mP: m -f- .Í^'Í■ .- . - ■-; ' u ;■ r-- ,v •■' •>. >■ -r ■■ v^- , í\~ . >'M;-í"ft~vv>-v.«f.-<:;^>.\o-;' VviK^'. ■It' •Sv \-v '^ •',-i'l ■:■■;'• r,'-l -Í;V«. & -s ■ - :i K ,■■• BOSQUEJO HISTÓRICO O :■■. ■ ■■ SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA - POR NARCISO SENTENACH De la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. MADRID IMP. DE LA REVISTA DE ARCH., BIBL. Y MUSEOS Infantas, número 42, bajo, 1909 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA PRELIMINARES Acostumbrados á constituir la historia con el relato de los hechos de armas en la época de nuestras conquistas, no hemos reparado hasta ahora en aquellas otras manifestaciones de la vida nacional en que em- pleábamos los momentos de paz, llevando á cabo otras empresas, no menos importantes á veces que las más heroicas y dignas de ser recor- dadas. La historia del trabajo encierra los anales más preciosos del esfuerzo humano en pro del mejor empleo de la vida y mayores victorias sobre to- dos los elementos que contra ella conspiran, y aunque las relaciones en- tre estos esfuerzos no hayan sido en ocasiones lo más cordiales, llegando en la lucha á la mayor saña, es lo cierto que el resultado final siempre ha sido glorioso para los contendientes, y los progresos logrados inaprecia- bles. Y cuando á aquel trabajo han presidido los superiores destellos de la ciencia ó del arte, ó ambos de consuno, ha llegado el hombre á realizar verdaderas maravillas, demostradoras del alcance de sus facultades. Timbre de gloria para las hispanas gentes será siempre la memoria de sus industrias; por ellas patentizaron, no sólo la habilidad y conocimiento que sus manipulaciones requerían, sino el depurado gusto artístico que en todo tiempo presidió el trabajo entre nosotros; y en este género, nada más 2 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA sorprendente que el proceso de su labor, por excelencia esmerada y es- dlendorosa, del labrado de los metales más preciosos. Varios motivos concurrieron para ello: de un lado la riqueza extraor- dinaria de nuestro subsuelo, que guardó siempre incalculables tesoros; de otro, su natural ostentación, estimulada además por el carácter deslum- brador á la oriental, que en algo siempre nos ha dominado, y, en último término, el empleo de las grandes riquezas que llegaban del Nuevo Mun- do, dedicadas á la satisfacción de ciertas vanidades de la vida, ó princi- pálmente al esplendor del culto, en un pueblo tan eminentemente religioso como el nuestro. Las Memorias de los autores clásicos sobre la riqueza argentífera y au- rífera de la Península nos la presentan como objeto de las mayores em- presas por parte de los hombres entonces más dedicados al comercio, y el empeño de las más decididas contiendas por las naciones conquistadoras. Tiro y Sidón, entre los fenicios, se engalanaron principalmente con el oro extraído de España. Pero enseñaron el camino á los cartagineses y griegos, los que á su vez despertaron la codicia de Roma, que, por obte- ner aquel emporio, derramó su sangre abundantemente sobre nuestros campos. Aristóteles dió cuenta de aquella enorme riqueza que extraían los feni- cios por sus factorías de la Turdetania, y más tarde Estrabón y Plinio nos demostraron lo difícil que era el agotarlos. El primero afirma que en nin- gún país del mundo se había encontrado oro, plata y cobre en tan gran abundancia. «Extráese el oro — dice—, no solamente de las minas, sino también de los ríos y torrentes... Se han encontrado pepitas, según afir- man, de peso de media libra, que llaman pales, y que no necesitan refi- nado.» Posidonio también llega á la hipérbole hablando de la calidad y excelencia de estas minas, diciendo «que pueden llamarse el tesoro inago- table de la Naturaleza y el depósito siempre lleno de riquezas de un sobe- rano, porque, no solamente sobre la superficie, sino en sus entrañas guarda esta tierra cantidades tales de mineral riquísimo, que más deben conside- rarse estas regiones subterráneas como la morada del dios de las riquezas que como la de las deidades infernales.» Los turdetanos, según el mismo Estrabón, extraían por cada tres días una cantidad de plata equivalente á un talento de Eubea (cerca de 8.000 pesetas); y según Polivio, las minas de plata de Cartagena ocupaban más de 4.000 obreros, que mandaban al pue- blo romano más de 25.ooo dracmasal día. PRELIMINARES 3 Diodoro de Sicilia nos da detalles interesantísimos de nuestra antigua producción minera, sobre todo del resultado producido por el incendio de los bosques del Pirineo, efecto del cual corrieron por la superficie verda- deros arroyos de plata fundida, cuyo valor, ignorado por los naturales, fué, sin embargo, objeto de la codicia de los fenicios y cartagineses, griegos y romanos. Los naturales aprendieron de ellos el laboreo de las minas, y desde en- tonces se extendió por toda la Península el afán Je buscar tan ricos filo- nes, que en algunos casos llegaron á dar una cuarta parte de su peso de mineral puro, concluyendo por afirmar el autor siciliano «que esta tierra era un verdadero tejido de ramificaciones metálicas». Tal abundancia de metales preciosos tenía que traer la natural osten- tación de sus productos logrados y la aplicación artística de aquellos pro- cedimientos que para su beneficio ponían en práctica. La fundición del oro y la plata es tan fácil, que al punto eran convertidos en barras y lin- gotes aquellas partículas y aquellas masas de mineral argentífero de ren- dimientos tan exorbitantes. De aquí que tanto los naturales como los co- lonos, fabricasen piezas de oro y plata para su propio uso, siendo tan abuii- Jantes los argentinos, que bien se comprende fabricaran del más rico metal blanco los enseres de sus casas, sus vajillas y hasta los muebles, y que por cargar aún más sus naves hicieran de plata hasta sus anclas. En muchas minas la plata era acuñada en moneda, en abundancia tal como ocurre con el argentiun oscense, del que se remitían carros diarios á Roma, y cuyas piezas se encuentran aún entre nosotros en abundancia ex- traordinaria. No es, pues, extraño que la fundición, el laminado y repu- jado, así como la aplicación de las filigranas, las veamos aparecer desde los ejemplares más primitivos de nuestra joyería. Porque la orfebrería española presenta en todos sus grados los pro- gresos que este arte puede conseguir; primitivamente la fundición y el repujado obtienen sus efectos propios; bien pronto la condición de ductili- dad y maleabilidad de estos metales les permite presentar los primores de su retorcido, ejecutando desde los más antiguos tiempos las más delicadas filigranas: la aplicación del soplete y los fundentes se nota en algunos de los primitivos ejemplares: la aplicación de las piedras preciosas y los es- maltes más ó menos conseguidos aparece á su debido tiempo, tomando el esmalte entre nosotros caracteres muy especiales; el nielo también tiene sus felices aplicaciones; el damasquinado se ve asimismo de muy antiguo; en 4 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA. ORFEBRERÍA ESPAÑOLA una palabra, que todo lo más selecto concerniente al arte de la orfebrería se ejecuta entre nosotros y lo dominan nuestros artistas en grado eminente. Estos exornes venían á enriquecer las joyas antiguas más que el uso y abuso de la costosa pedrería, con que modernamente se han querido avalo- rar por su importe intrínseco, que le prestan más aprecio para los que sólo ven en la joya la importancia de su valor en el mercado; pero los orfebres antiguos, más artistas, cincelaron é ilustraron sus creaciones con esmaltes, nielos y damasquinados, que si no le producía el efecto destellante de la pedrería, en cambio les daba un aspecto é interés artístico mucho mayor que si estuvieran cuajados de brillantes y rubíes. La pedrería antigua avaloraba aún más, ciertamente, las joyas en que lucía, en cabujones superpuestos ó directamente montados en las ya piezas; pero las prestaba sólo un valor secundario; la preeminente impor- tancia délas piedras preciosas es propia de la joyería moderna, siendo por esto mucho menos artística que la antigua. Pero, tanto respecto á los procedimientos, cuanto á su gusto y estilo, no debemos considerar á la orfebrería española como un hecho aislado responda á lo que venía ocurriendo en centros más adelantados que no países de verdadera escuela artística. Nuestra orfebrería marca sus y épocas al compás y en relación perfecta con las que se definen en su des- arrollo general histórico, y aunque sus ejemplares ofrezcan caracteres genúinos y eminentemente nacionales, no por ello se eximen de sus pre- cedentes originarios, si bien contamos con preseas de excepcional impor- tancia y de exclusiva pertenencia. La enorme cantidad de obras de orfebrería que se han destruido, pues ninguna clase de objetos son más perecederos por la riqueza que repre- senta su propia materia, nos priva de poder presentar en ciertas épocas ejemplares tan espléndidos y característicos como en otras partes aún subsisten, si es que llegó á haberlos entre nosotros; pero en cambio po- aún piezas excepcionales y propias, como nuestras seemos grandes custo- dias cruces procesionales, nuestras coronas votivas y algunas otras de y tan exorbitante precio, que sólo nos pertenecen y dan interés excepcional á la historia de la orfebrería puramente española: por ello podremos señalar más definidas, contando siempre con notables ejemplares en la sus épocas sucesión de las mismas. Ofrece, sin embargo, gran dificultad el estudio de nuestra mayor ri- queza por la forma en que hoy se guarda, refugiada principalmente en PRELIMINARES 5 los tesoros de nuestras Catedrales; pero no hay que negar que ofrece el estudio de éstos insuperables dificultades, siendo, en verdad, asunto tan difícil de abarcar, que sólo el concurso de distintos especialistas,dedicados por mucho tiempo á esta labor, podría darnos un conocimiento perfecto de todo el interés que encierran. Los tesoros de las Catedrales de Toledo, Santiago y Zaragoza, principalmente, custodian las más inexploradas ri- la orte- quezas, que habrían de llenar de inapreciables datos la historia de brería entre nosotros. Aun así, hemos de procurar completar el cuadro con las notas propias y referencias más exactas con que contemos. El estudio histórico y documental de tan bello arte no ofrece entre nos- otros fuentes tan abundantes como de desear sería; pero no por ello care- cemos de textos en que poder apoyarnos, A más de las citas de los clá- sicos, tenemos en la gran enciclopedia del sapientísimo Arzobispo visigodo de Sevilla, en San Isidoro, capítulos de sus Etimologías, tales como los de aiiro, de argento, de ornamentis capitisfeminorum y otros, que son de valor incomparable para el estudio; no contamos en la Edad Media con un libro como el del monje Theófilo, que en sus 8o capítulos nos dé la más acabada doctrina de la orfebrería en sus días; pero en los poemas, en las crónicas y en documentos de los Archivos nos encontramos con datos muy preciosos sobre nuestra producción en aquellos tiempos y los artistas á ella dedicados. De obras impresas, quizá la primera que nos pueda ser útil es El Viaje, de Ambrosio de Morales, que nos describe bastantes piezas admirables de orfebrería, tal como se hallaban en su tiempo. La Varia cornetisuración, de Juan de Arfe, y su Quilatador del oro y la plata, son los primeros libros impresos con que contamos, relacionados directamente con la orfebrería; también nos dejó su Descripción de la tra^a y ornato de la custodia de plata de la sancta iglesia de Sevilla Los curiosísimos Libros de Pasantia del Gremio de plateros de Bar- celona son de un interés grandísimo, tanto por sus dibujos, trazados por los que aspiraban al título de maestros, como por sus pintorescas descrip- ciones de objetos, de las que pueden deducirse notas interesantísimas. Las obras técnicas originales de los plateros antiguos españoles son, por lo tanto, escasísimas; algunas notas particulares dadas á conocer por los Sres. Gestoso, en Sevilla, y Ramírez de Arellano, en Córdoba, suelen I Reimpresos en el Arte en España, tomo ni, pág. 174. 6 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA dar alguna luz sobre sus maneras de trabajar en el arte á que estaban con- sagrados, comenzando los tratados históricos y de erudición en el siglo xix, gracias, primeramente, á algunas notas de Geán Bermúdez en su inagota- ble Diccionario. Hasta el año de 1861 no encontramos estudio alguno sobre nuestras preciosas obras de orfebrería, quitando algún ligero artículo en el Sema- nario pintoresco; en aquel año publicó el Sr. D. José Amador de los Ríos un notable opúsculo sobre El Arte Latino-bizantino en España y las Co- roñas visigodas de Guarrazal, en el que combatía victoriosamente las teo- rías emitidas por Mr. De Lasteyrie, sobre el célebre hallazgo que ya ha- bía enriquecido el Museo de Cluny, dejando sentada para siempre su filiación puramente española y su clasificación arqueológica exacta; pero todavía pasó bastante tiempo sin que volvieran á estudiarse científica- mente otras tantas valiosas joyas como entre nosotros existían. El Sr. Miró, en su interesante obra sobre Las piedras preciosas o), hizo referencia, al ocuparse de ellas, á muchas obras notables de joyería española, algunas ya lastimosamente perdidas, como la corona de la Vir- gen del Sagrario de la Catedral de Toledo, y otras de que hace puntual descripción é ilustra con buenos grabados. El primero que después metodizó bastante el estudio de la orfebrería española fué D. Isidoro Rosell y Torres, con el estudio que sobre la Cus- todia de la Catedral de Sevilla publicó en el tomo vii del Museo Espa- ñol de Antigüedades (1877), donde lució su abundante erudición sobre esta materia, aumentando, ó mejor dicho, trazando por primera vez el cuadro del desarrollo de tan precioso arte entre nosotros, resarciéndonos del escaso interés que había demostrado Mr. Labarte en su Histoire des Arts industrieles por la orfebrería española. Poco después, el barón Davillier nos dedicaba sus Recherches sour l'Orfebrerie en Espagne (1879), utilizando mucho la labor del Sr. Rosell, pero aumentándola é ilustrándola con nuevos datos, que también amplió el Sr. Riaño en el tomo de Spanish industrial art, al ocuparse de Gold and Silver Wolk en igual fecha de 1877. Muchas de estas ideas las repitió, aunque dando algunas nuevas noticias, en el Essay au Spanish art que publicó en el Catalogue of the special hace exhibition of spa?iish and por- tuguese ornamental art, del Museo Kensington, en 1881. A estos han seguido después otros estudios especiales que dilucidan más particularmente ciertos puntos, tales como los de los hermanos Siret, feli- PRELIMINARES 7 ces indagadores de todo lo concerniente al laboreo de nuestra primitiva metalurgia. La colección de Documentos inéditos para la Historia de España, en sus tomos Lv y cvii, insertan también curiosísimos documentos y noticias sobre plateros y platería española. Al Sr. Murguía debemos también interesantísimas noticias sobre la orfebrería compostelana en su obra del Arte en Galicia (1884), ampliadas después con nuevas notas en su Orfebrería gallega. El Sr. Leguina es autor de varios estudios sobre la platería entre nos- otros, como en La plata española (1891) y otras monografías en sus Im- presiones artísticas de 1895, en las que estudió piezas tan importantes como el plato de Otáñez, el Evangelio de Vich, la portapaz de Uclés y otras notables piezas, á las que habrá que añadir algo relacionado con la orfebrería en sus estudios sobre Las espadas históricas (Madrid, 1898). También es de gran aprovechamiento para nuestro objeto el tomo de Cartas, publicado por el Sr. Miquel y Badia. Más recientemente, el Sr. D. Antonio García Llansó ha publicado un completo estudio general sobre la Platería y Joyería españolas, como parte de un trabajo sobre la Metalistería, en la Historia general del Arte, editada por los Sres. Montaner y Simón, de Barcelona (1897), en la que toca con verdadera competencia los puntos de esta especialidad, no de- biendo omitir en esta relación los trabajos del Sr. Gestoso en su Ensayo de un diccionario de los artífices que florecieron en esta ciudad de Sevilla desde el siglo xm a/xviii (1899); en el prólogo y texto: los del Sr. Villaamil y Castro, sobre la primitiva joyería gallega y acerca del tesoro de la Cate- dral de Santiago Museo Español de Antigüedades, tomos iii, iv, v y vii), á los que debemos añadir los datos que los Sres. Fernández Sánchez y Freire Bonceiro insertan en su Guía de Santiago, pág. 96 y siguientes: se- gún aseguran estos señores, en la pág. j5 de la Guía, el tesoro de la Cate- dral ha desaparecido por completo con distintos motivos. De otras joyas relativamente modernas dan cuenta también en el texto (págs, fó y 74): los del Sr. Martí y Monsó en sus Estudios Histórico-Artísticos (1901), y los de Mr. Pierre Paris, en lo que se refiere á los primitivos ejemplares en su laureada obra sobre el Arte prehistórico español. También aporta datos muy interesantes para la orfebrería española, ai tratar de algunos ejemplares que nos pertenecieron, el texto de los gran- des àlbums de la colección Spictzer, en sus secciones de Orfebrería sa- 8 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA grada y esmaltes, proporcionándonos, además, excelentes láminas de ob- jetos que nunca debieron salir de entre nosotros. En reciente fecha, el Sr. D. Agapito Revilla se ha ocupado con bas- tante extensión y probada pericia de las principales joyas de la región leo- nesa en el Boletín de la Sociedad de Excursiones de Castilla, detenien- dose principalmente sobre las grandes custodias de los Arfes, á cuyo trabajo pudiéramos añadir el que hace más años publicó el Sr. Bernardet en Cá- diz sobre las Custodias españolas. Aquí debemos añadir los muy variados estudios que acerca de varias obras de orfebrería se han publicado en el Boletín de la Sociedad Espa- ñola de Excursiones, por diferentes autores, ilustrados con preciosas lá- minas de las mejores en su género. Sin duda la Catedral de Toledo supera en riqueza de orfebrería á las demás españolas: las piezas acumuladas en su tesoro y en el ochavo son de un valor incalculable, y de esto nos da idea el Conde de Cedillo en su Guía de Toledo. Del tesoro de la Seo de Zaragoza hace detallada relación el Sr. Gascón de Gotor en su tomo ii de su Zaragoza artística, á lo que hay que añadir el estudio de algunas que pertenecieron al Pilar y que figu- ran en la colección Spictzer. En la de Sigüenza se detiene muy especial- mente nos proporciona muy nuevos datos el Sr. Pérez Villaamil y (don Manuel) en su estudio sobre la Catedral de esta ciudad (1899),y al P. Rolín debemos asimismo valiosas notas sobre la orfebrería española medioeval, como las que viene publicando en la Revue de VArt Chretien desde 1898, y en la Revue de l'Art Anden et Moderne desde 1908 i. Con esto presentamos los trabajos más especiales sobre orfebrería es- pañola, á los que pudiéramos añadir otros de los que tendremos que hacer mención en el texto, congratulándonos de poseer ya tan abundantes fuentes de información y preciosos estudios, que todos ayudan eficazmente I Pudieran aún añadirse á las ñolas consignadas algunas más sobre puntos especiales. Tales son: Davillier, Les arts décoratifs en Espagne, 187g. En el Semanario pintoresco aparecieron va- rios artículos sobre Las joyas del Sr. Pérez Rubio. El libro de los Coleccionistas, por More Sen- cier. Artículos en la Gac. des Beaux Arts, de 1882. En las Tradiciones infundadas, de D. Cesáreo Fernández Duro, se insertan en el apéndice núm. 2 los documentos relativos al depósito de las joyas de la Reina Isabel en el monasterio de San Jerónimo de Córdoba, con otros en los apén- dices núms. 137 14, para costear el viaje de Cristóbal Colón. También es muy interesante la consulta de los Artistas de Salamanca, por el Sr. Lafuente; la de la Arqueologia sagrada del Sr. López Ferreiro (1889). Los trabajos del Sr. Giner de los Ríos, en el Boletín de la Institución libre de enseñanza; los del Sr. Gudiol, en sus Nocions de Arqueologia sagrada caía/ana (1902); los del Sr. D. Pelayo Quintero en Málaga (orfebrería), 1904. Las joyas árabes, del Sr. Castro y Serrano (artículo en La Ilustración Española y Americana), los fascículos de las Capitulado— nes matrimoniales, y algunos otros de que haremos mención en el texto. ÉPOCA PKIMl I IVA 9 al conocimiento exacto de lo pasado, nunca exclusivo de un esfuerzo úni- CO, como ocurre en todas las ciencias, sino producto del concurso de aque- líos que de consuno se interesan por una propia causa. Estos nuevos estudios y algunos notabilísimos ejemplares con que se han enriquecido los Museos nacionales y extranjeros en estos últimos años, más otros que aparecen en los templos al formarse oficialmente el Catá- logo monumental de nuestra riqueza artística, pudiendo añadir también algo de indagación propia, nos han estimulado á emprender este re- cuento de nuestra historia en aquel especialísimo concepto que signifícala aplicación de nuestras más delicadas disposiciones artístico-industriales, al realizar obras que exigen, no tan sólo una inspiración y educación artística sobresaliente, sino un dominio del taller, de las manipulaciones tan diver- sas y esmeradas como requieren aquellas obras extraordinarias en que tantas especiales aptitudes intervienen. El examen ordenado y sucesivo de los ejemplares nos hará apreciar todo esto debidamente, agrupando los ejemplares en sus distintas épocas históricas, para así poderlas comparar más fácil y ordenadamente. I EPOCA PRIMITIVA El estado de la cultura española anterior á los romanos está siendo ob- jeto de especiales estudios, que cada día vienen á aclarar esta obscura época tan interesante. Las memorias históricas de fenicios, griegos y cartagine- ses tienen la debida confirmación por el hallazgo de curiosísimos ejempla- res, y no son los de orfebrería los que menos abundan. Pero nótanse en los que vamos adquiriendo dos distintos caracteres, que nos llevan á dividirlos en dos grupos muy definidos: uno en que res- ponden por completo á los progresos y estilo de lo que dominaba en los centros más adelantados, y otro en que se ofrecen como productos genuínos de nuestra propia industria. Así, comparando el estilo y la técnica de la diadema de Jávea, con los torques, anillos y otros adornos de nuestros in- dígenas, se nota al punto una diferencia grandísima entre aquello que res- ponde á lo que hacían los más adelantados pueblos mediterráneos y lo que podían producir las tribus españolas, menos adelantadas en la técnica y con menor inspiración artística. La orfebrería del litoral y ciudades ribe- reñas de los mayores ríos, obedecen al arte mediterráneo de los siglos viii 10 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA al IV (antes de J. C.), no más antigua, que había llegado á nuestras playas, no creyendo que tampoco avancen más en antigüedad aquellos otros ejem- piares, que, si bien por su estilo parecen más propios indígenas,-obedecen, sin embargo, en sus procedimientos industriales á ciertas nociones adqui- ridas de los invasores. Las joyas propiamente iberas requieren el conocimiento perfecto de la fundición, el torcido y el forjado de los ricos metales: los torques, anillos, diademas, pulseras y objetos de uso doméstico son algunos verdaderos modelos de labor esmerada y de dominio del procedimiento, y el repujado de la plata, desde los más antiguos, está llevado al grado de verdaderos alar- des de pulso y manejo del martillo. Foresto, á nuestro entender, las obras de plata y oro de nuestros antiguos iberos, aunque tengan cierto carácter propio, son una derivación, por su técnica, de las que las colonias medite- rráneas habían aportado á nuestro suelo, aprovechadas como enseñanza por ios naturales, y cuya técnica prolongaron por bastante tiempo para su particular empleo. Debemos, pues, atender primeramente á aquellos ejemplares que, aun- que se ejecutaran aquí, fueron hechos por manos de extranjeros, y entre ellos se destaca, en primer término, abriendo brillantemente la serie, la diadema de oro, no ha mucho tiempo adquirida por el Museo Arqueoló- gico Nacional, procedente de Jávea, y que ya ha sido objeto de estudios-es- peciales de los Sres. Mélida y Fierre Paris ^ Conformes estos señores sobre la apreciación de la época y arte á que pertenece tan preciosa joya, discrepan, sin embargo, algo respecto de la naturaleza de la mano que la ejecutara; difícil es de dilucidar evidente- mente el punto; pero de ser de artífice ibero habría que reconocer que se hallaba éste tan perfectamente identificado con todo lo mejor producido en aquella época, que nada superior como técnica ofrece la llamada joyería etrusca, tipo reconocido como el más acabado de los de su tiempo. La gracia de sus líneas, la perfección de las diminutas palmetas de sus distintas fajas acusan al artista griego, y aunque no llegue á presentar la figura humana, total ni parcialmente, como motivo de su exorno, cual ocurre en las joyas etruscas, su fabricación ofrece similar finura y esmero, luciendo, á más de sus filigranas y pequeños repujados, aquel granulado I Véase Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos , igoS, ii, pág. 366. Revue Archéologi- que, 1906, pág. 424. ÉPOCA PRIMITIVA finísimo que tanto ha dado que hacer á los arqueólogos, al estudiar las más antiguas muestras de la joyería en el suelo Italo. El Sr. Mélida presume, al compararla con las diademas y colgantes de las célebres figuras de Yecla, que, sin duda, son contemporáneas, y que el artista que esculpió las figuras copió fielmente aquellas joyas similares co- locadas sobre la frente de alguna bella alicantina de su tiempo; esto ocurría en el siglo vi antes de J. C., época sobre laque parece existe total acuerdo en incluirla. Del estudio de su técnica se deduce, á nuestro entender, un procedí- miento que requiere maestría suprema para su ejercicio: según parece de- ducirse del detenido estudio de las piezas que constituyen el verdadero aderezo^ debieron haber sido enlazadas sus filigranas y granulado poruña capa de oro fusible aplicado por su reverso, liquidado por efecto del soplete, y después haberse cubierto los espacios libres con pequeñas películas de oro, un tanto repujadas, tan sutilmente soldadas que algunas han desapa- recido, dándole á la pieza un aspecto de transparencia que primitivamente no debió tener; en las charnelas, en cambio, se observa que la filigrana se aplicó sobre placas de una sola pieza. El granulado es de una finura extraordinaria. Sabido es lo que preocupó á los MM. Castellaniel averi- guar cómo hubiera sido ejecutado en las joyas etruscas -; pero bien puede I Véase L'Art Etrusque, por Jules Martha. 12 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA asegurarse que el de nuestra diadema no cede en finura al de las preseas italianas. Los estudios ya hechos por los dichos señores y el examen de la lámina nos eximen de hacer de estas piezas una descripción detallada. Con tan hermoso ejemplar puede, pues, hoy inaugurarse el estudio de la orfebrería española. No ha debido de ser esta, sin duda, la única joya que de aquel tiempo y arte haya aparecido, ni debemos desesperar de que surjan de nuevo, pero la codicia de los que realizan estos hallazgos es de tal especie, que en su ceguedad los destruyen para dejarlos reducidos á su valor intrínseco, quitándoles así el que más los hace apreciables. De la industria propiamente indígena, más sólida y pesada en su mate- ria, á la par que más ruda en su trabajo, existen abundantes y caracterís- ticos ejemplares, que han ido apareciendo en los distintos ámbitos de la península, presentando todos muy similares caracteres. Quizá el que los afirma de mayor antigüedad sea el gran anillo de oro, de peso de 1.800 gramos, que fué encontrado en Panella (Extremado- ra), y cuya labor en líneas formando ziszás, tanto se asimila á la de los vasos negros incrustados de blanco de Ciempozuelos y otros lugares de la península, que constituyen hoy una serie especial de nuestra cerámica. También se asimila á este estilo el gran brazalete de oro, de 1.262 gra- mos, encontrado en Cintra y estudiado por el Sr. Leito de Vasconcellos, á los que pudiéramos añadir otras joyas semejantes pero de menos impor- tancia del Museo Arqueológico Nacional. En el Museo de Saint-Germain, colección Moreau, se ven asimismo otros ejemplares de procedencia española del mismo tipo. La región gallega y leonesa ha sido quizá la más rica en esta clase de tesoros, y sus ejemplares constituyen una serie perfectamente caracteri- zada. Han sido muy frecuentes, desde remotos tiempos, los hallazgos de estas preseas, especialmente en los castros y túmulos, ó mamoos, como alli los llaman, desde tiempos remotos, habiendo pasado al crisol cientos de ejemplares preciosos; pero desde mediados del siglo pasado fueron salva- das, por el Estado y algunos particulares, bastantes de aquellas piezas que iban apareciendo. En 1867 se adquirió para la Academia de la Historia un hermoso collar ó torques de oro, hallado en el campo de Matanza (núm. 67 del Inventario), provincia de La Coruña, y en 1872 ingresaba en el Museo Arqueológico el más valioso de los varios que posee, procedente de un lu- gar cercano á León. Tanto éstos como otros encontrados en Galicia fue- ÉPOCA PRIMITIVA l3 ron estudiados por el Sr. D, José Villa-amil y Castro, en varios artículos del Museo Español de Antigüedades (tomos iii, pág. 545; iv, pág. 5o, y vn, página 145); pero desde aquella época se han ido enriqueciendo las coleccio- nes de varios aficionados en tal cantidad que, en muy reciente fecha, el mismo Sr. Villa-amil ha hecho de todos ellos nuevos estudios, publicados en el Boletín de la Comisiónprovincial de Monumentos históricos r ar- tísticos de Orense {año de igo5, pág. 81, y en el de 1907, págs. 97, 124 y 145). Sus recientes artículos sobre los Producios de la metalurgia ga- llega en remotos tiempos compendian cuanto sobre este particular se ha dicho y averiguado hasta el día, añadiendo por su parte apreciaciones pro- pias, que lo amplían y aclaran en alto grado. Sospecha que los llamados torques de oro gallegos no responden á la idea que de los tales debemos tener, ni por su etimología (de torcuatus, retorci- dos), ni por su difícil aplicación de collares que pudieran tener. Realmente, los verdaderos torques son otra cosa, como veremos, apuntando la idea de si no serían objetos votivos de cierta significación simbólica, ó, en último caso, piezas de valor declarado, que pudieran emplearse en el cambio y compraventa de objetos de importancia, aunque su originaria labor no responda á las condiciones propias del metal amonedado. Los otros objetos hallados con ellos, como pendientes, brazaletes y al- gunas placas ó dijes ornamentales, ofrecen igual carácter de primitiva in- dustria, aunque en ellas ya se ve la aplicación de la filigrana sobrepuesta como motivo ornamental, y los brazaletes de varios anillos soldados á unas placas en sus extremos los asimilan al valioso que también se conserva de Joyas ibéricas de oro del Museo Arqueológico Nacional. 14 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA esta especie en el Museo Arqueológico Nacional. De todo ello resulta que estos productos de la primitiva industria del oro en Galicia ofrecen un in- teres singular que los coloca, por sus caracteres artísticos especiales, dis- tantes de todos los otros conocidos, y en preferente lugar en el examen de la orfebrería puramente española. Su técnica responde perfectamente á la aprendida de otros artistas más adelantados, pero más rudamente apli- cada. La fundición, el laminado y alambrado obtenido por percusión, la soldadura y retorcido fueron los procedimientos puestos en práctica por los autores de tan valiosas joyas al ejecutarlas. En cambio, no poseemos, como era de esperar, muestras de orfebrería puramente griega, pertene- cientes á la industria de aquellas colonias helénicas que se establecieran en tal región y que debieran ser sus maestras en el arte. Otros objetos de oro muy importantes se han encontrado en diversas regiones españolas, de distinto carácter en verdad que las de Galicia. El Sr. Pierre Paris, en su obra Essai sur VArt et l'Industrie de la Espagne primitive, pretende establecer diferencias artísticas entre los productos celtas é iberos; pero como él mismo confiesa que esta parte de su trabajo la ha llevado á efecto con premura excesiva, no resultan sus teorías com- pletamente convincentes, y más si se tiene en cuenta que esta cuestión del celtismo y el iberismo entre nosotros, hasta ahora, es completamente in- soluble. Determinar las diferencias de los caracteres artísticos de los objc- tos celtas y de los iberos es imposible, y más cuando lo que vamos consi- guiendo ver con claridad es que, á poco de llegar los celtas en el siglo v, se fusionan por completo con los originarios iberos, que es siempre la raza dominante, aunque resulte modificada por los celtas en ciertas re- giones. Lo que atañe á nosotros afirmar es que las joyas de estas otras regiones ofrecen más interés artístico que las hasta ahora encontradas en Galicia, pues en su ornamentación llegan á ostentar ya figuras que, de algún modo, se enlazan con los ejemplares clásicos de su tiempo. Las placas de Càceres (hoy en el Museo del Louvre) son muy notables como objetos ar- lísticos; ejecutadas por el procedimiento del más fino repujado, ocupa toda su extensión una serie de caballos y jinetes, que requieren por parte del artista que la ejecutó un adelanto ya sobresaliente. Estas fajas ofrecen la labor artística más adelantada de nuestra primi- tiva orfebrería; el dibujo de sus figuras humanas y caballos es bastante in- correcto, aunque expresivo; pero todo lo que podíamos esperar en su ÉPOCA PRIMITIVA l5 época, y más teniendo en cuenta sus diminutos tamaños, pues los caballos y figuras no exceden de 3o milímetros de altura. Los fragmentos existentes nos indican haber pertenecidoá más de un ob- jeto: uno con dos series superpuestas de figuras, y otro de una sola. En la de dos series aparecen varios caballos montados por jinetes alternando con hombres que llevan pares de hidrias metálicas, con asas articuladas, una en cada mano, quedando además los espacios libres ocupados por figuras de aves y de peces; una greca vertical y dos anillos soldados asimismo de oro, limitan el extremo de la banda más ancha. Su borde superior conserva varias como campanillitas invertidas que lo coronaban. La más estrecha, correspondiente quizá á alguna pulsera ó brazalete, tiene tan sólo una serie de caballos y guerreros, llevando éstos espada corta y pequeño escudo cir- cular en sus manos, viéndose ocupados los espacios libres por reptiles y batracios. Al extremo también tiene un anillo soldado. Unas series de puntos horizontales completan la decoración de los fondos. Las opiniones, tanto de Mr. Schlumberger como de Salomón Reinach, y otros sobre estas curiosas joyas, no son decisivas, si bien todos convie- nen en darles la importancia de piezas únicas en su especie y de interés extraordinario; nosotros, al colocarlas en este lugar y estudiarlas ahora, dicho se está que las consideramos como producto del arte indígena, des- pués de ser amaestrado por los colonos que de Oriente nos trajeron la ci- vilización en aquellos tiempos; de aquí su semejanza con lo arcaico medi- terráneo que por ellas se muestra. Hace pocos años fueron encontradas unas curiosas alhajas en Safa (Va- lencia), que por sus caracteres se aproximan ya á los tiempos romanos, aunque deban considerarse también como genuinas de la primitiva orfe- brería levantina Estos son realmente los ejemplares más notables que poseemos de la orfebrería primitiva española; algunos pendientes, brazaletes y diademas pudieran contarse, como la de las últimas de éstas, encontradas en la cueva de los murciélagos por el Sr. Góngora, y algunas otras que se guardan en el Museo Arqueológico y en poder de particulares, todos de oro, pues las otras joyas de plata que se han encontrado, consideradas asimismo como de esta época primitiva, alcanzan de tal modo á la romana, que en ella las in- i Dió cuenta de ellas el Sr. Mélida en la Revista de Archivos, Bibliotecas t Museos, año 1902, ii, pág. 164. l6 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA cluiremos; solamente pudiéramos considerar como propias también de la orfebrería ibérica la serie de cuencos ó vasos de plata del tipo de los de Cas- tulo, notable éste por la aún indescifrada inscripción que llevaba (su para- dero es completamente desconocido) y los anepígrafos que posee el Museo Arquelógico Nacional. Son estos cuencos ejemplares notables de repujado, pues se comprende por su labor que, habiéndose empezado por un disco de plaj;a con su borde perfectamente torneado formándole un filete ó festón, luego se ha logrado su concavidad por el martillado más perfecto, á la manera de lo que aún hacen algunos plateros cordobeses, ya muy escasos, que transforman un duro en un vaso, conservando su reborde; el mayor de los del Museo ofrece la particularidad de tener en su interior una cruz de oro, de bra- zos iguales y muy cortos, incrustada; pero no creemos que sea contempo- ránea del vaso. Los verdaderos torques, ó sean collares retorcidos, algu- nos con un lazo en el centro, alternan en las colecciones con otros que son unos verdaderos cables de varios cabos de distinto grueso, así como otros formados por muy compactas vueltas de alambre de plata; pero éstos más bien parecen, no gargantillas, sino collares de pecho, como se ve en las figuras de Yecla. Pero ya, como decimos, las piezas de plata conocidas toman un aspecto completamente romano. III ÉPOCA ROMANA La orfebrería de esta época es bastante escasa con relación á lo que de ella debía haber entre nosotros; sin duda han de sobrevenir hallazgos que la enriquezcan; pero hasta ahora no poseemos piezas tan importantes de ella, como las que conservan Italia y Austria, principalmente, devueltas por su suelo. La orfebrería romana ofrece un carácter especial que la distingue muy mucho de la griega y oriental, sus predecesoras. Quizá encontremos su punto de evolución en aquella egipcia alejandrina, que tan felizmente modificó los tipos anteriores; pero al llegar al Occidente adquiere formas y caracteres muy especiales. Ofreciendo principalmente piezas de plata, están ejecutadas éstas con una solidez y refuerzo verdaderamente excesi- vos; como toda obra de romanos, están hechas para durar eternamente. época romana i7 proporcionando, además, por sus líneas y exornos un acento marcada- mente escultórico, una decoración, en la que predominan las figuras hu- manas. La orfebrería romana difiere bastante de la griega, tanto por su téc- nica como por su estilo. Aunque muchos de los objetos de plata y oro usa- dos por los ricos y patricios fueran producto de mano helénica, el gusto y la fabricación habían evolucionado lo bastante para que adquiriesen espe- cial aspecto. Ya hemos consignado que las joyas alejandrinas imprimieron un nuevo estilo á la orfebrería antigua, mezcla, hasta cierto punto, de las tradiciones antiguas egipcias con el ideal clásico; la aplicación en los exor- nos crustae ó de emblemata (láminas repujadas ó altorrelieves) avaloran principalmente á los objetos más ricos que ofrece el arte escultórico, des- arrollado las composiciones más complicadas á veces, de figuras obtenidas por el repujado ó fundición á ceras perdidas, de las que son ejemplares sobresalientes la célebre pátera de Rennes, ciertas copas del tesoro de Hildesheim y otras del tesoro Bosco Reale, de tanto relieve algunas, que vienen á desvirtuar por completo el uso y naturaleza del vaso á que han sido aplicadas. Esta exuberancia de ornamentación, un tanto ilógica, es la caracterís- tica de la orfebrería romana, pocas veces contenida en los precisos límites de que nunca se excedió la griega, hasta el punto de engarzar gruesas pie- dras en los platos y otros objetos de vajilla y uso corriente, comenzando así en ellos el aspecto de la orfebrería bizantina. Tales debieron ser las obras de Teucer, Zenodoro y demás famosos orfebres citados por Plinio y otros autores latinos. Ejemplar caracteristico.de todo ello poseemos en el llamado plato de Otáñez tan conocido, quizá la pieza de orfebrería romana más genuina que poseemos, como hemos de ver. Pero examinando ejemplares más sencillos entre nosotros, afirmaremos más nuestra creencia de que esos verdaderos torques de plata con el lazo en su centro, ó sólo retorcí- dos en toda su extensión, pertenecen á la época romana, pues sin duda á ellos se refieren los autores, tales como Tito Livio, al decir que T. Manliofué llamado el Torqiiatiis por haber arrancado á un galo, en singular combate, uno torque; qiien respersum cruore colle circundadit suo (Lib. vi, cap. xlii ); y Aulo Gelio en sus Noches Aticas afirma que en la ocasión que cita fueran dadas como premio «ocho coronas de oro; una obsidonial, tres murales, catorce cívicas, et torquibus LXXXIII» (Lib. ii, 3 l8 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA capítulo xi). Dionisio de Alicarnaso exprésase en semejantes términos, presentando los torques como premios otorgados por los romanos. (Li- bro xxxvii.) Qué fueran estos torques nos lo dice mejor que nadie San Isidoro al ma- nifestar en sus Etimologías (xix, 3i, ii), que los torques sunt circuli aurei a collo adpectus usque pendentes... dictœ auteni torques, quod sit tortœ. El ejemplar que más por completo se relaciona por sus caracteres, con la genuïna orfebrería romana es, como decimos, el tan conocido plato ó pátera votiva llamada de Otáñez, hasta el punto de haberse suscitado de- bates acerca de su procedencia de fabricación Constituye una especie de plato, bastante llano, de 28 centímetros de diámetro, apareciendo su con- vexidad ilustrada con varias figuras alusivas á la salutífera fuente que conmemora. En la parte superior se muestra, entre árboles que pudieran ser hayas, la ninfa recostada, desnuda en su torso, apoyándose en la hidria de que mana el agua salutífera; corre ésta entre peñas hasta llegar á un depósito ó estanque rodeado de piedras, del que un muchacho recoge y llena de agua una ánfora dentro de un gran tubo, quizá para transportarla; más abajo, otro hombre llena con una ánfora una gran cuba colocada sobre un carro tirado por dos muías. Esta es como la composición prin- cipal: accesoriamente se ven también, á la derecha, á un pastor ó viajero que hace á la ninfa una ofrenda sobre un ara; á la izquierda, un sacer- dote ofrece una libación sobre otra ara, y enfrente un servidor muestra un vaso del agua salutífera á un enfermo que está sentado. La composición, aunque poco armoniosa, es, sin embargo, curiosísima por los datos ar- queológicos que proporciona y los detalles de indumentaria y de enseres y manipulaciones puestas en práctica con motivo de la virtud de aquellas aguas. Unas letras en relieve, que ocupan los espacios libres cerca del borde y que dicen SALVS VMERITANA, nos revela, sin duda, el nombre de la fuente prodigiosa. Por el dorso del plato se distingue la ins- cripción L P. GORNELIAM P. 111., cuya significación se duda si es la firma del autor de la obra ó del que la dedica, agradecido, á la ninfa Respecto á su fabricación y estilo, que por muchas razones creemos ejecutado en España, obedece por completo á la técnica que hemos consi- derado como característica de estas piezas romanas. 1 Lo ha estudiado últimamente el Sr, Mélida en la Revista de Archivos, Bibliotecas y ■Museos, 1907, pág. 289. 