mismo procedimiento ejecutado á mano sobre una tela; el encaje, en que se hace á mano dibujo y tela á la vez el guadamecil ó labor y pintura de los cueros; ; la vidriería ó pintura sobre dicha materia; el mosaico ó pintura, ejecutada con pedazos de material duro, ora opaco, de la ora transparente, son otras tantas artes derivadas pin- tura. Divídense los tapices en de alto y de bajo lizo, conforme se ejecuten en telares verticales ú horizontales, respectiva- ó mente, y según se coloque la muestra delante debajo del aparato. Los bordados se clasifican por el lugar de donde el proceden y por la materia en que se ejecutan: encaje, por el sitio en que se elabora; los cueros, también se lia- man cordobanes (por Córdoba); guadameciles (por este punto en el Norte de Africa); las vidrieras son geométricas ó historiadas, ya estén adornadas simplemente de líneas ó de figuras; y los mosaicos, por último, pueden ser orientales ó romanos (transparentes ú opacos). 87. La principal arte subordinada de la música es la or- quéstrica ó coreografía , que toma su nombre del- primitivo coro griego, que se situaba en el sitio del teatro antiguo que hoy ocupa la orquesta en nuestros coliseos. Luego se ha lia- mado así al haile moderno, arte bello derivado dq la mú- — 40 — sica, y muy distinto de las danzas clásicas primitivas. Este es el arte subordinado más importante, porque el canto constituye una manifestación de música vocal, y la forma denominada instrumental forma la música misma. 88. En cnanto á la literatura, por últirno, da vida al arte de la declamación^ como una de sus subordinadas en el teatro también, y la principal y casi única, si se se- para la oratoria misma, que en realidad es un género li- terario. Con esto terminamos la consideración que de pasada y someramente hemos hecho de las artes derivadas, y entra- mos á estudiar las principales, comenzando por la arqui- tectiira, la primera de las fundamentales del espacio, ó de las del dibujo ó diseño, como también se la llama. CAPÍTULO II.—DE LA ARQUITECTURA. L·eeción lO. 89. La voz arquitectura significa construcción; de modo que puede definirse como el arte de construir. Y como la actividad artística requiere princij)ios y reglas, c< la arqui- tectura es el arte de cónstruir con arreglo á leyes fijas y normales». 90. Los materiales que einjilea la arquitectura son : ó el en bruto^ que da la Naturaleza misma, ó el elaborado^ de piedra, ladrillo, madera ó hierro. En el primer caso se construye directamente, tomando los materiales informes; en el segundo, trabajando los mismos, ó combinándolos de modo artificial, ó mezclando aqnéUos con éstos, labrados á veces, á veces empleándolos tal y como se producen. 91. La arquitectura responde á tres ideas fundamenta- les: la belleza, la conveniencia y la solidez. Ya hemos defi- nido qué es la belleza, y el arquitecto, como todo artista, la procura en sus obras como principio ó ley. La edifica- ción es una limitación de la Naturaleza, en la cual se nos priva de la luz, del aire, del ambiente que "nos circunda. Y solamente compensándonos mediante el recreo que ha de producir en nuestro espíritu, nos sometemos á vivir ence- rrados dentro de los muros. En la arquitectura, las for- mas orgánicas de la Naturaleza se convierten en inorgáni- cas ó geométricas, de líneas ^perfeccionadas é ideales. El mundo material no presenta jamás la línea recta perfecta ó ideal, ni la línea curva normal; la imaginación la crea, y resultado de esta corrección del mundo de la materia es la arquitectura rectilínea ó curvilínea. 92. La arquitectura responde, al propio tiempo que á la expresión de una idea, á las necesidades múltiples de la vida humana. Así, pues, la segunda ley ó principio que preside á las obras de este arte es la conveniencia, que se relaciona con el destino para que se construye un edificio. El talento del constructor estriba en que cada obra corres- ponda á su fin y se manifieste claramente con verdadera elocuencia, demostrando por su simple asi3ecto que el edificio se dedica á templo, á teatro, á escuela, á pri- sión, etc., etc. Ese es el lenguaje mudo de los monumentos. Servir á las necesidades para que fué hecho, es condición inexcusable de lo fabricado, que deberá ser alto ó bajo, ancho ó estrecho, corto ó jDrofundo, en armonía con el fin á que se dedica. 93. El tercer principio ó ley imprescindible de la arqui- tectura es la solidez. También responde á un pensamiento utilitario como la conveniencia. Y no basta en las obras arquitectónicas que sean sólidas en sí mismas; es preciso que aparentemente lo sean; casi es más indispensable la apariencia que la realidad. El espíritu humano no puede gozar de la belleza, sino allí en donde no existe temor al peligro. El espectáculo de la tempestad es liermoso, pero presenciado de [lejos : y sin el miedo de ser víctima del estrago. Pues bien; por hermosa que sea una obra monu- mental, si no da la idea de que se lia obedecido al cons- truirla á todas las exigencias de la mecánica, es decir , á todas las disposiciones de las fuerzas naturales, la obra del artista carecerá de la cualidad estética que nos ha de hacer sentir lo bello, sin mezcla de zozobra y angustia. 94. He ahí las tres condiciones inexcusables de la arqui- tectura, á las cuales se refieren tres operaciones esenciales — 42 — de la misma, á saber: biplano, el corte j la elevación, que se corresponden con dos direcciones del espacio: la hori- zontalidad (al plano), y la verticalidad (al corte y á la ele- vación). También pueden referirse á la profundidad del plano, la latitud y la longitud. El plano es el dibujo de todas las líneas que presentaría un edificio si se cortase horizontalmente al nivel del suelo ; ó lo que es lo mismo, la proyección gráfica de la idea pri- mera, correspondiendo á là distribución del terreno en que Fig. 1. Plano. se ha de fabricar. En él se marcan cada una de las partes de la construcción; ,y si ha de tener más de un piso la misma, para cada uno se habrá de dibujar un plano. El plano, en suma, no significa otra cosa que la traza de un edificio; por esto se le suele llamar planta, tomado el nombre de la huella del pie so- bre un suelo blando. 95. El corte, llamado también perill, consiste en el di- Fig. 2. Corte. bujo que presentaría á nuestro pensa- miento la construción, si la cortásemos en su sentido vertical, ora en dirección de adelante á atrás, ora en la dirección de derecha á izquierda. En este caso, se llama el corte transversal, y en el pri- mero longitudinal. El corte, en fin, viene á ser lo que resultaría si se suprimiese cualquiera de las fachadas, anterior, posterior ó laterales de un edificio, dejando al descubierto el interior del mismo. 96. La elevación, por último, es el dibujo exterior de la construcción, tal y como debe levantarse sobre la línea de tiqrra, y por consiguiente, una operación inversa de la an- terior, en cuanto no presenta sino el exterior ó las fachadas. Llámase geométrica, si copia la fábrica en líneas horizon- tales y verticales que se cortan en ángulo recto, y eleva- ción en perspectiva ó escenográ-fica , si presenta el edificio visto á la vez de frente y de lado. - 43 - 97. La belleza en la arquitectura depende en general de tres condiciones principales: proporción^ el carácter j la armonía. La primera nace de la medida común á todas las partes de un todo; es decir, aplicaFblieg.á to3d.osElloesvmaiecmió-n. 4. Peispectiva escenográfica. bros de un conjunto ó un organismo. Esta proporció^ Fig. se manifiesta, en primer lugar, por medio de la simetría, ó sea del paralelismo de varias partes ó miembros. En la Natu- •• raleza no existe la simetría en todos los seres. El orde?¿ es otro elemento de la proporcionalidad. A medida que los organismos van siendo superiores en la escala de la crea- ción, aparecen más proporcionados,más simétricos y más or- denados. Y el hombre, que reúne estas cualidades en grado eminente, tanto en su cuerpo como en su espíritu, toma como tipo de belleza la proporción, y, aplicada á las cons- truciones, hace que respondan los edificios á una medida y determinación geométrica. No es esto decir que la simetría sea absolutamente "indispensable para que la obra arqui- tectónica resulte bella, sólo que ya es condición favorable para que se produzca lo bello la sujeción á este j)rincipio? pero el orden, tanto interior como exterior, y la proporción en las medidas, sí son condiciones muy adecuadas á la be- lleza. Y ya veremos que, cuando intencionadamente falta el arquitecto á las mismas, no es para expresar la belleza, sino, antes bien, para ^^roducir en el ánimo otros senti- mientos y efectos. 98. El carácter es la fisonomía particular del edificio, como en el hombre la especial manera de ser que distin- gue á unos de otros individuos. Las construcciones, según se lia indicado, deben sujetarse á su destino ; y revelar ese objeto es condición de belleza. El carácter es la expresión propia y singular de nn edificio, correspondiente á la idea qne representa y qne resume las de la generalidad, ó á las ideas que el constructor quiere manifestar. Así, los templos revisten el carácter apropiado" á las creencias de la masa de fieles ; pero las casas particulares ofrecen un carácter in- _ — dividual adecuado al 44 ¡lensamiento y manera de vivir de su dueño, ó al tipo que el arquitecto lia formado como ideal para morada de una familia en la época y región donde construye. Claro es que, á medida que un edificio tiene más acentuado su carácter, resulta más original, y por ende más bello. En tanto que si no posee notas características que lo distingan, entra en la categoría de lo vulgar, sin merecer el dictado de artístico. 99. La armonía, palabra que parece debe ser tomada de la música, procede, por el contrario, de la arquitectura; y no significa otra cosa que el enlace y trabazón de par- tes ú órganos. Supone la armonía una ley universal aplica- ble á la naturaleza y al arte, á la ciencia y á todas las es- feras humanas y de la realidad, fundándose como principio sintético en otros dos : la unidad y la variedad. Es, 23or con- siguiente, la resultante de ambos. Toda construcción debe tener unidad para ser bella, variedad para que resalte esa belleza, y armonía, ó sea relación de cada miembro bello con el todo ó conjunto. Es decir, que la obra arquitectónica (como toda otra artística) debe parecer verdadero orga- nismo, en donde nada huelgue, ni sobre, ni falte y en donde todo esté ajustado al pensamiento uno y á los ele- mentos varios. 100. Antes hemos indicado que cuando se sacrifica la proporción en la arquitectura, el producto de este desequi- librio es causa de una expresión distinta de lo bello propia- mente dicho (ó de la belleza armónica). Con efecto; como la belleza tiene tres grados, lo bello, lo sublime y lo cómi- CO, al faltar aquellas condiciones se presenta lo sublime. Cada pueblo en la Historia ha manifestado tendencias di- versas en la expresión de sus ideas. De aquí ha nacido el predominio en la arquitectura de unas líneas sobre otras, la preferencia de una de las dimensiones del espacio sobre las otras dos, ó de dos sobre la tercera. Resultado de este sacrificio es lo sublime en Fig. 5. Ejemplo la arquitectura; y la exageración de esta (le j)re- predominio de altara. j)onderancia ha dado en cambio como conse- cuencia lo cómico en el arte de la construcción, 23or más que raras veces (pues, como se ha di- cho, casi en general se contrae lo cómico al mundo humano). Pues bien; lo sublime en la arquitectura depende de la magnitud de las dimensiones ^ de la sencillez de las superficies y de la continuidad de las lineas. Analicemos ligeramente cada una de estas tres condicio- nes. Conviene recordar lo dicho acerca de lo su- hlime, al analizar la belleza: allí se indicó que el efecto de lo sublime se produce en el espec- tador siempre que hay un máximo de esencia y un mínimo de forma. De acuerdo, por tanto, con esto, las grandes masas arquitectónicas j^ro- vocan en nuestro espíritu aquel sentimiento mediante la magnitud de las dimensiones del esjDacio. Si se reducen los grandes edificios que la Historia del Arte pre- senta, á mínimas dimensiones, desaparece en el acto la im- j)resión sublime. No es esto decir que esa sola condición produzca el sentimiento que nos ocu2)a. Ha de ir unida la magnitud de las dimensiones á las otras dos enume- radas. 101. La sencillez de las superficies responde de igual manera á la idea de lo sublime, que venimos anabzando, porque se presenta la menor forma posible, dadas las di- mensiones, y además, porque desde el momento en que se divide un plano por diversas líneas, en diferentes di- lecciones, puede el espectador apreciar tamaños y distin- guir términos. Y como quiera que el sentimiento de la su- blimidad no es de los normales, sino de los extraordinarios, si el que contempla no se sorprende y aun sobrecoge de repente por el asombro, experimentará la .sensación de lo bello, pero no la extraordinaria de la sublimidad. La admi- ración, ora sea de espanto, ora de simple asombro, se pro- duce en todas las artes de una manera inesperada y re- pentina; mientras que la sensación de lo bello se des- pierta en nuestra alma no bruscamente, sino de un modo lento y constante. Sirvan de ejemplo no sólo las artes. sino todos los sucesos normales y los anormales en la vida usual. 102. La continuidad de las lineas es la tercera condición en la arquitectura para producir el efecto de lo sublime. Lo dicho con respecto á la sencillez de la superficie es en- teramente aplicable á la continuidad de las lineas; que, — — como es sabido, no viene á ser otra cosa sino los planos 46 engendrados por el movimiento de una linea en cualquiera dirección. Si la vista se detiene en puntos marcados por la división de lineas quebradas, se deshace el efecto de lo su- blime; en tanto que se provoca en el espiritu dicho senti- miento si los sentidos no pueden detenerse en ningún punto concreto de una linea continuada. El efecto de la inmensi- dad, en una palabra, aplicado al arte de la construcción, es precisamente el que ha de buscar el arquitecto que trata de producir la emoción de sobrecoger el ánimo de quien contemple el edificio. Y esta teoria se ve comprobada en los monumentos de las distintas civilizaciones, donde se observa de un modo predominante el principio de la con- tinuidad de las lineas. Cuando el ojo se pierde en el hori- zonte en medio de una extensa llanura; cuando en alta mar no se percibe sino una linea constante; cuando aso- mados á una gran altura no podemos medir el abismo por lineas quebradas escalonadas, se levanta en nosotros el' sentimiento de lo sublime, de igual modo qlie ante la ex- tensa linea de una muralla ó ante la continua de las gran- des moles construidas en el Egipto ó en otros de Oriente. puntos 103. No siempre el arquitecto puede disponer de mate- riales ó de espacio suficiente para producir el efecto que es- tamos estudiando; y para conseguirlo, aun faltándole me- dios, se vale de una falsedad artística, que,convence, sin embargo, á nuestro pensamiento. Este engaño se mediante consigne el sacrificio de una de las dimensiones del cío . Cuando espa- existe aquella proporcionalidad, mencionado que hemos más arriba, entre todos los miembros de la construcción, jamás se produce en nosotros la sensación de maravilla. Asi, es sabido que siempre causa un desencanto la visita á un templo como San Pedro, de Roma. Todo en él es tan armónico, con ser tan colosal, que la fantasia no puede percibir aquellas inmensas dimensiones fácilmente; y sólo cuando el razonamiento sustituye en nosotros á los efectos de la imaginación, los cálculos y comparaciones nos convencen de aquella magnitud extraordinaria. Y en cam- bio, si el arquitecto sacrifica la altura á la anchura, ó esta á la profundidad; si presenta el predominio de una dim eu- BÍón ¡Desando sobre las otras, por aquel desequilibrio se — — producirá el efecto apetecido. Cada pueblo ha tenido, bajo 47 este punto de vista, la preferencia de una dimensión sobre las otras. Y en la pagoda india, como veremos, prepon- dera la profundidad; en el templo egipcio, la anchura, y en la catedral gótica, la altura; mientras que Grecia, siem- pre armónica, no hace que domine ninguna de las tres di- mensiones del espacio; y la arquitectura del Renacimiento imita, como en San Pedro del Vaticano, igual equilibrio de proporciones. Y de igual modo que en la Naturaleza, la lí- nea horizontal es la propia del reposo y la vertical la de la vida, en el Arte la tendencia á la horizontalidad produce el efecto triste de la muerte, y la tendencia á la elevación el sentimiento de la alegría en el espíritu. 104. En consonancia con lo iiltimamente indicado, ¡)ro- voca la arquitectura en nuestra alma ideas y sentimientos conformes con el predominio de unas sobre otras dimensió- nes, de unas sobre otras masas ó de unas sobre otras líneas. La profundidad de im edificio nos sobrecoge; la anchura parece que pesa sobre nosotros y nos aplasta; la elevación levanta nuestro pensamiento hacia el ideal. De igual modo, un edificio donde predominan los zanos (puertas, venta- la cantidad de nas, pórticos, etc.) nos alegra y regocija por luz; uno en que predominan los macizos (muros, paredes, techos) nos entristece por la falta de luz y de comunicación exterior. Allí, como en los circos ó teatros antiguos, donde no hay techumbre, las fiestas son alegres; allí donde las ¡)aredes son cerradas y lisas, sin aberturas, recoge nuestra alma y nos hace pensar. La arquitectura se ha dicho que es un arte elocuente que habla al espíritu más que á los sentidos con efecto, á las obras literarias más notables ; y llama el lenguaje usual de . todos los pueblos civilizados monumentos literarios^ tanto porque son imperecederos, como los de piedra, ó más durables al menos, cuanto por- su elocuencia es extraordinaria. La línea de la que muerte, como la horizontal, la de la vida, la vertical, repetida en el árbol, en el liombre, etc., cimnclo la vemos en una cons- trucción nos cansan respectivamente dolor ó placer. Basta ó jiensar en los tipos de la cárcel, la jmisión, el convento, en la tienda de campaña, el coliseo, el kiosko, el cenador, j)ara confirmar lo que queda expuesto. Todos los sentimien- tos capitales del espíritu humano pueden expresarse ó hallar un eoo mediante las líneas arquitectónicas. Y en la HistO- — 48 — ría del Arte hallaremos á cada paso demostración á estos principios. Alguien ha comparado los vanos y los macizos de un edificio con las pausas y las notas musicales. Las partes macizas vienen á ser como las palabras que tienen una significación; las vacías, el silencio ó los intervalos en la conversación. Lección 11. 105. Quedan someramente analizados los elementos es- téticos de la arquitectura. Pasemos á considerar los elemen- tos materiales de la construcción, en correspondencia con aquéllos. Los dos primeros que se presentan son los iilti- mos indicados precisamente, á saber: los va?ios y los maci- zos. Los primeros constituyen las partes construidas; los segundos, las que quedan sin construir. Siguen á estos ele- mentos el soporte y lo soportado.^ ó sea el arranque de la edificación y la cubierta de la misma. Y, por último, el primer elemento de um edificio es el plano ó, lo que es lo mismo, el terreno sobre el cual se levanta la fábrica. Así, pues, diremos, en resumen, que los elementos materiales primitivos de la arquitectura son: el plano, los macizos y Xianos y los soportes y soportados; ó, lo que es igual, la plan- ta, la elevación y la cubierta. 106. Ya hemos visto las ideas que expresan los muros y los vanos: los primeros cierran el edificio; los segundos lo abren para darle luz y aire ó ventilación. El edificio puede cerrarse por materiales continuos ó por materiales interrumpidos. Los primeros se llaman muros; los según- dos. columnas ó pilares. Unos y otros sustentan la edificación, y se llaman sopor- tes; lo sustentado por ellos es la cubierta, techo ó techum- bre, y se denomina lo soportado. El plano, en fin, es el espacio limitado por los elementos enumerados anterior- meóte. MODELOS DE COLUMNAS Y PILAKES, Kg. 6. Pig. 7. Pig. 8. Pig. 9. Pie dereclio. Columna. Pilar. Haz de coJumnas. 107. Además de estos elementos, deben considerarse en la arquitectura ciertas condiciones, ora permanentes, ora variables, que influyen de nn modo más ó menos directo en la edificación. Estas condiciones son: el clima., lo, conjigii- ración del suelo., los materiales de la construcción., el sitio., la orientación y la naturaleza circundante. Las tres prime-r ras son permanentes; es decir, que el arquitecto necesita atender á ellas á fin de que el edificio cumpla su fin, y se ve limitado su pensamiento por las mismas; las tres se- gnndas son variables, y aunque el constructor no debe ol- vidarlas, puede prescindir de ellas en determinadas oca- siones. El clima influye en la arquitectura de un modo decisivo. Los tres tipos de construcción que se presentan en la His- toria del Arte, la cazerna, la cabana, y la tienda de carrb- paña, responden en primer término al clima. En países fríos, el bombre construye en el interior de las montañas, y llega á cavar la roca para buscar abrigo, construyenda á veces monumentos de una sola pieza, como se ha visto en la India; allí donde es cálido el suelo, el hombre busca en el exterior el paraje más ventilado posible; aUí, en fin, donde 4 la lluvia el viento reinan con ímpetu, se construye bajo y llueve no otro tipo Donde y en condiciones diversas. j)Oco se necesita que los techos sean inclinados; dpnde, por el contrario, es copiosa y frecuente el agua de las nubes, se cubierta de acentuada pendiente. El calor requiere una á formar paredes que defiendan el interior obliga espesas de las moradas, así como donde son exjtremados los hie- los, etc., etc. la 108. Basta enunciar la idea, para comprender que configuración del suelo ha de influir de igual manera en la arquitectura. Al pie de una montaña no se puede edifi- car como en la cúspide, ni en la llanura como en las pro- fundidades de un valle. Allá se requiere una cimentación más sòlida ; acá una defensa contra, los elementos natura- les; en este otro sitio una fábrica que pueda resistir á los vientos impetuosos ó á otros accidentes; en un lado se re- clama elevación; en otros basta con 230ca altura. El mayor arquitecto, jDor tanto, ha de tener en cuenta estas condicio- nes 2)ara la realización de su obra. Los materiales influyen también de un modo terminante en la construcción. Cuando se puede libremente elegir aquellos que más convienen al género de edificación que se ha de llevar á cabo, el artista es dueño de verificar su proyecto como lo j)ensó y á medida de su deseo. Cuando, el contrario, se le imjjone por la necesidad unos ú jDor ha de plegar sus exigencias á los medios de que dis- otros, pone. Con unos materiales no se puede construir sino tales tÍ2)0.s arquitectónicos ; con otros no se ^Duede edificar sino cuales otros monumentos. Con materiales cortos no se 2)336- den unir grandes distancias en línea recta sobre nná puer- ta, por ejemplo, y ha de buscarse un jirocedimiento de curvas que consienta llegar al objeto; con materiales poco resistentes no es posible sustentar grandes nioles ; y así Sucesivamente. 109. En cuanto á las condiciones transitorias ó varia- bles, si no obligan de un modo tan resuelto al artista, nunca, sin embargo, le es lícito prescindir de ellas en ab- soluto. Bien para buscar la armonía, bien qjara hallar el contraste, el artista, si 2)3Tede elegir sitio pai'a su construe- ción, j)i*efiere aquel en que ha de resaltar más su , obra, ó el que ofrezca para su j)ensamiento una co.mbmación favorable que la ayude bajo el punto de vista estético. Si, en le cambio, se impone el lugar, lia de someterse y atemperar su tra- bajo al terreno. A veces, bajo otro aspecto, es indiferente que su parte principal, la entrada, fachada, etc., mire á Oriente ó á Oc- cidente, á Norte ó á Sur; pero también otras veces es indis- pensable que por el destino de tal miembro interior del edificio, baya de mirar á Mediodía para la higiene de una sala de convalecencia en un hospital. He aqní cómo tiene que obedecer el arquitecto entonces, y cómo ha de la construcción disponer para que favorezca el fin á que se destina la obra. Y como la arquitectura es un arte cuyo ideal es- triba en corresponder fielmente á las prácticas de la como si vida, fuese ampliación de la existencia humana, caja, arca ó estuche en que ha de desenvolverse una familia, la orientación en ciertos tipos arquitectónicos reviste la ma- yor importancia, así como en otros es indiferente y no in- fluye de modo tan determinado. 110. Para concluir con la enumeración de las condicio- nes accidentales ó eventuales de la arquitectura, diremos, finalmente, queda naturaleza circundante es asimismo un punto que no ha de menospreciar el constructor. Si ha de levantar un edificio en una plaza de reducidas dimensiones, habrá de j)rocurar que no resulte su obra discordante con las construcciones que la han de rodear ; para la necrópolis, buscará un paraje solitario lejos del bullicio y que corres- ponda por su plácida belleza á la idea melancólica de un cementerio. Obedeciendo á la naturaleza circundante, se han fundado las ciudades, con excepciones rarísimas, en las pròxim i - dades de los ríos, en regiones defendidas por las cons- trucciones naturales de las montañas, en terrenos férti- les, ó en lugares pintorescos. Sólo cuando una necesidad de otra índole se impone, como la de la defensa de las fronteras, se han erigido las villas sin atender á aquella condición. . La serie de.exigencias requeridas en la arquitectura da á entender las dificultades que lleva consigo este arte, donde se reúne siempre el raciocinio á la aspiración de la belleza. En la construcción todo ha de estar motivado, todo razo- nado, todo estudiado, al propio tiempo que todo ,ha de res- ú la expresión de la belleza en su grado de snbli- ponder midad, ó en su grado armónico principalmente. 111. Dividiremos ahora los elementos arqnitectónicos, empezando por los planos. Los modernos no tienen una cía- sificación determinada ; los antiguos se dividen por la da- sificación griega, tomada de los templos, en próstilos y anjiprostilos^ ó lo que es lo mismo, con un pórtico delante — y con pórticos delante y detrás; perípteros — y dípteros^ se- 52 gún se hallan rodeados de un pórtico compuesto de una serie de columnas (ó de un ala, pteros) 6 de dos alas, ó dos series de colnmnas; pseudo-perlpteros si estas columnas no son exentas, sino adosadas al muro de la construcción; y, por último, planos en antas ó in antis cuando la construe- ción está cerrada por cuatro muros y tiene dos solas colum- nas. en el pórtico de entrada. También los planos se dividen en tetrástilos, excLStilos, octástilos, etc., según tienen los pórticos cuatro, seis, ocho colnmnas. Asimismo se dividen los planos en circulares^ semicirculares, oblongos, rectángu- los, etc., conforme á la figura geométrica "que afectan, y en planos de cruz griega (de cuatro brazos iguales), de cruz latina (de brazos desiguales), de abanico (de naves irradia- das), etc., etc. rig. 10. Plano de basílica. Fig. 11. Plano circular. 112. En el corte hay que considerar los macizos, que se dividen, bajo el punto de vista de lo que sustentan, en muros de carga ó maestros y medianeros, conforme sean de mayor ó de menor espesor y que soporten las partes principales la edificación ó las subalternas, las fachadas ó partes ex- teriores de la construcción y los tabiques ó partes interiores. Y en los vanos deben dividirse en vanos de entrada (puer- tas), vanos de aire (ventanas y claraboyas, etc.) y de venti- lación, baleo- que tanto pueden ser las mismas aberturas y nes, como los ó las pozos en los subterráneos, minas, etc., chimeneas. 113. En la elevación vuelven á estudiarse los macizos bajo el punto de vista de su construcción, y se dividen en lienzos de ¡Jared y zócalos. Estos constituyen la parte baja ó del cimiento ó arranque de la obra, y aquéllos la parte superior. Llámase 'paramento al exterior uniforme del muro, y relleno á la disj)Osición interior. La distribución parti- cular de los materiales en el mismo se denomina aparejo^ y éstos se dividen, siguiendo la clasificación griega, en muro isodomo, ó en que tienen igual tamaño todas las hiladas de piedra; si hay desigualdad en la medida de los materiales de cada hilada, se denomina pseudísodomo. A veces estos muros son igualmente macizos, es decir, que atraviesan de parte á parte la construcción, y en otras ocasiones se ponen invertidos, alternando unas piedras en forma horizontal con respecto al interior, y otras en forma perpendicular. Llámase relleno el muro que tiene un paramento de ma- terial geométricamente colocado, y el interior lo ocupa un material informe, arrojado á granel ó como escollera. Las uniones de las jjiedras en un muro se denominan llagas. Y cada una de las piedras que lo forman se Uama sillar, cuando están labradas en igual forma geométrica; y si son de dis- tinta figura, pero afectando líneas rectas, el aparejo recibe el nombre de poligonal-, éste no se distingue del apellidado ciclópeo en otra cosa, sino en que en el ciclópeo no busca el constructor más que el mejor acó- modo de unas piedras con otras, sin labrar, mientras que en el poligonal las emplea labradas en líneas geométricas al exterior. En los aparejos á veces alternan materiales diversos, como, por ejemplo, el ladrillo y la piedra; ó el De ladrillo también en diferentes Fig. 13. cadenas. posiciones, y entonces se llaman cadenas á las matrices normales que se rellenan de trecho en trecho 2)or el material colocado en distinta figura, recibiendo el muro en este caso, los nombres de obra reticiilada (en forma de red), ó in- cierta. Por último, si el constructor trabaja separadamente cada una de las piedras que constituyen el muro, inarcanclo las llagas, se llama la o1bra almohadillada; y en el caso en que la pared se construya en forma oblicua con respecto al plano, ó, lo que es lo mismo, dándole alguna inclinación, recibe el nombre de es- ; la cual á veces se refuerza con obra saliente en forma perpen- dicular, de trecho entrecho, cons- tituyendo cada uno de estos maci- zos que sobresalen el nombre de contrafuerte. Los materiales de la construcción son los siguientes: madera ^ piedra y ladrillo. El hierro entra sólo como au- xiliar en las obras antiguas, y en las modernas constituye ya por sí solo un material esencial, dando lugar al tipo contemporáneo, que es radicalmente nuevo en la historia de la Arquitectura. Además de los materiales anteriores que sirven de base, deben citarse las mezclas de cal, ar- cilla, cementos, etc., destinadas á unirlos. Entre todas ellas, es la más notable el hormigón romano^ por su consistencia y durèza. 114. Divídese la arquitectura, por el sistema de cous- trucción, en rectilínea j curvilínea.^ ó, lo que es lo mismo, adintelada y en ajxo. Analicemos separadamente cada una de ellas.' Difieren en primer término en que la adinte- lada emplea materiales enterizos en lo soportado pricipal- mente, mientras que la curvilínea usa material menudo. Imita la primera la construcción primitiva en madera. El soporte que sustenta la edificación, aparte de los muros, puede ser columnas ó pilares; éstos en forma pris- mática, aquéllas en forma más ó menos cilindrica ó más ó menos cónica. Cuando la columna está enteramente aisla- da, sustentando como pie derecho, se la denomina columna propiamente dicha, ó exenta; y si va unida á una pared, sustentando como un contrafuerte, ó simplemente como decoración, recibe el nombre de adosada., y si lo adosado es un 23Ílar, pilastra. La arquitectura adintelada se ha clasificado jior sus estilos, con arregló á la forma de las columnas y á la de lo soportado, constituyendo lo que se ha llamado órdenes ú órdenes griegos. Los fundamentales son tres : dórico, Fig. 15. Fig. 16. Fig. 18. Orden arquitectónico. Columna Planta ele columna exenta. adosada. jónico y corintio. Más adelante, en, Roma se reconocen Fig. 19. Fig. 20. Fig. 21. Capitel dórico. Capitel jónico. Capitel corintio. nuevos órdenes : el compuesto (de jónico y corintio) y el toscano. Ann se citan otros dos: el cariátide y el pérsico; Pig, 22. Fig. 23. Fig. 24._ Cap. toseaao y basa. Can- cíir'á*íflp. Capitel pérsico. aquél usado en Grecia, y éste trae sn origen, como su nombre lo indica, de Oriente. Los órdenes arquitectónicos están basados en la forma de las fachadas de los edificios, correspondiendo después — 5b — Fig. 25. más ó menos el resto de la fábrica con Entablamento. clíclias cai'as aiiteríores, posteriores ó laterales. Gompónese la fachada de los soportes que hemos enumerado y de lo soportado que forma el entahlamento. Este corre sobre los soportes á todo alrededor de una construcción, y en la fachada anterior y j)Osterior se eleva, recibiendo el nombre de frontispicio ó frontón, que afecta siem- pre figura triangular. La parte interior de este triángulo se denomina timpano, y las líneas exteriores, así como aquellas salientes del entablamento, molduras en general. La prolongación del frontispicio de parte á parte de la edificación, ó como si éste se moviera sobre un plano, forma la cubierta de la construcción. Esta constituye una verda- dera armadura, , que antiguamente era de madera y que eu nuestros días se forma de hierro. Este esqueleto se recubre de va- rios materiales, como teja, pizarra, plomo ó zinc. Todos los pormenores de los órdenes arquitectónicos, así como los detalles que se refieren á los edificios, habrán de ser expuestos más adelante. L·ección 12. 115. Arquitectura en arco.—Este sistema de construe- ción ya hemos dicho que difiere esencialmente del anterior, tanto, que en la Historia del Arte, con raras excepciones, lio se emplea en Oriente ni en Grecia, sino que empieza en Roma, recibiendo su desarrollo en la arquitectura cristiana, y llegando iiasta nuestros días. El sistema de dinteles es el más primitivo, puesto que une con extremada sencillez dos líneas verticales por medio de una horizontal. El pro- blema de la arquitectura en arco, aparte de que responde á un ideal de belleza, se funda en unir dos líneas vertica- les, con un material menudo, y, por tanto, más económico que el enterizo. Alguien ha llamado sintética- á la arqui- tectura adintelada, y analítica á la arquitectura en arco. jDorque en la primera todos los puntos de la línea horizon- tal actúan con ignal fuerza sobre los soportes, ó, lo que es lo mismo, que las fuerzas mecánicas obran sin descompo- nerse. Y en la arquitectura curvilínea todas las fuerzas obran desigualmente, necesitando un sistema de contrarres- tos desde el momento en que las fuerzas se descomponen obrando de distinta manera. Hay nna frase en un proverbio — — indio qne califica el arco, diciendo 57 «que nunca duerme^). La rigidez y la sencillez de la construcción rectilínea se convierte en la elegancia, la morbidez y la gracia en la arquitectura en arco. Mientras aquélla se asemeja más á las formas naturales del reino mineral, ésta toma sus mo- délos, como si dijéramos, de las formas redondeadas de los reinos orgánicos (vegetal y animal). Mientras aquélla se forma por agregados que pueden aumentarse ó clismi- unirse á capricbo, sin destruir el resto del edificio, en la ar- quitectura curva no es j)0sible modificar el plano ni el corte ele la fábrica sin poner en* peligro las más veces el conjunto de la construcción. Todo obedece á un plan orgánico, como siendo cada j)arte miembro esencial de un cuerpo; y así se ba comparado la catedral gótica á un complicado organis- mo en que el daño causado en una parte cunde por las res- tantes, como la enfermedad en el cuerpo Immano. 116. Los soportes'en esta arquitectura pueden ser como en la adintelada, pero en lo soportado cambia por com- pleto el sistema de construcción. Si suponemos que un arco semicircular se mueve paralelamente á su posición, des- cribe -una serie continuada de arcos de igual forma, es de- cir, la bóveda ; y si suponemos qne este arco gira desde el centro de su diámetro, describirá una cúpula. Esta bó- veda primitiva, de cañón^ se corta á veces por otra per- pendicularmente, constituyendo en Su intersección lo qne se llama bóveda por aristas; y de la combinación de in- Fig. 28. Bóveda de cañón. Fig. 29. Bóveda por aristas. terseccioiies análogas, de casquetes esféricos, nace lo que se llama sistema de, cúpulas, que cubren grandiosos monu- montos arquitectónicos. La arquitectura curvilínea lia consentido superponer varios cuerpos de edificación, cosa que en la adintelada, aunque se encuentre., no responde á un sistema general y constante. Livídense los arcos, según su forma ó el número de sus — 58 — centros, en más de cincuenta clases, según los tratadistas; pero bastará aquí á nuestro propósito señalar los princi- ]3ales tipos, ó sea. aquellos de los. cuales se derivan los restantes: arco de medio punto^ à.Q más de medio punto y de menos de medio punto^ ó, lo que es lo mismo,.:Semi- circular, mayor de un semicírculo, y menor de un semicircu- lo. De estas tres clases simples derivan los arcos puestos^ en los cuales se combinan secciones de arco, á veces invertidas ó en sentido contrario al vano. Los estilos principales á que corresponden las distintas clases de arco son: el romano^ el árabe y el románico^ y desarrollándose en toda la variedad posible de formas, en los distintos esti- los góticos ú ojivales. Mejor que cualquiera explicación que pudiéramos dar con respecto á los arcos, es el dibujo de los principales que a]3arece en los siguientes grabados : Fig. 30. De herradura. Fig. 31. Peraltado. Fig. 33. Canopial. Fig. 34. Rebajado; C, --C. Fig. 35. Tudor. Fig. 36. De lanceta. Fig. 39. Fig. 40. Lanceolado. Fig. 41. De cintra rota. Lobulado ojival. 117. En cuanto á la bóveda, también se cuentan por los arquitectos más de treinta formas distintas, aplicándose á las mismas lo dicho del arco en cuanto á su división fun- damental. Por lo tocante á la cúpula, direihos igualmente que también sus tipos ¡principales están determinados por la clasificación de los arcos. Sólo añadiremos que el problema de la cúpula, mientras se redujo á que cubriera un plano circular era relativamente sencillo, puesto que descansaba la media naranja en un cilindro; pero desde el momento en que se pretendió cubrir un plano cuadrangular por una cúpula, el problema fué dificilísimo bajo el punto de vista — tíJ — técnico y matemático, viniendo la ciencia á resolverlo. La cúpula que cubre un plano cuadrangnlar está sustentada Fie. 42. . por triángulos esféricos que se llaman 2^^- chinas. 