2 Para este punto, como para su completo estudio arqueológico, véase el citado del señor j^élida, que puede darse como definitivo. ÉPOCA ROMANA IQ La emblemata, es decir, la faz en que está desarrollado el asunto, labróse, sin duda, en delgada lámina, repujada y cincelada, aplicándose además, una tenue hoja de oro en las partes más principales, como el manto de la ninfa, las aguas, las letras, pero nunca sobre las carnes de las figuras, debiendo advertirse que cambió el tono de los dorados según las partes á que los aplicaba, sin duda por procedimientos delicados de fusión de que Plinio da la recetad Todo este disco cóncavo que constituye el anverso del plato está aplicado sobre un ánima metálica que, á su vez, va forrada por el dorso por otra lámina de plata, siguiendo en esto la más usual manera de fabricar los romanos sus objetos de plata y oro, incluso, algunas veces, sus monedas. El plato votivo encontrado en Otáñez, aun- que fuera de lejana procedencia, constituye, pues, un ejemplar caracterís- tico, por su estilo y técnica, de la orfebrería hispano-romana, pues aunque la localidad á que alude no sea aquella en que se ha encontrado, ni haya memoria de tal fuente umeritana, debe creerse, sin embargo, el objeto, por su estilo artístico, de fabricación hispana. No tan complicados en su labor, pero sí quizás de arte más elegante y depuradas formas, son dos páteras de plata que se descubrieron hace años en Segovia, y cuyo paradero ignoramos, pero que por su arte exqui- sito y representaciones de atributos báquicos, debieron pertenecer al culto de aquella deidad, pues los pámpanos y máscaras adornaban sus, ca- bos, preciosamente relevados. Por su estilo relacionábanse directamente con la que puede verse en el Museo de Reproducciones Artísticas del tesoro de Bernay, estilo á que obedece también la preciosa copa de plata, número 524 del Museo Arqueológico Nacional, que, por algunos detalles, especialmente por las hojas de los arbustos, se asimila mucho al plato de Otáñez, gusto igualmente empleado en el vaso de plata que tuvo el señor Vives. Por todo ello se advierte una gran semejanza de todas las piezas es- pañolas que forman este grupo, con las que «se conservan en París co- rrespondientes al tesoro de Bernay, hasta el punto de ser casi idénticos los mangos de los pateros de Segovia con el del gran cazo de París, cu- vos temas decorativos se repiten en el borde de la gran bandeja circular. Tal es el carácter más constante de las piezas de plata romanas encon- tradas entre nosotros. j Véase el estudio citado del Sr. Mílida, pág. ag6. 20 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA A más de estas piezas consignadas, aún se citan como muestras de la orfebrería hispano-romana, otra pátera de plata con incrustaciones de oro encontrada en Alvarelhos de Portugal, una taza de plata descubierta en un castillo de la provincia de León (V. Hübner, Corpus, ii, números 2.373 74.966), cuya mención debe completarse con otros cazos, coladores y varios más enseres preciosos que se guardan en el Museo Arqueológico Nacional. Aunque no ejecutado en España, pero sí hallado en nuestro suelo, po- seemos un ejemplar importantísimo de la orfebrería romana, con el que podemos cerrar este período, y que es conocido generalmente con el nom- bre de El disco de Teodosio. Consiste, efectivamente, en un gran disco de plata, repujado, de más de medio metro de diámetro (74 centímetros), en el que aparece sentado el Emperador Teodosio en el centro de un pórtico de cuatro columnas, con arco central y. frontón á dos vertien- tes, en el acto de entregar á un magistrado sus credenciales y órdenes para ejercer su cargo; á los lados aparecen, igualmente sentados, sus hijos Arcadio y Honorio, custodiados cada uno por dos soldados; en el exergo recostada la figura de la Abundancia, á la que acompañan tres ni- se ve ños con ofrendas, entre espigas de trigo. La inscripción O. N. THEODO- SIVS. PERFET. AVG. OB. DIEM. FELICISSIMVM. X, completan la labor del disco. El objeto constituye uno de los llamados hoy por los ar- quéologos missoriiim, ó grandes discos de plata, que equivalen á nuestras bateas ó bandejas, pero que más que para el uso práctico de ellas se fa- bricaban para servir de recuerdo y regalo á las personas á quienes se de- seaba obsequiar con ellos. El del Gabinete de Medallas de la Biblioteca Nacional de París, núm. 2.876, ofrece gran semejanza con éste por su tamaño y materia, aunque es de estilo más clásico; representa la entrega de Briseida por Aquiles à Agamrnenón. La disposición de las figuras es muy semejante; la arquitectura del fondo casi igual, presentando en el amplio exergo otros atributos y emblemas igualmente alusivos á la escena principal. Otros cuatro missoriurn guarda este importante gabinete, todos ellos de similar labor á los consignados. El nuestro parece ser un regalo á algún conspicuo personaje español, y por conmemorar el día de los quindecenales del Emperador (en 19 de Enero de 393 de J. G.) " y entrega de sus poderes al magistrado lusitano, I V. Delgado: Memoria Histórico-crítica sobre el gran disco de Theodosio, ORFEBRERÍA VISIGODA 21 á quien lo donaba, bien pudo llegar á ser un verdadero clipeo de aquellos que pendían en los muros de los templos ó tribunales, como ex-votos ó emble nas de autoridad y de justicia. De aquellas otras labores que ilustran y avaloran las obras de orfebre- ría, como el esmalte, el nielado y el damasquinado no presentan mues- tras las joyas romanas españolas, sobre todo de las dos primeras. Apli- cado entonces el esmalte en la forma y procedimiento que designa la palabra electrum, fáltannos ejemplares de tan valiosa especie, inicia- dora de la aplicación de las piedras preciosas en cabujones que hemos de ver tan frecuentes en las épocas posteriores; de los nielos quizá existan restos en algunos deteriorados fragmentos en que pudieran distinguirse, y del damasquinado, considerándolo como labor de aurífices ú orfebres, pueden reconocerse aplicaciones de gran perfección en el puño y hoja de algunas armas y otros enseres como en la apatas de Almedinilla, y los puñales de Galicia. IV ORFEBRERÍA VISIGODA La invasión de los bárbaros concluyó con el degenerado Imperio ro- mano, pero no por ello detuvo la marcha de la cultura europea, siguiendo ésta su evolución con arreglo á los nuevos tiempos, y salvándose sin per- der un momento,- como siempre ha ocurrido entre los pueblos que mar- chan á la cabeza de la Historia. Todo lo romano en sus últimos tiempos clásicos había adquirido un carácter oriental, al que debió en gran parte su ruina. Más atentos siempre los asiáticos al efecto colorista del conjunto que á la lógica cons- trucción de las líneas, perdió por ello el clasicismo sus más propias excelencias, cuales son la pureza délas líneas y la proporción exquisita de sus miembros. El sentido del modelado y el efecto del claroscuro cedió ante la policromía más deslumbradora, y si en la arquitectura produjo un sistema nuevo de construcción en que la columna adquiría toda su importancia constructiva y en las bóvedas llegaba á soluciones trascendentales, en el decorado de los monumentos se aspiraba á una riqueza de aspecto que los convirtiera en inmensos joyeles, en que el oro y la pedrería fueran sus principales elementos decorativos. BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA 22 Ya desde Constantino el arte venía adquiriendo estos caracteres, por lo cual, el primitivo cristiano público presenta este marcado aspecto, y las grandiosas basílicas dedicadas al nuevo cuUo, no sólo admiraban por la ri- queza de su construcción, cuanto por la extraordinaria de los objetos que custodiaban. Todos los dedicados al culto eran otras tantas joyas de inestimable valor: las memorias que tenemos de los libros ilustrados con admirables miniaturas y cuajados de pedrería en sus tapas; los cálices, lámparas, candelabros hasta altares completos de plata y oro, nos deslumhran y y admiran aun á través de sus descripciones, y este lujo imperial y sagrado continuó creciendo hasta un grado verdaderamente inverosímil cuando Justiniano concretó en Bizancio todo aquel arte y aquella riqueza conse- guida. En el liber pontificalis de Constantino se da cuenta detalladamente de los tesoros entregados á las basílicas: «la cualidad del metal, el nú- preciosas las dimensiones y el peso de las esculturas mero de piedras y los más ricos metales». A la basílica de Letrán donó el bal- fundidas en daquino de su altar mayor, pieza colosal de orfebrería; en el techo, por de de delante, lucía la imagen del Salvador, sentado, en actitud bendecir, 120 plata repujada; tenía cinco pies de altura aquella figura y pesaba libras, á la que acompañaban cuatro ángeles de plata con gemmas en los ojos. La bóveda del baldaquino era por su interior de oro puro, y de ella pendía un lampadario, asimismo de oro, de peso de 5o libras. Los siete altares de la basílica estaban chapeados igualmente de plata si de tal modo se había prodigado la riqueza en los altares, considérese y cuánta sería la de los vasos sagrados, candelabros, lámparas, tapas de libros, broches, sacras y demás objetos propios del culto. No menos rico el altar de la confesión de San Pedro en su era basílica, eucarística de figurando entre los objetos de su pertenencia una paloma oro, cuajada de amatistas, perlas y sardónicas. Citamos estos ejemplos para dar idea del desarrollo obtenido en Italia la orfebrería en el siglo iv de J..C, y de la inmensa por riqueza des- truída^ pues ningún resto queda de aquellas portentosas obras constan- siendo además escasísimas las que de tal época han tinianas, llegado á las cuales sólo quizá podamos contar con una cajita en el nosotros, entre British Museum, en una psida en Viena, y un relicario en el Vaticano; eRFEBRERÍA VISIGODA 23 todas ellas el estilo aún ofrece caracteres marcados del clasicismo, aunque decadente, con algunos detalles que muestran su aplicación al culto cris- tiano. Con aquel arte se encontraron los bárbaros al entrar en Roma; pero de todos es sabido el efecto que les causó aquella civilización que quisie- ron asimilarse al punto, vistiendo á la romana, admitiendo su lengua y llegando al colmo de su satisfacción al unirse el mayor jefe godo con la más bella princesa romana, con Gala Placidia, que quedó dueña y señora, por ello, de todo el poder obtenido por los invasores. Ataúlfo, casado con Placidia, fijó su corte en Barcelona, á la que debió trasladar grandes riquezas que sin duda existirían en Tarragona, comen- zando entonces la absorción por Barcelona de la capitalidad de la región, á costa de la metrópoli cosetana, que había sido la verdadera capital de la España citerior. Los restos arqueológicos del siglo iv y v en Tarragona dan idea del adelanto artístico de aquella ciudad, como el sepulcro cris- tiano de la Catedral y algunos trozos en su Museo; pero nada concreto en orfebrería podemos presentar contemporáneo á los días en que los go- dos se posesionaron de la Península. Estos fueron al fin, entre los invaso- res, los que lograron fundar un estado político en la Península, pues los otros, como los vándalos y alanos, se vieron de ella arrojados. Sin embargo, si no en plata y oro, algunos curiosísimos objetos cono- cemos de estos tiempos que no menos delicada labor ofrecen, y que, fuera de la materia metálica de que están hechos, pueden considerarse como obras dignas de un orfebre. En el Museo Arqueológico Nacional se custodian dos palomas de cons- trucción perfecta cloisonnée, para contener en cada uno de sus alvéolos un trocito de vidrio, que se relacionan directamente con las joyas más famosas del siglo iv. Son estas palomas unas verdaderas fíbulas ó broches de pecho, sin duda de carácter litúrgico, y que, si bien calificadas como de labor visigoda, pudieran estimarse de arte romano, anterior, aunque muy próximo, á la invasión de los bárbaros. Su técnica se asimila por sus tradiciones nada menos que con las de la orfebrería más espléndida egipcia del tiempo de los ramesidas, prácticas transmitidas por los alejandrinos al mundo romano, y que quedaron como modelo de engarce de las piedras preciosas según el sis- tema clásico; de ello habían de derivar los cabujones y los esmaltes de Limoges. 24 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Aquella manera de construir llegó hasta los talleres galo-romanos, en los que se desarrolló desde los primeros tiempos de la conquista latina tan hermosa industria. Los productos de Arlés, Reims y Trebes adorna- ban las más suntuosas moradas de los señores del mundo, y muchos de aquellos objetos sagrados de tanta riqueza de los días de Constantino, tenían esta procedencia. Los textos de Prudencio y San Paulino así lo hacen constar. Mr. Labarte, en su tan notable Histoire des Arts i?idus- triéis au mayen âge, consigna datos interesantísimos sobre el estado de las industrias del oro y de la plata en los días que los francos y godos se dividían el suelo de la Francia, y á estos tiempos aseguran pertenecer la célebre espada llamada de Childeri- CO, que se custodia en el Museo del Louvre, cuya empuñadura y vaina ostentan la misma construcción y estilo que la paloma del Arqueoló- gico. Podrá ser del propio Childerico ó de otro rey ó caudillo la célebre es- pada, pero ello es que constituye uno de los más notables ejemplares de la orfebrería de aquel tiempo, y lo propio que nuestra paloma, aunque no ejecutada ésta en el más rico metal, constituye su exorno un verdadero enrejado de distintos alvéolos, sepa- rados entre sí por gruesa lámina, en- Fíbula en forma de paloma, del Museo Arqueológico de Madrid. tre cuyos espacios se haii iiicrustado unos trozos de materia vitrea roja, que forman con el borde visible de los espacios un conjunto de gran riqueza y belleza. Los ejemplares encontrados entre nosotros de este género se reducen á tres palomas similares; dos en el Museo Arqueológico, una en buen es- tado de conservación y la otra falta de sus vidrios, y otra en poder del ORFEBRERÍA VISIGODA 25 Sr. Vives, en regular estado de conservación, idéntica á la primera del Museo, pero mirando al lado contrario. Se desconoce la procedencia de las primeras, y la del Sr. Vives, fué hallada cerca de Talavera de la Reina. También debemos incluir entre las joyas del siglo iv al v un gran broche, que, si no es todo de oro, presenta el aspecto de una verdadera joya, cuya dorada armadura sujeta hermosos trozos de piedras finas, que nos dan idea del lujo que en sus arreos bélicos ostentaban aquellos gue- rreros del siglo iv al v, ya fueran imperiales decadentes ó bárbaros con- quistadores. El broche es de bronce fuertemente dorado, con granates y alveolado de vidrios rojos, habiéndose hallado en la villa de Cubas (provincia de Madrid) justamente con fíbulas, hebillas pequeñas y otros restos metálicos Todas estas antigüedades de la época de la in- vasión son hoy objeto del mayor interés y de estu- dios tan recientes como importantes, cual el de El Tesoro de S^itagy-Somlio y otros, por el Ba- rón Bayé autor asimismo de otros interesantés trabajos sobre el grandioso Album de la Colección Caramida, legada al Museo de Saint Germain 3, y los que constituyen la especialidad del Dr. Naul (Prehhtoriche Blatter), con las de Hamper y otros. Todos ellos convienen en considerar tales objetos como pertenecientes en el Occidente al ocaso del Imperio y comienzos de las monarquías de los bárbaros, especialmente en Francia y Es- Broche hallado en Cubas, paña, obteniendo por ello la pieza á que nos refe- mitad de su tamaño. rimos excepcional importancia entre nosotros. Todo aquel adelanto artístico de la orfebrería occidental fué detenido y hasta aniquilado por los efectos de la invasión de los pueblos del Norte, aunque los bárbaros fueron muy codiciosos de aquellas riquezas, y objeto 1 A la vez se hallaron algunos esqueletos humanos y de caballos, en posiciones violentas, á medio metro de profundidad, lo que indica que debieron ser despojos de alguna batalla. Ocurrió este hallazgo en 1903, al edificar una casa el arquitecto D. Daniel Zabala, poseedor actual de tan interesante objeto. 2 Le írésor aie S^t/agy-Somlyo (Transilvania): Comunication faite à l'Academie des ins- criptions, 3 Juillet 1891, par le B. Bayé. Anteriormente había publicado otros varios estudios sobre esta clase de antigüedades. 3 Collection Caranda, par MM. Fred Moreau: París, 1877-1898, Precio, i.too francos los ejefnplares más completos. 20 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRÉ LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA de sus rapiñas la toma de ciudades é iglesias. Los episodios de esta especie llenan las memorias que tenemos de las invasiones en Francia, Italia y Es- paña, y las disputas de aquellas preseas constituyen hechos históricos tan salientes, como el de Clodoveo y uno de sus soldados, sobre la posesión de un vaso sagrado, después de la victoria de Soissons. Efecto de estos trastornos, los grandes orfebres pasaron á Bizancio, donde durante el siglo v se desarrolló un estilo especial en la orfebrería, y ésta adquirió aquel carácter bizantino que había de imponerse á toda ella, pero no por esto murió en el Occidente tan importante industria, pues bien pronto, pasados los grandes disturbios de los días de la invasión, renacie- ron al punto las oprimidas artes, tomando á su vez caracteres especiales. Francia, Italia y España siguieron produciendo obras de gran riqueza intrínseca y artística para el exorno de las cortes y palacios de aquellos invasores, que tanto apreciaban el lujo y la ostentación romana, y en estos días tocó á España ser la nación que mayores joyas producía, hasta el punto de hacer confesar á Labarte «que los reyes godos fueron más adelantados y cultivaron más las artes que los francos». Las memorias.de los enormes tesoros guardados en Toledo por Amalarico, y de la hermosa cruz llevada por Chisdeberto de Toledo á la Iglesia de San Germán de los Prados, en París, confirman esta preeminencia de la joyería española en aquellos días. A propósito de las bodas de Sigiberto, hijo de Clotario, con Brune- quilda, hija de Atanagildo, celebradas en Metz (566), consigna Labarte (tomo I, pág. 240) que la joven princesa debió llevar en su dote las más bellas piezas de orfebrería, pues en el convite de boda apareció cubierta la mesa con riquísima vajilla de oro y plata, y los vinos fueron servidos en copas preciosas. Un curiosísimo documento, que también transcribe (pá- gina 241), enumera los grandes regalos de oro y plata con que la Reina había favorecido á varias iglesias francesas; algunos de aquellos objetos de mayor antigüedad que la de sus días. También hizo ejecutar como recuerdo, para el Rey de España, por ar- tistas galo-francos, un gran escudo de oro, ornado de pedrería, del que habla Gregorio de Tours, en su Historia de los Francos h y dos copas de especial madera, cuyas armaduras eran de oro y pedrería. Por este tiempo ya tenemos el más precioso documento en España del estado en que se encontraba el arte de la orfebrería: los escritos del sabio Arzobispo de Sevilla, en sus cada vez más admiradas Etimologias. I Libro IX, cap. xxni. ORFEBRERÍA VISIGODA íiy Los visigodos lograron al cabo hacerse dueños de la Península; una vez esto ocurrido, trasladaron la corte de Barcelona á Toledo, y bajando hasta Hispalis, se encontraron allí con el mayor centro de cultura en aquel tiempo. No es San Isidoro un visigodo, ni por su raza ni por su cultura, ni pueden llamarse sus escritos el compendio del saber de los invasores; és- tos apenas se hallaban al comienzo de su civilización; San Isidoro resume y representa toda la cultura clásica de nuestro suelo cristianizada, pero siguiendo siempre aquélla como la enseña y norma de nuestra más genuina y valiosa intelectualidad; por lo tanto, todo lo que acerca de las artes que estudiamos consigna, debe considerarse como la síntesis que habían alcanzado aquéllas al final de su evolución en los tiempos antiguos. Los visigodos la aceptaron é impulsaron después á su modo, como veremos. En el libro xvi de las Etimologías se ocupa muy especialmente de los metales (cap. xvii), dándonos cuenta de sus conocimientos sobre el oro, la plata, el cobre, el electrum, el estaño, el plomo y el hierro, con sus be- neficios y aplicaciones y que califica respecto al oro, plata y cobre, en signatwn ó amonedado; factum ó labrado en vasos y otros objetos, é Í7i- Jectum ó en masa (cap. xviii). En el oro, así llamado por su esplendor (aurum ab aura), distingue varias especies: el obry^um, de más brillante color (del verbo obradio)] el bracteado, ó en tenues láminas, y el pecunia, ó amonedado. Respecto al argentum, cree al mercurio plata líquida (vivían) y al litargirio como espuma de la plata, aunque también del plomo 2. Del cobre {Aes) distingue varias especies muy acreditadas en la anti- güedad, como el de Chipre (Cyprum aes) muy dúctil, del tono cadmio; el aurichalco ó de color más dorado; el de corinto, el mejor para bronces de las estatuas y objetos metálicos 3; el coronario, tan dúctil que pro- porciona delgadísimas láminas, propio para las coronas de los comedian- tes 4; el Piropum, ó de color y semejanza del fuego; el regulore aes ó de más normales cualidades; el ductile y el campanum ó propio de la 1 Libro XVI de las Etimologia^, cap. xvii: «Septem sunt genera metallorum; aurum, ar- gentum, aes, electrum, stannum, plumbum, et, quod domat omnia,/ei-rwm. 2 Libro XVI, cap. xix: Quam nos spumam argenti apellamos. Fit enim et argento, et plumbo. 3 Distingue en éste tres géneros más importantes, «unum candidum, ad argenti nitorem accedens; alterum, in quod ipsius auri fulua natura est: tertium, in quod œqualis cunctorum temperies». 4 «Coronarium et ductili are tenuatur in laminas, taurorumque felle fructum, speciem uri in coronis histrionum prœbet, unde est apellatum.» 28 BOSQUÈJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Campania, de muy semejantes cualidades y aplicaciones que el de Corinto, extendiéndose aún más sobre otras singulares especies. El hierro {de Ferró) cap. xxi, es también objeto de especiales apunta- mientos; así como el plomo, el estaño y el electro, tanto acerca de sus pro- piedades como" de sus principales criaderos, con indicaciones muy preci- sas sobre los hierros y los plomos españoles. Pero limitándonos á las aplicaciones artísticas de los más ricos meta- les, consigna también el puntualísimo Arzobispo sus observaciones sobre los ornamentos del vestido, así llamados por lo que adornan (ora) y de- coran á la persona i comenzando por las coronas {corona), tiaras per- sas, ínfulas, apes ó sombreros, cidaris ó mitras, siguiendo en el capítulo siguiente (libro xix, cap. xxxi) por los adornos de cabera de las muje- res 2. Enumera entre estos las diademas, los nimbos ó cintas de oro para sujetar los velos, que en los ángeles se convierte en un resplandor lumi- noso; los capitula, ó peinetas, para sujetar los cabellos; las mitras, entre ellas la ricula, que es la mitra de las vírgenes. Las redimienta, las vittœ y tœnia, que se entrelazaban con los cabellos, y las retiolom, ó redecillas, que los retenían, al contrario de los discriminalia para dividirlos. No se ol- vida de los acii, ó agujetas, ni de los in-aures, ó zarcillos, pasando á los torques, de los que ya queda consignado el texto, con otras alhajas que completan la ya larga enumeración 3, unas propias de las mujeres y otras de los varones. El capítulo xxxii del mismo libro lo dedica á los anillos (annulis), con sus signos ó sellos, disertando sobre el uso de éstos en varios pueblos, volviendo á notar distintas indicaciones acerca del empleo de los metales en sus capítulos sucesivos sobre los instrumentos y vasos. Entre estos últimos está, especialmente, los caelata, ó vasos de plata ó de oro, las chrysendeta, ó dorados, y anaglypha, ó repujados ó exornados con labores superpuestas. Con este motivo cita los discus, como el de Teo- dosio, referido, los missorium, ó especie de ellos. También habla de los y parapiis, ó vasos cuadrados; de las patinas, notando también aquellos que afectan formas cóncavas como las conchas. Aún habla de los apophe- Libro «Ornamenta dicta, quod eorum culta ora Vultusque decorantur.» 1 XIX, cap. xxx: 2 «De ornamentis capitis feminarum.» 3 Tales son las Monile, serpentum, murœnœ, catalice, dextras, armilce, viriolœ, fibuld, specula y periscelides. ORFEBRERÍA VISIGODA 29 reta, salinum, sul\ica, acetabulum y cochlear, y de los trísceles ó trí- podes Entre los vasos para perfumes incluye los Senticula, de cobre ó plata, con cuyo contenido los reyes y sacerdotes se ungían. Aún pudiera hallarse alguna indicación especial entre las consignadas en los capítulos que tratan de los vasos repositorios y luminarium, pues entre las lucernas, candelabros, braseros, pebeteros, lámparas, linternas, lucubrum, piras y pharos, se notan indicaciones de estar construidos algu- nos por los más ricos metales. En una palabra: que estos dos últimos li- bros de las Etimologías son el arsenal más interesante para el conoci- miento del estado de las artes industriales en los días del sabio Arzobispo de Sevilla, compendio de toda la más refinada civilización consagrada por el mundo antiguo. Los datos históricos confirman estas aseveraciones del gran polígrafo, pues á cada paso las crónicas y memorias de aquella época se ocupan de especiales joyas, cuya fama ha pasado á la posteridad. Ya se habla de que Recaredo, cuando su expedición á Cataluña, dejó su corona de oro sobre el sepulcro de San Félix ó Felíu, en Gerona; por cierto que esta corona, robada por el General sublevado de Wamba al Conde Paulo, fué de- vuelta al Santo por el propio Wamba cuando, habiendo marchado á To- losa contra el Conde, lo venció y rescató la alhaja. En Francia, el Rey Chilperico correspondía á los regalos que había re- cibido del Emperador Tiberio con obras de orfebrería que, bajo sus aus- picios, se ejecutaban en los talleres de su reino, según consigna Gregorio de Tours; bien es verdad que tan preciosa industria fué siempre especial objeto de los talleres franceses, como queda consignado, viniendo por este tiempo á restablecerla con toda vitalidad el famoso San Eloy, el que, uniendo la tradición gala á los esplendores del arte bizantino, siembra en el retiro de Salignac la futura gloria de Limoges. Represéntase á San Eloy vistiendo sus hábitos patriarcales, con una cruz en una mano y un martillo en la otra, viniendo así á ser emblema del espíritu de ese gran pueblo, que ha unido siempre el culto de los gran- des ideales con la aplicación y el hábito del trabajo, sancionando aquel principio de que laborare est orare, y ya veremos cuán fructífera fué la semilla sembrada por el Prelado artista de los merovingios. I Y añade: «In vasculis auten tria qua;rentur, quae placeant; manus artifices, pondus ar -r genti, splendor metalli.» (Libro xx, cap. iv.) 3o BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA En Italia tampoco dejaron los ostrogodos y longobardos de cultivar tan bellas artes, y buen ejemplo son los preciosos objetos del tesoro de Petreossa y las primeras donaciones con que Teodolinda comienza á for- mar el riquísimo y famoso tesoro de Mon^a. Pero no cedió España en importancia de fabricación y número de ejemplares á las demás naciones en el siglo vii de J. C., pues á los Reyes de aquel tiempo corresponden esas preciosas alhajas, hoy de renombre universal, que constituyeron el llamado Tesoro de Guarra^ar. Merecedor es éste de que nos detengamos algo en su estudio. Sabido es de todos cómo se debió el descubrimiento de tan valioso te- soro á los efectos de la gran tormenta del 25 de Agosto de i858, que dejó al descubierto los restos de una construcción, junto al manantial co- nocido con el nombre de Guarrazar, á pequeña distancia del pueblo de Guadamur, provincia de Toledo; aquellas someras ruinas, restos de un templo visigodo de Santa María, fueron por muchos siglos el ignorado al- bergue de tan escondida riqueza. Una pobre vecina del cercano pueblo, mirando los efectos del torrente, topó, llena de sorpresa, con aquel tesoro, que tan casualmente se ofrecía á sus ojos. Dando cuenta á su marido del hallazgo, aquella misma noche lo tras- ladaron sigilosamente á su domicilio, con ánimos de marchar á la capital y vender todos aquellos adornos de oro á los plateros de Toledo. Otro vecino, enterado de ello, volvió á los dos días á las ruinas y halló cantidad equivalente de objetos preciosos. Constituían éstos el más rico conjunto que podía imaginarse de la munificencia de los Reyes visigodos; sus coronas votivas, sus cruces y otras alhajas de los últimos Monarcas y dignatarios del siglo vii de J. G. en España. Las principales joyas primeramente descubiertas pasaron al Museo de Cluny, en París, que las ostenta en preeminente lugar como una de sus más valiosas preseas, y las halladas por el segundo explorador de las rui- nas quedaron afortunadamente entre nosotros, gracias á la ilustración de D. Antonio Flores, maestro de instrucción primaria de Guadamur, pa- riente del segundo inventor de las alhajas, y gracias, también, al dictamen de los eminentes arqueólogos de aquellos días Sres. D. José Amador de los Ríos, D, Pedro de Madrazo, D. Aureliano Fernández-Guerra, D. Emi- lio Lafuente Alcántara y el Ministro de Fomento por aquel entonces Mar- qués de Corbera, quienes estimularon el interés y desprendimiento de la ORFEBRERÍA VISIGODA 3l Reina Isabel II, la que, al momento de tener noticias de ello, prestó su mayor cooperación á la empresa de que quedaran en España las joyas de los Reyes visigodos. El hallazgo sumaba, en sus dos partes, los objetos siguientes, distri- buidos hoy entre el Hotel de Cluny, la Armería Real de Madrid y el Mu- seo Arqueológico Nacional: Corona de Recesvinto, en Cluny; corona de Sonnica^ en igual Museo; tres corotias votivas, sin nombre determinado, también en Cluny; otras cuatro coronas ó aros enrejados, asimismo en Cluny; corona de Suintila, en la Armería Real de Madrid (la más com- pleta joya de todas ellas); corona votiva del Abad Teodosio, igualmente en la Armería; crw^ votiva de Lucecio, en la Armería; florón de otra co- roña, trozos de enrejados, una esmeralda grabada y un grumo ó nudo, to- das éstas en la Armería Real (véase la lámina correspondiente á este artículo). En el Museo Arqueológico Nacional se custodian igualmente, procedentes del Tesoro de Guarrazar: dos bracos de cru^ parroquial, va- rios clamasterios, cadenillas y troyos de enrejados, una alfa de oro, y varios otros menudos fragmentos. Hay que lamentar, según memorias y referencias adquiridas con mo- tivo de la información verificada á raíz del descubrimiento, la desapari- ción de una paloma de oro, varios cingulos ó balteos y algunos collares y pendientes, deshechos todos en los crisoles de los plateros toledanos, com- pletando la relación algunos objetos de plata, como lámparas, acetres y varios vasos. De todas estas alhajas, las más notables son, sin duda, las dos coronas de los dos Reyes cuyos nombres quedan consignados: la de Suintila en la Armería Real, y la de Recesvinto en el Museo de Cluny. Está compuesta la primera de un ancho aro, dividido en dos semicírculos, unidos por char- nelas, formando un círculo de 22 centímetros de diámetro por seis de alto; este gran aro queda suspendido por cuatro cadenas de cuatro eslabones planos en forma de hojas de peral, que se unen en un florón superior, en forma de dos azucenas, colocadas en sentido opuesto, una hacia abajo y la otra hacia arriba, que estuvieron separadas por un nudo de cristal de roca; aún sobre éste aparece el gancho de oro, que sirve para suspender todo el conjunto. En el borde inferior del gran aro ó corona, propiamente dicha, quedan restos á su alrededor, de 22 trozos de cadenitas, de las que pendían las letras que expresaban el nombre del Monarca donante de la corona. De 32 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA éstas, hoy sólo existen 12; pero son parte, sin género de duda, de las palabras SVINTHILANVS REX OFFERET Cortípleta hoy el conjunto de tan histórica joya una gran cruz, de pre- ciosa y complicada dabór, que pende desde el grumo superior por larga cadenilla y que forma ehremate inferior de tan preciosa alhaja. Todas sus partes están delicadamente decoradas, y algunas enriqueci- das por piedras preciosas y gruesas perlas, que aumentan su valor pres- tándole mayor magnificencia. . La corona, ó gran aro, aparece exornado en su centro por caladas ro- sáceas octopétalas, cuyos centros ocupan gruesos chatones con perlas y za- firos; los fondos de los dibujos de esta ornamentación central están en gran parte rellenos por una materia vitrea roja, que les presta mucho electo y realce. Los bordes superior é inferior de la corona se hallan enriquecidos por contiguos.chatones ó cabujones, conteniendo perlas y zafiros. Las letras pendientes fueron ejecutadas igualmente por el sistema chis- sojiée, cuyos alvéolos encierran materias vitreas rojas; aún penden de cada letra graciosos colgantes con piedras y perlas. La gran cruz central pendiente es una de las piezas de más exquisita labor del tesoró. Sus cuatro brazos iguales, de idéntica labor por anverso y reverso, y que ofrecen un dibujo caprichosisimo, están unidos por un gran medallón central, en el que se engancha un zafiro rodeado de menu- das perlas; otras perlas adornan y penden igualmente de tan preciosa cruz, que mide 16 centimetros de uno á otro de sus extremos. Esta corOna se reputa como la más completa y que menor arreglo ha requerido para ser contemplada en su primitivo estado. La de Gluny, perteneciendo á Recesvinto, es sin duda más suntuosa, pero no tan intacta. Consta, igualmente, de un gran aro ó corona, con dos charnelas, de un decímetro de ancho, suspendida por cuatro cadenas semejantes á la de Suintila, pero de cinco hojas, que se unen en un grumo superior, coro- nado por un capitel de cristal de roca. Del borde inferior de la corona penden 24 clamasterios en forma de letras, que dan el nombre del do- nante, diciendo t RECCESVINTHVS REX OFFERET Alhajas de Oro pertenecientes al tesoro de Guarrazai REAL ARVIERÍA DE MADRID FOTOTIPIA OE HAUSER Y MENET. • MAORJO r^r.f ^ u-dr ^ 1^1 >f i < 1 ^ <■< <■ , ( ivl'~ ^ i(. ^ % ^Jí-íï ^'- ^ ^ ' ''' ^»«¿fsíák-^-' ' ~'-ví ' ■- yíQmi -V 5^ *-^Í -.?'-^?V l "• r' ..•t.·.í·-' . ' , '. .*. . A. íV^ï ■• 5 >^ i* ^ •• * ■••* •'• ". : *^ ^í|f:tA^^;-^:.·^^::îV'^'-->;·-4yfr··:-.VTi»···:-í ví·-t·À. '.•• •"".'•«".^V:-T-' »••: •-' i^íÇ- ,J|. .. • ,- ■ • " ^ "¿í-^-4 * «P /« À A<''S'«V.Í-í. :Í3" - -V 'i- irá'ífe ^"i-^ » - < . Isc^ >" x-t -t •^'?-3í>- ' "" 'v ^i-^£ •■> ' •-: "tyxh: V- 'H'-v* vJï. ORFEBRERÍA VISIGODA 33 El ancho de la corona está exornado por calados ramos de rosal, un tanto realzados, que forman losanges, cuyos cruces refuerzan chatones con piedras, ocupando los espacios rectangulares y triangulares que dejan entre sí otros grandes chatones con gruesos zafiros y piedras finas. Sus bordes superior é inferior ostentan bandas caladas de circulitos que en- tre sí se cruzan y entrelazan, concluyendo en un borde con fino emper- lado; todos los calados dejan ver una substancia vitrea roja en su fondo de igual naturaleza que la de la anterior corona. Las cadenas de suspen- sión tienen, asimismo, calados y emperlados sus cinco eslabones; de las puntas de las azucenas cuelgan graciosos clamasterios; las letras están ejecutadas por el procedimiento cloissonée, que hemos visto en otras al- hajas de estos tiempos, y la gran cruz pendiente está constituida asimismo por círculos de gruesas paredes que aprisionan piedras preciosas. La aplicación de esta cruz á la corona está reputada por los arqueólo- gos como impropia, por tener en su reverso señales de haber sido una fibula, y por lo tanto, más exactamente un broche de pecho; esto no em- pece, por otro lado, para que el Rey oferente la hubiera podido incluir tam- bién en el conjunto de su corona votiva. Como se ve, la de Recesvinto fué de más superior valor que la de Suintila, si bien ésta podemos estimarla como más puro ejemplar y en mejor estado de conservación. Tales son las dos más ricas preseas del fa- moso tesoro. Su estilo artístico y su esmerada construcción se prestan á largas con- sideraciones históricas y arqueológicas. Apenas ocurrido el descubrimiento, fueron objeto de controversias v de profundos estudios. Al adquirir el Museo de Cluny las primeras pre- seas. Mr. de Lasteyrie dedicó á ellas entusiasta Memoria i, si bien soste- niendo la teoría de que aquellas joyas pertenecían á un arte propio de los invasores, que llamaba nordo-germánico, prescindiendo por completo de las tradiciones clásicas tan arraigadas en nuestro suelo. Tan extraña teoría, hoy por completo inadmisible, conocida mejor la marcha del desarrollo de las artes en Europa, fué victoriosamente refu- tada por el Sr. D. José Amador de los Ríos en un notable trabajo, uno de los mejores que salieron de su pluma, titulado arte laiino-bi^antino en España y las coronas visigodas de Guarra\ar, en el que, á más de descri- t l}escription dit. Trésor de Guarra^ar, par Mr. do L;istoy.·"ic, Parjs, i8(3o. 34 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA bir y estudiar hasta en sus menores detalles tan famosas piezas, vino á dejar perfecta y definitivamente sentada su filiación artístico-arqueológica. Las joyas del tesoro toledano llegaban á ser la confirmación más com- pleta del estado floreciente de nuestras artes, manifestado por San Isi- doro en sus tratados, y el fiel trasunto del momento de evolución en que se hallaba el arte clásico en aquellos días, cuyas tradiciones constituían y constituirán siempre el nervio de la civilización europea; lo que ocurría era que el clasicismo había admitido por completo las influencias orienta- les, que le daban tan singular aspecto, y la orfebrería española, al igual que la arquitectura y todas las demás artes en los siglos v al viii, ofrecen un carácter oriental, quizás en España más marcado que en otros puntos; de aquí el llamado bi^aritmismo que en ello encontraban los arqueólogos del siglo pasado; pero debiéndose todo aquel estilo al nervio greco-latino sobre que se basaba. El estudio de D, José Amador de los Ríos fué tan completo como de- finitivo, y á él tendrán que acudir cuantos deseen conocer del modo más circunstanciado el valor del tesoro que por tantos siglos permaneció oculto en la ermita de Guarrazar. Las demás piezas que se guardan en la Armería Real y que figuran en la lámina son: otra corona más sencilla, pero de fina labor, en cuya faja central se lee perfectamente la inscripción t OFFERET MUNUSCULUM SCO STEPHANÜ THEODOSIUS ABBA El Abad Teodosio ofreció á San Esteban aquella corona, sin que sepa- mos más de la persona de este Teodosio ni de la iglesia adonde se daba culto al santo protomártir. El ex voto es relativamente modesto, compa- rado con la gran corona de Suintila; pero su labor es delicada y su con- junto muy corecto; la corona está suspendida de un anillo superior por cuatro cadenitas, y de su borde inferior penden varios clamasterios. La otra corona de la Armería es más sencilla aún, pues la constituye una especie de enrejado formado por largos canutillos con pequeños cabu- jones en sus cruces, exornada en toda su extensión por varios ligeros pen- dientes. También existe, en unión de estas joyas, el grumo ó remate de otra corona, semejante en todo al de la de Suintila, lo que hace suponer la çxistençia de su compañera, desaparecida, así como la de otra gran cruz ORFEBRERÍA VISIGODA 3^ igüal á la perídieinte de la corona de Suintilaj á juzgar por el medallón central, que también se guarda con estas piezas dé la Armería. Completa el contingente de estos objetos una sencilla cruz plana il us- trada con la inscripción NOMINE DOMINI: IN NOMINE SANCTI: OFFERET LUCETiVS: E. De sus brazos y parte inferior penden sencillos clamasterios. También se guarda con todos estos objetos una curiosa piedra grá- bada, entre ellos hallada, que unos creen esmeralda, y otros, quizá con mejor criterio, un prasma, en el que se ve, muy toscamente representada, la Anunciación de la Virgen. Los restantes objetos del Museo de Gluny se asimilan en mucho á es- tos de la Armería; la corona de Sonnica es bastante sencilla en su labor, pero de gran tamaño y con ricas piedas, ■ y las otras tres más pequeñas tienen grandes puntos de contacto con la del Abad Teodosio, aunque su ornamentación es más artística, así como la cruz de la corona de Sonnica; Es muy notable la ornamentación de una de estas coronas, que ofrece el aspecto de una verdadera galería de arcos de medio punto; además se conservan con ellas otras dos incompletas de las de enrejado, similares á la de la Armería de esta especie. En el Museo Arqueológico Nacional se guardan los restantes fragmen- tos que completan lo salvado de tan interesante hallazgo. Llaman princi- pálmente la atención dos brazos de una gran cruz procesional, de oro, lujosamente avalorada con grandes piedras finas, sobre un fondo de ban- das algo realzadas, que se cortan entfe sí, estando, tanto éstas como los fondos, profusamente exornados con calados; algunas de sus perlas presen- tan un bello'oriente (núm. 2.56i del Catálogo). A éstas hay que añadir un Colgante de oro con tres zafiros, reputado como un alfa, y asimismo otros pequeños fragmentos, tres clamasterios, un collar de perlas menudas y bas- tantes piedras finas, desprendidas de sus cabujones; También proceden del mismo tesoro los fragmentos dé una placa de plata repujada, entre los que se distingue una figura que pudiéramos estimar como de una Virgen. Es de notar, en cuanto á la construcción de todas estas joyas, la send- Hez y poco complicadas manipulaciones que para ejecutarlas hubieron de emplearse; los procedimientos del laminado, repujado, calado y soldadu- ras necesarias fueron los únicos en ellas aplicados. Digno de observarse 36 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESF»AÑOLÁ es también la carencia completa de íiligranas. Pudiera estimarse que presentan muestras de esmalte, sobre todo en la substancia vitrea roja que se ve en el fondo de sus calados; pero atentamente reconocidos, quizá esos'fragmentos rojos sean de calcedonia muy bien pulimentada. En cuanto á su rica pedrería, los zafiros se ofrecen en su estado natural, sin ta- lia de ninguna especie, sujetos por cabujones, igualmente que las perlas; sólo en los grumos de cristal de roca se ha empleado el facetado y talla- do. No hav que decir que le faltan muchas piedras y perlas, y las que quedan de estas últimas se hallan en completo estado de descomposición, por efecto de la humedad de tantos siglos. Por lo demás, las foyas ofrecen hov relativo buen estado y hermoso conjunto; la corona de Suintilaes la que menos recomposición ha necesita- do, pues las de París, aunque en todas sus partes sean auténticas, han re- querido mayor aplicación de distintos fragmentos. No hay que inquirir hoy sobre el objeto y aplicación de estas coronas y joyas: son todas reconocidamente votivas, siguiendo la costumbre de aquellos Monarcas, que dedicaban álos santos de su devoción sus propias coronas, convertidas entonces en votivas, adornándolas en forma opor- tuna para que quedaran pendientes ante los altares; á su vez, otros pró- ceres ó dignidades ofrecían simbólicas cruces ó coronas que, como he- mos visto, llevaban su nombre y dedicatoria, siguiendo todos en esto el ejemplo establecido por Constantino el Grande, al consagrar varias coro- nas sobre los sepulcros de los primeros mártires. Brazo de cruz procedente del tesoro de Guarrazar, del Museo Arqueológico. ORpRBREkÍA VISIGODA Sy Quizá de muy semejante manera estuvo colgada ante el altar de San Fe- lÍLi, en Gerona, la corona de Recaredo, de que queda hecha mención res- tando sólo por averiguar si las de Guarrazar figurarían primitivamente en la gran Basílica toledana, consagradas á la Virgen María, ó si sería tan rico tesoro propio de la ermita de Guarrazar. No es esto último muy verosímil, siendo por demás aceptable la idea del depósito en tan modesto lugar de aquel gran tesoro de los Reyes godos, trasladado allí desde To- ledo al acercarse á la corte de España las huestes agarenas, que con tal e mpuje se apoderaban de la Península; otras preseas de gran importancia encontraron los árabes en Toledo, de que también tenemos que ocuparnos. Consideradas, en síntesis, tanto por su estilo artístico como por su técnica, se deduce lo impropio para ellas del calificativo de bi^ayitinas ni de bárbaras^ que han querido aplicárseles. Su falta de filigranas, su caren- cia de elementos artísticos, propios de aquella joyería, y otras considera- ciones de crítica puramente arqueológicas, nos las hacen clasificar como las más genuinas representantes de la joyería puramente clásica española del siglo vil, aunque por su época y estar ejecutadas en nuestro suelo, ofrezcan cierto orientalismo, propio de todas las manifestaciones artísti- cas de aquel tiempo entre nosotros. Bien lo expresaba ya Labarte cuando, ocupándose de ellas, decía com- batiendo á Lasteyrie: «Las piezas del tesoro de Guarrazar nada tienen que recuerden las groseras joyas ni la ruda orfebrería de los bárbaros^ que partiendo de la Germania, invaden la Galia, Italia y España en el si- glo V. Son, al contrario, productos de un arte bastante adelantado; los or- febres de Recesvinto, como los de Dagoverto, buscaron su inspiración en los monumentos que los romanos les habían legado y en las concepciones ricas y elegantes del arte bizantino. Su talento é inspiración artística les obligaba además á separarse un tanto de estos modelos y darles cierta ori- ginalidad á sus obras.» Esto es lo que constituye su especialidad y singular valor artístico-ar- queológico, pues, comparándolas con todo lo que en sus mismos días se hacía en Europa, sobre todo en Occidente, aunque se asimilan mucho á otros ejemplares, resplandece en ellas una originalidad marcada. I Linde factum est, ut vasa argenti quamplurima de thesauris dominicis rapta, et coronan íllan auream, quam divas memoriae Recaredus princeps ad corpus beatissimi Felices obtulerat, quam idem Paulus insano capiti suo imponere ausus est: tota haec in unum collecta, studiosius ordinoret recernere, ct devotissimte, proutcuique competebat ecciesias intendere reformare. (fíistoria revellionis Pauli adversus Wambam. S. Juliani Episcopi Toletani.) 38 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRÉ LA ORFEBRERÍA ÉSPANOI . Las joyas del Tesoro de Monza más antiguas, debidas á la munifi- cencía de Teodolinda; las célebres coronas robadas de la Biblioteca Impe- rial y la misma llamada de hierro de los longobardos, son ejemplares que pueden servir de punto de comparación con las joyas de Guarrazar, aun- que saliendo victoriosas éstas por sus mayores bellezas; nada más pare- cido á ellas que la corona de Aguidulfo del Tesoro de Milán, pero su se- mejanza solamente puede establecerse con las más modestas de Cluny. Sólo puede compararse en importancia con el hallazgo de las excavaciones de Pelissea, que constituye el llamado Tesoro de Petreossa, cUyas piezas son verdaderamente admira- bles, pues aunque se conside- ran de un siglo anterior al de Guarrazar, ofrecen por su téc- nica y arte muchos puntos de contacto. Las memorias y ejempla- res, á más de los estudiados, de que hay noticia en la época visigoda, son ciertamente es- casos. Sábese, sin embargo, que los primitivos cristianos usaron verdaderos medallones suspendidos al cuello con cm- Piernas alusivos '. ue los calices, patenas y palomas eucarísticas se habla en varios Concilios de aquel tiempo, aplicándose los más preciosos me- tales á la ornamentación de muchos objetos, entre los cuales podemos incluir el precioso bocado de caballo, admitido por todos hoy como visi- godo, tan notable por su forma y por su damasquinado de plata que en totalidad lo exorna, y que se guarda con la coronas de Guarrazar, en la misma vitrina de la Armería Real Con esto podemos dar por apuntado lo más saliente relativo á la orfebrería visigoda. I, San Germán coloCó un© de ellas al cuell© de Santa Geaoveva. (ACta Sanótot'um.) 2 Al que pudiéramos añadir unas interesantísimas hebillas y broches muy recientemente descubiertos en la provincia de Guadalajara, de labor muy notable damasquinada. ORFEBRERIA H ISP ANO " A R Á'BIG A V ORFEBRERIA HISPANO-ARABIÜA En el estudio de la historia de España forma siempre capítulo aparto el trascendental suceso de la invasión árabe, que de modo tan violento concluyó con todo el imperio visigodo y produjo por medios invero- símiles por lo exiguos, la dominación completa de la Península á favor do los invasores. Hecho histórico aún no explicado satisfactoriamente es la dominación por la grey mahometana de nuestro suelo; mas teniendo en cuenta que sólo poseían la fuerza invasora, pero que no podían traer una cultura incom- patible con su espíritu puramente guerrero, está por todos aceptado que la civilización árabe entre nosotros no fué más que una adaptación, una continuación á su modo, de la que desde antes aquí florecía, ofreciendo ciertos caracteres de estilo en todas sus manifestaciones, que más propia- mente podemos llamar puramente hispanos que árabes. Lo que sirvieron principalmente nuestros dominadores fué para es- tablecer un contacto más íntimo entre la civilización oriental asiática y Ig española, hasta el punto que la evolución de la cultura y el arte árabe consiste tan sólo en una más acentuada derivación á lo oriental, durante todo el curso de la Edad Media, separándose cada vez más del acento clá- sico, que era el propio y genuino de nuestra cultura. Pero caso extraño, ó mejor dicho, lógico y necesario: todo aquel primor oriental (que después de todo tampoco podemos llamar árabe, sino más bien renaciente persa ó egipcio), fué vigorizado y reglamentado en España por aquella severa pon- deración que nunca nos abandonó, como la más rica herencia de nuestra educación clásica. En todo el desarrollo del arte arábigo entre nosotros se han establecido tres períodos que responden ciertamente á tres aspectos muy marcados de su estilo. Llámase generalmente al primero del califato; al segundo, almo- hade y al tercero, granadino, que estudiados más profundamente en sus orígenes, pudiéramos considerar como continuadores, el primero, del arle neo-clásico visigodo; el segundo, como una derivación egipcia, y el tercero, como una última consecuencia del gusto persa. Estas grandes categorías á todo alcanzan y en todas las manifestació- pes artísticas se hacen patentes, 40 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Los árabes, al invadir la Península, la encontraron poseedora de los tesoros más extraordinarios en obras ejecutadas con los más preciosos me- tales. Las memorias históricas están llenas de estas relaciones, detenien- dose muy especialmente algunas veces á describir y consignar tales preseas. Ya en la batalla de la Janda, ó del Guadalete, se supuso que D. Ro- drigo murió en ella, al encontrarse atascado en el fango su precioso carro de marfil, oro y pedrería, que debía tener un valor extraordinario, y al penetrar en Toledo, tuvo Thariq la sorpresa de encontrarse en el aula regia nada menos que con 170 coronas que, al decir del cronista Ebn Alwardi, estaban enriquecidas con perlas, rubíes y piedras preciosas. En una de estas aulas no se había entrado hacía mucho tiempo; esta- ban tapiadas sus puertas, «que al ser derribadas por los lanceros con sus lanzas, le mostraron á Thariq vasos de oro, de plata, cuantos no puede abarcar la descripción, y halló en ella la mesa que había sido del Profeta de Dios, Salomón, hijo de David (sobre entrambas la salud); y era, segtán se refiere, de esmeraldas verdes; y como esta mesa no se había visto cosa más hermosa que ella, y sus vasos eran de oro, y sus platos de una piedra preciosa verde, y otra salpicada de blanco y negro» (Ebn Alwardi, tradu- cido por D. José Amador de los Ríos). También nos hablan los autores árabes que halló Thariq en el propio aposento el psalterio de David, de ho- jas de oro con letras de tinta de rubí (Bayan Almoghreb, ídem), y que la mesa era de oro y algo de plata, ceñida en derredor de tres collares ó rue- dos, de rubíes, esmeraldas y de perlas. Muza, al entrar después en España, encontró también grandes alhajas; un famoso collar de perlas en Sevilla, y llegando á Mérida, la ciudad cuyo panorama le hizo caer en adoración á Allah, la hizo capitular bajo las condiciones de que los bienes de todos los ausentes y los de las iglesias fueran para los musulmanes (Aben-Adjari). Llegando á Toledo pide á Thariq cuenta de todas las riquezas incau- tadas; pregúntale por la célebre mesa, que se la presenta el conquistador de la ciudad falta de un pie, y siguiendo un rumor consignado por el pri- mitivo historiador arábigo Allaitz Ebn Sad, todavía se apodera de otro gran tesoro, gracias á la delación de un atemorizado toledano. Ello es que Muza vió más que colmada su codicia de riquezas por la conquista de la Península, pues cuando tuvo que marchar á Damasco, Ha- mado por el Califa, para dar cuenta de su empresa, llevó consigo Socarros cargados de objetos de oro y plata, enriquecidos con piedras finas, como ORFEfiRERÍA HISPANO-ARABIGA 41 rubíes, esmeraldas, perlas y zafiros; llevando, además, entre miles de pri- sioneros, 400 proceres, algunos de sangre real, con sus frentes ceñidas por diademas. Toda aquella enorme riqueza, debida en su mayor parte, sin duda, á la industria de los españoles, tuvo que servir de estimulo y modelo á los conquistadores para la ostentación de su poder y alardes del lujo, á que eran tan aficionados. Pero como aquellos conquistadores no eran artistas, ni tenían motivo alguno para serlo, tuvieron que valerse de aquellos que en los países que conquistaron poseían el secreto de sus industrias y el va- lor técnico de sus estilos, por lo que, tanto la orfebrería, como todas las demás artes é industrias, fueron ejercidas por los sometidos principal- mente, en favor de sus dominadores, resultando por ello las artes maho- metanas como una continuación necesaria de las que en los países conquis- tados anteriormente florecían. Establecido de hecho por los Abd-er-Ramánes un caliíato en la Penín- sula, con su Corte en Córdoba, no fueron, sin embargo, los primeros emi- res muy inclinados á la ostentación y magnificencia personal; pero las ne- cesida'des del culto, si así se puede llamar al mahometano, y las del poder político, les, llevó bien pronto á la afición desmedida por todo lo que re- presentara riqueza y deslumbrante exorno. Abd-er-Raman í mandó edificar la Mezquita Aljama, de Córdoba, que por los elementos arquitectónicos queen ella se utilizaron, resultó de uq interés artístico muy superior á lo que él mismo pudiera imaginar, y al comenzar con Abderraman II el gusto por la poesía y la civilización re- finada, las artes españolas adquirieron el desarrollo más suntuoso que la fantasía pudiera imaginar. De este puro gusto del califato no tenemos real- mente muestra alguna de la orfebrería hispano-arábiga; sólo quedan las me- morias de los valiosísimos objetos de esta especie que poseía la Aljama cor- dobesa, en tiempos de Alhaquen 11, pues á ellas se refieren los autores árabes cuando nos hablan de aquellas lámparas de plata y oro que aparecían sus- pendidas delante del mihrab, y en medio de ellas y pendientes del centro de la bóveda, aquel gran atanor, ó cono de luces de oro puro, dispuestas en varios aros ó coronas, en número de i.oSq vasos, suspendidoá su vez por gruesa cadena del mismo metal. También abundaban los candeleros de plata para los cirios, uno de ellos de dimensiones colosales, para colocar en él el cirio del Ramadhan, á lo que habría que añadir los incensarios y pebeteros; no siendo menos valiosa la caja y tapas de aquel célebre ejem- 5 4^ BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA piar del Corán, llamado el muxaf, sellado con la sangre del califa Ots- man III, y en el que leía el Emir las oraciones, colocado en c\ tnimbar. También quedan memorias de las riquezas atesoradas en la encantada mansión de'Medina Zahara, y aunque la fantasía de los escritores árabes tomaba'como oro lo dorado y como piedras preciosas los vidrios de colo- res, no cabe duda de que allí debieron acumular los califas cordobeses grandes preseas, que fueron causa de la toma y destrucción de aquellos pa- lacios á la caída del califato. Basta considerar que establecida allí una ce- ca, ó casa de moneda, acuñábase en ella el oro en gran abundancia, mien- tras que en el resto de Europa en ninguna otra ciudad se podía realizar otro tanto, excepción hecha de Constantinopla. Por esto tienen tanto interés aquellos ejemplares que puedan quedar- nos, debidos al gusto por los ricos objetos que tenían los árabes, y buena muestra de ello es la hermosa caja ó arqueta que guarda la Catedral de Gerona, sin que sepamos cómo llegó á ella, que sin duda constituye la más preciada pieza de orfebreria de los días del califato, aunque sea de aquellos en que comenzaba su ruina. (Véase la lámina III,) Trátase de un regalo hecho al Príncipe proclamado heredero, Hisen, hijo del suntuoso Alhaquen II, ejecutada hacia el año 976 de J. C. Fué donación de un influyente eunuco llamado Djaudar, gran aleo- nero del Califa, y en cuyos brazos murió Alhaquen II. Por cierto que no debió ser muy sincero el regalo, pues unido con Fayic, trataron de ocul- tar por algún tiempo la muerte del Califa, con el solo objeto de proclamar heredero al Príncipe Almaguira, hermano de Hixen, en vista, sin duda, de la incapacidad de éste. Fracasado el intento, no por esto cedió en su empeño, pues vino á* concluir Djaudar en las mazmorras de Medina Zahara, por haber querido asesinar á Hixen, puñal en mano, no logrando su objeto por la interposición de un esclavo que defendió al joven Califa. Todo esto nos recuerda la arqueta de Gerona, preciosa caja de Sg centímetros de largo por 33 de ancho y 27 de alto, de los que 13 corres- ponden á la tapa, de forma tumbada, como solían tenerla todas estas ar- quetas, siendo interiormente de madera, revestida al exterior de planchas de plata repujadas, doradas y esmaltadas ó nieladas, que producen un maravilloso conjunto por la belleza de sus labores y combinación feliz de sus tonalidades. Las labores, todas repujadas y recuadradas por festones, consisten en tallos de leguminosas, que tomaqdo movimientos çirçiilares, dejan los isra^î®* i««S^v i>5w%! '5®%% V^'-.í""''# «.-"H Íí; Bm „*,;i-iA . t ¿^ jf7 ^íj-tJ^^ , ^ * r îÀV''"-'j V'^" Ájr^ Stè^íS*--* ORFEBRERÍA HISPANO-ARÁBIGA êspacios para que abran sus flores y formen simétricos grupos sus hojas y frutos; en la parte del borde de la tapa corre la inscripción en caracteres cúficos, un tanto ya poco elegantes, que descifrada, nos da la historia del objeto, debiendo añadir que los fondos se dejaron del color de la plata, do- rando toda la ornamentación y. esmaltando de negro algunos detalles; completa la decoración el cierre y asa de bronce con esmaltes, damasqui- nada de plata, y en algunos puntos dorada. En la cara interior del cierre se lee la firma de sus artífices, Bedr y Tarif, dos siervos de Alhaquen, que por sus nombres lo mismo pudieran ser árabes que cordobeses K Ello es que el objeto es de un valor y curiosidad extraordinarios, pero por su estilo no debemos considerarlo como el más genuino ejemplar de el del califato. Falta ya en él aquella suprema corrección que correspondía al estado del arte cuando tallaba los capiteles de la aljama cordobesa, y en su labor, un tanto monótona, falta el jugo y fantasía de los grandes tro- 20S de ornamentación de los días de Abder-Rahman III. La inscripción cúfica carece ya de elegancia. Las artes decaían visiblemente; el estilo que en Córdoba se ve perfec- tamente definido en tiempos de Almanzor, no puede compararse con el de cincuenta años antes, y la caja de Gerona nos proporciona, quizás, el ejemplar más acabado de las corrientes del arte ornamental á la caída del califato, acusando ya una transición al que había de prevalecer en otro período del arte árabe entre nosotros. Lástima grande que hasta ahora no se haya encontrado (sin duda por haber sido destruidos todos) ejemplar genuino de la orfebrería hispano- arábiga del puro estilo del califato. Sólo bajo las ruinas de Medina Zahara pudiera haber la esperanza de que algún olvidado ejemplar exista. Ningún otro podemos tampoco ofrecer á la consideración de nuestros lectores, que debiera ser incluido, no tanto en el período llamado de los taijas, cuanto correspondiente á aquella civilización almohade, que en Sevilla dejó tan admirables muestras de su estilo arquitectónico. Solamente en Tortosa se descubrió, en 1900, un molde de fundición de un orfebre, que podía dar una especie de amuleto trapezoidal, con sen- cilla labor de tres círculos en el centro, que en parte recordaban cierta tradición visigoda, orlada de inscripción cúfica, en que se deseaba la ben- I Véase los estudios sobre esta arqueta en el Museo Español de Antigüedades, tomo viii, pág. 331,7 en el Boletín de la Sociedad Española de Excursio7ies, tomo i, pág. 99, de los señores Girbal y Vives. 44 bosquejo ihstóríco sobre la orfebrería éspañglá dición de Allah y demás bienes para su dueño. El molde estaba hecho en un trozo de piedra basáltica y ofrecía señales de haber servido para la fundición del amuleto Aún se cita también la guarnición de un viril en la Catedral de Per- piñán, hecha en Cuenca, con inscripción cúfica, en el siglo x, aprove-v, chada para este objeto. Del período zaragozano nada nos queda tampoco, pudieiido sólo ase- gurarse por el examen de la guarnición de cobre que refuerza toda la cé- lebre arqueta de la Catedral de Palència, que en el siglo xi, en que ésta fué ejecutada en Cuenca, los artífices españoles sabían aplicar perfecta- mente los esmaltes sobre el metal, al estilo que se observa en la guarní- ción esmaltada de esta famosa caja, lo que nos hace suponer su aplicación para otras obras de plata ú oro en aquel tiempo. Llegando á lo que pudiéramos llamar tercer período del arte hispano- árabe, ó sea el conocido con el nombre de estilo granadino, van siendo menos escasas las muestras de tal estilo, si no en obras verdaderamente importantes, en otras de exorno y corriente uso, de las que nos quedan algunas joyas. Muchas de las de carácter local debidas á la tradición con- servada posteriormente á la reconquista de aquellas regiones, tienen, sin duda, un origen morisco, que se enlaza directamente con este último pe- ríodo, en que la menuda labor, la filigrana y el calado, llega á simular ver- daderos encajes metálicos, obteniendo este estilo todo su desarrollo. Los famosos collares de las charras salamanquinas; las arracadas y pendientes de muchas provincias; las botonaduras, agujas, cadenetas y hasta cintillos y joyeles de ambos sexos, tienen un origen morisco marca- dísimo, pero constituyendo el exorno de ambas razas, lo mismo la maho- metana que la cristiana, pues llega un momento en que indistintamente emplean para su exorno é indumentaria los trajes y las joyas orientales. También en este período debió adquirir la mayor fama aquella labor de ataujía ó damasquinado, en la que, según el monje Theofilo, los árabes eran tan diestros, aunque de origen más antiguo, labor principalmente aplicada á las armas, llamada en España de Ataujía ó taujia, y entre los italianos tausía. Obras importantes y sobresalientes de este período apenas podemos presentar algunas, pues aunque la joyería se extiende mucho, las piezas originales de gran valor artístico son muy escasas. i Véase Revista de Archivos, 1900; pág. 705. ÒRFEBKKRÍA HISPANÓ-AKÁBÍGA 4^ A él parecen corresponder, sin embargo, algunas muy señaladas; ver- daderos modelos de aquel estilo y labor, por ello doblemente interesantes. En la Catedral de Zaragoza se conserva una preciosa caja de marfil cilíh- drica, toda calada, cuyas guarniciones de plata, afiligranadas y esmalta- das, corresponden perfectamente al arte desarrollado en sus más ricos ob- jetos por los moros ó moriscos del siglo xiv; el carácter de sus signos un tanto robusto, y su total aspecto le dan muy marcada sabor de época, aunque algo se separe del granadino. El que ostenta éste en toda su pureza y con labor llevada á un extremo de finura verdaderamente inverosímil, es otra caja, no cilindrica, sino oc- togonal, que si bien no está labrada en plata ni oro, es de tal perfección en sus líneas y trabajos, que más acabada obra no pudiera haberse hecho en tan ricos metales. Es sencillamente de la mezcla que llamamos latón, pero dorada á fuego y en un estado de conservación admirable. La posee el Excmo. Sr. D. Alejandro Pidal, como presea de su selecta colección, y la historia de la joya es tan conocida, que aún recuerdan mu- chos cuando fué adquirida en la villa de Cuéllar, en pública subasta, que el Ayuntamiento de aquella villa celebraba do los objetos de que era po- seedor el Hospital ó Asilo de San Julián. La caja, que conserva en perfecto estado de conservación hasta sus cordones de seda negra primitivos, ser- vía de hostiario en la capilla del Hospital, como otras varias semejantes en otras iglesias, aunque de distinta materia, sobre todo las de marfil, siendo por lo demás interesante averiguar cómo llegó á Cuéllar tan pre- cioso objeto, de mano indudablemente árabe. (Véase la lámina IV.) Teniendo en cuenta la predilección que por esta villa tuvieron los Re- yes de Castilla en el siglo xiv, y entre ellos el conquistador de Algeciras, bien pudiera ser este objeto un recuerdo de aquellas gloriosas campañas. La forma de la caja es, como decimos, prismática, octogonal, con tapa que tiene á su vez otra segunda para cubrir el agujero circular que lleva en su centro, articulada con delicados goznes: en cuatro de los ángulos del prisma lleva soldadas unas anillas de las que parten los cuatro cordones de seda, que, reunidos al cabo, formando un nudo entretejido de hilos de colo- res, sirven para la suspensión del objeto; su empleo primitivo debió ser para contener esencias ó substancias consideradas como preciosas por los mahometanos. Todo él en su parte prismática aparece delicadísimamente calado, ofre- ciendo las más finas labores de ajaraca, formando en los centros como 46 BOSQUEJO IIISTÓRICÓ SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑÓLA medallones circulares, alternando los de estrellas de entrelazados con otros en los que se ve repetida la cifra correspondiente á la palabra árabe ba- raca (la bendición), formando como un adorno simétrico muy propio yca- racterístico de la ornamentación arábiga en el siglo xiv á que, sin duda, pertenece el objeto. Toda esta ornamentación está comprendida entre dos fajas, superior é inferior, con inscripciones nezjis, que, sin duda, deben corresponder á textos alcoránicos. En la tapa lleva incrustados cuatro circulitos de plata, con incisiones nieladas. Tan único y precioso objeto responde por completo á la más delicada labor en metal que pudieron haber ejecutado los últimos artistas maho- metanos que permanecieron en nuestro suelo. Apenas si excede de éstos los objetos de alguna importancia que posee- mos pertenecientes al arte de la orfebrería hispano-arábiga. Algunos in- cluyen entre ellos las guarniciones de la célebre espada y vaina correspon- diente de la llamada de Boabdil, último Rey de Granada; pero estas pie- zas se cree hoy por muchos entendidos, que detenidamente las estudian, como fabricadas fuera de España, regularmente en Persia, y en época algo posterior á los sucesos que por ellas se pretenden recordar; pero esta cues- tión requiere el conocimiento de los estudios que sobre ella muy compe- tentes personas están haciendo. ¡Lástima grande es que á tan pocos ejemplares queden hoy reducidas las muestras de aquella industria! que tanto debió producir para satisfacer el ansia de ostentación y de riqueza á que tan aficionados fueron nuestros dominadores mahometanos, durante tantos siglos como permanecieron en- ire nosotros. En los Museos extranjeros, en que abundan las piezas y joyas orientales, apenas se encuentran tampoco ejemplares de las hispano-ará- bigas. Las que en el nuestro Arqueológico se guardan corresponden más bien á la labor de los moriscos, que seguían las tradiciones industriales de cuando aún constituían pueblo aparte de los reinos cristianos, y que á su vez se enlazan con los productos más industriales de la orfebrería de mu- chas regiones españolas. Obsérvase por ellas el cierto grado de amanera- miento en que habían caído, queriendo sacar todo el partido posible de la labor de filigrana, que fué la llevada en los últimos tiempos á un grado inverosímil de finura, indudablemente de bastante mérito como mani- pulación, pero de poco saliente efecto artístico. El carácter semita se im- pone en estas joyas que pudiéramos llamar de gusto popular, como un re- PRIMEK PERÍODO DE LA RECONQUISTA 47 cuerdo de la habilidad dj nucsiros dominadores, tallando en ellas aquella inspiración especial, que sólo poseen las obras proyectadas y ejecutadas por los verdaderos artistas, y que son las que dan los tipos é imprimen el ca- rácter á cada época. VI ALHAJAS HISPANO-CRISTIANAS DEL PRIMER PÍÍRIODO DE LA RECONQUISTA Arrinconado el gobierno de los españoles en las asperezas de la cordi- llera pirenaica al empuje de las huestes agarenas, de allí habían de surgir los caudillos que emprendieran la reconquista del territorio perdido, dando lugar á los nacientes reinos en que se tuvo que dividir la Península espa- ñola para realizarla. Laboriosa en grado sumo fué la empresa; pero desde los primeros momentos ocurrieron hechos gloriosos que habían de con- ducir al triunfo definitivo. El estado de las artes tenía que ser muy precario en aquellos primeros momentos, y más tratándose de las suntuarias y que exigían mayor paz y prosperidad para su desarrollo; pero apenas obtenidas las primeras victo- rias, convirtiéronse en ricas preseas aquellos venerables emblemas de la fe que á ellas habían conducido. Asturias se adelanta á las otras regiones en la ostentación de tan ado- rabies reliquias, y en cuanto se establece la Corte en Oviedo comiénzase por preparar un tesoro donde poder custodiarlas. La Cámara Santa aparece llena de ricas preseas á la muerte de D. Al- fonso II el Casto, pues, según su testamento, era ya poseedora de las más preciosas cruces, jarros, aguamaniles, candelabros y lucernas de plata y algunos otros objetos de oro, que se ven aumentados por las últimas dis- posiciones de Ordoño I, y más aún por las de D. Alfonso 111 el Magno, en cuyas donaciones se hace referencia á ciertas preseas de marfil y oro. Recuerdos valiosísimos de aquellos reinados son las dos famosas Cru- ces, la de los Angeles y lade la Victoria, debidas ála piedad y munificen- eia de D. Alfonso el Casto, la primera, y al Magno, ó tercero del mismo nombre, la de la Victoria. La Cru!{ de los Angeles, la primera joya hispano-cristiana que posee- mos, responde perfectamente en su forma á las tradicionales visigodas 48 BOSQUEJO HISTÓPICÒ SOHHE LA ORFEBREHÍA ESPAÑOLA que en tantos relieves los y ornamentales fragmentos existen, en que apa^ en un circulo á láurea. recen ricas cruces regularmente inscritas De brazos iguales, la de Oviedo, que se ensanchan en sus extremos, y sujetos por un chatón ó círculo central, adáptanse las planchas de oro que exterior á un alma ó armadura central de constituyen su madera, á las que S2 hallan sujetas, mediante numerosos y menudos clavito-s, asimis- mo de oro. Mide 52 centímetros de alto por 45,5 de ancho, lo que le da una proporción muy próxima á la cuadrada. En la parte que podemos considerar como anverso se lee una inscrip- toda ella caracteres mayúsculos, que textualmente dice: ción, en t SUSCEPTUM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE Dl OFFERT ADEFONSUS HUMIL·IS; SERVUS XPl HOC SIGNO TUETUR PIUS HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS QUISQUIS AUFFERRE PRESUMSERIT MIHI FULMINI DIVINO INTEREAT IPSE NISI LIBENS UBI VOLUNTAS DEDERIT MEA HOC OPUS PERFECTUM EST IN ERA DCCCXLVI. Esta la lectura más correcta, sobre todo en la fecha, que ha dado es lugar á alguna discusión, y que corresponde al año de 808 de J. C. Formando la exornación de su reverso, dibujan las filigranas super- puestas, que la festonean y adornan, labores en forma algo parecida á la de los brazos de la Cruz del Arqueológico, que vemos en el tesoro de Guarrazar, ocupando su medallón central un clásico camafeo, con una media figura de mujer, rodeado de perlas y labores de filigrana, del que parten los cuatro brazos de la Cruz; en cuyos extremos, por su parte más ancha, se han incrustado igualmente en cabujones otras piedras grabadas, en esta algunas de ellas de las llamadas abraxas. Como se observa, pieza vuelven á aparecer las filigranas propias de las primitivas preseas españo- las, cuya ausencia hacíamos constar al tratar de las joyas visigodas, sin que por ello deba considerarse esto como carácter especial suyo, pues por los abundantes fragmentos ornamentales vemos la aplicación tan constante que hacían del elemento funicular, del que sin diida deberían participar las alhajas, PRIMER PERÍODO DE LA RECONQUISTA 49 Mr. Molinier, en su suntuosa obra sobre L'Orfèvrerie religieuse et civile du F.® à la fi?i de XV^ siècle (Paris, 1900), se pierde en un mar de confusiones, extraviado por la falsa lectura, que Riafío y Davillier hicieron de la fecha de otra cruz de que hablamos en seguida, á los que trata, por cierto, despiadadamente en las notas; pero si hubiera consultado lo que sobre estas alhajas de la Cámara Santa de Oviedo escribió D. José Ama- dor de los Ríos, en el estudio que de ellas hizo en el tomo de Oviedo de los Mo7iu7nentos arquitectÓ7iicos de España, y en el citado sobre las coronas de Guarrazar, hubiera encontrado la cuestión perfectamente resuelta y sin que haya lugar á dudas. La Cruz de los Angeles corresponde seguramente á D. Alfonso II, el Casto, en cuya fecha de la era cristiana de 808, reinaba con gloria y gran respeto, después de vencer á los árabes en batallas tan importantes como las de los Lodos y en sus campañas de Portugal, después de instituir la Corte en Oviedo y de fundar la Cámara Santa, origen de su Catedral más moderna: y de que en su tiempo se podían construir preseas de la calidad de la Cruz de los Angeles, y de que el Rey era espléndido en sus dona- ciones á las iglesias, se convence uno al leer su testamento, otorgado en 812, por el que dejaba á la iglesia del Salvador «vasos de plata, cruces de- propio metal; un candelabro de plata con i5 lucernas de vidrio, y otro con ocho del blanco metal argénteo; un turíbulo asimismo de plata y otro de oro; una naveta para incienso, de plata, y un cuenco de auricalco»; á más de enumerar los ornamentos que daba para la celebración de las sagradas cere- monias. No se hace mención en este testamento de la Cruz de los Ange- les (llamada así porque se atribuyó su hechura á milagrosa labor de seres sobrehumanos); pero nada de extraño tiene esto por haber sido donada á la misma iglesia cuatro años antes de la fecha del testamento. Si Riaño y Davillier, siguiendo erróneas lecturas anteriores, habían tergiversado algo estos datos, ya los teníamos perfectamente verificados por Amador de los Ríos en su notable estudio citado, y por Cuadrado en su tomo de Recuerdos y Bellezas de España. No hay, pues, cuestión pendiente sobre ellas, y basta verlas para con- vencerse que no pueden ser ambas cruces coetáneas. La que ofrece gran semejanza con la Cruz de los Angeles es otra de ánima de metal, pero revestida con una verdadera lámina de oro, que, pro- cedente de la iglesia de Santiago de Peñalva, se guarda en el Museo de León; considérase, sin que veamos la razón suficiente, como una do- 6 5o BOSQUEJO HISTÓRICO SOBBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA nación hecha á esta iglesia por Ramiro III, pero de la lectura de la ins- cripción que lleva la cruz no se deduce tal cosa, y por sus caracteres ar- tísticos bien pudiera atribuírsele al primero de los Ramiros más bien que al tercero, que vivió cerca de dos siglos más tarde, como uno de los Mo- narcas con la corte en León. El epígrafe del anverso de la cruz dice sencillamente. t IN : DOMINI : Nsî : IHV Í .XPI : OB OBNOREM SANCT : lACOBI i APOSTOLI ; RANEMIRVS i REX OFERT. La cruz es de brazos iguales, sujetos por un rosetón central, de muy parecido conjunto á la de los Angeles, de Oviedo, ostentando varias pie- dras en cabujones y conservando aún pendientes de sus brazos laterales el A y (u que cuelgan de ellos como clamasterios; es pieza muy interesante, digna de figurar en la relación de las preseas que restan de aquellos si- glos. Otra cruz de más importancia artística, aunque muy semejante á las anteriores, debida á la munificencia de Alfonso III, el Magno, era la guar- dada hasta hace pocos años en el tesoro de Santiago de Compostela. Fué concluida en el año de 874, según especificaba terminantemente la inscrip- ción que la ilustraba conmemorando cómo fué oferta de los Reyes Alfonso y su mujer Xemena, en honor también del apóstol Santiago y concluida en la era de DCGCCXX (año de J. C. de 874). Exornada de delicadas filigranas, la avaloraban además numerosos ca- bujones, conteniendo perlas y piedras finas, de las que muchas habían des- aparecido. El Cristo que llevaba era de época muy posterior. Fué este Rey muy piadoso donador de alhajas y ornamentos á las iglesias, especialmente á la de San Salvador de Oviedo á la que en 906 concedía «ornamenta aurea, argéntea et auro texta, pallia et sirga mul- ta» ', y dos años más tarde entregaba para su tesoro aquella otra gran cruz, que aún puede en él verse, llamada de la Victoria, de brazos ya des- iguales y más ricamente exornada que todas las anteriores. Esta suntuosa obra de orfebrería, de mucho más complicado arte que las anteriores, mide 92 centímetros de alto por 72 de ancho, lo que le da I España Sagrada, tomo xxxvii, pág. 330. PRIMER PERÍODO DE LA RECONQUISTA 5l proporciones antes no enipleadas, ostentando una inscripción votiva que textualmente dice: SUSCEPTUM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DEI QUOD OFFERENT FAMULI CHRLSTI ADEFONSUS PRINCES, FT S^MENA REGINA, QUISQUIS AUFERRE HOC DONORIA NOSTRA PRESUMSERIT FULMINE DIVINO INTEREA IPSE HOC OPUS PERFECTUM FT CONCESSUM EST SANTO SALVATORI OVETENSE SEDIS HOC SIGNO TUETUR PIUS, HOC VINCITUR INIMICUS, FT OPERATUM EST IN CASTELLÓ GAUZON, ANNO REGNI NOSTRI XLII, DISCURRENTE ERA DCCCCXLVI. Esta cruz fué ofrecida un año antes de la abdicación de aquel monar- ca, ó sea en el de 908 de J. C. y dos después de otra donación hecha por su testamento, en el que aparecían cláusulas dejando preciosos orna- mentos con oro y plata entretejida para el mismo templo L La cruz ofrece motivos de estudio del mayor interés. En ella, la pro- porción antigua desaparece, presentando el primer ejemplar de las de bra- zos desiguales, aunque reduciendo más principalmente los horizontales, según el modelo de las plantas de algunas basílicas de aquel tiempo, y ter- minando todos los extremos no rectilíneos, como veíamos antes, si no florenzados, con graciosa curva movida en línea trilobada. El ánima de esta cruz-, tenida por la tradición como enseña de los ejér- citos del piadoso Rey, es de madera de roble, revestida de chapas de oro, que exornan filigranas y cabujones, prestándole el más rico y suntuoso conjunto. La unión de los cuatro brazos está obtenida por un medallón central de más enriquecido exorno. Forma su decoración, por el lado que no lleva epígrafes, tres bandas ó fajas, separadas por funículos ó cordones, en las que alternan los cabu- jones conteniendo zafiros y otras piedras, con rosáceas alveoladas, relie- nas de cierta materia vitrea verde, que algunos han llamado esmeraldas. I Goncedimus ¡n primis ex facultatibus nostris prœfatœ Ecclesiœ ornamenta aurea, tea, eborea argén- auro texta.» V. España Sagrada; tomo xxxvii, pág. 330. 52 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA estando asimismo decorado el medallón central con una gran rosa guar- necida de perlas y piedras. Por el texto de su inscripción del otro lado, se viene en conocimiento de que fué hecha en el castillo de Gauzón, residencia del rey en sus últi- mos tiempos, lo que nos hace considerar á aquel gran monarca retirado á este lugar y consolándose un tanto de la ingratitud de sus hijos, rodeado de artistas, que á su vista ejecutaban obras tan notables. ^jHarían también allí aquella arqueta que el propio Rey Alfonso III y su mujer la Reina Jimena dedicaban al Salvador y que hoy se guarda en la Catedral de Astorga? Así parece deducirse de las inscripciones de tan interesante objeto, digno por su antigüedad y estilo de la mayor estima- ción, pues constituye una de las más valiosas muestras del arte de los ricos metales en aquellos tiempos. La caja, ya repetidamente descrita y estudiada ' es de madera, pero revestida toda ella exteriormente de chapas de plata repujada, y aunque ofrece en su estilo un arte completamente infantil, es, por lo demás, muy interesante por tratarse de una muestra del estado de la escultura en aquellos días, pues seguramente al ser ofrecida por aquel Rey, nada me- jor podía hacerse en el naciente reino asturiano; por su técnica aún re- cuerda en mucho á las joyas visigodas, pues la ornamentación de sus arcadas está ejecutada por el sistema de laminitas, produciendo alvéolos triangulares, al igual de las letras colgantes de las coronas de Guarrazar, conteniendo algunas aún las piedras que la avaloraban. Asimismo pudiera suponerse hecha en los talleres reales la caja lia- mada de las Agatas en el tesoro de la Cámara Santa de Oviedo, ofrenda del hijo del magno Alfonso, ó sea, de Fruela, Infante ó Rey de Asturias en el año 910, y su mujer Nunila, que corresponde á la era de 948, que lleva la caja en su inscripción del fondo. Constitúyela propiamente una arma- dura en forma de dobles arcadas que encierran diferentes ágatas y piedras finas, adornando las enjutas tachones y ramas con vidrios ó plasmas. Trasladada la Corte á León por D. Ordoño II, en esta ciudad recayó todo el provecho de las victorias que los Reyes iban consiguiendo sobre los árabes, consignando la Historia la valía de algunos despojos con que enriquecían la nueva Corte. Fueron éstos, sin embargo, rescatados en su I Véase La Ilustración Española y Americana ác\ 8 de Abril de 1893 y el Boletin de la Sociedad Española de Excursiones, 3iño^.°, pÁg. 720. PRIMER PERÍODO DE LA RECONQUISTA 53 \nayor parte por el caudillo Almanzor en su célebre razzia de 996; pero restaurada la ciudad por D. Alfonso V, bien pronto aquellos primeros Re- yes comenzaron á exornar sus iglesias con ricas preseas que circunstan- ciadamente constan en sus donaciones; y habiéndose unido León con Castilla por el feliz enlace de D.^ Sancha con el Conde Fernando, que por esto llegó á ser el primer Rey de Castilla de este nombre, con ellos em- pieza realmente la gran época de prosperidad en la Corte leonesa, inaugu- rando á la vez un nuevo estilo artístico al que corresponde especial ca- pítulo, Pero aun como final de aquel á que pertenecen todas estas joyas pri- mitivas, pues quizá en aquellos tiempos fué fabricada, aunque la donara después la hija de estos soberanos á San Isidoro de León, debemos con- signar el tan notable cáliz llamado de D.^ Urraca, que en su joyero se custodia; hermosa pieza de orfebrería de su tiempo, comparable por su riqueza y estilo con las mejores coetáneas que se guardan en las coleccio- nes extranjeras, sin que ceda en nada al cáliz del tesoro de San Marcos de Venecia, al de San Gauzelin de la Catedral de Nancy, con su gran pa- tena (siglo x), ni á la copa de SardoniseMe la Abadía de Saint-Denis, hoy en el Gabinete de medallas de la Biblioteca Nacional de París, obra reco- nocidamente francesa. El cáliz de Urraca, formado asimismo de dos grandes receptáculos de ónice, el uno para la copa y el otro para el pie, tiene la guarnición de su borde enriquecida por preciosos camafeos y cabujones; de ella parten las cuatro bandas que, siguiendo hasta la guarnición del pie, quedan suje- tas por el nudo central, no menos exornado, en cuya faja inferior se lee el epígrafe con el nombre de la Reina oferente. Por sus caracteres artísticos y arqueológicos .corresponde, sin género de duda, á la época que se le adjudica, cerrando así en Castilla, de modo tan notable, el período artístico á que pertenece. Pero saliendo de Asturias y León y dirigiéndonos más hacia el Oriente de la Península, donde asimismo se iban constituyendo otros reinos cris- tianos, también nos encontramos en ellos con otros ejemplares primitivos que, aunque desaparecidos, dejaron memoria y hasta restos de ellos del mayor interés é importancia. En Navarra, el puntualísimo P. Moret nos afirma en sus Anales co- rrespondientes al año 971, de cómo D. Sancho Abarca y su mujer doña Urraca dejaron á Santa María la Real de Nájera «la grande y muy rica 54 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA cruz de oro, adornada de muchas piedras preciosas», cuya inscripción de- claraba los nombres de los donantes, que él y Sandoval vieron y descri- ben, sin contar los cálices, diademas y otras joyas que Sancho Garcés había donado á San Salvador de Leire. A D. Sancho el Mayor correspondía otra presea, de la que sólo que- dan valiosísimos restos, pero que debió constituir uno de los más hermo- sos ejemplares del arte de la platería de su tiempo; nos referimos al arca de San Millán de Yuso, que se conservó intacta en este Monasterio riojano hasta la invasión francesa. Este arca, mandada construir por D. Sancho el Mayor en io33, para guardar los restos de San Millán, estaba toda ella chapeada de plata con preciosas filigranas y cabujones, entre ellos uno encerrando un famoso carbunclo, objeto del capricho de una Reina que indujo á un novicio á que- rerlo sustraer, pero por cuya profanación quedó su mano adherida á la caja, requiriéndose el concurso y rezos de toda la Comunidad para que- dar suelto, «la caja hizo presa en el ladrón, no el ladrón de la caja», como dice muy seriamente el P. Moret; formaban estas chapas los recuadros ó marcos á 22 preciosísimos relieves en marfil, de los que afortunadamente se conservan la mayor parte. Habiendo excitado la codicia de las huestes napoleónicas, que con tan insensata política invadieron nuestro país, fué despojada de su revestimiento argénteo, dejando, sin embargo, sus espo- fiadores los relieves, de los que en reciente fecha hemos hecho especial estudio La caja fué vista intacta por el P. Moret y por Ceán Bermúdez, quienes la describieron, atribuyéndola este último á un maestro Aparicio y su hijo Rodolfo, según creían entender por las propias inscripciones que contiene. Lo segundo es cierto, pues el maestro famoso que la ejecutara tenía un hijo que se llamaba Rodolfo y que coadyuvó con él en la obra; pero res- pecto á Aparicio parece más bien indicar esta palabra latina el comienzo de una frase en que se trataba de alguna aparición referente al aslmto de alguno de los relieves, porque precisamente el nombre del maestro es el que ha desaparecido en el epígrafe del correspondiente á aquel en que aparecía ejecutando su artística labor, quedando tan sólo las palabras ... TRO . ET . RODOLFO FILIO. I véase el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones de 1908, pág. 4, en la que tam- bién apuntábamos los antecedentes históricos de tan precioso objeto. PRIMER PERÍODO DE LA RECONQUISTA 55 Pero, sea el que fuere, sin duda gozaría de gran crédito en su tiempo, y la alhaja ofrecería aspecto é interés extraordinario, constituyendo un ejemplar precioso de aquellas preseas criso-elefantinas, en que se aunaron, á la manera de los antiguos helenos, los más finos materiales entallados con la exornación y guarnición de los más costosos metales. En el naciente Aragón también se reunieron por la piedad de aquellos reyes y con ocasión de cumplir éstos sus votos, preciosas alhajas en sus templos, entre las que contamos aún con el interesantísimo Evangelario que la esposa de Sancho Ramírez, la Reina FELICIA, ofreció á Jesús Na- zareno, según ostensiblemente se consigna en el relieve central de la lujosa encuademación del libro que se conserva en el tesoro de la Catedral de Jaca. Fué esta señora mujer del Rey de Navarra y Aragón nombrado y madre de los Reyes Pedro I, Alfonso I y Ramiro II, y habiendo fallecido en io85, su donación del libro tiene que ser de época algo anterior á esta fecha. Así lo parece, en efecto, por todos sus caracteres artísticos, siendo tan notable por ellos cuanto por la riqueza de sus exornos, que puede esti- marse tan valiosa joya como cualquiera otra de sus similares con que se envanecen los más ricos tesoros de otros países. Ofrece en su centro un precioso relieve del Calvario, de plata repujada, con Cristo crucificado en el centro, sobre una cruz de proporciones pare- cidas á la de la Victoria, ocupando los espacios que entre los brazos que- dan dos ángeles plañideros los superiores, y la Virgen y San Juan los inferiores, asimismo en actitud de dolor y como á los pies del Cruci- ficado. I.a inscripción IHC NAZARENUS — FELICIA REGINA ocupa la parte más alta y la más inferior del relieve. Es éste interesante en extremo, pues quizá sea el primero que en la iconografía hispano-cristiana ofrezca tan completa la escena del Calvario, presentando un gran progreso escultórico sobre los Cristos de marfil de D. Fernando y D.