118. Para terminar estos ligeros apun- tes acerca de la arquitectura en arco, con- signaremos que lia sido preciso, para man- tener los edificios construidos en dicho estilo, el sistema citado, de contrarrestos^ que equivale á un orden de contrafuertes que empujan, ora de un lado, ora de otro, la fábrica central, á veces mediante muros espesos, y en otras ocasiones mediante hábiles y complicados soportes exteriores, como ocurre en los estilos góticos, según ten- dremos ocasión de observar más adelante. 119. La composición arquitectónica se desarrolla en diferentes tipos particulares, en relación con los fines hu- manos. Ya se ha dicho que estos fines son: la Ciencia, el Arte, la Religión, la Moral y el Derecho. Veamos qué tipos principales corresponden á cada uno de ellos: 1Para el cultivo de la Ciencia aparecen los siguientes monumentos: la Escuela para la infancia; el Instituto jiara la adolescencia; la Universidad para la juventud; la Acá- demia para la edad madura, y la Biblioteca que sirve jDara todas las edades. Estas construcciones habrán de corres- ponder con su destino especial, atendiendo en primer tér- mino á la higiene y á las necesidades de la enseñanza, con arreglo á los métodos pedagógicos propios de cada grado. Y desde el edificio hasta los muebles deberán estar cbns- trífidos en armonía con lo que pide la salud del cuerpo y la del espíritu. 2.° Para el Arte los tipos son: el Museo, donde se reúnen las producciones artísticas, coleccionándolas.mediante una clasificación razonada; el teatro, en que se representan ó interpretan las obras de la dramática, ó de la música, ó de la coreografía, etc., y dedicado á las fiestas públicas. Pertenecen también á este orden: el circo, para los espec- táculos gimnásticos, y el hipódromo, para las carreras de caballos ; y 23or último, las fábricas, construcciones desti- nadas á la producción de la industria. Eu todos estos edi- ficios (exceptuados los iiltimos) lo primero que se requiere es que tengan condiciones excelentes para poder ver desde todos los lados y oir desde todos los puntos; y en cuanto á las fábricas, que se atienda en su edificación, no sólo á las necesidades prácticas de la elaboración de los géneros ó artículos, sino á la seguridad de los obreros y á la conser- vación de su salud. 3.° Para la Religión, los dos tipos de construcciones — — más importantes son : el templo y el cementerio, dedicados 61 respectivamente á la piedad y elevación del espíritu á Dios, y á guardar los restos de nuestros antepasados y de mies- tros contemporáneos en sagrado depósito. En armonía con sus creencias, cada pueblo en la historia lia construido sus iglesias y sus necrópolis, las segundas con sentido más ó menos religioso ó más ó menos civil. 4° Para el fin Moral, la sociedad ha creado estableci- mientos benéficos, tales como el Hospital para cuidar de los enfermos necesitados, y el Asilo para recoger á los aban- donados. Y dicho se está que en ambos tipos se exige como cualidad primordial que se obedezca á todos los preceptos de la higiene. 5.° Para la realización del Derecho, ó sea el ciimpli- miento del fin jurídico, se presentan varios tipos principahs de construcción: el Tribunal, para la aplicación de las le- yes ; el Cuartel, para la fuerza armada, encargada de la defensa de la patria y de hacer que se obedezcan las deci- sienes de la autoridad representante de la nación; el Ayun- tamiento, ó casa de la Villa, destinada á la administración de los ciudadanos; el Parlamento, ó residencia de los dele- gados de los pueblos en las Cámaras para la organización del país; y la Cárcel, en fin, para corrección de los delin- cuentes. Además de los tipos mencionados, agrupados por clases y las más importantes, hay otras construcciones, bien es- pecialés de la vida moderna, bien generales y de otras épocas y aun de todas. Entre otras, pueden mencionarse las Bolsas, ó sitios dedicados á la contratación de los valores públicos; los Mercados, para la venta de artículos de pri- mera necesidad ; los Almacenes ó depósitos del comercio ; los Ateneos ó edificios destinados á debatir cuestiones cien- tíficas, literarias, políticas, etc.; los Casinos ó centros de conversación y de recreo, etc., etc., etc. 120. Separadamente debe citarse el tipo arquitectónico que se llama arte monumental. En realidad, lo mismo po- dría incluirse su análisis aquí ó en la escultura, porque participa de ambas artes. Se llaman monumentales, por antonomasia, aquellas obras erigidas en conmemoración de un lieclio célebre, un acto heroico, una persona notable, para perpetuar su re- cuerdo; puede, por tanto, ser del género histórico, del reli- gioso ó meramente ideal ó simbólico, ó funerario también. Según es el género, así es el tipo. Se compone, por lo gene- ral, de una base y de un cuerpo superior, ya sea éste esta- tua, emblema, obelisco, pirámide, urna, etc., ó una colum- na. También suelen elevarse éstas y llamarse rostrales., si llevan espolones de navios para celebrar victorias navales ; ó coronadas de una figura sobre su capitel, inscribiendo en ellas fechas, relieves, lemas, etc. En otras ocasiones cons- tituyen verdaderos mausoleos en señal de tristeza para mantener viva la fecha de una desventura nacional, etc. Pertenece asimismo al arte monumental otro tipo : el arco de triunfo., para exaltar la gloria de los vencedores; se de- coran fastuosamente con columnas, esculturas y adornos varios. Y, por último, también corresponden á este género las fuentes monumentales, con representaciones escultóricas y rica ornamentación. Todas las obras del género se levantan en sitios públi- eos y en armonía con los edificios que las circundan. A me- dida que un pueblo es más entusiasta de sus glorias, más monumentos eleva á sus tradiciones, convirtiendo las ciu- dades en museos, poblando sus paseos, sus plazas y sus calles de obras de arte. 121. En las construcciones civiles deben señalarse dos tipos principales: el Palacio y la Casa. El primero viene á ser como un resumen de varios de los tipos analizados, puesto que contiene machos de sus miembros y otras belle- zas pertenecientes á todas las artes, y ostenta además un carácter más público que privado. Antes que morada íntima de una familia, es en cierta manera centro de relación de muchas, más ó menos dependientes de la vivienda del po- tentado. En la antigüedad eran frecuentes estas regias mansiones, que contenían algo de fortaleza (como en los castillos señoriales), de museos, donde se recogían obras de - G3 — arte, de templos (por sus oratorios j capillas), de cemente- rios (por sus panteones familiares), etc., etc. En la actua- lidad no jDresentan ni aun los más ricos monumentos seme- jante complejo aspecto. Y lia quedado reducido el género casi al tipo de los Palacios de los Soberanos que todavía conservan algo, mucho ó todo lo que queda enumerado, como pequeña ciudad con sus dependencias y aun talleres, guardando las tradiciones primitivas en mayor ó menor escala. La casa, tipo de la vivienda usual, debe ser analizada en sus líneas generales. Divídese en varios miembros corres- j)ondientes con las distintas funciones de la vida. Habita- cienes ¡lara residencia común de la familia (gabinete y comedor) ; para la existencia individual (alcobas y despa- clio); para las funciones mecánicas (cocina, tocador, cuarto de labores, de baño, etc.); para la vida de relación social (sala ó salón de recibo); para la vida de relación con la naturaleza (patio, jardín, etc.). Y además, los consi- guientes ingresos y pasillos ó corredores que comunican unas con otras estancias. Que esos son los miembros esenciales de una vivienda, se prueba en que aun en las más modestas se procura con- tar con ese mimero de compartimientos; y cuando no se logra, se sustituye el jardín con macetas, y con jaulas, por ejemplo, y se aglomeran en un solo cuarto varias ó muchas de las funciones y necesidades señaladas. Pero ese es el tipo ideal á que responde la vivienda humana y que en la histo- ria de todos los pueblos se ha desarrollado conforme al grado de cultura, con ligeras variantes. Claro es que las escaseces materiales imponen la simplificación y reducción de las casas, pero no se suprime ninguna de las funciones, sino que se amontonan todas en el terreno ó plano dispo- nible. 132'. También las construcciones navales deberían entrar en el estudio de la arquitectura, bajo cierto punto de vista; puesto qne la nave es una casa al propio tiempo que un ve- bienio, y su construción obedece á una serie de principios de ingeniería y técnicos, pero asimismo á otros estéticos. También se dividen las construcciones en rústicas y urbanas, según se hallan en el campo ó la ciudad y según cumplan con las exigencias de uno ú otro sitio. — G4 ~ CAPÍTULO III.—DE LA ESCULTURA. L·eccióa lîî. 123. La escultura es el arte de expresar ideas ó repre- sentar seres ii objetos mediante formas orgánicas. La ar- cpiitectura maneja su material en formas geométricas; la escultura en formas vivas tomadas del reino animal ó vege- tal de la naturaleza. En la escultura, mejor que en ningún otro arte, se expresa lo bello armónico; parece como que su esencia lo reclama, al copiar ó imitar la naturaleza en aque- líos tipos que manifiestan proporción y armonía, y donde lo monstruoso ó inarmónico no se da siuo por excepción. En la arquitectura cabía sacrificar una dimensión ó una dirección, para que á sus expensas creciesen las otras y se produjera el efecto de este desequilibrio con una ex- presión de lo sublime. En la escultura no es dable hacer que crezca una forma ó un órgano entre otras ú otros, ni que un miembro sobresalga. Puede dominar una línea, como la del movimiento, mediante una inclinación de la figura en la estatua; pero sin que esto sea causa para romper ó destruir la proporcionalidad que siempre reina en este arte. Por esa linea dominante puede en ocasiones producir lo su- blime, como, por ejemplo, por el molimiento en la Victoria de Samotracia, por el reposo en los colosos egipcios; pero lo normal, la tranquilidad, son los caracteres distintivos de este arte. Lo cómico puede presentarse, por último, en la escultura, desde el momento que copia lo humano, que es la esfera propia de esta forma de la belleza, mediante la exageración caricaturesca de una figura ó la expresión grotesca de un semblante. La escultura puede hacer reir al espectador, cosa que no ocurre con la arquitectura. 124. Así como había un módulo en la arquitectura, esto es, una medida para las columnas á fin de que tuvieran la 23roporción requerida en la belleza, así en la escultura hay un canon que sirve de medida también para las proporcio- nes de la figura, especialmente la humana. Los egipcios, en opinión de algunos críticos, lo establecieron, tanto para la figura humana como para los animales, y de ellos lo tomaron más ó menos los otros pueblos. — G3 — 125. Con arreglo á este canon, ó bien observando el natural simiDlemente y estudiando el el lleva escultor á cabo modelo, su obra, pero teniendo momentos presente dos en la estatuaria: que hay primero, modelar-, esculpir. Construir y segundo en barro ú otro material blando la viene á obra^ ser como el proyecto para el ó el ho- ceto para el arquitecto pintor. En el modelado su obra el puede artista, corregir cambiarla, modificarla, mientras de esculpida que en piedra, ú luego otra materia no fácil dura, siempre es y á veces imposible. Para convertir ó traducir la modelada obra en el material duro 43. (mármol, Fig. por ejemjDlo), existe saca despuntes, una operación mecánica ajustada á 23rincipios y leyes matemáti- cas, que se denomina sacar de puntos. Consiste en el empleo de la cuadrícula, señalando en la piedra uno por uno los puntos salientes de la obra, y desbastada de este modo (á veces por un obrero industrial), el artista completa la operación dando la última mano á la y dejando de escultura, nuevo al artesano j)ulimentar el artistas trabajo. que hacen Hay todas estas operaciones, ó que las cuando dirigen menos. Dicho se está que aunque el es el mismo dibujo para todas las artes del esjjacio, varía, sin embargo, en sus pormenores con arreglo á la obra, de modo que el igual modelado cambia también en los detalles, según el material en que ha de esculpirse, y de igual manera, último, por que este arte mismo se modifica en consonancia con el fin á que se destina la obra. Ho puede tratarse, por punto general, una estatua colosal que ha de verse á altura, lo mismo grande que una obra diminuta de marfil ha de que contemplarse en la mano; no se han de diseñar las líneas de idéntico modo en un objeto de platería, que en una talla en madera para un mueble grande. En unos casos han de acusarse con más vigor las partes importantes, descui- dando el pormenor; en otras hay que estudiar el último detalle como el primero. 126. Los materiales principales que se escultura emplean en la son: el barro, la madera, la piedra, el el mármol, bronce, el hierro, el oro, la plata y el marfil. 5 La pasta puede dejarse secar lentamente con ciertas re- glas, ó cocerse al horno, en cuyo caso toma el nombre de harro cocido ó terra cotia. La madera sirve para toda clase de obras escultóricas, pintada ó sin pintar, y ora con una preparación de estuco exterior {estofado) ó directamente, una vez pulimentadas las superficies. Desde la época más remota de Egipto se ba empleado la madera, y en la Edad Media, singularmente en Alemania, se produjeron verda- deras maravillas, tanto en estatuaria como en artes indus- triales; y en muebles llegaron á ser notables en los si- glos XVII XVIII las molduras de los cuadros y las cornu- y copias de estilo rococó. En el marfil ban sobresalido los pueblos del extremo Oriente, los romanos, y, por último, se ba.Ti producido lindos objetos en el Kenacimiento. El bronce sirve para la estatua directa, en la antigüedad, ipor el sis- tema'del repujado., y después toma grandísima importancia para la reproducción de esculturas por medio de la fundi- ción ó vaciado. En el arte del buril, el oro y la plata ban servido en todos los pueblos para obras preciadas de pe- queños tamaños, si se exceptúa Grecia que labró escultu- ras como la Minerva y como el Júpiter de Fidias, en que se empleó el oro y el marfil para estas obras maestras de gran tamaño. 127. Todavía bay que advertñ en la escultura el j)roce- dimiento del mciado. El artista, á fin de trabajar mejor su obra, la vacia, es decir, obtiene un molde negativo de la misma, en yeso ; de esta negativa saca otra copia positiva, y ella le sirve para modelo directo de la escultura que ba de sacar de puntos. Dicho vaciado puede aumentarse ó reducirse por los inventos modernos, entre otros, el sis- tema denominado CoUard, por el cual, y mediante cua- drículas, se consiguen reducciones ó ampliaciones mate- máticas. Llámase formador al artífice que se ocupa de vaciar. Además del yeso, se usan la escayola, la gelatina, la cera y otras materias. Gracias al vaciado, se puede contar boy en cualquier parte con una colección de las principales obras maestras de escultura, y se han establecido en todas las grandes ciudades museos de reproducciones como el nues- tro de Madrid. 128. Antes de dividir la escultura, digamos algo acerca algunos principios á que debe someterse. Por su naturaleza peculiar, la sobriedad del movimiento es ley de este hasta el arte, punto que aun cuando se quiera representar una figura con movimiento violento, el genio del artista cura elegir el instante pro- de más reposo en el movimiento mismo. Es decir, que como hasta en la carrera momento hay un en que descansa todo el cuerpo, — aunque sea en 67 — equilibrio, en una determinada posición, apoyándose, ejemplo, en un solo por pie, este instante precisamente ha de ser el elegido por el escultor. Pues bien; á la posición de reposo escogida, aun dentro del movimiento, es lo que se llama actitud. 129. Otra ley de la plástica es que debe buscar en la expresión individual lo típico y general, esto es, no ducir la sino repro- en figura lo que es genérico, y que al tiempo propio que sea hasta el retrato de un personaje determina- do, resulte la representación general de todos los personajes análogos. Así, por ejemplo, el ideal en la escultura es al que representar á Augusto, tenga el retrato todo lo caracte- rístico de él y todo lo genérico á los soberanos. Que salte á la vista que aquella escultura representa á un rey, á un magistrado, á un orador, á un esclavo, etc., y á la vez á tal rey, á tal orador, á cual esclavo. Que lo típico, en suma, re- salte en la obra; que todos los personajes de igual índole ó especie se le parezcan, á la vez que se distinga por su recido el pa- con retratado. Elevar esta verdad individual á ver- dad típica es una gran dificultad de este arte, el más difí- cil de apreciar y el más difícil de cultivar. Pues bien; á esta cualidad de hacer ideal y genérico lo individual y real se llama caracterizar. 130. Lo dicho con respecto á las actitudes ó movimien- tos de todo el cuerpo, es aplicable á los ademanes ó movi- mientos de las manos y los brazos y al gesto ó movimientos del rostro. La escultura por excelencia, que ha sido la griega, fué sumamente sobria en los gestos y moderada en los ademanes, hasta el punto que apenas expresan las obras de la mejor época otro sentimiento en el semblante que la tranquilidad; esa tranquilidad que se ha llamado después olímpica, como si el alma de aquellas personas tadas represen- fuese ajena á las pasiones del vulgo. Lo la principal en escultura clásica de los mejores tiempos es la expresión - G8 — de la belleza de las formas, con la poesia de la calma. Po- dría añadirse más: que lo menos importante es la cabeza y la la estatuaria cara. Por esta razón, para apreciar griega apenas importa obras que falte la cabeza á tantas y tantas mutiladas. Cuanto á los ademanes, tampoco importa, por lo indicado, que falten brazos á innumerables estatuas clási- cas, aparte que sería mejor tenerlas completas, natural- mente. Pero como quiera que también bay una extremada templanza en los movimientos de brazos y manos, se puede prescindir de lo perdido para apreciar la belleza de lo queda. El nombre mismo de estatua, de stare que (mante-, nerse derecho, permanecer, estar, por antonomasia, en si- tuación normal), supone esa ley del reposo que hemos apuntado. 131. Los accesorios en toda obra escultural, y en la es- tatuarla particularmente,.tienen grande importancia. Por dificultades de la ejecución mecánica en materiales di- las fíciles, como el mármol, sirven para sustentar la figura, bien apoyándola en un tronco, en un pedestal, recostándola ó simulando ropas, etc., ó bien para mantener partes exen- tas, expuestas al riesgo de romperse sin estos detalles; son res- pormenores, en fin, que suelen trabajarse poco, y que ponden á ese fin técnico ; pero se aprovechan de los mis- mos los artistas, con objeto de caracterizar más y más la Llámanse espigas á estas partes de már- mol que no tienen otro objeto que unir ó dar consistencia á brazos ó piernas dema- siado separados del cuerpo, y que peli- grarian si se suprimiesen. A veces se sierran, una vez colocada la estatua en el sitio para donde se destina y de donde no ha de moverse; á veces se disimulan las espigas labrándolas como un accesorio, en la manera indicada. También se llaman Fig. 45. Talonera. calces y taloneras. 132. Educados actualmente en la mo- nocromía de la estatuaria, nos repugna la idea de que las esculturas más hermosas de la antigüedad pudiesen estar pintadas. Pero es un hecho que en todos los países Kg. 44. Espiga — G9 — ostentaban distintos colores, incluso en Grecia; no lo conce- bimos ni nos agrada ni convence, y basta parece una profa- nación del mármol darle varios colores, cuando creemos que la mayor belleza está en la monocromía ó en un solo color, y la mayor aberración en la policromía ó variedad de colores. Pero los hechos no han de discutirse; y es lo cier- to, además, que si hemos tolerado y aplaudido la pollero- mía de la escultura en los tiempos modernos, no hay una razón para rechazarla cuando se trate de la plástica griega. Egipto, y casi todo el Oriente, Grecia, Roma misma, cons- truyendo sus estatuas con mármoles de colores variados, han empleado la policromía en las estatuas, uniendo de este modo la pintura á la escultura, de igual manera que la pintura también decoró los monumentos arquitectónicos. Tampoco nos agrada la idea de que el Partenón estuviese pintado; de que muchas iglesias góticas y románicas se pintasen interior y exteriormente; pero así es la verdad, y las tres artes del diseño han nacido, vivido y crecido ar- moniosamente unidas, prestándose sus mutuos esplendores para realzar más y más cada una la hermosura de las her- manas. Esta policromía ha podido ser de dos maneras: natural, ó empleando materiales con su color propio, y ar- tificial, ó dando colorido á los materiales. 133. Divídese la esciütura en los siguientes géneros: 1.°, estatuaria; 2.", fauna escultórica; 3.°, flora escultu- ral. Las estatuas á su vez, ó figuras humanas, se subdivi- den en los siguientes tipos: yacente (acostada); oranite (de rodillas); ecuestre (figura de jinete ó caballero); jyér- sica (de cariátides y atlantes ó telamones, ó sea á modo de columna). Por el asunto puede ser la estatuaria reli- giosa, civil, militar, etc., según represente personajes sagrados ó profanos, y de éstos, de la vida guerrera ó de la propiamente civil. Llámase iconológica la escultura si sus representaciones se refieren á las imágenes, ora mi- tológicas, ora cristianas. Cuando la plástica representa varios personajes, ó figuras, ó una persona y animales ó plantas, recibe el nombre grupo. Si sólo presenta la cabeza de un individuo, como retrato, se denomina busto, y torso la escultura del cuerpo humano sin las extremida- des, y éstas reciben en el estudio del dibujo el nombre de extremos. Figr. 48. Atlante. Miiiitiiiitiihmiu — 70 Fig. 50. Pig. 81, Fig. 52. Bustos con pedestal de estilo griego. Torso. 134. Por lo qne respecta á los animales j á la.s pla?itas^ unas son representaciones en que se reproducen tal y como aparecen dichos organismos en la Naturaleza, y otras, re- presentaciones fantásticas ó monstruosas respondiendo á tradiciones ó al capricho del artista. En el segundo caso recuerdan los seres en sus líneas generales, aunque difieran en detalles y pormenores. Aun en la fauna como en la flora ha de preferir el artista lo típico sohre lo individual, si- guiendo lo que se señaló como ley de este arte. Por más que animales y plantas se labran como trabajos independien- tes, á menudo se esculpen para adorno de edificios, tanto unidos á ellos ó á sus miembros, como colocados á manera de símbolos, emblemas ó alegorías. Las plantas singular- mente han sido tratadas de aquellas dos maneras: una la natural y carnosa (por los romanos), otra la artificial y geométrica (en Oriente y Grecia), recortadas sus partes por planos á bisel. Y diremos, para concluir, que todas las for- mas naturales han sido copiadas, directa ó indirectamente en el ornato de los monumentos, en sus molduras exterio- res ó su decoración interior. CAPÍTULO lY.—DE LA PINTURA L·ección 14. 135. La pintura es el arte de expresar las ideas me- diante el color, simulando las tres dimensiones del espacio en una superficie plana. Sus dos elementos esenciales son el dibujo y el colorido, y con ellos 23uede manifestarse lo bello, lo sublime y lo cómico. Como tiene con la arquitec- tura y la escultura una base común, se sirve de las líneas para conseguir dicha manifestación de los grados de la belleza, y además dispone del contraste de los colores para lograr este objeto. Así, por ejemplo, con la hábil combina- ción armónica de líneas y de colores, representa la belleza; por el vigor y energía de las líneas, predominando sobre los colores, consigue lo sublime, ó por el contrario, por un colorido exuberante en que luchen los tonos más acentúa- dos, predominando sobre el dibujo, puede lograr el pintor también la expresión de este grado de belleza, presentando la luz y la sombra por partidos violentos. La belleza có- mica, en fin, se realiza en el arte pictórico por la copia de escenas naturales, imitando lo que en la vida ofrece esta cualidad. 136. La pintura cuenta con ciertas limitaciones esen- ciales al correspondiente medio material de que se vale, puesto que no dispone sino de una superficie para el campo en que lia de desarrollar su asunto. Mientras que las otras dos artes del diseño son dueñas de manejar sus masas en todas direcciones, la del colorido se ve obligada á simular estas masas, imitando el relieve ó bulto y la profundidad por medio de ficciones, copiando lo que aparece en la rea- lidad tal y como se presenta á nuestra vista. Para esta Jicción se sirve de la geometría en lo que se llama la pers- — 72 — pectiva de los cuerpos ó la apariencia de los mismos. No rejirodnce los cuerpos, los objetos, como son, sino como ser. El dibujo geométrico, pues, es auxiliar parecen priji- cipal de la pintura. 137. Ya hemos indicado cuáles son los dos elementos de este arte en cuanto la pintura es dibujo, obedece á todas : las leyes que lo rigen; en cuanto es color, ha de conocer la ley á que está sometido. Las primeras, en este caso, se refieren á la perspectiva. Determinemos los caracteres de ésta. Por la manera particular de estar formado nuestro órgano visual, á medida que los objetos se hallan más lejos disminuyen en razón de la distancia; y todas las líneas paralelas al del rayo visual convergen hacia el punto horizonte al cual se dirigen las miradas. Esto de un lado, de otro, todos los objetos, á medida que están más ale- y jados, pierden sus contornos, se confunden, se deforman, se hacen más vagos y su color particular se desvanece. Pues bien; á la convergencia de las líneas que huyen se WdimSi, perspectiva lineal; á la degradación de los colores, perspectiva aérea. En la perspectiva hay que considerar: 1.°, el punto de mira ó de vista, ó sea aquel en que con- vergen las líneas que huyen; 2.®, el horizonte, ó sea la línea en que se encuentra colocado este punto ; 3.", el punto de distancia ó sea el extremo del horizonte colocado en el , extremo del lienzo ó tabla donde se va á pintar el cuadro, é indica la distancia del espectador al cuadro mismo; y 4.°, 'el ángulo óptico, ó sea el formado por dos rayos visuales que arrancando del centro del ojo llegan al objeto y que no puede ser mayor de un ángulo recto. 138. La perspectiva da lugar á la sombra. Con efecto, mediante las sombras que proyectan los cuerpos se copian los objetos en perspectiva. Todo cuerpo expuesto á la luz l^royecta una sombra, y la manera de tratar el artista la sombra y la luz viva, constituye el claro-obscuro. Por él se da bulto y relieve á los objetos; y ante todo con dos co- lores primarios (si se les puede llamar así), el blanco y el negro, se consigue el efecto del claro-obscuro ; y después, con todos los colores, obscureciéndolos ó abrillantándolos. El colorido no es otra cosa que los matices del claro-obscuro ó los tonos de la luz. En ésta se distinguen siete colores, que son los señalados en el prisma por Ñewton: rojo^ ana- — 73 — ranjado, amarillo, verde, azul, indigo g morado. De éstos, los fundamentales son tres, el rojo, el amarillo y el azul, que son simples, y los otros cuatro, compuestos. Con los tres principales y tres de los subordinados (exceptuado el índigo) se ha formado lo que se llama la estrella de los colores (de seis puntas), y ellos á su vez dan lugar á otros seis intermediarios que completan la rosa de los colores, con los de granate, campanilla ó campánula, turquesa, azufre, azafrán y capuchina. Siguiendo la opinión de Euier, los colores no son otra cosa que las diferentes vibra- cienes de la luz; y en pintura se ha llamado vibración de los colores á la manera de colocarlos en el cuadro, no de un modo compacto y uniforme, sino transparentes, y por capas de tonos sobre tonos. Y se llama tono al matiz domi- nante en pintura, debido á la tinta ó tintas que sobresalen en los colores de un cuadro ; y así se califican de claros, obscuros, calientes, vigorosos, fríos, pobres; y ambiente, en fin, á la luz envolvente de las figuras ú objetos de un cuadro, representando la atmósfera ó el aire en que aparecen estar (medio ambiente). 139. Se ha dicho que en pintura la composición no se improvisa; es decir, que aan sorprendido un asunto en la realidad y observado por el pintor, ó rápidamente conce- bido en la imaginación del artista, lo ha de meditar mucho antes de poner manos á la obra. El primer momento de la composición, aquel en que sólo se colocan los trazos prin- cipales ó en que sólo se extienden sobre la tela las masas de color ó de luz, se llama boceto ó mancha. De esta pri- mera expresión del pensamiento el artista pasa á determi- nar el asunto, mediante una primera ley del arte del colo- rido, que es el orden. En el gusto antiguo este orden se llevaba hasta la simetría. Posteriormente quedó reducido á sus verdaderas proporciones, es decir, á distribuir tal y como la naturaleza las presenta las masas ó las figuras, co- locando cada objeto en el término qne le corresponde, ya sea primero, segnndo, etc. 140. En la pintura, arte más subjetivo qne los anterio- res, el estilo es más personal, y el artista se preocupa es- pecialmente de la expresión de las figuras, cuando sn asunto lo requiere. Dicha expresión se manifiesta en el semblante obedeciendo á una ley común á todas las artes, qne es la — 74 — de la posición de las líneas generales, según se hizo notar anteriormente. En el rostro humano, en la cabeza de los animales y aun en la apariencia de las plantas, las líneas horizontales expresan tranquilidad, calma; las líneas con- vergentes, á partir de una normal céntrica vertical y de alto abajo, expresan tristeza ; y las divergentes en sentido inverso, alegría. Este principio, estudiado a posteriori, se confirma en la naturaleza por la forma imponente y melancólica de las montañas, por la expresión de las formas apiramidadas en la arquitectura, por las líneas de los árboles, como el san- ce, etc., todas las cuales indican tristeza; en tanto que la llanura dilatada, reposo, y en la arquitectura igual senti- miento según demostramos; y en fin, las divergentes en el salto de agua de una fuente en forma de penacho, de las plantas surgiendo con los brazos abiertos y de las líneas que de abajo arriba se abren en el rostro, se muestra el re- gocijo, como la expansión del goce que siempre es comu- nicativo. 141. En toda obra de arte se requieren aquellas condi- clones generales de la unidad, la variedad y la armonía, pero acaso en la pintura como en ninguna. Es preciso que la unidad del asunto y pensamiento resplandezca sobre to- dos los varios pormenores que la obra presente, sin que un episodio, un accesorio ó una figura atraigan más la aten- ción que la idea ó acción principal, y que todo se halle tan en su sitio y razonado que ofrezca un conjunto de intacha- ble armonía. 142. Llámase modelo el tipo destinado á reproducirse en las artes. Este puede ser natural ó directo y artificial ó indirecto. En el primer caso el modelo es un objeto, ó una persona, un animal, una planta, étc. ; en el segundo es una reproducción de cualquier ser ú objeto que á su vez va á copiarse. La recomendación que se hace en todo arte, y en pintura particularmente, es que sé prefiera, siempre que sea posible, el modelo directo al indirecto. 143. Cuando por circunstancias 53. par- Fig. ticulares no se dispone de un tipo Maniquí que sirva para modelo, el pintor lo sustituye por el maniquí^ es decir, una figura articulada que puede afee- - 75 — tar variadísimas posturas que imitan las naturales: sobre todo, cuando lo que se ha de copiar son paños ó accesorios (el modelo vestido), puede utilizarse el maniquí con preferencia á veces al na- tural; porque una vez colocado, no se mueve durante varias sesiones, en tanto que una persona necesita ser colocada en cada sesión, y aun dentro de cada sesión después de cada descanso del artista y descanso del modelo. Fuera de este caso, el artista debe proscribir el maniquí por lo que tiene de falso y convencional. 144. La elección de modelo es sumamente difícil si se copia la figura; la naturaleza siempre presenta momentos ó trozos artísticos, pero no así la figura humana. El pin- tor necesita buscar lo que se llama un tipo, esto es, una persona que tenga marcado carácter, saliéndose de lo vul- gar y corriente, á fin de elevar el personaje individual á personaje t'tpico, como en la escultura. 145. La pintura, como arte independiente^ no aparece cultivada en todos los tiempos ni en todos los países. En realidad, empieza en la segunda grande Edad artística, ó sea la Cristiana, y ya en el período gótico. En cambio, como arte decorativo lo conocen más ó menos todos los pueblos en todas las épocas, y aj)licado á casi to- das las manifestaciones artísticas, á la arquitectura, la es- cultura y á la mayor parte de las artes industriales. En estas aplicaciones, en la arquitectura da lugar á varias artes in- dustriales de grande importancia: la Tapicería^ el Mosaico, el Esmalte y los Guadameciles, como se ha indicado. 146. Divídese la pintura, en primer lugar, en dos clases: pintura propiamente dicha, ó de caballete, y pintura de- corativa. Por el procedimiento que emplea, en: pintura al fresco, al temple, à la cera, al óleo, á la aguada, al la- Xiado^ à la acuarela^ al 'pastel^ á la miniatura. Por la ma- teria sobre que se pinta, divídese en: pintura en lienzo, en tabla, en cobre, en marfil, en pergamino, y mural (sobre yeso, estuco, piedra, etc.). Y, en fin, por sns géneros, divídese en: pintura que copia la naturaleza, que representa ideas ó creaciones del espíritu, ó que retrata hombres ó hechos hu- manos. El primer grupo comprende : paisajes, marinas, — 76 — animales, naturaleza muerta (caza y pesca),/íorígs, yrM- tas, etc.; el segundo comprende: alegorías, apoteosis, mi~ tología, etc., asuntos religiosos ó simbólicos ; el tercero, retratos, cuadros de Historia, de costumbres, figurines, de género ( ó escenas de la vida), grotescos, etc. De estos gé- neros principales nacen otros compuestos, que reciben los nombres de ruinas, cabanas, batallas, cacerías, caricatu- ras, bodegones, etc., etc. 14:7. Determinemos ligeramente cada una de estas divi- siones. Llámase pintura de caballete la que es transporta^ ble, y mural, en la decorativa, la que no es transportable. La pintura al fresco consiste en decorar un muro reçu- bierto de cal ó yeso antes de que se seque este material, con lo que los colores penetran la superficie pintada, ha- ciéndola duradera ; la pintura al temple es aquella que se ejecuta con la pared seca y con los colores desleídos en cola, gelatina, etc.; à la cera, desliendo los colores en dicha sus- tancia líquida, y caliente por tanto; al óleo, como lo indica el nombre, es la pintura preparada con aceite ; en la aguada los colores se disuelven ó extienden con agua; si no se emplea sino el blanco y el negro, se llama lavado, y si todos, acuarela ; en el jmstel, se pone el color seco, por medio de lápices; y miniatura es el procedimiento, en fin, á la aguada, sobre pergamino, vitela, papel ó marfil, pero siempre en tamaño muy reducido y con ejecución finísima. La j)intura emplea para su ejecución el lienzo, bien sea preparado (con imprimación) ó bien sin preparar; la made- ra, en una y otra forma, ora simplemente alisada, ora recubierta de una capa de estopa y estuco, que se llama estofado (como en escultura): las láminas de cobre son otra materia que se emplea, ejecutando al óleo el trabajo; en marfil y pergamino, como se ha dicho, se pintan las miniaturas, retratos, ó pequeños asuntos en los libros an- tiguos. Los nombres de la división por el género de los asuntos ya indican claramente á qué se refieren, para que necesite- mos entrar en otros pormenores. 148. Terminaremos el estudio de la pintura diciendo que algunos han considerado este arte del espacio como esencialmente distinto de los dos anteriores, diciendo que - la arquitectura y la escultura son objetivos^ mientras — que la 77 pintura es arte subjetivo. Se fundan en que aquéllas expre- san mejor lo impersonal de las en tanto que ésta manifiesta lo personal é individual del sentimiento; que un edificio ó una estatua producen, en quien contempla, impre- sión de reflexión, de pensamientos, de meditación; mientras que un cuadro nos emociona ó conmueve haciéndonos sen- tir más que pensar. Por esto mismo se ha dicho que la música y la pintura son hermanas y constituyen un grupo, aunque su medio sensible de expresión sea diferente: el co- lor y el sonido se parecen en cuanto al efecto que causan en el alma, y es tan intenso el efecto de la obra pictórica, en realidad, que en cierto modo vence á la literatura mis- ma, por lo que precisa y determina sus asuntos. CAPÍTULO V.—DE LA MÚSICA. L·ección IS. 149. La música, como la literatura, es arte que se re- fiere al tiempo, así como las anteriores se refieren al espa- cío ; como la pintura, es arte subjetiva ó que tiende, en primer término, á emocionar el espíritu mediante los afee- tos del ánimo, ó el sentimiento. Puede definirse en pocas palabras la música, diciendo que es «el arte del sonido». 150. Su objeto se reduce á la expresión de la belleza en todos sus grados. Lo bello, propiamente dicho, resultará de la proporcionada combinación de todos sus elementos ; lo sublime, de la contraposición y contraste de los mismos, mediante el predominio del elemento de la idea ó de su fondo sobre la forma; y lo cómico, del exceso de forma so- bre el pensamiento esencial. La música se vale para la ma- nifestación de la belleza del sonido únicamente, pero mo- dificado, bien por la rapidez ó lentitud del tiempo, bien por la sucesión ó simultaneidad de los sonidos, bien, en fin, por la intensidad ó tenuidad de los mismos. 151. El arte musical no puede expresar ideas y sentí- mientes concretos; antes por el contrario, sólo le es dable manifestar pensamientos ó afectos vagos y abstractos ó es- tados de cinimo generales del autor, que despiertan análo- gas situaciones de espíritu en el auditorio. Así, por ejemplo, la alegría, la tristeza, el entusiasmo, la indiferencia, el amor, el odio, el placer, el dolor, etc., éstos son los senti- mientos ó estados del alma susceptibles de ser interpreta- dos por la música; pero nunca tal ó cual dolor, tal ó cual alegría determinada por esta ó aquella causa. Por la misma razón de su carácter sintético ó comprensivo y no" discreto y definido, sirve principalmente para lenguaje del senti- miento, mejor que del pensamiento"y las ideas. Bajo este punto de vista se acerca á la pintura por el efecto que pro- duce, aunque no por la idea que representa. 152. En este arte son separables los momentos de la composición. Se puede concebir y componer la obra sin ejecutarla ó interpretarla, cosa que no ocurre en otras ar- tes; y se puede asimismo componer toda la obra ideada para un solo instrumento ó voz, y ser después traducida para muchos instrumentos (instrumentación) ó para mu- chas voces (transportacióii). 153. Sus elementos fundamentales son: el sonido^ como fondo ó esencia; el tiempo, como forma; y de la aplicación del uno al otro nace la obra musical. El sonido no es otra cosa que el ruido regular producido por la vibración de los cuerpos, así como el color no es otra cosa que la vibración de la luz. El tiempo es la forma del cambio ó de las mu- danzas en todos los seres y objetos, así como el espacio es la forma donde se desarrollan los seres ú objetos materia- les. La sucesión de los sonidos constituye la melodía en música; la simultaneidad de los sonidos, la armonía. La medida particular de esta sucesión ó de esta simultaneidad constituye el ritmo; y la intensidad ó tenuidad del sonido, la fuerza, que se traduce en timbre por su calidad, en vo- lumen por su cantidad, y en extensión por su grado. 154. Así como la aplicación del tiempo al espacio consti- tuye el movimiento de los cuerpos, la aplicación del tiempo al sonido forma el movimiento de la obra musical (que tam- bién suele llamarse tiempo simplemente). Este puede ser lento ó acelerado , con todos los grados intermedios entre la tranquilidad y la precipitación, en correspondencia con todos los movimientos naturales. La combinación de los sonidos forma escalas; y la de las escalas, la tonalidad. 155. Los sonidos varían de timbre — según el — aparato que 79 los produce ; y estos aparatos se llaman instrumentos. Aparte de la voz humana, los instrumentos inventados por el hom- bre son de tres clases: 1.°, de cuerda; 2.", de viento; 3.°, de percusión. Los primeros se subdividen en tres tipos, según que las cuerdas vibran por un arco, como en el violin; ó por los dedos, como en la guitarra; ó por percusión de mazos ó martillos, como en el piano. Los segundos se subdividen también en otros tres grupos, á saber: los de lengua ó pico, como la flauta; los de estrangul sencillo ó doble, como el oboe y el clarinete; y los de boquilla ó embocadura, como la corneta. Los terceros, en fin, se subdividen asimismo en tres especies: los que se golpean con la mano, como la pan- dereta; con palillos y badajos, como el tambor y la campa- na; y con el choque de una parte con la otra igual de las dos que componen el instrumento, como las castañuelas ó los platillos. El aparato perfectísimo, por último, de la voz humana, y los instrumentos analizados dan lugar á la di- visión de la música en dos géneros capitales: música vocal y música instrumental^ según se ejecuten los sonidos con la voz mediante el canto ó con los distinfos aparatos citados; y á otro género compuesto de canto y orquesta, conforme á lo que más adelante veremos. 156. El lenguaje de la música puede ser, como el hu- mano, hablado y escrito, ó, lo que es lo mismo, de sonidos y de signos representativos de ellos. Este da lugar á las notas, y su combinación á la gama, constituida por la serie de aquéllas. Dicha escritura ha variado según los tiem230s y países, lo mismo que ha ocurrido con los signos expresi- vos de la lengua y los idiomas. Pero se ha llegado en la música, como en las matemáticas, á un lenguaje universal y una escritura uniforme, que usan por igual todos los pue- blos civilizados. 157. Así como en arquitectura existía el módulo, y en escultura el canon para las proporciones, en música existe — — la misma medida en la tonalidad, ó sea el diapasón. Este no es otra cosa que el sonido normal, con arreglo al cual se arreglan todos las instrumentos ó voces para que se pro- duzca la concordancia de los acordes. Este tono ha variado en la historia de la música, de igual suerte que el módulo y el canon. 158. El ritmo en la literatura se divide en progresivo, que da lugar á lajorosœ, y regresivo ó por períodos simé- trieos, que da lugar al verso. En la música estas dos clases de ritmo se muestran en la armonía y la melodía, viniendo á representar el primero la prosa y el segundo el verso en el lenguaje de los sonidos. A la melodía se unen luego las palabras en la música vocal, y á la armonía los instrumen- tos en la instrumental. Y la segunda viene á ser como el acompañamiento de la primera. 159. A la marcha general de los sonidos en una compo- sición musical se da el nombre de aire., que representa la individualidad de la obra; por este aire, de una parte, y por otra por el modo ó corte particular que tiene, por su he- chura ó factura, se conocen los estilos musicales, determi- nándose mediante el corte y el aire las escuelas, los géneros y hasta los paises; bien por la preponderancia de unos tonos sobre otros, de la melodía sobre la armonía, ó viceversa; por el movimiento característico, ó por otras señales distin- tivas. En todas épocas la expresión de ciertos sentimientos ha requerido ciertas formas, como si tuvieran una relación constante y racional ; y así el entusiasmo y la pasión se manifiestan de modo semejante, la melancolía y la amargura de manera análoga, el odio y la ira en forma parecida, como si el espíritu tuviese una constante representación con más ó menos variantes. 160. La música se divide, por el medio expresivo de que se vale, según hemos dicho, en vocal é instrumental; y las combinaciones de una con otra, y las que dentro de cada clase se producen, dan lugar á otras divisiones de este arte, que veremos más adelante. Por su asunto divídese en sa- grada y profana. Por el género, en lírica propiamente di- cha, épica y dramática., como la poesía. Por el gusto ó es- tilo, en clásica y romántica sin , que correspondan estos miembros á períodos históricos antiguos, sino á modernos. Por respecto á las escuelas, en alemana, italiana y del porvenir ú wagneriana (de Wagner). 'Analizamos cada, uno de los miembros de estas divisiones ligeramente más abajo. 161. La combinación de la voz {canto') con la música instrumental {orquesta)^ da lugar á varios géneros, siendo el inás importante la (oóm por excelencia). La ópera es un poema escénico al mismo tiempo que musical. El — 81 libro que sirve de pretexto á esta clase de obras es suma- mente sencillo, y, por lo general, viene á ser el extracto de una obra literaria de grande importancia, de la cual se entresacan los momentos más culminantes y situaciones- más dramáticas para acomodarlos á la composición musi- cal. Como el arte lírico no puede expresar, ni aun ayudado de la palabra, sino situaciones totales de ánimo originadas por determinados sentimientos, busca el compositor sola- mente aquellas escenas traducibles por notas musicales. Además de la ópera, generalizada hoy, en cada país, más ó menos, hay arte escénico lírico nacional, y en España se cuenta la zarzuela^ género que difiere de la ópera en los siguientes extremos: 1.", tiene más importancia el libro; 2.°, hay parte declamada, parte recitada (declamada con acompañamiento musical), y jDarte cantada ; 3.°, nunca es trágica la zarzuela, aunque se cultiva el drama, si bien con poca frecuencia. Además de la zarzuela, existen en España otros géneros menores escénicos, como la tonadilla^ la can- ción, etc., pero sin grande importancia, asi como la pieza ligera cómica, de corte parecido al saínete. Llámase propiamente lírica la música cuando se limita á un canto en que se expresan sentimientos del alma, sin representación alguna de personajes; épica, cuando estos ¡; sentimientos, en lugar de ser personales ó individuales, son generales y comunes á varios individuos, á un pueblo, una raza ó una nación, y se refieren bien á las alegrías ó entu- siasmos de la patria, bien á sus desventuras, por ejemplo; y dramática, en fin, cuando estos cantos se interpretan por personajes en una acción teatral. También se da dichos ca- lificativos á la música, ora vocal, ora instrumental, por ex- presar sentimientos que tienen aquellos caracteres de los tres géneros poéticos en literatura. 162. Es sagrada la música siempre que su asunto es la religión, habiéndose cultivado principalmente en el culto católico. Estas composiciones, según se ha dicho, por tener un carácter general y ser expresión de sentimientos comu- nes, son épicas, y sus clases más importantes se reducen á el oratorio, los psalmos, la misa cantada, y en general el hermoso canto llano. Llámase profana la música cuando sus asuntos se refie- ren á otros sentimientos que á los puramente religiosos, bien sean éstos eróticos, patrióticos, guerreros, etc., etc. Y se denomina clásica cuando sigue las huellas de los grandes maestros modernos (desde el primer quinto del siglo pa- sado hasta igual período del actual), especialmente alema- nes; y romàntica cuando imita á los autores que en este siglo se han derivado de aquella tendencia, singularmente en Italia y Francia durante el período que media entre los años de 1830 al 50. Las denominaciones, en fin, de alemana, italiana, y del porvenir, suponen los estilos que han predominado en cada uno de estos países; nombrándose clásica al primero, y tam- bién escuela armónica; y á la segunda, melódica. Un com- positor moderno, por último, el alemán Wagner, separán- dose de todo lo hecho hasta él, ha escrito en una forma extraña, sabia y científica, por decirlo así, con una instru- mentación riquísima, variada y hasta extravagante, á fuerza de ser original. Á este estilo se ha llamado música del por- venir, ó wagneriana. 163. La música, como la poseía, se divide también en erudita y popular, ó, lo que es lo mismo, la encaminada á cultivar la belleza sin recoger los cantos nacionales, y la que se dirige á reproducir como un eco lo que se repite por todo un pueblo, ó una raza, desde las primeras edades, y que por tradición se transmite de generación en generación. Para que el autor escriba en este segundo estilo, es preciso que se inspire en los aires nacionales, ora cantados, ora ejecutados en un instrumento, ora, en fin, bailables. 164. La danza es una compañera inseparable de la mú- sica y de la poesía. Desde las litúrgicas establecidas en el género religioso y mantenidas hoy exclusivamente entre nosotros en la catedral de SeviUa por los seises ó niños de coro, hasta los bailes representativos teatrales y pantomí-, micos, y los fúnebres de la antigüedad, constantemente se ha repetido el fenómeno. Y sóló en la edad moderna, por el desarrollo dado á loa géneros separadamente, se ha emancipado la música de la orqnéstrica. La coreografía, por más qne sea un arte sintético en que intervienen otros elementos que los puramente musicales, como son los plás- ticos ó escultóricos y los pictóricos en la distribución de las masas para formar un cuadro, y los gimnásticos de los mo- vimientos, debe ser considerada como una forma musical ó — — como un arte derivado de la música. Cada pueblo ba dado 83 un sentido particular á este arte social, y siempre ban exis- tido varios géneros en él, ejecutándose en las fiestas pú- blicas, en las ceremonias religiosas, en las intimidades de la vida doméstica como expresión de sentimientos de ale- gría y regocijo. En la actualidad no se conservan sino aquellas danzas que revisten carácter de espectáculo tea- tral, ó la forma popular de las fiestas privadas en España 1/ SECCIÓN.—Orientalismo y Paganismo. CAPÍTULO I.—INTRODUCCIÓN. tección 16. Pkehistoria — Treliminares — . Limitaremos nuestro . trabajo/solamente á aquellos puntos de vista generales, en los que se condense lo característico y fundamental de este asunto. 1. La primera cuestión que se nos presenta es la de preguntar cómo ha empezado el arte en todos los pueblos, y la manera de responder satisfactoriamente sin faltar á un método racional, es estudiar la forma rudimentaria con que en la actualidad aparece en los pueblos salvajes, á los cuales aun no ha llegado hoy la civilización. Porque des- pués de todo, la Historia del Arte no es sino una rama de la Historia de la Civilización misma. Si analizamos la vida de estos pueblos, tendremos reconstruida la de los primeros hombres en la más remota antigüedad. Dentro del cuadro de las llamadas Artes bellas debe- mos fijarnos principalmente en las tres fundamentales del dibujo (ya en ellas se agrupan las restantes), á que saber: la Arquitectura, la Escultura y la Pintura, prescindiendo de las que se refieren al tiempo ó al sonido (la música, de que hablaremos en un Apéndice), y al movimiento (gim- nástica, juegos, danza, etc.). 2. La Prehistoria comienza con el hombre, el cual apa- rece en la tierra, según los antropólogos, al final del pe- ríodo terciario, ó cuando menos, en el paso de éste al cua- ternario. Es decir, al terminar la época glacial; al retirarse los hielos no hay duda ya de la existencia del hombre. Esta primera edad, de la cual nada sabemos más que por los restos, se ha llamado prehistórica, dividiéndola en dos grandes épocas: la de la piedra y la de los metales. La primera, á su tez, en otras dos, la de la piedra tallada á golpes, arqueoütica, ó piedra antigua, y la de la piedra pulimentada, neolítica, ó piedra nueva. -Los utensilios de piedra tallada son de pedernal (sílice), y la mayoría de los objetos que se conocen, y que han sido considerados hasta el día, constituyen principalmente armas en forma de hacha, de cuchillo, de puntas de lanza y de flechas; descubriólas entre los aluviones del valle del Soma (Somme), y las estudió Boucher de Perthes, uno de los fundadores de la ciencia prehistórica. Entre los actuales salvajes, se encuentran todos estos útiles, y por ellos puede verse el mango que deberían tener los prehistóricos. ' 3. Corresponden las formas primeras más sencillas y toscas de hachas, ya convexas por ambos (bi-con- vexas), como una almendra (de Saint-Acheul), ya por un solo lado {^plano-convexas) (de Moustier), á la raza de Constadt; mientras que las puntas de lanza (de Solutre) y las de flecha (de Magdalena), talladas ya más finamente, pertenecen á la raza de Cromagnon. Ambas razas, son do- licocéfalas, ó de cráneo alargado. En cuanto á la fauna, Corresponde á ese mismo período el mammuth, ó elefante lanoso en los dos primeros tipos, y el reno, en los segundos. Con la época diluvial, desaparece todo esto, y al inaugu- rarse el actual período geológico se presenta una nueva raza que se llama de Furfooz, y es hraquicéfala, ó de cráneo ancho. El material de los útües en esta nueva edad de la piedra pulimentada es pórfido, serpentina, diorita, fibro- lita, y en general rocas duras; el jade y la obsidiana abun- dan en Oriente y América, no en Europa. 4. Las primeras habitaciones de los hombres en la época de la piedra tallada á golpes fueron cavernas. En la edad neolítica aparecen tres tipos de estaciones: 1.®, sitios de ívivienda ó sepulturas, monumentos megalíti- eos (hechos con piedras grandes); 2.", palafitos, ò ciudades lacustres, y 3.°, kiokenmodingos ó basureros. Surge ya el Arte en esta primera edad de la piedra ta- Ilada con la caverna^ la más rudimentaria forma arquitec- tónica, que dará origen á todo un orden de construcción, el cual veremos desenvuelto en el Egipto y en la India es- pecialmente. , 5. La escultura y el dibujo, aparecen por primera vez inspirándose en el natural. Los ejemplares descubiertos pertenecen á la raza de Cromagnon, y son huesos tallados en forma de animales, y dibujos grabados con puntas de pedernal sobre huesos anchos, representando el mammuth, el reno, luchas de estos animales, etc. A los primeros monumentos se ha denominado en Eu- ropa, erróneamente, célticos, por abundar en las regiones del occidente de Inglaterra y de Francia (Bretaña), donde se ha conservado más la raza celta. Sus principales tipos son: el menhir, tango ó hito, que consiste en una piedra de forma prolongada, puesta en la tierra verticalmente; el dolmen, compuesto, unas veces de dos piedras, ya en forma de cabafia, ya de mesa (una vertical y la otra horizontal- mente encima), y otras, de tres ó más piedras, dos haciendo de jambas y la tercera de dintel; á veces, estos trilitos, se prolongan en forma de galería, como en el famoso dolmen de Antequera; y el túmulo, un dolmen recubierto por un montón de tierra, no dejando libre más que la entrada. En ocasiones suele haber muchos menhires, dispuestos en forma de calles y de círculos. 6. Los palafitos son ciudades lacustres, edificadas sobre pilotes en los lagos. Descubriéronse por primera vez en el de Zurich, el año 1853; después se han hallado en muchos otros de distintas regiones; y hasta deben haber existido en lagunas de Gahcia, á juzgar por noticias y restos. Los kiokenmodingos (palabra dinamarquesa, que signi- fica restos de cocina?), son sitios en que se hallan hacinados los residuos de la vida de una población prehistórica, desde los cadáveres hasta las armas, y desperdicios de comida; lo que en realidad debe llamarse un basurero. L·ección IT. 7. La edad de la piedra pulimentada, de la raza de Fur- fooz, acusa un retroceso artístico en lo que se refiere á la escultnra y al dibujo; pero vemos mantenerse el trilito^ fundamento de la cabana y base de toda la arquitectura adintelada, que han de desenvolver los pueblos orientales y llegar á su mayor apogeo en Grecia. 8. Las estaciones prehistóricas en España son muy va- rias. Pueden citarse, entre otras, la de San Isidro, cerca de Madrid, perteneciente á los primeros tiempos de la edad arqueolítica, y de donde procede la defensa de Mammuth, que hay en nuestro Museo de Historia Natural; la de la Cueva de la Mujer, en Alhama de Granada; la de la Cueva de los Murciélagos, en Albuñol; la de Garrovilla de Aleo- neta, en Càceres; la de Navarra de Ayuso, en Segovia; la de Santillana, en Santander, y algunas más. En cuanto á Museos prehistóricos, el más importante es el de Saint Germain en Laye, cerca de París. 9. La industria progresa, apareciendo los primeros te- jidos, hechos con agujas y punzones de hueso, y los más toscos cacharros fabricados á mano, son como los de los ac- tuales pueblos salvajes. Las formas primitivas de las vasi- jas tienen asiento esférico, pasando luego al cónico y más tarde al plano. En la cerámica hallamos los primeros ele- mentos del adorno, que son puntos y rayas. 10. La segunda grande edad prehistórica es la de los metales. Como la de la piedra, es universal y no simultá- nea, sino sucesiva en las distintas regiones. Grecia conoce los metales hacia el siglo xx (antes de Jesucristo), y en Di- namarca no se conocen hasta mucho después de Jesucristo. Los instrumentos de piedra no desaparecen por completo para dar lugar á los de metal, antes bien se encuentran unos y otros mezclados en todas partes; las formas de los primeros persisten en los segundos, y el uso de los metales nativos (oro, plata, cobre) precede al de los restantes. Estos son los únicos datos perfectamente averiguados. 11. Conócese en América una edad de cobre antes del bronce; pero se duda de que exista en la Europa occiden- tal, aunque los descubrimientos de Grecia (Santorín), Francia, España y Portugal parecen afirmarlo. Se desconoce todavía la procedencia de la industria me- talúrgica, la época de su comienzo, el camino por donde se ha introducido y los procedimientos usados en ella. Pocos datos hay para la resolución de estos problemas. El cobre es mny biàtídò, escasa resistència, y "Se comprende su fácil y pronta snstitnción por el bronce. La constante proporción de, nueve partes de cobre ponina dé estaño, ha- liada en loS objetos prehistóricos de bronce de todas las re- giones, induce á pensar que su descubrimiento procede de un solo centro j que es más verosímil la teoría del mono- genismo que la del poligeíiismo metálico. Así como la exis- — 91 — tencia de los criaderos de estaño (más raro que el cobre) en el Paropaniisó, hace creer que de Asia nos vino la in- dustfia del bronce. En cuanto al procedimiento, pueblos hay en donde se intrôdùjo por conquista y rápidamente, aunque en la generalidad debió ser por comercio, mediante razas viajeras, semejantes á los actuales caldereros húnga- ros y gitanos, según parece indicarlo el hallarse con fre- cuencia los objetos de bronce amontonados y como en de- pósitos. Para batir lós metales, se tisaban grandes marti- líos de piedra dura, semejantes á los que emplean los actuales salvajes. 12. Las hachas de bronce son de cuatro tipos: planas, de talón, de mango hueco y de aletas. El primero y el se- gundo abundan en España; el tercero menos, y el cuarto nó se halla nunca. Las puntas de lanza y de flecha se ha- cen más prolongadas que en la edad de piedra, y aparecen dos nuevos'tipos de armas, en consonancia con el material: los puñales y las espadas. Choca, y no tiene satisfactoria explicación todavía, la pequeñez de los mangos de estas últimas; así como se ha observado la analogía entre 'las armas de bronce de las islas británicas, del occidente de Francia y de la Península ibérica. Aparece en este período de la edad de los metales, la swástica, ó cruz gammada, signo que se halla en todas las regiones de la tierra, lo mismo en Europa que en Asia y iimérica, y que parece-ser el origen prehistórico de un motivo ornamental, tan exten- dido también por todas partes, como el meandro. Los objetos principales de rig. 54. bronce en el Museo Arqueo- lógico de Madrid, son: varias hachas de distintas locali- dades, una espada de Si- güenza, dos de Bétera, y dos puñales de procedencia desconocida. 13. La introducción y el uso del hierro señala el último período de la edad de los metales, y como con él nos vienen ya citas y testimonios históricos, acostúmbrase á llamar su época por algunos protohistórica, sin que deje de haber por eso en ella las mismas dudas y cuestiones que en la del bronce. Debió usarse al principio, como metal raro, sólo para los objetos más importantes, continuando el bronce para los .ordinarios; pero aun las citas en esto son contradictorias.- Persisten y se desenvuelven menos las formas de armas del período de bronce, y se muestra con gran predominio el adorno en espiral. De este tiempo deben citarse en el Museo Arqueológico sables procedentes de Galicia, de Guadalajara y, sobre todo, de Almedinilla, cerca de Cór- doba, ejemplares estos últimos verdaderamente admirables y llenos ya de valor artístico. Es digna de notarse la se- mejanza que sus formas ofrecen con las de los que se ven usados por los guerreros en las pinturas de los vasos ar- caicos italo-grecos. También hay un puñal encontra,do en Castilla, y en el que puede observarse cómo continúa la pequeñez de los mangos. El bronce sigue usándose princi- pálmente para fíbulas ó alfileres imperdibles con ador- nos geométricos de puntos y rayas. Aparecen, en fin, en este tiempo los collares y las figu- ras toscas de animales. Los famosos cerdos de granito, pro- cedentes de la región central de nuestra Península (Ávila, Segovia y Salamanca), son, probablemente, ejemplares de la escultura de este primer período prehistórico. CAPÍTULO II. i ; DIVISIÓN DE LA HISTORIA DEL ARTE. Ijección 18. 14:. En la Historia del Arte pueden reconocerse dos grandes grupos, uno el del extremo Oriente y otro el de la historia de la civilización europea, que procède de parte del Asia, parte del Africa j Europa misma.,, Dicha historia podría resumirse endos grandes periodos: 1.® Oriente y Grecia, siendo ésta como la flor del Oriente mismo, y comprendiendo hasta el siglo v antes de Jesu- cristo; y 2° el período etrusco-romano, el Cristianismo y los bárbaros, hasta el siglo xiii. Cada uno de ellos pre- senta un carácter enteramente original. Desde el siglo xiii hasta nuestros días todas las artes no hacen sino copiar los dos grandes períodos anteriores, reuniendo los elemen- tos antiguos, con una forma más ó menos nueva, y ora pre- dominando el gusto é ideal del primer período, ora predo- minando el gusto é ideal del segundo. Y en nuestros días se inicia un nuevo período distinto de los anteriores, pero en que todavía no se ha Uegado más que á vislumbrar sus primeras aspiraciones. 15'. Si quisiéramos determinar de un modo más con- creto lo que anteriormente se dice, podríamos subdividir estos grandes períodos de la manera siguiente: 1.®^ Edad artística: Orientalismo y Paganismo. 2.^ Edad artística: Cristianismo. Y si quisiéramos fijar dos tipos como resumen en cada uno de ellos de todas las artes en cada uná de esas dos edades sintéticas, citaríamos como modelos el Partenón griego y la Catedral de Toledo. ■ El renacimiento, el estilo greco-romano y neo-clásico, el gusto mismo de la Revolución francesa, no aportan ele- mentos enteramente distintos- y nuevos á la Historia del Arte en ninguna de sus manifestaciones. Pero atemperando estas ideas generales á las divisiones usuales y corrientes de da historia, dividiremos la del Arte de la siguiente manera: 1.® Edad: Oriente y Grecia. Períodos de esta edad: 1." Oriente. 2.° Grecia basta el siglo v antes de Jesucristo. 2.® Edad: Cristianismo. Períodos de la misma: 1.° Arte etrusco-romano, basta el siglo v después de Je- — 95 — sucristo. 2.° Arte bizantino, latino y árabe, basta el siglo x des- pués de Jesucristo. 3.° Arte románico, siglos xi y xii. 4.° Arte gótico, siglos xiii, xiv y xv. 5.° Penacimiîènto, siglo xvi y parte del xvii. 6.° Greco-romano y neo-clásico, fines del siglo xvn y XVIII. 7.° Edad ó período actual. Siglo xix basta nuestros días. 16. Corresponden todos los períodos mencionados al grupo de la historia de la civilización europea, y com- prende los pueblos y estilos siguientes: Egipto, Asiria y Caldea, Fenicia, Persia, Siria del Norte, Judea, Asia Menor y Grecia. Los Etruscos, Roma, arte bizantino, latino y árabe; arte románico, gótico. Renacimiento, arte greco-romano, neo-clásico. Révolu- ción francesa. Arte contemporáneo de todos los pueblos europeos. Si- glo XIX, basta nuestros días. En el grupo que liemos denominado Extremo Oriente, se estudiarán los siguientes pueblos y estilos: India; artes derivadas dé India en otros países, Cbina, Japón, Oceania, América. — 9G — CÜADRO DE LA DlflSlÔS DE LA HISTORIA DEL ARTE. I.—Prehistoria. í Período 1.°: Oriente. II.—1.^ Edad artística: Orlentalisino jPaganiimo. ( Idem 2.°: Grecia hasta el siglo V (antes de J.). l Período 1.°: Arteetrusco, I romano, hasta el si- glo V (después de J.). Idem 2.°; Arte bizantino, latino y árabe hasta el siglo X ( después de Jesucristo). Ill,—2.^ Edad artística: Cristianismo / Idem 3 Arte románico, 1 siglos XI y XII. Idem 4.°: Arte gótico, si- glos XIII XIV y XV. Idem 5.": RenacimientOj siglo XVI y parte del XVII. ^ Idem 6.°: Arte greco- romanó y neo-clásico, fines del siglo xvii y XVIII. IV.—Arte contemporánea. Edad ó período actual, siglo xix hasta nuestros días. CAPÍTULO III.—EGIPTO. Lección lí>. 17. Preliminares, En el redncido - de cinco espacio de — una 97 leguas de tierra, limitado faja por el mar Mediterr'á- neo y el Pojo, á orillas del iMilo, se desarrolla toda la toria de his- Egipto. Sus costumbres son las sencillas de j)ueblo un agricultor, y sus ideas diferencia religiosas y hacia la \dda filosóficas, lain- actual, como tránsito breve otra vida eterna. El egipcio para no reconoce nada sino la muerte misma importante ; y, por tanto, todas las artes se en- cuentran en las tumbas. Las Historia principíales ciudades la del Arte para son: Sais, de Eliópolis los (centro y escuela sacerdotes), Menfis, lugar de las basan, Tebas pirámides, Beni- y Siena, porque de allí arranca la serie las de tumbas en las vertientes de la cordillera Líbica. Del siglo IX al v, antes de Jesucristo, hay una obscuri- dad completa en la historia del Egipto. Del v al m domina Menfis; del pre- m en adelante, Tebas; mado sigue el lia- Imperio nuevo, hasta la invasión de los del VIII al de la Era extranjeros, IX Cristiana; despuiés vienen los sas, y, por último, el per- influjo griego saíta. Por el conocimiento de las pinturas las momias jeroglíficas, y por principalmente, se llega á la Historia del así Arte, como pior las pirámides, las tumbas y los en- tre ellos, el Libro papiros; y de los Muertos , que viene á ser como el guía de lo que debe hacer el hombre á su muerte, piara no equivocar lo que le conviene en su vida futura. La ría de los edificios tienen mayo- carácter funerario, y en la solamente p)in- tura, el uno por ciento de los asuntos son rreros, mientras gue- que el resto se relaciona con la vida de ultratumba : hasta los utensilios más diario insignificantes de uso recuerdan lo fúnebre. 18. Teología.—Aun se ignora á qué responden los ani- males sagrados (el buey Apis, los gatos y los Probablemente escarabeos). son restos de antiguo fetichismo; luego aparecen las figuras humanas con cabezas de animales, y se convierte el fetichismo en un monoteísmo general, en el cual se personifican las fuerzas naturales, como, por ejem- pío, la lluvia, el sol, etc. complicada la jerarquía de las divinidades Es larga y saldría de nuestro propósito estudiarlas. Baste egipcias, y un decir que el egipcio reconoce un dios creador (Ptah), dios del cielo (Rali), ó el Sol de la vida, y un Osiris, que representa la existencia actual y el Paraíso. Entran otras divinidades en el drama del Sol. El padre es Osiris, la ma- dre Isis y el hijo Oro. La serjiiente representa el poder, y figura con cabeza de gata, la fecundidad. El dios Malo una caricatura, llamada Best. Anubis es la dei- siempre es una dad que vela por la momia. Fot está encargado de pesar ver si el alma, después de la muerte de los hombres, para pesan más sus acciones bnenas que las que ejecutó malas, y que reciba el premio ó el castigo, y si puede ó no pasar á las regiones del Nilo celeste. 19. Filosofía.—El hombre está constituido por cuatro elementos: el cuerpo, el clohle, el alma y la esencia del alma, ó el luminoso. Al morir, el alma sale y va en el carro del Sol, pasando el Nilo, á la vida futura. Antes de ser pre- sentada á sus jueces, tiene que descansar en la travesía, y ello es preciso que el cuerpo no para desaparezca. De ahí la ne- momiñcación ó conservación del cuerpo. Pero no basta: se cesita el doble, es decir, otro cuerpo idéntico al del difunto, para que el alma ^^ueda albergarse si la momia desaparece: Hay, pues, que colocar un doble ó varios en la tumba. En la vida futura, el alma continuará viviendo como en la tierra, sólo sin escaseces ni angustias, convertida en que un Osiris, ó lo que pudiéramos llamar un bienaven- turado. 20. Momificación y ceremonias.—Si el difunto es pobre, á la se le se le lleva sumerge en un baño de alquitrán, y otra orilla i:iara enterrarlo en las arenas del desierto, que común. Si es rico, se lava el cuerpo, Fig 64 canopo. se le saca las entrañas, dividiéndolas en cua- tro porciones, cada una de las cuales se depo- sita en un canopo ó vaso fúnebre. Se le susti- Ê corazón con un escarabeo, que hasta suele ser de oro ; luego se venda todo el cuerpo m con handeletas, ó tiras de lienzo de distinta an- chura, y cada una con su diferente oración es- crita. Se le coloca el anillo de la verdad lo lia de decir para el que recuerde que en juicio el Libro supremo; su formula se halla en de los Muertos del (un papiro), del cnal lleva debajo brazo nn ejemplar. En nna barca se le lado lleva á otro del Nilo, á Poniente, (mujeres acompañado de pagadas plañideras para todo el se sirve llorar). un banquete, acompañamiento y terminado, se cierra la tumba con — — un gran bloque, á fin 99 de que por la estrecha hendidura queda de puerta ningún vivo que pueda alimento, penetrar; dejándole para que el doble no tenga que salir en busca de manjares durante la travesía. Andando el tuyen los tiempo se susti- manjares auténticos otros sición por de los pintados sacerdotes, por dispo- y se dejan al lado del difunto los muebles, telas y utensilios de su servicio 21. particular. Sepulturas.—Hay dos tipos: el Mastabá el geo (más adelante y hablaremos Hipo- de las mero casita pirámides). El es medio pri- una en de la llanura ; se un de 20 á 30 compone de pozo metros de una conduce la profundidad, á cámara galería de que familia, la cual da á la mor- tuoria. El paso segundo ó enterramiento en la roca se com- pone de viva, una galería y una cámara funeraria. Las tumbas tienen una piedra de epitafio ó estela, es la huella ó rastro decir, que queda en el mundo de la existencia del di- fnnto. Y llámase cartucho á la de con los figura ángulos matados rectángulo en redondo, donde se escribía el nombre del personaje. Por ellos se han leído los jeroglíficos. Las estelas después son obra esculpida; los cartuchos. Fig. 65. Estela. Fig. 66. Cartucho. pintados. Las primeras están fuera de la tumba; los dos dentro. según- Acompañan á la momia, además del doble, la repre- sentación de otras personas, qne se lian llamado respon- dientes^ es decir, las encargadas de dar contestación cuando el muerto pregunte ; y ó son siervos de él ó esta- tuas de la familia, siempre de tamaño reducido y de ma- dera pintada (nnnca la empleaban sin pintar los egipcios) ó de nna pasta tierna, semejante á la jiorcelana natural, — 100 — con esmalte. En las tumbas bay qne considerar, además, el ataúd en forma de momia, con ¡bntnras simbólicas y relieves escnl- tárales; y la momia misma, recnbierta más ó menos por cuatro cartones. Primero el de la cabeza, á manera de casco, con el tocado denominado claf, dorado y pintado, con cara humana; segundo, el del pecho con las alas del gavilán, el sol y la serpiente y los collares, ó sea el ose; tercero, á veces, en el pecho también, la representación de la diosa de la verdad. Ma; y cuarto, el cartón de los pies en la forma de ambos unidos. 22. En España, las colecciones de Egiptología que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional proceden, en jDi'imer término, de Carlos III, qne las compró á los herederos de la reina Cristina de Snecia, engrandecidas después con otras adquisiciones. Por el valor de los amuletos, muebles, anillos, estatuí- tas funerarias, canopes y escarabeos, ha habido grandes devastaciones en las sepulturas desde tiempo inmemorial, así como por la ignorancia de los siglos medios, en qne se creía en la virtud del aceite de momia para la curación de muchas enfermedades. En la pintura se usa también un color compuesto que se llama momia, pre|)arado con residuos de las mismas. 23. Arquitectuea.—Freliminares. —Pecordemos lo di- cho con respecto á las j)rimeras manifestaciones arqnitectó- nicas. Las formas fundamentales eran: la caverma^ la cabana y la tienda. Dejemos áun lado la tienda de campaña, que estudiaremos en el grupo del E?;tremo Oriente, y consig- nemos qne en la corriente del que constituye la historia de nuestra civilización de Oriente á Occidente, las formas originales que se desarrollan son las dos primeras. En Egipto aparecen ambas casi á la par, y así, ó bien sustentan en dos ó más pies derechos una techumbre ó parte de ella, ó bien con materiales pequeños se busca la descomposición de fuerzas. Ambas formas dan lugar, res- pectivamente, á la arquitectura que se denomina culinte- lada, en ¡jlatahanda ó rectilínea^ y la en arco ó ciirmVt- nea. Se lia creído, basta no liace mucho, que no existe el arco en Egipto; pero aunque es cierto que predomina el tipo de la construcción recta, no lo es menos que también — 101 — hay ejemplos, aunque raros, de la segunda forma, ó sea de la caballa. 24. Casas.—La arquitectura de Egipto debe dividirse en: 1.°, civil y militar; 2.°, religiosa. Pertenece á la civil el tipo de la casa, que hoy es casi igual á las antiguas que conocemos por las pinturas. Se forman por filas de ramas de palmera, cerrando el terreno en forma prismática, y recubriendo el exterior é interior con cieno del Nilo niez- ciado con paja, constituyendo lo que hoy llamamos un tapial., y cubriendo todo, mediante los mismos materiales, con un terrado. El terrado tiene grandísima importancia en Egipto, porque allí se duerme en el verano y se verifi- can muchas de las faenas mecánicas de la familia. ISTo se prodigan las ventanas, y las que hay son pequeñas, como indicando el predominio de la vida íntima sobre el de la vida de relación. Kodeábase la casa de un jardín, ence- rrado en un muro exterior. Ya se ha dicho que, el plano superior de la casa era menor que el de la base por la inclinación de las paredes, y alrededor del terrado corría una moldura, en forma de escocia, que se llama gola, como se ve en los pilónos. Uno de los carac- teres especiales de la arquitectura egipcia pnóno. es la escasa cimentación: donde más, se en- ¿l -— cuentran dos metros ó dos y medio por todo cimiento, /iáÍilíM y esto, á veces, para mantener moles grandísimas y columnas de más de 20 metros de alto; y otro, la falta de proper- clones, sin que estén sometidos los edificios á canon ó regla invariable. Entre los materiales para la construcción de mayor uso, se cuentan el ladrillo secado al sol ó adobe y el ladrillo cocido, que aparece en la época tolemaica ó de los Césares, del siglo IV al m (a. de J.). La piedra dura se emplea poco, y las calizas son de empleo más general. 25. Fortificaciones.—En la arquitectura militar deben considerarse las murallas y las fortalezas, y ni unas ni otras tienen grande importancia. Son bajas, almenadas como las de Occidente, circulares (para defenderse del es- calo, que era la forma de ataque), y con un doble circuito exterior de menos altura que el del recinto interior. Se conservan de este tipo sólo dos monumentos, uno de eUos 102 en la región del Delta, con torres alternadas. 26. Construcciones de utilidadpública.—Las transacció- nes en Egipto se verificaban por cambios en especie ; así es que el rey y los señoreé poseían grandes almacenes, que constituían sus riquezas, en mercancías. Diciios depósitos se construían «abovedados; y aquí aparece la arquitectura curvilínea, á que antes liemos aludido. . También pertenecen á este género de construcción de utilidad pública, los canales, pequeñas desviaciones del Eilo, para riego y fecundación de las cosechas. Cons- fruíanse con pequeños materiales, sin emj)lear jamás gran- des bloques. Por último, pertenece al mismo género la explotación de minas, especialmente de canteras. Considerábase como obra magna y meritoria este trabajo, y los reyes grababan sus nombres en las canteras mismas. Los esclavos, dirigi- dos por mercenarios y bárbaramente fustigados, llevaban á cabo la obra; y de su importancia se puede juzgar por la construcción de las pirámides. Los grandes trozos de los colosos se labraban en el yacedero de la piedra ó se dibu- jaban por lo menos en sus líneas generales. Verificábase el transporte por los canales, cuando no por trineos, según se ve en las pinturas de aquel tiempo. 