® Sancha de Castilla. Formando como la orla ó marco al relieve se extiende ancha cenefa cuajada de menudas filigranas, dibujando caprichosos tallos, entre los que se engarzan ricos cabujones conteniendo zafiros y otras piedras finas, ya muy delicadamente redondeadas. Otra tapa de libro se conserva en la misma Catedral, que, aunque su relieve central de marfil acuse posterior época, por sus filigranas y cabu- 56 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA jones se asimila mucho á su compañero que acabamos de examinar. Am- bos objetos debieron ofrecer un aspecto muy similar al del arca de San Millán, con la que podemos asociarlos. En Cataluña también se labraron varias joyas para las iglesias en aquellos primitivos tiempos, pues, según el Sr. Gudiol h en la consagra- ción de Ripoll, en 888, Wifredo y su esposa Widinila dieron á la Iglesia calicem et patenani de auro, citándose además cálices de plata y oro entre las donaciones de otros Condes y próceres de aquel tiempo, como el do- nado por el testamento del Obispo Guilaberto de Barcelona, de peso de cuarenta on^as de oro puro. No faltan tampoco memorias de crucos, relicarios, cajas, crismeras, acetres, turíbulos ó incensarios, algunos como el que se cita de la Catedral de Vich del año de 967. Entre las cruces se cuentan algunas pensiles muy famosas y procesionales ó para ser llevadas enhiestas; pero de estas pri- mitivas preseas no quedan ejemplares al presente, pues ni el tan notable Museo de Vich, ni las iglesias catalanas guardan apenas reliquias artísticas de tal especie de tan lejanos tiempos. Estas memorias nos demuestran, sin embargo, que desde ellos la in- dustria catalana tuvo que atender á tales exigencias del culto, naciendo entonces los talleres é industrias de los ricos metales, que tan notables obras habrían de producir en posteriores tiempos. .V. ^ Todas estas joyas primitivas cristianas se distinguen entre nosotros por cierta unidad de estilo, que podemos asimilarlo al que los arqueólogos franceses engloban bajo el nombre de Carlovingio, haciendo también constar entre ellos igual unidad de procedimientos y aspecto. Molinier en su citada obra apunta con insistencia este particular as- pccto que caracteriza á las joyas de tal época, en las que se unen las tra- diciones propias del arte francés desde los tiempos clásicos con las influen- cias orientales y bizantinas. Hay que reconocer que irradian entonces de la Galia los modelos de tan bellas obras, ya á Alemania y hasta á la propia Italia, sin que haya I Véasç sus iVcciones de Arqueologia Sagrada Catalana, pigs. 281-291. TI TAPA DEL EVANJELARIO DE JACA (Si^lO XI.) ffl PRIMER PERÍODO DE LA RECONQUISTA Sy razón para que dejen de extenderse por nuestros nacientes reinos cristià- nos, tan colindantes con los más avanzados centros artísticos del mediodía del país vecino. Las relaciones entre estos reinos han quedado consignadas por la His- toria, pues los Annales francorum del año 798 nos dicen que Alfonso II de Asturias, el Casto, envió á Carlomagno presentes valiosos del botín apre- sado á los árabes en la-toma de Lisboa, con otras indicaciones tan concre- tas; y bien se notan estas íntimas relaciones al comparar las obras entre sí y tener ocasión de observar la unidad efectiva que prevalece en sus procedimientos de fabricación y aspecto artístico. Puede decirse que es aquella la época clásica de las láminas repujadas, exornadas con filigranas y cabujones, conteniendo éstos piedras finas, más que preciosas, para lo que aprovechaban con gran aprecio aquella riqueza de camaíeos y entalles procedentes de los tiempos clásicos. El sistema alveolado para ciertas apli- caciones, conteniendo substancias vitreas, precursor del esmalte chample- vés, que ha de sucederle, se conserva aún, como lo hemos visto, en las ar- caturas de la arqueta de Astorga, al igual que puede encontrarse en otras piezas francesas, sus contemporáneas, estando aún por dilucidar si en los últimos tiempos aparece ya en ellas la aplicación de los esmaltes. Quizás en la Francia meridional, centro verdadero de la esmaltería en occidente, pudiera tener este punto contestación afirmativa; pero entre nuestras joyas cristianas debemos asegurar que hasta el día, entre los ejemplares conocidos, no encontramos la aplicación de esmaltes para su exornación policromada. Por lo demás, los motivos ornamentales son reducidos y de un tanto pueril trazado cuando pretenden llegar á mayores efectos artísticos. Todavía les queda mucho para alcanzar aquella gracia y elegancia en las líneas y en la riqueza de elementos ornamentales que han de obtener en épocas posteriores, en las que la aplicación y gusto ar- tístico, principalmente de los monjes benedictinos, ha de conducir á las artes á los esplendores del llamado período románico, síntesis gallarda de todo lo obtenido anteriormente y transición preparatoria para otras origi- nalísimas concepciones. 7 58 bosquejo histórico sobre la orfebrería española VII ORFEBRERÍA ROMÁNICA Y MUDEJAR ESPAÑOLA Orfebrería románica .—En Italia se iba preparando este nuevo estilo, que por sus caracteres hubo un tiempo en que se llamó bizantino; á este arte debía, en efecto, su origen, principalmente en sus elementos decora- tivos. Con los rigores de la herejía de los iconoclastas, ocurrió una verdadera desbandada de los artistas de aquel Imperio á las regiones occidentales de Europa, siendo la alta Italia la que primeramente recibió á aquellos emi- grantes, que traían tan adelantadas prácticas y fecundas enseñanzas; pero siguiendo en su emigración, también llegaron, aunque más tarde, á Fran- cia, sembrando allí la semilla de sus progresos posteriores. De aquí que el estilo del arte de la plata y el oro obtuviera en Italia, principalmente en el lombardo veneto, progreso tan extraordinario, le- gando á la posteridad obras tan inmortales como la célebre Palla-d'oro de San Marcos de Venecia y el Pallioto de San Ambrosio de Milán, no menos famoso, de carácter ambos tan bizantinos, que por tales pudieran tomarse. La introducción de las figuras como principal elemento decorativo, la ornamentación fantaseada y complicada, la aplicación de los esmaltes y la finura de las filigranas, sorprendió grandemente á los artífices occiden- tales, enriqueciendo extraordinariamente sus concepciones y dándoles una suntuosidad especial que antes no habían logrado. La orfebrería italiana de los siglos viii al xii ofrece ejemplares notabi- lísimos produciendo una verdadera escuela de un estilo artístico que había de trascender al Occidente, principalmente al Mediodía de Francia, y preparando así el perfectamente determinado período románico. Lo que en la arquitectura representa el Duomo de Pisa y en Francia la iglesia de Saint Front del Perigaud y las Catedrales de Angulema y Poi- tiers, y sobre todo las grandes abadías clunicienses, vienen á ser en la or- febrería, completándolas manifestaciones más espléndidas de aquel estilo, las obras salidas de la Abadía del monte Casino, en las que el Abad Didier estableció unos importantísimos talleres; las de Milán, centro principal en- tonces de producción de esmaltes en Italia; y en Francia, toda esa produc- çión de Limoges, que, si bien emplea principalmente el cobre en sus carac- ORFEBRERÍA ROMANICA Y MUDEJAR ESPAÑOLA SQ teríslicas obras, llega, por la aplicación tan exuberante de los esmaltes y la riqueza y perfección de los detalles ornamentales, á constituir una de las páginas más brillantes del arte de la metalistería, en sus relaciones más íntimas con la pura orfebrería. Una vez pasado el milenario y entrando la Europa entera en nueva vida renaciente, comenzándose á constituir entre nosotros más sólidamente los reinos cristianos, lo que al punto muestra también el arte en todas sus ma- nifestaciones con nuevos bríos; inauguráronse entonces entre nosotros también nuevos procedimientos y nuevos estilos, importados, sin duda, pero con acento muy especial y propio. Al constituirse el reino unido de León y Castilla por el enlace de doña Sancha con el primero de los Fernandos, comienza un período de flore- cimiento artístico entre nosotros, del que quedan tan hermosos restos como los marfiles, las miniaturas y tantas otras manifestaciones que lie- van el nombre de aquellos venturosos Monarcas, San Juan Bautista, ó sea San Isidoro, de León, fué, aún más que la Catedral, el templo de su predilecta devoción, y las memorias que nos quedan de las donaciones regias en favor de aquella comunidad son de tal importancia, que bien delatan el grado de esplendor obtenido por la Corte al incorporarse en uno tan importantes territorios. Bien se especi- fica en la carta ^ que ha llegado hasta nosotros, donde se habla de fronta- les de oro puro y plata, que, á juzgar por las descripciones, debían tener grandes figuras del Salvador y los Apóstoles, al estilo ya bizantino, coro- nas y diademas, cálices y otras joyas de gran suntuosidad y valor intrín- seco y artístico. De muchas de estas preciosas joyas hace mención Ambrosio de Mora- les en su memorable Viaje, dando cuenta de la caja que contenía el cuerpo de San Isidoro de Sevilla, mandada hacer por este Rey al recibir tan sa- grada reliquia, cuando pudo obtener le fuera enviada por el Rey moro I Frontale ex aure puro, opere digno, cum lapidus smoragdis, safiris et omni gemme pre- tiosis, et olovitreis. Alias similiter tres frontales argénteos, singularis altaribus Coronas tres au- reas; una ex Ilijs cum sex alfas in giro, et corona de Alaules, intus in ea pendens: alia et le anemnatas, cum olovitreo, aurea. Tercia vero est diadema capitis mei, aureum, et arcellina de chrystallo, auro coperta, et Crucen auream cum lapidibus compactam, olovitream . et alia eburneam, in similitudinem nostri Redentoris Crucifixi; turibules duos áureos cum infesturia aurea, et alium turibulum argénteo, magno pondere conflatum; et calicem et patenam ex auro cum olovitreo; stolias aureas, cum amoxesce argentes et opera ex auro: et aliud argenteum ad amorcesce habet opera olovitrea: et capsam eburneam, operatum cum áureo, et alias duas ebur- neas argent laboratas... 6o BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Aben-Hud, y entre cuyos relieves, según Carderera, aparecía por dos veces la vera efigies de D. Fernando A este arca habría que agregar otra hecha en honor de una reliquia de San Juan Bautista en la era 1097 lo^g) á expensas del Rey Fernando y la Reina Sancha, según especifica su inscripción. Por las descripciones de estas obras y restos que de ellas quedan se ve dominar ya en ellas el arte cluniacense, que es al que, después de mucha discusión, tenemos que conceder haber introducido entre nosotros el es- tilo llamado románico. Los monjes del Cluny fueron llamados por todos los Reyes españoles de este tiempo, y á ellos se encomendaron los más famosos monasterios. Fernando I los llamó á León, entregándoles además Sahagún, con gran- des donaciones y privilegios. Los Reyes primitivos de Navarra los trajeron á Santa Máría la Real de Nájera, á San Millán de Yuso y á otros grandes centros, no excusándose de otorgarles bienes y exenciones; en Cataluña, la influencia benedictina fué también poderosa, comenzando en Ripoll y extendiéndose por tantas otras casas. Bien es verdad que entonces representaban el grado máximo de la cul- tura, no atendiendo sólo á las abstracciones de la Teología y de la Filo- sofía, sino dedicando su atención preferente al cultivo apasionado de las artes, para las que tuvieran verdadera vocación y entusiasmo. Fueron entonces los grandes-obreros del progreso, los mayores cientí- fieos y los más inspirados artistas, justificando con su aplicación las aten- clones y el aprecio de que fueron objeto. Ellos en sus talleres monásticos dieron de nuevo gracia y pureza inu- sitada á las líneas de los objetos; ellos animaron la decoración, cada vez más lujosa y complicada con simbólicas figuras humanas y de animales, más ó menos fantásticos, llegando á componer verdaderas escenas llenas de movimiento; ellos, en fin, introdujeron los verdaderos esmaltes, con los que desde entonces no deja de engalanarse la orfebrería para producir sus mayores efectos. En la región asturiana parece comenzar este período por aquella céle- bre Cruz desaparecida de la iglesia de Fuentes, cerca de Oviedo, pero que seguramente ha de aparecer en alguna colección extranjera: ejemplar in- teresantísimo, sobre la que se ofrecía de todo relieve el Crucificado, con diadema de oro en la cabeza y rostro expresivo, de muy superior talla al I Iconografia, i pág. i^* ORFEBRERÍA ROMANICA Y MUDEJAR ESPAÑOLA 6l de marfil del tiempo de Fernando I, acompañado de la Virgen y San Juan, en los extremos de los brazos de la Cruz, con un Angel que incensaba en el remate superior y la figura de Adán ó la muerte á los pies; todo ello de bulto repujado y dorado, enriquecida además la Cruz con cabujones y pie- dras. Oferta era de Sancha González (Sanccia y Gundisalvi), quizás Con- desa de la corte de Alfonso Ví. Aún es digno de especial memoria, en el tesoro de la Cámara Santa, el díptico criso-elefantino del Obispo D. Gonzalo, de los tiempos de don Fernando II de León; joya notabilísima por la belleza de sus figuras en marfil, representación del Calvario y por la fina labor de filigrana de oro, y composición tan artística del precioso objeto K En Navarra vemos aparecer los frontales, ó sobre-altares, con el que ofrecía á la iglesia de Santa María la Real de Nájera el Rey D.García y su mujer la Reina Estefanía, en el año io52 de J. C. que, según el P. Moret, estaba «cuajado de planchas de oro de martillo, con muchas imágenes de bulto, de oro, guarnecido de muchas y ricas piedras, con inscripción rele- vada de oro, y hecho por el artífice Almanio», de cuyo modelo hemos de ver otros admirables ejemplares, que aún hoy, por fortuna, entre nosotros se conservan, debiéndose incluir entre estas ricas preseas el Evangelorio de Roncesvalles, preciosa encuademación del libro sobre el que recibía el juramento á los Reyes de Navarra el Obispo de Pamplona 2. En Cataluña fué objeto de las más piadosas ofrendas por parte de los Condes primitivos de Barcelona el Monasterio de Ripoll, venerando pan- teón, ilustrado por las artes y la munificencia de aquellos verdaderos ins- titutores del famoso Condado. En el ábside de su primitiva iglesia, exornado con su ciborio y altar, lucía magnífico frontal, regalo del Obispo y Abad Oliva, en 1082, que, se- gún se describe en la Gesta Cornitum, debía ser suntuosísimo, pues, eodem. modo cofistriixit (altare) auro el argento et preciosis lapides noviliter, durando hasta el siglo xv, en que fué destruido 3. También se fabrican allí por este tiempo lujosas cruces, como puede verse en la rica colección del Museo de Vich; ya no pensiles sino proce- sionales, con Cristos vestidos ó de majestad,en las que aparecen con pro- fusión los esmaltes aplicados á fuego sobre las placas metálicas, abundan- 1 Véase su descripción y lámina en ios Monumentos Véase arquitectónicos, Oviedo. 2 Navarra, por Madrazo, i, pág. 463. 3 Véase Santa María de Ripoll, por D. José María Pellicer y Pagés. 02 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ÉSPAÑOLA (áo, además, las crismeras, psidas,hostiarios y vasos eucarísticos, con otros objetos sagrados que ostentan los nuevos estilos. Del nuevo tipo de los cálices, de ancha copa, nudo ornamental y la- brados pies, podemos presentar tan bellos ejemplares en este período ro- mánico como los del Abad Pelayo, en honor del Apóstol Santiago, según su inscripción, que figuró en la colección Stein, y después en la del Carde- nal Moreno y hoy en el Louvre: su nudo presentaba artísticamente entre- lazados los animales simbólicos de los cuatro Evangelios. El de San Rosen- do, del tesoro de Santiago, que figuró en la Exposición histórico-europea del Centenario de Colón (sala viii, núm. 129), con cincelado nudo y pie con la imagen grabada de la Virgen, ante la que se postra el donante, y el de la Catedral de Toledo, también con grueso nudo, con los animales sim- bólicos, precioso pie formando escamas, todo grabado, así como su y pa- tena, y que por varios detalles parece alcanzar ya al siglo xiii '. A este estilo corresponden también varias notables arcas, comenzando por la de las reliquias de la Cámara Santa de Oviedo, rehecha y aderezada por Alfonso VI, con hermosas figuras del Salvador y los Apóstoles repu- jados, conforme al trazado de las estatuas de aquel tiempo y disposición general de otras arcas y frontales; pero que por los varios detalles arabes- cos que en ella se observan debe considerarse como ejemplar mudejar, y entre ellos la consignaremos. Varios preciosos objetos que corresponden á este gusto artístico se guardan en el tan celebrado relicario del Ochavo de Toledo, pero entre ellos se destaca una hermosísima arca de plata, toda repujada, del más elegante gusto del siglo xii, que se distingue en la ochava central de aquel deslumbrador recinto. Pero la obra m.ás importante que debió llevarse á término en aquel siglo XII, tan caracterizado en el arte, debió ser el suntuoso retablo con que dotó el famoso Obispo D. Diego Gelmirez á la Basílica Compostelana y que fué deshecho en mal hora en i665 para ser sustituido con el engen- dro arquitectónico de D. José Verdugo. Muy varias fueron las vicisitudes ocurridas con el tesoro que siem- pre constituyó el altar mayor de la Basílica Compostelana. Primitiva- mente estuvo consagrado al Salvador, sobre la cripta del Apóstol, con un baldaquino, bajo el cual habían colocado un frontal de oro, en cuyo centro campearía sin duda la figura vestida del Redentor. I Estudiado en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones en 1896, pág. 65, por el Vizconde de Palazuelos. ORFEBRERÍA ROMANICA Y MUDEJAR ESPAÑOLA 63 Fué desecho este frontal (aurea tabula) por D. Diego Gelmirez, no sin protesta de los Canónigos, sacándose de él 120 onzas de oro, que llevaron al Papa. Don Diego Gelmirez lo sustituyó con otro mucho más suntuoso, de yS marcos de plata (tabule argéntea), en cuyo centro se veía la imagen del Salvador, bendiciendo, rodeado de los cuatro Evangelistas y acompañado, además, de los 24 Ancianos apocalípticos: en los extremos laterales, quizá como formando las puertas de aquel Gran tríptico, se veían las figuras de los doce Apóstoles, colocados en dos bandos, tres encima y tres debajo, á cada lado; toda la composición estaba contenida entre dos bandas, una superior, con la inscripción HANG TABULAM DIDACUS PR^SUL JACOBITA SEGUN- DUS TEMPORE QUINQUENNI FEGIIT EPISGOPII MOREAS ARGENTI DE THESAURO JAGOBENSI HIG OGTOGINTA QUINQUE NINUS MINERA, y la inferior, que decía: REX ERAT ANFONSUS GENER EJUS DUX RAIMUNDUS PRTISUL PRTIFATUS QUANDO PEREGIL OPUS.- Fué comenzada tan notable pieza en el año de i io5. Aymerico lo describió minuciosamente, y Ambrosio de Morales y Pe- dro de Medina en i566, y según ellos alcanzaba todo abierto 12 palmos de largo por cinco de alto ^ Gobijábase este suntuoso frontal bajo un baldaquino ó ciborio, man- dado construir por el propio obispo Gelmirez, asimismo sostenido por cuatro columnas de plata, sobre las que se elevaba el cuerpo arquitectó- nico, todo él exornado con figuras de ángeles y apóstoles, y enmedio de ellos el tutelar bendiciendo, en cuyo remate se ostentaba en ciertas solem- nidades la cru¡{ preciosa, que pudiera ser la de Alfonso III, cuyo balda- quino bien le valió al turbulento Prelado de abrigo y defensa en cierta ocasión, contra las agresiones de unos amotinados, que hasta allí le persi- guieron. Todavía enriqueció más aquel lugar el mismo Arzobispo treinta años más tarde, en 1135, con otra nueva tabla ó arca para el trasaltar, que, aunque no era de plata, sino plateada, superaba por su labor á las de las más ricas materias. Ambrosio de Morales la describe como una espe- I Véase El tesoro sagrado de la Catedral de Santiago, por çl Sr. Vjllamil y Castro; ^f^seQ Español de Antigüedades, v, pág. 314. 64 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA cié de arca ilustrada con figuras de medio relieve, sobre la que aparecía la media figura de piedra de Santiago, aún no revestida con los atributos del peregrino con que la exornaron posteriormente. Increíble parece que tan admirables preseas, cuyo efecto sería sorprèn- dente, fueran destruidas en fecha relativamente reciente, para ser susti- tuídas en i665 por el barroco capricho del canónigo Conde de Alba Real, D. José Verdugo, digno de uno que le hubiera impedido cometer profana- ción tan incomprensible; pero á tanto ha llegado en ciertos momentos el imperio de la moda. Pero en lo que la metalistería del siglo xii se eleva á su más alto nivel artístico es en la ejecución de aquellas imágenes, principalmente de la Virgen Madre, en las que el orfebre se convierte en verdadero escultor al ceñir sus formas con aquellos trajes de plata, guarnecidos de la más rica pedrería, presentándose por lo común sentadas las imágenes en escabeles dignos por su riqueza, de la figura que sustentan. De estas Vírgenes tenemos varias en España, comenzando por la de El Sagitario de Toledo, la que, despojada de sus exuberantes vestimen- tas, nos ofrece un notable ejemplar iconográfico de aquel tiempo. Si, como quiere Molinier, se hizo ya en el siglo x la célebre imagen de la Santa Fe de la Abadía de Conques, habrá que reconocer en ella el mo- délo primitivo de aquellas figuras sedentes chapeadas de plata y exornadas de pedrería, de las que la Virgen había de ser su más simpático simu- lacro. Varias son las que forman la serie de las españolas, todas ellas de gran valor artístico, aunque desfiguradas algunas por ulteriores modificació- nes, y quizá presida por su antigüedad á las demás la de la iglesia de Ujué (Navarra), sentada, como todas éstas, sobre rico escabel, con el Niño sobre sus rodillas, toda chapeada de plata y orlada con cabujones, de tan precioso arte como desconocida historia. De la misma época parece la de La Vega, de Salamanca, hoy en San Esteban, aunque no está precisamente revestida de plata, sino de aurical- co, y sentada sobre un trono de preciosos esmaltes de Limoges, que parece de época posterior á la imagen '. I Ha sido estudiada detenidamente por D. Ignacio Calvo en una Memoria acerca de ella, premiada en los juegos florales de 1898, é impresa en Salamanca, en la imprenta de Carvajal. ORFEBRERÍA ROMÁNICA Y MUDEJAR ESPAÑOLA 65 Dignas de especial mención son las de El Sagrario y del Tesoro de Toledo, ambas igualmente revestidas de chapa de plata, muy mutilada la primera y sin escabel la segunda, que cuentan con muy próxima igual edad; la del Tesoro es, sin duda, una de las más notables preseas que éste contiene En Irache, aunque algo más posterior quizá, existe otra que participa mucho de los caracteres técnicos de las anteriores 2, y pudiera colocarse como final de esta preciosa serie, al lado quizá de la de Monserrat, tam- bién de notable interés artístico. Como obras de Limoges, de bronce dorado y esmaltado, poseemos, además, la que figuró en la Exposición del Centenario (sala xiii, núm. 224) y la de Husillos (Plasència), más moderna, preciosamente policromada por sus esmaltes. -x- Aunque no labrados en plata y oro, pero, no por ello, de menos es- merada y artística labor, debemos hacer especial mención de otro género de piezas en que la metalistería y el esmalte se unieron para producir el más admirable conjunto, y de las que tenemos en España ejemplares de primer orden. Nos referimos á los más notables de los labrados en Limo- ges, centro entonces, como de todos es sabido, de una industria famosí- sima, de la que se puede enorgullecer la ciudad en que por tantos siglos floreció tan lozana. No creímos contar en España con tal número de ejemplares de ella; pero con motivo de la Exposición Histórica Europea de 1892 se presen- taron tantas arquetas, psidas, tapas de libros y otros objetos, que vinimos en conocimiento de la verdadera moda que en su tiempo se extendió por todo el Norte de la Península por poseer ejemplares tan preciosos. Hay que convenir que la producción de Limoges en los siglos xi y xii fué verdaderamente espléndida, pues el efecto de sus esmaltes será eter- namente asombroso. Y esto nos impele á tratar del origen del esmalte entre nosotros, aun- que sea incidentalmente y á manera de inciso. En ninguna de las obras citadas hasta ahora podemos decir que lo en- contramos, pues averiguado y fuera ya de duda que realmente comenzó á 1 Estudiadas por el Sr. Simancas en la Revista de Archivos de 1904 ,11, pág. 344. El Sr. Don Juan Moraleda y Esteban, tiene también un opúsculo sobre la del Sagrario. 2 Dada á conocer por el Sr. Lampérez en el Boletín de Epccursionistas de 1903, pág. 108. 8 66 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA ser empleado por los bizantinos, de seguro procuraron guardar éstos el secreto, y sólo por la inmigración cuando los iconoclastas, vinieran á ¡ta- lia algunos artífices que lo poseían, y aun éstos no en grado sumo. Uno de los ejemplares en que se nota quizá más visiblemente la tran- sición del vidrio cloissofinée al esmalte conocido por los occidentales, es el relicario de la verdadera Cru\, enviado por el Emperador Justino II á San Rodegando en el siglo vi, que se conserva hoy en el convento de Santa Cruz de Poitiers. En él se nota cómo se han tratado de sustituir los vidrios para el álveo- lado, origen del cloissomiée, por el esmalte directamente aplicado sobre las cavidades de la retícula metálica. La presencia de los bizantinos en la alta Italia, cuando los iconoclas- tas, enseñó á los occidentales el uso de los esmaltes por ellos aplicados, pero ningún otro país se aprovechó del invento, modificándolo á su ma- ñera, más que Francia, por aquellos orfebres, hijos directos de San Eloy, que en Limoges dieron vida á una de las más bellas industrias, de la que ya en el siglo xi se hallaban produciendo las obras más sorprèn- dentes. De allí vinieron á España tantas como vamos conociendo; pero aún la orfebrería, propiamente tal, no nos ofrece esmaltes hasta más adelante, por más que en los objetos árabes, como en la arqueta de Falencia y otros, los veamos aplicados por sus artifices, siguiendo prácticas del Oriente. No nos atrevemos á creer que la industria de Limoges tuviese entre nosotros sus imitadores; algunos han supuesto la existencia de un ta- 11er en la vía de los peregrinos á Santiago, lo que requiere confirmación; pero en verdad que desde este tiempo, se observan ya en varias cruces y objetos ciertos esmaltes que por su opacidad se distinguen de los más perfeccionados franceses; de ahora en adelante hemos de encontrar joyas genuinamente españolas que llevan ya esmaltes de calidad especial. Los dos ejemplares verdaderamente extraordinarios de la labor de Li- moges que poseemos exceden á toda comparación con los más notables conocidos, pues el frontal-retablo de San Miguel in Excelsis de Navarra, y el de Santo Domingo de Silos, hoy en el Museo de Burgos, son de una magnitud y belleza realmente sorprendentes; nada se conoce más impor- tante salido de aquellos famosos talleres. No hay que pensar en darles otra atribución ni origen. Si D. Pedro Madrazo hubiese conocido toda la riqueza de estos objetos esmaltados que orfebrería romanica y mudejar'española 67 figuraron en la Exposición del Centenario, seguramente no le hubiera ocu- rrido el embolísmico dictamen que sobre el retablo de San Miguel escribió y ratificó en distintas ocasiones. Se trata de un ejemplar limosín perfecta- mente caracterizado, como afirma con perfecto conocimiento de causa eb P. Roulín en el estudio que de él ha hecho aunque disintiendo en algo, lo estimamos de pleno siglo xii, sin ver en él carácter alguno que lo lleve al xiii. Dada la gran devoción que los Reyes de Navarra tuvieron al Arcángel, nada extraño es que fuera debido á alguno de aquéllos, aunque sea ale- jar demasiado su fecha aplicarlo á D. Sancho III, ó sea el Mayor, se-i gún quiere el P. Burqui, en su historia del santuario, que lo llevaría al siglo xi. Más bien puede suponerse ofrenda de García Ramírez, que favo- reció grandemente al santuario, por su especial devoción al Arcángel San Miguel, por cuya intercesión creía haber obtenido importantes victorias. La tan debatida inscripción, ó fecha, que se pretendió presentar como dato importantísimo para determinar la del objeto, expresa sencillamente, como interpreta muy bien el P. Roulín, el nombre del Evangelista MA- TEO, á cuyos pies aparece. Por la descripción y fotografías que nos ofrece este competente arqueólogo en su trabajo, podemos hacernos exacta idea de los caracteres y especialidades de tan valioso objeto. El otro gran frontal, el de Burgos, parece algo posterior, pero no es menos notable. Su composición es más sencilla, pero sus detalles están más delicadamente acabados que el de San Miguel, con el que ofrece tan- tas semejanzas. Difícilmente las artes del metal y del esmalte podrán pro- ducir obras más hermosamente artísticas, causándonos gran satisfacción que tan excepcionales productos de Limoges se encuentren entre nos- otros. Orfebrería mudejar — . Pero en todo lo antedicho pudiéramos ver la introducción de un estilo artístico, completamente exótico, que en toda su pureza venía á romper con las tradiciones nacionales de tanto arraigo an- teriormente manifestado. Había que adaptarlo á aquel acento oriental asiático que entre nosotros perdura siempre, corroborado en aquel tiempo por la dominación de los árabes; y al ocurrir este fenómeno de adaptación, á la par que obtenía por ello un marcado carácter hispano, volvían á resurgir todos los elementos I Véase la Revut de l'Art Chrétienne, 1905, pág. 100. 68 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA más propios que señalábamos como peculiares de la ofebrería arábiga, se- gún los escasos restos que de ella nos han quedado. Varios ejemplares singularísimos se pueden señalar en los que la unión de lo occidental cristiano con lo oriental arábigo se verifica, pues hasta en vasos eucarísticos tan notables como el cáliz de Santo Domingo de Silos y arcas de reliquias de los santos con inscripciones cúficas, como la de San Isidoro en la Cámara Santa, se ven aunarse tan opuestas tendencias. No ofrece esta famosa arca aquella unidad de plan que requiere la ins- piración de las obras perfectas de arte, pues por su heterogénea composi- ción diversidad de estilos se ve que se trató en su última confección de y aderezar un conjunto en que fueran aprovechados distintos elementos, armonizados de la mejor manera posible. Atribúyese este arreglo á Alfonso VI, y es muy posible que así fuera, pues, atendiendo á lo que la tradición consigna respecto al arca, queda la memoria de que fué traída por mar del Oriente y, en tiempos de la inva- sión árabe, llevada á Asturias desde Sevilla ó Toledo, al decir del Obispo cronista D. Pelayo, en esto haya la consiguiente confusión, como y aunque en el fondo de las tradiciones suele haber siempre una verdad desfigurada, es lo cierto que parece distinguirse en ella restos de una antigua caja ge- nuinamente bizantina, á los que, religiosamente conservados, se le añadie- ron otros fragmentos en tiempo de D. Alfonso VI y su hermana Urraca, según muy claramente se especifica en lo que resta de sus largos epígrafes. El estilo y disposición de sus partes más modernas, con grandes figu- ras relevadas del Salvador y los Apóstoles, de puro estilo románico, con- vienen perfectamente con los caracteres de la iconografía del siglo xi, te- niendo de particular su exornación un marcado gusto por los arabescos, á más de muchos detalles aislados, los artífices que la aderezaron pues, festonearon sus planos con ciertas orlas con caracteres cúficos ilegibles, á manera de las fimbras ó tira^ de los trajes árabes, puramente decorati- como escritas sin duda vas y sin sentido ni traducción posibles, por quien ignoraba el sentido que pudiera habérseles dado. Estas particularidades le imprimen al objeto un aspecto particular en sentido del mudejarismo, á que fué tan aficionado aquel monarca, desde que conquistó á Toledo, donde se había educado en plena dominación arábiga. Á él se debió también aquel gran frontal de plata de Sahagún, el ma- yor de toda España, pues según Ambrosio de Morales, alcanzaba á tener 17 pies de largo. ORFEBRERÍA ROMANICA Y MUDÉJAR ESPAÑOLA 69 Pero la verdadera joya de estilo cristiano-arábigo, en que el conjunto de su aspecto se modificó con marcado carácter oriental, es ese singular cá- liz ó copón de Santo Domingo de Silos. Como única en su género se debe estimar esta singularísima obra de orfebrería española, pues nunca el orientalismo se puso más á servicio de la religión cris- tiana, exornando de modo tan especial un vaso tan sagrado. La carencia completa de todo motivo humano y simbólico or- namental; la exclusiva aplicación de la filigrana superpuesta; la in- dicación de los arcos ultrasemi- circulares, dan al cáliz un aspee- to tan oriental que bien pudiera creerse procedente de la Arme- nia ó de cualquier otra región del Asia, si no abrigáramos el con- vencimiento de haber sido fabri- cado en España. El P. Raulín, que lo ha estu- ^aiiz ministerial de Sto. Domingo de Silos, diado detenidamente lo estima un verdadero cáliz ministerial, es decir, de los que servían para suminis- trar la comunión en ambas especies, con arreglo al rito gótico ó muzárabe, que debía estar en uso en el siglo xi en la Abadía de Silos. La cabida de más de litro y medio de líquido así lo hace suponer. Es de plata dorada , de 3o centímetros de alto por 19 de ancho, todo él ornado con filigranas, componiendo dos airosas arcadas, una en la copa y otra en el pie, de arquitos ultra-semicirculares, con una inscripción grabada en su borde inferior que dice: f IN NOMINE DOMINI AB ONOREM SCI SABASTIANI DOMINICO ABBAS FECI • Q, por la que se viene en conocimiento de que la fecha de su ejecución fué en el si- glo XI, en que floreció Santo Domingo, primer abad de aquel monas- terio. I Véase Revue de l'Art Chrétienne, 1908, pág. 398. 70 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Ninguna otra joya de estilo á la morisca en el orden civil quizá posea- mos de más importancia que la lujosísima vaina de espada que en la Ar- mería Real se custodia, de plata sobredorada, y avalorada con grandes pie- dras preciosas, dividida en cinco secciones ó trozos y de un ancho y dimensiones verdaderamente desmesuradas. Mucho se ha discutido sobre á quién pudiera aplicarse tan apara- tosa arma, comenzando por adjudicársela á Roldán, y opinando algunos si pudiera haber pertenecido al Rey San Fernando, porque en una crónica manuscrita de D. Juan II, por Albar García de Santa María, que existe en la Biblioteca Colombiana deSevila, se diga que cal entregarse la espada del Rey conquistador de Sevilla al Infante D, Fernando de Antequera, la vaina de la espada estaba en pedazos con muchas piedras preciosas», in- dicándonos, por esto, que por lo menos la del Rey Santo así lo era, aunque según parece, los trozos eran en mayor número de cinco, y no hay otra razón para afirmar que se refiera á ésta y no otra pieza semejante K Pero Caja con ágatas y guarniciones ae plata del Museo Arqueológico Nacional. sea de ello lo que quiera, es lo cierto que echamos de ver en ella una obra notabilísima por su delicada labor de taracea y ajaraca de estilo morisco, aunque por muchos otros caracteres se comprende que se trata de un objeto puramente castellano, si bien correspondiendo á aquella época en que tan en boga estuviera el uso de los ricos indumentos de estilo oriental, aceptados hasta por los mismos Prelados cristianos. También debemos incluir entre estas obras de estilo oriental la linda caja de guarniciones de plata reteniendo diversas ágatas y cornerinas í Véase Gestoso: Noticia de la Bandera de los Sastres, pág. 66. ORFEBRERÍA ROMANICA Y MUDEJAR ESPAÑOLA 7I que se guarda en el Museo Arqueológico Nacional, calificada como del si- glo XI y procedente de San Isidoro de León, que constituye un precioso ejemplar del arte cristiano-oriental del Norte de la Península, muy seme- jante, por sus recuerdos arquitectónicos, al de las miniaturas y relieves de aquel siglo, en que vemos campear por todas partes el arco de fierra- dura. Digna es de la mayor estimación esta preciosa caja, tan esmerada en su labor como artística en su conjunto. Como obra de los árabes, ó cuanto más mudejar, fian considerado también algunos la fiermosa caja de Santa Eulalia, que se guarda en el tesoro de la Cámara Santa de Oviedo; pero por el carácter de su orna- mentación, finura de su damasquinado y repetición de las escenas graba- das en sus medallones, la estimamos como trabajó puramente oriental asiático, y sin precedentes ni lugar apropiado en la evolución del arte na- cional que reseñamos. Algunos otros objetos menudos pudiéramos incluir en este período y estilo: collares, sarcillos, pulseras y otros dijes, algunos, quizá, ya con es- maltes; pero de detenernos en ellos llegaríamos á detalles minuciosos que no nos lo permite la índole general de este trabajo. Debemos observar, no obstante, acerca de este estilo mudejar, morisco ú oriental, ó conto se le quiera llamar, de nuestras artes, que, aunque re- presente cierta transacción con el elemento semita, que siempre fia con- vivido con nosotros, y éste en sus inspiraciones nunca fiaya alcanzado la altura de la concepción y ejecución puramente aria, lo propio en las artes como en todo, es lo cierto que produce un efecto estético especial, por el que presta un carácter propio á nuestras artes, y cuya aceptación, en tanto que no llega á ser dominante, avalora y singulariza la producción artística más nacional y autónoma. No fué, pues, tan sólo en la ejecución de vasos sagrados y objetos de piedad en lo que se ejercitó la industria de la pkta y el oro en aquellos tiempos, pues ya fiemos visto algunos ejemplares pertenecientes al arreo de aquellos grandes señores, que también gustaban de engalanarse y po- seer ricas joyas, de las que algunas veces se ocupan muy especialmente las historias y los poemas de su tiempo. El del Cid fiabla con frecuencia de las riquezas de aquellos próceres, avalorando siempre las cantidades por marcos de oro y plata, y en la eró- nica del mismo gran caudillo fiay párrafos como el que dice: «non ovo nin- guno que comiese, si non en plata: e el Rey, e los altos omes comían en 72 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA escudillas, ó en taxaderas de oro fino»; lo que manifiesta el esplendor de aquellos banquetes; pero de estas preseas son escasísimas las que han lie- gado á nosotros. Por último: compendio de todo aquel período artístico tan admirable, y notación cierta de tanto progreso es el libro del monje Theófilo, Diver- sarum Artium squediila, en el que ochenta capítulos están consagrados al arte de la orfebrería. Bien fuera el célebre monje alemán ó francés, bien viviera en el siglo xii ó alcanzara el xiii, su obra, objeto de constante estudio y depurada inter- pretación por los arqueólogos, sin que aún se haya logrado descifrarla en todas sus partes, es el monumento literario más grande que ha dejado la Edad Media para comprender la técnica de esas artes tan adelantadas. En ella se hacen indicaciones muy especiales sóbre los productos espa- ñoles, hablándose del aura hispánico y del aurichalco hispánico, debien- do considerarse al primero como el oro de más ó menos ley, y el segundo aurichalco, que, á juzgar por su etimología, debía ser el llamado hoy la- tón, ó mezcla del cobre y estaño, algunas veces fuertemente dorado ó con algun oro en su masa. Con todo ello queda patente la gran importancia de la producción ar- tística de los metales en este período de dos siglos, en que alcanza una originalidad y un valor estético de primer orden, comparable con todo lo más característico y bello que haya podido ocurrir á los orfebres de todas las edades; pues si por el examen de lo que entre nosotros ocurre nos encontramos con joyas tan excepcionales, mirándolo en conjunto, y aña- diendo lo que se produjo en el extranjero, tendremos que convenir en que una época capaz de dejarnos obras como el Cáliz de San Godehar en Hisldeshein, el de Saint Remi en la catedral de Reims y el Scyphus de G. Alpais de Limoges, del Louvre, presenta títulos sobrados para ser estimada como de tan poderosa inspiración artística y adelanto industrial, cual hayan podido ser las más celebradas. orfebrería ojival 73 VIII ORFEBRERIA OJIVAL Llegamos con esto al siglo xiii, en el que sufren las artes una trans- formación tal que las hacen cambiar por completo de fundamentos y estilo, determinando por ello una nueva época perfectamente definida, que se prolonga por tres centurias con un carácter singularísimo. Al contemplarla en sus más lozanas manifestaciones creeríase de una originalidad tal que no tenía precedentes, y, sin embargo, hay que reconocer en ello un fenómeno de pura evolución de la anterior, pero derivando en un sentido tan especial, que le presta la originalidad más patente. Como todo proviene de aquella modificación tan profunda que experi- mentó la arquitectura al poner en práctica las felices ideas de la desinte- gración y contrarresto de las resultantes de sus fuerzas, mediante el des- arrollo de las líneas que dieron por resultado el juego de los ojivas, de ajuí que tan singular aspecto trascendiera á todas las manifestaciones artísticas por un fenómeno de armónica adaptación, llegando á simular la orfebrería aquel mecanismo de las fuerzas, aunque no fuera por la nece- sidad de su aplicación á las obras de metal, sino por lo pintoresco de sus aspectos. Si á esto se une que con la aplicación de los esmaltes translúcidos se quería imitar el efecto de las vidrieras, se comprenderá porqué los or- febres de los siglos xiii al xv se propusieran reproducir casi siempre en sus obras aquellas concepciones arquitectónicas, que tan profundo efecto estético tenían que causar por su novedad y valentía. Era, ciertamente, el arte de las cátedrales, de un aspecto maravilloso, y habrá que conceder á sus inventores el lauro de las más geniales inspi- raciones, pues á más de resolver tan por completo todas las dificultades de que el estilo románico nunca logró desprenderse, dieron á sus cons- trucciones una espiritualidad, un romanticisjno, que siempre tendrá sus más entusiastas admiradores. 9 74 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA La joyería, como decimos, se hizo ojival en el siglo xiii, y si comenzó á serlo así en Francia, cuna gloriosa del nuevo estilo, bien pronto llegó á España la onda de aquella luz, cambiando por completo los mode- los hasta allí seguidos y adaptándolos á las modas francesas principal- mente. No faltan, sin embargo, algunas notables piezas que pudiéramos llamar de transición. Mas no fué solamente estética la modificación de la orfebrería, sino que, obedeciendo también en su producción á las nuevas corrientes artísticas, comenzó á ser ejercida principalmente por artistas laicos que, congregados en compañías, dieron lugar á los gremios. Si en los siglos anteriores las artes se habían acogido á la paz de los claustros para hacerse puramente religiosas, siguiendo un proceso evolu- tivo necesario y tantas veces repetido en la historia, tenía aquel arte que secularizarse, expansionarse, hacerse más propio de todos y para todos, y de aquí que las Catedrales, con su gran espíritu democrático, sustitu- yeran á los cenobios, y los gremios laicos vinieran á adquirir una vida antes vedada, aunque como protestación de fe se pusiesen al amparo de un patrón santo, y si bien perteneciendo sus miembros á cofradías y her- mandades en lo espiritual, llegaran en lo temporal, algunas veces, hasta á protestar de toda tutela eclesiástica. Los gremios de plateros obtuvieron una importancia extraordinaria al secularizarse la industria, y aunque al principio, en el siglo xiii, apenas adquirieron toda su reglamentada unión, en el xiv y xv gozaron de los mayores privilegios y beneficios, si bien tuvieron que someterse á las más estrictas ordenanzas. El desarrollo de la orfebrería fué tan grande en Francia en el siglo de San Luis, que en 1292 contaba su capital, París, con 116 maestros inscri- tos en la Cofradía de San Eloy. El propio San Luis los reunió en Corpo- ración, estableciéndolos Registros de los talleres y comercios de la Villa de París, redactados por Etienne Boileau, origen efectivo de las Corpora- ciones gremiales. En Montpellier, los reglamentos de su floreciente indus- tria de douradors y argentiers se remontan á los primeros años de la xiii centuria. Entre nosotros, Alonso el Sabio estableció ya algunas ordenanzas para los orfebres y broncistas, citándose la de los concheiros ó construe- tores de veneras, de 1260, por las que dispuso que «los sennates de San- ORFEBRERÍA OJIVAL yS tiago 7ion se fagari nin se vendan en ot7~o liigaví) que en la propia ciudad de Santiago refiriéndose también otras disposiciones posteriores á las dictadas en Sevilla en el año de iSyô y algunas otras memorias del tiempo del Rey D. Sancho. Algunos nombres de orfebres españoles han llegado á nosotros del si- glo xiii; abundan los franceses en el xiv, volviendo á aparecer ya muy fa- mosos maestros en el xv. Las cofradías gremiales aparecen ya claras y gozando de ciertos privi- legios al final del siglo xiv, principalmente en Cataluña, pues á la fecha de 3 de Mayo de i38i, corresponde el privilegio del Infante D. Juan de Aragón otorgando al gremio el derecho de nombrar sus miembros el día de San Eloy de cada año, al que sigue otro de 1394 fijando la ley del oro y otros particulares del oficio, continuando con otras ordenanzas en años subsiguientes 2. La Regla de Constitución de los cofrades y hermanos de la Cofradía y Hermandad de los plateros de Toledo lleva la fecha de 24 de Junio de 1423, renovada en igual día del siguiente, año 3, y la de Sevilla, de don Juan II, bajo el Título de los Ore'yres, es de 26 de Octubre de 1425; en Bii.rgos fueron confirmados los reglamentos de los plateros por D. Juan II y D. Enrique IV 4. Los Reyes Católicos, tan cuidadosos de todas las industrias de sus reinos, dieron también instrucciones especiales sobre los orfebres, que se transcribieron íntegras en las Ordenanzas de Toledo, constituyendo sus capítulos 33, sobre los brosladores; el 48, sobre el contraste; el 55, sobre los doradores; el 90, sobre el marco de la plata y marcas délos plateros y de la ciudad, conforme al pregón de 6 de Octubre de 1494, y otras disposició- nes encaminadas á garantizar la ley de los metales, así como á conceder ciertos privilegios á los gremios y cofradías. También en esta época comienzan á aparecer los inventarios que especifican la riqueza agióme- rada por algunos reyes, próceres, ó por las iglesias, como los de los Ar- chivos de la Cá7nara de Comptos de Navarra, de i36i, y otros que cita- remos. 