27. Como los egipcios no conocían sino un cabrestante elemental, elevaban las piedras de construcción por planos inclinado?, cada vez más altos. Este sistema desgastaba los materiales, por lo cual nunca ajustaban las |)iezas con precisión, y por eso se labraban nuevamente, ya colo- cadas; rellenando, en fin, de mampostería (ripia, entre nosotros) los huecos que quedaban entre las piedras ó si- llares. Para igualar las superficies de los muros se em- pleaba después un material tendido, especie de estuco com- puesto del limo del Nilo, pintado luego con un color uniforme. 28. Soportes.—Los egipcios usaban dos clases de soste- nes: Apilar y la columna. Diferéncianse ambos, como es sabido,.en que el segundo es macizo y el primero relleno y revestido de un paramento, cosa que se repite en otros estilos y épocas posteriores. Aquéllos son prismáticos, pero se les mata las aristas, habiéndolos hasta de veinte caras. Todos los soportes están cerrados por un capitel, y los hay de seis tipos: de campana vuelta hacia arriba., de campana en su posición natural (no se conoce sino un solo ejemplar), deJlor de loto abierta., de loto cerrado., como flor en capu- lio, de cabeza de mujer ó hactórieo (de la diosa Hactor), y, en fln, el de Nectanebo, que lleva esculpido un templo en miniatura y que sólo se emplea en las dinastías saítas, siglos VIII, VII y VI (a. de J.). Pig. 68. Pigs. 69, 70 y 71. Capitel egipcio. Plores de "Oto. 29. Género religioso.—Se dividen las obras principales de este género en tres períodos: el 1.° comprende los tem- píos para los reyes de las primeras dinastías de Tebas, los cuales edificios han desaparecido; el 2.° comprende las di- nastías de la XI á la XVII, correspondientes al Imperio Medio; y el 3.°, de la XVII en adelante, que es de ex- traordinario desarrollo artístico. El Templo de la Esfinge, del primer período, fué descubierto hacia el año de 1853. Las arenas ocultan la fachada. Lo que se ve tiene de par- ticular que es acaso el fínico ejemplar de construcción no pintada. Pertenece quizás á las capillas funerarias de las pirámides, resto del arte más antiguo de la época menfí- tica, en la parte central de Egipto. Del tercer momento son Luksor, Karnak, Benihasam, de época en que los egip- cios salen para invadir la Mesopotamia y el Asia Menor, 2.000 años antes de Jesucristo, Se componen los templos egipcios en general, y los úl- timos citados en particular, de una cámara, donde se coloca la divinidad en nn nicho enteramente obscuro, re- servada al sacerdote ó faraón; delante, la sala hipóstila, sostenida por columnas, donde se reunían los sacerdotes; más adelante aún, el claustro jiara el pueblo, con galerías cubiertas, también sustentadas por columnas; y para que el público no llegase á ver las ceremonias, se interponían — 104 — altos muros entre ambos cuerpos. En la jiarte posterior colocábase la morada del faraón, y alrededor de ella se agregaban adosadas algunas construcciones, que venían á ser como capillas, bien para un fin religioso ó para tumbas. Precedían á todo este conjunto los pilones ó 'propileos (citados antes), y calles de Obeliscos y Esfinges, que cons- Fig. 72. Fig. 73. Obelisco egipcio. Obelisco moderno. Figs. 74, 75 y 76. Esfinges egipcia, y del Eenacimiento y modernas. titiiían á veces avenidas de más de mi kilómetro de largo. Los obeliscos, aunque simbólicos según irnos, no parece en realidad ser otra cosa que "los hitos prehistóricos. Las es- finges se dice que son ofrecimientos al Sol, porqne sn nom- fire indica yo hago la luz. Los pilones son macizos de fá- Lrica, en forma de torre piramidal trancada, con una puerta en medio; y en ciertas hendiduras verticales que los cortan, se colocaban mástiles con banderas ó gallardetes, sobresaliendo por encima de la terraza. De los principales templos sólo citaremos el de Karnak, — 105 — cuya sala hipóstila tiene columnas que miden 17 metros de alto, y el tamaño aproximado de ella equivale á un bloque semejante á todo el Palacio Real de Madrid. 30. Otro tipo de templos es el denominado Sjjeos, ca- vados en la roca: grutas compuestas de la cámara del san- tuario, habitación del sacerdote, y sala de reunión de los mismos. El pueblo se colocaba fuera; el edificio entero está socavado en la piedra viva, dejando las columnas ais- ladas al vaciar el rededor. En el exterior se colocaban grandes figuras á uno y otro lado de la puerta, que en los de Iksambul, por ejemplo, miden también 17 metros de altura. En este género los hay de tres clases : ó todo el templo dentro de la roca, ó parte dentro y parte fuera hasta la sala hipóstila, ó adosados á la montaña. Por esto se suele distinguir á estas tres clases con los nombres de Speos, Hemispeos y Adosados. 31. Pirámides.—No las hemos estudiado con los Masta- bás y los Hipogeos, por ser tumbas especiales destinadas á los reyes. Pertenecen á la época más antigua de Egipto, esto es, hasta la conclusión del primer imperio tebano, más ^ 1 -r Pirámides de la Iv dinastía. de 3.000 años antes de Jesu- cristo. La construcción de las mismas duraba la vida de un rey. Las más importantes son: Jeos, Jefrén, Menjere y Micerino. La primera, de 146 metros de altura, y las últi- mas de más de 200 de lado en la base. A unos 40 de altura se halla en las pirámides la puerta de entrada á la tumba. Penétrase en un pasillo recto sin pendiente, y de pronto se inclina hasta la base de la pirámide. Este corredor no servía sino Kg. 78. para despistar á los que vi- Forma trapezoidal de una niesen á robar la tumba. En el techo, puerta egipcia, ten- diendo siempre á la pi- sobre el arranque del plano inclinado, rámide. se han encontrado las aberturas que con- ducen á la cámara mortuoria; allí se colocaba el doble y el sepulcro Real. La cámara familiar, á distinción de los Mas- — 106 — tabas, se situaba fuera, unida al templo. Para sustentar el gran peso de la pirá- mide, sobre la sepultura empotrábanse grandes dinteles de trecho en trecho. L·eccíón 20. 32. Escultura y pintura—Ambas artes van enlazadas en Egipto. Las principales estatuas, los principales relieves, están pintados; únicamente dejan de pintarse las escultu- Fig. 79. ras en piedra dura, como diori- Sistema para cuadricular ta, por ejemplo. Con raras excep- fifiiiiinmginiHHi ciones, los templos se pintaban también. Y claro está que para :;ú- 'Y- decorar tan enormes lienzos de — i ( -X 1 pared, no 1 11' podía ejecutar tamaña ' !_' " z obra un solo artista; así es que el maestro pintaba en pequeño el modelo de lo que había de hacerse en un rincón, y cuadriculándolo, lo reproducían los discípulos, aumentando lo que pudiéramos llamar boceto. Algo semejante han hecho después los pintores italianos que han trabajado al fresco. Dadas las ideas egipcias, la decoración del interior del templo responde á todo el orden de sus pensamientos. El techo es el cielo, con sus representaciones pintadas del Nilo celeste, las constelaciones, las estrellas y la barca de Rali; el pavimento figura la tierra, y en los muros lo que hay entre el suelo y el cielo: la vida con todos sus acciden- tes. Cierto que en los templos no se reproducen escenas de la existencia vulgar de los mortales, sino de la sublime del Faraón : sólo contadas veces se hallan asuntos relativos á algún Príncipe, cuya memoria se quiere honrar. Al lado de los episodios de la vida del Faraón se pintan los animales y las plantas principales de la región donde está enclavado el edificio, como si vivificaran la escena re- tratada. 33. Los pintores egipcios eran los escribas^ es decir, que tenían como oficio escribir, pintar y aun esculpir; usaban cañas ó pinceles para los dos primeros oficios, y cinceles más ó menos duros , para el segundo. Dicho se está que no producían otras obras de arte que las decorativas. La pin- tura independiente, llamada de caballete^ no empieza hasta muchos siglos después, según se indicó. Los egipcios conocían desde muy antiguo todos los colores primitivos y usaban casi los mismos útiles para su arte que ios pintores modernos. La historia de la miniatura arranca de las ilustraciones que hacían en los «Libros de los muer- tos». El ideal pictórico de los egipcios consistía en que todo se reprodujese con la mayor determinación posible. Y como los rasgos más salientes de la fisonomía no pueden aparecer tan marcados presentando la cara de frente, los egipcios la colocaban de perfil; pero como, en cambio, la expresión de los ojos no se nota bien pintándolos de perfil, los ponían de frente. Todos los semblantes se hallan de este modo, con raras excepciones. Para conocer la contextura del cuerpo, es insuficiente el perfil, y así pintaban de frente el pecho, marcando los dos hombros y los dos brazos, y la parte inferior del torso, en escorzo á dos tercios. 34. No se conoce ni una sola estatua de los dioses. Se sabe que estas divinidades se movían y aun bailaban; las consultaban los faraones; y los sacerdotes, por medio de ingeniosos mecanismos, hacían que la divinidad demostrase su deseo por el movimiento de brazos, llegando hasta co- locarlos sobre los hombros del Soberano. En la escultura egij)cia lo principal es la cara y la ex- presión individual. Por esto han tratado los animales, se- fialando, ante todo, lo característico y despreciando el por- menor, buscando lo típico, deteniéndose en ello j)ara darle mayor importancia. Así han esculpido ó pintado la cabra, la gacela, los |)ájaros, en el momento del paso ó del vuelo, que hace distinguir inmediatamente los animales; y en la figura liumaua, lo principal j)ara ellos es el rostro: por la cara debe distinguirse al rey del mendigo. 35. Divídese la escultura egipcia en odio períodos: Comprende el 1.° basta 3.500 años (antes de J.); acerca del 2.° (desde la VI basta la XI dinastía), bay una obs- curidad completa; el 3.° abarca de la XI á la XYII; el 4.° desde ésta á la XXII; el 5." la dinastía de los etio- — 108 — pes; el 6.° la restauración saíta, en la dinastía XXVI; el 7.° de influjo griego en la época del Imperio macedónico; y el 8.° de influjo romano en el tiempo de los Césares. Diremos algo de lo más notable de cada uno de estos períodos. Todos los críticos convienen en que la primera estatua del mundo es la esfinge célebre, con su claf^ tallada en la roca del temiDlo que ba desaparecido y próxima á las pirá- mides. Pertenece á la época de la segunda ó tercera dinas- tía, babiendo sido restaurada después en tiempos de To- lomeo y de los Césares. Tenía el cuerpo de león, sumergido boy en las arenas, y cabeza de mujer, y entre sus patas es- taba construido un templo de alabastro y granito, lo cual da idea de sus colosales dimensiones. También pertenecen á este primer período todos los do- bles esculjjidos en madera pintada, ó en calizas pintadas asimismo, y deben citarse el «alcalde del pueblo» y el es- criba, principalmente. Las estatuas de mujeres se pintan de amarillo, y las de hombres de un tinte rojizo, parecido al color moreno. Algunas de estas figuras se ban encon- trado á 20 metros debajo de las pirámides, de veinte años á esta parte. Para demostrar basta qué punto daban impor- tancia á la verdad en la expresión de la fisonomía, diremos que los ojos del escriba tienen las órbitas de metal dorado, la córnea de esmalte blanco, la pupila de piedra negra, y por punto luminoso de la misma un clavo de plata. La figura toda es de caliza pintada. En relieves, deben citarse los seis llamados las Puertas de Osi, cuyas figuras llevan sendas melenas, pues es sabido que los egipcios por razón de higiene y limpieza se afeita- ban la cabeza y se la cubrían después con grandes pelucas. Del .segundo ya hemos indicado que nada puede de- cirse. Al tercero pertenecen las esculturas de Ratpú, y su mu- jer la bella^ que tienen ya cierta esbeltez y expresión, in- dicando un cambio en el arte. Los materiales signen siendo los mismos, blandos, excepto cuando se esculpen estatuas de j)ersonas Reales. En el cuarto período, el tipo de los últimos tiempos es lo colosal, como, por ejemplo, la estatua de Ramsés, de- lante del templo de Karnak, que. mide 20 metros de alto, — 109 — y un pie .de otra estatua, 4. El Obelisco de la plaza de San Juan de Letrán alcanza 36. A esta misma época per- tenecen los grandes relieves. En el quinto nada bay digno de notarse, y en el sexto se presenta un nombre memorable jiara el arte egipcio: el rey Xectanebo. Ee esta éj)oca y reinado sólo se conocen dos estatuas; y, cosa interesante, una de ellas se conserva en el Museo Racional de Escultura de Madrid, muy re- mendada y restaurada; pero en la inscripción del pie se encuentra el nombre de dicho monarca, al cual repre- senta. Del séptimo puede servir de tipo en este período la es- tatúa de Alejandro Magno, hedía con el carácter egipcio de los tiempos tolemaicos. Y en el octavo, por último, de influjo de los Césares, debe indicarse que se esculpen las estatuas de mujer, con el gusto |)ropio de la Venus romana. 36. Artes industriales .—Ya se ha dicho en otro lugar que, aunque defectuosa, la clasiflcación de estas artes se hace por los materiales que emplean ; piedras, barros, vi- drios, marflles, maderas, telas, cueros, metales. Glíptica.—Divídense los trabajos de piedra dura en re- lieve en bulto {camafeo) y en hueco (intagli). Ro existen los primeros hasta los tiempos macedónicos y de los Césa- res, ó, lo que es lo mismo, nacen del influjo griego y ro- mano. Los primeros eran representaciones de personajes ó símbolos; los segundos servían para sellos ó firma de los dueños. Conocían, además, casi todas las piedras denominadas preciosas; y manejaban los egipcios muy finamente el bu- ril, tratando las figuras con escasísimo detalle, para no empequeñecer el asunto; y como para dar en cierto modo un aire más escultórico á los trabajos, marcando lo impor- tante. 37. Cerámica. —Carece de importancia en Egipto, pues construían vasijas ordinarias, conociendo Fig 80 Alabastron, Únicamente el barro común y una pasta al es- tilo de la porcelana tierna, que luego revestían de barniz vitreo, constituyendo esmalte. De esta clase son las estatuillas funerarias, según se ba dicho. Vidrios.—Como no conocían el medio de puri- ficarlo, los objetos que se conocen de esta mate- ria presentan irisaciones; las cuales, si bien son bellas, no tenían ellos intención de producirlas así (como los artistas que después construyeron las vidrie- ras góticas, que hoy nos encantan), sino que no sabían la manera de hacerlos mejor. 38. Ma?-fil.—Apenas se encuentra. No lo desconocían, puesto que cerca estaba la Elefantina; pero lo trabajaban raras veces para utensilios de tocador, aunque los egipcios eran muy dados á las artes de embellecer la persona, usando gran cantidad de pomadas, aceites olorosos para sus pelucas y su perilla trenzada ; y como se pintaban ade- más el rostro, necesitaban muchos adminículos de madera ó marfil para sus tocados; pero es el caso que de esta se- gunda materia se encuentran pocos objetos. , Madera.—Además de para cucharas historiadas y otros instrumentos, la usaban en tres clases de objetos: objetos para guardar (cajas, naos, armarios, cofres ó baúles y ataú- desl; objetos para la comodidad de la posición del cuerpo (sillas, camas, mesas); objetos para dejarse transportar ó transportarse (trineos, barcas, etc.). Todo el mobiliario estaba construido y tratado en forma artística, y deben mencionarse principalmente la nao ó ta- bernáculo que servía de arca, donde estaba el dios en espí- ritu, y aun suponíase que en cuerpo; los altares ó mesa para los ofrecimientos (á veces de piedra); los baúles ó cofres en que encerraban los muebles, armas, etc., que de- bían acompañar á la momia, sin clavazón, sino con ensam- blajes y cuñas de madera; los ataúdes, que afectan la forma misma de la momia por la parte superior, y dé una caja sencilla en la inferior; las camas, de la hechura funeraria que hoy se llama imperial, y los trineos y barcas, -en fin. Todo ello, ó la mayor parte, se conoce sólo por las pintu- ras de las tumbas. 39. Cueros.—Los labraban para asientos y respaldos de las sillas y para almohadones. Admira en los museos que la forma de estos muebles, de 3,500 años ( antes de Jesu- cristo), sea tan parecida á la que hoy mismo se usa. Lo que para los españoles fué una gran industria heredada de los moros, el trabajo de los cordobanes (Córdoba) y gua- damecíes, ellos lo tenían desde muy antiguo. Telas. —Va generalizándose la opinión de que se usaban más cueros que telas. Su telar, en lo fundamental, es lo mismo que hoy, con su lanzadera y su bastidor. Los pocos ejemplares de tela que se conservan no son muy antiguos; muchos, de los coptos posteriores á la Era Cristiana. Y so- lamente de las telas primitivas quedan las bandeletas de las momias. 40. Metales.—Conocieron los egipcios todos, y uno más, que hoy se ha j)erdido, y que llamaron, con nombre griego, electro. Consistía en mezcla de oro y plata nativa, con más de un 20 por. 100 de ésta. Como no tenían moneda propia- mente dicha, reservaban los metales ¡)reciosos, y los no tan preciados para joyas, vajilla y hasta muebles, pues llega- ron á construir tronos de oro. Usaban también el cobre, el hierro, el plomo y el bronce. Las estatuas de este metal, fundidas primero y cinceladas después, son por la regular de época macedónica. Joyería.—Se conservan dos tesoros: uno en el Museo de Bulak, del Cairo, y otro en el del Louvre. Aquéllos no se colocaban en la misma tumba, sino que se han encontrado á alguna distancia de ellas. Según todos los indicios, se re- montan tales objetos á más de 2.000 años (antes de Jesu- cristo). Se compone la joyería egipcia: 1.°, de sortijas, usadas por toda esjDecie de gentes, diferenciándose sólo por su iné- rito y valor. Los hombres las llevaban como firma, pues servían de sello, con la piedra movible montada sobre un eje; 2.°, cadenas, que usaban á manera de collares, con algún amuleto; 3.°, collares (el ose), con símbolos, compuestos de varios órdenes de cadenas y con esmaltes y piedras precio- sas; 4.°, brazaletes ó pulseras, que llevaban indistinta- mente en el brazo ó la muñeca, con esmaltes también de pectorales. Como la mujer egipcia no cubría demasiado su cuerpo, se colocaba en el pecho un gran pee- toral, casi desde la garganta iiasta la cintura, con Hebilla. símbolos, ]3Íedras j esmaltado. En ellos se primera vez el esmalte de tabiqiie, relie- nando el hueco con los coloves, ó cloiso?i7iê, como llaman los franceses á este sistema, que es el más antiguo y primitivo; y 6.°, alfileres ó fíbulas y hebillas. Niimismcdica. — Hemos indicado que los egipcios no usaban la moJieda propiamente dicha, y así es con efecto. Cuando no cambiaban en especies, ¡Dagaban en lingotes de oro ó plata, que cortaban en anillos ó j)equerios cilindros, con una escala de valor convencional, formada mediante determinados pesos. En cuanto á medallas, nada se conoce verdaderamente egipcio. CAPÍTULO IV.—ASIRIA Y CALDEA. r.eceióii 21. 4:1. Frelñninares.—En la región comprendida entre el Tigris y el Eufrates, se hallan estos dos pueblos orienta- les: Asirla al H. y Caldea al S.; región que se conoce con el nombre genérico de Mesoq)otamia. Dos grandes é im- portantísimas ciudades llevan la gloria del arte en estos países: Nínive en Caldea, Babilonia en Asirla. Las razas primitivas más importantes son los huschitas, los semitas y los arias. Los primeros descubrimientos de las ruinas de estos países datan de 1843. La civüización se remonta á más de 3.400 años (a. de J.), siendo el imperio Ninivita el más conocido de antiguo. Aj)arte el espíritu guerrero de caldeos y asirlos, hay mu- cha semejanza en estos pueblos con el egipcio, empezando por la feracidad del suelo, cuyas cosechas daban 300 por uno. Su religión es el sabeísmo ó adoración de los astros ; y de ellos proceden todas las supersticiones del Occidente y las ciencias ocultas de la Edad Media, aun alcanzando hasta nuestros días, pues los gitanos y húngaros conser- van hoy ciertas palabras misteriosas procedentes de aque- lias antiquísimas razas. La lectura de los caracteres cunei- formes, comunes para escribir hasta seis aquella y más parte de Oriente, ha lenguas de resuelto muchos descubierto antecedentes problemas artísticos. y En último realidad, este punto de vista, bajo constituyen Caldea y Asirla un solo grupo. 4:2. Arquitectura.—Yadiemos visto cómo el condicionado arte está por el terreno mismo en blo, que vive cada — cambiando los materiales de pue- 113 — uno á otro dose mismo. y en uno Y existiendo perpetúan- no en citada toda la sino arcilla, casi exclusivamente región de han este de cuantos material ser monumentos se nuestro y estudio. objetos ofrezcan á Todo lo descubierto había (en de ruinas) es de dos los clases: cocidos ladrillo, y al sol ó al horno. Los muy deleznables, se secaban primeros, en los meses llamados abrasadores del ladrillo.¡ de Mayo á Julio. usaban Para unirlos masa de asfalto, rellenando los huecos formar grandes macizos para con mortero de ceniza. cal, que mezclaban á veces con En todo el país no hay sino por excepción traía montículos, y sólo se Por la piedra de las montañas. disposición lejanas del terreno sobrevenían cienes, grandes inunda- y de ellas se defendían en la construcción sistema un de desagüe en los por cimientos. Las formas sobre grandes edificaba plata- que se se taladraban, de alto con unos cilindros, terminados abajo, las por embudos, aguas y las que depositaban en las recogían plén, donde profundidades del terra- se filtraban por las arenas. Este sistema de sistros, ó alcantarillas, admira hoy mismo á arquitectos. ingenieros y De las antiguas fundaciones apenas queda nada; lo se conserva que es en la población árabe de Tello mente. Los muros eran de principal- tres y más metros de dada la escasa consistencia de espesor, los materiales. .Por ción se encuentra excep- alguna que otra vez madera los traída reyes por para sus tronos, y cantando ellos su ria haber cedros propia por aportado glo- del Líbano. ISio contando con materiales enterizos, tuvieron (pie idear arcos, bóvedas y cúpulas: arquitectura curvilínea que rarísima vez se en- cuentra en Egipto y aquí es normal. Las columnas soportar las techumbres, para más que exentas, eran 43. Pero la bóveda caldea pilastras. no es propiamente-tal, sino 8 falsa construida por medio de materiales menudos coIo- , cados en sentido horizontal, haciéndolos avanzar en forma escalonada y rellenando después la superticie cóncava con mano de estuco. Así es que la bóveda se coustruye desde los cimientos no del arranque de los arcos ó de las im- y postas, como se construye la bóveda verdadera, desde Roma á Occidente. Este trabajo, así como el de los arcos y las cúpulas, se hacía cortando los ladrillos con plantillas adecuadas al objeto. Gracias á ellas, pudieron construir arcos sin cimbras. Para subir las personas á las terrazas en Asirla, se hacían escaleras, y para los caballos y carros, rampas. ^ Sobre ellas se construía el palacio de los reyes, cuyo cir- cuito llegaba á dos y tres kilómetros. El recinto era amu- rallado y flanqueado de torres; dividiéndose la morada del Soberano en serrallo para los hombres, harem para las inujeres j jan para las caballerizas. Í4. Las construcciones en Asirla y Caldea eran inmen- sas. En el templo de Jorsabad existía una torre de siete cuerpos, de cerca de un estadio de altura (185 metros), pintados con los siete colores cabalísticos de los cinco pla- netas, de plata y oro para la Luna y el Sol. Se tendrá y idea de estas dimensiones con citar la ciudad de Babilonia, medía más de 500 kilómetros cuadrados. que Si quisiéramos buscar la filiación de algunos monumen- tos españoles de origen heredado de Asirla, citaríamos las cúpulas de Toro, Zamora y Salamanca (catedral vieja): éstas se hallan fabricadas por el sistema asirlo de que hemos hablado, sin duda se hicieron por artistas y que recibieron influjo de Oriente, en épocas posteriores de la dominación de los Sasanidas, durante los siglos iv, v y VI, á la vuelta de los Cruzados. Hay, por ejemplo, un capitel de Jorsabad (de un metro de lado), cuyo adorno ,es enteramente igual al de nuestras catedrales románicas. Y haáta deben señalarse otras analogías como, v. gr., los clavos votivos que se colocaban para rellenar huecos en los monumentos asirlos con su correspondiente inscrip- ción, tienen gran parecido con detalles de nuestras y que iglesias románicas. 45. Escultuea .—Es más importante Asirla que Caldea en este arte, porque los caldeos no tenían sobre qué escul- pir; y los jardines que se han llamado en- centrarse constrnidos colgantes, por sobre los terraplenes, se adornaban con bajo-relieves en alabastro. Se ban encontrado diez estatuas, que conserva el Museo del Louvre, haciéndose remontar la fecha de este trabajo á más de 2.500 años antes de Jesucristo, y están trabajadas en diorita azulada. Pero la negra y estela llamada de los buitres se cree anterior á estas obras. De Caldea sólo se- conservan cilindros; aunque inferiores á los egipcios, no dejan de tener interés, clones por las relativas inscrip- á los antiguos reyes. Servían para sellos se montaban y sobre un eje'horizontal, con un á fin de correrlos sobre mango, una superficie blanda, de cera, por pío. Los había de ejem- ágata, y en sus primorosos en hueco dibujos se repite el Hércules caldeo y asirlo, ahogando un león entre sus brazos. 46. feeilálanse tres períodos en la Escultura de estos pueblos: 1.°, Caldeo; 2.", Asirio, y 3.°, Babilónico de la época de Habucodonosor. En estos pueblos son más frecuentes los relieves que las estatuas, por la razón antedicha de los materiales; y la transición de aquel género á éste se determina por las estelas, ó cipos, y los obeliscos, colocándose Fig- 82. á veces unos y otros sobre un pedestal de gradas. Estos monumentos son más bien históricos que funerarios, porque, según in- dican las ji;;;]® inscripciones de sus relieves, con- memoraban algún hecho de un rey. La -, i estela se reduce á 1||1 una laja ó losa de piedra. Se han encontrado en Asiria hasta exten- siones de dos kilómetros á lo largo de una vía con bajo-relieves, conmemorativos de hazañas reales; y.en la historia de este arte deben citarse primero los del palacio de Nimrnd, los del de Sargón y los de la época del rey Asur-Hazir-Pal. 47. Si quisiéramos reunir en pocas palabras los carac- teres generales de la escultura asiria, diríamos que apenas se coj)ia el desnndo, que se da mucha importancia al estu- dio de las ropas, y que en cuanto á la figura humana, la descuidan, como sucede á los pueblos hebreo y árabe. Los semblantes nada expresan: ni alegría, ni placer, odio. temor, entusiasmo, etc. ; y sólo se adivina' lo que piensan ó representan estas figuras por los ademanes y las actitudes, únicamente cuando copian á los extranjeros hechos pri- sioneros en sus crueles y bárbaras guerras (judíos, por ejemplo), cuando se advierte que tratan el rostro, dán- es cióle cierta expresión. Es rarísimo encontrar relieves que representen mujeres. El rey va siempre acompañado de su — 116 — séquito, pero nunca de la reina. En cambio, es asombrosa la expresión que dan á los ani- males, los cuales esculpen de modo maravilloso, hasta el punto que sólo los griegos llegan á parecerse á los asirlos, bajo este punto de vista. Los animales de su predilección, como pueblo guerrero y cazador, son: el caballo, el perro de las de los y los leones. En las puertas ciudades, palacios y de los templos se colocaban los toros alados, caracterís- ticos de esta región, representando genios;, divinidades ó querubines; y es de notar que estos animales mitológicos cabeza de hombre barbado tienen cinco patas, colocadas con de tal manera, que el que entra por las puertas á cuyos la- dos están, ve quietas las dos delanteras, y al dirigirse hacia la entrada mirando al animal, se le ve como caminando: la quinta pata desaparece luego en Persia. En el palacio de S'argón, en Jorsabad, había 26 pares de toros alados. En las figuras hay que advertir que, á medida que con más cuidado están esculpidas la barba y |)elo rizados, y á medida que son más largas barba y melena, mayor signo de poder representa el personaje. Se parecen las figuras al es- tilo hierático egipcio, aunque no en el traje, que es el mismo que usan hoy los pastores de Mesopotamia. 48. Pixtuea.—Además del estuco que usaban en Asiria y Caldea, existe otro material para decoración pictórica: un revestimiento que llaman esmalte los franceses, y nosotros llamamos azulejos^ y en cuyo género hemos sido maestros 23ortugueses y españoles. Los azulejos de los árabes proce- den de los asirlos, de quienes aprenden el procedimiento de recubrir los ladrillos con vidriados consistentes; de los árabes los tomamos nosotros, y de nosotros se esparcen por Europa. Caldea es la cuna del azulejo de relieve y pintado. Construían grandes zócalos de ladrillo, moldeando primero su relieve antes de cocerlo, y la mejor época de los mismos es la del rey Asur-Nazir-Pal; luego los partían en trozos pequeños numerándolos, y los volvían á cocnr por separado después de pintarlos, y, por último, los unían con asfalto en los revestimientos. En estuco se conservan rarísimos ejemplares, y en general la pintura no puede ser conside- rada sino bajo el punto de vista decorativo, como arte in- dustrial. En los pavimentos y en las ricas telas y tapices había colores vivísimos, que andando el tiempo, heredaron — 117 — los griegos. 49. Artes industriales .—En primer lugar, deben ci- tarse las telas^ aunque no se conoce ninguna auténtica del' tiempo; pero se las distingue en los relieves, donde el dibujo de los bordados es admirable, como lo era el de los pavimen- tos de sus palacios. En Egipto no adquieren importancia las telas hasta que se ponen en relación con Asiria, y los famosos tapices de Persia, que aun hoy mismo tanto se co- dician, no son sino herencia de los primores de Asiria y Babilonia. La cercmica es insignificante por el material, que es barro malo y arcilla, buena solamente para el ladrillo. Se encuentran vasos construidos con barro amasado con paja menuda, y figuritas de la misma materia muy burdas, desde los tiempos antiguos á los babilónicos. Unicamente merecen atención los esmaltes de que hemos hablado más arriba, que se emplean, no sólo en azulejos, sino alguna vez en figurillas. 50. Metales.—El mejor ejemplar de este arte son las puertas de Balajuat, de la época del rey Salmanasar. Ee- presentan toda la historia de las conquistas de este soberano, y son de madera, recubiertas por placas de bronce clava- das y sejiaradas unas de otras por espacios en que queda la madera al descubierto, en forma de franjas. En ella se notan los convencionalismos propios de un arte llegado á todo su apogeo en cierto respecto y que en otros no ha empezado. Así, ni hay perspectiva ni propor- ciones en esta labor de bronce repujado, que parece hija de un niño y á veces obra de un loco. Los caballos en cam- bio son admirables, y pertenecen al segundo momento de la historia del relieve asirio. Es curioso señalar que la forma del casco de estos guerreros se perpetúa hasta la Edad Media en la historia de la indumentaria y el de nuestro Cid es exactamente de la misma hechura. En 'pateras 6 bandejas, las asirías son, por lo general, de influjo egipcio y de industria fenicia importada allí; y enjoyas, casi puede decirse qne no existen, usándose los metales, más ó menos preciosos, para decorar muebles ó carros de guerra, lo mismo que el marfil. Muebles.—Aparte de los carros que acabamos de mencio- nar, sólo puede citarse del siglo ix (a. de J.) una silla, que se supone forrada de tela especie de terciopelo, conservada en un relieve, y que ofrece el interés de ser de forma idén- tica á la que después se usa durante la época clásica en Grecia y Roma. Tampoco conocieron asirios ni caldeos la moneda acu- ñada, sirviéndose en sus transacciones de metales en bruto, como los egipcios. Hasta ahora, al menos, la numismática no ha podido descubrir otra cosa. CAPÍTULO V.—FEUICIA. teeción 51. Preliminares.—Es un pueblo que sirve de lazo de unión á Oriente y Occidente. Se establece al principio en toda la costa de Siria, siendo este pueblo semita esencial- mente viajero, colonizador y mercantii. Toma su cultura de los que conoce y visita, y la lleva á los que descubre. Llega hasta Inglaterra, por un lado, en sus viajes (y aun hay quien supone que se aleja hasta América), y crea en Chi- pre, singularmente, una civilización especial. Inventa el alfabeto fonético como medio eficaz de comunicación de lenguaje y escritura, que es lo que más le interesa para sus relaciones comerciales. De su alfabeto nacen más ó menos todos los de las lenguas clásicas y modernas, em]3ezando por el griego. Fenicia nunca fué original, según lo apun- tado ; hablaba el griego, aunque lo escribía con caracteres persas, á manera de los moros españoles, que escribían á veces el castellano con caracteres arábigos. 52. Arquitectura .—Casi nada puede decirse de arqui- tectura fenicia, tanto por carecer de imjiortancia, cuanto porque lo que se conserva ha sido renovado por civüizacio- nés posteriores. En Cartage y en Tiro, sus principales puer- tos y ciudades comerciales, quedan, sin embargo, vesti- gios de arquitectura civil en la cimentación de sus muelles, en cisternas y otras construcciones de utilidad pública. El arte fenicio puede dividirse en dos grupos: Cartage y Chipre. En la historia del arte español encontramos restos feni- cios. En arquitectura, por ejemplo, se hallan en Cádiz las substrucciones ó cimientos del puerto, formados de gran- des bloques de tamaño colosal, y un sepulcro últimamente descubierto, sobre el cual se ha publicado una monografía; en Coruña, los déla torre de Hércules, reconstruida en tiémpo de Trajano; en la provincia de Albacete, cerca de Anecia, el Cerro de los Santos, de que hablaremos después, y en Baleares, los llamados Talayots, que no son otra cosa que tumbas fenicias en forma circular y de cimentación hecha con grandes piedras redondeadas. Sus templos se reducían á un templete construido en la cumbre de una colina. En él colocaban una fuente, ó bien lo edificaban precisamente donde se hallaba un manantial. Por las monedas se sabe que algunos de sus templos se parecen á los egipcios, al de Jerusalén y á las mezquitas, y todos de carácter monolítico. Los materiales que emplea- han eran sillares colosales, hasta de cien toneladas. Los tipos de las tumbas son: excavadas, un pozo y una escalera que da á una cámara rectangular con nichos y sarcófagos á los ládos, ó un gran pozo y una estela encima ó un obelisco. 53. Escultura .—También en este arte imitan á Egipto y A siria; y así se han encontrado en las estelas de Cartago modelos de figuras en que aparecen el úreo y la barba ri- zada; es decir, dos cosas características respectivamente de los dos países citados. Como pueblo de mercaderes, se apo- deraba en Egipto de los sarcófagos, y borrando inscripció- nes y ritualismos, los sustituía con lo que cuadraba más á sus ideas, utilizando de nuevo tales ataúdes. 54. Del grupo chipriota, que tiene especial carácter, en que el pueblo indígena pone algo de su gusto local, la me- jor colección que se conserva encuéntrase en los Estados Unidos. Nosotros poseemos en nuestro Museo. Arqueológico Nacional^algunas figuras de sacerdotes, y cabezas en que aparece lo que se llama la oHsa eginctica ó arcaica griega, peculiar de la escultura de Chipre. 55. Y del Cerro de los Santos, antes citado, cuenta di- cho Museo con una rica colección de estatuas, sobre cuya autenticidad se ha discutido mucho por críticos y arqueó- logos. No entrando nosotros en el debate, nos limitaremos á reseñar lo más importante acerca de estas esculturas. — 120 — Sus rasgos característicos son una mezcla de influjo asirio y egipcio, con elementos nuevos de carácter local. Por ejemplo, en los semblantes se manifiesta aquella expre- sióu que es un elemento enteramente nuevo ep, la Histo- ria de la Escultura; en la cabeza empieza á desaparecer el tocado antiguo del claf y á ser sustituido por la diadema de tres cintas, y á veces por una especie de turbante. Y se mezcla en ocasiones en una misma estatua el influjo ele los dos pueblos citados, como acontece en un torso, y su ca- beza, de Chipre (en el mismo Museo), en que aquél está tratado á la manera egipcia, y ésta á la manera asirla. Las antigüedades de Yecla, que nos ocupan, fueron estu- diadas en 1860 por el Sr. liada, y en 1871 se hicieron ex- cavaciones, comjDrando el Estado gran número de aquéllas. Llámase al paraje donde fueron descubiertas Cerro de los Santos, por el nombre sin duda que dió el pueblo á las varias esculturas que se encontraban allí. Entre lo descu- bierto existe la planta de un templo griego, y algo que in- dica un observatorio de tipo caldeo; templo que se supone destruido por Teodosio, y que estaba dedicado á la obser- vación de los distintos momentos del día. También apare- ció un reloj de sol, caldeo, que el ingeniero Sr. Saavedra ha llegado á determinar cómo podía manejarse y conocer la hora, reflejándose la sombra de la aguja en un espejo. Encuéntranse también en esta colección dos estatuas, un Iris y un Osiris, de carácter genuinamente español, por el influjo que en todo pueblo dominador ó conquistador ejercen los sometidos ó vencidos. Son de notar asimismo las esculturas que tienen la paloma simbólica, especie de ave fénix del mito antiguo egipcio; un buey en igual es- tilo, y varias figuras al modo oriental de los emperadores sirios, que adoraban al Sol en los primeros siglos de la Era cristiana. Ha habido quien crea que algunas de estas esculturas son visigodas, bautizándolas con el nombre de madres de pied,ra. Por lo que se indica, la escultura fenicia cuatro podría dividirse en períodos: el r.° de influjo egipcio; el el 3.°, más 2.°, asirlo; propiamente fenicio, con reminiscencias el 4.° de grie- gas, y puro influjo griego. 56. Artes — industriales — . Dejemos á un lado — la 121 tura fenicia, pin- que carece en absoluto de importancia. Así como tampoco tiene importancia la cerámica., si se túa lo que se llaman excep- vasos chipriotas. Se no obstante, encuentran, algunas figuritas .en las tumbas, sobre carros ti- rados por tres ó' cuatro caballos, que no dejan de ofrecer algún interés. Lo característico de los vasos chipriotas es el colores dibujo y mates, pues los dividen en zonas decoración concéntricas; que se lia perpetuado en varias de España en la regiones cerámica popular y usual, como com- probarse puede colocando al lado de los mismos, cacharros m o- demos. 57. Vidrios.—Según Plinio, se debe el descubrimiento de esta materia á los fenicios mercaderes de nitro; bien en- tendido que se trata del transparente, pues el color opaco y con ya liemos visto que lo conocían los egipcios. A la nueva clase se llamó en la antigüedad Sidón, y también alabastros á los dedicados á tarros de perfumes. Se cita como el más hermoso de la antigüedad, hasta el el cé- lebre día, vaso Sargón. No soplaban los fenicios estos sino vidrios, que los moldeaban á torno, como cualquier cerámica pieza de hecha en frío. Los esmaltados son del generalmente siglo i de nuestra Era. 58. Metales.—Los fenicios fueron los primeros en tra- bajar las pateras más fa- 83 mosas de 84. los Pigs. y tiempos anti- Patera antigua sin pie, y de patera con pie. guos, plata cincelada, repujada ó dibujada sim- plemente, que son los tres métodos de labrar el me- tal. Sabido es que el pri- mero se reduce á martillar, sobre un molde de piedra dura, la serpentina, por ejemplo; el segundo á labrar lo repujado y afinarlo con buril, y el tercero á dibujar en hueco con instrumento incisivo. En Etruria en Atenas se han encontrado pateras bellísimas. y En cuanto á armas ^ pocas pueden citarse anteriores, al período en que reciben los fenicios influjo griego. Y tocante k joyas venían á ser en su ^ tiempo lo que los alemanes en la época moderna: productores del artículo más barato y de mayor mercado para toda clase de fortu- nas; pero no brillan en la joyería bajo ningún respecto. 59. Glíptica.—También en este arte se dejan influir por el gusto egipcio y asirio en los sellos de cilindro. Se en- cuentran, más que éstos, escarabeos labrados con esmero y finura bajo los influjos mencionados y el griego. 60. Telas.—Adquiere este pueblo grandísima importan- cia en la antigüedad con esta fabricación. A ellos se debe el color de púrpura, que obtienen del molusco denominado Murex; y sabido es que en la historia se ha reputado siempre como notable la púrpura de Tiro y de Sidón. Nicmismática. — Con la moneda propiamente tal, se re- pite el fenómeno del alfabeto fonético (debido, como se ha apuntado, á los fenicios), á saber : que no la emplean va- rios pueblos á la vez, sino que tiene un origen único, de donde se esparce á otros centros y regiones. Los egipcios la ado]3tan, andando el'tiempo, en su historia, tomándola de los fenicios, y abandonando la primitiva costumbre in- dicada. Y este j)ueblo, esencialmente mercantil, la acepta de los griegos, importándola en España, según unos, y se- gún otros, siendo los griegos mismos en sus colonias de Levante quienes la introducen entre nosotros. CAPÍTULO VI.—PERSIA Y OTROS PUEBLOS. , Lección 2S. 61. Preliminares.—Como Fenicia, tampoco es un pueblo original, sino que copia las dos civilizaciones qiie tienen ese carácter (Egipto, y Asiria y Caldea); por más que enreali- dad ha dado muchos de sus elementos al arte griego, y pueda afirmarse que es su contemporáneo. Hasta debería añadirse, en fin, que su arte tiene carácter secundario. En Persia deben dividirse las manifestaciones artísticas en dos clases: la oficial^ j la popular ó nacional. Pertenecen los persas á una raza distinta de las revisadas hasta aquí. Primero hemos encontrado á los kuschitas; luego á los semitas; ahora á los arias, que viven doce, ca- — 123 — torce y hasta veinte siglos antes de Jesucristo, y de los cuales procedemos. Los medos contribuyen á la destrucción del imperio ba- bilónico en el siglo vii, y no se conoce de ellos ningún arte. Sólo se conserva, en opinión de algunos, un cilindro, ante- rior al influjo persa. Este aparece en el siglo vi con Ciro, siendo ya contem- poráneo aquel arte del griego; y sus obras, su civilización, son posteriores al Partenón mismo. Del arte oficial persa, que vamos á analizar brevísima- mente, diremos que no representa el movimiento espontá- neo de una raza y de un país con ideales propios, sino que obedece al mandato y deseo del soberano, que hace impor- tar ó copiar lo de otros pueblos sin carácter nacional. En la época de Ciro, que conquista la Persia, llega ésta á su grande apogeo 340 años antes de J., recogiendo lo mejor que encuentra por todas partes y encargando la construe- cióil de monumentos y objetos copiados de modelos ex- tranjeros. 62. Arquitectura .—Las obras más importantes son los palacios, y las principales regiones y ciudades en que se encuentran: 1.®, Pasagarda (Ciro); 2.°, Persépolis (Darío, Jorges y Artajerges I), y 3.° Susa (Artajerges II). Cons- truyen los persas por otro sistema que los asirlos. Grandes pilares asidos por garfios (como hacen también los griegos) sin mortero y rellenando interiormente los muros con la- drillos. En la manera de cimentar siguen á los asirlos, construyendo una, dos y hasta tres terrazas, sobre las cua- les levantan sus monumentos, tan grandes algunos, que pueden reunir hasta tres palacios. Las techumbres se so- portan sobre grandes pilastras, distribuyéndose la planta cuadriculada, por órdenes de columnas interiores, sin bó- vedas ni arcos, por lo general, como arquitectura adinte- lada. Sobre las pilastras se ven aiin grandes huecos en las- construcciones ruinosas, que corresponderían á las cabezas de las vigas, en opinión de los grandes descubridores mo- demos de la Persia. Lo principal en los palacios ¡es la sala de honor, apadona; j la célebre, cuadrada, del palacio de Darío, tenía 75 metros de lado; algo semejante álas salas hipóstilas de Egipto, existiendo algunas, como la del pa- — — lacio de Susa, sustentada por más de cien columnas. 124 Esto en cuanto á los palacios: en Persia no hay templos; no cultivan este tÍ230 en su arquitectura, porque, dadas sus ideas religiosas, se limitan á elevar un altar ó edículo al aire libre, ya que su religión tiene al fuego como primer elemento de la pureza y todo se purifica mediante él, siendo sus dioses princij^ales Ormnz y Arimán (la luz y las tinie- bias). Los edículos eran torres bajas, huecas, sobre las cuales se colocaban enrejados de caña, depositándose sobre ellos los cadáveres, quemándolos para purificarlos por el fuego; y los restos, después de devorados por las fieras sa- gradas, se envolvían en una ca2)a de cera, enterrándolos en un montículo. 63. Exceptuábanse de este enterramiento los reyes; 2)ara ellos se construían tumbas en el Asia Menor, componién- dose de tres ó cuatro terracitas de grandes piedras, como la tumba de la madre de Darío, en Pasagarda. Hay tam- bién otro tq^o de sepultura para los reyes, semejante á los Hipogeos de Benihasán, cavadas en la roca, con fachadas decoradas, puertas monumentales, y sobre ellas largas inscrij)ciones. Para subir hasta las mismas á los cadáveres, construíanse andamiajes con ciertos ingeniosos artefactos. La columna persa presenta grandes singularidades, imitando la construcción de madera, con bases cuadradas de molduras, fuste estriado y hojas retorcidas en el capitel, colocadas verticalmente; y, en fin, coronando todo, dos ca- bezas de toro ó de otros animales, en forma de zajjata, para sustentar la viga de donde ha de arrancar la cubierta. Este tijjo genuino j)ersa, que hasta da nombre á un orden, es el 2yorsepolüa ó persa por excelencia, encontrándose res- tos en PerséjDolis (véase antes el modelo 24). 64. Es importantísimo ]3ara la historia del arte en Es- j)aña fijarse en la forma de ese ca]3Ítel, que al cabo de muchos siglos vuelve á aparecer en nuestro arte románico. Una iglesia de Avila, del siglo xi, presenta, en la columna $ del parteluz qne divide la puerta, un capitel con dos cabé- zas de cordero, enteramente análogo al en bases y otros accesorios persepolitano; y se encuentran iguales en otras iglesias de semejanzas este tiempo, que hacen pensar que la arquitectura románica tiene filiación persa. Todo lo dicho se refiere á la arquitectura oficial; en cuanto á la popular^ los escritores antiguos las viviendas atestiguan que persas, fuera de los afectaban estilo j)alacios, semejante á las habitaciones asirías, con arcos, bó- vedas, cúpulas, estrechas galerías y pesadas techumbres. 65. Escultuea y piíttura.—De la primera de estas artes sólo hemos de mencionar los característicos toros alados que copian de los asirlos, modificando un tanto la tiara que cubre la cabeza del monstruo, y con sólo cuatro como anteriormente patas, se indicó; y en cuanto á sólo citaremos pintura, los azulejos, prodigiosos esmaltes, muchos de relieve, los cuales se colocaban en los zócalos por el sis- tema narrado anteriormente. Los dos célebres frisos se conservan, descubiertos que recientemente, son del de palacio Susa, de época de Artajerges II, y representan, uno, leones, y otro, arqueros. De esta guardia real de honor, de soldados indios, por sus tipos, proceden sin duda los geni- zaros. 66. Artes industriales — . Los cilindros de la glíptica persa varían poco de los asirlos, j)ero su dibujo es más rí- gido, sin suavidad en los contornos y sin prolijidad de de- talles. Y los vidrios y pateras de este pueblo son, en rea- lidad, de arte fenicio. 67. JUDEA.—Arquitectura.—Nada se conoce, á no ser los varios relatos sobre el templo de Jerusalén. De este edificio semita se sabe que sufrió hasta 120 restaurado- nes, según la reconstrucción hecha por el Conde de Bo- hüet. Hallábase construido en un montículo mil cien años antes de la Era cristiana, fundado por Salomón. Los mu- ros para la construcción de la colina en el monte Moria medían 33 metros por SE. y O.; por el H. había un foso de varios metros de ancho. Las noticias de la Historia Sa- grada nos dicen que Zorobabel lo reconstruye, y así sub- siste hasta Heredes el Idumeo, en el siglo i, que lo des- hace y vuelve á levantar hasta los muros. Los cimientos ya son romanos, representando otro tipo del antiguo. Lo único que se conserva acaso de lo primitivo es la galería de Oriente, de tiempo de Salomón, sitio donde se reúnen los sábados por la noche los israelitas á esperar al Mesías. En los muros se notan ranuras, y los sillares, labrados en forma almohadillada, están unidos con garfios y sin ce- mento. Primitivamente era mayor que en la reconstrnc- ción de Zorobabel. Medía seis estadios (150 metros el es- — 126 — tadio), conteniendo el patio de los gentiles (extranjeros), el de los hombres, el de las mujeres, el de los santos y el del Santo de los Santos. Yenía á ser como riquísima mon- taña edificada en estilo egipcio, asirio, fenicio y persa. Además del templo, hay en Jndea algunos monumentos de época macedónica y romana, y los sepulcros de los Pro- fetas de época posterior. 68. Artes industriales .—Sólo se conoce el famoso can- delabro de siete brazos, del templo, copiado en el bajo-re- Heve del arco de Tito en Poma. 69. LOS HITITAS.—Antes de terminar esta región de Oriente, deben citarse, siquiera sea de jiasada, las regiones de Siria, Capadocia y Asia Menor. Los principales puntos donde puede estudiarse el arte de estos pueblos son : Carqnemis y Malac. 70. Arquitectura .—Tipo parecido á Chipre: construe- ciones en piedras grandes como Persia. En varios sitios del Asia M'enor se encuentran tumbas cavadas en la roca y montículos; aquellas excavaciones son á la manera de Hi- pegeos, con las fachadas labradas. Puede servir de ejemjilo la de Tántalo, en Frigia, y los sepiücros de Myra. En to- das estas tumbas, lo característico es la semejanza á la construcción en madera, aunque son de piedra. 71. Escultura — . Xo ofrece este arte otra particulari- dad en estos pueblos, sino que las figuras esculpidas en las rocas cubren sus cabezas con capacetes, y calzan botas de puntas levantadas, que recuerdan estas dos partes del ves- tido en la Edad Media. También es digna de mención la famosa inscripción de Ciro en una roca. CAPÍTULO VII.—EL EXTREMO ORIEXTE. L·eceión 72. La crítica moderna lia señalado en la Historia del Arte dos corrientes, ó dos direcciones enteramente distin- tas. Comprende la primera la que nace en Egipto, el pue- blo más antiguo de la historia de la humanidad, j llega hasta los países más occidentales, á través de civilizado- nes sucesivas, heredándose unos á otros pueblos. De esta dirección ó corriente son hijas todas las naciones mo- dernas. La otra dirección, que también arranca de aquellas apartadas regiones, comprende, según los críticos en la materia, á los pueblos que en vez de influir de una ma- ñera positiva en el Occidente, caminan siempre en direc- ción oriental, formando un grupo en la historia del arte que se conoce con el nombre de Extremo Oriente. Los paí- ses que abarca son : India, China y Japón. También se agrega á este grupo la América precolombina ó anterior al descubrimiento de Colón. Aunque no hay una razón todavía bastante justificada para agrupar con los tres pueblos primeros el nuevo con- tinento y la Oceania, es lo cierto que las obscuridades de la Historia explican que se incluya el arte americano y oceánico en ese grupo, hasta tanto que descubrimientos nuevos vengan á aclarar todo el misterio que envuelve ac- tualmente á estas dos últimas partes del mundo. 73. Dividiremos, pues, la Historia del Arte del Ex- tremo Oriente del siguiente modo: 1.°, India; 2.°, China; 3.'', Japón; 4.°, Varios pueblos oceánicos, y 5.°, América. Y los incluímos como un paréntesis al terminar el -estii- dio de Oriente antes de entrar en el período clásico, más que por una razón de método, por la posición que ocupan; y como si tomásemos por plinto de partida el Egipto, si- guiendo la marcha de la Historia desde Oriente á Occi- dente, por una parte, y desde Egipto hacia el extremo Oriente, de otra. A toda esta dirección daremos extensión escasa, no porque carezcá de importancia, sino porque no tiene influjo bien determinado respecto á la historia de nnestra civilización y de nuestro arte. 74. INDIA.—Preliminares.—La parte de Asia de esta región ofrece la singularidad, bajo el punto de vista de sn suelo, de contener todos los climas del globo y todos los ]3rodnctos; y bajo el punto de vista de sus habitantes, comprender ó haber comprendido todas las razas. Así, por ejemplo, en la India se encuentra desde las nieves perpe- tuas hasta el calor de los trópicos, y en su fauna y en su flora, desde los animales que viven en los hielos, hasta los que sólo subsisten en el centro de Africa; desde las plantas que sólo pueden germinar bajo intensísimos fríos, hasta las palmeras, que requieren ardiente clima. País por extremo fértil, ha ¡Droducido en sus habitantes la voluptuosidad y sensualismo de los pueblos africanos; y el espectáculo constantemente grandioso de aquella re- gión dió origen á que en la India naciera vigoroso el es- píritu filosófico y metafísico. Todas las razas han poblado la India: negros, blancos, cobrizos y amarillos. Y de las últimas de sus invasiones, de los arias, proceden casi todos los pueblos de Europa. Bajo este punto de vista sigue siendo exacta la frase usual de que la India es la cuna de nuestra civilización. Los Vedas, acaso los más antiguos libros que se conocen, son origen de las creencias y leyendas del Norte y Sur de Europa. El arte indio no tiene la antigüedad que por espacio de mucho tiempo se ha creído. Sus primeras manifestaciones no son de época anterior á 250 años antes de Jesucristo, y los monumentos más notables proceden de la dominación del rey Azoka. Anterior á Buda no ha llegado hasta nosotros la tradi- ción artística de los principios indígenas ; mientras dura el budismo, siendo religión dominante, las construcciones monumentales mantienen un carácter normal; pero cuando el brahamanismo vuelve á imperar más ó menos, sufre una metamórfosis conapleta, desapareciendo la austeridad búdica, y convirtiéndose la Arquitectura, por ejemplo, en una profusa ornamentación llena de originalidades fan- tásticas; y hasta los tiempos modernos, sin obedecer á tradiciones constantes, se ve el arte indio cambiando siempre, pero en la dirección de la riqueza del adorno y sin volver á la sencillez que hemos quisiera indicado, como representar si se en la de formas arquitectura toda la variadísimas exuberancia que la lias naturaleza ofrece comarcas. en aque- 75. Aeqüitectura dos mil .—Comprende su historia una años. La vida de primera nota mento distintiva indio de todo monu- es el carácter mente todo religioso. Directa ó relaciona indirecta- se — con la 129 — terráneos tanto cavados religión, en los sub- en la al roca, como en aire los libre. edificios erigidos Las construcciones indias grandes pueden dividirse en estos grupos, que son los trucciones indicados, á saber: al aire libre 1.°, cons- ; 2.°, construcció- nes subterráneas, y 3.°, construcciones rig. 85. que íip' articipan de uno y otro carácter. "I® construcción n snb- 7b. n 1 Columnas conmemorativas. T terranea mdia. —Las Sacnflcio de la altura; que se predominio conocen en las orillas del Gan- profundidad, ges y en los puntos de Bita- ri, Delhy etc., fueron y elevadas á la Buda gloria de por el rey altos A^oka, y remedan los bambúes. En mismo general obedecen á un modelo, viene y su altura media á ser de 12 metros por tres de ' ancho; en la base, el fuste tiene " " un galbo acentuado, y están coronadas á por un de cam- pana, veces invertido capitel y decorado. En ellos el muchos de adorno siempre indica influjo asirio-babiló- nico, que acaso se debe al Fig. 86. dro paso de Magno Alejan- aquel Capitel indio. por país. 77. Tumbas.—Se reducen á un simple tú- mulo circular colocado sobre una terraza cubierto y por una cúpula. Llámanse ó sea cubrecuerpos dagops, ; porque en ellos existía una cámara destinada á encerrar de Buda reliquias mismo, y el soberano antes citado se dice llegó á construir hasta 84.000. A veces están de rodeadas columnas como las descritas, y las de hay lujosas como la Sanchi, con cuatro mada pórticos decorados la de y anillos cúpula for- superpuestos. En los de estas Ceylán construcciones paramentos son un estuco imitando El mármoles. material usual de las terrazas es el ladrillo. El dagop 9 de Tluparamalla es iino de los más antiguos del arte indio, y tiene 14 metros de altura; pero los hay de más de 40. 78. Grutas. — Los discípulos de Buda, imitando al retiraron á las montañas para entregarse á la maestro, se vida contemplativa, y vivían, primeramente, en grutas, en después en subterráneos, ya unidos congregación, creando verdaderos conventos ó viharas^ formados de mu- chas naves con capillas y celdas alrededor. El templo, pro- unido al convento subterráneo, es de píamente dicho, plano rectangular, en uno de cuyos lados menores se encuentra al fondo nicho semicircular dedicado á uua un gran imagen colosal de Buda. Este nicho constituye un dagop. El or- nato de estos templos en los conventos búdicos es sencillo, así como el de los pilares que los sustentan. Los brahmanes adoptan los mismos tipos de templos subterráneos que los budistas, y la mayor parte se encuen- tran excavados en las montañas de Salseta y Elefanta forma (Bombay). El adorno en los templos de esta secta A contraste con los de la anterior por el lujo y riqueza. veces, las puertas de estas construcciones, socavadas en la piedra viva, tienen dimensiones extraordinarias, pasando de 40 metros de luz, y en ocasiones, hasta más de 70 de Los exteriores están adornados de inmensos alto. pórticos todo esculpido con un estilo fantástico, reme- elefantes, y dando formas orgánicas más bien que geométricas. 79. Pagodas.—Es grande el número de los templos erigidos en el culto de Brahma y que se denominan pago- das (casa santa). La época de su fundación no se remonta más allá de la Edad Media. Vienen á ser construcciones completas, á la manera de los templos egipcios, y se eri- aire libre. Se com2:)onen de un recinto exterior ó gen al muralla con puertas un que recuerdan algo asirlo; segundo recinto interior encierra el templo principal y la cela des- alfiu- tinada al dios, y finalmente, hay capillas, baños para clones, galerías y hasta mercados. secta intermedia entre budistas y brahma- Los JaÁnas, nes, también han construido numerosos templos, con ca- se une rácter distinto de los anteriores. En estas fábricas á la arquitectura búdica un sistema de cúpulas levanta- das sobre pilares aislados, y cuenta la construcción con atrios, cuyos pórticos abovedados son de gran lujo y be- lleza. En el monte Abu se encuentran mentes de liermosos mònn- ese tipo; el la principal, que data del año era cristiana, 1032 de es de mármol blanco préndente. y de un lujo sor- 80. Escultura .—El budismo no favorece testa este contra las arte. inmoralidades Pro- del dejado á brahmanisme, no ha su paso sino y raras mador representaciones del sabio Zakiamnni, refer- esparcidas en los los nichos excavados las templos-grutas ó en en rocas. En Indostán encuentran algunos sitios del se estatuas al pensador de más de 76 representando citado metros de altas. En ellas el artista se ha sabido nota que dar carácter serio al estando esculpidas de una manera sobria. reformador, aparte de la plástica Aunque escultura religiosa, pocos, hay de histórica; algunos trabajos por citado ejemplo, en el de antes, dagop se Sanchi, conservan escenas marcha triunfal guerreras relativas á la de la nueva religión; están estos ejecutados relieves con una cierta viveza de sentimiento en la fidelidad expresión de la idea. y Mas no se puede decir la India sea país apropiado que para este bien, género artístico; antes representa mejor sus lucubraciones el rrado religioso, propio de género la abiga- secta brahmánica. Como quiera que las creencias del lo dicho, de pueblo indio, no son aquellas según que pueden el y tranquilidad, presentar reposo que es el ideal tico, debieron sentir predominante del los artistas arté'plás- la dificultad de tar la lucha de los genios represen- Brahma malignos y los buenos. significa el principio Además, generador, y en él se asumirá y acabará por aniquilarse todo lo creado. Por esta brahmánica los trabajos escultóricos teología que se ofrecen conocen no grande interés bajo el sólo punto de vista bajo el estético, sí arqueológico ó y histórico. El tipo de la dad divini- se expresa por la repetición ó acumulación de cabe- zas, brazos y piernas. Brahma forma con Visnú trinidad y Siva la sagrada, que preside á otros trece dioses inferió- resten el mundo de los espíritus. A través de los siglos no se ha cambiado el rudo trabajo basto y que se nota en los comienzos de la mánica. escultura brah- Las leyes que presiden á la no son decidas obe- en este j)lástica pueblo; antes el xlero delirio por contrario, un verda- es lo que domina en tales creaciones. Á sin embargo, en la escultura de asunto de la veces, indios vida usual ó de la historia han sabido los artistas describir con cierta sencillez los atractivos de la existencia tranquila y de la delicada poesía que recuerda la lírica de este pueblo. Sobre todo se puede notar esta expresión en un bajo-relieve de Elora, que representa tres figuras de sentadas actitudes que despiertan un sentimiento mujer, en si ellas mismas estuviesen entre- — de dulce ensueño, y como 132 — gadas á los delirios de amoroso éxtasis. Pintura.—En este arte deben citarse los frescos 81. cubren las paredes de las grutas de Bang, represen- que tando unas veces procesiones en honor de Buda, y otras, donde escenas de caza ó de guerra, en colores brillantes, domina el rojo, azul, blanco y negro. Los animales, gene- raímente, están tratados de un modo bastante justo y na- tural. Los indios modernos se han dedicado á la miniatura, estimadas obras en las colecciones de En- siendo muy sus del ropa. En ellas va pasando un poco la representación obras intere- simbolismo antiguo; pero consiguen ejecutar santes los pintores cuando quieren expresar escenas propias de los idilios del país. 82. ARTES DERIVADAS DE LA INDIA: CACHE- MIRA.—El influjo indio se hace notar en varios pueblos, especialmente en este q>aís 2:)intoresco, cubierto de edificios de la más bella época brahmánica. La mayor parte de sus monumentos manifiestan esta influencia en el plano, en en las formas generaleè en la imitación á la construcción y madera. Los elementos propiamente indígenas de la arqui- tectura de Cachemira se revelan en la proporción de los zócalos, en el trabajo de las molduras y en el empleo de estilo griego, transmitidas por los escitas. Los columnas al santuarios están construidos sobre un zócalo rectangular y con ni- adornados por pilares semidóricos y semiíndicos, En- chos y frontispicios en que se casan las dos tendencias. Proba- tre dichos monumentos, puede citarse el de Payach. lilemente es del siglo x de nuestra era. En cuanto á escultura, nada se 2iresenta digno de men- ción que tenga carácter original. NEPAL.—Así como en Cachemira domina el brah- 83. manismo, en esta región impera el budismo, lo mismo que en las dos siguientes. El reino de Nepal, al pie del Hima- laya, está lleno de dagops búdicos, pero construidos con rasgos de fantasía local. Los templos se asientan sobre grandes cimientos, decorados ricamente5 el de Katliman- dii, la capital, es el más importante. En cuanto á escul- TURA, puede afirmarse lo indicado con respecto á ae- QuiTECTüRA, y sólo 86 debe añadir que conservan sus - - escultores, basta 133 el día, gran renombre como artistas en metales. 84. PEGÚ (otro pequeño reino en la bién sigue Indo-China) tam- en arquitectura la tradición búdica. Puede de- cirse que sus edificios se componen de una de miembros colocados aglomeración sobre un gran basamento nal, y que, afectando poligo- al elevarse una silueta van á terminar piramidal, en una punta de lanza de metal dorado. Decoran estos monumentos con colores brillantes des y estatuas de gran- bronce, diestramente labradas. Los con- ventos y otras fundaciones son de madera, por punto neral, ge- pintados y dorados, debiendo una tendencia agregarse que hacia hay China más bien que hacia India. El tem- pío más célebre es el de Comodú, que tiene cerca de 100 metros de altura. 85. JAVA.—Pertenece á los últimos indio tiempos del arte (siglo xix de la era cristiana), cía presentando una mez- de elementos búdicos y brahmánicos. En arquitectura el más importante de sus templos es el de Boro-Biidor, forma que una verdadera montaña de nueve terraplenes super- puestos, en un área de 150 metros cuadrados y una altura de 35 metros. En el dagop central se guardan las reli- quias de Buda. La escultura de Java toma indistintamente sus asuntos de los dogmas de Brahma ó de Buda, y se parece en su estilo á lo que hemos citado con Elora. respecto á También en Java son notables los artistas que tra- bajan el metal, empleándolo en el decorado de las cons- trucciones. Lección 25. 86. CHINA.— Preliminares. Merecería mayor exten- eión de la que vamos á concederle, el arte chino, lo mismo que el japonés, del que más abajo hablamos. Pero la bre- vedad que nos hemos impuesto al recorrer las artes del Extremo Oriente nos obliga á dedicar poquísimas líneas á tan interesantes países. De los tres tipos de construcción primitiva citados an- teriormente (la caverna, la cabana j la tienda), la arqui- tectura china procede de la tercera forma, por los pueblos tártaros que invadieron este territorio. La construcción en - 134 — madera responde sin duda á las condiciones del país para prevenirse contra los temblores de tierra y contra la hu- medad del clima, pareciendo que son más bien instalacio- nes provisionales que edificaciones definitivas. Aunque pretenden los chinos que cuenta su tradición 1.000 siglos de existencia, su historia, en realidad, no jDa- rece que empieza más allá de 2.600 años antes de la era cristiana. Su arquitectura civil es de la más remota anti- güedad, siendo el plano de sus moradas muy sencillo y de un solo piso, iluminado cenitalmente, en madera y reçu- biertos los muros de azulejos ó ladrillos. Las maderas están pintadas siempre de colores, y á veces adornadas con jun- quillos dorados y con incrustaciones de cobre,-marfil y nácar. Los techos, hondos en sus ángulos exteriores, hacia arriba, adornados con campanillas ó juguetes. 87. La ARQUITECTURA religiosa arranca de cincuenta años después de Jesucristo, al introducirse el budismo en China. Los palacios y las pagodas no se diferencian de las casas particulares más que por sus dimensiones ó por la riqueza de su ornamentación. Constan los templos de varios frisos, y á veces una verja dorada rodea la galería inferior. Esta construcción recuerda, en cierto modo, el dagop indio. Deben citarse también, como construcciones características de China, las torres que levantan á grandes alturas, entre ellas la célebre de porcelana de Nankin, de 60 metros de altura. Sabido es que se llama así por es- tar revestida con azulejos, ó, mejor dicho, con verdaderas placas de aquella pasta dura. En las construcciones de utilidad pública, son notables sus canales, así como la ^ran muralla^ de 7 metros ^ me- dio de alto y de ancho, que protege el Celeste Imperio en una extensión de 2.400 kilómetros, y que data de 200 años (a. de J.). De trecho en trecho está flanqueada por torres, y todas ellas construidas de ladrillo y piedra. 88. En cuanto á escultuea , á pintura y á artes indus- triales, bien merecería China un volumen. La dad que demuestra en todos originali- estos géneros llega á la extravagancia, y no Pig. 87. con facilidad pueden los europeos comprender y Cuenco de porcelana apreciar debidamente toda la con de importan- pie de madera. cia sus estrambóticas creaciones. La técnica, sobre todo, causa admiración la por perfección y finura, llevada á la n im io- dad, con que trabajan metales, marfil, porcelana, madera y concha. 89. JAPOIST.—Preliminares. Aunque el carácter de este pueblo se asemeja al del pueblo chino, bien puede ase- gurarse que le aventaja en originalidad, y este (}ue raya, bajo concepto, en primera línea, entre todos los re- gistra la historia que de la humanidad. El rasgo caracterís- tico del arte japonés radica precisamente en no tiene nada que parecido, de una manera directa, con las manifesta- ciones artísticas de ningún otro. Sólo de un modo indirecto en cuanto hereda de China, y éste de otros pueblos del C)riente, se pueden buscar filiaciones en sus Otro de los productos. rasgos característicos del Japón es lleva hasta el delirio que su falta de simetría. Lo que en China apa- rece con frecuencia bajo este punto de vista, en resulta Japón siempre; y lo que en el iiueblo anterior es hijo del capricho, en el pueblo japonés es hijo del estudio del natu- ral, visto de una manera que jamás se ocurrió á nadie ; es decir, que Japón puede afirmarse es el pueblo más esclavo del natural de cuantos existen ó han existido, estudia pero que la naturaleza en todas aquellos formas y aspectos que ningún otro pueblo ha estudiado. Así, por los ejemplo, pinta animales en las posiciones más raras, los, observa desde un punto de vista que no han sido mirados por los pintores jamás; copia el paisaje, el mar, el cielo, en los momentos que sólo á los japoneses puede ocurrirse; en suma, que su imaginación es tal, que llega al desenfreno constantemente, como si el vértigo del loco animase el sentimiento artístico de este pueblo. 90. En realidad, la arquitectura es una derivación de la China, sin importancia; en cambio su escultura en piedra, bronce, metales preciosos, madera, marfil, etc., etc., cada día se estudia más en Europa, sirviendo de modelo en la crisis artística actual, como si pudiese inaugurar su estudio una nueva etapa de gusto estético. En Francia, especial- mente en París, los artistas de toda especie lian puesto de moda el Japón, j desde la literatura liasta la última de las artes remedan algo japonés. Es más: el adorno de los salones, el mobiliario que boy predomina en toda Europa — 136 — por el influjo de Francia, obedece á ciertos principios japo- neses; así es que desde las casas modestamente alhajadas, pero en las que reina una cierta tendencia artística, hasta los palacios de los poderosos, en todas se advierte la falta de simetría, ley de aquel pueblo, y en la mayor parte se encuentran productos de las artes del Japón. Saldría de nuestro propósito insistir más acerca de este punto, y diremos, para terminar, cuatro palabras solamente. El mismo pueblo japonés se ha dejado influir por las co- 88. rrientes europeas, y desde época no Fig. lejana ha Dragón japonés; inti'oducido en su luaiiera de ser costumbres madLl! "^marfil! occídeutales, siu reiiuuciar por ello á sus tra- porcelana, etc. dicloues geuifluas. Lo quc SO dico de China, con respecto á la técnica, es aún más aplicable con respecto al Japón : todos los productos de su ESCULTURA y de sus ARTES INDUSTRIALES estáu maravillosamente ejecutados, y si pudiera des- prenderse el pueblo japonés de su tendencia á la caricatnra, de que hace gala y en que es maestro, llegaría á dominar en el gusto con- temporáneo de Europa. 91. Emplean en la pintura procedimientos y colores enteramente suyos, y en el género que se llama lacas son habilísimos. Los albums japoneses resultan siempre inte- Fig. 89. resantes ; desde los papeles ordinarios de uso Pote japonés de frecuoute, hasta los que pintan para conservar porcelana. y con idea artística, ofrecen para los dibujantes más y pintores ancho campo de estudio. Lo que llama la atención en ellos es la seguridad y concisión de las líneas, y la expresión justa y adecuada del pensamiento. Así, por ejemplo, sin conocer la vida interior de este pueblo, sólo mirando sus escenas pintadas, se adivina al punto la significación de cada uno de los per- sonajes y la acción misma en que intervienen. para concluir, que Japón Diremos, es el arte más realista sin que se co- noce, que se proponga el japonés simplemente la expresar lo sino verdad, basta bello, complaciéndose en tarla grotesca presen- y^ fea. 92. OCEANÍA.—FILIPINAS.—No se debe mencionar, sobre todo los dejar de por españoles, el arte — 137 — aunque carece de originalidad, filipino, de puesto teres que carac- influjo jn-esenta cbino, japonés y de otros Java, como tantos pueblos, especialmente, y de atempera lo que á la manera ser de los adopta indígenas. Lo que se conserva civilización de su primitiva anterior al descubrimiento de estas islas, que llamaron los españoles de se ducir re- á Poniente, objetos de puede orfebrería^ de cerámica y en todo ello y lo más numismática, antiguo son las agujas tradicionales que usaban las hijas del país en forma de representaban á la diosa flores, y que Lacambini, siempre en su triple aspecto de soltera, virgen esposa y madre. Los arracadas cadenas ofrecen pendientes, y en su labor de notar algún interés, y es que la representación hecha los de símbolos por ó ideas de filipinos sus antiguas creencias, siempre acusa un estudio directo del natural. 93. Está en duda si la moneda fué conocida los fili- pinos (Luzones ó por Maniólas) antes de la conquista paña; por Es- pero en opinión de un el Sr. distinguido hijo del Paterno, puede país, afirmarse que las que se conservan de oro en figura de cono, con letras del alfabeto encontradas tagàlog, en grutas, venían á ser como tativos del signos precio de las represen- cosas en el comercio mante- nían los Maniólos que con China, Borneo, Java, etc. En obras de cerámica propenden siempre, como se ha indicado, á reproducir formas de la flora del Aparte de país. lo mencionado, en aequictectüra, escultura y pintura remedan el arte de los países arriba citados, aun- que sin llegar á la perfección técnica, reconocida como ad- mirable en Japón y China. Merecen especialísima mención sus simos bordados telas, tanto en finí- en seda, cuanto en encajes sobre otros te- jidos. Surte Filipinas á la Penínsiüa de los célebres man- tones llamados de Manila, que son la más rica hermosa muestra y del arte de aquel archipiélago. Europa entera ad- mira dichos bordados, que se usan hoy, no sólo como prenda del vestido femenino, si que también para reposte- ros y cubremuebles. 94. POLINESIA.—Poco puede decirse del arte en esta región oceánica, siguiendo la marcha del Extremo Oriente, de Occidente á Oriente. En las islas del Pacífico correspondientes al grupo de — 138 — Polinesia se han encontrado vestigios de una civilización muy primitiva. Hasta el presente, lo hallado en arquiïec- TURA se reduce á simples superposiciones de hiladas de ])iedras sobre un zócalo ó terraza, y en forma escalonada, piramidal; construidas estas fabricaciones de un modo bas- tante correcto y obedeciendo á un tipo, sin duda, perfecta- mente definido. Estos monumentos son santuarios denomi- nados Moray^ y estaban formados de grandes bloques, y el muro que los rodeaba construido de manera informe. El más notable de los ejemplares conocidos es de la isla de Taiti, conserva hasta diez escalones, con una altura total y de 16 metros. No lejos de esta construcción parece ser que existían pilares colosales como iniciaciones de escultura, representando de un modo burdo figuras humanas de ca- beza tan grande como el cuerpo. CAPÍTULO VIII.—AMÉRICA. Leceion ®6. 'Preliminares. — Los más antiguos monumentos de América indican la existencia de una civilización muy ade- lantada, aunque primitiva, si bien la hacen los críticos contemporánea de las postrimerías de la Edad Media. Aparte los estudios científicos inaugurados por el célebre Humboldt y las monografías que después se han sucedido cierto es acerca de territorios particulares de América, lo que, hasta el día, el conocimiento del arte primario de los pueblos americanos está todavía en sus comienzos. Gracias ála Exposición Histórica celebrada en Madrid en 1892, con motivo del cuarto centenario de Colón, ha empezado á des- arrollarse el estudio de América, especialmente de la latina. J, sin duda, en breve tendremos base más ha- blar del arte del segura para nuevo continente. 96. PERÚ.—Aequitectuea . Las construcciones tadas en tiempo de los ejeeu- incas (siglos xi al xvi de tan J.) presen- un carácter severo. Se distinguen por la materiales magnitud cielos que en ellas se emplean en ocasiones y por la ri- queza cajjrichosa del decorado interior. Dividíanse en tem- — - píos, palacios, hospederías y almacenes 139 reales, levantan- dose sobre terrazas. Empleábase en sus muros la el mármol el piedra, y ladrillo, ora en forma forma ciclópea, ora en regular de los aparejos normales. A la primera de estas clases de muros pertenecen los del famoso del Sol, en Cuzco. Es Templo sin igual la semejanza que se en- cuentra entre ciertos pórticos, como el de Manco-Capac, con otras construcciones griegas. El adorno de algunas puertas, como las de los palacios en ruinas de se encontraban decorados Tiaguanaco, en estilo sencillo y con intención bien definida. En Trujillo también hanse encontrado ador- nos en formas geométricas sobre un muro muy digno de estudio, y en el valle de Cuenca, al sur de Quito, se han descubierto vasos y armas de oro, que revelan una civili- zación tan interesante como primitiva. El adorno de estos objetos es geométrico, generalmente, y sólo por excepción hay alguna forma copiada del reino vegetal. En construcciones de utilidad pública se cita como una de las más importantes, no sólo de América, sino del mundo, una gran vía, cuyos restos se conservan, que atra- vesaba el Perú de N. á S. En un trayecto de 1.100 domina leguas, los abismos y corta las rocas, compitiendo y raudo supe- á los trabajos más atrevidos de la antigüedad egipcia y romana. Se dice que contaba esta vía con puentes de piedra y otros suspendidos á una altura inverosímil, y acueductos, en fin, que surtían á ciudades y sitios Reales. 