1 Véase Leguina, Obras de bronce, pág. 64. 2 Véase el Baron Davilliére, pág. 97 de sus Recherches sur L'Orfèvrerie en Espagne. 3 Véase tomo lv de los Documentos inéditos para la Historia de España, pág. 366, publi- cados por los Sres. Zarco del Valle, y Davilliére, pág. 107. 4 Davilliére, loe. cit. 76 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Consecuencia de esta organización que van adquiriendo los que se de- dican profesionalmente á tan bello arte es la aparición de las marcas que garantizan tanto la ley como la procedencia de las obras, y si bien en el siglo XIII aún no las vemos en ninguna de las pertenecientes á esta cen- turia, en el xiv son ya frecuentísimas, no faltando nunca en los produc- tos de los talleres franceses de Montpellier y Aviñon, que tanto se reía- cionan con el reino de Aragón, ni en los de muchas localidades de éste, como se ha visto tan palpable en el reciente concurso histórico de Za- ragoza. Gran suerte ha sido para nosotros su celebración, pues gracias á él hemos podido estudiar la interesantísima y espléndida orfebrería ojival aragonesa, que ha ofrecido las más sorprendentes revelaciones, pues nunca podíamos suponer que fuese tan abundante como extendida, resul- tando que se ejecutaban en los lugares más ignorados del antiguo reino las obras de orfebrería más admirables, tanto por su labor metálica como por la riqueza de sus esmaltes. La cuestión de los esmaltes ha quedado allí resuelta por completo. Gracias á las obras presentadas en la Exposición (v. su Catálogo, sobre todo en la famosa Sala VI) podemos asegurar que en los siglos xiv y xv se ejecutaba en todas las regiones del litoral mediterráneo occidental con la mayor perfección el esmalte translúcido italiano, y lo propio en Avi- ñon, que en Montpellier, que en Mallorca, como en toda Cataluña y Ara- gón, los orfebres sabían ilustrar sus obras con tan bella policromía, lie- vada á la suma perfección, que se observa en el relicario de Roncesvalles, en los grandes bustos de la Seo de Zaragoza, en la Cruz procesional de Crivillen y en tantas otras piezas, como veremos. Más adelante también se ejecutan en Aragón esmaltes pintados al gusto de los de la segunda época de Limoges, al final del siglo xv y co- mienzos del xvi, emulando á los Raimond y Penicaud, hasta en placas de gran tamaño, aunque ofreciendo una gama especial de color, con predo- minio de los tonos más calientes rojos, no muy transparentes,pero notables por su vigor y permanencia En Castilla también se hallan ejemplares con esmaltes, aunque no tan abundantes y extendidos, algunos impor- tados, ofreciendo en general más valor escultórico de cincelado y re- pujado. I Los más notables esmaltes aragoneses son sin duda ios de la Catedral de Segorbe. orfebrería ojival 77 Es de advertir que esta mayor perfección del trabajo trae también su división en especialidades, pues en las ordenanzas y memorias de los gre- mios y cofradías empieza á distinguirse entre el orfebre, el aurífice y el esmaltador, aunque en muchos casos los maestros sabían ejecutar á la perfección tan distintas manipulaciones. En la técnica podemos decir que obtuvieron entonces los mayores ade- lantos posibles, pues, á excepción del torneado de la plata, propio del aba- laustrado estilo del Renacimiento, todos los demás medios constructivos, de fundición, laminado, mazonería ó repujado, filigranas, cincelado, nié- lado, damasquinado, esmaltado, fueron ejecutados en las distintas piezas, según éstas lo requerían. El estilo de ellas obedece á los modelos de las piezas que en Francia principalmente se iban ejecutando, sobre todo en objetos religiosos, para derivar después á los que el auge y esplendor de la casa de Borgoña puso tan en moda, no ya en la religiosa, sino en la doméstica, llevada á un fausto excepcional. Los plateros de Gante no tuvieron rivales en la fan- tasía y belleza de sus concepciones. Entre nosotros dominaron principalmente los objetos del culto; el nú- mero de las cruces procesionales, cálices, relicarios, ostensorios, evange- larios y otros objetos sagrados llega á ser incontable, y si á esto se unen las imágenes chapeadas, que se convierten al final en relicarios en forma de bustos, de belleza escultórica extraordinaria, haremos con esto el sucinto programa de la producción de este período, que concluyó entre nos- otros con la especialísima y suntuosa concepción de nuestras grandes custodias procesionales, cuya sola mención nos trac á la mente las de Toledo y Córdoba, modelos insuperados de nuestras más suntuosas obras de orfebrería. «• Siglo xiii.—No poseemos joyas reconocidamente pertenecientes á los primeros años de esta centuria, pues si de la batalla de las Navas han quedado enseñas y recuerdos, que constituyeron el botín de tan señalado triunfo, ninguna de ellas se conserva perteneciente al arte de la orfebre- ría, de las que, sin duda, debieron caer algunas en poder de los vencedo- res, pues de la preciosa caja árabe de oro y piedras preciosas que donó don 78 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Alfonso VIII á las Huelgas de Burgos, tan sólo queda la memoria: Unica- mente el báculo del Obispo D. Pelayo de Cebreira, cuyo pontificado ter- minó en 1218, se puede considerar como la joya de aquellos tiempos, que sepamos K Establecida la Corte castellana en Sevilla, al reconquistarse esta her- mosa ciudad de los árabes, tenía que acudir á ella el centro de las artes, al hacerse dueña Castilla de la mayor parte de la región andaluza. Los reinados de D. Fernando III al de D. Pedro I se distinguen por el incremento obtenido en la nueva corte para todas las artes, y entre ellas, sin duda, la orfebrería fué productora de sobresalientes ejemplares. Pocos, sin embargo, han llegado á nosotros. Atribúyese á una donación á la Virgen, por el Rey Santo agradecido, la riquísima corona'que poseía la imagen de la de los Reyes en la Catedral sevillana, sustraída no hace muchos años, sin que haya sido posible averiguar su paradero. Consistía en una serie de ocho charnelas de oro arti- culadas, esmeradamente labradas y enriquecidas con. piedras preciosas; y aunque, á juzgar por la fotografía que de ella qi eda (cliché núm. B 3i i de la antigua casa Laurent), debió de sufrir posteriores modificaciones, bien pudiera ser originariamente de los días de San Fer- nando, aunque, por la presencia de las preciosas águi- las que aparecían en la parte superior de las charnelas, parece más bien oferta de. la Reina D.® Beatriz de Sua- via, conforme á las noticias que vamos adquiriendo de la heráldica admitida por la Chancillería del Rey San- to 2. F1 águila imperial, exployada, de dos cabezas, que figuraba en su frente, más parece adición posterior del siglo XVI que de D. Alfonso el Sabio. Creemos, pues, que tan interesante joya conservaba muchos elementos, de su primitiva hechura. También debe corresponder á este tiempo la llave de plata que, con otra árabe de hierro, se guarda en el Te- soro de la Catedral hispalense. No resulta documentado 1 Véase el Museo Español de Antigüedades, tomo v, por D. José Villaamil y Castro. 2 Véase Osma (D. Guillermo), Azulejos sevillanos del siglo XIII, pág. 53. ORFEBRERÍA OJIVAL 79 que esta llave fuera entregada al Rey conquistador en el acto de la entre- ga de la ciudad pero no hay dificultad en admitir la opinión de que de- bió ser oferta simbólica de sumisión por parte de los judíos que había en Sevilla al Rey cristiano conquistador. Lleva en el borde del anillo la inscripción, en caracteres hebraicos, que dice: «Rey de los Reyes abrirá: Rey de toda la tierra entrará», y en el calado de las guardas, en carac- teres monacales, la castellana de «Dios abrirá. Rey entrará.» La taza de cristal de roca con guarniciones de plata dorada, que se adjudica también al Rey Santo, corresponde, por sus caracteres artísticos y epigráficos, como veremos, al siguiente siglo. No más objetos se pueden reconocer de los días del Rey Santo, pues su célebre espada está de tal modo recompuesta y alterada, que apenas podemos afirmar que queda en ella algo de la primitiva 2. Muchos más ricos objetos debemos suponer que poseería el gran Rey en su nueva cor- te, algunos de ellos ejecutados por aquel maestro Jorge, aunque más bien floreció éste en el reinado de D. Alfonso el Sabio, mereciendo el ser citado en su gran poema de las Cantigas, y ejecutando, sin duda, por él sus ma- yores encargos. Las piezas de orfebrería alfonsíes que poseemos son realmente de ex- cepcional importancia, descollando entre ellas el tríptico relicario cono- cido por el nombre de Las tablas alfonsinas, que se guarda en la Cate- dral hispalense. Son ciertamente estas tablas una obra de gran importancia, y mayor la tendría al conservarse tal cual las donó el Rey Sabio á la Santa Iglesia, pues, al leer las descripciones que de ellas hace Loaísa 3, y tenerse noticia de la compostura ejecutada por Hernando de Ballesteros en 1577, se com- prende que han perdido mucho de su primitivo valor y efecto, aunque todavía conserven la categoría de una alhaja de primer orden. Fueron terminadas por mandato del Rey Sabio en el año de 1275 4, y por el codicilo del mismo monarca de 1284 donadas á la Santa Iglesia, para «que la traygan en la procesión en las grandes fiestas de Sta. Ma- ria, e las pongan sobre el altar». 1 Véase Gastoso, Sevilla monumental, tomo ir, pág. 408, 2 Véase Gastoso, Sevilla monumental, tomo 11, pág. 348. 3 Véase Gastoso, Sevilla monumental, tomo n, pág, 427. 4 Véase su estudio por D. José Amador de los Ríos en el Museo español de Antigüedades, tomo II, pág. 83. 8o BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Forman, como decimos, un tríptico que, abierto, ocupa la extensión de una vara castellana, cuyo cuerpo central y puertas de madera están chapeados por dentro y fuera de gruesa placa de plata, ocupando el inte- rior quince compartimientos para las reliquias, y exornado en toda su ex- tensión con blasones de Castilla y León, al igual de las monedas de aquel Rey, sin faltar en el centro el águila, propia del blasón real por su madre D.'"^ Beatriz. Los chatones y medalloncitos, con relieves de los pa- sajes repetidos de la Anunciación y la Adoración de los Reyes alternando con los escudos reales, dan á esta pieza un aspecto originalísimo, por el que quizá pudiéramos reconocer la inspiración de aquel maestro Jorge, tan apreciado por el Rey Sabio. La suposición de que fuera obra alemana, regalo del Emperador, padre di D.''^ Beatriz, es completamente gratuita, pues precisamenie se trata de una de las obras de más carácter español que pueden presentarse. A otras también del mayor interés se entregó aquel monarca, guiado por su amor filial, pues hay noticias del exorno verdaderamente regio con que honró los cuerpos de sus padres, sepultados ante la imagen de la Vir- gen de los Reyes, en su capilla, cobijados todos bajo baldaquinos de plata repujada, formando un riquísimo conjunto, del que dan idea los antiguos sellos de la Real Capilla Hernán Pérez de Guzmán hizo en i383 una descripción de tan admi- rabie conjunto-; y según ella, estaba en el centro la imagen de la Virgen, vestida de ricos paños, bajo un tabernáculo de plata, y más abajo, senta- dos á la derecha, el Rey San Fernando y su hijo D. Alfonso, en sus sillas de plata, y enfrente la Pvéina D.^ Beatriz, igualmente sentada, todos coro- nados con ricas coronas y teniendo espadas, anillos y cetros riquísimos en las manos con numerosas piedras preciosas; delante de estas figuras se- dentes estaban sus sepulturas, también guarnecidas de plata, y todo ello exornado con blasones reales, cruces, águilas y unos candelabros y lám- paras de plata en que ardían luces constantemente 2. Tanta riqueza desapareció en distintas épocas, siendo primero despo- jada de sus piedras finas por el Rey D. Pedro para subvenir á la guerra con Aragón, y más tarde, en pleno siglo xvii, sustituido tan famoso reta- blo por otro de relumbrón del peor gusto. Sólo algunas chapas que tapi- 1 Véase Gastoso, Sevilla monumental, tomo ii, pAg. 328. 2 Véase la relación en Gastoso, Sevilla monumental, tomo 11, pág. 329. orfebrería. ojival 8l zan el camarín de la Virgen, allí aplicadas, quedan como recuerdo de tan suntuosa obra. Quizá el maestro Jorge tomaría parte en los trabajos de estos simula- cros, en unión de los maestros Lorenzo y Nicolás, igualmente citados por el Rey poeta. Correspondientes al reinado de D. Sancho IV se citan también los nombres de Juan Yáñez y Bartolomé Rinalt, que percibió de la Reina 1.35o maravedises «por joyas para dar á D.^ Mariana Suárez, aya del Infante D. Pedro», en las nóminas de Real Casa, que se conservan como documento de excepcional interés, en la Biblioteca Nacional. Algunas joyas de este tiempo se conservan en el Tesoro toledano, ta- les como el gran cáliz y patena de que ya hemos hecho mención, contán- dose quizás además algunas otras. Aún se citan en León como orfebres de los últimos años del siglo xiii á Dominico Juan, aurífice y canónigo de la Catedral, y á Dominas Arias, que florecía en 1297; pero sin poderles asignar obras de sus manos. En Navarra existe de este tiempo una riquísima joya, muestra de aquella orfebrería francesa que dió el modelo para la de este tiempo, cual es el bellísimo relicario, regalo de San Luis de Francia á Teobaldo II, conteniendo una espina de la corona de Cristo. Es de oro y en forma de sepulcro, cobijado bajo un templete ojival coronado por la figura de un ángel, pudiéndose citar algunas otras piezas en región tan contigua á Francia, como algún báculo é incensario ó evangelario; pero el mayor auge de la orfebrería en el Norte de España, tanto en la región navarra como en la aragonesa y catalana, corresponde principalmente, como vere- mos, á la siguiente centuria. -x- Siglo xiv .—Fué éste de gran esplendor para la orfebrería de la Edad Media. Definidas y afirmadas las formas ojivales, aplicáronse entonces en toda su pureza, dando á las preseas de aquel tiempo un aspecto aéreo y elegantísimo obtenido por la belleza de sus líneas combinadas con el jue- go de sus calados festones y finos pináculos. La ornamentación de estas alhajas, movida y delicada en extremo, usó de toda la flora que se des- arrollaba en los templos, ayudando á su mayor efecto el emplear los pla- nos para la aplicación de los esmaltes translúcidos, con.los que en ciertos casos se pretendía imitar de algún modo el efecto de las vidrieras. 82 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Más adelante se hace más escultórica, ejecutando aquellos admirables relicarios en lórma de bustos humanos y siguiendo los modelos anteriores en las imágenes chapeadas, de las que se hicieron verdaderas maravillas de gracia y elegancia. Esta especie de los esmaltes translúcidos fué del más feliz efecto para la policromía de las alhajas, pues, aplicados las más de las veces sobre planchas admirablemente cinceladas con figuras, producían, por su dis- tinto relieve, los juegos más preciosos del claroscuro, dando á los pa- ños el mayor movimiento; además, su tonalidad y transparencia compe- tía con las de las piedras preciosas. Podemos decir que todas las regiones del litoral occidental del Medi- terráneo rivalizaron en la aplicación de estos esmaltes, llamados italianos por su probable origen, pero con auge tal, que, lo propio los talleres de Italia, como los tan acreditados de Montpellier y Avignon, llegando á per- feccionarlos igualmente, así como los catalanes, mallorquines, aragoneses y valencianos supieron aplicarlos á la perfección sobre sus alhajas, como se ha visto tan claramente en la espléndida Exposición de Arte retrospec- tivo de Zaragoza, notabilísima por la abundancia de las piezas esmaltadas, cual nunca tantas se han reunido, hasta el punto de poderse seguir en ellas un verdadero curso de tan preciosa policromía. Queda, pues, fuera de toda duda el empleo de los esmaltes translúcidos en los talleres ara- goneses y valencianos, á imitación de los que recibían de Avignon, Mont- pellier y Baleares, con las que tantas relaciones históricas tenían, debién- dose todo ello principalmente á los grandes Prelados los Lunas, amantes del esplendor del culto, é introductores, sin duda, de la afición á las artes en su amado Aragón, por el que tanto hicieron. Los esmaltes catalanes y aragoneses de los siglos xiv y xv ofrecen, sin embargo, cierto singular aspecto que los diferencia de sus congéneres; su predilección por los rojos, negros y blancos, aunque no les preste tanta transparencia como los de otros tonos, son, sin embargo, de una suntuosi- dad especial, y unidos con el oro de las alhajas, de una gama tan española, que nos lleva á ver en ellos el juego y origen de los llamados colores na- clónales. De esta especie existen en Aragón blasones notabilísimos. Hasta á los tonos verdes, azules y melados, translúcidos, dieron un tinte espe- cial, como observaremos en ciertos ejemplares. Ayuda á la certidumbre de estas aseveraciones la presencia ya en las piezas de las marcas de localidad, pues gracias á ellas hemos podido co- ORFEBRERÍA OJIVAL 83 nocer el origen de las más interesantes obras que figuraban en la Exposi- ción aragonesa. La marca de Avignon con las dos llaves pontificales, la de Montpel- lier en anagrama, la de Zaragoza con el leoncito y las tres primeras letras del nombre latino (-CES), las de Morella, Barcelona y de otras ciudades figuran ya con frecuencia en ellas, viéndose también en algunas el pun- zón de ciertos maestros. Largos de enumerar son los ejemplares españoles de esta época; pero algunos tan notables, que debemos hacer de ellos muy especial mención. Quizá no sea la región castellana la que mayor número ofrezca; pues algunos, tan notables como el cáliz de San Vicente de Sevilla, todo él es- maltado, que después figuró en la subasta de la colección Spitcher es, sin duda, de origen balear, como indica su heráldica, perteneciente al Conde de Mallorca D. Pedro Núñez de Lara, en i38i. El famoso copón del Condestable, hoy en el Museo Británico, con- siderado por A.. Fisher como la mayor maravilla que ha producido el arte del esmalte, aunque procedente de una localidad castellana, no parece hecho por nosotros al conocer su historia 2. Existen en Sevilla, sin embargo, algunas bellas piezas de orfebrería, del s'glo XIV entre las que debemos incluir la copa de cristal de roca lia- mada de San Fernando, pero que, por el gusto de su guarnición, y sobre todo por su 'leyenda, corresponde más bien á D. Pedro 1, pues este y no otro Rey anterior aceptó la divisa del epígrafe latino Dominus, michi aiutor, et non tunen quid faciad michi homu, et ego dispiciayn inemicos meos, que prodigó por todas parles, lo propio en sus alcázares que en sus monedas. Fué esta preciosa alhaja donada á la Santa Iglesia por el Arzobispo D. Pedro Barroso, según su antiguo inventario. También está en Sevilla, latan hermosa imagen chapeada de plata de la Virgen de la Sede ó de la granada, que ocupa el lugar más principal del retablo mayor de la basílica hispalense, sobre el sagrario: bellísima escultura, de un modelado y proporciones inmejorables, y que según do- cumentoss, fué debida al orebre sevillano Sancho xMufíozó Martínez, que 1 Véase en el tomo i del Atlas, núm. 9:. 2 Acerca de los incidentes y poco edificante histori „de la venta de tan preciosa alhaja, dá muy circunstanciados detalles, el Marqués de Laurencin, en la Revista de Archivos, año de 1901, pág. 117. 3 Véase Gestoso: Sevilla monumental, tomo 12, pág. 191. El Sr. Za'·co del Valle dió á cono- cer en el tomo Lv de los nociímeHíos, el curioso memorial por el que pedia este artista le fuer entregada la plata y piedras para la ejecución de su obra. 84 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA la cobijó bajo un tabernáculo de plata con esmaltes y preciosos relieves, labrado todo á razón de 70 mrs. por marco, en la fecha de i368. En pleno siglo XVI fué restaurada por Hernando de Ballesteros, que ejecutó la granada de cristal de roca que lleva en su mano, conservándola afortunadamente en el resto, en todo su carácter. En la Catedral de Córdoba existe un precioso busto de Santa Inés con un medallón esmaltado, que corresponde también á esta época. El tesoro de la de Toledo guarda sin duda hermosas muestras déla or- febreríadel xiv, pues á éste corresponde, ciertamente, el riquísimo relicario todo esmaltado, que termina en una mano, en uno de los lados del Ocha- vo, á juzgar por lo que se observa á aquella altura; así como varios bus- tos, relicarios y arquetas que tendríamos el mayor interés en estudiar de- reñidamente, á ser posible No sería difícil encontrar piezas notables de esta centuria en otras ca- tedrales ó iglesias castellanas y leonesas, aunque los catálogos monumen- tales hasta ahora hechos arrojan pocos ejemplares. Los plateros Pedro de Ornaldo, Diego Alfonso y Pedro Hernández figuran trabajando por los años de 1873 á 80 en la Catedral leonesa, el último especialmente como esmalta- dor y llegando á Galicia nos encontramos en Santiago con la magnífica ca- beza del Apóstol, toda ella de plata repujada, enriquecida con hermosas piedras, mandada fabricar por el Obispo francés Fr. Berenger de Lando- ra, en 1821 2. En la región navarra nadie podría suponer que en la Iglesia de Ronces- valles se guardaran objetos tan preciosos del siglo xiv, aunque todos son de procedencia francesa. El notabilísimo relicario llamado ajedrea de Car- lo Magno, que tanta admiración ha causado en la Exposición de Zaragoza, es un ejemplar insuperable de plata esmaltada, pero lleva la marca de Montpellier, y la preciosa Virgen chapeada (núm. i38 de la Sala VI) no puede haber salido sino de los más acreditados talleres de París. Otro 1 Sensible es que el Cabildo toledano, así como los de otras Catedrales, no se hayan ocupado aún de la publicación de un inventario razonado de los inapreciables tesoros que poseen, y que tan útil seria á las personas que por estos estudios se interesan. En Toledo existe manuscrito un Inventario de las reliquias y alhajas del Sagrario de esta Santa Primada Iglesia hecho por el eminentísimo Sr. D. Francisco Antonio Loren^ana, Cardenal y Ars^obispo de ella en la visita que principió el dia 20 de Junio del año 1790, que podría servir de base para el que con criterio más histórico y arqueológico debiera hoy formarse. 2 Lleva esta cabeza al cuello un precioso collar de oro, que se dice ser el que depositó en ella Suero de Quiñones, después de salir ileso de su célebre Paso Honroso. ORFEBRERÍA OJIVAL 85 tanto debe decirse, en parte no más, del lignum crucis de la Catedral de Pamplona Ya en Cataluña la orfebrería obtiene en este siglo un esplendor inusi- tado, comenzando por el notabilísimo altar de la Catedral de Gerona, sin duda una de las obras más sobresalientes de la orfebrería española que exis- ten. Fué construido primeramente, en su parte media tan sólo, por el maestro Bartolomeu, entre los años i32o al i325; pero en i357 y 58 le fue- ron añadidos la parte inferior por el maestro valenciano Pere Bernec, que en él dejó su firma, y las cresterías por Ramón Andreu, añadiéndosele posteriormente, ya en el siglo xvi, las tres cruces que lo coronan y que no le perjudican en su total conjunto Sus comportamientos ostentan re- Heves de plata cincelada de exquisito arte, y sus orlas y exornos llevan preciosos esmaltes translúcidos de inapreciable mérito. Otras interesantísimas piezas se ejecutaron en esta centuria, de algu- nas de las cuales da cuenta el Sr. Gudiolls en su importante nota á la página 422 de su Arqueología sagrada Catalana, que más pudiera consi- derarse como texto circunstanciado sobre tan interesante página de las artes de los ricos metales, en aquella región por aquellos siglos. Del auge de la orfebrería aragonesa en el siglo xiv ha sido buena prueba la Exposición zaragozana de los Sitios, pues á todos ha sorprendido tanta riqueza y tan exquisito arte como el allí ofrecido por la orfebrería arago- nesa. En localidades pequeñas, en pueblecitos apartados existen aún piezas de primer orden que admiran y encantan. Desde luego se observa que la orfebrería en Aragón debe su auge al impulso de aquellos Lunas, tan amantes de las artes como de toda cultura; y principalmente al antipapa, tan digno de la tiara como cualquiera de sus contrincantes, á cuya munificencia se deben los más espléndidos ejemplares que pueden concebirse entre los pertenecientes á los últimos modelos de aquella centuria. Don Pedro IV mostró también especial predilección por las obras de orfebrería; varios nombres de artistas se citan en los anales de su tiempo: 1 Véase Madrazo: tomos de Navay'ra de España: sus monumentos;^ Serrano Fatigati: Bole- tin de la Sociedad española de Excursiones, tomo x, pág. 182: «Joyas de la Catedral de Pam- piona.» 2 Anteriormente á éste poseyó otro suntuosísimo la Catedral gerundense, de chapa de oro formando 38 compartimientos con relieves de la vida de Jesús, ofrenda de la Condesa Gilda, mu- jer de Ramón Berenguer el Cuervo. Nada queda de él, habiendo sido destruido para pagar un tributo de guerra al ejército napoleónico. 86 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA el gran políctico de plata repujada de la Catedral de Huesca, lleva los punzones é iniciales de Pedro Earners, de Valencia, platero de la Real casa, según documentos de i358, que se guardan en el Archivo de la Ca- tedral de Gerona Quizá merezcan inmediata mención las alhajas de Daroca, verdadero museo de arte religioso, pues la custodia de sus célebres Corporales, que ha podido ser estudiada tan á satisfacción en el Certamen, es de aquellas obras que nunca se olvidan, por la honda impresión que producen. No lleva punzones; pero, por su técnica, gama de sus esmaltes y detalles de heráldica é indumentaria, puede afirmarse que es obra genui- namente española. El nombre de Conssolio Blanc, «un deis suxtils mestres de la sua art, qui sien en nostra, senyoria», según decía D. Pedro IV al hacerle un nuevo encargo, viene á la mente al contemplar tan bella obra. Por la lámina puede conocerse su composición, constituyendo el re- verso dos puertas con blasones de la Reina oferente, que alternan en su base con los del Rey, ostentando, tanto unos como otros, cinco bandas de oro sobre fondos de esmalte rojo. En el compartimiento inferior anterior se ven los dos monarcas adorando á la Virgen, y por su iconografía é in- dumentaria creemos reconocer en ellos á D. Juan I y su mujer D.^ Vio- lante, cuyas dotes de mando y de gobierno superaron tanto á las de su marido. Quizá la dedicaron á los corporales de Daroca cumpliendo algún voto de su padre D. Pedro IV, según puede suponerse por ciertos datos históricos. La alhaja es digna de los Reyes que la ofrecieron; la arquitectura, á la par que la ornamentación y la verdadera escultura que ostenta, están llevadas á aquella perfección suma que alcanzaron en los monumentos re- gionales coetáneos, y los esmaltes presentan una tonalidad tan vigorosa, que excede en ella á muchos de los que por entonces se ejecutaban en otros centros. Aún quedan otras p'ezas de Daroca, como cruces y cálices pudién- dose formular idénticas afirmaciones respecto á otras procedentes de Cri- villén. Burgo de Ebro, Caspe, Tronchón, Linares, y de la misma ciudad de Zaragoza. A ellas pudiera añadirse el propio báculo de Benedicto XIII, 1 Figaró en la Sala I alta, núm. io8 á ii5, en la Exposición de Zaragoza. 2 Véase el Catálogo de la Exposición: sala VI. -<^¡fsa'?;: j'!SC.S:;!¿).7".5 ' •. > '^ "?'> ' - - M i*- tfàsïii. A-. . .C-ÍI_ - ^ ORFEBRERÍA OJIVAL 87 que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional, joya en verdad dig- na del mayor aprecio. En el tesoro de La Seo existen grandiosos recuerdos de la munificen- cia del antipapa, cuales son los tres admirables bustos de plata de San Valero, San Vicente y San Lorenzo, de tamaño casi colosal, que, aunque traídos de Avignon, debieron- influir poderosamente en el desarrollo del gusto por las obras de orfebrería en la región zaragozana. Son los tres de plata repujada y cincelada, exornados con abun- dantes piedras preciosas, los rostros pintados y en parte las ropas dora- das, con los cuellos exornados de bellísimos esmaltes translúcidos. El San Valero contiene interiormente el cráneo del Santo, y en su base se lee la inscripción explicativa con la fecha en que fueron donados. Dice así: Do- minus Beneditus papa XIII, primus vocatus Petrus de Luna, Sánete Maria in cosmedin, Diaconus Cardinalis, dedit hac Relicarium Beati Valerii Sanctce Eclesice Cesaraugusta?ia, ayino Domhii MCCC nonagésimo sectimo, Pontijicatus sui an7io tercio; inhibendo sub pœnne excomunicatio- nis quaji contra facientes ipso facto incurrant, ne quovis modo aliene- tur S cui sententia absolutionem Sedi Apostolicœ reservavit. No son menos interesantes ni de valor más reducido los otros dos bus- tos de San Lorenzo y San Vicente, que se guardan en el propio relicario de La Seo. También debe ser considerado como centro notable de orfebrería pro- digiosamente esmaltada la capital de las Baleares, pues el punzón de Ma- Horca figura en piezas tan notables como el templete sagrario de la Cate- dral de Ibiza (núm. 3.009 de la nueva colección fotográfica del Sr. Lacosta) de cuyos talleres hemos considerado pudiera provenir el célebre cáliz de San Vicente de Sevilla citado. Los maestros Ramón Frau y Bartolomé Ponce labraron entonces notables piezas de plata y oro para la Catedral mallorquina. La orfebrería española de los siglos xiv y xv ocuparía varios volóme- nes si se tratara de consignar y describir todos sus ejemplares; nosotros no podemos descender á estos pormenores, aunque todos son interesantí- simos; tenemos pues que limitarnos á los que ofrecen más salientes ca- racteres y forman los más compendiosos modelos. Por esto, pasando á la I Palabras son éstas que debieran formar jurisprudencia respecto á la enajenación de tal clase de preseas. 88 bosquejo histórico sobre la orfebrería española siguiente centuria de la que venimos tratando, procuraremos definir sus rasgos más salientes. •x- Siglo xv .—Durante él la orfebrería evoluciona á la par que la arqui- tectura, recargándose en su exornación y perdiendo tanto déla correcta sen- cillez y purismo del siglo anterior, cuanto gana de complicación y aspecto de riqueza. Los ejemplares son, sin embargo, muy notables, pues si co- menzamos por la región andaluza como venimos haciendo, nos encontramos con que la orfebrería ofrece en Sevilla en el siglo xv nombres de plateros muy famosos que constituyen á veces familias dedicadas á tan bello arte, y de los que el Sr. Gestoso en su Diccionario de artífices nos da precisa cuenta. Destácanse entre ellos los nombres de Sancho Benítez, que vivía en el propio año de 1400; los Fernández, que ejecutaban un arca parala Santa Iglesia por los años de iqSÓ; el platero García, que en 1485 hacía un jaez para el caballo de D. Fernando el Católico, por cuyo ministerio que- daba exento él y sus oficiales de ir á la guerra mientras durase su trabajo, y el notable Juan de Oñate, al que concedieron los Reyes Católicos ejecutoria de hidalguía en 18 de Noviembre 1499. Tiénense noticias de que en el año anterior á éste se le pagiron las he- churas de dos mazas que le había mandado hacer la Ciudad, y de que en los años de i5i3 al i5 era ensayador en la Casa de la moneda de Sevilla. Algunas alhajas existen de estos años, aunque desfiguradas por poste- riores arreglos, en el tesoro de la Catedral hispalense, siendo quizá la más notable de todas, y en mejor estado conservada, el portapaz del Cardenal D. Diego Hurtado de Mendoza. La orfebrería ofrece en Toledo notas de mucho interés en la xv centu- ria: en el año de 1423 se constituye la regla de los cofrades y hermanos plateros, confirmada al año siguiente el día de San Juan Bautista C pero la ausencia de nombres de orfebres es grande, y de obras propiamente del siglo xv no abunda el tesoro de la Catedral primada. Sobre todo su estu- dio nos ha sido imposible. Han llegado, sin embargo, á nosotros nombres tales como el de Juan Valles, de 1418, citado por Juan de Arfe en su Quilatador; Juan Conzá- lez, de Madrid, autor de una corona de plata dorada que había hecho para i Véase Documentos inéditos: tomo lv, pág. 366, transcrita por el Sr. Zarco del Valle. ORFEBRERÍA OJIVAL 89 la imagen de la Virgen del Sagrario en 1425 y más adelante un relicario con esmaltejos pequeños, y los hermanos Lope y Antón Rodríguez de Vi- llarreal, que firman en 1466 el recibo por haber hecho una imagen de la Virgen con el Niño, con corona y esmaltes á los pies, y otra de Santiago, esta última de 3o marcos de peso En el aprecio de tales obras intervino FV. Juan de Segovia, del que ahora también tenemos que ocuparnos. A las dichas debemos agregar las alhajas debidas á la munificencia del Gran Car- denal Mendoza, como la Cruz de su guión, victorioso de tantas campañas, su gran cáliz con hermosos esmaltes, ú otras no menos notables. Fué Fr. Juan de Segovia un religioso lego del monasterio de Guada- lupe. A él debió aquella rica comunidad las mejores alhajas del monaste- rio, pues pasó su vida consagrado á la ejecución de ellas, surtiéndola de cálices, cruces, relicarios y custodias, mas la caja para el monumento, á la que aplicó unos esmaltes antiguos, procedentes de una alhaja del si- gloxiv, deshecha para dar la plata al Rey D. Juan I. Un precioso salero, figurando un león despedazando una granada, de su mano, alusivo sin duda á la empresa de la conquista del reino árabe andaluz, fué regalado á los Reyes Católicos por el Prior del monasterio, cuando lo visitaron después de la conquista de Baza. Estando ejecutando la custodia grande para el Corpus le sorprendió la muerte en 1487, «en opinión de gran virtud y de gran habilidad», como dice Ceán Bermúdez, que extrajo tan curiosos datos del archivo del mo- nasterio. La custodia fué terminada por su discípulo Bizarro. De todas estas obras algunas subsisten, cual es el arca del monumento con seis esmaltes que alternan con relieves de plata ejecutados á la mane- ra italiana, lo que nos hace suponer á Fr. Juan de Segovia educado en aquel centro de las artes, y algunas de las cruces y otros recuerdos, restos de la riqueza verdaderamente asombrosa de aquella comunidad, que hasta los útiles más humildes llegó á tenerlos de plata 2. Por esta fecha son ya innumerables los nombres de los plateros que se citan en toda la región castellana, é interminable sería el enumerar sus obras. En Plasència trabajaron: Zalama, moro; ^Francisco de Toledo y otros 3. En Medina del Campo se desarrolla un centro de producción del 1 Zarco del Valle: Documento^ inéditos, tomo lv. 2 Véase el cap. xv de la Historia Universal de la Primitiva y Milagrosa Imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, por el Rev. P. Fr. Francisco de San José. 3 Véase Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, ipoS, pág. 41. 10 go BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA que dan idea las notas aducidas por el Sr. Martí y Monsó En Salamanca el platero Francisco Alonso se destaca ejecutando obras notables entre las muchas que entonces allí se producen. En Avila Gonzalo del Ala nos deja muestras de su habilidad en relicarios y cálices, sin que podamos aplicarle, por creerlo anterior á su florecimiento, el notabilísimo evangeliario del Cardenal Cervantes en la Catedral (1436-44), con blasón cuyos esmaltes casi han desaparecido, pero conservándose el resto de las tapas en estado de poder admirar su labor preciosa. En León la verdadera dinastía de los Alvarez pasan su vida enriqueciendo aquellos templos con sus trabajos tan artísticos. Y ¡cómo proseguir! si este período exige un extenso catá- logo especial 2. Pero merece especial mención en la propia corte esa singular estatua de San Vicente Ferrer, de plata repujada, con la figurita á sus pies de don Juan de Zúñiga y Pimentel, en actitud de adoración al Santo, regalo de un Marqués de Mirabel al convento de Dominicos de Plasència, ofrecida por la comunidad, y adquirida por justiprecio, en reciente fecha, por la actual Sra. Duquesa de Bailén. Por el carácter de su escultura, belleza de sus pormenores y mérito de sus esmaltes es, sin duda, una de las más atractivas é interesantes preseas de la orfebrería española del si- glo XV 3. La de Galicia se desarrolla también en esta época produciendo obras muy notables, que á la par de los azabaches constituye una de las más productivas, principalmente en Santiago. La riqueza del Tesoro compostelano es de tal importancia que se considera como de los más va- liosos de España. La colección de estatuitas de plata, entre ellas las tres del Apóstol, no tiene similar en nuestra orfebrería, con número extraor- diñarlo de piezas que corresponden á la xv centuria, entrando también en la composición de algunas ricos azabaches. Buena muestra de tan brillante pasado fué la Exposición regional de Lugo celebrada en 1896 4, y no menos sorprendente ha de ser, sin duda, la que se prepara en Santiago para el presente año. 1 Estudios Artísticos, pág. 301. 2 Véase Martí y Monsó: loe. cit., pág. 303 é índices y las listas cronológicas de los plateros, que trae Davilliére en su obra. 3 Véase Boletín de la Sociedad española de Excursiones, 1897, pág. 112. 4 De ella dió una circunstanciada noticia el Sr. Villaainil y Castro en el Boletín de la Socie- dad española de Excursiones, tomo i v, pág. iñO. Allí describe detalladamente algunas de las ca- torce estatuitas compostelanas que se presentaron. ORFEBRERÍA. OJIVAL QI La gran cruz de la Catedral de Orense, pieza del platero Agiar, y el al- tarde Juan da Viña, ejecutado en 1470, son obras salientes de la orfebre- ría gallega en él siglo xv. Queda aún que recorrer, aunque sea demasiado á la ligera, toda la re- gión levantina, en la que tan extraordinarias obras produjo el siglo de los Reyes Católicos; el progreso obtenido en el anterior dió lugar á que en el subsiguiente se pudieran realizar en Cataluña, Aragón y Valencia obras de extraordinaria importancia, y aunque hayan desaparecido las más sun- tuosas, aún quedan muchas que acreditan á sus autores y admiran por su magnificencia. También se cuenta como pieza importante de estos tiempos la llamada silla del rey D. Martin, toda ella de plata, que sirve de porta-custodia en la Catedral de Barcelona. El más puro estilo ojival luce en el trazado de tan singular sillón, con su respaldo triconopial y sus brazos de retorcidas volutas sobre las arcadas inferiores que forman su base; pudo haber servido de trono de algún rey, al tenor de los que vemos en los sellos, pero no existe docu- mento que determine cuál lo mandara labrar y cúyo fuera el artista que de modo tan feliz supo llevarla á cabo. Sólo se induce, según un estudio hecho por Tamaro, que debió hacerse por el año de 1408; pero por nue- vas razones que no expone el Sr. Sampere y Miquel, la estima éste de 1444.1. Tipo acabadísimo de ostensorio, por su preciosa arquitectura, es el de la Catedral de Vich, debida á la generosidad del Canónigo Bernad Des- pujol, que lo costeó en 1413, y también es muy bello el de Barcelona, que sirve de custodia procesional colocado sobre la silla de D. Martín, cuya ejecución se fija en 1444. El gran ostensorio concluido en 1458 por Francisco de Asís Artau para la Catedral de su patria, Gerona, es quizá el más suntuoso de los que exis- ten en España; pesa 100 marcos, y mide de alto i,85 metros. Artau, que trabajaba en Barcelona, había ejecutado antes la vajilla que esta ciudad ofreció al Rey de Aragón D. Juan II. También obtiene títulos de alhaja excepcional la hermosa caja relicario en forma de iglesia que posee la parroquia de Banyoles. Es de plata sobre- dorada, de 65 centímetros de larga, llena toda ella de preciosas esculturas. I V. su obra Cuatrocentistas Cata lanes ; tomo l, pág. 71. 92 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA tanto en lo que pudiéramos llamar fachadas del templo que semeja, como en la alta cubertura que la cierra, coronada toda ella por calada crestería, so- bre la que se eleva en el centro airosa torre; tiene varias inscripciones, entre ellas la que dice Jaime Gamaro Doctor canonge de Molorque, cuyo perso- naje fué vicario eclesiástico de Tarragona y Zaragoza, por los años de iqyS en la corte de D. Juan II. Lleva las marcas d¿ los plateros de Gerona. En Aragón continúan las prácticas del siglo anterior, ofreciéndonos preseas con abundantes esmaltes, como se han visto en la Exposición del centenario de los Sitios. Nada más acabado en su género que la gran cruz de Linares (núm. iSg de la sala VI), que podemos estimarla como de co- mienzos del xv, y que por la belleza de sus esmaltes translúcidos y total labor llamaba poderosamente la atención de cuantos la contemplaban, con- siderándola como una de las más salientes joyas de la Exposición En Zaragoza continuó la moda de los grandes relicarios en forma de bustos humanos, de los que aún muchos pueden contemplarse en los te- soros de la Seo y el Pilar, figurando en la Exposición como de las más hermosas que hayan podido ejecutarse el de San Andrés, de la parroquia de San Gil, de Zaragoza, aunque por su marca resulta ejecutado en Bar- celona. Algunas imágenes de la Virgen existen también en esta ciudad, sin citar la del Pilar, de fecha no precisada, pero poco anterior á los comienzos de la xv centuria. El nombre de Pedro Durans ilustra también la orfebrería zaragozana por ésta época. Extiéndese este progreso por la región valenciana y de Murcia, pues en Morella desarróllase dentro de sus muros un centro de orfebrería ca- paz de realizar obras cuales los preciosos ostensorios que con su marca hemos visto en la Exposición aragonesa (núms. 52 y 207 de su Gatálogo, sala VI), que compiten con el de Murcia. Pero la riqueza mayor estaba en la propia Gatedral de Valencia, hoy casi toda desaparecida, pues, tanto su magnífica custodia, como el sober- bio retablo de plata, fueron deshechos en Mallorca para ser amonedados en l.i guerra de la Independencia. Debíase la custodia á la pericia de Juan de Castellnou, que la concluyó en 1456, no habiendo perdonado el Cabildo sacrificio alguno para que re- I Ofrece esta cruz grandes semejan/as con la de la Seo de Vich, de la que se ocupa el señor Sampere y Miquel en sus Cuatrocentistas catalanes, {tomo I, pág. 22). Atribuyese la de Vich á Juan Carbonell, ejecutada en 1394; pero seguramente la de Linares es de fecha posterior y de rqucha mayor suntuosidad y riqueza de esmaltes. ORFEBRERÍA OJIVAL QB soltase una obra admirable. Ceán, que la alcanzó intacta, dice que tenía 14 palmos de alta, que pesaba 424 marcos, y que era de forma gótica, adornada con varias estatuitas y piedras preciosas. También ejecutó Cas- tellnou una preciosa Virgen de plata, de ocho palmos de altura, para el altar mayor, con el Niño en una mano y un ramo de azucenas en la otra. Lucía esta imagen delante de un retablo chapeado de plata; pero ha hiendo ocurrido un incendio en 1460, que lo destruyó (salvándose la Vir- gen por el arrojo de un esclavo), comenzó otro retablo, igualmente de pla- ta, Jaime Castellnou, hijo de Juan, el que, con la cooperación de Nadal Yvo y Juan Bernardo de Cetina, realizó una suntuosísima obra, de 40 pal- mos de alto por 24 de ancho, dividida en varios compartimientos con re- lieves de pasajes de la vida de Jesús, que cuando se abrían sus puertas debía de ofrecer el más deslumbrador aspecto de todos los retablos espa- ñoles de su tiempo. Trabajaron en la obra hasta 1497, pero hasta i5oo no se dió por terminada. Todo se destruyó para hacerlo moneda, siguiendo la vulgar creencia de que estos sacrificios pueden valer de algo en los grandes conflictos, cuando por ellos nada se gana ni resuelve, y sólo se pierde el inapreciable valor artístico que contienen. Por todo lo apuntado se comprenderá el grado de riqueza atesorado por nuestros monasterios, iglesias y catedrales al final de la Edad Media. Realmente es abrumadora la tarea de irlo consignando, y cansada se tiene que hacer la relación de todo ello; pero, tratándose de tanta gloria artísti- ca, mucho de satisfactorio hay al notar su abundancia, aunque el contarla sea cansado. Y eso que aún no habían llegado los días de mayor poderío; que aún no habíamos conquistado aquel mundo que debía de enviarnos tantas riquezas, dando nueva vida á las artes suntuarias españolas, alen- tadas por aquel nuevo espíritu que las infundía el Renacimiento. Mas aun antes de desarrollarse éste, dijo el arte ojival en la orfebrería su última palabra entre nosotros en otras obras singularísimas: en las custo- dias procesionales, debidas á la inspiración de un genial artista, de tan su- bidos quilates, que merecen dediquemos párrafo especial á ellas antes de dar por terminados los apuntes sobre el período que nos ocupa. Como ejemplar genuino de los propios días de los Reyes Católicos, requieren mención especial los preciosos accesorios del forro de tercio- pelo que completa la encuademación de un antiguo códice de las Parti- das, perteneciente á estos soberanos y que se guarda hoyen la Biblioteca 94 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Nacional. Consisten éstos en una gran Y coronada y una F de igual estilo, iniciales de los Reyes, más ocho chapas para los broches de cuero que cierran el grueso volumen con garras de plata, de lo que son igual- mente las demás piezas. Las iniciales y las chapas con yugos y haces de flechas están ornados de labores de filigrana, que forman como los espa- cios ó alvéolos para una especie de esmaltación cloisonnée, pero de esmaltes translúcidos, lo que les presta un bellísimo aspecto. Procedimiento seme- jante hemos encontrado en algunas piezas de orfebrería milanesa, pero éstas las estimamos genuinamente españolas. Las chapas de los cuatro broches de cuero llevan grabadas y primorosamente nieladas la figura de San Miguel luchando con el dragón, que se repite en los cuatro con ligeras variantes. Nota interesante también de la orfebrería española constituyen los do- cumentos relativos al depósito de las joyas que, por manos del Obispo de Avila, hizo la Reina doña Isabel en el Monasterio de San Jerónimo, de Córdoba, con motivo de la guerra de Granada, así como de las del obis- pado de Córdoba, por garantía de los recursos obtenidos para aquella cam- paña: su feliz terminación les dió para rescatarlas, según lo acreditan los propios documentos K También el propio Sr. Fernández Duro, que los transcribe, investiga sobre la tradición acerca del ofrecimiento de las mismas joyas para eos- tear el viaje de Cristóbal Colón, llegando á las conclusiones de que debie- ran confundirse ambos hechos en una sola tradición, en este caso mal aplicada 2. % x- * Enrique de Arfe .