97. Aunque la prehistoria y protohistoria modernas han producido ya á estas fechas investigaciones muy estimables para tales estudios en toda la América, tanto del N. como del S., es lo cierto que desde el punto de vista artístico no se han considerado con particular atención sino dos centros de la América latina, correspondientes á las dos Repúbli- cas de Perú y Méjico. Los críticos quisieron hallar coin- cidencias llamativas entre las antiguas artes de ambos paí- ses con el arte etrnsco j con el arte indio ó de Java. Apóyanse en los textos de Platón, Aristóteles y otros, y Diocloro de Sicilia, para demostrar que los fenicios debie- ron conocer á América y dejar allí restos de la civilización mediterránea. Por esto explican el parecido de los momn- mentos llamados Teocalis (casa de Dios) con las pirámides — egipcias ó — con el arte de Asirla y de Persia. 140 Dejando á nn lado esta disensión, impropia de nuestro objeto, pasemos á decir algo del arte de 98. MEJICO.—Parece ser que la historia de Méjico, á semejanza de la del Egipto, no comienza con carácter mi- tológico, como ocurre en la generalidad de los pueblos. Y de igual manera que solamente el j^aís del Yilo es el único en la historia del arte que no toma formas de ningún otro, Méjico también, en lo que se refiere á sus ideas, es entera- mente original; pero en sus manifestaciones artísticas no ]3arece inverosímil que se haya dejado infiuir en sus pri- mitivos tiempos precolombinos, por formas acaso impor- tadas. Dos razas dominan primitivamente en Méjico: 1.°, la tolteca, hacia el siglo vi de la era cristiana; 2.°, la azteca, que la vence hacia el siglo xi, y ésta es precisamente la que encuentra y domina Hernán Cortes. A la segunda proba- blemente pertenecen los monumentos que se conocen. En- tre ellos deben contarse los Teocallis citados ó templos, y los palacios. Los primeros presentan decoraciones geomé- tricas, como las de un muro de Trujillo. El Teocalli viene á ser tumba, al mismo tiempo que al- tar ó lugar sagrado para el culto. Su tipo es la pirámide, como la de Guatinco. La ornamentación de la llamada casa de las monjas en Uxmal ofrece el interés de estar mezcladas las líneas geométricas con los motivos de formas orgánicas, tomadas acaso de los primeros oficios de los pueblos primitivos, y se asemejan á los dibujos de los tejidos de aquellos pueblos, con la particularidad de que cubre casi por completo toda la construcción. Este último monumento sin duda fué pa- lacio, y acaso á la vez un templo. Esto en cuanto á arqui- tectura. 99. En cuanto á escultura las colecciones de masca- , rillas enviadas á la Exposición Histórica de Madrid, pro- - lál — cedentes de todos los pueblos americanos, demuestran más ó tpie, menos, se parecen las creencias de la de aquellas mayor parte razas. Lo característico en todos los de arte plástico americano trabajos es que la idea del dios aparece en una representación monstruosa y Lo para producir algunos estéticos espanto. que han llamado lo es precisamente el ideal maravilloso, que revelan las esculturas america- nas. Sirvan de ejemplo la cabeza encontrada en (Perú) el relieve Tiagua- naco y hallado en En Copan una y otro, el adorno (Griiatemala). supera á la figuras mismas. expresión de las 100. CUBA Y PUERTO RICO.—Los,objetos remitidos á la Exposición histórico-americana, citada diferentes procedentes de Cuba veces, y Puerto Rico, forman una colección muy incompleta para j)oder apreciar el arte en nuestras Antillas. Otro tanto puede decirse de los de Santo que proceden Domingo. Pero de aquéllos deben citarse las colleras de piedra de uso enteramente ignorado, como una manifestación ral á varios gene- pueblos americanos, y alguna que otra cabeza de divinidad, como las de Zenú. Los trabajos de escultura en utensilios de piedra no son bastantes para indicar nada original y distinto do lo que hemos revisado á la ligera en Perú y Méjico. CAPÍTULO IX.—GRECIA. Leccíóii ST. 101. Preliminares.—Después del paréntesis en que he- mos estudiado los pueblos del Extremo Oriente, tócanos ahora reseñar la historia de los clásicos, y el primero de ellos, Grecia, pueblo artista por excelencia. Cuando se ha- bla cíe Grecia, no debe entenderse solamente la península Helénica, si que también la del Peloponeso, las islas del Archipiélago, parte del Asia Menor, y por último, la Magna Grecia, ó sea el S. de Italia. Viene á ser Grecia como el eslabón que enlaza Oriente á Occidente, y recibe influjos por la parte terrestre y la marítima; de aquélla, por los arias, y de ésta, por los fenicios. Proceden los griegos de los Pelasgos (2.000 años a. de J.), de los Celtas (1.000 años a. de J.) y de los Germanos (500 años a. de J.). El influjo de Grecia en Occidente depende en parte de los constantes viajes de los griegos, obligados á salir de su territorio á cada paso; porque sabido es que el país no ofrece fertilidad, sus ríos se secan y sus productos se limi- — 142 — tan á la vid, el olivo y el laurel; el Atica, sobre todo, es pobre, y parecen sus ciudades construidas á pico en sus montañas. Hasta hace poco se consideraba el arte griego como en- teramente original; pero hoy se estima como heredero de toda la cultura oriental y como la síntesis y flor de aqne- líos pueblos. Tres momentos corresponden á la civilización helénica en relación con sus pobladores: el pelásgico, el helénico, propiamente dicho, y el fenicio; y los tres pueblos que constituyen la nacionalidad griega, bajo el punto de vista artístico, son: 1.°, los eolios; 2.°, los jonios, y 3.°, los dorios. Los dos primeros pertenecen á los tiempos fabulo- sos, y el tercero á los históricos. Conocemos Grecia por Pausanias, en primer término, escritor del tiempo de Adriano, que recorre el país, y des- cribe sus monumentos, usos y costumbres, como testigo ocular, y por las excavaciones de los ingleses primero, y de los franceses después en el primer tercio de siglo, y más recientemente, por las expediciones de los alemanes. 102. Prehistoria de Grecia.—En la isla de Terasia y en el punto de Santorín se han hecho investigaciones por los alemanes. Es un territorio volcánico que en una de sus sacudidas se dividió en tres partes, y los restos de civiliza- ciones antiguas encontrados se supone que ascienden á 2.000 años antes de Jesucristo; según otros, sólo tienen de an- tigüedad diez y siete siglos antes de la era cristiana. Las últimas excavaciones en otras varias regiones han durado hasta 1885, y lo encontrado en Micenas se reduce á dia- demás, máscaras, estelas y copas, sin influjo oriental. 103. Historia. —A partir del siglo vii (a. de J.), em- pieza propiamente el arte griego en la corriente ática del Asia Menor con influjo oriental, existiendo otra corriente heleno-dórica, que nace de la conjunción del arte de Es- parta y Atenas. Hay clos momentos en el arte griego desde el siglo vii en adelante : 1, aqnel en qne crea sn propia hasta originalidad el siglo iv (a. de J.), y 2.°, el Macedónico. Aqnél es de concentración ó creación de sn vida interior; éste de expansión ó movimiento dirigido al exterior ; al primer ins- tante pertenecen Atenas y Esparta; al segundo llevando Alejandría, Alejandro Magno su civilización á Pérgamo á — — Roma. y Y el momento culminante 143 del arte griego es el siglo v. Los influjos que recibe el arte helénico, aparte de su sello característico individual, son: fenicio, en las indus- triales del siglo vii; egipcio, en sus estatuas de madera; asirio, en la ornamentación, y persa, en la construcción de sus monumentos. 104. Arqüitectuea.—Las primeras construcciones que conocemos son muros ciclópeos; después la acrópolis de Micenas y de Tirinto, con muros también de piedra infor- me, rellenos en los intersticios con cemento, y más tarde los muros pelásgicos, de piedras poligonales; por último, los materiales de los muros se cortan y labran uniforme- mente. Aquí entra nuestra historia del arte griego en España. Tarragona conserva sus maravillosos muros ciclópeos, greco-pelásgicos, que proceden de los siglos x al ix (antes de Jesucristo); algunos los han tenido por fenicios; pero es más autorizada la opinión anterior. En esos muros es digna de citarse la portella ó puerta ciclópea. En las tumbas de Atreo y de Micenas se encuentran cúpulas y bóvedas falsas, del sistema asirio, y se llaman tesoros, porque en dichos parajes se encerraban objetos preciados; hallándose también en el de Micenas animales, capiteles y frisos de igual influjo. En los dos leones que adornan su puerta, han desaparecido las cabezas, sin duda porque fueron robadas, por ser de bronce ú otro metal. Son de época de eolios y jonios. 105. Templos antiguos. —El más primitivo, según las tradiciones, se reducía á un montículo (persa), donde se colocaba un altar y en él la divinidad. Hoy no se conserva ninguno; hay quien supone que eran de metales, otros afirman que de madera, y otros, en fin, de piedra, imi- tando la construcción en madera. Los recientes descubrí- mientes parece que dan la razón á estas últimas opi- niones. 106. Templos posteriores.—Para liablar de ellos, se necesita previamente reseñar los órdenes arqnitectónicos, qne son: 1.°, el dórico-, 2.°, ú. jónico, contemporáneo del anterior, y 3.°, el corintio. El cariátide, el pérsico, el com- jmesto y otros no deben considerarse como tales órdenes — 144 — característicos; y el templo modelo del primero y más an- tigno de aquellos órdenes es el Partenón, obra maestra y compendio de todo el arte griego. La medida proporcional, ó módulo dórico, es 5 diámetros para la altura de la columna. Fig. 90. rig- 91- Fig. 92. Capitel dórico. Capitel pEeudo-dórico. Capitel jónico. Fig. 93. Fig. 94. Capitel corintio. Capitel compuesto. 107. Caracteres del orden dórico. —Arranca la construe- ción de un estilóbato ó terraza, dividida en tres gradas. Por esta escalera no subía el pueblo, porque es sabido que éste no penetraba en el templo; y los sacerdotes tampoco subían por estos escalones principales, sino por unas esca- lerillas practicadas en la gradería. De este plano de arran- que nacían las columnas, sin base. Los fustes no son mo- nolíticos, sino que, á distinción de los orientales, los griegos construyen con materiales relativamente pequeños, y se componen las columnas de varias secciones pseudo cilín- dricas, con tendencia cónica á determinada estriado, altura. El es fuste dejando vivas las aristas las cóncavas; contándose que separan estrías Partenón. generalmente 16 estrías, como en el Aparentemente, el fuste dórico pronunciado; semeja un cono poco pero en realidad aumenta hasta desde el arranque un tercio, y pitel. Este después ensanche del disminuye hasta el ca- fuste, como si fuera — — la presión resultado de 145 ejercida por el de la mina peso galbo. El capitel, techumbre, se deno- por último, es dose de un collarín ó sencillo, componién- pequeña moldura, tres equino nn (casquete esférico), listeles, y coronado un Esto por abaco. en cuanto al soporte; en cuanto á lo por las columnas, empieza soportado por el chumbre, el primer miembro de la te- que es entablamento, de un trabe, friso compuesto un arqui- y una cornisa, denominada cimacio. El friso se compone de dos partes: la vana, ó Esta la la forman las hueca, maciza. cabezas y de las vigas, que llevan tres ranuras {triglifos^, y las cuales, en el sustentan la apoyadas cubierta; la arquitrabe, y parte hueca se cierra placas con denominadas unas metopas. Figs. 95 y 9". Aristas vivas. Fig. 99. A baco y eqnino. Fig. 100. Fig. 101. Triglifo. M etopa. Por la manera especial de cerrarse los per la monotonía rom- de las techos, para en las este fachadas líneas, aparecen en anterior orden, y y posterior, unos triángulos, que JO cierran la techumbre j coronan en punta la fachada; llá- ó se manse frontones ó frontispicios, y sn interior, tímpano, de cada decora con relieves y esculturas. En los vértices frontón se colocan unos pequeños adornos verticales, á ve- ees sobre un pedestal, denominados acróteras ó puntas, más ó menos grandes, y labradas en formas orgánicas ó — geométricas. — 146 Fig. 104. Fig. 102. Fig. 103. i Frontis. Tímpano de frontón Timpano de aro 6 de fachada. ó enjuta. Fig 105. Fig. 106. de Acrótera. Timpano vanos ^puertas ó ventanas). Los principales arquitectos del orden dórico son los que construyeron el Partenón: Ictinoy Calícrates.. 108. Caracteres del orden jónico.—No hay en los tem- píos de este orden estilóbato, y la columna tiene basa, compuesta de toro, escocia y equino; el faste es más es- í belto y delgado, estriado, pero matadas ó listeladas las aristas; el capitel, en fin, lleva un astragale y las volutas tíioicas de este orden, y entre ambas espirales, palmetas, ovas, algas coronando todo un ábaco. Fig. 107. Fig. 108. Pigs. 109 y 110. Toro. Escocia Estrias matadas. . — 147 — Pig. Ill, rs. 112 y 113. Astragalo. 114, Volutas. Pig. Trazado de una voluta. . í Pig. 115. Pig. 117. Algas. Ova ó lluevo. Esto en cuanto al soporte; en cuanto á lo soportado, el arquitrabe está dividido en tres listeles: el friso enterizo, historiado, terminándose el entabla- mento Pig. 118, por un cimacio saliente. El mo- Priso. numento más antiguo de este orden es del siglo V, el templo de Diana, en Efe- so, j su arquitecto Pithios; y también debe citarse en este género la tribuna '' de las cariátides, de igual estilo y época, ^n Atenas. 109. Caractares del orden corintio —Ko difiere esencial- mente del anterior, por punto general, si no es en el tel, el cual capi- va adornado de caprichosas ho- jas de acanto, finamente Fig. 119. dibujadas, y se su- Hoja de acanto. pone- que al principio debieron los capiteles corintios ser de bronce. Es de mayores di- mensiones, relativamente á la columna. Su autor es Calimaco, del siglo v, que era brón- cista ó toreuta, y autor á la vez del monu- mento corágico á Lisicrates, que es el más lindo modelo de este orden que se conoce. 110. Materiales de, construcción.—^En general, caliza, y ■í/- cnanclo qnerían los griegos que sus edificios fnesen muy hermosos, empleaban la caliza cristalina (mármol), qne trabajaban admirablemente, porqne la nota distintiva del arte griego, en todas sus manifestaciones, es la perfección. Tenían gran abundancia de mármoles en Paros y en el monte Pentélico, cerca de Atenas. Unían las juntas con una especie de cemento formado de mármol molido, basta conseguir una superficie tersa en los paramentos. Y los tambores ó troncos de las columnas los juntaban con gar- fios metálicos, ó simplemente adheridos unos á otros sin cemento alguno y por el sistema que se llama ct hueso. 111. Estética visual.—En cuanto á las líneas generales de los edificios griegos, debe notarse que en los vanos el dintel es menor que eP umbral, resultando las puertas y ventanas en forma trapezoidal ; y esa misma inclinación tiende á la pirámide se nota en el conjunto de los mo- que numentos. Se funda esta tendencia á la pirámide en bus- car la estética visual, porque es sabido que dos líneas ver- ticales paralelas parece que se aproximan en el centro, y para destruir este efecto antiestético se construye con la inclinación señalada. Por la misma razón, todas las co- lumnas llevan el galbo de que se ha hablado, y obede- ciendo á los mismos principios, no colocan horizontales perfectas en sus monumentos, sino que las bombean hacia el centro, con objeto de que á distancia parezcan entera- mente horizontales ; de no hacerlo así, resultarían las ho- rizontales matemáticas, vistas de lejos, cóncavas en su cen- tro. Estos delicados detalles de ejecución indican clara- mente el genio del pueblo helénico. 112. Análisis ele un templo.—Dejando á un lado la cía- sificación de los planos indicada en la teoría. cela. ^^í como no homos mencionado la división de Pórtico y los muros por igual motivo, estudiemos somera- mente las partes de que se compone un templo griego: 1.°, el pronao ó pórtico; 2.°, la cámara ó santuario, ó sea la cela donde se colocaba la divinidad, y 3.°, el camarín donde se guardaba el tesoro, denominado opistodomos, sustentado cuatro columnas, generalmente, y en donde se conser- por vaban los objetos de mérito y valor de la ciudad. Cada templo encerraba siempre un simbolismo, como, por ejem- O • • • • • • • • • • • pío, el Partenón, construido en ficaba «la tiempo de virgen ó la Pendes, doncella». sígní- Queda todavía por dilucidar en los dos cuestio- nes importantes la templos : iluminación y la Hay quien policromía., , cree que la mayor no tenía más nación ilumi- que la parte de la puerta; otros estaban teramente piensan en- abiertos; que éstos, que sólo recibían luz |)or late- chumbre, tapando el — vano — por una tela 149 alumbralDan ; alguien, que se por una claraboya central; se defiende algunos que recibían luz por por las en la opinión más razonable metopas, y, fin, parece ser la de que se iluminaban por un espacio comprendido entre la exterior la central de la parte y techumbre, arrojando luz sobre la cipalmente. Todas cela, estas prin- opiniones son hipótesis más ó me- nos fundadas. Se sabe que los templos estaban forma juntados, qué pero se nora ig- en y con qué colores. Por de mu- cho tiempo ha espacio se rechazado la la policromía, según en teoría, está dijimos pero confirmada. La bajo el explicación dada punto de vista estético á la misma, se funda en con aquella luz de que Grecia, aquel ambiente dia- fanidad de y aquella atmósfera, necesitaban los artistas recortar las masas orgánicas (estatuaria) y las tricas inorgánicas ó para edificios, geomé- perfilándolas á fin de que destacasen en el intensísimo azul del cielo y la blancura circundante. Los colores principales hallados hasta el día son: azul, amarillo más ó rojo, menos intenso, y verde. Usábase el primero para fondo de las metopas; el los triglifos segundo dóricos; para el tercero para las figuras ó relieves de aquéllas; el amarillo intenso para los fastes; el en fin, verde, para las hojas de alga en algunas molduras. En el arquitrabe se pintaban los escudos de los vencedores ó lié- roes con sus inscripciones, al modo como se los nitores pintan en las fachadas luego de nuestras catedrales y uni- versidades, para celebrar los grados y triunfos literarios de nuestros doctores. 113. Acrópolis de Atenas.—El alemán Michaelis ha re- construido templos y otros edificios de dicho en 1876. Acrópolis punto significa la punta de la ciudad, y en- tre otras construcciones contenía, de menor importancia al de la colina, el barrio pie de los alfareros ó cerámicos; se ascendía una escalinata cavada en la roca, dejando á nn lado el por templo de la Victoria aptera ó sea sin , alas, como dando á entender qne la victoria se había quedado definitiva- mente en Atenas y sin medios para poder volar. Cerraba toda la Acrópolis el recinto ó muralla, qne contenía mn- chos monumentos, con multitud de inscripciones y escritos; tales eran: 1.° Los propileos ó puerta de honor, según linos, y según otros, puerta fortificada de aquella — parte de — 150 la ciudad donde se quedaban los tesoros. 2.° A derecha é izquierda respectivamente, la pinacoteca (para las pintu- ras murales de batallas y hazañas) y el cecil^ sitio para 3.° Pe- conversar los interesados en ó sobre la vida pública. á qneilos templos para tesoros, como el de Teseo, qne venía ser el patrón de Atenas. 4.° El Partenón. 5.° El templo jónico de Erecteo con la preciosa tribuna de las cariátides^ y otras varias construcciones, en fin, y monumentos, como la estatua colosal de Minerva, que miraba al mar y que servía á los navegantes para orientarse'desde grandes dis- tancias. 114. Edificios para diversiones públicas. — Deben ci- tarse el Gimnasio y la Palestra, el Hqiódromo y el Esta- dio, el Teatro y el Odeón. En Atenas estaban unidas, formando un grupo estas varias construcciones. El Gimnasio, destinado á los ejer- cicios intelectuales y á los corporales, era una planta cuadrada con patio central, pórtico alrededor y cuartos des- tinados á baños y descanso. En la entrada y salida, resjiec- tivamente, acudían Platón y Aristóteles con sus discípulos, discutiendo con los más hu- Pig. 121. mildes ciudadanos. La Exe- Exedra moderna. dra (pórtico semicircular) de Platón se llamaba la Acade- mia, y la elegida por Aristó- teles, el Liceo. La Palestra, para los atletas, era un espa- cío descubierto, con gradería en un lado unido al gimnasio. En otro lado del gimnasio estaba el Hipódromo, para carreras de caballos y de carros, con disposición análoga á la palestra, y el Estadio servía indistintamente para el juego de pelota ó los ejercicios de la danza. Fuera también del recinto de la Acrópolis, en el barrio cerámico, se encontraba el Teatro de Baco, cavado en la roca en forma de anfiteatro, y puede servir de ejem- pío el nuestro de Sagunto becbo por los romanos, pero según las tradiciones griegas del país. Por último, el Odeón estaba dedicado á la música y el canto, y no al dra- ma; pero éste es de época posterior, ya romana, de tiempo de Herodes Atico. Y se diferenciaba del teatro en que estaba cubierto. 115. El Agora.—Llamábase así la plaza pública, seme- jante al foro romano. No siempre era cuadrada ni cerrada por cuatro pórticos, sino que en ocasiones sólo tenía dos, y á veces uno solo. En la de Atenas los pórticos se llama- ban 8toa.¡ y aquí se reunían los filósofos estoicos que no seguían á Platón ni á Aristóteles. 116. Monumentos corágicos.—Llamábanse coregas los atenienses que promovían y costeaban fiestas públicas. El levantado en Atenas en bonor del corego Lisícrates, es un bellísimo modelo de orden corintio. 117. Tumbas.-~ho^ monumentos funerarios de Grecia son muy sencillos. En Atenas se colocaban las tumbas en la muralla de la Acrópolis, con estelas esculpidas ó ins- cripciones; en el Peloponeso eran pequeños edículos; en Macedonia, excavadas en las rocas; en Cirene (N. de Afri- ca) existía una necrópolis notable, y, finalmente, el tipo principal es el Mausoleo de Halicarnaso (Asia Menor), elevado por Artemisa á su esposo Mausolo, construido por Pitbios, siglo IV (a. de J.), y de orden jónico. 118. La casa griega.—Ya se ba indicado que los grie- gos bacían poca vida íntima, viviendo en la plaza públi- ca; de aquí que las casas tengan exigua importancia. Se componían de pocas babitaciones, excavadas en la roca, y nn pequeño pórtico de entrada. Este era el tipo anterior á las guerras Médicas. Posteriormente constaban de tres ^ j)artes principales: 1.°, pórtico de entrada y babitaciones del portero y cuadras á derecha é izquierda; 2.°, un patio, con babitaciones destinadas á las mujeres; 3.°, otro grupo de construcción destinado á los hombres. Independientes de estas partes principales se bailaban otras babitaciones aisladas, dedicadas especialmente á los huéspedes. Lección 228. 119. Escultüea.—Grecia floreció en todas las artes y en todas las ciencias, pero en ni agón orden llegó á rayar en — 152 — la maravilla de las maravillas, que constituye sii j)lástica ; y ni antes ni después se lia vuelto á producñ' algo compa- rabie siquiera á este portento. Y notemos de pasada que el arte más difícil de entender y de saber sentir es jirecisa- mente el escultórico. ■ 120. Division de la escultura.—Se divide la escultura griega en seis períodos: 1.°, orígenes, hasta la primera mi- tad del siglo vii (a. de J.); 2.°, desde aquí á la mitad del vi, donde se inician dos corrientes; 3.°, hasta la mi- tad del v, período arcaico; 4.°, segunda mitad del v, de- nominado siglo de oro por su gran florecimiento; 5.°, pri- mera mitad del iv, en que se cambia el estilo anterior; 0.", hasta los siglos m y ii (a. de J.), ó sea el helenismo, fuera de Grecia. 131. Primer periodo.—Es una época fabulosa, en la cual nace la escultura, unida al culto de las divinidades, siendo éstas casi sólo un poste ; y hay quien piensa que las prime- ras representaciones de los dioses eran de madera, casi fe- tiches, denominándose á estas esculturas de madera Soa- 'jias, y aun las de piedra, tratadas como si fuesen de madera, llecientes descubrimientos en la isla de Délos ofrecen modelos en que las divinidades tienen los brazos y manos pegados al torso y piernas, los pies juntos y los ojos cerrados. De aquí arranca el mito de Dédalo, que abre los ojos á la Divinidad y separa sus brazos, representando la humanización de los dioses. 122. Segundo periodo.—En él hay dos corrientes, orien- tal y occidental, y en ambas se nota la finura con que se esculpe, acaso á consecuencia de que estos artistas eran toreutas, y trabajaban el mármol con la delicadeza del bronce ó la plata. En cuatro puntos se han encontrado obras de esta época: Samos, Chios, Naxos y Creta. Del primer sitio se conservan obras de Teodoro y Teleites; del segundo se cita á Glaucos, que pasa por ser el inventor de la soldadura, nada se conserva de él, pero sí de sn es- caela; del tercero á Byzes, y del cuarto á Hiponios y Skilis. A la tendencia dórica ú Kg. 122. occidental de esta época pertenecen la ma- Relieve dei aueta yoría de los llamados ^ Apolos, que en rea- lidad no son sino estatuas representando atletas, por los cuales se empieza el estn- — — dio del desmido. 153 De la corriente oriental hay, entre otras cosas, nn relieve que repre- senta á Agamenón, con su escudero y su heraldo. 123. Tercer 'periodo.—En éste se distin- guen otros cuatro centros ó escuelas: Pelo- poneso (hoy Morea), Egina, Atica y Asia Menor. Corresponden al primero de estos puntos Esparta, Sicione y Argos. De Sicione queda el nombre del escultor Kanakos, autor del Apolo piombino del Museo del Louvre. De Argos nada se conserva, sino el nombre de Ageladas, maestro de Fidias y de otros gran- des escultores. De la escuela eginética deben citarse sus caracteres: cierta rigidez, simetría en la manera de componer asuntos y figuras, y finura de ejecución. Restaurados por Thor- waldsen, escultor moderno, se encuentran en el Museo de Munich dos frontones de un teuRilo, con esculturas que se atribuyen á Ouatas. Para formar idea de esta escuela, puede estudiarse la Minerva romana que se conserva en el Museo de Escultura del Prado de Madrid, la cual, con no ser griega, es de ese estilo, que también se llama arcaico. Del Atica se conserva el nombre de Endoyos, autor, se- gún algunos, de la Minerva colosal citada, de la Acrópo- lis de Atenas; pero, según otros, aquella Minerva fué obra de Fidias. En relieves del Atica ha de mencionarse la Estela, co- nocida con el nombre de El Soldado de Maratón., esculpida por Aristodemo, de estilo un ¡3000 más dulce que lo demás de la escuela eginética y en el influjo oriental. Y, por último, debe citarse el grupo de Antenóo, que re- presentaba en bronce á los dos tiranicidas Armodio y Aris- togitón, que dieron muerte á Hiparco. Reprodujeron la IDiimitiva escultura, que desapareció, dos escultores famo- sos; Jerges se llevó este grupo á Persia, y Alejandro lo volvió á Atenas. IjO importante es que, según re23utados críticos, tenemos en el Museo del Prado la cabeza de Aris- togitón, la cual es enteramente arcaica. Del Asia Menor sólo citaremos la Tumba de las Ar- pías, descubierta á mediados de este siglo, y que se halla — 154 - en el Museo Británico. 124. Cuarto feriado ó Siglo de Oro (desde 450 años antes de Jesucristo hasta 400).—En él deben señalarse dos grujios y tres escultores jirincipales : Mirón, Fidias y Po- licleto. El primero y el último forman el grupo arcaico, de la escuela dórica, y el segundo es el maestro y fun- dador del grupo ático ó escuela jónica, que en él debe llamarse armónico, porque reúne lo más selecto de todas las direcciones. Hablemos de estos escultores por el orden en que se les ha citado, prescindiendo de los discípulos y contemporáneos de ellos, que con ser grandes maestros, no tienen tanta importancia ni es posible incluirlos en libros como el presente. 125. Mirón florece en tiempos del arcontado de Cimón. De él tenemos El discóbolo, asunto reproducido por escul- tores de su tiempo y posteriores, y de cuyas reproducció- nes se encuentran ejemplares en todos los Museos. Em- pieza con Mirón un nuevo elemento en la escultura, á saber, la gracia; y en la nueva estatua que nos ocupa, se advierte que obedece el escultor al ideal de este arte, que, según dijimos, es el reposo: su mérito estriba en que está sorjDrendido el único instante pôsible de reposo, en toda la serie de movimientos que ejecutaba un atleta 2:)ara arrojar el disco. Ha sorprendido Mirón en su estatua el solo mo- mento tranquilo, de equilibrio, de todos los bruscos y vio- lentos que suponía este ejercicio gimnástico. También de- ben citarse como de este autor, ó de sus discípulos, «el niño de la espina» (pequeño atleta de los que corrían, ó andarines), que se llañaa así por estar sacándose una es- pina de la planta del pie: tenemos una reproducción de él, en bronce, en el Museo del Prado; el luchador «de la gota de aceite», que se está derramando este líquido en la mano, para untarse el cuerpo, antes del juego: se encuen- tran dos ejemjolares, en los Museos de Munich y Louvre. Mirón, por último, era habilísimo escultor de animales, como lo confirma la inscrij)ción ó epigrama de Anacreonte en qne dice: «Pastor, lleva lejos tns ganados; no vayan á creer tns vacas que está viva la de Mirón, y se vengan ha- cia acá.» 126. Fidias.—De Fidias se ha dicho qne hay que estn- diarlo como Fr. Angélico pintaba sus cuadros: de rodillas. Nace y vive en Atenas, de cuyo gusto es legítimo represen- • tante. Fue discípulo del nombrado Agoladas, y no se co- noce nada de su primera ni de su segunda época: en tiempo de Cimón, sólo de la tercera; bajo Pericles quedan algunas de sus obras magistrales. A este tiempo pertenecían la Minerva del Partenón y el Júpiter de otro templo de Olimpia; ambas estatuas eran de oro y marfil, pero no ha llegado hasta nosotros sino el recuerdo. Solamente conservamos del primer genio de la plástica en el mundo los restos de las esculturas del Par- tenón. Sus émulos, cuando tenía más de sesenta años, mur- muraron de él, diciendo que se había quedado con el oro de las estatuas, y entonces las desmontó para que se pesa- ran, expatriándose después á Olimpia. ,En el Partenón trabajó Fidias en los dos frontones, en las metopas, y en el friso interior de la cela ó santuario. Hay dudas acerca de algunos trabajos, porque le ayuda- ban sus discípulos; pero parece averiguado que las figuras del frontón oriental son de su mano; que del occidental dió á sus colaboradores el dibujo y la idea de la composi- ción, lo mismo que de las metopas; y en cuanto al friso, trabajó poco en él directamente, pero es suya la dirección, la composición y el dibujo. 127. Conviene decir cuatro palabras ahora de la histo- ria del Partenón. Se mantuvo intacto hasta los primeros años del cristianismo, en que se abrió en el centro del fron- tón oriental una lucerna ^^ura iluminarlo, quedando dedi- cado el templo á la Virgen, y perdiéndose la parte más im- portante de la obra de Fidias. Al tomar los turcos á Atenas en 1556, lo convierten en cindadela, y más tarde, en mez- quita. En tiempos de Luis XIV, un artista ilustre resta- blece y reproduce todos los dibujos del Partenón, y veinte años después de publicados, en la lucha entre venecianos y turcos, queda destrozada por una bomba la obra de Fidias. — 15G — Más tarde, se machacan los restos de aquellos mármoles para blanquear muros; y, por último, un embajador inglés cerca del Sultán, consigue un íirmán del mismo, para lie- varse á Inglaterra todo cuanto quisiera de los restos del Partenón. Y en 1816 este embajador, Lord Elguin, vendió al Museo Británico dichos restos en tres millones de rea- les, encontrándose reunidos en la sala que lleva el nombre del diplomático. Examinemos ligeramente el frontón oriental del Parte- nón. Por Pausanias se sabe que su asunto era el nacimiento de Minerva; y por varios antecedentes recogidos y por lo que precisamente en España se conservan, se ha podido re- construir dicho asunto. Este dato preciosísimo para la in- terpretación de la obra de Fidias, lo guarda nuestro Museo Arqueológico Nacional. 128. Es un puteal ó brocal de pozo, como se llama vul- garmente, aunque en la antigüedad no servían estos cilin- dros para tal objeto, sino que eran piedras labradas que se colocaban en los sitios donde caía un rayo para perpetuar el hecho, de buen augurio, como significando en cierto modo el descenso á la tierra de la fuerza de Júpiter. Procede este puteal de la colección ya nombrada de la reina Cristina de Suecia, comprada por Garlos III, y estuvo instalado en la Moncloa, sirviendo en los jardines como j)e- destal para fiores; es romano y de época decadente; pero un eminente crítico extranjero en 1880 aseguró que era el mejor dato y ejemplar conocido para recomponer el centro del tímpano del Partenón. Corren alrededor las siguientes figuras en relieve: Vul- cano, con el martillo con que da el golpe en la cabeza de Júpiter para que nazca Minerva, y está en actitud de quien acaba su obra y se retira. Sigue Júpiter con su atributo de rayos, sentado en su trono de respaldo y su escabel. Después una pequeña Victoria que viene á coronar á Mi- nerva. Luego ésta, armada de todas armas, y, qDor último, las tres Parcas que la acompañan. 129. El mito supone que no dura el asunto ó argumento del frontón sino las horas que median entre la salida del sol y la de la luna, lo cual da unidad á la obra, concor- dando con las tradiciones del Atica. Al N., á la izquierda del espectador, sin recibir más que un solo rayo del sol, á su salida, había una sola cabeza de caballo las perteneciente surgiendo de aguas, y al carro de la de luego dos cabezas, cuadriga Apolo; que se conservan, de la misma; los bue- cos entre unos y otros caballos estaban ocupados por bron- ees dorados, y el fondo de que se azul. destacaban, de Luego seguía la pintado estatua de Teseo, mirando á después otras dos: Ceres Apolo, y y Proserpina, — acuden alna- 157 — cimiento de que Minerva, y en fin la íride ó iba á anunciar el nacimiento mensajera de que Minerva. Al otro lado, en la misma dirección, una pequeña Victoria, otras dos ras unidas y otra figu- separada, representando á las las tres bijas de Parcas, Cécrope, el fundador de Atenas. la Luna, Seguía cuyo torso se conserva, así como los de las ras anteriormente fi^gn- citadas, y los caballos del carro de la Noche hundiéndose en el mar, derecho correspondiendo al án- guio del S. También se conservan restos de estos caballos. Todas las esculturas son de tamaño colosal, ha- bían de ser vistas porque á más de 10 metros de altura. La firmeza del dibujo y la valentía de la ejecución admiran por su hermosura, no habiéndose después repetido nada ble en el arte escultórico compara- hasta nuestros días. 130. El frontón occidental ya hemos dicho que fué des- truído en la explosión de 1687. Así como el asunto del oriental era el mito de la vida, sintetizado con el naci- miento de Minerva (ó Atenas) en el transcurso de un día, se representa en el occidental la lucha de Minerva y Nep- tuno disputándose la Hegemonía: ella presenta el olivo, y él el agua salada y el caballo, en este concurso. Por un vaso hallado en Crimea se ha reconstruido este frontón; y así como en el de Fidias están todas las divinidades que pueden referirse al mar y al Olimpo, en el de sus discí- pulos en el arte están las ^ que se refieren á la vida te- rrestre del Atica con el fundador de Atenas, sus hijas y los dos ríos principales, el Iliso y el Cefiso, y las escultu- ras de Dánae, Venus, y en fin Neptuno y Minerva. De todas estas figuras se conservan restos en el Museo Britá- nico. Todas las esculturas de ambos tímpanos son exentas y trabajadas, lo mismo por detrás que por delante, con igual perfección, por más que habían de producir colocadas el efecto de altos relieves. 131. Tócanos hablar ahora de las metopas del Partenón, obra también de discípulos del gran maestro. Estas meto- Kj,jg. 123. pas eran noventa y dos, y en la los actualidad sólo se conservan diez Una metopa de la lucha de Centauros y Lapitas. y siete: quince en el citado Mu- seo inglés, una en el Louvre y otra en Atenas. Las del lado N. representaban la lucha de los Centauros y Lapitas ; las del E., las de Júpiter y Minerva con los Gigantes; las del O., la de Teseo con las Amazonas, y las del S., episodios de la guerra de Troya. Todas son altos relieves cons- trífidos en trozos de mármol, la- brados separadamente y coloca- dos entre hueco y hueco de los triglifos, cosa que no sucede en el templo de Júpiter en Olim- pia, donde el friso es enterizo y simulada la separación de triglifos y metopas. Estudiadas estas esculturas del Partenón, se advierte cierta ri gidez arcaica qne con- trasta con la íinnra y delicadeza de los frontones, como si fuesen herencia de las escuelas del tercer período (Pe- loponeso). 132. En cuanto al friso qne corre alrededor del interior de la Cela, diremos qne su composición es grandiosa y su ejecución también superior. Es un bajo relieve que repre- senta una procesión de las que se celebraban en Grecia, como resumen de toda la vida helénica: arte, religión, eos- tumbres, filosofía, etc., concluyendo con la apoteosis de Minerva, y se celebraban estas fiestas cada cuatro años en los juegos y certámenes memorables. Esta procesión se llama de las Panateneas. Corría en dos filas, representando esta marcha paralela los lados de N. á S., y partiendo nosotros de Occidente, di- remos que la cierra la caballería regular, y detrás, los jó- venes ricos de Atenas en pelotón irregular , notándose que ni en unos ni en otros caballeros se repite una sola postura v de los caballos ni de los jinetes. Y es interesante citar que habiéndose dicho por algún crítico que ciertas posturas de los caballos eran falsas, varios curiosos, entusiastas de Fidias, lian hecho recientemente fotografías instantáneas de multitud de caballos montados por jinetes que los obli- gaban á todo género de contorsiones; y se ha comprobado que no hay una sola posición de los corceles del friso, que no sea enteramente copiada de la realidad. Lo cual de- muestra el genio verdaderamente colosal del escultor que — 159 — nos ocupa y que no inventaba sus obras á capricho, sino que copiaba del natural y del modelo siempre, haciendo resaltar aun en el movimiento más exagerado la serenidad que ha de resplandecer en las obras escultóricas. Vienen luego los carros de guerra tirados por cuadrigas; los músicos; el ganado, representando la riqueza y las in- dustrias, y los Arcontas, la entrega del manto por la sacerdotisa á Minerva, y en fin. Jas divinidades; Júpiter sentado. Juno, la Iride, Vulcano al lado de su hermana Minerva, también sentados, y Apolo, Diana, Marte, Baco, Neptuno y Venus, de la que apenas, por cierto, sólo resta el amorcillo indicando el sitio donde debería estar la dio- sa, etc. Debe notarse que en el lado de Oriente todas las figuras están paradas, mientras que en Occidente todas en movimiento, correspondiendo á las distintas categorías, edades y condición de las personas; así como los dioses, que deben recibir á la procesión, se hallan sentados, como esperando en el Partenón la llegada de la procesión mis- ma, que se formaba fuera de la Acrópolis, en el barrio Ce- rámico. 133. De las demás obras de Fidias ya hemos dicho que nada se conserva, emj)ezando por las dos célebres estatuas criso-elefantinas (de oro y marfil) representando á Minerva y Júpiter, para los dos templos respectivamente del Parte- nón y de Olimpia. Del Júpiter se asegura que estaba ins- pirado en el momento descrito por Homero en dos versos de la Iliada que dicen: c ó niño de figuras, y el diadúmenos la diadema. Es característico en este gran artistn- que prefiriese siemjDre las la adolescencia representaciones de la la niñez juventud, y á la de los hombres maduros. De la Diana herida^ por último, la del Museo mejor de Berlín. reproducción es la 136. Quinto período.—Primera mitad del de Jesucristo). También siglo iv (antes en este dos escuelas tres nombres período hay y principales: Scopas, Praxiteles y Al- gunos puristas han Disipo. querido considerar á esta de como decadencia; época pero esta exageración ha sido rechazada en general, indicándose tan sólo que se trata de un momento de transformación de los ideales. El tipo de la escultura cambia, en efecto, y empieza la expresión acentuada del semblante, así como la del sentimiento; como si la escul- tura entrase en el campo de la forman pintura. Scopas y Praxiteles un grupo; Disipo otro. cia Aquéllos siguen la tenden- que pudiéramos llamar ecléctica y también armónica : éste la severa escuela dórica. 137. Scopas produjo muchas obras auténticas, firmadas y perfectamente definidas, como todas las de este Entre ellas, período. la estatua de Mausolo, de la tumba citada de Halicarnaso, y parte de los frisos, el cual monumento maneció intacto per- hasta el siglo xii de nuestra era ; j)ero los 'caballeros de San Juan lo destruyeron, piedras transportando las para construir castillos. En 1857 se han reunido muchas de ellas, trasladándolas á Inglaterra. Basta con- templar esta estatua para comprender que ya está tratado todo en ella de distinta manera. Mientras que hacía, á los Scopas hombres dioses, Fidias hacía á los dioses hombres ; y mientras en el siglo v se reproducían con preferencia los 11 dioses supremos, en el iv se representan los dioses inferió- res. Además labró muchos Apolos, y en ellos, como en to- das sus obras, la nota característica es la pasión. Se citan de él más de veinte grupos, y el más famoso el de los Mo- bes. Su asunto es una madre con quince hijos, que ofende á Latona, madre de Apolo y de Diana, y en venganza se — — entretiene ésta con su madre en matar á flechazos, uno á 162 uno, á los. Móbidas y al pedagogo ó maestro griego que acompañaba siempre á los niños. De todas estas figuras, el Nióbida, denominado Ilioneo, es el más notable, encor- vándose para huir de las flechas que le amenazan. ïam- bién es célebre la Céres, sentada, majestuosa y tierna, que por su finura y elegancia podría decirse que pertenece al siglo anterior. 138. Y merecen párrafo aparte dos esculturas, de las más hermosas que ha producido el genio humano, sobre todo la primera. La Victoria de Samotracia (N. del mar Egeo), y la Venus de Milo. En 1863 fué descubierta aque- lia maravilla del arte, mutilada; pero al encontrar después algunos trozos próximos á la figura, se ha restaurado en parte, y se encuentra en el Museo del Louvre, siendo un asombro de hermosura. La construyó Scopas, para conme- morar el triunfo de Demetrio contra Tolomeo, en el año 306 (antes de Jesucristo). Se halla montada en la proa de una trirreme, y tenía en una mano la trompa de la Fama, y en otra la cruz ó percha en que se colgaban los trofeos gana- dos. Por su arranque y bravura, por la manera de estar tratadas las ropas, por su elegancia y belleza, produce al contemplarla sobre su grandioso pedestal naval, una ver- dadera fascinación. 139. Llámase de Milo á la Venus citada, por haberse hallado en la isla de este nombre y la guarda también el , Louvre. Descubrióse en 1820, y, según todos los indicios, es de mano del insigne artista. Carece de brazos, y se ha interpretado su actitud de muy distintas maneras. Nos- otros conservamos en el Museo Nacional del Prado otra Venus (suele llamarse de Madrid^^ en igual movimiento que la de Milo, pero vestido el torso. Tal es su belleza y el reposo olímpico de su rostro, que se ha creído por bastante tiempo obra de Fidias. láO. Praxiteles.—Así como en Scopas la nota caracte- rística era la expresión de los afectos xiteles lo distintivo dramáticos, en Pra- es la los gracia. Sus asuntos eran relacionados con el preferentes amor: La más célebre de las Venus, Sátiros, Faunos. la llamada de representaciones de diclia diosa es Gnido, cantada por los de dijeron los la escritores poetas, y cual que nadie se sin consideraba haberla admirado venturoso en su La de — — pitolina, la tiempo. la Ca- Borghese, Médicis, la del Vaticano 163 la de decir, las Munich, más y es renombradas, están En Armenia ha descubierto inspiradas en se aquélla. una cabeza de se supone es de la hermosísima bronce, que de Además Gnido, de deben Praxiteles. citarse el Fauno Capitohno, el del y aun hay quien cree Lagarto, que es de su del sueño propia mano la figura que conservamos en el Museo del probablemente procedía de Prado, y la que colección de Frías particular del Du- que en Madrid. Hasta 1877 no se trado había nada encon- auténtico de Praxiteles, sino pero en las excavaciones de reproducciones; Olimpia hallóse el jugando Mercurio con Baco niño, grupo mutilado, ofrece artístico, y que, aunque una gracia con tendencia marcada al reahsmo. incomparable, 141. Lisipo.—Scopas era de Argos, Praxiteles de Lisipo de Sicione. Heredan Atenas, tradiciones la escuela dórica, nuevas, y éste es de pero revolucionario en el sin cer á las arte, obede- antiguas reglas ni procedimientos. Ho admite el canon, respondiendo sus obras á otro suyo, en el las figuras son más esbeltas, que de cabeza más más ligero todo el pequeña, y trabajo. Vive muchos años, y fué de fe- cundidad, atribuyéndosele hasta gran 1.500 estatuas. También era toreuta. Su nombre va unido al de su éste fué el inventor hermano, del vaciado. porque Entre sus obras notables deben contarse el Atleta se limpia la que grasa y la arena después de la pequeña hoz lucha, con la (strigilo), llamado Esta tua, llevada esta- de Grecia Apoxiomenos. á Koma, era tan querida del que una vez que la retiró Tiberio pueblo, de la colocarla plaza pública para en su palacio, se promovió un motín y se á su puesto. De restituyó Lisipo son también varios el llamado Farnesio Hércules, y es de probablemente reproducción romana alguno primitivo, y se le atribuyen, género del finalmente, en el retrato iniciado por él en Grecia, los que repre- sentan al trágico Sófocles, al orador Esquines y á su émulo Demóstenes: basta contemplar esta última hermosa estatua para adivinar, por la manera de tener plegados los labios, que representa á un tartamudo, como es sabido era el in- signe orador. Lisipo fué el único escultor que consiguió de Alejandro Magno que se dejara retratar. Lo reprodujo de diversas maneras, á caballo y á pie, y siempre con la actitud carac- terística del glorioso conquistador: la cabeza inclinada á un lado, y los ojos mirando al cielo. Por último, otra de las obras famosísimas de Lisipo es la cuadriga que decora la parte superior de la fachada de San Marcos de Venecia. Estos cuatro caballos sueltos, de bronce, han sido paseados varias veces. De Grecia son lie- vados á Roma; de Roma los lleva Constantino á Constan- .tinopla; de aquí los traen los venecianos á su capital; Na- poleón I los conduce á París; y finalmeúte, vuelven los caballos de Lisipo, á la caída del coloso francés, á colocarse sobre la fachada de San Marcos. 142. Sexto periodo. (Desde la segunda mitad del siglo iv hasta el ii, a. de J., y que termina con Grecia, considerada ya como provincia romana.)—Comprende el helenismo fuera de Grecia, en que Alejandro difunde aquella cultura por el mundo; siendo los principales centros en que la distribuye Alejandría, Pérgamo y Roma; y en escultura pueden aña- dirse Rodas y Tralles. Prescindimos ahora del primer punto para ocuparnos someramente de los demás. 143. Pérgamo. — Hasta las excavaciones de los años 1881 y 82 no se conocía la importancia de esta región. Desde dicha fecha se sabe que las obras aludidas corres- ponden á la época de la guerra de Pérgamo contra la in- vasión de los bárbaros en el siglo ii (a. de J.); y en memoria del triunfo de un rey contra los galos se erigió el monu- ..mento descubierto, que sollama «el altar de los dioses». A los prusianos se debe la resolución de muchos problemas, merced á estos descubrimientos. Alrededor del altar, en el segundo cuerpo, que estaba colocado sobre gran base, con escalinata, corre un friso denominado la gigantomaquia ó lucha de Júpiter y Minerva con los gigantes. Las figuras son colosales, y grandiosa la composición. Estos frisos los .guarda el Museo de Berlín, y de esta escuela conserva el Louvre, entre otras cosas, una cabeza que se supone de Ale- jandro Magno moribundo, regalo, por cierto, del español iár. Azara. 14:4:. Rodas.—La obra más famosa es el conocido «grupo de Laoconte», estudiado desde principios del siglo xvi en que se descubrió, y que ba gozado de extraordinaria fama. Virgilio cantó el asunto de Laoconte, en el libro ii de la Eiieida. Se conserva en el Museo Vaticano, y es atribuido á tres escultores griegos : Agesandro, Apolodoro y Ateno- doro. Encargada á Miguel Angel la restauración, se negó á ello; y otro artista de segundo orden la completó con aparente acierto, poniendo el brazo derecho á las tres figu- ras. Por vasos griegos descubiertos después, en que se re- produce con exactitud la escena, se ve que la restauración no fué tan acertada. Este grupo es ya de época decadente, y representa á Laoconte, sacerdote, en el momento de ter- minar la guerra de Troya, con sus dos hijos ; y los tres mue- ren luchando por desprenderse de las dos enormes serpien- tes que salen del río á sorprenderlos, como castigo de la divinidad por haberse opuesto dicho sacerdote á un ataque durante el sitio de la ciudad. La importancia de este grupo, aparte su mérito, consisté en que ha servido para que el gran crítico y poeta alemán Lessing fundara en él su estudio sobre la naturaleza de las artes. 14:5. Tralles.—Procede de este centro otro grupo tani- bién muy celebrado: «el Toro Farnesio», más decadente que el anterior. Llámase así porque perteneció á la nobi- liarla familia de este nombre. Representa el momento en que los hijos de Antiope, para vengar la ofensa hecha á su madre por su propia hermana Eirce, sujetan un toro á fin de atar á él el cuerpo de la que insultó á quien le dió vida, y arrastrándola pague su falta con la muerte. Ade- más del bruto, hállanse las figuras de^ Eirce y sus hermanos Cetos y Anfión, atributos alusivos á éste, que se supone inventor de la música, una divinidad y un perro, todo en lo alto de escarpada roca. Mientras en el Laoconte se ob- serva la ley escultórica de la menor exageración posible, dado el extremado dolor físico y moral, en este otro grupo se prescinde del razonamiento, condición necesaria en toda obra de arte; no está razonado que Eirce, en libertad, no trate de huir, y que la escena pase en la cumbre de un pe- ñasco, sitio poco á propósito para sujetar nna fiera; pero esto aparte, la ejecución es muy linda. Se atribuye á los artistas Apolonio y Taurisco, y se encuentra en el Museo de Nápoles, lo mismo que el Hércules Farnesio citado más arriba. Éste grupo fué restaurado también en el siglo xvi. 146. Roma.—La mayoría de los artistas que trabajan — 166 — en la capital de los Césares es griega, tanto en el arte es- cultórico como en las restantes. Hay quien piensa que este período de decadencia debiera estudiarse en la Historia de Roma y no en la de Grecia; pero no debe ser así, porque J.10 hay ningún elemento nuevo y j)ropio en Roma durante los siglos II y I (a. de J.); sino que los conquistadores lie- van á la capital su botín, como el de Sila, que conduce con multitud de esclavos de todas las clases sociales, 240 carros .cargados de despojos artísticos. Con arreglo á lo dicho, las .obras de este período deben dividirse en tres grupos de es- culturas griegas, traídas á Roma: 1.°, despojos a'siáticos: 2.°, despojos atenienses, y 3.°, obras trabajadas en la ciudad de los Césares por artistas griegos, ya esclavos, ya dudada- nos romanos. Corresponde al primer grupo el llamado «Gladiador combatiente», firmado por Agasias, de Efeso (Asia Menor), y que debe apellidarse «el Atleta carrerista», porque los restos que aparecen en su brazo iz- ceutauro. quioi'do j uiauo deroclia, no son res- pectivamente de un escudo y de un arma, sino de los pesos con que co- rrían los atletas para evitar la infla- mación de estas extremidades. «Los Centauros», de los cuales el más no- table es el que lleva montado en el lomo á Baco niño, firmados, y cuyos autores son Papias y Aristeas, de Afrodisia. En el segundo grupo ático deben citarse la «Venus ca- pitolina» (por el nombre de este Museo romano) ; el «Apolo de Belvedere» (por el nombre de la sala vaticana donde se guarda), que es el más perfecto ejemplar, en dibujo y téc- nica, de cuanto se conoce de esta época modelo que puede servir á los artistas para lo que se llama una academia; es- decir, nn trabajo de ejecución intachable, pero que ni con- mueve, ni interesa. La «Ariadna dormida», tenida por Cleopatra y restaurada en el Renacimiento como tal, con el áspid en el brazo izquierdo, y de la cual, por cierto, teñe- mos un hermoso original reproducido en mármol en nues- tro Museo de Escultura del Prado. 147. Deben citarse, finalmente, en el tercer grupo, la — 167 — «Venus de Médicis» (por la familia á que i^erteneció), fir- mada por Cleomenes, contemporáneo de Augusto, y ro- mano, y la «Diana cazadora con el cervatillo», que se con- serva en el Louvre. Para terminar, notaremos aquí la diferencia que existe entre los bustos griegos y los romanos, teniendo en cuenta que son poquísimos los primeros, porque el género del re- trato es menos cultivado en Grecia que en Roma. Aquéllos presentan la cabeza sobre una prolongación del pecho, sin labrar éste y para ser colocado sobre un pedestal ó pilas- tra en formas geométricas, mientras que los segundos tie- nen trabajado el pecho y cortado para ser puesto sobre una pequeña base, formada, por lo general, por fres moldu- ras: dos toros y una escocia en medio. Propiamente griegos, no se sabe de otros, desde Pericles, que los antes citados y los de los Arcontas. Lección 30. 148. Pintura.—En Grecia, en realidad, no hay pintura de caballete. Acaso la hubo decorativa, y se habla de ella por tradición. Lo que nos queda está en los vasos: de aquí la importancia de la cerámica griega. Estas obras, pictóri- cas y escultóricas á la vez, se dividen en figuras ó placas, pintadas ó sin pintar, y cerámica propiamente dicha, arte que participa de pintura y escultura, como ellas mismas se refieren á ésta. Hubo una pintura mural sin duda en Grecia, puesto que en la citada Pinacoteca de la Acrópolis de Atenas se encon- traban cuadros que representaban hazañas de los héroes griegos, y hasta se cita la representación de la batalla de Maratón. Asimismo se habla de otras obras de pintores que no han llegado hasta nosotros. ■ Puede dividirle la pintura griega en tres períodos: 1,°, arcaico, del siglo v, y en cuyo tiempo son famosos los nombres de los pintores Micón y Folignoto; 2 °, elegante, nn el cual brillan los pintores Zenxis y Parrasio, y 3.°, ale- jandrino, en el cual es célebre el pintor Apeles, que tiene, como Lisipo en escultura, el privilegio exclusivo de retra- tar al gran monarca. — 168 — 14:9. Artes industriales .—El mismo carácter que os- tentan todas las obras griegas, la perfección, se observa en estas artes, especialmente en la cerámica. Hasta hace veinte años no se había dado imjiortancia á las figuritas de adorno, como si dijéramos, muñecas ó juguetes; pero los descubrimientos recientes han hecho que se conceda ma- yor atención á tales objetos. 150. Figuras de Tanagra.—Toman este nombre gené- rico tales esculturitas por proceder gran número de ellas, y las más conocidas, de dicho |)unto (Beocia), por más que lian ido apareciendo en todos los sitios donde los griegos influyeron de una manera más ó menos directa: las hay del estilo arcaico y del ático, así como de todas las épocas y -[ieríodos mencionados, siendo algunas verdaderas obras Kg 125 maestras. La importancia de estos muñecos es- Tanagrana. triba eu que uos dau á conocer la vida familiar íntima, mientras que la gran escultura nos im- pone de la vida oficial pública, en creencias, re- ligión, tradiciones, etc. Pero por el género mismo á que pertenecen estas obras, la mayoría corres- ponde al estilo elegante y gracioso de Praxiteles. Los autores de estas estatuillas se llamaban co- roplastas, y reproducían tipos y escenas domés- ticas, lo mismo que los muñequeros de todos tiempos y países, en cuyo arte, por cierto, sobresalen en España, desde el siglo pasado singularmente. Granada, Málaga y Sevilla. ■Construíanse á pedazos; la cabeza y manos, separadamente del torso, dejándose un hueco en la parte posterior, para que se orease y secase el barro. Después se unían los trozos y se cocía la obra; finalmente, se las acababa á buril, ilu- minándolas. Por lo común, no se trabajaba la parte posterior de estas figuras. En cuanto á las placas, hasta hoy se conocen muy pocas (unas 50 en relieve, y otras tantas pintadas), y en tipo fu- nerario una muy celebrada de estilo arcaico, ré^íreseutandò un cortejo fúnebre; venían á ser como exvotos. 151. Ceràmica.—Preliminares.—La etimología de la palabra tiene su leyenda y su historia; y prescindiendo de la primera, diremos que Kéramos significa cuerno., y como de esta materia fueron los primeros vasos, de aqiü tomó el nombre. Tal importancia tenía el arte del alfarero en Gre- — — cia, 169 que no se desdeñan de cantarlo los grandes poetas, como Homero, y á veces, un vaso griego en su género es tan perfecto como en el suyo el Partenón mismo. Hasta el siglo XVII no ha sido bien estudiada la cerámica. Desde entonces se han descubierto hasta 20.000 vasos repartidos en los principales museos del mundo. Nosotros poseemos en el Arqueológico Nacional una bonita colección, y desde esta fecha han dejado de llamarse etruscos los vasos grie- gos, quedando tal denominación para los que pertenecen propiamente á este pueblo. 152. División.—Cronológicamente, se puede dividir del siguiente modo (dejando á un lado la prehistoria): 1.®"^ pe- ríodo, anterior al siglo xvi (a. de J.); 2.°, anterior á los in- flujos orieutales (unos 1.200 años antes de J.); 3.°, influjo oriental; 4.°, vasos corintios; y 5.°, de la Magna Grecia, al Sur de Italia. • Bajo el punto de vista cronológico, no se puede empezar por la prehistoria, porque nada se conoce aún de estos re- motísimos tiempos, en punto á vasos. Del I.®"" período se han encontrado ejemplares en la Troada. Se distinguen los vasos del 2.° por los adornos en zonas y tonos bajos, puntos y rayas, formas geométricas y alguna que otra representa- ción de plantas, mejor que de flores. Del 3.° es el tipo de ornamentación de las pateras fenicias, también con fauna geométrica, y dibujos de animales, gran simetría siempre en las figuras y fondos pálidos. Recuerdan á Asiria, y son de la época homérica (ocho siglos antes de J.). Del 4.° son también d.e estilo oriental, con jinetes y figuras, pero ya con dos y aun tres colores, con figuras negras sobre fondo rojo, y blanco el desnudo de la mujer. Se conocen de estos tiempos (siglos vi y v antes de J.) cerca de 400 nombres de ceramistas y pintores; y es famoso, entre todos los vasos, uno de Florencia, llamado François; y nosotros tenemos en el Arqueológico otro del siglo v, firmado por Andoki- des. Es la época ciüminante de la cerámica, sobre todo, del siglo V al iv (a: de J.). Del 5.°, ya decadente, son los qne ostentan más colores y medias tintas, empleándose con preferencia el oro, por más que en el siglo iv se usa alguna que otra vez, y aparecen vasos para beber de figura de cabezas ó patas de animales. 153. Destino.—Los vasos sirven para miiltiples usos, y — 170 — hasta los hay sin fondo, y que no podrían utilizarse sino para colocar flores ó ramas secas; otros, para regalos y pre- mios á los vencedores de los juegos, como después se ha acostumbrado con los de Mayólica-, otros eran funerarios; y, por último, servían para encerrar líquidos y para beber, empleando los más artísticos en las fiestas á Baco. Í54r. Técnica.—Contribuían á la fabricación de los va- sos dos clases de artistas : alfareros y pintores ; y unos y otros firmaban las obras cuando las creían dignas del arte. Se hacían á torno, menos las asas y el cuello, que se tra- bajaban j)or separado y se pegaban después. Toda la indus- tr'a es de barro (arcilla), y una vez elaborada la obra, se la cocía. Blando así el barro; y después de una primera cocción ligera, el pintor marcaba los contornos en negro, sobre fondo rojo, ó viceversa, y después se le daba la segunda cochura. 155. Formas. — Hay clasificadas hasta 300, pero los principales tipos son: 1.°, ánforas, de forma ovoidea, con dos asas arrimadas al cuello; 2.°, cráteras, más abiertas, y como las poncheras modernas, para mezclar el agua y el vino; 3.'', hidrias ó jarras, con una asa ó tres, sólo para guardar agua, y semejantes en forma á las modernas; 4.°, kilis ó cáliz como las modernas copas abiertas del vino de champagne; 5.°, cántaros, que no se diferencian del anterior sino en tener las dos asas sobre el borde, altas y verticales. Y además, hay otra forma de vasos que pudiéramos lia- mar de tocador, usados para perfuriies, y cuyas dos clases principales son : lequitos y alabastros-, los primeros fuñera- rios siempre, y los segundos toman su nombre de que pri- mitivamente eran de esta materia. En la colección de le- quitos atenienses, de nuestro Arqueológico, tenemos un ejemplar que por sus grandes dimensiones puede citarse como modelo entre los mejores de Europa. 156. Glíptica.—Dejando para más abajo y para pocas palabras las monedas y medallas^ porqne la numismática griega constituye nn vastísimo y "difícil estudio, diremos aquí algo solamente sobre los camafeos y los intagli. En este arte eran también habilísimos los griegos, y se citan como obras célebres el anillo de Policrates cantado por los poetas antiguos y modernos, y el de Alejandro, del artista — 172 — Pirgoteles, camafeo que se conserva aún. Había piedras labradas de grandes dimensiones, y gran parte de los ca- mafeos son del siglo iii. Es famoso el de la Apoteosis de Augusto, que se guarda en el Gabinete de medallas de París. .157. Bronces.—Aunque se puede escribir mucho sobre los de Grecia, citaremos sólo los espejos. Tenían nn mango, y por un lado eran pulimentados, y por otro grabados al grafito, ó sea con contornos acentuados y rehundidos. Tam- bién los había dobles, es decir, que se cerraba la cara pu- limentada entre dos placas. Aunque los hay latinos y etruscos, los mejores son los propiamente griegos. 158. Joyas.—De Grecia proceden los trabajos de joye- ría llamados filigrana, en que por cierto, andando el tiempo, han sido célebres algunas provincias de Portugal, y las nuestras de Córdoba y Salamanca. Lo que da idea exacta de este trabajo, es un erizo de mar, después de seco y arrancadas las púas, quedando las huellas de los círculos en el caparazón. Numismática. — Parece enteramente probado que la moneda procede de Grecia. Según unos en ^Egina, según otros en Lidia, se hacen las primeras á martillo y cuño, y después fundidas en molde. Desde el principio las hay de oro, de plata y de electro (mezcla de ambos metales), po- seyendo un valor normal determinado. En un comienzo afectan forma oval, y luego circular. El emblema varía desde unos puntos hechos, á punzón hasta los admirables bajos relieves que aun hoy son modelo de dibujo y de finura. Hay la opinión entre los inteligentes, de que las primeras monedas datan del siglo vii (a. de J.). Las medallas son de época muy posterior, cuando las artes llegan á nn grado de desarrollo notable. CAPÍTULO X.—LOS ETEUSCOS. L·ección 31. - 173 — 159. Preliminares.—Se ha dicho que hay dos grandes edades capitales en la Historia del Arte: una, la oriental y griega, y otra la cristiana. Pero como quiera que no se pasa de uno á otro período histórico de un modo brusco (como no se pasa del día á la noche), los crepúsculos de la naturaleza equivalen á los momentos de transición en la Historia; y dicho instante de transición, entre la edad pri- mera y la segunda lo representan los etruscos, y Roma, como su continuación. Los etruscos, son de raza Aria, y proceden de los Pelas- gos; y así como unidos los Pelasgos á los griegos forman el pueblo heleno, los Pelasgos unidos á los ítalos forman el grupo etrusco, llamado también italiota. La región princi- pal que ocupan se llama Etruria, en la parte occidental del X. y centro de la península italiana, por más que, en tiempos remotos (quince siglos a. de J.), poblaron con otros pueblos lo que se llama Magna Grecia al S. de Italia. Todo el Arte denominado romano anterior al siglo i (a. de J.) es propiamente etrusco; y sólo desde esta fecha en adelante, propiamente romano. 160. Prehistoria.—Es tan incompleta, como la de la generalidad de los países. Casi se reduce á los objetos en- centrados en los Terramare y en Villanova, cerca de Bolo- nia. En uno y otro punto se parece lo hallado á lo preliis- tórico griego. 161. División.—Los principales períodos del arte etrus- CO, son: 1.°, desde sus orígenes hasta el siglo i de la era cristiana; 2.°, desde esta fecha al siglo v, en que el Arte etrusco domina en Roma, y 3.®, desde esta fecha hasta el siglo X, en que poco á poco va Roma renovando sus artes y manteniendo más bien el gusto clásico, mientras que los etruscos dejan de influir en Roma para hacerlo en Occi- dente. Todo el Arte cristiano, románico y gótico, nace de la difusión del Arte etrusco. 162. Arquitectura .—IsTo se conocen templos; sólo se Fig. 147. sabe de eUos por algunas urnas de barro donde se copian. Eran primero de madera, j en el tipo de los llamados antas. Sobre el pórtico iba un frontón; y como no podían colocar en el tímpano obras de peso, ponían esculturas de barro co- cido huecas. — 174 — De este mismo material se fabricaban sar- cófagos para las tumbas, que son sencillas re- duciéndose á una excavación en la tierra, con techo á cuatro vertientes. En este segundo tipo corre alrededor de la tumba un poyo, sobre el cual se colocaban los sepulcros. La casa venía á ser, como la tumba, también de extremada sencillez. 163. Escultura .—La que hay en piedra es insignifi- cante, y se conserva poquísimo de ella. En bronce sí hay algunas notables, como la Quimera de Florencia. En .ba- rro, el célebre sarcófago del Louvre, que recuerda los ban- quetes funerarios. 164. Pintura .—Ofrece interés mitológico y fúnebre, y los asuntos son dramáticos y movidos con una agitación que jamás se presenta anteriormente; con la particularidad de que, cultivando el retrato, llegan á la caricatura, inten- cionadamente, naciendo, por tanto, con ellos este género, que rarísima vez se ha encontrado en algún monumento griego. De la éjioca de este influjo en la pintura puede es- tudiarse lo que se conserva en Pompeya. Ofrecen las inscripciones etruscas la singularidad de que aun lioy no han llegado á leerse. En la actualidad se han descifrado todos los jeroglíficos y caracteres cuneiformes de los tiempos más remotos, pero la escritura etrusca es todavía un misterio. La pintura, en general, esta distribuida en fajas de amarillo, rojo y azul. 165. Artes industriales .—De cerámica, debe citarse como característico que los vasos etruscos son negros, sin otro color, de varias formas, y con relieves y calados. Pro- bablemente, su color es debido al óxido de hierro que con- tenían las arcillas, las cuales en la cochura se convertían en negras. Los más antiguos son canopos, y descubiertos antes del siglo vii (a. de J.). Las figuras de relieve parece ser que se hacían por el sistema de pasar un cilindro de bronce labrado en hueco alrededor del vaso, estando aún blando el material; y posteriormente al sigdo vi, ya labra- ban á mano dichos relieves. La cerámica etrusca se ha es- tudiado en los innumerables vasos griegos hallados en Ita- lia. Por último, los más modernos, que se suponen del siglo III (a. de J.) son rojos, barnizados de negro, é imi- tando con gran perfección los tonos de los bronces. - 175 — 166. Armas.—Debían ser famosos constructores de ellas los etruscos, por el gran número de las que se cuenta en- viaron en pocos días á Escipión para las guerras púnicas. 167. Espejos.—También sobresalieron en estos trabajos hechos á buril, y en los Cistos (cestas) ó cilindros de bronce, trabajados en una placa extendida y arrollada des- pués, colocándole tapa, pie y á veces mango. En cuanto à, joyas, nada ofrecen de particular, reducién- dose á imitaciones griegas y fenicias. La famosa patera ci- tada de Palestina (fenicia) se ha encontrado en Etruria. CAPÍTULO XI.—ROMA. L·ecclón iiîî. 168. Preliminares.—La importancia de las artes roma- lias está en que de ellas se derivan las de la Edad Media, así como lo romano se deriva de lo etrusco. En realidad, empieza este arte en el siglo i de la era cristiana, como se ha indicado. Proceden los romanos de los etruscos, los latinos que ocupan el Lacio, los Ligures de Genova, etc. 169. División.—Los períodos capitales del arte romano son dos: uno desde el principio de la era cristiana hasta el siglo y, en que Roma conquista el mundo y esparce su derecho; y otro desde esta época hasta el siglo x, en cuyo tiempo, por la invasión de los bárbaros, luchan los dos ideales clásico y cristiano, se constituyen las nacionalidades y en los ¡lueblos del X. triunfa el gusto nuevo en las artes, llamado gótico, herencia etrusca; y en otros pueblos del Sur y Occidente (España, Erancia) se desenvuelve el arte an- dando el tiempo, sujeto á los dos influjos, el de la dirección etrusca, gótica, y el de la dirección romana, parodiando lo clásico. España, por ejemplo, puede dividirse bajo este res- pecto en dos zonas: la mediterránea y la oceánica; aquélla gótica principalmente, y ésta principalmente clásica; ó sea, zona de Levante y zona castellana. 170. Arquitectura. —Preliminares. Lo característico de la arquitectura romana es el empleo de la bóveda y la cúpula reales^ y no falsas — — como aparecen en Oriente ; y 176 aunque sea una anticipación, diremos que es la arquitec- tura romana la introducción á la de la Edad Media y esen- cialmente distinta por tanto de la clásica. En general, ningún crítico ni artista ha pensado hasta hoy de esta manera; cabe á España, y al distinguidísimo profesor de Historia del Arte de nuestra Escuela de Arqui- tectura de Madrid, el Sr. D. Ricardo Yelázquez, la gloria de haber sido el primero que sabiamente ha hallado esta relación del arte gótico con el romano, y al ex catedrático, por oposición, de la de Historia del Arte en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, H. Manuel Bartolomé Cossío, actual director del Museo Pedagógico de Madrid, la gloria también de haber difundido esta idea en los cursos libres sobre esta materia que lleva explicados. Ya dijimos que se dividía la Arquitectura en sintética y analítica: en la primera no se descomponían las fuerzas, Eier- 148. sino que obraban por igual; y en la Ejemplo en la bóveda llamada i i . Y i Lnneto. segunda se descomponían, obrando de distinta manera, por el sistema de contrarrestos; pues bien, toda la Arquitectura reseñada hasta aqr.í es sintética ó adintelada, y sólo apa - rentemente analítica en las con?- trucciones antiguas de falsa arqui- tectura curvilínea, mientras que á partir de la romana, la Arquitectura es. analítica ó curvilínea, propiamente dicha. 17 í . Se tiene la falsa idea de que ningún pueblo ha gas- tado tanto en sus construcciones como Roma, cuando pre- cisamente ocurre lo contrario, á saber : que la economía ha sido la preocupación del constructor romano, lo mismo que la de los arquitectos posteriores, hasta el Renacimiento. Los materiales en Oriente y Grecia son carísimos y lujo- sos, mientras que esta riqueza es aparente nada más en Roma. El problema de los arquitectos romanos se ve en el acnedncto de Segovia, por ejemplo: unir las piedras ó si- llares de la construcción sin material menudo; emplear el más barato y fácil de transportar. Así vemos que los mu- ros de León están hechos de lo que encuentran á mano, cantos rodados; y cuando no hay piedra, emplean el tufo ó el ladrillo unido con cementos excelentes, ó formando el hormigón. Así, con pocos obreros — hábiles, — se construía, ha- ■177 ciendo éstos las cerchas ó cimbras, ó el molde, como si di- járamos, y los soldados sirviendo de peones, el mortero ó el relleno. Roma era el pueblo hábil é ingenioso por excelencia, y el talento, su cualidad preeminente ; de aquí que se apro- pia en la construcción lo etrusco, así como los elementos de ornato exterior griegos. Y huye de las dificultades de construcción ; pero como quería seguir siendo un pueblo clásico, sin romper con la tradición, creyéndola buena y bella, mantiene la Arquitectura adintelada, aparente- mente, cuando sus construcciones son en el fondo y en rea- lidad, curvilíneas. Por esto adornan sus monumentos las fachadas griegas, superponiendo á los arcos los arquitrabes y molduras rectilíneas. De Roma se puede decir que es un pueblo nuevo, disfrazado de griego. Por último, otra nota característica de la construcción romana, á diferencia de la oriental y griega, es que trata la ornamentación de los relieves copiando el natural con verdadero bulto, redondo, siendo las hojas de los capiteles, por ejemplo, carnosas y como verdaderos vaciados ; en tanto que los griegos y los orientales tratan dichos adornos remedando ó afectando el natural, pero sin copiarlo en realidad, puesto que forman el relieve por líneas esquemáticas á bisel, y más geornétri- camente, al reproducir las formas orgánicas en el ornato. Resumiendo, podríamos decir como introducción á la Arquitectura romana, que sus notas características son: 1.'^, que es el precedente de la Arquitectura de la Edad Media; 2.^, que es de sistema analítico, empleando la bó- veda y la cúpula real ; 3.®', que es de construcción esencial- mente económica, y 4.^, que en su ornato es naturalista, copiando las formas todas como vaciadas. 172., Casi se han perdido por completo las prhneras construcciones romanas que median desde la fundación de la Cloaca hasta el Panteón de Agripa. 12 Aunque la Cloaca Máxima, de la época de Servio Tulio, más bien que romana, pudiera llamarse etrusca, debe estu- diársela aquí, así como debieran analizarse en este sitio las importantes fortificaciones. Es aquella una obra extraordi- naria, de la que se dice puede entrar un inmenso carro por su puerta. Se empleó en todo aquel tiempo un material ligero, la toba, propia para arcos y cúpulas, y gracias al — 178 — cual, se abrieron los subterráneos y se hicieron las cata- cumbas en Roma. De igual época se conserva la prisión Mamertina. Del siglo I es el Panteón de Agripina, cubierto por una cúpula, construido el casquete esférico con un esqueleto de cerchas. Se reduce su plano á un círculo y su muro á un anillo que sirve como de tambor para el sostén de la cu- bierta. Este edificio era sala de unas termas, abierto en el centro de su media naranja. Aunque son contados los monumentos romanos en que aparece el sistema de contrarrestos de la Edad Media, exis- ten, sin embargo, algunos, como la sala central de las ter- mas de Caracalla y la basílica Magencia, de tiempos de Constantino, ambas en Roma. 173. Como quiera que aparentemente quiere ser griega la Arquitectura, no siéndolo en el fondo, esta falta de ra- zonamiento ha hecho que se llame por algunos críticos á las construcciones romanas Arquitectura decadente; pero poco á poco, por los tanteos naturales, por los cuales se pasa de uno á otro sistema, van los romanos motivando los miembros de un edificio, suprimiendo alguna vez las líneas exteriores rectas por los entablamentos curvos que van volteando sobre los arcos. Tal ocurre, por ejemplo, con Fig. 149. Pig. 160. E j emplo. Otro ejemplo. el edificio de Santa Constanza en Roma, en donde se ve por primera vez, á imitación de algunos templos de etrusco de Siria, los gusto arcos adornados alrededor con verda- deros entablamentos encorvados. Y de aquí, las archivoltas, precisamente, nacen que después veremos en el arte ro- mánico de Occidente. Esta misma tumba de Santa Cons- tanza constituye un tipo interesante, por estar construida sobre pechinas, con la planta cuadrada y no con — ~ circular como el Panteón plano 179 de Agripa; é imita también á los edificios de la Siria Central, en los siglos vi al vii. 174. Los dos periodos de la Arquitectura.—Ya se ha dicho que el jirimero dura desde el siglo i hasta el v de la era cristiana, porque lo anterior al siglo i ó se ha perdido ó debe considerarse como etrusco. La belleza de la construe- ción va decayendo paso á paso en estos siglos, hasta la in- vasión de los bárbaros; y la mano de obra es ruda, basta, fea, pero siempre respondiendo á cubrir y edificar con coste. El segundo período poco dura desde el siglo v al x, y si- gue esta decadencia en punto á belleza; pero en lo mecá- nico cada vez avanza más hasta la perfección. 175. Materiales.—Como se ve, vamos determinando concretando las y ideas generales expuestas en los prelimina- res. En León y en Lugo construyen los romanos con gneis; y en el segundo punto, especialmente, con lajas de pizarrosas este material; en Tarragona, con sillería; en Poma, con tufo volcánico, que se endurece á la acción del aire, y que, gracias á sus oquedades, pesa poco y se emjfiea en bóvedas. A la caliza del monte Albano, cerca de Roma, y que sirve allí, la llaman material peperino; al que enqilean del Tí- voli, trimurtino; y. al de lujo de mármol de Carrara, oiiai^- morata. 