—No podemos cerrar este período sin dedicar pá- rrafo especial á la obra de tan gran orfebre, que de fuera vino para dejar- nos los ejemplares de platería más admirables de arte ojival con que pode- mos enorgullecemos; la ejecución de sus suntuosísimas custodias ocupó sus días entre nosotros, para eterna gloria suya y alarde del acrecenta- miento nacional obtenido. Venían ya las riquezas de América; confiábamos en nuestro áureo por- venir, cuando llegó aquel insigne artífice de uno de los centros más ade- lantados de aquel tiempo. : Véanse los que traslada D. Cesáreo Fernández Duro en sus Tradiciones infundadas, pá- gina 402. 2 Idem,id., pág. 369. ORFEBRERÍA OJIVAL QS Porque, no solamente en España, sino en otras naciones, la orfebrería había obtenido un auge inverosímil en los últimos siglos de la Edad Media. Italia cincelaba en plata y en oro sus más acabadas concepciones art'sti- cas, y Flandes, los estados principales de la casa de Borgoña, llegaban á un lujo y afición por las obras de orfebrería verdaderamente insuperables. Las tradicionales prácticas en aquellas ciudades eran ya antiguas; en i38o los plateros de Brujas podían formar varias compañías de un ejército; pero la casa de Borgoña, en el siglo xv, había llegado á un grado de afi- ción al lujo y esplendor, que anonada la descripción de las riquezas acu- muladas por aquellos magnates. Artistas insignes concebían y ejecutaban piezas excepcionales, en que se unía la fantasía más excelente y caprichosa con la ejecución más sólida á la par que delicada; el nombre de Cornelio de Bonte se destaca entre los más notables que en Gante, al frente de numerosos oficiales, llevaba á tér- mino las obras más ricas y extraordinarias, y quizá en tales talleres apren- dió aquel insigne platero que vino á España, puede ser que traído por Felipe el Hermoso, en 1^92, á ejecutarlas tan famosas, pues su filiación de estilo más se aviene á las prácticas flamencas que á las alemanas. Ocurría también entonces el mayor auge de la fiesta del Corpus Christi, que después del último decreto sobre su institución, del Papa Eugenio IV, de 26 de Mayo de 1443, había obtenido entre nosotros una aceptación ex- traordinaria, por lo que precisaba á algunas Catedrales el tener tronos sobre andas en que poder ostentar el Santísimo en las procesiones de aquel día. Sobre todo, las principales Catedrales castellanas carecían de ellas. En Aragón y Cataluña, los ostensorios habían servido, bien, al principio, en manos de los Obispos, bien, después, sobre andas, para el objeto; pero Enrique de Arfe, al contratar con el Cabildo de León la ejecución de su custodia, cambió otro modelo, más propio para ser llevado en las proce- siones, cual era el de templete ó gran fanal en que quedara más resguar- dado el Sacramento. Hemos apuntado el año en que debió llegar á España el insigne maes- tro obras suyas aparecen en Granada donadas en vida por la Reina Cató- lica; sabemos que en i5o6 se ocupaba en hacer la custodia de la Catedral I Para este y otros muchos datos sobre Enrique de Arte y sus custodias véanse los intere- santísimos artículos que el Sr. D. Juan Agapito Revilla ha publicado en el Boletín de la Sacie- dad Castellana de Excursiones, años de 1903,1904 y 1906. También son muy interesantes sobre Enrique de Arfe y sus obras, las notas que publica D. Demetrio de los Rios, en la suya sobre la Catedral de León, tomo i, págs. 174-183, y 11, págs. 203-239. gô BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA de León, primera que ejecutó entre nosotros, y que había de darle gran crédito en el país en que venía á establecerse K Se ha tenido por perdida esta alhaja, pues con motivo de la Guerra de la Independencia remitióse á Cádiz, pedida con otras preseas para ser amonedada. Afortunadamente el crimen no llegó á efectuarse, al menos en su totalidad, y la custodia, ó parte de ella, se guarda en la Ca- tedral de Cádiz, donde es conocida con el nombre de el cogollo, colocán-- dose el día del Corpus dentro de la custodia grande, como viril ó Sancta Sanctorum. Pero dice Ceán que la custodia de León tenía lo pies de altura y cinco cuerpos, y que terminaba en un obelisco, coronado por el ave Fénix. La parte que se conserva, como puede observarse por la lámina, sólo debe estimarse que tiene tres cuerpos; pero como quiera que Ceán la conoció bajo el templete de las andas que le hizo Antonio de Arfe, hijo de Enri- que, en el año de iSSy, venimos á deducir que la altura de los lo pies de- bía ser con las andas, pues, de lo contrario, hubiera alcanzado el total una altura desmesurada de i5 á 20 pies, imposible de ser transportada, aunque fuera sobre U7i carro, como así también se consigna tratándose del con- junto de la gran custodia leonesa. A nuestro entender, la custodia pequeña de Cádiz, salvada ante la con- sideración de su gran belleza, es la mayor parte de la de León, concebida y ejecutada por Enrique de Arfe, despojada del obelisco con el ave Fériix, que ha sido sustituido por la gran cruz que coronaba el cascarón de las andas, y que son las que realmente han perecido. Ya trataremos más ade- lante de reconstruir la obra del hijo de Arfe. La custodia obedecía al sistema de templete, de planta poligonal (en este caso hexagonal), que se aceptó en toda Castilla, diferenciándolas así de las levantinas, para las que, como hemos visto, se adoptó siempre el tipo del ostensorio. Quizá en esto dejóse llevar Enrique de Arfe del recuerdo de la gran torre del Hotel de Ville de Bruselas, sin duda la más aérea y calada que existe, aunque llegando Arfe en sus templetes á un grado de ligereza que sólo al metal le es permitido. Basta ver su conjunto y detalles para convencerse de que no pudo ser ejecutada esta custodia por otro que por el autor de las de Toledo y Gór- I El documento en que tal consta, especie de fianza que de él hacía Rodrigo Alvarez, lo inserta Ceán en la nota biográfica de Enrique de Arfe en su Diccionario. CUSTODIA DE LA CATEDKAL DE LEÓN, HOY EN LA DE CADIZ Obra de Enrique de Arfe. ORFEBRERÍA OJIVAL 97 doba, y bien se nota la evolución en ellas considerando que de ésta pasó á ejecutar la de Sahagún y después la de Toledo, siendo la última trazada y más completa la de Córdoba, en la que apuró toda la inspiración y prác- tica de su lograda experiencia. Estando aún ejecutando la de León tuvo encargo del Cabildo de Sala- manca, en techa del 14 de Abril de i5ii, de hacer para aquella Catedral otra custodia; pero no pasó del proyecto, para lo que presentó sus planos V coste L debiendo terminar por aquella fecha la de León, pues en i5i5 toma acuerdos el Cabildo sobre la ejecución de la gran cruz procesional que entonces estaba labrando, una vez, sin duda, terminada la custodia. Acreditado por tan hermosas obras tuvo el encargo de ejecutar otra custodia para el Monasterio de San Benito de Sahagún, ideada bajo un plan original en extremo, pero que no por ello dejaba de ofrecer el aspecto suntuoso que se requería. La custodia de Sahagún, hoy afortunadamente conservada, tiene planta triangular sobre base hexágona, y en los tres pilares de su cuerpo central se apoya la linterna ó cupulino en que remata. La combinación de sus líneas es caprichosísima y gallarda, ofreciendo detalles de escultura quizá más hermosos que ninguna otra de las que salieran de sus manos, pues los tres ángeles con las alas extendidas que adoran el viril central son de un dibujo admirable, no cediendo en belleza la estatua de la Virgen, que cobija la calada bóveda. Gracias á la previsión de los buenos habitantes de Sahagún, no corrió esta custodia los riesgos que la de León, conservándose hoy, como propia de aquel Municipio, en casa de muy honrado vecino, con las mayores ga- rantías 2. Enrique de Arfe íué solicitado después, por iniciativa del Cardenal Cisneros, para que dotara también á la riquísima Primada de Toledo de un templete digno del Sacramento. Abierto concurso para tal objeto, presentaron modelos tallados en ma- dera, á más de Enrique de Arfe, el escultor Diego Copin de Holanda y Juan de Borgoña, que lo ofreció pintado. Preferido el de Arfe, trasladóse éste de León á Toledo, comenzando su obra en iSiy, dándola terminada 1 Véase el estudio sobre la actual de Salamanca por el Sr. D. Juan Agapito Revilla en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, año de igo5, pág. 141. 2 Véase su estudio por el Sr. Agapito Revilla en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, 1903, pág. 63, en el que combate erróneos conceptos de miertos ' autores sobre,esta custodia. 98 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA para la procesión del Corpus de 1524. Empleó para ella 681 marcos de plata, Cn su mayor parte obtenidos por la fundición de otras alhajas anti- guas que poseía la Catedral, lo que es bastante de lamentar, y eso que aún para la armadura interior, utilizó mucho el hierro. No agradó esto al Arzobispo D. Alonso Fonseca, por lo que encargó al propio Arfe, al año siguiente, de despojar á la custodia de todo el hierro que tuviese, aligerando en cierto modo sus adornos, para lo que empleó II 3 marcos más de plata, quedando definitivamente con un peso de más de 17 arrobas, una de ellas de oro. El ensayador de la Gasa de la Moneda Hernando de Ballesteros y el platero Pedro Herreros tasaron el precio de tan suntuosa alhaja á razón de 128 reales por cada marco de plata, lo que nos da un valor aproximado, en total, de unas 100.000 pesetas de nuestra moneda, más lo que valía la parte de oro, sin contar tampoco su pedrería ni la custodia interior, comprada por el Cardenal Cisneros á la Cámara de la Reina Católica. Enrique de Arfe dejó escrita una minuciosa Memoria sobre la hechura de tan complicada obra, que había de ser muy útil para la conservación y recomposición, en todo caso, de la custodia. Fué entregada por Arfe en su color propio de la plata; pero, como este metal pierde su brillo con el tiempo, le ocurrió al Arzobispo D. Gaspar de Quiroga que se dorara, pro- cediéndose á ejecutar tal operación, en iSgq, por el afamado platero Diego de Valdivieso con 20 oficiales suyos, bajo la dirección de Francisco Meri- no, que se atuvo durante tan delicada labor á la instrucción escrita por su gran artífice. La presencia de la lámina nos excusa de detenernos en la minuciosa descripción que requiere trabajo tan detallado; pero por ella se comprende que Enrique de Arfe llevó al mayor grado de fantasía su modelo de cus- todias de templete sobre base hexagonal, elevándola ála altura de i5 pies; formando tres cuerpos, el inferior más diáfano para contener el viril, y los dos superiores de entrelazada labor, finísimamente calada, dando lugar á la linterna y aguja en que remata, exornando con el más ligero follaje las aéreas nervaduras y pináculos con que termina Véase, comenzando por la de Cádiz (ó sea la de León) y siguiendo por la de Sahagún, el desarrollo progresivo que va adquiriendo el modelo que I Ésta custodia de Toledo fué llevada también á Cádiz, cuando la guerra déla Indepen- dencia, por el Arzobispo D. Luis María de Borbón, quien pudo devolverla á la Iglesia toledana á la conclusión de la guerra. Fototipia de Hauser y Menet. — Madrid Custodia de la Catedral de Toledo OBRA DE ENRIQUE DE ARFE ORFEBRERÍA OJIVAL 99 se propuso siempre realizar, según la importancia del encargo; pero aún podemos decir que no queda satisfecha por completo su inspiración hasta que no ejecutó la de Córdoba, en la que el trazado del templete arquitec- tónico fué llevado al más alto grado de euritmia y desarrollo en sus líneas. Sin duda, la custodia de Toledo es, por su suntuosidad, la más propia imaginable de la sfií/es dives toletana; pero la de Córdoba le excede en corrección y purismo de líneas, y su traza corresponde á un mayor rigor constructivo y rítmico en su conjunto. La riquísima estalacmita cordobesa parece más producida por la na- turaleza que por el arte, y su cristalización obedece á más riguroso pro- ceso. Quizá en el detalle sea también más acabada que la de Toledo, ofre- ciendo además el caso de que en ciertos pormenores sintió ya Arfe la gra- cia del movimiento de las líneas que ofrecían los modelos de la renaciente Italia, pero con tal discreción que no por ello pierde carácter ni unidad alguna. La custodia de Córdoba fué ejecutada por su autor en los años de i5i6 al 18, es decir, alternando con sus trabajos de Toledo, habiendo Memorias de que se estrenó en el Corpus del año de i5i8; y para el que desee ma- yores detalles descriptivos, le remitimos á la minuciosa reseña que de ella hizo D. Pedro Madrazo en la obra España: sus artes; sus monumentos, que pasa por la más exacta que tenemos. A Enrique de Arfe lo encontramos viviendo en León aún en iSqS donde había casado dos veces, según deduce Ceán, teniendo varios hijos, entre ellos Antonio, llamado principalmente á conservar el buen nombre de su padre en el arte por él ejercido. Fué sin duda el maestro Enrique merecedor de la gran fama que Qb- tuvo; su nombre se destaca entre los grandes orfebres que hubo en Espa- ña, pues, ninguno le excedió en el alcance de sus inspiraciones y bellezas de la ejecución de sus obras. Dibujante imponderable, excede en el juego de sus líneas á todos cuantos puedan comparársele, y dió con sus Custo- días la nota más original, á la par que grandiosa, de la orfebrería espa- ñola. En todas las demás obras que fundadamente se le atribuyen, como cruces procesionales, portapaces, incensarios, etc., se mantuvo siempre á la misma altura, sosteniéndose dentro del purismo de su estilo, por lo I Véase Martí y Monzó: Estudios artistico-históricos, pág. 287. 100 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA que formó escuela, teniendo sus imitadores, que pretendieron seguir sus huellas, pero sin obtener nunca la gracia por él alcanzada. Entre éstas pasan por suyas, á más de las consignadas, las cruces de San Isidoro de León y de las Catedrales de Córdoba y de Orense y varias otras piezas sagradas muy notables. A esta escuela é imitación del gran maestro se debe la hermosa custo- dia de Zamora, tenida por algunos como del propio Arfe, pero reconoci- damente hoy asignada á alguno de sus entusiastas discípulos, pues habién- dose terminado en i5i5, corresponde á la época en que producía mayor admiración con sus obras Sin llegar á toda la elegancia del trazado del gran maestro extranjero, se ve que el platero que la ejecutó trató de alcanzarla, dándole además un acento castellano tan marcado, que le presta singular carácter. Las es- culturas que la exornan son en número extraordinario, ofreciendo la bella singularidad de presentar el viril sobre la mesa del Cenáculo, ácuyo alrededor aparecen de todo bulto Jesús y los doce Apóstoles. Por todo ello le debemos otorgar la categoría de una de las más típicas custo- dias españolas, poseyendo muy superiores méritos de los que se le han reconocido. Según la inscripción que leva, debió ser ejecutada por el orfebre zamorano maestro Claudio, terminándose en la fecha con- signada. En muchos de sus detalles augura el nuevo estilo renaciente italiano, que había de producir una espléndida página de la orfebrería en España y que debemos examinar ya en sus principales carácteres y ejemplares. Véase el notable estudio que de ella hace el Sr. D. Francisco Antón nel tomo i del Bo- letin de la Sociedad Castellana de Excursiones, pág. 338. EL RENACIMIENTO ICI IX EL RENACIMIENTO EN LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA No podía menos de hacerse extensivo á tan bello arte el nuevo estilo que iba imponiéndose en todo desde el comienzo de la xvi centuria. Los esfuerzos hechos en Italia para enlazar la cultura moderna con los últimos avances del clasicismo antiguo trascendieron á todas las naciones europeas en sus variadas manifestaciones artísticas, y España fué la pri- mera en declararse partidaria de aquel movimiento y en adaptar sus letras y sus artes á tal tendencia. En la arquitectura, pintura y escultura son bien conocidos los ejemplos que presentó de ello; pero en la orfebrería se retrasó un tanto, á pesar del concepto vulgar de haberse llamado plateresca á aquella arquitectura que rompía de tal modo con los modelos medioevales, por imitar las obras de orfebrería. Existe sobre este punto un error de concepto que conviene desvanecer para siempre. Ocurre considerar por qué se llamó plateresca á aquella arquitectura que desde el comienzo del siglo xvi empezó á prevalecer entre nosotros, cuando tal estilo no fué adoptado por los plateros hasta muy avanzada la misma centuria. Sobre este punto nadie ha disertado mejor que el señor Martí y Monzó en sus Estudios histórico' artísticos, pues opina con gran fundamento, que tal denominación de arquitectura plateresca es relativa- mente moderna y posterior á la época de los monumentos y obras de orfe- brería con que pretende relacionarse, pues la primera vez que tal apelativo se halla aplicado á las Jantasias platerescas de la arquitectura es en el si- glo xvii, por Diego Ortiz de Zúñiga, al ocuparse de los arquitectos que la- braron la capilla de los Reyes en la Catedral de Sevilla L Así ocurren á lo mejor viciosas locuciones que son admitidas por el uso hasta entre los cul- tos, sin reparar en la falta de razones para ello. Otro apelativo que también debió sufrir alguna modificación entre los tratadistas de estas artes fué la palabra maçoneria, aplicada á la labor de los objetos de plata y oro. I Véase Estudios, pág. 287. 102 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Siguiendo á Juan de Arfe en su Varia Commensuracio?i, debía llamarse primeramente trabajo de 7na\oneria al ejecutado conforme al estilo gótico, ó mejor, no renaciente, pues, según expresa al comienzo de su libro iv, á la obra así llamada, y también de crestería, correspondía la arquitectura de nuestras grandes Catedrales de Toledo, León y otras, «que, aunque en la labor y orden no son artificiosas, duran firmes y en aquellas trazas vis- tosos», según el dice Pero más adelante, en plenos siglos xvi y xvii, parecen llamarse plateros de masonería en todos los documentos á los re- pujadores,-ó que labraban á mazo principalpiente sus obras. Los procedimientos de fabricación cambiaron también bastante al inau- gurarse entre nosotros el nuevo estilo, pues, por efecto de su carácter aba- laustrado, se comprendió la gran aplicación que podía tener el torneado de las piezas, lo que ejecutó por primera vez entre nosotros el cordobés Juan Ruiz, llamado también el Vandalino, ó sea el andaluz, «que fué el primero que torneó la plata en España», según muy especialmente consigna Juan de Arfe. A Juan Ruiz se debe la primera custodia no ojival que se hizo en España: lar de Jaén, concluida en el año de i535. La orfebrería, pues, fué la que trató de imitar á la arquitectura, tanto en sus miembros y proporciones como en su ornamentación de grutescos, y esto bastante avanzado el siglo xvi, pues, según también el propio Arfe, «jamás (aquella arquitectura) en las cosas de plata se había seguido ente- ramente, hasta que Antonio de Arfe, mi padre, la comenzó á usar en la custodia de Santiago». El abalaustrado de las obras de plata dió á éstas un aspecto especial cuando comenzó á ser usado, abandonándose de tal modo el gusto ojival, que no volvió á ejercitarse entre nosotros, pues no vale la pena el considerar como dignas del cuadro de nuestras artes los desdicha- dos intentos llevados á cabo en el siglo pasado. El procedimiento del torneado se aplicó todo lo posible á las obras de plata desde entonces, pues los cálices, candeleros, vasos y tantos otros objetos fueron, mediante él, preparados para la talla y exorno. De aquel estilo abalaustrado quizá sea la más típica custodia, á más de la de Jaén, la de Zaragoza, ejecutada por Pedro Lamaisson en los años de i535 al 37. I «Véase también de esta obra en las cosas de plata, en la cual llegó al punto Henrique de Arphe, mi abuelo, como parece en las obras que de su mano hay hechas en los Reinos, que son las Custodias de León, la de Toledo, la de Córdoba y la de Sahagún y otras muchas piezas...» Véase la nota del Sr. Martí y Monzó, sobre este punto, en sus Estudios, pág. 22e. EL RENACIMIENTO Io3 Los esmaltes siguieron siendo aplicados con gran perfección en los nuevos modelos de las piezas arquitectónicas y en las alhajas de personal uso, principalmente translúcidos, alternando con las perlas y piedras pre- ciosas, como vemos en el exorno de la indumentaria de los retratos de Alonso Sánchez Coello, teniendo la particularidad aquellos joyeles y co- llares de estar igualmente esmaltados y concluidos por ambas caras. El cincelado y damasquinado es muy propio de las alhajas del siglo xvi. Lo que ostentan menos que en otras épocas son las filigranas, pues el purismo de sus líneas no permitía su aplicación, un tanto libre siempre; pero téngase en cuenta que las filigranas corresponden en todo tiempo á la producción popular y algo industrial, y que los grandes modelos artís- ticos respondieron á trazos más sólidos y de puras líneas que los que pue - den ofrecer las filigranas. Todo esto aplicado, por supuesto, principalmente á los objetos del cul- to, pues fuera de las alhajas personales nunca ofrecieron nuestros magna- tes aquel esplendor en sus mesas y camarines que los italianos y flamen- eos, á lo que ayudaban en parte aquellas leyes suntuarias que, so color de moralizar las costumbres, tendían principalmente á sostener el privilegio. Desde Alfonso VIII databan las disposiciones dictadas para reprimir un tanto los afanes del lujo; pero ni aun en tiempos del severo Felipe II puede decirse que se cumplieran con rigor, á pesar del empeño de los predi- cadores en combatir la natural ostentación de nuestra grandeza adqui- rida I. En tiempos de aquel Monarca, en iSgS, llegó á tanto el afán moraliza- dor, que se prohibió la fabricación de objetos de plata para ningún otro uso que no fuera el del servicio de los templos. La organización gremial no aparece muy pujante tampoco por aquel tiempo, siendo los trabajos debidos á contratos especiales con los grandes maestros. Estos se compro- metían á ejecutar sus obras con arreglo al más estricto acuerdo con lo es- tipulado; pero siempre hicieron ellos más por el arte que sus mandatarios, pues á éstos lo que parece importaba principalmente era que resultase justo el peso de la plata ó el oro entregado, haciendo de ello el principal cargo, y sometiendo después el aprecio de la obra maravillosa al valor de un tanto al peso, con intervención de peritos y ensayadores, que pro- porcionaban grandes disgustos, al cabo, á los autores de tales prodigios. j \'éase Davjllicr, págs. 120 á 27. 104 bosquejo histórico sobre la orfebreria española De Fidias á los modernos tiempos se viene repitiendo con harta frecuen- cia tan bajo criterio. Los inventarios de las grandes casas delatan buena cantidad de joyas y objetos de oro y plata en el siglo xvi; pero no puede compararse con la riqueza verdaderamente asombrosa que se iba acumulando en los conven- tos y catedrales. Muchas de aquellas joyas fueron luego donadas á las igle- sias, que, por su parte, encargaban á los orfebres de la ejecución de otras que pudieran competir con las más famosas italianas; custodias y relicarios tenemos aún que pueden equipararse por su labor y estilo al Dossale del Baptisterio de Florencia y otras piezas tan famosas- extranjeras, y á los nombres de Pollayuelo, Michelozzo Michelozzi, Benvenuto Cellini y Francia, podemos oponer los de los Arfes, Becerriles, Merinos, Valdi- vieso y otros, que ejecutaron verdaderas joyas de estilo renaciente vigoro- sámente españolizado, de las que tenemos que hacer especial mérito. Los Arfes .—Los hijos y nietos del gran orfebre autor de las custodias consignadas forman una verdadera dinastía, heredera de sus talentos ar- tísticos, que llenan toda la xvi centuria, figurando á la cabeza de los más eminentes de aquel siglo. Antonio, hijo de Enrique, nacido en León, fué, según su hijo Juan, el primero que se ajustó más á las reglas del romano para la traza de sus custodias, depurando y disciplinando las fantasías de su condiscípulo Juan Ruiz y de Lamaisson, si es que de éste tuvo noticias, pues en su primera obra de gran empeño, la custodia de la Catedral de Santiago, terminada en 1044, yuxtapuso los órdenes con bastante rigor arquitectónico, aunque ilustrándola con innumerables figuras y detalles de renacimiento. De base hexágona, consta de cuatro cuerpos, llevando en el friso del último, que cobija el libro de los siete sellos ', la inscripción Omnipoientis gratia, ausilioque beati Jacobí, Antonius de Arfe hœc opus admirabile fecit, aimo iSjJ. La de Medina de Rioseco, también de su mano, es posterior á la de Santiago, pues terminóla en i555; aún más rigurosamente arquitectónica. I En el interior del primer cuerpo un ángel sostiene el viril; en el segundo aparece San- tiago en traje de peregrino, y en el tercero, c| Buen Pastor. Vçansc doçumentos de ¡Vtartí y Mou- 2Ó: Estudios, pág. 287. EL RENACIMIENTO I05 de planta cuadrada y con cuatro cuerpos, apenas sus columnas y pilastras son abalaustradas, siendo por ello, sin duda, de aspecto un tanto seco y monotono ^ También ejecutó el hijo de Enrique de Arfe las andas de la custodia que su padre había hecho para la Catedral de León, por los años de i555 al 71, y, á juzgar por lo que de ella nos dicen los autores que la vieron en su total conjunto, debían ofrecer estas andas un completo aspecto arqui- tectónico, y con arreglo al modelo 5." que Juan de Arfe dibujó en su ca- pítulo especial sobre las andas, coronada por un cascarón sobre el que se elevaba la gran cruz, que debió ser la que sirve hoy de remate al cogollo de Cádiz. Estas andas, así como los ornatos del carro que las conducía, han desaparecido. Aún figuran otros Arfes antes de llegar al famoso Juan, autor de la Varia Commcnsuración. El Sr. Martí y Monzó encuentra otro Antonio de Arfe, hijo del anterior, y, por tanto, hermano de Juan, á los que hay que agregar otro Enrique de Arfe, asimismo platero, y quizá tercer hermano de los antedichos 2. Y llegamos con esto al último y más afamado de los Arfes, tanto por sus obras de plata como por sus escritos, que constituyen los más aca- bados tratados de artes industriales con que cuenta nuestra biblio- grafía. Juan de Arfe, hijo de Antonio, conio él mismo consigna, nació en i535 en León, según parece más probable, siendo su madre María de Betanzos. Habiendo pasado su padre Antonio á Valladolid en iSqq, en esta ciudad transcurrió su niñez, casando allí con Ana Mínguez, hija del platero Mel- chor Martínez, en i562. Dos años después comenzó la custodia de la Catedral de Avila, no ter- minándola hasta el de iSyi, y en i58o le fué aprobada la traza para la de Sevilla, para la que también había presentado proyecto Tomás Merino; su más monumental trabajo 3, la mayor y mejor pie^a de plata que de este género se sabe, como él mismo decía en la descripción ó Memoria que de ella dejó escrita 4 y que firmó en 20 de Mayo de iSSy. 1 Véase su estudio y lámina en el Boletín de Excursiones Castellanas, 1904, pág 270, por D. Juan Agapito y Revilla. 2 Véase Martí y Monzó: Estudios, pág. 289. 3 Véase el contrato entre el Cabildo y Juan de Arfe en la Sevilla monumental, por el señor Gestoso, tomo 11, pág. 465. 4 Publicada por Ceán Bermúdez en su Diccionario, capítulo de Juan de Arfe. 11 I06 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA Estando ocupado en este gran trabajo pidió licencia para publicar su obra de la Varia Commensuracioji, y en aquel propio tiennpo recibió tam- bién el encargo del Cabildo de Valladolid de hacer otra custodia para el mismo: cumplidos los trámites legales ' comenzó este nuevo trabajo, que había de tener concluido para el día del Corpus de iSgo, como, en efecto, así lo cumplió, aunque alternó esta labor con la de otra custodia para la Catedral de Burgos y otra para el Convento del Carmen de Valla- dolid, la primera de ellas desaparecida. A éstas habría que agregar otras obras de menor empeño, pero no de menos mérito, tales como el viril del Burgo de Osma, las andas de Badajoz, el de San Martín de Madrid, y otras de que haremos mérito. Pero Juan de Arfe no se contentó con ser un platero afamado, sino que, aspirando d cosas de más arte, como él mismo decía, se propuso ser tam- bién escultor de primera línea. Alentado por sus trabajos al lado de Pom- peyó Leoni en El Escorial, presentaba posturas para ejecutar las cuatro estatuas de bronce de los Duques de Lerma y sus hermanos los Arzobis- pos de Toledo y Sevilla, conforme á los modelos hechos por Pompeyo ^ en 14 de Diciembre de 1601. Adjudicada la ejecución de las estatuas en bronce á favor de Arfe en 3 de Julio de 1602, no pudo, sin embargo, llevarlas á término, pues acaba- ron sus días en 1.° de Abril del siguiente año de 1603, hallándose en Ma- drid, preparando, sin duda, tan importante empresa. Otros escultores con- cluyeron aquellas estatuas; pero los trabajos para su ejecución ocuparon los últimos días del gran orfebre. El último de los Arfes completó su labor escribiendo varias obras que contienen la teoría de su arte. Ya le hemos visto dejar una Memoria ó Descripción de la custodia de Sevilla, y más adelante, en 1572, imprimió en Valladolid, donde ejercía el cargo de Ensayador Mayor de la Casa de la Moneda, el curioso tratado qué titula el Quilatador de la plata, oro y perlas, publicando en Sevilla, en i585, su Varia Commensuración, su obra literaria más importante. También á él se debe un inventario, hecho en unión de Andrés Díaz, en 21 de Mayo de 1602, de las armas y alhajas que fueron de Felipe ll, en 1 Véase Martí y Monzó: Estudios, pág 293. 2 Para todo este asunto véanse los Estudios del Sr. Martí y Monzó, págs. 25o y siguientes, y óSy á 59, que tanto dilucidan esta interesante cuestión. el renacimiento io7 extremo interesante'. Fué, además, grabador habilísimo, pues, según el testimonio del P. Burriel, aducido por Ceán, diseñó y grabó las láminas del Caballero determinado, del poeta Micier Olivier, cuya traducción cas- tellana fué impresa en Salamanca en iSyS, y en lógo el retrato de Ercilla para la primera edición de su Araucana. Obra especial merecería el estudio de todas las ejecutadas por tan in- signe artista: las custodias de Avila y Sevilla; las de Valladolid, Burgos y del Burgo de Osma; la de San Martín de Madrid 2; los 64 bustos relicarios de El Escorial; la célebre fuente y aguamanil esmaltada, encargo de Fe- lipe III, y su participación en las estatuas del Arzobispo Sandoval y Rojas en Lerma y los Duques en Valladolid, debieran ser objeto de extensa y circunstanciada monografía. En ellas, lo propio que en las obras literarias, se observa su gran respeto y acatamiento á aquel retorno á los modelos clásicos, como los más propios y acabados de la estética de nuestra raza pura europea, tro- quelados en la euritmia de las más perfectas proporciones, de la anatomía y verdadera comprensión del modelado. En arquitectura y ornamentación sometióse al éstilo de aquellos modelos renacientes, y si la gran figura del Arzobispo en Lerma es suya, hay que concederle que, no sólo como orfe- bre, sino como escultor, puede colocarse al lado de los más eximios ita- lianos. Dominó igualmente las artes que las letras, y esto nos indica la universalidad de sus talentos y la intensidad de su genio, manifestado de tan distintas maneras. Con él acabó la dinastía de aquellos insignes orfe- bres, llegados á España en buen hora para honra de nuestras artes. * * * Siglo xvi.—Aquella peregrinación de los Arfes por toda Castilla fué del más fecundo resultado, pues por el trabajo que exigían sus empresas podemos decir que fueron dejando una verdadera escuela en cada locali- dad donde las llevaron á cabo. A más de esto, en todas existían otros 1 Véase Leguina, Espadas de Carlos V, pág: 102 y 214. 2 Para la de Sevilla véase el completo estudio que de ella hizo el Sr. D. Isidoro Rosell en el Museo Español de Antigüedades, tom.o viii; la de ^'alladoJ[id la describe el Sr. Martí y Monzó en sus Estudios (pág. 295), dando además noticias muy valiosas sobre la de de Osma. La Burgos y de Avila la describe el Sr. Gómez Moreno en su Catálogo monumental de esta provincia. Según noticias que nos comunican, existe en León, en las oficinas de la Oatedral, el modelo en madera de la custodia de Sevilla. I08 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA maestros que rivalizaban con ellos, y que se hallaban muy preparados para secundar sus planes, pues comenzando por la región andaluza nos encontramos que en Sevilla, en los comienzos de la xvi centuria, abre la lista de tan notables artífices Gómez de los Heros ', siguiendo los maestros Mateo Nicolás, que pudieran haber sido padre é hijo, ejecutando la y pri- mitiva custodia ojival por los años de i5i2. El maestro Juan Donante recibía encargos del Cabildo por igual fecha, con los que enriquecían el tesoro de la Catedral hispalense, apareciendo también en las nóminas los Vozmedianos, los Ballesteros, Diego de la Be- cerra, Juan de Oñate, que trabajaba en iSig en la hechura de los cetros y crismeras, más unos ángeles de plata para la iglesia de Albaida. Monegro y Gutiérrez Romo, institutores por el año de 1544 de «la Her- mandad cofradía del bienaventurado y confesor el Señor San y Eligió», más como devotos y adinerados comerciantes que como autores aparecen de obras conocidas. Juan Núñez fué comisionado por los plateros sevillanos á Toledo en 1544 ^ ponerse de acuerdo con aquellos orfe- para que pasara bres sobre la ley del oro. Habiendo abierto concurso en iSyg el Cabildo hispalensè para la eje- cución de una custodia nueva, acudieron á él varios famosos orfebres, en- tre ellos Francisco Merino, que entonces ejercía su arte con gran crédito en Toledo, Juan de Arfe; y habiendo sido éste el preferido, comenzó al y punto su obra, asociando á ella á Hernando de Ballesteros, que tanto se había acreditado en Sevilla con los blandones llamados los gigaíites, y á Fontiveros, al que se le libraron en iSyô los mrs. «que costó el oro, perlas, rubíes y esmeraldas de la luneta que se hizo para el Santísimo Sacramento, sin las perlas redondas orientales que se tomaron de una mitra» 2, Merino no quedó desairado por completo, pues encargósele en el año de ibSo de la ejecución de la célebre cruz procesional que lleva su nombre. Objeto de sañuda fiscalización eran aquellos artistas, que se veían obli- gados á recurrir al Consejo Real contra los excesos que contra ellos se co- metían, firmando el platero Jerónimo de Andrés y otros, en i58i, una pe- tición contra el insoportable Lic. Arriaga de Alarcón, que aparece moles- tando sin descanso á todos los industriales de Sevilla por aquella época, con las arbitrariedades más incomprensibles. I Véase Gestoso: Diccionario, u, pág. 173. ? Gestoso: Diccionario, u, pág. 197. EL renacimiento ICQ En iSgS volvió á Sevilla Francis.o Merino, y con él celebró el Cabildo Catedral un contrato para que hiciera el magnifico Sagrario de plata del altar mayor, así como los atriles y una gran cruz, piezas de gran interés y valor que lucen aún en su lugar propio Muy pronto debió morir allí, pues le sustituyó en la ejecución de estas obras Francisco Alfaro, quien las entregó concluidas en iSgfi, Esto en la capital, porque en los grandes pueblos de la provincia exis- ten obras de orfebrería en cantidad y calidad extraordinarias. El tesoro de la parroquia de Marchena es digno de una Catedral. En Carmona abundan las piezas de plata más espléndidas, y para las iglesias de Ecija trabajaron los plateros Alfaro y Martínez, el primero, en iSyS, la custodia para la iglesia de Santa Cruz, de diez palmos de alta, á cuyas joyas deben agre- garse las célebres alhajas llamadas del patronato de Osuna 2, El punzón de Sevilla, en esta época, era de la Giralda, entre el yugo y el haz de flechas de los Reyes Católicos, uniéndose en algunas piezas el propio de los plateros que las ejecutaban 1 Gestoso: Diccionario, n, págs. 253 y 131. 2 Véase Catálogo de la Exposición Hist.-Europ. de 1892. Sala VII, números 34 al 43. 3 Gestoso; Diccionario, 11, pág. lx.xx . Las dos grandes ánforas del más puro estilo rena- cíente, que se guardan asimismo en el tesoro de la Catedral hispalense, aunque fueran hechas en Sevilla, parecen de autor italiano; son realmente dos piezas de sobresaliente méritq y de gusto exquisito. Podemos formular el resumen cronológico de la orfebrería sevillana en los siguientes términos: iSog.—Encargaba el Cabildo catedral á Gómez de los Heros un ostensorio para el Corpus que fué fundido más tarde para hacer la gran custodia de Arfe. i5i3.—Los maestros alemanes Nicolás y Mateo se ocupaban en hacer una custodia parala Catedral; debió ser fundida también para el mismo objeto que la anterior. i5i3.—El maestro Juan Donante ejecutaba unos candeleros de plata para la Catedral. 1527.—Diego y Juan de Vozmediano ejecutaban la gran cruz de cristal de roca de la Cale- dral, y al siguiente año concluían D custodia comenzada por los maestros alemanes Nicolás y Mateo. 1544.—Alonso Gutiérrez Romo y Monegro instituían la Hermandad de San Eloy en Sevi- lia. En el mismo año pasaba á Toledo Juan Núñez à ponerse de acuerdo con los plateros sobre la ley del oro. i 552.—Hacia esta fecha Diego de la Becerra, en colaboración con Hernando de Ballesteros y su hijo, ejecutaban las preciosas cajas relicarios de San Servando y San Florencio, haciendo los segundos además unos grandes blandones de plata. i558.—Duarte Rodríguez y Manuel Fernández ejecutan para la Cartuja dos preciosas por- tapaces de delicadísimo trabajo. i56g.—Hernando de Ballesteros reparabala Virgen déla Sede, ejecutando la granada que lleva en la mano, como platero de la Catedral que era. 1574.—Francisco Alfaro hizo una custodia de plata para la iglesia de Santa Ana de Triana. i5j6.—Hacíase una luneta de oro para el Santísimo, para la cual se pagaban á Fontiveros 142.000 maravedises por el oro y piedras preciosas en ella empleado. 1577.—Ballesteros reparaba las tablas Alfonsinas. 1578.—Ejecutaba Francisco Alfaro la gran custodia de Santa Cruz de Ecija. i58o.—Conquerían al concurso para la ejecución de la nueva custodia monumental Juan de no BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA La orfebrería cordobesa comenzó realmente á adquirir importancia con la ejecución de la gran Custodia por Enrique de Arfe; las primeras Orde- nanzas son del año i5o3, ó sean, las de la Hermandad de San Eloy, en Córdoba, aprobadas por el Obispo D. Leopoldo de Austria, qué se guar- dan aún hoy en el archivo de dicha Corporación La gran custodia de Enrique de Arfe se estrenó en el Corpus de i5i8, y no hay que decir la escuela que debió quedar en aquella localidad des- pués de ejecutarse en ella tan importante trabajo. El más adelantado discípulo de Arfe parece que lo fué Juan Ruiz, lla- mado el Vandalino; «él fué el primero que torneó la plata en España y dió forma á las piezas de vajilla y enseñó á labrar bien en toda Andalucía», dice Juan de Arfe en su Varia Commen%uración, y esto del torneo de la plata nos indica un cambio en la técnica que obedecía á las necesidades del nuevo estilo que se iba introduciendo. La custodia de Jaén, obra de Juan Ruiz, fué la primera á que aplicó su nuevo procedimiento, y allí debió conocer á Francisco Merino, á quien hizo su mejor discípulo. También ejecutó el viril de la Colegiata de Baza, y el de San Pablo de Sevilla, donde se supone que murió. El preciosísimo braserillo de plata repujada con labores del más puro renacimiento, que existe en el tesoro de la Catedral de Córdoba, es de au- tor desconocido, pero trae á la memoria los nombres de los Alfaros; de Rodrigo de León, quizá el más acreditado platero cordobés de aquel siglo, autor de la imagen rehecha de la Virgen de Villaviciosa, de dos magníficos portapaces hermosamente esmaltados que allí existen, y de muchas obras más para la comarca, ó de Francisco Merino, que también Arfe, Hernando de Ballesteros y Francisco Merino, siendo preferido el proyecto del primero En este mismo año se le pagaba á Merino 112.200 maravedises por la cruz que se le compró. i58i.—Los plateros Jerónimo Andino, Francisco Farfán de los Godos, Alonso de Medi- nilla y otros se elevaban ante el Consejo Real délos atropellos que contra los del gremio ejercía el Licenciado Arriaga de Alarcón. En el mismo año Fernando de Ballesteros cobraba el importe dedos segundos blandones grandes de plata. 1587.— Hacía Francisco de Valderrama unas mazas y escudos nuevos de plata pafa los mace- ros de la Ciudad. 1693.