176. Formas de la feérica.—Empiezan por muros poli- gonales, que j)oco á.poco convierten en rectangulares, sin emplear en estos casos argamasa ni mortero. Más adelante construyen con ladrillo, colocando las hiladas, una ci á lo soga largo, y la siguiente á tizón, invirtiéndolos. Esta obra se llama quadratum, y cuando carecen de material á mano mezclan piedra menuda ó trozos pequeños informes de cualquiera clase, con cal y arcilla, formando el célebre hor- migóu. Estos muros, que son muy antiguos y los más ordi- narios, los llaman incertum. Cuando colocan piedras labra- das exteriores, en forma de rombos, y el interior relleno de hormigón, llaman á aquella obra reticidatum, por la se- Fig. 151. Fig. 152. FIg. 153. B, B, B. Tizón. Aparejo reticu'.ado. C tro aparejo retículado. — 180 — mejanza con la red, y en general, lateritium, cuando la obra exterior es de ladrillo, para ser rèvestido. 177. Ordenes. —Los órdenes arquitectónicos romanos son los tres principales griegos, pero modificados: dórico, Fig. 154. Fig. 155. Fig. 156. Capitel dórico romano. Capitel jónico romano. Basa toscana. jónico J corintio. También se asemeja al dórico el qne lia- man toscane, y, por último, inventan el orden compuesto de jónico y corintio, con volutas y liojas de acanto. ISTo mantienen como en Grecia la pureza del estilo en los edi- ficios, sino qne mezclan los órdenes,-'y así, por ejemplo, bay monumentos como el Coliseo, de cuatro pisos (en Grecia sólo bay un rarísimo ejemplo de dos), dórico el 1.°, jónico el 2." y corintio el 3.° y 4.° Y puede decirse de él lo qne de todo edificio romano : qne es una fachada griega pegada á una obra romana, porque las columnas son pilastras adosadas, sustentando falsos entablamentos. 178. Mommentos.—Los géneros principales pueden in- clnirse en los siguientes: templos, teatros, anfiteatros, cir- eos, acueductos, termas, basílicas, tumbas, casas, columnas y arcos de triunfo. Los monumentos están distribuidos en Roma por las colinas ó montes. Palatino, donde está el pa- lacio de los Césares, Capitolino, Aventino, Cebo, Sqni- lino. Vim inal, Qnirinal, Janícnlo, Vaticano; y por último Pincio. 179. Templos. — Los principales son: el de Júpiter, y dos de Vesta, en Roma y Tivoli, estilo griego, y en Nimes la casa cuadrada.^ con su cela y pórtico adosado en estilo psendo-griego. 180. Teati^os. —Varían muclio de los griegos, siendo construcciones aisladas, sin cavar en la roca como en Gre- cia, y sirven ya como punto de reunión, más — — que como tem- 181 píos al Arte, como ocurre con el teatro moderno. En ellos no hay orquesta, y los primitivos eran de madera, Augusto los construye de piedra, y se conserva el de Marcelo, fa- moso liberto jDrotegido por el Emperador. 181. Aiijiteatro.—En Grecia no hubo este tipo. El de Vespasiano es elíj)tico, como si se juntaran dos teatros, y servía para gladiadores, lucha de fieras y simulacros na- vales ó naumaquias. En él hay galerías subterráneas para llenar la j)ista de agua, y cabían , hasta 100.000 espec- tadores. De estos colosos, se sacaron después piedras para construir infinidad de palacios, como el de Farnesio. 182. Circos.—Estaban dedicados á las carreras de ca- rros; no conocían las de caballos. Se situaban al lado de una colina, como ocurre en el Máximo, con objeto de que se colocase el 2:)úblico en ella, |)ara ver la fiesta á distancia. Este circo Máximo estaba construido en el Palatino, y en las alturas de este monte y del Aventino la plebe contem- piaba el espectáculo. Después, Nerón hizo en él gradería, y tenía en medio lo que se llamaba la -espina.^ un muro que dividía la carrera, y en el que se colocaban pequeños obe- liscos ú otras señales jDara iharcar las metas. Cabían 180.000 espectadores. 183. Acueductos.—Dejando otros, citaremos como uno de los más importantes el nuestro de Segovia, que ha per- manecido sirviendo hasta nuestros días, con una interrup- ción durante algún tiempo de la Edad Media. Isabel la Católica lo mandó recomponer, y desde entonces sigue útil. Está construido colocando sus piedras á hueso. La belleza de esta obra estriba simjDlemente en la sencillez de las lí- neas. Es de tiempos del emperador Trajano, que, como es sabido, era español. Su obra es de la llamada trimurtina, y arrancaban la jfiedra de los sitios jn-óximos á donde se levanta. Es el acueducto más largo que se conoce. 184. Termas.—Vienen á ser el gimnasio griego estas. grandes construcciones, de plano cuadrado, con exedras ó pórticos salientes; y las principales que se conservan en Roma son las de Caracalla, Tito, Constantino y Diocle- ciano. Eran sitios públicos, y estaban distribnídos en varios departamentos para los baños de agna fría y templada y para los cosméticos de tocador, y con locales, en fin, para juegos. — 182 —• 185. Basílicas. —En nn principio no fueron templos, sino que servían para tribunales, bolsas de contratación y reuniones públicas. Del siglo v al x de nuestra era, los cristianos adoptan este tipo para sus templos, porque se acomodaban á las exigencias de su culto. Componíanse de dos pisos, con plano rectangular y una exedra en el fondo, frente á la entrada; y en los lados mayores tenían dos grandes salas, para bibliotecas públicas. 186. Tumbas.—Se hacían en excavaciones á lo largo de nn camino, como la vía Apia. Eran grandes en sn interior, colocándose los cadáveres en sepulcros; pero los poderosos construían panteones de familia, como el de los Escipiones (250 años a. de J.), y en el Vaticano se conserva nn lier- moso sepulcro de esa familia. El de la de Augusto es una fortaleza: una plataforma cilindrica, y sobre ella la antigua construcción del mausoleo. Denomínase Mole Augusta, y se baila al N. de Roma, dominando nn puente, pasado el Tiber. La de Cecilia Metela es nn almenado castillo; la de Cestio, una qiirámide ; y rectangular, en fin, la del Pana- dero, rico industrial que se hizo construir una tumba re- gia. Por último, las siqDÏemejitarias eran subterráneas, y los restos humanos se colocaban en nichos, dentro de nn ánfora ó cipo^ con sus inscripciones; porque es sabido que entre los romanos existía la cremación. Llamábanse co- lumbarios, por el jDarecido con los casilleros de nn palomar. 187. Casas.—El tipo primitivo es el etrusco: nn patio central, vertiendo los tejados hacia adentro para llenar la cisterna; en el fondo, la sala de las mascarillas ó retratos, y alrededor habitaciones para la familia; cubícula, alcobas, y triclinia.^ comedor: nn segundo patio, independiente, para guarda y venta de las cosechas; y en fin, en el fondo de la construcción, la sala de reunión ó de familia, dando á nn pequeño jardín, como se ve en Pompeya, y con una puerta falsa por donde huían los dueños de las visitas importunas. 188. Columnas y arcos.—Eran monumentos conmemo- rativos. La de Trajano, que se conserva, contiene en relieves á su alrededor, en forma espiral, las conquistas de nuestro emperador en Dacia, cuando extendía su dominación más allá del Danubio. Está construida en tambores de mármol, y el interior es practicable. Hasta el siglo xvi la ha coro- nado una estatua del heroe en bronce dorado, pero en esta fecha fué sustituida por una de San Pedro, también de bronce. Se llaman rostrales las dedicadas á conmemorar triun- fos navales, y entonces van adornadas de espolones de naves clavados en el fuste. Fig. 157. Fig. 158. Fig. 159. Espolón decorativo. Rostro de proa para Acróstola para co- columnas. Innina rostral. Los arcos al principio no tenían más que una puerta; luego tres. Sus fachadas son griegas, y las cubre un ático ó terrado rectangular. Colocábanse sobre él una ó dos cua- drigas. Es famoso, entre otros, el de Tito, en que están es- culpidas sus conquistas en Jerusalén, y representados los cautivos judíos con el famoso candelabro de los siete brazos. liCccioni S3. 189. Escultura.—Preliminares. — Lo dicho con res- pecto á la Arquitectura romana se comprueba en la Escul- tura; es decir, que sólo tiene de griega la apariencia. Así como en Glrecia la forma total del cuerpo es lo que tiene más importancia para el escultor, en Roma es el semblante. De aquí que el retrato sea un género muy cultivado entre los romanos y esencialmente romano, aunque se haya pre- sentado y cultivado en otras partes. Los romanos represen- taban en su escultura, ó directamente personajes, ó ideas generales, como entidades y símbolos; ejemplo, el pudor, la justicia, la guerra, etc., etc. Rara vez en Grecia se cul- tiva este género alegórico. De la plástica antigua romana se conoce y conserva muy poco; casi todo lo original es de los tiempos imperiales. Y en cuanto á retratos, tal era la afición, bien en bustos ó en estatuas, que cierto romano dijo — 184' — que, para distinguirse en su tiempo, era preciso no tener efigie entre las innumerables del foro. 190. División.—Puede clasificarse la Escultura romana en tres grupos: mitológica., alegórica y retratos. 1.° Esculturas mitológicas.—-Se reproduce en Roma la Isis egipcia, que ya era de época de Alejandro. Vienen á ser mujeres romanas, becbas á la manera de aquella diosa; y pertenecen la mayor 23arte de estas representaciones á los siglos I y II de la era cristiana. 2." Esculturas alegóricas. —Puede citarse como ejem- píos la representación de los ríos, también de influjo ale- jandrino, como el Rilo, el Tiber, etc., que se conservan en el Vaticano. Los griegos rejiresentalDan los ríos con gran sobriedad, en una estatua yacente, sin jwrmenores; mien- tras que los romanos bacen verdaderos grupos llenos de accesorios. A este grupo corresponden también la Euclid- tia., modelo muy rejDroducido, y la Retórica, representada rejietidas veces por Polimnia. 3.° Retratos. —Ya se lia dicbo que en la casa romana se destinaba alguna sala á colgar de las jiaredes las mas- carillas, moldeadas en cera, de los antepasados; y en los funerales se jionían los individuos de la familia estas mas- carillas como para que asistiesen aquéllos á la solemnidad. Los retratos j^ueden dividirse en bustos y estatuas, y éstas, según estaban desnudas ó vestidas, y según el traje, se lia- maban aquileias, togadas y acorazadas. Las desnudas^ ge- neralmente, venían á ser retratos idealizados, mientras que las vestidas eran retratos más realistas. A Augusto se le rejiresenta de todas estas maneras, y el Vaticano tiene la mejor estatua que se conoce, bailada en tiempo de Pío IX, siendo su coraza primoroso modelo. Los paños eran muy estudiados y trabajados, jiorque los romanos daban grandísima imjDortancia al plegado de las rojms, especialmente de las togas ; basta el punto de citarse el caso de poner pleito cierto abogado á uno que le des- compuso el plegado de su toga al entrar en el foro. En las sacerdotisas, ora en pie, ora sentadas, es digno de estudio el trabajo de los paños. 191. Tal desarrollo tomaron los retratos, según se lia indicado, que los escultores tenían preparados bustos ó figuras de todas clases y en todas posturas para no labrar — 185 — sino las cabezas cada vez que venía un encargo. Las fami- lias pudientes colocaban encima de las urnas cinerarias, que encerraban los restos de la cremación del cadáver, el busto de la persona; y la palabra busto no significa otra cosa que. esto mismo, el quemado. Diferéncianse los bustos romanos, de los griegos, en que éstos no tienen debajo de la cabeza sino la prolongación del pe- rigs. leo y lei. cho, cortada geométricamente nos formas usuales de pedestal. para ser puesta sobre un pe- destal alto ; mientras que los romanos tienen trabajado el pecho y los hombros, vestidos ó desnudos, para ser colocados sobre una pequeña basa for- mada generalmente de dos toros, y una escocia entre ellos como base de columna, según se ha dicho. Los que repre- sentan hombres, anteriores al siglo i de nuestra era, no tienen barbas, porque hasta los Antoninos no se introduce esta moda. Los bustos más notables que pueden citarse, son, entre otros el César del Museo , Británico; el de Ca- racalla, con la cabeza inclinada, indicando la postura habitual de Alejandro Magno;, y, en fin, el de Cicerón, hermoso original que conserva el Museo híacional de Ma- drid. En cuanto á estatuas, además de la citada, la más her- mosa romana que se conoce es la ecuestre de Marco Aure- lio, del Capitolio, en Eòma.. 193. Relieves.—En este género de escultura los romanos los tienen admirables, como el del arco de Tito ya citado, del siglo I. La columna trajana, nombrada también, con- tiene relieves de época de decadencia en estilo arcaico que recuerda el de Asirla. 193. Esculturasfunerales.— veces son cfos ó ca- jas pequeñas con tapas é inscripciones, ó sepulcros con adornos geométricos, ó, en fin, adornados estos últimos con asuntos mortuorios, bien mitológicos ó bien históricos. Nuestro Museo Arqueológico conserva un famoso se- pulcro romano del siglo i sumamente interesante, y es uno de los cuatro más célebres que se conocen. Se llama el se- pulcro de Husillos, y procede de una iglesia de la provin- cia de Falencia, habiendo servido para los restos de un conde AnSures, castellano, de fines del siglo x. Un ilustre critico alemán ha interpretado el asunto clásico que corre en sus tres lados labrados. Se refiere al mito de Agamenón, y en él se ven las figuras de este personaje, de su mnjer, del pariente que lo asesina y de sus hijas en la parte ante- rior principal; en una de las laterales está su hijo Orestes con su amigo Filades, que ha huido después de matar á su madre para vengar la muerte de su padre Agamenón; y en el otro lateral, en fin, el acto en que Minerva, que se interesa por Orestes, derriba la urna que contiene las bolas del Tribunal que condena al mismo, y finge una votación favorable : asunto que viene á ser el precursor de muchas votaciones en nuestros tiempos. 194:. Anirnales.—Distinguianse también en este género los romanos, y es famoso el carro denominado higa (dos caballos), del mejor tiempo. En el Vaticano hay una sala entera dedicada á animales, donde se conservan verdade- ras maravillas, en perros especialmente. 195. Fintura .—Nace de los etruscos, y las obras que se conocen más bien pueden clasificarse como etruscas que como romanas. Trabajan en Roma artistas griegos en los primeros siglos de la Era cristiana, y en el foro se ¡tintaron muchas escenas. En las termas de Tito se descubrieron á fines del siglo XV primorosas pinturas murales. Jas cuales sirvieron de modelo y estudio para que Rafael pintase sus logias del Vaticano; y precisamente á este estilo de pintura decora- tiva al fresco es á lo que después se ha llamado rafaelesco y también ¡jompeyano. Y es curioso hacer notar que ha- hiendo en el siglo x dos corrientes en la pintura, una buena, bizantina, y otra mala, latina, aquélla se pierde, y ésta que subsiste es la que, andando el tiempo, ha de pro- ducir los grandes pintores de los tiempos modernos. La escuela bizantina, de que ya hablaremos, da las recetas pero la latina se preocupa de copiar el natural, j al depn- rar ^a técnica, llega al grado supremo de belleza. 196. Procedimiento.—Los procedimientos pictóricos ro- manos, mal llamados en general al fresco, se desconocen; debiendo denominarse pintura á la incáustica ó á la cera, y no al fresco, porque este procedimiento consiste en pre- parar la pared con una mano de yeso ó cal, poniéndose los — 187 — colores cuando todavía no se ha secado el material, y pe- netra el colorido, quedando inalterable. En tanto que'la pintura incáustica se hacía con la pared en seco, y con aceite, resinas y cera que penetran el muro. Pero á pesap de la receta de Plinio, hoy se ignora cómo podría pintarse con la cera disuelta en frío sin estar líquida. 197. Géneros pictóricos. — Sobre fondo á veces de un solo color, y á veces de tonos distintos, se pintaban episo- dios de guerras ó escenas alegóricas ó representaciones mi- tológicas. Se ha perdido gran parte de estos trabajos; pero Se conocen, además de los indicados anteriormente, hasta 2.000 pinturas de Pompeya, y en multitud de ellas se re- piten ios asuntos más ó menos modiñcados, como si muchos artistas se dedicaran á copiar obras célebres. No se con- serva de este arte sino las pinturas murales de Pompeya, Herculano, y el palacio de los Césares, en Poma. Entre las más notables, debe citarse la llamada «Bodas Aldobrandinas» (en el Vaticano), en la que se puede obser- var que no hay otra persjDectiva que la lineal, faltando la aérea ó pintura del aire, tendiendo á lo escultórico. De esta pintura, y de otras de igual estilo, con fondo uniforme mo- nocromo, conserva la Academia de San Fernando de Madrid reproducciones hechas en la época neoclásica, á la sexta parte de su tamaño. (Hoy se encuentran cedidas temporal- mente al Museo de Reproducciones.) También debe mencio- narse entre estas pinturas murales el «Juicio de Paris». 198. A ETES INDUSTRIALES—Eli cerá- Forma de lamparilla roma- mica niiuca llegau los roiiiauos á doiide na debai^^ebiOTce. griegos, y cl tipo general de los va- sos es recargado de adorno y complicado de forma y relieve. ^ 199. Marfiles.—Aparte de los relie- ves de los sepulcros que pueden ser cristianos, desde el si- glo III los que ofrecen mayor interés son los ejecutados en marfil. Estos eran dípticos ó carteras de apuntes de dos tapas, más ó menos adornadas, y que llevaban en el interior placas de cera limitadas por un reborde, y en cuya materia blanda escribían con un punzón ó estilo. Los dípticos con- miares (como después los eclesiásticos) eran regalos que Pijç. 163. liacían dichos magistrados, al comienzo Díptico eclesiástico. — (Je SU proclainación, bien á los senado- 188 — res, bien á las ¡personas de alta jerar- quia; é interiormente iban escritos los fastos ó hechos dignos de memoria de sus antecesores. Más tarde se conservó, la costumbre en la toma de posesión de los obisj:)Os, y nuestra catedral de Ovie-, do guarda una preciosa muestra de estos dípticos, aunque en estilo de decadencia. En las tapas de marfil se esculpían, ora escenas de las fiestas públicas de gladiadores, lucha de fieras, etc., bien ideas de los cónsules como protesta contra los que pudié- ramos llamar heterodoxos de entonces, que eran los cristià- nos; y así, se conserva una célebre placa en el Museo Bri- tánico, en que está esculpida una ofrenda á los dioses, tal como primitivamente se hacía en Iloma. Y á veces, en fin, hay alguna señal de la autoridad consular, como los mapas, ó sea el pañuelo arrollado en la mano, que era el símbolo de su autoridad; pañuelo que por cierto ha seguido usán- dose en ciertas fiestas nacionales e.spañolas para dar la autoridad sus órdenes, desdoblándolo. 200. Oi-febrerki.—Poseemos en nuestra Academia de la Historia un magnífico ejemplar de disco votivo de plata labrada, partido j)or un arado al ser descubierto en Almen- dralejo (Badajoz). Es de época de decadencia, y representa á Teodosio en medio, con sus dos hijos á los lados. Es de principios del siglo v (40.2), y tiene su inscripción, siendo curioso observar en él el arco que sirve de trono á Teodosio; arco que tiene volteado el entablamento, como en la ar- quitectura siria, conforme á lo antes indicado. Además del disco de plata de Teodosio, debe nombrarse el plato de Otáñez, hallado én este juinto. de Santander; es de plata con emblemas, y sin duda se labró para conme- moración del hallazgo de unas aguas salutíferas, como pa- rece indicarlo el asunto de sus figuras. ■ Hasta el día se conocen tres ó cnatro tesoros romanos, de plata labrada, encontrados en Francia j Alemania. El del Mnseo de Berlín es una vajilla que se suj)one del tiempo de Augusto, y está cincelada de una manera maravillosa. El procedimiento para construir estas piezas consistía en repujar la parte exterior, revistiendo el interior una placa lisa movediza, con objeto de poder limpiarse después de — 189 — usada; y en otro género, se componen los vasos de estas va- jillas de dos partes, una de las cuales, labrada, va ajustada al objeto, pudiendo desarmarse, y á esta pieza cincelada es á lo que se llama emblema. De oro macizo se conserva una magnífica patera romana, encontrada en Kennes, y en cayo borde aparece una colección de monedas de oro, también con bustos de emperadores: se supone del siglo ii de nues- tra Era. • Y con esto se llega al siglo v. El período que aquí comienza se llama latino^ y bizantino en lo que procede de Oriente y viene á influir en Occidente ; y por último, latino- bizantino el que mezcla los dos influjos y corrientes y que á poco, y con raras excepciones, es románico en nuestra península. 201. Mosaico.—Derivado de la pintura, lo mismo que la tapicería, es el arte del mosaico. Eos griegos y los orien- tales lo emplearon de muy distinta manera que los ro- manos ; mientras aquéllos lo trabajaban como puramente decorativo, para adorno de las paredes, éstos tuvieron la pretensión de hacer con él cuadros de composición, en los cuales hasta hay cierta perspectiva, y lo empleaban no , sólo en las paredes, si que también en los pavimentos. Bajo el punto de vista de la impropiedad de colocar en el suelo asuntos representando, por ejemplo, paisajes, sobre los cuales se había de andar, puede afirmarse que el mosaico romano indica cierta decadencia. Está rig. i64. hecho de cubitos de piedra dura de co- Mosaico romano, lores y opaco, en tanto qqe el renom- brado mosaico bizantino es de cubitos de material , transparente. Se conservan dos ejemplares célebres de mosaicos ro- manos, uno de ellos denominado «de las palomas», que guarda el Vaticano, cuyo asunto se re- duce á varios animales bebiendo en un vaso. En España se conservan mosaicos romanos muy intere- santes y más ó menos bien conservados en Elche, Mérida, Úbeda, Itálica, Córdoba, Lugo, Zaragoza y algunos otros puntos. 202. Bronces.—Gran número de utensilios domésticos, especialmente dedicados para objetos de iluminación, se — — Kg. 16.3. conservan procedentes del arte romano. Entre 190 Modelo de nielo. ellos deben citarse figuras de Sileno (para sus- tentar lámparas), y otras humanas, ó de ani- males, jiara servir en fuentes de las casas. De muebles, propiamente dichos, es célebre la silla en bronce denominada hiselio, que tiene un friso nielado. El nielo es el origen del adamasqui- nado en la Edad Media, y se reduce á un tra- bajo de grabador, rehundido, rellenado de ne- gro el hueco y dejando pulimentados los tabi- ques altos, todo en una superficie tersa, sin relieve. La mayor parte de los bronces roma- nos que se conservan provienen de Pompeya. 203. Arinas.—Llegaron en este género á la perfección, y son dignas de estudio las que vestían los gladiadores, ta- les como los cascos ó galeas, y las piezas para cubrir los brazos y las piernas, ú ocreas. Porque es sabido que en una de las formas de lucha de los gladiadores, uno iba ves- tido de bronce, y otro desnudo. Estas q)iezas están primo- rosamente esculpidas, y algunas de las formas de los capa- cetes han durado en la Edad Media. 204. Vidrios.—Tienen gran relación los romanos con la glíptica, porque se trabajan por capas, de modo análogo á los camafeos, en piedra ónix y sardónix. El más notable de cuantos vidrios romanos se conocen es el llamado de Portland, por el nombre del Duque que lo cedió ai Museo Británico. Procede de Poma y es una verdadera joya. Se compone de vidrio transparente, obscuro en el fondo mo- rado, y blanco en los relieves de las figuras. Estas están trabajadas en la forma que se llama de lapidario, y son opacas. De este modelo nació una clase d'e porcelana in- glesa fabricada á fines del siglo pasado y que lleva el nom- bre de Wedgewood. (ISTuestro Museo Arqueológico con- serva un juego lindísimo de esta |)orcelana.) Entre otras clases de vidrio romano, deben citarse los denominados lacrimatorios, j que, naturalmente, no ser- vían para encerrar lágrimas, sino perfumes, y los llamados Millefiore, por los variados colores que ostentan en dimi- mitas florecitas; y jior último, los Tarquines, que son vasos Fig. 167. Tipo de vidrio Fig. 168. Fig. 166. grieteado. Tipo reticulado. — 191 — Tiro común de vi de plata, taladrados é interiormente revestidos por tenue capa de vidrio liábilmente soplado. 205. Numismática.—Acabamos de hablar de monedas, y justo es aquí dedicar algunas líneas al arte correspon- diente, que comprende también las medallas. Su estudio, muy complicado por cierto, constituye una especialidad en las artes industriales. Algunos pueblos de la antigüedad no conocieron la moneda, según se ha dicho, y ésta no sólo fue de metal, sino que, como es un símbolo, fue de diversos materiales. Lo que tiene de relieve y dibujo va estudiado en la glíptica. Apuntaremos algunas indicaciones acerca de las monedas romanas. La palabra misma de numismata ó nomismata es romana, y la aplicaban á las moredas anti- guas retiradas de la circulación. Posteriormente, ra palabra medaglia, italiana, vino á significar exactamente lo mismo. Alguna vez entre los romanos se acuñaron medallas que nunca se dedicaron á la circulación, y cuando eran de cier- tas dimensiones, se llamaron con el superlativo de meda- llones. Los imperiales, de la época de Trajano, conmemo- rando liechos gloriosos, son célebres por su belleza y ¡rerfección, y los había de oro, de plata y de cobre. Opues- tamente hubo verdaderas monedas en circulación de los romanos, de reducidas dimensiones. En España es fre- cuente encontrar sembrados nuestros campos de monedas de este pueblo, especialmente de cobre. Son rarísimas y muy estimadas las de oro de ciertos emperadores. CAPÍTULO XII—HISTORIA DE LA MÚSICA. Lección ÎÎ4. 206. Preliminares.—Xo hemos reseñado la historia de este arte al mismo tiempo que las anteriores por ser de ^ 192 —. índole distinta. Aquellas tres del espacio siempre «e infln- yen y modifican, marchando paralelamente, y aun las in- dustriales derivadas de cada una de ellas siguen desarrollo análoga. La Música, aunque vive al par de las otras, no. se observa en ella un desenvolvimiento paralelo á la Arqui- tectura, la Escultura y la Pintura. En cambio, sí camina más en relación con otras artes, la literatura, por ejemplo, y singularmente con la literatura dramática. En punto á antigüedad, se puede decir que nace con las primeras manifestaciones artísticas, y aun, según algunos, es la más primitiva de todas. Aparece en Asia, y desde los tiempos más remotos se tiene noticia de que los hebreos, los egipcios y demás pueblos la cultivan, no sólo como ex- presión de sus alegrías y goces, como un verdadero len- guaje, si que también como arte independiente ; y lo propio ocurre con los griegos y los romanos. Estudiaremos some- rameute este arte durante la Edad Antigua, dejando para más adelante el conocimiento de la música cristiana y mo- derna. 207. Por las representaciones pictóricas y por los re- lleves, se ha venido en conocimiento de que los egipcios y los asirlos cultivaban el arte musical, usando varios ins- trumentos. Y en cuanto á música vocal, también estas re- presentaciones indican que existían grandes coros, ora acompañados de instrumentos, ora sin acompañamiento, como orfeón, ora simplemente cantando al son y compás de palmadas. En dichas obras pictóricas ó escultóricas se ve también que el baile ocupaba lugar importante en la vida de tan antiguos pueblos. Pero no se conoce sino esta que pudiéramos llamar parte externa del arte musical; y sabe- mos que ya festines, ya guerras, ya fiestas populares ó re- ligiosas, se solemnizaban mediante la música; pero el len- guaje mismo de este arte ha desaparecido para nosotros. 208. En Egipto se conocían tres clases de aipas : una « — 193 — grande de trece cuerdas ; otra de pequeñas dimensiones, que se tocaba, no apoyada en el suelo como la primera, sino sobre las rodillas del músico, y otras, en fin, de tres ó cua- tro cuerdas, que se llevaban al hombro. También conocían la lira de seis á doce, y aun la guita- rra y el laúd con cuatro. Esto en cuanto á los instrumen- tos de cuerda. En cuanto á los de viento, usaban la flauta, con pocas variedades, sencillas ó dobles, y las trompetas de cobre ó madera. Por último, los egipcios poseen también la tercera .clase de instrumentos, ó sea la de percusión, tales como tambo- res, platillos, crótalos ó castañuelas, y sistros. Todos ellos, tocábanse, ora con palillos , ora chocando unos con otros, ora, en fin, con la mano , como ocurría con el sistro. Este era el más importante de sus instrumentos, á juzgar por las representaciones numerosas que hay de él. Reducíase á una colección de varillas de hierro, colocadas en un arco más ó menos prolongado y aumentando el sonido del instrumento por medio de anillos pasados por las varillas. 209. Asiria.—Los instrumentos musicales de este pue- blo no tienen la importancia ni la antigüedad de los egip- • cios ; datan de diez siglos (a. de J.), y se reducen también á arpas, liras, flautas sencillas y dobles y tambores. En realidad, no hay gran diferencia, ni j)or el número de ins- trumentos ni por la calidad de los mismos, con respecto al pueblo anteriormente analizado. 210. Hebreos.—Se ha perdido por completo la música del pueblo de Israel, aunque por las Sagradas Escrituras se comprende que debió de ser importantísima. Como estos semitas no hacían representaciones gráficas, carecemos de medios para juzgar los instrumentos que empleaban. Sólo por la Biblia nos es dado juzgar de que tanto en la vida pú- . blica como en la privada y en la religiosa usaban de este arte, concediéndole extraordinaria importancia. Y hasta es, sabido que llegó á fundarse por Samuel una escuela de ¡profetas y de música, de donde salió precisamente David. Sobre todo, la música vocal desempeñó papel extraordi- nario en el pueblo judío, y en la época del reinado de Da- vid se organizó un cuerpo de 4.000 cantores y músicos, de los cuales este Rey eligió 288 para instruirlos y que sir- viesen de maestros á los demás. 13 El servicio divino, por lo general, se desempeñaba por doce cantores j doce instrumentistas, j por esto sabemos que entre los instrumentos que conocían estaba el arpa, la cítara y los címbalos. Las voces femeninas quedaban ex- cluídas del templo. Conocían además la trompeta, la zam- poña y el laúd, y la primera de estas últimas todavía se emplea en las sinagogas. Para terminar, diremos que tampoco nos ha quedado resto alguno de notación ó lenguaje musical de este pueblo. 211. En India y en China existe una escritura musical, por más que la música de ambos pueblos no ofrezca grande importancia para la historia del arte, bajo el punto de vista de la belleza. Fuera de la notación^ ni por sus instrumen- tos ni por sus cantos merecen más detenido examen. 212. De la América precolombina nada se sabe bastante preciso para considerar á estos pueblos detalladamente. 213. ^ecia, la patria artística por excelencia, no podía menos de sobresalir en la música como la hemos visto en las restantes manifestaciones de la actividad dentro del campo de la belleza. Hay quien cree, sin embargo, que el arte del sonido no constituye uno independiente en el pue- blo helénico, por ir unido indisolublemente al haile y á la •poesía^ formando armónica triada. Hasta cierto punto es exacta la aseveración, como lo es que tampoco cultivaron la otra arte subjetiva, la pintura, como independiente. Así y todo, inventaron su notación y escritura completas, emplearon varios instrumentos y compusieron cantos de conjunto y estrofas para solos. De modo que llegaron á to- das las más altas concepciones de complejidad como los modernos. Más aún; en la actualidad se han transcrito á la notación del día trozos de composición musical griega, y no difieren gran cosa de los géneros que hoy se encuen- tran en boga con el gusto wagneriano. Los orígenes de la música en Grecia nacen con un mito en que se supone luchan la flauta (de Baco) con la lira., venciendo ésta, en manos de Apolo ; después se disputan la supremacía la lira y la citara (de Mercurio). La base de la escala de los sonidos la da la voz humana, y además de los instrumentos nombrados, conocieron en fin, las trompetas de oro, de plata y de bronce, y de percusión, los címbalos, tamboriles, sistros y triángulos. Las dos manifestaciones públicas en que intervenía la música fueron el teatro y las fiestas. En cuanto á los can- tos religiosos, para cada dios había uno peculiar. De aquí el treno^ el himeneo, el ditirambo, etc. Por último, para la música existía una verdadera escuela ó conservatorio. Divídese la historia de la música griega en cinco perío- — 195 — dos del siglo viii al i (a. de J.). Del viii al vii, pertenece á la época fabulosa; y de éste al vi, es. Esparta el centro musical; del vi al v, Atenas disputa á Tebas el triunfo; del V al IV, llega á su apogeo, constituyendo el siglo de oro, esparcido ya el arte musical por toda Grecia; y del iv al i (a. de J.), es llevada la música por los griegos desde Egipto á Roma y á los últimos confines de este pueblo domina- dor del mundo antiguo. 214. Los Etruscos.—Por los relieves de algunos sepul- cros de este pueblo, se ha venido su conocimiento de que empleaban en los sacrificios á los dioses, varios instrumen- tos, preferentemente la flauta doble y los platillos. Pero hasta hoy no se concede grande atención por los historia- dores á esta música. 215. En Roma la música se cultiva por los esclavos y los libertos, según acabamos de apuntar, durante el último período del arte griego., En las ceremonias religiosas de los primitivos sacerdotes, emplean la flauta sencilla y la doble, acompañando estos sonidos con el golpear en los escudos guerreros. El elogio de los varones insignes va también unido á los sones de la trompeta. En las solemnidades funerarias ambos instru- mentos se emplean, al par que gimen las mujeres y se la- mentan las niñas. Por último, todos los instrumentos de Grecia, del Asia y del Africa resuenan en Roma en casa de los patricios, celebrándose verdaderos conciertos vocales é instrumentales de música importada de los diversos paí- ses. Y llega la moda á su período álgido con Nerón, que, como es sabido, acuña una medalla donde aparece disfra- zado de mujer, cantando al son de la lira. APÉNDICE. Nota de algunos sitios principales de España donde se encuentran monumentos arquitectónicos del arte antiguo. Pkbhistoeia.— Dólmenes de Andalucía (Antequera); Antas de Extremadura; Mamoas de Galicia. - 196 — Historia.—Influjo oriental .—Bloques de la bahía de , Cádiz ; cimientos primitivos y plantas de las construcció- nes del Cerro de los Santos (Yecla); Torre de Hércules en la Corulla (rehecha en tiempo de Trajano y posteriormen- te); Talayots de las*Baleares. Influjo greco-pelásgico . —Murallas de Tarragona, principalmente hiladas inferiores del lienzo de Poniente, y la Portella, de los siglos x á viii (a. de J.). Arquitectura griega.—Aunque no hay monumentos propiamente griegos, se puede notar el influjo de esta ar- cj[uitectura, por ejemplo, en el Teatro de Sagunto." ■ Arquitectura romana .—De la época imperial principal- menie y con influjos oriental y bizantino en el Templo de Hércules eiL, Barcelona, y Sevilla y Mérida. Anfiteatro de Itálica. Acueducto de Segovia. Murallas de León. Teatro, templo de Marte, columna de la Concordia, arco de Tra- jano, acueducto y naumaquia de Mérida. Puente de Alcán- tara en Toledo. Acueducto, murallas y sepulcro llamado de los Escipiones, de Tarragona. Teatro y murallas de Ronda la Vieja. Varios centros principales donde se encuentran obras es- cultóricas y pictóricas del arte antiguo en Esjiaila. Prehistoria .—Museo Arqueológico Nacional (Madrid). Museo de Historia Natural (id.). Historia .—Arte egipcio, fenicio, chipriota, etrusco, Mu- seo -Arqueológico; griego y romano. Museo Naciqual de Escultura del Prado (Madrid). Vaciados del Museo de Re- producciones (id). Academia de la Historia (id.), jiara or- febrería, miniaturas de manuscritos y diplomática; para estas dos últimas clases, también Biblioteca Nacional (id). Elche, Mérida, etc., para mosaicos. . FIN DE LA 1.® SECCIÓN DE LA SEGUNDA PARTE, Historia del Arte hasta el Cristianismo. Discordia entre la Iglesia y la Por ir al baile, comedia en dos Italia, del P. Curci, traducción actos y en prosa, 2. OBRAS del italiano, 2,50. ¡Sin nombre! comedia en dos Pío IX y su sucesor, por Bonghi, actos y en verso, 2. ídem de id., 3. A tiempo, comedia en un acto y León XIII y la Italia, por el en verso (en colaboración), 1. mismo, id. de id., 3. Los parientes del difunto, sainete DON HERMENEGILDO GINER DE LOS RÍOS La vida del Derecho, por Garle, lirico en verso (id.), 1. idem de id. (en colaboración), Historia de un crimen, drama en 2 10. tres actos en 3. de Tenta en casa de los Sres. Sáenz de Jabera, hermanos, editores, tomos, prosa, Anuario de la Institución Libre El último sacrificio, drama en un Campomanes, 10, Madrid, y en las principales librerías. de Enseñanza. (Agotada.) acto en verso (en colabora- Mar de fondo, por Eebollo, borra- ción), 1. dor corregido de una novela, y En busca de protección, juguete con un prólogo, 1,50. original en verso (id.), 1. Estética y Teoria del Arte é Ms- Teoria del Arte é Mstoria de las Portugal, impresiones para el via- Fiera domada , diálogo en un toria de las artes principales. Bellas Artes en la antigüedad, jero (en colaboración), 2,50. acto y en verso (id.), 1. Programa de dicha obra. con un Programa de Arte y su Milton, drama en un acto, original Teresa Raquin, drama en cuatro Arte literario {Retórica y Poé- historia, 1,50. y en verso, 1. actos y en prosa (arreglo), 4. tica), 6 pesetas. Encuaderna- Fragmentos y retazos. (Agotada.) do, 7. (Agotada.) Poesias de Rios Rosas, con su Principios de Literatura para los biografía, 1,50. OBRAS DE EDMUNDO DE AMICIS alumnos de Eetórica y Poética La enseñanza obligatoria, traduc- en los Institutos de segunda ción de ïiberghien {2.^ edi- TRADUCIDAS DIRECTAMENTE DEL ITALIANO. enseñanza (2.^ edición), 6 y 7. ción), 2,50. Obra informada favorable- Moral elementalpara las escuelas, mente por el Consejo de Ins- ídem de id, 2,50. de acuare- trucción pública. Krause y Spencer, id. de id., 1870-71.—Recuerdos, 3 pesetas. Impresiones América, con biografía del 2. La vida militar.—Bocetos Curso de autor, (pri- las y dibujos, 3. Literatura española (en mera 3. Ideas sobre el rostro y el lenguaje colaboración), 8. Encuaderna- Mendelssohn, id. de Selden, pre- serie), do, 9,50. cedida de una Historia de la La vida militar.—Nuevos bocetos y pruebas fotográficas (con 3. cuatro fotograbados de La- Filosofia y Arte, con prólogo de Música, 1. (segunda serie), D. Nicol Artículos] El Colegi boraciói Filosofia I enseñar jia para laj Programi (Agotaç Programe y Étici Programí logia, l| Program^ (curso Idem id.\ (Agota| Ldem id. Proyecto rado, el Ir-