—Francisco Merino convenía con el Cabildo catedral la ej-ecución del tabernáculo de plata para el altar mayor, con los atriles y unos cetros. En esta obra se asociaba con Francisco Alfaro, nombrado aquel año platero de la Santa Iglesia; es de notar que en el rhismo día 27 de Noviembre de 1593 se hacían las propias escrituras con ambos artistas. Puede suponerse que por muerte de Merino; quien reálmente ejecutó estas obras fué Alfaro. I Para la orfebrería cordobesa véase principalmente el trabajo de D. Rafael .Ramírez de Arellano, inserto en el tomo 107 de la Colección de Documentos inéditos para la Historia de España. EL RENACIMIENTO Î I 1 trabajó en Córdoba, al que hemos visto competir con Juan de Arfe para la ejecución de la custodia de Sevilla, y que encontraremos en Toledo llevando á término obras de gran fama. En Córdoba, de vuelta de Sevilla, otorgaba Merino escritura, en 26 de Mayo de i58i, con el Prior del Monasterio de San Jerónimo, para la he- chura de una Cruz, de 82 marcos de plata, del tamaño y proporción de otra que hacía para la villa de Montoro cruces que fueron famosas en la comarca. I^os esmaltes aparecen ejecutados especialmente por Melchor de los Reyes. Los nombres de los plateros cordobeses del siglo xvi dignos de memo- ria son numerosos, como puede verse en los estudios del Sr. Ramírez de Arellano, tan apreciables, por todos conceptos. Varios de ellos se dedi- caban á la especialidad de exornos para los jaeces, habiéndonos llegado noticias de los que Ortiz y Gaspar de León y otros hicieron para las cabalgaduras del Obispo y de Felipe II. Nota curiosa de la orfebrería cor- dobesa es la mención en este siglo de los tenedores de mesa, de los que nos habla muy especialmente Ambrosio de Morales. El punzón de Córdoba desde esta fecha es un león rampante con la sí- laba COR, que lo completa. También en Granada, después de su reconquista, florecieron notables orfebres, que ejecutaron importantes obras, para las necesidades del culto cristiano principalmente. La Reina Católica, en su viaje á Granada en i5oi, expresó su piedad dotando á la nueva Catedral y Capilla Real de magníficas preseas de todo género. Atribuyese á Enrique de Arfe una cruz en la que domina el gusto ojival, viéndose su firma en un cáliz y un portapaz 2. La custodia, que en su origen fué un templete hexagonal, regalo de la Reina Católica, hace pensar en el autor de la de Córdoba, lo que con lo antedicho pudiera darnos un indicio más de que quizá vino á España antes del i5o6, como generalmente se supone. Aún hay memoria de otra famosa cruz esmaltada, regalada asimismo por la Reina Católica. Después van sucediéndose distintos orfebres, tales como M. Arias, 1 Véase Ramírez de Arellano: Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1901, pági- nas 81 y 99; Artistas exhumados, 1902, págs. pSi y 252. 2 Véase el articulo del Sr. Gómez Moreno, en/íísíorla y Aríe, I, pág. 106. También existe allí un famoso viril, que algunos suponen espejo de la Reina, de subido valor y especial arte. Véase Leguina: La plata española, pág. 88. 112 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Bartolomé Hermosilla y Fernando Ruiz de Santo Domingo, que ejecutan piezas para la Catedral; destacándose después Diego de Valladolid, rena- cíente puro y el más acreditado orfebre granadino de aquel siglo, autor del más precioso cáliz y de la admirable portapaz de la Real Capilla, y de otras muchas piezas para las iglesias de Granada y su provincia. Diego de Valladolid murió en iSqô, Sustituyólo en su crédito Melchor de la Hoz, autor de una histórica cruz procesional, que se conserva en la Colegiata de Santa Fè, conclu- yendo el siglo xvi en Granada con los nombres de Cristóbal Rivas (ibGS-qS) y Francisco Téllez (iSSg-gô), plateros de la Catedral y autores de conocí- das piezas en las iglesias granadinas. Subiendo ya á la capital del reino de Castilla, tan floreciente é impor- tante al comenzar la XVI centuria, nos encontramos en Toledo con una producción enorme, digna por sí sola de especial estudio, pero de la que nos vemos obligados á dar sucinta nota. Los nombres de Diego Vázquez y Pedro de Medina figuran como sus primeros maestros en el arte. Realmente, comienza por citarse en este siglo como hecho primordial el encargo de la custodia á Enrique de Arfe, con la colaboración más pro- bable de Diego Copín, Pedro Herreros y Fernando de Vallés. De aquella época, pero como ejemplar hermoso de transición al gusto italiano, se ofrece la gran cruz de la manga mayor, ejecutada por Gregorio Varona. Concluida la gran custodia, el Cabildo continuó enriqueciendo su re- licario con piezas encomendadas á Andrés Ordóñez, apareciendo en i556 Hernando de Cardón, que labró una corona para la Virgen del Sagra- rio, y en 1586 terminó Alejo de Montoya la imperial, cuya sustracción hemos tenido que lamentar en fecha no muy lejana, valuada por Ceán en 157.087 reales de vellón ', pero que hoy alcanzaría mucho mayor precio. Cítanse, como construidas en 1590, las ricas ajorcas que para la misma Virgen del Sagrario hizo Julián Honrado, tasadas por Juan Domingo Vi- llanueva. Diego de Valdivieso fué encargado, en i582, de hacer una estatua de plata de San Juan, de tamaño natural, y en 1594, de dorar la custodia grande de Enrique de Arfe, para evitar su oxidación, delicadísima ^labor, objeto de su más especial cuidado; y termina el siglo con la ejecución de obras de Francisco Merino, que, después de dejarlas tan admirables como t Trae lámina de ella el Sr. Miró en su Estudio de las piedras preciosas, pág. 136. EL RENACIMIENTO Il3 hemos visto en Córdoba y Sevilla, encargóse de dos tan notables como las urnas para los cuerpos de los Santos Eugenio y Leocadia, regalos al Ca' bildo catedral de Felipe II, con los que quería resarcir de algún modo á la imperial ciudad de los perjuicios que con sus desdenes le proporcionaba. La urna de San Eugenio la terminó Merino en iSóq, según las trazas del célebre escultor Nicolás de Vergara. Es un acabado modelo de obra de repujado, llena de preciosos relieves sobre temas de la vida del Santo y traslación de sus restos á Toledo. La urna de Santa Leocadia no es inferior en sus rqéritos á la de San Eugenio; correctísima en sus líneas y preciosa en sus relieves y exornos, siendo ambas piezas de las que más descuellan en el relicario del Ochavo. Merino debió morir en Sevilla, como hemos indicado, y su viuda Catalina Pérez pagaba 20.000 maravedís, en 1611, por la sepultura para sí y su mari- do, que había comprado en la Capilla Mayor de San Justo y Pástor Otras muchas obras notables de orfebrería existen en la Catedral toledana, de las que al presente se ocupan en su estudio eminentes arqueólogos que, sin duda, han de proporcionarnos interesantísimas notas sobre ellas. ,jDeberemos incluir entre los artífices de Toledo á aquel célebre damas- quinador, Diego de Zayas, que por los años de iSqo tan preciosas labores ejecutaba sobre las armas 2? Así lo hacen suponer las noticias que sobre él tenemos. También se guarda en el tesoro toledano una magnífica ban- deja repujada, con el pasaje del rapto de las Sabinas, atribuida primera- mente al propio Benvenuto Cellini, y después al desconocido Matías Me- ling. ^íSerá esta atribución debida á inexacta lectura de algún texto en que aparezca aquel apellido? Porque entre los plateros que trabajaron enton- ees en Toledo aparece el borgoñón Matías Nievre, que reparaba algunas alhajas por los años de iSyq, y al que pudiera atribuirse, quizá con más fundamento, la ejecución de tan famosa presea. Quedan memorias, además, del maestro Juan de la Parra, que hacía unos candeleros de peso de 25 marcos para la Catedral, en i53i; de Diego Vázquez, de Ramírez y Diego de Oviedo, autores de piezas para uso del culto; de Juan de Valladolid, autor de un gran brasero de plata para el Sagrario (1548); de Vicente Rodríguez y Francisco Martínez, que habían hecho unos ángeles para la Virgen del Sagrario, y de Juan Rodríguez de 1 Véase Boletín de la Sociedad Arqueológica de Toledo, 1900, pág. 44. 2 Véase Davillier, pág. igg. 114 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Babia, orfebre de Felipe II, á quien se le pagaba el importe de lOO figuritas de plata que había hecho y otras obras para el Rey. En i567 fué encargado Diego de Avila Cimbrox, con Marcos y Gon- zalo Hernández, de la ejecución de una lámpara de plata para enviarla ála iglesia de Saint-Denis, de Francia, á cambio de las reliquias de San Eu- genio, y de otra para Felipe II, una vez terminada aquélla, de peso de 287 marcos Trasladada la corte á Madrid, aquí acudieron famosos artistas de todos I Véase Uaviliier, pág.,.. 213.,. Resumen cronológico; i5...—A los comienzos del siglo corresponde la ejecución de la grandiosa cruz de la manga mayor por Gregorio Varona. i 5 i 2.—Se pagaban So.ooo maravedises á Diego ^'ázquez, Pedro de Medina y Alonso Núñez por la hechura del asta de la cruz del Sagrario. i5i4.—Arca del Monumento, obra de Pedro de Medina y Diego Vázquez, por diseños de Juan de Borgoña. iSiy.—Comenzó Enrique de Arfe la famosa custodia grande. i5i8.—Orden de pago á .Antonio Palomares por la montura de un va.so de unicornio donado por el Cardenal Cisneros. 1524 —Pedro Hernández era encargado de hacer un rico collar para el preste que oficiaba los días de fiesta. En este mismo año hay memorias de los orfebres afamados Pedro Herreros y -Manzanas, Ondas, Toledo y Hernando de Ballesteros, padre, que trabajó más tarde en Sevilla. i 528.—Diego de Vázquez cómenzaba dos grandes blandones para la Catedral. 1531.-El maestro Juan de Parra cobraba del Cabildo catedral el precio de dos candeleros de plata que había hecho. 1537.—Se le pagaban á Diego Vázquez diferentes cantidades por obras para el Cabildo. 1540.—Diego de Zayas, famoso damasquínero, exornaba preciosas armas toledanas. 1547.—Ramírez, platero y esmaltador, reparaba y esmaltaba ciertas alhajas de la Catedral. 1548.—Recibía 96 .000 maravedises Juan de Valladolid por un gran brasero de plata para el Sagrario, que doraban al año siguiente Juan López y García Manchado. iSqg. —Hernando de Gorrión y Alonso de la Peña comenzaban la corona de oro para la Vir- gen del Sagrario. i55o.—Francisco Martínez hacía tres Angeles de plata para el altar de la misma imagen; el cuarto lo hizo Duarte Rodríguez. i558.—Ordenes de pago á favor de Juan Rodríguez de Balsa, por cíen figuritas fundidas en plata y un cáliz con patena, dos candeleros, una cruz, dos ampollas y unas vinajeras para la Catedral, En el mismo año, iguales órdenes á favor de Diego de .Avila, por otros vasos sagrados. 1567. —Ejecución por Diego de Avila Cimbrón y Marcos y Gonzalo Hernández de la gran lámpara encargada por Felipe II, para enviarla á la iglesia de Saint-Denis, de Francia. En el mismo año se recibía un precioso pectoral, obra de Sebastián de Alcega. iSôg.—Termina Francisco Merino la gran urna de plata para las reliquias de San Eugenio. i5y4.—Comienza Alejo de Montoya la corona imperial para la Virgen del Sagrario. En el mismo año el borgoñón Mathias Nievre componía ciertas piezas sagradas. i 582.—Diego de Valdivieso ejecutó una estatua de plata, tamaño natural, representando á San Juan Bautista, en sustitución de otra que se había roto, que pesó ig6 marcos, ó sea,cerca de un quintal. Por los mismos años, Julián Honrado trabajaba distintas alhajas para la Virgen del Sagrario. Igual fecha corresponde á los trabajos de Lorenzo Márquez. 1584.—Comienza á figurar Gregorio Baroja como orfebre que trabajaba para la Catedral de Toledo, de la que constan distintos pedidos. iSgo.—Aparecen como acreditados orfebres en Toledo Juan Domingo de Villanueva, Juan Tello de Moreto, Francisco Díaz y Tomás Morales. i5g2.—Termina Francisco Merino la urna de las reliquias de Santa Leocadia. i5g4,—Diego de Valdlosero y Francisco Merino doraban la custodia grande de Arfe. EL RENACIMIENTO 1x5 géneros que habían de ilustrarla, y entre ellos figura, en primer lugar, Francisco Alvarez, al servicio de la Reina Isabel de Valois, autor de la primorosa custodia que aún vemos en el Corpus, firmada y fechada por él, como platero de la Reina, en i56o. Es de suponer que Juan de Arfe debió ejecutar algunas obras de plate- ría en Madrid y El Escorial antes de decidirse completamente por la es- cultura, y entre ellas se deben contar los relicarios citados y una custodia para una hermandad de San Martín, para cuyos trabajos se ayudó de su yerno Lesmes Fernández del Moral, que le sustituyó en su cargo de Ensa- yador mayor de la Casa de la Moneda de Segovia durante la ausencia de su suegro en la Corte, y para Felipe II hizo también el célebre Jácome Trezzo sus más acabadas obras, entre ellas la custodia de oro de El Esco- rial, que fué destruida por los franceses En Madrid debieron hacerse muchos de aquellos preciosos broches y collares con que Sánchez Coello y los pintores de su época retrataron á las Princesas y nobles señoras de aquel tiempo, acabadas joyas de oro, es- maltes y piedras preciosas, igualmente ornamentadas en general por su anverso y reverso. Cerca de la Corte, y en otra ciudad de Castilla la Nueva, en Cuenca, florecieron otros tres famosos plateros del mismo apellido, los Becerriles, que son considerados como los más eminentes quizá de su tiempo, pues ningunos otros interpretaron de modo más acabado aquel nuevo estilo clásico-italiano, que entonces tanto prevalecía. Bastaría la famosa paz de Uclés para poderlos considerar como los Benvenuti españoles. Fueron tres los Becerriles: Alonso y Francisco, hermanos, y Cristó- bal, hijo de Francisco; los dos primeros, nacidos á los finales del siglo xv, figuran ya en el año 22 del xvi como famosos artistas, de noble estirpe montañesa, que deseaban le fuera reconocida, y encargados poco después de la ejecución de la custodia para la Catedral, que había de ser una de las maravillas de la orfebrería española. Comenzóse tan insigne obra en 25 de Mayo de i528, en casa de Alonso, según asegura Juan de Arle, y después de varias vicisitudes, la labró casi por completo Francisco, no dándola por concluida hasta el año de iSyS 2. 1 Véase Daviilier, pág. 232, y Martí y Monzó:/ísííírftos, y los interesantísimos inventarios de Simancas, publicados por el Dr. Rodolfo Beer, referente .á los reinados de D. Carlos y Don Felipe. 2 Véase su descripción en Ceán, articulo de Alonso Becerril. Il6 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA En el propio año parece haber fallecido su autor. También, según partidas de su testamento, lo fué de los cetros de plata para la Catedral, de la custodia para la iglesia de Campo de Criptana y de la cruz parroquial de San Andrés de Cuenca, en cuyas obras le ayudó siempre su hijo Cristó- bal, que firmaba en iSyS la custodia de San Juan de Alarcón; recomen- dóse la colaboración de todas ellas en otras para Hiniesta, San Pedro de Haute y Villaescusa de Haro. La paz de Uclés, que lleva el punzón de los Becerriles, es quizá su obra más delicada, pues por la gallardía de sus líneas y belleza de sus esmaltes, es, sin duda, una de las más perfectas de su estilo en España Nada subs- tancial se ha escrito sobre tan insignes artistas después de las notas que trae Ceán acerca de ellos en su inagotable Diccionario. En Sigüenza encontramos aún bellas obras de estilo del Renacimiento, tan notables como la preciosa caja repujada para el monumento y lacusto- dia,debida al citado Juan Rodríguez de Babia, tan apreciado por Felipe lí 2. Pasando á la región Norte de España, nos encontramos con famosos artistas del siglo xvi en Salamanca, otro de los centros de la orfebrería española que más han perdurado, entre ellos con Juan Alvarez que, según Ceán, «fué uno de los primeros que usó de la arquitectura restaurada en las obras de platería». Habiendo pasado á Madrid, murió allí aún joven, en ib6o, hallándose al servicio del Príncipe D. Carlos. También por aquel tiempo ñorecía Alonso de Dueñas, que en iSóq co- menzó una custodia para el convento de San Esteban, pero que no la pudo concluir; mas la labor especial de los plateros salmantinos era entonces, y lo ha seguido siendo, la hechura de esas especiales joyas de filigranas para los charros: collares, ajorcas, pendientes y tantos otros exornos de tradi- ción judaica, pero de especial efecto, los más antiguos avalorados con es- maltes entre las labores de sus filigranas. También se encuentran de este siglo algunas veneras de variadas formas, con caracteres muy especiales en lá fabricación. La orfebrería en Valladolid nos ofrece notas muy especiales en este siglo. El Embajador veneciano Andrea Navagiero decía en i523 que había en Valladolid más orfebres que en el resto de las ciudades de España, y Mariano Siculo, en sus Cosas memorables de España, cita muy especial- mente la calle de la Platería, toda ella habitada por orfebres. 1 Véase notas sobre dos cetros para Vélez en ios Estudios del Sr. Martí y Monzó, pág. 628_ 2 Véase Pérez Vülamil: Catedral de Sigüenza, pág. 401. EL RENACIMIENTO II 7 Con recordar que allí hemos encontrado á los Arfes, y repasando la larga lista de los plateros que consigna el Sr. Martí y Monzó ^ se cora- prende la importancia del gremio. La ejecución de la custodia por Juan de Arfe fué sin duda la obra más importante del siglo en aquella ciudad; pero allí debió hacerse á sus co- mienzos la hermosísima cruz procesional de la iglesia de Mucientes digna de formar pareja con la de San Isidoro, de León; la paloma de oro que existió en el Monasterio de Nuestra Señora de la Laura 3, con la ar- queta sobre que aparece, nota originalísima de la orfebrería española, y tantos vasos y objetos sagrados de acabada labor como se encuentran aún por las ricas iglesias de la comarca. Aquel movimiento artístico se extendió por Falencia, en donde se citan á Baltasar Alvarez, que obtuvo providencia del César Carlos V para que los plateros pudieran vestir trajes de seda, y á Juan de Benavente, autor de la correctísima custodia para la Catedral, de i582 4, y siguiendo hasta León, nos sale al paso primeramente el gran Enrique de Arfe que, como sabemos, ejecutaba en i5o6 la célebre custodia, de cuyo actual paradero hemos dado noticia, y su hijo Antonio, que también allí residió por mucho tiempo é hizo las andas para la custodia de su padre. La vecindad de tan insignes artistas debió formar en León un núcleo de hábiles orfebres, entre los que se destaca Suero de Argüello, cuyo tra- bajo más importante fué el del arca de San Froilán. Debió ser empezada esta arca por Antonio de Arfe en colaboración con Argüello, si no es que de dos distintas urnas ó arcas de sendos autores se arregló más modernamente la que actualmente existe, digna de muy dete- nido estudio y hasta de una reconstitución completa Argüello alcanzó larga vida, llenando su nombre casi por completo el siglo xvi y apareciendo aún vivo en iSgo, en el que labraba la cruz grande, de tan excesivo peso, que requería cuatro hombres para poder ser transportada Hernando de Argüello, hijo de Suero, aparece cerrando este período, para ejecutar en el siguiente importantes obras en su patria. 1 Véase Estudios, pág. 691. 2 Véase Marti y Monzó: Estudios, pág. 21g. 3 Véase la lámina de tan preciosa alhaja en los Estudios de Marti y Monzó, pag. 245. 4 Son además muy famosos en Falencia los relicarios de San -Antolin, de labor italiana, traidos por el Canónigo D. Jerómino Reinoso. 5 Sobre el actual estado de la arqueta de San Froilán véanse las noticias de D. Demetrio de los Ríos , en la Catedral de León, tomo 11, pág. 194. 6 Véase resumen cronológico de la orfebreria leonesa en la misma obra anterior, tomo i, página 173, y noticias de los plateros en la pág. 203 del tomo i}. Il8 BOSQUEJO HISTÓIUCO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Centro también importante de orfebrería fué en el siglo xvi la ciudad de Burgos, cuyos reglamentos del gremio del siglo anterior fueron confir- mados en las Orde7ian^as reales de Cnsíz7/a de 15i8, y á cuyo amparo ejercitaron su arte famosos maestros. Un curioso pleito inaugura las memorias burgalesas de tales artistas en aquel siglo, pues habiendo hecho los plateros unpeyidón de datiiasco blanco coíi sus flecaduras de seda, quisieron que se repartieran los gastos entre los demás gremios, apareciendo por ello muchos nombres de los que ejer- cían las artes en aquel entonces, entre los que figura Juan de Orna, uno de los más insignes orfebres de Burgos en aquella época, y otros de recono- cido crédito, como Miguel de Espinosa y Francisco Vivar, que eran llama- dos como tasadores en las rejas de la preciosa escalera en la Catedral burgalesa, por su autor el maestro Hilario. Juan de Orna, á quien Arfe llama excelente profesor, trabajaba en i528 la custodia de plata de la Cartuja de Miradores, destruida, pero de cuyo correcto estilo quizá pueda darnos idea la de Santo Domingo de Silos, comprada en i52gi por el prior Fr. Diego de Victoria, estudiada por el P. Roulin y publicada en 1898 K Fs notable por la corrección de sus lí- neas y pureza de su estilo greco-romano. Del mismo Orna se supone la hermosa cruz de la Catedral, ejecutada en ib3j. F1 final del siglo se ve ilustrado por el prestigioso Juan de Arfe, encar- gado primero de una custodia para la capilla del Condestable, á pesar de re- comendar éste al platero Nicolás Albear, ejecutando Arfe en 1592 la custo- dia para la Catedral, lastimosamente fundida por los franceses en la guerra de la independencia. Fn varias obras burgalesas del xvi encontramos el pun- zón de la ciudad, constituido por el castillo con el busto del rey coronado. Del estado de la orfebrería en Galicia nos informa el Sr. Murguía 2^ siendo la más saliente empresa de entonces la llevada á cabo por Antonio de Arfe al ejecutar en iSqq la famosa custodia de Santiago 3. Aún siguió en aquel siglo la variedad de los azabaches engarzados, formando cruces, relicarios y tantos otros objetos, continuando además la ejecución de hermosos bustos de plata, de los cuales fué notable muestra el de Santa Paulina, obra de Jorge de Cedeira, presentado por el Cabildo de Santiago en la Exposición Histórica-Furopea de 1892. (Sala VI, núm. 114.) 1 véase Revue de l'Art Chrétien ¿e tal año. 2 Vease Galicia, por Murguía, págs. 99, 117, 419,205, ipá. Véase su descripción en la Guia, por Fernandez Sánchez, pág. loi. EL RENACIMIENTO I I9 Existe en el mismo tesoro una preciosa imagen de Cristo amarrado á la columna, de diminuto tamaño (8 centímetros), pero tan perfecta en sus formas y con tal vigor anatómico, que admira á cuantos la contemplan. También figuró en la propia Exposición, siendo objeto de discusiones, la atribución de su autor. Encontradas opiniones se sustentaron, siendo la nuestra la de que obedecía por completo al estilo del insigne Gaspar Be- cerra Palomino, hablando del escultor Sebastián de Herrera, dice que poseía éste una estatuita en cera de Cristo á la columna, que por su perfección pa- recia de Miguel Angel, y de la que él tenía una reproducción en plata «de cuatro dedos de alto, de Cristo Señor nuestro atado á la columna, que no hizo más Micael Angel, ni cuantos escultores eminentes ha habido». ^Será esta preciosa estatuita la que poseía Palomino, donada al tesoro del Apóstol? Obsérvese que no dice que fuera la escultura de Sebastián de Herrera, sino que poseía un ejemplar de aquella efigie, «que andaba entre los pintores» 2. Otros varios objetos suntuosos del siglo xvi guarda el tesoro compos- telano que pudieran ser materia de interesantes estudios. No ofrece la orfebrería catalana en el siglo xvi tanto interés como en el anterior, ni continuó con el empuje artístico que la hemos visto desarrollar hasta entonces; los plateros de Barcelona, muy numerosos, á juzgar por los registros del gremio, que tanto utilizó Davillier para rellenar sus listas, aparecen ejerciendo principalmente una artística industria de joye- ría particular, propia para el comercio, pero sin llevar á cabo obras verda- deramente geniales de las que obtienen fama en la historia. Sólo hay me- moria de los hermanos Coll, que, bajo la dirección del maestro barcelonés Pere Juan Palau, hacían la famosa cruz de plata de la Catedral de Gerona, de i5o3 al 7. Si algo especial se destaca en esas memorias son los encargos que recibían de objetos sagrados, casi todos destinados á la Seo de Vich, riquísima en estas joyas, tales como los cálices que cincelaba Gerau Fe- rrer, los candelabros de Sebastià Citjar y Antoni Vallés, y la imagen de Santa Bárbara por Joan Font 3 y otras ricas piezas por otros orfebres. En Barcelona se cita la imagen de San Sebastián, ejecutada por Javier Maciá, y en Tarragona las de la Purísima y la de Santa Tecla; la primera, 1 Véase artículo sobre este autor, en el liolelin de la Sociedad Españolada Excursiones año de iSgS, pág. 189. 2 Palomino, artículo de D. Sebastián de Herrera. 3 Véase Gudiols: Nociones de Arqueologia Sagrada, nota de la pág. 424. 120 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA obra de Bernardo Maimó tan sólo, y la segunda, de éste en colaboración eon el orfebre de Barcelona Pedro Ros; pieza importante debió ser, pues alcanzaba el tamaño del natural y pesaba un quintal, habiendo costado tan sólo su hechura 400 libras c'atalanas K De ambas imágenes sólo quédala memoria, así como de otras joyas que poseía la Seo tarraconense, destruí- das por los horrores de la guerra napoleónica. Sin embargo, la industria de aquella orfebrería barcelonesa ofrece bas- tante carácter artístico; á ella pertenecen muchas de esas joyas de exorno personal, preciosamente cinceladas y esmaltadas, que corresponden á los dibujos que de aquellos artistas se conservan 2^ y gran parte de la venta del tesoro del Pilar de Zaragoza en 1870, en cantidad importante de obras catalanas del siglo xvi, han pasado á enriquecer las colecciones y museos extranjeros con gran aprecio. En Aragón, en cambio, y principalmente en Zaragoza, el auge por los objetos de plata y oro fué grandísimo, llevándose á cabo piezas de gran valor puramente artístico durante la xvi centuria. Téngase en cuenta que la custodia hecha por Pedro Lamaison, desde 1537 al 41, es de las prime- ras en España de. estilo puramente plateresco, en el sentido corriente de esta palabra, siendo sus relieves y labores de un vigor tal, que superan á todo lo similar que'se hizo en España. Es esta custodia de templete, al estilo de las castellanas, de tres cuer- pos sostenidos por 40 columnas preciosamente abalaustradas, conte- niendo 16 estatuas,.y por su plan y exuberante exorno puede colocarse al lado de las más suntuosas españolas. Destácase entredós orfebres zaragozanos Jerónimo Cosida, modelista y esmaltador de quien hace especial mención Jusepe Martínez, y á él parece que se deben muchos modelos de tantos bustos-relicarios como se hicieran en Zaragozá en aquel tiempo en que la orfebrería tenía un sentido verda- deramente grandioso, escultural, de los que tan bellos ejemplares se con- servan en los tesoros de La Seo y el Pilar, sin faltar en otras iglesias; entre ellos debemos contar el de Santa Ana, virgen y mártir, de la iglesia parroquial de Cariñena, uno de los más bellos bustos que sin duda de su especie pueden contemplarse (núm. 219 de la Sala VI del Catálogo de la Exposición de los Sitios). 1 Véase La Catedral de Tarragona, por D. Emilio Morera, pág. 153. 2 Véanse las reproducciones que de ellos trae el Barón Davillier en su obra. Busto dé plata repujada de Santa Ana, virgen y mártir. CaRIÑENA . EL RENACIMIENTO 121 También obtienen lugar preferente en la orfebrería Zaragozana de este siglo Juan de Argumánez, autor del tan celebrado Cristo de plata de la Seo y de la Cruz procesional de San Juan y San Pedro, terminada ésta en 1549. según se expresa al lado de la marca de su autor; no menos notable fué Jerónimo de la Mata, que enriqueció con varias obras la antigua parroquia de San Pedro, entre ellas dos portapaces esmaltadas por Cosida. Preciosas piezas de estilo del Renacimiento, fabricadas en Zaragoza,, han lucido en la reciente Exposición, tales como bandejas, jarras, porta- paces, copones y cálices de tan subido valor, que constituyen notas origi- nales en la historia del arte hispano K Del platero Marcuello, ya frisando con el siglo xvii, aparecía en el con- curso hermoso busto de San Blas, de plata repujada (núm. 166 de la Sala VI). Imágenes del propio metal se hicieron entonces, algunas casi de tamaño natural, siendo la producción zaragozana en aquel siglo tan abun- dante como artística en todas sus manifestaciones. El punzón de Zaragoza continuó siendo el mismo que anteriormente;, es decir: el leoncito y la sílaba CES. En la región valenciana. Morella continúa proporcionándonos aún pruebas de su floreciente industria tan selecta, y la capital nos ofrece, en i5o5, el nombre de Bernardo Juan Cetina, que concluyó los últimos de- talles, en esta fecha, del célebre retablo de Valencia comenzado por Jaime Castelnou. Aún después parece que ejecutó una cruz arzobispal para la Catedral y otras artísticas piezas para Porta Celi. Al siglo xvi corresponde por completo el precioso Niño de Dios, sen- tado en un sillón, maravilla del esmalte translúcido y de la más miniada or- febrería, que tanta admiración causó en la Exposición Histórico-Europea del Centenario de Colón en Madrid (núm. ; de la sala VII), tan extrema- damente guardado desde entonces por el Cabildo valenciano, que nadie lo ha vuelto á ver. Por su finísima labor, muchos lo consideraban como ita- liano, y así debe ser, como regalado por el Obispo D. Martín de Ayala (1564-66), que lo había adquirido en Italia. Tan famosas obras, y otras muchas más que pudiéramos citar, ilus- traron aquel siglo del Renacimiento, en el que el pensamiento europeo quiso volver á enlazar sus ideales con los del clasicismo antiguo, que con- I Con estas joyas y otras tan valiosas sabemos que se prepara un álbum de excelentes fo- , totipias de la casa Hauser y Menet, de la Exposición, que con el más plausible acuerdo se está formando. 12 122 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA rsideraba como los suyos propios. Si las artes franco-flamencas, principal- mente, habían dado notas de una estética sui generis, que hoy llamaría- mos romántica, al emprender el arte ítalo aquel resurgir de los más hu- manos ideales, dió á sus producciones toda la corporidad clásica, y á sus artes suntuarias todo el carácter césareo. La orfebrería, por su aplicación principalmente litúrgica, no aceptó, sin embargo, las consecuencias de tal movimiento; no llegó al realismo que después prevaleció en todas las artes, pero obtuvo en las siguientes centurias un sentido especial en §u estilo, que le proporcionan la página postrera de su evolución moderna. X BARROQUISMO DE LA ORFEBRERÍA Al terminar el siglo propio del Renacimiento operábase en las Artes ■una evolución especial que traía su lógico origen del carácter con que ha- bía comenzado aquel movimiento. Los grandes impulsadores en lo gráfico, Miguel Angel y sus secuaces, debían su inspiración al descubrimiento de modelos antiguos, que ninguno -correspondía á la época de mayor empuje en el profundo antropomorfismo que representaba el siglo de oro del arte griego: todos ellos, lo propio el famoso Laoconte, como el torso del Belvedere, ó las Venus, Dianas y Apolos descubiertos, adolecían de cierta falta de aticismo, por lo que to- .maban los rumbos del barroquismo en la línea, pretendiendo obtener mayores efectos, y de aquí que los grandes renacientes clásicos, al acep- tar aquellos modelos, incurrieran en sus defectos, considerados por algu- ■nos como bellezas. Los más sublimes modelos del gran arte europeo siguieron por com- pleto desconocidos para ellos, y hasta muy reciente fecha no nos ha sido dado el estudiarlos y apreciarlos en sus insuperables bellezas, debidas á la más profunda observación del natural y al más perfecto conocimiento ■del ser humano, sólo obtenido por el genio europeo. Estimulaba á la evolución otro elemento que, en cierto modo, había sido interrumpido por aquel retorno á los tiempos clásicos, y era el pro- pió y endógeno de cada país en los que florecían las artes, que pugnaban BARROQUISMO DE LA ORFEBRERÍA 123 por manifestarse con su acento especial, prestándoles aquella originalidad deducida de sus más íntimos impulsos. No quedaban, pues, á éstos más que dos caminos para quedar sastife- chos; ó volver al estudio directo de la realidad y hacerse intérpretes fide- lisímos de la Naturaleza, ó tomar los rumbos de una estilización de carác- ter propio, eminentemente decorativa. La Pintura siguió el primer camino, produciendo las maravillas de sus- modernas escuelas, todas interpretadoras más ó menos sintéticas del na- tural, y la Escultura, principalmente la española, animó el rostro de sus- santos con todo el calor vital de la sangre que por ellos circulaba. Las artes decorativas emprendieron la senda de la estilización, que le era tan propia. Pero esta estilización tenía en cada punto sus originarios impulsado- res, y de aquí que en cada país tomara aquel estilo distintos aspectos. En Italia fué su gran engendrador el propio Miguel Angel, empezando- allí con toda la ampulosidad y violencia que el titán puso en sus obras, hasta llegar á los delirios de la Cátedra de San Pedro, por Bernini; en Francia, las finezas y esbelteces de Leonardo de Vinci, Cellini y otros apurados renacientes, lo hizo más gallardo, más fino y gracioso en sus giros, hasta llevarlo á constituir en el siglo xviii su propio arte, tan- arraigado como en verdad apropiado para la decoración de los espléndidos salones y los muebles; en España, al calor de Berruguete, tan exuberante y gallardo, al par que recio, derivó en el barroquismo español, cuya úl- tima etapa es el llamado churriguerisíno. Alonso Cano fué el que prime- ramento los impuso en sus retablos y proyectos arquitectónicos, y trans- cendiendo á todo, principalmente al mueble, degeneró en el siglo siguiente- en el churriguerismo, interpretación demasiado libre del rocaille italo- francés, sin que faltaran tampoco ciertas delicadezas á lo. Luis XV, que entre nosotros tuvieron sus intérpretes, consecuentes con el armónico movimientos que se operaba en el siglo xviii en todas las manifestado- nes artísticas. El arte de la platería siguió fielmente estos movimientos, debiéndose á ellos valientes gallardías, que en ningún otro arte tuvieron más felices aplicaciones entre nosotros, pues aunque en el siglo xvii las obras adole- cieron siempre de cierta monotonía de estilo, en el xviii llegó á contarse con ejemplares bellísimos, en que la gracia de las líneas alcanza un grado insuperable. 124 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERIA ESPAÑOLA En el siglo xvii abundan las obras de plata, repujadas sobre todo, siem- pre un tanto pesadas y como ofreciendo una interpretación industrial de los estilos anteriores, pero con gran amaneramiento. Los frontales de plata, las pesadas cruces, las andas para las custodias, los monumentos del Viernes Santo y los altares del Corpus; los miles de lámparas y bandejas que en este siglo se labran y las peanas para las imágenes y custodias, to- das ellas ofrecen más bien un alarde de cantidad del rico metal, que no una inspiración realmente artística; pero exuberantes de ornamentación, deriva- ron perdiendo gracia y con gran monotonía de los temas de los grutescos. Avalóranse entonces las joyas principalmente con la riqueza de la pe- drería, que tomó todo su auge en el siglo xviii, llegando á sobreponerse de tal modo el valor intrínseco al artístico en ellas, que apenas se atendía al buen gusto de la joya, sino á la calidad y tamaño de sus piedras. A ello se debe que los objetos de plata tuvieran entonces que defenderse con la belleza y gracia de sus líneas, de la competencia con la propia joyería de oro y piedras preciosas. Si el número de plateros es inmenso en el siglo xvii, apenas se desta- ■can contados nombres de inspirados artistas, pues aunque hallemos á un Juan Laureano en Sevilla y un Rafael González en Segovia, ó un Anto- nio Suárez en Cádiz, pocos más podremos señalar como autores de pie- zas famosas en el siglo xvii; en el siguiente se distinguen algunos tan notables como el cordobés Damián de Castro, el salmantino Lorenzo Montemor y su paisano Figueroa, que tanto trabajó en Santiago; el zara- gozano José Albéniz; Antonio Zureño en Madrid, y en Valencia, Estanis- lao Martínez y otros. Memorias de triste recordación han llegado gdemás de este siglo, res- pecto á la destrucción de suntuosísimas alhajas, anteriormente á que ocu- frieran los desastres de la guerra napoleónica. En Toledo hubo, en el si- glo xviii, un verdadero furor por fundir las piezas que no respondían á la moda dominante y que se extendió á otras ciudades, pereciendo en- tonces piezas tan famosas como las del altar de Santiago del Obispo Cel- mirez, en i665; las de Pedro de Arana, de Zaragoza; muchas también en Sevilla, entre ellas el suntuoso altar de la capilla de los Reyes, y otras en varios puntos, verdaderos crímenes de leso arte, defendidos por una crí- tica*equivocada y exclusivista que no transigía con lo que la contrariaba, condenando á la destrucción á aquellas bellezas no ajustadas á sus impla- cables patrones. barroquismo de la orfebrería 125 S iglo xvii.—A él corresponde un inmenso número de obras de plate- ría, con las que se enriquecieron nuestros templos: lámparas, blandones, bandejas, frontales y toda clase de piezas grandes, en las que todos los espacios entre sus molduras se ven rellenos de labor de repujado, un tanto pesada pero suntuosa, comenzando á retorcerse sus líneas en volu- tas y curvas caprichosas. Varios nombres de plateros se destacan como más famosos entre los muchos que constituyen sus gremios ó cofradías, y de ellos merece preeminente lugar Antonio Suárez, que se inmortalizó en Cádiz ejecu- tando su preciosa custodia, con grandes reminiscencias clásicas aún y con primorosos detalles en todas sus partes. Sin duda esta custodia puede diputarse como una de las más bellas alhajas de su siglo En Sevilla, á la que tanta plata llegaba de América, desarrollóse una gran industria, principalmente de masonería y de pedrería engarzada en oro; pero no se ejecutaron entonces piezas que en su valor artístico pu- dieran emular á las del siglo anterior, comenzando á poco una gran deca- dencia del arte en aquella ciudad. El gran altar de plata que se ostenta en la Catedral hispalense durante las Octavas de la Purísima y del Corpus Christi, obra de Juan Laureano, es la más suntuosa obra de la platería sevillana en el siglo xvii 2. En cambio en Córdoba se elevó este arte á la mayor altura, hasta el puñto de que bastaba que presentasen aquellos artífices testimonio de 1 Esta hermosa pieza estuvo á punto de desaparecer de entre nosotros por efecto de ciertos exagerados radicalismos; pero comprada por patriótica dama, cuyo nombre sentimos no recor- dar, en un millón de reales, sigue hoy en usufructo de la basílica gaditana. 2 Podemos, sin embargo, señalar como dignos de mención en Sevilla, entre otros, á Pedro Almaguer, al que se le pagaba en 1618 la cantidad de 187.000 maravedises por los blandoncillos que había hecho pára la Catedral. Juan B. Francanio, muy acreditado en 1630, citado por Pacheco. Manuel Duarte, del que hay memoria que hizo unos blandones de plata para Santa Ana de Triana (i65i). Laureano de Contreras recibió la visita de los veedores del arte en 19 de Noviembre de 1653 «y se le tomaron cuatro campanillas y unos aretes de tres calabazas. Tocado el oro se vió que era de ley, no así las campanillas, que estaban faltas, por lo cual se le quebraron.» Juan de Segura, que en 1669 hizo las estatuas de la Purísima y de la Fe para la Custodia del Arfe, así como su zócalo, para darle mayor altura. Juan Laureano, autor de la gran corona y resplandor de plata del altar del Corpus en la Ca- tedral, y otros exornos de esta lujosísima decoración; hizo también una Custodia para la Cartuja y fué gran grabador. Martín de Echegoia, al que compró el Cabildo Catedral en 1683 el relicario llamado de San Pedro, que se guarda en su tesoro. En este siglo se labró la notable bandeja llamada de Paiva, regalo de D.'^ Ana de Paiva á la Santa Iglesia en 1Ô88; según antecedentes que sobre esta hermosa pieza existen, fué regalada al padre de la donante, el Capitán Diego de Paiva, por el Rey de Portugal; bien pudiera ser un bello ejemplar de la orfebrería portuguesa del siglo xvi ó principios del xvii. (Véase Gestoso. Sevilla monumental, 11, pág. 457). 126 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA estar examinados en tal ciudad para que fueran admitidos en todas partes. Famosos maestros impulsaban aquel adelanto, comenzando por un Lucas Valdés, que bien pudiera ser un antecesor del insigne pintor Val- dés Leal, autor éste del suntuoso cuadro de San Eloy ante la Virgen, para la cofradía de los plateros cordobeses, en el que se propuso dejar la muestra más espléndida del gusto de aquellos artistas en sus innúmera- bles detalles, representando riquísimos objetos de plata y oro, como puede v^erse en su Museo. También proporcionaba modelos y dibujos para aquellos plateros el gran maestro de la escuela cordobesa Autonio del Castillo, admirables por su gracia y maestría, que después interpretaban sin pérdida alguna estética tan consumados artistas. Abre el siglo el nombre de Ginés Martínez, que ejecutaba piezas de al- tar en el año 1601 para el convento de la Concepción, hablándose después de Jerónimo y Martín Sánchez de la Cruz, autores de importantísimas obras para el Monasterio de San Jerónimo, en la Sierra de Córdoba La platería siguió con gran auge en este siglo en aquella ciudad, gra- cias á la intervención de tan eximios artistas como hemos apuntado; y sin formar una detallada relación de lo que ocurría en otras localidades, no debemos dejar de consignar que en Toledo florecía Andrés de Salinas, orfebre de la Catedral, quien, además de reparar las alhajas, que ya lo ne- cesitaban, ejecutó otras importantes piezas de plata y bronce para la pro- pia basílica 2. No se llevaron á cabo en este siglo obras de gran empeño en la impe- rial ciudad; la ausencia de la Corte la hizo languidecer en todo, acabando así poco á poco su interesante historia. Más bien fué en Madrid donde se refugiaron las artes suntuarias, su- friendo las vicisitudes de que daremos especial noticia. La pasajera traslación de la Corte á Valladolid en los primeros años- 1 Ramírez de Arellano: Excursiones, iQoi, páginas 82 y 97. 2 Véase Davillier, pág. 25o. Además se citan en Toledo, en este siglo: Alejandro Bracho, platero romano, dedicado en 1616 por Monegro á la ejecución de los adornos de bronce para la capilla del Sagrario, en cuyo trabajóle ayudó el toledano Francisco- Sánchez. Virgilio Fanelli, florentino, que habiendo venido á España á colocar la gran lámpara del Panteón de El Escorial, pasó á Toledo en i655, donde ejecutó el trono de,la Virgen del Sagrario, con la colaboración del platero madrileño Juan Ortiz de Ribilla. Hizo también una estatua de San Fernando. Murió en Toledo en 18 de Enero de 1678. Antonio y Miguel Pérez de Montalvo, padre é hijo; el primero platero de la Reina D." Ma- riana de Austria y ambos autores de la Custodia de la Catedral de Murcia. barroquismo de la orfebreria i27 -del reinado de Felipe III llevó allí á todo el plantel de artistas que su pa- dre había acumulado en Madrid, y allí aparecen por aquellos años Juan de Arfe, su yerno Lesmes Fernández del Moral, el propio Pompeyo Leoni, los que, unidos á muchos plateros que de antes había en la nueva Corte, formaban un numeroso gremio, como en ninguna otra ciudad de Es- paña se había conocido; pero al volver el Monarca á fijar su asiento en la villa del Manzanares, vinieron con él los más eximios artistas que antes habían marchado y algunos vallisoletanos que después fueron famosos en la Corte. En el resto de España la orfebrería sufrió una gran depreciación •en su vigor artístico; solamente Zaragoza continuó algo con el impulso adquirido, guardándose aún en sus Catedrales y templos notables piezas del siglo xvii Siglo xviii .—Más interesante resulta este que su precedente para la orfebrería española, destacándose durante él varios centros de produc- ción importantísimos, á la par que decaían otros en que por distintas cau- -sas, acusábase un descenso casi incomprensible de lo que habían sido anteriormente. Sevilla, tan rica y esplendorosa en el siglo xvii, decae de pronto en toda su producción artística, lo propio en la de su inmortal escuela de pintura como en todas las demás manifestaciones estéticas. La cesación del monopolio en la llegada de los productos americanos, favoreciendo á Cádiz con este privilegié, fué un golpe mortal para el auge obtenido en los dos siglos anteriores, y bien se manifestó al punto en la orfebrería, hasta el extremo de que en las largas listas de sus plateros en el siglo xviii ninguno aparece traspasando la categoría de un puro industrial, y esto en forma tan precaria, que de las declaraciones de lo que producía á ellos el arte en cada año se deduce lo poco que les rendía á los más acredi- tados 2. Algunos, como Antonio Esteban Conde, declaraba en 1775 «que, lejos de producirle utilidades el arte, podía asegurar que en el espacio de cua- tro años estaba comiendo de su caudal, por los años tan fatales y estar el arte perdido por muchos caminos». Otros, buscando fortuna, pasaban á Indias, por no poder vivir en su patria. 1 Cítanse, entre otros, los nombres de los orfebres zaragozanos Juan Aznar, Onotre Palla- rés, Jerónimo de Gracia, Pascual Baciete, Juan de la Casa, Jusepe Vallés, Baltasar Braulio -Palacio Gorro, y otros. (Véase Conde de la Viñaza: Adiciones al Ceán.) 2 Véase Gestoso: Diccionario de Artifices, tomo ii. Archivo de la Hermandad de los plateros. 128 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA Apenas encontramos en este tiempo más obra notable que el hermoso copón del Hospital de la Misericordia, hecho por el platero déla Catedral Manuel Guerrero, en 1727, «que es seguramente la más notable de las piezas de este templo», según declara el Sr. Gestoso ', y ofrece todas las gallardías de ejecución propias de su estilo. En cambio, en Córdoba, por circunstancias especiales, se acrecienta la producción en el siglo xviii, hasta el punto de poderse decir que éste es el de oro de la platería cordobesa. Abren la centuria Juan Sánchez Izquierdo y Juan de Torres, autores de los hermosos candelabros, frontal y demás objetos del altar del Ayuntamiento, obras admirables de repujado, y en aquellos años de 1713, el Obispo D. Marcelino Siuri reanudaba los tra- bajos y concluía otra custodia, suspendida por falta de plata, que se es- trenó en el Corpus de aquel año: de ella no queda más que la memoria. Enlosados siguientes aparecen los plateros de Córdoba ejecutando grandes imágenes de plata y otras obras importantes, escribiendo enton- ees D. Juan de Segovia y La Hoz una obra titulada Universidad de la platería y compendio de todas las ciencias, cuyo manuscrito desgracia- damente se ha perdido. El gremio¿de plateros demostraba su esplendidez en el e.xorno de las grandes fiestas¡civiles que se celebraban en aquella ciudad con motivo de los faustos acontecimientos de la Monarquía, y ya exornaba arcos triun- fales, como los que se levantaron á la llegada de los Infantes D. Luis An- tonio Jaime y D.^ María Teresa de Borbón, ya adornaban grandes carros alegóricos con máscaras en la proclamación de los Reyes Fernando VI y hasta Carlos IV. Pero los dos grandes artistas cordobeses de este siglo fueron D. Cristó- bal Sánchez y Soto y D. Damián de Castro, dos admirables barrocos á los que se deben las piezas de más bello aspecto que salieron de aquellos ta- lieres. No sabemos'de'dónde tomarían sus modelos; pero por su gracia y fan- tasía compiten con los más bellos rocaillées franceses, siendo, además, admirables obras de repujado en grado inverosímil y cincelado y burilado admirables. Quizá la estancia de Verdiguier, el autor de los gallardísimos púlpitos. de la Catedral, pudo inspirar á estos ardstas. I Véase Diccionario de Artifices, tomo ii. Noticia sobre Manuel Guerrero. BARROQUISMO DE LA ORFEBRERÍA I 29 De D. Cristóbal Sánchez se conserva la puerta del Sagrario del que fué convento de Santa Clara, con un notabilísimo relieve de la Divina Pastora y la urna de los Mártires de Córdoba, en la parroquia de San Pedro, her- mosa obra concebida con grandes respetos clásicos, pero amenizada con mil gracias barrocas ^ Don Damián de Castro es el más gallardo dibujante de la platería cor- dobesa: sus obras responden á una fantasía lozanísima, como lo demues- tran las muchas que salieron de sus manos. La urna del Monumento de Semana Santa en la Catedral, fechada en 1761, sus admirables cálices para la misma basílica y la Custodia grande que le encargó el Prelado de Sevi- lia D. Francisco Delgado, para regalarla á la Catedral de Sigüenza (hoy perdida), son los mayores timbres de su gloria. A éstos debemos añadir, según nota del Sr. "Ramírez de Arellano,, unas famosas sacras de Priego, la Custodia de la Alhambra, el arca del Santísimo en San Nicolás de Córdoba y una Purísima de plata, fecha de lySy, en la Catedral, y otras varias en que se va recono- ciendo su peregrino cincel. Alguna debió dejar en la Corte,, donde estuvo, alcanzando hasta la proclamación de Carlos IV, en cu- yas fiestas de Córdoba tomó parte, no existiendo después más memo- Canastillo rias de filigrana de plata. suyas. Labor cordobesa del siglo xviii. El Sr. Ramírez de Arellano, re- conociendo sus especiales méritos,, lo califica como uno de los tres más eximios artistas de la orfebrería cor- dobesa. Por último: en Córdoba ejerció la platería D. Bartolomé Vázquez,, quien trasladándose á Madrid, fué uno de los más sobresalientes gra- badores de su tiempo; murió en la Corte en i8o3. I Véase tomo cvii de los Documentos inéditos, páginas 107-110 y 340. I 3o BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA A la par que estas grandes obras, principalmente de repujado, ejercitá- banse los artistas cordobeses en la labor de filigrana, que llevaron áuna gra- cia, suntuosidad y primor especial, ejecutando en ella piezas de gran belleza. Con esto queda apuntada la importancia excepcional de la platería cor- dobesa en el siglo xviii. No dejó de obtener cierto auge en otras localidades; la labor barroca de repujado de plata, principalmente en bandejas, jarros, lámparas y otros objetos, muy general en toda España; pero quizá sólo puedan compararse con las obras cordobesas las de Santiago de Galicia, que en este tiempo las realizó muy espléndidas. El camarín ó sagrario de Santiago de Compostela, encargado en 1701 por el Arzobispo Monroy al platero salmantino Figueroa, y que vino á sustituir al del Obispo Gelmírez, en mal hora deshecho S está todo él re- vestido de láminas de plata, preciosamente repujadas y cinceladas, así como el frontal, lámparas y otros varios detalles que hacen de este recinto una obra vérdaderamente colosal de orfebrería; y entre las más caracte- rísticas del estilo que venimos estudiando, merecen especial mención los dos preciosísimos candelabros de plata de la Catedral de Palma de Mallor- ca, labrados en lyoS por el platero barcelonés Juan Matons, según pro- yecto del mallorquín Joan Roig, obras verdaderamente suntuosas y en las que empleó el artista quince años, y cuya milagrosa salvación y no haber sido fundidas debemos celebrar con toda el alma. La reacción neo-clásica que sobrevino como necesaria protesta contra aquel exceso de estilismo en las artes 'concluyó por dirigirlas en sentido muy opuesto al comenzar el siglo xix; pero aceptando el verdadero mérito y significado que tuvo el barroquismo, habrá que reconocer que en nin- guna de las suntuarias dejó modelos más bellos ni apropiados que en el de la orfebrería, hasta el punto que muchos de ellos han llegado á ser insus- tituíbles y de definitiva solución en sus formas. En cambio, los intentos de originalidad ó reconstrucción arqueológica que se han pretendido realizar en el siglo xix son tan desdichados que no merecen los honores de figurar en el cuadro de la historia del arte. I De este antiguo baldaquino ó ciborio da noticias muy precisas, así como de otras alhajas antiguas de Santiago, el Sr. Villa-amil y Castro, en su reciente obra sobre el Mobiliario litür- gico en Galicia, en la Edad Media, que tenemos el mayor gusto en citar, no habiéndolo hecho antes por no haber llegado á nosotros esta obra, fruto del estudio y larga experiencia de su autor; en ella aparecen los datos que han podido hallarse sobre las antiguas alhajas composte- ■lanas, patentizando la vasta erudición de su autor. (Véanse especialmente sus págs. 179 á 313.) ORFEBRERÍA MADRILEÑA XI ORFEBRERIA MADRILEÑA Propio remate de estos apuntes puede ser el examen de las vicisitu- des ocurridas en el arte de la platería en Madrid, desde que fué conside- rada como la Corte de España, por lo que tuvieron que acudir á ella los más notables artistas de todo género, sucediéndose entonces los casos más interesantes en la profesión de sus distintas aptitudes. La orfebrería obtuvo un desarrollo muy importante al tener que servir á las exigencias de la Corona y la grandeza, ofreciendo por ello motivos de estudio y atención preferente. El maestro Morán es el primero que figura trabajando en Madrid á los comienzos del siglo xvi, no apareciendo ningún otro nombre hasta que en los inventarios de iSSq aparece Juan de Soto, como «orfebre de su alteza el príncipe D. Felipe», para el que hacía preciosas empuñaduras de oro para sus espadas. En i56o firmaba Francisco Alvarez, platero de la Reina Isabel de Valois, la Custodia del Corpus, que aún hoy se usa, hallándose asientos en ¡562 á favor de Bautista Láinez, orfebre de la entonces Prin- cesa Juana, hija de Carlos V L por las joyas que había hecho para ella. En los inventarios de Simancas publicados por el Dr. Rodolfo Beer aparecen citadas varias alhajas de extraordinario valor que pertenecie- ron al Emperador Carlos V, pero correspondiendo realmente á su hijo Felipe íl la instauración de la Corte en Madrid, durante su reinado fué cuando comenzó á desarrollarse este arte en la villa del Martzanares. Francisco Reinalte, oriundo de unos plateros de Valladolid, aparece- ejerciendo su arte en Madrid con gran crédito en iSyô en unión de Jácome Trezo, encontrándose memorias de él en iSgo, en cuyo año pasó á To- ledo á hacer un aprecio, y á los cinco años ejecutaba unas fuentes de oro para el Archiduque, según documento que dió á conocer el Sr. Zarco del Valle. Su abuelo Diego Reynalte, platero de Valladolid, había tasado las joyas del Emperador que quedaron en Simancas, datando desde entonces las relaciones de estos orfebres con la Casa Real de España. Con ellos I Fué después madre del Rey D. Sebastián de Portugal, y fundadora, por último, de las Des- calzas Reales; su bellísima estatua orante de mármol, obra de Pompeyo Leoni, ha de ser publi- cada en breve por el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. I 32 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE L.\ ORFEBRERÍA ESPAÑOLA aparecen también relacionados el extranjero Hans Belthac y Juan Urbano. Estímase que el milanès JácomeTrezo debió llegar á Madrid hacia el año óyo, según los documentos que Llaguno y Amírola nos dió á cono- cer I; su principal habilidad consistía en el grabado y tallado délas piedras finas. En Enero de iSyq, Jácome, en unión con Pompeyo Leoni, compróme- ti'anse á ejecutar las obras proyectadas para el altar de El Escorial, empresa que se amplió con la ejecución por su parte de la custodia de oro para el propio Monasterio, desgraciadamente desaparecida cuando la invasión francesa: según documentos existentes fueron varias las obras de pura or- febreria debidas á tan eximios artistas, todas para personas reales 2, que alternaron con sus grandes empresas de escultura, por lo que se estable- ció Jácome Trezo en la Corte en una casa de la calle que hoy lleva su nom- bre, donde se fundieron y doraron las magníficas figuras y blasones de los enterramientos del Presbiterio de El Escorial, y después los modelos de las estatuas de los Duques de Lerma y los dos Arzobispos, que han sido objeto de tantas discusiones é informaciones documentales. Fué gran aficionado á las obras de arte, pretendiendo superar en esto á los otros amantes de su tiempo, y piadoso en extremo, fundó también el Oratorio del Caballero de Gracia, en las proximidades de su casa, que, á su muerte, pasó á ser de la Corona 3. Jácome Trezo murió repentinamente en Madrid en 23 de Septiembre de [SSg, según la versión más exacta. Los biógrafos, ó por lo menos tratadistas que le mencionan, como el P. Jerónimo Román y Ambrosio de Morales, le prodigan los mayores elogios, no sólo como artista, sino como hombre de ameno y dulcísimo trato. En estas operaciones se auxiliaba principalmente de Martín Pardo, platero y dorador de S.M. 4, y de Rodrigo Hinojal, y en las de los Lermas, de como hemos por modelos de Pompeyo Leoni, intervenía Juan Arle, apuntado á su tiempo, ayudado de su yerno Lesmes Fernández del Moral. 1 Llaguno: Arquitectos y Arquitectura española, ii, pág. 127. 2 Véase Davillier, pág. 232. 3 Véase los curiosos documentos que inserta el Sr. Martí y Monsó: Estudios, págs. 273-76 respecto á la debatida cuestión de la estatua de D.^ Juana en las Descalzas, documentos que la deciden en favor de Pompeyo Leoni, cuya firma, en efecto, tiene. 4 Martí Monsó; Estudios, pág. 276. Cítanse también como plateros que colaboraron con y Jos anteriores á Frans Belta, Juan de Arfe, Miguel Méndez y Miguel Leoni. ORFEBRERÍA MADRILEÑA l33 A Juan de Arfe lo encontramos en Madrid en distintas ocasiones; ya viene á la Corte á ejecutar el viril de San Martín; ya deja á Segovia, en cuya Casa de la Moneda era su ensayador general, para ayudar á Pom- peyó Leoni en la ejecución de las estatuas para El Escorial, heredando su puesto en Segovia su yerno Lesmes Fernández del Moral, Ultimamente, en 10 de Enero de iSgg, le pagaba Felipe III la suma de 4.054 ducados por la célebre palangana y jarro de plata dorada y esmaltes; y habiéndose quedado con él remate de las estatuas de los Duques de Lerma y los Ar- zobispos, disponiéndose en Madrid á ejecutarlas, sorprendiéndole la muerte cuando se ocupaba en estos preparativos. Cítase también como orfebre muy apreciado por Felipe II á Juan Ro- dríguez de Babia, á quien, después de haberlo visto en Toledo, fué objeto de la atención del Rey, que lo hizo su orfebre y le compró en i586 uno de esos preciosos vasos de cristal de roca, guarnecidos de plata dorada, que ilustran el tesoro de El Escorial, para cuyo relicario fué destinado. La labra de los diamantes ejecutóse en Madrid en aquel tiempo con más adelanto y perfección que en otras naciones, siendo uno de sus más eminentes maestros aquel Clemente Birago, que grabó en hueco en uno de ellos el retrato del Príncipe D. Carlos; quizá el modelo de impronta en cristal que hemos visto, en el que aparece el busto del Príncipe, frente al de Felipe II, su padre, de talla verdaderamente admirable. Más tarde, Já- come Trezo, grabó en otro brillante el escudo de Carlos V. Las Memorias de Felipe II respecto á la joyería de la Corona de Es- paña aparecen ilustradas con la compra de aquel célebre brillante, de peso de cien quilates, que adquirió en Amberes, en la cantidad de 80.000 es- cudosdeoro, y del que se cuenta que al decirle al vendedor Carlos Afetati cómo había dado por él 70.000 escudos, le contestó al monarca: «Pensaba entonces. Señor, que había un Felipe II que reinaba en España.» Ejecutóse la talla de este brillante en Madrid, siendo llamado entonces el Estanque, al que veremos figurar después como propio de la corona de España, que lo conservaba aún en 1808, valorado en i.Soo.ooo reales. Ha- biéndolo llevado los franceses á París, fué rescatado por Fernando VII, quien lo regaló á Francisco I de Nápoles cuando casó con su hija la Reina D.^ Cristina También corresponde á Felipe II la adquisición de aquella célebre perla I Véase Miró: Piedras preciosas, pág. ii8. I 34 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA llamada La peregrina, extraída de los bancos del golfo de Panamá; fué pre- sentada por D. Diego de Tebes y Brito á los oficiales del Rey de España para que la ofreciesen á éste á cambio de débitos en el tributo de la quinta del valor de las que se sacaran. Era periforme, de toda perfección, y de peso de 219 granos. Creemos reconocerla en la que pende del pecho de los retratos de las Reinas D.* Margarita de Austria y D.^ Isabel de Borbón, pintados por Velázquez (números i.o65y 1 .067 del Museo del Prado). Existía aún á los comienzos del siglo xix en poder de la Corona de España, conservando su primitiva y exigua tasación de 5. 000 pesos de plata. Otra gran perla fué regalada por Felipe II á El Escorial, en i5g5, para ser colocada en el pectoral del sacerdote oficiante en las grandes solemni- dades, del tamaño de un huevo de paloma y que pesaba onza y media. También se citan como notables la que usaba Felipe 111 en su som- brero (véase su retrato, número i .064 del Museo del Prado) y la que tenía destinada su hijo para el mismo objeto, de 5o5 gramos de peso, regalo de D. Francisco Gongibus, de Calais, por lo que el Rey, reconocido, le nom- bró Consejero de Indias Pero donde puede formarse idea de la imponderable riqueza acumulada por Felipe II es en los tomos de los inventarios generales de bienes y alha- jas de los cuartos de SS. MM., que contienen «el Inventario Real de los bienes que se hallaron en el Guarda-joyas del Rey D. Felipe II nuestro Señor, que santa gloria haya», en los que el ánimo se anonada ante el valor del tesoro que poseía aquel Monarca, siendo innumerables las parti- das apuntadas sobre la plata y ornamentos para el servicio del Oratorio del Rey, llamando la atención las relaciones de las joyas, entre las que se encuentran algunas, tales como las de las perlas, diamantes y rubíes, espinetas, zafiros, balajes, ágatas, cornalinas, esmeraldas, etc., que ocupan folios y folios, en profusión y riqueza inapreciables. Siguen las relaciones-inventarios de aguamaniles y jarros de oro y plata, copas, tazas, platos, cubiertos con tenedores, etc., de los mismos metales, braseros y candelabros, abundando los medallones, relieves y figuras, cosas extraordinarias, y otros riquísimos objetos, concluyendo aquellas relaciones con una de camafeos y otras cosas de este género, que realmente admiran y hacen comprender la enorme riqueza atesorada por aquel Monarca en su Palacio. I Miró, obra citada, pág. 229. ORFEBRERÍA MADRILEÑA l35 En la relación de las perlas hay partidas que dan cuenta de algunas que pesaban siete tomines y tres granos, tasada una en 5oo ducados de oro; otras no menos notables formando preciosos pinjantes; varias sartas de quinientas y seiscientas perlas; mazos de mil perlas, redondas^ netas, perfectas, de buen agua, tasadas en 272.000 maravedís, y, por últi- mo, numerosos talegos de perlas, que debían de ser de buena clase cuando se diferencian en las relaciones de otras de aljófar. Al leer aquellas reía- clones se deduce que el adusto Felipe II pudo muy bien haber pasado al- gunas horas midiendo las perlas cual si fueran granos de cualquier semi- lia, pues la cantidad que delatan estas relaciones es verdaderamente asombrosa. La de las joyas no es menos interesante ni causa menor admiración: las de oro, piedras preciosas, esmaltes y con piedras grabadas abun- dan extraordinariamente, alcanzando algunas la tasación de 25. 000 duca- dos de oro, siendo de notar una preciosa caja de oro que contenía una gran perla pinjante en forma de pera, esmaltada la caja, tasado todo el conjunto en 8.748 ducados de oro por Francisco Reinalte y Pedro Berde- ño, plateros de oro y lapidarios del Rey nuestro Señor ' Muy curiosa es también la relación de las joyas que se quitaron del jaez del Rey de Portugal, por la que se viene en conocimiento del valor ex- traordinario de aquel arreo, cubierto de rieles de oro, rosetas, hebillas y demás piezas, todas cuajadas de rica pedrería. Hay que leer aquellas reía- ciones para formarse exacta idea de tanta riqueza, de la que casi podemos asegurar su desaparición completa 2. La riqueza de orfebrería llegó á revestir de esplendores el trono ó do- sel del Monarca, cuya descripción ocupa una de las relaciones, por la que se viene en conocimiento de que era de terciopelo carmesí, y paños de brocado, bordado de oro, en medio del cual aparecía la figura de la Vir- tud, sentada sobre un zócalo, que tenía en lo alto U7i grande engaste de oro, con una rosa de diamantes, espinetas y cuatro estneraldas, ypor pin- jante una perla gruesa, teniendo además la figura collares, zarcillos y aderezos de perlas. Aparece tasado tan admirable dosel en 3.392 ducados de oro, que eran por los que entonces se contaba. F1 sillón correspondiente á tal dosel fué tasado por los mismos Reinalte y Berdeño en 3.3o6 ducados. 1 Las firmas autógrafas de estos dos plateros figuran al pie de estay otras relaciones. 2 Algunos notables ejemplares de esmeraldas y otras piedras naturales, que se conservan >hoy en el_Museo de Ciencias Naturales, se ven ya consignadas en e tas relaciones. I I 36 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRELA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA hos, vasos-bernegales (folio 485) guardados en sus correspondientes estuches de madera guarnecidos de terciopelo, admiran por la belleza ar- tística de sus descripciones, y aunque en ellos se omite el nombre de su autor, podemos fundadamente pensar en los nombres de Jácome Trezzo, Arfe y otros tan eminentes Muchos de ellos nos recuerdan los notabilísimos del llamado tesoro del Delfín, que se custodian en el Museo del Prado, y que un detenido estudio quizá llegara á identificar. Sin duda gozaba de gran habilidad y crédito el maestro Pedro Rodrí- guez Machado en aquellos días, pues en los inventarios á que nos vamos refiriendo figura como autor de una preciosa joya de grandísima estima- ción que encabeza el capítulo dedicado á aquellas «que se hicieron para el Rey N.'^ro Señor, siendo príncipe», refiriéndose á Felipe III. Este joyel debió gozar en sus días de extraordinaria fama, pues el inventario lo describe minuciosamente consignando ser también del mismo platero otras piezas y alhajas de que da cuenta. Como tasador de los objetos de plata aparece Antonio Miguel, platero del Rey, y si los objetos de oro y pedrería son innumerables, no hay que 1 La firma de Jácome de Treço (hijo) aparece al pie de un acta que, por lo interesante, me- rece ser transcrita, y que dice así; «En la villa de Madrid a cinco dias del mes de Mayo de mil y seiscientos y dos años, ante mi el dicho Christobal de Ferroche, secretario del dicho inventario y aprecio de bienes, parescieron Juan Pablo Cambiago y Jacome de Trezo, escultores y lapidarios. Los cuales con juramento que primero hicieron tassaron las cosas convenidas en este genero de Vasos Bernagales de agatas y otras diversas piezas de piedra, al precio y como está al cabo de cada partida y los susodichos lo firmaron de sus nombres, de que doy fé.—Jacome de Treço (El mo^o).—Juan Pablo Cambiago.— Ante mi: Chistobal Ferroche.—Folio 5io vuelto 709. 2 Es digna de transcribirse esta descripción por lo detallada y minuciosa. Dice así: «Una pluma de oro que tiene en lugar de medalla una cervecíta esmaltada, toda de blanco y los cuernos sin esmalte: tiene en un lado del cuerpo engastados tres diamantes. El uno sobre una espalda y el otro sobre una pierna, triángulos, jaquetados y el otro en el cuerpo, tabla, cua- drado. Tiene esta cierva un collarejo y en él engastados cuatro diamantes pequeños, tablas. Está echada sobre esmaltado de verde y este campo puesto sobre un cerco de oro, en un campo que están engastados nueve diamantes pequeños tablas, y debajo del cerco un engaste con un de las manos de diamante, el mayor que hay en la pluma, tabla, cpadrado. A los lados y debajo la cierva tiene tres florecillas esmaltadas de rojo, engastado en cada una un diamante pequeño tabla, dos rosas que están entre los airones y la cierva están engastados ocho diamantes y en prolongados, jaquetados y en unos follajes que están á la redonda de triángulos, ellas un poco y de la cierva, puestas doce perlas en unos hilos de oro sobre este follaje. Tiene una media corona en el cerco della engastados siete diamantes tablas cuadrados, y en tres dichos de ellas otros tres diamantes mayores tablas, cuadrados, de debajo de esta media corona salen once airones; lo's siete grandes y los cuatro pequeños, caídos sobre la mano izquierda. Los tres de los siete grandes, mayores que los otros cuatro tienen engastados á viento diamantes que son un poco cada uno tablas cuadrados, muchos de ellos prolongados y los tres de los remates triángulos, jaquetados, prolongados, esmaltada toda la dicha pluma por la delantera y reverso de diversos colores, que pesa, como está dicho, diez y ocho castellanos, cuatro tomines y cinco granos. Hizola Pedro Rodriguez, platero. Tasada en doscientos ducados.» i ORFEBRERÍA MADRILEÑA I Sy decir adonde llegara la relación de la vajilla de plata y otros enseres del mismo metal, propios de bufete y tocador, que ocupan cerca de doscien- tos folios. Toda aquella grandiosa riqueza fué puesta, sin embargo, en almoneda por los testamentarios del Rey, cual si se tratara de la más particular for- tuna, y aunque Felipe 111 se reservó algunas alhajas, otras muchas fueron adquiridas por los particulares, cuyos nombres constan al margen de las vendidas, varios de ellos de marcado sabor judaico. Registrando los expedientes personales de aquellos artistas sólo lo tiene Pedro Rodríguez Machado, y éste bien exiguo, pues se reduce á la petición de que después de treinta años de servicios le nombraran lapida- rio del Rey, siéndonos, por lo tanto, imposible por tales fuentes de infor- mación añadir nada sobre lo ya generalmente sabido acerca de algunos tan afamados como Trezo y Arfe. Al impulso de estos grandes maestros desarrollóse el arte de la plate- ría en Madrid, reuniéndose muchas tiendas y talleres en la calle Mayor, al sitio llamado aún de las Platerías, teniendo ocasión de lucir la abun- dancia extraordinaria de sus existencias y belleza de sus obras, con mo- tivo de la entrada de la Reina D.® Margarita de Austria, que llegaba para ser la mujer del Monarca. Deslumbradora fué la exhibición que hicieron entonces los plateros, al punto que al pasar por allí la comitiva quedó ad- mirada por tanta riqueza, ocurriendo entonces al Duque de Lerma una de aquellas desatinadas ideas que tantos quebrantos produjeron. Ocurriósele al árbitro de los destinos de España, el formar, nada menos- que el inventario de todos los objetos de plata y oro que hubiera en el •reino, tanto de corporaciones como de particulares, para incautarse de ellos, obteniendo de aquel negligente Monarca una pragmática en 26 de Abril de 1601, por la que se pretendía todo lo enunciado, sin exceptuar ni aun siquiera lo de los templos, cuyo intento parece increíble en aquella época, prohibiéndose, además, la ejecución de ninguna nueva pieza en ab- soluto. Las dificultades insuperables que suscitó el cumplimiento de tan descabellada orden fueron tales, que hubo necesidad al poco tiempo de anularla por completo. Trasladada la Corte á Valladolid hay que reanudar su historia artís- tica con el nuevo reinado de Felipe IV, algo más feliz para las manifesta- ciones estéticas que el de su predecesor, y en el cual la platería siguió produciendo piezas más vistosas que artísticas, obteniendo entonces gran 14 . I 38 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPA 55OLA crédito, entre otros, los González, Enrique y Gonzalo, á uno de los cuales hay que atribuir la célebre alhaja de un elefante que tanto llamó la aten- ción en Parish Francisco de Moráles elevó memorial á Felipe IV ha- ciéndole constar que se hallaba viejo y enfermo, después de servir más de treinta años de tornero de oro y plata en el Real Palacio, siendo, sin du- da, una de las obras de más empeño que se emprendieron entonces en la Corte, la de la urna de San Isidro, ofrenda del gremio de plateros al pa- trón de Madrid, acrecentada con el arca que la Reina D.® Mariana de Neo- burg regaló en 1692 para que contuviera el cuerpo y la urna del Santo 2. También corresponde á las postrimerías del siglo xvii el hermoso bra- ;sero de plata que figuró en la Exposición del Centenario de la guerra de la Independencia celebrado el año pasado, con las marcas M. A. (nú- mero 2.920 de su catálogo). Algunas joyas de Felipe IV adquirieron gran renombre y celebridad, y 4e ellas, así como de toda la riqueza de aquel Monarca, se hace uno cargo por los inventarios formados á la muerte de Carlos II en el año 1700. Comienzan éstos por las listas de los cuadros, á las que siguen las de las alhajas, y entre ellas se ocupan muy especialmente de las que lucían en el salón de los Espejos, el principal entonces del Palacio, entre los que aparece «un águila grande con las alas extendidas», que formaba parte de una alegoría del Toisón. A éstas, en otras dependencias, sigue «una hechura de Santa Rosalía, de chapa de plata», que debía ser un precioso busto del tamaño del natural; mas un bufete del propio metal, con otras estatuas de plata, espejos, jarrones, braseros y objetos de arte, entre ellos «un relieve de la ciudad de Mesina» con sus naves y figuras de plata, más ■otras preciosidades dignas de especial memoria. La numerosísima vajilla de plata figura en el capítulo del Guarda-jo- yas y oficios de boca, con los juegos de lavabo y alcoba, entre ellos una cama con dosel, todo ello de plata. Los tasadores que autorizaron el valor de toda aquella riqueza fueron Alberto de Aranda, contraste y tasador de alhajas; Matías Vallejo, platero de plata, y Bernardo Vázquez, platero de oro. En el capítulo especial de las joyas se nota gran aumento, aun respecto de las de Felipe II, sobre todo en las piedras preciosas; entre ellas figura el 1 Véase Davillier, pág. aSg. 2 Véase su estudio por el Sr. Mélida en la Ilustración Española y Americana de Mayo •de i8g6 y amina en la pág. 317. ORFEBRERÍA MADRILEÑA I 39 diamante citado, que llamaban el Estanque, engarzado en unos lazos de oro «que por ser tan conocido y no tener igual», no se tasó. Sigue á éste la relación de la célebre perla llamada la Peregrina, de hechura de pera, «que tampoco tiene igual», ni tampoco se tasó; y asi- mismo unos magníficos collares de perlas, que por estar vinculadas en la Corona igualmente no se tasaron. Siguen otras preciosas alhajas, como bocinas de caza, de oro, con es- maltes, saleros de ágata y esmaltes, camafeos; pero es desesperante el ver que á aquellos incultos inventariadores jamás les ocurriera citar ni un nombre de Igs autores de aquellos preciosos objetos, ni un dato de proce- dencia ó historia ni mucho menos la menor idea de su estimación artística. Continuando las relaciones vuelve á aparecer aquel dosel de que hacía- mos mención, entre los más ricos objetos que pertenecieron á Felipe II, que aún se conservaba, más minuciosamente descritos que en las pri- meras relaciones En éstas figuran varios collares y toisones, de los que, sin duda, algunos sirvieron de modelo al gran Velázquez en los retratos de las personas reales, con otras alhajas que pudiéramos reconocer en sus lienzos soberanos. Si las relaciones de Felipe III son asombrosas, no producen menor admiración estas otras hechas á la muerte del último de los Austrias. A la restauración de los Borbones debieron encontrarse éstos con tan gran riqueza; pero por varios motivos desaparecería, pues en los inven- larios de Felipe V y Carlos III apenas existe sombra de ella. Sin duda de- bió desaparecer mucho con el gran incendio del Alcázar en 1784. La orfebrería, además, experimentó una gran transformación en su gusto é industria, si bien aún ofreció modelos artísticos tan preciosos, como los que se encuentran con el punzón de Galván, al que podemos llamar el orfebre del estilo de las Salesas. También se cita por aquella época, como establecido en Madrid, á Antonio Zurreño, que ejecutó en Toled(^ obras artísticas muy importantes. Los inventarios de Carlos III, fechados en 1794, van autorizados por Fermín Olivares «como maestro platero que es de la Real Casa». Pero en la práctica del arte de la platería madrileña iban introducién- dose corruptelas respecto á la ley y calidad del metal y sus manipulado- lies, que obligaron á legislar sobre la materia, siendo la más antigua orde- I Por su excesiva extensión no transcribimos la descripción de este dosel, que ocupa en el inventario veinte páginas en toda su extensión. 140 BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA nan^a que se dió en Madrid para el buen gobierno de la industria, la de 5 de Diciembre de 1695, corroborada más adelante por otra de 10 de Marzo de 1771 ^ En el siglo xvni, D. Tomás de Buenafuente y D. Bartolomé Balner establecieron una verdadera fábrica de álhajas de plata y oro, que conti- nuó Franco Nodi; más adelante, los hérmanos Gaudín, franceses, apare- cen instituyendo otra fábrica; pero en todas prevalecía más un espíritu industrial que puramente artístico. El Rey Carlos III, en todo atento al fomento de las aptitudes del pue- blo que era llamado á gobernar, interesóse, entre otras bellas indus- trias, por la de la orfebrería, y reconociendo los méritos de D. Antonio Martínez, natural de Huesca, pero residente en Madrid, lo pensionó para que completara sus conocimientos en el arte, quien pasando á París y Lon- dres pudo observar los grandes adelantos mecánicos que se habían intro- ducido en el de los metales. De vuelta á Madrid subvencionó el Monarca una fábrica que se esta- bleció en la calle de. Alcalá, según parece esquina á la del Barquillo 2, po- niendo al frente de ella á Martínez, fábrica-que aún experimentó un tras- lado á la calle de las Infantas, en tanto que se terminaba el precioso edificio conocido con el nombre de Platería de Martínez 3, frente al Botánico, obra del arquitecto D. Garlos Vargas, en el que pudieron instalarse las magníficas máquinas traídas del extranjero, con amplísimos talleres donde llegaron á trabajar hasta 5oo obreros, edificio que se terminó en 1792. Para la primitiva fábrica dió el Monarca una Real Cédula en 29 de Abril de 1789, comprendiendo diez y ocho capítulos á cual más intere- sante y conveniente para el mayor progreso de aquella sabia institución 4, En ellos se detallan, no sólo las atribuciones y deberes del Sr. Martínez, sino las concernientes á los obreros, las máquinas y sistemas de ense- ñanza, que hicieron de este centro un modelo de escuela industrial, fa- moso por la perfección de sus productos y adelantos técnicos del arte. Hoy todo ha desaparecido. 1 Véase Larruga, tomo IV de sus Memorias Políticas y Económicas sobre los frutos, co- mercio, fábricas y minas de España, en Madrid, 1789. 2 Véase el tomo iv de la misma obra de D. Eugenio Larruga. 3 Trata especialmente de esta nueva fábrica el Sr. Mesonero Romanos, en su Antiguo Madrid. 4 Véase Larruga, tomo citado. ORFEBRERÍA MADRILEÑA I4I Larruga describe las piezas que en sus días se labraban en aquella fa- mosa fábrica, diciéndonos que de allí salían preciosas «escribanías, ban- dejas, marcelinas, vinagreras, azucareros, saleros y otros varios artículos; todo hecho de martillo con varios sobrepuestos estampados en diversas máquinas con troqueles de acero, grabados en fondo, y mucha parte de su adorno calado en diferentes labores en otras máquinas, á imitación de la obra inglesa: asimismo se hacen hebillas de filetes, cabos de cuchillo, cubiertos, escudos, medallas, botones y todo género de dijes, y todo á martillo. Para que estas piezas entren en las máquinas que facilitan sus labores es necesario que al martillo se les dé su primera forma, etc...» Nueve talleres tenía la fábrica en los días que escribía Larruga, au- mentados después, y entre sus discípulos más aprovechados consigna á Nicolás Roche, notable en la ejecución de menudas alhajas de oro; Luis Cabo y Vicente Vivas, ágiles mecánicos, y otros varios, de los que trae curiosa lista biográfica. A ésta sigue otra de las máquinas, lamentándose después de'la mudanza que se hizo de todas ellas de la primitiva fábrica de la calle de Alcalá á la de las Infantas, estableciéndose, por último, en el edificio frente al Botánico, donde alcanzó un desarrollo y extensión ver- daderamente sorprendentes. Aun en el siglo xix, la platería madrileña continuó ofreciendo produc- tos de verdadero valor artístico industrial, gracias á las enseñanzas de tan importante centro. Toda aquella riqueza histórica de la Corona desapareció por varias causas. A Carlos IV le ocurrió la desdichada idea de desmontar toda la pe- drería de las antiguas piezas para engarzarlas á la moda, siendo entonces tasadas las piedras tan sólo en 25o millones de reales; pero destruyéndose sin piedad sus artísticas monturas. La invasión napoleónica llevó á Francia las más valiosas joyas que tenía la Corona de España; pero recuperadas en gran parte por Fer- nando VII, fué objeto de una catalogación especial en el año de 1841, rei- nando ya Isabel II. Redactáronse entonces unos inventarios, sorprenden- tes en parte por el valor de la pedrería de las joyas, pero de un prosaísmo •éstas verdaderamente lamentable. Sólo en algunas partidas de piezas olvi- dadas se nota algún resto de sentido artístico. El punzón de Madrid, que al comienzo fué tan sólo de una M, después coronada, viene consistiendo desde 1762 en dos punzones, uno, del escu- 142 bosquejo histórico sobre la orfebrería española dito con el oso, y otro, de un castillo, teniendo ambos en su parte infe- rior la cifra de decenas y unidades del año correspondiente; punzón que ya después de un siglo requiere alguna variante, para que no se confundan las cifras de una con otra centuria. Tal es en compendio el cuadro de la orfebrería española, vista en su conjunto y sin poder descender á detalles que harían interminable su es- tudio, pues en cada localidad ha constituido un centro de actividad ar- tística en el que muchos han aplicado sus especiales aptitudes á tan bello arte. Pero aun visto tan á la ligera, se comprende su interés excepcional, que viene á ser prueba palmaria de nuestra grandeza, y, sobre todo, de nuestra aptitud para todo aquello que constituye las altas esferas del arte; y si tanto hemos sabido hacer, á pesar de la desastrosa historia política de nuestros antepasados, aún mejor dirigidos pudiéramos continuar nuestras tradiciones, con nuevos timbres de gloria, si nos aplicáramos á ello con la preparación, estudio y prácticas necesarias. XII LISTAS DE ORFEBRES Muchas páginas ocuparían las que pudieran ya formarse con las de los plateros conocidos en las distintas localidades españolas, por lo que nos limitaremos á consignar aquellas más numerosas y á las que pueden acudir los que deseen informaciones más detalladas. Véanse, pues, con este objeto, las siguientes, por el orden de su publicación: Geán Bermúdez. La tabla cronológica de los plateros, en su tomo úl- timo de su Diccionario, pág. i63. Zarco del Valle. Tomo lv de la Colección de Documentos inéditos, página 461. Barón Davillier. Las de sus Rechercher sur VOrfebrerie en Espagne. Leguina. Las que completan su obra sobre Plata española. Conde de la Viñaza. En sus Adiciones al Diccionario de Ceán. Ramírez de Arellano. Sus trabajos sobre la orjebreria cordobesa en el tomo cvii de la Colección de documentos inéditos para la Historia de España y sus artículos sobre A.rtistas exhumados, en el Boletín de la LISTAS DE ORFEBRES ¡43 Sociedad Española de Excursiones, años vi, pág. 8i.. y 1902, pá- gina 193. Gestoso. Diccionario de artiñces sevillanos, tomo 11, pág. 126, y algunos más en su recientísimo tomo iii de apéndices á ios anteriores. Martí y Monzó. Los numerosos índices locales de sus Estudios histó- rico-artisticos. Gudiols. Su extensa nota sobre orfebrería, en su obra Nocions d'Arqueo- logia sagrada catalana, pág. 422. A los que pudieran añadirse algunos nombres mfls, que por primera vez se consignan en este Ensayo. También nos ocupamos en completar todo lo posible las tablas de mar- cas y punzones, de grandísimo interés, pero de tales dificultades, que apla- zamos para otro tiempo el publicarlas, pues en la actualidad resultarían ■demasiado deficientes. De algunos de ellos hemos dado cuenta en el texto. Nota á la pag. i 3o .—Al hablar de la orfebrería española en el siglo xviii me- rece mención especial la producción de las cajas artísticas salamanquinas, debidas al ingenio de D. Lorenzo Montemán y Cusens, que se hizo célebre por ellas, exten- diendo á otros productos su gusto estético. Este verdadero artista, oriundo de Sicilia, que empezó por imprimir cierta be- lleza á las cajas metálicas para el tabaco, concluyó por ser un gran orfebre, lie- gando á suscitar los celos de Figueroa y recibiendo encargos de los más conspicuos personajes de su tiempo. Dejó eminentes discípulos tales como Juan Fernández de la Peña y Tomás Prieto. Montemán murió refugiado en Almeida (Portugal) á los sesenta y cuatro años de edad. De las vicisitudes de este singular orfebre, así como de sus colaboradores y dis- cípulos, trae nota extensa Ceán Bermúdez en su Diccionario histórico. INDICE Págs. I. Preliminares.—Bibliografía i II. Epoca primitiva.—Principales ejemplares.—La diadema de Javea. —Torques y otras joyas III. g Epoca romana.—El plato de Otañez.—El disco de Teodosio y otros ejemplares i6 IV. Orfebrería visigoda.—Notas en las obras de San Isidoro.—El te- soro de Guarrazar 21 V. Orfebreria /zfspano-aráé/g-a.—Ejemplares existentes 3o VI. Alhajas hispano-cristianas del primer periodo de la reconquista.— Joyas asturianas.—Idem en Navarra.—Idem en Aragón y Ca- taluña VII. 47 Orfebreria románica y mudejar española.—Cruces, frontales y va- sos sagrados.—Vírgenes chapeadas.—Productos de Limoges.— Frontales de Silos y de San Miguel In excelsis.—Ejemplares mu- dejares 58 VIII. Orfebreria ojival.—Gremios y cofradías.—Joyas del siglo xni.— Las tablas alfonsinas y los sepulcros de los Heves en Sevilla.— Otros ejemplares.—Siglo xiv.—Joyas esmaltadas.--Obras no- tables aragonesas en la Exposición de Zaragoza.—Siglo xv.— Notables ejemplares.—Enrique de Arfe.—Sus custodias. ... ÍX. El yS reíiacimiento en la orfebreria española. — Los Arfes. — Si- gloxvi.—La orfebrería renaciente en Andalucía.—Idem en To- ledo.—Los Becerriles de Cuenca.—La orfebrería de esta época en Valladolid, Salamanca, León y resto de la región noroeste.—En Aragón, Cataluña y Valencia loi X. Barroquismo de la orfebreria española.—Siglo xvii.—Abundancia de los ejemplares.—Decadencia en Sevilla.—Auge de la platería cordobesa.—Siglo xviii.—Grandes plateros cordobeses, salaman- quinos I y mayorquínes.—Notables ejemplares barrocos. . . . 122 I Las cajas de Monteman, véase nota, pág. 145. 148 INDICE Págs. XI. Orfebrería madrileña.—Yàmosos maestros del siglo xvi.—Enorme riqueza atesorada por Felipe II.—Auge de la platería madrileña.— Los inventarios de Palacio.—Plateros del Rey.—Joyas famosas de la Corona de España.—Grandes pérdidas.—Carlos III y la pla- teria de Martinez.—Invasión napoleónica.—Ultimo inventario. . i3i XII. Listas de orfebres.—Indicación de ellas 142 LÁMINAS Diadema y adornos de oro hallados en Jávea 10 Alhajas de oro pertenecientes al tesoro de Guarrazar 32 Arqueta arábiga, chapeada de plata, del tesoro de la Catedral de Gerona. 42 Caja árabe de latón dorado y plata 46 Tapa del evangelario de Jaca 56 Custodia relicario de los corporales de Daroca 86 Custodia de la Catedral de León 96 Custodia de la Catedral de Toledo 98 Busto de plata repujada en Santa Ana virgen y mártir.—Cariñena. . . 120 - . :%',4.íï -..T ., i Jí^l>·'í2ŷ '*j^>-'^'> !¿<^'---><4# v'"' •' ■'/ •■^-¿'■''■'"^'j^'j^i^'- '< ■ ' - ■ - -^M. é'üv -^y' - -;'* • . ,áí» vsi: ^ x r^ ^ ~ >-■.---. v··-·'·s/í-VW·Y·íC'·· V··A····· "tí-'i .■-«-:^lkt.T,/..·i·,t,^w.i. .^, v,7»-.^«jav/...^i.^-..sT''.'Y^'v._'..,T..-;;.r;"iM -. f --. -t . : ^ fev- -^-v- -·í<.''^··oj?'.^;t·/^^·' •■"-fe·íí'ví···í/y v ' ... ... jp, *'i6"v:,-. y.. _ yi?'-:' ' '' A ^ ci ^ I ■. ■ ^,7·.«jv-^ví^yíy5^w ■•·ísv v^^c--;.. ■-^.^·!-.i,. \ ^ ü' ... ,.. .. . , 3_<~ ^ ^ •r-- ' A.-<^ - . .— •» j ^ ft <> , vt, ïl V í Vï 7 _ x<- N pftt- i--Í-, v°=^- "■ .• i-i-"ç ÍÍ>v-Í,;-Í;^Í:Í. *kS^-:íZ:-^ fv-. >. ■ ' -v.-•■■'*^.··^ ■' :··-··'y·^·^;\ v:. -..».·-<íÍ,í;v»·-·:·-:^-·^:^.- >-'V■.:■> "7 ". í '.^"lí'f^-V:'7 '-'" 5o BOSQUEJO HISTÓRICO SOBBRE LA ORFEBRERÍA ESPAÑOLA PRIMER PERÍODO DE LA RECONQUISTA 5l nación hecha á esta iglesia por Ramiro III, pero de la lectura de la ins- proporciones antes no empleadas, ostentando una inscripción votiva que cripción que lleva la Cruz no se deduce tal cosa, y por sus caracteres ar- textualmente dice: tísticos bien pudiera atribuírsele al primero de los Ramiros más bien que al tercero, que vivió cerca de dos siglos más tarde, como uno de los Mo- SUSCEPTUM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DEI QUOD OFFERENT narcas con la corte en León. FAMULI CHRISTI ADFtFONSUS PRINCES. ET S^MENA REGINA, El epígrafe del anverso de la ESUMSERIT t IN : DOMINI : ÑSl SANCT : lACOBI : APOST La cruz es de brazos iguales icus, parecido conjunto á la de los Ar Inno regni NOSTRI dras en cabujones y conservand cxlvi. el A y (u que cuelgan de ellos cor digna de figurar en la relación d ■CclL·lUll UC ¿ci ll^UCl lllUlld.1- glos. (tra donación hecha por Otra cruz de más importanc tejando preciosos orna- anteriores, debida á la munificen templo \ dada hasta hace pocos años en el interés. En ella, la pro- concluida en el año de 874, segút • ejemplar de las de bra- ción que la ilustraba conmemore [mente los horizontales, y su mujer Xemena, en honor ; de aquel tiempo, y ter- en la era de DCCCCXX (año d ,0 veíamos antes, si no Exornada de delicadas filigra rilobada. bujones, conteniendo perlas y pit :omo enseña de los ejér- aparecido. El Cristo que llevaba 2Stida de chapas de oro, Fué este Rey muy piadoso el más rico y suntuoso iglesias, especialmente á la de [tenida por un medallón concedía «ornamenta aurea, arg ta» ', y dos años más tarde ent epígrafes, tres bandas cruz, que aún puede en él verse, que alternan los cabu- iguales y más ricamente exorna; >áceas alveoladas, relie- Esta suntuosa obra de orfebr lan llamado esmeraldas, las anteriores, mide 92 centímetros de alto por 72 de ancho, lo que le da I Concedimus in prlmis ex facultatibus nostris pr£efatae Ecclesiœ ornamenta aurea, Sagrada, argén- I España tomo xxxvii, pág. 330. tea, eborea auro texta.» V. España Sagrada; tomo xxxvii, pág. 330,